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DEL ENCUENTRO CON EL REDENTOR, ENVIADAS A LOS POBRES Y ABANDONADOS

“PROCLAMA MI ALMA LA GRANDEZA DEL SEÑOR” (Lc 1, 46)

Ciudad de México, 4 de Diciembre del 2018

ASUNTO: Circular No. 9

«Fiestas de la Inmaculada Concepción y de Nuestra Señora de Guadalupe

en torno al Tiempo de Adviento»

Queridas Hermanas:
Iniciar un nuevo ciclo litúrgico, y en el que vivimos la alegría de la espera del Señor, es
una gran oportunidad para detenernos y preguntarnos sobre ¿Cómo estamos viviendo
este llamado a la conversión, esta preparación para que el Mesías nazca en cada una,
en nuestras comunidades, en nuestro trabajo personal y apostólico? Y es en la
comunidad donde podemos acompañar y ser acompañadas, donde se genera un estilo
de vida alternativo al que encontramos a nuestro alrededor, y en el que se posibilitan
espacios de consuelo al que sufre, de liberación al que está oprimido y de promoción de
la dignidad humana al que le ha sido arrebatada. La comunidad ha de escuchar el clamor
por la justicia e implicarse tanto en la cooperación para resolver las causas estructurales
de la pobreza como en la promoción del desarrollo integral de los pobres (cf. EG 188).
Este tiempo de Adviento-Navidad nos ayudará a «despertarnos del sueño» (Rm 13,11)
y salir de los letargos que producen en nosotras la rutina y el cansancio, a fin de poner
en movimiento todas nuestras capacidades para preparar el camino al Señor, que nos
ha llamado a ser comunidad. Un Dios que ha decidido enlodarse en el polvo de esta
tierra para sacar a los que están en el barro. Un Dios que acompaña el peregrinar de los
migrantes de nuestro tiempo, recordándonos la travesía de José y María hasta llegar a
Belén, y darnos a todos a su Hijo Jesús, quien vino a traer la salvación de la humanidad
y quiso nacer pobre y en un Pesebre.
El Papa Francisco continúa invitándonos a rezar, estar vigilantes, ser obrantes en la
caridad y exultantes en la alabanza al Señor. Son las actitudes que hay que tener en
Adviento, “un tiempo para caminar e ir al encuentro con el Señor, o sea un tiempo para
no estar parados”. Porque la fe no es una teoría, una filosofía o una idea: es un encuentro
con Jesús, y la liturgia de este período propone numerosos encuentros con Jesús: con
su Madre en el seno, con san Juan Bautista, con los Pastores, con los Reyes Magos.

Y entonces: “¿Cuáles son las actitudes que yo debo tener para encontrar al Señor?
¿Cómo debo preparar mi corazón para encontrar al Señor?”. “En la oración al inicio de
la misa, la liturgia nos indica tres actitudes: vigilantes en la oración, obrantes en la caridad
y exultantes en la alabanza. Es decir, debo rezar, estar vigilante, debo obrar en la
caridad- la caridad fraterna y ser tolerantes. Siempre la caridad, pero operante. Y también
la alegría de alabar al Señor: “Exultantes en la alegría”. Así debemos vivir este camino,
esta voluntad para encontrar al Señor. Para encontrarlo bien, no estar detenidas, es así
cómo encontraremos al Señor”.

El Señor “no está detenido”. Yo: “estoy en camino para encontrarlo y Él está en camino
para encontrarme y cuando nos encontramos vemos que la gran sorpresa es que Él me
está buscando, antes que yo comience a buscarlo”. Esta es “la gran sorpresa del
encuentro con el Señor. Él nos ha buscado antes. Él está siempre antes. Él siempre está
primero. Él realiza su camino para encontrarnos”. “Siempre el Señor va más allá. La
abundancia de su gracia, de su amor, de su ternura que no se cansa de buscarnos.
Algunas veces, con cosas pequeñas, nosotras pensamos que encontrar al Señor sea
una cosa sencilla, como aquel hombre de Siria, Naamán, que era leproso: y no es simple.
Dios nos busca, nos está esperando y solamente nos pide el pequeño paso de la buena
voluntad”.

Nosotras debemos tener “ganas de encontrarlo”. El Señor “nos acompañará durante


nuestra vida”. Tantas veces “verá alejarnos de Él, y Él espera como el padre al Hijo
pródigo”. Muchas veces verá que queremos acercarnos a Él y Él sale a nuestro
encuentro. Por medio de la fe se da ese un encuentro: Un encuentro con Jesús”. Por lo
que las invito a que le pidamos a Dios que suscite en nosotras la voluntad de ir a su
encuentro, al encuentro de Jesús, nuestro Redentor, muy especialmente con las buenas
obras.

Este encuentro con Jesús nos lleva a encontrarnos con María, su Madre y nuestra Madre,
y antes de llegar a la Navidad tendremos la oportunidad de celebrar dos Advocaciones
que son parte importante de nuestra Espiritualidad Mariana, como son la Fiesta de la
Inmaculada Concepción y la Fiesta de Nuestra Señora de Guadalupe, celebraciones que
tocan nuestras fibras de Misioneras de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro, en primer
lugar, porque heredamos del Padre Agustín Nistal García, a su Patrona congregacional,
la Inmaculada Concepción; y de los cimientos mexicanos de la Congregación, contamos
con la protección y guía de la “Emperatriz de América, la Virgen de Guadalupe”, quien
por espacio de casi quinientos años, ha acompañado al pueblo de México y a tantos
peregrinos que la visitan de numerosas y diferentes partes del mundo, buscando
encontrarse con Ella y con su Hijo, y dejar en su regazo todas sus intenciones y
necesidades. Motivos por los cuales, somos llamadas a llenarnos de esperanza para
celebrar en comunión desde nuestras comunidades, estos acontecimientos dentro de
este nuevo Adviento, y podamos animar nuestras obras apostólicas con la alegría de
recibir al Mesías, nuestro Salvador y Redentor.

Que estas celebraciones nos ayuden a seguir renovándonos, creciendo en la fe,


esperanza y en el amor, y a estar siempre dispuestas a irradiar nuestro Carisma y
Espiritualidad con fidelidad creativa y renovada perseverancia.

En Jesús Redentor y María del Perpetuo Socorro.

M. Maritza Josefina Morillo Herrera


Superiora General

MJMH/ldp

MISIONERAS DE NUESTRA SEÑORA DEL PERPETUO SOCORRO


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