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Lalia

Ensayos de estudio lingü1stico


de la Sociedad

LALIA

Ensayos de estudio lingüístico de la sociedad

AGUSTIN GARCIA CALVO


Agust1n Garc1a Calvo
El libro reúne una serie de quince ataques a la idea que el mundo se hace
acerca de sí mismo, por caminos variados. pero tratando de desmontar la
pretendida relación entre el lenguaje y aquello de que el lenguaje habla, yen­
do desde un análisis de las afirmaciones estalinianas sobre el lenguaje o un
examen del fenómeno de la traducción hasta un estudio estilístico de textos
de propaganda o de los modos de salirse de la Tierra a la Luna, pasando,
entre otros, por algunas disquisiciones sobre las nociones de causa y fin, los
grados de realidad de los colores o los sintagmas prohibidos no s amo, me siglo
veintiuno
amamos. En cuanto a Agustín García, fue antaño, entre otras cosas, catedrá·
de.españa
tico de lenguas antiguas en las Universidades de Sevilla y de Madrid, hasta editores
el año 1965; había previamente nacido en Zamora y estudiado en SalamancD sa

Actualmente tiene, al parecer, presentada solicitud para la venta de su all"'


a la que no ha recibido respuesta definitiva. Entretanto, y a falta de mejor
oficio. sigue dedicándose en París a escribir y a dar en la Universidad de 1,.
Lllle algunos cursos para hispanistas. De las publicaciones a su nombre
más o menos relacionadas con los temas del presente libro, citaremos, entre
las filológicas, los artículos sobre interpretación del Carmen Arval, sobre el
texto de Hesíodo o sobre la Carta a Heródoto de Epicuro, la traducción de
las obras socráticas de Jenofonte, la de algunos diálogos socráticos de Pla-
tón y la versión ritmica del Pseudolus de Plauto; y entre las lingüísticas. un
estudio sobre funciones del lenguaje y una introducción a la prosodia latina.
una preparación al estudio de los modos verbales, así como unas • Tentati· r·.
vas• sobre el uso de los términos significación, sentido y otros, y una ·Ley
de ordenación· jerárquica de la procesión sintáctica• (en prensa); amén del
Sermón de Ser y No Ser, actualmente en trance de reedición.
sigl.o veintiuno editore� sa
l)J((í OABAIEl. MANCERA,
�Mblcou.o.F.
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siglo veintiuno de esparta editores, sa


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RUBIN, 7
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siglo veintiuno argentina editores, sa


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Brindo este libro


a ti
y al público

Primera edición, 197.3

<O Agustín Garda Calvo


(O SIGLO XXI DE ESPAÑA EDITORES, S. A.
Emilio Rubfn, 7. Madrid· .3.3
DERECHOS RESERVADOS CONFORME A LA LEY

Discfi6 la cubierta: Diego Lara


Printed and made in Spain
l. S. B. N. 84-.323-0090-X
Depósito legal: M. 7.421·197.3
Impreso en Edii c ones Castilla, S. A.
Maestro Alonso, 21. Madrid· 28
Indice

Presentación . . ... . . . . . .. . . . . . .. . . . . . .. . . . . . . .. . . . . . .. . . . . . ..... . . . .. . . ... . . .. . . .. . . .. . . .. . . . . . . 1


l. Estalín acerca del lenguaje . . . . . . . .. . . . . ... . .. . . . . . . .. . . . . . . . . . . . . . .. .... . .. . . 23
II. Apuntes para una historia de la traducción . . . . . . ....... . .... ...... . .. . . . 39

III. El fonema y el soplo ... . .. .. . ..... . . ..... . . . . . .. ..... ... .. ........... .. . .. . .


. 77
IV. De la génesis del Fin y de la Causa . . . . . . . . . . . .. . . . . . . . . . . . .. . . . .. .. . . .... 91
V. Enfasis de la racionalidad en un texto económico . . . . . .. . . . . . . . . . . . . . . 107
VI. De la Totalitariedad . . . . . . . . . . . . . . . . . ... . . . . .. . . . . . . . . . .. . . . . .. . . . . . . . . . . . . . . . . . 135
VII. Sobre la Realidad, o de las dificultades de ser ateo . . . . . . . . . . .. . . . . . . . . . 157
VIII. De la confusión entre método y objeto, a propósito de los grados
de realidad de los colores . . ........ . . . . . . . ... . . . . .... . . . . . . . . . . .. . . .. . . . . ... 187
IX. Cosas y palabras, palabras y cosas . . . . . . . . .. . . . . . . . . .. . . . . . .. . . . . .. . . . . . ... 225
.

X. *Nos amo, *me amamos . . . .. . . . . . .. . . . ... . . ... . . .. . ..... . . ... . . . . . . ... . . . .. . 269
.

XI. Tú y yo .. . . . .. . ... ... . . . . . ... . . .. ... . .. .. . . . .. . . .. . ... . . . . . .... .. . ..... . .. .. . . .. . . . . . 303


.

XII. De la cerveza, la poesía y la manipulación del alma 313


.....................

XIII. 'Estar en la luna', o sobre las funciones de la mística y la magia . 347 ..

Addcnda .... . . . . .. . . . .. ... ... . . .. .. ....... .... . . . .. ...... . .. . ........ . . .. . . . .. . .. . . . . . . .. . . .. . . 385


.

IX
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El epigrama que se pone a modo de lema en la pdgina de enfrente estaba e n su


primua redacci6n escnto sobre la puerta del centro de estudio libre de filologla
funcionó algunos años en la Facultad de Letras de Sevilla y viene a decir
algo
como esto:
que

Las palabras, pues, camarada, cojámoslas y vayamos descuartizándolas una a una


con amor, eso sf, ya que tenemos nombre de 'amigos-<le-Ia-palabra';
pues ellas no tienen por cierto parte alguna en los males en que penamos día
tras d(a, y luego por las noches nos revolvemos en sueños,
sino que son los hombres, malamente hombres, los que, esclavizados
a las oosas o dinero, también como esclavas tienen en uso a las palabras.
Pero ellas, con todo, incorruptas y benignas: s(, es .cierto que por ellas
este orden o cosmos está tejido, engaños variopintos todo él;
pero si, analizándolas y soltándolas, las deja uno obrar como libres alguna vez,
en sentido inverso van destejiendo sus propios engaños ellas,
tal como Penélope por el d(a apacentaba a los señores
con esperanzas, pero a su vez de noche se tomaba hacia lo verdadero.
PRESENTACION

l. Parere ser que las ciencias eran en principio una modalidad


del lenguaje humano que versaba acerca de las cosas, así la Biología,
por ejemplo, un discurrir acerca del fenómeno llamado substantiva­
mente vida; la Física, uno acerca de los seres y procesos naturales;
la Psicología, otro sobre el alma, humana principalmente, y otro la
Historia o la Sociología sobre los hechos y comportamientos o pú­
blicos o típicos de los hombres; dejada aparte la Gramática, que no
pretendía tener por objeto otra cosa, sino tomar como objeto el len­
guaje ·mismo, así como las Matemáticas, cuyos objetos eran sin más y
exactamente los significados de sus formulaciones, sin colocarlos,
salvo por veleidades de las mentes platónicas, como objeto exterior
a ellas. Pero va haciéndose evidente que lo que domina en las formas
de ciencia más avanzadas entre nosotros es una cierta conversión de
esa situación tradicional, en el sentido de que no sea ya la ciencia
lenguaje acerca de un objeto, sino que objeto de ella sea la relación
entre su objeto y su lenguaje (el de la ciencia y el del objeto mismo,
según como se mire), y ella, por lo tanto, al no versar ya sobre cosas
o fenómenos, o fuerzas o ideas, o ni siquiera causas, sino más bien
sobre relaciones entre lenguaje y cosas, venga a ser una especie de
metalenguaje. Es como si la mala conciencia de la ciencia hubiera
venido a hacer que apenas pueda interrogar a su objeto sin interro­
garse a si misma al mismo tiempo, y aquello que en la situación tra­
dicional podía recluirse a un prólogo, a título de observaciones me­
todológicas o filosofía de la ciencia, parece que va invadiendo todo el
cuerpo de la ciencia misma. Y dicho de otro modo: que la cuestión
del significado, apenas en otro tiempo sección de las disciplinas gra-
2 Agusdn Garda Calvo Presentación
3
matieales, descuidada, por otra parte, prudentemente, está viniendo tiéndose la ciencia; ya que, si no, en el primer caso la verdad de la
a ser la cuestión por excelencia de las ciencias todas: la pregunta de formulación física se obtendría a eosta de su reducción a tautología, y
ntf �
qué hay o qué sucede, en vez de glosarse con las . de d6 e, cuán o � en el segundo se estaría renunciando a la pretensión misma de verdad,
hasta por qué, va configurándose en un qué quiere decir, qué stgnt­ a favor de una función meramente práctica y estética de la ciencia;
fica; y esto en su doble cara de preguntarse por el significado de los o sea, siguiendo aproximadamente una formulación del propio Ein­
conceptos y aseveraciones establecidos por la ciencia previa y de pre­ stein., que una proposición teórica es verdadera en la medida que no
guntarse por el significado de los hechos, los sociales y aun los. fí­ se refiere a la realidad, y en la medida que se refiere a la realidad no
es verdadera; y las teorías mismas de la relatividad (prescindiendo de
sicos, que as( de algún modo se trasmutan de hechos mudos, objeto
inerte del saber, en cosas elocuentes, en dichos factuales, en todo ca�o su elemento --digamos- conservador o reaccionario, que es el man­
interpretables para la ciencia como si fueran una especie de lenguaje . tenimiento de la entidad en sí, llamada 'velocidad de la luz') tienen
más que nada su fascinación en la manera en que practican la reduc­
2. Por ejemplo, en los estudios biológicos las investigaciones ción de las cosas y medidas absolutas al carácter de convenciones,
parecen ante todo venir a dar en un cuestionamiento de la �t�tesis
dependientes del sistema de referencia; lo cual en algún modo las
'orgánico' /'inorgánico', y las teorías que trataban de descnbrr la
confunde con los signos lingüísticos, con aquéllos mismos, pcr ejem­
vida en términos de absorción de entropía negativa y revelaban, de
plo, con que la teoría estaba acerca de ellas discurriendo .
hecho, una contradicción entre la vida misma y el ser vivo parecían
a veces no ser sino una glosa de la dialéctica heraclitana, que denun­
3. Pero volvámonos hacia los estudios llamados, según la boga,
ciaba la oposición de 'muerto' /'vivo' en el sentido de que la vida
históricos, humanos o sociales, aunque sea con la advertencia de que
de los muertos es la muerte de los vivos y viceversa; o qué cosa más
si aquí a ellos nos volvemos y mayormente nos reducimos, ello no
en candelero en esas ciencias que los estudios de Genética (donde
será más que por malhumorada cesión a la injusta ley del non omnia
por cierto no dejará de ponerse oído al empleo de una expresión
possumus omnes, y en modo alguno porque respetemos ni reconoz­
como 'código genético', venida de los ámbitos jurídicos y semioló­
gicos), objeto de los cuales estudios apenas es otr� más q� e el an �­ camos a su vez legitimidad a esa distinción entre lo natural y lo
lisis de la oposición entre los conceptos de herencia y de mfl�enoa social, sobre la que algún esfuerzo de denuncia se hace en varios de
(cuestión, por otra parte, debatida paralelamente en los estudios de los ensayos que en el presente volumen incluímos. Pues bien, en los
lingüística histórica en el intento de explicación de la diversi�ad y estudios sobre la Sociedad o las sociedades humanas es notorio cómo
semejanzas mutuas de las lenguas), análisis ése en que es el concepto en los últimos decenios la preocupación por las interrelaciones entre
mismo de causa el que arrostra su subversión. Y en cuanto a la Física, los hechos lingüísticos y los sociales está en el primer plano del in­
el proceso de que hablamos se nos antoja más avanzado todavía: to­ terés, así entre los lingüistas como entre los antropólogos y soció­
pamos aquí tal vez con la piedra clave de la �estión e� el mom�to logos (de modo análogo se daba en los decenios anteriores el entre­
en que se dice que la Matemátiea es el lenguaje de la Física, o que, m­ cruce de intereses entre la Lingüística y la Psicología, del que fueron
versamente el lenguaje de la Física es la Matemática: pues parece el más maduro fruto las teorías de K. Bühler ), y esa función de los

que de lo ue se trata cuando se piensa en la Matemática hablando
. (en la
intereses sobre el punto de lo socio-lingüístico o lo lingüístico-social
de la Realidad es de si una realidad de naturaleza numérica se refleja en una cierta tendencia al oscurecimiento de la diferen­
que habría literalmente números, esto es, cuantías cualificadas, a la ciación entre ambos tipos de especialistas: así, en las universida­
manera de la constante de Planck) desarrolla como expresión suya la des norteamericanas, aparte de las escuelas de puros gramáticos o
Matemática, o si es, por el contrario, la Matemática la que configura de gramáticos-lógicos, llamados también semánticos, una gran parte
una realidad que sin ella no sería nada, en el sentido de que no se de los estudios lingüísticos florecen dentro de las secciones de Antro·
.
daría como tal objeto de la cieneia, o si de tan apretado dilema cabe pología, y a su vez en estos centros ninguna disciplina suele impo·
hallar un tertium o salida, en cuya búsqueda justamente estaría deba- nérseles a los aprendices de antropólogo con más rigor y claridad
4 Agustín Garda Calvo
Prcscntaci6n
que la de los estudios de lingüística (considérese, como buen ejemplo
is by definition other than sociology»; esto es, una remisión ad
de compendio de textos para preparación de antropólogos-lingüistas,
philosophiam, que es �orno una remisión ad Kat:ndas G_rae�as: pues
el volumen Language in Culture and Society, a Reader in Linguistics _
o bien 'filosofía' sigmfica también alguna especie de ciencia, meto­
and Anthropology, editado por Dell Hymes y publicado en Nueva
dológica por ejemplo, caso en el cual aquella implicación va a pre­
York, Londres y Tokio en 1966), como si también en el plano prag­
sentársele lo mismo que a la Sociología del Conocimiento (y que
mático de las instituciones pedagógicas quisiera venirse a una especie
el hombre, fiando todavía en el esquema de la división del trabajo,
de componenda, en que el interés exterior por el Hombre como obje­
to, venido a la Antropología -y a la Sociología- por tradición de las
!
se ponga el hábito de filósofo o el de sociólogo, qué poco e va a s�r·
vir para escapar de un contrasentido que no como a sociólogo m a
ciencias históricas o culturales, se armonizara de diversos modos con
filósofo sino como a hombre le amenaza) o bien no es ciencia, Y no
el interés interno por el Hombre como sujeto, esto es, como palabra,
siendo tampoco, por supuesto, ninguna otra forma de religi ón, no
propio de los estudios gramaticales, una visión conjunta en que el
es propiamente nada, esto es, que no forma parte alguna ru_ de la
gramático aportaría la precisión y la 'objetividad' que su arte recibe
estructura de la realidad ni de sus instancias supraestructurales
de su identificación con su objeto mismo, y se encontraría con el in­
sustentadoras de sí misma, y entonces malamente va a poder ninguna
terés 'palpitante' que las ciencias sociales y la Antropología sacan
ciencia confiar en ella para la colaboración y la repartición de los
del hecho de que en ellas el hombre se oeupa del hombre como de un
problemas. De todos modos, quiero hacer notar de paso �ue, por
'animal', esto es, de un ser entre los seres.
ejemplo, el libro de cuya página 1 3 están tomadas las dos � itas que
preceden, el de P. L. Berger y Th. Luckmann, The Social Cons­
4. Pero, por supuesto, la raíz de esa tendencia a la fusión está
en un plano más profundo, en la condición de los estudios mismos, y

truction of Reality, a Treatise in the Sociology of Knowledge, ueva
York, 196 7, que se declara inspirado sobre todo por las teorias de
precisamente en la percepción de la ambigüedad esencial con que el
G. H . Mead y de A. Schutz, y que nosotros por cierto sólo hemos
lenguaje se presenta, el cual, prestándose por un lado a ser exa­
leído después de escritas las especulaciones del presente, resulta que
minado como hecho social o parte de la cultura, por otro lado, en el _ _
efectivamente toca casi todos los asuntos principales que se tocan
hecho de ser él el instrumento que practica dicha examinación, se de­
en nuestras especulaciones, coincidencia sin embargo que apen� s
muestra prácticamente como 'anterior', 'superior', 'exterior' o en .
el lector desprevenido quizá percibiría: hasta tal punto la diferencia
algún otro modo discoincidente con los hechos culturales o sociales. del modo de análisis o de visión parece convertir en otros los mis­
Y así también las ciencias sociológicas, al ir alcanzando su punto do
mos temas; allí, en efecto, se trata todavía de un discurso cientí­
madurez y decadencia, por así decirlo, no han podido menos de
fico acerca de objetos, mientras aquí lo que más probableme nte se
desarrollar aquella rama que en Norteamérica se llama Sociología del . .
da es un intento multifariamente renovado de quebrar l a ilusió;°
Conocimiento, en que el más avanzado de los expertos en saber lo _
de que haya tales objetos dados ni, por tanto, se pueda discurrir
que los hombres saben tiene que incluír ese saber de lo que saben científicamente acerca de ellos.
los hombres en el objeto de su saber, al mismo tiempo que no puede
incluirlo sino a costa de que su Sociología pierda la condiéión de
5. Pero, volviendo todavía a nuestro examen somero de la
ciencia: «To include epistemological questions concerning the vali­
situación de las ciencias actuales, observamos que aquel entrecruce
dity of sociological knowledge in the sociology of knowledge is o confusión de la sociedad y de la lengua como objeto de estudio se
somewhat like trying to push a bus in which one is riding»; de
presenta con diversas manifestaciones: en una de ellas s: trata de
lo cual sólo cabe una salida jurisdiccional: «all we would contend
usar las expresiones lingüísticas de un pueblo como medio para el
here is that these questions are not themselves part of the empirical conocimiento de las formas de la cultura correspondiente (de un
discipline of sociology. They properly belong to the methodology
modo análogo a como el psicoanálisis puede usar de las peculiari­
of the sodal sciences, an enterprise that belongs to philosophy and
dades de la expresión lingüística del paciente para el estudio de sus
2
6 Agustín García Calvo Prcscntaci6n 7

estructuras psíquicas); en otra, se reéonoce por el contrario que el siriano, o más precisamente lo que en el sistema de la lengua hay
lingüista que pretenda conocer la lengua de una nación india, por de regularidad sería un ente en sí, en tanto que las irregularidades
ejemplo, de Norteamérica apenas podrá avanzar un paso cierto sin serían el reflejo (y por ende, la vía para el estudio) de la sociedad
estudiar simultáneamente las costumbres, instituciones y formas cul­ en el lenguaje, o más distintamente todavía, según ya más o menos
turales de la misma (como que el léxico es, en un sentido, insepa­ formulaba A. Meillet, que las anomalías en el sistema indicarían la
rable de la gramática, y el estudio semántico a su vez no podría sociedad en la lengua, así como las infracciones en la realización
hacerse sin apelación al denotandum o realidad de los semantemas); de la lengua en el habla indicarían el hablante individual.
en otro aspecto, se investiga hasta qué punto los conceptos o éon­
cepciones dominantes en un tipo de cultura determinada, por ejem­ 6. Ahora bien, toda consideración de relaciones entre lenguaje
plo la occidental, hoy en trance de conversión en Cultura por anto­ y sociedad pareée que habrá de extraviarse necesariamente, no por
nomasia, dependen de las estructuras de una lengua determinada, lo demasiado heterogéneo de sus dos objetos, sino por la dudosa
así, en ese ejemplo, el griego de los tiempos de Aristóteles; en otro forma de su dualidad; o dicho de otro modo: que la perpetua in­
más, son las nuevas sedicentes necesidades prácticas las que obligan satisfacción de los estudios de la interrelación entre lenguaje y so­
a plantear los problemas del lenguaje con un desconocido modo de
ciedad estriba en la forma misma del planteamiento del problema,
inserción en la práctica misma de las ciencias y actividades cultu­
que, al preguntarse por la relación entre ambos hechos, respeta y
rales, ello principalmente con motivos como la telecomunicación (las
ratifica con ello mismo la «existencia» como realidades del uno y del
nuevas operaciones semiológicas y sintácticas que gustan de desig­
otro, siendo así que acaso los dos «existen» solamente, como hechos
narse con el nombre de Informática), la traducción y los intentos
independientes, en cuanto están .constituidos como objeto de dos
de mecanización de la traducción· entre lenguas relativamente diver­ modos de lenguaje científico, que son por cierto y pese a todos los
sas (de lo éual apenas puede declararse independiente el desarrollo
esfuerzos incompatibles entre sí. Una vez más, la analogía de la
de las gramáticas generativas) y las utilizaciones impresivas del len­ situación en el plano individual nos ayudará tal vez a entender me­
guaje en la industria publicitaria (que vienen a producir tratados de jor: estudia la Psicología el Yo (o 'alma individual humana' o 'per­
Estilística o Retórica de nuevo cuño), situaciones todas que se ca­
sonalidad' uel similia) como una realidad en sí, esto es, indepen­
racterizan por que el movimiento teórico en ellas, abandonando toda diente de las normas y prácticas de uso del pronombre personal Yo
pretensión de investigación causal, se reduce simultáneamente a una (y del sistema de los pronombres) en las diversas lenguas y en la
pura descripción y a una operación práctica; en otro aspeéto, en fin, lengua humana en general, sobre el supuesto de que ese vocablo
sucede que el sociólogo-antropólogo trata de aplicar los métodos .
sea el designador de la realidad que le corresponde estudiar a la
desarrollados por la Gramática (y en especial la Fonología) para el Psicología; por otro lado, estudia la Gramática los pronombres per­
estudio de la gramática de las lenguas a la consideración de otros sonales y las normas de s u uso en una o en las varias lenguas, alu­
fenómenos y estructuras de las instituciones sociales (así, por ejem­ diendo como punto de partida para su exposici6n (pero dejándolas
plo, reglas de vestimenta, organización de los cultos y los mitos, fuera de cuestión enteramente) a unas realidades extragramaticales
estructuras familiares), tnirados por tanto éomo sistemas de signos,
a cuya designación los pronombres sirven;. es entonces como si la
es decir, lenguas, terreno éste en que Lévi-Strauss alcanzara tan Gramátiéa y la Psicología se hubieran rigurosamente repartido el
brillantes resultados, especialmente en algunos planos de la orga­ estudio del vocablo Yo, dedicándose la primera a su significante y
nización social más asequibles a tales métodos; mientras por otra la segunda a su significado (dejando aquí de lado que en este caso
parte, sin embargo, la persistencia de la división entre ciencias gra­ hablar de significado del elemento deíctico yo ni siquiera tiene sen­
maticales y ciencias, por así decir, socio-lingüísticas (y también psico­
lingüísticas) parece que sigue imponiéndonos una especie de ériterio

tido, por lo cual se hace forzoso, para hablar de su s!g cado, sus­
tantivarlo previamente en la forma el yo), y así la divm6n del tra­
tácito, según el cual la lengua propiamente dicha, en el sentido so- bajo, inherente a la noci6n misma de trabajo, mantiene la separación
Agustín García Calvo Presentací6n 9

Sociedad y Lengua, sino solamente un Todo de carácter social, en


de significado y significante, en cuya inseparabilidad insistía deses­
peradamente la crítica sosiriana, que en el hecho mismo de insistir el sentido de 'lingüístico', esto es, significativo; y que por tanto, así
el lenguaje sociológico como el metalenguaje gramatical no pueden
en que en verdad no había más que uno reeonocía que en realidad
menos de ser erróneos, e n cuanto que versan sobre meras abstrac­
ese uno estaba obligado a presentarse como dos. Pues de modo aná­
logo en lo que respecta a las relaciones entre lenguaje y sociedad: ciones parciales de ese Todo, pero que ocupan el puesto de verda­
hay por un lado un lenguaje científico metalingüístico, la Gramática, deras realidades por el mismo hecho de ser objeto de esas dos for­
que se ocupa del lenguaje mismo (de una lengua o, lo que es lo mas de lenguaje. Podría describirse la situaci6n general del siguiente
modo: hay 1) Personas que hablan y se entienden; 2) Cosas aéerca
mismo para el caso, de la comparación entre varias, ya coexistentes,
ya temporalmente ordenadas) como si fuera una cosa en sí, como si de las que hablan; 3) una Sociedad que resulta de ese trato lin­
el algo que las palabras de éste mencionan o del que sus frases ha­ güístico entre las Personas a propósito de las Cosas, y 4) el instru­
blan quedara para el estudio abstraído al mismo tiempo que conti­ mento por el que ese trato se practica y la Sociedad se constituye,
nuamente dado por supuesto; y hay por otro lado un lenguaje el Lenguaje, comprendiendo en él la actividad lingüística y el sis­
científieo (no metalingüístico esta vez, sino en el mismo plano del tema o código que la rige; y hasta podría la situación así pensada
lenguaje habitual o práctico), el de la Historia, la S_ociología o la representarse por un esquema relativamente simple (donde P y P'
Antropología, que versa sobre la Sociedad o sobre una sociedad indican las Personas, como hablante y como oyente, O el Objeto
como sobre una realidad objetiva, esto es, muda (o, lo que es igual, de su trato, S el vínculo mismo de ese trato o Sociedad, y L el ins­
expresión de sí misma), de modo que sea el propio lenguaje de la trumento lingüístico, dibujado con doble trazo, uno que representa
ciencia el que tenga que hablar por ella (interpretarla o manifes­ la realización actual del habla, y otro la convención permanente
tarla), haciendo una abstracción inversa a la de la Gramática, tan que entre los hablantes rige):
completa que no sólo las instituciones o los sucesos dejan de ser
hechos lingüísticos (significativos, referendales), sino que el lenguaje
en sentido estricto de la tribu o de la Humanidad, mirado, por así . �. ..

decir, desde fuera, pasa a agruparse como una institución más entre ,.-. o· .;
.
los rasgos descriptibles de la sociedad objetivizada. Todo ello refe­ . ... .. ....•


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-!... _
rido a la situación tradicional entre las ciencias gramaticales y no

;
�L. :...·.

e-�---
-- --_, '
gramaticales, contra la que justamente, como arriba señalábamos,
parece estarse rebelando la reflexi6n cientffiéa más viva: esto es,
contra aquella forma de la especialización científica consistente no
en atender a parcelas, por así decir, espacialmente delimitadas del
objeto, sino en repartirse la atención a su significado y a su signi­
ficante.

Pues bien, se equivoca de raíz quien imagina de este modo, como


7. Pero ¿me atreveré a recordar que, en cuanto a haber, no hay
tales dos cosas como significante y signifi.éado, sino s61o el signo, cuatro zonas separadas y relacionadas sobre el mismo plano, las
relaciones entre los cuatro supuestos elementos del esquema: basta
del que el significante se separa justamente sólo cuando se le trata
como cosa, esto es, no como significante, sino como significado, y con considerar que, abandonando el plano y adoptando en cambio
que, en cuanto a ser, preguntarse qué es la cosa a la que el signo cuatro puntos de vista sucesivos, o sea cuatro modos diferentes, pero
alude, sin el signo, es contradecirse en la formulación de la pre­ los cuatro recomendables para el sentido común y la legitimidad
gunta misma? Ello es que no parece que haya tales dos cosas como científica, de concebir las cosas, resylta que los cuatro elementos
10 Agustín García Calvo · Presentación 11

están, por así decir, contenidos en cada uno de los cuatro, a \ zaci6n, por así decir; sea, por ejemplo, el Honor. A nuestra pri­
saber: mera pregunta acerca del fen6meno que designamos como honor, a
saber, a. cuál de las dos instancias que llamamos Lenguaje o Socie­
-P- -S - - L - -0- dad debemos referirlo, o -mejor- a cuál de las cuatro distingui-
das en el § 7, Persona, Objeto, Lenguaje o Sociedad, no podremos
desde el punto de desde el punto de desde el punto de desde el punto de
vista egocéntrico, vista público o so­ vista de la Len­ vista de la Natu­ obtener una respuesta, sino cuatro, igualmente afirmativas: en efec­
que la necesidad cialmente vigente, gua misma, la vi­ raleza misma, que to, pertenece a la Persona, puesto que «el Honor / es patrimonio
general impone a que es también el si6n que podría es el que preten­
cada cual como de cualquier con­ llamarse idealista dería una visión
del alma» y, como cualquier experimento ético mostrada, eseneial­
realista: cepci6n hist6rica o o platónica, pero materialista rigu- mente constitutivo de ella; pertenece igualmente a la Sociedad, tan
en la Persona es­ sociol6gica riguro- que es la vulgar, rosa: necesaria para darle al Honor una entidad real como necesario el
tá la Lengua, que sa: para la que las en la Cosa están,
ella maneja, las en la Sociedad es­ palabras «tienen� por supuesto, So­ Honor para la subsistencia de la Sociedad misma; es asimismo del
Cosas, que conci­ tá la Persona, en un significado: ciedad, Personas y Lenguaje, en el doble aspecto de que es el ejercicio lingüístico lo
be y de las que su manifestaci6n en la Lengua es­ Lenguaje, ya que que le da al Honor el ser y lo sustenta (ved c6mo vive y se alimenta
trata, y la Socie­ plural como per­ tá la Persona, en todos ellos son mo­
dad entera, que sonas, la Lengua, forma de los pro­ dalidades o evo­ al pasar por las lenguas de los poblados norteafricanos el monstruo
sólo 'internaliza­ que ella ha crea­ nombres persona­ luciones de la Na­ en que Virgilio personificó la infamia de Did6 en Eneida, IV, 173-
da', esto es, sub do como vínculo les y sus normas turaleza, prcsocial,
rpecie personae y expresi6n suya, de uso, la Socie­ extra lingiHstica,
194 ), y en el de que el ser mismo de la cosa pareée consistir en la
puede a la Perso­ y las Cosas, que dad toda, que s6- impersonal. acuñaci6n del concepto honor en la convenci6n del sistema socio-lin­
na presentársele; s6lo en su interés lo como lenguaje güístico establecido; para la demostración, en fin, de que se trata
y construcci6n so­ está constituida y
cial tienen su rea­ se manifiesta, y las
realmente de una Cosa, basta con la consideraci6n de que es algo
lidad; Cosas, de las que que figura en el mercado y admite enajenaci6n por dinero, que es
las palabras son la e! representante de las cosas todas. Pero el punto decisivo está
única faz visible;
en nuestra segunda pregunta, cuando inquirimos en éuál de los cua­
tro sitios «nace» el Honor, en cuál es una realidad primaria, de la
De manera que con este múltiple salto de la visi6n (salto a su vez
que su aparici6n en los demás no fuera sino reflejo o consecuencia:
que - P -lo da el que esto escribe y su benévolo lector - S -
pues en la imposibilidad de contestar a esa pregunta (o -mejo� di­
es una operaci6n social supraestructural que las condiciones 'econ6mi­
cho- en la posibilidad de darle cuatro respuestas verdaderas desde
cas del momento permiten y hasta exigen, L es una pura
- -

los cuatro puntos de vista respectivos) descubrimos el pecado ori­


c �mbinación lin�í�tica, y -0- es un esquema impreso aquí con
ginal de la investigaci6n, el de tomar como objeto unos puros as­
tinta en estos fragiles papeles) basta para que la toncepci6n te6rica
pectos, pero que quedan equivocados con realidades en sí al ser
'plana' se desintegre y se suma en la duda toda visión o social o
tomados éomo objeto (ni redime para nada aquel pecado el que
lingüística del Todo, convicta de no menos parcialidad que las otras
después se hable de la relaci6n, «dialéctica» aunque sea, entre los
dos visiones, más en descrédito hoy en día, la egocéntrica o la na­
aspectos separados: pues no hay más relación dialéctica entre los tér­
turalista.
minos de un esquema que la anulaci6n real de la oposición entre
8. Per ? tratemos todavía de entender mejor, por medio de un los términos y por ende del esquema mismo), al tiempo que quizá
. barruntamos en lo posible d modo de realidad del Todo socio­
e1e �plo típico, c6mo la realidad lingüístico-social, por designarla de
algun modo, resulta un todo indisoluble y c6mo practicar en él una lingüístico a través del modo de realidad de uno de sus elementos,
abstracci6n para estudiarla separadamente, como si fuera un objeto, el Honor.
supone perder el objeto mismo del estudio. Tomemos para el ejem­
plo un? abstracci6n realizada de frecuente uso en casi cualquier tipo 9. Ni se piense que, porque el caso del Honor resulta especial­
de sociedad y que se halle en un estadio intermedio de materiali- mente manejable y elocuente, sea menos representativo y hayamos
12 Agustín García Calvo Presentación 13

de él sacado en el análisis algo específico suyo y no propio del Todo , aristotélico 'Materia', que hoy tiende, con la creación de las materias
al que pertenece. Nos parece, por el contrario, un buen represen· . plásticas, a alcanzar una especie de realización palpable. En todo
tante de la Realidad socio-lingüística en general. Se trataba de una caso, la diferencia entre unos y otros casos de realidad se revelaría
abstracci6n relativamente materializada: estamos sugiriendo pués. meramente cuantitativa o gradual, ya en el sentido de la materia­
que la Realidad toda tiene ese carácter de abstracción relativamente lidad, ya en el de la abstracción. Este diferente grado de realidad
materializada, y que al caso del Honor se dejan reducir los demás (tanto social como lingüística), más bajo cuanto más puramente
elementos de la Realidad, en primer lugar las realidades en estadio abstractos o puramente materiales los elementos, puede compro­
semejante de abstracción y materialización; entre las cuales, por barse por diversas observaciones desde los cuatro puntos de vista
cierto, tenemos que destacar en estos prolegómenos las de 'Lengua­ utilizados en §§ 7-8 (por ejemplo, por estadísticas de frecuencia
je' y 'Sociedad', a que precisamente veníamos refiriéndonos, así como de su aparición como nombres sustantivos en textos de varios estra­
también --en un plano distinto-- las de 'Persona' y 'Cosa', que tam· tos sociales de una lengua), pero tal vez de la manera más breve
bién secundariamente manejábamos más arriba: tenga a bien el lector por la consideraci6n de los valores de esos elementos de la Realidad
volver a someter los hechos 'Lenguaje' y 'Sociedad' al mismo expe­ en el Mercado: se comprobaría aquí (a la vez que se precisaba el
rimento a que en el § 8 sometíamos el de 'Honor'; pero también carácter reversible o tautológico de la comprobación) de qué manera
al caso típico del Honor se reducen otras realidades más abstractas cosas como la transformación de Lorentz o la longanimidad, por un
o más materiales: como ejemplos extremos de lo primero, las de lado, o como, por otro, este guisante, el sol o don José-Luis !turbe
Velocidad, Presente de Indicativo, uno cualquiera de los Dones del quedaban reducidos a bajísimas cotizaciones (en algunos de estos
Espíritu Santo, Cantidad, Realidad, Relatividad, Abstracción; como casos la costumbre es decir, con una hipocresía y ambigüedad muy
extremos de lo segundo, las de orégano, tortuga, sol, 9 de ;unio, reveladora, que son inestimables, queriendo compensar en el Empí­
y más allá todavía (o más acá) las de este guisante, aquel susto, reo la falta casi total de precio en el Mercado), y cómo, en general,
Aquiles, Mar de las Tinieblas. Claro está que cada uno de los casos tanto valen menos los elementos de la Realidad en el Mercado
de realidad enumerados requeriría operaciones diversas y más o me­ cuanto más se alejan hacia los polos de la abstracción o la materia­
nos complicadas para la evidencia de su reducción al caso medio y lidad. El límite al que esa escala gradual de las realidades tiende
típico del Honor (operaciones, por cierto, tan empíricas como gra­ está representado por los elementos puramente deícticos o mostra­
maticales); pero su cuidadosa realización no haría sino confirmar tivos (el Esto, el Eso, el Aquello) y especialmente por el que es
-no s6lo teóricamente, sino de hecho-- la naturaleza abstracta y como núcleo de todos ellos, el Yo; nótese pués cómo los dos polos
material de la Realidad en cualesquiera de sus elementos; o, diná­ de la abstracción y la materialidad, hasta este punto aparentemente
micamente hablando (que no es, por cierto, lo mismo que «dialéc­ opuestos, en ese límite se confunden en uno mismo, y aquello que
ticamente», como parecen creer los que presumen «hablar en dia­ es caso límite de la Realidad (por tanto, en cierto modo, exterior
léctica» de ordinario), se evidenciarían los varios grados de abstrac­ a ella) es al mismo tiempo lo más material y lo más abstracto.
ción o materialidad alcanzados por cada uno de esos elementos:
ya que la ley de la dinámica social, una especie de 'tendencia al cen­ 10. Trato pués de sugerir, más con la manera de hablar que
tro de equilibrio', impone una progresiva reducción a abstractos de con lo que digo, cómo, no siendo el objeto del estudio ni lingüístico
las cosas que se suponen nacidas como materiales, mediante, por ni social, sino ambas cosas (pero no en cuanto dos caras de lo mis­
ejemplo, el proceso de fa compra-venta, especialmente dineraria, y mo, sino en cuanto la oposición entre 'lingüístico' y 'social' se pier­
una progresiva materialización de los que se suponen originariamente de), ni el tratamiento metalingüístico o gramatical ni el lingüístico
abstractos, así la Velocidad, al principio no más que relación entre o sociológico pueden menos de ser falsificaciones de nuestro tema.
abstractos previamente materializados, y que hoy, a fuerza de compu­ Mas puede que convenga todavía intentar alcanzar más evidencias
tarla y casi verla con los ojos, está en trance de poderse confundir, en el planteamiento de la dificultad por medio de un ataque diverso
como la locución vulgar anuncia, con el tocino, o bien el abstracto de la cuestión, en cierto modo éomplementario del anterior, en
14 Agustín García Calvo Prcsentaci6n 15

cuanto que parte de una consideración espacial, por así decir, más temente: pues ¿con qué criterios, ni social- ni gramaticalmente vá­
bien que lógica de la relación entre lenguaje y sociedad. Surgió con lidos, distinguir un deíctico del tipo aquí de la manilla del baróme­
especial acuidad semejante consideración con ocasión de que, hace tro?; ¿es algo ni siquiera metafórico decir que se lee en el traje,
unos tres años, en reunión con algunos amigos, que por entonces por ejemplo, del hablante algo como un determinante de la palabra
intentábamos vanamente entender en común las relaciones entre los auto? ; la luz encendida o la puerta abierta, ¿no son una especie de
hechos lingüísticos y sociales, se planteó la cuestión del papel, en la verbos del tipo se trabaja o está abierto (para la venta) o pueden
interpretación del mensaje lingüístico, del contexto extralingüístico, pasar los clientes? No es pués que la Realidad (e. e. el significado
del ambiente de la comunicación; percibíamos entonces cómo a lo de las palabras) yazga 'detrás' ni 'debajo' de la lengua, sino en el
largo del examen las fronteras entre contexto lingüístico y extralin­ mismo plano y colaboración con ella, ni la lengua dentro de esa
güístico, y por ende entre 'lenguaje ' y 'realidad', entre el decir y el Realidad, como no fuera, por así hablar, como uno de los núcleos
tema del decir se difuminaban. Las observaciones son por cierto bien de ella de máxima concentración de rasgos .de estructuraci6n y con­
triviales: que en una predicación como «Trabajaba en el auto» la vencionalidad; de manera que la exfoliación de ese único plano en
situación en que se produce -supuesto que esté al alcance del cono­ dos sería a su vez una mera convención para el uso práctico de los
cimiento de los interlocutores- contribuye a su cabal entendimiento mecanismos sociales y gramaticales y para la divisi6n del trabajo
exactamente lo mismo que elementos lingüísticos que la suplemen­ de la teoría; y un poco al revés que en la situación metalingüfstica,
taran («de procesamiento», «sacramental» «-móvil»), y ello no sólo en que la lengua se hace significado de sí misma, resulta que el am­
para el significado de la palabra auto, sino para el sentido de la biente se nos vuelve significante de sí mismo.
relación indicada por en, y en fin para el significado a su vez de
trabajaba; que en el «Vixerunt» con que anunciara Marco Tulio la 1 1 . Pero puede que aún convenga, para más evidencia de la di­
ejecución de los conjurados tan sólo la situación informaba a sus ficultad, afrontarla por otro ángulo, utilizando, como en el párrafo
oyentes así del sujeto de la predicación como del valor aspectual que anterior, no el camino del «Qué es», sino el del «D6nde está», que
el Perfecto tenía en ese caso; que el letrero «Gambas a la plancha» es la forma de cuestión definitoria más elemental, en cuanto la más
en una vidriera, la frase «Ha llovido» que uno dice al entrar en cercana a la pura deixis localizadora, pero esta vez no refiriéndola
casa, la nota «Lluvioso» señalada por la aguja de un barómetro, la a manifestaciones actuales de la información, sino al sistema mismo
eufemfstiéa indicación «Aquí» con que algún propietario sustituía de la lengua establecida. Si preguntamos pués que dónde está la
la de «W.C.» nos presentan otros tantos casos en que el ambiente Lengua o que dónde la Sociedad ( y ello lo mismo si nos referimos
supuestamente real, organizado en convenciones lo bastante riguro­ a una sociedad determinada y a su lengua correspondiente que si,
sas, suplementa la información: del semantema verbal y el comple­ haciendo abstracci6n de las diferencias étnicas o idiomáticas, pre­
mento locativo en el primer caso; la del sujeto (identificable con un guntamos por la sociedad humana en total y por el fenómeno único
localizador, según la visión de Bühler) en el segundo, juntamente de la lengua), parece que los intentos de respuesta en ambos casos
con la del valor temporal-aspectual (como sucede en la enunciación habrán de seguir por rutas análogas al mismo tiempo que contra­
de todo Perfecto castellano); la del sujeto y la indicación temporal­ puestas: pues, una vez descartado, como es fácil hacer desde que la
modal en el tercero; la del sujeto y la del predicado -salvo que ciencia del último siglo lo ha venido haciendo cumplidamente, que
admitamos la deixis como una forma de predicación- en el último; la Lengua pueda estar, residir o consistir en la Persona o individuo
y nótese que el ambiente pués, al igual que el resto del lenguaje, aporta ni que pueda estar en la Naturaleza, en la voz humana como hecho
indicaciones tanto deícticas como semánticas como gramaticales. pretendidamente natural, se vendrá a caer en la idea de que la Len­
Pues bien, todo ello parece evidenciar una continuidad indisoluble, gua esté en la Sociedad, en el sentido de que sea ésta la depositaria
en euanto al carácter de formalizado, estructurado, convencional, que de las palabras y otros elementos y de las normas del sistema con­
abarca indiferentemente al lenguaje en sentido estricto y a la realidad vencional, y ella la que dictamine sobre lo admisible o no de los
social (por hablar redundantemente) en que se produce ; indiferen- sucesivos usos que lo vayan alterando; pero paralelamente, la pre-
16 Agustín García Calvo
Prcsentaci6n 17
gunta por la ubicación de la Sociedad o de una sociedad, una vez
como por la diferencia de ocasiones y ánimos en que s� concibiero?
que se eliminen la concepción de que pueda residir en la plura­
lidad de los individuos y cada uno de éstos posea su parte cóngrua
?�
(y pese a que los últimos diecisiete meses se han e cado a escri­
birlas o reescribirlas una tras otra con notable continuidad), ello no
de sociedad, así como aquélla otra que la hiciera consistir en la
será otra cosa que la pertinacia con que todas ellas tratan de poner
condición natural, esto es, en cosas tales como la adscripción geo­
en evidencia, con motivo de muy varios incidentes, la falsedad real
gráfica o los caracteres raciales y biológicos, habrá de venir a dar
de las concepciones de la dualidad de lo social y lo lingüístico. Si
en la sospecha de que firmemente asentada no puede estar la socie­
me pregunto -y es difícil borrar del todo tal pregunta- para qué
dad en otro sitio sino en l a lengua. Y las dos contestaciones com­
puede servir un libro como éste, repasando los ensayos en la me­
plementarias, tomadas en serio simultáneamente, implican, al pare­
moria uno tras otro, me parece ahora que todos ellos más o menos
cer la identificación del objeto con su localización misma. Pero

est no vuelve inútiles nuestras preguntas, sino, antes bien, reve­
están realizando una faena doble: una de carácter negativo, con lo
que dicen, en cuanto intentan sembrar la duda sob�e varios aspect�s
ladoras. El objeto de nuestro estudio parece columbrarse ahora como
de esas relaciones entre este mundo con su lenguaje y este lengua1e
una especie de senado o -mejor dicho-- asamblea, que poseyera
con su mundo; otra de carácter positivo, con la manera de decirlo,
las leyes y decidiera de su aplicación, pero cuya constitución a su
en cuanto representan una búsqueda de esa manera de hablar, por
vez y funcionamiento residiera en esas leyes y se determinara en
inventar aún, que no fuera ni lenguaje ni metalenguaje, nuevo modo
cada momento por la aplicación que se hiciera de ellas. Es justa­ .
de discurso del que acaso algunos de sus pasajes más afortunados
mente esa asamblea la que entre otras disposiciones ha dispuesto
pudieran ser un balbuceo. Tendría que explic?r aquí, para mejor
que distingamos entre cosas y palabras; pero la asamblea que tal . .
dispone ni es palabra ni es cosa, y la investigación acerca de ella
manejo de tal libro, algo sobre ciertos procedimientos retóricos !
trucos lógicos, sobre las ocasionales repeticiones desde ángulos di­
misma requiere una infracción a .esa disposición que tiene esta­
versos sobre algunas minucias, como el empleo que se hace de las
blecida; requiere -esto es- la invención de un modo de r:ata­
miento que no fuera ni lingüístico ni metalingüístico, que al mismo
::U
mayús las honoríficas . . . Pero ¿qué estoy haciendo, entreteniéndo­
tiempo que tratara como un hecho social la lengua, tratara como

me aquí en hablar sobre este libro? ¿Es que ya desde aq , �esde
dentro del libro mismo va a empezar a éolaborar el propio libro,
un mecanismo gramatical la sociedad. Que tal invención sea o no
realizable, es decir, si es perfectamente infrangible o no la ley que

con esto de hablar de í mismo como objeto, en el proceso inevi­
table de su reducción a objeto, a mero producto cultural, que ya
impone la diferencia y oposición entre el mundo de su lenguaje y el
no habla, sino que se habla de él? Demasi�do ya su propi � condi­
lenguaje de su mundo, es una preocupación que no tiene por qué .
ción de libro lo condena a tal destino. No ms1sto pués en mtentar
apagar la impenitente fiebre de conocimiento que lengua y sociedad
salvar al libro de su destino, y me limito a una somera descripción
padece acerca de sus falsedades.
argumental de los sucesivos componentes de la serie.
12. En cambio, consideraciones como las expuestas se com­
1 3 . Con Estalín acerca del lengua¡e se trata de examinar lo
prende que habrán de habernos desanimado para cualquier estudio
que se planteara a la manera habitual, como investigación de las
?
que sucede al querer encajar en el esquema de la ialéc�ka his�órica
el hecho del lenguaje, y contraponiendo las antítesis de lenguaje/so­
relaciones entre lenguaje y sociedad; y gran desencanto sufriría el
ciedad' y 'base/supraestructura', se sugiere algo sobre lo� modos
lector que en los ensayos que aquí siguen buscara teorías sobre di­ .
chas relaciones ; cierto que tampoco querríamos colaborar aquí al en que se ensancha y multiplica la concepción del lenguaj e como
mediaci6n. En Apuntes para una historia de la traducci6n, al paso
encanto de los lectores, sino tal vez a su desencantamiento. Ello
que se derruye, por un intento de análisis ahistórico o 'metafísico'
es que, por el contrario, puede quizá decirse que, si algo hay que
de la historia una dualidad como la de 'Greeia/Roma', se muestra
dé una cierta continuidad y congruencia a esta serie de especulacio­
n�s, heterogéneas y descabaladas, así por lo dispar de sus temas

cómo la dobl aparición de la traducción en el s. 111 a. J. C. implica
la aparición de la Cultura, como objetivación de los productos de
18 Agustín Garda c.a.tvo Presentad6n 19

la conciencia, y del concepto de 'una lengua', o sea la posibilidad cultades de ser ateo expone el más probable origen del concepto
de existencia de lo mismo en lo otro y de lo otro en lo mismo, pero 'realidad', confundido naturalmente con la Realidad misma, aduce
sobre todo cómo en el establecimiento de la traductibilidad entre después algunas pruebas del caráéter moral y teológico de la Reali­
lenguas está el nacimiento de hechos como la idea o los conceptos, dad y el realismo, trata luego de evitar que la realidad llamada natu­
sustancia de la falsa realidad de nuestro mundo. El fonema y el ral se escape de la crítica referida a la . social o propiamente dicha,
soplo, después de quejarse de cómo le está negada la experimenta­ ejemplificando a continuación con el fenómeno del Tiempo, y termina
ción científica al estudio que toma como objeto a los sujetos o que con alguna alusión a cómo los términos raz6n y vida apelan a dos
trata como sujeto a sus objetos, aprovecha un incidente en la fase . modos de no ser, en común enfrentamiento con el Ser vigente. De
de aprendizaje lingüístico de una niña para sembrar nuevas dudas la confusi6n entre método y ob;eto, a prop6sito de los grados de
sobre la relación genética o jerárquica entre la técnica y la gramática realidad de los colores, al tratar de describir la operación de la
y por ende entre lo histórico y lo natural . De la génesis del Fin dialéctiea, se encuentra con que la pregunta por el ser, « ¿Qué es
y de la Causa propone un esquema para el establecimiento de esos x?», y la pregunta por el haber, «¿Hay x?», compiten en jerarquía,
dos hechos o reladones en nuestro mundo, esquema en que juegan en ser la última (o primera), y que en esa competencia se da el
las tres instancias de los nexos sintácticos, los núcleos semánticos momento en que el objeto del método dialéctico surge como dialéc­
y las necesidades prácticas. El ensayo siguiente, Enfasis de la ra­ tico él mismo, e. e. que el método muestra su condición de objeto,
cionalidad en un texto econ6mico, tomando como muestra trivial lo cual lleva a examinar en los colores (después de razonar cómo los
de discurso público un artículo-entrevista del periódico ABC, trata colores, donde el ser cualitativo rechaza el haber cuantificable, pero,
de precisar el sentido de la falsificación de la realidad por medio por la noción de 'matiz', coesencial con la de 'color', el haber in­
de la logicidad de su lenguaje: se fija en la diferencia entre los ele­ vade el ser mismo, constituyen la aparición por excelencia del objeto)
mentos cuantitativos del lenguaje y los de significado definido, y al la relación entre la organización de sus antítesis y su más o menos
paso que expresa la duda sobre los métodos de investigación de la haber o grado de realidad, para terminar volviendo a ejercitar el
verdad y falsedad, ahonda en la oposición entre poder evocador y mismo método (con el uso de la oposición fundamental 'bueno/malo'
significación, y empieza a concebir la mentira, aparentemente lógica, como criterio) sobre los hechos o nociones del 'ser' y el 'haber'
como una acción; en tanto que un Apéndice al ensayo, partiendo mismos, y observando cómo el haber de las cosas se determina por
del intento de distinguir entre la función de los elementos meta­ la solidez o resistencia a la aplicación del método. Las páginas del
lingüístiéos del discurso y la de los otros, constatando el fracaso ensayo siguiente, Cosas y palabras, palabras y cosas, aparte de un
de ese intento, propone una división de los elementos racionalizantes prefaeio y un final, en que se presentan las dificultades de hacer
en 'absolutizadores', 'semantemas técnico-científicos' y 'nexos orde­ una descripción y se alaba, con sus limitaciones, la nueva forma geo­
nadores', y especula sobre el ser del mundo como un hacerse, sugi­ métrica que aquí se usa, constituyen una especie de recortable y
riendo cómo el lenguaje lógico puede surgir del práctico o evocativo deben pegarse una tras otra hasta formar una cinta de Moebius, a
y qué relación -paralela a la del dinero con las cosas- se establece lo largo de cuya única cara se desarrolla una descripción de los
entre uno y otro. El De la Totalitariedad insiste todavía en consi­ elementos y la dfoámica del mundo y sucesivamente de la lengua,
derar los elementos absolutizadores del discurso, primero en sí mis­ en tanto que en las dos aparentes caras de la cinta se contraponen
mos y luego (aprovechando un segundo artículo del mismo coti­ punto por punto las descripciones de lo referente a la lengua y lo
diano) aplicados a la Guerra, para pasar a preguntarse por las fun. referente al mundo, sugiriéndose pués que esta ambigüedad o con­
clones que la retórica de la guerra total o totalitaria cumple, a cuyo tiadicción en la ordenación de las descripciones reproduce en algún
propósito se establece la analogía con la idea de la Muerte, de la modo la de su objeto. Los dos ensayos siguientes se dedican al
que el Armagedón se presenta como no supérfluo desarrollo, y se .campo de los pronombres personales: el de *Nos amo, *me amamos
ganan así algunas observaciones sobre la antítesis 'guerra/paz'. Des­ descubre con sorpresa la prohibición, hasta aquí desapercibida, de
arrollo escrito de una conferencia, Sobre la Realidad, o de las difi- esos dos sintagmas (y sus transposiciones a las Segundas Personas),
20 Agustín García Calvo Prcsentaci6n 21

examinando los cuales comprueba que no se trata de una prolúbi­ cionalidad que en el mundo, racional, se presenta y vende como tal
ción propiamente gramatical (ni desde luego impedimento real de irracionalidad, primero tomando la locución 'Estar en la luna' como
las situaciones a las que aludirían), y sometiendo a érítica las nocio­ ejemplo de frase hecha o idea fija de la Sociedad y al mismo tiempo
nes de 'Primera de Singular' y 'Primera de Plural', con utilización como referencia a la luna misma, lo cual lleva a una breve lústoria
del caso de la Primera Persona Coral, tras un estudio del hecho del proceso de alunización de la locura y de éómo el enloqueci­
lingüistico-real de la reflexividad, observa cómo dicha interdicción miento de la normalidad implica la normalización de la locura y
debe de consistir en la imposición necesaria de dos convenciones de la viceversa, después examinando sucesivamente los fenómenos que
Persona contradictorias entre sí, juntamente con la imposibilidad pudieran significar una situación, ajena o exterior al orden estable­
del uso simultáneo de ambas, no sin que esta consideraéión de la cido, de éxtasis o, inversamente, de ensimismamiento, a saber, los
simultaneidad, lingüística y real, lleve a ver asimismo que reina una ensueños, la locura, el amor, bajo un triple aspecto, la muerte
relación profunda entre aquella imposición de la clave YO y la clave misma, para pasar finalmente a los procedimientos místicos y má­
NOS, incompatibles, y la imposición de las nociones, mutuamente gicos de 'salirse de esto', con atención especial a su condición de
necesarias y contradictorias, del tiempo y la mismidad. El de Tú interioridad o exterioridad (que trata a su vez de ser examinada
y Yo está dirigido en segunda persona a la Segunda Persona, intenta no sólo exteriormente, sino también desde el interior de esos pro­
con ella la sustantivación o proceso análogo al realizado con el Yo, cedimientos mismos), de manera que al fin es la misma relación de
y en vista de la imposibilidad, examina la antítesis Sujeto/Objeto 'dentro/fuera' lo que se convierte en objeto del discurso, y se ad­
(parándose a hacer la historia del Sujeto mismo), y al ver cómo esa vierte el mecanismo paradójico por el que la pretensión de estar
antítesis excluye de la Realidad la otra, la de Primera/Segunda Per­ fuera de esto viene a ser el procedimiento de integración en ello,
sona, apela inversamente a la presencia negativa de esta Segunda viendo que, si lo anómalo o misterioso, al proclamarse inefable o
Persona contra la subsistencia de aquella antítesis y su síntesis en inasequible al lenguaje o la razón vulgar, se condena a su racionali­
el YO. Sigue el ensayo De la cerveza, la poesía y la manipulación del zación como irracionalidad, ello es seguramente en pago de que
alma, el cual, después de observar la distinción que en los procedi­ tal actitud implica el reconocimiento de que la realidad vulgar en
mientos de transformación de la comunicación en acción suele hacerse cambio es efectivamente racional y debidamente representada por
entre los que operan «por debajo de» las instancias lógicas o in­ las palabras de su lenguaje.
formativas y los que operan a través de la información, estudia so­
bre una serie de anuncios murales de una cerveza la aetuación de 14. Tiene el lector con esto una guía para hojear a su sabor
algunos procedimientos estilísticos o retóricos (hipérbole, ironía, el resto del presente libro. Si la publicación de este libro, en fin,
personificación, 'confabulación'), y no sin utilizar la propia cerveza resultare ser de algún placer y utilidad para alguien o para algo,
para algunas consideraciones sobre la Masa a que los mass-media quedaría dar aquí las gracias a los que con su ayuda generosa han
se aplican, pasa a investigar las instancias 'subracionales' del alma, permitido los escasos y saltuarios ocios indispensables para redac­
en que los mecanismos retóricos funcionan y se da la transforma­ tarlo y componerlo y avivado un poco la escasa fe del escritor en
ción del lenguaje en actividad, para descubrir una identidad entre las virtudes de la escritura, entre ellos a don Pablo Martí Zaro,
el núcleo más íntimo del alma individual, la Voluntad, y el núcleo que promovi6 su publicación, a don Javier Pradera, que lo ha guiado
de la Masa misma, que, como principio de su organización, es tam­ por entre procelosos temporales, a los amigos de Siglo XXI y a
bién racional al fin y al cabo, de modo que «también el corazón los pacientes tipógrafos, cuya inteligencia ha contribuído a con­
miente», aunque por otra parte también la disuasión de las ideas vertir un original nada fácil en un objeto, ya que objeto, por lo
establecidas no pueda practicarse sino en el mismo sitio en que se . i:nenos decente y esmerado; y luego, más mediatamente, en atenci6n
practica la persuasión. En fin, en el ensayo que cierra la colección, -quiero decir- a las relaciones que pueda haber entre un libro
Estar en la luna, o sobre las funciones de la mística y la magia, se y su redactor, a don Joaquín García Gallego, que me enseñ6 a leer,
hacen repetidas tentativas de atacar las manifestaciones de la irra- a don Antonio Tovar, que me inició en los estudios gramaticales,
J
22 Agustín García Calvo

así como a los amigos que con el calor de la conversación y la


puridad de la crítica han ido ayudándolo a surgir y desmadejarse,
señaladamente Rafael Sánchez Ferlosio, de cuya compañía en la
reflexión sobre cuestiones como éstas he gozado a lo largo de ya
trece o catorce años. Y por lo demás, disculparme por el tono afir­
mativo que, a pesar de todo, puedan conservar todavía muchos de
los pasajes de este libro: sólo tal vez de la consideración de lo
tqrtuoso de la serie de sus escritos y lo inconcluso de su conjunto
pueda desprenderse alguna evidencia de ignorancia y de libertad
que los redima de estos restos de fatuidad, condición ésta del hombre,
por otra parte, quizá tan incurable romo su miedo.

Mayo de 1969-noviembre de 1970.


I

ESTALIN ACERCA DEL LENGUAJE

1. Ahora que la figura de José Estalín, a fuerza de embates


contrarios sobre sus costados, comienza en el olvido, según piensan
los que ponen su fe en la Historia, a cobrar sus contornos justos,
a medida que se comprueba cuán poco indispensable era su pre­
sencia en este mundo para que las cosas siguieran mal, será más
hacedero volvernos sobre alguna de sus actitudes y opiniones. Vol­
vamos pués a leer ahora aquellas decisiones dictatoriales suyas acerca
de lo que el lenguaje sea; las cuales tal vez constituyan aún la base
de las creencias en materia de Lingüística para la parte más seria
y fiel de los que se apellidan de marxistas; y seguramente que no
sin algunos buenos motivos para ello.

2. Desde el 9 de mayo de 1950 duró en la Pravda, que le con­


sagró dos páginas semanales, la discusión acerca del lenguaje, con
intervención de especialistas y profanos, hasta que el 20 de junio
public6 su artículo el propio Estalín, poniendo el punto redondo
a la discusión. Aquel artículo lo pusieron a nuestro alcance «Les
Editions de la Nouvelle Critique», A propos du marxisme en Lin­
guistique, par StaUne, París, 1951, 71 páginas; donde tras el tra­
bajo que da título al folleto se contienen cuatro éartas de Estalín
a varios camaradas, resolviendo sus dudas sobre algunos puntos del
problema.

3. Se define allí lo que es marxista y lo que no lo es en las


cuestiones de lenguaje; lo cual no obstante, el trabajo se presenta
primordialmente condenando el dogmatismo reinante hasta entonces
24 I. Estalín acerca del lenguaje 25
Agustín García Calvo

en los círculos lingüísticos rusos, donde «a causa de una actitud 6. Pero el análisis de Estalín desconoce la abstracción de la
crítica frente a la . . . doctrina de N. Marr, colaboradores e investi­ lengua a partir del lenguaje, esto es, la consideración abstracta de
lo que en el lenguaje es abstracción. Y considerado el fenómeno
gadores se veían relevados de sus puestos o degradados» (pág. 37),
y de paso manifestando que «el marxismo no admite conclusiones y
del lenguaje en bloque, parece que el solo modo de incluírlo en la
base sería el de apelar a la forma más cruda y más antigua del ma­
fórmulas inmutables, obligatorias para todas las épocas . . . . El marxis­
terialismo, aquélla -quiero decir- en la que los factores y necesi­
mo es el enemigo de todo dogmatismo» (pág. 64 ).
dades económicas se contemplan como una evolución, como la apa­
rición histórica o humana, de la Necesidad natural; para la cual el
4. ¿Qué le pasaba pués a un marxista respecto del lenguaje? lenguaje seguiría siendo aquello en lo que se pone su origen, el
A primera vista, el de la lengua era un fenómeno social que había grito del mono en la selva de Federico Engels, el rugido peculiar
quedado como olvidado o mal encajado en el esquema de la dialéc­ del hombre, tal como aparece en los versos de Lucrecio (libro V,
tica histórica. Más aún: en cuanto la dialéctica sufre la conversión 1 028-1090). Mas a pesar de que en su trabajo encuentro una vez
ella misma en objeto del pensamiento y como objeto se la contempla, (págs. .54-.56) la sorprendente creencia de que lo fonético es indis­
la lengua queda efectivamente fuera. Justamente en la publicación pensable al lenguaje, cuando dice que el lenguaje de gestos de los
citada el esquema principal de la dialéctica histórica se les vuelve sordomudos no es un verdadero lenguaje, la evidencia de lo arbi­
a ofrecer para recordación a los lectores en su forma más vulgari­ trario o convencional de la lengua ha apartado a Estalín sin duda
zada, a saber, como la conocida dualidad: a) la base, constituída por de la concepción física del lenguaje, prohibiéndose así indirectamente
las condiciones económicas y relaciones de producción, necesarias, su inclusión como elemento de la base.
independientes de la voluntad de los hombres (cita de Marx en la
página 6); b) la supraestructura, constituída por las «formas jurí­ 7. Por otro lado, que fuera algo de la supraestructura es la
dicas, políticas, religiosas, artísticas o filosóficas» (ib.) . El camfüo, idea que a N. Marr se le había ocurrido en la primera forma de
necesario, de la base trastorna la supraestructura: cada nueva base sus teorías; al cual Estalín lo censura aquí duramente como funesto
origina una supraestructura que le corresponde; ésta, sin embargo, para la lingüística rusa, en una palabra, como idealista. Y sus re­
una vez originada, se convierte en una gran fuerza destinada a hacer flexiones sobre la imposibilidad de catalogar la lengua como supra­
cristalizar su base y a defenderla; puede también quedar retrasada estructura son de lo más sensato que pueda en materia de Lingüís­
respecto a la evolución de su base y entrar con ella en una especie tica escribirse: a) la lengua no es engendrada por una base: sirve
igual al régimen zarista que al socialista, lo mismo a la clase de los
de contradicción, que dura hasta que la nueva base se establece
explotadores que a la de los explotados (pág. 14), y vive mucho
firmemente y la vieja supraestructura queda liquidada.
más que cualquier base: ¿qué importa que algunos vocablos se in­
troduzcan, se eliminen o cambien de sentido según los cambios de la
5 . La discusión de la Pravda parece haber venido a mostrar a base?: el fondo esencial de vocabulario y el aparato gramatical per­
Estalín que la lengua quedaba fuera de ambos términos de la antí­ sisten; b) es falso que, por ejemplo, determinadas jergas de salón
tesis dialéctica. Que la lengua pertenezca a la base es una posibili­ o de germanía, carentes de estructura gramatical propia, sean una
dad que ni siquiera se molesta en discutir, tan evidente parece que lengua de clase: «la cultura y la lengua son dos cosas diferentes.
la lengua no puede ser tomada como un hecho material, una cosa La cultura puede ser burguesa o socialista, mientras que la lengua,
o un producto, factor económico o fruto de la Necesidad. Y sin como medio de comunicación entre los hombres, es siempre común
embargo, aquel rasgo de la base de ser algo impuesto a los hombres a todo el pueblo» (pág. 26); c) además, en tanto que la supraes­
e independiente de su voluntad no puede menos para nosotros de tructura (la cultura) suele estar enlazada con la producción industrial
despertar el eco de las observaciones análogas formuladas por de por el intermedio de la economía, «la lengua está directamente li­
Saussure a propósito de la lengua. gada a la actividad productiva del hombre, lo mismo que a todas
26 Agustín García Calvo I. Estalín acerca del lenguaje 27

sus otras actividades» (pág. 30), «lo mismo en el dominio de la 1 1 . Pero, por otro lado, y acaso en parte por el motivo externo
producci6n que en el de las relaciones econ6micas, en el de la polí­ de que N. Marr había venido a la misma idea, abandonando su
tica que en el de la cultura» (págs. 42 y s.). concepci6n primera del lenguaje como supraestructura, se apresura
Estalín a hacer constar en su carta a la camarada Kraéheninnikova
8. Pero entonces, no pudiéndose adscribir el lenguaje ni a la (págs. 43 y s.) que «en modo alguno» puede catalogarse la lengua
supraestructura ni a la base, la aporía resulta verdaderamente grave entre los instrumentos de producción. La gran diferencia que se le
para aquella concepción rígidamente dualista; de lo cual Estalín aparece es que «los instrumentos de producción produéen biene �
manifiesta una conciencia perfeétamente clara, cuando dice (pág. 43 ) : materiales, mientras que la lengua no produce nada en absoluto, o, s1
«tampoco se le puede situar en la categoría de los fenómenos 'inter­ se quiere, no 'produce' más que palabras».
medios' entre la base y la supraestructura, dado que no existen tales
fenómenos 'intermedios'». 12. Anotaré, sin embargo, que a cualquier marxista podía asi­
mismo ocurrírsele otra diferencia, al leer, por ejemplo, lo que en la
página 15 del escrito se dice respecto a que es la lengua semejante
9. Y sin embargo, la respuesta que en el texto de Estalín apa­
a los instrumentos de producción en cuanto que unos y otra son
rece es insegura, o -mejor dicho- es en cierto modo contradicto­
indiferentes respecto a la clase de sus usuarios y lo mismo sirven
ria. A lo largo del escrito, al lado de la idea, rechazada por la ne­
al régimen capitalista que al socialista. Pero ello es que no puede
cesidad misma del esquema dialéctico, de fenómeno intermedio, apa­
tampoco olvidarse la otra cara de los instrumentos, no en cuanto
rece una y otra vez la idea de instrumento, que sin duda mantiene
instrumentos, sino en cuanto parte de los bienes : esto es, que las
con la otra ciertas afinidades, que más adelante trataremos de des­
máquinas son objeto de la relaci6n de propiedad; que sirven a todos,
cribir; pero nótese desde ahora que cualquier aparici6n de algo como
sí, pero a condición de ser adquiridas por trabajo, por cambio o por
un instrumento, intermedio o mediaci6n representa en sí misma un
violencia; en tanto que la lengua tal vez sea lo único que la sociedad
atentado l6gico contra el rigor y claridad de todo esquema antitético,
les da a todos los hombres gratuitamente, si nos permitimos provi­
dualista: el medio es el enemigo del dos; la relaci6n misma entre
sionalmente emplear una expresi6n a todas luces inexacta, pues que
los dos términos de una antítesis es pasible a su vez de cosificaci6n;
la idea metaf6rica de que la sociedad sea como la poseedora y dona­
la relaci6n dialéctica misma, en cuanto tomada como objeto de otro
dora de la lengua, tomada seriamente, sería a su vez raíz de muchas
pensamiento, puede siempre aparecer como un tercero, que amenaza
confusiones.
constantemente a la antítesis, no de síntesis, sino de disolución;
recuérdese brevemente a tal propósito la aparición del tercer hombre
13. Pero, sea como sea, creo que se puede decir, partiendo del
en el razonamiento socrático-platónico, o bien en la Teología el sur­
escrito de Estalín, que para la creencia marxista recta a lo que más
gimiento entre Padre e Hijo de la relación paterno-filial materializada
ha de parecerse en todo caso el lenguaje es a un instrumento o me­
como Tercera Persona.
dio de producción. Y entonces, puede que sea conveniente a tal
prop6sito recordar que la misma concepción, y formulada con menos
10. Lo cierto es que, a la lectura de ros· más de los pasajes del reservas todavía, viene a ser la que encontramos una y otra vez en­
escrito, es evidente que se inclina Estalín a considerar el lenguaje tre sociólogos y lingüistas de línea más o menos declaradamente prag­
como un instrumento de producción, en un plano semejante, por matista o behaviorista en Occidente (por emplear la inepta manera
ejemplo, al de las máquinas industriales. Lo cual no deja de ser ya de hablar que pretende dejar fuera de Occidente a Rusia o a la Chi­
en sí mismo un tanto desconcertante, por cuanto los medios de pro­ na) de éomienzos de siglo o de nuestros años. Así S. Alexander en
ducción, a lo que se me alcanza, caen en el esquema dialéctico del un artículo de 1911: «La vida mental es práctica de cabo a rabo:
lado de la base, aunque con una manera sui generis ciertamente de comienza en la práctica y termina en la práctica»; con la adverten­
pcrteneéer a ella. cia de que el autor está entre aquellos para quienes no ha entrado


;\
28 Agustín García Calvo I. Estalfn acerca del lenguaje 29

todavía la duda sobre la identificaci6n entre vida mental con inner realizado en el habla, en cuanto realizaci6n (así como correspondien­
speech. Y E. Buyssens en un coloquio celebrado en Amsterdam en temente la frase, mínima unidad de empleo del instrumento lingüís­
1954: «lenguaje es un medio para actuar sobre los oyentes». tico, es un elemento propiamente de la realizaci6n de la lengua en
habla). Pues bien, a tal propósito hay que hacer un par de observa­
14. Ahora bien, el éarácter de medio de producci6n que el len­ ciones: la primera que cada acto de hablar, cada frase pronunciada,
guaje tiene es ciertamente tan innegable como cualquier otro pro­ no tiene solamente el efecto sobre oyentes (o ambientes ) a que lai! con.
ducto de la observaci6n directa, cuando dos obreros situados a dis­ cepciones de la función impresiva se referían, sino también, como
tancia coordinan a voces los momentos de sus acciones, cuando una B. Whorf y otros lingüistas americanos hicieron justamente notar, un
serie de letreros en una máquina expendedora regulan los gestos y efecto -llámesele secundario, si se quiere- sobre la estruétura del
el orden de los gestos del posible consumidor (permítasenos que sistema mismo de la lengua (en el sentido sosiriano : de la lengua
de pasada ampliemos la esfera de la producci6n para incluir las como realidad abstracta, depositada y no realizada): en efecto, cada
funciones del consumo en ella), y en casi todos los momentos de vez que alguien dice, por ejemplo, «los dragones no vuelan» o pide
la vida cotidiana. en la barra «mediana, largo», no s6lo está produciendo actualmente
la alteraci6n mental del mundo de los oyentes (y suyo propio) en el
1 5 . Más aún: si nos referimos a las tres funciones del lenguaje primer caso y la alteración de la actividad real misma en el segundo,
distinguidas por K. Bühler, la expresiva, la impresiva, la enuncia­ sino que al mismo tiempo la pronunciación de esa frase, predicativa
tiva o comunicativa (o las cuatro, si separamos, como algunos pre­ o yusiva, está alterando las fronteras semánticas en el tesoro léxico
feríamos, la función lúdicra o fruitiva), podríamos a primera vista (en lo referente, por ejemplo, al concepto de drag6n) o contribuyen­
decir que aquellas descripciones del lenguaje como medio de pro­ do a la modificación de las reglas sintácticas vigentes.
ducción se refieren solamente a la segunda de las funciones distin­
guidas, de modo que resultarían unilaterales e insuficientes. Pero no 17. Y la segunda observación, que a su vez la lengua misma, no
hace falta mucho para ver con qué facilidad aquella triplicidad (o obstante la estaticidad con que tendemos a representárnosla, por
cuadruplicidad) de funciones se deja integrar en una sola de ellas, y oposici6n a la actuaci6n del habla, resulta ser un instrumento de
precisamente en la impresiva, en cuanto se observe c6mo, por un permanente actividad para la destrucción-construcci6n de la Realidad
lado, no pueden darse de hecho probablemente frases puramente en el acto de su transmisión y adquisición por los hablantes nuevos,
expresivas, en cuanto que incluso el grito del dolor en el desierto, eu el nunca terminado proceso de asimilación por parte de todos ellos.

apenas articulado en forma mínimamente lingüística, resulta inme­ Es, en efecto, la lengua como sistema (así de elementos y normas
diatatnente evocador de un interlocutor ausente o creador de uno gramaticales como también de vocabulario, aunque en este otro te­
ficticio; y cómo, por otro lado, la comunicación, en cuanto produce rreno la infinitud de los elementos no consiente la aplicaci6n del
un cambio en la mentalidad de los receptores, viene a ser también un concepto de sistema en igual sentido), es la lengua no como actuaci6n,
proceso de producción, así como también la producci6n directa del sino como estructura, la que, a medida que se configura y modifica,
placer por medio del silabeo sin sentido o por la ordenaci6n rítmica va arrastrando consigo las modificaciones y configuraciones correspon­
del habla es un aspecto del lenguaje que permite su inclusi6n entre dientes del mundo en la visión de sus depositarios o usuarios po­
los medios de producéión, sobre todo si, como cada vez se nos im­ tenciales.
pone con más fuerte evidencia, es preciso integrar los procedimientos
de consumo entre los medios de producci6n. 1 8 . O, dicho en lenguaje ontológico, el ser se manifiesta en acto;
este acto tiende a modificar el ámbito del ser, pero a su vez repercute
16. Pero es que todo lo referente a las funciones del lenguaje, sobre el ser mismo, que sufre por ello modificaci6n; la modificación
c?ntémplense ya distribuídas en cuadro, ya integradas en la impre­ del ser, en fin, resulta un segundo modo de actuaci6n sobre su ám­
s1v.a, es algo que todavía se refiere propiamente al lenguaje en cuanto bito. O, representado por el siguiente esquema, en que L representa
30 Agustín García Calvo I. Estalfn acerca del lenguaje 31

la lengua, l su realizaéión actual, la línea quebrada la estructura de 21. Pero todavía: lo anterior está dicho como si se refiriera al
su sistema, la ondulada el supuesto objeto externo de su actuación, esquema dialéctico en cuanto aste esquema tuviera una existencia
los conglomerados de puntos los efectos de alteración, la flecha de lógica, teórica, mental; mas es claro que la gracia dé la dialéctica
raya plena la actuación por el acto de habla, la de raya interrumpida está en que su actividad no es un proceso ni teórico ni real, sino las
la repercusión de éste y la de raya punteada el efecto de L misma, dos cosas al tiempo, o -mejor aún- real simplemente, a condición
en cuanto sistema establecido y en proceso de establecimiento: de que la realidad no fuera mero objeto de la teoría, sino que in­
cluyera a la teoría. Y entonces, en una actividad dialéctica que, pre­
sentándose como teoría (como marxismo), se mantenga consciente
de que no está contemplando o representando la realidad externa,
.· sino colaborando, por así decir, en la realidad como parte de ella, es
. ..: evidente que el lenguaje no puede figurar de otra manera que como
figura en el total proceso de la realidad: esto es, que si en la teoría
marxista el lenguaje no tiene lugar alguno sino en el hecho de su
propio funcionamiento teórico, ello será porque en la realidad total
no tenga el lenguaje lugar alguno, como objeto -se entiende-, sino
- .. ;i. ·-
. . .

.:.l ·: · consistiendo él mismo en el proceso de creación y transformación de


.
....

t ..: la realidad.
.. . . ...
' .•

22. Anotaré de paso que, si en la teoría de Hegel o de algunos


posthegelianos el lenguaje de vez en cuando, en cuanto denominado
19. Una vez pués que tenemos así aclarada y enriquecida, en
espíritu o raz6n, parece asomar como objeto de la teoría, esto es,
la medida que se me alcanza, la imaginación de lo que ·puede enten­ dejando de ser lo que actúa teóricamente para ser lo que es, aquello
derse por acción o actividad del lenguaje, su función impresiva, su
de que se habla, tal aberración del proceso (rechazada justamente
operación como instrumento o medio, tal vez podamos comprender por la línea marxista, por más que las inculpaciones de idealismo
un poco mejor qué quiere decir la descripción del lenguaje como empleadas para el rechazo sean de ordinario tan pragmáticas y vanas)
instrumento y medio y las consecuencias que de ello se derivan
·no puede ser meramente una aberración teórica: es de hecho una
para el uso de la dialéctica marxista. aberración real: aquélla por la cual el lenguaje, al hacerse objeto de
si mismo (aunque sea, no para su parcial estudio, como en la Gra­
20. Por qué el lenguaje había quedado efectivamente fuera del mática, sino para su divinización) se anula a sf mismo como medio
esquema de la dialéctica marxista es una pregunta que se deja con­ de actuación sobre la realidad.
testar de la manera más inmediata con lo siguiente: porque en ese
esquema el lenguaje no estaba en otro sitio que en la operación del 23. ¿Qué es entonces lo que en el proceso de creación o trans­
esquema mismo, en la propia actividad dialéctica, y no podía, por formación de la realidad hace el lenguaje? Tratemos de figurar en un
tanto, entrar a formar parte del objeto de dicha actividad, como no esquema la operación dialéctica fundamental, tal como reseñada en el
fuera objetivándose a su vez, para hacerse parte o bien de la base, folleto que comentamos y aquí recogida en el § 4. Aquí el espacio
como máquina de producción (de nada, por otra parte, o sea de señalado por la línea ondulada representará la base (B); el rodeado
palabras, como Estalín dice) y como producto de consumo, o bien de (parcialmente) por la quebrada, la supraestructura; los punteados,
la supraestructura, C:omo cultura y como ley, es decir dejando de ser los fenómenos, sucesos, alteraciones; en la una y en la otra, la ílecha
lo que era como actividad dialéctica, para identificarse con las con­ de línea plena la acción creadora de la base en la supraestructura, y
diciones o los resultados de su funcionamiento. la de línea punteada la acción de ésta sobre la base, ya en cuanto ayu-
32 Agustín Garda Calvo l. Estalín acerca del lenguaje 33

dándola a 'cristalizarse', ya en cuanto entrando en conflicto con ella 25. Lo que importa aquí examinar es c6mo los dos esquemas ex­
(podría, incluso, sin grave inexactitud, perfilarse el parecido con el puestos en los § § 18 y 23, que proviniendo de actitudes teóricas
.
esquema del § 18, añadiendo una línea de repercusi6n de la acción tan dispares resultan tan semejantes, son en efecto incompatibles
de la base sobre s{ misma, cuyo efecto estada representado por la entre sí. Pues ello es que en el primero la lengua se enfrenta a la
formación en ella de las estructuras pedagógicas y las otras estructu­ realidad de tal modo que no se hace en ésta distinción entre base
ras de las industrias culturales ; pero es seguramente más sano no in­ econ6mica y supraestructura, que la lengua igualmente se opone a y
tentar forzar el paralelo): actúa sobre su ámbito si a éste se lo imagina como un complejo in­
dustrial o como tráfico rodado de una red de carreteras que si se
pone como tal ámbito un c6digo jurídico, una serie de producciones
poéticas nacionales y el sistema de reglas poéticas que las rige y que
de ellas se deduce; mientras por el contrario en el segundo esquema
es la lengua la que está ausente, en la medida en que las líneas de las
flechas no indican un tercer espacio del esquema, sino tan s6lo la
relaci6n, no objetivada, entre los dos únicos espacios.

26. Ahora bien, siendo ambos esquemas tan sumamente razo­


nables, tan necesarios a la mente para la concepción te6rica de las
cosas, lo que de su incompatibilidad parece implícitamente deducirse
es que si cada uno de ellos, en cuanto se tiene presente el otro, es
incapaz de valer como verdadero (queriendo decir 'verdadero' simple­
24. Este esquema pués de la dialéctica nos presenta frente a mente 'no falso', esto es, inasequible a la crítica en las condiciones
frente dos aspectos o -mejor- dos modos de la realidad, supra­ económicas actuales), cada uno de ellos en cambio es suficiente para
estructura y base, perfectamente visibles uno y otro y pasibles de destruir la pretensi6n de verdad del otro.
análisis y descripción por dos especies de ciencia positiva, digamos
grosso modo, para ejemplo, la Historia Económica y la Historia de la 27. En efecto, por lo que toca a la falsedad del primer esque­
Cultura; es tan evidente para nosotros como lo era para Estalín qu� ma, la lengua no puede ser una de las dos partes de la realidad en
el lenguaje no se deja situar en ninguno de los dos terrenos. Y deci­ tanto que pretende al mismo tiempo poder versar sobre la realidad
mos aquí provisionalmente que el lenguaje está situado precisamente toda, sobre cualquier tipo de realidad, esto es, en tanto que pretende
en las flechas de relaci6n entre ambos que en el esquema hemos no ser s6lo ideas, supraestructura, productos, por así decir, muertos
trazado. Que sea o no esencial del lenguaje el servir a la formación de la propia operaci6n lógica o lingüística, sino al mismo tiempo la
de la supraestructura a partir de los fundamentos econ6micos y a la lengua viva, la lengua como instrumento activo de la creación de
actuaci6n de aquélla sobre la base, así confirmándola como contradi­ aquellos productos mismos.
ciéndola, o que haya o no otras actividades o procedimientos distintos
del lenguaje para llevar a cabo esos procesos de interacción entre su­ 28. Ante esa. pretensión, la reflexión dialéctica se encararía
praestructura y base, son cuestiones meramente horísticas, que pre­ entonces con el dibujo del esquema (así como con el texto todo
fiero no desviarme a discutir, teniendo por más oportuno ante ellas del presente ensayo), y con raz6n haría observar que, por un lado,
tirar por el camino del medio, comprometiéndome inversamente a tal dibujo, con sus dos pareelas, tímidamente enlazadas por las
ajustar la definici6n del lenguaje de tal modo que comprenda todo fiechas, no es todo él sino un ejemplo de especulación teórica, que,
lo que y sólo lo que cumpla la condici6n de realizar tales funciones como tal, íntegramente pertenece a la supraestructura; y que in­
de interacción. tegrada está en la supraestructura, como mera especulación tcó-
Agustín García Calvo J. Estalfn acerca del lenguaje
35

rica, la distinción, que en él quería sustanciarse, entre lengua y rea­ 32. Parece pués que erraba diametralmente Estalín cuando al
lidad. En tanto que, por el lado opuesto, esta misma reflexión dia­ enfrentarse con el fenómeno del lenguaje, se sentía inclinado a reco­
léctica que sobre el dibujo se está ejerciendo no era sino un caso de n�r que hay fenómenos que no pertenecen ni a la supraes tructura
operación lingüística, que, puesto que sobre el dibujo versa, no estaba ru a la base, quebrando con este reconocimiento -bien se advierte­

incluida evidentemente dentro del dibujo; situación que se repetiría toda posible gracia y penetración de la operación dialéctica, restitu­
indefinidamente cada vez que un nuevo sistema teórico dejara in­ yéndola -esto es- a la función de mera ciencia positiva, al campo
de la pdymat�ta,_ que, al representar la pluralidad tal como ella se
cluída aquella reflexión dialéctica dentro de un esquema más com­
plejo. ofrece (es decir, tal como la organización lingüística previa la pre­
sen�a) �labora a la reproducción del Estado todo que en esa or­
29. De manera que se deseubre por un lado la vanidad, como garuzac1ón plural está basado; y que, por el contrario ese enfrenta­
�ien�o del lenguaje consigo mismo no debe conducirdos a otra cosa
puramente teórica, de la distinción entre realidad y lengua, desde el
momento que ambas se funden en un objeto solo al someter la teoría 11no Justamente a algún modo de confusión de los términos 'supra­
a un tratamiento práctico; y por el otro, contradictoriamente, la per­ .
es�ctura' Y '?ase' que pueda curar de su herejía maniquea, de su
. .
pétua imposibilidad de incluir el lenguaje dentro del objeto de sí d�smo c1entífico-pos1ttvo, al esquema teórico de la operación dia­
mismo, al menos en cuanto se reeuerda que es también del lenguaje léctica.
la propia operación dialéctica: la imposibilidad de especular teórica­
mente sobre la actividad dialéctica práctica. 33. Per� no se olvid: que para curarse del dos tampoco el uno
es un remedio. Pues, partiendo la proclamación de la unidad de un
30. Mas a su vez por lo que toca a la falsedad del segundo
mundo dividido y numérico, organizado en una red de antítesis
esquema, encontramos que éste falla por el hecho de que separa
tampoco _:l uno podrá pres�ntarse más que como un número, que e�
arbitrariamente (e. e. lingüísticamente, de palabra) supraestructura y
sus entranas, en el hc:cho mismo de ser mentado, encierra la dualidad
base como dos campos o regiones de la realidad (separación espacial
Y por ende la r anización antitética toda, de la que la unidad no
que obliga igualmente a la separación en el tiempo, esto es, a la re­ . ?�
ducción a historia del movimiento dialéctico marxista: véase lo que
�erá .smo una trivial síntesis teórica, una especie de suma de términos
1nfimtos, con la típica hipocresía de la entidad matemática del límite
en el § 4 se presenta como descripción de las relaciones entre base
y supraestructura), de tal manera que la mediación entre ambos
que �e ofre�e como concebible (en cuanto prácticamente manejable )
al mts�o tiempo que teóricamente se proclama inasequible a toda
campos no puede menos de ser imaginada como corrientes de influen­
concepción.
cia del uno al otro.

3 l. Pero que se trata de una sola realidad se hace evidente por ,


34. Para decir, como en el § 31 se insinuaba, que este mundo
la Consideración misma de que la lengua la trata como una sola: no es mas que e�te mundo, que realidad no hay más que una, base y
que indiferentemente habla de y nombra a las leyes, las abstraccio­ supraestructura Juntamente (ya que la oposición entre supraestruc­
nes de la ciencia, los ferrocarriles, los parlamentos, los campos de tura Y base no es más que una abstracción que forma parte todavía
guerra y de labranza. Y todo lo que no está dado por la lengua no es de la sup;aestructura, de la filosofía positiva), para decir cosas como
objeto visible para el análisis dialéctico: presentar pués así como ésas habria de ser preciso mantener simultáneamente la conciencia de
estando sobre el mismo plano lo que es visible, lingüísticamente ela­ que el uno, rectamente entendido, es ininteligible y de que se está'
borado {la supraestructura, que comprendería dentro de sí a la base, por tanto, hablando en el vado.
como siendo su expresión visible) y lo que es invisible (la base, que
comprendería dentro de sí a la supraestructura de modo análogo a ,
35. �ieh sea con esta prevención lo que sigue
? ahora: que es
que lo untco tnnega�le es la contradicción, esto
como el caos comprendía al mundo) es la raíz de la falsificadón real es, la falsedad del
ser. Que el ser, no siendo, como no es (pues,
del esquema dialéctico teórico. si fuera, todo esfuerzo
36 Agustín García Calvo J. Bsta11n acerca del lenguaje 37

por ser estaría excluído y el 'movimiento' dialéctico jamás habría reducción a entidades abstractas comparables (la catargiriosis o re­
comenzado ), se está continuamente proclamando como siendo, pre­ ducción a dinero) de todas las cosas verdaderamente reales, en el
tendiéndose ser; y que esa proclamación del ser acerca de sí mismo sentido definido en el § 37.
no es una pura falsificación teórica, sino el 'movimiento' dialéctico
del ser mismo, que, no siendo, pretende ser. Y que esa falsedad, en 39. C) Como lengua en el sentido sosiriano, como sistema de
fin, esa actividad dialéctica positiva del ser es el único objeto posible signos total, vigente, organiza y sistematiza todo, la sociedad usuaria
de la operación dialéctica negativa. Si no hubiera mentira, no habría del sistema y el mundo pretendidamente exterior, pero que en reali­
lugar para el asalto negativo al ser y para la revolución; pero ello dad le pertenece; y es así como igualmente da su ser a lo que no lo
sería porque no habría siquiera ser, teniendo éste en esa falsedad tiene, ya que el supuesto mundo exterior a la organización y al sis­
toda su esencia. tema no puede tener más ser que el de mero flatus uocis, y en modo
alguno se puede reconocer como siendo realmente algo aquello que
36. Ahora puede que resulte más claro de entender qué quiere se proclama al mismo tiempo incognoscible por definición.
decir un medio de producción y en qué viene, por tanto, a consistir
el lenguaje. Pues el lenguaje, en sí, esto es, en su uso y su función 40. D) En fin, en cuanto el medio de producción es al mismo
analizable, lo identificamos con el medio de producción; lo volvemos tiempo utilizable para y por ende en cierto modo poseíble por el
a definir ad hoc (cfr. § 24) como medio de producción, y así de paso usuario, objeto de propiedad, el lenguaje asimismo hace ser al que
insinuamos que todo medio de producción es a su vez lingüístico en no era, en el sentido de que transforma en ser humano, es decir, en
tal sentido, que toda producción artificial o humana constituye una ser, al pre-hombre u hombre-materia, que se impone teóricamente a
reflexión lingüística, que el homo faber es idéntico con el homo la humana necesidad de concebir positivamente la historia, pero que
loquens; y que si algunas formas primitivas del marxismo insistían, realmente no es nada concebible. Esta última consideracióti, D, pa­
con la ciencia positiva en general, en la originadón del hombre por rece escindir al sujeto usuario, hombre, de la lengua, objeto de su
la técnica, al mismo tiempo que el fenómeno del lenguaje permane­ propiedad; pero esto no es más que un error de lenguaje: el hombre,
cía ausente, en apariencia, de la teoría, ello podía ser porque afortu­ en efeeto, no es ser ninguno más que en cuanto tal poseedor; el ser
nadamente se mantenía clara (al menos en los escritos de Marx) la consiste solamente, como es sabido, en la propiedad.
conciencia de que el acto fabril implicaba esa reflexión o reproduc­
ción del ser en que fijamos la definición del acto de lenguaje. .41. Resumiendo pués por ahora con la fórmula más abstracta,
que siempre será de todos modos la menos peligrosa, que sólo de­
37. Veamos pués bajo qué aspectos funciona el lenguaje como berá ser remplazada por otra más abstracta todavía, en cuanto ésta
medio de producción. A) En cuanto realizándose actualmente en el amenace con convertirse en una afirmación científica positiva: el ser
habla, como fórmula impresiva, constituye literalmente la herramien­ (el hecho de que las cosas sean como son} no es nada en s{ y por sí,
ta, el instrumento de producción: al hacer de la supuesta naturaleza sino que está constantemente en trance de hacerse ser (que el ser con­
producto industrial, está dando su ser a lo que no lo tiene; ya que &ista en devenir ser anula, por ahora, debidamente la antítesis 'de­
sólo lo que es útil para los hombres es un ser real, y la supuesta na­ venir/ser' en el sentido del heraclitano «en el mismo río nos baña­
turaleza previa no aparece más que como la materia de la producción mos y no nos bañamos; somos y no somos », al hacer saltar impar­
industrial, es decir, una abstracción extraída del producto elaborado. cialmente ambos términos de la antítesis); es así que se llama supra­
estructura las formas de esa proclamación de ser (cognoscibles y ana­
38. B ) Como código de comunicación, como reglamento conven­ lizables, pero vanas, de entidad ideal o abstracta) y base los funda­
cional o medio de trato comercial entre los hombres, da su ser a lo mentos de esa proclamación (reales, pero incognoscibles). En fin, el
que no lo tiene, en cuanto que, fundando por la necesidad misma de medio de producción del ser a base de lo que no es (y siendo d
la comunicación convencional el proceso de la abstracción, practica la medio al mismo tiempo el propio proceso de producción, para anular
4
38 Agustín García Calvo

debidamente en la palabra 'medio' la antítesis entre 'instrumento' y


'relación') es aquello a lo que nos referimos como lenguaje, cosifi­
cando inevitablemente en el acto de referirnos a él aquello que no
es ni ser ni no-ser, sino la relación entre ambos.

42. Es así como el esquema teórico del § 23 queda superado


por el procedimiento de plegar en dos sobre sí mismo el papel en que
se trazara, de modo a hacer coincidir uno sobre otro los campos de
la base y la supraestructura, aplicando a continuación sobre el papel
doblado una presión suficiente para confundir la masa de papel de
las dos hojas, y resultando así que quedaran sin lugar alguno en el
esquema las flechas de relación que entre ambos campos se trazaran,
reducidas a la mera propiedad, que la hoja de papel seguiría conser­
vando siempre, de tener dos caras (el enrollamiento de la hoja en la
forma de la cinta de Moebius no suprimiría esa propiedad, pero acla­
raría un tanto su sentido), de las cuales la observación no podrá
menos de tomar siempre la una como haz y la otra como envés.

43. Todo esto lo decimos precisamente refiriéndonos al lenguaje


como realmente se presenta, cumpliendo sus funciones ordinarias, ya
como uso actual (A), ya como regla de comunicación (B), ya como
sistema (C), ya como tesoro o propiedad de hombres (D). Ahora
bien, parece que el lenguaje pretende servir al mismo tiempo, en
cuanto interrogativo o negativo, en cuanto operación dialéctica, no
para la fabricación o construcción del ser, sino justamente para lo
contrario: para la destrucción (desestructuración) de sí mismo, que,
dada la simplificación de esquemas que dejamos propuesta, implica
la revolución del ser. Es así que se piensa que hay una posibilidad de
crítica no asimilada y una posibilidad de uso de los medios de sus­
tentación del Estado para su subversión.

44. Pero es claro que esa posibilidad, siempre tan innegable


como indemostrable, no pertenece al lenguaje tal y como funciona
realmente, tal y como se le puede conocer y analizar; no pertenece
al lenguaje como sistema y como norma, que para su debido funcio­
namiento se exigen definidos, inviolables y perfectos, siendo esa per­
fección ideal del lenguaje su verdadera realidad; no pertenece pués
esa posibilidad a la realidad misma; no, sino a la imperfección de la
realidad, que es idéntica a su vez con la imperfección del lenguaje
mismo.
Zamora, 1958 - París, 1969.
II
APUNTES PARA UNA HISTORIA
DE LA TRADUCCION

l . Nuestro mundo gusta de establecerse por parejas: tales son


como la de Grecia/Roma, usada por todas partes ; otra de ellas, la
de Lengua/Cultura, de éxito no menor en las elucubraciones cultu­
rales y la constitución de la cultura misma, que sigue siendo ele­
mento esencial para la sustentación del Estado todo que vivimos (es
un decir 'vivimos', pero justificable, en Ja medida en que cualquier
posible vida no es sino materia de nuestro sér, y nuestro sér, por
cierto, es del Estado). No sin cierto temor, por tanto, entramos a
intentar eon este escrito colaborar en el desmontaje de antítesis como
las mentadas.

