Casi todas las teorías estéticas que nacieron y se desarrollaron a finales del siglo
tuvieron este carácter inductivo preferente, aunque no siempre se atuvieron a él. Vamos
a expones sumariamente el contenido de los más importantes.
La estética experimental.
Aunque se le suele clasificar, en general, como una teoría estética, puede decirse que no
se trata sino de un método. G.T. Fechner trató en 1871 de aplicar la experimentación a
la estética, pero nunca dijo que este método experimental, o “desde abajo”, fuera el
único válido. Según él, los dos puntos de vista, el deductivo y filosófico y el inductivo y
experimental, no se oponen.
El valor de una obra de arte será siempre relativo: depende del grado y de la clase de
satisfacción que pueda provocar en quien más la aprecia. Santayana define la belleza
como un “valor positivo intrínseco objetivado”. Al llamarla valor, quiere decir que,
como la moral, la estética es una emoción o una inclinación espontanea de la voluntad,
no un juicio que recae sobre hechos. El juicio estético es un valor positivo, a diferencia
del moral, que es siempre negativo. Lo bello es un valor intrínseco, es decir, inmediato y
no dependiente de la percepción de su utilidad y es objetivado, de la simple sensación
del gusto a la afirmación de la belleza hay un tránsito gradual, en el que se va operando
subjetivamente la objetivación de la belleza.
La belleza está, pues, constituida por la objetivación del placer. Es el placer objetivado
hecho patente. Las tres fuentes de la belleza son el material o sustancial de las cosas, la
disposición de las relaciones formales y la expresividad que esas formas adquieren por
la ley de la asociación.
La escuela psico-fisiológica se ha mantenido particularmente viva en los países
anglosajones.
La Estética de la Endopatía
Es la teoría que explica el hecho estético como una proyección del yo en los objetos. La
proyección perfecta se da cuando la comprensión intelectual de un movimiento que
contemplamos no precede nuestra vivencia. La proyección perfecta es la proyección
estética. En la proyección sentimental experimento mi propia actividad, objetiva en un
objeto distinto de mí. Pero esa proyección puede ser positiva o negativa. La proyección
positiva consiste en recibir dentro de mí libre o espontáneamente la actividad
proveniente de un objeto. La proyección negativa, por el contrario, es aquella en la cual
la actividad proveniente del objeto exterior encuentra en mí una resistencia interna.
La estética de B. Croce (1866-1952) se reduce a una teoría del arte. Según él, la
naturaleza es estúpida frente al arte, es muda si el arte no la hace hablar.
Estética Psicoanalítica
Los complejos sexuales existen en mayor o menor grado en todos los hombres y
mujeres civilizados, demuestran su existencia en una gran variedad de síntomas: en los
olvidos y en los lapsus emotivos y en los lapsus expresivos, en los sueños diurnos y en
los sueños nocturnos, en los delirios de la neurosis, y también (y es lo interesante para
nosotros) en toda forma de actividad artística. El arte es uno de los medios que tenemos
para derivar sobre símbolos (que se han hecho inofensivos merced a una estilización o
“sublimación”) las obsesiones de origen sexual. El artista queda así protegido por su
arte contra las asechanzas de la enfermedad mental, y por ello puede, en cierto modo,
situársele a medio camino entre el individuo normal y el neurótico.
El psicoanálisis significa, sin duda, un gran paso hacia el conocimiento de las causas
más profundas del comportamiento humano. Pero algunas de sus tesis o hipótesis no
pueden admitirse sino con muchas reservas. Sobre todo el pansexualismo de Freud que
ha tenido rechazo no solo a nivel moral y social y, sobre los impulsos reprimidos que
no son siempre sexuales.
El que puede ser considerado como el iniciador de la ciencia del arte partiendo de los
elementos objetivos de la obra de artística fue Gottfried Semper (1803-1879). Este
arquitecto alemán pretendió que el arte debía estudiarse como un proceso evolutivo y
que la tarea del esteta era el estudio empírico, genético y comparativo de todo ese
proceso histórico del arte, estudio que debía culminar en la determinación de algunos
pocos tipos o formas universales y de sus múltiples causas y condiciones.
