Barrionuevo, Deborah
Torres, Rocío
Antes de comenzar con el análisis crítico de los textos elegidos, es necesario hacer un
recorrido por la teoría de T. Van Dijk (1994) sobre el interés que tiene el análisis crítico
del discurso1 en las problemáticas sociales.
Van Dijk toma el ACD como un medio para demostrar cómo funciona la ideología de
los grupos dominantes sobre los grupos dominados. Según el autor, el ACD es “NO es
un método de análisis, sino más que nada una actitud, un movimiento en AD: de querer
centrarse sobre problemas sociales” (2006, p. 4). Sin embargo, los discursos que
manejamos en el día de hoy no siempre operan dentro de las estructuras mentales a
través de la imposición de ideologías, sino que algunos se centran en demostrar una
ideología que ha quedado relegada por ser minoría. Lo que trataremos en este trabajo es
intentar sistematizar el discurso sobre “problemas interesantes” (p. 3) a través de la
crítica argumentativa.
Tanto Ricardo Piglia como Beatriz Sarlo son críticos contemporáneos de la literatura
argentina y su palabra, generalmente, es una ‘voz autorizada’, como lo dice Verón. Esto
significa que tienen un control sobre lo que dicen y cómo articulan sus discursos para
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En adelante, ACD.
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hacer llegar sus ideologías a ‘grupos de cognición compartida’, donde “se han
construido marcos mínimos de conocimiento” (Van Dijk, 1994, p. 11), es decir que “los
grupos que tienen acceso a esas formas de poder y de control social son generalmente
grupos que han sido legitimados y tienen a su vez acceso al discurso público” (1994, p.
13).
Piglia comienza diciendo que “para el crítico la literatura es un saber sometido. No hay
un saber en la literatura, hay un saber externo que se le aplica, ya sea desde la
lingüística, el psicoanálisis, la sociología, el marxismo o los estudios culturales”. Según
Gutiérrez, esto se configuraría como una operación de apropiación, ya que le da
credibilidad al esquema o tesis que quiere presentar a la vez que se legitimiza como
palabra de autoridad, lo que Roldán Vázquez entiende como un argumento de
autoridad.
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“La otra es la cotidiana, la crítica de la prensa, los suplementos culturales, las revistas
literarias, donde se libran los combates literarios de que hablaba Benjamin y se dirimen
cuestiones de mucho peso”. Aquí también podemos encontrar una operación de
apropiación por medio de la toma de distancia y la voz pasiva. Hablar de Benjamin le
da un argumento de autoridad, que a la vez es una analogía. Termina diciendo: “Es
cierto que la crítica académica es la que finalmente escribe la historia literaria y
consolida el canon, pero…”. La respuesta completa se constituye en un argumento por
disociación.
A esto Piglia contesta con una operación constitutiva de objeto, es decir, creando o
esquematizando el tópico: “De acuerdo, pero yo me refería más a cómo se reflexiona
sobre la literatura en un lugar o en otro”, a lo que le sigue un ejemplo, “podemos incluir
a la crítica que circula en los medios de masas”. Sigue diciendo: “Me parece que
también ahí la relación con la literatura es muy instrumental”, lo que se constituye como
una operación de proyección valorativa, y sigue con otro ejemplo:
aunque tenga que ver con otro tipo de redes, como la urgencia, la velocidad de
lectura, la idea de que se dirige a los lectores no especializados y debe ser
pedagógica, la extensión que tienen esos críticos permitida para desarrollar sus
hipótesis, el tipo de retórica, etcétera.
La sección deportiva se hace para gente que entiende de eso que se está hablando.
Las entrevistas son muy técnicas y los debates son de un nivel de rigor y de una
sofisticación que llegan a incidir sobre la realidad. Mientras que los suplementos
literarios tienden a explicar todo de nuevo cada vez...
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Sin embargo, me parece un universo apasionante, que tiene cada vez más peso.
Yo ubicaría esta crítica en un espacio intermedio entre el mundo un poco abstracto
de la cultura académica y la reflexión sobre la literatura que trato de rescatar, esa
que surge de la literatura misma.
Cuando pone un pronombre personal ‘yo’, haciendo una deixis discursiva, también
maneja una operación de apropiación por la cual estandariza una ideología, es decir,
la de la reflexión sobre la literatura. A la vez, si consideramos toda la respuesta en su
completitud, estamos ante un argumento por disociación, ya que marca dos tesis o
‘partidos’ a tomar.