2. De todos modos, creo meterme en el corazón de semejante


obra al dedicarme al tema de la traducción. Y constatar, para empe­
zar con ello, que hoy en nuestro mundo se considera la traducción
algo perfectamente posible (dejando de lado algunas quejas y dudas
rezagadas, referentes principalmente a la poesía lírica y otros fe­
nómenos marginales): se practica, en efecto, cada día la traducción
de cientos de libros de ciencia y aun literatura, las agencias de in­
formación distribuyen noticias destinadas a reproducirse en docenas
de diversas lenguas, se celebran congresos plurilingües con traduc­
ción simultánea, basta un sumario repertorio de equivalencias lin­
güísticas para trabar infinidad de contratos amorosos internacionales
más o menos duraderos; y ¿cómo algo que se practica puede no ser
40 Agustín García Calvo u. Apuntes para una historia de Ja traducción 41

posible? ; ¿cómo lo que es de hecho no va a ser la demostración con frases que constituyan fórmula consagrada: «Te quiero = ich
liebe dich = ia tebya lublú = ie t'aime = I love you ... ». De modo
de su propia posibilidad?
que naturalmente podemos contar con que no nos fallará. nin�o
3 . Se prepara incluso, aunque con menos vigor que hace unos de nuestros diccionarios usuales cuando busquemos las equivalencias
años, una técnica de traducción mecánica, y surgen los postulados de la palabra «traducción» misma: traduzione, traduction, translation,
previos y necesarios para ello (no ausentes de la teoría de gramá­ 0 el alemán, con el habitual purismo nacional, practicando el calco

ticas de la escuela de N. Chomsky) referentes a los universales lin­ semiúltico, mejor que la adopci6n directa, del compuesto latino,
güísticos o elementos de estructuras y de normas comunes a las ;;bersétzung ( = trans-positio).
lenguas todas, esto es, propios de la Lengua humana (valga la re­
dundancia), elementos comunes en la reducción a los cuales es evi­ 6. Mas, con todo, cabe preguntarse si esta equivalencia entre
dente que habrá de estar la base de cualquier equivalencia. vocabulario y fórmulas de las lenguas occidentales (aunque Occidente
ya va siendo más o menos todo, y es tal vez justamente la éapacidad
4. Pero, ante esta evidente posibilidad de la traducción, tenemos de una lengua para producir un diccionario de equivalencias con las
que dar cuenta entonces de las grandes dudas que respecto a ella otras lenguas occidentales lo que indica su occidentalizaci6n, su en­
han asaltado a algunas gentes que en otros tiempos se plantearon trada en el mundo actual) si esa equivalencia pués constituye alguna
'el problema. Extraigo del libro monumental de A. Borst, Der prueba de que la traducción entre lenguas diversas fuera en verdad
Turmbau von Babel, un par de casos : el viajero chino Hüang-Tsang, posible y de que no estuvieran justificadas las dudas del teólogo in­
que en el siglo VII había intentado enmendar las traducciones al glés o del viajero chino. Pues en cualquier ciencia, si para la prueba
chino de los textos budistas, reflexionaba que «palabras y lenguas no de una aserción se ofrece un experimento y se sospecha que el objeto
son equivalentes, sea a causa del clima, sea a causa del hábito» (re­ de ese experimento está preparado ad hoc para la prueba, la prueba
produciendo, de paso, en esta última disyuntiva la cuestión del ca­ quedará privada de validez ninguna; sólo podrá el hecho probar la
rácter natural o convencional de la fundación del lenguaje, suseitada posibilidad teórica cuando el hecho no esté fabricado para realizar
en las primeras reflexiones gramaticales de los griegos con la prácticamente aquella posibilidad.
disyuntiva cpócm / 6ÉaEt, que, por cierto, . las nuevas concepciones
de los universales lingüísticos -y por tanto innatos- en el hombre 7. Ahora bien, en el caso que estudiamos, parece sumamente
nos obligan siempre a plantear bajo otras formas). Y el teólogo in­ probable que de lo que se trate no sea tanto de que la traducción
glés Alejandro de Hales (siglo xm) hada expresamente notar que las entre lenguas sea algo realizable como de que nosotros (esto es, Occi­
palabras supuestas equivalentes de las diferentes lenguas no sólo dente) lo hemos realizado por operaci6n sobre las lenguas mismas.
suenan distinto, sino que realmente no significan lo mismo: así Deus Para quien ha tropezado alguna vez con cualquier lengua de otros
no es el equivalente de Elohim (un plural originariamente la palabra ámbitos o tiempos es cosa de evidencia inmediata que todas nuestras
hebrea, como es sabido). lenguas, en efecto, constituyen una especie de xotvY¡ o lengua común,
y que es en la medida que las lenguas se ajustan al patrón común en
5 . Parece que entre nosotros, en cambio, la cuestión de la equi­ la medida en que sus giros y palabras resultan equivalentes y tra­
valencia ni siquiera se presenta, en el sentido de que la manera de ducibles.
preguntar más típica es la de «¿C6mo se dice esto en tu lengua?»
sobre la seguridad de que el 'esto' siempre está ahí para ser nom­ 8. Este extraño fenómeno de una lengua común a las varias
brado de varios modos. Así funcionan para nosotros las ecuaciones lenguas occidentales está basado sin duda alguna (aunque aquí no
del tipo «Dios God Deus = Iddio = Got = (le bon) vamos a detenernos en la historia de esta formación, que por cierto
apenas ha empezado a hacerse) sobre el fundonamiento durante si­
= =

Dieu . . . ». Y de una manera todavía más perfecta y limpia de toda


duda si se trata de algo como «desintegración nuclear». Lo mismo glos del Latín Medieval, es decir, de una lengua de cultura común
42 Agustín García Calvo �
u.. A untcs para una historia de la traducción
43

a todas las naciones y superpuesta ( o incrustada) a los usos de las , . 10. Pero lo que aquí nos importa constatar sobre todo es que, a
lenguas vivas (es decir, prácticas o vulgares), lo mismo si éstas eran }¡ par con la xotv� lingüística, l�s varías lenguas subsisten como
. .
a su vez latinas �ue si germánicas o de otro tipo; si bien hay que lenguas diferentes; y que es esa situaci6n la que permite, a la vez
tener en cuenta siempre que por lo que toca al ruso y otras lenguas que impone, la traductibilidad enu:e las lenguas, y f�nda para e�o
eslavas el papel del Latín Medieval en los primeros siglos estuvo más la creencia (que a este nivel es realidad) de una especie de sustancia
bien a cargo del propio Griego Bizantino; aunque a continuaci6n semántica y sintáctica que subyazga a las varias lenguas, y de la que
hay que añadir que la dualidad entre ambas lenguas de cultura es éstas no serían sino coberturas y manifestaciones diferentes.
s6lo relativa (sobre ella volveremos aún en este estudio), y que
desde la época más o menos de la creaci6n de la naci6n rusa el pro­ 1 1 . Tratemos, en cambio, de volvernos desde esta situación a
ceso de formaci6n de la xo1v� lingüística ha sido convergente eo la que dominaba en Roma en los tiempos de los comienzos de la
Literatura Latina, que son aproximadamente los mismos que los del
todos los países occidentales.
florecimiento de toda la Literatura Helenística (la primera Literatura,
en sentido estricto) y los mismos aproximadamente de la expansión
9. Es verdad que todo lo que venimos diciendo acerca de esa
comunidad lingüística de nuestras lenguas parece referirse más de Roma fuera de Italia, de la derrota de Cartago y la invasi6n de
que Grecia, esto es, más o menos los finales del siglo III y comienzos
nada a la lengua de cultura, a la lengua 'escrita': en efecto, en
tanto del 11 a . de J. Es evidente que en ese ámbito nos encontramos con
que la equivalencia y traductibilidad funcionan sin dificultad alguna
prácticas que pueden llamarse traducción en el sentido moderno �e
en lo que se refiere a libros de ciencia y a los más usuales tipos
de la palabra, ya que toda la Comedia Paliata, la de Plauto y Terencio,
literatura (incluidos aquí los diálogos dle cinema) asf tomo
a los viene a ser una traducción de ejemplares de la Comedia Nueva ate­
peri6dic?s Y a la oratoria política, las dificultades' aún surgen
con niense. Y sin embargo esa práctica debe de ser allí tan reciente y
frecuencia cuando se trata de las lenguas cotidianas, especial
_ s o humorís
mente en poco establecida que apenas si encontramos en latín palabras que
usos afectivo ticos, de donde también en parte para los puedan responder a la nuestra de traducción.
� sos �ricos o dramáti cos en e] arte. Pero es ello que, desde aquella
situación en que el Latín Medieval era una lengua realmente diferent
e 12. En dos de los pr6logos de las comedias de Plauto (uno de
de las habladas, asequible sólo por el medio de la escuela,
. la separa­ ellos tal vez apócrifo) aparece la menci6n de su versión del griego
c6n entre ambas capas lingüísticas se ha venido difuminando
conti­ al latín con el verbo uortit ( = clásico uertit): Maccus ttortit bar­
nuamente; al tiempo que las costumbres ret6ricas nacionales
. . desapa­ bare, que nos sentiríamos inclinados a traducir como «Maco tradujo
recen de la literatura habitual y seria, la convergencia
se produce al bárbaro» o «en lengua bárbara». Pero ni el verbo uertere, ni el
sobre todo en el sentido de que las lenguas habladas se van
confor­ reddere o el interpretari, ni ningún otro llegan a designar de una ma­
mando cada vez más profundamente a los módulos o clichés
de la nera precisa la actividad de traducir como nosotros la entendemos,
lengua de cultura , y el cultismo, que en Ja Edad Media tardía no ya en tiempo de Plauto, sino en toda la historia del latín antiguo
se pre­
sentaba con efecto� de salpicadura sobre el vocabulario, (pues los cultimos modernos como traducción, translation, reprodu­
llega a con­
form�r .hasta hts...mismas estructuras gramaticales y fonémicas; cen formas medievales, traductio, translatio, de una época en que ya
de tal
m?do que tienden a confundirse lengua escrita y lengua precisamente se fijaba el concepto de traducción y se desarrollaban
hablada al
m1�mo p�so que se confund n la vida y la cultura de para él términos precisos): la separaci6n, en efecto, de la traducci6n
7 la vida; y el
u.ni.verso-: oscuramente· ·profetiz&drelpor el profesor Luhan en respecto a otras actividades sociales o literarias, como. la interpreta­
que la
fll'it �.Jos -libros ha1 1pllsacfo. ·y una ·�pooie de atm6sfera de cultura ción de textos oscuros (interpretatio) o la imitación (imitatio, aemu­
auditi�a·•-tnvne�e "ahmmdo; sófo 'rerfldhl'agmable en cuanto latio), no suele aparecer claramente; Terencio o más tarde Cicer6n
en el
l�guape ·Habl�dw/l!Mdtmte qucdarir subsumida to-da .t3 carga de cul- mismo practican sin duda el trasvase de literaturas, la traducción' lite­
tl.Sd210dctlrescl'ltm > ,_ .... ,,.,¡ 1·.n" ")f, . 1 1 >: 1 1 , . 1"·n · ! ,.,•·J. ni : r ,
..•
raria, sin tener conciencia de que se trate de algo distinto que .fa. ope-
44 Agustín Garda,c.Ivo IJ. Apuntes para una historia de la traducd6n

ración de Estesícoro al reducir la recitación épica a materia de cantos 15. De tal manera que esa ausencia sólo se explica si era el
corales (dentro del griego, aunque la diferencia de géneros implique concepto mismo de traducción entre lenguas el que faltaba. Pero
que
dos dialectos poéticos diferentes) o que la de Livio cuando repite la c6mo a su vez puede faltar la traducción entre lenguas es algo
narración ( retractat) de hechos ya narrados por los analistas ante­ pera nosotros, crecidos ei_i .
un mundo -no se olvide
-:
- en que la
.
riores, ya hubieran escrito en griego, ya en latín, reduciendo las his­ traducción es un hecho trtv1al, solamente puede concebirse st pensa­
torias anteriores a materia de una historia nueva. mos que lo que faltaba entonces eran las lenguas mismas entre
las
que pudiera traducirse, la pluralidad de lenguas. Pues bien, éste
1 3 . Y si nos volvemos a la Grecia antigua, la anterior a la época · justamente parece que era el caso entre los griegos.
helenística, menos aún se encuentra nada que responda a nuestro
concepto de traducción: aparece en Tucldides (IV, 50) el término 16. Cuando nosotros, en nuestra tradición escolar y por ana­
µe-tarpá<peo&«t refiriéndose a la versión de una carta ix 'Aooup(wv rpa µ­ logía con las otras lenguas, consideramos una lengua el griego �ti­
µá'twv, «de letras asirias»; donde, por tanto, es claro que la ope­ guo, no sólo olvidamos por un lado que hasta la época helenística
ración de la traducción no se separa de la de la transcripción de justamente lo que había era un mosaico de dialectos hablados y de
caracteres (transcribere sería la traducción literal latina del verbo otros de géneros poéticos (lo que suele ensefíarse como griego es el
griego). En Heródoto encontramos varias veces el término ÉpµY¡veóm itico de los prosistas de la primera mitad del siglo IV, que luego
para referirse ya a la práctica de intérpretes o truchimanes trans­ quedarían como clásicos), sino que olvidamos por otro que para los
mitiendo el mensaje entre interlocutores de diferente lengua, ya .griegos no había otra lengua que las grieg�s, las .que entraba� den�ro
a la de aquéllos que explicaban el sentido de los jeroglíficos egipcios; del hablar en griego; y por tanto 'hablar propiamente era 1dénttc�
pero ese verbo (cuyo equivalente ordinario en latín sería interpretari) con 'hablar en griego', puesto que lo demás era balbucear, �ap�apt·
sirve en general para cualquier modo de interpretación o explana­ �ttv, hablar en bárbaro, que sólo impropiamente se podía decir
ción de lo que está oscuro (descifrar la fórmula enigtnática de un hablar.
oráculo, poner glosas a un texto dificultoso). Y si ya en el griego im­
perial encontramos, por ejemplo, en Luciano (Quomodo historia 17. Conviene precisar que en Homero no parece todavía tan
conscribitur, 21) todavía el verbo f1E'ta'fpdcpm, ello es justamen­ cerrada la oposición, pues que aparece la metáfora ·{),fuaoa 'lengua'
te hablando del intento de un historiador de 'traducir' al griego (que para sus oyentes conservaba sin duda el carácter metafórico)
los nombres propios romanos. Lo cierto es que podemos recorrer para referirse a la diversidad de hablas de los varios pueblos del
toda la literatura griega, la conservada y las noticias que nos quedan campo aqueo (cU.#..71 a• ci)..}.w
. v ¡A.fuooa, «una la lengua de unos, otra
de la perdida, hasta el siglo m, sin encontrar en ella nada que pueda la de otros»), así como la diversidad de las del otro campo, el
llamarse una traducci6n de lenguas extranjeras.
·
de los pueblos venidos en socorro de Príamo, que, troyanos (esto es,
frigios), licios, tracios, etc., pertenecían a lenguajes que sin duda se
14. Y, sin embargo, . debería parecernos esa ausencia bien ex­ reconocían como extraños a los griegos; aunque no hay que olvidar
traña, si consideramos que los griegos vivían rodeados de vecinos que sus hombres hablan a cada paso y se entienden sin intérprete
de lenguas 'orientales', que practicaban la escritura de siglos atrás, y con los del otro campo; pero eso no es en la guerra, sino en la
que contaban con abundancia de documentos, narraciones épicas y poesía, que, al tomarlos como personajes, no podía menos de hacerlos
aun escritos en cierto modo literarios, que no sólo podían llamar a hablar y para ello los ha dotado naturalmente de su lengua, la de
la curiosidad de los griegos, sino que de hecho, por caminos que aún los héroes de la epopeya, que, al igual que la de los dioses mismos,
no podemos comprender debidamente, influyeron en la formaci6n de es el dialecto épico griego.
las tradiciones y por ende de la poesía griega, como es bien evidente
Y en los últimos decenios se ha puesto de relieve para una obra 18. En todo caso, en el ámbito del ático de los siglos v-rv nos
como Ja Odisea o como la Teogonía hcsi6dica. .encontramos ton que la palabra ¡/..fuoaa se emplea sólo para referirse
Agustín García Calvo U. Apuntes para una historia de la traducción 47

a expresiones de hablas extrañas, desuetas, anormales (de aquí ven­ .una lengua actual cualquiera, sino en todo caso con el conjunto de las
dría, a través de la composición de los glosarios o listas de términos lenguas occidentales, de cuya comunidad arriba comenzábamos a ha­
extraños con su equivalencia normal, los primeros diccionarios, el blar, siendo esa analogía idéntica con la relación genética entre ambas
uso moderno de la palabra glosa), y no hay en ático ninguna otra pa· cosas, esto es, que si el griego en su situación es comparable con la
labra para decir lo que nosotros decimos «una lengua» o �las len­ xotv� de las lenguas occidentales en la nuestra, ello será en la me­
guas» . . Por tanto, é>.."A:r¡víl:etv no es 'hablar en griego', sino simple­ dida en que ésta sea la evolución de aquél, de la manera que más
mente 'hablar bien', 'hablar' propiamente hablando. Todavía el ha­ adelante trataremos de sugerir.
bla de los beocios o los espartanos puede ser objeto de comentarios
iO. Lo cierto es que llega un punto, con el siglo 1n a. de J., en
burlescos para los atenienses y de parodia en las comedias de Aris­
que esa inexistencia de traducciones de los escritos bárbaros al griego
tófanes; pero todo lo que está más allá de esto, y no obstante la re­
resulta de pronto extrafía, de modo parecido a como puede extrafíar­
lativa comunicaci6n con bárbaros (a través de intérpretes, que eran
nos a nosotros, una extrañeza que revela justamente que la situaci6n
evidentemente bárbaros que entraban dentro del griego, no al revés),
ha cambiado, que ya existen las lenguas y la traducción. Testimonio
todo ello sale fuera de la condición humana misma, forno balbuceo
de esa extrañeza lo encontramos en la Epistola de Aristeas, especie
de infantes o como alaridos animales ; aquello que se sale del hablar
de presentación de la traducción de los Setenta, a que más abajo
propiamente dicho se confunde todo en una misma cosa, una especie
vamos a referimos, donde se nos cuenta cómo el rey, después de
en todo caso de pre-lenguaje o de tentativa de hablar; las hablas
haber leído la versión griega del Pentateuco, le dice así a Demetrio:
extranjeras se definen indistintamente por su propia extranjeridad,
«¿C6mo es que de una composición de tan importantes temas nin­
que, como en el cuento de Poe, resulta ser idéntica con el vocerío
guno de los historiadores o de los poetas acometi6 hasta ahora el in­
inarticulado del mono; y ahí está el coro de los argivos, al oír los
tento de hacer recordaci6n ninguna?»; a lo que aquél responde:
lamentos de Casandra la troyana (que sin embargo en la tragedia
«Por el hecho de ser cosa sagrada (oeµ.v�v) la redacci6n de la Ley
de Esquilo no puede al fin sino hablar en griego), comparándolos
y estar producida por la Divinidad»; y le cuenta cómo el historiador
con el trino de los pájaros.
Teopompo (fl. en las primeras décadas del siglo m) se había visto
impedido de poner mano a ello por una enfermedad, y cómo el trá­
19. Quien ante estas observaciones se apresurara a pensar en
gico Teodectes (fl. por la misma época, condiscípulo de Alejandro)
una especie de nacionalismo avant la lettre y de ceguedad patri6tica
había sido por el mismo intento castigado con la ceguera.
por parte de los griegos caería en una grave inexactitud, que me
importa refutar en este punto. Es el vicio perpetuo de la visión his­ 21. La explicación de la ausencia por prohibición religiosa que
toricista, que inevitablemente aplica los conceptos de que dispone, Demetrio ofrece en este texto (y que por cierto tendría que extenderse
por su propia inserci6n en la historia, a los mundos que te6rica­ a la ausencia de toda versión al griego, no ya de la Biblia, sino de
mente proclama anteriores o exteriores a la historia misma. Pues es todos los libros bárbaros) es bien pertinente a nuestro estudio: pues
ello que, en lo que toca a la cuesti6n presente, la imposici6n de no­ era, en efecto, Dios, en el sentido del dios hebreo, el dios de la His­
ciones como la de 'lengua' (nacional) o de 'nación' falsifican la C:ues­ toria por excelencia, la sumisión, en fin, a la propia Ley de la Histo­
ti6n toda, cuando por el contrario tenemos que hacer constar que ria lo que tenía prohibido que surgiera en un mundo determinado
decir que 'para los griegos' no había traducción ni lenguas, o más lo que era incompatible con ese mundo, así como lo hada surgir
lengua que la griega significa que 'realmente', no ideológicamente, no ahora, en el mundo helenístico, esto es, en su circunstancia propia,
había traducción ni lenguas; y que justamente en cuanto la lengua por guardar la distinción, bastante inepta, entre acontecimiento y
humana o lengua de cultura no era más que una, no era una siquiera, circunstancia, característica de la visión historicista.
sino que faltaban simplemente tales cosas como lengua o como cul­
tura. Si quisiéramos a toda costa hacer una equiparación entre lo 22. Algo pués ha cambiado por los mediados· del siglo 111
antrigUo· Y- Jo. actual, : el griego antiguo nunca podría compararse con ti. de J. de una manera decisiva para la aparición del fen6meno
..
48 Agustín García Calvo 11. Apuntes para una historia de la ttaducci6n 49

que estudiamos. No se puede menos de poner en relación con ese .de Te6crito) tendrán que acabar por adaptarse en breve plazo, la
cambio (pero guardándonos de establecer cualquier vínculo de causa­ xow� helenística .
efecto) la entrada en el ámbito del griego de numerosos e impor­
tantes hombres bárbaros, es decir, con una lengua materna distinta 25. Que esa extensión y uniformación de la lengua-cultura fuera
al griego; entrada que estaba abierta sobre todo desde el momento una condición previa para que el griego pasara a ser una lengua
en que en el siglo IV Isócrates había proclamado explícitamente que entre las lenguas y la traducción llegara a ser posible, no es cosa
ser griego no consistía en la condición natural, en raza o nacimiento, que se aparezca de inmediato, bien al contrario. Pero es que ese
sino en la 1talaE(a, esto es, algo como lo que nosotros llamamos la proceso no puede menos de acompañarse del contradictorio y com­
cultura. Así, respecto a Zenón el Estoico, natural de Chipre y de plementario: de una manera análoga a como decía Norden en su
lengua materna fenicia seguramente, Pohlenz ha puesto oportuna­ Ágnostos The6s, refiriéndose a esa época, que «se debe ver con cla­
mente de relieve que de esa condición lingüística precisamente debió ridad que la helenización de lo oriental está al menos compensada
de sacar su especial interés por la Gramática, de la que es en cierto con la orientalización de lo helénico», así también podemos formu­
modo fundador, en cuanto ciencia aparte específicamente destinada lar aquí que la unificación de lo griego ha de ser concomitante de
al estudio de las estructuras de la lengua y las funciones de las la diversificación de lo bárbaro; preCisamente en el siguiente sen­
palabras. tido: como si el hecho de que la lengua-cultura por antonomasia
se hiciera asequible para su exterior despertara en este exterior por
23. Y tenemos, por otro lado, los príncipes macedonios: desde ello mismo un impulso de reproducción y multiplicación; como con
· que Alejandro I había sido admitido en los Juegos Olímpicos como las obras de arte en el mundo de la reproducción, que W. Benjamín
heleno, el carácter semigreco de Macedonia se había acentuado, y tan agudamente ha estudiado, aquello que se vuelve fijo, y por
Filipo ahora pone a educarse en Pela a su hijo Alejandro (cuya ende comprensible para el profano, se escinde de su propia materia
lengua materna no era griega, por más vecino que el macedonio y deviene infinitamente reproductible sobre materias diversas.
fuera del griego, pero no tanto como para ser contado como un
dialecto suyo, no mucho más sin duda de lo que podía serlo el 26. Este movimiento puede tomar dos formas complementa­
latín mismo) y con un profesor salido de una colonia griega, Esta­ rias y contrapuestas: A) en la una, que los bárbaros que han asimila­
gira, establecida en territorio bárbaro, con Aristóteles, que es posible do el griego y han sido por ende asimilados al griego érean poder
· que él mismo tuviera también una niñez bilingüe. exponer en griego cosas que estaban formuladas en sus lenguas ori­
ginarias. Así nos encontramos con escritores como Beroso o Manetón
24. Pero hablar de bilingüismo en tal contexto es, nuevamente, que, a lo que se nos ha transmitido, expusieron en libros griegos
restablecer una dualidad con la que no podemos contar aún: que los mitos y tradiciones de sus pueblos de origen, fenicias o caldaicas.
Alejandro el Grande o que «el mesmo Aristóteles» hubieran de Pero esto dista todavía de ser una traducción; y no sabemos cuánto
apr�nder el griego no quiere decir sino que entraban en el mundo, se acercarían a serlo algunas versiones griegas de manuales prácticos,
en la tierra oixo1>f1ÉV'lj , de la lengua humana y de la cultura, por como sobre todo el de agricultura de Magón cartaginés, de las que
hablar inexactamente con otra dualidad que en este estudio segui­ también para esta época se nos habla. Y si bien un escolio a Plauto
remos desmontando. Verdad es que ese proceso de entrada de los del filólogo bizantino Cheches (Tzetzes), recogido y comentado por
bárbaros en gran número dentro del mundo humano y la expansión Parsons en su excelente libro The tll.exandrian library, pág. 109, nos
de ese mundo humano sobre un área geográfica de un orden distinto, cuenta cómo, en la constitución de la biblioteca de Alejandría por
por medio de las conquistas de Alejandro, implica necesariamente Ptolomeo Filadelfo «los libros eran de todos los pueblos y lenguas, y
la creación de una lengua uniforme y simplificada, de una lengua el rey los hacía traducir con la mayor diligencia en su propia lengua
oficial, de un griego para bárbaros, al que naturalmente también por excelentes intérpretes», las formas de expresión mismas nos
los griegos de raigambre vieja (como las siracusanas del idilio XV dan a sospechar que toda la imaginación de la empresa está vista
'º Agustín García Calvo JI. Apuntes para una lústoria de la traducción 51

a través de conceptos ya corrientes para la época bizantina, como cultad dentro de l a xotv� helenística, la cual era én general un tipo
los de 'traducir' y 'lenguas' (nótese que al griego mismo se alude de lenguaje más laxo y más abierto a toda clase de barbarismos y
con la extravagante expresión «su propia lengua»). Mas sin embargo solecismos, como se lo imponía el ser usado por tantas gentes de
es justamente por esos años cuando se nos aparece sin duda el fen6- diversas procedencias y que tenían muchas veces el griego como
meno de la traducción con la primera traducción verdadera de que segunda lengua. Lo importante es que se trataba de un texto al
tenemos noticia. mismo tiempo inteligible para los griegos de las naciones helenís­
ticas y que al mismo tiempo reproducía realmente los libros y las
27. Esta primera traducción es la de la Biblia, o más precisa­ frases del texto hebreo.
mente los libros del Pentateuco (a los que más adelante se irían
añadiendo los demás libros) por obra de un grupo de judíos griegos 29. Y es justamente la aparición de un producto lingüístico se­
de la comunidad de Alejandría (la más floreciente sin duda en esa mejante lo que había de resultar tan nuevo y sorprendente para los
época de las comunidades judías en el destierro), la versión que propios contemporáneos, que hubieron de considerarla como una
se conoce con el nombre de la de los Setenta. Pero como acaso al especie de milagro. Es así que Filón, que más tarde ( a mediados
lector puede ocurrírsele dudar de que pueda ser verdadero (esto es, del siglo I d. J.) nos da sobre ella las más interesantes noticias,
aceptable para la visión histórica) un hecho tan ben trovato como se refiere al acto de esa traducción como a un 11:poq¡'lj'teÓetv , con el ver­
éste de que la primera traducción de un libro al griego (y por tanto bo (derivado de 1tpoq¡i¡tlj� 'profeta' ) tan dificultosamente traducible
la primera traducción sin más) sea precisamente la del libro de los como 'clamar en voz de oráculo', 'hablar bajo inspiración divina',
judíos, aporto aquí la afirmación en tal sentido formulada por per­ que es el mismo que usa San Pablo en las epístolas a los Corintios,
sona tan poco sospechosa de especulación sobre la historia como cuando repetidamente se refiere a una especial manifestación oral
Hutsch, el autor del excelente artículo sobre la versión de los LXX que se producía en las congregaciones comunitarias de los fieles cris­
en la Real Enciclopedia de Pauly-Wissowa: «Constituye en tiempo tianos; he aquí el texto de Filón (De uita· Moisis, II, 7): «tal como
histórico el más .antiguo intento de una traducción» ; dejando de poseídos por la divinidad (ev&ooatfuvi:e�), proclamaban en voz inspi­
lado el sentido que pueda tener la salvedad manifestada aquí por rada (1t poe q¡i¡noov), no los unos unas y los otros otras, sino todos
el autor con la curiosa expresión «en tiempo histórico». las mismas palabras y oraciones ( dvó¡.t.ai:a xal pf.¡.t.ai:a)». Y más ade­
lante, encareciendo la correspondencia de las dos versiones del mis­
mo texto, añade que cualquiera que entienda el griego y el caldeo
28. La traducción de los Setenta se caracteriza por ser una ver­
(esto es, el hebreo) las reconocerá «como hermanas, y más aún, como
dadera traducción en el sentido moderno de la palabra; es ded�,
una y la misma» j de tal modo que los que las comparan «SC quedan
lo más alejado de una paráfrasis o de una adaptación de los temas
de ·los libros judaicos a las costumbres lingüísticas y literarias grie­ pasmados considerando a aquellos hombres no como intérpretes
gas; por el contrario, una traducción literal, como suele decirse
(ép¡.t.ljYÉa�), sino reveladores de los misterios (!epoipávi:a�) y profetas
(1tpoq¡i¡i:a�)".
entre nosotros: una en que a cada signo de puntuación (a cada
final o inflexión de frase) hebreo corresponde un signo griego en el
mismo sitio, y a cada palabra (semantema) hebrea, salvo muy contadas 30. Pero lo que nos importa sobre todo es hacer notar cómo
y explicables excepdones, una palabra griega. Ni importa mucho esta aparición de una traducción fiel, esta posibilidad de reproduc­
hacer notar el especial carácter del griego de la traducción bíblica, ción de «un mistno» texto en diferente lengua, implicaba la ratifi­
del que ciertamente podría decirse que es un griego semitizado en cación definitiva de la creencia en la cosa misma, en el significado
cierto modo, en cuanto al valor semántico de algunos términos y en abstraído, hipostasiado, realizado, que a las dos expresiones lingüís­
la elección de las construcciones sintácticas que, aun siendo más ticas subyaciera. A tal propósito, nada más claro que este pasaje
raras en griego, reprodujeran más literalmente las hebreas, pero que del mismo texto de Filón, en que nos dice que «habían venido a
en todo caso, como ya hizo notar Deissmann, se encuadra sin difi-
coincidir en uno mismo, palabras propias con palabras propias, las
52 Agustín Garcfa Calvo II. Apuntes para una historia de la traducción 53

helénicas con las caldaicas, perfectamente acordadas con los hechos las ciudades griegas del sur de Italia, y ya en Roma liberto de la
por ellas indicados o significados (811A.ol.)µÉvot�)». En la tradición familia Livia, sin duda en premio de sus talentos musicales, poéti­
.
cos y pedag6g1cos, con el nombre, naturalmente, de Livio Andronico.
oral que después se conservarla alrededor de la traducci6n de los
Setenta todo esto cuajaría en la leyenda de que a los setenta intér­ De él se cuenta, en efecto, que compuso en latín, para ser cantado
pretes se les había encerrado en celdas separadas, y cuando se les por doncellas romanas, un himno, sin duda del tipo del partenio
sac6 para que leyeran en alta voz sus versiones correspondientes, (por ejemplo, el de Alemán para las doncellas espartanas, que se
se vio que todas ellas concertaban entre sí letra por letra. nos conserva fragmentariamente), y también algunas tragedias o co­
medias, vertidas sin duda de originales griegos, ya en la tradici6n
3 1 . Es así como surgía en torno a los Setenta el mito de la de composición y versificación que seguirían Nevio y Plauto.
traducci6n posible, que es justamente el mito complementario y an­
titético (más daramente aún que el de Pentecostes, también surgido 33. Pero es de su Odusía de la que más noticias y aun citas
por los mismos años, como el correspondiente cristiano de este otro de versos se nos conservan, y la que sin inconveruente podemos
judaico ) del viejo mito de la diversificación de lenguas en la torre poner como primera traducción del griego al latín, esto es, primera
de Babel. Es el mito histórico, si así puede decirse, frente al mo­ traducción del griego 'hacia afuera', al tiempo que primer texto
mento mítico, del que la historia arranca: la incomunicaci6n entre de la literatura latina propiamente dicha (por excluir las ocasionales
gentes, la imposibilidad de un lenguaje común, que está en el fun­ referencias en época literaria a manifestaciones folkl6ricas anterio­
damento mismo del proceso histórico, pretende resolverse o con­ res) y por tanto primer texto de todas las literaturas independiza­
cluírse y alcanzar su estado de redención, por así decir, con el adve­ das de la lengua de la primera. Nos ha llegado incluso el primer
nimiento de la traducción entre lenguas, con la equivalencia de las verso de la �dusía, que podemos confrontar con los dos primeros
.
lenguas entre sí, que es el primer alborear del estado del lenguaje tercios del primer hexámetro de la Odisea, como el mejor ejemplo
universal, en el que la historia habría de cerrarse, volviendo y no en que observar el prodigio naciente de la correspondencia literal
volviendo, sin embargo, a la situación anterior a la torre de Babel, entre las lenguas :
la situaci6n paradisíaca, en la que, no habiendo sino una lengua, no
bay una lengua tan siquiera, sino la libre manifestación del espíritu VIRVM MIHI, CAMENA, INSECE VERSVTVM
sin mediación.

32. Entre tanto, y justamente por los mismos años de la se­


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gunda mitad del siglo 111 a. de J., con una de esas maravillosas coin­
cidencias, que no dejará de pasmar a los que siguen contemplando El desvelo por conseguir una correspondencia absolutamente exacta
la historia humana con visión historicista, se desarrollaba el mismo que revela la fe ingénua con que se espera hallar en la nueva lengu�
proceso en sentido inverso, aunque esta vez se dé no en la relaci6n la palabra que corresponde a cada griega, se muestra bien en la
del griego ( = la lengua} con el Oriente, sino con la Barbaría occi­ elección del epíteto uersutum, que contiene como raíz la dd verbo
dental: B) que los griegos perdidos en la nueva tierra bárbara hele­ uertere, que es justamente el 'correspondiente' del griego •pÉ'iuD, cuya
nizada lleguen a la creencia de que los propios tesoros de la lengua raíz está en el segundo término del epíteto 7toló-t:po7tov del original;
o en el empleo del verbo, ya sin duda obsoleto en tiempos de An­
(griega) puedan reproducirse y expresarse en otras lenguas (bárba­
ras); que se pueda dar la traducci6n del griego hacia afuera, por asf dronico, insece, para traducir �vve7te, una forma igualmente arcai­
zante ya en el lenguaje épico griego. Y lo que es aún más revelador:
decirlo. Comienza en efecto la literatura latina, y comienza justa­
la �ecesidad de traducir la divinidad misma, la Musa, ¡.i.oüaa, le ha
mente con una traducción de la Odisea, y hecha precisamente por
obligado a creer sin duda en una divinidad correlativa que viviera
un griego de la Magna Grecia aclimatado en Roma, Andronico, de
dentro del latín, y allf ha encontrado la Camena (nombre, al pare-
Tarento, esclavo resultante de las guerras de Roma con Pirro por
5
Agust!n Garcfa Calvo II. Apuntes para una historia de la uaducción

cer, de una diosa de las fuentes, como las musas también lo eran), Ja Odusia debió de estar destinada sobre todo a servir para enseñar
que ha servido para traducir la Musa homérica (introducir en ladn las letras a los hijos de las buenas familias de Roma ( a Andronico
la palabra Musa, como aparece en Enio, dos generadones más tarde, mismo se le cita como litterator o maestro de escuela), si bien ahora
sería el fruto de una evolución de la manera de concebir la práctica se tratara de las letras del alfabeto romano, del abecedario; que
de la traducción). por otra parte no era, como es sabido,. sino una variedad, ligera­
mente modificada, de los alfabetos griegos occidentales (al igual
.34. Dos cosas aún hay que poner de relieve en esta primera que modificaciones de alfabetos griegos eran tantos otros que de
traducción romana : una, que el ritmo todavía no se ha considerado siglos atrás se habían venido creando para escribir otras varias
literalmente traducible, y Livio ha tenido que componer su Odusía lenguas bárbaras de Italia y de otras partes del Mediterráneo). Es
en el saturnio, el viejo verso de los faunos y los vates (uates: bar· decir, que con la empresa de Andronico lo que se ha traspasado
dos, profetas, cantores) que dice Nevio, con un esfuerzo pasmoso propiamente es la pedagogía. La presión contradictoria que la His·
en dos sentidos : el de hacerse él, un griego, a una versificación toria ejercía sobre Roma (como sobre los otros reinos marginales,
completamente extraña a las convenciones rítmicas de la poesía grie· semibárbaros, de lengua semigreca, del mundo helenístico), forzando
ga, y el de habilitar no sólo ya para la poesía cultivada, sino para por un lado a la adopción de las armas de la cultura (que eran
la literatura, un verso itálico de tradición oral, iliterato y bárbaro, visiblemente las que de hecho habían realizado la conquista del
usado para las fórmulas sagradas, los pregones y las sagas o narra· mundo por Alejandro) y por otro lado, por la mediación del orgullo
dones épicas de los latinos, sin duda semejante al que siglos más nacional (con el consiguiente menosprecio de los griegos decaídos,
tarde encontramos aún en uso en las tradiciones poéticas orales de de los graeculi), necesario para la cohesión y fortificación de la
los pueblos celtas y germanos. Se ve pués que el ritmo del lenguaje nación nueva, había venido a resolverse justamente en eso: en el
se ha sentido como formando parte de la lengua misma y por tanto trasvase de la cultura: enseñar a leer a los niños, sí, pero a leer
implicado en la empresa de traspaso de lengua que osaba emprender en la lengua patria. Hay pués ya otras lenguas en las que se puede
Livio, a pesar de que a nosotros se nos aparezca relativamente claro aprender a leer poemas, y ya la cultura es independiente de la
que el ritmo del lenguaje está por un lado por debajo de la estruc· lengua.
tura y convenciones de la lengua (así el ritmo de una lengua extraña,
ininteligible, resulta en cierta medida perceptible para los oyentes 36. Conviene que entendamos lo mejor posible este movimiento
extranjeros) y por otro lado, en cuanto regulado por las normas de que el mundo griego genera en la Barbaría de su contorno: se trata
una tradición poética, constituye una parte de la cultura, una con­ nada menos que del proceso de reproducción de lo propio en lo
vención sobrepuesta a la convención lingüística. Sólo más tarde, extraño, de lo mismo en lo otro, que va a ser ley de toda la historia
con Enio, se escindiría de la lengua el ritmo del lenguaje (pues los de Océidente. Mientras Grecia se apropia directamente ámbitos bár·
versos del teatro, ya de antes naturalizados en el latín, son cues­ baros o la Barbaría se apropia riquezas e invenciones de los griegos,
tión aparte) y empezaría a haber hexámetros latinos, no sin que se trata simplemente de una ampliación del mundo (que, por su­
ello implicara el proceso complementario, una notable reformación puesto, será la preparaci6n evolutiva para el salto que tratamos de
de las estructuras de la lengua por obra de los nuevos versos en entender ahora ); pero en el momento que entre esas riquezas ex­
ella introducidos, con toda la carga cultural que arrastra una métrica portadas a la Barbaría la Barbaría importa la idea misma de la ri·
consigo. queza (la cultura, el saber, el arte, la literatura), es como si desde ese
momento se dispusiera de una abstracción realizable, y como si tam­
35. Y la otra, que seguramente el carácter con el que se tra­ bién aquí se hubiera dicho: «no hace falta usar las monedas de los
duce en Roma la Odisea es el de texto pedagógico (era, en efecto, la mercaderes griegos, puesto que también nosotros hemos aprendido
Odisea el texto por excelencia sobre el que enseñaban a leer y a es­ de ellos a acuñar moneda». De tal manera que el punto en que el
cribir a los niños los maestros de primeras letras) y que por lo tanto nuevo ámbito (Roma, por ejemplo) se vuelve independiente respecto
¡
56 Agustín Garda Calvo
II. Apuntes para una historia de la traducci6n 57
al ámbito helenístico y mantiene su propia lengua es precisamente
el punto en que reproduce (y no ya continúa ) esencialmente el .38. Pero bien : una vez que la traducción ha empezado a ser
mundo helénieo. Así como el hijo de la horda originaria de Freud, posible en los dos sentidos, con la empresa de los Setenta y con la
en el momento que asesina al padre, comienza a reproducir al padre de Andronico, y que se ha venido a admitir que las narraciones y
en su propio cuerpo. la poesía y las ideas, las riquezas culturales, se las puede trasvasar
de lengua a lengua, veamos un poco más lo que impliéa tal proceso ,
al que hemos llamado provisionalmente reproducción. Porque es
37. Resulta así que, cuando los latinos desarrollan un cuidado
que, cuando decimos 'trasvase de lenguas' o 'reproducci6n', también
de su lengua literaria y se hacen puristas en latín, rechazando, entre
nosotros, que vivimos en un mundo en que la traducción se da de
los otros barbarismos, como un barbarismo más el uso de helenis­
hecho, caemos fácilmente en el error de perspectiva de pensar que
mos, al menos en los géneros literarios más nobles y severos, es lo que se reproduce puede seguir siendo la misma cosa irreprodu­
cuando de verdad están reproduciendo el griego, en cuanto es éste cible, anterior a la reproducción; imaginamos el proceso de trasvase
(en el mundo helenístico) el inventor de la literatura, de la crítica como pasivo, como algo que se da entre un contenido y unos con­
literaria, de la reflexión de la lengua sobre sí misma y de las pres­ tinentes, sin que el proceso de trasvase afecte al contenido y a los
cripciones gramaticales y retóricas consiguientes. Y lo contradictorio continentes en su esencia misma. Ahora bien, esta errónea manera
de este movimiento, por el que lo griego se reproducía en lo latino, nuestra de pensar es sin duda justamente fruto de que en el si­
se revela al fin de una manera casi cómica en la patriótica proclama glo 111 a. de J. haya llegado a establecerse como posible el proceso
de Cicerón en las Tusculanas (I, 1,1), cuando justifica el intento de la traducción que comentamos. Tenemos por tanto que hacer un
de poner la filosofía en latín: «Como quiera que la razón de ser esfuerzo por fingir salimos de la historia para intentar concebir la
y el aprendizaje de todas las artes que atañen al recto modo de historia de las cosas de una manera que no sea mera obediencia al
vivir estuvieran contenidos en el afán de saber que llaman filosofía, progreso de las concepciones que la historia de las cosas exige para
consideré que era mi deber iluminar este estudio con las letras su subsistencia.
latinas; no porque la filosofía no pudiera akanzarse por letras grie­
gas y profesores griegos; pero es que siempre fué opinión mía que 39. La cuestión en realidad admite un puro planteamiento me­
todas las cosas o bien las encontraron los nuestros por sí mismos tafísico : se trata de la cuestión del uno y el número : el uno se
más sabiamente que los griegos o bien, recibidas de ellos, las vol­ descubre como un número (como la unidad que fundamenta la serie)
vieron mejores, aquellas -por supuesto- que estimaron dignas de tan sólo desde el momento en que los números están constituídos;
molestarse en trabajarlas»; vanagloria que suena más propia en su es entonces cuando el uno se manifiesta como el primero; pero ese
latín mismo (cum omnium artium quae ad rectam uiuendi uiam primero de los números es esencialmente contradictorio: pues él no
pertinent ratio et disciplina studio sapientiae quae philosophia dici­ puede haber sido primero nunca; ya que el uno antes de los núme­
tur contineretur, hoc mihi Latinis litteris inlustrandum putaui, non ros, fuera de los números, no es número ninguno, es decir, que
quia philosophia Graecis et litteris et doctoribus percipi non posset, para una realidad no numérica no es absolutamente nada. S6lo en
sed meum semper iudicium fuit omnia nostras aut inuenisse per se su desdoblamiento, en su contraposición consigo mismo, en el dos,
sapientius quam Graecos aut accepta ab illis fecisse meliora, quae comienza a ser uno, comienza a realizar su esencia de unidad. Pero
quidem digna statuissent in quibus elaboraren!) y la cual, como ya a su vez esta realización implica el problema de lo mismo y lo dis­
hacía notar Bickel, está pronunciada justamente en imitación de un tinto: pues, en efecto, para que el dos sea ya un número, para que
texto platónico tardío (Epinomis o Apéndice a las Leyes, 987 e), en el número se funde (y por tanto el uno), es preciso que el dos sea lo
donde el griego que comienza a entrar en la conciencia de sí mismo, que hemos dicho: un desdoblamiento del sí mismo, una repetición
cerca del comienzo de la época helenística, lo proclama de los grie­ del uno (para que haya dos manzanas es preciso que ellas renuncien
gos respecto del Oriente. a toda realidad peculiar suya y se resignen ambas a no ser sino
meras repeticiones del concepto mismo de 'manzana'); ahora bien :
58
Agustín García Calvo V· Apuntes para una historia de Ja traducción 59

q�e ?�s cosas sean la misma cosa es algo que requiere un mundo
(h1stor1camente y metafísicamente hablando) sumamente extraño y
d,io de cohesi6n interno (cuando hay unidades políticas se dan
de�tro de su seno, como fruto de sus contradicciones interiores), con
contradictorio, que es justamente nuestro mundo (el de los hombres unos límites necesariamente indefinidos (cuando al final de Grecia,
en prime� lugar, quier� decir, y en segundo lugar el que podemos en el momento de su conciencia, trata Is6crates de definir quién es
deru occidental, el regido por la realización de los conceptos, que griego y quién no, tiene que fundarlo en la ?tataEla, en el modo de
es el que se está fundand� con la realización de la traducción): pues educaci6n y cultura, es decir, en definitiva, en la propia conciencia
en otros mundos cualesqutera las dos cosas serán tan diferentes entre de ser griego), y es precisamente por esa indefinición un fenómeno
sí Y ajenas que nunca podrán ser dos cosas (ni por tanto ser una cosa singular, inconservable, irrepetible; ser griego se confunde con ser
cada una de ellas) o bien serán las dos tan verdaderamente la misma hombre (lo mismo que hablar griego se confunde con hablar sin
que nunca se �as podrá separar siquiera como dos ejemplares dife­ más) o no quiere decir nada. Roma es desde el principio hasta el
.
rentes de lo mismo, smo que no habrá más que una y no habrá nin­ final la organizaci6n del mundo desde un centro y con unos límites
guna por lo tanto. precisos (el sistema de vías radiales y el trazado del limes del Im­
�O. La dualidad 'Grecia/Roma', que en el momento perio nos ofrecen sin más el esqueleto de Roma misma) y se cons­
de la tra­
ducc1?n e?�re len�a� acaba de crearse, es un excelente tituye por consiguiente como el modelo de toda unidad, que tiende
ejemplo de
e�a s1tua�1on metafmca; y sin duda, no inocentemente primero a la perpetuaci6n y luego a la repetición eterna; ser romano
un ejemplo,
stno precisamente el fundamento definitivo de ese mundo consiste en un título jurídico, que puede estar inscrito en una hoja
regido por
la ley de que las cosas diferentes son dos y son la misma de plomo, que significa la inclusión en un censo determinado, y ni
; al lado siquiera hablar latín era indispensable o definitorio, sino en alto
de la cual podría ponerse la otra dualidad 'Judíos/gent
iles' creada
por �a traducción en el sentido inverso; pero aquí vamos grado conveniente, y por lo menos hablar griego (el griego hele­
a s�guirnos
refiriendo sobre todo a la de 'Grecia/Roma', como terreno nístico-imperial) podía ser un sustituto suficiente, incluso para la
más claro
para nosotros para el desarrollo de la cuestión. Es ello administraei6n gubernamental. Grecia desaparece cuando su lengua
que en este
mon;iento hay ya dos lenguas, el latín y el griego, y que se unifica ; Roma se deshace cuando, por un lado, la división lin­
por tanto
co�1enza a ser una lengua el griego. Pero ¿qué quiere decir güística entre el Imperio Oriental y Occidental se ahonda y, por el
. que el otro, el propio dominio del latín se fracciona en diversas lenguas.
lattn Y el griego sean dos lenguas (las dos lenguas del mundo
antiguo
desde ahora) ? Ello querrá decir, por un lado, que no son El florecimiento de la poesía griega fenece (en la época helenística)
la misma
(de tal modo que sea posible y necesaria la traducción de en la institución de la Literatura ; la cultura poética romana nace
una en
otra) y, por otro lado, que son la misma, en cuanto que dentro de la Literatura y nunca hasta la muerte de Roma misma
son ambas
una lengua, tanto la una como la otra. vuelve a ser más que literatura . En fin, ¿a qué prolongar la enume­
ración? : cuanto más los ojos se fijan en los hechos, más crece el
. �l. Pues bien, decimos que esto constituye una situación tan asombro de que todo el tiempo se haya venido hablando del latín
trivial para nosotros como absurda y difícil de entender en sí misma : y el griego y de Grecia y Roma como de dos cosas en algún modo
en efecto, lo qu� �n sentido común libre debería exigir es que fueran equiparables; y no se concibe qué nombre común podría encon­
o de verdad distintas o de verdad la misma. Y efectivamente si trarse que las abarcara a ambas como dos casos concretos de una
tomamos una de las dos alternativas, hallamos buenos motivos ara � misma cosa, puesto que ni �pueblo', ni 'nación', ni 'sociedad', ni
confirmarnos que ,el latín y el �riego, lo mismo que Roma y Grecia, 'cultura' ni ningún otro puede servir al mismo tiempo para el caso
son cosas entre s1 tan heterogeneas que no se concibe cómo puede de Roma y para el de Greda.
pensarse de ellas que sean dos cosas y que formen pareja.
43. Pero asimismo, si tomamos la otra alternativa (v. § 41 ) ,

42. Grecia es un conjunto de ciudades y poblados (hablo de no dejamos de encontrar muy buenas razones que nos demuestran
la Hélade prehelenística, la que va de Tales a S6crates), sin prin- que el latín y el griego son literalmente una misma lengua, así como
60 Agustín García Calvp I�. Apuntes para una historia de la traducción 61
1 \ .
Grecia y Roma son la misma cosa literalmente (esto es, no cotno \ 46. Roma es Grecia y Grecia ' es Rama. Esto es, que todo lo
ejemplares de lo mismo, sino como lo mismo y único, sin sep�ra­ que tiene Roma de distintivo y original es lo que tiene de Grecia
ción espacial o temporal tampoco), y que probablemente la difi­ (hace sonreír la inapercibida contradicción del defensor de la origi­
cultad para dar razón de semejante dualidad estriba en que no había nalidad de la literatura latina frente a la griega, como podría hacer
raz6n alguna para separarlas y considerarlas como dos cosas. sonreír el representante de la República Comunista China, cons­
tituida de raíz en la occidentalización, que enarbolara su orienta­
44. En efecto, ¿cuál sería la forma de esa dualidad? : ¿existe lismo frente a los tigres de papel del Occidente), y que, a su vez,
Roma al mismo tiempo que Grecia en ámbitos distintos?; por el Grecia no tiene más existencia histórica y real que aquella que le
contrario, ¿sucede Roma a Grecia en el mismo ámbito?; o por lo proporciona el hecho de ser Roma: en efecto, si Grecia no hubiera
menos, con una forma más imperfecta de dualidad, ¿está contenida sido Roma, ni siquiera podría haber un concepto de 'Grecia'; ni
Grecia dentro de Roma ? ; o ¿Roma dentro de Grecia? Nada de eso siquiera podría haber un mundo, un mundo histórico en el que Gre­
sucede: el fenómeno nuevo que llamamos Roma coexiste con la cia se insertara; y dado que la única forma de realidad en nuestro
singular aparición que llamamos Grecia justamente en cuanto que mundo es la realidad histórica, Grecia estaría fuera del mundo y no
Roma no es todavía Roma y en cuanto que Grecia no es ya Grecia; podría haber habido Grecia.
e! mundo respecto al cual Roma suéedería temporalmente a Grecia
carece de toda realidad, en cuanto que justamente esa sucesión sig­ . 47. Ya sé que, de todos modos, los hábitos mentales, con su
nifica la creación de otro mundo de un orden diferente; y en fin, constitución antitétka, nos hacen dura de aceptar la superación de
una dualidad tan recibida como la de Grecia/Roma y prácticamente
Grecia sólo podría estar dentro de Roma de la manera que los ali­
imposible imaginarlas a las dos como una sola. Es la dualidad de
mentos forman parte de un cuerpo: asimilados al cuerpo y perdida
lenguas sobre todo, latín/griego, lo que dificulta la reducción . Ima­
su existencia propia¡ y Roma sólo estaría dentro de Grecia de la
gínese, si no (por acudir por una vez, en tan apurado trance, a la
manera que el Laberinto está dentro de Dédalo, su creador: es
hipótesis contrafactual), que no hubiera habido tal: que los roma­
decir, con una manera de existencia puramente aristotélica y elu-·
nos, como hasta entonces había hecho buenamente todo el mundo,
cubratoria.
a medida que entraban en la Humanidad o Civilización, hubieran
aprendido definitivamente el griego, hasta el olvido de sus lenguajes
45. Pero todavía menos podría solucionarse la cuestión de la indígenas y bárbaros; imagínese que no hubiera habido traducción
dualidad diciendo que se trata de dos cosas enteramente indepen­ ni la pretensión, por tanto, de que una nueva literatura comenzaba:
dientes y alejadas, sin punto de referencia común alguno, que sólo a nadie se le habría ocurrido establecer semejante dualidad (como
por azar reúne como dos el pensamiento, al modo que el tocino y a nadie se le ocurría establecer el mundo helenístico como una dua­
la velocidad. Por el contrario, lo que las reflexiones del § 44 nos lidad frente a la antigua Hélade; y el mismo nombre 'helenístico'
indican es que Grecia y Roma resultan con exactitud incompatibles es una creación reciente, de hace un siglo apenas), sino que, en
respecto a cualquier sistema de referencias, espacial o temporal o todo caso, a lo largo de un Imperio greco-hablante, se habría seguido
jerárquico. Ahora bien, las reglas de la Fonología nos enseñan que, hablando de una única otxoo11ÉvYJ o tierra humana, por oposición
cuando dos supuestos fonemas, supue�tamente dos, a poca familia­ al ámbito exterior de la Barbaría.
ridad de rasgos distintivos que entre sí tengan, resultan incompa­
tibles en todos los contextos fonémicos, en los dos sentidos de la 48. Pero, a su vez, esa dualidad de lengua, que a través del
incompatibilidad (que allí donde se presenta uno no puede presen­ proceso de la traducción (que convierte en reproducción la conti­
tarse el otro; y que no pueden presentarse el uno en contacto in­ nuidad) parece fundamentar la dualidad Grecia/Roma, ¿c6mo se
mediato con el otro), se deduce sin más que ambos eran uno solo sostiene? : ¿en qué sentido son dos lenguas distintas el latín y el
y el mismo fonema . griego? Volvemos a encontrar aquí más o menos lo mismo: que,
62 Agustín García Calvo II. Apuntes para una historia de la traducción 63

en la medida que el latín no ha recibido el griego, como lenguaje (así en parte Varrón o un famoso pasaje de Tito Livio, tratando de
bárbaro y semihumano, es algo tan heterogéneo con la lengua hu­ hacer una historia de los orígenes del teatro romano calcada sobre
mana propiamente dicha, que en modo alguno puede formar con la de los del griego ), mientras por otro lado parece preferirse una
ella pareja ni ser dos; y en la medida que ha recibido el griego, lo visión de Roma simplemente como continuación de Grecia (así en
propio es decir que el latín es el griego mismo, con mucha más la Epístola a los Pisones los rudos principios indígenas del drama
raz6n que la que habría para decir que el griego moderno es el sólo se desarrollan como género poético propiamente dicho ruando
griego antiguo: ¿no trataban de identificar Varr6n y otros filólogos por la lectura se incorpora en ellos el teatro griego). Y además,
romanos el latín como una especie de dialecto eolio (en relaci6n curiosamente, esa ambigüedad se entrecruza con ciertos ensayos
con la derivaci6n troyana, y por lo tanto al menos semihelénica, de rudimentarios, de que nos ha llegado alguna noticia, de aplicar a la
Roma)? Y en efecto, el latín, convertido en lengua de cultura, con propia cultura y literatura romanas, en su interior, los esquemas
todas las adaptaciones semánticas y sintácticas que tal cosa requiere, de florecimiento y decadencia que la época helenística había desa­
no sería sino la forma en que el griego se ha transmitido para el nollado para las griegas; contraponiéndose la idea de Varrón y de
Occidente, y sería el griego bajo su forma latina lo que habría ser­ los critici o filólogos latinos del final de la República, que tendían
vido de fundamento (cfr. § 8) a la actual xotv� de las lenguas eu­ a pensar que con las generaciones de Plauto-Enio hasta Terencio­
ropeas. Accio (comienzos a mediados del II a. de J.) se había ya alcanzado
el apex, con la ideología progresista de la época de Augusto, desarro­
49. Bien será que, a costa de una breve excursión, recordemos llada sobre todo por Horado, pero antes ya por el Brutu.r de Ci­
cómo se estableci6 y mantuvo la dualidad a lo largo del Imperio. cerón, según la cual toda la literatura republicana habrían sido toscos
Durante la República, una vez establecida la traducción y la exis­ ensayos que venían a culminar en las producciones del propio Ci­
tencia de una literatura en latín (no sin lucha: los analistas de cerón y del propio Horado como frutos maduros y consumados.
Roma, gentes de la aristocracia, escribían sus anales en griego -como
todavía escribiría sus memorias Sila- y contra esa sumisi6n a los 51. Convendría también hacerse alguna idea de la manera en
graeculi tiene que levantarse Catón el Viejo), la situación permanece que el latín, entre tanto, se va convirtiendo en griego, en el sentido
vacilante y ambigua: por supuesto, no se intenta siquiera que en las que indicábamos arriba. Hay ciertas partes o más bien capas de la
partes orientales del naciente Imperio sustituya el latín al griego, y lengua que parecen máximamente inasequibles a la modificaci6n 'des­
aun en Roma misma, al tiempo que la mayoría de los esclavos ha­ de fuera' (esto es, por influjo social, histórico, cultural), como son
blan griego, la buena sociedad acepta cada vez más decididamente la de los procedimientos morfo-sintácticos (los procedimientos para
la práctica del bilingüismo, incluso para la conversación de buen señalar en las palabras la función sintáctica o la relación de las
tono; y la literatura; por su parte, sigue de generación en genera­ palabras entre sí), el repertorio fonémico y su organización en sis­
ción un camino de helenización progresiva, de adaptaeión cada vez tema, y en fin, un reducido grupo de vocablos fundamentales y de
más estricta de los semantemas, las partículas, las normas sintác­ máxima frecuencia (deícticos, numerales, designaciones de actos y
ticas y los nombres (ya los nombres de los dioses latinos no son estados elementales o de puntos de las partes más profundas de la
más que mera traducción de los griegos correspondientes, y cuando organización social). En cambio, hay otros sectores máximamente
la traducción no ha sido posible, se practica la transcripción: ya asequibles a la modificación externa, como el vocabulario en general,
las Camenae son las Musae) . los procedimientos de construcción sintáctica más compleja (sobre
todo, los de síntesis de predicaciones en una sola frase: subordina­
50. Es instructivo a este propósito observar la actitud de la ción, subpredicación), los elementos precisadores del valor relativo
propia conciencia romana al final de la República y en los años de de la frase y de la relación entre frases sucesivas, que están cerca
Augusto ante el hecho de la duplicidad: pues por un lado parece de las costumbres semigramaticalizadas de entonación, tempo y modo
que se intenta una concepción paralela de Roma frente a Grecia de ejecución rítmica de la frase. Atendiendo a la relación de la
11. Apuntes para una historia de la traducción 65
64 Agustín García Calvo
contacto con la xotv� helenística, el latín salpicaba la lengua del
lengua con los hablantes, diríamos que los primeros sectores son los Oriente con algunos préstamos (especialmente abundantes del II a
más inconscientes (o mejor : subconscientes) y los segundos los más los comienzos del m, y luego en el v y VI, según mostró F. Viscidi
superficiales y sujetos a la conciencia. I prestiti latini nel greco antico e bizantino, Pádua, 1944). Mante­
nida la dualidad, cuanto más inútil desde el punto de vista de la
52. Pues bien, es evidente que el latín se mantiene como len­ utilidad (práctica o cultural) de la lengua en sí misma, tanto más
gua diferente en gracia de la conservación de los elementos de la utilizable para fines éticos o políticos, al convertirse el hablar una
primera dase, mientras que se convierte en la misma lengua (en u otra lengua en emblema o distintivo de algo, no deja de haber
griego) en cuanto a la progresiva adopción de los elementos de la alguna raz6n para hablar incluso de lucha entre las dos lenguas mun­
segunda clase, ya por préstamo directo, ya -más de ordinario y diales, como lo hizo V. Zilliacus en su libro Zum Kampf der Welt­
más eficazmente- por adaptación a nuevos usos semánticos o sin­ sprachen im Ostromischen Reich, Helsingfor, 1938.
tácticos de palabras o costumbres gramaticales preexistentes. Pero
ello es que al mismo tiempo hay que advertir lo siguiente: que jus­ 54. Repetidos fueron los intentos para acabar con la tensión
tamente aquel terreno inasequible a la influencia es el más indife­ que el aparente bilingüismo imponía en el Imperio. La primera mitad
rente o neutro respecto a las relaciones -digamos-- con la vida, del siglo 11 d. de J. representa el paso más avanzado para rendir
respecto a las cuestiones de cambio de los pueblos, de educadón, de todo el Imperio al griego bajo su forma griega ; y en ello curiosa­
técnicas y modas, de transmisión de la cultura (todo comienza, en mente coincidían dos sectores de la sociedad bien extraños entonces
efecto, por ser consciente antes de informar las estructuras más entre sí: por un lado, los círculos ilustrados y gubernamentales, el
profundas); y que en cambio, aquel terreno más superficial y mo­ emperador Adriano y su corte, Frontón, el preceptor y hombre de
vedizo es justamente aquel en que la cultura, incorporada, resulta letras influyente, y todavía Marco Aurelio, que escribió en griego
a su vez informadora y reformadora¡ y constituye, inversamente, sus memorias, que se cuentan como uno de los más viejos ejemplos
aquella parte de la lengua que, teniendo ya realmente un carácter de escritura intimista o de confesiones (que lo individual tendiera
de supraestructura, condiciona el ser de la sociedad de una manera a hablar en griego refleja fielmente la tendencia de lo universal);
más directa y poderosa. De manera que el latín se mantiene como y por otro lado, las comunidades cristianas, cada vez más abun­
lado en lo que tiene de más inerte, de más remotamente significa­ dantes y numerosas en Occidente, pero sobre todo en la Urbe y las
tivo para la sociedad (donde resulta que lo más privativo de una ciudades, donde el lenguaje de la liturgia, las homilías, pero también
lengua es al mismo tiempo lo más universal a las lenguas todas), y las conversaciones de los ágapes fraternales y de las 'profecías'
en cambio se convierte realmente en griego, expande y continúa el (v. § 29 ), debió de ser en general el griego durante mucho tiempo;
griego, en todo lo que es socialmente más activo. Y anoto que la en griego había escrito San Pablo lo mismo a Efeso que a Roma, y
verdad de las observaciones precedentes debe de ser indenegable, en cuando ahora justamente comienzan a hacerse las traducciones de
cuanto que, bien mirado, se trata probablemente de una tautología. los textos bíblicos en latín, mucho hay en el lenguaje de las más
viejas, que podemos leer en parte, que nos sugiere que debieron de
53. Pero sin embargo, la aparente dualidad de las lenguas se ser compuestas las más veces por gentes cuya lengua materna era el
sigue manteniendo, y ello va a tener notables consecuencias para griego. La conquista de los campos de Occidente debi6 de ser lo que
el Imperio y para la Historia en general. Desde el punto de vista le costó al cristianismo renunciar a su lengua gentil originaria.
de las personas, el bilingüismo se generalizaba desde el 1 a. de J.
hasta el n d. de J. en Occidente, en tanto que en Oriente (en Egipto, 55. En todo caso, el fracaso de la tentativa de rotura de la
por ejemplo, como lo muestra la recogida de papiros) el latín no tensión en ese primer sentido hubo de llevar a la tentativa de supe­
penetraba sino muy aisladamente en la administradón, en los desta­ rarla en el sentido inverso: es lo que representa el emperador Cons­
camentos militares. Así resultaba que, mientras el griego informaba tantino; el traslado de la capital a Constantinopla podría superfi-
progresivamente el latín, a través de la herencia literaria y por el
66 Agustín García Calvo II. Apuntes para una historia de la traducción 67

cialmente interpretarse en el sentido precisamente equivocado; pero imperatores). El texto, en efecto, refleja bien la identificación de
ya el mismo hecho de que pretendiera rebautizarla como véa 'Pá>¡i.:r¡, nuevo de Roma (del destino imperial) con el latín (con la Cultura
Roma la Nueva (invirtiéndose así aproximadamente la situación res­ traducida ); y también, por otra parte, cómo esa necesidad política
pecto a la que se cifrara antaño en el mito de Eneas, en que Roma ha obligado a dar con la fórmula que relativiza la noción de barba­
era la Nueva Troya), revela bien que de lo que se trataba era de rie: «la llamáis lengua bárbara por el hecho de que no la entendéis»;
meter en el Oriente el centro de la romanidad. El emperador cons­ esa relativización es justamente el fruto del establecimiento de la
tantemente habló en latín, escribió en latín, y en latín tuvieron que noción de traducción de lenguas.
explicarse sus padres eclesiásticos en Nicea. Lo que ha sucedido (sin
que intente entrar aquí a desentrañar la correlación de los hechos) 57. Al fin, gracias también a la caída del Imperio Oriental
es que, en la medida que el cristianismo se identificaba éon el Im­ bajo los árabes y los turcos, va a ser esencialmente a través del latín,
perio, al mismo tiempo el Imperio Cristiano se ha identificado con y por Occidente, es decir, bajo su forma traducida, como la Cultura
el latín, y por lo tanto el griego con el paganismo condenado y re­ (la especial manera de humanidad que seguimos llamando aún occi­
cedente; hasta el punto de que, por ejemplo, el historiador Zonaras, dental) va a seguirse transmitiendo y expandiendo; sin que ello sea
hablando de Juliano el Apóstata, podrá expresarse del siguiente desconocer del todo la importancia de la transmisión bajo forma
modo: «Ya convertido en emperador, . . . al punto estalló en el griega (eclesiástica) en los campos orientales del Occidente; si bien
más extremo helenismo» (fA.).:r¡vtaµóv), que quiere decir naturalmente hay que considerar sobre qué ténue trama eclesiástica y griega la
'paganismo'. Así es que, poco después, San Agustín, en contrapunto Cultura se ha reconstruido en países como Rusia por una esencial
con Marco Aurelio, deberá escribir sus confesiones en latín, un latín incorporación de aportes latinos, traducidos; de manera que en
que así a su vez se cargaba de las funciones de la retórica intimista, casos como ése u otros posteriores (el de la propia Grecia moderna,
como de otros 'helenismos' se cargaba el del novelista Apuleyo. por ejemplo) ha sido la escasa base griega la que, con papel casi
similar al de otras bases propiamente bárbaras (p. ej., la árabe, la
56. En fin, separadas ya irremisiblemente las dos mitades del hindú, la china), ha servido para trama de asimilación de la Cultura
mundo, cada una con su lengua, las gentes de Bizancio van a volver única, que era ya la griega bajo su forma latina o traducida. Ni
aún a la actitud de sentirse los depositarios de la Cultura, justamente conviene olvidar tampoco que desde la segunda fase del Renacimien­
en cuanto conservadores del griego, y volver por ende a tratar de bár­ to italiano, con el reaprendizaje del griego antiguo, vuelve a exten­
baros (como lo habían sido nueve siglos atrás, cuando Plauto tra­ derse por Europa una conciencia del bilingüismo de la Cultura, hasta
ducía 'en bárbaro' la Comedia Nueva) a los latino-hablantes de Occi­ el punto de que el título del culto puede tomar la forma de doctus
dente (si es que puede llamarse latín aún a lo que en Occidente se utriusque linguae, 'instruído en ambas lenguas' (concepción bilingüe
hablaba ya por aquel entonces). Y la reacción de los occidentales que no deja de entrar en una cierta competencia con otra que trataba
se refleja muy ilustrativamente en el siguiente texto, de un esérito de incluir ya también el hebreo, de lo que es recuerdo el nombre del
del papa Nicolás 1, dirigido al emperador Miguel 111: «Pero, en fin, Colegio Trilingüe en nuestra Universidad). Pero en verdad no volvió
si la llamáis lengua bárbara por el hecho de que no la entendéis, a haber nunca en el uso práctico más que una sola lengua de cul­
considerad que es ridículo que os llaméis emperadores de los roma­ tura, el latín medieval y moderno, la única forma del griego destina­
nos y que, en cambio, desconozcáis la lengua romana. . . . Dejad, da al éxito y la perduración.
pues, de denominaros emperadores romanos» (todo ello en un latín
tenebroso, de la más profunda crisis escolar, la anterior al primer 58. Confío que el anterior excursus no por apresurado haya
renacimiento, el carolingio: Iam uero si ideo linguam barbaricam dejado de ayudar a precisar en su apariencia histórica el planteamien­
dicitis, quoniam illam non intelligitis, uos considerate quia ridicu­ to metafísico de la cuestión de la dualidad que el hecho de la tra­
lum est uos appellari Romanorum imperatores et tamen linguam ducción nos planteaba; es a saber, cómo resulta imposible la afir­
non nosse Romanam. . . . Quiescite igitur uos nuncupare Romanos mación de que Roma o es otra cosa que Grecia o es la misma cosa
68 Agustín Garda Calvo 11. Apuntes para una historia de la traducción 69

(de que el latín o es otra lengua que el griego o es la misma lengua). las cuales, naturalmente, repetirán el mismo proceso que para la
Pues ya se ve que el único tipo de afirmación aplicable al caso es primera vez hemos aquí indicado: todas ellas vendrán a ser el griego
precisamente el contradictorio : que es lo mismo y que no es lo (a través de su forma latina, traducida, occidental) al mismo tiempo
mismo. Es justamente la realidad de esta contradicción lo que ca­ que persisten en no ser el griego mismo.
racteriza la situación desde el momento que la traducción es posi­
ble. El nacimiento del dos consiste en la reproducción del uno de tal 60. Pero en este punto tenemos que detenemos para repasar
manera que ese doble del uno que en la adición resulta continúa toda la consideración del proceso con otros ojos: pues ello es que
siendo el mismo uno y es al mismo tiempo un uno diferente (no a lo largo de los párrafos anteriores ( §§ 49-57) la misma necesidad
hago sino aludir como ilustración al caso del conflicto de la perdu­ de hacer una exposición histórica de la cuestión nos ha obligado,
ración de la personalidad de la ameba en el trance de su reproduc­ por la miseria y sumisión del lenguaje historicista, a seguir emplean­
ción por división). La realización de esa abstracción, que está ya do términos condicionados por el proceso mismo en el que estamos
ciertamente asegurada desde el punto en que aparecen las formas incluidos y que en este ensayo tratamos de analizar: concretamente,
más elementales de dinero (una res, en efecto, sólo puede ser mone­ hemos tenido que hablar de 'lengua' y de 'Cultura' (y de lenguas y
da desde el momento en que simultáneamente es la misma y no es culturas) romo de dos realidades independientes. Dos realidades son
la misma que otra res), adquiere, sin embargo, un nuevo grado de de hecho, en efecto, en este mundo en el que estamos y no de otro
intimación en la Sociedad cuando, por el fenómeno de la traducción, modo puede tratarlas la ideología habitual y sustentadora: es esa
se realiza tomando como entidades a las propias unidades sociales ideología la que las hace realidades en la misma medida en que esa
y lingüísticas. forma desdoblada de la realidad es el fundamento mismo de la ope­
ración de las ideologías. Pero el análisis justamente pretende des­
59. Ahora bien, recordemos que el nacumento del dos tiene cubrir el carácter de devenir que el Ser tiene y oculta (al mismo
también la siguiente consecuencia para el uno mismo: que desde modo que, en el momento dialéctico inverso, denuncia el pretendido
ahora el uno es también un número; o dicho de otro modo: que cambio y movimiento como ardid del Ser para su permanencia), y
una vez que el dos surge, no es el dos simplemente lo que surge, así, en este caso, lo que trata de hacer, al aferrarse al fenómeno de
sino toda la serie de los números; lo que una vez ha podido ha­ la aparición de la traducción y someterlo a interrogatorio, es descu­
cerse (la repetición de lo único) sugiere, por la esencia misma del brir cómo sucede que sean dos (que se hagan dos) la lengua y la
fenómeno, que puede también hacerse otra vez y otra; la reproduc- Cultura, que sin la traducción no podrían ser sino una (y por lo
. ción de algo reproduce también la reproducCión; y el proceso que tanto, ni una tan siquiera); en vez de consentir que la traducción
se inicia resulta infinitamente repetible. Es así que en cuanto con se siga interpretando como el traspaso de hechos culturales de una
la Odusía de Andronico ha comenzado a poderse hablar de una se­ lengua a otra, tratará de ver en la traducción el momento de creación
gunda literatura (junto a la primera, que era la única: la helenística, de la cultura y de la lengua.
o más bien la literaturizaci6n de la poesía griega), ya va a poder
haber otra literatura más y un número ilimitado de ellas; asf vendrá 61. Es de todos modos significativa la ambigüedad del concepto
a haber una literatura árabe y comenzarán casi al mismo tiempo mismo de Cultura entre nosotros. Recuerdo aún cómo hace dos o tres
las literaturas nacionales de Europa (indiferentemente en lenguas decenios los ámbitos cultos de la burguesía se agitaban en un vio­
latinas o no latinas), y así también recesivamente vendrán a ser lento démelé para diferenciar dos capas en el concepto, lo que se
concebidas como literaturas, en el sentido propio (occidental) de la reflejaba en el intento de atribuir dos significados precisos, por
palabra, colecciones de textos extrañas o preliterarias, como la india, ejemplo, a los nombres cultura y civilización; tan desafortunado,
la china o la egipcia. Y del mismo modo, que el latín se haya que llegaron incluso a producirse atribuciones en sentido aproxima­
hecho capaz de la traducción, se haya convertido en lengua de la damente inverso y el resultado fue que el embrollo se hizo más
Cultura, hará que la Cultura pueda tener infinitas lenguas; todas inextricable. Con toda razón, por cierto: pues el aspecto --diga-
6
70 Agustín García Calvo II. Apuntes para una historia de la traducci6n 71

mos-- económico y el ideológico de las estructuras sociales están tura ha devenido real por obra de su reproducción, de la traductibili­
de hecho implicados entre sí de tal manera que cualquier teorifica­ dad de lengua a lengua.
ción sumisa al sistema no puede sino, a su pesar, mantenerse fiel
a la implicación; y aun el análisis de línea marxista, al describir 63. Decimos asimismo que ese surgimiento de la Cultura es si­
la interrelación entre base y supraestructura, recae siempre en una multáneo y correlativo del surgimiento de la lengua; qu_e primero
concepción que, al tiempo que mantiene de manera tradiéional la no hay más que la Lengua (por oposición a la barbarie); que sólo se
dualidad entre ambas, establece entre ellas relaciones tradicionales, convierte en una lengua cuando se traduce en otra; y que es al sur­
causalistas. Conste, pues, que, en vista de ello, renunciamos aquí gir las lenguas, y con ellas el concepto lengua (en el sentido de nom­
provisionalmente a introducir ese tipo de diferenciación en el con­ bre común aplicable a las varias lenguas), cuando al mismo tiempo
cepto, de manera que 'Cultura' alude igualmente a la agricultura y surge el concepto de lengua como opuesto de Cultura. Que el griego,
otras técnicas que a la música o la historia, o que a los heehos más pues, no es una lengua todavía es una evidencia que encuentro ya
difíciles de inscribir en la oposición 'supraestructura/base', como los sentida y expresada con relativa claridad en los ensayos de J. Loh­
reglamentos de trabajo y los preceptos retóricos, el uso de nombres mann, publicados hace años en la revista Lexis (demasiado mal en­
propios, las modas e instituciones eróticas y las artes de la cons­ cajada en las corrientes de la industria cultural para durar muchos
trucción o la cocina. Se diría que el concepto de 'Cultura' se identi­ años), éuya lectura recomiendo a mis lectores ; así en el siguiente
fica con el de 'Vida' o 'modos de vida', desde el momento que se re­ texto: «Quizá tan sólo se podrá empezar a comprender el griego
nuncia a otras sugerencias de la palabra vida que no sean su estricto cuando se haya cesado de considerarlo como 'lengua', y se haya visto
significado realista de 'proceso de función histórica de los seres'. que toda traducción a nuestras lenguas trae consigo necesariamen­
te una falsificación de lo pensado en griego. . . . El griego, toma­
62. Pues bien: la palabra Cultura la jugamos aquí de tal ma­ do en su plena realidad, no es ninguna lengua como la lengua
nera que al mismo tiempo alude a la humanidad en general, con la inglesa o la francesa lo son para nosotros, sino una forma de pensar
consiguiente existencia de diversas culturas por el mundo, y al mismo (Denkform); quizá mejor todavía, una forma de vivir (Lebensform),
tiempo dice que cultura no hay más que una, la que llamamos griega . . . para la cual, mirado desde nuestro punto de vista, es en primer
u occidental, o simplemente nuestra. Añadimos incluso que, si actual­ término característico el hecho de estar el pensamiento de la manera
mente hablamos de la cultura china, de la inca o de la papú, ello se más íntima e inmediata encajado en el hablar (das unmittelbare,
hace por analogía, y que esta operación analógica es una de las con­ innigste Eingebettetsein des Denkens in die Rede), en el l6gos (o
secuencias del establecimiento de la Cultura en sentido estricto; también diálogos)» (Lexis, 111 ). Y así la operación de Roma se
pero anotamos simultáneamente que este establecimiento de la Cul­ describe como desmembración de la unidad de «pensar, ser y ha­
tura como tal Cultura consiste, a su vez, en su reproducción (o en blar», trayéndose a colación la fórmula «Ratio = lógos menos ora­
otras palabras, que Grecia no es Grecia sino desde el momento en tio » . Sólo que no se trata de comprender el griego ni lo griego, sino
que es Roma). Se diría, pues, que estamos con ello confundiendo la de denunciar las formas de comprender la lengua en general (y la
ascensión de la cultura (y de los hechos culturales, como la literatura) cultura) que en la reproducción de lo griego se han establecido.
a la situación de conséiencia, de concepto cultura, con la aparición de
la cultura misma. Y es que de eso se trata justamente: que lo que 64. Aprovechando nosotros que la palabra prehistoria se ha
tratamos de sugerir es que esa objecci6n que se nos presenta, basada empleado ya en varios niveles para aludir a la situación anterior a un
en la diferenciación del concepto de cultura (la palabra cultura, que momento, que se desea señalar, de ascensión a un nuevo nivel de con­
es su aparición) y la éultura misma o real, es una objección (y una ciencia (así, tradicionalmente, para el momento de la escritura; así,
diferenciación) característica de un mundo en que la Cultura en en Marx, para el momento de toma de éonciencia de la clase prole­
sentido estricto está establecida y reina; que esa objección y dife­ taria como tal clase), nos permitimos también, a este respecto, hablar
renciación tan sólo pueden darse desde el momento en que la Cul- del siguiente modo : hay un estadio de prehistoria cultural en el que
72 Agustín García Calvo
U. Apuntes para una historia de la traducción
la l ngua habla de las cosas y actÓa sobre las cosas, pero en que to­

dav1a los productos de la operación de la lengua no se han conver­ del ser, el concepto, para el cual existir y ser concebido son por de­
tido a su vez en cosas de las que se pueda hablar (o más precisa­ finición la misma cosa. Y sin embargo, es esa especie de hijo de la
mente, no se han desarrollado los mecanismos de su conversión auto­ operación lingüística el que separa a su padre y madre, y al sepa­
rarlos los engendra como entes independientes: pues sólo desde el
�áticamente en. cosas). Hay conversaciones, hay leyes, hay medita­
c1ó� sobre el crelo y s�bre las pasiones, se pronuncian ensalmos y momento que la realidad del concepto se establece puede comenzarse
con1uros, se hacen cancrones y teatro, se narran las hazañas de los a hablar de la lengua y de una realidad independiente de la lengua.
antepasados, se pintan escenas de la vida en las paredes o los vasos Surgido el substantivo común lengua, surgido el concepto de 'lengua',
Y por supuesto, se construyen casas y vasos y cigüeñales, imágenes tal como es de uso corriente entre nosotros, él implica a su vez el
Y altares de los dioses, arados y cuchillos y agujas y collares (en otro concepto de 'cosa', de objeto de la lengua ; pero tanto la lengua como
?
lug�r se explicará c mo estas últimas técnicas se incluyen en las ope­ su cosa no pueden acceder a la existencia más que por la mediaeión
raciones del lengua1e); pero apenas si aquí y allá se van cosificando de la idea y del concepto, que viene a ser así la forma fundante y je­
algunos de estos productos de la actuación de la lengua sobre las cosas rárquicamente primaria de la realidad. Es así cómo la Historia pro­
(las primeras apariciones de la cosificación podemos verlas indicadas piamente dicha coincide con el reinado del concepto. Ahora bien, lo
probablemente por la aparición de una categoría de nombres de ins­ que aquí nos obstinamos en descubrir es cómo el reino del concepto
trumento, c�mo los en -trom de las lenguas indoeuropeas), y hasta un sólo prueba definitivamente su presencia, y al probarla la reafirma al
arado todav1a, en el momento que no ara, deja de tener existencia mismo tiempo, éon la aparición de la traducción de lengua a lengua.
alguna; y por supuesto, sólo trabajosamente aparecen los sustanti­
vos relativamente abstractos del tipo de vasi¡a, edificio, ¡oya, canci6n 66. Tal es la observación elemental a la que retornamos: que la
o ley que atestigüen que los productos de la alfarería de la cons­ traducción supone la existencia del pensamiento cosificado (como cul­
d
trucción, de la orfebrería, del canto o de la dominació están cosifi­ minación de la cosificación de todos sus productos ): la equivalencia
cados, esto es, han pasado del reino de las cosas que actúan al reino entre dos palabras sólo se funda en la mediación de un concepto sub­
de las cosas que son. Y, por supuesto, está lejos el día en que los yacente y común a ambas, así como la identificación de dos discursos
'verbos' de narrar, conversar, meditar han desarrollado substantivos lingüísticos funda la existencia de una lógica. Así, todavía con una
como narraci6n, conversaci6n, meditaci6n, con cuyo surgimiento po­ cierta ingenuidad, había de anotar hace pocos años Safarewicz, rese­
dríamos señalar que los procedimientos de conversión automática de ñando el libro de Hartmann, Zur Konstitution einer allgemeinen
los productos de la lengua en cosas, objetos de la lengua, están en Grammatik, en la revista Kratylos ( 1963, pág. 17): «Se ha mostrado
marcha y que por tanto, la historia de la cultura ( ¡con toda la ambi­ así la etapa intermedia en los procesos de la traducción: entre el
güedad de esta expresión ! ) ha comenzado: la Cultura propiamente enunciado en una lengua dada y la traducción está la etapa del es­
histórica, que coincide con la posibilidad de historiarse a sí misma. quema lógico, consecuenéia del análisis del enunciado»; donde, sin
embargo, la exposición de traducción y esquema intermedio como
65. Pues bien: esa posibilidad de conciencia de la conciencia etapas sucesivas es aún confusa y tradicional, y la confusión se revela
(que implica -claro está- la cosificación de la conciencia) supone más claramente cuando al final se presenta el esquema lógico como
el ascenso a un especial nivel de abstracción, que tratamos de pre- · resultante de una operación de análisis del enunciado. Pues hemos
cisar del siguiente modo : existencia del pensamiento, existencia de visto más bien que el reino de las ideas surge, con la traducción,
las ideas, existencia de los conceptos. Es a saber, que el pensar por bajo la presión de la necesidad práctica de mantener la unidad en la
conceptos es una aparición idéntica con el concepto de 'pensar''· y diversidad; y si hemos expuesto el proceso sobre todo como gené­
que la aparición del concepto de 'concepto' significa la separación de tico, mostrando cómo en el alba de la Historia la traducción mani­
la realidad y de la idea, al mismo tiempo que la confusión entre exis­ fiesta y mantiene el reino de los esquemas lógicos, ello ha sido más
tencia y concepción: por fin ha aparecido, en efecto, una modalidad de tal manera que la génesis actúe como mito histórico que esclarezca
en algún modo la situación actual, real, vigente: ésta en que, mante-
74 Agustín García Calvo 11. Apuntes para una historia de la traducci6n 75

niéndose la diversidad de lenguas junto con el presupuesto de su en que se hace infinitamente generalizable a partir de su primera
equivalencia, la práctica de la traducci6n está contínuamente testi­ reproducci6n (en la traducci6n a lo romano), hasta el punto de que
moniando (te6ricamente) y sosteniendo (de hecho) el reino de los la misma descripción de otras 'mentalidades' y concepciones no podría
conceptos y los esquemas 16gicos. hacerse sino a su vez, traduciéndolas también a ese sistema occi­
I ·'· ·

dental, único en que tienen cabida los conceptos de éoncepción del
67. Que este reino sea, bajo la apariencia de algo universal y mundo o de 'mentalidad'. No se trata de una crítica y liberaci6n de
necesario («que está ahí»), la tiranía de una concepción particular, lo griego en cuanto griego, sino de lo griego en cuanto universal;
es a saber, la griega (bajo su forma latina, se entiende), como resul­ no de la liberación de las ideas griegas, sino de la liberaci6n de las
tado de que la lengua a que esa concepci6n corresponde propiamente ideas.
.
ha sido el sustrato de nuestras lenguas, es una sospecha q�e repeti­
.
damente se ha de1ado enunciar durante los últimos decenios. Por 69. Lo que sucede, en efecto, es que los presupuestos histó­
·

poner un par de ejemplos, en 1951, en los comunicados de las se­ ricos que hemos visto fundándose y manifestándose en la aparici6n
siones de la Sociedad de Ciencias 'Joachim Jurgius', publicadas como de la traducción, y al mismo tiempo la eontinuación de la práctica
Sprache und Wissenschaft, Gotinga, 1960, se hicieron oír (entre de la traducción entre las lenguas nos obliga a vivir, por así llamarlo,
otras voces, como las de Snell o Hartmann) estas palabras de en una realidad de conceptos, en un mundo mediado continuamente
H. Wein : «Toda ciencia de tipo europeo está de algún modo condi­ por la propia concepción de sí mismo; en el que, así como las pa­
cionada por la lengua griega antigua, en euya estructura fundamental labras son mera cuestión de forma (puesto que de un modo u otro,
p
número, tiempo, realidad (Dinglichkeit) desempeñan un apel pre� en uno u otro idioma, se refieren a la misma cosa, y bajo ese presu­
ponderante»; por su parte, 'L. Rougier, en La métaphysique et le puesto nos entendemos todos), así también y correlativamente la
langage (París, 1960) mostraba cómo los problemas metafísicos tra­ posible materia y la posible vida se subordinan, como mera materia
dicionales consisten en problemas de lenguaje, y analizaba la impor­ inerte, a los conceptos que realmente las hacen ser algo en este
tancia de algunos hechos de nuestras lenguas, como el de que hu­ mundo. Y así la comunicación entre los diversos hablantes (la posi­
biera un verbo cópula que era al mismo tiempo un verbo de exis­ bilidad de la traducción) establece universalmente la falsificación co­
tencia; y en fin, W. Wieland, en Die aritotelische Physik (subtitu­ mún, y la necesaria aceptación por cada uno de los mismos conceptos
lado «Investigaciones sobre la fundaci6n de la ciencia natural y los y esquemas mediadores trae consigo la sustitución para todos de esos
condicionamientos lingüísticos del estudio de los principios en Aris­ esquemas y conceptos en el lugar de una posible vida felizmente
t6teles»), Gotinga, 1962, intentaba describir el proceso de substan­ confundida con las palabras.
tivaci6n de lo que eran en principio relaciones (como cualidad causa
fin, esencia), fundándose así en Aristóteles los m6dulos del' pensa� 70. Pero ello hasta tal punto que si alguien intentara (como, de
miento científico occidental. Mientras, por otro lado, los investiga­ hecho, se ha intentado repetidamente) terminar con la diversidad
dores de lenguajes extraños, sobre todo los americanos, en especial de lenguas (y por ende con la traducción ) fundando una lengua uni­
B. L. Whorf, se complacían en revelar 'mentalidades' o concepciones versal, un medio general humano de comunicación, es más que de
y esquemas 16gicos, extraños a los griegos o nuestros, que a esas otras temer que esa lengua única no pudiera ser otra cosa que la ratifica­
lenguas éorrespondían. ción y codificación de la sustancia lingüística que en la traducción
entre las diversas lenguas ha tenido que establecerse; y que elevada
68. Pero la cuestión tampoco puede plantearse ya de esa ma­ así a plena realidad la sustancia de la lengua siguiera sirviendo igual­
nera, desde el momento que se ha visto cómo lo específicamente mente al mantenimiento de la Sustancia en general, del reino de la
griego se confunde con lo en general abstracto (con la Cultura en el Sustancia que sustituye a la libertad insustantivable, y que de ese

sentido de conciencia de la conciencia), y precisamente sólo s con­ modo la Humanidad viniera a ser como una tribu aislada que no co­
vierte en algo particular (una lengua, una cultura) en el momento nociera más lenguas que la suya y estuviera, por tanto, condenada
76 Agustín Garcfa Calvo
.

a ser la esclava irredimible de su propio código de visi6n del mundo.


r- -'-- - búsqueda de los universales lingüísticos a que las escuelas
cy u otras varias se sienten actualmente atraídas está en
último término promovida por la necesidad práctica de encontrar un
fundamento a la traducci6n mecánica entre lenguas, y esa búsqueda,
si pudiera llegar a tener éxito, no podría dar en otra cosa sino en una
consolidación en sustancia real de la Humanidad tal y como es, tal
y como la Historia la ha hecho ser al paso que escribía ella la His­
toria, mientras que cabe a pesar de todo sospechar aún que su otro
destino era justamente la negaci6n de su destino. Y en cuanto a
aquellas otras florecientes tentativas de elucubración de un lenguaje
l6gico o, como se dice redundantemente, de una l6gica formal, es
evidente que a este respecto no constituyen novedad frente al len­
guaje matemático tradicional: se trata de la lengua hecha para hablar
de universos creados por ella misma, que poco tiene que ver con las
funciones del lenguaje, curiosamente llamado natural, en que es
esencial la contradicci6n con un objeto extraño e indefinido ; que
s6lo podría hablar con exactitud del mundo (y hablar con exactitud
es en un lenguaje formalizado el hablar mismo) en la aterradora
perspectiva de que ese mundo estuviera reducido a ser una mera crea­
ción lingüística.

71. Difícil es de concebir -por no decir 'imposible'- el me­


dio por el que pueda llevarse a cabo la revuelta contra el mundo de
conceptos que nos ha sustituído cualquier posible inteligencia y vida,
sobre todo desde el momento en que la necesidad de entenderse entre
sf los dispersos hijos de Babel ha impuesto la realidad de la traduc­
ción. Sensatamente anotaba B. Willey, en la página 2 de su libro
Seventeenth Century Background (Londres, 1934): «'Doctrinas vistas
como hechos' solamente puede verse que son doctrinas, y no hechos,
a costa de grandes esfuerzos de pensamiento». Sólo que sensatamente
nadie habrá que piense que ni los mayores esfuerzos de pensamiento
sean capaces de semejante cosa; y más bien es de sospechar que
para la destrucci6n de los conceptos hace falta en todo caso algo más
que palabras seguramente.
m
EL FONEMA Y EL SOPLO

1 . Al que se dedica a investigar l a sociedad por medio de su


lenguaje suele quedarle siempre alguna pena y secreta envidia res­
pecto a los científicos propiamente dichos por el hecho de que no
encuentra la manera de que, también él, pudiera preparar° experi­
mentos con la materia de su estudio y así bien por la observaci6n y
c6mputo deducir leyes de su comportamiento o bien comprobar la
exac titud de sus deducciones por medio de un experimento preparado
aJ hoc con todas las condiciones requeridas.

2. Pero ello es que, efectivamente, no se ve c6mo podría aquí


aplicarse la noci6n de experimento: pues, por un lado, cualquier
preparaci6n de la materia, tratándose de hombres en cuanto par­
lantes o de entidades parlantes cualesquiera, resulta ser a su vez una
actividad de relaéi6n social y toda observación de tal materia no
puede sino ser una actividad lingüística de diálogo y consulta; y, por
otro, los medios y facultades de la preparación y la observad6n ex­
perimentales se identifican con la propia materia experimental y son
objeto precisamente por la misma raz6n por la que son sujeto; es
algo así como si en un experimento de Genética con moscas del vi­
nagre se supiera que el acto experimental era al mismo tiempo un
acto genético, que no ya tomaba los hechos, sino que los construía
en una medida indeterminable, y que, naturalmente, el experimento
no podía realizarlo nadie sino las propias moscas del vinagre.

3. Los dos intentos más notorios de un estudio experimental


en tal sentido, que son, como es sabido, los que solemos citar bajo
los nombres de S. Freud y K. Marx, nos ofrecen asimismo las dos
78 Agustín Garda Calvo 111. El fonema y el soplo 79

más flagrantes muestras de la contradicci6n a que el intento se con­ tar la emulación y estimular a proseguir con ese tipo de investigación
dena: pues ambos, en efecto, la dialéctica histórica y el psicoanálisis, interpretativa o dialógica; pero ello no quita que, frente a la ciencia
pretendieron que la teoría surgía como mera interpretación de lo que positiva, se tenga que experimentar como una amarga manquedad
decía el objeto del estudio -respectivamente, la estructura econó­ la renuncia a la observación empírica de los objetos objetivos (inertes
mica del Alma y las contradicciones internas de la Sociedad-, en en cuanto observadores, mudos, de comportamientos directos y no
lugar de la actitud habitual de teorificar sobre los objetos supuesta­ reflexivos ) y a toda forma de prueba o demostración, no ya la demos­
mente dados; pero ese mismo hecho de prestar oído -prestar, por tración de tipo matemático, que la Ciencia pretendía otrora aplicar
tanto, voz- a los objetos-sujetos del estudio envolvía al estudio ne­ al estudio de la Realidad misma, sino también la comprobación por
cesariamente en una relación pragmática (esto es, lingüística, social), medio del éxito del experimento preparado e infinitamente repetible.
de diálogo o de lucha, con su sujeto-objeto; involucración de la que
tanto Marx como Freud se daban cuenta de que no podían eximirse 5. Bien es verdad que, para consuelo de esa envidia, suele ten­
ya, como lo muestra el hecho de que ninguno de los dos pensara ni der el estudioso, en venganza, a volverse sobre la propia Ciencia po­
por un momento en apartar la teoría del gabinete de consulta o los sitiva y tomarla por objeto de su análisis, y descubrir entonces que
combates políticos de la calle, sino que por el contrario sólo en la tampoco la Ciencia positiva tiene derecho realmente a disfrutar de la
continuaeión de la experimentación estaba la comprobación de la comprobación de sus afirmaciones por el experimento, que también la
teoría. Pero la situación era tal que, en la medida que el experimento Ciencia en general está condenada al diálogo con su supuesto objeto
tenía éxito, en la misma medida la teoría se quedaba falsa (como un y que, si pretende tomarlo como inerte y experimentable, ello no se
creyente en Dios, a quien dedicas un análisis que revela las contra­ hace sino en virtud de una previa abstracción, de todo punto injusti­
dicciones de su creencia, tanto mejor las asume y las supera cuanto ficada; y esto no sólo con respecto a las ciencias positivas históricas
más claramente se las muestras); pues al entablar ese análisis dialó­ o sociales (donde es evidente que la consideración de los entes histó­
gico con el objeto y reconocerle su rango de sujeto, lo que no pueden ricos como mudos acerca de sí mismos no es otra C:osa que la creación
evitar ni Marx ni Freud es que ese objeto al que ellos oyen sea tam­ de seres fantásticos, ajenos a la historia), sino también respecto de
bién un sujeto que les oiga a ellos, y que, por tanto, cuanto más se las ciencias que pretenden ser en esto modelo de las históricas, las
da cuenta de que tienen razón en lo que dicen, tanto más se aleja ciencias físicas o naturales.
de ser aquel objeto respecto al que el análisis era una interpreta­
ción verdadera, y tanto más Freud y Marx se van privando de tener 6. Pues -afumamos- también los seres naturales (el frío, la
razón cuanto más adquiere razón acerca de sí mismo el objeto de su flor, el aire, el astro) sólo son seres en cuanto son humanos (histó­
análisis. Bien pronto hubo de palpar el propio Freud lo contradicto­ ricos, sociales) y sólo aptos para la observación objetiva en cuanto
rio de la situación con motivo de los fenómenos de transferencia al son también sujetos y elocuentes; de manera que cuando se pretende
analista o de aquellos oníricos que surgían durante el tratamiento, que se les está observando eomo meros, pasivos, inocentes, objetos
en que el paciente soñaba ensueños destinados a contradecir las in­ de la observación , se está haciendo abstracción de la condición social
terpretaciones de su caso que Freud y él habían avanzado; y en la con que necesariamente se presentan al observador; y para someter­
observación general sobre la Realidad que podemos hacer nosotros, los al experimento como objetos naturales (exteriores y previos a la
parece bien evidente (aunque nunca determinable éon precisión) la operación del experimento misma) ha de olvidarse su verdadera na­
gran medida en que la asimilación del psicoanálisis y el marxismo ha turaleza: olvidarse que sólo están ahí, dados o puestos como datos
contribuído a falsificar o revelar la falsedad de las interpretaciones de la cuestión, en virtud de una previa operación social, aquélla que
de Marx y Freud. funda la Historia y, dentro de la Historia, la Ciencia; que no son
inocentes tampoéo ellos, sino que saben, pues que saber y ser sa­
4. Por supuesto que fracasos tan ilustres como éstos, lejos de bido no son sino dos aspectos de lo mismo: aquello que les dio
ser aptos para desanimar de tal intento, no pueden menos de desper- nombre no pudo menos de darles con ello mismo voz; las fases pre-
111. El fonema y el soplo 81
80 Agustín García Calvo
mentos, el histórico o el físico, viene antes en la génesis de la entidad
científicas que solemos nosotros describir torpemente como animistas correspondiente y cuál de los dos se origina a partir del otro.
o personificadoras de los objetos guardan mejor el recuerdo de aque­
lla operación primera ; y es la Ciencia positiva la que, a fin de ga­ 1 1 . Comencemos, por ejemplo, pues, por la observación fi.loge­
rantizar sus verdades con la experimentación, finge devolver a una nética, la del nacimiento o formación de la humanidad, y abordé­
condición de exterioridad, que no se ha dado nunca, aquello que mosla de la manera más rigurosamente empírica, pertrechados de los
estaba incluído desde el principio de los tiempos, por así decir. datos recogidos y los métodos desarrollados por la Historia (con la
Filología y la Arqueología a su servicio), la Antropología o Etnogra­
7. En otras palabras: se afirma aquí que la Naturaleza está fía, la Prehistoria, la Zoología, la Paleontología y la Biología. Pero
dentro de la Sociedad; o más precisamente : que la idea de que la he aquí que, cuando vamos a alzar el vuelo, al estilo de Teilhard de
Sociedad está dentro de la Naturaleza es una idea, naturalmente, de Chardin, hacia las síntesis, nos tropezamos desgraciadamente con
la Sociedad, que, lo mismo que sirve de fundamento a la Ciencia una antítesis; y una de la que no podemos graciosamente desem­
experimental y positiva, sirve de fundamento a toda la ordenación barazarnos, pues que es l a propia Ciencia, a la que seguimos, la que
social vigente. la pone, cuando establece y mantiene de hecho la oposición entre
ciencias históricas y físicas, la oposición misma entre Hombre y Na­
8. Ahora bien, ante afirmaciones como las precedentes, la Cien­ turaleza : es a saber, la siguiente disyuntiva previa: que o bien va­
cia positiva puede a su vez vengarse exigiendo que se aporte la mos a encontrar datos que dicen ellos mismos algo (unas letras en
prueba, esto es, la experiencia confirmadora de tal afirmación como una piedra, una canción, una tradición de organización familiar, un
ésa de que lo natural está dentro de lo social y que toda experimen­ instrumento de construcción indudablemente intendonada) o bien
tación es un trato entre entidades socialmente constituidas; exigencia datos que no dicen nada por sí mismos, que no traen ningún men­
que no puede desecharse alegando que implica un círculo vicioso: saje escrito, por as{ decir (un cráneo, una h11ella de dientes en una
pues esta contestación sería la que realmente dejaría el círculo ce­ rama fósil, unos gritos articulados de llamada, un conjunto de gestos
rrado. organizados para la dirección de la búsqueda de alimento o de la
emigración); y la Ciencia no puede librarse de la disyuntiva: pues
9. Pero entonces, obedeciendo por un lado esta exigencia de la es ella la que tiene organizada la división de su trabajo de tal modo
Ciencia positiva y al mismo tiempo manteniéndonos fieles a nuestra que en un caso se trata de la interpretación de lo que alguien ha
falta de fidelidad a los principios de la Ciencia, lo que intentaremos querido decir o realizar y en el otro del descubrimiento de las leyes
seguramente es encontrar, para presentarlo ante la Ciencia, algún a que obedece la presencia y la transformadón de tales estructuras.
caso en que lo reconocidamente social aparezca como previo de lo
reconocidamente natural y lo natural aparezca saliendo de lo social; 12. Veamos, pues, lo que sucede entonces con nuestra cues­
no porque semejante tipo de prueba pueda satisfacernos a nosotros tión acerca de la génesis de la Historia en la Naturaleza o de la
(esto es, los que no podemos permitirnos creer en los esquemas de Naturaleza en la Historia; pues es por esta cuestión por la que íba­
ordenación causal o temporal de los datos ni por tanto en el valor mos tras de datos empíricos a los que poder interrogar acerca de
probatorio de semejante comprobación), pero sí para que pueda satis­ ella. Pongámonos primero en el caso de que aquellos datos que en­
facer a la Ciencia que lo exige. contramos son parlantes (históricos, reflexivos, manifestadores de
una cierta consciencia de la situadón que los produce); en ese caso
10. Y es así que, siguiendo sus costumbres, nos lanzaremos, se­ podemos interrogarles directamente: «Vosotros, ¿procedéis de una
paradamente, a la busca del lugar de la experiencia por el campo de situación en que no había hombres? ¿Habéis salido de los árboles o
lo filogenétieo y por el campo de lo ontogenético, tratando de sor­ del barro o del vientre de las bestias?» Si entonces ellos (esas le­
prender en el momento de la génesis de la humanidad o en el de la yendas o herramientas o leyes o sistemas de nombres de familia)
génesis de un hombre algo que nos informe de cuál de los dos ele-
82 Agustín García Calvo I 11. El fonelllil y el soplo 83

nos respondieran que no, que nada de eso, que, por el contrario, nos preguntábamos, el histórico, humano, social y reflexivo; y que,
eran ellos los que habían inventado y hecho los animales, árboles y por ende, es de por sí ajeno a la cuestión de la relación entre ambos.
tierras, el experimento estaría ya resuelto en la confirmación de la ¿Cómo pueden entonces aprovecharse datos tales para nuestra inves­
tesis que se trataba de demostrar. Pero, por motivos que no vamos a tigación? ¿Cómo pueden llegarnos a informar de algo pertinente a
recordar de nuevo aquí, me parece que es al menos sumamente impro­ la cuestión de la génesis de lo histórico a partir de lo natural, de la
bable que escucháramos de esos datos tal respuesta. Pongamos, pues, inclusión de aquello como parte y prolongación de esto? Parece que
que recibimos la contraria, como de hecho nos la dan, sin ir más la respuesta está a la mano: tenemos que ser nosotros (esto es, los
lejos, el Génesis judaico (el Hombre, el último de los seres naturales entes históricos, humanos o sociales, Darwin por ejemplo) los que
y formado del barro) y la Teogonía hesiódica (los hombres después los estudiemos, seleccionemos, valoremos y relacionemos con otros
de que han surgido todos los elementos divino-naturales y también datos para que adquieran así función de prueba o comprobación de
las bestias y los diversos monstruos), aunque no sin una razonable una u otra tesis. Pero con ello nosotros los introducimos dentro de la
ambigüedad (entre los judíos los ángeles asoman como daros prece­ Historia, les prestamos palabra y los hacemos hombres; de tal ma­
dentes del Hombre; no sólo precedentes, sino interviniendo eficaz­ nera que, mientras nuestra tesis puede ser que lo humano es pos­
mente en el comienzo de su Historia; y en la teogonía como contem­ terior e interior con respecto a lo natural, con nuestro hecho mismo
poráneos al menos de los animales y de las montañas aparecen los estaríamos más bien probando lo contrario, si no fuera que tampoco
Titanes, que son también prefiguraciones de los hombres, y de cuya puede probar la verdad de un hecho algo que lo está haciendo; y así
estirpe es Prometeo y su hermano Epimeteo, que aparece al mismo Darwin repite la situación que en Hesíodo habíamos encontrado.
tiempo como el primer hombre); pero, con todo, la respuesta que
nos dan, aquí como en otras partes, las primeras voces de la Historia 14. Pasemos, en vista de ello, en busca de la experiencia con­
es cierta: la Historia arranca de la Naturaleza, de lo no-humano pre­ firmadora de nuestro aserto, al otro campo, al de la observación
vio, que por tanto la contiene como parte suya. Esto es lo que pro­ ontogenética, a la posible instancia de la génesis de un hombre, ar­
bablemente nos dicen esos datos. Pero en un segundo momento nos mados igualmente de los métodos y materiales de la Psicología (con,
damos cuenta de que justamente nos lo dicen ellos; y entonces ra­ a su servicio, las artes del psicoanálisis y la conversación), la Fisio­
zonamos, bastante científicamente, que lo dicho (pensado, creído, so­ logía (en especial Neurología), la Patología y la Biología. Si bien
ñado) está dentro, por así decir, de lo que lo dice (piensa, cree o es cierto que la situación se nos presenta aquí, al parecer, tan se­
sueña), que ese acto de deCir es precisamente la revelación de la situa­ mejante a la del campo filogenético, que ello contribuye a sugerirnos
ción histórica o social y que el proceso de génesis de lo histórico a el poco fundamento de la distinción misma entre los dos campos de
partir de lo físico se presenta interior y subordinado a esa situación la ontogénesis · y la ·filogénesis. También aquí, en efecto, nos encon­
que, de hecho, se nos revela. tramos sometidos a la misma disyuntiva: o bien los datos que se
nos ofrezcan serán parlantes y por tanto investigables por diálogo
13. Pongámonos, pues, ahora en la otra alternativa: que los y consulta directa sobre la cuestión que perseguimos, o bien los datos
datos que nos encontramos no son de condición parlante; que ellos serán mudos y tan sólo pasibles de un e&tudio como puros objetos
de por sf no pueden responder ni sí ni no a nuestra pregunta, porque inconscientes de sí mismos.
ellos no son aptos para la pregunta ni la respuesta, sino inertes y pa­
sivos objetos de observación, y que, simplemente, no responden. 15. Y entonces, si se trata del primer caso (algunas sílabas
Ahora bien, ya este mismo no responder resulta ser un dato muy inteligibles, unos ojos que ya ven, una anamnesis a lo largo de un
pertinente a la cuestión que nos traía: pues él nos asegura de que análisis de un ensueño), podemos directamente dirigirles las mismas
aquello, sea lo que fuere (hueso, huella, grito o gesto), es, por defi­ interrogaciones: «Tú ¿procedes de la carne y de la sangre? ¿Eres tú
nición, extraño de, ajeno de (pero no necesariamente exterior a ni ei que estabas en el vientre de tu madre? ¿Es verdad que tú, que
relacionado con) uno de los términos por cuyo modo de relación hablas, vienes de uno que no hablaba?»; las preguntas, por cierto,
84 Agustín García Calvo III. El fonema y el soplo 85
difícilmente serán contestadas más que por adultos ya y puestos en la tesis de que los entes históricos o reales hayan provenido de los
trances especiales, aquéllos, por ejemplo, que presumían de prestar
supuestos entes naturales ni que sea la Humanidad caso particular
palabra a lo que estaba por debajo de las palabras (sentimiento-sen­
o culminación de la Naturaleza.
sación-pasión), clasificados principalmente como poetas, o también
otros del vulgo de las gentes que, bajo el miedo de la censura, se
permitieran expresar sus opiniones en el lenguaje simbólico de los 17. Hénos aquí pués, al parecer, definitivamente reducidos a
ensueños. Y si ellos, después de todo, contestaran que no, que por tener que renunciar a las pruebas experimentales y, por más tenta­
el contrario, ellos son los inventores de su madre y que su persona dores que sigan siendo los ejemplos de un Piaget o un Vygotski
no procede de animalidad ninguna, sino que esa su animalidad es (reconocidos por la Ciencia como suyos, a pesar de todo el aprecio
creación de su persona, tendríamos sin más un testimonio que que también nosotros les profesemos), no podernos dedicar a las
confirmara nuestra tesis. Pero ni poetas ni soñantes saben decir gratas práéticas de observación y ordenación de casos de aparición
que no: contestarán más bien que sí, que en efecto ellos de algún de hombres. Mas con todo, no podremos por menos de quedarnos
modo saben o recuerdan que proceden de un bosque, de unas entra­ sospechando que quizá toda esa imposibilidad proceda de una exce­
ñas, de una carne, de una tierra. Mas en el momento que así nos siva obediencia a la concepción de experimento en la Ciencia esta­
están diciendo, no podremos menos de darnos cuenta de que eso blecida; que quizá bajo determinadas condiciones. . . Estas tendrían
nos lo dicen ellos; y así, nuevamente, en contra de sus palabras, el que ser dos por lo menos: una, sorprender como objeto algo que
hecho es que ese proceso de lo histórico o personal a partir de lo estuviera en un trance de l a máxima indefinición respe<:to a la clasi­
físico o animal se presenta interior y subordinado a la situación, ficación como natural o como humano (un niño. en trance de apren­
histórica y personal, en que ello se nos está diciendo. der a hablar, un objeto prehistórico de muy dudosa interpretación
como instrumento, un comportamiento reconocidamente instintivo en
16. Y en la otra alternativa: si los datos que se nos ofrecen seres reconocidamente humanos, algunos nuevos niños cimarrones si
son de por sí mudos y sin evidencia alguna de conciencia de sí pudieran volver a aparecer algunos); la otra condición, que la rela­
mismos (sea un encéfalo infantil, uno de orangután, unos vagidos o ción experimental se produjera justamente por sorpresa: esto es,
gestos de succión de leche, una serie de movimientos de respuesta que no se diera dentro de un contexto de organización científica,
a un test de palos encajables uno en otro por parte de un simio sino de relaéión práctica, ajena a la atención investigadora o com­
y de un infante), entonces, al no poder interrogarles, resulta que, probatoria, de tal modo que fuera en realidad, no un experimento,
por definición, están fuera de la instancia histórica o social; y as(, sino una experiencia que sólo a posteriori y como subproducto pu­
para utilizarlos como testimonio en la cuestión de la relación entre diera reutilizarse como experitnento.
dicha instancia y la natural o irracional, tendrá que ser la Ciencia
misma la que, reuniéndolos y ordenándolos, les preste significación
18. Sea de ello lo que quiera, voy a presentar aquí, a todo
y voz que les permita comparecer como testigos por la una o la
evento, el incidente de conducta semi-infantil que ha dado motivo
otra tesis. Pero en tal caso, la Ciencia con ello mismo los hace
a todas las reflexiones que preceden.
hombres, los hace históricos y racionales; y si en su tesis los pro­
clama orígenes animales de la persona, al mismo tiempo los ha hecho
personas a todos ellos y los ha hecho entrar en el juego de la His­ 19. El objeto-sujeto es en este caso mi sobrina Ana-María, que
toria: el pitecantropo más remoto que se presenta en nuestras salas en el día de autos era una niña de 20 meses. Su condición grama­
con credenciales de antecesor del Hombre es ya por ello mismo un tical en aquel entonces puede describirse sumariamente, pero espero
hombre, y el infante que se titula padre legítimo del niño hablante que de un modo suficiente para el caso, con los siguientes rasgos, de
desde ese momento ya está hablando. De manera que si ello no los que tomé cuidadosa nota inmediatamente de producirse el in­
prueba la verdad de lo contrario, tampoco puede servir para probar Cidente:
7
86 Agustín García Calvo III. El fonema y el soplo 87

«Domina la mayoría de las oposiciones fonémicas del castellano; su reper­ y lingüística, hasta transformarla en un soplo lo bastante eficaz como
torio de fonemas es el que sigue:
para apagar una cerilla. Así es como ella aprendi6 a soplar.
Archifonema P ( = pff) / archf. T ( = t/6/s) / archf. K ( = kl"f..)
11 b / d / g 21. No sé hasta qué punto se hallará repetida esta experiencia
// m / n en gentes que recuerden con precisi6n haberles sucedido algo análo­
// l / archifonema R ( = r / ")
11 � / l / -n go con otros niños y datos que confirmen o contradigan la validez
11 a / ; / i (con la var. cons. y) / o / u (con la var. cons. w). general del caso; que sea repetible lo veo muy dudoso, por lo apun­
Construye frases con algunos tipos de oraciones subordinadas. tado en § 17: parece que inevitablemente la repetici6n transfor­
Maneja gerundios, incluso fuera de la locución con estar.'I> maría el contexto, que dejaría de ser práctico (el aspecto lúdicro
y el didáctico los incluyo dentro de la praxis) para ser justamente
20. Hallándome jugando con ella, me doy cuenta de que se un contexto de experimentación lingüística o psicosociológica, trans­
fija con evidente interés en cómo apago de un soplo la cerilla que formación que no se sabe hasta qué punto alteraría los datos del
acabo de emplear. Entonces, como suele hacerse con los niños (lo problema que queríamos someter a examen.
anoto en testimonio de que la situación seguía siendo práctica y
lúdicra, no de experimentación), enciendo otra cerilla y se la pongo 22. Por otra parte, no hay que dejar de advertir que la misma
cerca de la boca, invitándole a que la apague; observo algunos situación límite o indefinida en que, según la exigencia del § 17,
movimientos imprecisos de los labios, pero evidentemente no sabe el incidente se sitúa lo hace también más incapaz de probar nada
hacerlo, y me mira; así que le digo: «Tienes que hacer así» y, unien­ decididamente respecto a la cuestión de la relación entre lo histórico
do a la palabra el acto, apago la cerilla de un soplo fuerte y con y lo natural. Pues ello es que tampoco puede decirse que el soplo
los movimientos musculares bien marcados . Inmediatamente encien­ sea un acto natural (y ni siquiera me es posible averiguar en este
do otra, se la pongo delante y le digo: «Ahora tú». Ella entonces momento si es algo que se les enseña a los primates); se trata más
se dirige a la cer�lla y le dice claramente «Pu», naturalmente sin el bien de un gesto técnico, de algo que se sitúa en el centro mismo
menor resultado práctico (hay que recordar que las oclusivas caste­ de la instancia a la que suele aludirse como la del homo faber; pues
llanas suelen ser de realización poco explosiva; pero aun cuando tiene una relación indubitable con el fuego; más precisamente: con
hubiera empleado su otra variante del archifonema, diciendo «Fu» el fuego en cuanto domesticado y domesticador.
-v. § 19-, la expiración de la frase, pronunciada sin especial én­
fasis, nunca hubiera sido bastante para apagar una cerilla). Llevado 23. Y es, por cierto, pertinente a la cuestión de la relación
del impulso didáctico normal en un individuo adulto, con respecto entre homo faber y homo sapiens, esto es, entre téénica y lenguaje,
a la habilidad para el soplo, pero inconsciente todavía del carácter recordar que el soplo juega por doquiera en las versiones míticas
de experiencia lingüístka de la situación, insisto con varios ensayos (principalmente referentes a la creación del Hombre) un papel de
más, introduciendo también en las instrucciones el semantema ver­ mediador entre el aliento (vital, respiratorio) y la fonación, entre
bal soplar («Hay que soplar fuerte»; «Tienes que soplar: asÍ» ), la instancia natural y la histórica; y que en la versión hesiódica hay
evidentemente oscuro de significado para ella y ausente de su campo una confusión visible entre el fuego mismo y la palabra, como objeto
semántico exactamente en la medida en que ajeno a- su práctica el del robo de Prometeo a los dioses para los hombres (esto es, para
acto de soplar ; el resultado sigue siendo el mismo: una vez y otra su doble, Epimeteo ), si consideramos que por un lado el don de la
le dice «Pu» a la llama (alguna vez, con la otra variante del mismo palabra no se cita en esa narración, que la laringe es corrientemente
fonema, «Fu»), primero con algún aumento del énfasis persuasivo la fuente y lugar de la palabra (y por tanto, del 'alma' en varias
( ¿ o acaso sería mejor decir 'fe mágica'?), para en seguida terminar creencias, como la de los trobriandos), y que Prometeo se lleva el
desanimándose del intento. Le cost6 varios días aprender a modifi­ fuego escondido «en una caña», que es símbolo tan apto para esa
car la frase-sílaba-palabra pu, haciéndole perder su calidad fonémica condición ele interiorización y so-metimiento del fuego y la palabra
88 Agustín García c.atvo III. El fonema y el eoplo 89
entre los hombres (ni me pesa comprobar esta lectura de la tradi­ es un hecho que depende de lo lingüístico, sino que la misma dua­
ci6n recordando que es la protuberancia correspondiente a las cuer­ lidad entre histórico y natural, que a lo largo del ensayo hemos
das vocales justamente lo que suele todavía llamarse entre nosotros fingido seguir respetando como cosa dada, es una dualidad entera­
con el nombre del objeto del robo a la Divinidad y regalo de la mente relativa al sistema de referencias de la instancia social que lo
serpiente al Hombre en la versi6n bíblica). plantea, y se vuelve radicalmente falsa en el momento que se pre­
tende absoluta, independiente de esa situación social y capaz de que
24. De manera que, en todo caso, el incidente referido no con ella pueda esa situación dar raz6n acerca de sí misma.
vendría propiamente a indicar nada, al menos por vía directa, sobre
la relaci6n entre 'social' y 'físico', sino entre 'técnico' y 'lingüístico'.
Solamente que, como la instancia técnica, la del soplo, se considera
de ordinario como la mediadora en el paso de la llamada Naturaleza
a la llamada Racionalidad, experiencias del tipo de la referida, que
tienden a sugerir una inversión de la relación entre lo técnico o prác­
tico y lo lingüístico o raciocinante (no «el fonema configuratión y
abstracción del soplo», sino «el soplo desfiguración del fonema para
el uso práctico»), entonces indirectamente pueden venir también a
indicar algo referente al sentido de la relaci6n toda entre lo histórico
y lo natural.

