El Humanismo es un término que se utiliza comúnmente para indicar toda tendencia de pensamiento que afirme la centralidad, el valor, la dignidad del ser humano, o que muestre una preocupación o interés primario por la vida y la posicion del ser humano en el mundo. El humanismo plantea transformar la practica de la representatividad, dando la mayor importancia a la consulta popular, el plebiscito y la elección directa de los candidatos. El humanismo Bolivariano es socialista por que plantea una ruptura epistemológica con toda expresión de las sociedades basadas en la explotación y promueve la instauración de un sistema libre de toda forma de alienación y desigualdad social. Bolívar sugería una educación revolucionaria; una educación para el futuro de Venezuela. No tenía como propósito el mantener una situación existente, sino que pretendía una transformación en forma radical. Se educaría con el objetivo de construir la noción de patria americana y no para mantener la idea de España como patria; no se buscaría el conservar una estructura político administrativa caduca, sino justamente, para destruirla y construir una adecuada; no para la idea de una ficticia paz y armonía. Buscó innovaciones en Educación Superior, en formar escuelas donde las niñas pudieran formarse al igual que los varones, buscó la promoción de la educación popular, de la integración social en las escuelas y hasta llegó a enviar becarios a Europa. Pensamiento humanista de Simón Rodríguez Para él Educación debe tener una función vital y social-humanista, donde se respeten los deberes y derechos de todos los seres humanos. Rodríguez proponía educación para todos: para los pardos, para los pobres; también una educación para preparar artesanos y hombres útiles, es decir, humanizar a las personas mediante la educación para que puedan vivir dignamente. Buscaba una educación holista que preparara a las personas para la vida y de ese modo poder cambiar su situación social, moral, humana. Es importante resaltar que el contexto, social, cultural, político, económico, ideológico y humanista que le correspondió accionar a Simón Rodríguez, era sin duda alguna adversa a un pensamiento liberador, al concepto de igualdad, educación general, al pensamiento crítico, creador. Le correspondió vivir en sociedades que pretendían ser estáticas. Rodríguez quería que la educación, en Venezuela y América, se impartiera con calidad, en torno al desarrollo personal de los individuos, su capacidad de comprender y analizar la sociedad en la que viven, su desarrollo humano y personal en el contexto del desarrollo social y comunitario inspirado en principios y valores como la igualdad, la equidad, libertad, emancipación social y humana. Una educación que permita a cada uno desarrollar a plenitud sus talentos y construirse como persona y ciudadano solidario y productivo. Que le enseñe a ser, a convivir, a aprender y a trabajar. En fin, una educación que le enseñe a cada individuo crecer y desarrollarse como persona y a preocuparse por su entorno social, que le enseñe los valores y principios de su sociedad. Formar individuos que enfrenten al mundo valiéndose de sus destrezas y habilidades. Formar personas pensantes que no se valgan solo de la memoria y por último que se les enseñe a trabajar y a valorar su trabajo. Es partidario de combinar la educación con el trabajo, promoviendo la creación de escuelas técnicas y agrícolas, que posibiliten formar recursos humanos que sean capaces de “colonizar el continente con sus propios habitantes” para evitar así la emigración indiscriminada del exterior, especialmente de Europa. Pensamiento humanista de José Martí Durante toda su vida Martí libró una tenaz batalla íntima y pública contra el odio. Como todas sus convicciones, esta de la necesidad de combatir el odio se movió en dos planos conexos: el de la espiritualidad de la conducta y el de la eficacia política. Su primera y definitiva victoria sobre el odio la obtuvo en el presidio