Semper estudió las técnicas empleadas desde las primeras realizaciones históricas
(armas, tejidos, utensilios, joyas) hasta las formas superiores, examinando en cada
época los tipos, el material, la técnica y la finalidad práctica. Es, pues, no solo el
iniciador de la ciencia del arte, sino también, en cierto modo, de las teorías
funcionalistas y estructuralistas de hoy.
Estética Sociológica
Aunque en los escritos de algunos pensadores del siglo XVIII no faltan apuntes
sociológicos sobre el gusto, el genio y la creación artística, la importancia de la relación
arte-sociedad como problema estético no se hizo patente hasta mediados del siglo XIX.
Con el advenimiento de la era industrial, los aspectos sociológicos comienzan a pasar a
primer plano en todos los sectores de la cultura. La sociología del arte es hoy un tema
apasiónate.
Sin duda por el influjo del socialismo político reinante, de entre todos los factores no
individuales que habían sido investigados en las postrimerías del siglo XIX (la raza, el
clima, la geografía, la historia nacional, la religión, la sociedad…), fue este factor
estrictamente social el más reconocido y estudiado por los filósofos de nuestro siglo.
Más que ningún otro esteta de este grupo, Herbert Read (1893-1968) ha expresado las
relaciones arte-sociedad con carácter simplemente empírico y descriptivo. Según él, en
los productos del arte humano podemos ver la forma estética (forma abstracta) o la
expresión artística (con contenido emocional). El factor expresivo es individual; en
cambio el sentido estético tiene un valor colectivo y social. Para Read, la expresión
estética es un factor esencial en la existencia humana, sobre todo si se le confronta con
la experiencia científica o filosófica.
Estética Marxista.
Respecto al pasado, Marx sentó la tesis de que el “homo poeta” nació en virtud del
desarrollo económico-social. Los objetos naturales tienen quizá un en-sí de belleza, pero
sólo la evolución social hace una belleza para-nosotros. Sólo a la evolución social se
debe el desarrollo de los cinco sentidos del hombre, la maduración de la capacidad
estética, nacida a un nivel determinado del trabajo humano, y sólo a esa misma
evolución social debe atribuirse también la receptividad estética. La humanidad ha
educado estéticamente sus sentidos en el curso de la historia mediante el trabajo.
Marx y sus seguidores inmediatos infirieron una teoría a la que atribuyeron una validez
universal: el arte era un producto de la historia. Marx anunció una sociedad sin clases,
en la que no existiría la división del trabajo y el artista quedaría perfectamente integrado
en la sociedad. La tesis marxista era algo más que una pura descripción, se hacía
imperativa de contenido obligatorio. La misión del arte es hacerse reflejo de la
infraestructura fundamental y testigo de la inexorable evolución histórica que pregona el
materialismo dialéctico. El proceso histórico-clasista no puede dejar de referirse a ese
criterio axiológico de plenitud y autosuficiencia, de libertad-necesidad, es decir, de
totalidad, que es el criterio estético por excelencia. El artista debe presentar al público
esa referencia o ese ideal.
Entre los marxistas liberales que han proliferado por todos las países de europeos a la
caída del estalinismo, abundan los pensadores que se esfuerzan por construir una
estética de inspiración marxista que deja a salvo los derechos de la forma y conciba un
arte inmune de todo sectarismo político y al mismo tiempo al servicio de la
transformación socialista del mundo. Dentro de esa mentalidad, el gran artista es el que
tiene tan profunda visión de la realidad histórica, que muchas veces, aun a pesar de sus
propias convicciones políticas, su obra resulta una condena de la sociedad capitalista.
Prácticamente ignora todas las artes que no sean, en cierto modo, literarias, es decir, que
no se presentan como instrumento de propaganda.
La única diferencia que hace entre estética y arte es el acento puesto en el goce en el
primer término y en la acción en el segundo; el goce de un estado es estético, realizarlo
es artístico.