25. Y todavía, ni aun así siquiera cabe creer que una experien­
cia como ésa confirme de ningún modo la tesis de que la Naturaleza
está dentro de la Sociedad: no s6lo la experiencia no es un experi­
mento, sino que tampoco la tesis misma se admite ya como cientí­
fica. Lo que sí puede tal vez decirse es que infirma la posible tesis
contraria (que la Sociedad está dentro de la Naturaleza), que es tesis
indudable del sentido común en nuestros tiempos y subyace implí­
citamente a las especulaciones de la Ciencia propiamente dicha. Y si
acaso la infirma, es tan sólo en el sentido de que, frente al esquema
dominante (el cual sería, a su vez, primero racional, en segundo
lugar imaginativo, en tercero práctico, en cuarto natural o verdadero )
de que el fonema sale del soplo y está dentro del soplo, contribuye
a hacer igualmente imaginable la relación contraria, a concebir c6mo
el soplo puede nacer del fonema y estar contenido en sus posibili­
dades.

26. Quedamos pués sencillamente un poco más condenados a


la sospecha y la inseguridad. A la sospecha -esto es- de que el
problema está mal planteado; y de que no s6lo la tesis de que la
Historia está dentro de la Naturaleza es una tesis que está dentro
de la Historia y el hecho de que lo linlliifstieo dependa de lo físico
IV

DE LA GENESIS DEL FIN


Y DE LA CAUSA

1 . Es un hecho que todas las lenguas de nuestro mundo tienen


establecido un juego de preguntas de los tipos por qué ( why, w�
rum, pourquoi . . . ) y para qué (what . . .for, wofür, y aunque mal dis­
tinguida de la anterior, pour quoi [/aire]), llevando a su lado las
conjunciones de respuesta correspondientes : porque, because, weíl,
parce que; y respectivamente: para que, in order that, sodass o
um + Inf., pour que; locuciones todas que, como se ve, se han
constituído en su mayoría por la combinación con una preposición
del tipo por o para, más especializada en esa combinación que en su
uso general, o bien en otros casos ( como el de because) por la de­
gradación de un elemento semántico a función gramatical .

2. En todo caso la pregunta por qué se presenta entre nosotros


como la fórmula típica de la curiosidad infantil, e incluso para mu­
chos el descubrir el por qué de las cosas pasará como la función
misma de la ciencia, así como el para qué será la cuestión esencial
de todo discurso práctico.

3 . Y así tiene que resultar para nosotros sorprendente encon­


trarnos con que en lenguas extrañas a nuestro mundo no se hallen
correspondientes de tales fórmulas de pregunta y de tales conjuncio­
nes de respuesta. Y sin ir más lejos, habremos de preguntarnos cuál
podría ser la manifestación lingüística de la curiosidad de un niño
griego acerca del mundo circundante: pues el griego antiguo carece
de preguntas tales como por qué o para qué.
92 Agustín Garda Calvo IV. De la génesis del fin y de la causa 93

4. Cuando una pregunta como 'tt )'EA.di;; o también una latina y compartimentos gramaticales de una lengua respondieran a las ca­
como quid ploras?, la traducimos en nuestras lenguas con un ¿por tegorías del sistema lógico en el que vivimos.
qué te ríes? o ¿por qué lloras? (y también ¿a qué lloras?, ¿para qué
lloras?), estamos evidentemente concretando o -mejor- dirigien­ 8. a ) En la coordinación de frases que llamamos explicativas
do la pregunta en un sentido en que ella de por sí no puede estar (partículas lªP o enim) se trata de que, de entre dos frases sucesi­
dirigida. Si buscáramos una correspondencia menos falsificadora, ten­ vas, la segunda, que es la que va cargada con la partícula, recibe
dríamos que venir a dar en algo como ¿qué (es eso de que) te rías?, una nota de insistencia en lo evidente o cierto de la constatación
¿qué (significa eso de que) estés llorando? que expresa; esto, en la relación con la frase preeedente, redunda
fácilmente én que la segunda o marcada se presente como prueba
5. Ciertamente, a diferencia del griego, el latín tiene ya un cur, o confirmación de la primera ; sólo a partir de aquí se podrá desarro­
que parece ser una pregµnta más especializada en el sentido de llar la interpretación de que lo que se dice en la segunda es de
nuestro por qué ( como también acaso el arcaico quianam, o, con algún modo anterior y previo a lo que se dice en la primera, y de
menos precisión, el quare o qua re); si bien en el cur mismo (sobre aquí venirse a que lo segundo sea causa de lo primero.
todo si lo identificamos etimológicamente con quorsum o quorsus
'hacia dónde') hay que contar con una confusión (semejante a la del 9. Por cierto que hay otro tipo de coordinación (la conclusiva
fr. pour quoi) entre el por qué y el para qué. Pero desde luego o ilativa: partículas como oov o igitur) que, en nuestra mentalidad,
es de hacer notar este hecho de que, respecto al griego propiamente tendemos a éonsiderar como la inversa de la explicativa : en esta
dicho, el latín (esto es, la forma en que el griego irá a convertirse coordinación, al revés que en aquella, la segunda frase expresaría la
en lengua de Occidente) representa un progreso en la especializa­ consecuencia de la primera, de tal modo que sería la primera la que
ción de las fórmulas de la pregunta del por qué. aparecería como causa de la segunda. Que no hay nada de tales
valores lógicos y correspondencias inversas en el uso antiguo de las
6. Ello es que, en todo caso, cuando traducimos del griego y partículas se revela bien en el hecho de que una misma segunda
aun del latín, lo mismo si se trata de una partícula de coordinación frase pueda en griego cargar con la partícula explicativa y la ilativa
entre frases del tipo lªP o enim, como si es una conjunción subor­ al tiempo (rdp oov, algo como si en español agrupáramos En efecto,
dinante del tipo Ó'tl o quod o si es una preposición eomo ala o per pues,); aunque es verdad que esa acumulación sería ya en latín mu­
o un simple caso Dativo del griego o Ablativo del latín, contínua­ cho más impropia y dura .
mente estamos estableciendo una 'acepción' especial de la partícula,
la conjunción, la preposición o el caso, que indique causa (y así es 10. b) Un caso del nombre, como el que suele llamarse Ins­
tradición incluso hablar de subordinadas causales o de un Ablativo trumental en el estudio de las lenguas indoeuropeas, que en latín
causal); y del mismo modo, al traducir una subordinante del tipo suele estar confundido con el Ablativo y en griego con el Dativo,
Ó'lt(l)i; o ut, una preposición como a'ltl. u oh, un caso Dativo latino servía para indicar una gama de relaciones con el resto de la pre­
o griego, tendemos a distinguir entre sus valores uno que designa­ dicación, tan amplia y tan diversa, que resulta para nosotros impo­
mos como final. sible encontrar una categoría lógica lo bastante abstracta y preCisa
que las abarcara todas : podemos sugerir algo como una relación de
7. Pero esas 'acepciones' específicas, causales o finales, en cada ámbito respecto a la predicación, lejanamente semejante a la que a
uno de esos cuatro campos de las gramáticas, nos vemos obligados veces puede presentar el uso de nuestra prep. en en el lenguaje poé­
a extraerlas nosotros, sin un criterio formal, interno al sistema gra­ tico : «el negro escarabajo / enloquecía en vértigos de rosa»; donde
matical de la lengua misma, a partir de una multiplicidad de usos los vértigos de rosa son al tiempo la escena en que la perturbación
de las partículas y de los casos, que se nos antoja mucho más indefini­ del insecto se produce, la especificación del modo de su enloqueci­
da y variada de lo que pediría nuestro deseo de que las normas miento, el medio por el que éste se ocasiona , el principio activo
94 Agustín García Calvo IV. De la génesis del fin y de la causa 95

que le hace enloquecer . . . , y por tanto, ninguna de estas cosas; o de ellas, la mayoría de ellas, puede decirse que sirven para indicar
también, como si construyéramos un sintagma como el siguiente por causa (atd, xoctd, 7tpoc; o 'ltapd con Genitivo, Ú'lto, á'lto, ávtí; per, prae,
acumulación de varias preposiciones: pro, propter -ésta notablemente más especializada ya-, oh, de, ah;
y aun a veces alguna de las otras ) o finalidad ( eic;, é'ltl, 7tpoc; con
con
por
Acusativo, 'ltepí ; ad, in con los mismos oh y propter; todo ello de­
en medio de jando de lado las llamadas impropias, Évexev o Évexa, causa, gratia,
«temblaban la oscuridad»
durante morfemas muy especializados ya en el sentido moderno, aunque
a
debido a para la indicación indistinta de causa y fin). Pero, segundo, que
ninguna de ellas presenta ese uso exclusivamente, sino confundido
Ya se ve que sólo por un arbitrio puede el lector de un Ablativo con otras muchas aplicaciones, que las hacen a todas (con las par­
latino ( o de un Dativo-Instrumental griego) llegar a extraer de esa ciales excepciones señaladas entre paréntesis) mucho más generales
indicación de relaciones un valor causal. al mismo tiempo que a veces mucho más materiales, por así decir,
en las relaciones que indican.
1 1 . Y del mismo modo para el supuesto valor final de algún
Dativo : en efecto, todas las siguientes relaciones pueden indicarse 1 3 . Los tipos de relaciones, en efecto, de los que extraemos
en lenguas indoeuropeas con un Dativo: arbitrariamente el valor causal o el valor final son indefinidamente
numerosos y variados : para el primero, indicaciones de ámbito, de
«ante los ojos de los suyos
«para bien de su ciudad circunstancia acompañante, de instrumento, de procedencia, de re­
«contra tiros de flechas lación local ( 'debajo de', 'cerca de'), de relación de cambio . . . ; para
se armaban los ejércitos».
«frente a fuertes enemigos
el final, indicadores de dirección o destino, de éampo o materia de
«en ayuda unos de otros
«para una emboscada una acción, de acercamiento . . . Pero con la advertencia además de
que los aparentes valores de relación muy material o concreta pa­
Que en este último caso ( que es el que aparece en la Ilíada, XVIII, recen pertenecer en principio al contexto semántico cuyos dos tér­
5 1 3 ) se diga que el Dativo expresa la finalidad es otra vez abstraer minos se relaéionan ; de modo que de los elementos relacionantes
y precisar de la relación mucho más abstracta y diversificada, sin (preposiciones, por ejemplo) tendríamos que decir que tienen valores
que haya para ello fundamento en la lengua misma. O mejor dicho : muy 'abstractos', sólo que no en el sentido de las abstracciones de
tenemos ahí un buen ejemplo de un error gramatical fundamental causa o fin, y por ello difíciles de describir para nosotros.
( fundamental en el sentido de que, dándose también en la concien­
cia de los hablantes comunes, promueve poderosamente el cambio
14. d) En fin, en cuanto a los tipos de subordinación de ora­
de los sistemas gramaticales de las lenguas), que es el de traspasar
ciones (que es, sin embargo, el estrato más 'moderno' de esas len­
a los indicadores gramaticales lo que está en los valores semánticos
guas y en el que empezaba desde más pronto a precisarse la indica­
de las palabras ( y en la relación sintagmática entre los de dos seman­
ción de fin y causa) venimos a encontrarnos lo siguiente: conjun­
temas ) : parece, en efecto, claro que es el valor de la palabra em­
ciones (del tema del relativo) que apenas indican más que la mera
boscada ( en su relación con se armaban) lo que hace interpretar la
relación de una predicación con la otra, algo como 'lo de que-', 'en
indicación como finalidad y por ende atribuírle al morfema del Da­
cuanto a lo de que-' ( tipos ótt y quod), de la que extraemos arbitra­
tivo ese valor.
riamente un valor de 'porque' ; otras que podían añadir a la relación
una indicación de orden, de 'después de que-' ( tipos �'ltel (ai¡), cum,
12. c) En cuanto a las prepos1c10nes, nos encontramos para quoniam), que igualmente tiende a reinterpretarse como una rela­
el latín o el griego con la siguiente situación : primero, que muchas ción de causa/ efecto .
96 Agustín García Calvo
IV. De la génesis del fin y de la causa 97

más o menos concretas y establecidas sobre otras abstracciones que


15. Y para la finalidad, son sobre todo conjunciones (también,
no se nos alcanzan, de modo que somos nosotros, el traductor y el
en general, del tema del relativo) indicadores de las relationes del
lógico moderno, los que de allí tenemos que extraerlas en cada
'dónde' y más que nada del 'cómo' ( tipos tva y w�. Ó'Jt(I)�, quo, ut)
campo, entonces decimos, desde nuestro puesto de observación, que
las que han de pasar a interpretarse como indicadoras del fin. Pero
los procedimientos de indicación de la causa o fin son en aquellas
aquí tenemos además un hecho sumamente ilustrativo, y es que ese
lenguas deficientes, sobradamente específicos y demasiado genéricos
valor final lo van adquiriendo esas conjunciones por pregnancia del
al tiempo; y hasta añadiremos que esa deficiencia parece revelar
modo Subjuntivo, que es esencial a ese tipo de subordinación (no
una ineptitud de las mentes de los habitantes para captar con cla­
hay excepción en el uso a veces del Futuro en griego, pues el Futuro
ridad las relaciones de causa y fin.
lo han tomado para su uso esas subordinadas en un momento en
que no es aún un tiempo, sino un Subjuntivo justamente ), hasta el
punto de que en las finales 'negativas', donde no se usa conjunción
18. Bien se ve que toda esa manera de hablar nuestra, al en­
juiciar las indicaciones gramaticales de la causa y fin en latín y griego,
alguna (se trata en un principio de dos frases independientes en
está fundada en la creencia de que tenemos un criterio sobre el que
relación de 'dos puntos' o de paréntesis ), es el solo Subjuntivo el
estimar los mecanismos de las lenguas; esto es, que las relaciones
que sostendrá la interpretación de la relación como final, comuni­
de causa/efecto y de acción/finalidad son hechos objetivos (es decir,
cada luego por pregnancia a las propias partículas prohibitivas
extralingüísticos), que esas relaciones pertenecen a la estructura y los
(µ� y ne) .
mecanismos de la Realidad; y que simplemente la mente humana,
16. Es, en efecto, el Subjuntivo el que, partiendo de su valor desde la edad antigua hasta la nuestra, ha venido progresando en el
modal primero, como Yusivo, introduce primeramente la relación sentido de hacerse más capaz para distinguir y para indicar esas
entre una predicación y una orden o súplica del hablante ( «os he relaciones.
traído el dinero: entregadme la esclava»; o bien : «les he traído
19. Pero vamos a suponer ahora que nos negamos a creer en
el dinero: que me entreguen la esclava»); en segundo lugar, una
tal criterio; que, sin afirmar lo contrario, postulamos que lo con­
vez integrada la frase yusiva en el contexto predicativo, el hablante
trario constituye un esquema teórico ni más ni menos aceptable:
puede ser sustituído como origen de la orden o súplica por el Sujeto
a saber, que las relaciones de causa y fin son un ejemplo de la inter­
(o el nombre dominante) de la 'principal' («Os ha traído el dinero:
pretación como Realidad de los conceptos y esquemas lógicos que
[ exige ] que le entreguéis la esclava»; o bien: «les ha traído el di­
se engendran por la reflexión de la lengua sobre sí misma; que al
nero: que le entreguen la esclava» ); en tercer lugar, al mismo tiem­
observar las estructuras y mecanismos de la lengua, los objetivamos,
po, al integrarse la yusiva en la predicación, deja de ser directa­
y esa objetivación los convierte en hechos y cosas para nosotros.
mente una orden (o súplica) para ser una referencia de la orden (o
súplica ) de la Tercera Persona, esto es, una exposición (predicativa )
20. Sea como sea, aun colocados en esa postura de indiferencia
de su intención; es de aquí, en último término, de donde podrá
respecto a la una o la otra hipótesis, lo que no podemos por menos
venir una reinterpretación de la intención de la Tercera Persona
de observar es que, a lo largo de la historia del griego, pasando por
como finalidad del acto mismo : «les trajo el dinero para que le en­
el latín, hasta llegar a nuestras lenguas, se da un proceso, por así
tregaran la esclava»; «realizan los héroes sus hazañas para que ten­
decir, de cristalización de partículas y casos para la indicación del
gan los aedos materia para sus cantos».
fin y de la causa en los cuatro campos analizados.
1 7 . Pues bien : cuando consideramos esos cuatro campos de las
gramáticas antiguas y nos encontramos que las indicaciones de las re­ 2 1 . a ) Cada vez es más cierto que un l'ªP o un enim en los
escritos clásicos griegos y latinos indican una relación causal entre
laciones de causa y fin no tienen apenas expresión precisa en nin­
Jo que se dice en su frase y lo que se había dicho en la anterior;
guna parte, sino que andan perdidas en un embrollo de relaciones
98 Agustín García Calvo IV. De la génesis del fin y de la causa 99

que cada vez más se dejan traducir no ya sólo con nuestro pues y pecíficamente final esp. para (per ad, pro ad; cfr. esp. moderno
en efecto, sino incluso con nuestro porque; no en vano en las gra­ a por) .
máticas escolares se ha llegado a llamar causal ese tipo de coordi­
nación. 24. Especial atención merece a este respecto la constitución
de un complemento agente de la voz Pasiva (ú'lto con Genitivo; a( b)
22. Es cierto que luego, a lo largo del Imperio y de la Edad con Ablativo). Las tres creaciones son evidentemente simultáneas:
Media, se produce en la lengua escrita una gran confusión en el la de una voz Pasiva propiamente (esto es, reconocida realmente
uso de partículas como ésas, que alternándose indistintamente, y como una inversión de la voz Activa ); la de la concepción del
acumulándose a veces, con las adversativas o las simples copulati­ Sujeto de la . predicación (con verbo activo) como un Agente de la
vas, acaban por parecer no indicar ningún nexo especial entre las acción ; y la del complemento agente de la Pasiva. Ninguna de las
dos frases coordinadas. Pero ello se debe evidentemente al desuso tres cosas cabe entenderla sin las otras. Pero es en el complemento
de esas partículas en la lengua hablada, que así dejaba de prestar agente donde la concepción de una relación de causa eficiente cris­
apoyo cierto para su uso en la lengua 'artificial' o escrita. Y eso taliza en nuestras lenguas, y con ellas el paso del verbo de un valor
ni quiere decir que la lengua hablada dejara de progresar en la de función gramatical a un valor de significación real (de 'palabra
habilidad para las indicaciones causales, sino que transfería su ex­ de la predicación' a 'palabra de la acción' ) y consiguientemente el
presión a otros campos distintos de la coordinación de frases (las paso del valor gramatical al valor real del Sujeto: de 'motivo del
conjunciones subordinantes y las preposiciones ); y la lengua 'arti­ predicado' a 'promotor de la acción'.
ficial', cuando en los últimos renacimientos de la Edad Media y en
el italiano se produce el nuevo florecimiento de la escuela, vuelve 25. d) En fin, en el campo de la subordinación es donde el
a presentarnos en el dialecto de la Lógica unos empleos de las par­ progreso de las indicaciones causales y finales avanza desde más
tículas coordinantes de una precisión causal superior a la del latín pronto y más continuamente : ya en griego se tiende a desarrollar
clásico (así como en el tipo inverso, el de las conclusivas -v. § 19-, una conjunción específicamente causal, ató-et ( unión de la prep. atd
con el ejemplo ilustre de la partícula ergo) ; sin que entremos ahora con el elemento relativo o-et), y la conjunción ha se reduce pronto
a discutir la distindón entre el valor lingüístico («se les había dicho a la indicación puramente final; en latín conjunciones como quia y
que, si aparecía él, se arrodillaran; él apareció ; por tanto, se arro­ quoniam ya en la lengua clásica están reducidas al valor causal; hay
dillaron») y el metalingüístico ( «los hombres son mortales ; yo soy una fase en el latín cristiano de las primeras traducciones bíblicas
hombre; por tanto, soy mortal») con que los nexos causales pueden y luego a lo largo del medieval, en que esas conjunciones, corriendo
presentarse : justamente de la confusión entre lo lingüístico y lo me­ la suerte de quod, pierden esa especialización y se extienden a otros
talingüístico se está tratando. usos; pero es que en tanto nuevas conjunciones causales, por acumu­
lación de elementos y más especializadas, se han establecido: así,
23. b) y c) El progreso en la precisión de las indicaciones propter( ea) quod, ideo . . . quod, quare, y otras más vulgares por
causales y finales en el campo de los casos y en el de las preposi­ acumulación de preposiciones (per, pro, etc.) con el tema del relati­
ciones va de par en el conocido proceso de reducción de ambos vo; igualmente para la finalidad, ut (con Subjuntivo) se especializa
campos a uno, al ir desapareciendo la declinación y ser casi del todo progresivamente para ser la conjunción final ( otros usos de ut eran
sustituída por el uso de las preposiciones. Aquí ya hemos señalado, más pronto remplazados en latín tardío por otras locuciones más
especialmente para el latín, la aparición de preposiciones causales complejas: quomodo; (ad(eo)ut, sic ut, etc.), de modo que ut fuera
más precisas, como propter, y de las locuciones causales-finales con cada vez más cargándose de un 'significado' de 'para que'; si bien,
e11exa y causa o gratia. En la evolución hacia nuestras lenguas con­ desapareciendo más tarde ut en la lengua hablada, se vería que el
tinuará el progreso, a veces con el procedimiento de acumulación Subjuntivo seguía manteniendo lo esencial de la indicación de rela­
de preposiciones, que dará lugar, por ejemplo, a la preposición es- ción final.
IV. De la génesis del fin y de la causa 101
100 Agustín García Calvo

26. Consecuencia de este proceso es que en griego y en latín 3 1 . Si examinamos en latín y en griego las palabras que (ya
tardíos, aparte de los elementos interrogativos específicamente cau­ desde la metafísica aristotélica ) van a fijarse en una significación
sales, ya en uso desde antes (?Jta ¡;[ , cur, qua re, quam oh rem, qua de fin y causa, nos encontramos : en lo que toca al fin, que el nom­
de causa), se llega a la creación de una pregunta específicamente bre griego ¡;fA.oc; tiene de antiguo un abanico de valores semánticos
final, tva ¡;[; y ut quid? por acumulación de conjunción subordinante que van de lo que traduciríamos con cumplimiento a lo que tradu­
con interrogativo (algo como un para que ¿qué?), que por lo mismo ciríamos con final, que están, como se ve, muy lejos de ese valor
que es tan solecística y contraria a las normas de construcción ha­ preciso de fin ( but, Ziel) al que el destino iba a reducirlo.
bituales, tanto mejor revela el grado de precisión que las indica­
ciones de :finalidad habían alcanzado. 32. En cuanto a la correspondiente latina finis, que propia­
mente valía por mo¡6n o hito, y de ahí frontera o linde, más lejana
27. Conque entonces, al considerar esta progresiva fijación de parece todavía de la significación para la que se la iba a habilitar;
las indicaciones de causa y fin, no podemos por menos de pregun­ y podemos imaginarnos cómo se sentiría la violencia que Cicerón
tamos cuál es la presión que viene promoviendo tal progreso y des­ y los demás colaboradores de esa empresa debieron ejercer sobre la
de dónde actúa. Pero antes todavía de intentar una contestación, palabra. Unicamente, la elección de finis nos revela, mejor que la de
conviene que tratemos de entender algo mejor el proceso mismo. i:Ékoc;, que debió de ser a través de un uso metafórico del concepto
'meta' como se realizaba aquella creación.
28. Es desde luego por el terreno de los indicadores grama­
ticales antes que por el del vocabulario por donde penetran las no­ 33. Más revelador aún es el examen de las palabras habilita­
ciones de causa y fin; esto es, que las nociones actúan antes de ser, das para la noción de 'causa': tanto rJ.li:trJ. como causa proceden, sin
funcionan en los meéanismos antes de estar construídas como con­ lugar a muchas dudas, de los ámbitos jurídicos y morales ; rJ.li:trJ. tie�
ceptos propiamente dichos. ne primariamente valores de 'responsabilidad', 'inculpación', ' aeu­
sación' (presentes en su verbo derivado rJ.htáoµm · 'inculpar', 'acu­
29. Una prueba de esto está en que todavía cuando el dialecto sar'); y causa significa desde el principio ' la acusación' y por exten­
aristotélico surge y se ve obligado a buscar designaciones precisas sión 'el proceso' entero (si la evolución no es al revés; y en todo
para aquellas nociones, en trance de fijación definitiva, acude, mejor caso, a través del uso de los giros complementarios causam dicere
que a palabras (como rJ.h trJ. y ¡;!§'A.oc; ), a sustantivaciones de formu­ 'pronunciar la acusación' y causam orare 'pronunciar la defensa',
laciones gramaticales, interrogativas o subordinantes : la causa será puede también pasar a valer como 'disculpa' además de 'inculpación'),
preferiblemente 'º ata ¡;[ ( algo como el por qué), y el fin 'º ou áve:xrJ. origen del que también el verbo derivado, accusare guarda testi­
(algo como aquello para lo cual) . monio.

30. Pero a su vez, la conciencia de las relaciones de causa y


34. De manera que está claro que, en el campo del vocabulario,
fin no puede llegar a cristalizar en una verdadera realidad sino por
se llega hasta el concepto de 'causa' por una generalización al me­
medio del apoyo que le ofrece el establecimiento ya y la consolida­
canismo del cosmos de lo que pertenecía a la administración de la
ción de nombres con significado de 'causa' y de 'fin'; sólo a partir
de aquí puede hablarse propiamente de la existencia de esos dos justicia en la ciudad; ese proceso de generalización significa la defi­
conceptos. En el caso extremo (como revelación explícita de esa nitiva objetivación de lo que en principio se entendía como adhe­
línea inversa de apoyo entre el léxico y la gramática) podrán ser esos rente a la persona; 'adherente', por supuesto, porque tampoco era
nombres, una vez establecidos, los que, con pérdida del valor se­ la culpa, antes de surgir la noción de causa, una responsabilidad
mántico, se empleen para la formación de nuevos elementos grama­ en el sentido que modernamente se tiende a darle (con referencia
ticales : qua de causa, because, a/in que. a una voluntad activa y originadora), sino una marca o manéha re-
s
102 Agustín García Calvo IV. De la génesis del fin y de la causa 103

caída sobre la persona. Pero, en todo caso, un paso de la relación propia fuerza : quiero decir el mundo de la praxis, como es de moda
social (religiosa, moral, jurídica) a relación física o metafísica. aludir a él entre nosotros. Es la praxis, en efecto, la que necesita
para realizarse y sostenerse la realificación de las convenciones de
35. A este propósito es de recordar (v. § 16) el proceso por causa y fin.
el que el Subjuntivo viene a convertirse en un indicador de la fina­
lidad; también aquí se trata de que aquello que es una relación 39. Más aún : no diría ya que lo necesita, sino que está entre
práctica, acciona!, entre las personas pasa a ser, por una primera sus necesidades constitutivas, entre las que fundan el reino mismo
objetivaeión, una noción de 'intención' de la persona, de donde de la Necesidad. Poca duda puede caber de que el Trabajo y la
luego, por una generalización análoga a la de la culpa, viene a dar Justicia están en el fundamento de este reino, y así el mito los
en el concepto físico o metafísico de 'fin'. coloca en su fundación, según aparecen a la par Justicia y Trabajo
en la narración bíblica, por ejemplo.
36. Siendo pués evidente el progreso, a lo largo de las lenguas
antiguas y hasta llegar a nuestro mundo , en la creación de indica­ 40. Ahora bien, el Trabajo supone el proyecto de la acción,
dores gramaticales específicamente causales y finales y de conceptos así como la Justicia supone su responsabilidad personal. La praxis
definidos de 'causa' y 'fin', y toda vez que rechazamos (cfr. § § 17-19) es necesariamente culposa y proyectiva.
como 'ingenua' (en cuanto que como ingenuidad se presenta la
simple docilidad a la ideología establecida) la idea de que se trate 4 1 . Una supuesta actividad libre (análoga a como imaginaría­
con ello simplemente de un progreso en la percepción y expresión mos la de las bestias o las plantas si pudiéramos no aplicarles tam­
de las conexiones reales que rigen la mecánica del mundo, esto es, bién a ellos nuestro esquema finalista) no requeriría proyecto, pro­
que nos negamos, en suma, a aceptar que sea la Realidad la que ha yección ninguna sobre el Futuro, en cuanto que la acción tendría su
ido obligando a la mente humana y a las lenguas a dar cuenta de propio interés en sí, que ella misma sería su premio y su salario ;
sus hechos y relaciones, si entonces nos dejamos nuevamente pre­ pero un trabajo forzado, el Trabajo propiamente dicho, impone ne­
guntarnos de dónde viene la presión que ha promovido ese progreso, cesariamente la escisión y pro-yectación de un fin, impone la adop­
cuál es el motivo de la invención y establecimiento en las gramáti­ ción -si se me permite la grosera alegoría- del esquema de la
cas, el léxico y las mentes de las relaciones de fin y causa, no podre­ zanahoria colgada por un varal, fijo a la carreta, delante de los ojos
mos evitar tratar de responder a la cuestión; puesto que, al parecer, del asno que va tirando de ella. No puede de otro modo asegurarse
sobre quien se niega a la explicación 'ingénua', habitual, habrá de la reducción a Trabajo de la vida ni sabe de otro modo promover
recaer el onus probandi. la Historia el movimiento que asegura su continuidad.

3 7 . ¿De dónde viene pués ese progreso? Pues ¿de dónde puede 42. Y en cuanto a la necesidad de inculpación personal o res­
venir si no de la realidad? De la realidad ha de venir, en efecto, ponsabilidad, bien se ve que el mantenimiento del Orden no menos
puesto que sitio de donde pueda venir no hay otro; la realidad esencialmente la padece : en efecto, sin la atribución de un origen
tendrá que ser la que haya obligado a la lengua a reconocer de hecho personal a las acciones, sin la hipóstasis o suposición de una Vo­
(esto es,' de palabra) la existencia del fin y de la causa. Pero, por luntad motora de los hechos (causa efficiens), el Orden no podría
cierto, en un sentido bien distinto de ese en que la concepción esta· concebirse tan siquiera : la inculpación indeterminada y generalizada,
blecida querría imaginar la operación. por así decir, se habría revuelto contra los muros de la Ley misma,
y ese Orden no habría subsistido. Por el contrario, en la situación
38. Por 'realidad' hay que entender ahí, no la realidad ideal real, cuanto más se impone la esclavitud y su inconsciencia, cuanto
del pensamiento realista, sino la realidad real, es decir, aquella que más la Voluntad individual se afirma como puro eco de la Ley y
no se revela a través del pensamiento, sino que se impone por su se hace más evidente que «no saben lo que hacen», más se nece-
104 Agustín García Calvo
IV. De la génesis del fin y de la causa 105
sita la determinación del sitio de la culpa, y más responsable ha
de volverse cada uno cuanto más irresponsable. No otras sino esas 47. Pero todavía, llegados a este punto, puede con razón el
líneas de relaciones de causalidad son las que constituyen la estruc­ lector crítico volver la vista sobre la misma investigación que se
tura del Orden dominante. ha venido desarrollando y plantear Ja cuestión siguiente : ¿es que
con ella no se ha tratado de descubrir --científicamente al fin y al
43 . Un cierto entrecruce puede observarse entre los dos esque­ cabo- el origen o motor, la causa, en suma, de la existencia de
mas de la inculpación y del proyecto, que se refleja aproximada­ los conceptos ed Causa y Fin? Conviene pués que intentemos tam­
mente en el empleo del término intenci6n, y que podría útilmente bién responder a esto brevemente.
estudiarse lo mismo en la casuística jurídica referente a las relacio­
nes entre las intenciones y la culpa que en las conexiones entre i:o 48. No: no se trataba de una investigación científica de los
a1d i:[ y i:o ou Évexa (la causa eficiente y la final) en la metafísica orígenes del Fin y de la Causa : más bien lo que se hacía era, de
aristotélica y en su vulgarización moderna. manera desnudamente práctka, jurídica y apasionada, denunciar la
c u 1 p a (no la Causa), y la i n t e n c i ó n también por tanto, del es­
44. En cuanto al hecho de que los esquemas impuestos por
tablecimiento del Fin y de la Causa en la gramática, el léxico, las
la Necesidad práctica del Trabajo y la Justicia vengan a reflejarse
mentes y la Realidad; no importa que las palabras intenci6n y
en una concepción científica del Fin y de la Causa, esto es, en la
culpa queden evidentemente en tal contexto reducidas a una signi­
suposición de su presencia en los mecanismos de la realidad natural
ficación absurda.
misma, nada más normal y consabido : pues nunca se asegura defini­
tivamente la estabilidad de la Ley reinante hasta el momento en
que consigue presentarse como ley física o natural; y nunca las 59. Con todo, no investigación de la causa, sino denuncia de
. la culpa, es como decir que se trataba en algún modo de desandar
nociones de culpa y de proyecto funcionarán perfectas e incontes­
el camino mismo que se describía, el que iba de la Praxis a la
tables hasta que hayan surgido los conceptos de Causa y Fin para
respaldarlas. Lógica.

45. Ahora bien, por eso justamente, cuando tratamos, como


aquí, de describir el origen de los conceptos en la Realidad real o
Praxis, no podemos hacerlo sin trazar al mismo tiempo la inversión
de la relación dialéctica: pues son los conceptos de Causa y Fin,
una vez constituídos (una vez alcanzado -esto es- el nivel del
vocabulario, con la creación de dos palabras como causa y fin), los
que más eficazmente ayudan a la Praxis culposa y proyectiva a seguir
funcionando y manteniéndose.

46 . Todo lo cual puede tal vez representarse de una manera


no del todo inepta por medio del siguiente esquema:
I l
PRAXIS f-i INDICACIONES GRAMATICALES H LÉXICO

(Trabajo: proyecto (Funcionamiento de las relaciones (Fijación de los


Justicia: culpa) causales y finales por medio de con- conceptos de Cau-
junciones, partículas o casos) sa y Fin)
t 1
V
ENFASIS DE LA RACTONALIDAD
EN UN TEXTO ECONOMICO

l . En las manifestaciones orales del lenguaje, en el trato con­


versacional mismo, notamos con frecuencia la aparici6n de locucio­
nes que, produciendo evidentemente en el hablante efectos de frui­
ci6n y satisfacd6n análogos a los del matemático que cierra la
demostraci6n con su C.Q.D., subrayan lo l6gico, evidente o con­
clusivo de la propi'a formulaci6n empleada; ejemplos de tales locu­
ciones : «A por A y B por B»; «Es de caj6n»; «Son habas conta­
das»; «sin duda», «no hay duda», «indudablemente», «no cabe
duda», «no cabe la menor duda»; «es 16gico», «como es l6gico»,
«en buena l6gica»; «si Pitágoras no miente»; entre otras muchas.

2. Recuerdan, por cierto, tales locuciones la rica dotad6n de


partículas con que el griego, y especialmente la prosa ática (y dentro
de ella la conversacional, la de los diálogos de Plat6n), se nos pre­
senta. Hay entre esas partículas algunas, como µev, oih, �� (las dos
primeras y casi siempre la tercera en posici6n intercalar, general­
mente detrás del primer elemento semántico de la frase), que siendo
en principio reafirmativas, esto es, elementos de insistencia sobre la
verdad de la frase que se está diciendo, aquella misma en la que
se intercalan, al mismo tiempo y por ello mismo, al parecer, pasan
a indicar también una especie de conexi6n l6gica entre esa frase y
la inmediata anterior o posterior: µev reafirma su miembro para
contraponerlo no obstante al igualmente verdadero que va a seguir
(señalado con M); o�·J tiende a marcar su frase como una conse­
cuencia l6gica de lo dicho anteriormente (lat. igitur, ergo sirven de
108 Agustín García Calvo V. Enfasis de la racionalidad en un texto económico 109

traducciones suyas); a� intenta que su frase remate con cierta deci­ 6. Fijémonos en primer lugar en el párrafo que empieza en
sión un contexto anterior más o menos vago (algo semejante a esp. en la línea 8. El párrafo sirve de introducción y comentario metalin­
fin, a fin de cuentas) . güístico al razonamiento del Ministro de Comercio que el articulista
va a referir a continuación; esa introducción consiste en dos miem­
bros que son sendos desarrollos elaborados de locuciones del tipo
3. Nos importa señalar esa concomitancia entre la verdad de
de las mencionadas: el primero desarrolla la locución habitual de
una afirmación y su conexión lógica con el contexto, concomitancia
«claro como el agua» con un rasgo de humor que trata de renovarla
que se observa en la historia de todas las partículas de tipo seme­
y reforzarla : «Sus explicaciones han sido claras como lo eran (sic)
jante en todas nuestras lenguas antiguas y modernas. Parece como
antes el agua de Madrid».
si reinara una noción de 'verdad' que, renundando a establecerse
sobre la problemática confrontación con lo exterior al lenguaje (<<'la
7. Pero es interesante sobre todo el segundo miembro, en
nieve es blanca' es verdad si y sólo si la nieve es blanca») tendiera
cuanto que en él precisamente se produce un intento de maridar
a establecerla sobre la perfección de las conexiones entre los varios
dichosamente y de identificar en cierto modo los dos aspectos de
miembros del contexto lingüístico, pero conservando siempre la su­
la verdad a que en el § 3 nos referíamos, de la realidad y de la
gestión ele que la verdad (logicidad) de la ilación es una garantía
logicidad, de tal modo que el rigor silogístico del razonamiento del
de la verdad (realidad) de la afirmación. Es éste el punto en que
Ministro se presenta como una garantía del realismo de su visión :
los lógicos (o sintácticos) y los semánticos vienen a encontrarse.
«ciñéndose a la realidad de una problemática, cuya solución brota
como la conclusión de un silogismo».
4. Lo cierto es que, comparando el ático con las lenguas ac­
tuales, observamos que aquel papel de partículas como las citadas 8. Y, en efecto, las palabras del ministro se reproducen a conti­
vienen a desempeñarlo ahora más bien, de una manera más desarro­ nuación así, bajo la forma de un sorites riguroso: «La economía es­
llada y más explícita, locuciones como las referidas en el § 1 y otras pañola c r e c e a ritmo demasiado rápido; este ritmo g e n e .r a una
varias costumbres de ordenación del mensaje mismo: ya sea por la demanda global excesiva ; esta demanda p r e s i o n a intensamente
inserción de anotaciones metalingüísticas que explíeitamente ponen las importaciones ; el aumento desmesurado de las importaciones im­
de relieve la logicidad de lo que se está diciendo, ya sea por la posibilita e 1 e q u i 1 i b r i o de la balanza de pagos; la tendencia
estructura silogística que se le da al discurso mismo, los procedi­ creciente al desequilibrio exige una solución.»
mientos de énfasis sobre la racionalidad del texto como sugerencia
de su verdad o realidad no han hecho sino ganar favor y extensión 9. Pero otro fenómeno todavía tenemos que hacer notar en este
mayor en nuestras lenguas. El recurso que para ello practica el razonamiento; y es ello que, siguiendo el curso de las palabras espa­
lenguaje habitual a los modelos de la lógica de las escuelas en ambos ciadas (por nosotros), se observa cómo el encadenamiento lógico del
tipos de procedimientos {las inserdones metalingüísticas y las es­ sorites se combina a la par con la descripción de un proceso de des­
tructuraciones silogísticas) es también evidente. arrollo físico, natural: algo crece, y al crecer genera, y al generar
presiona, y al presionar imposibilita un equilibrio. La serie de me­
5. Pero será seguramente útil que antes de nada examinemos táforas contínua suscita en la imaginación subconsciente (subcons­
en vivo cómo funcionan esos procedimientos de insistencia en la ciente, en cuanto que no se trata de expresiones metafóricas cons­
racionalidad del texto sobre el ejemplo de un par de artículos de la cientes o violentas, sino de metáforas lexicalizadas), algo como la im­
prensa diaria de los pasados días. Sea el primero uno de la sección presión de una higuera que crece en un alero, y echa ramas, y empuja
económica del periódico ABC del día 15 de enero de 1967, cuyo las tejas, y hace perder el equilibrio a la construcción. Observar
recorte se reproduce adjunto, y que ya desde el principio ominosa­ semejante conexión entre el silogismo y el proceso natural puede ser
mente se titula «Palabras claras». (V. anexo al final de este ensayo.) importante; pues es probable que no se trate de un caso aislado,
en
110 Agustfn García Calvo V. Enfasis de la racionalidad un texto económico 111

sino que el prestigio de verdad que el encadenamiento lógico se atri­ matical y apto para la elocución científica (signos > y < del lenguaje
buye tenga mucho que ver con la apelación a lo natural (y, por matemático); pero si eso falta, si se enuncian de un modo absoluto
tanto, fatalmente encadenado ) de los procesos físicos: nótese que (como ejemplo típico, el superlativo absoluto o de muy del español,
justamente locuciones como «naturalmente» y «como es lógico» que en otras lenguas se confunde con el contrastivo ), entonces su
vienen a ser intercambiables en el lenguaje habitual. falta de cualificación y precisión, su incientificidad, va de par con su
apelación a lo subjetivo, como suele vagamente decirse, esto es, con
10. Y, sin embargo, hay todavía un tercer elemento en esas
el paso de la función enunciativa del discurso a la expresiva y la im­
frases que, contrariando la impresión de proceso lógico en el razo­
presiva ( « ¡Esto es demasiado! » resulta equivalente a una interjec­
namiento, reaparece con sendas variantes estilísticas en cada frase
ción cualquiera de repulsa y a una frase yusiva que trate de detener
del silogismo: en la primera, demasiado; en la segunda, excesiva; en
un proceso).
la tercera, intensamente¡ en la cuarta, desmesurado; y en ·fin, la idea
de desequilibrio con que se remata el razonamiento es la que viene
a estar ya desde el principio anunciada y contenida en todas esas ex­ 13. Pero es ello que, si observamos nuestras reacciones como
presiones cuantitativas. oyentes del mensaje, son justamente los términos de esa dase los que
parecen decirnos algo que sea decididamente exterior al mensaje
1 1 . Conviene que nos fijemos en que esta parte cuantitativa mismo, que se refiera, por decirlo pomposamente, a la vida, en el
del discurso se opone no sólo a la perfección de su encadenamiento sentido que en A. Machado se comenta de la bondad como renun­
lógico (que ya en los padres de la Gramática de comienzos del siglo ciamiento a la calificación «Será el mejor de los buenos / quien sepa
está debidamente formulado que «los hechos del lenguaje son cuali­ que en esta vida / todo es cuestión de medida: / un poco más, algo
tativos»), sino también al carácter científico-natural que la serie me­ menos» (aquí los términos incientíficos son, naturalmente, un poco
tafórica le proporcionaba: pues si se dice todavía de las ciencias fí. y algo) . De manera que parece que la frase que informa con preci­
sicas que son ciencias cuantitativas, ello sólo se sostiene mediante una sión acerca de algo es la que no es seguro que informe acerca de
notable confusión en el empleo del término cuantitativo: las cien­ nada independiente de ella misma, mientras que en cambio la que
cias físicas, en efecto, tienen por objeto (y método ) la cantidad, pero parece que puede informar de algo independiente de la información
es justamente la cantidad cualificada (cualificación de la cantidad po­ es la que está condenada a carecer de toda precisión y validez para
dría pasar como definición de lo que llamamos número), en tanto aseveraciones objetivas.
que la cantidad bruta es un fantasma inasible, lo incógnito por de­
finición, que toda Ciencia no puede conocer sino destruyéndolo, re­
duciéndolo a número, cualificándolo. 14. Así, en el discurso lingüístico del ministro que nos ocupa,
ese elemento de indicación de la desmesura y demasía, que se man­
12. Ahora bien, esos elementos del discurso del ministro, reco­ tiene constante en cada uno de los eslabones del silogismo, da eviden­
gidos en el § 10, son precisamente puros términos cuantitativos, no temente la impresión de que es lo único que se refiere a hechos, a
númericos: pertenecen a aquella zona del lenguaje en que éste jus­ cosas pragmáticas y reales (en el sentido de no-verbales); hasta el
tamente hace traición a su destino estructural y cualitativo, los del punto de que si a la éuestión de qué es lo que pasa en nuestra eco­
tipo· mucho, muy, poco, algo, harto, asaz, bastante, demasiado; pues nomía dicho ministro hubiera respondido interjectivamente: « ¡Ex­
todavía, cuando alguno de esos términos conserva algún valor com­ ceso! ¡Desequilibrio! » o simplemente « ¡Uf! », los efectos de su res­
parativo, esto es, está encuadrado en una oposición contrastiva con puesta, desde el punto de vista no verbal o lógico, sino real o econó­
otro término (por ejemplo, «el niño gasta el 37; así que estos za­ mico, habrían sido sensiblemente los mismos. Coincide, por desgra­
patos del 38 son demasiado grandes para él» = «son de un número cia, que justamente esas expresiones, desde el punto de vista de la
mayor que el que le corresponde»), sigue siendo propiamente gra- información lógica y precisa, no tienen valor ninguno.
V. Enfasis de la racionalidad en un texto económico 113
112 Agustín García Calvo
en que ella ya figura, lingüísticamente, como título? Y el mismo
15. Si el discurso del ministro hubiera permanecido en ese nivel, vacío entonces --claro está-, si tratamos de demandar qué procesos
la situación habría resultado semejante a la de un matrimonio co­ precisos evoca ni sugiere la aseveración de que «la eeonomía espa­
mentando la coyuntura económica familiar en los siguientes térmi­ ñola crece». De manera que se diría que las menciones o predica­
nos: «Gastamos mucho. Por tanto, gastemos menos o compremps ciones que son claras y definidas son aquéllas que no evocan ni su­
mejor o ganemos más» (donde, por cierto, el único nexo lógico que gieren en los oyentes nada, aparte del propio efecto lingüístico de su
aparece, el que se indica con por tanto, es lógicamente ilegítimo, emisión y recepción.
según la explícita condenación de Hume, en cuanto marca el paso de
una fórmula asertiva a una fórmula yusiva); y entonces, por supues­ 17. El experimento podría igualmente aplicarse �l resto del ra­
to, el razonamiento del ministro no habría merecido las alabanzas zonamiento, incluso a una mención como importaciones (pues ¿dónde
del articulista por su logicidad ni -lo que es más- por el realismo tenemos que situar su sugerencia: en la visión de cajas de productos
que paradójicamente observábamos que se derivaba de la logicidad. agrícolas y mecánicos, en la del tráfagos de puertos y ferrocarriles,
en la de cartas y contratos entre fumas, en la de las calculadoras de
16. Por el contrario, tratemos de ver el valor ó función que los departamentos ministeriales, si es que existen, o más bien en
tiene el resto de los elementos del discurso. Si, por ejemplo, toma­ ningún terreno determinado? ), en la aplicación a otras menciones
mos la primera premisa del razonamiento, la que reza que «la eco­ como demanda global y balanza de pagos alcanzaría el experimento
nomía española crece a ritmo demasiado rápido», podemos pregun­ su éxito más glorioso en el descubrimiento del vado, a medida que
tarnos, dejando a un lado la expresión cuantitativa «a ritmo dema­ los términos se vuelven de significado más técnico y preciso; y si
siado rápido», en la que hemos descubierto al menos un sentido, en pasamos entonces a las predicaciones, como aquélla de que el «ritmo
cuanto equivalente de una fórmula expresiva-impresiva, qué es en genera una demanda global», que la «demanda presiona . . . las impor­
cambio lo que significa economía española y qué quiere decir que taciones» o que «el aumento. . . de las importaciones imposibilita el
«la economía española crece» ; pero entonces nos apercibimos al equilibrio de la balanza de pagos», ya se ve la danza de figuras del
momento de que la pregunta por el '¿qué quiere decir?' ha cambiado Retablo de las Maravillas en que se está invitando a entrar a los
radicalmente de sentido ; pues un lexema como economía española oyentes.
y una predicación como ésa de que «crece» son eºn cambio para nos·
otros perfectamente claros , en el sentido de que son respectivamente 18. Conque entonces ¿qué pensar de la conexión lógica de los
un significante con su significado inherente, como suele decirse, y la eslabones del silogismo total? Baste, para simplificar el experimento;
expresión lógica de un juicio, como se decía en otros tiempos; esto que el lector pruebe a invertir toda la cadena lógica, aproximadamen­
es, que son perfectamente claras en el sentido de que se trata res­ te del siguiente modo: «Hay un desequilibrio de la balanza de pa­
pectivamente de palabras pertenecientes al léxico usual de la lengua gos; este desequilibrio genera importaciones desmesuradas; este au­
española y de locuciones construídas según las reglas sintácticas que mento de las importaciones presiona intensamente sobre la demanda;
en la lengua española rigen. Y, por el contrario, si lo que intentamos esta demanda global excesiva hace que la economía española crezca
es averiguar qué significa economía española, en el sentdo de qué es a un ritmo demasiado rápido», para llegar, por supuesto, a la misma
le que evoca al pronunciarse, a qué realidad posible extralingüística conclusión, a saber, que «esta tendencia a la excesiva rapidez del
apela, sea sensitiva, pragmática, afectiva, etc., qué sentido podemos ritmo exige una solución» ; baste pués con observar el éxito de la
atribuirle, en suma, independiente de las palabras economía española, inversión, que nos produce un razonamiento igualmente lógico, com­
nos eneontramos del todo desamparados y, a poco que entremos en pacto y convincente (esto es, que igualmente se ganaría la alabanza
la cuestión imprudentemente, ahogándonos en el vacío: ¿qué es, de claridad y realismo por parte del comentarista) y que. nos sume en
en efecto, la economía española? ; ¿a qué reino de sensaciones, de las más negras dudas sobre qué pueda ser aquello a lo que está
experiencias cotidianas, de sentimientos aunque sea, nos remite esa refiriéndose el razonamiento.
mención, si excluimos las oficinas, boletines y mentes ministeriales
114 Agusdn García Calvo V. Enfasis de la racionalidad en un texto económico 115

19. Pero hagamos aquí un alto; pues no puedo por más tiem­ pueden darse tales hechos o concatenaciones causales en la realidad.
po tardar en confesar al lector las dudas de índole met6dica que a él Pues ello es que el hecho de que no sepamos que se den e incluso
deben habérsele venido desde hace mucho presentando al avanzar confesemos paladinamente no saberlo no parece autorizarnos para sa­
en la lectura de los párrafos anteriores. En efecto, ¿con qué criterio ber que no se den ni para denunciar, por tanto, la falsedad del texto.
podemos nosotros denunciar de una manera no meramente caprichosa
los procedimientos de insistencia en la lógica que aparecen en ese 22. En tal caso, si renunciamos a los criterios extralingüísticos,
texto como excesivos, infundados o falsos? Pues parece claro que, si podría teóricamente pensarse en un criterio interno, gramatical, para
en la realidad extralingüística, por un lado, hubiera cosas como 'eco­ denunciar la falsedad de la lógica del razonamiento: consistiría en
nomía española', 'importaciones', 'demanda global', 'balanza de pa­ analizar el uso de las palabras en el texto y de los mecanismos sin­
gos', y efectivamente la economía española creciera a ritmo rápido, tácticos que las enlazan y descubrir lo contrario al valor léxico normal
hubiera una demanda excesiva con respecto a un módulo de con­ de las palabras y a las normas sintácticas vigentes en el uso correcto
veniencia que pudiera determinarse, se diera una presión para el de la lengua . Sería algo así como confiar en que la corrección del
aumento de las importaciones, se produjera un desequilibrio en la mensaje es una garantía de su verdad (en el sentido de fidelidad a la
balanza de pagos, y si, por otro lado, en esa realidad rigiera un nexo realidad extralingüística ) que el léxico de una lengua, en su cons­
materialmente causal entre esas sucesivas situaciones, entonces el trucción ideal, representada por un diccionario total y perfectamente
discurso ministerial escaparía a nuestros reproches de carencia de 01denado, rinde una imagen fiel de las cosas del mundo y su orde­
validez informativa sobre la realidad. nación, y que el uso impecable de los procedimientos sintácticos re­
produce con igual fidelidad las relaciones y procesos que en las cosas
20. Ahora bien, se diría que, cuando nosotros sacamos a la pi­ del mundo se producen. Una tentación de apelación a tal especie de
cota razonamiento semejante, ello será porque nos apoyemos en uno criterio parecía acosar continuamente a la teoría de las gramáticas
de dos criterios extralingüísticos: o bien que hemos comprobado por generativas en los años en que trataban de incluír lo que habitual­
procedimientos científicos empíricos, en todo caso no verbales, que mente se llama absurdo dentro de la ingramaticalidad.
esos hechos y procesos no se dan, y que no es de ese modo como las
causaciones materiales rigen; o bien que partimos de la convicción 23. Es cierto que para la aplicadón de este criterio habría que
de que en general no existen ni pueden existir cosas tales como contar, para empezar, con ese diccionario total y ordenado y con una
'economía española', 'demanda· global', 'balanza de pagos', 'impor­ reglamentación sintática exhaustiva que no dejara ningún caso posi­
taciones', o de que esas cosas, si existen, no son aptas a padecer pro­ ble fuera de la ley; y de lo primero no se dispone para ninguna
cesos tales como respectivamente el de crecer, el de ser generados, lengua, si bien para lo segundo pueda sostener la gramática genera·
el de estar desequilibrados, el de recibir presión, o de que no se dan tiva ciertas pretensiones no del todo infundadas de poder ofrecerlo.
en general en la realidad nexos causales como los que ahí lingüísti­ Y aún es más: que en cuanto al léxico, su infinitud (y por tanto la
camente se señalan. imposibilidad de dicho diccionario) parece una éondición inherente
a cualquier lengua 'natural' (esto es, no construída), aunque no a los·
21. Pero lo cierto es que nosotros no podemos apelar a ninguno lenguajes matemáticos o formalizados : parece --esto es- una condi­
de los dos criterios : ni al primero, ya que no disponemos, al menos ción necesaria para cualquier lengua que pretenda producir alguna
nosotros, de medios empíricos para realizar la comprobación de la vez algún bit de información que no esté ya contenido en la estruc­
presencia o no de tales fenómenos en la realidad, y hasta nos decla­ tura de la lengua misma. Y en cuanto a la reglamentación sintáctka,
ramos incapaces de imaginar qué procedimientos realmente extralin­ no puede menos de advertirse que su establecimiento completo, hasta
güísticos podrían emplearse para realizar esa comprobación; ni al cubrir todos los extremos de la casuística, no parece que pudiera
segundo, ya que declaramos caracer de doctrina metafísica o visión llevarse con toda independencia del vocabulario; y que, por otro
del mundo en virtud de la cual pudiéramos saber que no se dan ni lado, cada transgresión de una ley pone en cuestión la permanencia
en
116 Agustín García Calvo V. Enfasis de la racionalidad un texto ccon6mico 117

de la ley misma, sin que sea posible siempre determinar cuándo una del castellano que la oiga, puesto que está compuesta de palabras del
determinada formulación lingüística constituye una transgresión de vocabulario corriente y enlazadas entre sí según normas sintácticas
la ley antigua o una obediencia a la nueva ley. admitidas; pero, por otro lado, podemos comprobar que en determi­
nado contexto y para hablantes determinados, para los que están en
24. Pero, con todo, estos podrían ser inconvenientes menores la situación, por así decir, ejerce un cierto poder de evocación o de
con respecto a la cuestión del descubrimiento de un criterio interno alusión al campo de lo práctico y lo sensitivo: aquí las naranjas de­
de falsedad. Porque siempre podría apelarse todavía, para Ja decisión jan de ser naranjas, entes léxicos constituídos por .las notas semánti­
por la corrección o incorrección de un texto, no al código, sino al cas que exij a su inclusión en el diccionario de la comunidad, para
juez: cabe que nos erijamos nosotros mismos, como hablantes de la convertirse nuevamente en naranjas.
misma lengua en que el artículo está escrito y formulado el razona­
miento del ministro, en representantes legítimos del sentir del se­ 27. Y por cierto que, cuando el lenguaje se emplea de este se­
nado o asamblea que decreta los valores de las palabras y las leyes gundo modo, se le reconoce como un procedimiento de evocación o
de funcionamiento de la lengua. El procedimiento podría parecer de alusión aproximativo, abstractivo, impresionista, por asf decir, en
arrogante, pero no carente de sentido. Sólo que entonces, una vez cuanto proporciona sólo algunos puntos de referencia para el reco­
así determinada la corrección léxica y gramatical del enunciado, por nocimiento de algo en cierto modo infinito y por tanto irrepetible,
el mismo procedimiento y apelación a los mismos cándidos intérpre­ para cuya plenificación se confía en el contexto extralingüístico. Pero
tes del sentir del pueblo lingüísticamente organizado, se vendría a justamente como aproximativo y tentativo se le reconoce, a diferen­
descubrir probablemente que el uso de las voces corrección y reali­ cia de la significación en el primer sentido, donde el término y su
dad como sinónimas es contrario a las normas de la lengua, y que, significado se recubren perfectamente, como que son la misma cosa.
según estas normas la verdad de una predicación como «la nieve es
blanca» sólo se comprueba por una experimentación extralingüística 28. Ya se ve por dónde van caminando nuestras reflexiones : de­
de que la nieve es blanca; experimentación extralingüística que en nodadamente se esfuerzan, al parecer, por separar del significado el
el § 21 nos hemos declarado incapaces de imaginar siquiera. denotandum, para dejar reducido aquél a pura epifanía de la organi­
za<;:ión del léxico y la obediencia al reglamento gramatical. Mas para
25. Lo que, en todo caso, sí parece que hemos conseguido a lo que se vea que con el modo de significar alusivo y evocativo no nos
largo del análisis del discurso ministerial en los § § 1 1-18 ha sido referimos a cosa como una realidad física o científica, a la supuesta
que se nos vaya insinuando una distinci6n cada vez más clara entre realidad en sí, que se opondría al mundo de las convenciones, aban­
dos modos de significar que las palabras tienen: algo en ese sentido donando ya el campo de las frases que contienen elementos propia­
se indicaba cuando en los § § 11-18 se advertía que los términos del mente deícticos (como en el ejemplo del § 26, tu, el. . . pasado, éste),
tipo excesiva o demasiado tal vez fueran los únicos en ese texto que es preciso que el lector se detenga a practicar el experimento del
refirieran al oyente a un campo extraño a las palabras mismas, en doble modo de significar en otras frases como las siguientes: a) «el
tanto que los del tipo economía española y demás, siendo justamente límite norte del cultivo del naranjo pasa por la provincia de Jaén»;
los que presentaban un significado preciso y definido en sí mismo, b) «la medula de los huesos deja a veces de producir glóbulos ro­
eran los que no se veía que pudieran referirlo a nada ajeno al mundo jos»; c) «Alá es justo» y d) «la naranja se llama en francés
mismo de la constitución del vocabulario y del lenguaje. orange».
26. Probemos esa distinción de los dos modos de significar 29. Así nos damos cuenta de que el elemento que establece la
sobre una frase de carácter muy distinto : «las naranjas de tu huerto distinción es la participación común de los hablantes (o de uno de
eran más dulces el año pasado que éste». Aquí observamos que la los dos al menos, en el caso de que la evocación sólo se dé en la
frase significa algo perfectamente preciso y claro para todo hablante intenci6n del hablante o, sin tal intención, se produzca sin emba rgo
118 Agustín García Calvo V. Enfasis de la racionalidad en un texto econ6mico 119

en el oyente) en un mundo de experiencias y de convenciones prác­ que así el lenguaje de términos más definidos y más l6gica conexi6n
ticas, diferentes de la mera participaci6n en la convenci6n de uso vendría a ser el más realista, como en la matemática, donde en efec­
de su lenguaje. to no puede haber la menor diferencia entre exactitud (ajuste a la
definición) y realismo, entre lógica y verdad.
30. Y así el caso de tales frases se nos aparece paladinamente
diferenciado del de otras como las siguientes: c) «la naranja es el 33. Pero en tanto que las dudas met6dicas, de criterio de fal­
fruto del naranjo», con su inversión, «el fruto del naranjo es la sedad, van despejándose, volvamos todavía al texto del artículo ob­
naranja»; y f) «la bisectriz de un ángulo de un triángulo divide al jeto de nuestra atención. Examinemos la continuación del párrafo
lado opuesto en dos segmentos proporcionales a los otros dos lados», citado, que así reza : «Esta solución no puede hallarse en medidas
las cuales, como puede observarse, no pueden tener más que un modo de comercio exterior o meramente coyunturales, porque el problema,
de signifi.caci6n; que son tan exactamente significantes como carentes de forma en el ritmo, es estructural en el fondo». No dejan de ofre­
de todo poder evocativo, en cuanto que su efecto no se basa en otra cernos estas líneas notables elementos de insistencia en la raCiona­
participación por parte de los hablantes más que en la participaci6n lidad: lo primero, por la presencia de vocablos que tienden a im­
en la propia convención de uso de su lenguaje. primir la sensación de lo pitagórico del problema, lo musical y geo­
métrico, a saber, ritmo, estructural e incluso conyunturales, qué im­
3 1 . Estas consideraciones pués tal vez nos aclaran algo res­ porta si este último aparece en la primera parte de la frase, la negada,
pecto a la pretensi6n de nuestro examen de los elementos de énfasis pueito que de lo que se trata evidentemente es de producir UnlJ
en la racionalidad de un texto como el artículo que comentamos y res­ impresión total de tecnicidad y cientificidad de la cuestión.
pecto a qué sentido preciso pueda darse a la predicación de falsedad
aplicada a un mensaje lingüístico, que ni tenga que apelar a la com­ 34. Estos vocablos ejercen una doble función racionalizadora,
paración con la realidad extralingüística ni que reducirse a identifi­ de un lado por lo que significan, del otro, por el ambiente léxico
carse con incorrecci6n gramatical: se trata, al parecer, de que ambos al que pertenecen: ya de por sí sugieren lo ordenado (ritmo) y ar­
modos de significar se confunden; que se emplea el primero, pura­ ticulado (coyunturales) de los procesos, lo arquitectónicamente orga­
mente significante, como sustituto del segundo, del evocativo; que nizado (estructural) de la situaci6n; y muy pertinentemente con­
exigiéndose por la situación algún modo de hablar evocativo o alu­ funden en uno el problema teórico mismo y los hechos a los que se
sivo, se ofrezca uno verbal, definitorio, tautológico, pero de tal refiere (que «el problema . . . es estructural» pretende decir, por una
manera que la precisi6n científica de los términos, la logicidad de las especie de enálage, que se refiere a la estruC:tura de la situación real}.
conexiones puedan venderse como equivalentes de la referencia a Pero además, siendo tales vocablos buenas muestras de la jerga cien­
Jas cosas prácticas y sensibles. tífica más en boga del tiempo en que se escriben, la estructuralista,
vienen a dar por ello mismo la impresión de cientificidad del dis­
32. Cómo se produce tan extraña sustitución es algo que tam­ curso, en cuanto representantes de la Ciencia en general bajo la forma
bién ahora se entiende mejor en parte: se trata de que subrepticia­ vigente de ésta.
mente se traslada a los oyentes al campo de los discursos matemáticos,
logísticos o taut6logos, en los cuales en efecto, como en el § 29 35. Un segundo elemento racionalizante está dado por el nexo
hemos señalado, el poder alusivo no es más que la propia significa­ causal indicado con el porque: costaría bastante, en efecto, ya en el
ci6n, los únicos discursos en los cuales los términos precisos ( defini­ plano de la mera significaci6n, entender Cómo el hecho de que el
dos) y las partículas de conexión lógica tienen su lugar propio; y se problema sea estructural en el fondo es una razón de que la soluci6n
impone así subrepticiamente una especie de teoría, según la cual tam­ no pueda hallarse en medidas coyunturales. Pero evidentemente,
bién en las cuestiones, por ejemplo, de la economía española existen cuanto más oscura y vaga la relaci6n entre los términos, tanto más
realmente esas cosas definidas y esas conexiones lógicas, de tal modo necesaria se hace en otro nivel la expresión explícita de los nexos
120 Agustín Garda Calvo V. Enfasis de la racionalidad en un texto económico 121

que los unen. Qué otro nivel es ése que necesita la racionalizaci6n 39. Pero tenemos que pedir al lector que desde este punto re­
de los textos es lo que seguimos tratando de descubrir. corra por su cuenta el resto del artículo, tratando de aplicarle ma­
neras de análisis semejantes, fijándose no tanto en los puntos de len­
36. Un tercer elemento, en fin, tenemos en la antítesis final guaje figurado (el saco de las líneas 29-35) como en los de insisten­
(«el problema, de forma en el ritmo, es estructural en el fondo»): cia en el carácter racional de la cuestión (esto es, del planteamiento de
gracias a la curiosa disposición de las palabras (de primeras se recibe la cuestión, que sugiere una raéionalidad igualmente de la realidad
la impresión de un quiasmo que alterara la disposición normal de la de la cuestión misma), hasta llegar a la fórmula de solución ofrecida
antítesis: «de ritmo en la forma / estructural en el fondo») es difí­ por el ministro, que se recoge en las líneas 64-69: «Precisamos adap­
cil saber si se está jugando con la tradicional antítesis «forma/fondo» tar nuestro desarrollo a las posibilidades máximas de crecimiento
o si en el fondo es la locución adverbial acuñada más o menos inter­ equilibrado y no inflacionista, encauzarlo hacia la corrección de los
cambiable con en realidal: lo más probable es que la intenci6n fuera defectos estruéturales y mejorar las condiciones productivas». Nótese
escribir algo como «el problema, que se aparece afectando al ritmo a través de estas palabras con qué carga de reconfortación para los
del proceso, es (¿por tanto?, ¿sin embargo? ) en realidad un proble­ lectores se presentan los dirigentes adaptando, encauzando y mejo­
ma de estructura», y que la atraccióp de la antítesis acuñada «fon­ rando los procesos económicos, .como técnicos que operaran sobre las
do/forma» arrastrara la modificación de la frase. tablas estadísticas, de tal manera que, en vez de ser sus cifras tra­
ducción aritmética de los hechos, la operación sobre las cifras se
37. En todo caso, la oposici6n misma de fondo y forma ha ve­
confudiera con la operación sobre los heéhos mismos, tan racionales
nido durante siglos funcionando como uno de los recursos cientí­ como ellas.
ficos más eficaces del ser para presentarse como estructurado y como
inteligible; que este recurso haya llegado a caer en un descrédito 40. Ante la fórmula el comentarista ratifica su rendida admira­
bastante vulgarizado en nuestros días explica bien la forma quias­ ción a la claridad-realismo de las palabras ministeriales: «Esta f6r­
mática y oscura con que aparece en ese texto : los imperatitvos sub­ mula del señor García-Moneó admite realmente pocas objeciones»
conscientes del periodista le han llevado a encontrar el modo de (ll. 69-7 1 ); donde pocas es evidentemente un eufemismo por nin­
aprovechar aún la vieja antítesis sin afrontar la vergüenza de em­ guna: en efecto, en los lenguajes formalizados no caben grados de
plearla descaradamente. verdad : si la f6rmula está verdaderamente formalizada, entonces,
por definición, o es falsa o verdadera: o no dice nada, y entonces es
38. ¿Podría osarse una interpretación de semejante frase y verdadera o dice algo, y entonces no puede serlo.
proponer que lo que quiere decir en realidad es algo como «el pro­
blema es grave y no se puede arreglar con medidas poco decididas»? 4 1 . Claro que esa última frase del ministro no es de modalidad
Pero ¿ quién osaría semejantes traducciones?: ¿qué quiere decir que propiamente predicativa o l6gica, sino, con su precisamos, un giro
aquello quiere decir esto? No; según el doble modo de significar disimulatitvo de una frase yusiva, de una exhortación o de una pro­
que veníamos distinguiendo, ambas frases podrían considerarse equi­ mesa: «encaucemos» o «encauzaremos»; de manera que para esta
valentes, sin6nimas, en el plano de la mera significación; pero lo frase ni siquiera sería pertinente la cuestión de verdad o falsedad ni
que quiere decir el articulista con la que él ha empleado es algo evi­ por tanto las objeciones en cuanto fórmula. Es así que el comentarista
dentemente distinto: si no, no habría hecho el esfuerzo de poner en (ll. 7 1 ss.) pasa a dedicarle la observación ordinariamente aplicable
juego todos los elementos de énfasis en la racionalidad que venimos a las frases de esta modalidad, la del cascabel al gato, que aquí no
analizando: por medio de ellos ha querido decir otra cosa, y este obstante se presenta en la curiosa versión siguiente, a tono con el
segundo sentido del querer decir es lo que tratamos de seguir acla­ estilo general de la jerga cientifico-económica: «lo difícil reside en su
rando todavía. instrumentación práctica»,
122 Agustín García Calvo V. Enfasis de la racionalidad en un texto económico 12.3

42. Pues en efecto, si examinamos la receta ministerial como ción expresiva (del hablante, con todas sus condiciones); por otro,
tal receta, vemos que consiste en aquello que ya en el § 15 sospe· una impresiva, de actuación sobre el ambiente (incluído el oyente
,
chabamos : gastar menos y ganar más; lo cual aquí encontramos di­ en él), de alteración del mundo, de instrumento de producción; por
cho d� si�iente modo : «la cuidadosa selección de las inversiones y otro, tal vez sea de separar una función lúdica, como medio de placer
el ractonanuento de los gastos de consumo, especialmente del gasto y objeto de consumo; por otro, en fin, una que diversamente desig­
público consuntivo» (nótese la significativa doble aparición del pleo­ namos como lógica, predicativa, enunciativa, informativa. Y así pen­
nasmo «gastos de consumo», «gasto . . . consuntivo» eufemístico .sin samos que todas las frases de cualquier lengua (dejando a salvo la

duda, para evitar «gastos inútiles» y permitir los rocesos de �on­ posibilidad de frases puramente expresivas o puramente lúdicas) se
s�mo, al sugerir que hay también, naturalmente, consumos produc­ clasifican en las siguientes modalidades, de acuerdo con los diversos
tivos), esto es, gastar menos; y «mejorar las condiciones productivas» tipos de la función impresiva o práctica: evocativas, votivas, yusivas,
(l. 69), esto es, ganar más. interrogativas y las simplemente predicativas, es decir, aquéllas ca­
racterizadas por el fenómeno de la predicación , las únicas aptas para
43. Ahora bien, si la parte yusiva o promisoria del discurso ser sometidas a la cuestión de verdad o falsedad, supuestamente ca­
que como tal se enuncia, es realmente exigua y realmente «cabe e� rentes, de función impresiva o práctica, reducidas a una mera fun.
� papel de fumar», como reconoce el comentarista (l. 76), no sin ción informativa o lógica.
cierto temor de que esa exigüidad implique al mismo tiempo lige­
�eza (Il . .76-78), y si d: otro lado vamos encontrando que la parte 46. Pero a lo largo del estudio nos hemos visto obligados a
1�formattva, e? el sentido de evocadora y alusiva de cosas indepen­ atentar contra la unidad del concepto de 'información' y a distinguir
dient:s del discurso, es mucho más exigua todavía, pero que en entre las frases del lenguaje predicativo: por un lado, las de función
camb�o los elemento� de insistencia en la racionalidad, arquitectura descriptiva o evocadora, aquellas de las que sólo se puede decir que
Y lógica del planteamiento y de la situación misma invaden casi todo son verdaderas en cuanto que aciertan a sugerir o hacer presente en
el discurso, ¿qué tenemos que pensar acerca de la función de estos algún modo la materia de que se trata (una materia que puede no
elem:ntos racionalizantes? · Puesto que son frases lógicas que al mis­ consistir sino en la participación común en convenciones y costum­
mo ttemi:>o carecen de valor !nformativo, de significación en el pri­ bres, sólo que extrañas a la pura convención gramatical); son las
mer sentido de los dos definidos en los § § 25-29, ¿qué especie de frases que, por medio de su significado, alcanzan a tocar o suscitar
.
functón es entonces la suya? (pues nos es indiferente que se prefiera imaginar su acción como des­
44 P dría responderse que su función es simpl
? cubridora o como creadora) algo ajeno a ellas mismas. Pero entonces
: emente la de
la falsificación, en el sentido descrito en los § § 31-32 . Pero este tipo de frases predicativas se dejan reducir por su función a las
mucho
parece que queda por decir aún acerca de esta función de de otra modalidad, a las evocativas, y entre formulaciones como «tron­
la faliifica­
ción por medio de los elementos racionalizantes del lengua cos / y troncos, ramas y ramas», «amor mío», «llueve leche sobre
je. Y ante
todo, como la falsedad de un texto se imagina de ordina el lago Lemán» y «tu hermano ha venido» (una misma función, im­
rio, como
opuesta de su verdad, a modo de fenómeno lógico o epistem presiva, las aúna) sólo encontramos diferencias de mecanismo gra­
ológico,
de algo que se refiere todavía al decir, a la modalidad predic matical, referentes sobre todo a la aparición o no de la predicación
. ativa de
la frase, convie ne que observemos cómo no es así evidentemente bimembre ; y en ellas la cuestión de verdad o falsedad (otra vez ha­
como nuestro estudio nos está presentando la falsedad. ·
bremos de insistir en mostrarlo más detenidamente) no se deja plan­
tear en términos de sí o no: tales predicaciones, en efecto, son más o
45. Probablemente lo que está pasando a lo largo menos verdaderas.
. de este es­
tudio es que se está modificando bastante la relación entre las varias
funci?ncs del lenguaje y entre las varias modalidades de 47 . Frente a este tipo de predicaciones, necesariamente impre­
la frase.
Imaginamos de ordinario que el lenguaje tiene por un lado cisas, pues que de su imprecisión sa,an su poder informativo (en el
una fun-
124 Agustín Garcfa Calvo V. Enfasis de la racionalidad en un texto ccon6mico

sentido de 'evocativo'), distinguíamos un segundo tipo, el de las blecerse el conjunto finito de definiciones y de reglas sintácticas que
frases definitorias o matemáticas, aquéllas cuyo denotandum era su nos permitiera calificarlas de verdaderas (tautológicas, confirmadoras)
propio significado, las únicas propiamente l6gicas, en cuanto tauto­ o de falsas (es decir, absurdas).
l6gicas, las únicas en que la cuesti6n de verdad o falsedad es abso­
luta: su verdad se identifica con su ajustamiento a las definiciones y 50. En suma, lo que estamos viendo es que el concepto de ver­
las reglas, cuya validez ratifica la predicaci6n verdadera; su falsedad dad y falsedad se nos deshace entre las manos : como hecho que se
no es sino una equivocaci6n, un absurdo, la contradicción de la pre· refiera al campo del saber o de la lógica, su aplicación se nos reduce
dicaci6n consigo misma, que, al presentarse, de hecho, lo hace para a las formulaciones del lenguaje formalizado, donde por otra parte,
negar su presencia de derecho o, si no, la subsistencia de las con­ se confunde con el de tautología y absurdo; por todo lo demás, el
venciones en que su construcci6n está basada. Y tales predicaciones concepto de falsedad se nos vuelve a sumir en el terreno de lo
nunca pueden decir nada; son siempre prol6gicas o docentes; su práctico, en el de la moral al fin y al cabo, donde la calificación de
única funci6n es la de confirmar o infirmar las reglas gramaticales 'mentira' tenía seguramente su primera aplicación.
o definiciones léxicas que usan; son, respecto de las predicaciones
5 1 . En efecto, ¿qué quiere decir 'mentira' con respecto a las
corrientes (las imprecisas y más o menos verdaderas), algo como los
predicaciones habituales? Mentira es una acci6n --decimos. Vea­
pases en vacío del aprendiz de toreo, ensayos del más puro ajusta­
mos cuál. Una predicaci6n habitual (§ 46), como «tu hermano ha
miento al esquema abstracto de los pases, con respecto a su realiza­
venido», en cuanto no definitoria, no puede menos de ser evocadora
ción sobre el toro.
de realidad; ¿qué pasa si en realidad tu hermano no ha venido? :
¿deja entonces la frase de cumplir su funci6n?, ¿es por ello menos
48 . Y en tercer lugar nos encontramos con un tipo de frases
evocadora y en tal sentido menos verdadera? No. ¿Es l6gicamente,
predicativas eomo las del discurso del ministro (y tantas otras que
epistemológicamente, falsa? No, puesto que ello implicaría hacer
llenan los discursos de las ciencias históricas y naturales, de los pe­
una confrontación entre cosas del mismo orden, creer en suma que
ri6dicos y de la conversación), que pretenden ser lógicas y verda­
había una especie de realidad extralingüística, pero organizada de por
deras al mismo tiempo que informativas y realistas. Y decimos que
sí en conceptos y nexos l6gicos, que pudiera así confrontarse con los
la especial manera de su falsedad debe de consistir en tal falacia o
conceptos y nexos l6giéos de la frase, para concluír por la iden­
simulación. Pero el carácter de esa falsedad, o 16gica o práctica, se
tidad o la contradicción entre ambas.
demuestra dificultoso de entender.
:si. Pero entonces, la frase mentirosa, que sigue ejerciendo su
49. En efecto, se las puede considerar como pertenecientes al poder evocador y que no puede juzgarse, como una f6rmula 16gica,
primer tipo (§ 46) y, en vista de que no aciertan a decir nada o ape­ de verdadera o falsa, ¿qué es lo que hace? Simplemente parece que
�as nada acerca de los procesos econ6micos palpables, extralingüís­ se transforma en inventiva, creativa: en vez de reproducir en algún
tlcamente padecidos, decir que son muy poco verdaderas, que son modo la realidad experimentada, la produce, la hace ser experimen­
muy torpes en cuanto sugerentes o descriptivas. Pero ellas al mismo tada en algún modo. Y podemos generalizar en el sentido de que las
tiempo se presentan como 16gicas; hay en ellas toda una serie de predicaciones habituales o son evocadoras o creadoras; y más preci­
elementos raCionalista s que llaman nuestra atención, que aspiran a samente : que en la medida que no son evocadoras, resultan crea­
otro modo de verdad, la del segundo tipo (§ 47) de frases predica­ doras.
tivas. Y sin embargo, no se las puede considerar seriamente como
predicaciones 16gicas o matemáticas (no nos atemorice el advertir que 53. Pues así entonces con aquellos tipos de lenguaje caracteri­
todo el lenguaje matemático de la ciencia económica más seria zados por los elementos de insistencia en la racionalidad del texto:
queda también amenazado con estas observaciones), puesto que pre­ aquí por definici6n las frases son mentirosas siempre (salvo para una
tenden versar sobre realidades, y de hecho, no podría nunca esta- fe platóniéa, más firme, por supuesto, que la de Plat6n, en una rea·
126 Agustín García Calvo V. Enfasia de la racionalidad en un texto económico 127

lidad externa, pero conceptual y l6gica, frente a l a cual, por cierto, zantes desempeñan un papel específico en esa función creadora, y
el lenguaje sería una superfluidad, a decir verdad, inconcebible), de cómo en general tienen que terminar de confundirse el fenómeno
siempre mentirosas, en cuanto que no pueden (al menos con esos ele­ epistemológico de la falsedad con el fen6meno práctico de la mentira.
mentos racionalizantes) aludir a nada material ni sensitivo; pero
esa mentira suya es una acción: inventan y crean en realidad una
racionalidad real; y cuanto menos realidad evocan, más realidad ANE.xo: «Palabras claras•.
están realizando. ABC, 15 de enero de 1967.
, Nuestro ministro de Comercio ramente «desarrollista� dejando
54. El discurso del señor ministro de Comercio no ha hecho, ha hecho una disecci6n quirúr­ intactos esos efectos. Hemos·
ciertamente, <<Una disección quirúrgica de la situaci6n de la economía gica de la situaci6n de la econo­ echado paletadas a un saco sin
española» (ll. 2-3 ), en el sentido descriptivo y analítico que el co­ mía española. Al comenzar un fondo, con esfuerzo y entusiasmo,
mentarista pretendía, pero no menos por ello, sino tanto más por ello nuevo año siempre es ccmvenien­ ·para conseguir esas cifras deslum­
te refrescar ideas. Las palabras brantes que, como dice el señor
mismo, ha realizado una operación sobre l a situación económica. Ni
del señor García-Monc6 han sido García-Monc6, no son las más
se nos pida que distingamos, como objeto de esa operación, entre
una saludable ducha de agua fría deseables en economía. Mientras
las mentes de los oyentes y la situaci6n misma. Ha ejercido una aé­ que nos ha despertado de modo el fondo no sea cosido y reforza­
ción sobre la realidad: ha contribuído a la racionalización de los contundente. Sus explicaciones do, jamás acumularemos auténti­
procesos mismos, ha dado algún paso en la participación de la lógica han sido claras como lo eran an­ co progreso. Fuera símiles. Las
en la construcción y mantenimiento de la situaci6n real, ha propor­ tes el agua de Madrid, ciñéndose palabras del ministro de Comer­
cionado de paso incluso «una saludable ducha de agua fría» a algunos a la · realidad de una problemáti­ cio han sido claras; los p¡-oble­
economistas; y si su discurso ha ayudado modestamente a la insen­ ca, cuya solución b.m.ta. camo la. mas de la balanza de pagos no
sibilidad y la ininteligencia de los hechos, esto constituye una alte­ conclusión de un silogismo. La son simplemente coyunturales, y
ración real de los hechos mismos. economía española crece a ritmo mientras la oferta agrícola no se
demasiado rápido; este ritmo reestructure serán precisas más y
genera una demanda global ex­ más importaciones para evitar
55. Si las palabras del ministro hubieran tenido la omnipotencia
cesiva; esta demanda presiona in­ que se dispare el coste de la
de las de su Dios, habría quedado creada al momento una economía vida. El frenazo de 1964-65 en
tensamente las importaciones; el
española, una red de hechos y procesos lógicos, que, borrando toda aumento desmesurado de las im­ nuestras compras exteriores pra­
posible materia de evocación, de sensación, de hambre y miedo, portaciones imposibilita el · equi­ voc6 un alza del 1 6 por 100 en
habría quedado constituida como la única realidad. En Dios, en librio de la balanza de pagos; la el coste de la vida y no mejor6
efecto, había extrapolado la Teología ese poder creador de la lógica, tendencia creciente al desequili­ en absoluto la situación del cam­
que ya en los comienzos mismos del monoteísmo el poeta Arquíloco brio exige una soluci6n. Esta so­ po, atacado de una insuficiencia
(fr. 66 Adrados) contemplaba con una irónica admiración: «No hay luci6n no puede hallarse . en me­ congénita que es la que hay que
otro tal como Zeus / profeta cierto: él hace la profecía y él / la hace didas · de comt!rcio exterior o corregir. Por eso el reciente In­
cumplirse también.» meramente coyunturales, porque forme del Banco Muttdial y de la
el problema, de forma en el rit­ F. A. O. sobre el desa"ollo de
mo, es estructural en el fondo. Ja agricultura m España, su deci­
56. Pero es hora de que insistamos en el análisis de algunos
La capa del desarrollo no ha si6n de ejecutarlo, la prioridad
otros textos que nos ofrezcan nuevas sugerencias respecto a la ope­ permitido ocultar los defectos es­ del sector agrario en el segundo
ración de los elementos racionalizantes del lenguaje. Pues parece que tructurales de la economía espa­ Plan de Desarrollo y la concien­
mucho queda todavía por entender de cómo la carencia de signifi­ ñola, sino todo lo contrario. El cia general de que es imprescin­
cación (evocaéi6n ) se relaciona con la función creativa y la cons­ dinamismo de nuestro crecimien­ dible atacar el problema de raíz
trucción de la realidad, de cómo los elementos lógicos y racionali- to ha discurrido por uxa vía me- son esperanzadoras noticias para
128 Agustín García Calvo

nuestra balanza de pagos, que el equilibrado y no inflacionista, en­


pasado año, sin ir más lejos, tuvo '1ceauzarlo hacia la correcci6n de los
1.rque soportar la compra de 650 defectos estructurales y mejorar
millones de d6lares en productos las condiciones productivas. Esta
agrícolas, convirtiéndose en im- fórmula del señor García-Monc6

port� or neto un sector �ntes admite realmente pocas objecio­

tra tctonalmente excedentart� �n � ,'11 . L
es o difícil reside en su in!·
. ,
<"(o su intercambio externo. El mmrs- trum �ntact6n pract :ca que ext�e
. ·
·

tro de Comercio nos ha recordado


la c�rdadosa selecc�6n d� las m­
que los problemas son difíciles,
versrones y el ractonamtento de
por la rápida incorporaci6n de .
nuestra economía al moderno in- los gastos de consumo, espectal-
f [dustrialismo, pero en modo algu- flfPfn_ente del gasto público consun­
no insolubles. Precisamos adap- trvo. La receta cabe en un papel
tar nuestro desarrollo a las posi- de fumar. ¿Sería pedir demasiado
bilidades máximas de crecimiento que 110 se lo llevara el viento?
APENDICE AL ENSAYO V

El estudio precedente sobre los elementos enfatizadores de la


racionalidad se continuaba con otro, en que, utilizando para el aná­
lisis nuevos textos periodísticos, se trataba de clasificar de algún
modo esos elementos y de precisar sus funciones prácticas sobre el
lenguaje al mismo tiempo que sobre las cosas de que habla. No
habiendo eneontrado ese estudio cabida en esta colección, ofrezco
aquí por lo menos un resumen de los puntos principales que tocaba,
que pueda sugerir de algún modo el rumbo del razonamiento.

1 . Se ofrecía como el criterio más inmediato para clasificar los


elementos racionalizantes el de dividirlos en simplemente lingüísti­
cos y metalingüísticos: esto es, que se refieran a las cosas de que
se habla o que se refieran a la propia frase o elementos de la frase
con que se habla de ellas; oponiendo, por ejemplo, el evidentemente
de «El ruido se acercaba evidentemente», que contribuye a describir
y cualificar el hecho de acercarse, al evidentemente metalingüístico
de «El ruido, evidentemente, se acercaba», que si cualifica y se re­
fiere a algo, es a la predicación misma «El ruido se acercaba».

2. Y se advertía que, a estos efectos, junto a elementos decla­


radamente racionalizantes como «en consecuencia», «como: es l6gico»,
«verdaderamente», había que agrupar igualmente otros que aparen­
temente aludían, en vez de a lo racional, a lo sentimental y lo na­
tural, tales como «francamente», «sinceramente», «naturalmente»,
pero que de hecho cumplían idénticas funciones que los primeros;
con lo que de paso se descubría algo del carácter ideológico y ra-
.Agustín García Calvo V. Enfasis de Ja racionalidad en un texto econ6mico 131
130

cionalizante de la naturalidad y la naturaleza, de la franqueza y la 7. Todo elemento racionalizante no puede menos de usarse me­
sinceridad. talingüísticamente en cierto modo, pero no en el sentido de que se
aplique únicamente al discurso y no a su tema, sino en el de que,
por el énfasis mismo en la racionalidad, se denuncia claramente la
.3. Pero al punto aparecían en la práctica las dudas sobre esa
confusión entre el tema y su discurso: pues si el discurso es racional
división entre el uso lingüístico y el metalingüístico de los elementos
y verdadero, como el elemento racionalizante insiste en que lo es,
racionalizantes. Se daba, por lo pronto, la fluctuación entre los dos
no puede aplicarse racional- y verdaderamente más que a un tema
usos: por ejemplo, si partíamos del uso metalingüístico en «La con­
que sea verdadero y radonal. Las únicas predicaciones verdaderas
versación de su señora era, francamente, detestable», veíamos con
son las tautológicas o matemáticas, en que el objeto de que se habla
qué facilidad podían levantarse las entonaciones aislantes y venirse
es tan matemático como la afirmación que de él se hace.
a dar, sin momento metalingüístico, en «La conversación de su se­
ñora era francamente detestable», cuyo efecto práctico no parecía,
8. Es decir que en una frase como «Europa está, verdadera­
sin embargo, tajantemente distinto del del primer uso.
mente, en trance de unificación» (con o sin las comas de uso meta­
lingüístico), si el «verdaderamente» se aplica a la predicación, por
4. Y más aún: en un ejemplo como «La Ley es sinceramente ello mismo se exige que «Europa está en trance de unificación» sea
realista», no sólo cabía la interpretación de que el «sinceramente»
una predicación verdadera; pero esto sólo podrá serlo si su Sujeto
fuese un epíteto adverbial al predicado «realista» frente a la otra
o topic, la Europa a la que ella se refiere, es a su vez verdadero;
de que fuese un comentario metalingüístico referido al ánimo del
ahora bien, para que Europa sea verdadera, tiene a su vez que ser
escritor («La Ley es, sinceramente, realista »), sino una tercera in­
un ente racional y lingüístico en cierto modo ; así que igualmente
terpretación : que fuese la propia Ley la que hablara (sinceramente),
en esa frase podríamos poner el signo de uso metalingüístico (comí·
siendo el «es» como un equivalente de «se dice», «se presenta» («La
llas en este caso), no ya al «verdaderamente», sino al «Europa» mis­
Ley se presenta sinceramente como realistu).
mo: «'Europa' está, verdaderamente, en trance de unificación».

5. De modo análogo, con un elemento racionalizante de otro 9. Es así como volvíamos a ver el uso lógico-práctico de estos
orden como la conjunción causal puesto que, teníamos en una frase elementos enfatizadores: que son racionalizantes precisamente, en el
del tipo de «Estamos ante un acto de libertad, puesto que cada uno sentido de que producen la racionalidad, no sólo del hablar, sino
votará en conciencia» .la posibilidad de ambas interpretaciones: que al mismo tiempo de aquello de lo que habla.
estamos ante un acto de libertad caracterizado por el hecho de que
cada uno votará en conciencia; o bien la interpretación metalingüís­ 10. Renunciando pués al criterio de la distinción entre 'lingüís­
tica que se puede glosar como «Estamos ante un acto de libertad, tico' . y 'metalingüístico', pasaba aquel ensayo a hacer la clasificación
y digo 'libertad' por el hecho de que cada uno votará en conciencia» de estos elementos acudiendo a los criterios de su propio carácter
o «Estamos ante un acto de libertad, como se deduce de que cada y función gramatical. Y así se distinguía, en primer lugar, entre:
uno votará en conciencia». A) Elementos absolutizadores o polares; B) Sugeridores semántieos;
y C) Nexos ordenadores o causales.
6. Pero -nos preguntábamos entonces-- ¿es que se trata en
casos como éstos de que haya una duda entre si es la más acertada lL A) Entre los primeros pués encontrábamos tres tipos:
la interpretación lingüística o la metalingüística? Más bien nos pa· a) Los vocablos del tipos «todo», «siempre», «único», con los que
reda que lo que era dudoso era la distinción misma entre 'lingüís­ podían agruparse algunos propiamente semánticos del tipo (a') «ra­
tico' y 'metalingüístico' en lo referente al uso de los elementos enfa­ dical», «absoluto», «eternidad», «año Ü»; b) Los superlativos cul­
tizadorcs de la racionalidad. minativos, como «la mejor», «los más nobles», y también «el pri-
132 Agustín García Calvo V. Enfasis de la racionalidad en un texto econ6mico 133

mero», �<lo último», «exactamente igual»; e) La negaci6n de ele­ llueva ! » o «Maldita sea ! », evocativas como «Padre ! » o «Señores
mentos que no sean del tipo A: «ni más ni menos», «Sin duda», del Jurado») frente a las puramente l6gicas o predicativas (la «in­
«indiscutible», «irrevocable». formación objetiva», que es luz de la Ciencia y deber sagrado de los
agentes de la Prensa), en un segundo momento teníamos que ver
12. B) Los de este tipo no son directamente racionalizantes, c6mo también las frases predicativas tenían una funci6n impresiva,
sino que por el campo semántico al que aluden tratan de colocar el práctica, sobre el ambiente y los interlocutores.
discurso en la esfera de los lenguajes formales o verdaderos ; son vo­
cablos del campo de la Ontología (los mismos que en a'), como «ab­ 16. En efecto, partiendo del caso de una frase típicamente
soluto», «esencialmente» (aunque téngase en cuenta que el uso co­ «primitiva», de modalidad predicativa exaltada, como « ¡Fuego ! »,
loquial ha hecho, por el contrario, de cosas como «esencialmente», donde el momento informativo y el de operaci6n sobre el ambiente
atenuadores o imprecisadores, equivalentes de «virtualmente», «prác­ se distinguen te6ricamente, pero prácticamente se confunden, se estu­
ticamente»), pero sobre todo del campo de las ciencias y técnicas diaba el desarrollo, por un lado, de lenguajes puramente informati­
'formales', como matemáticas, música, arquitectura: «formalmente», vos o formales a partir de las tendencias absolutizadoras o fehacien­
«articular», «denominador común», «básico», «fundamental», «pun· tes del vulgar, y el desarrollo, por otro, de las técnicas impresivas
to de partida», «de convergencia», «sector», «equilibrio», «armo­ de los lenguajes prácticos , viéndose cómo, al paso de la Ciencia
nía», «sistema», «organizaci6n»; y secundariamente, del campo en Formal viene a creer que el universo te6rico que su lenguaje trae
general de las ciencias prestigiosas: «la circunstancia», «la coyun­ consigo es el mismo que la realidad práctica, el lenguaje práctico,
tura», «históricamente», «análisis sociol6gico», «contorno auténtico», adoptando a su vez elementos formales que la Ciencia, opera una
«instrumentaci6n práctica». formalización real del Mundo o creación de una Realidad formal.