político, donde descubrió que la “reacción” del odio, por legítimo que sea, es una forma profunda de esclavitud, una ganancia del enemigo, un lastre para la verdadera “acción” revolucionaria, que debe partir de una raíz de libertad interior. Allí comprendió que también los flageladores de las canteras de San Lázaro, en cuantas víctimas inconscientes de un sistema embrutecedor, merecían piedad. Comparando a aquellos esbirros con sus propios padres y con las virtudes del “sobrio y espiritual pueblo de España”, distinguió nítidamente entre el régimen colonial y el pueblo español. De ahí surgió la concepción de la guerra sin odio, porque, además, el odio “no construye”, su obra es siempre “reaccionaria”, los que odian “son la ralea”, hay que aprender a “domar el odio”. Dos hechos le daban la razón en la historia inmediata: el odio a España, la hispanofobia, había nutrido subjetivamente el anexionismo, en la isla y en la emigración; las animadversiones internas entre los regionalismos, entre militaristas y civilistas, entre los jefes, entre aldamistas y quesadistas, habían minado desde adentro la guerra del 68. Pero lo que Martí llamó la “fórmula del amor triunfante”, va mucho más allá de una rectificación o superación política. Se trata de un amor cognoscitivo (“el amor es quien ve”) y del amor como sol de la vida, el que hay que conquistar, no solo políticamente, “con todos, y para el bien de todos”. La aspiración a una cultura o una religión que las integre todas resulta evidente en Martí, pero sin nada que ver con la globalización sin rostro que hoy nos amenaza. Ni siquiera en la estrategia política de la América del Sur frente a la del Norte, y aunque ello implicara disentir de una tesis bolivariana, fue partidario Martí de sacrificar el “ansia del gobierno local y con la gente de la casa propia”. Perder la individualidad de las culturas sería perder la cultura misma. En “La Exposición de París” vio algo más que un espectáculo vistoso, sintió y nos hace sentir una visión profética de la fraternidad, de la armonía de los pueblos del mundo, cada uno con sus modos nacidos de sí propio. No la globalización sino la coralidad de las culturas. En cuanto a lo que muchas veces llamó “la religión venidera”, partiendo del hecho de que todas las religiones, por reveladas que sean para sus fieles, se manifiestan y actúan en la historia, la concibió como aquel punto futuro en que el hombre llegue a ser capaz de ir a lo esencial e innato de su apetencia trascendente. Esa religión venidera, sin perder la pluralidad de sus manifestaciones culturales, saldaría sus deudas con la razón y con la libertad: una “razón nueva”, tan rigurosa como abierta a lo desconocido, negada a convertirse en el renovado fanatismo de una ciencia dogmática y amoral; una libertad cuyos límites estuvieran únicamente en el respeto a “la dignidad plena del hombre”. No presenta Martí estas ideas como utopías, ni siquiera como esperanzas realizables, sino como resultado de las leyes del espíritu y la historia. Su inspiración, diríamos hoy, tercermundista, está limpia del resentimiento del colonizado o del perteneciente a un mundo “periférico”. No podía desconocer esa situación quien llevaba en el cuerpo las marcas de la esclavitud. Su obra y su vida, sin embargo, fueron una dádiva libre a todos los hombres. Simón Bolívar nació de un hogar aristócrata por lo cual tuvo una excelente educación, a pesar de la muerte de sus padres, cuando tenía 9 años. Uno de sus tutores fue Simón Rodríguez, quien lo introdujo al movimiento filosófico de aquella época. En 1799 viaja a España, para proseguir con su educación. Allí se casa en 1802 con Maria Teresa Rodríguez del Toro y Alayza, pero esta muere de fiebre amarilla al año siguiente, después de volver a Venezuela. Después de numerosas batallas, tiene que huir a Jamaica, en donde escribe su "Carta de Jamaica". En 1817, regresa a Venezuela. Dos años más tarde, en 1819 se crea el congreso de Angostura en donde funda la