La Estética Semiótica
Hay distinción, por tanto, entre las señales que anuncian los objetos y los signos que nos
hacen conocer los objetos. Los signos no son representaciones de sus objetos, son
vehículos para la concepción de objetos. Concebir una cosa o una situación no es lo
mismo que reaccionar hacia ella abiertamente o percatarse de su presencia. Al hablar
acerca de las cosas, tenemos concepciones de ellas, pero no las cosas mismas; los
símbolos significan directamente las concepciones, no las cosas.
Estética Operatoria
Así se ha formado en los últimos cincuenta años un clima estético, en el que la obra de
arte constituye el centro de la atención filosófica.
El marco de esta estética operatoria nos parece necesario colocar la obra extraordinaria
de un profesor de habla española, el argentino Luis Juan Guerrero (1896-1956) con un
título significativo, la estética opero céntrica pretende abarcar las tres vertientes de la
estética: la de la manifestación artística, que condiciona las modalidades de revelación y
acogimiento de la obra de arte; la de la potencias artísticas, que formulan las
articulaciones trascendentales de los procesos de creación y ejecución de la obra de arte,
y la de las tareas artísticas, que se produce en las empresas de promoción y
requerimiento de la obra de arte.
Los estetas adheridos a este positivismo opero céntrico se han mostrado liberales a la
hora de fijar un método para la investigación. Esta actitud hace a estos autores
difícilmente clasificables; por otra parte, su modesta circunspección y discreción
metodológica los aproxima a cuantos iniciaron su encuesta por la profundización de la
vivencia estética contemplativa; es decir, a una estética fenomenológica.
La Estética Fenomenológica
Jean Paul Sartre ha llevado la lucidez de sus impresionantes análisis también al campo
del arte. Presenta el arte como irreal, lo imaginario. El saber artístico, frente al
científico, es un sabor de la imaginación; la obra concreta, material, es sólo un
instrumento. El arte queda así separado de la vida y de los compromisos de la moral. La
estética de Sartre, cuando no habla de la literatura, se tiñe de creacionismo: las obras de
arte no son signos, sino cosas, cosas preñadas de sentimiento, imágenes, espejo del
mundo. Eso es también la poesía, en contraste con la literatura, que es un instrumento al
servicio de todos los compromisos del hombre.
La Estética Neotomista
Maritain hace además lo que no hicieron sus maestros escolásticos: una síntesis entre la
doctrina de lo bello y la doctrina del arte. Los bellas artes tienen la belleza por objeto. El
arte es un vigor intelectual y técnico al mismo tiempo que prolonga la acción de la
naturaleza, creando un nuevo analogado a la belleza.
b) La vida estética. La ciencia estética tiene tres dimensiones: una antropológica (la
vida estética como algo esencialmente diferentes de otras formas del vivir
humano, tales como la religión, la utilitaria, la ciencia, la hedonista, etc.), otra
cultural (la filosofía del arte), y otra metafísica (la belleza como connotación de
la real). La vida estética es el mundo de la pura libertad anímica, de la genuina
felicidad del hombre, y del humanismo, entendido éste como unificación de toda
nuestra estructura psíquica.
El interés por una estética estructuralista está perfectamente justificado. Es útil para el
análisis crítico e incluso puede ser provechosa para el artista en la fase analítica de su
labor. Contra todas las divagaciones idealistas y románticas, puede constituir el ancla de
la navegación estética, recordándonos que la expresión no existe sino por la forma
estructural y que el fin del arte no consiste en hacer simbólico lo real, sino en realizar el
símbolo. Esto dicho, afirmemos también la insuficiencia del estructuralismo estricto. El
arte es vida, no sólo estructura.