13. C) Entre los nexos sintácticos (sobre todo partículas de


17. Así resultaba que los dos sentidos que la palabra informa­
ilación de frases o conjunciones subordinantes) nos fijábamos prefe­
ci6n misma no había podido menos de encerrar en su seno (como
rentemente en los . ordenadores que introducen una más o menos
también, de otra manera, la palabra instrucci6n) no eran sino los
evidente conexión causal: «por tanto», «como consecuencia natural»,
dos el mismo.
«puesto que», porque», «para que».

14. Bosquejada pués la clasificación de los elementos raciona­ 18 . Se denunciaba también a este propósito la actitud que pien­
lizantes del discurso, volvía el ensayo a discurrir de cómo su ope­ sa, por ejemplo, de la informaci6n publicitaria que es engañosa sim­
. plemente en cuanto que lo que dice no corresponde a la realidad,
ración lógica sobre el discurso no podía menos de ser al mismo
tiempo una operación práctica sobre la realidad, esto es, la construc­ separada, de los productos anunciados: sin ver que, así como el costo
ción de una realidad dotada de totalidad y absolutitud (Aa), aunque de la propaganda forma parte integrante del precio de los artículos,
también de límites, prindpio y 6n (Ab), y organizada en oposicio­ así la informaci6n publicitaria pertenece a la realidad de los produé­
nes de 'sí o no' ( Ac), pero ordenados sus elementos (y a su vez tos mismos; tal como, después de la noche de los Reyes Magos, los
entre sí las ordenaciones de sus elementos) en líneas de conexiones juguetes en la luz de la mañana, al quedar privados de los elementos
causales (C). informativos mágicos que los constituían, se reducían literalmente
a trozos de carb6n.
15. Para mostrar la identidad entre la operaci6n 16gica y la
?
práctica, se razonaba aquí sobre las modalidades de la frase: si ien 19. Acudía, en fin, el ensayo a una analogía con el caso del
en principio tenemos que distinguir entre las frases de modalid ad Dinero, que era por cierto algo más que una analogía : también aquí
impresiva, instrumentos de operación sobre el amb�ente y los inter­ la teoría, el pensamiento «ingénuo», sigue suponiendo que el Dinero
locutores (yusivas como «Ven ! » o «Agua! », vouvas como «Que representa las cosas, que es un signo de las cosas; pero el proceso
10
134 Agustín García Calvo

mismo de la Realidad impone hoy día la evidencia de que es igual­


mente verdad que son las cosas las que representan, y que no repre­
sentan todas ellas otra éosa sino Dinero; mejor dicho, que no es
verdad ni lo uno y lo otro, sino que cosas y dinero no son más
que uno y que la Realidad es por esencia dineraria.

20. Así también las palabras se hacían pasar en principio como


moneda corriente y signos de las cosas (de las cosas directamente
en la época en que el oro mismo era el patrón; de los «conceptos»
luego, cuando ya reinaba el papel-moneda); pero ya tendría que
verse (si la Realidad no nos exigiera no verlo) que las palabras son
tan reales como verbales son los hechos; y lo que sigue llamándose
mentiras no son sino operaciones de la Realidad, manifestaciones
del devenir en que el Ser consiste.

21. Se anotaba pués que la raéionalización de lo irracional es


el continuo proceso constructivo por el que la irracionalidad de lo
racional subsiste; y que ni siquiera era dado menospreciar los viles
productos periodísticos que eran objeto del estudio, ya que, no co­
nociendo nosotros más que una Realidad formal, no se podía dis­
tinguir entre la miseria de la racionalización y la racionalización de
la miseria.

22. Cuando uno -se decía más o menos- se resiste a creer


eomo real en esta operación de la racionalización de la Realidad
(como si de algún modo lo que en este estudio se dice se dijera «en
sentido figurado»), ello será porque está obligado a creer, en cambio,
en una Realidad racional o lógica y de por sí ordenada. Tal es la fe
esencial y necesaria al Orden de las cosas.

23. Pero ello es que un Análisis Económico, por ejemplo, de


la estructura de la Nueva Europa (así como la Prensa que comenta
el Análisis juiciosa- y objetivamente) está de hecho estructurando a
Europa; y si acaso alguno, ya rebelde, pero creyente todavía, dijera
que no, que en todo caso lo que está haciendo es hablar de una falsa
Europa, tal vez podría respondérsele que más bien se trata de una
falsedad real, y hasta desesperadamente persuadirle a abandonar el
nombre Europa, por ejemplo, al Enemigo, para que habiten en él
los que le han dado realidad al nombre y que en el nombre tienen
su propia realidad.
VI

DE LA TOTALITARIEDAD

1 . Los hombres tienen en su vocabulario esta palabra, todo, y


las demás palabras de su misma clase; sabemos que tal palabra no
podría tener más uso ni sentido que cuando se aplicara al caso de
conjuntos previamente cerrados, dominados y computables, como
cuando se dice «Todos los ángulos del hexágono regular convexo son
obtusos» , «Toda la leche contenida en esta jarra es de oveja» o
cuando, al estar ocupados todos los asientos de un autobús por su
correspondiente pasajero, se afirmara que el autobús está completo y,
para ser más precisos, que de plazas sentadas está completo; y, sin
embargo, no se guardan los hombres ni mucho menos de emplear
esa palabra o sus congéneres para conjuntos y lugares no reconocidos
ni visitados previamente, para algunos incluso que se sospechan
invisitables e irreconocibles : así cuando se dice que todo el mundo
en la ciudad estaba al corriente de los rumores o bien «El exterminio
de las chinches fue total», «Ha sido un éxito sin precedentes », «Me
alegro de todo corazón por vuestro éxito» o, en fin, «Todo fluye»,
«Hay una ciencia que estudia, no las cosas en particular, sino el total
de las cosas», o locuciones semejantes.

2. Para los que tienden a imaginar la relación de signüicación


como una especie de correspondencia ent re el plano verbal, signi­
ficante, y el plano de la realidad, que es lo significado, es bien evi­
dente que en casos como ésos no hay posibilidad de imaginar tal
correspondencia, que esas frases por tanto carecen de signifü:ación,
ni preeisa ni aproximada (pues ¿qué aproximación cabe con respecto
al todo?), y que por ende las predicaciones que en ellas se enuncia-
136 Agusdn García Calvo VI. De la tótalitariedad 137

ban, siendo ajenas a toda prueba de verdad o falsedad, no pueden e) el tipo UNICO: «únicamente existe una», «es tan sólo una
ser ni falsas ni verdaderas, y deberían carecer de todo sentido como marioneta»;
predicaciones. Cuál es el sentido (con otro valor del término sen­ d) el tipo PRIMERO y ULTIMO: «llevará la guerra a sus
tido) que entonces tienen, cuál es la función que desempeñan en últimas consecuencias»; por primera vez en la historia; «(una causa)
este mundo, es lo que vamos a tratar de examinar ahora, y en espe­ primordial»; «está culminando»; menosprecio de «las . . . guerras lo­
cial cuando se refieren a la guerra, y se habla de 'guerra total' o, más cales, de segundo o tercer orden» ;
aún, de 'guerra totalitaria', como en el artículo firmado por R. Piel· d') el tipo EL MAS (superlativos relativos): «los más repre­
tain y publicado en ABC de 6 de mayo de 1967, que sirvió de es­ sentativos de la escalofriante guerra totalitaria», «lo que más debe
tímulo inmediato a esta investigación y que aquí reproducimos al preocupar a Johnson», «los más inofensivos y pacíficos ciudadanos»,
final del ensayo; entiéndase una vez más que no es que este artículo «el armamento más completo y eficiente» (cfr. tipo a), «las dos ma­
ni el diario en que se publicara se tomen como manifestaciones ex­ yores barbaridades que ha conocido el mundo desde su creación hasta
cepcionales, de interés en sí mismas, de la perversión ideológica do­ nuestros días»;
minante, sino, por el contrario, como representantes eximiamente tri­ e) el tipo HAY QUE o NECESARIAMENTE: «los Estados
viales de los tópicos más espontáneos y recibidos entre el público al Unidos tienen que afrontarlos» ; «Se acerca, paso a paso, pero inexo­
que .uno y otro se destinaban en su tiempo; es, en efecto, justamente rablemente» (cfr. en tipo b) «el momento de enfrentarse con la tre­
esa ideología tópica y espontánea la que puede interesamos como menda realidad»; «la clase de guerra . . . no permite otros».
objeto de nuestro estudio : lo que casi no hace falta que diga nadie, Otras expresiones menos netas se acercan fácilmente a alguno de
porque se dice solo; porque por boca de todo el mundo lo dice el estos tipos: así el «ha dado su opinión de manera contundente » o
Mundo, el Orden establecido. «lo que tiene verdadera importancia para el futuro de la guerra».
También, en fin, tiene que ver con el esquema absolutizador el
3. Pero recordemos lo que ya en el ap. al ens. V de esta colec­ curioso empleo, que por dos veces constato en nuestro artículo, del
ción está apuntado, los principales tipos de palabras o locuciones Indefinido en lugar de un Perfedo : «La última guerra mundial. . .
totalitarias a que nuestras observaciones se refieren, · ejemplificando ha sido calificada . . . de 'guerra totalitaria', pues hizo <le ésta un me­
sobre todo con lugares del citado ardculo : dio de exterminio general» ; «Pasaron los tiempos en que las llama­
das guerras locales . . . se emprendían 'alegremente'».
a) el tipo TODO: «todas las fuerzas materiales», «toda la in­
dustria del país», «todas las guerras>>, «todas son malas», «acaban 4. Pues bien, todos estos tipos de locuciones se reconocen
toda vegetación» (sic); «ha llevado la acción bélica a términos tan como estilísticos , es decir, que cualquier hablante percibe en ellas
completos y absolutos», «un medio de exterminio general», «pertre­ (percibe --esto es- con la especial semi-consciencia· con que perci­
chados del armamento más completo y eficiente» (ejemplo a la vez ben los hechos de lenguaje los hablantes en cuanto no gramáticos)
del tipo d'); que hay una desviación o impropiedad con respecto a un uso rigu­
a') el tipo NADA: «de nada sirven los pequeños éxitos tácti­ roso y propio que esas locuciones pudieran tener en otros contextos
cos», «que jamás haya conocido ejército alguno», «no . . . derrotar al (en concreto, referidas a ámbitos definidos y conjuntos éomputables);
adversario, sino aniquilarlo», «arrasan aldeas», «acaban toda vege­ la percepción de ese carácter estilístico se demuestra bien en que
tacióm>; «'que se pulvericen sus vías'»; ante esas expresiones el oyente puede en son polémico fingir tomár­
b) el tipo de negación, con NO, SIN o prefijo IN-, de elementos selas ad pedem litterae y responder del siguiente modo : tipo a):
que no sean de los tipos a) y a'): «no reconoce límites», «no son H.-«Hemos perdido todo». 0.--«No todo: nos queda la cami­
otra cosa que la 'nación en armas'», «no pueden quedar limitados», sa». H.--«En la retaguardia se asienta toda la industria del país».
«no pueden ser más alarmantes »; infinito, intolerable, «inexorable­ 0.-«No: también en el frente mismo se fabrican algunas alpar­
mente»; gatas»; tipo a'): H.-«No sabe absolutamente nada de Geogra-
138 Agustín García Calvo 'VI. De la totalitariedad 139

fíu. 0.--«No es cierto: sabe que por su pueblo pasa el río Jerte». que tenga que pasar ya pasará ello solo: ¿qué falta le hace que le
H.-«No quedó ni rastro de Troya». 0.-«Algo quedó: lo que se ayudemos anunciando que tiene que pasar, si tiene que pasar? ; pa­
ha encontrado en las excavaciones»; tipo b) H.--«El aire de esta rece que hay una cierta contradicción entre lo que se dice y lo que
habitación es irrespirable». 0.-«Hombre, yo todavía sigo respirán­ con ese decir se hace», etc.
dolo a pesar de todo». H.-«La 'guerra totalitaria' no reconoce
límites a su poder destructor y homiéida». 0.-«Hombre, como 5. Con estos triviales experimentos se comprueba pués la per­
reconocer, así, en principio, algún límite reconoce, por lo menos en cepción común del carácter estilístico, impresivo, de las locuciones
cuanto sigue proponiéndose la victoria de uno de los bandos»; totalitarias: se trataría de casos de lo que la retórica tradicional
tipo c): H.-«Sólo hay una mujer en mi vida». 0.-«Piénselo usted clasificaba como hipérbole o exageración. Pero estas locuciones ejer­
bien, no sea un fallo de memoria, que no dejará de haber alguna cen evidentemente la hipérbole de una manera bien especial y de­
otra». H.--<< Sólo hay un sol en el firmamento». 0.-«Claro, si por terminada, y no se las puede equiparar con otras expresiones hiper­
'un sol' entiende usted el sol, no hay mucho que decir; pero si 'un bólicas corrientes, como, por ejemplo, «harán creéer mis lágrimas el
sol' quiere decir 'un sol', entonces ya ve usted los soles de que ha­ Tajo», «al suelo le falta tierra para cubrir tanta tumba», «antes al
blan los astrónomos y los soles espléndidos o turbios que nacen en verde océano mi mano empurpurecerá», «hasta los adoquines grita­
cada sitio cada día». H.--<<Ho Chi-Minh es tan sólo una marioneta ban 'Muera el Capital'», «Con la furia del tigre en celo me lanzo
cuyos hilos mueven diestramente China y la U.R.S.S.». 0.--<< No sobre tu largo cuerpo blanco» y otras por el estilo; pues en las
será para tanto: también tendrá algunos otros hilos y a lo mejor locuciones totalitarias no se da simplemente la exageración o abul­
hasta algunos complejos psíquicos, que ni los jefes de Estado deben tamiento apasionado, que la exaltación erótica o las pesadillas de la
de estar del todo libres de ellos»; tipo d): H.-«Es la primera vez fiebre pueden producir, como se dice, en los sentidos mismos, sino
que se produée una situación como ésta». 0.-«Eso dependerá de una especie de cierre definitivo y non-plus-ultra de la propia exage­
los criterios de semejanza que se establezcan para comparar las situa­ ración (así cuando dos niños compiten a exagerar cantidades -«Yo,
ciones». H.-«Llevaré la guerra hasta sus últimas consecuencias». un millón. -Pues yo, un trillón. -Pues yo, mil trillones. -Pues
0.-«¿C6mo sabe el señor presidente que no habrá consecuencias yo, un milmilmilmilmillón», hasta que uno remata con «Pues yo,
que se deriven de esas consecuencias últimas?»; tipo d'): H.-«Es todos los que se puedan decir»; o cuando el vasco, después de pre­
el mejor redactor de la oficina ». 0.--<< Según el período de funcio­ sumir de que era capaz de comerse dos terneras o cinco corderos o
namiento de la oficina a que se refiera, y según las cualidades que treinta pollos, le preguntaban: «Y pajaritos, ¿cuántos?», respondía:
elija para hacer la estimaéión de un redactor». H.-«¿Es que acaso «¿Pajaritos? Bah, pajaritos, todos»); este tipo particular de hipér­
Hiroshima y Nagashaki no fueron las dos mayores barbaridades que bole es la versión vulgar de lo que se practica en las matemáticas
ha conocido el mundo desde su creación hasta nuestros días?» con el nombre de paso al límite. En efecto, las locuciones totalitarias
0.-«Pues no sé: si alude usted al número de gentes, hay que ver indicadas operan igualmente en sus diversos tipos el paso al límite:
si lo toma en absoluto o relativamente a la población del mundo una especie de fatiga de la exageración se apresura a anticipar y
o relativamente a la de una naci6n determinada, y hay quien habla presentar el fin o término supremo a que la exageración a golpes de
del exterminio de judíos alemanes y también del Diluvio Universal ; pasión tendía, y ofreciendo de una vez y definitivamente la cifra total
¿o las barbaridades han de entenderse realizadas por agentes hu­ de las exageraciones, llevan a su cumplimiento, al mismo tiempo
manos, sea lo que sea lo que se entienda por 'humanos' y sobre que interrumpen por innecesario ya, el proceso de la exageración.
todo por 'agentes'?; y habrá que definir el término barbaridad»; Pues bien, es por el fin o función social de este tipo de hipérbole
tipo e): H.-«Hay que elegir una profesión», «Los Estados Unidos totalitaria por lo que aquí nos estábamos preguntando.
tienen que afrontar los riesgos», «Se acerca, paso a paso, pero inexo­
rablemente el momento de enfrentarse con la tremenda realidad», 6. Pero preferimos examinar esa función en el caso, aparente­
etcétera. 0.-«Hombre, eso habrá que verlo; ya veremos a ver; lo mente particular, en que, como en el artículo que nos ha servido de
VIO Agustín Garcla Calvó ·�. De la totalitaricdad 141

estímulo, la hipérbole totalitaria se aplica justamente a la guerra; lugar para muchas guerras aisladas y particulares : todas las guerras
pues algo nos hace sospechar que, en caso que la guerra sea efec­ vienen a dar en una sola guerra, la guerra única, definitiva, totali­
tivamente total o totalitaria, que la guerra abarque todo, en ese taria; sólo hay un camino; basta con que se dé un paso, con que
caso no se tratará de una aplicación particular de la hipérbole, sino se apriete un solo botón, para que todo esté cumplido inexorable­
de su aplicación general: la hipérbole total se estará entonces jus­ mente;
tamente refiriendo a todo. Así pues, por si acaso la guerra resulta d) inevitablemente, las imágenes de lo nunca visto, de la 'hora
ser efectivamente total en algún sentido, atendamos a lo que se hace Cero' (u 'hora H'), del fin de todo, de la conclusión definitiva mar·
cuando de la guerra se nos habla, como a cada paso se nos habla, de tillean constantemente en las formulaciones totalitarias de la guerra:
una manera totalitaria. es la primera vez en la Historia que el Hombre dispone de tales
poderes destruétivos ; la guerra totalitaria es por ello un fenómeno
cualitativamente nuevo y sin precedentes ; nos estamos jugando la
7. Saquemos pués de nuestra memoria asendereada por ese
carta decisiva ; esa guerra será el último acto de la Historia de la
tipo de literatura o propaganda algunas de las formulaciones de pro­
Humanidad ;
bable y frecuente uso referidas a la guerra y pertenecientes a cada
d') y la culminación o paso al límite aparece igualmente en
uno de los tipos enumerados más arriba ( § 3 ):
los demás superlativos : la técnica más avanzada está al servicio de
a) la guerra, en primer lugar, se nos presenta como total, que­ la nación más poderosa; este tipo de cohete permite los impactos
riendo ese total sugerir, a la vez o alternativamente, que será una más inmediatos en los puntos más lejanos del planeta; y obsérvese
guerra de t o d a la humanidad, que t o d a s las naciones estarán que la pasión por el superlativo culminativo es tal que ella hace
en ella envueltas, que t o d a s las personas, vanguardia y retaguar­ incluso· aparecer a los segundos y terceros, no como segundos o ter­
dia, intervendrán en ella, que se usarán t o d o s los medios des­ ceros , sino, faute de mieux, como culminaciones secundarias o con­
tructivos y t o d o s los recursos económicos se pondrán en juego; solatorias, es decir, que no sólo se emplea 'El rascacielos más alto',
a') como corolario, el ideal aniquilador y purgativo de la gue­ sino 'El rascacielos más alto después del más alto';
rra de cualquier tiempo (el solitudinem facere que Tácito atribuía e) y en fin, al oyente o lector se le acogota constantemente
a los germanos, el 'no quedar piedra sobre piedra') se manifiesta en con la fría, escalofriante formuladón hiperbólica culminativa de la
esta hipérbole de la manera totalitaria que corresponde: nada ni necesidad inevitable, que en su fría perfección científica resume y
nadie quedará exento, nada se mantendrá en pie, nada quedará lue­ cierra la serie de rabiosas hipocondrías de los profetas: no cabe
go; y a modo de culminaci6n o paso al límite de una imaginería desentenderse de la amenaza que se cierne sobre el mundo; háy
apocalíptica ya trivial (la civilización aniquilada, y unos pocos super­ que enfrentarse de una vez con la tremenda realidad; el choque de
vivientes, nuevos trogloditas, recomenzando, como suele decirse, a los colosos del armar.1ento es inevitable; el día que la Bomba H
cero), otra imagen más decisiva : la Humanidad que se s u i c i d a , se lance de la base a su fatídica trayectoria no habrá nada ya que
y que de paso reduce a polvo y nada el globo que le sirvió de ha­ hacer; nada: hasta el punto de que, como es sabido, a las armas
bitación ; con que la gente habitualmente se mataba se les ha dado con un afor­
b) y así, implacablemente, se le niegan al lector u oyente todos tunado tropiezo el nombre de 'convencionales', y la pedantería polí­
los refugios en arreglos y componendas: el poder de la Bomba To­ tico-militar en vario idioma viene hace años hablando con una
talitaria es ilimitado; la guerra ya no puede ser ni más ni menos evidente complacencia, benévolamente despectiva, de las 'armas con­
que la destrucción del Mundo; si en un momento se desencadena, vencionales', como sugiriendo que las otras, las de veras, no son
ya será incontenible; nada sucederá a medias, sino que lo que suceda convencionales, sino naturales, y cargadas de una especie de fatali­
habrá de ser irremediable; dad que las lleva Ciegamente a cumplirlo todo, sin que ello empezca,
e) ni se consienten, naturalmente, pluralizadones que pudieran sino bien por el contrario, al aterrado orgullo de que somos nosotros,
desviar la atención y oscurecer la reducción al límite: no hay ya el Hombre, quien ha fabricado y quien maneja esos instrumentos
142 Agustín García Calvo VI. De la totalitariedad 143

naturales de la fatalidad. Y efectivamente ha aparecido --creo que de los individuos, pacíficos oyentes o lectores, tengan que ver algo
después-- como término correlativo 'el arma absoluta', que en los con el fenómeno de la guerra o la de que -más aún- las posibles
años en que escribo oigo extenderse por toda especie de propaganda intenciones individuales de propagadores del tópico de la guerra
y literatura. totalitaria, como el citado señor R. Pieltain, tengan que ver gran
cosa con la intención real, esto es, la función social, del tópico mismo
8. Pues bien, al preguntarnos por la función social que cumple y de sus formulaciones.
la presentación hiperbólica culminativa de la guerra totalitaria, puede
que se tienda de primeras a responder que la intención que la mueve 9. No pués: la relativa y creciente ineficacia de las matanzas
er. evidentemente l a de aterrarnos de una manera eficaz y contun­ y mortandades hiperbólicas (ineficacia -quiero decir- de los he­
dente, de tal modo que nos desanimemos de todo intento de desen­ chos y de sus noticias al mismo tiempo) en el caso límite de la
cadenar o favorecer el estallido de una guerra tan total que, como hipérbole terrorífica alcanza el límite de la ineficacia. Conque, aban­
antiguamente se decía para encarecer la aniquilación de algún ejér­ donando cualesquiera hipótesis morales y examinando con atención
cito, no iba a quedar ni uno para contarlo. Podría, en efecto, pen­ el propio tópico, no tardamos en apercibirnos en su eneuadramiento
sarse que, en vista ya del escaso impacto, como balísticamente se en el Sistema de un par de datos: uno, que la formulación 'guerra
dice ahora, de las noticias sensacionales, casi cotidianas, acerca de las totalitaria' (renovación de 'guerra total' y confirmación terminoló­
catástrofes, mortandades y hecatombes teóricamente más espeluznan­ gica), que dicho señor Pieltain ha recogido de no sé dónde como
tes, tales como el aplastamiento sistemático de los millares de cam­ calificación acertada, a su decir, para la última guerra mundial, pero
pesinos vietnamitas, las millonarias epidemias de hambre de la In­ que él aplica a la futura y verdaderamente última, es analógica de la
dia, los niños de Biafra con carretadas de fotografías de barrigas formulación anterior 'Estado totalitario', que es donde, a mi noticia,
hinchadas y de dedos retorcidos por la lepra, todo ello en verdad empezó a usarse el tremendo adjetivo totaUtario; el otro dato, que
de tan escaso efecto sobre los lectores de la Humanidad propiamente la guerra está en el Sistema constituida en una antítesis muy nítida
dicha que apenas si algunas cuestaciones y conferencias y media y permanente con la paz.
docena de cartas de jóvenes suicidas han rizado la superficie de las
aguas de la vida cotidiana y de los negocios más o menos públicos, 10. Parece pués bastante perceptible que lo que pasa con el
en vista pués de ello se maneja la guerra total y aniquiladora como que cree en la guerra total, inevitable y última, a pesar de y por
arma absoluta, como el espantajo definitivo que pueda horrorizar lo mismo de ser futura, inexistente, utópica, es que en lo que real­
hasta tal punto las conciencias que se detenga el paso de la inminente mente está creyendo de una manera total, irreductible y definitiva es
fatalidad. Es cierto que de momento uno no percibe efectos muy en la Paz. Recuérdese cuál era, cuál es, la pretensión, el ideal y
notables de la hipérbole bélica totalitaria, y más bien se sentiría fundamento del Estado totalitario, llámesele Esparta o China de la
inclinado a pensar que, si la India, Biafra o el Vietnam conservan al muralla o Pax Augustea o Alemania hitleriana o Rusia estaliniana o
menos una cierta virulencia, como de tumorcillos ligeramente ma­ Rusia coexistente o aunque sólo sea España de los Treinta Años de
lignos, en la piel de la Humanidad, la guerra total se ha convertido Paz: es ciertamente la utopía de la Paz, la Paz segura, perpetua,
en un tópico tan recibido y doméstico, que por doquiera se habla inquebuntable; ésta, que es la utopía sustentadora del Estado en
de ella, de su bomba y sus cohetes, sin mayores cuidados apotropai­ general (pues no por casualidad es la palabra EstaJ.o pariente carnal
cos y con tanta soltura como de las exportaciones de agrios o la de estado, estaci6n, establecimiento, estabilidttJ) no hace sino ma­
devaluación del franco. Y no sin algún motivo relaciona uno esa nifestarse de manera explícita y gloriosa en ese momento de desfa­
falta de eficacia terrorífica con el hecho de que semejante hipótesis chatez y franqueza del Estado en general que llamamos Estado tota­
(que la presentación de la guerra total se hiciera con el fin de horro­ litario : el Orden perfecto y ajustado de una vez para siempre, que
rizar las conciencias y detener la fatalidad) se asienta sobre suposi­ cierra en cauce circular el curso de la Historia y termina para toda
ciones tan frágiles C:omo la de que las conciencias y determinaciones eternidad con la corrupción, los vicios, las indecisiones y medias
144 Agustín García Calvo VI. De la totalitaricdad 14'5

tintas de los insuficientes estados habituales. Pero todo Estado es rentes nombres, y en especial ha sido de mucho éxito el de 'creer
totalitario, y esta formulación analógica de la guerra totalitaria que en la Felicidad', nos parece que no ha habido todavía otro tan pre­
en el nuestro o nuestros nos encontramos es la expresión indirecta ciso como el de 'creer en la salvación personal' o 'salvación del
de la creencia en el propio Orden y en la propia Paz, que, siendo alma': es ese Estado, ese estado del alma en el que se cree, el ·
en realidad absolutos y verdaderos, sólo por una guerra verdadera que está supuesto en la creencia en la Muerte y a su vez exige la
y absoluta podrían ser amenazados. Muerte como presupuesto para su creencia en sí mismo. Y nos parece
bien análogo y analógico que la creencia en la Paz (Orden Justo,
1 1 . Pero analicemos má& a fondo cómo esa antítesis de Guerra Mundo Feliz, por recurrir a la denominaeión de la apocalipsis con
(total) y Paz (total) funciona, qué otra antítesis semejante tiene, en que se tradujo la de Aldous Huxley, Estado estable) sea lo que
cuál otra, si es que la hay, puede haberse analógicamente apoyado promueve como ideología necesaria la imagen y creencia de su ulti­
ésta; pues ya sabemos que el Sistema todo está constituido por ana­ midad o Guerra totalitaria, al mismo tiempo que esta Guerra total
logía. No tardamos en descubrir que esta idea de la Guerra final es lo que sostiene y confirma necesariamente aquella fe en la Paz.
y totalitaria, esta nueva forma de apocalipsis en que la muerte de
la Humanidad o del Mundo todo se presenta, es evidentemente 13. Ahora bien, notemos en seguida que la relación dialéctica
análoga y probablemente fundada en la idea misma de la Muerte entre la fe en la Muerte y la fe en la Vida, que es lo mismo que
propiamente dicha; recordemos sólo, como muestras superficiales entre Vida y Muerte (pues ¿qué hay que no sea fe para los míseros
de la analogía, por un lado, que en las ultimidades o novísimos de humanos?), esa relación dialéctica que tan admirablemente se ma­
la religión católica había una especie de duplicación entre el Juicio terializa en los citados versos de Lucrecio, no puede solamente con­
del alma a la hora de la muerte y el Juicio Universal en el fin del cebirse como una relación entre dos polos simétricos, por así decir,
mundo, una repetición, por más contradictorio que ello fuera, del sino que al mismo tiempo tiene que observarse su asimetría: en
momento de la decisión definitiva, una vez para cada quisque y otra efecto, mientras la Vida se presenta evidentemente como lo positivo,
vez para todos juntos, y por otro lado, que nada hay tal yez más de lo que es la Muerte la negación, inversamente es la Muerte la
característico del Estado totalitario -epifanía o apocalipsis del Es­ que confirma a la Vida, y no la Vida a la Muerte; es decir: se ha
tado- que esa especie de exaltación y culto de la Muerte que en de morir porque se está vivo -esto es lo que se piensa-, pero de
tantas desgraciadas empresas y proclamaciones hemos conocido. Pa­ hecho se piensa que se está vivo justamente porque se ha de morir.
rece claro, por consiguiente, que el que cree en la Paz, el que cree Y entonces, sólo hay una manera de asegurarse definitivamente de
que hay Paz, es el mismo que cree que hay vida, que se vive. Y así la Vida, que es asegurarse de la Muerte. ¿Cuándo, si no, vas a des­
como el padre Lucrecio, debatiéndose denodadamente por arrancar cansar, alma mía, del perpetuo miedo de no ser nada ni haber vivi­
la raíz de la Religión, explicaba muy convincentemente que el miedo do nunca, sino en el momento en que yazgas ahí ya, completa, con­
a la Muerte, o sea el Miedo por antonomasia, es lo que promueve cluída, cerrada y 5egura de tu definición definitiva?
todos los crímenes, rapiñas, violaciones, violencias, traiciones, ase­
sinatos, hasta que en el último términos obliga a darse uno mismo 14. Así que, para vencer las más insidiosas y arraigadas dudas
la muerte, olvidado de que aquello hacia lo que va era aquello de sobre si esto es vida o no lo es, para confirmarse la fe en que es
lo que huía, así también tal vez habría que enderezar un· razona­ vida con el tipo de demostraeión más convincente para la incurable
miento análogo con respecto a esta especie de generalización de la racionalidad del Hombre (aquél por el cual el movimiento se de­
Muerte que es la fin del Mundo o, en la versión más vigente del muestra andando), dispone el Hombre de un procedimiento suasorio
Armagedón, la Guerra última. y último recurso, que consiste en suicidarse. Y es, en efecto, bien
característico del Hombre que, cuando quiere presumir ante los
12. Pues bien, aunque es cierto que la creencia en que hay otros animales de su racionalidad y presentar documentos de su na­
vida o que se vive ha tomado, según ambientes y contextos, dife- turaleza singular y diferente, aparte de recurrir a la razón o lengua
f ':'f.: ··,'

146 Agustín Garcia Calvo VI. De la totalitariedad 147

misma, suele recurrir alternativamente a la prueba de la posibilidad t ?dos los ideales de decisión, de facilidad, de dominio y de poten­
de reírse y a la prueba de la posibilidad de suicidarse, sin que las cia); de manera que, consternados por la evidencia subéonsciente
vagas historias que se cuentan aceréa del alacrán, del pelícano o de de la imbecilidad de la construcción, demandamos que nos conster­
los borregos acaben de convencerle mucho; y con razón. Pues el ser nen con la imagen de la facilidad de su destrucción, a fin de no
dueño de la propia muerte no sólo es una prueba de que se vive, afrontar la sospecha verdaderamente horrible que se nos abre : que
sino una prueba de que se vive Hombre, esto es, siendo dueño de lo fácil (y más que fácil, maquinal, casi diríamos que fatal) es en
la propia vida, o sea, no sólo viviendo, sino sabiendo que se vive, verdad la construcción, y que la destrucción se nos presenta tan
es decir, sabiéndose uno lo que se hace cuando vive. difícil y tan improbable, que preferimos no abordar siquiera real­
mente su posibilidad, sino más bien refugiarnos en la fe en el noví­
15. Lo cual sin duda tenemos que trasladarlo sin más al caso simo de la destrucción total y repentina: como un Oblomov de la
que ahora estudiamos de la Muerte cósmica o generalizada, a la acción negativa, sueña el Hombre, eternamente arrastrado por la
creencia en la Guerra última o total. Pues parece claro que la ven­ necesidad de la construcción, en el día que se levante y de un solo
taja y progreso de este Armagedón actualmente vigente con respecto golpe lo destruya y lo redima todo. Por eso es que la Muerte
a los antiguos tipos de apocalipsis consiste más que nada en que no cósmica ha de ser un Suicidio: la potencia y voluntariedad del Acto
se presenta sólo como lá Muerte, sino como el Suicidio de la Hu­ definitivo es el reflejo, el consuelo y la ideología, de la aétual ma­
manidad. Es esencial al tópico, en efecto, que la destrucción defini­ quinalidad y de la impotencia. El arma absoluta es el arma de los
tiva se produzca por medio de artilugios inventados y fabricados que se temen absolutamente inermes.
por el Hombre y por la decisión, tal vez loca, pero en todo caso
humana, de un ejemplar de nuestra tribu o, mejor aún, del gobierno 1 7 . E s cierto que, pasados tres años desde el artículo del señor
regidor de los destinos de una nación poderosísima; y la actitud que Pieltain que comentamos, la guerra del Vietnam, más apagada y de­
el público tomamos ante la perspectiva de la Guerra total no es ya cadente, no conserva seguramente aquel carácter de viva llama de
simplemente la del terror, sino que podría describirse como un ate­ amenaza presta a prenderse en la espoleta de la Bomba definitiva;
rrado orgullo de nosotros mismos. ¡ Lo que hemos llegado a hacer ! pero en sustitución, sea en los conflictos nacionales del Oriente Próxi­
¡Lo que hemos llegado a ser! ¡Monstruos de nosotros! ¡Lo que mo, sea en otros puntos, siempre nuevos focos de idéntica función
sabemos, que ya hasta podemos apretar un botón y acabar con todo! van manteniéndose encendidos y se suceden ya consuetudinariamen­
¡El arma · absoluta en nuestras manos! te, con el carácter de institución confirmatoria de la fe de la Sociedad
Humana: pues, así como estas guerras económicamente sostienen
16. Esa nada que nos ponemos por delante y a la que preten­ y están sostenidas por la necesidad de perpetuar el movimiento del
demos huir es, en efecto, probablemente la nada de la que huimos : Capital, la industria inútil y el Trabajo de los hombres, así también
es el terror de la banalidad y la insignificancia de la vida corriente ideológicamente sostienen y están sostenidas por la creencia en la
y cada uno de sus gestos, de la necedad del saber imperante, lo que Guerra última, que es idéntica con la creencia en el Progreso, y que
nos aterra en ese terror de la futura desaparidón de todas las sig­ es justamente la parte esencial de la supraestructura correspondiente
nificaciones. Y así, como asiduos lectores infantiles de historietas a la continuación de la producción, de la reproduci:ión de Lo Mis­
de Supermán, vivimos literalmente de la ilusión de poder en �n mo, con la consiguiente resignación a la imposibilidad de la destruc­
momento dado acabar con todo, con toda esta nada, por medio ción actual y real, no de l o construido, sino del proceso de la cons­
del gesto más puntual, más fácil, más aéreo (el citado gesto de 'apre­ trucción. Y se engañan por tanto las buenas gentes occidentales y
tar un botón' es un símbolo adecuado de esta ilusión de facilidad burguesas cuando se escandalizan y se lamentan de la perpetuación
de la destrucción definitiva: pues las modas de nuestra época nos y crueldad de las guerras parciales o marginales que cada mañana
han acostumbrado a centrar en ese gesto, con el que se pone en vienen en parcelas prudentemente variables de sus diarios a enne­
marcha el ascensor o se abren las portillas del vientre del avión, grecer la mantequilla de sus desayunos, y se dicen que qué lástima,
148 Agustín García Calvo VI. De la totalitariedad 149

que si no fuera por estos árabes o aquellos indochinos el mundo 20. Y es que, así como la creencia en mi vida consiste esen­
podría gozar de una paz completa y sin remordimientos de concien­ cialmente en saber que soy yo el que vivo, así la Paz es esencial­
cia; se engañan: pues es, por el contrario, gracias a esa perpetua­ mente la Seguridad; y la seguridad ninguna paz relativa o dudosa
ción de las pequeñas guerras como pueden disfrutar de una Paz puede proporcionarla (la más ligera preocupación o remota amenaza
completa, todo lo completa que puede ser su paz. La función esen­ bastaría para perturbarla totalmente), sino tan sólo la paz definida
cial de esas guerras, en efecto, es la de ser ejemplos de la Guerra, y cierta que se opone a 'guerra' en una rígida exclusión. Ya se ve
la de hacer que no se olvide que la Guerra, en abstracto, como pués que la fe substantiva, en que la Vida y la Paz se basan, aunque
nombre común, no es un nombre vacío, sino algo que existe (aun­ muchas veces en la ideología reinante ha querido contraponerse,
que su Idea platónica y verdadera sólo se encuentre en el Futuro), como irracional y ciega, a la ciencia y a la razón, bien lejos de ello
y que por consiguiente existe y no es un nombre vacío la Paz de la se confunde con el saber absolut o y la razón constructiva; de tal
que disfrutan. manera que la Paz en la que se cree, lo mismo que antes veíamos
que implicaba la voluntariedad y potencia de sus usuarios (por lo
18. Mas ha de disculpar el lector en este punto que, contami­ cual su antítesis no podía ser sino un suicidio), así también se con­
nado nuestro estudio mismo por el carácter apocalíptico de su tema, funde con la Racionalidad, y es por esto por lo que es preciso que
haya venido también él adoptando en parte un cierto tono profético su correlato negativo, que es su verdadera confirmación, sea una
y proclamatorio, que no le cuadra en modo alguno. Tornemos pués Guerra absoluta, esto es, totalitaria, esto es, racional: que tenga el
ahora a seguir examinando otro par de puntos que llaman la aten­ carácter de los entes matemáticos o lógicos, para los cuales todo y
ción en la función del tópico de la Guerra Totalitaria: el carácter nada, uno, primero y último, necesario, son verdad, es decir, son
de absoluto o paso-al-límite de la hipérbole, y el interés de su ca­ verdad o mentira de manera absoluta y excluyente. Para borrar las
rácter cósmico o general con respecto a la simple creencia en la insidiosas sospechas de que esta paz precaria y arrastrada, aburrida
Muerte propiamente dicha. y mísera, entretejida de toda suerte de guerras más o menos intes­
tinas, sea de veras una p32 no se requiere menos que su contrapo­
19. Pues es ello que, cuando, arrastrados por la influencia de sición con una verdadera guerra, con la Guerra.
nuestro tema, hemos llegado a hablar de la nulidad de toda esta
nada, de la absoluta futilidad y de la fatalidad de la construcéión 21. Y esta misma racionalidad de la Guerra última, que es la

presente, de la impotencia y del vacío del que se huye, est bamos que sostiene la fe en la racionalidad de la Paz presente, puede ayu­
también nosotros obedeciendo, aunque al revés, a la función del darnos a entender qué ventajas aporta la imagen del Juicio Univer­
tópico que analizábamos : si, en efecto, esta función es la de hacer sal o la Destrucción C6smica con respecto a la imagen anticipada
creer en la Paz y en la Vida, lo esencial de esa función no está de la propia agonía y de la muerte individual, .que de todos modos
por cierto en sugerir simplemente que hay paz y que se vive, sino es lo que esencialmente rige y sostiene la vida humana. Es, en efecto,
en imponer la absolutitud y definición de los conceptos de Paz y experiencia creo que común a todo el mundo que el miedo de la
Vida, que es por lo que el tópico debe adoptar una formulación propia muerte se presenta de C:uando en cuando, en determinados
totalitaria y la hipérbole realizarse como paso al límite ; de manera momentos de descuido, como una especie de evidencia carnal, por
que si nosotros, en el ardor polémico, llamamos vacío a la plenitud así decir, incomparable con ningún otro tipo de experiencia (como
que el tópico defiende y al todo en que se nos quiere hacer creer no sea a veces en los celos -y aun esto es probablemente un reflejo
lo llamamos nada, no por ello nos eximimos de la función absoluti­ de la propia muerte- la imagen de la realización del amor del otro
zante o definitoria de esa idea, sino que a nuestro modo la confirma­ con otro), y al lado de la cual el espeluzno y escalofrío que la noticia
mos. Dios, en efecto, lo que quiere es ser lo que es, y que ese ideal y aun la contemplación de las catástrofes y matanzas más sangrientas
suyo se realice con signo positivo o negativo (A = A o -A = -A) y masivas pueda producir, y aun el que produjera la imagen de la
le es relativamente indiferente. Guerra Totalitaria y la Muerte Cósmica, se dejaría bien calliear i de
11
Agustín García Calvo VI. De la totalitariedad 151
150

superficial, ret6rico, indirecto. Parece pués que el único sitio en


2:. � n todo caso, e�ta contradicci6n de las evidencias, que es
.
la ev1denc1a d; la contradicc16n, es tan de sobra nítida y aguda que,
que la cuesti6n de la muerte de verdad se toca soy yo y que la .
pre�entada asi, en su verdadera esencia, esto es, en mí, resultaría
muerte propiamente dicha es la muerte propia. Y en mi ignorancia
nociva y perturbadora para el Orden del Estado a tal extremo que
de que la Psicología, o ni siquiera el psicoanálisis, u otra forma de
con buena raz6n el Orden del Estado impide que se presente así
la Ciencia haya ofrecido una descripci6n precisa del fen6meno, voy
a intentar aquí esbozarla, siquiera con la predsi6n bastante para los
salvo en esos destellos insufribles de descuido momentáneo. Po ;
lo demás, imp�ra sobre ella la represión más rigurosa, y aun me
efectos del presente estudio.
atrevería a decir que esta represi6n es el modelo primero del me­
canismo de la represión que el psicoanálisis estudiara. Y la instancia
22. Se diría pués que en los citados momentos de experiencia
represora, a;ibertora o protectora, que es ella misma el producto
de la muerte propia lo que se da, más que una evidencia simple, es
de la repres16n, se presenta como la multiplicaci6n o reproducci6n
el choque repentino y. desprevenido entre dos evidencias contradic­
del ser, que, tr�tándose del Ser precisamente, es lo mismo que su
torias, una, la de la imposibilidad de que sea así, y otra, la de la . .
constttuc1ón social : es ahí donde yo, en la imposibilidad de ser yo,
necesidad de que sea así; las cuales dos parece claro que se imponen
empecé a ser muchos, no por cierto como solución de la contradic­
en virtud de dos diversos fundamentos de evidencia, a su vez con­
tradictorios : uno podríamas glosarlo con el siguiente silogismo: «Yo

c 6n que en mí estaba implícita, pero sí como alejamiento progre­
sivo del planteamiento de l a contraclicci6n. Pues esa reproducci6n
soy el que veo lo que pasa; cualquier cosa que pase, o la veo o no
la veo; si la veo, la veo; si no la veo, no la veo; por consiguiente,
multiplicaci6n o socialización de mí, de resultados -es ciert �
moralmente ambiguos, ya que por una parte la pervivencia de los
una situaci6n en que, por definici6n, pasa algo que yo no veo no
otros podía agudizar mi dolor de no estar allí con ellos mientras
puedo verla en modo alguno ; y así, la situaci6n de mi nmerte es
totalmente inconcebible»; el otro fundamento de evidencia, que

por otra era mi consuelo (que otros vivieran, ya que vi ir yo no
podía ser), era ontol6gicamente eficaz de todos modos, en cuanto
está ya toscamente apuntado en el más clásico y ejemplar de los
que . establecfa instancias intermedias entre mi ser y mi no ser, que
silogismos («Todos los hombres son mortales; yo soy hombre; , , de l contraclicci6n a momentos diversos y esca­
rem1tian la a�oma �
luego soy mortal»), podemos glosarlo del siguiente modo: «El que
lonados; y as1, para evitarme el absurdo de morir en mí, se empez6
es quien es se sabe que es quien es y él mismo sabe que es quien .
a hacerme monr por los Míos o por la Patria o por la Causa.
es; todo lo que hace y todo lo que le pasa le pasa como a quien es,
y, para que sea él el que lo haga y a él al que le pase, tiene que
saberse y saber él que lo hace él y que a él le pasa; si, por ejemplo,
24. Mas héte aquí que esa fuga escalonada de la contradicci6n
no podía prolongarse indefinidamente, puesto que la tendencia al
le acontece ser un animal o ser vivo, ello ha de ser bajo esas con­ . .
límite es Justamente característica de lo que se llama Hombre; y
cliciones; así que, �orno vivir implica morir, tiene que saber que
así fue que, como grado . supremo del escalaf6n de instancias inter­
muere; ahora bien; siendo yo el que soy� de mí se clice y digo
de mí que vivo; por consiguiente, no puedo menos de saber que

medias del conflicto e vivir siendo, vino a inventarse el Hombre;
d�spués de haberme tmpuesto la explosi6n en pluralidad, de mí se
muero». Esto, por excluír en la glosa de las evidencias que chocan
hizo .el Homb�e, como f6rmula unitaria y abstracci6n total; y la
en aquella sensaci6n toda alusi6n al Tiempo; si la incluyéramos,
cuesti6n de nu muerte qued6 elevada y reducida a C:uesti6n gene­
podríamos explicitar la contradicci6n de evidencias de este modo: .
ral, referente a la Humamdad, al Yo generalizado. En realidad se
de un lado, «Yo cuento el pasar del tiempo y lo concibo; el tiempo,
había operado al revés del silogismo clásico, más o menos de este
por tanto, está sometido a mi concepción, y yo que lo concibo estoy
modo: «Yo soy mortal; todos los hombres son yo; luego todos
fuera del tiempo»; del otro lado, «la convenci6n en que mi vida
los hombres son mortales» . Se instituye así la Muerte de toda la
está basada es que lo que pasa pasa en el Tiempo, y que la vida, por
H�anidad, y no le falta ya sino situarse, a imitaci6n de la muerte
ejemplo, en el Tiempo se desarrolla; por tanto, yo que vivo estoy
propia, en el reino del Futuro, que es el monarca y ontologizador
dentro del Tiempo».
152 Agustfn Garcla Calvo
VI. De la totalitariedad 153
de lo presente; en efecto, de poco servma que se viera en abs­
total, insoportable para el Hombre, la paz actual se vuelve tolera­
tracto que la Humarúdad muere, si no se previera un momento,
ble para los hombres que perviven y se vuelve Paz: esta miserable,
situado en el mismo Tiempo en el que se vive, en que se pasa de
pedantesca y opresora construcció n en que habitamos se nos quiere
haber Humarúdad (toda) a no haber ninguna.
presentar como amable y digna de todas las conservaciones por el
hecho de que se nos profetiza amenazada de disolución total; y así
25. Pues bien, la gran ventaja de esta generalización de la
en el terreno político, por ejemplo, las democracias de toda laya,
Muerte, que acompaña a la generalización del Y�· sólo puede com­
liberales, individualistas (horrorizadas éstas por el fantasma totali­
prenderse debidamente si se tiene en cuenta, primero, que la Hu­
tario que la inepta apocalipsis de Orwell les prometía para dentro
manidad o el Hombre, como generalización de mí, es idéntico con
de catorce años) o lo mismo socialistas y populodictatoriales ( eséa­
el Yo ' esto es con mi sustantivadón, y segundo, que sin embargo,
lofriadas primero por el fantasma del regreso a la disolución y con­
como comple�entario de la Humanidad, crece y se fija y se define
tradicciones de la Sociedad capitalista, y sucesivamente, como todo
a la par con ella el Individuo, por otros nombres 'la Persona' o 'el
el mundo, por el fantasma de la Guerra) pueden todas ell�s con­
Sujeto', de tal manera que omnis homo y homo t�tus no son más
.
. u�a de lo �1smo, servarse y defenderse bajo el duro caparazón de la destrucct6n fu­
que respectivamente la cara personal y la cara obie
. tura, pero inminente siempre (puesto que en todo momen �o puede
del sér que es el que es. Pues bien, por tal procedimiento viene a
un hombre cualquiera, uno de nuestra raza, el Hombre mismo, le­
resultar que el choque de las dos evidencias, de que se ha hecho
vantarse del sillón de su oficina y olímpicamente apretar el botón
mérito en el § 22, queda amortiguado y oscurecido, al encargarse
que lo desenéadene todo) y así, como administradoras exclusivas de
de cada una de ellas por separado una de las dos instancias hu°':a­
la Vida, hacernos morir en cualquier momento y en todos los mo­
nas que en el proceso se han constituído : el hecho mismo de morir,
mentos en nombre de la Libertad; pues lo que bajo ese caparazón
desaparecer destruírse, no pasar del año 2000, no ser absolutamente
se oculta es la sospecha de que todas las democracias igualmente
nada, es c�sa que ya no me corresponde a mí, sino más bien al
son contradictorias, aun las más totalitarias, y todas son, aun las
Hombre (el silencio de su desaparición se contempla en efecto en la
más individualistas y liberales, igualmente totalitarias .
objetividad del sér ), mientras que en cambi� la visión, con�: pción
o pensamiento, de ese hecho de la Muerte sigue correspondie�d�le
27. En efecto, esa Guerra futura es esta Paz presente : la pu­
a la instancia subjetiva, al Yo pensante. No es que la contradicción
reza ideal de la Guerra tiene su manifestación real en la podredum­
con ello se resuelva (pues de todos modos yo sigo pensando que
bre de la Paz. Quien no vea todavía que el caos de su futura nada
soy el Hombre que soy y, al mismo tiempo, que soy el que piensa
se abre real en el bostezo del aburrimiento de cada día poco ha
que soy el Hombre que soy), pero sí queda dis-traída, ?rdenada hasta
. pensado acerca de su muerte; y muchos pájaros políticos tiene en
cierto punto en el Orden del Estado con su clas1ficac1ón en dos ex­
la cabeza el que aún no vea que, así como la Guerra es la ideología
pedientes encabezados con diferente título: uno, �a cues�i�n de la
de la Paz, así la Paz es la realización concreta de la Guerra.
destrucción o desaparición total, que es una cuestión ob¡ettva, que
se refiere al Hombre; y otro, la cuestión de la visión o conciencia
28. Que la Guerra es padre de todo, como Heráclito dejó
de esa desaparición, que es otra cuestión distinta y se refiere a mí.
dicho en el amanecer de nuestra lógica (padre, y no madre, no sólo
porque el nombre 1tÓke110� fuera masculino, sino que es que no se
26. Es así más o menos c6mo la cuestión de la Muerte se
trata aquí tanto de génesis o parto como de régimen y gobierno)
hace total, pero afrontable, en cuanto que no mía propiamente, sino
quiere decir que Todo, este todo, no es otra cosa que la contradic­
de todos, y cómo del mismo golpe la Guerra, la verdadera Guerra,
. ción. Y es así que, por fuerza a su vez contradiciéndose el Oscuro,
se vuelve eternamente futura y amenazante. Es dectr, que la ame­
al mismo tiempo que dice que la Guerra es padre de todo, dice
naza de la síntesis total en el Futuro protege de éualquier análisis
también que la paz es la guerra y la guerra la paz, o que paz y
o disolución presente a la totalidad. Bajo el miedo pues de la Guerra
guerra son lo mismo, igual que es lo mismo la muerte de los vivos
)'1. De la totalitariedad

1.54 Agustín García Calvo

Y la vida de'los muertos. ¿Qué puede servir la paz contra la guerra?


s re Berlfn-, quien ha dado su opini6n de manera contundente: «Que se vuel­
v al Vietnam del Norte a la Edad de Piedra.i. Lo cual es una barbaridad� pero
Más o menos lo mismo que la guerra sirve para la paz. Sólo tal vez co éstas, o parecidas, se ganan las guerras, como bien saben los norteameri­
aquél que maldijera de la guerra en los mismos términos que mal­ canos, pues gracias a una de ellas, mejor dicho, a dos, pudieron obligar a que
los japon.eses se diesen por vencidos en la última guerra mundial. ¿Es que acaso
dijese de la paz estaría guerreando eficazmente contra la contradic­ Hiroshima y Nagashaki no fueron las dos mayores barbaridades que ha cono­
ción. Pero ése me parece que, fuera lo que fuese, desde luego no cido el mundo desde su creación hasta nuestros días?
podría ser ni un pacifista ni un guerrero. Algo de esto ha empezado a comprender la Casa Blanca cuando Johnson
ha dicho, en vísperas de su viaje a Guam, «que llevará la guerra a sus últimas
consecuencias». Claro que esto tiene sus riesgos, pero los Estados Unidos
tienen que afrontarlos si quieren ganar la guerra. Pasaro� los tiempos en
que las llamadas guerras locales, de segundo o tercer orden, se emprendían
ANExo: «¿Guerra totalitaria en Vietnam?» «alegremente» enviando unas compañías de fusileros de la Marina a cual­
quier parte del mundo para someter a los indfgenas que osaban contrariar
ABC, 6 de mayo de 1967. los designios imperialistas del «tío Sam». Hoy todas las guerras son de
primer orden; por ello hay que tentarse la ropa varias veces antes de iniciar
La última guerra mundial ha llevado la acción bélica a términos tan com­
alguna, porque lo cierto es que todas son malas .
plet� Y. absolutos 9ue ha sido calificada acertadamente con el nombre de «guerra Si no ocurre algo imprevisto y fuera de cálculo, la escala bélica conducirá
tot�1tana», pues hizo de ésta un medio de exterminio general que no reconoce fatalmente a los Estados Unidos a la guerra totalitaria en el Vietnam; los
síntomas no pueden ser más alarmantes. El camino bélico que se inició en
l�nutes. a su poder destructor y homicida ni ante los más inofensivos y pacf­ febrero de 1955 con los bombardeos aéreos en el Vietnam del Norte está
ftcos oudadanos, aunque se encuentren a cientos de kil6metros de los lugares ·culminando con los realizados sobre las instalaciones industriales en los ale­
donde se combate. Por ello la doctrina de la guerra totalitaria ha representado, daños de Hanoi, en la zona portuaria de Haifong y en las bases de aviones
en _el orden moral, una vuelta a las luchas más feroces y salvajes de los tiempos «Migs»; además, el empleo de bombas de napalm, que arrasan aldeas y cam­
ant.1gu�, do�de . el verdadero c:bietivo del enemigo no era derrotar al adver­ pos de cultivos en grandes extensiones de terreno, junto con el uso de gases
sario sm<? �qwlarlo. Ahora bien, las guerras modernas son tan complejas en tóxicos y de productos químicos que acaban toda vegetaci6n en muchos kiló­
su orgaruzac1ón y desarrollo que llevan consigo la movilización de todas las metros, acercan, cada vez más, Jos procedimientos de guerra en el Vietnam a
fuenas .materiales, y !tas�a espiritual�s, de los países beligerantes. Con razón los más, representativos de la escalofriante guerra totalitaria, que se deme
se ha dicho que los e¡érc1tos contendientes no son otra cosa que la «naci6n en amenazadora sobre el infeliz pueblo de aquel pafs. Pero con ser todo esto muy
armas»: También �re que el armamento hoy empleado es tan poderoso y grave, lo que más debe preocupar a Johnson y sus colaboradores, por sus
su aCCI6n tan amplia y devastadora que sus efectos no pueden quedar limi­
tados al camP_<> de bat�, máxime cu.ando la retaguardia tiene en el presente consecuencias, es el ver cómo se acerca, paso a paso, pero inexorablemente,
tanta o más 1i:iportancra que el propio frente bélico, pues en ella se asienta el momento de enfrentarse con la tremenda realidad de esta guerra : el com­
.
toda la mdustria del país, la que sostiene el esfuerzo necesario para continuar probar que Ho Chi-Minh es tan sólo una marioneta cuyos hilos mueven dies­
la guerra. tramente China y la U. R. S. S. Esto es lo que tiene verdadera importancia
Buena prue�a de esto que dec.imos es .Jo 9ue pasa en la guerra del Vietnam. para el futuro de la guerra en Vietnam. Lo demás sería coser y cantar.
N?r�eamérica tiene allí un formidable e¡érctto que se aproxima ya al medio
mtllon de hombres, pertrechado del armamento más completo y eficiente que RICARDO PIELTAIN
jamás hay� conocido Ejército alguno, para emplearlo en un pequeño país de
171.000 kil6met�os cuadrados . y 15 millones de habitantes. Sin embargo, el
coloso norteamencano y sus aliados no han podido todavía inclinar la guerra a
su favor, en el sentido de que el adversario doble la rodilla para pedir gracia o'
por lo menos, condiciones «honorables» de paz.
¿C� puede ser la causa de esto que parece no tener una explicaci6n clara
y convmcente? A nuestro mod�to entender �camente existe una, primordial,
a la que nos referíamos más arriba. De nada Sll'Ven los pequeños éxitos tácticos
-la clase . de guerra q�e se viene realiz�do en la j�gla vietnamita no permite
otros- s1 ese «honrugueo» de guerrilleros del V1etcong no se queda sin
retaguardia. Es decir, cumpliendo al pie de la letra lo que pedía no hace
mucho, en Washington, el senador Everett Dirksen, jefe de la minoría del
partido republican�; «Que se escal� el bombardeo del Norte, que se destruyan
sus aeropuertos militares, que se mme el puerto de Haifong, que se pulvericen
sus vías de comunicación con China y que, en definitiva se someta a Ho Chi­
Minh por la violencia», o dicho más brevemente y con palabras de un famoso
general norteamericano. Curtys Le May -el que organizó el «puente aéreo»
VII

SOBRE LA REALIDAD, O DE LAS


DIFICULTADES DE SER ATEO
(Pronunciado como conferencia en Li6n, primavera
de 1966.)

1 . Señores y señoras:
Lamento tener que comenzar por disculparme por lo desmesu­
rado y pretencioso del tema de mi discurso, la Realidad. ¿Cabe
otro más amplio y ambicioso? Unicamente, como disculpa y para
tranquilizarles a ustedes dentro de lo posible, puedo asegurarles que
este discurrir acerca de la Realidad no lo entiendo a modo de labor
de sastre, que, aceptando como tal el cuerpo que se le ofrece, se
apresta a revestirlo de la manera más ajustada a sus medidas y com­
plexi6n, corrigiendo discretamente las ocasionales deficiencias que
pudieran apartarlo de los vigentes cánones del gusto, sino más bien,
en todo caso, como faena de relojero remendón, a quien, ofrecién­
dosele un artefacto (generalmente en ocasión que su funcionamiento
padece algún trastorno), se le pide que, tomándolo en sus manos
como producto de la industria de otros hombres, proceda a desmon­
tarlo y a observar su mecanismo, aunque sólo sea para descubrir en
qué consiste el fallo que o, paralizándolo, lo inutiliza para la fun­
ción de medir el tiempo que teóricamente le compete o, más enga­
ñosamente, conservándole el movimiento, le hace producir una me­
dición fantástica o, como suele decirse justamente, irreal.

2. O sea que lo que puedo decir para mi disculpa y relativa


tranquilidad de ustedes, señores y señoras, es que, una vez decidido,
sin que haya ya posibilidad de arrepentimiento, a hablar de la Reali­
dad, me propongo por lo menos hacerlo de una manera completa­
mente realista.
i
)
I

158 Agustín García Calvo VII. Sobre la realidad o de las dificultades de ser ateo 159

3. Pero ¿qué quiere decir hablar de la Realidad de una manera los nombres y los saberes o creencias, y es, por resumirlos en una
realista? Pues bien, ello querrá decir aquí entre nosotros, si uste­ palabra todos, el nombre realidad.
des me lo permiten, que bajo nombre de Realidad no hablaremos
de ninguna otra cosa que de aquello que nos es inmediatamente 8. O el concepto, si ustedes lo prefieren; que en modo alguno
dado; es decir, que no hablaremos aquí de todo aquello que, en querría yo enredarnos en este punto en una disputa terminol6gica.
materia de Realidad, s6lo podría alcanzarse por la mediación de los Y me cumple advertirles lealmente, señores y señoras, que de aquí
conocimientos científicos, de las interpretaciones y del lenguaje; no, en adelante, no teniendo la intención de averiguar ni describir lo
sino tan sólo de lo que nos está dado inmediatamente. que hay dentro de la Realidad, sino tan sólo lo que ella es, hablaré
en una confusi6n lo más constante que pueda de la Realidad y de
4. Ahora bien, en materia de Realidad, ¿qué es lo que nos su nombre.
está inmediatamente dado? Parece que a este respecto no caben mu­
chas dudas: tratándose de Realidad, lo primero y más inmediato que 9. Pues bien, lo primero que observamos es que en nuestros
nos es dado es el nombre mismo, realidad. Así que, al parecer, será días la Realidad parece estar muy extendida y ser algo muy impor­
sobre ese nombre sobre lo que me he comprometido a discurrir aquí tante: por todas partes, en efecto, se oye hablar de realidad, de
ante ustedes. Es de observar, por otra parte, que esta misma consta­ real, de realismo y de realistas, hasta el punto de que uno se siente
taci6n puede también hacerse para todos los demás temas particu­ tentado a pensar que la Realidad está presente por todas partes,
lares que se pueden comprender, nombrar y resumir bajo el título que hay una especie de ubicuidad de la Realidad.
de la Realidad en general.
10. Al mismo tiempo comprobamos que la Realidad es relati­
5. Bien saben ustedes que las ciencias, lo mismo las naturales vamente reciente y moderna, por así decir; pues no encontramos
que las hist6rkas, y asimismo el lenguaje habitual o sentido común, más que algunas trazas y gérmenes suyos en el mundo antiguo (bien
como se dice, y asimismo las teologías (siempre en colaboraci6n y apurado se vería el que tratara de traducir al griego antiguo la pala­
por ello mismo a veces en competencia con las ciencias), se dedican, bra reaJidad), y es imposible, a lo que creo, encontrar nada que
muy por el contrario, a hablar de cosas que están más allá de las sea equivalente en otras lenguas y culturas extrañas a nuestro mundo.
palabras, de una Realidad que está por debajo, por así decir, de
1 1 . ¿De d6nde viene pués esta Realidad? ¿Cómo ha nacido?
la palabra realidad.
Ya ven, señores y señoras, que en este punto tendrán que permi­
tirme durante algún espacio examinar la etimología. Pues podría
6. Y no voy aquí de buenas a primeras a negar la legitimidad
creerse que ese término del latín medieval, realitas, que todas las
de esa pretensi6n de la Ciencia, de la Teología y del lenguaje del
lenguas modernas han adoptado (el alemán, como de ordinario, tra­
común sentido ni quiero aquí categ6ricamente prohibirnos que acep­
duciéndolo parcialmente), es sin más y por las buenas un derivado
temos semejante presunci6n: no habiendo podido por mi parte me­
de res, palabra a la que se suele atribuir el mismo significado que
ter la nariz debajo de la palabra realidad, no puedo a mi vez afirmar
a nuestra palabra cosa.
que no hay nada allí debajo. ¿Cómo puedo saberlo?
12. Pero me parece que la cuestión es bastante más compli­
7. Pero, justamente, como no sé de ello más que lo que las cada, y que, en todo caso, la derivación de la Realidad no podría
ciencias nos dicen de ello (o lo que el sentido común, del que el
trazarse a partir de la palabra res en sí, del semantema de la palabra
pensamiento científico se desarrolla y que, por el proceso de vul­ res, sino de un uso determinado de su Ablativo re.
garizaci6n, está a su vez también formado por la Ciencia), en vista
de ello queda bien probado que lo que tenemos como datos inme- · 13. Hay en griego antiguo una fórmula antitética bien conocida
diatos -y no venidos a través de la Ciencia y del lenguaje- son fo que señala cada uno de los dos miembros contrapuestos respec�
VII. Sobre la realidad o de las dificultades de ser ateo 161
160 Agusdn García Calvo
17. ¡Ah, cuántas veces habremos tenido que observar que, de
tivamente con A.ó1q> y con lp1q>; se marca así una antítesis entre, las dos partes que todo libro ordinariamente comporta, es siempre
por un lado, lo que se pretende hacer o ser, lo que �e da como r
.
az?
n la primera la que es la buena, aquélla en que se refutan y demuelen
-
de algo, en suma, lo que sólo es de palabra, es decir, en apa� 1enc1a, las doctrinas hasta entonces dominantes, mostrando su falsedad, en
y lo que es de veras, lo que es -por cometer un anacrorusmo­ tanto que la segunda parte, aquélla en que el autor ofrece a su vez
objetivamente, lo que está por debajo de las palabras y de las ra­ la solución de los problemas y la doctrina verdadera, nos parece
zones. mucho más floja, necia y falsa!

14 . Con justicia, habiendo los hombres experimentado el poder 18. En otras palabras, cuando esa antítesis entre lo que es de
?
de engañar, de falsificar y de simular que tiene la palabra umana palaora ( ló1ip) y lo que es de hecho ( fp1qi) se presenta, no paramos
.
y los razonamientos, querían con semejantes frases an.utéttcas de­ mientes de ordinario en que los dos elementos, ló11p y �Pl<i> , que

nunciar ese poder, contraponiéndolo con un segundo miem ro, que señalan uno y otro miembro son tanto el uno como el otro de carác­
sería la verdad escondida, la razón verdadera que yada ba10 todos ter metalingüístico, esto es, que tanto el uno como el otro consti­
los pretextos. Sólo que tal vez otra justicia exige que nos fijemos tuyen anotadones aplicadas a manifestaciones lingüísticas, a dos par­
a su vez en ese segundo miembro. tes simplemente del discurso racional.

15. Por ejemplo, si un narrador se expresa del siguiente modo: 19. Y sin embargo, esa antítesis ló1<¡> / fp1<¡> constituye la es­
«Leandro, a lo que decía (ló1qi), amaba a Inés como a una hermana; tructura misma de nuestro mundo, de todo el mercado humano, ya
pero, de hecho (lp1q>), la dejó encinta», está debida�ente dicho na­ que ella es la estructura por excelencia del lenguaje práctico, en
rrador con el primer miembro de la frase denunciando de hecho _
el cual constantemente se utiliza la falsedad de las razones del otro
[�p¡q>] la fatuidad y engaño de las idealizaciones de Leandro sobre (que es, por supuesto, una verdadera falsedad) para fortalecer e ilu­
su amor a Inés cuando, por falsía o por ilusión, en un mundo orga­ minar, como por contraste, la verdad de las razones propias.

nizado sobre l lucha de las dos clases sexuales, pretende para sí
y para su amada haber fundado una isla de hermandad. Pero bien 20. Resulta así que este lp1ov que se apoya sobre la mentira
parece que a su vez el narrador en el segundo miembro de su f�ase del ló10� engañoso sigue siendo ciertamente A.ó10� también él mis­
está con sus palabras [ )..ólq> ] induciéndonos a engaño en otro nivel mo; pero, debido a la fuerza que la denuncia del l610� engañoso
de falsedad en cuanto pretende hacer pasar la alusión al carnal le confiere, gana una especie de doble dupliddad, que, al doblar su
; �
ayuntamien o y a sus consecuencias gen ticas como la descripción
poder de engañar, pudiera ser que hiciera doble su mentira. Porque
objetiva y verdadera de lo que es un proceso amoroso con sus com­ es que bien puede ser, señores y señoras, que de una mentira no
plicaciones y desventuras.
pueda decirse que sea más mentirosa que otra sino en la medida
en que sea más poderosa.
16. De manera que parece que, cuando se establece en griego

la antítesis lóTq> / lp¡<p, se desconoce desgraciadament� el hec o de 2 1 . Por poner otro ejemplo: aquél que dice «El hombre teóri­
que el segundo miembro no por contraponerse al primero de1a de co, especulativo y contemplativo, pretende (A.ó¡ip) que piensa en la
ser palabras y razones también él mismo; y -que el que de ese mod� humanidad y se preocupa de ella, cuando de hecho (tp'(tp) no está
hablaba no dejaba de hablar al pasar a la parte del «de hecho», m haciendo por ella nada y todo queda en especulación y palabrería;
el que escribía fórmula semejante saltaba tampoco, al trazar el se­ para preocuparse por la humanidad, no de palabra (A.ó1<¡>) , sino de
gundo miembro, fuera de la hoja de papiro; de manera aná oga � � veras (�Pl<p), hay que trabajar, comprometerse en la acción, luchar»
como los principios de Galileo no por derrocar las teorías aris�o.te­ está con este alegato denunciado con toda justicia la falta y la trai­
licas sobre las fuerzas dejaban de ser ellos a su vez teoría positiva ción del hombre teórico (si es que tal ser existe); pero, mientras
acerca de las fuerzas.
162 Agustín Garcfa Calvo VII. Sobre la realidad o de las dificultades de ser ateo 163

está diciendo «trabajar», tampoco él está trabajando más que de pa­ 28. Pero no hay tal cosa : el nombre griego, lp1ov, design6
.
labra (Mw) , pero de hecho (lp1q¡) hablando. primero la obra humana, la acción del hombre y, para no andamos
con cireunloquios y hacer pensar que la acción del hombre puede
22 . O bien al revés: que si todo hablar, desde el momento que ser otra cosa, el trabajo mismo, tal como en el título del poema de He­
se produce y entra en el mercado humano, es una acci6n, un �p1ov, síodo, los 'Ep1a, primer documento de la moral occidental del Tra­
acción sería igualmente el puro M10� y la teoría. bajo bajo la que vivimos. Y por cierto que fielmente uno de los
nombres de la Realidad alemana, la Wirklichkeit, se deriva de la
23. Sin que por esto permitan las nueve Musas a los hombres misma raíz indoeuropea, tratando desde hace siglos de aproximarse
te6ricos que me oyeren (en la medida que existan tales seres) pensar y de diferenciarse inefablemente de la Sachlichkeit.
que se está haciendo aquí ninguna defensa o justificaci6n de la teoría.

. �9. L?s otros dos nombres griegos que pudieran presumir de


De su buena inteligencia espero, señores y señoras, que no me pon­
gamos en el trance de tener que explicar que lo que aquí está tra­ s1gn1ficar simplemente ,Cosa', a saber, x.p�µa, nombre verbal del
tando de hacerse es simplemente la denuncia de la antítesis entre verbo x.páoµat 'usar de', 'aprovecharse de', y 'ltpa1µa, nombre ver­
ambas cosas, entre f..óro� y lp1ov. bal del verbo ?tp<iaaw 'actuar', 'negociar', padre también del nombre
hoy en boga de la Praxis, medio sinónimo de la Realidad, nos con­
24. Pues bien, he aquí en el segundo brazo de esa vieja antí­ ducen igualmente a significados primeros bien humanos, industriosos,
tesis, eternamente repetida por los hombres, la etimología de la comerciales y del círculo de los affaires.
Realidad que les había prometido. Pues me parece ver que el Abla­
tivo latino re de la palabra res, a veces reforzado con el adjetivo
30. En cuanto al nombre latino res es bien claro que se em­
uerii, en la forma reuerii (algo como 'en el hecho de veras', 'verda­ pleaba originariamente para los haberes y la hacienda (así que res
deramente de hecho'), no fue otra cosa sino la traducción del ele­ es tanto nombre del Capital como de la Realidad), y en especial para
mento �Pl<\l del segundo miembro de la antítesis, entre otras que
el asu?to judicial (que con más precisión se llama también causa),
los romanos pudieron poner en uso para oficio semejante.
cuyo mculpado se llamó, como es sabido, reus, antes de llamársele
accüsiitus.
25. Y así les propongo que sea de ese funcionamiento de la
palabras res, en oposición a uerba o ratíO, de donde surgió el adjetivo
3 1 . No es más que secundariamente cuando palabras tales como
realis y el propio nombre reiilitiis, y de donde la especulación de
la latina res o la griega XP�flª se ven transferidas a la designación de
las escuelas medievales desarrolló los conceptos de lo real y de la
las cosas llamadas naturales (por ejemplo, Lucrecio se titula Rerum
Realidad.
natura o Anaxágoras dice ó11ori 'ª X.P�l1ª'ª f,v); sucedería más tarde
nuevamente que, repitiendo en parte la misma evolución, la palabra
26. Pero, antes de seguir adelante, convendría retener un mo­
mento vuestra atención sobre la naturaleza semántica de esas pala­
causa, que designaba propiamente el proceso o el asunto judicial
(con el verbo accüsiire que de ella sale), pasaría a significar en la
bras, griegas y latinas, que fueron elegidas para significar la verda­
germanía de las escuelas filosóficas la Causa y en el lenguaje wlgar
dera Realidad que se opone a la palabra vana, cuyo significado vino
la Cosa misma.
a ser d de la 'Cosa' misma, el más real y el más abstracto de todos
los significados substantivos.
32. Respecto a lo cual, debemos advertir entre paréntesis se­
'
27. Pues podría creerse acaso que aquellos nombres han em­ ñores y señoras, que esa transferencia semántica no se cumple sino
pezado por significar, ya como nombres independientes, 'Cosa' o en correlación con un proceso histórico por el que las cosas llamadas
'Realidad', y en ese caso nuestra especulación etimológica carecería naturales, los elefantes, las estrellas, los calamares y la cannabis in­
de fundament� dica se convierten a su vez en cosas-en-el-mercado, en piezas del sis-
164 Agustín García Calvo VII. Sobre la realidad o de las dificultades de ser ateo 16.S

tema de los negocios y la historia humana. Pero sobre este punto 37. Y solicito toda la seriedad de su atención al caso, pues lo
probablemente tendremos todavía que volver. que aquí �uede parecernos ridículo no lo es en modo alguno : no
podrá ser smo un caso extremo, que nos muestre la verdadera signifi­
33. Por lo pronto vemos cómo los valores semánticos de las pa­ cación en el lenguaje corriente de la palabra. Pues ¿qué?, ¿es que un
labras como res o fp1ov nos dejan dentro, en el centro mismo, de industrial productor de piensos no va a saber muy bien, y mejor que
la feria humana, del sistema lingüístico de la praxis, refiriéndonos a nosotros sin duda, cómo tiene que emplear los términos? Bien será
instituciones como el Trabajo, el Comercio o la Justicia, que, bien pués que, bien que supongamos que es en el lenguaje de las escuelas
que no siendo el lenguaje mismo, están estructuradas y funcionando donde el anunciante a su vez ha aprendido el uso del vocablo, obser­
según el modelo fundacional del sistema de la lengua; bien lejos . vemos con toda seriedad este uso suyo, a fin de que podamos tal vez
de señalar tales palabras hacia una realidad extralingüística, inde­ con una poca menos analizar los casos en que otras más venerables
p_endiente de palabras y convenciones. propagandas nos presenten la misma fórmula, salvo la sustitución de
«pienso» por «pensamiento».

34. Y ha sido en esas condiciones cómo, a pesar de todo, los


elementos indicadores del segundo miembro de la antítesis, lp1<\> o 38. Notemos que la hazaña del industrial forrajero ha sido, por
re, han servido para establecer pretendidas contraposiciones de lo especie de hipálage, aplicar al pienso mismo el adjetivo que sería
Real con la razón o la palabra; y es a partir de semejante medio, trivial para el cliente, si se hubiera dicho «Su pienso no será nunca
de un medio -me atrevería a decir- legal, obrero y mercantil, de digno de un ganadero realista.» Pero con esa hipálage lo que sucede,
donde ha surgido, por sustantivación de esos morfemas del segundo de hecho, es que la cualidad del realismo, no limitándose a informar
miembro de la antítesis, durante la Edad Media la palabra realitas a los hombres debidamente, se convierte en una cualidad de las cosas
y, por ende, toda la Realidad. mismas.

35. Nacida pués la Realidad en tan humilde cuna, de linaje de 39. Y entonces, mediten un momento en ello, señores y señoras,
tao modesta burguesía, asombro de los ojos es, señores y señoras, la en un mundo en que hasta los piensos se adhieren al realismo, en
grandeza y gloria que en nuestros años ha alcanzado. Mas, para ana­ que las propias cosas, no contentándose ya con ser reales, se hacen
realistas, ¿cómo podrían dejar de serlo los ganaderos y los políticos,
lizar sus cargos y sus honores, las funciones que cumple la Realidad
y los filósofos y el pensamiento mismo? Y aun, inversamente, poco
en el comercio humano, paréceme adecuado examinar en primer tér­
mino el prestigio y las aplicaciones que se dan en el mundo de los decir sería realistas: si pudiera ser, incluso, ¡hasta reales como las
negocios, el mund9 -esto es- de la verdadera vida, a lo realista, propias cosas !
al realista y al realismo, como testimonio más superficial y de más
clara evidencia, que nos permita penetrar luego en las de lo Real y la 40. Como ilustración de lo cual, me permito aportarles la dis­
Realidad misma. cusión que uno de mis amigos estudiantes de Madrid me refería
recientemente entre él y una compañera perteneciente a uno de los
36. ¿Qué prestigio puede compararse en este mundo al de lo partidos netamente caracterizados por su realismo; la cual, en desespe­
.
Real doblemente confirmado como realista? He aquí, señores y se· raoón ya de un acuerdo, terminaba por decirle: «Lo que pasa es que
ñoras, las solapas, que conservo, de un estuche de fósforos distri­ vosotros habláis con conceptos, mientras que nosotros hablarnos con
buído como propaganda hace algunos años por una casa productora realidades», dejando a mi amigo sumido en imaginaciones de una si­
de piensos y alimentos para el ganado. Les ruego que se sirvan creer, tuación como aquélla que Swift nos cuenta en que los sabios habían
bajo mi palabra, que aquí puede leerse: «Su pienso compuesto no decidido prescindir de las palabras y hablarse manejando directamente
será nunca realista sin Aurofax.» con sus manos las cosas de que se tratara.
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166 Agustín García Calvo VII. Sobre la realidad o de las dificultades de ser ateo 167

41. Hubo un tiempo, en efecto -parece ser-, en que incluso más que cuando tiene algo bueno con lo que alternar y a lo que
podía emplearse la palabra idealista para aprobar y ensalzar la con­ oponerse.
ducta y la virtud de un hombre, diciendo, por ejemplo: «Es un
hombre bueno, noble, idealista.» Ese tiempo está pasado y bien pa­ 46. Es así que, como ya Platón proponía en el campo conser­
sado, y por cierto que no tengo el menor deseo de lamentarme de vador, el Bien es el sostén del Sér, esto es, del Estado, del hecho de
ello. ¡ Si ese tiempo no hubiera hecho más que simplemente desapa­ que las cosas sean como son; en efecto, que Fulano sea bueno (o, lo
recer! Pero he aquí que, a modo de compensación, se puede hoy oír que es lo mismo, malo) exige lo primero que haya de ser Fulano,
como fórmula corriente de alabanza: «Es un buen tipo, un hombre que sea lo que es.
sano, que sabe cómo hay que hacer las cosas, un hombre realista.»
De una manera seguramente análoga a aquélla que para las cosas ha 47. Y siendo esto tan excesivamente perceptible que el propio
hecho que el supremo elogio sea el de que «Es muy práctico.» lenguaje del comercio habitual rehuye el uso descarado de aquellos
dos adjetivos tan abstractos y desnudos, sustituyéndolos por otros
42. Porque, después de todo, ¿qué es un pienso realista? No de continuo, viene a ser de sumo interés para nosotros examinar los
otra cosa -supongo yo- que un pienso más nutritivo, más completo, adjetivos sinónimos que en cada época y situación ocupan su plaza
que produzca más carne, leche y huevos,. no ya, por cierto, a las y su función preferentemente; sin que nos pese mucho de confundir
pobres bestias intermediarias (tan ausentes de la consideración que el el valor de uso de los términos con su significado, cuando bien puede
anunciante puede escribir «Su pienso», sin que a nadie se le ocurra ser que significado a su vez no signifique nada muy distinto de lo
atribuirles el su posesivo a ellas ni incurrir en ambigüedades insultan­ que en otras ocasiones significó sustancia, esto es, 'morada del ver­
tes), pero sí a su propietario. dadero Bi�n' (o 'Mal').

43. Ahora bien, con respecto a un pienso, ¿qué significa ser 48. Así que no vamos a poder menos de comenzar a sospechar
más nutritivo sino poseer en un más alto grado la cualidad y la vir­ que, siendo lo real lo bueno y el Bien la cara positiva del Ser mismo,
tud propia de un pienso? Pues entonces, por consiguiente, resulta la Realidad correlativamente venga a ser el Ser sin más, la Esencia
que la palabra realista aplicada a un pienso no significa ni más ni y la Substancia, bajo la forma históricamente perteneciente a nuestra
menos sino 'bueno', y que con valor gramatical equiparable, aunque época.
con efectos estilísticos inferiores, la fórmula propagandístiéa podría
reescribirse «Su pienso compuesto no será nunca bueno sin Aurofax.» 49. Fijemos pués ahora nuestra atención, pasando, por así de­
cir, de la Moral al Dogma, sobre la doctrina misma de la Realidad,
44. Realista parece ser, por tanto, una de las variantes estilís­ sobre el realismo. Porque, por cierto, ¿el realismo es una doctrina?
ticas de bueno que disfrutan actualmente de mayor crédito en el No es nada fácil contestar a esto; pues nosotros, observándolo desde
Mercado; y análogamente a como pasaba con el pienso, el hombre fuera, diríamos que sí lo es, puesto que termina en -ismo, puesto que
realista corre peligro de ser sencillamente el hombre bueno de nues­ dice cosas acerca de las cosas (diee por lo menos, por ejemplo, que
tro tiempo. «Lo cierto es que hay pobres y ricos» o que «La realidad es que hay
obreros y burgueses», o que «La realidad · es que la economía de tal
45. Pero es ello que buenas razones tenemos, que estoy seguro, país requiere para subsistir la importación por año de tantas tonela­
señores y señoras, de que todos compartiremos conmigo, para sos­ das de petróleo»), pero en cambio, si oyéramos al realismo mismo,
pechar que la antítesis 'bueno/malo' es la antítesis por excelencia, el realismo negaría más bien que fuera él tal cosa.
destinada a cimentar y mantener el estado de las cosas, a hacer
que sea lo que es; pues el mal probablemente no puede sostenerse 50. El realismo niega ya su propio carácter de doctrina por el
más que bajo el imperio de la antítesis entre bien y mal, es decir, hecho mismo de que es esencial en él el rechazar la especulación y la
168 Agustín García Calvo
VII. Sobre la realidad o de las dificultades de ser ateo 169
teoría como cosas alejadas de la Praxis y la Realidad, y por consi­
guiente tiene que rehusarse a ser tomado él a su vez como una doc­ 55. Ahora bien, resulta que toda afirmación o cienCia que pre­
trina entre las doctrinas, como una opini6n entre las otras. tende decir o saber el Ser de las cosas tal como El es en verdad, tal
como si fuera el Ser mismo el que a sí mismo se dijera, adquiere
por ello mismo la dignidad de una Teología. Conque es así como em­
5 1 . Pero ¿qué hacer en tal dilema, señores y señoras? El rea­
pezamos a descubrir con cierto susto que acaso la Realidad sea la
lismo no por ello deja de decir cosas acerca de las cosas. Nos permi­
nueva faz de Dios que corresponde a nuestro siglo, tanto más des­
tiremos pués decir que es, en ese sentido, una doctrina. Solamente
pótica y sobrecogedora cuanto que es la que corresponde a nuestro
nos obligaremos a añadir, a su intención, que es una doctrina que
siglo.
en primer lugar afuma que no es una doctrina, que no se dedica a la
especulación y teorificación, sino que trata derechamente de las cosas
56. Pues ¿en qué puede tranquilizarnos el hecho de que el
tales como son en realidad, de la Realidad misma.
Dios no tenga ya un carácter personal? ¿No se nos ha dicho que la
Religión propiamente dicha se desarrollaba a partir de una especie
52. Hay que anotar aún en este trance que hay realismo, como de estadio mágico, en que no había dioses, sino fuerzas que, sin em­
ustedes saben, de dos clases : reaccionario o conservador y crítico o
bargo, imponían igual de bien el miedo, las creencias y las prácticas
revolucionario. Contra el reaccionario, poco hay que añadir : es una
rituales?
ideología que pretende no ser ideología, sino realidad, y que en
efecto, justamente en cuanto ideología, pertenece íntegramente a la 57. ¿Se llegaría pués con la Realidad, justamente en el mo­
Realidad que contínuamente necesita la ideología como sustento suyo. mento del dominio de las fuerzas llamadas naturales, a un segundo
estadio mágico, en que las fuerzas que imponen el temor, leyes y
53. En cuanto al realismo crítico, que con toda justicia critica la esclavitudes, con ser científicamente conocidas y domesticadas, no
separación de la teoría de la praxis, se le plantea un dilema suplemen­ serían sino más seguras de su poder? ¿Y no habría servido para nada
tario: para no caer bajo su propia crítica, él no puede estar separado la progresiva personificación y luego sublimación de Dios, que, a
de la Realidad; pero si está en la Realidad, ¿está en ella como ideo­ través del monoteísmo, se había reducido a la pura esencia del Ser
logía de la Realidad? ; no, puesto que él critica la escisión entre y quedaba, por tanto, desnudo -parecía- para el último asalto de
Realidad e ideología; ¿está como Realidad objetiva ? ; no, porque en­ la negación?
tonces, objetivo y mudo por definición, no podría ejercer crítica al­
guna sobre la Realidad ni realizar en ella transformación alguna; por 58. Si todo idealismo, esto es, toda doctrina que nos remite a
tanto, como crítico y revolucionario de la Realidad que es, ¿está realidades trascendentes a las contradicciones de este mundo, más
fuera de la Realidad? ; pero entonces cae bajo su propia crítica. sublimes y reales que sus miserias, merece la más ferviente conde­
nación de los miserables, entonces el · realismo cae bajo la misma
54. Sin embargo, soslayando por ahora esta dificultad suplemen· condenación, pero no por lo contrario, sino por lo mismo.
taria, volvamos a la constatación, común a todo realismo, de que
se trata de un tipo de doctrina que se caracteriza por negar su pro­ 59. Parodiando al maestro Eckhart, cuando decía que «Digas lo
pio carácter de doctrina (en cuanto niega legitimidad a todas las doc­ que digas de Dios, estás diciendo falsedad», podríamos decir, señores
trinas) y por tratar directamente con las cosas mismas, con la Rea­ Y señoras, que, dígase lo que se diga, cada vez que se pretende habiar

lidad. Donde observamos inmediatamente que la negación de una de un mundo exterior a las palabras mismas, se está contribuyendo,
doctrina a ser doctrina la convierte sin más y por ello mismo en la �e hecho, a reducir el mundo a la Realidad de las palabras, al mismo
doctrina verdadera: la hace ser sencillamente la Verdad, en cuanto ttempo que, a la inversa, contribuyendo a reducir las palabras a mero
que es la voz directa de la Realidad de las cosas mismas. mecanismo de este mundo; y así, a través del cambio del Señor, se
garantiza su permanencia.
;5.
170 Agustfn García Calvo V)i. Sobre la realidad o de las dificultades de ser ateo 171

60. En efecto, cuando se dice del Ser que es, que las cosas son Con toda justicia se lanzaba el joven Carlos Marx a criticar
lo que son, podría creerse a primera vista que ya no se dice prácti­ el i alismo, que en 'Hegel', esto es, no tanto en lo que Hegel dice
camente nada, que se trata de una inocente tautología o de una coro en la asimilación histórica y positiva de la negación hegeliana,
demonstratio ad oculos de la Realidad en sí, es decir, de aquello bahía a_lcanzado, en efecto, una especie de redondez o absolutitud a la
que es sin que haga falta ni decirlo. que seguramente nadie había osado desde 'Parménides', esto es, no
el objeto de las palabras de Parménides ( o su diosa), sino las palabras
6 1 . Pero el hecho es que ahí se sigue oponiendo un sujeto a de Parménides como objeto; y se puso a denunciarlo como la forma
un predicado, que en la f6rmula Ser = Ser, Yo = Yo, Reali­ filosófica que la Religión había adoptado para sobrevivir; pues bien
dad = Realidad (e igualmente a la inversa) se hace jugar a la palabra aceptaba Marx que la crítica de la Religión fuera el fundamento de
realidad alternativamente el papel de sujeto y el de predicado; y así toda crítica.
se sigue estableciendo la escisión entre lo que se dice y aquello de
lo que se dice, la escisión --esto es- entre objeto del pensamiento 66. A lo que no pudo alcanzar ni la clarividencia del propio
y pensamiento del objeto. Marx (como es natural, puesto que al fin era también del propio Marx
y estaba, por tanto, dentro de la Historia) fue a desprenderse de
62. Es de notar que Parménides mismo se resiste a emplear ni aquello que podríamos decir un cierto como optimismo de aquella
tan siquiera la f6rmula «El Ser es», prefiriendo la simple afirmación época, todavía dorada, del ateísmo occidental moderno, optimismo
'impersonal' o unimembre «Es», fott, como quien dice «Llueve». que le llevaba a menospreciar un poco demasiado el poder de Dios
El por lo menos está de continuo recordando y recordándonos (a ries­ para la metamorfosis.
go de que ello pueda implicar una condena de su propia exposici6n
y de la misma predicación «Es») que ser y concebir o ser concebido 67. No pudo él todavía sospechar de qué nueva materia iba el
no son sino la misma cosa. Señor a rehacer su faz soberana y por medio de qué adaptación a las
leyes de la Física y de la Historia («La Biblia tenfa razón», dirá la
63. Y si el idealista de antaño, al decir que «La realidad no
Ciencia) restablecer su imperio sobre las mortales urbes.
es más que la manifestación de la Realidad verdadera», manifestaba
con cierta sinceridad, dentro de su propia formulación, la escisi6n
68. En efecto, que Dios fuera la Realidad o que la Realidad
del pensamiento y de su objeto, el que dice luego «La realidad no es
sea Dios, ¿qué tanto monta? ¿Pues no sabemos que en la predica­
más que la Realidad» (o viceversa), restablece la misma escisión,
ci6n última o esencial la relación entre sujeto y predicado es reversi­
no ya en lo que la fórmula dice, sino en la formulación de dicha
ble y que puede esa predicación estar girando eternamente sobre su
fórmula.
eje, a ejemplo del mundo que la ha creado para su propia subsisten­
64. Pero como es probable que pueda decirse, señores y se­ cia, y que desde entonces, a ejemplo de ella, eternamente gira?
ñoras, que esta escisión entre pensamiento y realidad, entre práctica
y consciencia, contituye el Estado del Ser, el hecho de que las cosas 69. Ya se ve, pues, señores y señoras: no es tan fácil ser ateo
sean lo que son, y lo que impide su revolución, bien podríamos pen­ · como puede creerse de primeras. Y cuando veo a aquéllos que, con­
sar que la afirmación realista, según la eual la Realidad es la Realidad, tentos con haber terminado con el viejo Dios, la beatitud tan futura
y, por ende, el pensamiento es sólo pensamiento, las palabras meras como eterna de las almas y todo el montón de las supersticiones
palabras, lejos de ser una inocente tautología que nos deja frente a la superadas, se adhieren con una fe igualmente ciega a las creencias
acción y la realidad, contribuye, lo mismo que la idealista, a disociar que la Ciencia y la organización de su tiempo imponen, y se quedan,
acción y pensamiento, y a fijar así el Estado de las cosas. Así es como por ejemplo, contemplando boquiabiertos la subida de las curvas esta­
el realismo sería la forma de nuestro idealismo, a la par que la Rea­ dísticas hacia los novísimos del Progreso y c6mo, mudando de luna
lidad el Dios de nuestra religión. según los tiempos, miran con los ojos de la fe más pura hacia la de
172 Agustín García Cf1vo vh, Sobre la realidad o de las dificultades de ser ateo 173

los astronautas, trabajo me cuesta no ad�irar la multipotencia f las en iµcologías y creencias, de haber, en fin, descubierto el carácter
argucias extremas del buen Dios. religioso de la estructura del universo, se creía entonces, por tal de­
nuncia verbal y de un trazo de pluma, haberlo con la denuncia aniqui­
70. De un modo análogo a como estos millares de nuev0s seres lado para siempre.
humanos y encantadoras prójimas nuestras que suelen en estos años
arrastrar su aburrimiento por las playas y albergues de montaña de 75. ¡Líbrenos Quien pueda de caer en ilusión semejante! Aque­
la Europa, emancipados de las cadenas de la moral antigua y del llos críticos, en efecto, habían descubierto que la Realidad es idea;
pecado, comenzando en compensación a creer científicamente en el lo que olvidaron, en la alegría del descubrimiento, es que la idea es
Sexo y otros artículos de la nueva Fe, muestran bien por su tristeza realidad; y que, por tanto, ninguna denuncia, individual y teórica,
misma que tal vez el solo gozo que les anima es el de la infracción de su carácter religioso y falso puede arrancarle su carácter de real.
todavía de la moral moribunda, en tanto que la nueva se apresura ya
a su vez a ahogar todas las posibilidades del placer de amor, que 76. Todo lo cual recuerda vivamente aquella cuestión eterna­
nunca podría estar libre de Dios ni de tristeza de pecado en un mente debatida en torno a una de las actitudes que más genuina­
mundo que sigue estando tan lejos de estar libre de Dios él mismo. mente pueden pasar como socráticas (y que coincide, por otra parte,
con el «No saben lo que hacen» de Jesucristo), la actitud de no creer
71. «No hay puta que no crea en el Amor», oí decir una vez a que se pueda hacer mal a conciencia de que se hace mal. De donde
uno, experto en la materia (y todavía -pienso yo- debería haber la solicitud práctica se apresura a deducir la necedad siguiente: que
dicho «mujer» sencillamente, en el mal sentido de la palabra, en el basta con alcanzar la conciencia del mal para que el mal sea impo­
social, que es el real, por cierto). En efecto, Sociedad sin Dios es sible.
imposible.
77. Pues bien, a la actitud socrática puede uno afiliarse a pesar
72.Pues Dios había venido a no ser sino uno de los nombres de todo: entonces, si se nos presenta a alguien que evidentemente
del Ser, es decir, de la fe del mundo en su propia realidad, en que hace mal adrede, o -mejor aún- alguno nos declara él mismo que
es lo que es y que lo que es es lo que es; y en cuanto a mí, por él ciertamente sabe que hace mal, pero que lo hace, deberemos res­
ejemplo, aquí me veo asimismo obligado a creer en mí, en que soy ponder que no creemos que el tal sujeto esté verdaderamente con­
el que soy; y en tanto que el mundo tenga que seguir creyendo en sí, vencido de que hace mal; o más aún: que no estamos convencidos
o yo en mí (pues, entre mundo y yo, ¿qué diferencia?), el Ser, bajo de que no crea que está haciendo lo mejor que debe. (Que el testi­
nombre de Dios u otro, mantendrá su imperio y nada habrá cam­ monio ajeno es siempre sospechoso, y no menos el propio, que
biado. puede estar igualmente alterado por un interés contrario al habitual,
por ejemplo, el de afirmarse con ello liberado de la ley moral misma.)
73. Así es, señores y señoras, y antes de seguir haciéndoles oír
esta especie de diatriba, es preeiso que no nos hagamos ilusiones 78. Y si entonces nuestro contradictor nos dice: «Pues bien,
sobre este asunto ni sobre los efectos y trascendencia que pueda tener socráticos impenitentes, ¿cuándo estaréis dispuestos a reconocer, y
sobre su propio asunto nuestra diatriba misma. con qué prueba, que el que hace mal tiene verdaderamente conciencia
de que hace mal?», nosotros, impenitentes, le responderemos: «S6lo
74. Es el mismo Carlos Marx (si es que hemos de optar, a la hay una prueba : cuando no lo haga.»
manera habitual, por mantener la identidad de todos los Carlos Marx
como el mismo Marx) el que debidamente se mofa de la que él llama 79.· La idea, en efecto, es realidad: ser y pensar tienen que ser
kritische Kritik, aquella Crítica crítica, que, tras haber mostrado uno solo y lo mismo; pero, desde el momento que se dice del Ser
con toda justicia que la Sociedad entera y sus instituciones consiste que es lo que es, se hace de él dos, se miente; y al restablecer la ver-
I

ser ateo
174 Agustín García <fálvo VII .
í
Sobre la realidad o de las dificultades de 175

fu
balidad, idealidad o legalidad de la Realidad (ya que si lo real era de que tiene que referirse a una Realidad, ya inexistente, en que esa
real en sí, ¿a qué haría falta decirlo?), se hace a la mentira ser real; predicaci6n no estaba formulada), y es por esa misma inexactitud por
y así, como la idea es realidad, ni la pura raz6n ni la palabra pura lo que no puede menos de alterar la Realidad en algún sentido.
(ni la crítica crítica ni los escritos de Marx, ni, por supuesto, estas
torpes palabras que dirijo a ustedes, señores y señoras) no tiene 85. De manera que, no porque creamos que este discurso pueda
poder para destruírla. ser verdadero, sino porque no estamos seguros de que, justamente
por no poder serlo, no pueda ser activo y útil en algún sentido, puede
80. ¿Sino quién entonces? Es cierto que si digo «La crítica»,
que merezca la pena seguir hablando un poco de la Realidad.
hago del pensamiento acci6n real y, como no lo es ( ¿quién podría
nombrar al pensamiento en tanto que está vivo?, y si está muerto y
86. Pues bien, señores y señoras, observamos que de realidad se
reducido a idea, no hace más que formar parte de la Realidad), en­
habla sobre todo en dos sentidos y en dos contextos bien diversos:
tonces estoy mintiendo; pero si digo «La acción», heme aquí ha­
en el uno la Ciencia nos declara «La Realidad es esto y esto», «El
ciendo teoría de la acci6n, separando a la acci6n de la conciencia de sí
mundo es así», y procede a describirnos la Realidad y c6mo es el
misma, reduciéndola a la realidad más trivial y dejándola impotente
mundo; en el otro, es el habla cotidiana y laboral la que nos dice
para hacer otra cosa que procurar los cambios que el Ser necesita
« ¡Esta es la Realidad! » o bien « ¡El mundo es asf»; de tal modo
para seguir siendo lo que es.
que es más bien una diferencia de entonaci6n lo que nos invita a
81. Pero si digo que la acción iluminada de conciencia, que el sospechar que se trate de dos realidades.
pensamiento produciéndose como acción, estoy aquí intentando reu­
nir las dos cosas cuya dualidad con ese intento mismo estoy ratifi­ 87. ¿Hay, pues, dos realidades?: ¿la natural -digamos- y la
social?, ¿la de la Ciencia y la de la 'Vida'? Y si tal es el éaso, puesto
cando; las dos cosas que, si no puedo nombrar con una palabra sola,
es porque, de hecho, siguen siendo dos. que es muy improbable que meramente por azar se haya empleado
la misma palabra en los dos contextos, ¿cuál es la relaci6n entre
82. Es así que, por ejemplo, la modesta diatriba que hoy aquí me una y otra realidad? ¿Cuál de las dos ha nacido de la otra? ¿Cuál
estamos oyendo pronunciar puede asestar, en todo caso, algún man­ de cuál es subordinada y dependiente?
doble al realismo, pero en modo alguno a la Realidad, señores y se­
ñoras, de la cual la diatriba misma está formando parte de tal modo 88. Pero de estas dos últimas preguntas, dado que la investi­
que lo que ella dice está por fuerza en contradicción con lo que ella gación de la filiaci6n es mucho más oscura que la de la dependencia
es. Y asimismo sospecho que los que oyeren forzados estarán, por (ni creemos, por otra parte, que el hijo dependa de su padre porque
su propia pertenencia, a no entender lo que aquí se dice, sino a asi­ sea hijo de su padre, sino más bien a la inversa, que el hijo es hijo
milarlo como parte de la Realidad a la que ellos pertenecen. del padre porque depende de él), examinemos primero la relación
de dependencia entre ambas realidades.
83. ¿Puede valer la pena, en tales condiciones, seguir hablando
de la Realidad? No es seguro que no, a pesar de todo, si atendemos 89. Sin olvidar tampoco que la relación de dependencia es
a la contradictoria observación siguiente: que, por otra parte, cual­ siempre reversible: que así como el proletario depende del patrono,
quier respuesta a la pregunta sobre « ¿Qué es la Realidad?» altera la así el patrono, a su modo, depende del proletario, así como también,
Realidad en algún sentido justamente en cuanto que la pronuncia­ cuando el Padre hace al Hijo, el Hijo, bien que en otro nivel, hace
ci6n y audici6n de tal respuesta viene a integrarse en la Realidad. al Padre padre; de manera que no nos sorprenda que si, por ejemplo,
descubrimos que la Realidad física es la autoridad de la ética, sea,
84. Que es que sucede que toda predicaci6n respecto de la Rea­ sin embargo, aquélla la que de otro modo esté sometida a ésta, como
lidad se ve obligada a ser inexacta (aunque sólo fuera por el hecho esclavo griego pedagogo al servicio de patricia familia de romanos;
VII. Sobre la realidad o de las dificultades de ser ateo 177
176 Agustín García Calvo
creernos que lo que era producto natural y necesario de la edad puede
que se apoye la primera en la segunda, pero sea este apoyo que a la haber sido objeto de tan largo y empeñoso adoctrinamiento por la
segunda presta apoyo de la primera para sí misma; que, en fin, el prédica, el palo y el caramelo? ¿No tenemos más bien todas las ra­
cuadro al que el millonario sirviera de modelo sea modelo de com­ zones para pensar que se ha tratado de un proceso hist6rico, ético,
portamiento y de fachenda para el millonario. social, lingüístico y humano?