El entrevistador le pregunta cómo lee un escritor, a lo que Piglia contesta: “Habría tres
modos de leer de un escritor. Primero tiende a ver la construcción antes que la
interpretación. Al escritor le interesa más cómo está hecho un libro que preguntarse qué
significa. Quiere saber cómo funciona esa máquina para construir otra”, considerada
esta respuesta como una definición, una enunciación declarativa y un enunciado
lógico, ya que expresa una idea. Luego dice: “De allí que sus reflexiones sean tan
específicas y técnicas, como pueden ser las de Nakobov”, entendido como una
operación de apropiación, en la cual usa un ejemplo para legitimar su idea. Para
seguir con su argumento, utiliza un argumento de autoridad por el cual encubre su
propia ideología, terminando con una definición:
Manuel Puig me dijo una vez ‘no puedo leer novelas, porque cuando las leo, las
corrijo’, es decir, para un escritor los libros nunca están terminados, los ve como
si fueran un work in progress. Este es un tipo de lectura fluida y sin complejos
que tiende a poner el acento, sobre todo, en cómo están hechas las cosas.
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de un escritor es lo que yo llamo la lectura estratégica. Tiene que ver con lo que vos te
referías al hablar de Benjamin. La lectura de un escritor nunca es inocente”.
Digamos que en parte sí. Pero a mí me interesa sobre todo la tercera manera de
leer de un escritor, la que reflexiona sobre la literatura en las mismas novelas. Uno
podría trazar una historia de la literatura a partir de lo que la propia literatura dice
sobre los lectores, sobre los escritores, sobre los críticos, sobre las novelas. Sería
una historia imaginaria que comenzaría con el Quijote. Yo leí El juguete rabioso
de Arlt de esa manera, como un texto sobre la circulación de la cultura.
Por último, el entrevistador le pregunta: “¿Y qué opinás de los libros que lo hacen de
manera muy explícita? Me refiero a autores como Vila-Matas, que ponen la reflexión
metaliteraria en primer plano”, a lo que el autor responde, principalmente, con una
operación de proyección valorativa y un enunciado apreciativo: “Me gusta mucho
Vila-Matas”. Termina, también con una operación de proyección valorativa a la par
de un contra-argumento, y una ideología encubierta que genera una definición:
En el segundo texto, el tópico propuesto por Beatríz Sarlo es Juan José Saer como el
mejor escritor después de Borges.
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Hace una introducción sobre los estudios que la llevaron a postular a Saer como el
mejor escritor argentino de la segunda mitad del siglo pasado y señala: “yo creo que el
canon es interesante si es conflictivo”; aquí planta la polémica, que es un elemento muy
importante para el ACD.
Seguido de esto, podemos interpretar la siguiente cita: “si hacemos un canon en el que
aparece Borges y luego Cortázar carece de interés. Intervenir dentro del canon tiene su
interés si uno hace una especie de debate estético en esa intervención” como una
enunciación valorativa con enunciado apreciativo. Observamos que luego hace uso
de la operación de construcción de objeto, ya que está anclando el tópico en un
terreno cultural pre-construido, a la par de una definición y una proyección valorativa:
Pienso que Saer es un gran escritor y que tiene algunas cualidades que lo
diferencian mucho de Borges: en primer lugar, su mundo perceptivo, es decir su
sensibilidad puesta en la percepción de lo real, y en ese sentido es francamente un
escritor post Borges…
Aunque aquí inserta un conector de oposición ‘pero’ para dar lugar a una futura tesis
adversa, entendida como aquella que se objeta o descalifica:
...pero admito una discusión donde se diga que es Puig quien cierra el ciclo
Borges y que abre otro, o que es Aira quien cierra ese ciclo, aunque Aira es
bastante posterior, es un escritor entre el siglo XX y el XXI.
Para seguir con su idea, plantea una definición y utiliza la operación de apropiación
de la legitimación de su enunciado, que es apreciativo y su enunciación declarativa:
“También parto de la idea de que el Borges clásico, el mejor Borges, es aquel que
termina a mediados de los años 60 y ahí se produce un reemplazo”. Termina su oración
con una repetición y una metáfora: “Pero repito, lo que me interesa en una discusión
de canon no es hacer ningún escalafón estético, sino plantear la cuestión conflictiva de
toda opinión estética”. Gracias a su idea planteada y a la tesis adversa que prevé, toda
esta respuesta en su total se considera como un argumento por disociación.
Por parte del entrevistador surge un contra-argumento: “¿Cómo fue posible que
desarrollara una obra Saer si, como usted escribe [...] Saer, excepto en Santa Fe y
Rosario, era nadie” y emite una operación de proyección valorativa, señalando las
fuentes y el mismo argumento de autoridad mediante las propias palabras de Sarlo,
encubriendo así también su ideología.