El arte, que comenzó llamándose techne, estuvo siempre, más o menos, unido a la
técnica. En la Edad Media fue un oficio que muchos hombres ejercitaron encuadrados
en gremios laborales con reglamentos y estatutos de carácter profesional y social. En el
Renacimiento, con la liquidación de las corporaciones medievales, el arte se distancia de
los artesanos para vincularse con los científicos. Para Piero della Francesca, Ucello,
Alberti, Leonardo o Bramante, el artista ideal es un sabio: anatomista, geómetra,
ingeniero. En los siglos siguientes se va produciendo un divorcio progresivo entre el
arte y la técnica científica; se consagra la división entre bellas artes y artes aplicadas; de
manera que la máquina (es decir, el instrumento que hace posible la fabricación en
serie) y provoca la revolución industrial en el siglo XIX, el arte concreto casi se halla de
espalda a lo que suele denominarse la técnica. Basta echar una ojeada a los objetos
prácticos, utensilios e instrumentos de los siglos XVII y XVIII para comprobar este
distanciamiento: o son útiles que exhiben sencillamente su funcionamiento seco y
aséptico y sin cuidarse de otra cosa, o son aparatosamente artísticos enmascarando su
funcionalidad con ornamentación barroca.
En pleno siglo XX es, pues, cuando surge el problema arte-técnica o mejor, arte-
industria. Los románticos consideraron a la técnica industrial como enemigo
irreconciliable de la creación artística y sueña con un arte unido siempre a la técnica
manual y artesanal. Los motivos de esta postura son más morales que estético, ya que se
apoya en una concepción que mira más lo que en el arte hay de ejecución y de habilidad
manual que de invención y diseño creador.
Parece que una de las mayores dificultades surge por el hecho de que los técnicos de la
industria creen poder hallar las normas mensurables del gusto estético lo mismo que las
de todos los demás elementos que entran en la fabricación de los objetos. En este punto,
la estética tiene algo que decir, y ello se resume en la tesis de que son los artistas los
llamados a resolver satisfactoriamente el nuevo problema de las relaciones entre lo
estético y lo industrial. Como en la antigüedad, también ahora, a escala mundial, la
producción del objeto viene regida por la iniciativa de un pequeño grupo de artistas y de
técnicos.
A partir de 1920 se van fundando en casi todos los países escuelas de dibujo industrial.
Y poco a poco, aunque con resultados a veces discutibles, un cierto gusto artístico va
llegando desde los diseñadores hasta la masa consumidora.
Al resumir las tendencias directas de las escuelas de diseño industrial, se observa que
entre el arte y la técnica no se trata de imposición recíproca ni de reducción a una
medida de valores obtenidos; no debemos de olvidar que no es la técnica coma tal que
se opone o se asocia al arte, sino, a través de técnicas tan determinadas como el arte
mismo, los valores de orden intelectual o positivo, como son precisamente la eficacia o
la economía; y que, en suma, el arte, en relación con la técnica, no puede confundirse
con ella ni oponerse irreductiblemente.
El arte cibernético responde a las necesidades de una época que se caracteriza por la
socialización y al mismo tiempo por la masificación de la sociedad. Una sociedad de
masas requiere un arte de masas. La máquina se representa como un instrumento ideal
para la multiplicación de la obra de arte. Lo que antes llamábamos obra original, se
convierte en matriz de sus propias copias.
En definitiva, el arte cibernético sólo será verdadero arte si pone a salvo el carácter
humano, sensible y espiritual, de toda creación. Las computadoras sólo son
instrumentos auxiliares del genio humano. Los datos suministrados por ellas son
informados y controlados por el hombre. La cibernética sólo puede aspirar a realizar
para el artista cierto tipo analítico de trabajo y a ayudarle a componer un determinado
tipo de obras. Pero puede constituir un peligro para la imaginación y la sensibilidad del
hombre contemporáneo si la fascinación de esta civilización masificada ejerce
ferozmente la maquina por su rapidez, su eficacia y su precisión se convertirá en
tentación irresistible de esclaviza la fantasía creadora.
La cibernética nunca podrá ser la estética ni la ciencia del arte, sino, a lo más, un ramo
interesante en el capítulo experimental y técnico de la ciencia del arte, dentro del marco
general de la estética.