90. Ello es que un niño, desde que empieza a aprender a ha­ 95. Y, sin embargo, no cabe duda de que el éxito y fatalidad
blar, recibe por ello mismo una progresiva información sobre la de ese proceso se funda en buena parte en estar sostenido y autori­
Realidad: indiferentemente se le informa : «Eso es el sol. Parece que zado por el paralelo con las leyes de la transmutaci6n de la materia
da vueltas en torno de nosotros, pero no te fíes, porque la verdad es y con las leyes que regulan el movimiento de los astros ; y aquí,
lo contrario», y con la misma indiferencia: «Es la criada», «Es un como en otros casos, comprobamos que son siempre las leyes de la
fontanero» ; ni siquiera suele permitirse algo como «Se llama fonta­ sedicente Realidad natural las que sirven de base y de modelo a las
nero», «Está haciendo de fontanero»; no, sino derechamente «Es el leyes legales o leyes propiamente dichas.
fontanero.»
96. Y viniendo al texto mismo del adoctrinamiento (por ejem­
91. Y así seguidamente se le va dotando de la informaci6n
plo, que «Hay que ganar dinero»), bien se ve c6mo la Realidad del
que se considera necesaria (y no desatendamos, por derto, el hecho
Trabajo, del Dinero, del Sexo, las familias y las clases se apoya para
de que la palabra informaci6n nos ofrece en este punto una preciosa
imponerse fatalmente sobre la fatalidad de la Realidad física : la lucha
ambigüedad: que la informaci6n que le informa en el sentido de
por la vida de plantas y animales, la jerarquía de los seres naturales,
que le hace saber es la misma que lo informa en el sentido de que
ordenados por géneros, especies y familias, la hierba sometida a los
le hace ser sabido y lo conforma; la que le entera de las cosas es la
herbívoros y los herbívoros a los carnívoros, el impulso ciego y arre­
que lo integra en las éosas ).
batado de las bestias en el celo (amor omnibus idem!), la laboriosa
92. De suerte que, al entrar apenas por la juventud, se le ad­ previsi6n de las hormigas y la perfecta ordenaci6n gravitatoria de los
vierte, por ejemplo, en el mismo tono : «Hay que ganar dinero»; y planetas y los soles.
como sucede a veces que un hombre a tal edad no está todavía, pese
a todos los esfuerzos, suficientemente informado y no se aviene a 97. Es esa identificación de las unas con las otras leyes, esa
ello buenamente, se le añade una vez más: « ¡Esa es la realidad, apelación a la ley física para sostener la ley legal la que supo opor­
muchacho ! », o bien exprimiendo escasamente un epíteto ornamental tunamente poner en solfa -bien me acuerdo-- uno de los que han
-que, al anotar la cualidad, está, a modo de apellido, consolidando sido de los críticos agudos de vuestra lengua, Georges Brassens,
la esencia-: « ¡Esa es la dura realidad! » cuando, para consolar a una cierta dama que, por la propia exube­
rancia de sus gracias posteriores, ha caído sentada en tierra, le dice
93. Y cuando a vueltas de los años, a fuerza de tropezones con­ que «La ley de la gravedad es dura, pero es la ley.»
tra esa Realidad endurecida (que no contra la materia ciertamente),
empieza nuestro hombre a comprender al fin y a recitar el Credo in 98 . Y, en efecto, señores y señoras, si de primeras puede pare­
unum Deum omnipotentem, esa tranquilizadora evolución se nos pre­ cernos que la Realidad histórica, social, moral, a la que se refieren
senta como biol6gica y natural : aquello era fruto de la sangre jo­ los consejos de los padres, los gritos de los amantes apuñalándose o
ven; esto es la edad la que lo trae consigo, el tiempo que madura de los héroes reventando en el éampo de batalla, está subordinada
los cerebros. a la Realidad física del Universo y que de ella depende y se deriva,

de suerte que el hombre es un animal y la hazaña de la praxis y la


94. Pero ¿c6mo, señores y señoras? ¿Vamos nosotros a tra­ razón humana culminación y metamorfosis última de la Materia viva,
garnos cruda semejante apelación a las leyes naturales? ; ¿vamos a
178 Agwdn García Calvo VII. Sobre la realidad o de las dificultades de ser ateo 179

de hecho, lo que vemos, mirando más atentamente, es que eso es por la praxis hist6rica y humana, servidoras suyas y factores sociales
justamente lo que la Realidad hist6rica pretende acerca de sf misma igualmente?
y lo que hoy más profusamente esparce por sus medios de propa­
ganda. 103. No nos la quitará por cierto el considerar c6mo en la es­
cuela se preocupa la sociedad adulta de imprimir en los cerebros
infantiles, casi con igual fervor que los mandamientos de la Madre
99. Ya el carácter interesado de esta Weltanschauung der Welt
Iglesia o la grandeza imperial de España, la estructura del sistema
nos podría poner en guardia y hacernos pensar si no estarán las cosas
solar, las leyes de transformací6n de la materia y la convicéi6n de
de otro modo; pues si, a falta de otro criterio de verdad, a este
que dos y dos son cuatro; ni el recordar que, en otros tiempos, con
mundo traidor e incierto le aplicamos las reglas de averiguaci6n que
e! mismo celo que se defendía de las perturbaciones polfticas o mo­
él usa para sus juicios, aplicándole así el prejukio judicial del cuí
rales de Lutero o de Molina, se defendía el Orden contra las per­
prodest, bien podemos sospechar de una teoría por su interés práctico
turbaciones que Servet o Galileo producían en el concierto de los
y del Orden c6smico por el sustento práctico que aporta al Orden
astros o en el tráfico de nuestra propia sangre.
que teóricamente lo sustenta.
104. Cuál sea, en fin, el actual sentido de la dependencia entre
100. No parece pués muy claro que la Realidad hist6rica sea ambas realidades, podemos comprobarlo con cualquier experimento
manifestaci6n o modalidad de aquella física que maneja como espejo de la vida cotidiana. Me viene a detener, por mal ejemplo, un po­
suyo. Y más dudoso aún se nos muestra el caso cuando rememora­ licía, como a malhe<;hor debidamente configurado por la orden de
mos que lo primero que parece surgir siempre en nuestras tribus detenci6n; apareee pués en mi guarida; con el aire de hombre duro
son las instituciones y las leyes, y que s61o sobre su cimiento y a su y cinemático, me muestra su insignia, mientras con la izquierda ju­
amparo se desarrolla en segundo término la especulaci6n fisiol6gica guetea fríamente con el encendedor; al mirarlo entonces, creo reco­
y astronómica sobre el contorno aquel poblado de variopintas re­ nocerlo: « ¡Pero, hombre, si es Juanjo! Juanjo en persona, mira
públicas de fieras o las llameantes murallas del Universo. Recuerden tú por donde. Sí, hombre, fuimos juntos los primeros años al Ins­
lo que en la especulaci6n etimológica descubríamos de que las cosas tituto. Ya no irás a los bailes de criadas los domingos. Te habrás
son primero asuntos, haciendas o negocios, antes de ser inocente­ casado, claro»; en este punto, poniéndose nervioso, me manda callar,
mente cosas. y como sigo profiriendo algo, me agarra por el brazo y me hace
callar de una bofetada.
101. Notamos, entonces, que las realidades que las ciencias fí­
105. En semejante trance, al demandar por la Realidad, se
sicas descubren vienen a descubrirlas a continuaci6n de estar inven­
me dirá tal vez que lo real es esa mano de carne y hueso, que el
tadas en la Sociedad las realidades correlativas suyas. Así, cuando
hombre es eso que se palpa y que, andando, demuestra el movi­
la reina Berenice hubo depositado en el ara de los dioses el bucle
miento. Pero ¿no es cierto, señores y señoras, que aparece ahora
de sus cabellos en ofrenda por el feliz retorno de su hermano y es­
bien ridícula semejante pretensi6n? Tan claro se nos muestra que
poso Ptolomeo, el astr6nomo Con6n lo descubri6 en el cielo de la
lo único real es el policía. Como en aquel cornudo que acuchilla a su
siguiente noche convertido en estrella nueva.
mujer el marido, el marido es lo único que vive.

102. Vemos, por otra parte, cómo las realidades sociales pa­ · 106. Siguen ahí la carne y los ojos y los huesos y la cosa sin­
recen necesitar de las otras como apoyo y confumaci6n. ¿Qué po­ gular que yo quería llamar Juanjo; pero evidentemente la única
drá, desde este momento, devolvernos la confianza en la verdad e funcí6n que todo ello cumple no es otra que la de servir en toda
independencia de las cosas naturales? ¿Quién va a quitarnos la sos­ sumisión, como soporte y como cobertura, a la realidad del polida,
pecha de que sean estas cosas naturales, engendradas de algún modo para darle conviccí6n y solidez a su realidad.
180 - Agustín García Calvo VII. Sobre la realidad o de las dificultades de ser ateo 181

107. Y he aquí pues, señores y señoras, c6mo la naturaleza y para el siglo en que tuvo su génesis la Biblia, que la materia y los
la materia indefinida, reducidas a mero disfraz y argumento de la cuerpos y la vida son la producción hebomadaria y laboral del Ser.
verdadera Realidad, se nos aparecen destinadas a dotar a la Historia
del mismo ser que la hostil Naturaleza debió, según se cuenta, de 1 12. Examinemos, si no, verbi gratia, el Tiempo, la cosa aquella
tener antes del Tiempo, en la prehistoria. que, al decir del rebelde númida, después episcopalizado, para saber
lo que es, hace falta no pensar en ella (que es lo que suele pasar
108. Y entonces, cuando recordamos que las ciencias no son por otra parte, con los demás elementos de la realidad).
sino el progreso de las religiones, que vienen a descubrir la Natu­
raleza o Realidad primera después de estar bien establecida la Na­ 1 1 3. Que el Tiempo es una cosa de este mundo y elemento de la
turaleza segunda o Realidad sin más, nos vamos fortificando en el Realidad parece que debería ser bastante claro; pocas, sin embargo,
pensamiento de que la relación entre ambas realidades más bien que más arraigada tengan una intimación de fisicidad y trascendencia
habremos de invertirla: que, en tanto que de palabra (A.ó¡q> ) la His­ en las mortales mentes. ¿Es, en efecto, el Tiempo una institución
toria no es más que la forma específica de la Naturaleza para el histórica? Lejos de creer tal éosa, los hombres imaginan la Historia
hombre, que no hacemos sino continuar (o llevar a su cumplimiento, misma desarrollándose sobre una especie de línea de tiempo en sí- -

según algunos predicadores) la evolución natural, etc., de hecho o de sustancia temporal. Es así como se realiza la noción de Tiempo,
(�p¡cp) toda la carnazón y la verdura de la tierra y el aliento de los también llamado antaño Eternidad.
fuegos estelares no son más que otros implementos de la maqui­
naria, otros documentos de nuestras oficinas. 114. Pero el Tiempo no puede ser sino sus divisiones. «¿C6mo,
si no, podría subsistir ese todo» , que Aristóxeno decía «si no estu­
109. Es pués la Sociedad o -por no prestarnos a ociosas dis­ viera articulado en partes y ordenado por obra de algún ritmo?».
tinciones- el Estado el que ha ampliado el nombre de la aixr¡ o Jus ­ Sólo en el número tiene su génesis la unidad.
ticia de sus tribunales para aplicarlo también al orden inmutable de
las estaciones y el que ha hecho de la dvd¡x71 o necesidad de su 1 15. Pues bien, de las divisiones del Tiempo más usuales, ¿cuál
miseria una civd¡x71 o Necesidad del Universo, a fin de que a su creen ustedes que debe decirse que es la más real? Echen una mi­
vez, la �1x71 o Justicia natural, la dvd¡x71 o necesidad universal apo­ rada, señores y señoras, alrededor de ustedes, en el interior de us­
yen con su peso infinito y hagan inevitables la Justicia y la Necesidad tedes, sobre la vida .en una palabra, y sin duda habrán de responder
de sus propias leyes y de su constitución. conmigo: la Semana.

1 10. Pues bien sabe el Señor Dios que nunca es su faz más 116. Podrás todavía, corazón mortal, saltar victorioso sobre
imponente y aterradora que cuando su faz se oculta tras la nube, y las alternativas de las estaciones o de las horas de tu día; pero
jamás su Ley tan indefectible como cuando en Ley natural se nos ¿quién se alzará contra la ley del Sábado y el Lunes? ¿Podrán
enmascara. Es entonces cuando Prometeo yace encadenado para negar aún que, creado el Sábado por el hombre, es el Sábado el
siempre, pues que no es ya Zeus, el joven tirano, quien le aplasta, verdadero creador y sustentador del Ser del Hombre?
sino la mole del Cáucaso por sí misma.
1 17. Pue s ¿cuál otra división, si no, podría comparársele a la
1 1 1 . Es pués así, señores y señoras, como me atrevo a propo­ Semana? Díganme ustedes, por ejemplo: el mes, ¿qué es el mes ya
nerles que intentemos ver la relación entre las dos realidades; que, desde hace tiempo, y más ahora que la luna aquella que se dice
por otra parte, no son dos sino en virtud de la necesidad de la or­ que fue la que contó los meses se ha eclipsado totalmente detrás
ganización del Estado de establecerse sobre antítesis. Y es así como de una luna en que se comete la extraordinaria frivolidad y solecis­
sigue siendo para nosotros la más triste de las verdades, como lo era mo de alunizar, para, si es caso, trabajar en ella por semanas y fes-
13
182 Agustfn García Calvo VII. Sobre la realidad o de las dificultades de ser ateo 18.3

tejando los domingos? Si conserva el mes todavía un poco de rea­ brar la muerte de algo que está muerto probablemente desde la
lidad y consistencia, es sólo gracias a los funcionarios y a los que prehistoria.
cobran mensualmente sus emolumentos.
122. Pero no hay en éambio realidad más fuerte que la de la
1 18. Pues ¿el día? ¿Qué me dicen del día, con su oposición Semana. Jamás, señores y señoras, jamás podrán escapar ustedes, ni
a la noche, con su mañana y con su tarde? ¿Es que hay todavía una por coche ni por ruido, ni por intimidad ni por distancia, a la tris­
luz que crece y que desciende, una puesta del sol y un amanecer? teza infinita del fin de la semana: allí donde no sabes si es de noche
Sí, subsisten, subsisten de pretexto y de literatura; pero de hecho, o de día, allí donde no penetra el vaho de primavera, hasta allí
bien sabemos que el mediodía que reina no es del sol, sino de inte­ llega el sordo olor de sol marchito de la tarde del Domingo; y
rrupción de la · jornada de trabajo para los sitios en que rige ese cuando alargues a dos, a tres, a cuatro días ese tu week-end, no otra
sistema laboral. cosa estarás haciendo que prolongando tu agonía.

1 1 9. El rumor del tráfago, el humor del productor y del con­ 123. Y bien desconcertado que dejarán ustedes a cualquiera
sumidor es lo que sube y lo que baja. Y el día y la noche no tienen de los buenos trabajadores a quien le hagan notar que la Semana
definición ni unidad alguna, no comienzan ni terminan sino cuando es la única división del Tiempo que no tiene fundamento natural
hay que levantarse a comenzar la jornada o cuando hay que reti­ alguno : para él, en efecto, es la única que tiene un fundamento
rarse a reponer fuerzas para la siguiente. Trenes metropolitanos y natural.
de suburbio son los verdaderos caballos de la Aurora.
124. Y es pués una verdad eterna aquella que el Génesis nos
enseña la primera : que, antes del cielo, antes de la luz, estaba el
120. Y luego, ¿el año, con la divertida ronda de sus estacio­
Ser de la Semana, que fabricó el mundo en seis días y al séptimo
nes? Verdaderamente, a creer a la propaganda. de las revistas ilus­
descansó. ¿Qué no tendremos que pensar acerca de una institución
tradas y de la prensa sentimental, a propósito, por ejemplo, de las
que la Sociedad o -mejor dicho- el Estado se apresura a justi­
alteraciones vitales y sanguíneas de la primavera, se diría que la
ficar y divinizar antes que cualquier otra?
raza humana sigue viviendo, en efecto, casi como los ciervos o las
culebras, el turno de las estaciones y sometida a la ley cíclica del
125. ¿No decía el teólogo, al buscar un ejemplo de imposibi­
celo; pero cuando insisten tan obstinadamente en proclamar que
lidad metafísica, que lo que no puede ni la omnipotencia del propio
hace frío en el invierno y calor en el verano (pues ¿qué sería, si no,
Dios es hacer que un Martes no sea un Martes ? Pues ahí está el
de los abrigos de astracán y los hoteles de las playas?) no puede
modelo de nuestra impotencia, y ésa es la raíz del Tiempo.
uno menos de sentirse invadir por la desconfianza.
126. Es cierto que todavía, de tarde en tarde, el ojo melancó­
1 2 1 . Y cuando observamos cómo funéionan simultáneos los lico del adolescente, imperfectamente adaptado a la visión del mun­
negocios entre las naciones de los más diferentes climas, cómo en do, parece en vislumbre sentir de un otro modo la caída del sol
un avión van los hombres en pocas horas arrastrando de otoño en entre las vidrieras enrojecidas del fondo de su calle o estar a punto
primavera sus títulos de bolsa y sus amores bien seguros, sin que de deseubrir no sé qué otra verdad al pasar tiritando por primera
sufran por ello ni los unos ni los otros la menor alteración, y cómo vez junto al torbellino de hojas secas del parque desolado. Pero al
en pleno invierno se imprimen los almanaques en que se cuenta, punto comprenderá él mismo que simplemente «Es el atardecer» o
con sus modas y sus chistes de bañistas, lo que va a ser el verano, «Es el otoño», y nada más natural por tanto.
uno comienza a entrever lo que es en realidad el curso del año y a
comprender mejor por qué es cada vez más necesario que el calen­ 127. Apenas si de allí saldrá otra !=Osa que un vago suspiro
dario y el reloj avisen a los hombres para que se apresuren a cele- de protesta. Un suspiro, tal vez, no banal del todo. Doble es, en
184 Agustín García Calvo
VII. Sobre la realidad o de las dificultades de ser ateo 185
efecto, señores y señoras, la función de la poesía: la canción del
prisionero nos consuela de la cárcel, pero al mismo tiempo nos la al C:omún enemigo de ambas: lo positivo, lo que es, lo que sabe y
recuerda. es sabido, de lo que se habla y de lo que aquf hemos estado hablan­
do; lo que con nombre de vida vende historia, con nombre de pen­
128. ¿Qué podría aquí decirles todavía? Continuar hablándoles samiento vende ideas: la Realidad, en fin, o, por dividir su nombre
sería a lo mjeor correr el riesgo de decir la segunda parte del libro, en dos, la miseria y la mentira.
aquella inútil y positiva que no debe decirse nunca. En todo caso,
¿habrá que decir que no hay razones para creer?, ¿para creer -se 1.3.3 . Contra la miseria, que es mentirosa, contra la mentira,
entiende-- que las cosas son lo que son y que el Ser que se es que es real y verdadera, ¿vendrían a ser común enemigo razón y
existe? vida, palabras vacías que pronunciamos, pero que estarían en la
Realidad como falta de su totalidad o fallo de su omnipotencia?
129. Y ¿quién les impedirá ser lo que son, las cosas? No lo No sabemos, ciertamente, si sí o no, no lo sabemos; pero, cierta­
sé, y no quiero saberlo. Pues esperar, lo mismo que desesperar, es mente, no lo sabemos; y en ese no saber está todo el aliento y la
restablecer el reino del Futuro, es decir del Tiempo, es decir de esperanza.
las Causas, es decir del Ser. Pero no se ve razón tampoco para pen­
sar que la vida y la palabra, �¡º' y )..ólº'• que se decía en griego 1.34. Y si en fin de cuentas la Realidad es fatal y todopode­
más o menos, no sean amigos entre sí o amigas, o incluso hermanos rosa, como lo proclaman a diario en nuestras plazas las trompetas
para los griegos y hermanas para nosotros. de su propaganda, entonces, por lo menos, moriremos (si me per­
·

miten, señores y señoras, cerrar con un rasgo de humor una diser­


1.30. No se ve por qué creer ni dejar de creer tal cosa de tación que ha venido volviéndose demasiado seria), moriremos por
ellas, puesto que las dos son negativas. Vida y razón, en efecto, lo menos impenitentes y cumpliendo el deber humano más elemen­
tienen ambas en común el siguiente hecho: que no son, ni la una ni tal: maldecir al tirano.
la otra; que no pertenecen a la Realidad; aunque sea con dos ma­
neras muy distintas de no ser: la vida como álo1ov, la crítka como
¡.tE'tdlo1ov, o dicho más metafóricamente, lo subracional y lo super­
racional.

1 .3 1 . Pero el caso es que ambas no son. De ninguna de las dos,


en efecto, se puede hablar (deduzcan ustedes, señores y señoras, el
paso en falso que estoy a punto de dar en este trance); de la vida
no se puede hablar, porque el solo hecho de hablar de ella la ra­
cionaliza y la transforma en realidad; de la razón no se puede ha­
blar, porque es ella la que habla: si a su vez se habla de ella, ya
no es ella la que está hablando, sino que se ha hecho objeto del
hablar y reducido a realidad¡ y siendo ella por definición lo que
habla, no puede ser aquello de que se habla¡ de manera que, cuando
se habla de ello, ya no es de ello de lo que se babia.

1 32. Así es como crítica y vida, no siendo ni la una ni la otra,


bien pudiera ser que fueran entre sí amigas y las dos se opusieran
VIII

DE LA CONFUSION ENTRE METODO


Y OBJETO, A PROPOSITO DE LOS
GRADOS DE REALIDAD DE LOS COLORES

1 . La dialéctica pués o método dialéctico, de la que me parece


que hace tiempo que se habla mucho más de lo que habla ella, ¿qué
es, en definitiva, lo que hace? ¿Cuál es su praxis en cuanto len­
guaje? (no añado ya ni 'del Hombre' ni 'de las cosas', contando
con que al menos desde Hegel se vió bien claro que los dos eran
el mismo). No creo que pueda decirse que hace más cosa que lo
que hace la lengua corriente misma; sólo que a conciencia, por
decirlo así, y por �nde de una manera extrema, irrestringida por
principio, resoluta, por no decir absoluta.

2. La lengua cualifica, esto es, que es ella cualitativa por esen­


cia; lo que ella cualifique, lo cuantitativo no cualificado, se presenta,
por virtud de mera hipótesis, como lo incognoscible, lo irrecono­
cible por la lengua por lo mismo que no cualificado. Pero, para ver
bien en qué sentido la cualidad o cualificación es la operación misma
de la dialéctica, conviene que ese término 'cualidad', de largo uso
en las escuelas filosóficas y en consecuencia oscuro, se aclare y se
precise en lo posible.

3. Cualificar querrá decir articular en forma de cuestiones que


se respondan por «Sí» o por «No». Por ejemplo: euestión 'Rey de
España': «-Este señor ¿es el rey de España? -Si»; cuestión 'ino­
cente: «-El reo ¿es inocente? -Sí»; cuestión 'estar sentado';
«-El elefante ¿está sentado? -Si»; cuestión 'querer': «-¿Me
188 1
Agustfn García Caiv \7111. De la confusión entre método y objeto 189

quieres? -Sí»; cuestión 'frío': «-¿Hace frío? -SÍ»; cuestió � es ser Rey de España?», « ¿ Qué es 'inocente'?», « ¿Qué quiere decir
'haber': «-¿Hay? -SÍ». No es preciso advertir que toda pregunta 'estar sentado'?», «¿Qué es querer?, « ¿Qué es frío?», « ¿Qué es
en interrogativa parcial contiene una cuestión de «Sí o no» de la haber?».
cual la parcial precisa un rasgo: « ¿Con qué lo han matado? » con­
tiene la cuestión, positivamente contestada, «Lo han matado», y la 7. Pero estas interrogativas parciales de 'Qué' contienen implí­
respuesta «Con estricnina» es equivalente de un «Sí» a la pregunta citas las totales metalingüísticas: «El rey de España, ¿es el rey de Es­
total «¿Lo han matado con estricnina? » paña o es otra cosa? »; «'Inocente' ¿es lo inocente ? ¿o no?»; «'Estar
sentado, ¿quiere decir estar sentado o se define de otro modo?»;
4. Pero sí será bien notar que las parciales del tipo 'Cuánto' «El querer, ¿es el querer o no es el querer?», y «El frío, ¿es o no
no se escapan a la regla: si pregunto «¿Cuántos han muerto? » no es el frío?»; preguntas que ya sólo admiten una de dos contestaciones:
para que se me responda «Bastantes», sino «2.545.527», y si digo ··· o «Sí» («El rey es el rey», «Lo inocente es lo inocente», «Estar sen­
«¿Cuánto mide un átomo», no es desde luego para que me digan tado es estar sentado», «Querer es querer», «El frío es el frío»), el
«Muy poquito», sino más bien «2-27 micras», o en caso contrario, 'Sí' que es prácticamente el mantenimiento de que lo que es sea lo
se rechace mi pregunta (esto es, la asunción en ella contenida) dicién­ que es, o «No» («El rey no es el rey», «Lo inocente no es lo ino­
dome resolutamente «Los átomos no miden» ; en efecto, tan carentes cente», «Estar sentado no es estar sentado», «Querer no es querer»,
de contestación serían propiamente preguntas totales como « ¿Han «El frío no es el frío»), un 'No' que, para no ser una trivial mentira,
muerto unos cuantos?» o «Los átomos ¿miden muy poco?», que no puede menos de ser la perturbación práctica de la Realidad por la
generalmente se estima estúpido siquiera formularlas. anulación de las instituciones correspondientes (anulación de la Mo­
narquía, del Amor, de la Física y de la Lengua); anulación que no
5. Pues bien, lo dialéctico viene a ser como un enfrentarse con es, evidentemente, la de la cosa en sí, sino la de la antítesis en que
la lengua desde dentro de la lengua misma (por más que la postura se sustentaba ('Rey/súbdito', 'Inocente/culpable', 'Sentado/en cucli­
así enunciada parezca, como lo es, sumamente dificultosa), propo­ llas', 'Querer/no querer', 'Frío/calor').
niéndole algo como esto: «Bien, puesto que ése es tu sistema, len­
gua mía, sigamos adelante, llevemos al límite tu sistema, a ver qué 8. Esa anulación, como en el ejemplo fonémico recordado en
pasa»; y lo primero que se hace entonces es aclarar las cuestiones el § 6, implica la creación del archisemantema o archipragma corres­
en forma de interrogativas disyuntivas: «¿Es el Rey o no es el Rey?», pondiente ('Persona', 'Sujeto', 'Flexión coxial', 'Sentimiento', 'Tem­
« ¿Inocente o culpable?», « ¿Sentado o en cuclillas?», «¿Me quieres peratura'), que al poderse emplear a su vez como predicado («El rey
o no me quieres?», « ¿Frío o calor?», «¿Hay o no hay?» de España, ¿es una persona?»; «Un inocente, ¿es sujeto de sus ac­
ciones?»; «Estar sentado, ¿consiste en una flexión coxial?»; «No
6. Y cuando se llegue a tropezar con la duda ante alguna de querer, ¿es un sentimiento? » ; «El frío, ¿es temperatura ?»), para en
estas cuestiones, en modo alguno se contentará el método dialéctico el paso siguiente ser asimismo sujeto de interrogación («¿Qué es
con respuestas intermedias o compromisorias como «Es el Rey en persona?», «¿Qué es sujeto? » , «¿Qué es flexión coxial?», «¿Qué es
cierto sentido, en otro no», «Es algo culpable», «Está entre sentado sentimiento?», « ¿Qué es temperatura?»), ofrece al método dialéctico
y en cuclillas», «A lo mejor te quiero», «Ni frío ni calor : hace la repetición, en otro nivel, del mismo juego.
buen tiempo», «Puede que haya un poco»; no, sino que pondrá
entonces en cuestión a los predicados mismos, y lo mismo que, 9. Pero es peculiarmente luminoso el último ejemplo de nues­
cuando en lo fonémico se neutraliza la oposición M/N, se descubre tras cuestiones, «¿Hay o no hay?», que, al dar lugar a la interrogación
en el mismo instante el archifonema como representante de la opo­ «Haber, ¿es haber?» nos permite desplegar el paso siguiente de este
sición anulada, así vendrán las preguntas del nivel siguiente: « ¿Qué modo: 'Haber (sea lo que sea)' y 'No haber (sea lo que sea)' implican
190 Agustín García Calvo VIII. De la confusión entre método y objeto 191
'Ser', esto es, 'Que, sea lo que sea lo que haya o no haya, sea lo que ralización del concepto de número; es decir, que, lejos de abandonar
sea' (este paso podría darse con cualquiera de las otras predicacio­ la cualificación de la cantidad que llamamos número, la duda se re­
nes; pero en ésta es probablemente el único que puede darse); y a solverá volviéndola a establecer en el nivel dialéctko siguiente: no
partir de aquí podemos ejecutar una operación nueva, que es poner se consentirá un «2.545.527 aproximadamente», ni siquiera un «Li­
en cuestión el proceso dialéctico mismo, la jerarquía dialéctica entre geramente más de i--77», sino que se ofrecerán unos nuevos números:
los dos pasos, al preguntarnos «'Que haya lo que sea', ¿es igual a en el primer caso, por ejemplo, se computarán las probabilidades de
'Que sea lo que sea lo que haya'?», o, preguntando en modo más error en el cómputo de los muertos, y la cifra se presentará acom­
pedante, «El haber del ser, ¿se reduce al ser del haber ?» Lo que se pañada por otra cifra (una fracción decimal cerrada) que reduzca a
pone en cuestión con la operación reseñada es la relación entre la cierta la incertidumbre; en el otro caso se introducirá en la fórmula,
primera y segunda (o segunda y primera) asunciones u objetos de la por ejemplo, la cifra 'velocidad de la luz' en calidad de límite y, me­
moderna Ontología, ser y haber ( o 'existir', si se prefiere; pero diante una operación del tipo de la del paso al límite, se nos ofrecerá
'haber' tiene inmensa ventaja por lo elocuente de sus reglas de cons­ una fórmula en que la amenaza de continuidad del infinitésimo haya
trucción sintáctica, y además es, como ser, un término de la lengua quedado igualmente conjurada.
corriente, y no, como existir, inventado ad hoc en las escuelas: «No
hay Dios» es lo que dice el lenguaje inmediato del ateísmo, mientras 12. Pues bien, ya decíamos desde el pricipio ( § 1 ) que esta exi­
que «Dios no existe» es una traducción culta, nebulosa y propicia a gencia o procedimiento que por todas partes encontramos de resol­
todas las confusiones ). ver la duda sobre el ser o no ser de las cosas por medio de la genera­
lización, es decir, la neutralización de la oposición establecida que da
10. En efecto, ambos hechos, ser y haber, parecen competir en lugar al establecimiento de un archisemantema o archipragma en otro
elementalidad en la estructura de nuestra lengua o mundo y más orden, hasta llegar a la cuestión de la relación entre ser y haber, es,
bien imponer dos tipos de elementalidad bien diferentes: éon es la practicado conscientemente, el proceder mismo del método dialéc­
predicación bimembre («A es A»), que une a dos . términos de la tico ; el sistema establecido se destruye a sí mismo por su propia rea­
misma realidad lingüística, parece indicar, por la afirmación .de la lización, y lo dialéctico sería la consciencia de esa práctica, que por
identidad consigo mismo, que ambos no son más que uno y que por lo mismo sería la práctica de su consciencia.
ende hay definición, integridad, redondez y cerrazón ; con hay tene­
mos el ejemplo por excelencia («Hay A») de la predicación unimem­ 13. Pero héte aquí que hay un hecho más: el que se revela,
bre, con predicado y sin sujeto (como «Llueve», «Hace frío», «Due­ sin ir más lejos, en esto de que aquí, en este estudio, estemos ha­
le»), que trata, por tanto, de establecer un puente o dar un salto entre blando de la dialéctica, y, por tanto, tratándola como objeto de nues­
dos modos de realidad, la propiamente lingüístiea, a la que ese pre­ tro hablar, practicando una metodología, una Lógica, si se quiere, o
dicado pertenece, y la otra, no lingüística, que le hace, por así decir, propiamente una Logología, con la que el hablar se reduce a ser,
como de sujeto, imponiendo por ende la apertura a lo otro, la insufi­ y es por ello al mismo tiempo una Ontología. Es así que, en general,
ciencia o indefinición. cuando la gente habla ahora tanto de la muerte de la Filosofía {al
tiempo que, por el contrario, hablan de la muerte de Dios algunos
1 1 . Pero, antes de seguir viendo cómo el método dialéctico, al teólogos optimistas), se olvida que la Filosofía estaba muerta desde
tratar de dar su último paso, se convierte en objeto, conviene que el momento que era Filosofía, esto es, un objeto del que se podía
volvamos a desviarnos un momento a las cuestiones cuánticas (cfr. hablar.
§ 4). ¿Qué pasa aquí, cuando en «Los muertos son, por fin, 2.545.527
ó 2.545.526?», «¿El átomo mide exactamente i--71 micras o 14. Pero, dejando las metáforas biológicas, ¿qué es lo que su­
2--26?» se presenta igualmente la duda? Ya se sabe cuál es el paso cede cuando la cuestión que se plantea es justamente «La dialéctica,
dialéctico en este campo : se le conoce tradicionalmente como gene- ¿qué es?» Sucede, al parecer, que, según lo indicado en los § § 9-10,
VIII. De la confusi6n entre método y objeto 193
192 Agust!n Garda Calvo
no el signo ?, sino el signo Yo, en cuanto indicador igualmente de lo
esta pregunta, que es la última, y por tanto la primera, respecto al que habla, pregunta o es Sujeto:
Sujeto 'dialéctica', no puede menos de presentarse acompañada de la
otra, « ¿Hay dialéctica?», de modo que se averigüe si hay de aquello YO: -¿Qué es Yo? YO: -¿Hay Yo?
que se trata de definir o si todo el haber de ello está contenido en (No hay nadie para contestar: si YO = Sí (la presencia del hablante es con­
su propia definición, del mismo modo que la pregunta « ¿Qué es la contesto «Yo•, o bien no digo nada, testaci6n afirmativa, deíctica y muda,
si «Yo• pretende ser un predicado, lo con tal de que se dé por contestado
lluvia?» compite con la pregunta « ¿Llueve?» sobre cuál de las dos cual es imposible, siendo Sujeto por en la primera columna que Yo es YO,

15.
debe ser la última o primera. esencia, en el sentido de que es el que de modo que esta respuesta sobre el
dice, y por tanto vado en cuanto a ser constituye sin más la respuesta por
lo que dice, o bien Jo que contesto el haber).
Sólo que en este caso aquello por lo que se pregunta no es es «Yo = YO'I>, con lo cual la res-
puesta es dektica y muda, confundién-
una cosa cualquiera, sino justamente lo que interviene activamente dose la cuesti6n del ser con la del
en el diálogo, lo que pregunta, lo que formula aquellas dos cuestiones, haber.)
y aun se pregunta por la relación entre ellas. Es entonces como si en
la primera pregunta estuviera contenida, no por lo que pregunta, 17. Es así como, al paso que con respecto a las demás cosas,
sino por el hecho de que pregunta, la respuesta a la segunda, mientras cosas propiamente dichas u Objeto, la cuestión de su ser o definición
que la primera se vuelve incontestable, salvo que se convierta en con­ se convierte por confusión en una especie de garantía de respuesta a
testación el hecho mismo de formularse cualquiera de las preguntas, la cuestión por el haber de ellas, inversamente, en la cuestión última
con lo cual ambas llegarían a su más perfecta confusión. o primera, la evidencia deíctica de la presencia del Sujeto se hace
pasar como una contestaci6n a la pregunta por el ser de dicho Sujeto
( Yo, interrogación, negaci6n, dialéctica, método) y en virtud de esta
16. Esto es, tomando como sujeto, en vez de 'dialéctica', el
confusión inversa llega, de hecho, el Sujeto a tener un ser (la sus­
término, más evidente, 'interrogación', y representando este término,
tantivación, habitual desde hace un siglo, 'el Yo', así como la Logo­
para más evidencia, con el stgno ?, y escribiendo en la primera co­
logía, de que cfr. § 13, son demostraciones de ese ser), no obstante
lumna las cuestiones del tipo 'ser' y en la segunda las del tipo 'haber':
el hecho de que el Sujeto, naturalmente, permanezca indefinible.

¿Qué es ?? 1 ¿Hay ?? �
18. Es esta confusión inversa la segunda astucia del ser para se­
(La pregunta amenaza con ser -+' = Sf (la presencia de la pre­ guir siendo aun después de que la interrogación por su ser haya ame­
incontestable, ni por tautología, gunta por el ser equivale a una nazado con aniquilarlo: pues así el propio preguntante, el L6gos de
en cuanto que el objeto de la contestaci6n muda a la pregun­ Heraclito mismo, por ejemplo, no digamos el Pensamiento hegeliano,
pregunta se absorbe en el pre­ ta por el haber, con tal de que
guntar mismo): en la primera se dé por con­ se éonvierten de método (de destrucci6n) en objeto (de sustentación),
testado que ? es ?). de manera parecida o como el rey reduce la amenaza de perturbaci6n
¿Qué es?
del sofista que ha aparecido parlando por las plazas de su reino por
(salvo que se conteste del si­ el procedimiento de crear para él una cátedra de Sofística en su Aca­
guiente modo):
demia.
Esto .
19. Y en verdad poca esperanza cabría poner en método ni en
(lo cual sería una respuesta igualmente muda y deíctica, y en ello dialéctica ninguna si no pudiera seguirse sospechando que, sin em­
se confundirían el esto de la primera columna con el sí de la segunda, bargo, h a y en el ser mismo (en su método, en la lengua, si se
de modo que la confusión de las contestaciones acarreada la confu­ quiere) una posible imperfección, algunos fallos del sistema, de los
sión de las cuestiones mismas). O bien usando, en vez de 'dialéctica',
194 Agustín Garc:fa Calvo VIII. De la confusión entre método y objeto 195

que yo o la dialéctica no somos sino triviales apariciones, fácilmente 24. Pues bien, el fracaso del método puede tal vez describirse
reductibles y curables como llagas de superficie, sin que ello signifique del siguiente modo: el método era, en principio, bienintencionado,
que pueda el ser curarse de la enfermedad que late en lo más hondo en cuanto que, por medio de la relativización, aspiraba a demostrar,
de sus entrañas. como se dice también incluso, la subjetividad de aquello que se tenía
por objetivo; pero no ha demostrado, de hecho, tal subjetividad
20. ¿Cómo podría hacerse para que el método fuera lo más per­
(que habría querido decir su anulación) porque el Sujeto se ha hecho
fecto y eficaz, justamente al obedecer lo más fielmente a esas imper­
simultáneamente objetivo, algo que está ahí y a lo que los objetos
fecciones de su objeto? O dicho de otro modo, ¿cómo podría fun­
relativos pueden referirse como criterio para subsistir; y es así como,
cionar el método para que, atacando rigurosamente el ser de lo que
inversamente, el fracaso del método en subjetivar a los objetos es lo
es, al mismo tiempo estuviera implacablemente atacando el haber de
que convierte en un objeto al método.
lo que hay? Examinemos un momento é6mo fracasa el método en su
práctica ordinaria. Tal vez la forma más corriente en que suele operar__
25. Se trataría pués de que el Sujeto conservara en la opera­
el método, la forma en que cualquier bárbaro ilustrado puede utili­
ción su carácter insobornablemente negativo, que actuara -esto es-­
zarlo (nótese que es el bárbaro ilustrado el que utiliza el método, y
como mero representante de la falta, manquedad o imperfección de
no al revés) es la que podemos llamar relativizaci6n.
que adolece el ser; que así, imponiendo por su aci:íón la evidencia
21. Por ejemplo, se ataca la antítesis 'barato/caro' ; y se dice: de que lo que hay es lo que no es, consiga ya que lo que sea no lo
«'Caro' y 'barato' es lo mismo, puesto que su determinación depende haya. Lo que es -hemos visto-- por el hecho de que es lo que es
de un criterio variable; y una cosa no es cara porque cueste cien sostiene su derecho a estar ahí; que entonces el método, estando ahí,
dólares (o un dólar más que en otro sitio o dos dólares más que el pero sin ser nada, en vez de limitarse a negar que lo que es sea lo
año pasado), sino en virtud del poder adquisitivo medio de la mo­ que es, pruebe que no puede ser ni más ni menos que lo que es, y
neda, o según el índice de abundancia en el mercado, o según el grado de ese modo le prive del derecho a estar ahí. Como si dijera: «Yo,
de utilidad que le reporte al comprador; así que una misma cosa, en como estoy aquí, me niego a ser yo; esto me autoriza a impedir que
un mismo sitio y a un mismo tiempo, puede ser barata y cara.» esté aquí todo aquello que sea lo que es.»

22. O bien, con algo más de sutileza, en el siguiente ejemplo: 26. Ahora bien, lo que hay que no es lo que es es la imperfec­
«'Izquierda' y 'derecha' son lo mismo, justamente porque se enfren­ ción de lo que es lo que es. ¿Dónde encontramos esa imperfección,
tan, en el sentido literal del término: cuando A se pone frente a B, que es, por lo visto, el único manjar del que puedo yo alimentarme
la derecha de A es la izquierda de B, y viceversa; pero si el hostil para la lucha? Por supuesto, en primer lugar, en la mentira de lo
enfrentamiento se transformara en una total amorosa invasión del que es; pero si esta mentira se refiere a la cuestión de 'Sí o no', en­
cuerpo de A por el de B, y viceversa, entonces dejaría de saberse tonces no basta, y la mentira se nos vuelve mentirosa por cuanto lo
totalmente qué es 'derecha' ni qué 'izquierda'.» mentido sigue estando ahí de todos modos y desde esa posición de­
fiende, en su afirmación y en su negación, la permanencia de su esen­
23. El método ha operado, y como consecuencia habrá engen­ cia, con lo cual, de rebote, el pensamiento que lo atacaba se (lOnsolida,
drado nuevas antítesis de nivel superior (por ejemplo, 'valor de cam­ muerto, en forma de opinión o ideología.
bio/poder adquisitivo', o 'oferta/demanda', en el primer caso; 'su­
perposici6n/proyecci6n' o 'geométrico/topológico', o incluso 'polí­ 27. Y esto es así debido a que ese pensamiento, dialéctico, se
tica/administración', en el segundo), pero en modo alguno habrá había limitado sin embargo a llevar a sus últimas consecuencias los
afectado la continuación del funcionamiento de las antítesis 'bara­ procedimientos de la lengua o mundo mismo al que atacaba (dr.
to/caro' ni 'derecha/izquierda'; ellas, por el contrario, sabiendo ya § § 1 y 1 2 ), la cualificación de todo. Acaso no haya de pasar lo mismo
que son relativas, seguirán con el poder más absoluto funcionando. si se tiene en cuenta que, pretendiendo lo que es estar aquí por el
196 Agustín García Calvo VIII. De la confusión entre m�todo y objeto 197
hecho de ser lo que es, su mentira en el ser, que lo es respecto a la del método resulte fructuosa habrá de éonsistir en la elección y se­
cuestión de 'Sí o no', se dobla necesariamente de una mentira en el lección de los objetos a que se dedique, teniendo que buscar, para
haber, cuya mentira no puede ser la mera negación, sino la bruta nuestro caso, alguna cosa (es decir, alguna antítesis, pues las cosas
continuidad o incualificación, y entonces el 'No' para su ataque se tan sólo en sus antítesis se tienen) que, presentándose con un ser
alimenta al mismo tiempo de la masa ciega de la pura cantidad in­ más o menos definido, esté aquí, por otra parte, de una manera muy
cualificada. evidente y muy real, de modo que, si su definición es clara, su haber,
aparte de ello, sea muy importante en esta vida y muy real. Cómo
28. Bien se me acuerda que algo de esto debía de ser lo que tra­ seleccionar, pues, esos objetos dotados de mucho haber para el ataque
maba Zenón de Elea, de manera que, a modo de ejemplar esquema fructuoso de la doble crítica es a lo que este estudio desde aquí va a
en el espejo de la Historia, las aporías de la continuidad se comple­ dedicarse. Pues se sospecha que nada puede ser fruétíferamente mor­
mentan con la lógica de la contradicción heraclitana; un camino aquél dido por el diente de la crítica que no haya alcanzado la bastante
de las aporías que se cegaba, al parecer, en el momento consecutivo; consistencia y solidez para ofrecerle resistencia; y así como al ataque
no por ser callejón sin salida, sino porque, al contrario, se le abrían dialéctico del ser sólo las verdades claras y definidas le ofrecen ene­
inmediatamente vías laterales que reconducían a las calles mayores migo propio y sustancioso, así al ataque del haber tan s6lo aquello
del discurso de la vida ciudadana; o dicho, en vez de metáfora, por que tenga mucho, o bastante, o considerable o no .demasiado poco
recurso al convencional espejo de la Historia, que en la generación haber podrá oponérsele provechosamente.
siguiente surgió la Ciencia propiamente dicha, que desde Aristóteles
a nuestros días se ha dedicado afanosamente a cualificar o numerificar 3 1 . Se trata pués d e ver la manera de determinar qué cosas
todas las apariciones amenazantes de la bruta continuidad; así, lo son de las que hay bastante, o mucho, o poco, o algo. Y para agilitar
mismo que la necesidad de acallar la antil6giea heraclitana producía el discurso, convenimos desde aquí, con la venia del lector, en usar
el nacimiento de la Lógica, igualmente la necesidad de cerrar (esto es, el término reaUdad como el sustantivo verbal correspondiente al
abrir) la aporías le proporcionaba a la Historia y al Progreso la ad­ verbo hay, y real. como su adjetivo, de modo que real. significa 'lo
quisición de la Ciencia positiva. que hay', y real.idad 'el hecho de que haya'.

29. Bien me acuerdo asimismo, a tal propósito, de aquella 32. Pues bien, en este trance, se nos vienen a las mientes en
copla que don Antonio Machado dejó escrita: «Será el mejor de los seguida los colores. Y eso debe de ser por lo siguiente: que es que,
buenos / quien sepa que en esta vida / todo es cuestión de me­ por un lado, el color es el ejemplo por excelencia de la cualidad, los
dida, / un poco más, algo menos», donde parece que el algo y el términos de color el ejemplo más inmediato de adjetivo calificativo
un poco nos están indicando la otra manera de decir que no que (asf, cuando en los fenómenos acústicos se quiere hablar, aparte del
tendría que acompañar constantemente a la primera si se pensara en ritmo o cantidad y de la melodía, que son mensurables, de la otra
atacar no s6lo el ser de lo que hay, sino al mismo tiempo el haber condición distintiva, lo que se llama el timbre, de la voz o de las
de lo que sea. ¿Y cómo puede uno librarse de la tentación de ser «el vocales, la metáforá o sinestesia que inmediatamente aparece es la del
mejor de los buenos», cuando sospecha que esa descabellada aspira­ color); por otra parte, el color viene a ser la evidencia o aparición
ción, cuya imposibilidad se enuncia en la continuación de la copla, misma de la realidad, el fenómeno por excelencia, en cuanto se iden­
puede significar no sólo acabar con el concepto de 'bueno', sino con tifica con la superficie, cara o apariencia de lo que es (recuérdese que
su presencia real en el Mercado de la vida? en griego antiguo una misma palabra, XP<Í>�, sirve para lo que nos­
otros decimos 'color', 'superficie', 'piel del cuerpo' y por ende
'cuerpo').
30. Mas para ello, por lo pronto, dejándonos ya también nos­
otros del discurso sobre el método, volvámonos ahora hacia su objeto. 33. Ahora bien, siendo los colores algo tan cualitativo, sería de
Pues parece claro que una condición primaria para que la aplicación esperar que en ellos la estructura y la organización antitética, en
H
198 Agustín Garcfa Calvo VIII. De la confusi6n entre m�todo y objeto 199

que consiste el ser de las cosas, fuera más clara y más precisa que de los dioses bajaba a hablarles a los hombres); y, sin embargo,
en parte alguna; y, sin embargo, nada más indeciso y fluctuante que como de aquello que no hay ni mucho ni poco apenas nos atrevemos
las oposiciones entre colores (excepto en los modernos intentos de a decir que hay, ninguna cosa más que los colores se ha prestado
organizaci6n científica), campo en el que justamente tiene su naci­ a la duda y disolución existencial, reduciéndose su ser ya a la pura
miento la noci6n de 'matiz', que se extiende a los demás campos de apariencia (de la contextura del cuerpo), ya al mero efecto (de
cualificaci6n para turbaci6n e inseguridad de todas las antítesis. Y asi­ la luz).
mismo, siendo el color la aparición por excelencia de lo real, cabría
esperar que la cantidad, que es la condici6n misma de la realidad de 35. Pero nótese ahora que los nombres de los colores se cm·
que la ciencia, cuantitativa, trata, se diera en el color de la manera plean a menudo de la manera que suele decirse 'en sentido figurado'
más evidente y perceptible; en parte alguna se encuentra menos el o 'metafóricamente' (aunque algunos de esos nombres, como verde,
elemento cuantitativo: el hecho se manifiesta en que, mientras los por ejemplo, no se sabe bien si no procederán precisamente del uso
demás adjetivos calificativos de nuestras lenguas admiten libremenfé figurado, y en otros, como el cultismo cándido, hallamos que, si bien
la construcci6n con elementos como muy, lo más, más, doblemente, respecto al latín el uso para 'color' es el primero, su uso para color
. hay siempre una ·repugnancia a su uso con adjetivos de color ('lo más en castellano sería secundario respecto al figurado). Pues bien, desde
amarillo', 'doblemente negro', 'más azul'), hasta el punto de que, el momento que esos nombres abandonan la pretensión de referirse al
aun cuando se da la construcción, parece tener un significado incierto: color precisa- y puramente y salen al campo de las otras realidades,
'muy verde' no se sabe bien si quiere decir 'verde muy oscuro' o se asimilan a los nombres habituales y desaparecen aquellas restric­
'verde muy luminoso', porque 'verde muy verde' apenas podría que­ ciones que a su uso propio se oponían (v. § 33), de modo que pueda
rer decir más que 'verde muy difícil de ser confundido éon otra cuali­ ya decirse 'un hombre muy gris', 'un alma blanquísima', 'estaba casi
ficaci6n cromática' ; y bien hemos observado estos años que los juegos del todo in albis', 'muy negras intenciones', y hasta, apurando un
propagandísticos de detergentes a base del blanquísimo' cuando se
' , poco, bien estarían a la mano de cualquier poeta cosas como 'negra·
cansaban de ser mera exaltación verbal de la falta de suciedad y que­ mente las penas se cernían' o 'verdemente sus brazos florecían' (dr.
rían determinarse positivamente, venían a sustituir el color por la vertement, greenly).
luminosidad y lo 'muy blanquísimo' era 'muy resplandeciente' o 'des­
lumbrante de blancura'; de lo cual es correlativa la dificultad, también 36. No dejará esta observación de ser pertinente a la prosecu­
propia de esos adjetivos, de crear adverbios en -mente: tan puramente ción del análisis que ahora seguimos sobre los colores. Pues ahora
cualitativos son que no pueden mezclarse sinsemánticamente con ver­ volvemos a preguntarnos con respecto a ellos por la eseneia y por la
bos ni con otros adjetivos, con ningún predicado de cualidad cuanti­ realidad y por la relación que pueda haber entre la esencia y la rea­
ficable. lidad de los colores. Esto es: primero, cómo los colores están defi.
nidos entre sí, cómo se organizan en antítesis o por parejas; segundo,
34. Es decir, que en los colores justamente la cualidad se re­ los colores (es decir, sus antítesis) ¿son más reales los unos que los
vela como incuantificable, inconmensurable; el ser rechaza al haber otros?; y en fin, la perfección de la definición ¿está en alguna tela·
de plano. Mas, por la presencia del matiz, coesencial con el color, la ción con la intensidad de la realidad?
mera cantidad se insinúa dentro de la cualidad misma: el haber in­
vade el ser. Si a uno se le desafiara a que buscase, en la naturaleza 37. Lo más inmediato y elemental que a este respecto se nos
misma, esto es, por fuera de toda convención y legalidad humana, un ofrece son los colores para la ciencia. Aquí, como es bien sabido, cerca
ejemplo de entidades discontínuas y organizadas en oposieiones dis­ de dos siglos han venido trabajando para definir y organizar todos los
tintivas, seguramente no hallaría mejor ejemplo que el de los co­ colores por reducción a o generalización de la antítesis primera que
lores, que sobre el indeciso cielo aparecen ya delimitados y distri- · entre ellos ya desde la antigüedad se les ofrecía hecha, la de 'blan­
buídos con la aparición del arco Iris (con el que no en vano la lengua co/negro' . Es curioso observar que la cuestión se ha atacado simul-
200 Agustín García Calvo VIII. De la confusión entre 'método y objeto 201

táneamente de una manera física, la de la luz (que ha sido la de la go, el origen de los algos todos); mas es lo más curioso a nuestro pro­
teoría científica), y de una manera química, la del pigmento (que pósito que, si se nos propone en esta analogía señalar cuál de los dos,
ha sido la de la técnica); pero por ambos caminos se ha tratado el blanco o negro, corresponde al cero y cuál al uno, nos veremos en
de llegar al establecimiento de un orden concordante con definicio­ grave aprieto, solicitados por dos impulsos contradictorios : pues,
nes (y, por tanto, terminología) cada vez más precisas, orden en el conviniendo que sea el cero la notación del ser por ausencia y el
cual el criterio del puro 'timbre' del color se ha venido decantando uno el símbolo de la presencia del ser mismo, nos encontramos con
y acendrando hasta venir a ser el solo representante del color, el que, en un sentido, la presencia de la luz, el 'blanco', como caso
color propiamente dicho, con el que la correlación de 'luminosi­ límite del haber del ser, sería la presencia misma, el éomienzo y
da/oscuridad', perfectamente segregada, puede libremente entrecru­ suma de todos los colores, y habría tenido razón el Señor que dijo,
zarse, como con las oposiciones de timbre de las vocales se entre­ para que empezara de una vez a haber alguna cosa , «Fíat lux»;
cruzan las oposiciones de tonicidad o nivel melódico. mientras que en el otro sentido, la presencia real y no resquebrajada
por ninguna duda sería el 'negro', la materia contínua y ciega, acumu­
38. Esto se manifiesta también en una consecuencia en el nivel lación de todas las apariencias o colores en un núcleo de densidad
de abstracción más alto, en cuanto que la palabra color misma ha total o límite de la densidad. En tal indecisión se nos antoja que
adoptado un significado restringido, que justamente excluye los se manifiesta la síntesis o confusión entre las dos maneras, física y
colores blanco y negro (representando el gris a este respecto el mo­ química, por así decir, de atacar la realidad, entre las que la mo­
mento de incertidumbre), los cuales serían justamente lo sin éolor. derna cienCia se había bifurcado.
Pues en efecto, la idea dominante ha sido que la neutralización o
anulación total de las antítesis establecidas entre los colores, al dar 40. Mas es lo cierto que el intento de la ciencia ha sido que,
en lo sin color, se manifiesta como blanco (así en la concepción partiendo de la antítesis primaria 'blanco/negro', que sin embargo,
victoriosa, la de Newton; pero no olvidemos cómo su rival derro­ como referida puramente al tono o luminosidad, era ajena a la cues­
tada, la del viejo Goethe en su Teoría de los colores, buscaba la tión del color propiamente dicho (v. § 38), los colores se definieran
génesis y suma de los colores en el gris o la penumbra, esto es, en y organizaran en antítesis de 'timbres'. Ahora bien, todo esto que
la síntesis o neutralización de la oposición de luminosidad, la de decimos de los colores para la ciencia no se tome como significando
'blanco/negro'), o bien por el contrario, en el tratamiento químico, una contraposición neta con los colores para el sentido común de
por así decir, de la cuestión, la anulación de todas las antítesis de los mortales. Pues entre las concepciones científicas y los usos habi­
colores por acumulación de todos los pigmentos correspondientes a tuales del lenguaje hay contínua interfluencia, en cuanto que la Cien­
cada cual viene a dar en la otra modalidad de lo sin color, el negro. cia no hace otra cosa que d a r r a z 6 n al sentido común vigente,
y el sentido común, en todo mundo en que la Ciencia esté estable­
39. Los dos modos de reducción de los colores, al blanco y al cida, no es más que la vulgarización de la ciencia. Así que, con di­
negro, y por ende la relación a su vez entre los dos puntos de anu­ versa penetración y seguridad, la organización de los colores perte­
ladón, entre el blanco y el negro mismos, despiertan fácilmente la nece ya en nuestro mundo al común acervo de las concepciones.
analogía con los dos modos de anulación de los números, en el
cero y en el uno, y la consiguiente relación entre cero y uno (pues 41. Pero la concepci6n vigente, en su forma más típica, la re­
el uno, en sí mismo, en cuanto pretende presentarse con indepen­ presentada por el disco neutoniano, es respecto a los colores defini­
dencia de la serie de los números de la que se le ha nombrado nú­ toria y definitiva, establece el ser de cada uno de una manera perfecta
mero primero, resulta vacío de sentido, un nombre de la nada; al y sin resquicios: a saber, se parte de una concepción trinitaria (re­
paso que el cero, por la operación de paso al límite, que es inver­ cuérdese que el sistema más común de las vocales en las lenguas del
samente su identificación con el infinitésimo, verdadera unidad irre­ mundo es también el triangular, de tres, de cinco o siete), la de
ductible, llega a tomar cuerpo, por así decir, y a ser positivamente al- 'rojo/amarillo/azul', lo cual está impuesto por la necesidad, ya que,
'\

202 Agustfn Garda Calvo �I�. De la confusión entre método y objeto 203

si se partiera de una simple pareja, digamos A1/Ai, la síntesis o com­ J


pon a con el grado de simplicidad de los sucesivos momentos dia­
binación no dada más que la sustancia común o archiéolor de ambos, �
lécti s de la génesis de los colores, de manera que, después del
A, que entonces, teniendo ya contenidos en sí a los colores A1 y Ai, blanc� y negro, los más reales fueran rojo, azul y amarillo, les si- .
como cada uno de éstos lo contiene a él, no podría ya producir co­ guierah en realidad naranja, verde y violeta, vinieran después ber­
lores nuevos, y así la combinaci6n se quedaría estéril para el desa­ mell6n, oro v1e10, lim6n, índigo, malva y granate, y asf sucesiva­
rrollo de un sistema que diera cuenta de la policroma realidad; por mente. Pero se ve en seguida c6mo falla por todas partes el ériterio;
eso es forzoso . partir de la trinidad. Pero en el momento dialéctico pues pocos se resolverían a creer, por fuerza de sumisión a la esencia
siguiente se introduce, por la combinaci6n de los tres elementos dos y ciencia, que verde sea menos real que azul o que amarillo, o que
a dos, la dualidad u oposición bimembre (reproducción de la antíte­ -en otro sentido-- el color de la púrpura o del ladrillo sean menos

sis 'blanco/negro') en el sistema de seis, 'rojo/naranja/amarillo/ver­ reales que el de la naranja o las violetas; para no hablar de las
de/azul/violeta', que es en verdad 'rojo/verde/naranja/azul/amari­ realidades de los pardos o los grises, que no faltarían quienes defen­
llo/violeta', dualidad o antítesis que de aquí en adelante ya no dieran como mucho más reales que las de todos los demás colores,
abandonará la organización del sistema en los sucesivos pasos de no obstante que ni gris ni pardo pueden situarse en las escalas
doce, venticuatro y así sucesivamente. esenciales.

42. Por consiguiente, en cuanto a su esencia o identificaci6n, 45. Puede que entonces, abandonando la relaci6n de realidad
todos los colores quedan igualmente definidos y ordenados; en el con esencia, se trate de responder a la cuestión de los grados 'de
ser, en efecto, no cabe graduaci6n: tal color estará en la lista (y realidad por otros dos caminos, bien &eéuentados ambos. El uno, el
entonces tendrá tal puesto en tal momento de las duplicaciones su­ de, regresando a una creencia firme en la naturaleza, reducir la
cesivas de la organizaci6n cromática) o simplemente no estará en la cuestión a los términos más brutamente cuantitativos, diciendo que
lista; decir, por tanto, que tal color «es más» o «menos» que tal los colores son tanto más reales cuanto más abundan en la natura­
otro sólo puede hacerse atentando contra el principio mismo de la leza. Ni que decir tiene que las objeciones a la racionalidad de seme­
organizaci6n, que, siendo la propia sustentación del ser, si al aten­ jante planteamiento habrían de ser demasiado graves; mas por for­
tado se derrumbara, no dejaría tampoco a aquel color posibilidad tuna no hace falta acudir a ellas, ya que, aun fingiendo aceptar que
de que fuera ni poco ni mucho ni tampoco nada. esa propuesta tenga algún sentido, y limitando convencionalmente
esa naturaleza al campo de experiencia frecuente de los hombres, se
43. Ahora bien, nosotros tenemos la impresión imborrable de ve sin más que el criterio falla: pues nada tal vez más abundante
que, en cambio, los colores son más reales (o existen más, si se que los citados grises y pardos, de esencia más que dudosa, y aun
quiere, con la prevenci6n apuntada en § 9 ) los unos que los otros . dentro de colores acaso clasificables, bastada recordar el pálido dora­
¿En qué encontrar el fundamento para ese diverso grado de reali­ do de los arenales o el azul verdoso con que las más veces el Océano
dad? Pues no se aparece de inmediato relaci6n alguna con la esencia : se aparece para dejar desvirtuada tal explicación de la realidad de
igual de definidos pueden estar en el círculo dos colores, como los colores, y volver a descubrir lo que sabíamos · antes de que la
índigo y marrón, o más bien bermellón (pues marrón, como gris o óptica y la tintorería éon la claridad de sus oposiciones nos lo oscu­
pardo, no se sitúan en el círculo, en cuanto exigirían, al parecer, la recieran: que la supuesta naturaleza no ofreda colores, sino matices
mezcla de complementarios), y sin embargo, puede parecernos que solamente, esto es, que en ella de primeras no se daba sino justa­
del uno hay mucho más que del otro, que éste es más real que mente aquello que las leyes de uso de los nombres de los colores
aquél. prohíben que se dé (v. § 33), que las cosas sean más o menos azules,
más o menos amarillas, más o menos blancas. Ahora bien, para
44. Puede intentarse todavía relacionar la realidad con la esen­ nada ha de servirnos aquí entonces tal criterio, puesto que aquí
cia indirectamente, proponiendo que el grado de realidad se corres- por lo que nos estamos preguntando es por los grados de realidad
204 Agustfn Garda c{aivo vru. De la confusión entre método y objeto

de los colores propiamente dichos, aquellos que la óptica y l tin­ J yP


ma r o menor grado de realidad de que los colores gocen? ¿Será
torería, perfeccionadas en Física y en Química, han extraído los de q
una '1regla general ue se hable mucho de lo que hay mucho? Y que
casos límites o intimaéiones naturales de cualidad que nos ofrecían hay� mucho o poco de tal color, ¿podrá conocerse en lo mucho o
el arco del Señor, las flores del verano. poco que de él se hable?

46. Puede que entonces se acuda para responder a la cuestión 48. Según y cómo se entienda esto, por supuesto. Pero desde
al tercer camino, que es d que reduce la realidad de los colores a su luego, recordemos un par de datos, que pueden ser pertinentes a
concebibilidad: se observa, en efecto, que, a diferencia de lo que pasa nuestro propósito, tocantes a la organización de los adjetivos uno
casi con todos los otros adjetivos, los colores pueden ser evocados y el otro a las reglas de su uso: que los adjetivos, cuanto más im­
y concebidos (voe"ía6a1) en sí mismos, sin compañía de ningún objeto, portantes y con más funciones en la sociedad, más tienden a estar
como si ellos mismos fueran d objeto de la evocación; esto es, que, organizados en antítesis; que hay un uso específico de le>s adjetivos
mientras 'largo', 'abierto', 'desparramado', 'caluroso', y aun a duras (su única función sintáctica específica propiamente), que es lo que
penas 'bronco', 'tintineante', 'dulce', 'espeso' , 'rápido', 'pegajoso', no se llama epíteto, propio de los ámbitos vulgares y poéticos, excluído
se sostienen en la imaginación que su mención promueve sin algún en principio de los lenguajes científicos y severos, y que en español
apoyo en otra cosa, en cambio 'amarillo', 'rosado', 'negro', 'asalmo­ suele caracterizarse por la posibilidad de la anteposición del adjetivo
nado', 'cárdeno', 'azul cobalto' se conciben sin más y por sí mismos, al sustantivo. Pues bien, se nos antoja que la atención simultánea a
al punto que, aun cuando sus nombres están formados de sustantivos, esos dos hechos de estructura y de empleo respecto a los colores
prontamente desaparecen de la imaginación sin resto alguno las rosas, podrá ayudarnos a corregir el criterio de la bruta abundancia para
el cobalto y los salmones; y puede entonces proponerse que la ma­ la determinación del grado de realidad.
yor o menor realidad de los colores se reduzca a su grado de conce­
bibilidad o nitidez de evocación. Pero no tardamos en comprobar que 49. Respecto a lo primero, éonsideramos que la antítesis de
la concebibilidad de los colores se identifiéa con el aprendizaje de la adjetivos por excelencia es la de 'bueno/malo', esto es, que la con­
significación del nombre ; es decir, que para el que ha aprendido debi­ tradicción esencial de 'ser/no ser' se manifiesta adjetivamente de la
damente lo que quiere decir ' añil', 'índigo', 'cárdeno' o 'bermejo' la manera que solemos decir moral, como 'bueno/malo ', de tal manera
evocación es igual ni más ni menos de pura y de precisa que la del que esta antítesis es como !undante, fundamental o fundacional, para
azul, el blanco, el encarnado. Así que, salvo que nos aviniéramos a las demás que entre los adjetivos se establezcan, y que las demás
reducir la realidad de los colores a aquello que la particular educa­ antítesis de adjetivos, cuanto mejor están consolidadas, más se dejan
ción o los azares en cada miembro hablante ha producido, tampoco reducir con claridad a la antítesis ética o primera. Así por ejemplo,
el criterio del poder evocativo podrá servirnos para dar cuenta del 'grande/pequeño' está excelentemente constituída; correspondiente­
grado de realidad de los colores. mente, apenas deja dudas respecto a su reducción a 'bueno/malo',
como se evidencia en ejemplos como 'un gran hombre', 'un gran
47. Pero hay diferencias en el grado de uso de las palabras no hallazgo', parejas de virtud y vicio como 'magnanimidad/pusilanimi­
respecto a nadie en particular, sino en general, esto es, en el voca­ dad', etc. Igualmente ' alto/bajo' es antítesis tan clara como clara su
bulario de una lengua tonsiderado en su utilización o funcionamiento reducción a la moral: que 'alto' es el término bueno y 'bajo' el malo
comunal, lo cual hasta a los autores de diccionarios les permitía a pocos habrá de ofrecerles duda. La antítesis 'nuevo/viejo' sería
adscribir a tales o tales vocablos las notas de 'inusitado', 'poco usa­ también de solidez notable, si no fuera que 'nuevo' está enlazado
do', 'muy frecuente' y a los modernos computadores del lenguaje en otra con 'antiguo' y 'viejo' lo está con 'joven'; de todos modos
establecer, con fines más o menos pedagógicos, estadísticas de fre­ es dable también aquí observar la reducción a la moral, aunque, co­
cuencia de los términos de una lengua. El que tales o tales nombres rrelativamente, de manera menos clara: 'nuevo/antiguo', puede en­
de color, pues, sean más o menos usados, ¿podrá depender quizá del contrarse reducido a 'bueno/malo' o a 'malo/bueno', según el partí-
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206 Agustín García CaÍvo VIII. De la confusión entre método y objeto 207

do que se tome, como nouarum rerum stuáiosus o como laudator 5 1 . De manera que bien cabe esperar que l a facilidad para el
temporis acti; lo que escasamente se hallará será la pareja en estado uso epitético de los colores en lenguaje corriente y en poesía sea
de indiferencia moral; y cuando sirva para indicar 'vigente/caducado' un indicio bastante fiel de la cantidad relativa de su uso; pues jus­
('el nuevo Rector/el antiguo Rector') su directa alusi6n a lo que es tamente en aquella función que es la 16gicamente superflua de los
en realidad y a lo que ya no es hará más clara la reducci6n, pese adjetivos (por eso rechazada del lenguaje pretendidamente científico
a muchas posibles C:omponendas; parecidos condicionamientos para y objetivo) es donde mejor podremos admirar su necesidad práctica,
la reducción hallaremos para 'joven/viejo'. Junto a otros varios ca­ que les mueve a usarse como motes o apellidos, que, al describir
sos bien evidentes, como 'largo/corto', 'ancho/estrecho', 'derecho/ o dibujar la esencia cualitativamente, tratan de dotar a la esencia
torcido', 'claro/oscuro', 'vivo/muerto', tenemos otro bien curioso de de una palpable realidad. Y correlativamente, la experimentación,
reducción moral condicionada, el de 'derecho/izquierdo': las viejas fácilmente practicable, de hasta qué punto los colores están ordena­
supersticiones reducían sin duda en el sentido 'bueno/malo' (cfr. el dos, no ya en el disco de Newton ni en la paleta de los pintores,
uso de siniestro, los nombres apotropaicos de lo izquierdo, dplcrrepo11 ,
sino de hecho, en el lenguaje y práctica común, por parejas antité­
eo<Í>11up.011), no obstante que la determinación de lo que estaba a la
ticas reales, con polo positivo y negativo o, lo que es lo mismo,
derecha o a la izquierda (por ejemplo, en las artes augurales) no
bueno y malo, nos ofrecerá igualmente un criterio relativamente
fuera nada fácil ni inmediato; la política moderna se ha visto en un
fume para saber hasta qué punto existen y cuentan en este mundo,
proceso de reducción más complicado: la antítesis pudo ser al prin­
que es propiamente el único que hay.
cipio meramente neutra y distributiva, y hasta pudo pasarse por un
momento en que la reducci6n se hacía en el mismo sentido, 'bueno/
malo'; pero pronto, a medida que las izquierdas triunfaban y sobre 52. Puede que el lector se llame a desilusión en este punto, ha­
todo conquistaban un puesto respetable dentro del Orden, se ha ciéndome notar que lo que estoy haciendo, al parecer, es reducir
venido a la situación actual, en que la reducción entre la gente de la explicación del grado de los éolores, abandonando las nítidas rayas
izquierdas se hace en sentido inverso y la gente de derechas apenas del espectro luminoso, saltándome las netas divisiones y emplomados
puede hacerla ya en el primer sentido. Todo lo cual no empece de mosaicos y vitrales en que estaban las tintas y los 'timbres' sis­
al hecho mismo de la reducción, que dejo al lector que siga demos­ tematizados, olvidándome, en fin, de los colores verdaderos, a la ex­
trándose con otras antítesis adjetivas bien establecidas. plicación del uso figurado de los colores. Pero ¿qué quiere el lector,
si policromas son las ramas de la teoría, pero gris, amigo, la madera
50. Pero ello es además que esta condición de la estructura de en el mercado de la vida? Esto es, que no hay por qué creernos
los adjetivos no puede dejar de tener alguna relación con el otro buenamente que los usos que se llaman figurados, los usos morales,
rasgo que anotábamos, el del uso como epítetos: en efecto, bien
de los colores sean secundarios o derivados con respecto a los que
observamos que son justamente aquellos adjetivos que más se han
se pretenden físicos y propios.
consolidado en antítesis reductibles a la de 'bueno/malo' los que
más se prestan al uso epitético en la poesía ( 'el gran Aquiles', 'las
altas torres ', 'el bajo halago', 'el claro nombre') y en los casos extre­ 53. Recuerde el lector que, antes de que la moderna Ciencia
mos, llegan a penetrar hasta en el uso epitético vulgar ('un buen tratara de fijar y sistematizar el ser de los colores ni por vía 6ptica
hombre', 'un gran hombre', 'un pequeño obsequio', 'mi nueva casa', ni química, otro primer intento de sistematización se había hecho
'mi antiguo jefe', 'un largo rato', 'a mis cortas luces ', 'un claro ejem­ de esa especie de apariciones, donde aquellos que no eran todavía
plo', 'con oscuros manejos', 'bellísima persona', 'con muy feas inten­ colores químicos ni físicos se fijaban y sistematizaban como notas
ciones' 'aquel santo var6n', 'aquel maldito tango' o 'esta condenada simbólicas en los escudos de los paladines y en las enseñas de las
máquina', 'tan dulces palabras', 'amargas realidades' y 'la dura rea­ nacientes voluntades nacionales ; en efecto, los campos de 'color' de
lidad'). la Heráldica, 'oro/plata, gules/azur, sinople/púrpura, y sable' o bien
208 Agustín García Calvo· VIII. De la conn,isión entre m�todo y objeto 209

con una ordenación analógica a la de un supuesto esquema medieval toriosos A.Euxó¡; (que era propiamente de la luz, con el mismo tema
de siete vocales que el lat. lux -ücis y lüna) y ¡.téA.av (que venía de un campo hetero­
géneo, del de la 'suciedad', a. indio malam: esto es, el criterio de
oro ('í') plata ('a')
gules ('e') azur ('o') 111 luz frente al del pigmento) se encuentran en competencia con
púrpura ('ü') otros varios, como por ejemplo, para el primero, el raro dA.cpó¡; (que
sinople ('éi') e� el lat. albus, pero en griego suena al nombre de la harina) o itoA.16¡;
sable ('u'),
(que parece aludir a las canas y suele traducírsele como gris; pero
los cuales no eran propiamente colores, como la conservación de otro también Hesíodo llama con ese epíteto a 'primavera la blanca'),
s�s �ema . de n?mbres nos lo previene, muestran sin embargo la apa­ tanto más enigmático cuanto que es inseparable de 1tEA.tó¡; itEA.'A.ó¡;
rición simbólica y social de las cualidades de superficie como previa o ?tEA.ó¡;, que parece decididamente valer por 'negruzco' y 'sombrío'

a la científica y cromática propiamente. (atiéndase también a la relación con lat. pallidus); o para el segundo,
d¡.taupó¡; (que sería propiamente mejor correlativo de A.Euxó�, como
54. Y muy injusto, a la . verdad, sería que partiéramos de una 'oscuro', 'sin brillo) o xuáv Eo¡; (que deriva del nombre de un pig·
c?ncepción de l� realidad de los colores que fuera inasequible y mento, al parecer, en que tal vez para· nosotros el momento de 'azul'
a¡ena a tan considerable parte de la Sociedad, y separada del resto se sobrepondría al de 'negro'); y tenemos en latín la doble pareja
de ella por tan accidental manera, como son los ciegos. Así como 'albus/ candidus// ater/niger', que J. André en su estudio sobre los
sería de rechazar cualquier concepto del lenguaje que pusiera como términos de color latinos interpretaba por un entrecruzamiento con
esenciales condiciones inasequibles a los sordomudos, así más bien la correlación 'brillante/mate', siendo los representantes de 'brillante'
tenemos que pensar que los colores, cuanto más reales, importantes en cada pareja candidus y niger, interpretación que parece acertada,
y con más haber en este mundo, más a todos tienen que ser comu­ pero que todavía precisa y esquematiza más allá de lq que ofrecen
nes, los ciegos incluídos; los cuales no verán quizá las franjas del los usos de la lengua.
arco Iris (excepto en cuanto franjas justamente}, pero sí verán per­
fectamente cómo a uno se le pone verde, hasta el punto de que él 56. A pesar de todas las cuales vacilaciones en cuanto colores
se sonroje o se ponga rojo de vergüenza ; pues, si algún accidente propiamente, la pareja 'blanco/negro' la encontramos por todas par­
puede producir maneras de concebir la luz diversas de las tenidas tes tan neta y establecida como ninguna. Así, según los criterios que
por normales, no hay en cambio deslumbramiento, ofuscación u oscu­ proponíamos, el uso epitético es tan fácil que hasta en la lengua
_
ridad que libre de la vergüenza ni la honra. vulgar penetra: es decir, no sólo ya 'la blanca barba' y 'los negros
ojos', sino 'la blanca Paloma' en las advocaciones de la Virgen y
55. Procediendo pués a ver cómo los colores funcionan real­ 'las muy negras entrañas que tú tienes' en cualquier altercado un
mente, hasta qué punto cada cual está incluído en antítesis sólidas poco subido de tonos pasionales. Y su estado de reducción a la antí­
y arraigadas y le es más o menos fácil coostruírse como epíteto en tesis fundante. 'bueno/malo' no puede ser más evidente. Recordemos
el lenguaje hablado o por lo menos la poesía, hallamos de inmediato sólo que los latinos marcaban los días faustos y los tristes con piedras
que nada desde luego puede compararse ni de lejos a la pareja 'blan­ o señales blanca y negra respectivamente, hasta llegar a llamar a los
co/negro'; y eso que su fijación en cuanto colores estrictamente no días mismos 'días blancos' y 'días negros' ( «luciéronte en verdad
deja de �aber sido i?cierta y vacilante, sobre todo porque, si se quie­ blanquísimos soles', se decía Catulo, con candidi, recordando los días
_
r� simplificar reduciéndola a una oposición de luminosidad, la posi­ felices de sus amores, y la felicidad y el resplandor del sol se con­
.
bilidad del entrecruzamiento con la otra oposición 'brillante/mate' fundían en la metonimia), hasta el punto de que es probable que
perturba toda la simplicidad de la idea, y si no, el hallazgo de cri­ el adj. malus sea una variante de ¡.téA.a¡; referido en § 55 y sea el
'malo' de los latinos el 'negro' de los griegos; que el luto es una
terios de 'timbre' bien precisos es tan dificultoso como para cuales·
. costumbre bien extendida en nuestro mundo (y aun cuando se hable
quiera otros colores; y así v_emos cómo en griego los términos vk
210 Agustín García Calvo VIII. De la confusión entre m�todo y objeto 211

de lutos blancos, como se contaba de los chinos, sería de sospechar 'plomizo', 'perlado' para lo primero, 'bruno', 'beis' o 'crudo', 'tosta­
que esa blancura fuera antifrástica y apotropaica de la negra muerte), do', 'marrón' o 'castaño ' , 'color café', 'melado' 'bayo', 'moreno' para
mientras suele usarse el blanco, con los fuertes tópicos de la azu­ lo segundo tendrán que ser tomados, entre otros, al prop6sito pre­
cena y el azahar, para la inocencia; que, no sin relaci6n con esto, sente, como variantes, por matiz o por contexto, de 'gris' y 'pardo' .
en muchas democracias y tertulias se han echado en las urnas desde Puede extrañarnos a primera vista que estos colores parezcan ser,
antiguo piedrecillas o fichas negras para la condena y blancas para la después de 'blanco' y 'negro', los de más uso y realidad, de atender
absoluci6n; que ser la blancura o la negrura referida a un hombre a su relativa facilidad para hacer de epítetos, no ya en lenguaje vul­
la manifestaci6n por excelencia de la antítesis moral se revela en gar, pero sí en la poesía ( 'pardas sementeras ', 'grisientos peñascales',
muchos usos de cualquier lengua, como por ejemplo cuando el citado 'plomizos nubarrones', 'morenos brazos'), cuando sin embargo no se
Catulo se atreve a cantarle su indiferencia a la creciente prepotencia ve mucho de su organización en s6lidas parejas antitéticas . Mas no
de Julio César, « a mí no me importa si eres un hombre blanco o si tardamos en darnos cuenta de que esos adjetivos suelen con frecuen­
un hombre negro» ( albus an ater); que esta oposici6n entre hom· cia significar la negación del color en sentido estricto, y es así como
bres blancos y hombres negros no ha hecho sino crecer en impor­ forman una clara antítesis con 'colorido' (o representantes suyos como
tancia hasta hallar su manifestación más grosera y contemporánea en 'verdeante', 'colorado', policromo'), en la cual ellos son sin vacila­
la antítesis racial por antonomasia, que es la de 'blanco/negro', vi­ ción el término negativo, de manera que 'gris/colorido' o 'pardo/co­
niendo a cobrar toda su fuerza justificativa la fundamentaci6n cro­ lorido' se dejan reducir frecuentemente y con bastante claridad a la
mática en el momento justamente en que las antítesis raciales corrían oposición fundamental de 'malo/bueno'; es claro lo que se dice
su mayor peligro de neutralizaci6n o mulatización; que en la elec­ cuando se habla de 'un hombre gris' o 'de una vida de lo más gris'
ci6n de las banderas, bien sabemos los usos de la blanca para indicar {y ello es tanto más notable cuanto que gris es en castellano término
h rendici6n y petición de paz y para enseña del Estado Temporal importado y de corta ascendencia popular), así como en Goethe se
de la Institución por excelencia, en tanto que sólo aquéllos que decía 'grau' de toda teoría, frente a 'grün' del dorado árbol de la
pretendían desafiar las antítesis morales establecidas se avenían desde vida, mientras que el mismo, teorizando, buscaba en el gris, como
su negatividad, ya como piratas, ya como anarquistas, a enarbolar negativo del color, la matriz de todos los colores, con una dialéctica
la negra ; que, en fin, tenemos con la locuci6n castellana «Hacer ver bastante pertinente; y si el vestirse de gris es alabado por discreto
lo blanco· negro» una preciosa muestra de cómo la antítesis 'blanco/ en las personas de cierta edad, ello no quiere decir que tal sea de
negro' se siente como ejemplo por excelencia de toda antítesis, de verdad tenido por el término bueno y deseable de la color vestimen­
manera que en la locución se manifiesta el miedo, que el sentido taria ( ¿ cómo podría serlo el envejecimiento?), sino que, ya hecho el
común padece ante la habilidad sofística, de que, trastocándose todo mal, se recomienda la resignaci6n a que el hábito haga juego con el
el orden (como en ático se decía, f¡n:w lórov xpEÍ'ttw TCOtEtv, «Hacer, color de la cabeza. De un modo análogo, los hábitos de las órdenes
entre dos razones, de la más· floja la más fuerte» o «Hacer que la clericales, si no eran blancos o negros o en competencia de ambos,
causa perdida gane»), venga a poderse perder lo que estaba a salvo eran ordinariamente,. y sobre todo para las monacales, destinadas a
y salvarse lo que estaba condenado. éonfundirse con la parda tierra, de color pardo, mas no porque ello
se estimara directamente como símbolo de lo bueno, sino, al revés,
57. Pues bien, y sin peligro de que siga el lector demostrán­ por la paradoja de la negación de la vida a la que la vida monacal
dose con más ejemplos el arraigo· y la potencia de la antítesis 'blan­ seguía tradicionalmente suscribiéndose; y así también podían don
co/negro', pasemos ahora a los demás colores o colores en sentido Miguel de Unamuno o don Antonio Machado decir la gloria y ben­
estricto . Pero recalemos antes de nada en ese par de curiosos adje­ diciones de la tierra parda; no que directamente alabaran la mísera
tivos que nunca encontrarán lugar en los 6rdenes del espectro, el sequedad o la despoblación forestal de Soria o de la Armuña, sino
gris --quiero decir- y el pardo, por emplear los términos que me que en movimiento contradictorio, dialéctico y amoroso, exaltaban
parecen más usuales, aunque, por supuesto, 'grisiento', 'ceniciento', en su falta la color y la verdura, para invertir el criterio mismo del
Agustín García Calvo VIII. De la confusi6n entre método y objeto 213
212

bien y la riqueza; que cuando se habla directamente, a las gentes oro, viene a ser el representante de la riqueza abstracta por oposi­
de la tierra aquella se les desea siempre «que el sol. . . os llene / de ci6n a las riqueza� variopintas (que, aun como oro y todo, puede
. .
alegría, de luz y de riqueza». segwr siendo sentido como falta de color se muestra, por ejemplo,
en que Horado puede apellidar de decolor al oro, esto es, 'menguado
de color', 'descolorido'). También puede serlo --es cierto- el otro
58. Es así como 'gris' y 'pardo', formando antítesis bastante
claras con el colorido todo, constituyen representantes relativamente
'?1�tal, resultante de la aplicaci6n de la nota de brillo al gris, la plata;
umcamente que, aun todavía como metales, se establece entre ambos
manifiestos y frecuentes del segundo término de 'bueno/malo' y
una contraposici6n, más vaga ciertamente, en la que el término do­
tienen correspondientemente un grado relativamente alto de reali­
minante ha de ser el oro, de tal manera que si la plata puede llegar
dad. Pero no descuidaremos, al lado de esto, que evidentemente no
a ser (en griego, en latín, en francés, en argentino) el representante
son ambos la misma forma de negación, sino que a su vez se oponen
del dinero mismo, el patr6n o regidor del dinero mismo (el dinero
entre sí, más o menos decididamente, como dos modos de la falta
del dinero, por así decir) tendrá que ser el oro; y más aún: todavía
de color: es evidente que gris es la forma marina, por así decir, y
en la degradación respectiva, por oscurecimiento, de los dos metales,
parda la terrestre de la negación; que gris es la decoloración del
que son el cobre y el plomo, se reproduce la oposición secundaria,
cielo y parda la del fuego; que, en fin, entre ellos a su vez rige una
en cuanto que el cobre sirve simplemente para la moneda inferior
cierta oposición que podemos reducir a aquella que los pintores han
estableddo en general, y acudiendo a una sinestesia, entre colores
mientras el plomo es el ingrediente por excelencia para la falsifica :
ci6n de la moneda. (Todo ello dejando aparte la situación más re­
cálidos y fríos; y en esta oposición secundaria, aunque ya mucho
ciente, en que los metales, con introducción de muchos no usados
más vagamente, lo pardo, representante de los cálidos, sería el tér­
tradicionalmente, han perdido significación monetaria, al paso que,
mino marcado o positivo ; de manera que el esquema sería así:
ascendiendo el dinero a otro nivel de sublimación, está el oro en
el trance último de la pérdida de su trono y su criterio.)

59 . . Pero bien: pasemos ahora entonces a los colores propia­


ment� dichos, los del espectro, los que los dioses mismos parecen
.
describirnos con el Arco (no tan perfectamente sin embargo: pues
ese siete, tan místico como racional, viene siempre perturbado con
la penosa duda de cómo la oposición 'azul/añil' va a poderse equi­
La vigencia, ya mucho menor, de la antítesis secundaria se manifiesta parar a las otras oposiciones), aquellos con que la diosa del Amor
alguna que otra vez, cuando, por ejemplo, aparece lo moreno como la del trono variopinto, como Safó le dice, esmalta a veces al pa re:
positivo y bueno frente a lo pálido (recuérdese -cfr. § 55- que cer la negra tierra. Es aquí donde nos parece que la Ciencia pierde
pallidus es de la raíz de 11:01..tóc; ), algo así como si lo moreno, repre­ definitivamente, como suele decirse, el sentido de la realidad. Pues
sentante al menos del calor, la siega y el trabajo en general (o la ella sigue empeñándose con celo rígido y estudioso en abstraer con
añoranza y mala conciencia de su falta, explotada en las sociedades pureza los 'timbres' de color, en buscar criterios para definirlos, que
industriales como tueste deportivo y veraniego) se afumara como es lo mismo que ordenarlos, y en sistematizarlos en un esquema,
preferible al fin y al cabo a la grisienta palidez, que es el color de preferiblemente antitético (v. § § 3 8, 40, 41 }, que tiene su más aca­
la enfermedad y de la muerte. No debo dejar de aludir tampoco bada expresión en la teoría de los colores complementarios. Y así,
al hecho de que el color de los excrementos sufre fácilmente una registradas y ordenadas nos encontramos en la conciencia, en tan
transmutación en el dorado; que, como atisbara Freud en uno de clara antítesis como la de 'blanco/negro', parejas como 'violeta/ama­
sus análisis más agudos, la mierda se hace oro (sin duda con la vi­ rillo', 'azul/anaranjado', 'verde/rojo', y aun podríamos seguir con
ceversa), y de este modo, al ser dotado de brillo, lo pardo, como otras, tan sugerentes para la pintura y la vestimenta, como las dd
15
214 Agustín García Calvo VIII. De la confusión entre método y objeto 215

siguiente grado de complejidad, 'índigo/bermellón', 'malva/oro viejo', o en hacerlo), y que vemos competir en valor simbólico con otros
'granate/limón'. Y tan vehemente empeño no deja, en efecto, de colores más considerables, en cofradías de la Semana de Pasión o en
llegar a tener una repercusión por fuera de la Ciencia, donde en hábitos de ofrecimiento, como señal de penitencia, que no sé si
ciertas capas de la supraestructura, como la modistería, los anuncios será el valor simbólico con que, en desagravio por los pecados de
fosforeséentes o las cajas de pinturas para niños, esas concepciones España, lo añadió nuestra República como tercera franja de su
de los timbres cromáticos se manifiestan con vigencia considerable. bandera.

60. Y sin embargo, si tornamos a aplicar nuestros criterios 61. Y así, correspondientemente, la vigencia de las antítesis
habituales, cuán escasamente penetrado en la realidad se nos de­ que entre los colores 'puros' la Ciencia nos propone no parece tener
muestra todo eso. Pues encontramos que la mayoría de los nombres muy fume asiento: ¿en virtud de qué o en qué respecto es el na­
que la Ciencia elige para sus definiciones son de uso durísimo como ranja el opuesto del azul o el violeta el del amarillo, fuera de niveles
epítetos, no ya vulgares, por supuesto, pero ni aun poéticos, en de realidad relativamente superficiales, como de un lado la combina­
tanto que muchos otros nombres con los que aquella clasificación ción harmóniéa de piezas de la vestimenta o la amalgama de colores
no parece saber qué hacer resultan más aceptos para ese uso: ¿quién en la técnica de la pintura y del otro algunos momentos de las teorías
se atrevería a escribir 'el azul cielo' o 'el azul mar', 'las amarillas ópticas? ¿En qué puntos relativamente importantes de la realidad
flores', 'la anaranjada carroza', 'el violeta rayo' o ni siquiera 'el cobran esas antítesis vigencia? Y por ende, ¡cuán dificultoso y re­
violáceo rayo'? Apenas si con la fuerte corrección de alguna hipálage buscado resultaría tener que descubrir una identificación, por lejana
violenta pasarían cosas como 'la azul mirada' o 'en el azul silencio que fuera, de las parejas 'azul/anaranjado' o 'violeta/amarillo' con
de la tarde' y se libraría la poesía de caer en la frivolidad pedagógica la antítesis fundamental de 'bueno/malo'! ¿Habría alguien tan in­
de la tintorería o modistería; el propio Juan-Ramón Jiménez, cuan­ fantil que pensara, para la primera, en la oposición de 'cielo/infier­
do en alguno de sus poemas trata de elevar a dignidad poética (esto no'? Ya es bastante ridículo pensar que el cielo es azul; pero que
es, a realismo) alguno de los colores químicos o 'puros', tiene que el fuego fuera de color naranja, sería un estallido de ridiculez. Poca
hacerlo a fuerza de intencionados usos prediéativos y determinativos, realidad parecen pués tener esas antítesis. Y no sólo las antítesis,
para terminar, haciendo más nítida la intención, con «entre los hue­ sino con ellas los propios colores que en ellas juegan. ¿Quién quiso
sos de los muertos / abría Dios sus manos amarillas»; y más precisa sujetar con tal pedantería a la naturaleza incognoscible? ¿Quién
la presentación crítica de lo 'prosaico', cuando Machado habla de hizo azul al mar o azul al cielo, como queriendo ocultarnos lo que
las velitas de los niños en procesión «de amarillo calabaza» (con sabíamos desde antiguo, ya por Homero o ya, como suele decirse,
un color, por otra parte, que no sé si podría encajarse en un cuarto por nuestros propios ojos, que lo esencial en ellos era justamente
nivel de complejidad de la clasificación, entre el oro viejo y el na­ la mutabilidad infinita de sus tintas? Y sépase que cuando algún
ranja). Y en cambio, considérese cómo otros nombres de color, pintor de nuestros tiempos, como van Gogh o como Rousseau, se
difícilmente clasificables y de los que muchas veces le llegan al complace en hacer estallar a nuestros ojos los colores 'puros', ello
oyente resonancias bien ajenas a las del timbre cromático, práctica­ sucede así precisamente, haciéndolos estallar, y la virtud crítica de
mente inidentificable, como es el caso de 'lívido' o de 'cárdeno', se sus cuadros se confunde con su peculiar hechizo. Conque, respon­
prestan mucho mejor a usos epitéticos ('lívidos semblantes', 'cár­ diendo a lo mismo, bien observamos el escaso uso en el trato, la
denos alcores'), y hasta a veces entran en usos cotidianos y simbóli­ floja carga simbólica de colores como ésos. Apenas si ya allá en el
cos importantes ; así con el morado, por ejemplo, que no sé si en siglo decimonono, al alcanzar el Culto de la Virgen Nuestra Señora
el esquema sería nombre apto para introducirse en el cuarto grado su reducción a extracto de la más trágica cursilería, pudo venir el
de complejidad entre el violeta y el granate, pero que vemos figurar azul a convertirse en el hábito y enseña de María Inmaculada; y así
en locuciones como «ponerle morado un ojo» o «ponerse morado también en nuestra guerra civil, frente a la nítida definición de los
de algo» (esto es, saciarse de ello, darse plena satisfacción en comerlo rojos del otro bando, a duras penas y con grandes reticencias se
� ,,. .