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Sin embargo, tiene un núcleo de críticos muy chico que lo sigue. Este dato es bien
curioso: Carlos Altamirano, un joven de Corrientes graduado de literatura, es
quien escribe en una revista del Partido Comunista una reseña sobre Responso. Es
todo como una especie de lateralidad, por supuesto él es amigo de los grandes
críticos de ese momento, como Adolfo Prieto, pero Prieto es de Rosario.
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Con relación a la crítica de su tiempo, en su libro cita algo que escribió el mismo
Saer a propósito de Antonio di Benedetto: ‘Si los críticos de habla española
hablaran de los buenos libros y no de los libros más vendidos y más publicitados,
de los libros que trabajan deliberadamente contra su tiempo y no de los que tratan
de halagar a toda costa el gusto contemporáneo, ‘Zama’ hubiese ocupado en las
letras de habla española, desde su aparición, el lugar que merece’. Pareciera como
si estuviese hablando de él.
La respuesta de Sarlo esta vez es positiva, no una tesis adversa, sino una enunciación
declarativa que refuerza con un ejemplo:
Continúa con una pequeña definición y legitimación: “Esa es una estrategia estética,
porque el margen es una zona estética, no una zona sociológica”. Convierte luego su
argumento en uno que relaciona fines y medios y lo hace por medio del ejemplo: “Y
eso tiene que ver con la relación de su primera juventud con Juan L. Ortiz. Esas
excursiones a Paraná, a la cual también iban muchos poetas de Buenos Aires, como
Juana Bignozzi, tenían como finalidad buscar una referencia extraporteña”. Termina su
respuesta con otra definición que convierte por medio del señalamiento de fuentes en
un argumento de autoridad: “La literatura argentina para Saer cambiaba de eje
geográfico, y eso implicaba cambiar de eje lingüístico, de paisaje, cambiar de luz,
cambiar de sensibilidad”.
El entrevistador sigue con una mera repetición: “Entonces busca una alternativa en los
márgenes. Si la Capital es el centro, su búsqueda es en el interior, que es la periferia, los
márgenes. Y no hablo sólo de un lugar geográfico”. A lo que Sarlo contesta por medio
de una reformulación y una analogía:
Eso podría decirse en primer lugar que le fue impuesto. Lo que decíamos al
principio, su sensibilidad perceptiva, paisajística y del lenguaje lo ubican en una
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dimensión que es del paisaje, del lenguaje, de una cierta vida cotidiana, eso casi
yo diría que no se elige, luego eso se puede reafirmar como estrategia de escritor y
decir: “Esta es mi zona”. Y eso lo tiene muy claro cuando le pone ‘En la zona’ a
su primer libro.
Sarlo hace más fuerte su premisa por medio de un argumento de autoridad: “Y como
dice María Teresa Gramuglio, que termina con un cuento que dice ‘miren lo que se
viene’ y que se llama ‘Algo se aproxima’. Creo que él tenía clarísimo el lugar que su
literatura merecía”. Por último, utiliza otra repetición que desencadena un argumento
causal:
El entrevistador le contesta con una analogía: “En ‘Zona Saer’ usted plantea que él
escribe un lugar, pero a la vez escribe desde un lugar, el lugar desde donde escribe es la
poesía y el lugar que escribe es una lengua y un paisaje”. La respuesta de Sarlo se basa
en una reformulación pero también en una legitimación. Sin contar que moldea su
respuesta como un argumento causal:
Quiero decir con eso que ahí hay un tipo de lengua que no es el castellano de
Buenos Aires, que uno podría reconocer en Borges. Saer tiene un tipo de lengua
que reconocemos anclada en el léxico literario de su región, además del léxico
popular que no es lo importa, sino el vocabulario literario de su región. Él escribe
en su región en ese sentido, y nunca dejó de escribir allí. Incluso en sus últimas
novelas, cuando aparecen pasajes o una historia que transcurre en otro lugar, está
mediada por un narrador que nació en Santa Fe.
Pero esto es lo mismo que pasa con Joyce, no hay nada en el Ulises que no pueda
ser remitido a la tradición literaria en lengua inglesa y a Dublín. De hecho, en el
museo de Joyce en Dublín te venden los mapas para que hagas los recorridos de
todos los capítulos.
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éxito como criterio objetivo de validez” (Roldán Vázquez, 2009, p. 277), junto a una
operación de proyección valorativa y una enunciación declarativa:
Vos podrías hacer el recorrido de Glosa, sin embargo Glosa no es una novela
realista, porque el uso del tiempo y la disposición del espacio, las repeticiones, la
alejan por completo de una novela realista; ahí está lo atractivo estéticamente de
Saer. El recorrido de esa novela edificio por edificio se puede hacer, y lo han
hecho muchos saerianos; otros que han hecho el recorrido por el Paraná han
dicho: Che, pero no es tan lindo. Y esto tiene que ver con la capacidad que tenía
Saer para hacer vibrar el paisaje en su representación estética.
