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Chicas a los golpes

Alejandro Feijóo

Finalmente, se ha celebrado el primer combate profesional de boxeo femenino en la historia de


España. Detractores y defensores de este discutido deporte tienen servido el primer plato de lo
que promete ser un debate muy apasionado.

Aunque a fuerza de golpes, Silvia León y Estíbaliz Cano han conseguido hacerse un sitio en la historia del
deporte español. El combate, celebrado el pasado 27 de octubre en Gijón (*) en el marco de una velada
boxística internacional, ha abierto el camino de esta modalidad que en muchos otros países cuenta con
gran aceptación.
El boxeo es, por ejemplo, uno de los pilares del olimpismo moderno. Muchos de los nombres de quienes
luego serían los grandes boxeadores de la historia, han pasado por el cuadrilátero olímpico. Allí, las reglas
se encuentran más ‹humanizadas› que en el boxeo profesional, donde más bien se impone, a veces con
ferocidad, la vertiente comercial y los intereses de los poderosos promotores.
Hasta principios de los años 80, España contó en sus filas con grandes púgiles. A los más memoriosos
sonarán nombres como el de José Legrá, Perico Fernández o Pedro Carrasco, que en su época dorada
alcanzaron el cetro mundial. A partir de entonces, la rotunda negativa de la televisión pública a hacerse
eco de las cuestiones boxísticas acabó por hundir a un deporte que, quizá más que ninguno, precisa de la
difusión masiva. Una década más tarde, la fulgurante aparición de Poli Díaz abrió las aguas para que
jóvenes como Javier Castillejo (reciente campeón del mundo) o Rafael Lozano (medalla de plata en
Sydney), reconquistaran algo del espacio perdido en la opinión pública.
Lo que para muchos es una verdadera salvajada, para otros constituye la nobleza en estado puro. Pese al
arraigo que el boxeo amateur tiene en los Juegos Olímpicos, Juan Antonio Samaranch, máximo dirigente
del COI, es uno de los principales detractores del boxeo femenino. Bajo el argumento de que “hay
deportes más apropiados para la mujer”, puede esconderse, sin embargo, una actitud discriminatoria. Más
allá de opiniones, la igualdad es, precisamente, corresponder una situación con otra. En este caso, como
en tantos otros en donde el hombre ha decidido lo que resultaba “apropiado” para la mujer, quizá deba
escucharse la opinión de aquellas que, equivocadas o no, consumen sus horas en los gimnasios de barrio.
Sin duda, la sonada aparición en los cuadriláteros de Laila Alí (**), hija del boxeador más grande de todos
los tiempos, servirá también como bandera de todas aquellas jóvenes que quieran hacerse un hueco en los
rings. Es de esperar que el debate sobre el boxeo femenino ponga las razones deportivas sobre el tapete,
y aparque los viejos argumentos sobre la feminidad. La mujer es femenina siempre que hace lo que
quiere. Incluso golpearse.

(*) Al combate, pactado a cuatro asaltos, no le faltó siquiera el toque de dramatismo tan frecuente en los
combates masculinos. Su ganadora a los puntos, la leonesa Silvia León, disputó la pelea con un dedo
fracturado de su mano derecha. Por temor a ser descalificada, Silvia, estudiante de Geografía e Historia,
ocultó la lesión, producida dos semanas antes en el bar donde trabaja. Su contrincante, la madrileña
Estíbaliz Cano, plantó cara en todo momento, pero fue incapaz de superar a León, que acabó cargando la
mayoría de los golpes en su mano izquierda.
(**) Muhammad Alí, el más grande de todos los tiempos, tiene la sucesión asegurada. Su joven hija Laila
parece haber heredado mucho de la seriedad y destreza de su padre. En su debut, demoró 31 segundos en
noquear a su rival, y desde entonces ha saldado todos los combates con victorias. Se considera a sí misma
una persona espiritual que lucha por lo que cree. En el futuro, se ve como una empresaria que crea
puestos de trabajo y se preocupa por los demás. Además, le gustaría tener muchos hijos. Al nombre de
Laila deben sumarse otros apellidos míticos, como el de Jacquelyn Frazier (hija de joe Frazier) o el de
Irichelle Durán, hija de Roberto “Mano de piedra” Durán.

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