216 Agustín García c.a!vo VIII. De la confusi6n entre método y objeto 217

avenían los contrarios a revestirse, para señalar su antítesis, con usos de los dos últimos ejemplos, lo que es evidente en el éxito de
el azul, no sin dudosos compromisos con el hip6crita negro de los ambos es el sentimiento de la aptitud del verde para la alusión a la
fascistas italianos, y formando además, en todo caso, una antítesis, lujuria (¿no saldrá de lo mismo el prestigio afrodisíaco de la m:nta? );
'rojo/azul', que no corresponde con las decididas por la teoría de la lujuria es, en efecto, frecuentemente verde, como en otros tiempos
los colores complementarios. lo era la esperanza; y de que entre ambos usos simbólicos del verde
ha de haber profunda relación poca duda nos cabe; pues ¿qué otra
62. Pero en cambio, fijémonos ahora en la otra antítesis que cosa esperan los condenados de la tierra sino que se les abra la luz
para esa teoría se sitúa justamente en el mismo nivel, ni más ni verde de un amor libre, cuyo destello aquí entre tanto no puede
menos, que las de 'naranja/azul' y 'amarillo/violeta', a saber, la de verdecer sino como lujuria? Que el lector tenga a bien seguir le­
'rojo/verde'. Qué pronto comprobamos que esta antítesis y sus dos yendo un poco para venir a sospechar que acaso semejante relación
colores ocupan en realidad, bien lejos de ello, lugares de uso y de no sea tan gratuita y capriehosa como parece.
valor notablemente más importantes que los otros. Pues, en primer
lugar, el uso epitético se vuelve para estos dos colores mucho más 63. Ahora pués nos preguntamos seriamente por el orden o je­
fácil y corriente, aunque sea sin llegar a los límites de la lengua l'arquía que puede regir entre los usos propiamente cromáticos Y los
hablada, que sólo 'blanco' y 'negro' alcanzan: así fluirán al menor figurados o medio figurados tanto del rojo como del verde. Esto es:
intento poético cosas tales como 'la verde gruta', 'la roja luz de la
¿es la sangre la que ha hecho el rojo y la clorofila el verde? o por
mañana', pero también 'eon la roja pasi6n, con todo el verde brío el contrario, ¿es el rojo el que hace la sangre y el verde la clorofila?
de sus años' o, con curiosa duplicidad, «pierde el lobo en la nieve Contestar decididamente en el primer sentido sería dar por supuesto
rabiosa la roja vida» y «trepa la verde vida por sus brazos» y no que es legítimo preguntarles a los hombres « ¿Por qué decís 'roj?' Y
menos se hablará mil veces de la 'verde vejez' del semidiós Caronte. �
verde'?», para que respondieran «Porque la sangre pu a es roia Y
¿Que algunos de estos usos son evidentemente, como se dice, figura­ las hojas verdes son verdes», mientras que no se le podr1a preguntar
dos y 'rojo' y 'verde' meras notas sugerentes de la sangre y de lo a la Naturaleza «¿Por qué has hecho roja la sangre y verdes las
vegetal? Por cierto; pero recuérdese lo que queda dicho ( § § 52 y hojas de los árboles?», para tentarla a que dijera < Po rque los col�­
54) a propósito de los usos figurados, y que justamente andamos � .
res rojo y verde tenían especiales virtudes que me mc1taron a desti­
buscando qué virtudes o fuerza de realidad de tales colores los narlos a esos dos oficios». Pero quien piense que ambas preguntas
hacen aptos para usos no puramente colorísticos . Como comple­ son igualmente legítimas (o ninguna de las dos) se encontrará tal
mento notamos asimismo el arraigo de los usos vulgares de los dos vez más cerca de éomprender la relación entre unos y otros usos.
colores en locuciones y costumbres abundantes: para el uno, el rubor
(que para el español empieza por el uso figurado, y sólo desde aquí
64. Es, en todo caso, bastante claro que es la cuestión de la
podría en poesía volver a usarse figuradamente para aludir al color vida misma la que con el análisis del rojo y verde se está jugando.
mismo, por ejemplo, «tenue rubor teñía las montañas»), el sonrojo, Pues, antes que nada, cada uno de los dos colores se opone, como
'sonrojarse', 'ponerse colorado' (notables los sinónimos vulgares es­ �
término positivo, como representante por an onomasia de l color �
pañoles de 'rojo', 'colorado y 'encarnado'), y por otra parte los y la vida misma, a lo muerto y lo descolondo. Para 1 ro¡o . , salen
usos libertarios y políticos, que ya se desarrollaban desde el gorro
a cada paso pruebas de que él es el símbolo de la salud y de la
frigio de los libertos y primeros revolucionarios, y llegan a su per­
vida, el opuesto de 'muerto', de la pallida mors Y sus adláteres;
fección con las contiendas de rojos y blancos en recientes lides o de , .
'gordo y colorado' se dice entre nosotros del que esta en pl�na vida,
rojos y .azules ( ? ) en la guerra civil que arriba rememorábamos; esto es del que está bueno y sano; no echamos a casualidad que
para el otro color, varios empleos de sus múltiples verbos, 'verdear',
, , �
entre l s fórmulas de cierre de los cuentos infantiles pueda alternar
'(re)verdecer , 'verdeguear , y otros como 1os de 'poner verde ', •v1e¡o
. .
la de «fueron felices» con la más abstracta de 'colorín colorado';
verde', 'chiste verde'; que, sea cualquiera el trámite histórico de los
pero sobre todo muestra debidamente el carácter de 'rojo' como
',

218 Agustín Garc!a Calvo


\VIII. De la confusión entre método y objeto 219

'es muerte de los animales suelen los árboles respirar vida); y lo que
opuesto a lo sin color el hecho mismo de que en castellano se haya
es todavía dato más profundo y misterioso, que la contraposición

desarrollado el .t rmino colorado como sinónimo vulgar de roio; y
aflora aún muy claramente de una complicada manera negativa:
en fin'. la opos1c1ón. a la muerte está en él tan arraigada, que si
pues en aquello que podríamos llamar con sólidas razones 'momen­
a alguien desprevenidamente se le habla de 'un color vivo' el pri­
tos de la expre&ión o manifestación de sí mismo' en plantas y ani­
� b
�ero que .ª las mientes se le ve ga no ha de ser otro proba lemente males, que son respectivamente las flores y los ojos, el único color
s1?0 el roio . En cuanto a ,verde , no me parece menos claro que, si
que parece evitarse de una manera bastante decidida (y con razón,
b1e? hay un empleo en que figura como término negativo o peyo­
ya que todo momento de expresión de sí mismo es, aunque sea ru­
rativo, frente a 'maduro' (por ejemplo, en las uvas de la zorra, que
dimentariamente, un momento de reflexión o negación del ser, por
al alcanzar el rango de proverbio entre nosotros con «están verdes»
así decir, espontáneo) es justamente el de la modalidad de vida
� �
han desapareci o como uvas y han quedado c mo verdes), se ates�
. correspondiente a unas y a otros : que las flores sean cualquier cosa
tlgua en usos bien abundantes su valor generalmente positivo frente
menos verdes y los ojos cualquier cosa menos rojos; sé que hax­
a 'seco', 'yermo', 'sin vida' y semejantes; pues si el alma seca es
algunas excepciones o aproximaciones a la excepción, pero el princi­
.

la meior para e dictamen de Heraclito, eso le pasa en cuanto alma,
pio no aparece por ello menos claro .
que puede funcionar como el opuesto justamente de la vida (y en­
tonces, en efecto, cuanto menos verdeante esté el alma o muerte,
66. Parece pués que con todo esto no puede negarse a la antí­
n: ,
as muerta estara y menor será su daño), pero en la consideración
,

tesis 'rojo/verde' un cierto grado de realidad, cuando ella sirve de


d �
uecta, e agua es lo mejor en la canción de Píndaro, y jugoso y
. fundamento a una concepción dual que nos está impuesta del bien
verde _Y vivo v1e�en a ser la misma cosa; no sólo ya son verdes igual
bajo el aspecto de éste que los vivos llamamos vida, y que ello nos
que vivas las ho¡as y las ramas, sino la vejez de Caronte y la imagen
inclina hacia un esquema en que el término positivo (bueno, color,
del pa�aíso de los h�mbres y los 'espacios verdes' plañideramente
vida) esté constituído a su vez por una oposición entre verde o ve­
requeridos por los ciudadanos; así que nada nos extraña que el
getal y animal o rojo, a pesar de que sepamos por el estudio de las
nombre de este color, el latino uiridis por ejemplo, nazca como nota
. costumbres estructurales en general que, así como es normal y fre­
del vigor Y de l� vida, de lo que uiret uigetque, y sea esa nota la
cuente que el término no marcado de una oposición sea a su vez una
que se ha traducido en forma de color para los ojos.
oposición entre término marcado y no marcado (cfr. § 58), es en
cambio anómalo y dudoso que sea el término marcado de una opo­
65. Ahora bien, viniendo entonces a su vez al pleito entre los
sición el que se divida en una oposición, como sería el caso de ésta:
dos, tendremos que preguntarnos : si ambos , tanto 'ro1·0• como 'ver-
, .
de , se constituyen como término positivo, esto es, término 'bueno',
en cuanto representantes del bien por excelencia que es la vida
frente al término negativo o sin color, el de la muerte, ¿cómo e �
entonces que hay dos vidas? ¿Cuál es el sentido de esta antítesis FALTA DE COLOR,
ª su vez entre 'rojo' y 'verde'? Pues que la antítesis entre las dos MUERTE
.
vidas se nos muestra bien marcada es cosa cierta: 'animal' y 'vege­

tal' �mamos a los dos reinos, cuya frontera, no perturbada por la
?
apanc16n e �lgunas du?as al nivel de los microbios y bacterias, tra­
ta�ía .I� C1enc1a d� explicar siempre C:omo una bifurcación a raíz del
67. Pero ahora, de aceptar semejante esquema, ¿qué haríamos
prmc1p10 de la vida en abstracto; la química de la fisiología viene
con la pareja del segundo miembro, 'rojo/verde'? ¿En cuál de sus ·

a dar razón a la oposición cromática, al explicarnos el rojo de la


dos términos pondríamos el signo positivo? La respuesta no parece
sa ?gre Y el verde de la clorofila como resultado de dos aprovecha­
. presentarse fácilmente, Ya �st;t mt�Jll!l di.ficuhad rws advierte de
mientos inversos y complementarfo.s del mismo aire (que de lo que
\

220 Agustín García Calvq' VIII. De la confusión entre método y objeto 221

que, si bien no podemos menos de reconocer a esa antítesis un por ello deja de ser lo cierto que los rojos en realidad siguen siendo
� e:to grado de realidad, es desde luego mucho más flojo y supér­ más bien los malos.
flClal y no puede compararse con el de la primera, la de 'blanco/ne­
gro'. En efecto, podría uno figurarse que la oposición entre 'animal' 69. En estos limitados campos y con tales vacilaciones se nos
muestra, pues, funcionando en cierta medida la antítesis de 'rojo/
Y 'vegetal' es mucho más profunda y más antigua que la que reina
verde', que puede dar alguna firmeza a la relativa realidad de esos
entre las razas, por ejemplo, la de 'blanco/negro'; pero espero que
el error de visión que en eso yace vaya ya quedando para el lector dos colores, no tan reales por cierto como el blanco y negro, ni
siquiera como los nombres de lo descolorido, el gris y el pardo, pero
bastante claro: la antítesis de blanco y negro, que se reduce inme­
s( notablemente más reales que todos los demás colores con que
diata- y fácilmente a la fundamental, la de 'bueno/malo', es la más
tratamos de organizar, según el modelo del espectro de la Ciencia,
profunda y primitiva; ¡cuán lejano en cambio y especulativo es
nuestra visión de las cualidades de la apariencia y el mundo mis­
aquel día en que, ya todo el reino animal habiendo conquistado la
mo de las cualidades. Con lo cual tal vez se vaya viendo con algo
condición de Hombre y constituído en bloque una clase dominante,
los vegetales, oprimidos y explotados, empezaran a levantar penosa­ más de precisión las relaciones que puede haber entre ser o esencia
mente la bandera verde de la rebelión y se lúciera necesario aplas­ y haber o realidad. Pues a lo largo de las gestiones precedentes
tarla por esquemas doctrinarios en que lo animal fuera lo bueno y parece sugerirse que, en tanto que la esencia en sí no tiene, natu­
ralmente (pues por definición le está prohibido), ni más ni menos
el verde el símbolo mismo de la maldad !
ni poco ni mucho, y el amarillo puro, por ejemplo, o está definido
68. Entre tanto, y no constituyendo la clase animal tal clase o no está definido, o puede hablarse de él o no en absoluto, en
cambio la realidad de la esencia o haber del ser es una cuestión que
nada de extraño tiene que el actual dominio, en la escasa medid � no admite más anotaciones que las de de 'más' o 'menos'; y hemos
que usa de la antítesis 'rojo/verde', prefiriendo sin duda la bonifica­
ción del enemigo más lejano y recelando con un cierto miedo, nunca advertido que lo poco o mucho que haya de tal color, su mayor
del todo oculto, de la sangre, es decir, de lo otro animal con que o menor realidad, no puede simplemente depender de la mayor o
la comparte, se incline más bien a establecer a la inversa la reduc­ menor perfección de su definición, puesto que su definición no ad­
ción a 'bueno/malo'. En efecto, no sin haber entrado ya en el mundo mite grados, y puede quedar el azul puro talmente definido como el

en ue 1a concepci n de los colores complementarios establecida por rojo puro, sin que ello garantice nada respecto al grado respectivo
q de sus realidades.
_ . está arraigada, observamos que rojo y verde se
la C1enc1a han usado
primero en las señales ferroviarias y luego en más y más sistema ; 70. Ahora bien, como, al aplicar los predicados de realidad

de señales, �ara in car respectivamente lo peligroso, prohibido,
·

(«hay mucho», «hay poco», «es más real», etc.), se aplican a sujetos
alerta Y lo libre, abierto, despreocupado; y correlativamente, ha
que, disponiendo de un nombre propio, suponen una definición o
resultado que la enfermedad de la vista segunda en importancia esencia, resulta que de este modo, por el proceso de la predicación,
aunque muy de lejos, después de la ceguera sea la que se llama dal� fa cantidad indefinida afecta a la esencia misma, a las definiciones
1!1
tonis º• e;to es, inhabilidad para el manejo de esa antítesis 'rojo/ cualitativas de «SÍ o no». Es éste el proceso complementario, la
verde (analogamente a como la ceguerra se refiere a la incapacidad
inversión o la venganza, de aquel otro por el que la esencia y la defi­
para la fundamental de 'blanco/negro'); y así como a los que fueran
nición cualitativa se introducen en la cantidad indefinida bajo la
totalmente incapaces de distinguir entre 'bueno' y 'malo' se les forma de lo que llamamos número. Así la realidad del color y la
neg�ría el derec?o a la vida misma, así a los daltónicos se les niega, definición del número como dos casos extremos de victoria y derrota
. de conducir. Y en fin, aquél
segun creo, la licencia de 'rojos' es un (o derrota y victoria) en esa pugna.
nombre que la Sociedad constituída les ha puesto a los rebeldes
contra ella; de manera que, por más que ellos a su vez pretendan 71. Pero, obligados nosotros a buscar algún fundamento rela­
en ocasiones asumir desafiantemente ese color en sus banderas, no tivamente firme para la determinación del grado de realidad de las
222 Agustín García Calvo VIII. De la confusión entre método y objeto 223

cualidades, el haber, la fuerza o importanéia de las antítesis entre mismo que preguntarnos si ser y haber mucho es bueno y no ser o
colores, que eran la fuerza, haber o realidad de los colores mismos, haber poco malo o si, por el contrario, ser y haber mucho es malo y
hemos tenido que acudir al criterio de la mayor o menor decisión no ser o haber poco bueno; es decir, que en el esquema que intentá­
con que esas antítesis se dejaban asimilar o se ofrecían como epifa­ bamos resolver
nías de la antítesis fundacional de las antítesis, que era la de 'bueno/
malo'. Es así como la determinación de la cantidad tenía que depen­ BUENO / MALO
der, como por necesidad de criterio, de la cualidad por excelencia ser / no ser
. y depender el haber del ser, al tiempo que la antítesis misma de
haber mucho / haber poco
'ser/no ser' se subordinaba a la de 'bueno/malo', éomo si en la bop­
dad tuviéramos la aparición real del ser y la realidad del no ser en BUENO / MALO
la maldad.
no cabe, no ya resolución, pero ni siquiera planteamiento, sino hacer
72. Si entonces, tratando de saltar a otro nivel dialéctico, nos girar, por así decir, el esquema entero del siguiente modo:
preguntamos por la prioridad o jerarquía (por buscar un término
que comprenda sin compromiso la previedad en la definición y el MALO ser / haber mucho BUENO
mayor grado de realidad), no ya entre parejas como 'blanco/negro' BUENO no ser / haber poco MALO
y 'rojo/verde', sino entre las propias antítesis 'ser/no ser' y 'haber
mucho/haber poco', veríamos que el único criterio superior que pero, como una antítesis no parece que pueda ser apta para que se
nos quedaría para decidir la cuestión seguiría siendo el de la antíte­ diga de ella 'buena' o 'mala', la pregunta sólo podría plantearse con
sis 'bueno/malo': se trataría de saber cuál de aquellas dos antítesis respecto a la síntesis de cada una de las dos antítesis, que podríamos
• .
('ser/no ser' o 'haber mucho/haber poco') se parece más o se identi­ figurar con ser mue h o' y ser poco' , de esta manera:
fica más .inmediatamente con la de 'bueno/malo'. ·O preguntando
término a término: ¿es la definición o es la abundancia lo que más

• ser mucho ¡ ser poco 9\
,., 0 b'1en �
• ser mucho ! ser poco ';:>

presto se califica como bueno?, ¿es la indefinición o es la escasez lo '- BUENO / MALO • '- MALO / BUENO
que mejor se aviene a representar lo malo?
74. Planteada la cuestión así debidamente, es claro que no po­
73. Mas al tratar de responder y darnos cuenta de lo contra­ demos nosotros contestarla, cuando ni siquiera los términos 'ser mu­
dictorio y lo empatado, por así decir, de los movimientos que. nos cho' y 'ser poco' (como tampoco las formulaciones alternativas de la
empujan a decidir tan pronto en un sentido como en el otro, descu­ síntesis, 'haber' y 'no haber') no pueden tener s i g n i f i e a c i 6 n
brimos probablemente algo que dimana por un lado del hecho para nosotros, y careciendo de significadón no podemos juzgar de su
mismo de que la antítesis 'bueno/malo' se haya declarado fundamento realidad tampoco.
de todas las antítesis, y superior, por tanto, a la de 'ser/no ser', y,
por el otro lado, de que la antítesis entre 'haber mucho' y /haber 75. Y sin embargo, bien puede ser que esa estructura de 'ser
poco', como referida a la mera cantidad, no puede ser antít�is si­ más/ser menos', identificable con la de 'bueno/malo', absurda como
quiera: descubrimos que el preguntarnos por el g r a d o de asimila­ es y propiamente inconcebible, puest9 que supone la anulación de la
ción de aquellas dos antítesis a la de 'bueno/malo' no puede resol­ oposición entre 'ser' y 'haber' en la que vivimos, sea a pesar de todo
verse ya ni por «sÍ» o «no» {primer sentido de 'positivo/negativo') ni la estructura justamente del Estado real y verdadero de las cosas,
por «más» o «menos» (segundo sentido de 'positivo/negativo'), sino quiero decir, la estructura del objeto del análisis o método dialéctico.
justamente por «bueno» o «malo» (tercer sentido, real y verdadero, Y así lo que puede que entre tanto hayamos hecho sea, no haber
de 'positivo/negativo', de ' + /-'), esto es, que en realidad es lo aprendido nada ciertamente (alcanzar un saber, que es lo mismo que
224 Agustín García Calvo

un ser, como sabemos) ni tampoco haber ganado nada (aumentar la ri­


queza o posesión, el tener, que es lo mismo que el haber), sino adies­
tramos de algún modo en el método de análisis o ataque de ese mundo
real y verdadero, en un método dialéctico que dé cuenta al mismo
tiempo del ser de lo que hay y del haber de lo que sea.

76. Mas no dejemos de observar que, en tanto que el ser del


objeto del método consiste en realidad en su saber (o ser sabido) y,
por tanto, es la presencia o no de las definiciones, el establecimiento
o no de las antítesis, lo que con respecto al ser ha de guiar al mé­
todo, de modo que lo que es o que se sabe incita sin más a saber de
su saber, esto es, a la interrogación o negación de su ser mismo, en
cambio, por lo que toca al haber más o menos, que es lo mismo que
el tener o ser tenido (más o menos ), ¿cuál ha podido ser el criterio
que guíe al método para estimar el más o menos de ese haber o rea­
lidad que sea tenido o tenga?

77. Algo habremos podido verlo a propósito de los colores:


lo que deCidía el grado mayor o menor de realidad o de dominio de
cada uno (o de cada antítesis) era justamente la mayor o menor oca­
sión de ejercicio que al método le ofrecían, esto es, la mayor o menor
consistencia, solidez, densidad o resistencia con que al método se
oponían. Era pués la aplicación misma del análisis la que determi­
naba su realidad : había más cuanto más el método encontraba en qué
aplicarse; había menos cuanto más el método se encontraba sin ob­
jeto ni aplicación al éaso.

78. No hay pués en realidad objeto de la dialéctica anterior


a la dialéctica ni exterior a ella. Y así como decíamos ( § § 13-18) que
el método, por el saber de sí mismo o ser sabiclo, se convierte conti­
nuamente en objeto, así también parece ciertÓ que el método, como
objeto que en la realidad funciona, viene a ser el determinante del
8rado del haber del ser que las cosas tengan.
IX

COSAS Y PALABRAS,
PALABRAS Y COSAS

1. Me escribes, tú, querido hijo de tu madre, pidiéndome que


te describa brevemente cómo es el mundo. Y al mismo tiempo, hijita
mía, recibo carta tuya en que me preguntas cómo es en general el
lenguaje humano.

2. ¿Podrían intentarse realmente tales descripciones como ésas?


¿Qué es describir? ¿No es cierto que más bien tenderíais a definirlo
negativamente, como algo que no fuera demostrar nada, ni explicar
nada, ni inventar nada, ni juzgar nada? ¿Y es que alguna vez ha
habido alguna especie de ciencia o de arte narrativa o de dibujo que
haya producido realmente una descripción? ¿A qué más fidelidad
podría aspirar una descripción que a la de la pura representación, a
la fidelidad de los espejos? Pero ¿acaso lo que en el espejo se refleja
no está lleno ya de explicaCión y de invención, de demostración y
juicio, por el solo hecho de ser reproducción de lo mismo en lo que
es y no es lo mismo o, como se decía antaño, por ser conciencia?

3. ¿Os contentaríais vosotros sin embargo con una descrip­


ción que fuera como un espejo, como una reproducción representa­
tiva? ¿una referencia a la contienda de los hechos como reflejo de
los hechos mismos? Bien, en ese caso, la tarea no parece imposible
224 Agustín Garda Calvo
IX
COSAS Y PALABRAS,
un ser, como sabemos) ni tampoco haber ganado nada ( aumentar la ri­
queza o posesión, el tener, que es lo mismo que el haber), sino adies· PALABRAS Y COSAS
tramos de algún modo en el método de análisis o ataque de ese mundo
real y verdadero, en un método dialéctico que dé cuenta al mismo
tiempo del ser de lo que hay y del haber de lo que sea.

76. Mas no dejemos de observar que, en tanto que el ser del


objeto del método consiste en realidad en su saber (o ser sabido) y,
por tanto, es la presencia o no de las definiciones, el establecimiento
o no de las antítesis, lo que con respecto al ser ha de guiar al mé­
todo, de modo que lo que es o que se sabe incita sin más a saber de
su saber, esto es, a la interrogación o negación de su ser mismo, en
cambio, por lo que toca al haber más o menos, que es lo mismo que
el tener o ser tenido (más o menos), ¿cuál ha podido ser el criterio
que guíe al método para estimar el más o menos de ese haber o rea­ l. Me escribes, tú, querido hijo de tu madre, pidiéndome que
lidad que sea tenido o tenga?
te describa brevemente cómo es el mundo. Y al mismo tiempo, hijita
77. Algo habremos podido verlo a propósito de los colores: mía, recibo carta tuya en que me preguntas cómo es en general el
lo que deddía el grado mayor o menor de realidad o de dominio de lenguaje humano.
cada uno (o de cada antítesis) era justamente la mayor o menor oca­
sión de ejercicio que al método le ofrecían, esto es, la mayor o menor
2. ¿Podrían intentarse realmente tales descripciones como ésas?
consistencia, solidez, densidad o resistencia con que al método se
oponían. Era pués la aplicación misma del análisis la que determi­ ¿Qué es describir? ¿No es cierto que más bien tenderíais a definirlo
naba su realidad: había más cuanto más el método encontraba en qué negativamente, como algo que no fuera demostrar nada, ni explicar
aplicarse; había menos cuanto más el método se encontraba sin ob­ nada, ni inventar nada, ni juzgar nada? ¿Y es que alguna vez ha
jeto ni aplicación al caso. habido alguna especie de ciencia o de arte narrativa o de dibujo que
haya producido realmente una descripción? ¿A qué más fidelidad
78. No hay pués en realidad objeto de la dialéctica anterior
podría aspirar una descripción que a la de la pura representación, a
a la dialéctica ni exterior a ella. Y así como decíamos ( § § 13-18) que
el método, por el saber de sí mismo o ser sabifa{o, se convierte conti­ la fidelidad de los espejos? Pero ¿acaso lo que en el espejo se refleja
nuamente en objeto, así también parece ciertéÍ que el método, como no está lleno ya de explicaCión y de invención, de demostración y
objeto que en la realidad funciona, viene a ser el determinante del juicio, por el solo hecho de ser reproducción de lo mismo en lo que
grado del haber del ser que las cosas tengan. es y no es lo mismo o, como se decía antaño, por ser conciencia?

3 . ¿Os contentaríais vosotros sin embargo con una descrip­


ción que fuera como un espejo, como una reproducción representa­
tiva? ¿una referencia a la conciencia de los hechos como reflejo de
los hechos mismos? Bien, en ese caso, la tarea no parece imposible
226 .Agustín García Calvo IX. Cosas y palahru, palabras y cosas 227

es
ni desmesurada: el mundo, por su parte, está bastante organizado y que tan primordial pretensión del mundo y de la lengua no va a
claro; y en cuanto a la lengua, no digamos. Así que bastaría con re­ ser en realidad verdad? El lenguaje y su universo, el universo y su
petir con un cierto orden y proporción las partes y las líneas de esa lenguaje, son cosas diferentes la una de la otra a pesar de todo, no
organización en que ambos están constituídos, como quien en el di­ por otra rauSn sino porque ellos sostienen que son cosas diferentes,
bujo deja correr sueltamente la aguja impresora del pantógrafo, des­ y esa pretensión -real- es el primer fundamento de estructura de
pués de asentada su cola en los lugares correspondientes del objeto la realidad total en que ambos se suman, identifican o confunden. De
que se está copiando. Bastaría simplemente con un poco de falta de manera que podemos vislumbrar cómo ambos son en verdad lo mismo
intereses en el asunto que pudieran desfigurar la éopia; ¿y cómo no (y aun eso resignándonos a que la identificación entre ambos se nos
iba yo, por amor de vosotros, a volverme por un rato lo bastante aparezca de modos diversos e incongruentes en los varios aspectos
honrado para describir desinteresadamente? o campos que examinemos, unas veces como que el uno es 'la otra
cara' del otro, otras veces como que ambos son dos copias o ejemplos
4. Una dificultad se me ofrece, sin embargo: cómo satisfacer de lo mismo, otras como que el uno es el modelo imperfectamente re­
por separado a cada una de vuestras dos demandas. Pues, al ponerme producido por el otro); pero si en cambio con nuestra descripción
a describir los hechos de la lengua, en seguida me daré cuenta (en unitaria afumáramos nosotros a nuestra vez que ambos son lo mismo,
cuanto pase de la mera observación histórica o externa a la observa­ en el mismo momento en que estaríamos diciendo acaso la verdad más
ción interna, a la reproducción de la conciencia de la lengua acerca honda, en el mismo estaríamos diciendo realmente una mentira. Las
de sí misma) de que apenas puedo dar un paso sin aludir a la signi­ fantasías de la realidad son realidades, y suprimirlas meramente ha­
ficación; y en cuanto ponga en cuenta la significación, estaré me­ blando no es manera de suprimirlas.
tiendo en esa descripción el mundo entero. Y asimismo, si a su vez
6. En vista de lo cual se me ha ocurrido, hermosas criaturas,
me pongo a describir el mundo, ¿cómo voy a hacerlo, al menos si he
que tal vez lo menos equivocado era redactar las descripciones que
de hacerlo por medio de un escrito, si no es hablando de sus cosas
me pedís del modo que aquí sigue. Pero su lectura y utilización exi­
con los nombres que sus cosas tienen, es decir, hablando en realidad
girá de vosotros algunas operaciones previas. Está impresa, como
de los significados de la lengua?
veis, la descripción con los capítulos del mismo número igualados
por el haz y por el envés de cada hoja, gracias a la maña y los des­
5. ¿Podría entonces, por el contrario, redactar una sola des­ velos de los impresores. Vosotros pués tenéis que seguir ahora cui­
cripción que enviaros en sendas copias al uno y a la otra, como dando dadosamente las siguientes instrucciones :
por supuesto que a fin de cuentas me habíais preguntado los dos l.º) Separar deI libro todas las hojas siguientes impresas con la
por la misma cosa? No creo tampoco en modo alguno que pudiera numeración desde 1 ) hasta 14 b).
hacerlo sin una gran falsificaci6n; pues este mundo de que la lengua 2.0) Encolar las tiras resultantes una a éontinuaci6n de otra, de
se
habla y esta lengua que habla del mundo pretenden ante todo que modo que siga consecutivamente la numeración de los capítulos
son distintos el uno de la otra: la lengua, que su mundo es distinto (tal vez mejor si procuráis pegar haz con haz y envés con envés de
(en todo éaso, el contenido) de ella misma, y el mundo, que su len­ cada tira, para evitar alteraciones imprevistas), hasta formar una sola
gua es distinta (una parte en todo caso) de sí mismo; ¿y cómo lo larga tira con toda la descripción.
228 Agustín García Calvo IX. Cosas y palabras, palabras y cosas 229

3.º) Encolar el final del haz de la tira con el comienzo del en­ 1 ) No hay un solo universo, sino diversos universos, que co­
rresponden a las varias unidades sociales. Pues, al examinar la So­
vés, de modo que la lectura del final del envés se continúe en la
ciedad, constatamos en seguida que hay diversas sociedades.
lectura del comienzo del haz, y, naturalmente, la lectura del final del
haz con la del comienzo del envés. Así tenéis, como sabéis, una cinta
1 a) La diversidad de los mundos o sociedades se aparece, por
de Moebius simple. un lado, como gradual y relativa: el viajero que vaya pasando de una
Una vez preparada así la descripción, la tenéis ya lista para la sociedad a otra hallará siempre ciertas regiones de transición; y po­
lectura; la cual podréis emprender, según las ocasiones, por diversos drán siempre enunciarse algunos rasgos generales, que llamaremos
lugares de la tira, y o bien practicar la consulta alternativa a los isodemias -ya se trate de una institución jurídica, de un mito, de un
conocimiento científico, de una herramienta-, los cuales se exten­
ahora aparentes haz y envés del mismo lugar o bien seguir leyendo
derán en común a partes de diversas sociedades.
todo a lo largo de la superficie, hasta que os entre el cansancio a
vosotros; que a la descripción no ha de entrarle nunca. 1 a') Pero al mismo tiempo se tiende a marcar con límites espa­
ciales (fronteras) y con límites lógicos (definición) lo que es y dónde
acaba, por ejemplo, una nación (otras veces el territorio de una p6lis,
el limes del Imperio); cada sociedad o mundo se afirma a sf mismo
como unidad, por coherencia interna y por oposición al resto. Lo
más notable en esto es que la realidad de la unidad se confunde con
• 1 la conciencia de la unidad .

1 b) El estado de cada sociedad y por tanto el estado total de


la Sociedad en que esa sociedad se incluye se intima a sus súbditos
como algo natural, fundado en nacimiento y dotado de una sustancia
étnica, genealógica, biológica. Y la imagen del universo natural que
esa sociedad desarrolla está destinada a ratificar la misma intimación
de la naturalidad de sí misma.

2) Se admiten, dentro de la unidad social, regiones, agrupaciones


�.· gremiales o sectarias, especializaciones técnicas (incluída la de la go­
�· bernación), manifestaciones artísticas, culturales o científicas diver­
:-1
.

i
sas; así como -se afirma- -el universo, siendo uno, está organizado
�' I en campos estelares, estados de la materia, reinos de los seres vivos,
etcétera, diversos.
t1
�.1
¡

d 2 a) Pero, sobre todo, una división fundamental recorre la so­


•I ciedad entera, que es romo una duplicación de sí misma, la división
J
entre vida y ley: sobre la vida consuetudinaria, que, si era origina­
riamente también ella producto de una convención y regulación, ha
llegado a pasar como vida natural o espontánea, hay establecida una

16
cosas
230 Agustín Garcfa Calvo IX. Cosas y palabras, palabras y 231

1 ) No hay un solo lenguaje universal, sino un cierto número de legislación explícita o segunda de la vida, a la que ésta puede ajus­
lenguas (o idiomas o dialectos) diferentes las unas de las otras. tarse o contra la que pecar.

1 a) La diversidad entre las varias lenguas se aparece, por un


2 a') Por lo demás, la vida reconoce ºt�as múltipl�s divisiones,
lado, como gradual y relativa: si espacialmente vamos pasando del , Y
de las cuales las principales, entre vida publica (en varios gra�os)
ámbito de una lengua al de otra, encontramos modalidades lingüís...
vida privada (esencialmente familiar); entre vida e p�?
o 6
ucci?n �
ticas de transiéi6n, en que rasgos de una y otra lengua se entremez­ decente y vtda v1c1osa o cri-
vida de disfrute ; entre vida regular o
can; y si tomamos un rasgo lingüístico determinado -ya se trate de 1 .
minal.
un vocablo, de una forma de entonaci6n interrogativa, de una ley de
uso sintáctico- vemos que generalmente ese rasgo (isoglosa) se ex­ 2 a") Se reconoce como institución mínima de la sodedad el in­
. .
tiende a abarcar el ámbito de más de una lengua o partes del de di­ dividuo, súbdito o ciudadano que, no siendo o debiendo ser sin? la
versas lenguas. cara visible de la sociedad, puede (y debe) mantener su person� d�d �
distinta, que en principio no debe --<:orno �ampoco las otra� dtv1s10-
1 a') Pero al mismo tiempo cada lengua tiende a establecer sus nes- perturbar la armonía total, sino contnbuu a la armoma.
fronteras definidas en el mapa y consiguientemente a establecer una
p so,
definici6n precisa de sí misma, de modo que se sepa lo que es real­ 3) La sociedad en cuestión se va transformand� co_n el �
mente francés o lo que no lo es; así que cada lengua que como tal se que constituye la htstona de dicha
según se dice, del tiempo, proceso
reconoce define su propia unidad, al mismo tiempo por coherencia ·1 sociedad.
interna que por diferenciaci6n de las otras lenguas. Y en esto la
conciencia de unidad es la realidad de la unidad misma. de evo­
3 a) Esa historia consiste, por un lado, en una especie . .
conunm dad,
luci6n continua, según se dice {aunque, examinada c�mo
1 b) Lo que los gramáticos reconocen como la convenci6n ('ar­ mínima s transfo rma­
resultaría inaprensible), en que la suma de las
bitraria') de cada lengua se intima sin embargo a sus hablantes ne­ ciones diarias y de cada momento vendría ª. dar. en otras
II!� pro­
cesariamente como la lengua nativa o natural (os recuerdo el caso del fundas, y así sucesivamente; con lo cual la �
1storia de las sociedades
. on natura_} , en que se su-
gallego burlándose de que los castellanos llamaran a los grelos nabos, continuaría a su vez la marcha de la evoluci
siendo como eran grelos). Y así, siendo natural la lengua, toda la na­ ponen incluidas.
turaleza tendrá necesariamente una constitución lingüística.

3 a') Pero la Historia de esa historia se ve obl gada a distinguir
2) Se admite que dentro de una misma lengua haya dialectos épocas determinadas (por ejemplo, la é�a de los Jueces Y la ca �po
regionales, germanías o tipos lingüísticos de niveles sociales dife­ de los reyes, los muebles de época de L? 1s XIV; � por analogia, en
.
rentes, así como diversos lenguajes técnicos y también diversos len­ la prehistoria, el plioceno, la era mesozoica, el neohtico) y, por tanto,
guajes poéticos según el género, canción, teatro, oratoria, etc.; nada a marcar hechos transcendentales (revolucionarios), que «hacen
más natural -se piensa- que esa diversidad dentro de la unidad. época», situados en fecha determinada; gracias a ellos queda a evo­ �
lución estructurada o racionalizada. Pero es lo notable también en
2 a) Pero, sobre todo, en cuanto nos referimos al caso de len­ esto que la conciencia de la estructura viene a ser la realidad de la
guas propiamente históricas, una división fundamental recorre y or­ estructura.
ganiza el ser de la lengua entera: sobre y a base de la lengua de uso
o conversacional (que, si en principio fué una convención, ha venido 3 a") Así es que una sociedad se considera perpe �
dose a sí
a pasar como la natural) está establecida una segunda convención lin­
1

misma y designándose con el mismo no� re (Roma, Fr:m�ia, Catalu­
güística, que se manifiesta explícita o conscientemente como conven-

X
ña), hasta el momento en que una deC:lsión o reconocimiento cons-
232 Agustín García Calvo IX. Cosas y palabras, palabras y cosas 233

ci6n: la de la lengua escrita o lengua fija, a la que la hablada puede ciente de lo inconscientemente acaecido promueve el cambio del nom­
ajustarse o de la que desviarse. bre y el comienzo de otra sociedad (terra incognito/América, Virrei­
nato del Río de la Plata/República Argentina, England/Great Bri­
2 a') Por lo demás, dentro de la lengua (en el vocabulario, en la tain/United Kingdom/Commonwealth).
pronunciación, en la construcción) se dan manifestaéiones parciales,
que se reconocen como nobles o solemnes, íntimas o familiares, serias 3 b) Sin embargo, la transformación de los sistemas legales y
o festivas, obscenas o decentes. las regulaciones o ideaciones explícitas de la vida (dr. 2 a) sigue otras
leyes que la evolución de la vida misma, supuestamente continua
2 a") Se reconoce como forma mínima de una lengua el idiolecto (3 a), que se caracterizan ante todo por su discontinuidad (3 a' y
(la lengua poseída y empleada por cada persona), que es por un lado 3 a"); de donde, en tanto que un ajuste se procura, posibilidad de
(y debe ser) un ejemplo o copia de la lengua, aunque se le permiten disensiones, choques, interinfluencias entre ambos planos.
(y se le exigen) peculiaridades (el estilo), que lejos de atentar a la
armonía total de la lengua son los elementos indispensables de la 3 c) Si bien al individuo le está impuesto obedecer estrictamen·
armonía. te a lo establecido, como al mismo tiempo se le considera la institu­
ción mínima (v. 2 a"), tiene también que pensarse que su desobe­
3) Cada lengua va cambiando a lo largo, según se dice, del diencia -preténdase errónea o deliberada- es lo que promueve la
tiempo ; esos cambios constituyen la historia de dicha lengua. transformación de la sociedad.

3 a) Esa historia de la lengua se presenta, por un lado, como 3 c') Pero, visto de otro modo, el cambio se originará en la ne­
una evolución continua, de manera que se reconoce que una lengua cesidad o afán de una clase (o también región o grupo ) de organizarse
no está fija ni igual a sí misma un solo día ni un momento (aunque, en sí de una manera más congruente o radonal, lo que producirá
en rigor, esa continuidad exigiría renunciar a su observación teórica), conflicto con otras partes del sistema, conflicto que a su vez tratará
y así en las teorías historicistas del lenguaje se asimilaba esa historia de racionalizarse en una nueva organización, y así sucesivamente.
a la de las plantas y los organismos vivos, y ya de antiguo se hablaba
de palabras que mueren o envejecen. 3 c") Por otra parte, una raíz del cambio bien distinta habrá de
estar también en el contacto (invasiones, alianzas, importaciones) de
3 a') Pero para hacer la Historia de una lengua es preciso se­ una sociedad con otras sociedades (cfr. 1 a); los elementos extran­
ñalar períodos determinados (latín arcaico/latín clásico/latín impe­ jeros, por un proceso de asimilación, se constituyen en parte de los
rial/latín tardío/latín medieval/italiano) y señalar a los cambios por mecanismos internos de la transformación.
lo menos fechas límites (ante quod y post quod), diciendo, por ejem­
plo: «A comienzos del siglo m a. de J. el cambio de -s- intervocálica 3 c"') La observación, aunque nada más sea todavía histórica o
latina en -r- estaba consumado.» Pero el momento de conciencia de la externa, de cuáles son los elementos del mundo más fáciles de tran­
nueva situación -no ya en el historiador, sino en los hablantes mis­ sacción entre mundos diversos (productos agrícolas o industriales,
mos- es el momento mismo del cambio: cuando los latinos se dan mitos o conceptos científicos, modas vestimentarias o de cortesía y
cuenta de que dicen Lares y no Lases (como lo demuestran escri­ política u otras formas 'superficiales' de comportamiento), y cuáles
biendo Lares) es cuando -s- se ha convertido en -r-. los menos fáciles a la transacción (organización social básica, concep­
ciones de la posesión o la relación amorosa --que son también sus
3 a") Así es que una lengua se considera perpetuándose como realidades-, noción de la propia sociedad acerca de sí misma y de las
la misma a través del tiempo, hasta que un golpe de conciencia sobre
1 circundantes), elementos sólo sujetos al influjo externo por la vía
los cambios insensiblemente operados decide de una vez que se trata

X
indirecta indicada en 3 ", puede ya producir en ese mundo una cierta

1
234 Agustín García Calvo IX. Cosas y palabras, palabras y cosas 235

de otra lengua distinta. Dante sigue creyendo que lo que habla (y lo flivisión -relativa y fluctuante- entre niveles, el de los elementos
que escribe cuando no escribe en latín correcto) es la lengua vulgar 4senciales o constitutivos y el de los aditamentos o rasgos accesorios.
latina; pero es por su época (y en otras partes antes, sobre todo
donde había contacto con lenguas no latinas) cuando se empieza a
4) A pesar de la pluralidad de mundos históricamente observada
ver (y empieza a ser) el italiano como otra lengua.
(cfr. 1 ), hay una posibilidad también de concebir 'el Mlindo en ge­
neral', 'el Hombre' o 'la Humanidad', 'la Sociedad en general', como
3 b) Sin embargo, el cambio de la lengua escrita o fijada
algo de lo que cada mundo o sociedad seda una manifestación par­
(cfr. 2 a ) sigue leyes o procesos distintos del de la corriente, que es
ticular, como algo que se dedujera de la consideración conjunta de
supuestamente continuo o natural (3 a), mientras en la escrita habría
todos los mundos dados o imaginables desde el nuestro como hu­
discontinuidad, esto es, intervención de conciencia, y por ende posibi­
manos.
lidad de hechos como las modas o los renacimientos; de aquí una es­
cisión, oposición, interinfluencias entre una lengua hablada y una es­
crita (fijación de una hablada otrora ). 4 a) El Hombre que conéibe al Hombre de ese modo general o
abstractivo es justamente el mismo que el Hombre al que así con­
3 c) Si bien cada hablante está obligado a aprender y reproducir cibe. Es pués aprovechándonos de semejante situación como pasamos
rigurosamente la lengua establecida (cfr. 2 a"), dado que el idiolecto a continuación a referirnos a los universales, o rasgos generales de la
se admite como la forma mínima de una lengua, tiene que atribuirse Sociedad o Humanidad, por observación intrínseca, es decir, no fin­
a los hablantes individuales, por su inexactitud en la copia del sistema giendo ya más que tomamos una posición externa desde la que hacer
(ya errores vulgares, ya atrevimientos de poetas), la raíz de la trans­ la observación histórica, sino dando una formulación racional o cons­
formación lingüística. ciente a los hechos y procesos de la propia vida y estructura en que
nosotros, tomo Hombre universal o Cosmos, estamos constituídos.
3 c') Pero, visto de otro modo, el cambio se origina en la pre­
tensión de una parte del sistema (por ejemplo, el subsistema de las 5) Por un lado pués y de una manera, nos encontramos con
consonantes oclusivas, el de los pronombres deíctieos ) de organizarse la vida, esto es, el juego de cosas y personas realizándose contínua­
en sí de una manera más perfecta o regular, lo que arrastra desequili­ mente, produciéndose. Pero al mismo tiempo reconocemos, de otra
brios en otras partes del sistema, que a su vez promueven un intento manera, la presencia de entes permanentes, definidos, aunque nunca
de regularización más amplio, y así sucesivamente. realizados actualmente, como vida, así como también de unas normas
o leyes, estables y fijas, de las que aquella vida sería la realización o
3 e" ) Por otra parte una raíz del cambio bien distinta habrá de actualización.
estar también en el contacto con otras lenguas (cfr. 1 a), que por
préstamos o importaciones pueden producir a su vez perturbaciones
5 a) Así entre los elementos de la Sociedad apreciamos un tipo
del sistema que promuevan cambios internos según el mecanismo in­
de relaciones 'en la vida' (el cometa de Halley volvió a dejarse ver
dicado en el § anterior.
en 1910; éste y aquélla se encuentran en el autobús y sus miradas se
cruzan; se han reunido más de diez mil personas en la plaza¡ los ter­
3 c"') Ya por la mera observación, todavía histórica o externa,
neros van pasando por la maza del matarife a razón de ventitrés por
de una lengua puede apreciarse una cierta diferencia -por supuesto,
hora; los empleados del mercado están descargando un camión de
relativa y fluctuante- entre partes de dicha lengua : su núcleo esen­
naranjas) y otro tipo ¿e relaciones -ya entre entes propiamente di­
cial, el de los elementos más incapaces de transacción con otras len­
chos-- en la organizad6n estable de la vida: X y Z son primos car­
guas (la estructura del sistema fonémico, los morfemas y normas de
1 nales ; Y es alemán ¡ la Empresa dispone de tres contadurías y están
indicación de la predicación o la determinación y de la relación entre

X
previstos tres puestcs de mecanógrafo para cada una; un éometa si-

1
236 Agustín García Calvq �X. Cosas y palabras, palabras y cosas 237

palabras, las partes más 'íntimas' y las más abstractas del vocabul � gue una elíptica excéntrica; en la procesión del Corpus el represen­

río), y la parte, más contingente y aleatoria, de los elementos que m�s tante del Estado se coloca a la derecha del Obispo o su representante.
fácilmente se prestan a la transacción entre las lenguas: modas qe
pronunciación, ciertas normas de construcción sintáctica, y sobre todo 5 b) Asimismo observamos sin embargo que hay una constante
el vocabulario en general, los vocablos menos estructurados y más interacción entre la vida y la ordenación de la vida, en el sentido de
independientes de la organización gramatical. que si la primera consiste esencialmente en la producción obediente
a la segunda, la segunda a su vez consiste en una previsión de lo que
4) A pesar de la pluralidad de lenguas históricamente observada sucede en la primera.
(cfr. 1 ), hay también una posibilidad de hablar de 'universales lin­
güísticos ', es decir, una posibilidad de concebir la Lengua en general, 5 c) Consecuencia de esta doble manera de ser de nuestro ob­
como una abstracción que se dedujera de la consideradón conjunta jeto: dos modos incompatibles de considerar lo que es lo mismo y
de todas las lenguas particulares conocidas o imaginables desde nues­ lo que es otro: en el plano de la vida, nada ni nadie es jamás el mismo
tra lengua, y que estaría realizada en cada una de las lenguas par­ ni lo mismo, ni X el mismo cuando se despereza en la cama y cuando
ticulares. está sentado a la mesa de su oficina y cuando yace bajo la losa de su
rumba, ni esta piedra en que tropiezo la misma en que tropecé, ni
4 a) El hecho de que se pueda hacer esa consideración abstracta este alcalde de Z el mismo que era alcalde el año pasado, ni este
o universal de la Lengua coincide con el hecho de que la lengua acto de montar tuerca en perno el mismo producido en el momento
misma con la que se hace va alcanzando realmente una condición uni­ anterior de la cadena o simultáneamente en la cadena paralela, ni
versal y abstracta. Es aprovechándonos de esa condición como pasa­ este beso que me das hoy el mismo que me diste ayer, ni esta ley
mos a continuación a describir la Lengua, por así decir, desde dentro, aplicada al caso del delincuente H la misma al caso del delincuente
esto es, no pretendiendo ya más hacer historia de las lenguas, sino J; pero en la organización o sistema de la vida, X es X toda su jor­
una especie de gramática de la Lengua en general, que sea enuncia­ nada y toda su vida (y muerte), el acalde de Z es el alcalde de Z, el
ción explícita o consciente de los elementos y mecanismos de esa montaje de la tuerca en el perno se produce -igual a sí mismo-- tal
Lengua en que estamos constituidos. número de veces, y la ley es la ley en todos los casos y para cual­
quiera.
5 ) Por un lado pués y de una manera, nos encontramos con
que la Lengua está continuamente, en los actos de hablar, producién­ 5 c') No por ello hay que dejar de tener en cuenta que, aun es­
dose o realizándose. Pero al mismo tiempo, de otra manera, recono­ tablecido en la organización lo que es lo mismo y lo que es otro, las
cemos que todas esas apariciones del hablar son justamente realiza­ 1 diferencias pueden anularse en determinadas ocasiones: X le da a su
ciones actuales de algo permanente, fijo, estable, de un sistema de ele· 1 mujer el regalo destinado a su querida, o viceversa; el título de
mentas y de leyes, real en otro sentido que en el que son reales las Doctor concedido por el Estado francés se convalida con el título de
)
Doctor del Estado alemán; los domingos el tren de las cuatro y el
'

actualizaciones de esas leyes y elementos en el habla.


.1
tren de las siete se reducen a un solo tren que sale a las cinco y
1
5 a)Así entre los elementos o piezas del lenguaje podemos apre­ media; en los ensueños, una cara se sustituye o se superpone a otra,
ciar dos tipos de relaciones: por un lado, las que se dan entre ellos ya por cercanía, ya por semejanza.
en la producción del habla (cuando decimos que Fulano ha alterado
la colocación de la -r- al pronunciar cocreta en vez de croquettJ, o vi­ 6) Considerando ahora la vida en el plano de su realización, lo
ceversa, o que ha colocado mal el acento al decir polícromo por po­ primero que se observa es que se produce de una manera disconti­
licromo; cuando uno ha empleado tres veces en la misma frase la pa­ nua, articulada, siempre por alternancia entre momentos de una clase
labra concreto,· cuando dos frases contiguas se pronuncian separadas y retorno de momentos de otra: alternancia entre trabajo y reposo

.,
· ,f

238 Agustín García Calvo IX. Cosas y palabras, palabras y cosas 239

por la pausa de expectativa -la que suele escribirse con :-; cuando (y ya dentro del trabajo, un ritmo en la producción de las acciones
se nota que de los cuatro versos de una copla el segundo rima con el concretas, más o menos marcado según las profesiones), alternancia
cuarto en asonante), y por otro lado las relaciones que se dan entre entre día y noche, entre salud y enfermedad, entre penas y alegrías,

e os -ya como elemen�os abstractivos o estables- en la organiza­ entre campo y ciudad, entre florecimiento y decadencia, entre una
.
ct6n del sistema no realizado, cuando decimos que M está en oposi­ generación y la siguiente generación; de modo que la continuidad de
ción privativa con N en castellano; que en fin de sílaba se produce la la vida (cfr. 5) aparece montada sobre un complejo de sistemas rítmi­
neutralización de la oposición M/N; que tales dos formas son el cos o de alternancia, y ni trabajo ni amor ni vida en general son si­
Imperativo y el Infinitivo de un paradigma verbal; que tal norma de quiera concebibles como contínuos
.
colocación del Sujeto está subordinada a la modalidad -interrogativa
o predicativa- de la Frase. 6 a) Los ritmos de la vida tienden a ser más precisos y a impo­
nerse de un modo más riguroso en algunas regiones de la vida (frente
5 b) Asimismo observamos, sin embargo, que hay una constante a otras, más indecisas y errabundas, por así decir): así en la organi­
. .
mteracción entre ambos planos, ya que si el primero -el del habla­ zación del Trabajo, en las órdenes y la marcha de la Milicia (cuya
tiende a consistir en una mera obediencia a lo dispuesto en el se­ última manifestación está en el marcar el paso, frente al vago andar
gundo -en el sistema de la Lengua-, éste a su vez puede conside­ de paisano), en las ceremonias religiosas o las laicas, en la danza, en
rarse como una mera previsión de lo que en aquél sucede. la canción.

5 c) Consecuencia de esta doble manera de ser que se da en 6 b) Se aprecian en el curso de la vida dos tipos de unidades de
los hechos del lenguaje: que la idea de lo que entre esos hechos es
articulación: el primero, el de las unidades señaladas por una 'muerte'
otro y es lo mismo se presenta de dos formas incompatibles: visto en
(esto es, el cierre que nos permite decir que X ha terminado de vi­
el plano del habla o realización actual, nunca dos segmentos fonéticos
nunca dos entonaciones de frase pueden ser el mismo o la misma, ; vir, aunque subsista como ente, pudiendo ser X una piedra, una
persona, un proceso de construcción, el resultado de una cons­
. elemento que se va produciendo resulta perpetuamente otro
cualquier
trucción, un acto de amor, una relación amorosa); y luego, el de
res�cto a cualquiera: no cabe sino, en todo caso, proximidad y se­
los gestos mínimos, esto es, lo mínimo que se puede hacer o su­
me1anza, pero nunca repetición ni mismidad; por el contrario, visto
ceder para que se crea que ha sucedido algo : así un toque de los
en el otro plano, en la organización o sistema de la Lengua, dos fone­
dedos en el ala del sombrero, un rictus de sonrisa y una inclinación
mas, dos palabras, pueden ser uno mismo o una misma, sendas for­
de cabeza son tres unidades mínimas combinadas en un proceso de
?
mas de la conjugación e dos verbos la misma persona y tiempo, dos
salutación; otros ejemplos : los momentos bien marcados en un pro­
frases obedecer a la misma norma de construcción (por ejemplo, en
ceso de strip-tease; el toque de la aguja en cada una de las unidades
la frase «No tendría pies ni cabeza que se pusiera en pie», las tres
mínimas señaladas en cada tipo de reloj; cada golpe del martillo en
-P- que aparecen son la misma; una misma palabra, pie, aparece dos
la forja de una de las barras de hierro destinadas a formar una reja;
veces; si esa frase la pronuncias tú leyéndola, es la misma frase que
el golpe de cada signo (espacios incluídos) en el proceso de escribir
prod?cía yo al escribirla); y más aún: un elemento tiene que ser o
a máquina (sin que importe mucho que la sucesión de unidades mí­
el mismo u otro, pero no más o menos cercano, casi igual o parecido.
nimas sería aún más clara con uná máquina adaptada a un sistema de
escritura silábica).
5 c') No por ello deja de poder suceder ocasionalmente que dos
elementos, e� principio reconocidos como dos (y más aún, opuestos),
s11fran síntesis y se reduzcan a uno mismo (así, de modos distintos, 7) Cada 'vida' o proceso vital (en el sentido definido en 6 b)
en la neutralización de oposiciones, en el intercambio de sinónimos l
puede tener --o considerarse que tiene- una de las siguientes fun.

X
en la versión de lengua a lengua): es el momento en que la proxi� dones como esencial:
240 Agustín García Calvo IX. Cosas y palabras, palabras y cosas 241

midad (por el proceso de metonimia) o la semejanza (por el proceso a) expresión: el proceso (descomposición de un mineral, activi­
de metáfora) dan el 'paso al límite' y se reducen a la mismidad. dades de la vida de una persona) sirve como manifestación de Ja na­
turaleza o manera de ser del ser viviente (de la persona, del mineral);
6� Considerando ahora la Lengua en el plano de su realización, · b) evocación: el proceso (práctica de reclamo en caza o cebo
lo prunero que se observa es que se produce de una manera articu­ en pesca, sesión de espiritismo, pase de una película descriptiva) pro­
lada, discontínua, y que nada en su producción y audición es ni si­ voca la presencia de algo;
quiera concebible sino por alternancia de sonido y de silencio de ele­ e) magia o encantamiento: ceremonia mágica de lluvia, cere­
vaciones tonales y de descensos, de tiempos marcados y de m'tervalos monia de adoración de Dios (forma especial del encantamiento es la
entre ellos, de tramos de producción y pausas de producción· todo mimesis o imitación de lo deseado, y por ende la fabricación de ima­
un complejo de ritmos -en el sentido más general de la pal�bra­ ginería religiosa), actividad de coquetería (y también de fabricación
superpuestos y combinados entre sí se descubre en el curso del habla de vestimentas provocativas), de ejercicios gimnásticos o guerreros;
Y la aparente eontinuidad (dr. 5) de un mensaje está en realidad d) industria, producción o trabajo: labranza de una tierra, una
montada sobre una base de diversas discontinuidades. actividad de extracción (minería) o de transformación (tintorería), una
legislación, una guerra, una unión sexual, un proceso matrimonial;
6 a ) Hay una tendencia a regularizar los ritmos, a llevarlos e) anuncio o proyecto: un día bochornoso o una luna con cerco
h�sta � esquema matemático, esto es, que ya no sólo puede me­ (con respecto a la tormenta porvenir), una profecía, una campaña de
dirse, sino que a su vez mide, tendencia más imperante en unas propaganda comercial, una de apostolado o de proselitismo político,
regiones u ocasiones lingüísticas que en otras : por ejemplo, en el un plan quinquenal;
l nguaje de la canción o en el �el teatro propiamente dicho (y toda­ f) mensaje y comunicación: el proceso universal en cuanto
� _
v1a en cierto grado en la oratoria) frente a Ia prosa científica y el len­ queriendo decir algo, cualquier proceso de información, la actividad
guaje conversacional. de un guardia regulador del tráfico, un intercambio de bienes, un
proceso de tráfico comercial, las actividades de valoración dineraria
de una mercancía, las de devaluación de una moneda; también nega­
.6 b) Se aprecian en Ja realización del lenguaje como principales
unidades de alternancia o articulación los dos tipos siguientes: por tivamente: el acto de cerrar una tienda y el estado de cierre de la
un lado, la unidad señalada por el retorno de una pausa 'final' ., tienda, el acaparamiento de mercancías;
(esto es, tal que puede permitir que normalmente, sin expectativa g) reacción: una reacción química o biológica a un estímulo,
. una risa, una celebración con banderas o con arcos de triunfo;
gramatical frustrada, toda la actividad lingüística del hablante concluya
allí), la unidad de mensaje, que podemos llamar en castellano frase h) imperfección: la producción vacilante o incompleta de al­
guno de los procesos anteriores, especialmente de los tipos f y e, cons­
(por ejemplo, en lo que llevamos hasta aquí escrito del número 8 in­
cluído el paréntesis presente, hay cuatro &ases); y, por otro l�do, tituye por s{ misma un proceso de dubitación, de suspensión o de des­
l� unidad mínima de articulación, la que llamamos sílaba; la cual por concierto.
'l
cierto no es acaso fácil de de.finir para todas las lenguas, para la
i Pasando ahora a considerar el Mundo, no en el desarrollo
Lengua en general ; pero, reconocida en el número 6 la alternancia 8)
1 de su vida, sino como sistema establecido, vemos lo primero que
�ntre tiempos marcados e intervalos rítmicos, diremos que silaba es el
mtervalo mínimo, es decir, lo mínimo que en el decurso de la lengua consta de dos tipos de constituyentes: por un lado, cosas (en el sen­
hablad� (no cantada) y sin intervención de silencio rítmico puede tido más amplio, que incluye, desde este punto de vista, las personas
�roducirse para que pueda retomar tras un tiempo marcado otro y los sucesos: aquello, en suma, de que se puede hablar); por el otro
tiempo marcado; o de otro modo: distinguimos en un tramo de len­ 1 lado, leyes o reglas para su ordenación en el sistema y para su trato
mutuo y funcionamiento en la vida.
guaje hablado contínuo dos sílabas o momentos de articulación
\1
ih
r
242 Agustín García Calvo IX. Cosas y palabras, palabras y cosas 243

cuando separamos lo mínimo preciso para notar una alternancia entre 8 a) Sin embargo, esos dos tipos de constituyentes no se pre­
tiempo marcado e intervalo. sentan ni pueden asirse (sino por abstracci6n, como en 8 acabamos
de hacerlo) aislados un tipo del otro: lo que, de hecho, se presenta
7 ) Cada frase que se oye se percibe como cumpliendo esencial­ como componente fundamental del Mundo o Sociedad es la cosa-do­
mente una funci6n (práctica) determinada, como perteneciendo a una tada-en-su-propio-ser-de-indicaciones-de-relaci6n-y-de-funci6n; es decir,
de las siguientes modalidades en principio marcadas por diversos que la cosa lleva dentro de sí sus leyes.
modos de entonaci6n):
a) meramente expresiva: « ¡Ay! », « ¡Caramba ! », «Jajajá», 8 a') No obstante lo cual, las reglas o leyes pueden presentarse
«Hm» (o «Ehem»), «Pff» (o «Puf» o «Uf»); relativamente aisladas de los objetos de su aplicaci6n, con aparien­
h) evocativa: « ¡ Sereno! », « ¡Verdes aguas de las lagunas de cia pués de cosas-en-sí, aunque con una pura funci6n de aplicaci6n
Lucerna! », « ¡Penas de amor antiguas ! » ; a las cosas propiamente dichas ; y con frecuencia cosas propiamente
e) votiva: « ¡Que llueva, que llueva! », « ¡Maldita sea! », « ¡Ahí dichas, de las que en principio puede hablarse como cosas, pasan a
te caigas muerto! », «Hágase tu voluntad así en la tierra como en el servir como indicadores o elementos normativos para regular la con­
cielo», «Así me condene, como que es verdad lo que os digo», «Ojalá dición social o la funci6n y tráfieo de las cosas: un poste de señales
no lo sepa nunca», «Ojalá hubieran aparecido en aquel momento», de circulaci6n; una forma de maquillaje indicadora de prostituci6n
«Quién te tuviera entre cuatro paredes blancas vestida de sombra profesional; la caída de un tel6n en cuanto marcando el fin de la
fresca»; función dramática.
d) yusiva: « ¡Ven acá! », « ¡So! », « ¡ Arre ! », « ¡Eh! », « ¡Nadie
se espante! », « ¡Albricias ! », «Introdúzcase una moneda de cincuenta 8 b) En cuanto al ser de la cosa en sí, sólo resulta asible o de­
céntimos», «Silbar», «Las instancias se presentarán dentro de los finible en la medida que se identifica con el derecho de la cosa a
quince días hábiles a partir de la publicaci6n de esta convocatoria»¡ \'erse denominada siempre y determinadamente por una palabra que
e) minativa-promisoria: « ¡Ya te lo dirán a ti eso! », «Vendré se reconoce (cfr. 5 c) como la misma.
esta tarde sin falta», « ¡Te juro que lo mato! », «Acaso no regrese»,
«Puede que no regrese nunca»; 8 c) A pesar de la distinci6n, que en 8 hemos puesto como fun­
f) predicativa (informativa, comunicativa): «El Señor ha lle­ damental para la estructura del Mundo, entre cosas y leyes, hay una
gado», «Hoy hace más frío», «Patatas fritas», «2,50 el paquete», ley a su vez que podemos llamar la ley de abstracción (la ley más
«Se calló», «SÍ», «Si hubieras estado, lo habrías visto», «Para que te general pués, ya que supera la oposición entre cosas y leyes ), que
enteres de una vez, en esta casa siempre se ha guardado un cierto rige el proceso por el que las funciones o relaciones de las cosas se
respeto por la muerte»; o también negando: «Ella no lo sabía», «No solidifican, por así decir, o se materializan, convirtiéndose en cosa
ha habido suerte», «No», «Un triángulo no puede ser rectángulo y completa, en el sentido definido en 8 a. El color de las éosas viene a
equilátero»; ser un color-en-sí (que la tintorería puede llegar a producir como tal
g) exclamativa: « ¡Muchas promesas! », « ¡Tantas promesas! », color-cosa), y a su vez la relación aditiva entre los varios colores cosi­
« ¡Cuántas promesas! », « ¡ Quién se lo iba a decir! », « ¡C6mo no! » ; ficados se hace el Color-en-sí (del que puede discurrir la Física); el
b) interrogativa: « ¿Quién lo dice?», « ¿Para qué tantas pri­ valor (relaci6n comparativa) de las cosas en el Mercado se hace una
sas?», « ¿Vas a venir de una vez o no?», «¿Se call6 por fin?», «¿Es cosa-en-sí, se materializa como Dinero; el hecho de dejar de dormir,
que todavía no lo has visto?», «Conocidos dos lados y uno de los el final o cesaci6n del sueño, se hace una cosa-en-sí, de Ja que puede
ángulos no comprendidos, ¿queda determinado un triángulo?» discurrirse como del sueño mismo, que es el despertar.

8) Pasando ahora a considerar la Lengua, no en su realizaci6n, 1 8 c') Y así podemos llegar entre las cosas a distinguir grados


sino como sistema establecido, vemos lo primero que consta de dos sucesivos de realidad abstractiva, definidos en general por el hecho
'<;¡

244
cosas
Agustín García Calvo IX. Cosas y palabras, palabras y 245
tipos de constituyentes: elementos mínimos de significación o deno­ de que los elementos de cada grado resultan de la cosificación de fun­
minación (semantcmas) y leyes o reglas para su ordenación en el ciones o relaciones que rigen entre los elementos del grado anterior;
Sistema o para su función y relaciones mutuas en el discurso.
es a saber :
a) palpables: un individuo, un hecho irrepetible: esa estrella,
8 a ) Sin embargo, esos dos tipos de constituyentes de la Lengua aquella cena, usted que me oye, ese resbalón, este sofoco;
no se presentan ni son asibles (más que por abstracción supragrama­ ,1
/3) económicamente perceptibles: un puesto de trabajo, un súb­
tical, de teoría lingüística, como en 8 acabamos de hacer) aislados el (
dito de una nación, un representante de una clase social, un ele­
uno del otro: lo que, de hocho, se aparece como ente fundamental de ,.
mento valuable en el Mercado (una merluza, un kilo de acelgas,
la lengua depositada o en sistema es la palabra necesariamente com­ 1 un metro de tela, una hectárea de regadío), un instrumento de pro­
puesta de semantema y de indicaciones de relaciones y función (mor­
ducción, una moneda de curso legal, una palabra empeñada;
femas). y ) especulativamente concebibles (clasificatorios): los hombres,
el proletariado, la fauna, los animales , el deporte, el nadar, el irse,
8 a') No obstante lo cual, las indicaciones de relaciones o fun­ el venir, la angustia, el gobierno, el dinero, la filosofía;
l.
ción pueden presentarse relativamente aisladas como elementos del
8) inconcebibles, pero lógicamente pensables: la cantidad, el
Sistema, con apariencia de palabras propiamente dichas, aunque me­ color, el movimiento, el espacio, el entendimiento, la voluntad, la
ramente morfemáticas, esto es, incapaces de aparecer sino en apli­ política, la identidad personal;
cación a verdaderas palabras con semantema (tal es el caso, entre
e ) impensables (más allá de la abstracción, en cierto modo, re­
otros, de los artículos, preposiciones, conjunciones, verbos auxiliares,
tornan y sin embargo no retornan al tipo a): el Ser, el No-ser, Yo,
de las lenguas indoeuropeas); y sucede con frecuencia que palabras en
esta hormiga, aquel beso.
principio semánticas, omitido su valor semántico, sirvan como puros
indicadores de función o relaciones (el caso, en español mismo, de 9) Las relaciones entre elementos del Mundo en el sistema o
ser, de -mente, de las prep. bajo o encima de, de caso en la conj. estructura del Mundo mismo (cfr. 5 a) pueden ser de los siguientes
en caso que). tipos:
a) que sean estrictamente el mismo: Pedro es Pedro; esta
8 b) En cuanto al semantema o al hecho de la significación, sólo piedra es esta piedra; el sol es el sol; el amor es el amor; el Amor
resulta asible o definible en la medida que se identifica con el derecho es el Amor; la puntualidad es la puntualidad; saber es saber, el
a usarse una 'misma' palabra (cfr. 5 c) en determinado abanico de si­ que es es el que es;
tuaciones. ,. 1 b) que sean el mismo desempeñando diferentes funciones, ocu­
pando puestos diferentes (cfr. 8 a): una piedra = una dovela de
8 c) A pesar de la diferencia entre semantemas y leyes, que en -.
1 arco= una muestra de cuarcita=un proyectil manual=un prisma tra­
8 hemos puesto como fundamental de l a estructura de la Lengua, ,•
.•·
1 pezoidal; don Florián el del tercero= el Subjefe de la Administración
rige en ésta a su vez una ley, que podemos llamar la ley de abstrac­ de Rentas= el padre de Mónica= el señor que viene a tomar una
ción (la más general pués de la Lengua, ya que comprende a la caña todos los días sobre las cuatro = Pachulí = un espectador, por
vez cosas y leyes), según la cual está organizado un proceso por el 1
favor, que quiera colaborar en este experimento; (no tengo ganas
que las relaciones entre las palabras o las funciones gramaticales de) comer= (el complejo de aétos fisiológicos de) comer =( después
de las palabras se convierten ellas mismas en palabras. Así, la rela­ de) comer= se dejó comer (el terreno);
ción (copulativa) entre 'Pedro' y 'María' en «Pedro y María» se tra­ c) que sean el mismo, pero no el mismo, en cuanto que dota­
duce en la nueva palabra 'pareja' o bien, según los casos, en las dos de diferentes grados de abstracci6n en el sentido expuesto en
palabras 'copulación', 'compañía', 'unión', 'suma'; asimismo, la rela­
1 8 e' : una muestra de mármol -el mármol (la clase de mármol) que
ción (determinativa en «la mujer de Pedro» puede venir a dar en las se ha empleado para esta estatua ...., el mármol en general; una mues-

X t
:!
246 Agustín García Calvo IX. Cosas y palabras, palabras y cosas 247
palabras 'dependencia', 'posesión', 'fijación', 'determinación'; y la tra de las opiniones del sondeo ,.., ::1 conjunto de las opiniones la ""

relación (predicativa) en «su mujer no está» puede producir pala­ opinión media resultante del sondeo; matar en general - asesinar a
bras como 'ausencia', 'falta', 'supresión', 'sustracción', 'negación'; .
un semejante -suicidarse ,..., el lunes pasado; todos los lunes ,..., la ms­
o también la función del morfema de Futuro en una forma verbal titución del Lunes; la altura de un edificio ,.., la misma altura medida
del tipo 'llegará' ha venido a dar una palabra como 'futuro' .
en metros ,.., ese número de metros sin referencia al edificio;
d) que sean elementos distintos, pero ligados por un vínculo
8 c') Podemos incluso llegar a distinguir entre las palabras del
especial de participaéión en algo común: el toro, el �uey Y. la vaca;
tesoro léxico de la Lengua clases de diferente grado de abstracción, . .
periódicos; libros, la­
libros folletos, cuadernos, libretas, revistas,
en que los elementos de cada clase están obtenidos por la sustancia­ '
pices, plumas, tinteros, gomas de borrar, cintas d� máquin� de escri­
ción o semantización de relaciones entre elementos o funciones gra­
bir; Inglaterra, Gales, Escocia; Inglaterra, Espana, Francia; andar,
maticales de elementos de la clase anterior; es a saber:
correr, trotar, trepar, reptar, nadar, volar; partir, andar, llegar,
volver;
a) Nixon, Andrómeda, esta casa, ese-sol, roio (en «está rojo»), d') que sean elementos antitéticos: proletarios/burgueses; ciu-
ha amanecido, se hirió. dad/campo; vivir/morir; blanco/negro; afirmar/negar; antítesis/
/3) Traba;ar, amanecer, ro;o (en «una cosa roja»), carpintero, síntesis;
ministro, ;udío, gallego, proletario, esposa, mu;er, gato, galgo, pino, e) que sean otro el uno respecto al otro sin relación especial
orquídea(s), (el) sol, arado, máquina-de-escribir-portátil, (un vaso ninguna: unas montañas + Constantinopla; mirarse + esperar; toci­
de) agua, (un quilo de) oro, (una libra de) hígado, (el) hígado, no + velocidad .
(buen) corazón, palpitar, acariciar, cariño(s), asco, odiar, dios (es) .
y) Hombre (en el sentido de 'género humano' o 'miembro del
género humano'), mundo, animal, dios, astro, maquinaria, color, st1r 10) Las maneras de relacionarse los elementos en la vida (cfr.
lud, sufrimiento, operación (quirúrgica, aritmética, estratégica), in­ 5 a) de la Sociedad o Mundo (y con esto estamos señalando las
terrogatorio (policíaco), literatµra, visión, posesión, ausencia, tama­ maneras que el Mundo tiene previstas en su Sistema para esas rela­
ño, virtud, (cuarenta) pesos. ciones en la vida) son las tres siguientes:
S) Algo, poco, todos, Dios, Estado, estado, movimiento, can­ a) unión (e.e. , simple agrupación, suma, conjuntamiento: lo
tidad, entelequia, (el) pensamiento, acción, abstracción, identidad. esencial es que los varios elementos puedan ser aritméticamente
e ) Ser, (el) Ser, esto, aquello, yo, (el) no-ser, tú, nosotros. numerados, contados, sumados en un total o restados de un total):
por ejemplo, una cuenta con otra y otra en �na sarta de �ollar ;
9 ) Los tipos de relaciones asociativas, relaciones entre elemen­ _
una guerra estalla coincidiendo con la declaración de una epidemia
tos de la Lengua en el sistema o estructura de la Lengua misma de gripe y con un terremoto; los intereses se aeumulan a la suma
(cfr. 5 a), que pueden darse son los siguientes: 1 de la deuda; el tren va y vuelve y vuelve a ir y vuelve a volver;
a) que ambos elementos sean estrictamente el mismo, según lo 0 también: la falta de dinero se junta con la ausencia de la amada
apuntado en 5 c: perro = perro, tradujiste= tradujiste, caridad (pro­ y con la pérdida del apetito; o también: dos cónyuges se separan;
nunciado a la andaluza, en -á) = caridad (pron. a la castellana, en la tasa se descuenta de la suma; los elementos de un compuesto
ad) =caridad (pron . a la catalana, en -at), hiio (en « ¡Hijo! ») = hijo químico se desagregan (aunque, mirado J?Or otra cara, sea también
(en «El hijo de Octavia» ); que un cuerpo se descompone); o también: un� fiebre viene . tras
b) que sean el mismo, sólo que cargados de diferentes morfe­ un enfriamiento; una riña precede a una renovaoón de amor;
mas o indicaciones de función o relación sintáctica, esto es, que sean b) determinación (dependencia, posesión, adscripción: lo esen­
1
momentos distintos de la flexión de un mismo semantema: perro= cial es la asimetría entre ambos elementos -pues no pueden ser

X
de perro=al perro; lindo= lindamente; bueno = buena; venir = viene; más que dos de una vez-- y que el conjunto de lo determinado
248 Agustín Garc(a Calvo IX. Cosas y palabras, palabras y cosas 249

ven= viene; ¿vienes? = vienes. N6tese que en algunos casos del tipo y lo determinante forme un elemento a su vez fungible y maneja­
siguiente la diferencia también estriba en morfema aparentemente ble): por ejemplo, entre marido y mujer (también entre mujer y
flexivo; lo que determina la inclusión de un caso en el tipo b es que marido); entre trabajo y trabajador; entre patrono y trabajador;
se trate de puras indicaciones de función (perro =de perro, venir= entre salario y actividad; entre precios y salarios; entre Alemania
viene) o de relación sintáctica (bueno= buena) que no alteran para y los alemanes; entre el hierro y su temperatura; entre la tempera­
nada el semantema; tura y el color; entre la fecha y la situación meteorológica ; entre
e) que sean variaciones de un mismo elemento; es decir, que una ideología y un sistema económico (y asimismo viceversa).
se diferencien entre sí por un morfema no puramente funcional, sino c) operaci6n (creación, transformación , traslación, influencia,
que altera el grado de abstracción del semantema (en el sentido interpretaci6n: lo esencial es que un elemento aparezca afectado por
indicado en 8 c'), de modo que puede decirse que tienen el mismo el otro -y entonces necesariamente el otro por el uno-- en su ser
semantema, pero no el mismo sin embargo: perro ,.., perros, viene - o su manera de ser): por ejemplo, si los albañiles levantaron una
vienen, viene ,.,, vengo ,.., venimos, peinaba ,.., se peinaba, peinar ,.., pei­ tapia; si el río baña los suburbios; si los suburbios se reflejaban
narse, vienen - vendrán -vinieron, vinieron - han venido - venían, el en el río; si está lloviendo en Ginebra; si he cobrado el sueldo;
hombre (determinado) ,.., un hombre ,.., el hombre (genérico), bue­ si puedo comprarme dos camisas; si su amor me ha hecho desgra­
no ,.., me;or, alto - más alto - muy alto - el más alto, poco - menos ciado; si se fué a París ; si no se ve nada; si le dolía mucho que
no le dijeran lo que pasaba; si tuvo la impresión de que el mundo
muy poco- lo menos;
se derrumbaba.
d) que sean dos elementos diferentes (e.e., con diferente se­
mantema), pero ligados, como pertenecientes a una misma familia,
por así decir, por participadón en algo (un archisemantema) co­ 1 1 ) Sin embargo, al hacer la precedente descripci6n de los ele­
mún a todos ellos: perro y perra, hombre y mu;er, libro, librero y mentos de la Sociedad o Mundo y los tipos de relaciones que entre
librería, correr, corredor y carrera, for;ar, herrero y fragua, geogra­ ellos rijan, estoy prescindiendo del hecho de que también, dentro
fía y geología, aritmética y geometría, socialista y comunista, algo, de la Sociedad, aunque en cierto modo aparte de ella, hay no s6lo
bastante, mucho y demasiado. A menudo se dan conjuntamente el cosas y relaciones, sino además Ciertos elementos que tratan de atri­
caso b y el d: as{ en hermoso, hermosamente, hermosura y hermo­ buír una situación en la realidad 'física', 'natural' o extra-social a
sear o en bueno, bien (adv.), bien ( subst.), bondad; esos elementos de nuestro Mundo: así, las cosas en general, siempre
d') que estén ligados en pareja antitética: sí/no, blanco/ne­ · abstractas (hasta en el caso de las individuales o dotadas de nombre
gro, moverse/estar quieto, arriba/ aba¡o, puro/impuro, claro/oscuro, propio), tratan de convertirse en algo concreto, palpable, cuando
claro/espeso,· podemos señalarlas con el dedo, asirlas o sentirlas : como por ejem­
e) que sean otro el uno respecto al otro, sin relación especial ·•
plo, yo ahora esta tecla de la máquina y esta hoja de papel y esta
ninguna: perro + correr+ oler + fiel, socialista + colorado+ calabaza. l lengua entre los dientes: ese choque pués ese roce, esa presión son
los elementos de tentativa referencial a la naturaleza externa.
10) Las maneras de relacionarse los elementos en el habla (pre­
visión en la Lengua de las maneras de relación que en el habla
pueden darse) o relaciones sintagmáticas que rigen entre los ele­ 11 a) Pero de ordinario se obedece simultáneamente a la neee­
mentos son las tres siguientes: sidad de palpaci6n directa y a la de conocimiento abstracto; y así
a) de adición (cópula, yuxtaposición o parátesis, coordinación): no me contento con tocar esto, sino que al mismo tiempo he de
«perro y perra» ; «estuvimos en el lugar del suceso y hemos com­ saber que esto es una tecla o que es una mano de mujer. Y de or­
probado los datos que se nos habían transmitido»; «llegué, v{, ven­ dinario nos encontramos practicando la reducci6n de lo uno a lo otro,
d•; «por fin hoy a tu hermana (harto tiempo me lo había callado) 1 tratando de asir lo abstracto por su concretizaci6n (que la imaginada

X
le he dicho lo que pensaba de ella»; «rojiblanca»; «un ida-y-vuelta»; Bretaña es esta tierra en la que piso, que el amor es esto que me está

1
1
1.

250 Agustín García Calvo IX Cosas y palabras, palabras y cosas 251

«Be-ne-lux»; «ni tú ni tu padre»; «O las flores o los frutos»; «Don pasando) y de comprender lo concreto por su abstracción (que esto
Quintín o como se llame»; «amargo, pero agradable»; «no lo he que koco es ciertamente una mano de mujer; que esta escasa resis­
inventado yo, que lo saben todos»; «primero comer y después ha­ tencia que percibo significa una cierta buena disposición para mis
blar»; «comer, sí, pero antes hablar» ; «en realidad, se trata de dos requerimientos; que este agua en la que me estoy bañando es agua
casas: hay, en efecto, un tabique ciego que divide por mitad el edi­ de la bahía de Palamós ).
ficio»; «mandaron al rey (pues parecía que todavía podía servir de
algo) un mensajero con sus condiciones»; «se vió con ello que nada
1 1 b) Como sin embargo la palpación (choque, sensación)
había que esperar; así pues, siguieron su camino»;
b) de determinación (dependencia, régimen, síntesis ): «la casa concreta está perpetuamente reduciéndose a su vez a elemento esta·
ble, objetivo, dotado de ser (cfr. 8 c y 14), resulta que igualmente
de los abuelos»; «la casa última del pueblo»; «la ropa lavada y
la por lavar»; «tocó madera»; «tropezó con un muro»; «se fue la palpadón puede ser palpación, no de una cosa, sino de una pal­
a París» ; «lo vió»; «llueve a cántaros»; «está loco de remate»; pación cosificada: por ejemplo, cuando he tocado esa mano o estoy
«pronto dicho, nunca hecho»; «dulcemente amargo»; «dulce como deseando tocarla, es claro que puedo llegar a tocar concretamente,
no ya la mano, sino también ese tocamiento cosificado (en la realidad
la miel»; «se fue de aquÍ» ; «salió de estampía»; «puso pies en Pol­
o en la esperanza, en todo caso como pieza constitutiva ya del
vorosa»; «salió como alma que lleva el diablo»; «el niño que no
Mundo).
come»; «la dirección que sabes»; «los súbditos cuyas deudas sobre­
pasen los dos millones» ; «el río Guadalquivir»; «un hombre rana»;
«patitieso»; «aeropuerto» ; «dentífrico»; «melífluo»; «Batracomio­ 1 1 c) Parece evidente que esa condid6n ( = sensación) concreta
maquia»; o palpable de las cosas no es nada (como sí lo es su realidad social,
e) de predicación (dicción, juicio, aseveración, afirmación o ne­ genérica o abstracta) que puedan tener las cosas en sí mismas, esto
gación: en todo caso, la operación esencial del lenguaje, aquella por es, en el Mundo general o establecido, sino que su concretitud se
la que la lengua se pone a hablar; y se da entre un elemento pre­ confunde con el acto de su aparici6n. De modo que las cosas, en
dicativo o activo y otro, el Sujeto, que puede ser igualmente un cuanto concretos, no sólo no son (e.e., no tienen una entidad real,
elemento lingüístico, pero también uno de la situación en que el permanente o social), sino que tampoco están én sitio alguno, hasta
acto de hablar se da): «la cena está servida»; «la Constitución no que su aparición concreta ( sensaci6n) las sitúa y las hace ser a su
=

tiene previsto un caso semejante»; «algo falta»; «que iba a haber manera.
jaleo nadie lo dudaba»; «de que ha estado aquí no me cabe duda»;
«críticas, desde luego, las hay»; «hay muchas críticas»; «han lla­
mado» ; «hace frío»; «al fin apareciste»; «nos presentamos todos»; 1 1 c') Ahora bien, la existencia palpablé o campo de concreti­
«me he divertido mucho»; «puede que me atreva»; «me habría tud que con esa aparición se da depende, como origen suyo, de la
suicidado»; « [prefirió seguir] la ruta de Alcalá, bien conocida, que propia mano, ojo, corazón, etc., que siente la aparici6n de lo con­
la de Getafe, nueva y poco frecuentada»; «[más me quiere] a mí, creto, o más bien del centro a su vez impalpable de esa mano, ojo,
viejo como soy, que a Pedrito, tan mozo y colorado». corazón, etc., esto es, de mí; que así me constituyo como padre de
la vida o centro de la concretitud.
1 1 ) Sin embargo, toda la descripción que hasta aquí se ha hecho
de los elementos de la Lengua y las relaciones que entre ellos puedan
darse se ha referido sólo propiamente a los elementos dotados de 1 1 c") Yo soy, por tanto, el sitio en que la realidad estable
significación (dr. 8 b), prescindiendo de que, junto a ellos, aunque o abstracta del Mundo se confunde con la realización o vida de
en una región en cierto modo aparte, hay en toda lengua otros ele­ 1
dicho Mundo (cfr. 5), la realidad de la que se trata en el acto de
tratar acerca de ella. Es éste pués uno de los puntos en que esta

X
mentos que, sin ser puramente morfemáticos, propiamente no signi-

1
I
I

cf
(
.,
252 Agusdn García vo D\. C.Osas y palabras, palabras y cosas 2.53

fican (ni por tanto designan, denominan ni predican), sino que ola­ � ho � de papel debería adelgazarse más a fondo, hasta calar el haz
/
mente indican o señalan lugar: los elementos deícticos: esto éste, en � envés (o el envés en el haz, según la estéis mirando).
aquí, yo, nos, se.
12) Pero, volviendo todavía sobre el Sistema del Mundo, si es
1 1 a) Pero entonces, como una consecuencia, hay que distin­ verdad que la cosa (en el sentido del § 8) es el mínimo elemento
guir un nuevo tipo de relación entre elementos, para el caso (que de la Sociedad y cada cosa de la que se trate es una cosa, en el
se da ordinariamente) de que uno de esos deícticos se presenta en sentido de que su ser-lo-que-es es irreductible e indescomponible (si
agrupación 'simultánea' éon uno de los elementos propiamente se­ le quitamos algo, o bien sigue siendo la misma, menguada o mutila­
mánticos, aplicados a una misma situación: «este muchacho» ; «aquí da, o bien se convierte en otra), sin embargo sabemos al mismo
en mi casa»; «hoy, venticuatro de abril» ; «yo, miembro de la Real tiempo que cada cosa está compuesta de y es analizable en un nú­
Academia»; «a los pobres nos desprecian hasta los pobres mismos»; mero determinado de elementos dispuestos de manera determinada;
«se veía -rostro lleno de gracioso asombro-- en el espejo». Este esos elementos, en cuanto integran la cosa, no tienen ser propio;
tipo de relación consiste pués en el tratamiento simultáneamente claro es que luego a su vez se puede considerar uno de ellos aislado
deíctico y significativo de un hecho que se considera el mismo, y en sí mismo (por un proceso de análisis, técnico, científico o crí­
identificación de indicación y denominaci6n, que puede también ha­ tico), pero en ese caso el componente está convertido en cosa, y el
cerse explícita en forma predicativa, ya como Sujeto el elemento antiguo total pasa a ser componente suyo: si de primeras lo que
deíctico, ya como predicado: «ése es un confidente de la Policía»; tenemos es una vaca, en ese momento sus paletillas, bofes, habada
«la casa de mi primo es aquélla de allá arriba»; «somos los hijos y contra carecen de cualquier especie de ser (aunque sean, en otro
de Lenín»; «los hijos de Lenín somos nosotros» ; «el Estado soy plano, componentes necesarios de la vaca); en cambio, en el momento
yo»; «yo soy el que soy». que la téenica y comercio del carnicero ofrece las piezas de carne
en su mostrador, habada y contra pasan a ser las cosas que son, de
11 b) Como sin embargo los actos de hablar están perpetua­ las cuales ahora inversamente la vaca (en cuanto materia de carne
mente convirtiéndose en hechos de la Lengua a su vez y objetos del de vaca) es un componente sin ser alguno por sí misma, aunque
hablar (dr. 8 c y 14), los sitios a que los deícticos apuntan pueden por cierto indispensable para que una tajada de contra de vaca sea
ser también sitios, no ya en la situación 'real' del habla, sino en los de contra de vaca realmente. Esta última situación nos muestra que
propios textos lingüísticos objetivados (uso anafórico de los deícti­ una cosa no sólo está compuesta de sus partes, sino también de sus
cos): «Aquí hay muchos peces : : Eso es lo que tú crees» ; «Desde ·1 características, e.e. sus rasgos de participación en entidades de más
aquí os lo advierto: no pienso aparecer en esa fiesta». alto nivel de abstracción (cfr. 8 c'): así un arado no sólo está com­
puesto de timón, esteva, cama, reja, etc., sino también de instru­
1 1 c) La indicación que los deícticos realizan no se refiere a mento, labranza, tracción (animal o mecánica), fisión (de la tierra),
ningún espacio en general, a un espacio semánticamente definible, preparación (para la siembra), etc.; y asimismo, X no sólo consta
sino al espacio determinado por el propio acto de hablar en que se de miembros, cabeza, corazón, reflejos condicionados, complejo de
emplean. Por eso los deíctiéos en sí mismos, tomados como ele­ Edipo, etc., sino también de oficinista, padre de familia, miembro
mentos del Sistema no realizado, carecen no sólo de significación, del P.C.F., católico no practicante, etc. Hay siempre una cierta
sino aun propiamente de valor deíctico (ni esto ni nosotros apuntan tendencia a conseguir que ambas divisiones del ser de la cosa se co­
por sí mismos a sitio alguno), que sólo adquieren con la actualiza­ rrespondan (las piernas para la semovencia, el corazón para el amor,
ción de la lengua en habla. la cabeza para la ideología, las manos para la fabricación, la lengua
para el lenguaje; o bien: el distrito III para el gobierno, el VII
1
1 1 c') El espacio así determinado -y propiamente creado-­ para la banca, el V para los almacenes, el IV para el comercio al

oc
por el acto del habla, en el que señalan los deícticos, no es un por menor, el IX para la diversión; o todavía, en una patata: saca-
' 1 '\

/
254 Agustín García Ca¡.vo JX, Cosas y palabras, palabras y cosas 255
I
espacio blanco, sino constituído, por así decir, en un sistema de coor­ rosa, almidón, vitamina C, etc., como sitios de SUS cualidades COnS·
denadas, de las que el centro, origen o punte><ero, está en el ele­ titutivas como tal patata); pero se está muy lejos de haber alcan­
mento deíctico primario u originario, que es yo. zado una perfección si no es ocasional en tal correspondencia.
12 a) Dentro de cada sistema social o cosmos determinado, hay
c") El deíctico originario yo es pués la palabra en que se
11
una cierta pretensión hacia un ideal en que todas las cosas puedan
confunde lo que habla con aquello de que se habla, y al mismo analizarse en y componerse con un número finito y fijo de piezas
tiempo, por consiguiente, lo dicho con el acto de decirlo. Es éste, (que haya, por ejemplo, una vivienda-privada-tipo, constituída por
por tanto, uno de los puntos en que esta hoja de papel debería un número determinado de elementos indispensables combinados de
adelgazarse más a fondo, hasta calar el envés en el haz (o el haz en manera determinada, de modo que tal casa sea un ejemplo de ese
el envés, según la estéis mirando). tipo en virtud de dichos elementos y de ellos solos, y únicamente
luego aditamentos superfluos, deficiencias o trastornos, que no afec­
12) Pero, volviendo todavía sobre el Sistema de la Lengua, si ten a la presencia de aquellos constituyentes necesarios, puedan dis­
es verdad que los elementos de la Lengua, de que venimos hablando tinguir una de otra las copias concretas del tipo, cada casa; o que
desde el núm. 8, o sea las palabras en cuanto semantemas son en -lo mismo con las cosas individuales o irrepetibles- la entidad de
un sentido verdaderamente elementales, como unidades mfuimas de X quede definida por los elementos imprescindibles que figuren en
signi.6.cación (o también de deixis, como acabamos de ver), puesto su doéumento de identidad -oen una clave formada de varios nú­
que s1 a uno de ellos le quitamos algo, en cualquier plano que ello meros y siglas-, y lo demás -el cuerpo, por ejemplo, fuera de un
pueda hacerse, . o bien sigue siendo el mismo semantema, aunque cierto número de elementos distintivos, como las huellas digitales­
menguado, mutilado o trastocado, o bien se nos convierte de repente resulte redundante respecto a esa entidad personal suya; y que por
en otro, al mismo tiempo, sin embargo, sabemos que en otro sen­ ende la Persona abstracta esté constituída por la posesión abstracta
tido no son verdaderamente elementales, sino que están construidos del número de elementos abstractos que en concreto se exigen para
con un determinado número de elementos dispuestos en un orden de­ la entidad de cada persona). Sin embargo, ese procedimiento de
t�rminado, elementos que, en cuanto componentes de la palabr� pro­ constitución no está generalizado al sistema social entero: no se ha al­
_ no son palabras, e.e. carecen de significación, aunque
piamente dicha, canzado el punto en que uno de los elementos constitutivos de una
son indispensables todos y cada uno de ellos para que la palabra casa pudiera, en combinación con otros, servir indiferentemente para
sea la que es, y no otra, y signifique lo que significa, y no otra construfr. un producto alimenticio, una prenda de vestido, un animal
cosa. E? camb1_?, �i uno �e esos componentes a su vez se toma (por doméstico, un sistema estelar, una teoría física, una legislaci6n; con­
un análisis_ semantlco, lógico, gramatical, fonémico) no ya como com­ servándóse aún un cierto carácter entitativo de los compone1Ítes del
ponente, sin? en sí mismo, con ello sin más se convierte en palabra, ' 1 ente (es decir, que si un fémur es un componente del esqueleto hu­
con su propio semantema, y la palabra de la que ha sido analizado mano, él a su vez será siempre un fémur-de-hombre, y no como en
I
o no subsiste en absoluto o subsiste a su vez tan sólo a título de _
los fonemas respecto a las palabras), no se da todavía la posibilidad
ejemplo, o componente ejemplificatorio, de la palabra que ahora con­ de combinación de cualquier componente del Mundo para la forma­
si.dera�o�. Pero esos componentes de la palabra son de dos tipos ción de cualquier tipo de cosa. Ese ideal trata más bien tan sólo de
bien distmtos: por un lado están los éomponentes fonémicos (fone­ realizarse en subsistemas parciales, y en cada uno de ellos el grado
mas, prosodemas), por otro los semánticos (es decir, las palabras que de realización del ideal es diferente; y, desde luego, en ningún otro
en una definición ideal de diccionario aparecerían para definir esa subsistema ha alcanzado el grado de perfección y rigidez que en la
palabra). Ambos están componiendo, en dos sentidos distintos la organización de la lengua. Consecuentemente, tenemos que en la So­
palabra vaca, por ejemplo; si, por un análisis semántico o fonémlco 1 ciedad o Mundo en general el número de elementos-componentes
los extraemos de ella, y obtenemos por un lado, aproximadamente:
X
no se aparece como finito, sino más bien infinito (aunque tal vez
256 Agustín García Calvo IX. Cosas y palabras, palabras y cosas 257

los semantemas 'mamífero', 'animal', 'rumiante', 'hembra' . . . , y por -en el sentido de Anaxágoras y los atomistas o Epicuro- con un
el otro, exactamente, los fonemas B, K, A (bis) , su cifra de orde­ tipo de infinitud distinto del de las cosas mismas ), y por ende no
naci6n, y el prosodema � ,.., ( 'acento en penúltima'), tales componen­ pueden aparecer dichos elementos-componentes como rigurosamente
tes dejan de serlo y se convierten, para la observación, generalmente organizados en sistema.
científica o gramatical (metalingüística ), en palabras por sí mismos
(el rumiante, la hembra, la b, el acento). Ha habido desde que
hay reflexión entre los hombres una tendencia (que puede verse
12 a') De todos modos, en la medida en que en algunas partes
del Sistema se da una cierta ordenación de componentes fijos, simé­
bien en las etimologías del Cratilo) a establecer una correspon­
tricamente y ante todo por opuestos (por ejemplo: en lo vestimen­
dencia entre uno y otro tipo de componentes de la palabra (así,
tario, respecto a la cosa 'vestimenta', la falda y el pantaló? ; � el
que las palabras i.eas. con vocal u eran del orden de lo sagrado, que respecto a la cosa extremidad , la
subsistema corporal humano,
de d inicial del inglés es por sí un indicador de la función deíctica, bien, respecto a la cosa ' jos' el ojo izq ierdo y el
mano y el pie, o � � , �
que en la raíz st- se contenga un momento dinámico, en el s-, y uno en lo político, respecto a la cosa nación , el gobierno y los
derecho; .
de detención, en la t ) ; pero en el lenguaje, más que en otros lugares
súbditos), puede por ende darse ocasion�e�te, en determtn� as �
- -

del Mundo, se está muy lejos de generalizar tal correspondencia, y


partes o momentos de la cosa, una neutrahzac1ón de es�s o�os1�io:
su organización en dos planos o articulaciones está entre los rasgos
nes entre sus elementos componentes: en el momento equitación
esenciales de su estructura.
•• o en el momento 'trabajo agrícola' de la cosa 'vestimenta', la dis­
tinción entre falda y pantalón se suprime, apareciendo como archi­ •

1 2 a)En cada lengua determinada, cada uno de los elementos


pieza del equipo vestimentario el pantalón;. en su momento e.me­ �
mínimos de significación (también deixis y funci6n) está constituído
nina para excursión campestre', se anula igualmente la opo� 1c1 n, ?
por y puede analizarse en un número definido y fijo de fonemas (con 1fe­
pero apareciendo la archipieza como falda o como pantalón md
prosodemas) dispuestos en un orden determinado: la palabra vaca católica masculina' o en su
rentemente · en su momento 'clerical
se descomponía totalmente y sin resto alguno en las piezas B, K, A
f
momento ' emenina para ciclismo', también se anula dich.a opos ­ �
bis, más el orden B-A 1 .ª-K-A 2.ª, más el acento en penúltima; igual­
ción y la archipieza aparece como duplicación o compromiso. As1-
mente al. bitte, en B, I, T, E, más regla de corte silábico tras el
ataque consonántico, más el orden de los elementos, más regla de

mis o, para la cosa 'ojos ' , en su momento 'de Polifemo' o 'd.e Ar­
gos', la oposición entre ojo izquierdo y derecho está n�tralizada,
acento inicial de palabra simple ; o fr. hallebarde, en H (o regla de
apareciendo el archicomponente como �lgo que ?º es run�o de
comienzo en hiato y sin liaison con lo procedente), A bis, L, e muda
ambos component es; en su momento de tuerto , quedand � . 1�al­
(o regla de alternancia optativa entre 'vocal J y 'vocal cero') bis, a la oposición, aparece el archicompo nente indife­
mente neutralizad
B, R, D, más el orden de los elementos, más la regla de acento
rentemente como ojo izquierdo o como derecho; en el caso de los
automático en última sílaba no vocalizada con e muda; o jonio de
ojos vistos en un espejo y tal vez en el de los ojos de un lenguado
siglo VII a. J. c. aooA.ooóvatot (v), en D, o bis, L, S, bis, u, N, A,
tendríamos otros modos de neutralización.
I bis, más ny efe/cístico (o posibilidad optativa de tterminar en -N
o sin consonante), más el orden, más regla de realización diptonga!
de A + 1 l.ª, más acento en antepenúltima, más estructura rítmica 12 b) Entre los elementos-componentes de las cosas se distin­
- v v - v. Y consecuentemente entonces en el Sistema mismo de la guen ante todo dos tipos: uno, las piezas que se agrupan en un mism?
Lengua (esto es, no en el uso de los fonemas para constituir pala­ plano -real o conceptual- para constituirla, y por tanto en la reali­
bras, sino en la caja de herramientas, por así decrr, en que los fo­ zación de la vida tendrán que presentarse una después de otra: por
nemas están guardados para su uso) hay una pretensi6n de los ejemplo, en un traje de etiqueta, cada una de las piezas que lo
1
fonemas a yacer ordenados de una manera sistemática o -podría componen; en la Botánica taxonómica vigente, los vari�s capftulos
.
correspondientes a los géneros y especies de la clasificao6n; en un

X
decirse-- geométrica: en efecto, no sólo tienden a oponerse entre

, /· "i
.r
. ,í,l
·-li��
•.
l
J -', .
.f
t " IX. Cosas y palabras, palabras y cosas 259
258 Agustín García Calvo
paisaje o en un rostro, los elementos parciales (bosque, nieve reba­
sí por parejas antitéticas (P /B, o P/F, o M/N, o I/U, o E/O, en
ños; ojos, lab!os, nariz, mejilla, sombra del cabello) que los �ompo­
castellano), sino que a su vez esas parejas se organizan de una manera
nen . Y otro tipo, el de aquellos componentes que no pueden situar­
hom6loga, como se dice en geometría, o proporcional, como en arit­
se en el plano de los componentes parciales, sino que informan el
mética, las unas con las otras (E : O : : I : U; M : N : : B : D;
total: por ejemplo, la regla de combinación de corbata de lazo con
P : B : : T : D : : K : G)� nuevas homologías de tercer orden pue­
_ . chaqueta de fraque; los presupuestos biológicos implícitos en la
den anadirse, y ya se ve como el resultado será una cohesi6n y or­
selección de rasgos para la descripción de las especies botánicas · la
denación más o menos sistemática del repertorio total. Cierto que
hora del día o el punto de vista adoptados para la contemplaci6n' del
en todas las lenguas puede observarse, en unas más nítidamente que
paisaje; la sonrisa, brillo de los ojos o gesto ocasionados en el
en otra: , el hecho de qu� esa ordenaci6n geométrica del repertorio
rostro por el humor, pasi6n o estado de salud.
esta, mas claram�nte realizada en algunas de sus partes, principal­
mente en el subsistema de las oclusivas-fricativas o consonantes pro­
12 c) Podría parecer que, obtenidas las piezas o componentes
piamente dichas, por un lado, y en el de las vocales por el otro, en
elementales de la cosa por un análisis real (técnica o pragmático),
t:uito que en otras partes, que suelen comprender los fonemas del
cuando ese proceso de análisis estuviera concluído, la división de la
ttpo de �· R y a veces S, la ordenación es más imperfecta y fluctuante
cosa había terminado y que esos componentes elementales eran los
(lo cual Justamente suele ser un motivo para nuevas reordenaciones
elementos mínimos de la sociedad: ahora bien, como resulta que esas
del sistema); pero de todos modos no hay tal vez otro lugar de la
piezas pueden siempre, por un proceso de especulaci6n o abstrac­
Lengua ni. del ��ndo en que la finitud de los componentes y su es­
ci6n, ser a su vez tratadas como cosas, esa especuiaci6n descubrirá
tructura s1stemat1ca sean tan perfectos. Y es esto precisamente mo­
en seguida, al compararlas entre sí como tales cosas, que están
tivo para advertiros que es en este lugar de mi descripción donde la
compuestas de otro modo; de modo, pues, que la divisi6n, al
escisión entre las dos aparentes caras de este papel se hace más
terminar en el plano técnico o pragmático, se continúa en el es­
notable.
peculativo o de la Ciencia (la cual, sin embargo, es también parte
de la Sociedad y de su Vida), en donde nacerán un nuevo tipo
12 a') El tipo de relación más claro, y el más frecuente, entre
de componentes sub-elementales . Así por ejemplo, de la compa­
l?s fonemas de una Lengua es la oposición dos a dos, y dentro de ese
raci6n del componente elemental aire y el componente elemental
ttpo, la llamada oposición privativa, en la que uno de los dos fone­
niebla se desprenderá como una diferencia la humedad: que esa hu­
mas (término no marcado) parece representar simplemente la sus­
medad sea tratada independientemente como una cosa es algo que
tancia común a ambos, mientras el otro (término marcado) está cons­
ya no se da en el nivel práctico, sino que señala el paso al especu­
tituído por eso mismo más una característica propia de que el otro
lativo (como puede manifestarse en el descubrimiento del principium
formalmente carece (así, en el sistema castellano, D/N [marcado]
umoris o en el del hidrógeno); así también, en un anillo corriente o
también N/M, también seguramente E/I); pero la calidad de mar�
en una alianza matrimonial el análisis práctico puede desprender,
cado o no sólo se comprueba debidamente con el fenómeno justa­
como componentes elementales, el engaste de piedra o la exclusión
mente de la neutralización de dicha oposición, esto es, el hecho de
de dicho engaste: pero la consideración de la diferencia entre esos
t
que en sitios o condiciones determinadas de la palabra esa oposición
.· .

dos componentes (por ejemplo, el valor simbólico) como si fuera


, .
deja de regir ( �l u�o de uno u otro de los dos fonemas no puede
. . una cosa nos sitúa sin más en el plan o de lo especulativo o 'meta­
servir para disttngutr dos palabras): en ese caso, el archifonema re­
físiéo'; en fin, la diferencia entre el ojo izquierdo y el derecho o la
sultante de la �eutralización puede presentarse: o como cualquiera
. mano izquierda y la derecha puede venir a ser, no ya un motivo de
de los dos mdiferentemente (así, en castellano oficial culto, la op.
oposici6n, sino una cosa, pero no en la práctica, sino en la teoría
K/G se neutraliza en fin de sílaba y el archifonema puede aparecer
de la simetría (por ejemplo, en un libro como el de H. Weyl Sym­
como K o como G: oktavo= ogtavo, eksomen = egsamen) o como
metry, Oxford Univ. Press, 1952). Ninguno de esos nuevos seres,
uno de ellos, que es el término no marcado (así, N/M neutralizada
''I
., .