La política en Saer ocupa un lugar muy interesante, más allá del argumento. En el
libro usted escribe que la política ‘de una forma a la causalidad narrativa. La
relación eventual con el golpe de Estado de 1955 no es eventual: por el contrario,
el golpe es lo que desencadena para siempre los cambios en la vida de Barrios y
su inevitable decadencia’. Esto me recuerda la afirmación que una vez dijo usted:
que el peronismo organizaba y desorganizaba las ideas.
Debo admitir que me di cuenta tarde de eso, me di cuenta trabajando sobre Glosa
para una edición que organizaba Julio Premat, lo había leído pero no le daba la
centralidad que yo después le atribuí; quizá ahora estoy exagerando, pero creo que
es un elemento ordenador y desordenador de las vidas de los personajes saerianos,
dado que sus vidas comienzan ‘En la zona’ y terminan en su última novela.
Así ejemplifica esta premisa: “uno puede tener una noción de sus vidas: exilio,
hermanos que desaparecen, amantes que desaparecen junto con esos hermanos.
Tomatis, que parece que no va a preocuparse demasiado, termina haciendo su acto de
arrojo para ver qué sucedió con sus amigos desaparecidos”, siguiendo así con un
argumento que relaciona fines y medios y una definición: “todos esos datos que
aparecen con extremo pudor, pero que provocan los cambios dentro de los argumentos
de la ficción”.
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Termina su idea con una enunciación declarativa: “Uno diría que Saer tiene un
conjunto de reglas que son prohibiciones: qué no hay que hacer para lograr la literatura
que se busca”.
¿Cuál es el deseo de un lector de Saer? Poder imaginar todo lo que sucede con
Tomatis en ‘En la zona’, un cuento donde no está mencionado pero que está hasta
la última novela. Uno tiene el deseo de completar un mundo, pero ese deseo es el
de la continuidad narrativa.
Afortunadamente, Saer no es ni Balzac ni Zola y no sintió ese deseo, sino que más
bien manifiesta un deseo por lo fragmentario, propio de la literatura moderna.
Pero sin duda uno siente un tipo de identificación, ni ideológica ni sociológica,
narrativa, con ese mundo; uno quiere que ese mundo de personajes subsista, y
finalmente es doloroso saber que no tendremos una novela más con Tomatis.
Mientras que cuando uno piensa en Balzac, uno sabe que podría haber cien
novelas más, con Saer es distinto: uno sabe que sólo él podría agregar una novela
más, y hay un dolor en saber que esa novela no existirá.
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Conclusión
Podemos ver que a través de diferentes estrategias argumentativas un texto puede cobrar
un sentido diferente. No sería igual leer o escuchar una simple premisa que carece de
verosimilitud para el auditor, sin ningún argumento que respalde lo dicho a un discurso
sistematizado y preconcebido por el enunciador.
En este trabajo hemos tratado de develar por medio de qué mecanismos ha sido posible
la argumentación de ambas tesis. Gracias al aporte de Silvia Gutiérrez sobre las
operaciones lógico-discursivas, divididas en operaciones constitutivas de objeto, de
apropiación, de composición, de localización temporal y espacial y de proyección
valorativa; y al aporte sobre los modos de operación de las ideologías, se ha podido
constatar que la operaciones lógico-discursivas más utilizadas han sido la de
apropiación y la de proyección valorativa.
Por otro lado, Paula Roldán Vázquez nos ha enriquecido mediante la clasificación de los
tipos de argumentos en causales, pragmáticos, que relacionan fines y medios, de la
inercia, de autoridad, ad personam, por disociación, analógicos y ejemplificadores,
pudiendo localizar el uso elevado de argumentos de autoridad y ejemplificadores; y las
técnicas argumentativas, entre ellas la definición, la repetición, la reformulación y las
modalidades las más usadas.
Por último, retomando la idea del discurso y del poder planteada por Van Dijk,
podemos observar cómo estas “voces autorizadas”, con acceso a una gran variedad de
discursos, toman la palabra y por medio de estrategias argumentativas, cuidadosamente
elegidas, cobran un sentido y un efecto movilizante con respecto a los discursos
concebidos anteriormente, y puede decirse que gracias a estos discursos es que
apuntamos a cambiar la cognición social de los diferentes grupos culturales que existen
en la actualidad.
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