Gran Colombia (Venezuela, Colombia, Panamá y Ecuador) y es nombrado presidente. En Agosto logra la independencia de Colombia en la batalla de Boyacá, el 7 de Agosto, y después de 2 años de luchas, la independencia de Venezuela se consolida con la Batalla de Carabobo, el 24 de Junio de 1821. Posteriormente, en Agosto, gana la Batalla de Boyacá. Después de que Sucre ganara la batalla de Pichincha, en 1822, y liberara el norte de Sur América, Bolívar cruza los Andes para liberar Perú, lo cual logra con Sucre en la Batalla de Junín, el 6 de Agosto de 1824. El fin del libertador Mientras estuvo fuera de Venezuela, Bolívar es víctima de las rivalidades entre los caudillos que empezaban a gobernar a Venezuela y se va a Colombia, en donde muere el 17 de diciembre de 1830, en la ciudad de Santa Marta. Sus últimas declaraciones reflejan la amargura que sentía por no haber logrado su objetivo de la unión de la nueva patria: "¡Colombianos! Mis últimos votos son por la felicidad de la patria. Si mi muerte contribuye para que cesen los partidos y se consolide la unión, yo bajaré tranquilo al sepulcro". Simón Rodríguez fue uno de los intelectuales americanos más importantes de su tiempo, destacando por su profundo conocimiento de la sociedad hispanoamericana, el cual posteriormente trasmitirá a Simón Bolívar al desempeñarse como su maestro y mentor. En cuanto a su vida familiar es poco lo que se sabe. En mayo de 1791 el Cabildo de Caracas lo admite para ejercer el cargo de maestro en la escuela de primeras letras para niños, lugar al que llegará al año siguiente Bolívar para iniciar su educación. En junio de 1793 se casa con María de los Santos Ronco, acto en el cual se declaró "Expósito de esta feligresía", término que se solía y se suele utilizar para designar a aquellas personas abandonadas por sus padres. En 1842 se encuentra en Lima, donde reedita su obra "Sociedades americanas" publicada en 1828. Un año después emprende un viaje con destino a Ecuador, ocurriendo a su paso por el puerto de Paita (Perú) una entrevista entre él y Manuela Sáenz, ésta anciana y próxima a morir. A Ecuador llega a fines del mismo año, visitando Guayaquil, Quito y residiendo luego en Latacunga donde dio clases en el colegio San Vicente. En los años finales de su vida Rodríguez va a Guayaquil, donde se perderá buena parte de su obra en un incendio ocurrido en dicha ciudad. En 1853 emprende de nuevo viaje al Perú, lo acompañan su hijo José y Camilo Gómez, compañero de éste; será Gómez quien lo asistirá en el momento de su muerte ocurrida en el pueblecito de Amotape. Setenta años después de su deceso, sus restos fueron trasladados al Panteón de los Próceres en Lima, y desde allí, al siglo justo de su fallecimiento, fueron devueltos a su Caracas natal, donde reposan en el Panteón Nacional desde el 28 de febrero de 1954. José Julián Martí Pérez; La Habana, 1853 - Dos Ríos, Cuba, 1895) Político y escritor cubano, destacado precursor del Modernismo literario hispanoamericano y uno de los principales líderes de la independencia de su país. Siguiendo la marcha hacia el oeste de la provincia oriental, llegaron a Dos Ríos, cerca de Palma Soriano. El 19 de mayo de 1895 una columna española se desplegó en la zona y los cubanos fueron a su encuentro. Martí marchaba entre Gómez y el Mayor General Bartolomé Masó. Al llegar al lugar de la acción, Gómez le indicó detenerse y permanecer en el lugar acordado. No obstante, en el transcurso del combate, se separó del grueso de las fuerzas cubanas, acompañado solamente por su ayudante Ángel de la Guardia. Martí cabalgó, sin saberlo, hacia un grupo de españoles ocultos en la maleza y fue alcanzado por tres disparos que le provocaron heridas mortales. Cuando se conoció lo sucedido, resultó imposible rescatar su cadáver, el cual fue conducido por los españoles y, tras varios enterramientos, fue finalmente sepultado el día 27, en el nicho número 134 de la galería sur del Cementerio de Santa Ifigenia, en Santiago de Cuba.