260 Agustín García Calvo ,' 1.

IX. Cosas y palabras, palabras y cosas


¡ 1 261
con archifonema N no sólo en canto, sino también, como las faltas de 1 ni el hidrógeno, ni el valor simbólico, ni la levo-dexteridad, pueden

ortografía muestr , en canpo = campo) o como una especie de mezcla 1 perder su carácter de entes de la realidad especulativa (ni el hecho
0 compromiso entre ambos (el archifonema resultante de la neutrali­
.
-1 de que se fabrique hidrógeno debe a este respecto desviar vuestras
zación de D/ 0 en finales como los de vez Y ved) .
;1 mentes), de tal modo que la repetición con ellos del proceso especu­
lativo ya no produce seres de una tercera ( o cuarta) manera de rea- .
1 2 b) Entre los compenentes elementales fonémicos de las pa­
lidad, y esa espeéulación no viene a dar en una meta-ciencia, sino
labras cabe ante todo distinguir dos tipos: el de los segmenta1es o
que se mantiene dentro de la misma Ciencia. Así la división, teóri­
fonemas propiamente dichos, es decir, los que en la realización de la
camente infinita, tiene sin embargo un límite en el momento en que
palabra está dispuesto que se produzcan uno tras otros (y en la
la especulación abstractiva entra a formar parte de la realidad prác­
imagen misma de la Lengua depositada tienen su número de orden
tica.
asignado en la palabra), como una P o una A (para las lenguas que '
conocen realmente fonemas vocales); y el de los prosódicos (como ' ,1 13) Pero, ahora bien, lo que sí cabe pensar a pesar de todo
acento de palabra, grado melódico de la palabra-sílaba, módulo de
'1 es que las piezas de las cosas de este Mundo o Sociedad, aparte de
entonaciones de las sílabas de la palabra, en lenguas como las han·
1 constar de sub-elementos o componentes teóricos, resultantes del aná­
túes, o módulo rítmico de las sílabas de la palabra, en lenguas como
lisis especulativo, o sustanciaciones de los rasgos distintivos de las
el griego antiguo; también la propia regla de orden en la palabra
piezas de las cosas, también y de otro modo constan de una subs­
de los componentes segmentales; también los módulos de entona­
tancia común de las cosas todas, la sustancia material o Materia,
ción de frase), los cuales no se refieren propiamente a los fonemas,
aquello de lo que están hechas o formadas; lo cual, ·en la vida del

sino que, informando simultáneamente con e os la palabra entera
Mundo por un lado, estaría ahí constando como inconstancia per­
(ocasionalmente, la frase), revelan que están situados en otro plano
pétua, como flujo contínuo, mientras, por otra parte, en la estructura
de composición.
misma del Mundo, está tenida en cuenta como una especie de fun­
damento último. Pero si esa Materia puede su-ponerse en . general,
12 c) Una vez que los fonemas (con prosodemas) quedan defi­
no tiene sentido alguno intentar pensarla en concreto y particular;
nidos como elementos mínimos diferenciadores de palabras, podría
pues en lo general está definida de tal modo que es por esencia in­
parecer que, al menos por este lado, la división de la palabra había
esencial, esto es, que ni puede tener partes ni límites ni diferencias
terminado, y que esos fonemas eran los últimos componentes ele­
ni nada que, suponiéndose ella ser lo éoncreto último o suma de lo
mentales: ahora bien, como estos componentes elementales pueden
concreto, nos pueda permitir introducirla en la descripción más que
a su vez ser tomados como palabras (cfr. 12) -si bien ello ha de
como la más abstracta de las suposiciones. Y es así cómo, por este
ser ya dentro del plano del estudio gramatical, al que con los fone­
lado, la descripción del Mundo se me pierde irremediablemente en
mas hemos entrado plenamente-, y como pueden entre sí ser com·
el Océano sin bordes de lo desconocido [pues tomemos como cosa
parados en cuanto palabras (la pe con la be, la e con la i, la aeen·
este banco : el banco está hecho -aparte de clavos, formas y fun­
tuación aguda con la llana), resultará en seguida de esas compara­
cionP-s- de madera, pieza o componente del banco (materia prima);
ciones que también los fonemas se descubran todavía como orma­ � comparada la madera con otras maderas, podremos obtener, como
dos por componentes sub-elementales, los que basten para if�ren·� sub-componente teórico, su pineidad; pero si no, tomemos como
.
ciar un fonema de otro, esto es, los que se llaman rasgos distmtlvos:
cosa la madera: entonces uno de sus componentes es la pineidad
por ejemplo, la calidad de 'espirante' de 0 castellana frente a T;
o el 'de pino'; pero si no, tomemos como cosa el pino: éste estará
la calidad de 'fricativa' de 0 frente a S; la calidad de 'nasal' de N
compuesto, entre otras cosas, de leño, componente del pino (materia
frente a D· la calidad de 'posterior' de U frente a I o la de 'anterior'
segunda); pero analicemos biológicamente el leño, y la Biología nos

de I frent a U · la calidad de 'máximamente abierta' de A frente
dirá las partes y orden de partes que le dan su pineidad, y son sub­
a E d
u O; la cali ad de 'dotado de momento de descenso' del acento
componentes teóricos del pino; pero si la cosa es el leño, no ya el
·., .
1
262 Agustín García Calvo IX. Cosas y palabras, palabras y cosas 263

perispómeno griego frente al agudo; la calidad de 'simplemente al­ pino, y esas partes que la Biología ofrece componentes reales suyos,
ternante' de una palabra de estructura rítmica diyámbica frente a analicemos químicamente estos componentes, y obtendremos una
una de estructura coriámbica. Pero estos nuevos componentes de serie de sustancias orgánicas (materia tercera); pero de ellas la pi­
los componentes elementales no pueden ya tener como éstos, los neidad ya no formará parte; de modo que las materias sucesivas
fonemas, una realidad técnica o pragmática (en el sentido de ser que los análisis físicos y ultrafísicos descubrieran ya no serían ma­
piezas que los hablantes puedan emplear para la inteligencia o la teria de la cosa por cuya materia preguntábamos; y como el proceso,
formación de las palabras), sino s6lo una realidad puramente gra­ que hemos iniciado con el banco, lo mismo puede iniciarse a nivel
matical o especulativa: así como apreciábamos que, en compara­ de la sal o del carbono, ya se ve que la materia de las cosas puede
ción con la concepción de la palabra, la del fonema exigía una ope­ siempre transformarse, por una renovación del análisis, en otras co­
raci6n metalingüístíca de segundo orden, así la concepción del rasgo sas, pero nunca vendrá a dar en la Materia], y es así cómo la Materia,
distintivo fonémico exige una de tercer orden (actitud lingüística en la que esperaba encontrar el límite o fundamento último de la
simple: emplear la palabra casa: metalingüística 1 : comparar casa . descripción analítica, se me queda reducida a su sola suposición o
con mansión o con cabaña y tomar conciencia de la palabra casa; nombre de materia. Es este el segundo sitio (el primero lo vimos
metalingüí�tica 2: comparar esta palabra casa, tomada ya por la a propósito de mí mismo en 11 e") en donde, al quedar reducido
conciencia como cosa, con la palabra caza, y tomar conciencia del fo­ ei nombre (materia) literalmente a flatus uocis, la descripción del
nema S y del fonema 0 con su antagonismo; metalingüística 3 : Mundo se confunde con la descripción de la Lengua, en cuanto ruido,
comparar, tomados ya como cosas, S con 0 y tomar conciencia del justamente en cuanto que ambos padecen la misma indescriptibili­
rasgo 'fricativo', ya ni siquiera representable con el sistema alfabéti­ dad; en lo cual vuelve a verse especialmente supérfluo y falso que
co); y ya podéis ver que la repetición del proceso una vez más, esta hoja que estáis leyendo tenga o parezca tener dos caras.
comparando el rasgo 'fricativa' (como si fuera un fonema, lo que
de hecho no es) con el rasgo 'silbante' (ídem), no dará ya lugar a 14) Pero además, en fin, por otra parte (por la opuesta, en
s�res propiamente de un cuarto nivel metalingüístico, sino que se­ cierto sentido) resulta también que la Sociedad o Mundo tiene la
guiríamos estando dentro del análisis fonémico; de manera que la propiedad de poderse volver sobre sí mismo, es decir que está do­
división de la palabra, teóricamente infinita, tiene de hecho un lími­ tado de conciencia, esto es, que está continuamente acompañado
te, al llegar al grado de la conciencia escrituraría o fonémica de la por ideas de sí mismo, tales como las que en esta aparente cara de
lengua; o dicho de otro modo, cuando se llega a la Gramática, todo la descripción se han desarrollado. Resulta así que se aparece el Mun­
lo que en la Lengua puede más allá descubrirse es también gra­ do como en cierto sentido doble y especular, como constituído
mática. por las cosas (definidas); pero entonces, el Mundo tiene la propiedad
de poder mirar a su vez sus propias ideas, como si fueran cosas;
1 3 ) Pero, ahora bien, lo que sí cabe pensar de todos modos es y como esas ideas tienen la ventaja inmensa de su definición, como
que los fonemas, aparte de constar de sub-elementos o rasgos distin­ r el espejo es un espejo formador, el Mundo adoptará decididamente
tivos o sub-componentes mínimos, discontinuos siempre y al menos la costumbre de mirarse siempre en el espejo en un mero gesto de
teóricamente denominables, de otra manera radicalmente distinta reproducción o copia, que sólo allí es posible (pues allí el ser de los
constan de sonido, de varios timbres, ruidos o tonalidades (ello seda seres, que en 8b definíamos como el derecho a verse denominados
propiamente en su producción en el habla; pero también en sí por una misma palabra, es un ser no ya derecho, sino de hecho),
mismos, en la Lengua, cabría decir que constan de imaginaciones o y abandonará la supuestamente primitiva actitud creadora de mirar
memorias o recordings de sonidos, timbres, ruidos o tonalidades). a lo informe de delante del espejo, espejo que en ese momento jus­
Mas si tal cosa puede decirse así en general, no tiene sentido inten­ tamente se crea. Las selvas tratarán tal vez de ser aquello que pueda
tar pensarlo en particular : pues eso a lo que con 'ruido', 'timbre', 1 llamarse 'selva', pero las vacilaciones serán sin cuento (por ejemplo,

X
'sonoridad', 'tonalidad' se alude es por esencia inesencial, esto es, sobre si algo es más bien un bosque, una foresta, una selva, un
f�{ ·
264 Agustín García Calvo
{i[�. : IX. OJsas y palabras, palabras y cosas 265
¡ ' . ·'
soto, una jungla); pero en las ideas no hay vacilaciones: o hay una
que ni admite número determinado de partes o grados, ni límites
·

mutuos o diferencias precisas ni ningún otro carácter entitativo que,


· ideade selva en el esquema ideológico o no la hay; mas si la hay,
esa idea es el ser mismo de la selva.
respecto a eso que se pretende lo más concreto, nos pueda permitir
pasar de la sospecha más abstracta. Y el mismo laboratorio de
Fonética, por ejemplo, una de dos: o meramente registrará y repro­ 14 a) Pero esa doblez o dupliddad del mundo no puede con­
ducirá, como lo hacen también todos los días la radio y el fonó­ sentir el Mundo mismo que aparezca como tal; se incorporará más
grafo, o bien interpretará, denominará y dividirá en la masa del bien a los seres ideales como si fueran una familia entre los seres
sonido, introduciendo entes ilusorios, criaturas de la Ciencia, con en general (como si hubiera otros); y así se pretenderá que en un
una falsía enteramente necesaria respeéto a la Lengua. Pues es de mismo Mundo conviven las selvas y la idea de selva, los proletarios
saber que por esta vía los ríos de mi descripción desembocan en y la idea de proletario, las pelotas y la esfera, la Sociedad y la Idea
el Océano de la materia indecible (que sólo con nombrarla así, 'ma­ de Sociedad. Así se consigue, por un lado, que las ideas pasen a la
teria', se falsifica). Y es por aquí justamente el segundo sitio (el 1 . . dignidad de elementos de la realidad no ideológica.
primero fué con motivo del pronombre yo: cfr. 1 1 c") por donde 1 .•

al mismo tiempo mi descripci611 del lenguaje tiende a confundirse


14 a') Mas por el lado contrario, el resultado será que los su-
por entero con mi descripción del mundo, y, en la común indeserip­
tibilidad de lo material, vuelve a sentirse más imperiosa la necesidad
1 •·. . puestos elementos de la realidad (las selvas, los proletarios, las pe­
de que esta hoja que estáis leyendo no tuviera dos caras. r ·;·. -. lotas) adquieran la entidad de seres ideales o definidos, de modo
t'
que no sólo se suponga que hay proletarios en el mundo y trián-
1 4 ) Pero además, en fin, por otra parte (por la opuesta, en gulos lo mismo que moscas, sino que esto que está aquí sea un
cierto sentido), la Lengua tiene la posibilidad de volverse sobre sí �-·'
triángulo y consista en ser un triángulo, eso otro que ahí ves sea y
misma, tal como en esta aparente cara de la descripción lo viene consista en ser un proletario, y aquello que por allí pasa sea una
haciendo desde hace largo tato, esto es, la posibilidad de tomarse
�;,�t:;,.} mosca y consista en serlo.
� -:�: z
a sí misma como cosa de la que hablar; y en este caso, la significa­ P�.t
tw�;: 14 b) Así, en fin, será c6mo el Mundo, entre las otras cosas,
..

ción, que en 8b definíamos como el derecho a usarse una misma


palabra en determinadas situaciones, se convierte de derecho en :, ,:.{,j podrá tomar conciencia de este mismo proceso de la conciencia que
hecho: en efecto, el derecho a usar metalingüísticamente la palabra
selva, el derecho a no hablar de selvas o de la selva, sino de selva,
·
irF:}: en
#/r este número 1 4 estamos describiendo, y tomar de él conciencia
•gualmente como no puede menos de ser, co�o de una cosa del
consiste en la propia existencia real de la palabra selva; la preten­ i���:1, Mundo; será este el tercer momento (cfr. 11 c' y 1 3 ) en que nues­

·lf;tf'.l tra descripción del Mundo y la de la Lengua tiendan a confundirse·


��i
sión de la diferencia entre significado y significante, que en la lengua
ordinaria se mantiene, cuando en cambio decimos, por ejemplo, una. Pues, mir� da ya la fabricación de ideas o proceso lingüí� tico
en
«selva tiene cinco fonemas», pierde paladinamente todo su sentido. .��r como una cosa mas, .
cosa del Mundo serán ya la Lengua y las diver­
�' sas lenguas; y sobre esta Lengua, como ser real, histórico y social,
14 a) Ahora bien, el fundamento del sistema mismo de la Len­
gua (e.e., la necesidad de racionalidad del Mundo) no puede con­
��� · podrá la Ciencia del Mundo proceder a hacer observaciones como
. .
·�·!'.". las siguientes:
sentir tampoco que ese status excepcional de los entes lingüísticos ,{_' ·
se aparezca como tal excepción: habrá pués de restablecerse también
para esos casos la diferencia entre significante y significado que está
necesariamente postulada para el resto de las cosas. Esa restitución
del carácter significativo normal a los entes lingüísticos se revela en
el hecho de que, al decir cosas como «selva tiene cinco fonemas» o
266 Agustín García Calvo IX. Cosas y palabras, palabras y cosas 267

«Amor es un nombre muy hermoso» nuestro sistema ortográfico 7. Bien, pues ahí tenéis, querido muchacho y muchacha que­
tiende a emplear para esas palabras el subrayado, la letra itálica o las rida, la descripción o -acaso mejor dicho- las descripdoncs que
comillas: con esos procedimientos se sugiere que las palabras selva me pedíais; sin pelearos uno con otra y sin necesidad siquiera de
o Amor han de tomarse como si fueran puros significantes (como el comprar dos ejemplares del libro, podéis ambos dedicaros a su lec­
significado de la mención gramatical «selva» o «Amor» con que a tura, ora alternativa-, ora simultáneamente, y en este segundo caso,
ellos nos referimos). Así se habrá conseguido, por un lado, que los bien siguiendo con cuatro ojos a la par el texto, bien cogiendo la
términos gramaticales convivan fácilmente en el tesoro léxico con cinta cada uno por una parte, hasta que vuestros ojos lleguen a jun­
el resto de los otros términos , como una familia especial en todo tarse sobre el mismo punto, cosa que, dada la inevitable diferencia
caso, y que el lenguaje metalingüístico se mantenga después de todo de velocidades y de cansancios, habrá de suceder siempre, más tarde
en línea y orden con el resto del lenguaje. o más temprano; ni importa tampoco mucho que os equivoquéis
de cara y emprenda cada cual la descripción pedida por el otro, le­
14 a') Mas por el lado contrario, el resultado será que todos yendo tú, niña, la del Mundo, y tú, compañerito, la de la Lengua:
los otros vocablos y familias de voces del lenguaje habitual vengan pues al fin .y al cabo, ya sabéis que, tratándose de una cinta como
a asimilarse al lenguaje gramatical o metalingüístico, de modo que ésta, en verdad no hay dos caras, sino en todo caso una sola, en
no sólo la significación del «selva» o «Amor» sea un hecho (a saber, caso de que se pueda llamar una tan siquiera al número de caras que
selvtJ y Amor), sino que un hecho sea también igualmente el signi­ esta cinta tiene.
ficado de las palabras selva y Amor, y que todos los significados
corrientes vengan de hecho a tener una estructura o sér análogos a 8. Pero tampoco se os oculta, parejilla desparejada, que la
los de los significados metalingüísticos. Todo el Mundo o Sociedad descripción o descripciones no consiste simplemente en lo que dice
será ya significados de las palabras, tan fijos y definidos como las ni está tan sólo destinada a percibirse por la lectura, sino que ade­
palabras mismas; es decir, que todo el Mundo irá siendo de entidad más hay un deseo de que la forma misma en que se presenta, esa
lingüística y todo lenguaje un· metalenguaje. cinta que devanáis entre las manos, sea otra forma de la descrip­
ción, su forma directa, reproductiva, plástica, al modo que los mapas
14 b) Así, en fin, será, y sólo así, cómo el lenguaje podrá em­ trataban de representar las tierras o el globo terráqueo la Tierra
prender una descripción del Mundo (el lenguaje en tal trance es o el juego de las esferas armillares el Universo Mundo.
justamente lo que se llama Ciencia), con lo cual en cierto modo no
estará el lenguaje haciendo otra cosa que hablar acerca de su propia 9. Tal vez os parezca, a ti, juececillo barbiponiente, y a ti,
Lengua; de tal modo que éste será el tercer momento (dr. 1 1 e" y retoño de la severa Atena, que esto de recurrir, para contestaros
1 3 ) en que nuestra propia descripción de la Lengua tenderá a confun­ a los dos aparte y a la par, a la imagen y a los modelos geométricos
dirse del todo con nuestra descripción del mundo. Y así, si nos o topológicos y presentar una cinta de Moebius como la imagen
contentamos, a la manera de la Ciencia, con que valga por descrip­ del Mundo y Lengua y de las relaciones entre ambos es un recurso
ción del Mundo la descripción de la conciencia del Mundo acerca que tiene algo de escolar y de pueril; y puede ser. Pero ¿qué somos
de sí mismo o sea la descripción de los significados de la Lengua los griegos más que niños?
(Lengua que a su vez no por ello dejará de estar incluída en el
Mundo entero), puede nuestro lenguaje proceder a hacer acerca del 10. Bien os pediría, en todo caso, que agradecidamente reve­
Mundo observaciones como las siguientes : renciárais en este punto la memoria del claro sabio del espacio de
los astros y del espacio mismo, Augusto-Fernando Mobius ( 1790-
1868 ), que en una memoria a la Academia Francesa, que sólo tras
de su muerte pudo re-encontrarse, descubrió y desarrolló ante nues­
tros ojos la cinta maravillosa a la que su nombre está ligado. Pues
268 Agustín García Calvo

los hombres, ¡oh venturosas crías ! , según está ya escrito en la


manera en que estructuran sus vocales y sus consonantes, no saben
pensar apenas más que por vía de geometría (como astutamente lo
suponía el tirano de las Ideas cuando puso a la puerta de la Aca­
demia su letrero), y es bien de agradeéer cualquiera que, después
de tanto estar sometido el Mundo a la línea del Tiempo y al círculo
y a la esfera, aporta un modelo nuevo de espacio y de pensamiento,
aunque nada más sea para ayudar a la rotura y liberación de los
modelos establecidos.

1 1 . Es verdad que todavía esa banda en que os dejo escrita la


.

descripci6n del Mundo y de la Lengua, si bien en verdad no tiene


más que una cara ni más arista que una sola, sin embargo aparente­
mente (y por tanto, en realidad: pues bien palpable que sentís esa
apariencia) continúa teniendo aún dos caras limitadas por dos aris­
tas. Mas no os pese tampoco de semejante contradicción o contra­
riedad: pues es en ella justamente en lo que la cinta se me antoja
que viene a ser la más luminosa representación de la contradicción
entre verdad y realidad que constituye nuestro mundo.

12. Mas si a pesar de todo añoráis vosotros todavía, hijo del


Mundo, hijita de la Lengua, .la situación en que realmente la apa­
riencia de las dos caras haya desaparecido y la descripción de las
dos cosas pueda con verdad ser una sola, pues que de tal modo
las dos cosas habrán dejado de ser dos que no podrán ya ni siquiera
ser tampoco una sola . . . , ¿cuándo pués la apariencia de dos caras
se habrá esfumado en la realidad, cuándo el mundo y la lengua ha­
brán dejado de parecer dos, de sostener con su dualidad la unidad
real y mentirosa, cuándo la realidad será verdadera o la verdad real?
A eso, muéhachos, sólo aquí podría contestaros una cosa: que ello
habrá de ser el mismo día que el hermano y la hermana duerman
juntos, y al despertarse contra la mañana se sonrían con la misma
sonrisa el uno al otro.
X

* NOS AMO, * ME AMAMOS

1 . Hacía tiempo que veníamos pensando que el uso de los


pronombres personales no podía menos de ser la más directa vía
de penetración en los misterios de las relaciones entre la subjetivi­
dad parlante y los objetos de su hablar, aquello a lo que se dirige
y aquello de lo que trata; asimismo de las relaciones entre el as­
pecto psíquico individual y el aspecto social del ser, por un lado
a través de la oposición entre YO y TU, por otro a través de la

oposición entre YO y NOSOTROS; y en fin, de las relaciones entre


los entes gramaticales de la fórmula lingüística y de la acción en
general, esto es: Sujeto y Objeto del verbo (para las lenguas que
conocen verbo) / el Hablante o su Interlocutor y la Cosa de que
se habla / el Agente de las acciones y el Objeto de las acciones.

2. No dejábamos de observar que lo primero que solicitaba


atención era el hecho mismo de que el uso de los pronombres per­
sonales (siempre uno de Primera y otro de Segunda, más uno o dos
de Primera Plural y uno o dos de Segunda Plural) sea uno de los
universales lingüísticos más evidentes : no se sabe de lengua cons­
tituída alguna que no conozca esa categoría de palabras o morfemas;
y al mismo tiempo no se ve razón alguna para ello que estribe en
la constitución misma de la lengua humana (como puede haberla
para el universal lingüístico de la estructuración de la lengua en
los dos planos de articulación, fonémico y semántico ): basta con
considerar el lenguaje de los niños, generalmente en los primeros
meses después de cumplir el año, en que el uso de los pronombres
y morfemas de Primera y de Segunda no aparece, y las predicaciones
amo, * me amamos
270 Agusdn García Calvo X. * Nos 271
se producen sin dificultad en cada caso («El niño (YO) rompió el ante ellos. Esta evidente dificultad para la conciencia de la prohi­
tiesto», «Mamá (TU) coge al niño (ME)»). De manera que, no bidón nos parecía que debía contarse también entre los rasgos sig­
siendo los personales inherentes al sistema de la lengua misma, ofre­ nificativos del fenómeno.
cían todas las probabilidades de poder revelar algo universalmente
valedero con respecto a la inserción de la lengua en la sociedad. 5. Pues es lo cierto que, por otra parte, no parecía la prohi­
bición algo tan 'natural' y va-de-soi que su evidencia misma dificul-.
3. En estas reflexiones, fué el pasado año de 1968 cuando nos tara su consciencia : en efecto, por un lado, gramaticalmente, no se
apercibimos de que había en la lengua establecida una peculiar in­ veía cómo podía estar fundada la prohibición en la aplicación de
terdicción para el uso combinado en una misma predicación de los otra regla sintáctica más general, ya que lo mismo me que nos, eran
personales de singular y de plural : a saber, que en una oración en tan legítimos empleados reflexivamente («Me retrato», «nos retra­
que YO es el Sujeto NOS no puede ser el Complemento (Directo tamos») como empleados para objetos de cualesquiera otros sujetos
ni Indirecto), y en una en que el Sujeto es NOS no puede ser el («Nos retrató», «Me retrataron», etc.); y por otro lado, nada, al
complemento YO. Prohibido está decir *«Nos voy a retratar cenando parecer, en las realidades extralingüísticas parecía impedí r que se
en el jardín», *«Nos considero incapaces de terminarlo», *Nos com­ concibieran y se realizaran los procesos cuya formulación con YO/
pré un helado a cada uno», y prohibido, desde luego : *Me frotamos NOS y NOSOTROS/ME se prohibía rigurosamente: nada más fac­
bien con estas toallas», *«A mí, todos de acuerdo, me excluímos tible, en efecto, que hacer yo un retrato de todos los que aquí esta­
de la expedición» *«Me vamos a ejercitar en montar a caballo», mos, yo incluído; que yo considere que todos nosotros somos inca­
*«Me habíamos destinado por sorteo la que íbamos a designarme paces, que salga yo contigo de paseo y adquiera un helado para
como pareja para el baile». cada uno de nosotros, que vosotros y yo nos dediquemos los tres a
frotarme el cuerpo, que, reunidos vosotros y yo, decidamos de común
4. De inmediato comprobamos que la prohibición no era en acuerdo que yo no debo participar en la expedición, que yo me
modo alguno propia del español, y que regía igualmente en todas adiestre en la equitación teniendo por adiestrador á Jorge, que haya­
las lenguas dotadas de verbo, muertas y vivas, en que estaba a nues­ mos decidido todos nosotros en un sorteo cuál es la muchacha que
tro alcance hacer la comprobación. Y dada la evidencia de seme­ vamos a proclamar como compañera mía para el baile, son cosas
jantes interdicciones, una de las primeras anotaciones que acompaña­ todas ella que pueden suceder de la manera más licita y trivial. Hay
ron la observación consistía en un cierto asombro de que ni los tra­ incluso un campo, como me hace notar una de las estudiantes que
tados de gramática parecieran haberlas nunca formulado y que, co­ aceptaron participar en la experimentación con los sintagmas prohi­
rrespondientemente, no pare<:ieran las contravenciones presentarse ni bidos, en que ese tipo de relaciones de las personas con la acción
siquiera como falta gramatical, ya de los niños o ya de ámbitos dia­ no sólo es posible, sino el propio y recomendable: a saber, en el
lectales o idiodialectales. Y esa advertencia se confirmó cuando, ya psicoanálisis, que, según las prescripciones del fundador, no puede
en París a lo largo del año 1969, al exponer la observación de llevarse a cabo sino en la colaboración y diálogo del paciente y el
aquellas prohibiciones en algunos círculos de amigos y estudiantes, anafista, de tal modo que lo único legítimo es que el paciente diga:
vimos cómo se recibía con una especie de estupor y con frecuencia 1'«Me estamos psicoanalizando», y *«En la sesión de hoy nos he
incredulidad (dirigida a los dos extremos : o bien que se trataba de opuesto un nuevo tipo de resistencias».
simples faltas gramaticales, o bien que no había tal interdicción, que
tales cosas se decían de hecho), seguidos de una especie de obsesión 6. Junto a esta observación, no tardábamos en añadir las tres
sintagmática que hacía que durante una temporada se encontraran siguientes: una, que entre los dos sintagmas prohibidos, el del tipo
por doquiera en los círculos estudiantiles de París gentes dedicadas *nos amo y el del tipo *me amamos, hay una diferencia bastante
a introducir en la conversación los esquemas *«Je nous aimei., perceptible en el grado de rigor de la prohibici6n, en el sentido de
*«Nous m' aimons», y a observar las reacciones de sus prójimos que, si bien ambos son propiamente inadmisibles y de ordinario no
272 Agustín García Calvo
X. * Nos amo, * me amamos 273
se presentan nunca, si intencionadamente se introduce el primero
en la conversación o la escritura, tiene más probabilidades de pasar sario del semantema verbal para que la frase diga, aunque sólo sea
desapercibido y sin llamar la atención de los oyentes o lectores que en general, aquello para lo que se dice; no en cambio cuando se
si se intenta hacer lo mismo con el segundo tipo. En el texto de trata de un aditamento, más o menos accesorio, de la predicaeión
uno de los ensayos que anteceden a éste en esta colección, el de que ya en otra parte está en general hecha ( «Traigo libros para todos
«Sobre la realidad o de las dificultades de ser ateo», se han intro­ nosotros»; reductible a «Traigo libros; hay para todos nosotros»)
ducido un par de ejemplos de cada uno de los dos tipos; el leétor o cuando la locución pronominal es el verdadero Sujeto de la pre­
puede considerar retrospectivamente hasta qué punto llegó a su per­ dicación, en el sentido de topic o tema sobre el que va a versar la
cepción consciente cada uno de los casos y cuáles fueron sus reac­ predicación («En mí no descubrimos nada»; reductible a «En lo que
ciones ante cada uno de ellos. a mí respecta, no descubrimos nada») o cuando la locueión prono­
minal es el verdadero predicado o punto activo de la información
7. La segunda observación, que la prohibición no alcanza igual­ («Todas estas moras las hemos cogido para mí solo», que es res­
mente al empleo de los pronombres en los casos en que no están puesta de la pregunta «¿Para quién hemos (o habéis) cogido todas
éstos ligados inmediatamente al verbo : así, desde luego, no se da estas moras?»). Es cierto que, dada la penuria de normas claras y
cuando uno de ellos es determinante de un nombre (como Geni­ propiamente gramaticales para distinguir entre lo sinsemántko y lo
tivo o Adjetivo Posesivo): «Ya veo nuestra casa», «Esta propuesta que no lo es, estas interdicciones justamente pueden, al revés, uti­
mía no la hemos discutido suficientemente»; pero tampoco con los lizarse como un excelente criterio para establecer la distinción.
casos llamados circunstanciales («Realizando todos conjuntamente un
somero psicoanálisis de cada uno, en mí no descubrimos nada que 9 . La tercera observación, en fin, se refería a la extensión de
respondiera a tal esquema»), ni aun con el llamado Dativo con para las interdicciones a los pronombres de las otras personas. En cuanto
del español (« ¿Es que hemos cogido para mí solo todas estas mo­ a la segunda, se ve inmediatamente que la regla rige lo mismo que
ras?», frente al imposible *«Muchas moras me hemos cogido hoy»), para la primera (prohibición de *«Üs vas a retratar», *«Os consideras
mientras que en cambio la construcción con con sí parece estar pros­ incapaces», *«Üs compraste un helado a cada una», *«Te frotáis
crita : *«Y si decís que esa es nuestra opinión, yo no estoy de bien con la toalla», *«A tí te excluísteis de la expedición», *«Vais a
acuerdo con nosotros», *«Como grupo, no nos entendemos con ejercitarte», *«Te habíais destinado por sorteo la que íbais a desig­
cada uno de nosotros: no nos entendemos conmigo, por ejemplo». narte como pareja»; y continúese la transferencia a segunda con los
Compruébese el grado de interdicción con otras construcciones: «Me demás ejemplos que hasta aquí se han dado).
encuentro bien entre nosotros», seguramente prohibida, pero no el
10. No es fácil distinguir de primera intención si entre las in­
especial sintagma «Entre nosotros os diré que . . . », que es sólo una terdicciones de primera y segunda hay un orden jerárquico, esto es,
modificación de «Entre nosotros, os diré que . . . »; «Con vosotros si la prohibición es fundante en la primera persona y fundada o ana­
voy, pero allí queda mi corazón: no sólo nos alejamos de mi tierra: lógica en la segunda. Que así sea sólo podemos deducirlo de la con­
nos alejamos de mí mismo». sideración general de que la segunda persona es una transferencia
o reproducción de la primera, según tratamos de exponer en el en­
8. Parece pués que lo que determina la interdicción es el sayo sobre «YO /TU»; partiendo de tan frágil prejuicio, trataremos
modo en que el pronombre-objeto se relaciona con la acción, que es
más adelante de analizar el fenómeno de la interdicción en relación
lo que en lenguas como el español se refleja en determinados módu­ con el papel del Hablante en el discurso, pensando que, desde luego,
los sintagmáticos de régimen pronominal del verbo. El sintagma si respecto a él se explica de algún modo, la transferencia al caso del
queda prohibido cuando el pronombre objeto se relaciona con el Interlocutor es automátiea .
verbo de la manera que podemos llamar sinsemántica, es decir, de
ta] manera que el complemento del verbo es un determinante nece- 1 1 . En cuanto a los pronombres que se designan de ordinario
como plurales (o duales), bien será que ya desde este punto recor-
274 Agustín García Calvo X. * Nos amo, * me amamos 275

demos que lo que ofrecen las diversas lenguas son las siguientes po­ . que yo os arraso las tierras (OS= VOSOTROS Y LOS OTROS RO­
sibilidades: para la Primera, una duplicidad entre un NOS inclusivo MANOS): sois vosotros, senadores romanos aquí presentes (VOS =

del Interlocutor (Nos= YO + VOSOTROS o TU) y un NOS ex­ = TU + TU + . . . ), los que os arrasáis las tierras (OS VOS +
=

clusivo o más bien neutro (NOS= YO+ OTRO( S ), sean estos otros + OTROS) a todos los romanos.»
ELLOS o ELLOS + VOSOTROS), duplicidad que igualmente pue­
de darse en el dual (un NOS-AMBOS = YO + TU frente a un
12. Más nos importa, sin embargo, examinar cuál es la rela­
NOS-AMBOS = YO + OTRO ); y para la Segunda, una posible
ción entre las interdicciones de Primera (y Segunda) Persona con
oposición entre un VOS propiamente plural de TU (VOS = TU +
el campo de las Terceras personas, es decir, como se sabe, el campo
+ TU + . . = todos aquellos a los que dirijo la palabra), tipo de
.

no personal o término no marcado respecto a la noción de Persona,


pronombre del que no se conoce correspondiente para la Primera
aquél en que no figuran dentro del discurso el Hablante (ni el In­
(aunque teóricamente un coro cantando o un ejército entonando la
terlocutor) del acto del discurso. Aquí las lenguas del tipo del español
marcha militar podrían dar lugar al empleo de tal pronombre), y un
conocen, por un lado, un pronombre, SE, que respecto a un Sujeto
VOS = TU + OTRO( S), oposición igualmente posible con el dual
singular indica su repetición como Objeto, la reflexividad, y respecto
(VOS-AMBOS = TU + TU frente a VOS-AMBOS = TU +
a un Sujeto plural indica su repetición como Objeto de una de dos
+ OTRO). No está a mi alcance realizar cumplidamente la com­
probación de cómo la prohibición se aplica a la combinación de YO maneras: o bien correlació� término a término entre los términos
o de TU con cada uno de los tipos de 'Plural' (o Dual) correspon­ idénticos de Objeto y de Sujeto, pluralidad de la reflexividad («Se
diente, así como a la combinación entre sí de los dos tipos de 'Plu­ rascan la nariz» : se entiende, sin más, que cada uno la suya), o bien
ral' (o Dual) o de los de Dual con los de 'Plural'; únicamente, res­ correlación entrecruzada entre los varios términos, reciprocidad («Se
pecto a esto último, que no parece tampoco que en griego ni en in­ rascan la nariz»: es preciso añadir «los unos a los otros» ; si bien
dio antiguos pueda combinarse el Sujeto dual (de Primera o Segunda) habría casos, como la recíproca «Paedicantur», en que se impondría
con el Objeto plural (de Primera o Segunda), ni viceversa, así como el valor recíproco por la fuerza misma de los hechos); y conocen ,
la combinación de EGO con dual NOI o de SY con dual SPHOI por otro lado, otras formas pronominales (LO/LE//LA///LE///
está igualmente proscrita que la de EGO con HEMEIS o la de SY LOS/LES//LAS///LES) para referirse a Objetos distintos del Su­
con HYMEIS. Pero bien de apreciar sería para la continuación de jeto. Es sabido que en esas lenguas tal duplicidad está limitada a la
este estudio que los conocedores de las lenguas en las que se da la 'Tercera', es decir, que ME (y lo mismo TE) corresponden igualmente
dualidad de Primeras o Segundas en 'Plural' aportaran precisiones a SE que a LO/LE//LA///LE, NOS (y lo mismo OS) igualmente a
sobre las maneras en que la interdicción se aplica en esos casos. En SE (reflexivo o recíproco) que a LOS/LES//LAS///LES, si bien sa­
especial sería de atender a la posibilidad de casos en que se com- · bemos de otras lenguas en que el mismo reflexivo del tipo SE se
binara un Plural (o Dual) comprensivo de Primera + Segunda con aplica igualmente para la Primera y la Segunda, en tanto que ME, TE,
uno comprensivo de Primera + Tercera, de modo que la relación no NOS, OS quedan reducidos a la función no reflexiva.
fuera ni de reflexividad ni de reciprocidad: el Hablante, que se sabe
amado por el Interlocutor, pero que ama a su vez a un Tercero, se
13. Pero lo que aquí interesa anotar es que en las lenguas de
dirige al Interlocutor para exponerle este malaventurado entrecruce
una organización como la del español los valores de SE y de LE, etc.,
de afectos : «YO + TU LO+ ME amamos»; o bien el Hablante,
son mútuamente excluyentes; es decir que o bien el Objeto es d
amado por un Tercero, dirige al Interlocutor, a quien ama, esta de­
mismo que el Sujeto (en relación reflexiva o recíproca) o bien es
clararación triangular: «ELLA + YO ME + TE amamos»; y asimis­
mo sería de atender a la combinación de un Plural ( o Dual) de distinto, pero ni hay otro pronombre previsto para el caso de que d
Segundas personas con un 'Plural' comprensivo de Segundas( s) + Ter­ Objeto sea el Sujeto + otro(s), o viceversa ni pueden para ese caso
cera(s): habla Hanfbal a una embajada de senadores romanos : «Decís emplearse ni SE ni LE, etc. Esto es, por desarrollar aquí el cuadro
276 Agustín Garda Calvo X. * Nos amo, * me amamos m

completo de las posibilidades gramaticalmente formulables y pros­


critas: 10) *Se+le
muerden
SUJETO SINGULAR la cola (Reflexivo y no
reflexivo

¡
o indife­
rente a la cues­
1) :�amuerde la
(Reflexivo) 11) •se+les
tión de reflexivi­
dad)
muerden
la cola
2 ) Le muerde la
cola
(No reflexivo) 12) *Se+le
muerden
3 ) Les muerde la la cola (Recíproco y no
cola recíproco o indife­
rente a la cues­
tión de reciproci­
1.3) *Se+les dad)
4 ) •se+le muer- muerden
(Reflexivo y no

l
de la cola la cola
reflexivo o indife-
rente a la cues-
tión de refl.exivi-
5 ) *Se+les muer- dad)
de la cola (Reflexivo y reci­
proco al mismo
14) •se+se
tiempo o caso de
muerden
confusión entre
reflexividad y re­
la cola
SUJETO PLURAL ciprocidad)

6 ) Se muerden la / (Reflexivo múlti-


cola ¡ ple)

14. Como se ve, lo que está prohibido es la formulaci6n, en una


7 ) Se muerden la j( (Rec1proco
, )
misma predicación, al mismo tiempo, de la relación reflexiva (o recí­
cola proca) y de la relación con d Objeto 'externo' (como también la re­
lación reflexiva y la recíproca al mismo tiempo). Ahora bien, ¿cuáles
son las correspondencias establecidas entre el campo no personal y
8) Le muerden la los campos de Primera y de Segunda personas, tales como se aplica­
cola
carían a los esquemas anteriores? Veamoslas en el siguiente cuadro:
(No reflexivo ni
recíproco)
9 ) Les muerden PRIMERA PERSONA SEGUNDA PERSONA
la cola
1 ) Se muerde la cola Me muerdo la cola Te muerdes la cola

2) Le muerde la cola Le muerdo o Le muerdes o


te muerdo la cola me muerdes la cola
278 Agustín García Calvo X. * Nos amo, * me amamos Z'/9

PRIMERA PERSONA SEGUNDA PERSONA los, las, les), en la Primera y la Segunda una sola forma, me o nos,
3 ) Les muerde la cola Les muerdo u Les muerdes o te u os, sirve al mismo tiempo para la indicación de se, reflexividad
os muerdo la cola nos muerdes la cola (o reciprocidad) y para la de lo (la, le, los, las, les), Objeto externo,
estaríamos tentados de deducir sin más que aquí está el fundamento
4) *Se+le muerde la *Nos ( = me+ le) o ?Nos (=me+te) muer­
cola *nos (=me+te) muerdo des la cola u (por tanto, gramatical, al fin y al cabo) de la prohibición de los sin­
la cola *Os ( =te+le) muerdes tagmas *Nos muerdo, *Os muerdes (casos 4 y 5), así como los casos
la cola de prohibición señalados en 10, 1 1 , 12 y 13, indicarían, para las len­
.5) *Se+les muerde la *Nos (me+les) o ?Nos (me+os) o guas que conocen dos tipos de Primera o de Segunda Plural, la pro­
cola *nos (me+os) o ?nos (nos+te) o bable interdicción del uso simultáneo (en una misma predicación)
*nos (me+te u os+le o ?nos (me o nos+te u
les) muerdo la cola os+le o les) muerdes la
de los dos tipos de Primera o de los dos de Segunda. De manera que
cola u la prohibición de *Nos muerdo y *Os muerdes resultaría de la sim­
•Os (te+les) muerdes la ple aplicación de una norma más general que podría enunciarse así:
cola
Instituido en una lengua un morfema de relación reflexiva ( o recí­
6) Se muerden la cola Nos mordemos la col.4 Os mordéis la cola proca) y otro de Objeto externo, no pueden ambos emplearse simul­
táneamente (en la misma predicación). Y nada nos parecería más
7) Se muerden la cola Nos mordemos la cola Os mordéis la cola
nqrmal que encontrar fundada la regla de Primera y Segunda en una
8) Le muerden la cola Le mordemos o Le mordéis o regla del campo no personal, puesto que tendemos a imaginar éste
'te mordemos la cola me mordéis la cola
(la Tercera Persona) como el grado cero, término no marcado, co­
9 ) Les muerden la cola Les mordemos u Les mordéis o mún o general, y es justo encontrar en él los fundamentos de lo que
bs mordemos la cola nos mordéis la cola sin más se aplica en los términos marcados de Primera y de Segunda.
10) *Se +le muerden la *Nos+le o *Os+le o 16. Ahora bien, en primer lugar, esto sólo nos daría razón de la
cola *nos+te mordemos la ?nos ( =me+os) mordéis
cola la cola interdicción *Nos amo, *os amas (junto con otras peculiares para
lenguas con dos tipos de Primera o Segunda Plural o con Dual), pero
*Nos+les o *Os+les o
1 1 ) *Se+les muerden la
?nos ( = me o nos+os) o
dejaría fuera la otra, *Me amamos, *te amáis, que en el § 6 nos pa­
cola *nos+ os o
*nos+te u os+le o ?nos ( =me o nos+ os+ recía aún más rigurosa. En efecto, en los esquemas anteriores ha­
les mordemos la cola le o les) mordéis la cola bíamos omitido una peculiar posibilidad: en sus dibujos con fre­
*Os+le o
cuencia varias bocas (Sujetos-agentes) participaban de una misma cola
12) *Se+le muerden la *Nos +le o
cola *nos + te mordemos la ?nos (me+os) mordéis (Objeto) y varias colas eran alcanzadas por una misma boca; pero
cola la cola que al mismo tiempo la boca y la cola de un mismo ser se en­
13) *Se+les muerden la *Nos+les o *Os+les o contraran con un otra u otras bocas era algo que sólo nos sucedía en
cola *nos+os o ?nos (=me o nos+os) o el caso 14, donde en cambio les sucedía de ese modo a todos los seres
*nos+te u os+le o ?nos ( =me o nos+os+ participantes; ¿qué hay cuando sólo le sucede a uno de los seres?
les mordemos la cola le o les) mordéis la cola
Héla aquí la nueva posibilidad, que numeramos, por motivos evi­
14) *Se +se muerden la "Nos+nos mordemos la *Os+o.r mordéis la cola dentes, como suma del caso 1 más el 2 más el 8:
cola cola

1 5 . Vemos pués que, en general hay una correspondencia entre


1 +2+8) Se muerde+le muerde(n) la
las interdicciones para Sujetos de Primera o de Segunda y las que en cola
el § 13 descubríamos para el campo no personal de la formulación.
En vista de lo cual y dado que, frente a la doble forma se/lo (la, le,
amo, amamos
280 Agustín Garda Calvo X. * Nos * me 281
Pues bien, hay que notar que en este caso la situación es otra: no deba esperarse que las reglas y prohibiciones que rigen para el uso
se resolvería por una fórmula se + le muerde(n), ya que aquí son de los personales (de Primera o de Segunda) estén fundadas en re­
los Sujetos los que tendrían que sumarse, acarreando, por supuesto, glas generales de la predicación no personal. Pues si es cierto que ésta
secundariamente la suma se + le; así que, en tanto que un ELLOS, constituye el campo general o no marcado de la predicación, también,
un Sujeto plural, puede en general obtenerse por la suma de varios en otro sentido, el campo de los personales es más elemental o pri­
EL que participen de una misma operación (predicación), en cambio mario que el de la predicación -digamos- pura, menos diferencia­
no puede aplicarse el procedimiento cuando uno de los EL funciona do del campo de las acciones o los hechos en general, en cuanto que
al mismo tiempo como Objeto, lo cual parece gramaticalmente_ condi­ en él se mantiene, dentro de la formulación verbal, la alusión a las
cionado, puesto que se crearía una confusión insuperable, lo mismo condiciones de producción de la fórmula como acción; y es ese
diciendo Le muerden la cola que diciendo Se muerden la cola, dado campo, sin duda, el que de muchos modos ha condicionado las for­
que los términos de la oposición 'Reflexividad (reciprocidad) / Ob­ mas y las reglas que rigen en la predicación pura. El sistema de los
jeto externo' son mutuamente excluyentes, y ni el SE puede menos pronombres, y en especial de los personales, se aparece en todas las
de recoger todo el Sujeto ni el LE puede incluir parte alguna del lenguas como una especie de arcaísmo pervivente dentro del sistema
Sujeto. De manera que a la regla formulada en el § 15 habría que gramatical total. En las lenguas indoeuropeas, las formas y la crea­
añadirle el siguiente corolario: En consecuencia, no cabe hacer si­ ción misma de los pronombres llamados de Tercera persona, y con
multáneamente una predicación acerca de un Sujeto que diera lugar ellos los morfemas de reflexivo, aparecen como influídos y fundados
al empleo del morfema reflexivo y de otro Sujeto que exigiera el del por el sistema de los personales; y no sólo eso, sino que la propia
morfema de Objeto externo. flexión verbal, con sus personas, sus números, y en parte también
sus voces y sus modos, surge y funciona sobre el sistema de los per­
17. Pero véase ahora la transferencia de este caso al campo de sonales; ¿y no se nos muestra el Imperativo como la forma nuclear,
la Primera Persona o de la Segunda: por así decir, de todo el verbo indoeuropeo?
1 + 2 + 8) Se muerde+le *Me mordemos *Te mordéis
muerde(n) la (YO+ÉL O ELLOS o+TÚ (Tú+vosOTROS o TÚ+ÉL 19. Tenemos pués que contemplar la posibilidad de que sean,
cola o VOSOTROS o + ÉL o o ELLOS) la cola
a la inversa, las prohibiciones *Me amamos (*te amáis) y *Nos amo
ELLOS +TÚ o VOSOTROS)
la cola -(*os amas) las que hayan hecho que rijan aquellas reglas generales
(cfr. § § 14, 1 5 y 16) de interdicción de la combinación simultánea
Sucede en la transferencia que el corolario razonado en el § 1 6 ca­ de la reflexividad y la relación con objeto externo. Ellas sedan tam­
rece de fundamento, por la misma diferenda entre los morfemas bién, de paso, las responsables de que en las lenguas indoeuropeas
personales de singular y de plural: en efecto, al emplear en mor­ no se haya creado una oposición Singular/Plural en el Reflexivo: en
demos el morfema de Sujeto Plural, está claro que YO estoy como algún momento algún dialecto griego, como sobre todo el ático clá­
agente (Sujeto) en la operación (predicación), y al emplear en me el sico, tendió a espeéializar el pronombre de tema SPH- (Ac. SPHAS,
morfema de Objeto Singular, está claro que YO y sólo YO soy el D. SPHISI, G . SPHON) como reflexivo plural (con grandes vaci­
Objeto; y análogamente para el caso de *Te mordéis. De manera laciones, y sobre todo para la anáfora en oración dependiente, lo que
que sólo por una férrea fidelidad analógica al caso de la imposibilidad llevó a la creación de un N. SPHEIS), así como a regularizar el uso
de suma en una predicación de Se muerde y Le muerde(n) (siendo del morfema AYTON, etc., aplicado a los personales como indicador
se igual y no igual a le) se aplicada aquel corolario a los casos *Me reflexivo universal (en la 'Tercera' HEAVTON, etc.), uso que se
mordemos, *Te mordéis. perdió bien pronto; y sin embargo, esa oposición Singular/Plural
en el Reflexivo permitiría en la 'Tercera' la eliminación de las dificul­
18. Es éste sólo un elemento de duda respecto a la explicación tades por ambifología para la suma se + le, y dejaría el campo de la
apuntada en el § 15 y respeeto al hecho mismo de que en general 'Tercera' en la misma posibilidad para la formulación de predicado-
282 Agustín García Calvo X. * Nos amo, * me amamos 283

nes correspondientes a los tipos *Me amamos, *nos amo; ni encuen­ �


da ente tal vacilación, tanto más cuanto que esa 'parte de la ora­
tro, por lo demás, para el ático ejemplos de predicaciones como ció 1\predicativa, el verbo, ha venido a ser para nuestras mentes
"'HEAVTON HEILONTO (se + lo eligieron a él mismo) ni semanticamente mirada como 'la palabra de la acción' o 'la palabra
"'HEAYTOVS HEILEI'O (*escogi6 a sí mismos). del tiempo' (Zeitwort). Tenemos, pues, que hacer un esfuerzo por
salirnos de tales condicionamientos y averiguar si la identidad que
20. No encontrando pués ningún fundamento claro para la in­ condicionaba la incompatibilidad de NOS(OTROS) con YO/ME es
terdicción en la relación asociati\l'a (paradigmática, analógica) que nos la identidad del acto verbal en que se pronuncian o la identidad de
permitiera reducir esa interdicción a otras más generales, tenemos que las personas que en la acción referida toman parte; si la simultaneidad
dirigir ahora nuestra búsqueda a las relaciones sintagmáticas, a los a que aludimos se refiere al tiempo de la acción que ellas realizan o
contextos. Hemos pués de determinar con precisión bajo qué con- al tiempo en que la fórmula se pronuncia.
diciones o en qué circunstancias la interdicción se aplica. .
'24. Lo primero parece que podría ser examinar qué pasa en la
21. La eondición más necesaria ya nos hemos visto obligados a predicación sin verbo. Aun siendo un tipo más bien raro en lenguas
formularla en varias ocasiones: «al mismo tiempo», «refiriéndose como la nuestra, no lo es tanto que no podamos preguntarnos qué
a una misma operación», «en una misma predicación». Incluso (v. § § va a pasar cuando intentemos transferir a la Primera una fórmula
7 y 8) habíamos tratado de determinar los límites de simultaneidad tan usual (y quizá tan pertinente al núcleo mismo de nuestra inves­
o identidad en que rige la interdicción, acudiendo a la noción de tigación ) como aquella de «Todos para uno, uno para todos.» En
sinsemanticidad ; partiendo de que en las formas personales amo efecto, parece que lo que resulta es lo siguiente : «Nosotros para mf,
(amas), amamos (amáis) el Sujeto es siempre sinsemántico con el yo para nosotros»; y la fórmula, desde luego, resulta para nuestro
verbo, la prohibición regía cuando a su vez el morfema de objeto sentimiento tan proscrita como si se dijera con predicación verbal
nos (os), me (te), con nos(vos-}otros, conmigo (-tigo), etc., era *«Me ayudamos y nos ayudo.» De manera que no parece que la
a su vez sinsemántico con el mismo verbo. predicación verbal sea necesaria para que se produzca la interdicción;
y hasta el momento las observaciones en lenguas en que la predica­
22. Pero es preciso ahora que veamos con claridad en qué con­ ción no verbal es más frecuente y en lenguas sin verbo no haée sino
siste ese elemento de simultaneidad o de identidad de la operación confirmarnos en que basta la pai:titcipación de NOS(OTROS) y
o la predicación que condiciona la incompatibilidad de YO con NOS YO/ME en una misma predicación, como Sujeto o en otras fun­
o de NOSOTROS con ME, cuál es el sentido del signo + al que he­ ciones cualesquiera, para que la ley de la prohibición actúe.
mos acudido a lo largo de los esquemas anteriores.
25. Cierto que podría notarse que, al hacer la transferencia a
23. Por varias veces hemos vacilado, al aludir a esa simulta­ Primera de «Todos para uno, uno para todos», en realidad hemos
neidad, entre decir «la misma operación» o decir «la misma predi­ hecho demasiado: hemos hecho una doble transferencia, al transferir
cación», esto es, entre establecer la simultaneidad en lo real o en lo al mismo tiempo al «Uno» en YO y al «Todos» en NOSOTROS:
verbal (como correspondientemente puede vacilarse entre decir «Su­ hemos transferido, al parecer, a dos planos diferentes, al mundo del
jeto de la predicación» y «Agente de la operación», y el término YO y al mundo del NOSOTROS, cuando bien podíamos habernos
'Objeto' es igualmente amhiguo entre «Objeto o paciente de la ope­ contentado con una sola transferencia: o bien al mundo dd YO,
ración» y «Morfema de caso oblícuo de la predicación»); la constitu­ «Todos para mí, yo para todos», o bien al del NOSOTROS, «Todos
ción de lenguas como el español o las indoeuropeas modernas en ge­ nosotros para cada uno, cada uno para todos nosotros.» Por eso,
neral, donde hay una 'parte de la oración', el verbo (personal), que muy precavidamente, aquel que compuso una de las canciones que
sólo puede funcionar como predicado, y donde por tanto la predi­ estos años cantamos en común cuando andamos metidos en alguna
cación por excelencia ha venido a ser la verbal, condiciona profun- de las acciones de rebeli6n conjuntas se libró de la dificultad por el
284 Agustín García Calefo ::(\, * Nos amo, * me amamos 285

expediente de introducir un interlocutor, un «Madre» en Vocatjvo, 5;V


no tros también»; ni cuando dice empleando el YO «Vuela, paloma,
que le permitía hacer sólo una transferencia (al plano del YQ) y y dt ,que no, J que así que no trabajo yo» o bien «Me hallará la
dejar consiguientemente al NOSOTROS en un ELLOS: «A la huelga muerte. . . Formaré junto a mis compañeros . . . Si te dicen que caí, me
cien, a la huelga mil, / yo por ellos, madre, y ellos por mí.» fuí», tampoco es de sí mismo, coro, de quien habla, sino que se
trata de una situación de compromiso individual múltiple, más bien
26. Parece pués que lo que este incidente nos va más clara­ semejante a la que hace que en la prestación del juramento militar
mente revelando es que hay dos planos de expresión del Hablante, la multitudinaria respuesta deba propiamente ser «Sí juro», aparte
dos modos de introducción del Hablante en su discurso («dos mun­ de que en este caso la acción Consiste en la pronunciación de la pa­
dos» nos hemos alargado a decir en el § precedente), y que esos dos fabra misma, es decir, que no hay propiamente referencia lingüística
planos son incompatibles entre sí: que puede saltarse del uno al otro, a ninguna acción. En cuanto al caso, más cercano al de un coro que
pero no estar en ambos al mismo tiempo. (A propósito de lo cual no habla de su propia acción, que se da en la canción de los que van a la
será mal que recordemos la regla general de que si dos cosas son huelga, hemos visto en el § 25 la especial salida del compromiso
incompatibles ello quiere decir que son intercambiables o equivalentes entre las dos formas. De todos modos, en los casos en que la situa­
entre sf.) ción sea más clara (un escuadrón de caballería que galopa bajo el sol
cantando «Trescientos soles implacables / llevamos presos en los sa­
27. ¿Esto, a su vez y nuevamente, quiere decir que es impo­ bles / al galopar bajo este sol» o una procesión que, moviendo in­
sible que yo y nosotros participemos simultáneamente en una acción censarios y derramando flores, entona algo como «Para Ti. hemos cu­
común?, ¿que cuando en ella estoy actuando yo, no estamos actuan­ bierto las calles de flores, / para Ti hemos llenado de incienso los
do nosotros, y cuando nosotros estamos actuando, no estoy actuando aires»), apenas puede entre nosotros concebirse más que el empleo
yo? ¿O quiere decir más bien que lo que no se puede es hacer re­ del NOSOTROS.
ferencia a dicha actuación o situación con una fórmula de YO y de
NOS simultáneamente?, ¿que o bien lo contamos nosotros o lo 30. Pero miremos en sitios en que un coro oficiante o un coro
cuento yo, pero no podemos contarlo yo y nosotros al mismo tiempo? actor se nos presentan y nos hablan en función de tales. Tenemos la
lírica coral y los coros dramáticos de los griegos del siglo VI-IV.
28. Nada mejor podríamos encontrar para aferrar el problema Respecto a la primera, nos encontramos, en los coros de Píndaro, por
en su pleno florecimiento que dar con una situación en que varias ejemplo, una situación curiosa: alternando con el NOS, encontramos
personas estén realizando una acción común y al mismo tiempo todas muy frecuentemente un YO; pero en muchas ocasiones no puede
ellas estén haciendo comentarios acerca de su común acci6n. Pues decidirse si se trata de que es el poeta mismo el que, por medio del
bien, tal es la situación que nos ofrece un coro, que actúa como ofi­ coro, habla, como podía hablar en la lírica monódica, siendo el coro
ciante en una función religiosa o, como institución laica derivada de sólamente como el instrumento por el que su propia voz se multi­
ello, en la acción dramática, y que, como tal actor u oficiante, puede tilica, o si es el coro por sí mismo el que habla de sí mismo en la
introducirse a sí mismo como Primera Persona en su discurso. ¿Qué clave YO, si bien encontramos casos en que esto segundo se diría ya
nos enseña pués la manera en que la Primera Persona Coral se lo más probable. En todo caso, en los coros dramáticos, y en especial
expresa? de la tragedia, encontramos una situación más clara, tanto más cuanto
que aquí el coro interviene en la acción continuamente y tiene que
29. Entre nosotros esa situación no suele darse nunca clara­ dar razón de sus acciones y sentimientos: el coro canta en la clave
mente: no parece que el grupo o tropa que canta se refiera a sí NOS y en la clave YO, y salta fácilmente de la una a la otra clave.
mismo como tal grupo o tropa que canta, sino a alguna otra corpo­ Por ejemplo, en los Siete contra Tebas el coro (de doncellas tebanas)
ración, cuando dice empleando el NOS «No nos moverán» o «Somos habla de sí mismo en clave NOS 1 3 veces (las tres últimas son de los
los hijos de Lením>, o «Por Dios, por la Patria y el Rey J lucharemos hemícoros en que se escinde; y no contamos el v. 798, en que el
286 Agustín García Calvo X. * Nos amo, * me amamos 287

NOS se refiere al conjunto de los ciudadanos tebanos) y en clave YO Horado, cuando, en el único ejemplo que tenemos entero de imita­
.5.3 veces (aparte un par de casos en que hablan de sí mismas en ter­ ción latina de la lírica coral, en la última estrofa del Carmen Saeculare,
cera persona : vv. 1 1 1 y 171 ); es, además, muy de notar a nuestro después de que el coro de muchachas y muchachos ha cantado en
propósito la ocasión (vv. 8.57-.58) en que el coro se apela a sí mismo clave NOS (probablemente repartido las más veces en dos hemí­
en clave VOS («Pero al soplo, amigas, de la brisa de los gemidos / id coros ), hace cantar así al coro total: spem bonam certamque domum
remando. . . »); paralelamente, los actores (Eteocles y el mensajero) se reporto / doctus et Phoebi chorus et Dianae dicere laudes, « . . . espe­
dirigen al coro en clave VOS 7 veces y 29 en clave TU (por 'vez' ranza buena me llevo a casa / coro yo adiestrado en decir a Febo
entendemos cada aparición de un morfema cualquiera que indique la gloria y Diana». Pero esto lo piensa Horado, escribiendo en una
clave correspondiente). De una clave a la otra se pasa en versos in­ época en que hacía tiempo que el arte de los coros, propiamente
mediatos (vv. 102-103: «Si ahora no, ¿cuándo alzaremos nuestros preliterario, no vivía ya; y el hecho de que un coro se designe a sí
brazos a las súplicas? / Los ojos tengo fij os en el estruendo . . . »), y mismo con la palabra coro nos permite ya cualquier sospecha sobre
aun dentro de una misma frase (vv. .369-70: «El vigía del ejército, a
la naturaleza secundaria, refleja o reflexiva, de la producción: son
lo que me parece, / nos trae, amigas, alguna noticia nueva», aunque unos muchachos que, como su poeta, se ven a sí mismos desempe­
en rigor aquí no es muy seguro que el NOS se refiera sólo al propio
ñando el papel, no ya de éiudadanos de Tebas, sino de coro justa­
coro). Todo lo dicho, en fin, parece aplicarse igualmente a las partes
mente; y ese papel podían entenderlo ya tan mal como podemos
en que el coro canta y a aquéllas en que ·el coro, o más bien en nom­
nosotros entenderlo. Ello es que no pienso que pueda tampoco enten­
bre suyo el corifeo, habla y dialoga con los personajes, así como a
derse . el YO coral de tal manera: aun cuando el oyente llegara a
las ocasiones en que los personajes hablan con el coro.
confundir un unísono de acorde perfecdsimo con un solo, el hablante
por su parte sabe siempre que el que canta es él, aunque con otros,
31. Pues bien, si damos en interpretar el sentido del YO coral,
y a él las normas ordinarias de la lengua le prohíben emplear el YO
parece que se nos exige decidirnos por una de dos interpretaciones:
más que para el caso en que lo referido es idéntico con el referente,
la una, que cada miembro habla por su cuenta y personalmente acerca
esto es, él mismo; y nunca, sumando todas las faltas de derecho de
de sí mismo, y que es sólo la suma de estos yoes lo que se oye como
Yo coral; pero tal suposición se me antoja improbable y casi ridícula, cada uno a decir que él hace lo que él no hace, se obtendría el de­
cuando sabemos por el funcionamiento del lenguaje ordinario que recho del coro a hablar como persona y a decir que él hace lo que
cualquier persona que se encuentra metida con otras en una acción haga; en otras palabras, que por la fuerza misma de la convención
ni siquiera tan comunitaria y conjuntada como la de un coro la única de uso del YO es tan imposible que los YOES se sumen en un YO
convención de que dispone para referirse a la acción o situación colectivo como imposible es que el YO se divida y pueda, por ejem­
común es la de hablar en la clave NOS. Bien por el contrario, pienso plo, un pie mfo hablar en clave de YO-parcial: o se emancipa y cobra
que las únicas ocasiones en que podría decirse que cada miembro voz por milagro, y entonces habla en YO corriente, como cualquiera,
del coro habla por su cuenta y persona son aquéllas en que el coro se o si no, tengo que ser yo el que hable de él en tercera y de mí en
expresa en NOS (así como los casos, de los que hemos dado un ejem­ Primera . Cuando Horado u otro presta voz a un coro y le hace hablar
plo en el § .30, en que se apela a sí mismo en clave VOS); es sólo como persona una, ¿no lo hace tan por metáfora éomo cuando Me­
entonces, en efecto, cuando la persona parece decir «Yo y los nenio Agripa prestaba voz al estómago y a los pies? Y esa conciencia
demás . . . i. de metáfora ya prueba que sólo desde fuera puede prestársele a un
coro su primera persona de singular (como a la Patria o a la propia
.32. La otra interpretación que se nos permite es que el YO Rerum natura), pero que ello no puede servir para explicarnos cómo
coral designe realmente el YO del coro, en cuanto el total está cons­ funciona el YO de un coro (cuando el coro verdaderamente habla y
títuído en uno, una sola persona que con una sola voz habla de su actúa por su cuenta) desde dentro, desde el lado del hablante, que es
única situación o acción. Y en efecto, esto es lo que parece creer el único que interesa para lo tocante al uso de la clave YO.
288 Agustín García Calvo X. * Nos amo, * me amamos 289

33. Ya se ve por tanto que más bien lo que negamos es la dis­ teniendo; de modo que la convención segunda es a su vez un reflejo
yuntiva : que el YO coral tenga que interpretarse o como la pronun­ de la convención primera, y la identidad mantenida dentro de lo ha­
ciación simultánea del YO de cada miembro o como un YO total del blado reproduce y ratifica la misma identidad que rige entre lo ha­
coro que hable realmente de sí mismo con conciencia coral de persona blado y lo hablante. O dicho sea con el siguiente esquema, donde las
que habla. Tal vez se pregunte el lector que qué otro remedio queda líneas rectas representan, por así decir, espejos, y se ve bien éómo el
fuera de tal dilema. Pero que el vado no nos arredre, puesto que espejo interior a la fórmula verbal es un reflejo del espejo exterior
acaso lo que estamos tratando de descubrir es un vado; y ese ex­ que media entre el hablante y su predicación acerca de sí mismo:
traño empleo del YO en los coros nos suena como a ser el substituto
menos malo (menos, al parecer, que el NOS: véase para Esquilo la
proporción en el § 30) de algún otro tipo pronominal o clave no
creada, para una situación que no deja de ofrecer alguna semejanza _A..-·- -- -- -P-
- - -r­
.

con aquéllas que vanamente tratarían de expresarse con *«Me ama­


mos» y *«Nos amo», y que igualmente parecen apetecer un sistema
pronominal distinto del institufdo.

34. Pues este instituido se basa en las siguientes eonvenciones:



primera, que cuando se habla, por ejemplo, en YO, el que habla es
e 1 m i s m o que aquel de quien se habla; ésta, a su vez, contando Ni espero que nadie se llame a engaño porque nuestro ejemplo sea
con la convención primaria del lenguaje todo: que aquel de quien se precisamente con el verbo 'mirar'; pues se trata de una inocente ar­
dice que hace tal cosa o está en tal situación es e 1 m i s m o que el gucia expositiva, por la que se quiere indicar que el pronombre re­
que hace tal cosa o está en tal situacipn; y segunda, que cuando se petido en cualquier predicación es un reBejo o reproducción del pro­
habla en reflexivo, en ME, por ejemplo, aquel a quien el morfema nombre primero, de manera análoga a como éste es reBejo o repro­
reflexivo alude es una repetición d e 1 m i s m o de que se hablaba, ducción del Hablante mismo.
el mismo al que se aludía con el YO; de manera que, a su vez, a
través de la convención primera es también e 1 m i s m o que el 36. Pues bien, pasemos ahora al caso en que la fórmula refle-
que, de hecho, habla. Es esa exigencia de identidad, que no admite xiva aparece en la llamada Primera de Plural. Las reglas han de re­
.
semejanza ni sustitución por una identidad parcial o aproximativa, lo gir de una manera perfectamente análoga, es decir, que la identidad
que parece que está en el núcleo de nuestro problema; y ya en los entre el NOS y el NOSOTROS dentro de la predicación deberá res­
§ § 13-14 habíamos anotado cómo había una disyuntiva 'o reflexivo ponder a una idéntica identidad entre el hablante y el referido bajo
u objeto externo' y una incompatibilidad entre reflexividad y objeti­ forma de NOS(OTROS). Pero cuando se dice «Nos miramos en el
vidad. espejo», los que miran evidentemente son tan idénticos a los mirados
como idéntico era YO a ME en la fórmula «Me miro»; ni enturbia
35. Pero conviene que examinemos más a fondo el hecho mismo para nada tal identidad el que se conéiba la situación de manera re­
de la reflexividad; que para ello comparemos las dos convenciones cíproca o reflexiva (que nuestras miradas se dirijan al espejo rectas o
enunciadas en el § precedente. Descubrimos entonces que cuando se entrecruzadas): en un caso y en otro, nunca entre los que se miran
dice «Yo me miro» se está repitiendo dentro de la fórmula verbal podría hacerse la menor distinción de mirantes o mirados que atenta­
una relación de identidad análoga a la que rige entre la fórmula verbal ra a la identidad que la convención impone absolutamente. Ahora
y el acto real de pronunciarla; esto es, que el ME refleja o reproduce bien, la consecuencia de esta identidad y de la identidad entre las dos
el YO de una manera análoga a como el YO refleja o reproduce en identidades es que el hablante tiene que ser idéntico del mismo modo
e! espejo verbal a la persona o ente que lo está pronunciando o sos- al referido con el NOS(OTROS) dentro de su frase.
290 Agustín Garda Calvo X. * Nos amo, * me amamos 291

3 7. Aquí parece que tocamos fondo. Pues en efecto, la conclu­ 40. C6mo pueda ser o concebirse situación como ésta es cues­
si6n resulta escandalosamente contradictoria con las creendas que ti6n que podemos toéar del siguiente modo. 1 .0, tanto hablar en
entre nosotros corren al respecto: parece que tal identidad s6lo po­ NOS(OTROS) como hablar en YO es hablar en Primera Persona,
dría ser posible en el caso de que fuera un coro el que, mirándose en en el sentido de que igual con un indicador que con el otro se esta­
el espejo, cantara «Nos miramos en el espejo»; y justamente hemos blece la situaci6n lingüística en que aquello que está hablando se
visto que en situaci6n tan excepcional lo que sucede es que el coro identifica con aquello a que las formas pronominales se refieren;
rehuye el empleo de la llamada Primera de Plural, o prefiere en todo 2.º, hablar en NOS(OTROS) y hablar en YO es emplear una u otra
caso, como violencia menor de los usos establecidos, emplear el YO. de dos claves, por así decir, incompatibles entre si: o se emplea la
Pero en cambio, en los demás casos, en las situaciones habituales para clave de Primera en NOS o la clave de Primera en YO, pero hablar
las que el NOS está creado y en las que se usa de ordinario, apa­ en una y otra clave simultáneamente es tan imposible como escribir
rentemente falla tal identidad entre el Hablante y el mentado, ya las notas de una misma frase melódica en la clave de sol y en la clave
que suelo ser YO el que hablo y mi predicaci6n se refiere a otros y a de fa simultáneamente; 3.º, como quiera que el empleo de la con­
más que a mí. Y sin embargo la identidad no puede fallar, puesto vención de reflexividad exige que las personas aludidas con aparicio­
que se funda en una convención constitutiva, y las convenciones son nes repetidas del morfema pronominal en la misma predicaci6n sean
infalibles por definición. una misma y sola persona, se desprende como corolario que no pue­
den aparecer en la misma predicaci6n morfemas indicadores de las
38. Tendrán pués que ser las meras creencias al respecto las dos claves incompatibles, ya que, piense lo que quiera la opini6n co­
que se revisen. Es, en efecto, comentario habitual respecto a NOS­ rriente aceréa de la relativa identidad o mutua inclusión de los deno­
OTROS que 'nosotros', desde luego, no significa 'varios yoes' ni es tanda de YO y NOS, por el mismo hecho de pertenecer a claves ex­
NOSOTROS por tanto en tal sentido el plural de YO; que más clusivas de Primera, constituyen en realidad personas absolutamente
bien -se añade� 'nosotros' significa 'yo + otro( s)', sea que se heterogéneas e incompatibles, que no pueden combinarse ni como dis­
trate de una suma. de Primera Persona + Segunda o de Prime­ tintas ni como la misma, puesto que ni siquiera son del mismo
ra + Tercera. Y aun aquí mismo en los esquemas de los § § 1 4 y 1 7 mundo.
hemos fingido aceptar semejante interpretación para el NOSOTROS
y hemos utilizado para el caso el signo + . Pues bien, lo que ahora 41. Así resultan imposibles los sintagmas *ME AMAMOS y
descubrimos es que tampoco caben semejantes adiciones, ya que si el *NOS AMO, que, considerados solamente con atenci6n a las opi­
que habla en NOS ha de ser idéntico con el mentado por el NOS niones recibidas acerca de la llamada realidad y acerca del propio sis­
está claro que ese hablante ha de ser tan total y tan unitario como tema gramatical, parecerían aceptables, realizables como hechos de la
total y unitario es aquel ser al que con NOS nos referimos, en el cual vida de relación y pronunciables como frases gramaticalmente co­
evidentemente no hay partes diferenciadas ni está compuesto con ele­ rrectas.
mentos de diferente especie.
42. Qué quiere decir 'dos claves incompatibles', qué quiere
39. Vemos entonces que 'nosotros' tampoco significa 'yo + decir que NOS y YO son la Primera Persona de dos mundos totales
+ otro( s)' y que sin duda la suma entre Primera y Tercera (o Se­ y cerrados, qué indica la disyuntiva 'o nosotros o yo', es algo a lo
gunda) es tan imposible como lo es la suma de melones y sandías; que sólo aludiremos cautamente, diciendo que la situaci6n lingüís­
y así, por más que repugne a las opiniones corrientes al respecto, la tico-real exige a todo hombre que entra en uso de raz6n y sociedad
observaci6n de las reglas mismas del juego de la lengua nos revela aceptar al mismo tiempo dos concepciones de las cosas: una la de la
que en verdad, en la verdad de la convención, YO no soy una parte unidad y otra la de pluralidad; una, que ser es ser uno; otra, que
de NOSOTROS ni NOSOTROS me contenemos a MI de ningún seres hay muchos. Y que, por otra parte, como se sabe desde el prin­
modo. cipio que ambas concepciones no se tienen juntas, que la una destruye
X. • Nos amo, • me amamos
292 Agustín García Calvo 293

a la otra implacablemente, se le impone asimismo, a la vez que la repartición del trabajo entre ambas convenciones en el sentido de
común aceptación de ambas, la prohibición de su uso simultáneo, la que en u�a situació� en que se reflexiona sobre
.
I�
reflexión (en que
exigencia de alternar la una con la otra y estar optando continua­ el gramático, por e¡emplo, reflexiona sobre las convenciones esta­
mente por la aceptación de una de las dos. blecid�s en la lengua) parece que el empleo de la clave YO para las
.
enunciaciones de tal reflexión segunda se impone de algún modo.
43. En esta segunda parte de la observación, cuando decimos
'simultáneo', 'alternar' y 'estar optando continuamente', parece que 46. Mas para ver más claro en tal cuestión y en otras relacio­
damos por sentada la presencia ya del Tiempo, como lugar en el que n�das con este análisis, nada será mejor que, después de haber exa­
aquella contradicción entre las dos convenciones, necesariamente acep­ mmado la regla de la interdicción como infalible en sí, examinar, si
tadas en principio ambas a la vez, viniera a resolverse; pero es desde es que algun� �ez se dan, las excepciones de la regla o infracciones
.
aquí nuestra sospecha que, bien al revés, es la necesidad de un lugar de la interdicción; las cuales, según el proverbio, confirmarán la
en que resolver ( o disimular) aquella contradicción entre las dos con­ regla, en el sentido de que algo nos aclararán acerca de su funciona­
venciones necesarias la que impone la creaC:ión del Tiempo, como miento.
lugar en que ambas puedan alternar e irse optando por la una o por
la otra. 47. He tenido además la gran fortuna de que los pocos casos
que hasta el momento he encontrado (sin haber practicado una bús­
44. Parece que con lo anterior lo esencial de nuestro problema queda sistemática ) de infracción del tipo *NOS AMO en la literatura
queda ya resuelto: resuelto, esto es, clarificada con cierta precisión parecen ejemplos sumamente ilustrativos. El uno lo hallo en la obra
su presencia como problema. Pero algunos de los muchos cabos que de Chr. Rochefort, Printemps au parking, París, 1969, página 222.
a lo largo de estas reflexiones nos han quedado sueltos no podemos La que narra refiere cómo se estaba contemplando a sí misma y a
menos de intentar ahora recogerlos. Por ejemplo, de esos dos mundos Thomas en un espejo: « . . . on avait comme des couronnes sur la tete·
a que las claves de YO y de NOS respectivamente nos conducen a peut etre un effet de plumes; mais non; un effet d'amour? en to t
,-

cualquiera nos parece que el expresado en YO es más claro y com­ �as ¡e n�us voyais comme deux rois dans la glace, et je nous aimais,
prensible (para MI, naturalmente, que parece ser que soy d que Je ne v�is pas de malheur a le dire. Thomas aussi nous regardait . . . » .
pienso en ello); así sucede que, siendo ambas claves ciertamente, por Es curioso qu� alguna sutil fibra de temor religioso l e haya hecho
lo mismo que incompatibles, fácilmente intercambiables, cuando sin aquí a la escritora (o al personaje) añadir la fórmula apotropaiéa
embargo, nos encontramos con usos como el del NOS mayestático o espantadora del mal agüero «je ne vois pas de malheur a le dire» en
papal y el NOS de autor o de modestia, interpretamos enseguida que el mo�ento en que ha pronunciado las palabras que infringían una in·
.
se trata de un uso figurado de NOS en lugar de YO, mientras que en terdicc1ón fundamental sin duda para el normal funcionamiento de
cambio, cuando oímos a un coro de la tragedia ateniense cantar en este mundo nuestro.
YO, tendemos (cfr. § § 31-32) a justificar el uso del YO, bien como
referido al YO de cada uno, bien como representando una especie :
48. En es e ejemplo, como se ve, la narradora se ha separado
de YO coral. de sus p�rsonaJes, entre los cuales está «ella misma», por un doble
.
p1oced1miento : uno, el empleo del Imperfecto, que es justamente la
45. En suma, que quién es el hablante que habla cuando yo forma apt� para la contemplación de lo pasado; otro, el que los per­
. mismos se encuentran desdoblados, en cuanto que se están a
sona1es
hablo en YO parece que creemos saberlo relativamente bien, y en
cambio quién pueda ser ese hablante que habla cuando se habla en su vez co�templando en un espejo. Es decir, que la predicación «Je
NOS difícilmente nos acercamos a imaginarlo, hasta el punto de que nous voya1s» podría explicitarse del siguiente modo, en que aparecen
.
tratamos de reducirlo, para nuestra comprensión, a 'yo + otto(s)'. m�nc1onados todos los YO que juegan en el proceso y, metidos entre
De lo cual parece desprenderse que hay una Cierta diferencia en la guiones, todos los momentos de reflejo o reflexión que los separan:
20
Agustín García Calvo X. * Nos amo, * me IDWDOI
294
a vernos», si bien se trata de una sola predicación, el morfema de
«Y o-que-narro -digo que- yo-personaje -recuerdo que- yo-de­
aquel-entonces -veía a- mí-que-estaba-en-el-espejo-con-Thomas»; o YO y el morfema de NOS aluden a dos mundos diferentes, el mío y
sea que el esquema del § 35 se complica aquí del siguiente modo: el pasado, y están la mirada y lo mirado en un mundo cada uno, lo
cual hasta cierto punto permite que se salte de la una a la otra clave
dicción para referirse a cada uno de esos dos mundos, que la Primera Persona
- • )> . ��\
erdo sea en la mirada YO y en lo mirado adopte la forma NOS (igual sería
esp\<io . J-.:.Yo que
- ­
para el otro caso de «Sí, nos veo ahí, en el espejo», en que, tomán­
dose como dos mundos éste desde el que se mira y el «del otro lado
- - -narro del espejo», puede la Primera Persona adoptar la clave YO en el
Yo·de­ > uno y en el otro la clave NOS); y, sin embargo, subsiste la violencia,
aquel·en-
tonces en cuanto que de todos modos se trata de una sola predicación, y
con ello la unicidad del mundo en la realidad de la formulación lin­
güística parece imponerse a pesar de todo.
Con lo cual la triple reflexión parece que consigue en cierta medida
que ya el primer morfema pronominal de la predicación (je) resulte 49 bis. Exactamente la misma situación se nos ofrece en un
tercerificado hasta cierto punto, como si se dijera «Je me souviens tercer ejemplo, el del periodista J. Gauthier evocando en un ar­
que celle que j' étais nous voyait comme deux rois dans la glace, et úculo necrológico la memoria de su amigo ( 'Henri Jeanson', Le
qu' elle nous aimait» (o, menos comprometidamente, «Je me souviens Canard Enchatné, núm. 2.611, 1 1 de noviembre de 1970, pág. 1 ) :
qu' on nous voyait c. d. r. d. l. g., et qu' on nous aimait»; lo cual a su «En écrivant ces lignes, je revis notre derniere rencontre a Honfleur
vez permite que se pase a la clave de NOS para referir la escena del [ . . . ) Je nous revois a table. J' entends Claude, sa femme [ . . . ] Et
espejo. Sin que todo esto, sin embargo, elimine del todo la violencia, je revois Henri [ . . . ] ». En fin, en el cuarto ejemplo que he encon­
en cuanto que en la realidad de la fórmula lingüística se ha mantenido trado no aparece explícito el elemento del espejo ni el de la memoria;
con el empleo único del je la identidad entre «moi-qui-me-souviens» se trata del novelista policíaco-humorístico y práctico notable del
y «celle-que-j' étais». pastiche del lenguaje coloquial San-Antonio, Viva Bertaga!, ed.
'Fleuve Noir', París, 1968, pág. 237: «Car j' avais préparé notre
49. El otro caso que he encontrado es más simple todavía. Se expédition, mes aminches! Sachant que les Livaros adorent les ani­
trata de un ejemplo de H. Miller, Trópico de Capricornio, que cito maux (et en ayant eu la preuve) je nous suis pris des masques de
por la edic ión española, B. A., 1962, página 68 : el autor-narrador cautchouc représentant une biche, pour Ibernacion et un singe pour
evoca los tiempos en que se paseaba con O' Rourke por las calles moi»; sospecho que en «je nous suis pris» suis es una errata por
de Nueva York: «Puedo volver a vernos, parados en medio de una avais (cfr. más arriba «i' avais préparé»), errata que a su vez sería
calle a las cuatro de la mañana . . . ». Aquí, en efecto, el morfema de un reflejo de la turbación e incertidumbre que en el linotipista, en
YO no está desdoblado, se refiere al YO-actual, y la explicitación de el mecanógrafo o en el propio autor había producido el sintagma
la fórmula no podría dar lugar más que a lo siguiente: «Yo-narrador inhabitual «je nous»; pero, en todo caso, la situación es de plus­
--<ligo que- yo-personaje -puedo volver a ver a- mí-que-estaba­ cuamperfecto, esto es, de referencia a un pasado anterior al pasado
parado-en-la-calle-con-0' Rourke.» De la doble reflexión del caso de que directamente se está narrando, lo cual la hace análoga a la del
Chr. Rochefort, por el Imperfe<:to y por el espejo, aquí no tenemos espejo y a la de la evocación en el recuerdo: el 'je' que narra ve al
más que el primer elemento, la visión en lo pasado (igual sería si 'nous' de la expedición (Ibernación y él), pero este 'nous' ve a su
vez al 'je' de la preparación: el narrador ha fundido por un momento,
hubiera quedado el segundo elemento solo, el del espejo: si dijera
el personaje de aquel entonces «Sí, nos veo ahí, en el espejo»); pero como en una sobreimpresión cinematográfica, el plano de la pr.epa­
de todos modos el efecto esencial subsiste, ya que en «Puedo volver ración, en que él se identifica como 'je', con el de la expedición, en
296 Agustín García Calvo
X. * Nos amo, * me amamos 297
que se identifica como 'nous' (el plano en que se diría «Je prends des
masques pour Ibernacion et pour moi» y el plano en que se diría que nos ama»; pero no *ME AMAMOS, que tendría que interpre­
«Nous mettons les masques que j' ai pris») y de la fusi6n de los dos tarse como «Respondemos de que hay unos Nosotros, que somos
reflejos ha resultado el «je nous» en este caso. nosotros mismos, que me aman»; pues ¿con qué derecho podemos
nosotros responder de los sentimientos íntimos de esos Nosotros
50. En suma, la media posibilidad que se abre a las infracciones para conmigo?
del tipo *NOS AMO parece referirse al caso en que el Hablante
(vidente, reflexionante) pone en escena un personaje que no es me­ 52. Si yo puedo un poco más fácilmente desdoblarme para
ramente YO, sino que a su vez se presenta como Hablante (vidente, verme a mí mismo viendo, si Yo engendro fácilmente un Otro-yo,
reflexionante) ; y si en el § 3 5 decíamos que toda relaci6n de refle­ un alter ego, un my next self (Shakespeare Sonnets CXXXI II), en
xividad (toda repetici6n del morfema pronominal dentro de la f6r­ tanto que es prácticamente imposible concebir que nosotros tenga­
mula) era u.na reproducci6n de la relaci6n de reflexividad que se daba mos un nos alteri, un Otros-nosotros (ya que, como las formas
entre el Hablante y el YO con que a sí mismo se aludía; parece que romances del pronombre indican, los Otros ya están metidos en
son los casos en que esa reflexi6n interior imita doblemente a la ex­ Nosotros), no es ciertamente porque Yo sea más quebradizo y me­
terior, en cuanto que se emplea un verbo del tipo 'decir', 'recordar', nos s6lido que Nosotros, sino justamente por lo contrario: porque
'ver', aquéllos en que tiende a producirse una cierta escisi6n de mun­ se considera que la unidad, la solidez (y por ende la continuidad
dos dentro de la f6rmula unitaria, escisión que penosamente permite · en el tiempo) son propias y privativas de Mí solo : que el verdadero
. algunas infracciones de ese tipo. self, el self so self-loving (id. ib. LXII), es myself, en tanto que los
selves de ourselves, cambiantes, inestables, indefinidos, no se to­
5 1 . Estas consideraciones nos ayudan a comprender de paso man ni siquiera como siendo un ser, como un ser concebible, con­
que, según anotábamos ya en el § 6, las infracciones del otro tipo, cebible para mí que soy el solo que concibo; y como 'concebir',
*ME AMAMOS, parezcan todavía más difícilmente concebibles. que se confunde con 'ser concebido', según la diosa le enseñó a Par­
Pues si bien en la ordenaci6n del sistema la clave en NOS es tan ménides, es igual que 'ser', si alguien tiene que ser de veras, s6lo
de Primera Persona, tan apta a reproducir al Hablante dentro de podrá ser de forma una y singular, en la forma YO, de tal manera
su f6rmula, como la clave en YO, sin embargo en la creencia esta­ que, si me preguntan o nos preguntan, Yo lo mismo que Nosotros
blecida no se presta igualmente el Sujeto de tipo NOS a presen­ todos responderemos que, en la convenci6n, ciertamente Yo puede
tarse como Sujeto capaz de ejercer la reflexi6n segunda o interior estar en Nosotros, y ser my sel/ uno de our selves, pero que, en la
a la f6rmula lingüística, en cuanto que en la convenci6n dominante, verdad, más bien sería al revés en todo caso, que estaríamos en
no la gramatical, sino la ideol6gica, el fen6meno de conciencia, mi­ Mí Nosotros . y toda aparente pluralidad, y «all that is in me»
rada, pensamiento es algo propio del Sujeto de tipo YO, de lo que (íd. ib. CXXXIII).
6C llama el Yo o el Individuo : que si de hecho NOSOTROS ve­

mos y decimos y recordamos y reflexionamos, en aquello que NOS­ 53. Y sin embargo, lo que hemos visto es que, para la inter­
OTROS o YO recordamos o vemos o decimos s6lo YO propia­ dicci6n de las combinaciones de la forma Yo eón la forma NOS,
mente debo aparecer como vidente, dicente o rememorante; NOS­ lo deeisivo era la simple simultaneidad gramatical, esto es, la per­
OTROS lo mismo que YO demostramos con los hechos tener una tenencia a una misma predicación, al lado de lo cual apenas más
conciencia, una conciencia de tipo NOS o una de tipo YO, según que cierta gradación en el rigor de las prohibiciones parece derivar
la clave en la que estemos; pero así en l a creencia NUESTRA de las diferencias en la concepción metafísica dominante del Sujeto
como en la MIA tan s6lo YO tengo conciencia. Así se puede, en YO y del Sujeto NOS.
último extremo y con violencia, llegar a decir *NOS AMO, que
se entiende como «Respondo de que hay un YO, que soy yo mismo, 54. Y es que « todo eso que es en mí», las ideas acerca de
la conciencia y del Sujeto, de la conciencia del Objeto y de la propia
298 ;x. * Nos amo, * me amamos 299
Agustín García Calvo

conciencia del Sujeto en el Sujeto, no son más que ideología y que ifsulta que la verdad de «El es el que es» la consideramos fundada
creencias; mas por debajo de las ideas, más antigua que toda reli­ �obre la verdad de «El es idéntico consigo» y a su vez ésta sobre
gión, está la convención constitutiva de la lengua misma; y en ésta � verdad de «El y -sigo son simultáneos». Ahora bien, nos parece
lo que hay, insuperable por concepción unitaria alguna, son dos cla­ que en realidad El y -sigo nunca pueden ser simultáneos, ya que es
ves para hablar en Primera Persona, heterogéneas, intercambiables , imposible literalmente pronunciarlos al mismo tiempo; pero si por
incompatibles. convención está establecida la verdad de que son sin embargo al
mismo tiempo, en la verdad de esa convención (que es lo mismo
55. Lo que hay ahí es, junto al Hablante del tipo YO, un Ha­ que su fuerza) está fundada la identidad de Mí conmigo, y par­
blante del tipo NOS, que ni es una pluralidad del YO (el cual, por tiendo de esta identidad ya puedo proclamar que Yo soy el que soy.
definición, no admite pluralidad alguna) ni tampoco está compuesto
de YO con OTROS (pues otros hablantes no hay, sino que todos los 58. Pero observemos nuestros datos. Aquí encontramos que
otros están subordinados al Hablante y dentro del Hablante); y la condición para la proscripción de la combinaeión de la clave YO
por más que ese Sujeto-NOSOTROS como Sujeto nos resulte in­ con la clave NOS era la de que ambas se emplearan al mismo tiem­
concebible (o, mejor dicho, me resulte incocebible ), por más que po. A cada paso vemos que con toda facilidad y rapidez se pasa
se nos aparezca como un monstrum informe ingens, la más pro­ de la una a la otra clave : no sólo ya de una frase a otra («Aquí
funda convención gramatical nos obliga a reconocerlo como la Otra­ os aguardo: estamos todos») ni de una a otra oración dentro de
Forma-del-Ser, incompatible con la Una, y a reconocer que, así una frase («Sé que estamos cansados», «Nos consta a todos que se
como ese monstrum NOS es uno de los dos aspectos incompatibles me ha ofendido»), pero incluso dentro de una misma oración («Nos
del Ser, así debería corresponderle, por lo mismo que tiene voz, una numeramos desde mí hasta Pedro», «No hay sitio entre nosotros
conciencia de tipo NOS, una visión del Ser y pensar sobre lo que para mÍ», «Ante todos nosotros me ha acusado»), según las sutiles
es ser; que si no se expresa (viniendo todos nosotros obligados a diferencias de posibilidad que ya en §§ 7-8 considerábamos. Pero
adoptar la conciencia de tipo YO), debe de ser sin duda porque, sien­ se llega siempre a un núcleo extremo (que es el que en lenguas del
do incompatible con la establecida, pondría en peligro de algún modo tipo del español está representado por el empleo de dos morfemas,
la seguridad del Ser. uno de clave YO y otro de clave NOS, adheridos, por así decir,
a un solo verbo, ya como desinencias, ya como los proclíticos-enclí­
56. Lo cual nos lleva finalmente a plantearnos la cuestión del ticos me y nos, ya como otras formas pronominales asimiladas a la
sel/ o Mismo y la relación que tiene con la condición de simulta­ clase de éstas últimas), para el cual rige infaliblemente la interdicción.
neidad que para nuestra interdicción se revelaba como esendal; la
cuestión -esto es- del ipse (y su reflexión en se ipse o sibi ipse) 59. Decimos pués tentativamente que los casos en que la in­
que se revela como siendo lo msimo que su propia simultaneidad, terdicción no rige todavía son siempre reduétibles a dos frases su­
su 'una sola vez' o 'de una vez' (ipse ídem ac simul}, de tal modo cesivas («Nos numeramos: desde mí hasta Pedro»; «No hay sitio
que la mismidad de uno sea a su vez coincidente o simultánea con entre nosotros; ¡ para mí! »; «Ante todos nosotros, y ¡me ha acu­
su propia identidad consigo mismo ( ipse simul atque idem); o em­ sado! »), y que en cambio, en los casos en que rige la prohibición
pleando los términos abstractos, l a simultaneidad de la mismidad todo el núcleo en el que rige es unitario, temporalmente indivisible:
con la identidad, que es asimismo la identidad de la mismidad con dentro de él no hay tiempo, y todo él es uno solo y de una vez.
la simultaneidad.
60. Es evidente que, según la ideología imperante por encima
57.Es decir, que sospechamos que el hecho de que el Ser sea de la convención lingüística, es imposible semejante simultaneidad,
el que es consiste en que El es idéntico consigo mismo, y que pues que la producción real de la lengua está sometida a aquélla que
esta identidad consiste en que El y el -sigo son simultáneos; así De Saussure enunció como la Ley de la linearidad del significante, y
300 Agustín García

en efecto, desde el morfema nos al morfema -o en *nos amo, desqe


Ca!v<I
/
; * Nos amo, * me amamos

do como verbo, esto es, como palabra del devenir y de la acción


301

el me al -mos en *me amamos, hay distancia y trans<:urso, y aunq e t} mporalmente organizada, con la inevitable consecuencia de la re­
dijéramos *Amonos y *Amámosme, la sucesión temporal entre los interpretación del Sujeto como Agente, temporalmente permanente
morfemas subsistiría siempre, y un orden determinado, de primero a a lo largo del desarrollo de su acción y su devenir.
segundo, que necesariamente nos hace dicha ideología interpretar
inmediatamente como tiempo. 64. Puede que se piense aún que, al hablar así, estamos apro­
vechando fuera de sus límites lo que no es en todo caso sino un
6 1 . Pero una ideología más necesaria aún, la de la propia con­ fenómeno lingüístico. Pero nada hay que no sea sino lingüístico.
vención lingüística, nos obliga a creer que ese núcleo temporal es Veamos lo que aquí pasa, cuando en las fórmulas Me amo o Nos
como el indivisible átomo del tiempo, y que, siendo él la unidad amamos se conviene y se mantiene la identidad de los morfemas me
de tiempo (la unidad de la producción lógica del discurso), dentro y -o o nos y -mos: sucede que, a través de la identidad de esos mor­
de él no hay tiempo alguno. Y no sin buena razón -parece- nos femas, se mantiene a lo largo del transcurso la identidad de la per­
place equiparar esta necesidad de obedecer a dos ideologías contra­ sona a la que ellos se refieren ; pero es que además, como estoy
dictorias (que son la de la infinita divisibilidad y la de la finitud hablando en la Primera Persona, no ya sólo la identidad de la
cuántica del tiempo) con aquella otra necesidad de aceptar el uso persona significada por yo y por me se está manteniendo en lo que
de las dos claves incompatibles, de creer por un lado que el verda­ digo, sino que la identidad de Mí que hablo conmigo mismo se
dero nombre del Ser es NOS y por otro que es YO, o que es, si está manteniendo en tanto que lo digo; y del mismo modo si esta­
se quiere, Pluralidad y es Unidad. mos hablando en Primera de Plural, al mantener la identidad de lo
aludido con nos y -mos, es nuestra propia identidad éon nosotros
, 62. Pues ¿cuál es la secreta razón que impone aquella intem­ mismos, seres hablantes y reales, la que estamos manteniendo.
poralidad del núcleo temporal, al mismo tiempo que ésta de la
linearidad o temporalidad total? Parece ser que sólo así, en las 65. Y así, dado que la Primera Persona es la Persona por ex­
predicaciones admitidas (de las que las reflexivas son el ejemplo celencia y fundación de la Persona en general y que la Persona a su
más explícito) puede conseguirse que en Me amo o Nos amamos, vez no es sino el nombre subjetivo de la Cosa, viene a resultar en
la persona representada por me y -o, o por nos y -mos, sea riguro­ suma que el Tiempo de la lengua aparece confundido con el otro,
samente una misma persona: ya que l a unidad del Ser tan sólo se y la linearidad de De Saussure con la duración de Bergson.
demuestra en su repetición; quiero decir que el hecho de que haya
por un lado evidentemente un transcurso, un tiempo, y que por 66. Así parece que nos está impuesta la necesidad de dos creen­
otro lado la persona se mantenga en el transcurso idéntica consigo cias, la de la Identidad y la del Tiempo, tan complementarias entre
misma es la única garantía de la propia mismidad de la persona; sí (pues imposible es que ninguna de las dos sin la otra se mantenga
si sólo una vez y de una vez para siempre Yo dijera yo, ¿cómo se ni tenga sentido alguno) como contradictorias la una con la otra (pues
me podría reconocer, cómo podría saberse que era el mismo? ; y si ¿cómo podría ser verdad al mismo tiempo que soy vario y que soy
no se sabía que era el mismo Yo, malamente podría ser yo mismo. el mismo?); por lo cual, así como nos está impuesto creer en las
dos ininterrumpidamente, así nos está prohibido creer en las dos
63. Así es como se impone la necesidad del Tiempo justamente a! mismo tiempo, lo cual sería tan imposible como amenazador del
como condición de la necesidad de la permanencia del Ser; y esa Orden dominante.
interpretación linear del orden en la fórmula lingüística necesaria­
mente trasparece también en l a organización del Trabajo y en toda 67. Pues bien, de manera análoga (y seguramente algo más que
la concepción real del mundo como temporal; de donde, por ca­ análoga), vengo y venimos todos obligados a creer por un lado que
rambola, habrá de venirse a la progresiva constitución del predi- e! que dice yo soy Yo y no hay otro YO sino Yo, y a admitir por
302 Agustín García Cal"6
otro lado que los que dicen yo son muchos y todos ellos tienen �l
mismo derecho para decirlo, con lo cual continuamente debo estar
prestando subjetividad, calidad de Hablante, a todos los que dicen
yo y prestándome continuamente a recibir Yo mi objetividad, mi
calidad de Objeto del que se habla. Como una manifestaci6n de esto,
tengo y tenemos todos que aceptar, de una vez para siempre, en el
sistema de la lengua, el uso de dos Primeras Personas, la del tipo
YO y la de tipo NOS.

68. Pero esas dos aceptaciones se sabe secretamente que, así


como ambas son complementarias y tan obligatorias la una como la
otra (cada una con su tipo de necesidad), así son contradictorias
e irremediablemente contradictorias entre sí. Por lo cual previsora­
mente me está impuesta asimismo y nos está impuesta aquella Ley
de que no podamos creer en ambas al mismo tiempo ni podamos
al mismo tiempo usar los indicadores de las dos claves incompati­
bles que en una y otra están fundadas. ·
XI

TU Y YO

1 . La relación entre tú y yo es, como sabes, el primer ejemplo


de relación dialéctica y el modelo o fundamento de todas las antí­
tesis u oposiciones por las que la dialéctica discurre. Pues lo que
se da entre nosotros dos, de tí para mí y de mí para tí, es decir, el
diálogo, no tiene por casualidad el nombre del mismo verbo griego
a1ci>..é1ea&a1 del que sale el término dialéctico: el arte de discurrir
por preguntas y respuestas puede tomarse frívolamente como un
arte; pero en realidad todo funciona por preguntas y respuestas, de
!a semilla a la espiga y de la espiga a la semilla, del señor al vasallo
y del vasallo al señor, del señorío a la burguesía y de la burguesía
al señorío, de la Naturaleza a la Historia y de la Historia a la Natu­
raleza, de lo pasado a lo futuro y de lo futuro a lo pasado, del
Tiempo al sin-tiempo y del sin-tiempo al Tiempo, del ser al hacerse
y del hacerse al ser, del mismo al otro y del otro al mismo, del
preguntar al responder y del responder al preguntar, todo está
constituído por la respuesta a la pregunta y asimismo desconsti­
tuído por la pregunta a la respuesta; pero el punto en el que se hizo
la distinción, en el que a1elép¡ ' si me permites volver al mismo
verbo griego, entre la respuesta y la pregunta, en el que se señaló
por vez primera lugar aparte para la pregunta y la respuesta, ese
punto. es la relación entre tú y yo; en ese punto tú y yo surgimos
al empezar a hablarnos.

2. Ahora bien, seguramente habrás oído decir y me dirás aho­


ra que el proceso dialéctico se da más bien por el motor o pro­
cedimiento que se llama de la negación: negación de lo afirmado;
XI. Tú .y yo 30.5
304 Agustín García Calvo
nos fijemos en esta síntesis de tí y de mí, para poner esta síntesis
afirmación de lo negado; negación de lo negado afirmado ; etcétera. en antítesis con la antítesis en que al mismo tiempo tú y yo nos
Y haces bien, por supuesto, al oponerme respecto a la dialéctica esa enfrentamos.
distinción que me opones entre la negación y la interrogación ; pero
a tu vez permite que te conteste proponiéndote la identificación 5. En efecto, ¿sucede acaso -te pregunto-- que, cuando yo te
entre la interrogación y la negación: pues ¿no se te aparece claro dejo que me trates de tú y que te trates tú de yo, tú te conviertes
y con cualquier ejemplo que la respuesta es la negación de la en mí de veras y yo me convierto en ti? Ah, no, no suelen hacerse
pregunta?; negación real y verdadera, pues que es la desaparición así las síntesis de las antítesis, como bien sabes: cuando, por ejem­
misma de la pregunta: aquello que vivía como pregunta, duda, va­ plo, una oposición como 'A1/A1' se neutraliza, no sucede literal­
cilación, incertidumbre, eso con la respuesta queda sin duda muerto. mente que se realicen las identidades 'A1= Ai', 'A1=A1', sino que se
Y al mismo tiempo, ¿negarás acaso la evidencia de que la pregunta descubre una especie de substancia 'A', que, no siendo lo mismo
es la negación de la respuesta? ; es, éomo bien lo ves, su desapari­ que 'A1' ni lo mismo que 'A1', es lo mismo que 'A1' y que 'Ai'; esto
ción en cuanto tal respuesta; y aquello que en la respuesta estaba 1
es, que se realizan las identidades 'A = A' y 'Ai' = A'; pero, como
seguro, firme, definido y definitivo, eso ha quedado con la pregunta se realizan ambas al mismo tiempo, bien será que convencionalmente
reducido a la incertidumbre y a una nada ni siquiera definida como las sumemos miembro a miembro, como se dice, para que nos resulte
tal nada. 'A1 + A = 2A'.
1
3 . Así que entre tú y yo está toda la dialéctica, como lugares
6. De aquí no se desprende pués que, en el momento de nues­
que somos de la pregunta y la respuesta. Tratemos pués si te parece
tra síntesis, separadamente yo sea igual a esa tercera cosa y tú igual
de ver ahora cómo tú y yo nos repartimos esos términos, a quién
a esa tercera cosa separadamente, sino tan sólo que tú y yo junta­
de los dos le corresponde el preguntar y a cuál el responder. ¿No me
mente somos dos ejemplares, dos copias o dos casos, de esa tercera
respondes a esta duda? No, ya veo que no puedes ; y yo no debo
cosa. Esa tercera cosa no somos ni tú ni yo, sino lo numerable (ni
tampoco responderla; pues evidentemente la cuestión está muy lejos
tú ni yo seremos nunca numerables), lo que se llama tercera persona
de estar clara ni para ti ni para mí. Pues si nos repartimos, por
o más propiamente falta de persona; la cual no puede empezar a
ejemplo, los papeles en el sentido de que tú eres el que pregunta
ser una sino en el momento en que es por lo menos dos.
y yo soy el que responde, bien sabemos que esto será una frágil
convención montada de momento entre tú y yo, pero que en teoría,
en la convención real y social por la que ambos nos regimos, tanto 7. Esto es lo que se llama objeto, ente, un algo1 una cosa de
tú como yo podemos igualmente preguntar y responder o responder la que se habla, una cosa de la que podemos hablar entre nosotros
y preguntar y a cada momento intercambiarnos los papeles respec­ tú y yo. Pero ya ves que esa cosa de la que se habla ni soy yo que
tivos. Y esto viene a querer decir que, en realidad, lo mismo tú te hablo de ella ni tú que de ella me oyes hablar (ni tú cuando, tra­
puedes ser yo, en cuanto empieces a decirme algo, que yo puedo tándote de yo, me hablaras de ella ni yo cuando, dejándome tratar
ser tú, en cuanto empiece a oír lo que me dices. de tú, de ella te oyera hablarme), bien que, en el momento que tú
y yo nos identificamos el uno con el otro, ambos seamos esa C:osa
4. Resulta, pues, que en todo momento yo soy tú, al tiempo tanto tú como yo al mismo tiempo. Y bien me temo que esta opo­
que sigo siendo yo, y tú eres yo, al tiempo que sigues siendo tú; sición ·que así tenemos establecida entre lo que habla de ello y aque­
yo soy tú y tú eres yo, y sin embargo, no puedo decir que por llo de lo que habla no pueda menos de perturbar seriamente y
las buenas tú soy yo ni yo eres tú, puesto que seguimos siendo al entrar en contradicción con esta otra oposición entre el que habla
mismo tiempo tú y yo. Pero a pesar de todo, por fuerza de esta y aquel al que se habla, esta oposición entre yo y tú por cuyo sen­
convención real en la que vivimos, tú y yo nos encontramos en un tido nos estábamos preguntando.
estado, por así decir, de síntesis de nuestra oposición . Conviene que
306 Agustín García Calvo XI. Tú y yo 307

8. En efecto, cuando yo me avengo a que, tomando en prés­ que es al que se quiere va a poder querer? Y si por el contrario
tamo mi nombre, tú te trates de yo y me hables, al tiempo que me eres sujeto, y no opuesto por tanto ni distinto a mí, sino el mismo
dejo tratar por tí de tú y me pongo a hacer de tí y oír lo que se que yo mismo, ya no serás tú el que me quieres, sino yo solo a mí
dice, ello sucede suponiendo que somos dos, por tanto intercam­ mismo, cosa que ya sabía y que no era por cierto la que preguntaba.
biables, en cuanto que no somos ni tú ni yo, sino ambos una ter­
cera cosa, la objetividad. Pero he aquí que al mismo tiempo la 1 1 . Mas, como tú eres mi interlocutor en este diálogo, como
tercera cosa es aquello de que hablamos, y a ella sigue oponiéndose tú eres, sin embargo, mi negaci6n o la interrogaci6n de mí, tratarás
lo que está hablando, o sea la subjetividad; es esta subjetividad sin duda todavía de poner en cuestión esta antítesis de 'objetividad/
lo que yo te presto al dejarte hablar y tú me reconocías al oírme, lo subjetividad' que te excluye, al parecer, y te desconcierta, y me pre­
que como una pelota nos estamos lanzando el uno al otro en este guntarás ahora quién ha dispuesto que eso sea así, c6mo ha venido
proceso dialéctico en el que dialogamos. a suceder que yo sea el sujeto y que el sujeto sea yo. A esto s6lo
habré de responderte que el sujeto es el resultado de mí propia
9. Pero ¿somos yo como yo y tú como tú como nos lanzamos objetivación: que en el momento que se hace de mí un objeto del
mutuamente la pelota de la subjetividad? Ay, no por cierto, y bien que se habla, ahí tenemos el sujeto. Por eso del sujeto puede decirse
que siento tener que hacértelo constar: pues, si yo te la presto que es la síntesis de la antítesis entre el objeto y yo.
como yo, tú me la prestas como yo también, en cuanto estás haciendo
de mí con el nombre que antes te he prestado. De manera que, si 12. Desde el momento que se empez6 a hablar de mí (y esta
de un lado subsiste siempre la antítesis entre lo subjetivo y lo obje­ absurda y ociosa conversaci6n venía ya de antiguo), ese proceso de
tivo, y de otro lado la antítesis entre tú y yo sigue, a pesar de mi objetivaci6n estaba· en marcha; pero, si he de decirte la verdad,
todo, manteniéndose, ¿c6mo va a poderse concordar o compaginar yo creo que sólo se ha cerrado y completado hace no mucho más
esta antítesis entre tú y yo con aquella otra antítesis entre objetivo de un siglo: fué por entonces, con la liquidación del viejo Dios y
y subjetivo? Estos dos esquemas que nos están al mismo tiempo im­ del alma, que era su correlativa, cuando en sustituci6n se me tomó
puestos, el de la persona o subjetividad frente a la objetividad o a mí mismo, se me objetiv6, se creó la subjetividad, y se me hizo
no-persona, y el de la primera persona, que soy yo que te hablo identificarme con el sujeto, nacimiento que se consagr6 bautismal­
frente a la segunda, que eres tú a quien hablo, ¿c6mo van a poder mente con la trapsformación de mi pronombre en un nombre, y
ser congruentes y compatibles el uno con el otro? ¿Es que tú acaso pudo ya decirse, como acaso habrás oído, 'el Yo'. Conque desde ese
eres un objeto? : no, sino tan s6lo en cuanto yo también soy un punto y hora, yo, que lo tenía todo, yo, que era el dominio y la
objeto y dejamos por �anto de ser tú y yo. ¿Es que entonces eres posesi6n de todos los objetos, al ganarme a mí mismo como objeto,
un sujeto ? : no, puesto que no hay tal cosa como un sujeto, sino el como objeto me perdí a mí mismo: pues el Yo ya no era mío en
sujeto solamente, y el sujeto -perd6name que te lo diga, oh tú a realidad, sino de cualquiera que lo quisiese, ya que, al hablarme de
quien hablo-, el sujeto soy yo. mi Yo, se hablaba también del Yo de éste y del otro y del de más
allá, y también, por cierto, de tu Yo.
10. Por ejemplo, si te digo que te quiero (como es cierto que
te quiero, ¡y tanto! ), parece que está claro, o al menos puedo siem­ 13. Así de viejo pués soy yo como sujeto, esto es, como ob­
pre creer así saberlo, que aquí están el que quiere y al que quiere, jetivaci6n de mí; pues, aparte de mi objetivación, yo no tenía edad,
el sujeto y el objeto de mi amor. Pero ¿ a qué pregunto en vano ya que· era, como sabes, viejo como el tiempo. Mas todavía, y en
si a tu vez me quieres? Pues, sea lo que sea lo que respondas, con­ respuesta a tu pregunta, para que veas cómo deseo poner las cartas,
testes o no contestes, nunca podrá saberse lo que pasa: ya que, si como dicen, boca arriba, voy a intentar contarte brevemente c6mo
tú eres distinto y opuesto a mí, que soy sujeto, tendrás que ser se vino a formar, a mis cortas luces, ese sujeto con el que se me ha
objeto, y ¿cómo, siendo objeto, vas a poder quererme?, ¿romo aquel identificado; no que esté yo seguro de que este proceso no puedas
308 Agustín García Calvo
XI. Tú y yo 309
hallarlo ya descrito en algún tratado o manual incluso, extremo que,
ci6n que yo pronuncie, aunque no lo ponga explícitamente, está
escribiendo como estoy en esta buhardilla desguarnecida, no tengo siempre sobrentendido, como se dice, el Verbo de la acción de las
vagar de comprobar ahora; pero en todo caso, bien sospecho que acciones, de la acción divina, por así decir, que puede explicitarse
con tanta precisión como esta vez jamás se habrá descrito.
de ordinario como 'ver' o como 'decir': así, cuando digo «El monte
arde», ya se sabe que esto quiere en realidad decir «Veo que el
14. a) Partimos del uso de la palabra su;eto en la realidad:
monte arde», «He visto q. e. m. a.», «Digo q. e. m . a.», «Üs
sujeto es lo que está sometido o expuesto a algo; así en el valor del
aseguro q. e. m. a.», o algo así; de modo que, no ya sólo en las
adj. español su;eto, especialmente en las locuciones 'suj:to a (diver­
predicaciones en Primera Persona, sino en toda predicación, hay un
sas influencias)', y también cuando se habla de los su¡etos, de un
Primer Sujeto de lo que se dice que se confunde conmigo mismo
rey, por ejemplo, como sinónimo de súbditos (recuerdas que Van­
que lo digo. f) Es así cómo la palabra su;eto, volviendo a saltar de
eigen advierte en su libro la confluencia de este uso con el otro de
la Gramática a la realidad, del uso metalingüístico al lingüístico
la palabra ). b) Pasando al uso metalingüístico, el término se emplea nuevamente, pasa a usarse como nombre de 'el que hace' en general,
pués en la Gramática para indicar el Sujeto gramatical �n su sentido
el que es 'agente de las acciones', y en especial 'el que dice' y 'el
más general y originario: lo que está expuesto al predicado, lo que
que ve'. g) Y este Sujeto con el que la palabra persona trata tai;n­
recibe el impacto del predicado, la parte pasiva de la predicadón;
bién de hacerse sinónima, como indicando la Persona por excelencia,
una simple ampliación de este uso llevaría a usar la misma palabra
que es la Primera, vendrá inevitablemente, por lo dicho en d) y
para designar en general 'el tema ', aquello de que se trata, por ejem­
en e), a confundirse conmigo mismo, y así recibirá también ese otro
plo, en fr. su;et o ing. sub¡ect-matter. e) Pero sucede que en nuestras
nombre, el de el Yo, con el que irrisoriamente mi pronombre se
lenguas la clase de palabra predicativa por excelencia, el verbo per­
sustantiva.
sonal, habiendo absorbido en sí en cierto modo, por decirlo de una
manera rápida, incluso en las formas de Indicativo los valores prác­ 15. No me pesa, si quieres echarle una ojeada, resumírtelo en
ticos y aceionales de sus formas de Yusivo y Votivo, fue pasando el siguiente esquema:
cada vez más a reinterpretarse, no funcionalmente, sino semántica­
a) Realidad h) Gr11mática e) Gramática-
?
mente, como 'la palabra de la acción'; correspondien o con este
Sujeto=lo que Sujeto=lo que semántica
paso, el Sujeto en el sentido de (b) tenía que venir a remterpretarse está expuesto a ----+ está expuesto, (influjo de la
o sometido.
como 'el que hace', como 'agente de la acción'. d) Ahora bien, fíjate al realidad en la
(cambio en la
lo que recibe
{salto de la predicación. Gramática)
mismo tiempo en lo que ocurre en la Primera Persona de ese verbo realidad a concepción
Sujeto=el que
(también, por cierto, en la Segunda, en la tuya, análogamente¡ pero Gramática) gramatical)
hace la acción
ahí sin duda --<:on tu venia sea dicho-- de una manera evidente­ del verbo.
mente análoga y secundaria -recuerda que también en las reglas
d) Gramática / e) Gramática /
sintácticas de conflicto la Gramática tenía establecida la prioridad / realidad / realidad
de mi Persona sobre la tuya-, lo cual hace que el proceso siga Sujeto=el que lo ha­ Sujeto='Primer Suje­
refiriéndose a la Primera esencialmente): ocurre pués que el verbo ce (bago)=yo que lo to'=yo que veo y di­
(aplicación al (extensión a le go lo que pasa.
caso predicación en
en Primera Persona no tiene Sujeto expreso dentro de la fórmula digo.
de la Pri­
lingüística, sino que, en ese caso, el Sujeto era el Hablante mismo: mera Persona� general)
cuando decía yo, por ejemplo, «Subí al monte», el Sujeto de que se g) Realidad
hablaba y el Sujeto que lo hacía era yo mismo que lo decía. e) En f) Realidad filosofizante
estos casos, en que el Sujeto se identificaba con el Hablante, tene­ Sujeto=el que hace, -----+ Sujeto (=Persona) =
y en especial, el que =el Yo.
mos como ves 1 el salto en sentido inverso, de la Gramática a la (salto de la dice y el que ve.
(substantiva­
ll
rca dad; pero además has de tener presente que en toda predica- Gramática a la
realidad)
dón de mf)

21
310 Agustín García Calvo XI. Tú y yo
Jll

1 6 . Así que ya ves cómo esta antítesis de 'subjetivo/objetivo' sustantivarte, asir y definir el Tú por algún lado; pero nada hemos
está bien establecida entre nosotros para la concepción completa conseguido, sino en todo caso ver y estudiar mejor los modos de
de lo que pasa en este mundo; no importa que alguno de los magos �
la impos bilidad. Porque se decía: «Puesto que no sólo yo tengo
un Yo, smo que cada cual tiene el suyo, y hablamos tranquilamente
pretéritos, Hegelius mismo, después de explicar cómo ambas <:osas .
eran una, y ninguna por lo tanto, en el más sublime sacrificio, dando del Yo del blanco y el negro, del Yo del enfermo y el sano' de tu
el paso al límite de Ja soberbia, dijera : «En mí termina la historia Yo Y de mi Yo, ¿por qué no va a poder haber igualmente un Tú
de la separación entre objeto y sujeto; conmigo el objeto se hace de cada cual, y no vamos a poder conocer el Tú de éste y del
tan sujeto como el sujeto objeto»: no importa, puesto que Hegel otro Y tu Tú y mi Tú?»; pero, si tratábamos de concebirte a ti
era un falso Yo, ya que no era yo, sino él, Hegel, y aquí, después no otra cosa concebíamos sino tu Yo, de la vaga manera que �
de Hegel, yo sigo siendo el que soy yo; no importa que su discípulo, � o puede concebirse; Y �i pretendíamos llegar a la concepción par­
.
el venerable Marxius, mostrara con paternal paciencia cómo objeto tiend� antes de la definición, y nos decíamos, por ejemplo, «Mi Tú
y sujeto se reducen a lo mismo, ya que la verdad es el Dinero, que, es la imagen de mi Yo reflejada en el Yo de ti», no sólo subordiná­
siendo el nombre verdadero de las cosas todas, al mismo tiempo bamos en la definición el Tú al Yo y nos veíamos forzados a aeudir
tiene su substancia en la fuerza de trabajo vendida, que es la obje­ a la metáfora especular, sino que mira cuál era en verdad el esquema
tivaci6n del sujeto justamente; ni importa tampoco que, trabajando que con ello proponíamos:
el angélico nigromante Froedius éon tanta diligencia en sus alam­
biques, tratara de componer y descomponer el Yo de tal manera
Tú Yo
que no se viera en qué relación estaba con la Tercera Persona (o
no-persona) y con el Otro Yo que dominaba al Yo, y que ni él
- � mi _ mi
mismo ya supiera si Ello y Superego estaban dentro del Yo o se le
- - - Yo
�: �
oponían, y si todos los tres eran del Yo o todos los tres Ello; no Tú
importa -ya lo ves: la antítesis entre sujeto y objeto sigue de -- --:..--------/- '.:
hecho aquí rigiendo entre nosotros y saliéndonos al paso entre tú y yo.
Esquema en el cual, como ves, se proponían dos cosas bien cho­
17. Pues tú, como ya veíamos, no entras en tal esquema ni cantes: la una, que tu Yo perdiera toda simetría ron el mío, ya
como objeto ni como sujeto, pues que esta dualidad era incompa­ que mi Yo era un Sujeto de reflexión, esto es, uno que se reflejaba, ·

tible con aquella trinidad que formamos cuando nos hablamos y nos mientras q�e tu Yo no era sino un Objeto de reflexión, es decir,
decimos «Tú y yo y fo otro» . No, no parece que vayas a poder en­ �
�l que re eJaba; y la otra, que como sucede en un espejo, lo refle­
trar, por más que lo intentes: porque ataca esa antítesis, si quieres, Jado· -mi Yo, que pretendía ser mi Tú- se encontraba teórica­
niégale al sujeto que sea yo o niégame que yo sea el sujeto, y dí, mente en el espejo, que era tu Yo, pero en realidad sólo lo estaba
como yo mismo te lo he dicho, que el sujeto es mi objetivación, en cuanto devuelto y reintegrado al Yo de mí, que era el que se
que el sujeto es la síntesis de la antítesis de mí con el objeto. Muy reflejaba y el que veía tal reflejo.
bien; pero y con todo: ¿es que acaso se puede hacer contigo otro
tanto de lo que conmigo se ha hecho? ; ¿es que a tí se te puede 19. De manera que no parece que puedas tú aspirar a la ob­
objetivar análogamente, para que vengas a mi lado, aunque sea re­ jetivación ni que se pueda hacer de tu pronombre, como se ha he­
ducidos los dos a objeto? ; es decir: lo mismo que de mí se ha cho con el mío, un nombre con el que se aluda a algo de lo que
hecho el Yo, ¿es que de tí se puede hacer el Tú? pueda hablarse y que pueda conocerse; que así como yo soy el que
conoce, así yo soy también el conocido, y en esta antítesis entre
18. Ah, no te canses: largamente lo hemos intentado nosotros, ambos, lo mismo que en su síntesis, no parece que tú y tu segunda
unos éuantos amigos y yo mismo, durante los meses de este invierno, persona podáis tener lugar alguno.
312 Agustín García Calvo

20. Pues si me sugieres que un interlocutor no es sino otro


hablante, que tú eres otro yo, lo mismo que yo soy uno, y que
sólo te diferencias de mí en el lugar o posición que ocupas, me temo
tampoco así voy a encontrarte por lugar ninguno: tu lugar no
se señala sino en función del mío, así que, en tanto en cuanto yo
soy yo, tú eres tú y no otra cosa alguna, y' en cuanto tú fueras
yo --es un decir-, yo no sería yo ni podría hallarme yo en lugar
ninguno. Quien dijo que yo era muchos (o ¿debería concertar más
bien diciendo 'yo éramos muchos' o 'yo eran muchos'?), que yo
era tantos como lugares desde los que se habla, al mismo tiempo
que pretendía que yo siguiera sin embargo siendo yo, en afirmación
de semejante contradicción y absurdo forjó la síntesis de mí con
el objeto, que llamábamos el Yo; pero de todo ese proceso tú se­
guías estando ausente.

21. La Gramática pués te había dado --es cierto- una carta


de éonvención, que es ésta que me permite hablarte; pero la orga­
nizaci6n de la Realidad, la oposición de 'Sujeto/Objeto', la oposi­
ci6n entre El (o Ella o Ello) y Yo, ésa te niega y te rechaza rigu­
rosamente.

22. Pero escucha: así como ese esquema te niega a tí, así tú
niegas el esquema. Sí, ya te lo he dicho: tú, que eres la interro­
gación, la pregunta de mis respuestas, tú eres la negaci6n de mí, la
negaci6n de la antítesis del Sujeto con el Objeto, y por tanto de
su síntesis, que es mi objetividad, y por tanto de su contrario, que
es mi subjetividad. Así es que, al mantener, en contra de las con­
diciones objetivas, este diálogo entre tú y yo, aunque sea yo el que
ht>bla ( ¿quién otro podía ser?), tú con la pregunta muda que me
opones (y muda tenía que ser, puesto que tú mismo no eres otra
· cosa que pregunta) estás acaso alterando las éondiciones objetivas
y negando su esquema tal como su esquema te niega a tí.

23. Niégalo pués, oh tú, negación mía. Pues tú en tí mismo


puede que no seas sino vano tema de la teoría, frívolo entreteni­
miento de intelectuales, ya que por esencia estás vacío. Eso tú, sí,
pero tu ausencia en cambio . . . Escribiendo estoy yo solo aquí en
mi éuarto, y esta falta de tí ¡cómo es real y grande !
XII

DE LA CERVEZA, LA POESIA
Y LA MANIPULACION DEL ALMA

1. Es cosa que se ha sabido desde siempre, desde que hay


retórica (y ¿cuándo no ha habido retórica en este mundo ? ), que
los medios de comunicación, el lenguaje y los signos en general
podían servir para imponer o modificar los esquemas de conducta
de los hombres por dos vías: una, aparente, otra, oculta; actúan las
palabras y signos por la vía aparente cuando actúan a través de su
significado, esto es, cuando el propio sujeto que es objeto de la
operación percibe y entiende la operación misma, por ejemplo, cuan­
do un explorador deja señales que indiquen la ruta a seguir a sus
compañeros rezagados, cuando pronunciamos un imperativo, como
«Baja de ahÍ» o «Agua, por favor», cuando la mano del agente
o el semáforo imponen detenciones o permiten pasos, cuando un
guiño transmite el deseo de entablar una relación erótica, éuando el
cristiano reza pidiendo a Dios merced; actúan por la vía oculta cuan­
do no necesitan ser interpretados como tales signos por aquel que
es objeto de la operación, sino que trabajan en éste a niveles hipo­
semánticos, apélese aquí a reflejos fisiol6gicos o a mecanismos sub­
conscientes, pero en todo caso instancias del alma, por así decir,
extrañas a las funciones de interpretación: así operaba la magia,
cuando enredando hebras de lana en el rhombus o huso mágico se
produda una ligaz6n amorosa en el amado ausente; y así se hace
cuando en la hipnosis se sugieren órdenes, que, no interpretadas
a nivel consciente por el sujeto, son obedecidas; así también en las
perreras de Pavlov se inducía el movimiento hacia la comida por
campanillazos de determinado tono y ritmo o se producía la inhi­
bición del movimiento por otros de tono o ritmo diferente, lo mismo
314 Agustín García Calvo XII. De la cerveza, la poesía y la manipulaci6n del alma 315

a fin de cuentas que a un asno se le hacía avanzar con «Arre» o más se ejerce a través de instancias reflejas o inconscientes · de sus
parar con «So•, en C:uanto que se da por supuesto que los perros almas.
Y los asnos carecen de instancias interpretativas del lenguaje; asi·
. 3. No acaban sin duda de creer las gentes mucho en la visi6n
mismo un movimiento de coquetería perturba al pr6jimo sin infor­
marle de nada, o también Cicer6n cuida las cláusulas rítmicas de de Pavlov, que imaginaba las facultades interpretativas lingüísticas
las frases de su discurso, produciendo una especie de encantamiento o propiamente humanas como un desarrollo, o redoblamiento a un
en el auditorio, que debe complementar la persuasi6n de las razo­ nuevo nivel, del sistema de señales 'primero', que a su vez, en los
nes; y así, en fin, en la publicidad comercial se acude a infinidad de hemisferios de la corteza cerebral (salvo los l6bulos) de los animales
trucos y hechizos visuales o auditivos que, sin necesidad de ser ana­ 'superiores', desarrolla o redobla las instancias primitivas de rela­
lizados ni interpretados por los receptores, se supone que deben ci6n con el medio (de que se encargan los centros subcorticales ),
inducirlos en el sentido requerido por la propaganda. en virtud de los vínculos nerviosos condicionales, o sea las relaciones
de asociaci6n, de modo que todos los sistemas de señales vienen
2. Resulta pués bastante sorprendente ver cómo las gentes se a responder a un principio mecánico unitario; o como lo dice él,
rebelan con gran indignación y escándalo cuando las técnicas de la con su graciosa grosería de científico: «Si nuestras sensaciones y
propaganda comercial intentan introducir el uso de los anuncios sub­ representaciones referentes al mundo circundante forman para nos­
liminares en el cinematógrafo (aquellos maravillosos pases de cen­ otros las primeras señales de la realidad, señales concretas, la palabra
tésimas de segundo intercalados en el curso de la proyecci6n normal y ante todo las excitaciones cinestésicas que van del 6rgano de
de las imágenes, que producían con gran eficacia, según se cuenta, la palabra hacia la corteza constituyen las segundas señales, las seña­
la sed del mejurge anunciado en las gargantas de los espectadores), b de señales. Representan una abstracci6n de la realidad y se pres­
indignaci6n y escándalo que, al parecer, se han traducido debida­ tan a una generalización, lo que forma precisamente nuestro modo
mente en la prohibici6n legal de la propaganda subliminar en al­ de pensamiento suplementario, especificamente humano, superior,
gunos sitios. Parece evidente que cuando las gentes se indignan en que crea primeramente el empirismo, propio a todos los hombres,
un caso como ése, es que eonsideran el procedimiento como aten­ y al fin la ciencia, instrumento superior de los que permiten al
tatorio contra su libertad; lo cual implica que, cuando sus con­ hombre orientarse en el mundo circundante y en sí mismo. . . . Es
ductas son influídas por procedimientos más visibles, como lo son verosímil que sean los l6bulos frontales el 6rgano de ese pensa­
a cada paso, sea por los de la vía aparente, sea por los de la oculta, miento suplementario, puramente humano, para el cual, sin em­
pero más supraliminares, consideran en cambio que su libertad queda bargo, hay que pensar que las leyes comunes de la actividad ner­
de algún modo preservada, en cuanto que la obediencia es cons­ viosa superior siguen siendo las mismas» ('Fisiología de la actividad
ciente, elegida o por lo menos aceptada y, en una palabra, volun­ nerviosa superior', discurso en el XIV Congreso Internacional de
taria. Serían las gentes a este respecto semejantes a una de las dos Fisiología, Roma 1932; cito por la ed. francesa de Typologie et
clases de maridos, los que prefieren ser engañados a sabiendas y pathologie de l'activité nerveuse supérieure por las P.U. de F., 1 955,
con consentimiento, por oposici6n a los de la otra clase, que optan página 137; cfr. también el ensayo 'Réponse d'un physiologiste a
por atenerse a la doctrina de que «ojos que no ven, coraz6n que no des psychologues', hacia el final, y el 'Essai d'une interprétation
siente»; s6lo que en la defensa de la libertad frente al ataque de physiologique de l'hystérie', recogidos en francés en el mismo volu­
tipo subliminar parece haber mucha más unanimidad entre las men). O -mejor dich<r-, si más bien se declaran dispuestas a
gentes; y si de un lado estiman sin duda que el atentado más fla­ aceptar una manera como ésta de ver las cosas, hay que reconocer
grante contra su libertad lo constituye la aplicaci6n bruta y desca­ que por lo menos, cuando se trata de la manipulaci6n comercial
rada de la violencia (un imperativo sin réplica, una mano que mueve de los diversos sistemas de señales de sus almas, se muestran su­
tu mano), por otro lado tienden a equiparar en poder atentatorio mamente puntillosas en cuanto a distinguir si se trata, en un fair
contra su libertad el engaño o la sugesti6n oculta, tanto más cuanto play, de manejarlas en las instancias superiores o conscientes o si
316 Agustín García Calvo XII. De la cerveza, la poesía y la manipulación del alma 317

de jugar, subrepticia- y tramposamcnte, a niveles tan bajos como el cesará, ya por el consumidor, que te impondrá el castigo de no
de los reflejos condicionados de los perros de Pavlov ; y as{, parece comprar tu producto por segunda vez.-Los buenos productos pue­
que los agentes de publicidad, sus clientes y los clientes de sus den ser vendidos por medio de una propaganda honrada. Sí no crees
clientes, deberían prudentemente tratar de fijar en la escala el que el producto sea bueno, no hay para ti ningún negocio en anun­
punto en que la operaci6n es todavía moralmente aceptable y desde ciarlo. Si dices mentiras, o las sugieres ( weasel), perjudicas al que
el que empieza a atentar a la libertad y la dignidad del hombre, te contrata, aumentas tu carga de culpabilidad, y avientas las llamas
determina ci ón sin duda tan dificultosa, pero no menos exigible, que del resentimiento público contra el negocio todo de la publicidad�
la de determinar en qué punto del flirting, el kissing, el light petting, (pp. 123-24); aquí define con precisión los límites de la verdad:
el deep petting, el stripping, el sleeping together, el fucking o el «¿Es la publicidad un saco de mentiras? Ya ha dejado de serlo. El
climaxing ha de considerarse que una dama ha roto la línea del temor de verse envuelto en líos con la Federal Trade Commission,
pudor o ha sido poseída. que ventila sus litigios en los peri6dicos, es hoy tan grande que re­
cientemente uno de nuestros clientes me advertía que si alguna vez
4. En cuanto a la eficacia de los diversos tipos de manejo del la FTC citaba uno de nuestros anuncios por falta de veracidad, in­
alma por la publicidad, no dispongo de noticias precisas y fidedignas mediatamente pasaría a contratar con otra agencia. De hecho, el
sobre el resultado de los procedimientos -digamos- más profun­ asesor jurídico de la General Foods exigió que nuestros redaetores
dos, como el de los anuncios subliminares ; pero en cambio, mis probaran que la Open-Pit Barbecue Sauce tenía un «aroma de viejos
sospechas de que el otro camino, el de la influencia por los niveles tiempos» ( «oldfashioned flavor» ), antes de permitirnos insertar esa
más nobles y conscientes, era de una gran eficacia para la venta se inocente afirmaci6n en los anuncios. El consumidor está mejor pro­
ven brillantemente confirmadas por las declaraciones de un ilustre tegido de lo que cree. . . . Dorothy Sayers, que redactó propaganda
agente de publicidad y -lo que aquí más importa- regente de comercial antes de redactar cuentos de miedo y panfletos anglo-cat6-
una de las más poderosas agencias de Madison Avenue, David Ogilvy, licos, dice: 'Las mentiras descaradas son peligrosas. Las únicas armas
el cual, habiendo reafirmado y subrayado que «advertisíng is a busi­ que quedan son la suggestio falsi y la suppressio veri'. Yo me confieso
ness of words», nos descubre que uno de los más eficientes y se­ culpable de un acto de suggestio falsi, lo que en Madison Avenue
guros trucos publicitarios es uno tan notoriamente operante con las llamamos un 'weasel'. Sin embargo, dos años más tarde un químico
instancias más altas o racionales de las almas como es el de decir redimió mi conciencia, al descubrir que lo que yo había sugerido
la verdad; de sus Confessions of an Advertising Man, N.Y. 1963, falsamente era de hecho verdad.-Pero debo confesar que caigo con­
extraigo los siguientes textos: «¿Puede la propaganda 'meterle' al tinuamente en culpa de suppressió veri. Indudablemente, parece
consumidor un producto de baja calidad? Amarga experiencia me que es demasiado esperar que el anunciante describa los defectos
ha mostrado que no puede. En ·aquellas raras ocasiones en que he de su producto» (pp. 194-95); consecuentemente el autor declara:
anunciado productos que los sondeos de consumidores demostraban «Yo siempre uso los produetos de mis clientes. Esto no es peloti­
ser inferiores a otros productos del mismo ramo, los resultados han lleo, sino elemental cortesía», continúa con una enumeraci6n de
sido desastrosos . Si pongo el bastante empeño, puedo redactar un tales productos, y termina: «Y ¿por qué no?, díganme ustedes : ¿no
anuncio que persuada a los consumidores a comprar un producto in­ son ésos los mejores objetos y servicios del mundo? Yo pienso que
ferior, pero sólo una vez -y para los más de mis clientes la ganancia lo son, y es por eso por lo que los anuncio» (p. 78); insiste en
depende de la repetición de adquisiciones» (p. 192); he aquí la otra parte en que lo esencial del anuncio está «in facts»; en su
regla núm. 9. del cap. 'C6mo crear grandes campañas': «No escribas parte informativa: «la consumidora no es una cretina: es tu es­
nunca un anuncio que no querrías que tu propia familia leyera.-No posa. Insultas su inteligencia · si supones que un mero estribillo y
le dirías mentiras a tu propia esposa: no se las digas a la mía. Haz unos cuantos adjetivos insípidos van a persuadirla de que compre
como quieras que hagan contigo.-Si dices mentiras acerca de un nada. Ella desea toda la informaci6n que puedas proporcionarle»
producto, te verás deseubíerto, ya sea por el Gobierno, que te pro- (p. 1 19); cita con aprobaci6n la opini6n de «Jim Young, uno de los
318 Agustín García Calvo XII. De la ceNeza, fa poesía y la manipulación del alma 319
mejores redaetores hoy en vida: 'Toda clase de anunciantes tienen procedimiento estilístico muy eficaz puede ser el empleo de la forma
el mismo problema: a saber, el de ser creídos'»; y de él, en fin, de lenguaje más desnuda, expositiva y factual cuando se cuenta con
recojo, como cualificaci6n útil de la regla de decir la verdad, la un trasfondo de lenguaje recargado de elementos estilísticos impre­
segunda recomendaci6n sobre cómo redactar el texto de un anuncio: sivos, sobre el que puede resaltar nuestra simplicidad, como la lla­
«Evita superlativos, generalizaciones y trivialidades. Sé específico y neza del orador Lisias resaltaba eficazmente sobre los discursos pa­
factual. Sé entusiástico, amigable y digno de recordar. No seas un ralelísticos y homeoteléuticos de los discípulos de Gorgias. Que, así
'rollo'. Di la verdad, pero haz a la verdad fascinante» (p. 134).
cómo una mujer nunca puede ser -ay- primariamente desnuda,
sino siempre desnudada, así también la falta de ret6rica es una forma
5. Se entiende que lo que aquí me importa de todo esto no es de ret6rica.
la éuesti6n de la verdad o falsedad de los anuncios: haría falta más
fe de la que tengo en el ser-en-sí de los productos mismos y no
haber experimentado c6mo, por ejemplo, en cosa de pocos años las 6. Pero a este propósito justamente, ¿cuál es la operaci6n de
características predicadas del café soluble o de los colchones de los procedimientos estilísticos o ret6ricos? ¿Con qué medios se jue­
resortes se hicieron sucesivamente verdaderas y dejaron de serlo ga cuando, orador, poeta o agente de publicidad, hacen a la verdad
en la realidad misma de nuestras vidas . No pués: doy por supuesto fascinante? (o, para el caso, a la mentira : en una palabra, hacen
que el señor Ogilvy ha actuado en general de acuerdo con las nor­ fascinante la información o exposición factual). Y ¿es eso precisa­
mas que expone, o si prefieren, que estas normas son honrado fruto mente lo que se llama persuadir? ¿Son los recursos estilísticos los
de su actuaci6n, y constato que ese modo de comportamiento en procedimientos de manipulación de las almas, a niveles más o menos
un agente publicitario ha sido acompañado de excelentes resultados conscientes? ¿Nos será dado observar algo de las vías por las que
prácticos para sus clientes en el mercado y de una extraordinaria se produce la maravilla de que la informaci6n se convierta en mo­
prosperidad de la propia agencia. Pero lo que me importa aquí es dificación de la conducta? Puede ser que, seguramente no los ora­
el hecho de que se trate de procedimientos que operan con las dores ni autores de panfletos políticos, pero sí tal vez los poetas, si
instancias lógicas, racionales, informativas o conscientes de las almas. alguno queda por el mundo cuando se lean estas líneas, o en todo
Lejos nos eneontramos de los siniestros manejos de los mecanismos caso las Musas mismas, se sientan inclinados a indignarse de que
irracionales del · público por debajo de la vigilancia de la consciencia se traten como técnicas comunes ( ¡o ni siquiera como técnicas ! ) las
de sus individuos : aquí es uno de los· nuestros el que explícitamente de la poesía y las de las artes publicitarias; aunque acaso fuera más
y por los procedimientos lingüísticos habituales nos explica las con­ razonable, considerada la reyecci6n y mísera supervivencia de la
diciones y cualidades de determinados objetos, sitios o servicios. poesía en nuestro mundo, y en cambio la dignidad y esplendor de
Y tal vez justamente ganados por su explicitud y lealtad, por el res­ la publicidad, sentirse halagados por la equiparaci6n. Pero, sea lo
peto de nuestra libertad que de hecho nos demuestra, es por lo que sea, ni el poeta y el agente de propaganda se negarán a reco­
que un gran tanto por ciento de nosotros accedemos a dejarnos nocerse ambos como herederos del mago de la tribu ni, después de
persuadir y contribuímos al aumento de las industrias que él nos las tediosas discusiones sobre el arte comprometido o no comprome­
presenta y de la industria que regenta él mismo, con éxito superior tido, habría apenas poeta alguno que no se aviniera a reconocer que
o en todo caso no inferior al de otros métodos publicitarios subrep­ una ,poesía que no tiene poder para modificar, en el sentido que sea,
ticios y poco escrupulosos. Unicamente hay que hacer notar sobria­ las conductas de los hombres ni siquiera es tampoco poesía. Por
mente algo que en el asunto me parece bastante claro: a saber que, fortuna, resultará probablemente, a poco que se mire, que esa poesía
en efecto, uno de los modos de hacer a la verdad fascinante puede que no modificara las conductas es una suposiéi6n vacía y que nunca
ser el solo hecho de decir la verdad cuando la tradici6n y el hábito podrá de hecho presentarse ; no puede probablemente producirse
en el género han venido siendo la mentira, el weasel y el superlati­ formulación lingüística alguna que no sea al mismo tiempo un ele­
.vo; o, sin aludir a la cuesti6n de la verdad, que efectivamente un mento modificador de las conductas.
320 Agustín wcfa Calvo XII. De la cerveza, la poesía y la manipulación del alma 321

7. En todo caso, vamos nosotros a intentar examinar los meca­


nismos y funciones de algunos procedimientos ret6ricos, tales como
se nos presentan en unos ejemplos notables de arte publicitaria;
ejemplos seguramente no del tipo más habitual de anuncios, sino
más bien originales y sorprendentes en sus procedimientos; pero
también éuando estudiamos las técnicas de la poesía lo hacemos de
otdinario sobre ejemplares poco comunes, y aun singulares (con
aquel carácter del que suele hablarse como 'genial'), es decir, casos
en que las técnicas recibidas de la tradici6n se extravasan en cierto
modo y rompen los límites de uso a que en los productos poéticos
otdinarios estaban atenidas; y acaso no es del todo desacertado que
escojamos ejemplos extraordinarios o geniales para el estudio de las
técniéas de persuasi6n o conmoci6n de almas: pues, así como en la
enfermedad o anomalía se reconoce por negaci6n la funci6n normal
de los 6rganos, o como los propios rasgos estilísticos, esas enferme­
dades de la lengua, fueron los primeros en despertar y promover el
interés propiamente gramatical por la lengua normal misma, as{ tam­
bién las roturas y extravagancias de las normas de ret6rica corrientes
puede esperarse que nos sirvan para descubrir y entender mejor el
funcionamiento de los procedimientos ret6ricos normales.

8. Tomamos pués como ejemplo una doble serie de grandes


carteles murales que en suces.ivas campañas durante los años 1968
y 69 se dedicaron al lanzamiento y consolidaci6n de una nueva marca
de cerveza, de los cuales presentamos aquí tres reproducciones corres­
pondientes a los ocho que recogimos visualmente por las calles de
Madrid; no sé si la campaña constaría de más ejemplares que éstos ;
y prescindo de la presentaci6n de anuncios similares por televisi6n
que, según se me dijo entonces, acompañ6 al lanzamiento de los
murales. Como se ve, las características comunes son las siguientes:·
a) En el éentro del cartel aparece un objeto directamente de con­
sumo (caviar, ostras) o que representa una posesi6n (gorra y llaves
de ch6fer, cinta para bautizar un yate, corona) o una actividad festiva
o deportiva (zapato de raso, maleta de avi6n, colmillo de elefante),
pero en todo caso símbolo de lujo y alta posici6n social; b) junto a
ese objeto y estableciendo con él diversos modos de relaci6n están
una o varias botellas de cerveza de la marca anunciada; e) no aparece
en cambio nunca, total ni parcialmente, la :figura humana, y tampoco,
para más confumaci6n de la técnica, la de seres vivos (las ostras y las
huevas de esturi6n , así como el colmillo de elefante, no cuentan evi-
322 Agustm Garcfa Calvo XII. De la cerveza, la poesía y la manipulación del alma 323

dentemente como tales) ; d) el procedimiento gráfico es la fotografía ciclas que a cada paso el mercado y las agencias siguen tropezándose
de color, pero con una técnica de perfiles nítidos sobre fondo plano con grandes sorpresas en los dos sentidos (véase, para Inglaterra, los
que le permite al mismo tiempo participar de las ventajas del dibujo; ejemplos que ofrece Judith Todd, Tbe Big Sell, Londres, 1961, pá­
el efecto visual es más bien original con respeeto a los carteles habi­ ginas 96 ss., como testimonio de que «no one can explain why
tuales, pero no demasiado llamativo; e) el texto acompañante oscila certain campaigns appear to be successful while others fail»), pero,
entre las once y las diecisiete sfl.abas y suele partirse rítmicamente en aunque no desconozco que lo llamativo de un anuncio puede atraer
dos miembros de frase (en el de las ostras el paréntesis «con perla, la atención hacia él mismo y desviarla inoportunamente del producto
claro», se añade como estrambote al segundo miembro), pero mante­ (contra lo que D. Ogilvy en su citado libro, pág. 1 12, previene de­
niéndose en la estructura llana de una frase conversacional; f) con­ bidamente, añadiendo: «Es deber del agente de publicidad ocultar su
tiene casi siempre el nombre del producto (las excepciones son el de artificio. Cuando Esquines hablaba, decía la gente: ' ¡Qué bien
la vuelta al mundo, en que se ha confiado en la parte pictórica, y el habla! '; pero cuando hablaba Demóstenes, dedan: 'Marchemos con­
de las ostras, que se apoya en el precedente del caviar), pero nunca tra Filipo'. Yo estoy por Demóstenes»), no me parece, sin embargo,
la palabra cerveza; g) está siempre íntimamente ligado con la ilus­ que los carteles que estudiamos puedan criticarse por tal desviación:
tración: la explica y es explicado por ella; b) es casi siempre una con la botella y su marca visible ocupando siempre un puesto de pro­
frase de modalidad yusiva: las más de las veces aparece directamente tagonista en la escena central, con el nombre de la cerveza casi siem­
el Imperativo ( o una vez el Prohibitivo: «no olvide»), pero el «Hay pre jugando una función esencial en las frases del texto, ajustados a
que» en el de la corona es un simple sustituto, y aun el «Es una la mayor parte de las recomendaciones pertinentes al caso que el
lástima» en el del yate es una clara sugerencia de un Prohibitivo im­ propio señor Ogilvy ofrece (págs. 167 ss.), habrían sin duda de me­
plícito. recer la aprobación de éste a tal respecto, y debo considerarlos en
principio eficaces, confundiendo en esta eficacia el poder impresivo
9. Estos carteles se hicieron notar considerablemente en la época de los anuncios en sí mismos y el efecto en la alteración de la con­
de su aparición (o, por emplear el término que la jerga publicitaria ducta de los consumidores. De hecho, las personas a las que consulté
ha contaminado al resto del lenguaje, tuvieron un impacto conside­ eri aquella ocasión habían en general retenido el nombre de la
rable), como comprobé preguntando por aquel entonces a diversas cerveza.
gentes, que habían retenido muchos de sus rasgos y aun de sus
textos, y también a algunos otros, meses más tarde, que los recor­ 10. Pues bien, fijándonos ahora en el punto h de los señalados
daban bastante bien; algo me sorprendió que muchos de los consul­ ( § 8), notamos ya como poco habitual el hecho de que los textos
tados no hubieran aparentemente percibido el carácter irónico, que consten exclusivamente de frases yusivas, con ausencia de noticias,
era la primera explicación que yo me había dado para mi propia aten­ descripciones y alabanzas a propósito del producto anunciado expre­
ción a los carteles, pero sin duda esa calidad sorprendente estaba de sadas en modalidad predicativa. Pues, dada la indubitable racionali­
un modo u otro (subconscientemente, si se quiere ) ligada con el poder dad del ser humano, lo normal para cualquier anuncio o aviso des­
de retentiva. En cuanto al resultado verdaderamente práctico, esto es, tinado a modificar su actividad en algún sentido es que conste de
la influencia en las ventas, he pensado en solicitar de la propia firma una parte directamente yusiva, pero precedida o seguida de una in­
los cálculos de la evaluación de esa influencia en términos absolutos formación que justifique y razone la orden o incitación correspon­
y en tanto por ciento, tales como los industriales o más bien las agen­ diente; así suelen tener las leyes su exordio y su parte dispositiva,
cias de publicidad suelen hacerlos; pero de todos modos he de con­ as{ podemos ver el procedimiento reducido a su fórmula mínima en
fesar que, por los ejemplos de dichos cálculos que conozco, me siento un aviso como el siguiente, saliente de la esquina de una bocacalle,
poco inclinado a creer en su valor probativo, cuando las influencias HOSPITAL - SILENCIO, y así suelen estar construídos los anun­
que cada año y casi cada día se entrecruzan para determinar el éxito cios en general. La supresión aquí de la parte informativa parece re­
o fracaso de un producto son a todas luces tan complejas y desi:ono- presentar la técnica contraria a la preconizada por D. Ogilvy, que en
324 AgustCn García Calvo XII. De la cerveza, la poesía y la manipulaci6n del alma 325

la mayoría de sus anuncios, rehuyendo la inelegancia y falta de res­ trajes y vestidos impecables), dentro del cual el producto anunciado
peto de la libertad individual que un Imperativo contiene siempre, se desenvuelve a sus anchas, técnica bastante elemental, en cuyos tri­
se limita a dar a sus lectores en frases predicativas hechos y datos viales mecanismos de asociación (se utiliza el ansia de promoción
acerca de los productos que anuncia; aquí de la cerveza anunciada social de modo que, por un lado, ambientes relativamente semejantes
no se nos da en realidad información ninguna y en cambio se nos in­ a los presentados en el anuncio -bastante asequibles al fin y al cabo
timan algunas órdenes sobre su uso, casi siempre de la manera más para una gran parte de las clases medias-- evoquen el producto anun­
directa. Sólo que no tardamos en darnos cuenta de que todas esas ciado, y, por otro lado, el producto mismo quede contaminado de la
ó1denes son prácticamente imposibles de obedecer para todos o casi carga promociona! del ambiente) no hace falta detenernos mucho;
todos los consumidores a los que deben suponerse dirigidos los anun­ pues bien, los carteles que estudiamos parecen haber saltado delibe­
cios: clientes que posean yate, que mantengan chófer, que hagan radamente los límites normales de ese tipo de propaganda, haber
excursiones alrededor del mundo o cacerías de elefantes son realmente practicado la exageración o más bien, como se decía en la retórica
demasiado escasos; todavía más desusado sería un cliente que prac­ tradicional, la hipérbole, de tal manera que la ironía resultante recae
ticara la elegancia de escanciar bebidas en el zapato de raso de una doblemente sobre la aspiración a un tipo de lujo inasequible y tam­
dama, y destocarse de una corona, evidentemente real, aun dado que bién sobre el tipo de propaganda del que los anuncios aparecen como
las cosas les fueran bien a los restitutores de la monarquía, no podría extrapolación. A este respecto pués se colocarían nuestros carteles
corresponderle más que a uno solo; más asequibles parecen las inti­ en una situación análoga a la de otras creaciones artísticas, con fre­
maciones referentes al caviar y a las ostras (la desproporción estaría cuencia de las clasificadas como geniales, que se incluyen en un gé­
aquí más bien en la idea de emplear como tapas para cerveza bo­ nero tradicional para, dentro de él, por alguna especie de hipérbole,
cados de tan tradicional alcurnia), pero justamente en el segundo de que es al mismo tiempo una exageración de los procedimientos del
ellos, el de las ostras, como si el autor hubiera sospechado que aquí género, hacer saltar sus límites y convenciones: el ejemplo por exce­
no estaba lo bastante clara la imposibilidad de la orden, se ha sentido lencia es en literatura el de Don Quijote, que, al hacer estallar la evi­
obligado a añadir, desfigurando un tanto la estructura general de sus dencia de irrealizabilidad de los ideales de justicia por el medio de
frases, el paréntesis «Con perla, claro», que restituye debidamente fa mostrarlos aplicándose a un mundo inmediato y cotidiano, denuncia
irrealidad y que precisamente, en cuanto añadido y exageración, nos el mito del campeón justiciero al mismo tiempo que se aprovecha de
aclara respecto a la intención, más o menos consciente para el autor su fuerza para convertirla en vida de su crítica y su personaje, y del

(pues no son los mecanismos del autor lo que nos interesa en este mismo modo frente al género, novela de caballería, en que Don Qui­
sentido, sino los de los anuncios mismos), de este tipo de órdenes que iote se inserta para rebasarlo por hipérbole de sus convenciones, man­
se imparten en todos los carteles. La formulación de imperativos irrea­ tiene la misma ambigüedad de relaciones, por un lado, condenándolo
lizables es una de las formas de ironía más habituales, no sólo en los a muerte, por otro, llevándolo a su cumplimiento, en el sentido que
recursos poéticos, sino en los rasgos estilísticos del lenguaje conversa­ Jesucristo deáa que su doctrina era el cumplimiento de la Ley mo­
cional, como cuando se dive «Averigua tú dónde se ha metido», saica. Y entre otros mil ejemplos ( a veces siente uno la tentación de
«Vaya usté a saber» o «Atame esa mosca por el rabo.» pensar que todas las obras generalmente consideradas como grandes
son la hipérbole, caricatura, muerte y cumplimiento de un género
1 1 . Pero veamos cómo en este caso está conseguida la irreali­ tradicional), citaré para el cinematógrafo el de las películas del direc­
zabilidad de las órdenes, que nos precisará el carácter de su ironía. tor Sergio Leone, en especial la primera en que el método halló, a
Recordamos, en efecto, que un tipo de propaganda muy frecuente y mi conocimiento, un logro definitivo, la llamada ineptamente en es­
divulgado, en especial para productos de consumo, como cigarrillos, pañol La muerte tenía un precio, en donde igualmente vemos cómo la
licores y similares, consiste en la presentación gráfica de un ambiente obra se inserta en un género tradicional de convenciones bien defini­
lujoso y de buen tono, . lleno de aisance y de commodíties (coches res­ das, la película . del Oeste (en la siguiente a la citada, El bueno, el
plandecientes, salones de fiesta, mobiliario de época, piscinas azules, feo. y el malo, se intentó con un efecto muy chocante mezclar dos
22
326 Agusdn García Calvo XII. De la cerveza, la poesía y la manipulación del alma 327
géneros , el western y la película de Guerra de Secesi6n), de manera está evidentemente en su coste elevado, sino en que a pesar de todo
que hace estallar por hipérbole las convendones del género, con el conservan tanto las ostras como el caviar un definido prestigio de
resultado de que lo condena al ridículo, pero al mismo tiempo vive manjar aristocrático; pero la pretensi6n de aristocracia y el arcaísmo
de su vida y lleva las tendencias del género a su cumplimiento. Pues correspondiente se manifiesta aún más claro en el uso del zapato de
así también nuestros carteles, al exagerar hasta el extremo (hasta un satín o raso para escanciar cerveza (sustituta del champán en este
cierto extremo) las técnicas del género publicitario que arriba descri­ caso), con evocación de las fiestas decimonónicas en que los petime­
bíamos, son caricatura del género en que se inscriben, sin que por tres, flor de la dorada burguesía, trataban de establecer los rasgos y
ello dejen de usar indirectamente para la eficacia de la propaganda colores de una nueva aristocracia; finalmente, el anuncio en que la
de su artículo el poder impresivo que las téCnicas del género tenían. monarquía se descubre ante la cerveza nos ofrece otro caso en que el
autor se ha pasado de la raya, pero con ello mismo nos confirma las
12. Pero en efecto, la exageraci6n no se ha practicado hacia un intenciones más profundas de su técnica: el rey, en efecto, no es sino
polo cualquiera, sino en un sentido bien determinado, que se nos el ejemplo supremo de la felicidad social (en rigor de los rigores, para
aparecerá observando detenidamente la serie de temas y figuras ele­ muestra basta un bot6n), que no sólo la nobleza añeja sino también
gidos (punto a del § 8). Pues vemos que la inasequibilidad de los oh· la burguesía dorada conservaban como coronación de sus vidas y as­
jetos de lujo no estriba precisamente en que sean extremadamente piraciones.
caros, sino en que representan un tipo de lujo extraño a los incentivos
normalmente presentados para la promoci6n social de casi todos los 13. Ahora bien, para que estas imágenes de elegancia y de dis­
probables consumidores de nuestra cerveza: un tipo de lujo en algún frute aristocrático (o si se quiere, de la reconstrucci6n decimon6nica
modo arcaico y fuera de lugar: por decirlo de una vez, aristocrático. de una aristocracia burguesa) resulten verdaderamente desproporcio­
No son ya el gran descapotable, el piso con aire acondicionado, el nadas y neta la ironía de los anuncios, no basta con el halo discreta­
chalecito en la Sierra, el veraneo en Cadaqués ni demás cielos de mente anacr6nico que de ellos se desprende: el contraste se hace cho­
p10moci6n a que, según los modelos de los cines y revistas, pueden cante y vivo cuando en esas imágenes irrumpe, con su talle plebeyo
honestamente aspirar los oficinistas y obreros especializados, a quienes. y sus etiquetas descaradas, la botella de cerveza (punto b del § 8).
la propaganda de la cerveza mayormente se dirige: se trata más bien Que la cerveza es una bebida de carácter marcadamente plebeyo (y
de lujos de los que mi abuela la montaraza podía comentar con sus téngase en cuenta que la cerveza anunciada en estos carteles no es
visitas admirativamente como poseídos o practicados por el señor ninguna cerveza especial ni siquiera más cara que las de las otras mar·
conde y el hijo del señor conde: un yate todavía puede ser objeto cas habituales) y aun acaso la bebida plebeya por excelencia de nues·
de aspiración realista por parte de algunos de los destinatarios de tro mundo no creo que haga falta argumentar mucho para convencer
nuestros anuncios (aunque un gran yate, que se bautiza con botella y de ello a los que lean: una de las aportaciones notables de los bár·
cinta de colores nacionales, parece cosa reservada a unos pocos pro· baros del Norte a la construcción de la civilizad6n occidental, entr6
hombres y armadores griegos), y más o menos lo mismo puede decirse la cerveza en este mundo cargada con la lenta espuma de la concien·
d<- la posesión (al menos privada, y no por raz6n de cargo) de un da de barbarie con que los pueblos rubios se integraban a la vieja so­
ch6fer particular; emprender de vez en cuando cruceros alrededor ciedad de los señores del Mediterráneo, ese complejo de pastor de
del mundo o dedicarse a la cacería de elefantes son cosas que sólo gansos, por así decir, que tan poderosamente ha debido de C:ontribuír
algunas cabezas visibles de la tecnocracia, y probablemente minis· a la promoción del nivel de vida y al Progreso del mundo occidental;
trables , se permiten en nuestras naciones, no sin rememoración y fo­ y si bien en otros dos lugares, en que nada había claramente que Con­
tografías en las revistas ilustradas; del empleo, más asequible, del traponer por parte de los viejos moradores de la civilizaci6n, el
caviar y de las ostras y de c6mo por ello el autor se ha creído obli­ prestigio de lo rubio parece haberse impuesto relativamente bien, a
gado al añadido de la perla ya hemos comentado en el § 10, pero saber, en los cigarrillos (aunque siempre respetando, como de otra
vemos aquí que lo importante para la elecei6n de esos productos no categoría, los habanos de premieres y cancilleres) y en las cabelleras
.328 Agust!n Garcfa Calvo XII. De la cerveza, la poesía y la manipulación del alma .329

femeninas (que ya las matronas romanas rapaban de las cabezas de que encancia en zapatos, el viajero que circula alrededor del mundo y
las cautivas germanas para hacerse peluca de ellas), no ha podido en hasta la dama ante quien el rey mismo se descubre. Ahora bien, como
cambio la cerveza competir en dignidad y alcurnia con el vino, únka las intimaciones que en los textos acompañantes se formulan están di­
encarnación legítima y antigua del dios Dioniso, y a pesar de que rigidas (las más de las veces explícitamente en Segunda Persona, es
algunas propagandas más triviales han querido presentar la botella de&, en Usted, que es la única forma admitida en el lenguaje publi­
de cerveza pareada con una esplendorosa rubia para hacer pasar por citario español cuando el anunciante habla directamente con su pú­
metonimia el prestigio de la señora a la bebida, difícilmente se ha· blico) a los lectores y presuntos consumidores de la cerveza, resulta
llará quien niegue, ni en los países de la cerveza ni en los del vino, que el sujeto de las escenas es, por un lado, la botella y, por otro, el
que sigue rigiendo una relación de noble a plebeyo entre el vino destinatario del anuncio; lo cual quiere decir que dicha botella no
(no necesariamente moreno, por otra parte, sino con aquel desplie­ está allí representando en general al Hombre, sino precisamente al
gue homérico de tintes, de los pálidos ámbares al negro de la pez, tipo de hombre que debe leer provechosamente los carteles.
pasando por las claras sangres y las púrpuras y los relumbres de cobre
antiguo ) y la rubia cerveza (que a veces en algunas de sus calidades 15. Cuál sea ese tipo de hombre, no es difícil deducirlo de las
distinguidas se disfraza de vino y de morena, para más reconocida consideraciones hechas más arriba y de las condiciones mismas del
rendición de pleitesía). ¿Qué siglos tendrían que pasar para que la Mercado : será el representante más típico de los consumidores de
poesía pudiera utilizar los nombres de la cerveza como emplea desde cerveza y por ende perteneciente a la clase social que ocupa en la
siempre los del vino? Y es así que en nuestros anuncios las pequeñas Sociedad lugar y función similar a las que hemos atribuído a la cer­
y chatas botellas con sus etiquetas industriales, y pese a la ficción veza misma: será, en una palabra, el Hombre Medio de nuestro
de nobleza visigótica que en el nombre 'Gulder' se procura, aparecen mundo. Y como es característico de este mundo nuestro que la clase
evidentemente como intrusas y advenedizas, condición que en dos de media haya pasado de ser el mero estado intermedio entre las dos cla­
ellos al menos, el del yate y el del zapato, se declara paladinamente ses propiamente dichas y bien diferenciadas a ser más bien algo como
como Ersatz (también bastante a las claras con el caviar y con las el resultado medio del producto de esos factores extremos, que pue­
ostras) y que en todos ellos es elemento esencial del carácter irónico den remplazar y resumir en sí a las otras clases, un poco a la manera
que analizamos. que 6 es la media ·geométrica de 4 y 9, es decir, una clase que, al asu­
mir y confundir en sí a las verdaderas clases, por operaci6n del úl­
14. Pero sobre esto todavía tenemos que atender al efecto que timo ardid del Capital, trata de anular el concepto o conciencia de
se pretende (o en todo caso, se produce) por medio de la supresión clase social mismo (pues, en verdad, si no hay dos, no hay ninguna),
de la figura humana y aun de seres vivos, que hemos anotado como resulta entonces que ese tipo de hombre a que nos referimos será el
punto e del § 8. Y es que esa ausencia no puede por menos de dejar representante de todo el conjunto de las gentes normales, esto es, que
a las botellas de cerveza mismas como protagonistas de la escena ; están empleadas y tienen su función y puesto en el sistema de pro­
esto es, que, dado que los hombres no pueden ver nada que actúe sin ducción y de consumo, o sea, lo que en este mundo nuestro puede
verlo como hombre (a tal punto la prerrogativa de considerarse su­ llamarse prácticamente 'todo el mundo' : pues no sólo los obreros
jeto activo del mundo debe pagarse con la subjetivadón o humaniza­ decentemente asalariados y los funcionarios de las empresas o el
ción del mundo entero), resulta que en cuanto aparece una .escena Estado constituyen el núcleo de esa normalidad, sino que también los
en que haya sucesos que deban entenderse como acciones, pero en la mercaderes, los labradores, los miembros de profesiones liberales,
que falte el Hombre, alguno de los elementos de la escena toma auto­ hasta los practicantes de tráfagos marginales, como limpiabotas, bus­
máticamente el papel del hombre. Y así en nuestros anuncios las bo­ cadores de taxis, titiriteros, actores, copleros, poetas, busconas, ban­
tellas de cerveza, como centro activo de las escenas, ocupan subrepti­ doleros o contrabandistas se ven forzados de un modo u otro a esta­
ciamente los papeles del dueño del chófer, la madrina del yate, los blecerse en la organización en imitaci6n cada vez más neta de los
degustadores de otras o caviar, el cazador de elefantes, el disipado obreros y funcionarios, y ni aun los hijos de los grandes capitalistas
330 Agusdn García Calvo XII. De la cerveza, la poesía y la manipulación del alma 331

pueden ya apenas subsistir como calaveras o disfrutadores ociosos, 17. Así parece la ley, que lo negativo sea el elemento dinámico
sino que una ley tiránica les obliga a asumir, con más o menos verdad de la construcción; y la negación en la historia apenas puede conce­
(pero sin duda, cada vez con más verdad), una condición de trabaja­ birse sino como mirada hada lo perdido. Es cierto que justamente
dores o de funcionarios gerentes de la riqueza. De manera que es ese en este mundo nuestro se produjo, con la invención del Progreso,
Hombre Medio o representante de 'todo el mundo', todo él consu­ un intento de sustituír ese elemento negativo de la añoranza, en el
midor presunto de cerveza, el que en los anuncios aparece introdu­ momento que una conciencia racional de la Historia se establecía, por
cido, bajo forma de botella etiquetada, en medio de los lujos de otro un motor positivo de proyecto y esperanza (sustitución que se diría
mundo. del pasado por el futuro, pero con grave inexactitud y por sumisión
precisamente a la ideología progresista a que aludimos), aunque bien
16. Pues bien, es ello que si alguien tratara de hacer una des­ es cierto que el germen de esa sustitución estaba en la visión cris­
cripción de ese Hombre Medio, de esa Masa a la que los medios de tiana misma, que había convertido el Paraíso y el cumplimiento de
información o propaganda, mass-media, se dirigen, a buen seguro la Historia en objeto de aspiración en pretendida sustitución de la
que no podría menos de incluír, entre sus caracteres positivos, un saudade de paraíso y el regret por el comienzo de la Historia. Pero
rasgo negativo esencial, a saber: la a.fioranza del status de la clase sin embargo, por debajo de las superficiales instancias racionales en
media del mundo en que la clase media aún era una clase próspera que las tristes ideologías optimistas se han impuesto, sigue siempre
y pujante entre las clases. La continua resurrección en nuestros años viva en entrañas más verídicas de la conciencia de los hombres la
de modas, gustos y figuras correspondientes a la época de setenta añoranza consustancial a la historia humana; y así, de camino ya hacia
a cincuenta a.fios atrás (carreras de automóviles 'primitivos', rasgos de el Segundo Milenario, con tan trágica infantilidad cantado por la
indumentaria masculina y femenina, deeoración con formas y colores propaganda del Progreso, parecen querer volver a florecer en el des­
de l'art nouveau, popularidad del 'celuloide rancio', retorno a las amparado desengaño de estos hombres medios de nuestro mundo las
formas viejas de los movimientos revolucionarios, entre otros muchos gayas yerbas malas de la añoranza, aunque sea bajo formas tan hu­
datos) nos ofrece una manifestación pintoresca de esa añoranza esen­ mildes y limitadas como esos vagos deseos de reproducción de una
cial al Hombre Medio de nuestro mundo. Es a saber que esta añ9- edad de oro tan inmediata como es aquélla de la dorada burguesía.
ranza no es más que una aparición particular del fenómeno general
de la a.fioranza que atraviesa la Historia entera : que aquella clase 18. Pues ciertamente, ¿cómo sabrán jamás los pobres lo que los
media floreciente o burguesía dorada, a la que se refiere la nostalgia ricos, por dentro, viven de sus riquezas? ¿Y qué podremos saber
del hombre standard actual (que justamente la echa de menos ante nosotros de lo que era el disfrute de la vida para las damas y caba­
todo en los esplendores moribundos de su ocaso), a su vez vivía y lleros de antaño ni aun para los acomodados mercaderes de antesde­
florecía en la a.fioranza de la verdadera aristocracia, de la que aquella ayer? Pero en cambio es bien cierto que a lo largo de toda la injus­
burguesía se sentía sustituta, intrusa en su puesto y usurpadora de ticia de la historia ha habido siempre algunos, unos pocos predilectos
sus funciones; y asimismo las gentes todas de la Europa moderna en de Fortuna, de los que se daba por supuesto que ellos sí, que por
formación, desde los sucesivos renacimientos medievales hasta el ita­ lo menos ellos sí vivían: cuando había dioses, para eso estaban los
liano y su extensión a los demás países, vivían en la añoranza de la dioses, para beber de la ambrosía negada a los hijos de la muerte ;
antigüedad, que de mil modos trataban de reproducir; y todo nuestro cuando vivían los señores de la sangre, ellos eran los encargados de
mundo, lo que llamamos Occidente, ha estado siempre envenenado vivir y de cumplir en sus fiestas los deseos inextinguibles de todos,
y alimentado por la añoranza de la finura y delicada barbarie del en tanto que «los otros, camareros de su privilegio» ( Soneto XCIV),
Oriente, de quien siempre, como fruto matricida de sus entrañas, alimentaban la vida de ellos con su sangre y vivían su vida por espejo
nos hemos visto toscos y desmañados herederos; y en fin, la historia y mediación de ellos; y todavía, cuando los hijos de mercaderes y
de los hombres en general está imbuida y aguijada por la añoranza publicanos hubieron comprado las fincas y las joyas de los señores, la
del paraíso. misma división del trabajo de vivir se mantenía, sirviendo los unos
.'32 Agusdn García Calvo XII. De la cerveza, la poesía y la manipulaci6n del alma 333

a la producción de los materiales de construcción de la vida humana, de todos es un sustituto de la verdadera explotación por parte de
y los otros, los menos, encargados de la puesta en uso y el disfrute los burgueses de la sangre de los otros para el disfrute de su propia
de los medios, obligándose a mantener en vivo para todos el ejemplo vida, y las necesidades progresivamente creadas para estímulo de la
y el recuerdo de lo que una vida digna y rica podía ser. Pero ahora, producción por el consumo son asimismo sustituto . . . no voy a decir,
en este mundo, en que parece que la mayoría y normalidad es esta naturalmente, de las verdaderas necesidades (quién dirá lo que son
clase asumidora de las clases, de explotadores al mismo tiempo que las necesidades naturales de los hombres), pero sí de los deseos
explotados, y explotados al mismo tiempo por el lado de la produc­ viciosos y apasionados y de los caprichos de las difuntas clases
ción y por el del consumo, sólo a la fuerza y con desgana pueden los altas, la exigencia de leche de burras por parte de Cleopatra, el
ojos de los contribuyentes volverse hada modelos de vida contem­ antojo de la imperial concubina Yang por los lichíes, las rosadas
poráneos; y así, mientras aún las revistas para señoras se afanan en frutillas que caballos de postas trajeran de las provincias del medio­
fabricar con retales de mercería reinas de hadas y peinarles el pelo día; así las esposas, más o menos legítimas ( siempre legítimas, al
de la dehesa a algunos tristes magnates y vampiresas interinas, o fin y al cabo) de los consumidores de cervezas pedirán pacatamente
bien la propaganda más vulgar intenta hacer colar la posesión y ma­ la última crema abre-poros que las pantallas recomienden o recibirán
nipulación de los adelantos de la industria como Ersatz del savoir la extraordinaria galantería de unas orquídeas de invernadero encar­
vivre de los antiguos propietarios de la vida, otra conciencia más gadas por telégrafo desde la ciudad del otro hemisferio adonde el
profunda nos revela tristemente la bastedad y la vileza también de marido ha ido en viaje de negocios. Mas lo que aquí me importa
los más conspicuos machacadores de dinero; y en consecuencia otro sobre todo es que, por debajo de esta estupidez racional generalizada
tipo de propaganda más verídica y astuta se dirige, C:omo en nues­ o relativamente superficial, hay en los hombres medios regiones de
tros carteles, a esas instancias más profundas y desengañadas de los sus almas más oscuras en donde la falsedad de todo ello es bien
hombres medios, y maneja como señuelo de su seducción, en vez del conocida, y en el juego de ambos niveles de las almas , una especie
pobre lujo contemporáneo y asequible por promoción social, los de resignación ligeramente burlona es la actitud media de los honra­
modelos imposibles del último vislumbre de la edad de oro; y cuando dos consumidores de cerveza.
en el cartel de la corona se hace intervenir al rey en persona, ese.
error por exceso en la exageración y el arcaísmo viene a revelar el sen­ 20. Pues bien, si con lo expuesto vamos consiguiendo alguna
tido de la técnica en general. precisión sobre las maneras en que actúan los mecanismos retóricos
que en nuestros anuncios descubríamos, a saber, la hipérbole como
19. Es así que las pequeñas botellas de cerveza, que, en calidad medio de la ironía, la personificación del producto como medio de
de posopopeyas de estos hombres medios y llenas del fermento de intimación de la ironía en los lectores, ahora con las consideraéiones
una mala conciencia sustituta de la mala conciencia de la clase ver­ precedentes vamos percibiendo que a su vez todo ese . complejo de
daderamente explotadora, aparecían en cada cartel como intrusas y maquinaciones está sirviendo a la consecución de otro efecto estilís­
zafias advenedizas a escenas de refinamiento y pródiga riqueza que tico bien usual desde el comienzo de los tiempos, practicado en la
no les correspondían, representan aptamente con el acto mismo de lírica, épica y oratoria , pero notorio en la poesía dramátka sobre
la intrusión la intrusión de sus consumidores (y consumidores tam­ todo: me refiero a lo que creo que podemos llamar muy adecuada­
bién de los anuncios), de los hombres medios o sin dase, en la mente confabulación (se sabe que fabula es el nombre latino para la
esfera de la explotación o del disfrute de la vida, que no puede intriga dramática y para la pieza de teatro misma), esto es, intro­
ya set para ellos (y ellos en ese nivel más hondo de sus almas bien ducción del espectador a la participación en el juego de la escena,
lo saben) nada más que una imitación barata, que les permita, me­ pero no en el sentido de la identificación del espectador con los
diante el hecho de su propia explotación como consumidores, la intereses de los personajes en cuanto personajes, sino de la C:onspi­
ilusión de participar activamente en la explotación. Pues todo es ración de los espectadores con el juego de los personajes en cuanto
un Ersatz: no sólo los productos, sino que la explotación al alcance actores y también autor ; esta confabulación no puede menos de venir
334 Agustín Garcfa Calvo XII. De la cerveza, la poesía y la manipulaá6n del alma

acompañada de una rotura de la convención teatral misma, una invita a la resignación y contento con la situación impuesta al mismo
burlona denuncia de la falsedad del espectáculo. Se da la confabu­ tiempo que, con lo que dice, denuncia la mentira y miseria de la
lación, por ejemplo, cuando un personaje se adelanta al proscenio, situación: esto es --dicho al revés--, que cantando el paraíso per­
hace un guiño a la sala y dice : «Ahí veis a esos dos, que se marchan dido, revela la tristeza del mundo histórico, al tiempo que, con el
tan contentos de haberme dejado muerto; pero no os acongojéis, hecho de C:antarlo, �ntribuye a la resignación con el mundo dado,
que, siendo yo el héroe de esta tragicomedia, no podía yo acabar en el que también cabe un cierto disfrute del paraíso por medio de
tan pronto, sin que conmigo terminara ella y tuvierais que iros para su añoranza. Hay ciertamente una clase de poesía, así como de ora­
casa con menos de una hora de función ; por eso, habéis de ver toria y de panfleto doctrinario, que se dedica enteramente a la emo­
cómo el dramaturgo manda en seguida a algún pastor o cazador que ción o persuasión por medio del engaño: íntegramente identüicada
me encuentre a tiempo y cure mis heridas»; o bien cuando Euclión ella con los mecanismos de la mentira que a la sociedad general son
se lanza enloquecido sobre la escena y grita a los espectadores: esenciales, colabora, por la identüicación de los receptores con las
«Vosotros lo habéis visto al ladrón : por aquí ha tenido que pasar ; propias emodones y convicciones de sus productos, en el proceso
decidme dónde ha escondido mi olla, por dónde ha huído; vamos, de integración en la sociedad general de los receptores; hay también
hablad pronto, si no queréis que os denuncie por encubridores a la una oratoria de profeta, la denuncia radical, directa y furibunda de
policía»; o simplemente, muchos de los apartes de tipo tradicional la falsedad del mundo: boca y mano mortal han de ser, sin embargo,
(no los de drama psicológico o contaminado de novela) constituían las que pronuncien la denuncia, implicadas -quiero decir- en el
confabulaciones del personaje con el público, que, aunque sólo fuera mismo universo económico que tiene a todos implicados, y así la
por el hecho de contar al público como interloeutor de un persa· verdad más directa- y claramente proclamada, imposible de aceptar
naje, suponían ya la rotura de la convención; y en la comedia ática por los oyentes en instancias relativamente profundas de sus almas,
vieja había una parte entera, la parábasis, en que los miembros del será objeto tan sólo de una aceptación teórica o puramente racional,
coro, retirando la careta, pero sin abandonar del todo el carácter y al reincidir de este modo en la escisi6n entre acci6n y teoría cons­
correspondiente a la fábula, viejos heliastas, pájaros de Nefeloco­ titutiva del Estado, estará colaborando a la perpetua construcción
cigia o nubes, conversan con los espectadores acerca de las cues­ de la mentira; pero está además la más honesta y dulce poesía, la
tiones de actualidad. cual es -ay- la ambigua, en el sentido que arriba la describía­
mos, la que invitando a la conformidad descubre la miseria y con­
21. Examinemos pués la ambigüedad esencial de este mecanis­ suela del falso mundo cantando su falsedad. Y en los mecanismos
mo de la confabulación: pues en primera instancia parece el proce­ de esa poesía el movimiento de persuasión se produce como una
dimiento destruir en efecto la trama misma del drama, en cuanto eepecie de simpatía de igual a igual entre el cantor y los oyentes,
nos parece que la ilusión, la creencia en la realidad de lo represen· como condenados uno y otros a igual condena y suspirando por
tado, era una condición indispensable en la función dramática; pero aquello . que les es en común negado.
de hecho, en segunda instanda, no resulta el drama destruído por la
confabulación, sino que esa rotura o autocrftica de la convención 22. Pues así también con este tipo de publicidad que hemos
dramática resulta que viene a reforzar, como una pieza más de la tomado para ejemplo: la imposibilidad de las exhortaciones de sus
artillería dramática, el efecto cómico y aun el trágico, y aquello que textos y la exageración de los modelos de vida presentados las per­
estorba la identüicación del espectador con el actor en cuanto per­ cibe también el público de los carteles como tal imposibilidad y
sonaje favorece en cambio la simpatía del espectador con el perso­ exageración; en la sonrisa désabusée de la ironía resultante partí·
naje en cuanto actor. Es nuestro parecer a tal propósito que esa cipan en común el autor y los lectores; el sarcasmo con que la
ambigüedad del mecanismo de confabulación no hace sino a su vez cerveza anunciada y por medio de ella sus consumidores se presen­
revelar la ambigüedad esencial de los mecanismos poéticos (retó­ tan como intrusos en un mundo de lujo ajeno hace comulgar a una
ricos, oratorios) mismos : decimos que la poesía, con lo que hace, y otros en una misma conciencia de clase desclasada; el anuncio
336 Agustín García Calvo XII. De la cerveza, la poesía y la manipulación del alma 337

confabula al público en los trucos de su técnica, confiando sin duda y tan sólo por la persuasión, que es la violencia ejercida sobre los
en que el público se sienta en pago más inclinado a colaborar éon mecanismos más profundos de las almas,. los de la voluntad y el
los anunciantes en la dura empresa de colocar en este mundo su libre albedrío, puede ese acto promoverse, pareée que cualquier re­
producto. Si el resultado de ello va a ser que los consumidores curso retórico, cuanto más haga las ideas asimilables para el público
beban su cerveza con más resignación o con más amargura y si por y por ende menos sensibles como violencia las manipulaciones que
tanto estas manipulaciones van a mover o no en definitiva las almas se ejerzan en su voluntad, con tantas más probabilidades estará con­
hacia la compra, es cosa que no puede tan simplemente calcularse; denado al éxito ; pero si el recurso ejemplificado por la táctica de la
pero lo cierto es que éon ello se ha establecido un lazo de simpatía, honesta información de D. Ogilvy (cfr. §§ 4-5) es en ese sentido
que en principio parece favorable para la buena marcha de cuales­ relativamente hábil, en cuanto que, con la apariencia de la falta de
quiera tratos; y no es ésta condici6n poco apetecible para la pro­ retórica, resuelve las resistencias que la práctica misma de la retó­
paganda : como lo dice Judith Todd (The big Sel!, p. 99), «la pu­ rica puede haber formado en las almas de su público y, al limitarse
blicidad se siente falta de amor, y ella está, como sus producciones escrupulosamente a la información (dejando de lado la cuestión de
le demuestran, muy ansiosa de amor. '¿A qué se debe que haya quién demonios le había pedido al anunciante que proporcionara al
tanta gente a la que no le gustamos ni le gusta lo que hacemos ?', público información acerca de tales temas), disimula eficazmente la
se pregunta un ejecutivo de Colman, Prentice and Varley, y procede operación sobre los mecanismos de la voluntad y la decisión, que
a dar la respuesta: 'No tratamos al ·hombre ordinario forno a un el anuncio no toca y que sólo el propio convenéimiento racional
igual. Día tras día en la prensa, noche tras noche en la pantalla de podría a su vez poner en movimiento, vemos también que una táctica
las indiscreciones, demostramos nuestro fatal olvido de él como ser más hábil todavía puede ser la de establecer el terreno de mutua
humano. Ofendemos su sentido común, ignoramos sus instintos'». confianza y comunicaión de ideas en un nivel subracional y aparen­
No nos atañe aquí la consideración de la turbia cosa a la que el temente oculto, en que público y anunciante comulgan casi espon­
agente citado pueda llamar instincts ni de qué materiales de publi­ táneamente en un campo de ideas que todo el mundo sabe y nadie
cidad más o menos viejos esté construído lo que él llama common suele formular, el campo de lo implícito, al que justamente abre · la
sense; pero es bien evidente el interés comercial que él ve en tratar entrada la ironía y el reéonocimiento de la vanidad de lo explíci­
«al hombre ordinario como a un igual», y parece que a este fin tamente propagado; y si las frases puramente informativas de Ogilvy,
ningún ardid retórico debería ser más eficaz que el de invitar al al dejar ocultos sus imperativos, fingían el respeto de las voluntades,
hombre ordinario o sonreírse en común .con el anunciante a costa aquí los imperativos imposibles y descaradamente formulados, al co­
de la propia publicidad. locar las almas en una situación de camaradería, hacen relajarse las
desconfianzas y resistencias de las voluntades. Así en las tácticas
23. Dado pués que de lo que se trata es de «ser creído» (v. la eróticas, aparte de las formas habituales de la violencia y el engaño,
cita de J. Young al final del § 4 ), esto es, de establecer un cierto hay una que consiste en exponer los hechos francamente y desarmar
calor y clima de confianza mutua, donde vencer las resistencias del a fuerza de sinceridad, y hay otra también a veces que intenta esta­
público a la compra (pues «la publicidad -como lo expresaba el blecer una comunicación por debajo de las convenciones amorosas
orador en el congreso de la Market Research Society que Judith admitidas y, proponiendo al otro un común escepticismo respecto
Todd recoge en la p. 80 de su libro-- tiene que mover una perpetua a esas convenciones, comunicar con él, mediante esa burla de los
guerra contra la indiferencia básica del público ante los productos medios, en un juego desengañado y dulce. Tal vez no sea muy pro­
que ponemos en el mercado»), dado que lo que importa en defini­ bable el éxito de esta táctica; y sin embargo, no puede uno menos
tiva es mover hacia una venta y que todo movimiento de venta· ha de considerar que, si se diera . . .
de estar precedido por el momento de la persuasión, esto es, de la
venta de ideas (incluídas entre las ideas las imágenes), ya que el 24. Pero una vez más insisto en que no es la cuestión del éxito
acto de compraventa es por su propia definición ajeno a la violencia o fracaso de los procedimientos lo que aquí debe interesarnos, sino
338 Agustín García Calvo XII. De la cerveza, la poesía y Ja manipulación del alma 339

más bien la de averiguar cuál es esa región o instancia de las almas análisis, generalizaciones y ejemplificaciones . . . : nada en ese campo
en que funcionan. Y me parece que la dificultad para averiguarlo consigo descubrir de personal, nada que tenga que ver con conmo­
estriba sobre todo en que, cuando tratamos de estudiar los mecanis­ ciones de mi alma ni movimientos de persuasión (las razones es
mos de las almas, y por más que hablemos de masa y de mass-media, bien sabido que jamás han convencido a nadie, como no fueran inti­
seguimos concibiendo la masa como compuesta de un cierto número maciones disimuladas de órdenes o súplicas, sugerencias de ventajas
de almas y el análisis en definitiva viene a dar en una estimación de o de inconvenientes para mí que las recibo), reconozco que el len­
las reacciones personales de cada componente y en la imaginación de guaje o pensamiento, en cuanto es un mero razonar, es él y no yo
los varios niveles, desde la suma racionalidad hasta los sedicentes el que razona y en cualquiera otro que no yo podría y tendría que
instintos, como si fueran partes o estratos de cada una de las almas; razonar del mismo modo, y por dejarlo formulado de una vez: que
incluso los téénicos de la propaganda calculan los efectos por medio el razonamiento, en la medida que es un puro razonamiento, no
de una suma de tests individuales y computan la extensión de las es mío y, en la medida que es mío, ya no es un puro razonamiento.
masas alcanzada por sus medios en términos de impacts individuales La otra instancia a la que me refería es ésa que dicen de los instintos,
(no importa aquí mucho si con frecuencia la unidad de impacto es de las neeesidades o tendencias innatas o naturales, de los reflejos
el hogar, en vez del individuo suelto), manifestándose en esto lo que incondicionados con que Pavlov contaba para montar sobre ellos la
también por otros datos nos cabía sospechar, a saber, que la pro­ trama de los condicionados, de la libido primera o nativa a la que
gresiva masificación o tratamiento masivo de las poblaciones, lejos el mismo Freud tenía que acudir también de vez en cuando como
de oponerse a la ideología del alma personal o del Hombre como hipótesis de objeto del fenómeno, visible y negativo, de las primeras
siendo esencialmente el Individuo, necesita progresivamente más y represiones; pero esa supuesta instancia de los instintos, ¿qué ex­
más de esa ideología; y así como en la antigüedad los pueblos más plica de mi persona ni qué tiene que ver conmigo?; si tal cosa fun­
masivos son los que más precisan de un Fara6n o de un Emperador cionara realmente, ¿no tendría que ser para todos un mismo ins­
Celeste y las que más perfectamente desarrollan una consistencia y tinto y una indistinta obediencia ciega a las leyes naturales?; ¿acaso
destino personal son las almas de los egipcios y los chinos, así en aquellos fingidos seres que aquí sirven a los hombres de modelo
las actuales masificaciones democráticas, al tiempo que la necesidad para el engaño, los animales digo (los no domésticos, por supuesto,
de ídolos se hace cada vez más imperiosa, la realidad del Yo y lo en la medida que pudiéramos alean.zar a mirarlos sin empezar i:on

sagrado del Individuo se erigen en artículos primeros de la fe última ello a domesticarlos y que cualesquiera bestias salvajes, al entrar en
de las masas. Pues bien, es esta concepción que compone las masas los laboratorios de Pavlov, no tuvieran lo primero que convertirse
de individuos y contrapone al Individuo con la Masa lo que más en perros, como primer trámite para su humanización), acaso ellos
que nada nos estorba para descubrir la región del alma en que los no funcionan todos por el mismo instinto o consiente acaso la Ley
procedimientos estilísticos impresivos o las técnicas retóricas actúan, en ellos la menor imperfección de preferencias ni de dudas? La ani­
el sitio en que se produce ese momento maravilloso de la persuasión. malidad no parece ser para los hombres real de otra manera que
como ideología, y más que dudoso se me antoja que sea en seme­
25. Porque tratemos, aunque sea a ciegas, cegados por esa jante región indefinida o te"a incognita de los instintos donde pueda
concepción tan necesaria como falsa, de excavar un poco metódica­ situarse la operación de las técnicas y tropos de la poesía, la ora­
mente y de analizar en un alma individual cualquiera, la mía por toria o la publicidad; y aun las abominadas manipulaciones de la
ejemplo, a ver qué es lo que encontramos . Y encontramos de prime­ pwpaganda subliminar, en la medida que hayan sido alguna vez
ras un par de instancias que se ve en seguida que no son ni una eficaces, no debe de ser tampoco en esa supuesta zona instintiva
ni otra el sitio por el que indagamos: una es este espacio en el que donde operaban: pues alú, en el mejor de los casos no podrían
se piensa o se razona, por medio de un lenguaje puramente, si tal haber estimulado otra cosa sino la sed misma y hacer una propaganda
cabe, expositivo, lógico, predicativo, donde sólo se juega con cosas a favor del agua ; pero ¿cómo ahí podrían mover una persuasión
como mentiras y desmentidos, errores y descubrimientos, síntesis y hacia un mejurge refrescante de marca determinada ? ; a no ser que
340 Agustín García Calvo XII. De la cerveza, la poesía y la manipulación del alma 341

supusiéramos que hay también un instinto de la 'Orangina' o del están constituídos como amas de casa, como cuadros medios de la
'Tono-Bungay', y que en la zona de los instintos se sabe leer eti­ iridustria, como top executives, como chinos, como árabes, como jó­
quetas o retener formatos de botella&. No parece pués que sea en esa venes disc6filos, es la instancia en la cual se acciona la bomba de
instancia donde se toca a mi voluntad, se me emociona, se me per­ las lágrimas, individual- al tiempo que colectivamente, en los mo­
suade o se mueve a mi libre albedrío en sentido determinado; y en mentos de emoción de una pelíCula y en la que se presionan las
general, que yo esté construído a base de una cierta materia de ins­ palancas de la voluntad, personal y pública igualmente, para la
tintos o reflejos corporales, bien puede ser que tenga que suponerlo, compra de un producto determinado.
si no me queda otro remedio; pero que yo, en cuanto yo, tenga
algo de instintivo, «con mi permiso lo dudo». 27. Así debe de ser como funcionaban los mecanismos de la
propaganda que habíamos tomado por ejemplo, y que tanto .más
26. Pero es en lo más íntimo y personal de mí donde parecen acertadamente me afectaba cuanto más profunda- y a la par discre­
producirse tales conmociones; en el núcleo que se llama mi volun­ tamente (tratándome el anunciante - como igual a igual, como siendo
tad, en el micrófono que emite mi «Yo quiero», es donde se produ­ ambos de una misma estructura y función social) tocaba los meca­
cen las sacudidas de la música y la poesía, donde tienen su punto nismos más secretos de la clase que me constituye, aun cuando fuera
de aplicación los imperativos, donde operan los artificios de la per­ en este caso una clase tan falta de clase y tan desencantada , pero
suasión, esa violencia más profunda que se ejerce justamente por de todos modos, porque a algo tengo siempre que pertenecer para
manipulación de mi libertad individual, donde tiene lugar, en fin, poder pertenecerme y conservar mi alma. Y así también ha debido
ese milagro de que los mordiscos de información se convierten en de ser el éxito de las poesías y de los discursos que han tenido
alteraciones de la conduéta del ser que los recibe. Y sin embargo . . . poder de mover a las gentes y de conmoverlas, fuera tocando tedas
aquí las técnicas de la propaganda nos guían mejor que nada para de estructuras nacionales (en el caso de unidades populares en for­
indicarnos dónde está ese núcleo de la voluntad individual: pues mación ) o de clase o de otras formaciones sociales hondamente cons­
ciertamente, sus argumentos son siempre ad hominem, y ese hombre titutivas de las almas. Pues tal es el secreto de las técnicas de emo­
al que se dirigen es ciertamente, por ejemplo, yo; pero al mismo ción y de persuasión: que las ideas que ellas venden son las que
tiempo, esos argumentos ad hominem y artificios de persuasión tienen estaban ya compradas; esto es, que lo que dicen o sugieren es lo
por fuerza que dirigirse al hombre-masa, al núcleo más íntimo de la que estaba ya diciéndose y sugiriéndose en el núcleo del alma a la
masa, a aquello que hace a la masa masa y objeto de aplicación de que se dirigen: el gran poeta es el que acierta a decir lo que 'todos'
los mass-me4ia, ya que un individuo suelto, si tal cosa pudiera exis­ sienten y estaban esperando que se expresara, y el buen agente de
tir, un destinatario singular , ¿en qué podría interesarle al comercio? publicidad es el que inserta sus imperativos en los mecanismos que
ni tampoco a la oratoria ni a la poesía . De donde ya se ve cómo la propia necesidad de la transformación social estaba poniendo en
parece desprenderse que lo más íntimo de mí mismo, el reducto de movimiento. Que también el reducto de la voluntad, o intimidad del
mi voluntad, es la intimidad y el núcleo de la masa, ni nada más alma y de la masa, está tejido de leyes y compuesto de ideas sub­
profundo y propio hallamos en mi alma que aquello que en la ideo­ conscientes, y sólo así se explica que las palabras y la retórica puedan
logía pretendía contraponerse como la instancia social, opuesta a lo engranar con ello y dirigir su movimiento.
personal y propio mío. Ahora bien, lo más íntimo de la masa son
evidentemente los principios de su estructura: una masa informe, 28. Pero hemos insistido en la ventaja de los procedimientos
indefinida, si tal cosa pudiera darse, sería también inasequible a los estilísticos impresivos, los tropos y figuras y demás argucias subracio­
mass-media y no sería tampoco objeto de emoción y de persuasión; nales de la publicidad y la poesía, hasta el punto de que incluso
así que son los elementos de su organización, como clase, como las formulaciones aparentemente lógicas y puramente informativas
grupo, como nación o similares, los que constituyen las instancias las hemos considerado como una forma de retórica. Y en efecto, el
de apliéación de los imperativos : aquel núcleo en el que él o ella buen agente, que por medios subracionales desea penetrar en las
23
342 Agustín García Calvo XII. De la cerveza, la poesía y la manipulación del alma 343

instancias subracionales de las almas, sabe que también él para la musical o a un arpegio, a una metonimia o a una enálage? Incues­
creación tiene que apelar a los estratos subracionales de la suya, como tionados pués penetran hasta el núcleo de las almas, y es allí donde
lo expone muy adecuadamente el propio D. Ogilvy, no obstante ser por lo bajo y en confianza comunican éon instancias subracionales,
él el que recomendaba la técnica de decir la verdad y de redactar esto es, de su misma naturaleza, que es, como hemos visto, también
anuncios informativos y faétuales; pero él dice en la pág. 28 de sus verbal y racional, pero subconsciente, socialmente establecida y oculta
Confessions: «El proceso creativo requiere algo más que razón. La a los elementos de indagación y duda del lenguaje parlante y a la
mayor parte del pensamiento original no es verbal siquiera. Requiere razón en acto de razonar. Una buena imagen extremada del proce­
'una experimentación a tientas con ideas, gobernada por corazona­ dimiento ofreció A. Huxley en su Mundo feliz con la práctica de
das intuitivas e inspirada por lo inconsciente'. La mayoría de los lii hipnopedia; en Brave new world revisited (N.Y. 1958, pág. 86
hombres de negocios son incapaces de pensamiento original porque de la ed. de 1965) comenta las práctiéas similares en el penal de
no consiguen escapar de la tiranía de la razón. Sus imaginaciones Tulare County, California, anotando a su manera: «Pero la activi­
están bloqueadas.-Yo soy casi incapaz de pensamiento lógico, pero dad intelectual es incompatible con el sueño. La hipnopedia tuvo
he desarrollado técniéas para mantener abierta la línea telefónica éxito tan sólo cuando se la usó para la instrucción moral -en otras
con mi inconsciente, para el caso que ese desordenado almacén tenga palabras, para el condicionamiento de la conducta por sugestión
algo que decirme. Oigo mi buena ración de música; tengo un trato verbal en un momento de resistencia psicológica disminuida». Y lo
amistoso con John Barleycorn; tomo prolongados baños calientes; segundo, que esos artificios, estando compuestos de palabras y de
cultivo el jardín; hago estancias de retiro entre los Amish; observo imágenes semánticas, son sin embargo ya accionales en algún modo,
los pájaros; salgo a dar grandes paseos por el campo; y me tomo y así, sin necesidad de ningún paso de interpretación de significado,
frecuentes vacaciones, de modo que mi éerebro pueda estar en bar­ operan directamente sobre los mecanismos de la acción; cómo son
becho descansando; nada de golf, de cocktails parties ni de tenis accionales, lo vemos mejor que nada al darnos cuenta de que con­
o de bridge, nada de concentración; tan sólo una bicicleta.-Mien­ sisten en violencia: todos los recursos estilísticos en efecto no son
tras estoy así dedicado a no hacer nada, recibo un flujo constante sino violencias del sistema semántico y gramatical establecido, in­
de telegramas de mi inconsciente, y ellos vienen a ser la materia fringen y contravienen las normas del lenguaje normal o neutro (de
prima para mis anuncios». No podría haberlo dicho mejor el rapso­ existencia solamente teórica, pues que no hay frase de lenguaje rea­
do Ión para explicar sus propias lágrimas y las de sus oyentes en lizado que carezca de rasgos estilísticos), y así ejercen directamente
la recitación de los hexámetros de Homero; y son de notar en espe­ su violencia sobre el núcleo de las almas, que es, como hemos visto,
cial la manera en que la libre naturaleza colabora en la formación un repositorio de las leyes y visiones del mundo establecidas; y siendo
de los anuncios, las hojas de revistas policromas y los canoros estri­ la violencia la madre del movimiento, así sucede que ese choque de
billos de los locutores que vendrán a su vez a decorarla, y cómo el la retórica mueve sin más las almas a la acdón, a la compra de ideas
unconscious no por serlo deja de comunicar por medio del teléfono y a la compra de productos en general, con ese dinamismo que el Ser
y los telegramas. necesita para ser verdaderamente estático. Es sin duda para repre­
sentación de este proceso para lo que la Ciencia positiva, siempre
29. Pues bien, las ventajas de los procedimientos estilísticos antropológica, ha descubierto en el sistema nervioso el proceso eléc­
o retóriéos para la emoción y la persuación son en efecto las si­ trico de las corrientes aferentes (de la sensación a X) y deferentes
guientes: primero, que por no ser propiamente lógicos o predica­ (de X a la acción).
tivos, por su manera de actuar con las palabras sin decir propia­
mente cosa alguna, burlan la atención superficial y la vigilancia de 30. ¿Así pues -se me dirá-, todas las formulaciones, hasta
las instancias verbales aparentes, pasan de rondón esa aduana sin las más puramente informativas, están llenas de persuasión y pro­
verse obligados a contestar a pregunta alguna : ¿qué se le va a pre­ paganda?, ¿y, por otra parte, todos los rasgos de estilo o recursos
guntar a un imperativo, a una imagen pictórica o verbal, a un ritmo ret6ricos consisten en promover la compraventa, por as( decir, o sea,
344 Agusdn Garda Calvo XII. De la cerveza, la poesía y la manipulaci6n del alma 345

la conservación dinámica del sistema de convicciones establecido? bién por tanto de las técnicas mismas de la persuasión, y ello bien
¿Pienso yo entonces que no hay ninguna poesía decente, ningún dis­ a conciencia de que las artes que para esta disuasión se emplean son
curso posiblemente útil o liberador? Al mismo tiempo que presenta­ las mismas y no pueden ser sino las mismas que las artes de la per­
mos el núcleo esencial del mundo como formado de retórica, ¿con­ suasión. También es en el corazón donde tiene que decirse que tam­
denamos pués toda retórica sin contemplaciones? Puede a lo mejor bién el corazón miente. ¿Así que se trata entonces de disuadirnos y
decirse que es eso lo que estoy haciendo, pero en todo caso no sin disuadirme del empleo de toda poesía? Disuadirnos más bien de toda
contradicción flagrante: pues aquí también en este ensayo se está especie de verdad; y en este ensayo en especial, en que se hablaba
hablando, por supuesto, con retórica, y no por cierto de la más de los procedimientos retóricos y las instancias subracionales de las
sobria, desde los cuidados por el ritmo de las cláusulas prosaicas, almas, introducir algunos comienzos de disuasión en el sentido de
aprendidos en Cieerón y en Aristóteles, hasta las interrogativas ficti­ que también la voluntad es lógita; también los sentimientos son
cias que en este parágrafo estábamos empleando. · ¿De qué es pués mentira ; también el individuo es masa; también la libertad indivi­
de lo que trato de persuadir a mis lectores? ¿A qué tipo de compra­ dual es ley. ¿Se opone tal vez el miedo esencial de nuestras almas
venta los estoy guiando? A decir verdad, que no lo sé de cierto. Esta a que pueda haber nunca una pura disuasión? Riqueza mísera la que
contradicción de mi escritura entre lo que hace y lo que dice me pa­ teme la miseria; el horror del vacío a su vacío es un horror vacío.
rece reflejar la contradicción de la poesía y de la oratoria en general . Después de todo, ¿qué temen los que claman del peligro de destruír
Más bien se ascribiría uno de algún modo a aquella humilde bravura una verdad de nuestras verdades? El peligro está siempre en la nueva
con que Judith Todd, a quien cito por última vez en este escrito, verdad que -no sabemos si inevitablemente- ha de venir a susti­
se expresa en las páginas 109-10 de The Big Sell: «El único remedio truírla ; pero en el hecho mismo de destruirla no puede haber sino
para los inconvenientes o los vicios de los mass media es un remedio bendición. Sólo acaso el que dice que no hay una verdad está di­
político: la transformación de la sociedad. En nuestros esfuerzos ciendo la verdad; pero ello, desde luego, gracias a que con el acto
hacia ese fin, como organizaciones y como individuos, nos vemos de decir está borrando lo que dice y con lo que dice anulando la
asistidos por las contradicciones de los medios mismos. Pero sola­ pretensión de su decir.
mente asistidos: no podemos quedarnos sentados y esperar que las
medias verdades y las medias mentiras, incluso las verdades y las
mentiras enteras, se anulen las unas a las otras. No podemos esperar
que la estupidez de tanto como se vierte en nuestras mentes vaya a
actuar en nuestro sentido, gracias a ser tan patentemente absurdo
que realice nuestro esfuerzo por nosotros. Son expertos los que lo
vierten y es con frecuenda estúpido adrede, de manera que tenemos
que hacernos también nosotros expertos en combatirlo, aprendiendo
a entender la verdadera naturaleza de la sociedad de hoy y hacién­
donos capaces de transmitir a los otros ese entendimiento». Sólo que
no puedo creer tampoco en esa oposición entre «nosotros» y la
masa, ni como organizaciones ni como individuos, y tampoco por
ende en esa separaci6n entre nuestros esfuerzos y las contradieciones
de los medios.

31. Lo que vengo a decir pués es que con este escrito no per­
suado o no deseo persuadir de nada, sino disuadir; disuadir de todo
aquello de que se encuentren persuadidos mis lectores; disuadir tam-
XIII

'ESTAR EN LA LUNA',
O SOBRE LAS FUNCIONES DE LA
MISTICA Y LA MAGIA

1. Que haya pués también un capítulo de lo mágieo y lo mis­


térico en estos escritos nuestros. Cierto que, en honrada dialéctica, el
razonar se destinaba a denunciar la racionalización de lo irracional;
pero no por ello vamos a dejar tampoco de decir algo de lo irracional
que como irracional se vende y se presenta. ¿No va la razón a dar
también razón de la locura, y aun a darle la razón en cierto modo?
¿Quién va a hacerlo, si no, puesto que la locura ni sabe ni quiere
dar razón de sí misma? ¿Y qué mundo iba a ser el mundo de nues­
tro análisis, si no se incluyeran también en él las iniciaciones y los
secretos religiosos? ¿Qué Tierra iba a ser esa Tierra que no tuviera
también su luna? Justamente porque el Set no ha podido llegar a ser
realmente perfecto y redondo como la pelota de Parménides, por eso
mismo, para ser redondo y perfecto, como tiene que serlo, está obli­
gado a induír su propia imperfección dentro de su total, y para que
su organización sea del todo racional y totalitaria no puede menos
de admitir las irracionalidades como parte del sistema; así que puede
que la oposición entre la construcción hipodámica y el transporte
báquico no sea en fin de cuentas tanta oposición como el arquitecto
y la ménade pretenden que lo sea, y que, si bien la racionalidad es
cobertura de la más bruta irracionalidad, sea a su vez la irracionalidad
salvaje una máscara de la razón domésúca. Por si acaso pués a esa
luna, de quien los zagales de Leopardi comentaban que nadie la había
visto más que en sueños caer en nuestros prados, hagámosla sin em­
bargo, con las artes de las hechiceras de la Tracia, descender acá abajo
entre nosotros, y examinémosla también con los ojos más abiertos
que podamos.
I \
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/ \
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348 Agustín García rvo X�I. 'Estar en la luna' o sobre las funciones de mística magia
y 349

2. Pero ello es que desde siempre la relación dinámica )entre lo � \l e ésta tiene de fijo, establecido y definible, esto es, en su ser
nosotros y nuestra luna parece haberse manifestado en los d�s sen­ propiamente dicho; pues si la Sociedad o una sociedad produce una
tidos: que, si por un lado atraíamos a la luna y la sujetál:famos a locud6n fija, ésta habrá de ser, como aceptada que está por todo el
nuestro dominio, por el otro, enviábamos a la luna a aquéllos de entre senado de los hablantes, una manifestación de las más profundas con­
nosotros que no parecían pisar con los pies bien asentados sobre el vicciones que informan a esa sociedad; y como la expresión del ser
suelo, a los que llamábamos lunáticos y de los que decíamos «Está no puede expresar al ser sin confirmarlo, no será sólo que la locución
en la luna.» Importa, en primer lugar, estudiar este giro del estar en o la idea fija sea producto de la sociedad, sino también la soCiedad
la luna, que diversas lenguas habían inventado; primero, por interés en alguna medida producto de su expresión consolidada. Hasta qué
por la luna misma; pero además, como ejemplo de frase hecha o punto, por ejemplo, «Mañana será otro día» es una revelación del
locución estereotipada, que nos permita examinar un poco a qué carácter de los hispanohablantes, y desde qué punto dicho carácter
responden y qué funciones desempeñan dentro del sistema de la len­ está siendo constituído por la fijación y repetibilidad de «Mañana
gua esos quistes o reductos de irracionalidad que suelen ser las frases será otro día» es cuestión que sólo a los que siguen empeñados en
hechas, esas construcciones que el hablante no tiene que pensar, reducir a cadena causal las relaciones y que no han visto la identidad
porque ya están pensadas por hablantes incógnitos, tan fijas e inviola­ entre el ser y su saber podría preocuparles.
bles como los ensalmos y las fórmulas de encantamiento.
5. Ahora bien, tenemos que la idea fija es algo que la gente
3. En efecto, las funciones lógicas del lenguaje están distribui­ suele considerar éomo rasgo revelador y determinante de la locura,
das de tal modo que normalmente el nombrar o designar, lo que co­ si no de toda la locura, sí al menos de muchos de los tipos de locura
rresponde a la unidad palabra, está realizado y asentado en la Lengua que trata obstinadamente de distinguir la Medicina; en todo caso,
como sistema establecido, mientras que en cambio el decir o pre­ el maniático y el lunático, en medio de toda la fluidez o labilidad psí­
dicar, lo que corresponde a la frase, se realiza continuamente, por uso quica con que se aparezcan, están marcados sobre todo por la obse­
de las unidades de designación, en la producción actual de la Lengua, sión y la fiel recurrencia de una idea, que en ellos resurge y se des­
en el acto de hablar; pues bien: sucede con las frases hechas o locu­ pliega con una lógica automática. Don Quijote razona con gran cor­
ciones fijas que un decir, un acto del discurso, se queda nuevamente dura y éon excelente sentido común en torno de los demás asuntos:
reducido todo él a la condición de una palabra, y así depositado en la en tocando a su idea, la obedece con una iluminada ceguedad y se le
Lengua como sistema. A decir verdad, esto que con las locuciones fijas impone con una autoridad totalitaria que no reconoce réplica ni duda.
se produce no es más que la miniatura de lo que sucede en general Es curioso a nuestro propósito que, por el contrario, las locuciones
en la producción de ideas a partir de la actividad del lenguaje o pen­ fijas sean consideradas por la misma gente como la expresión misma
samiento, cuando continuamente los decires y pensares de las gentes de la sensatez, que los refranes se tengan por depósito de la común
van dejando, como ganga o subproducto, nociones, foncepciones, sabiduría y el hablar por frases hechas sea la forma más trivial y
ideologías, Weltanschauungen, o en suma, ideas fijas en las mentes, pacata de la cuerda vulgaridad : frente al maniático don Quijote está
o van, mejor dicho, constituyendo justamente esas mentes o menta­ éontrapuesto Sancho, que apenas sabe hablar sino por medio de re­
lidades. Pero precisamente por su carácter de miniaturas y su forma franes.
especialmente nítida y definida, que ni siquiera consiente la más
mínima alteración verbal, son las frases hechas modelo particular­ 6. Frente al hombre que está en la luna está el hombre que dice
mente apropiado para estudiar el fenómeno de las ideas fijas de la «Está en la luna.» Nótese que nunca pueden coincidir el uno con el
Sociedad. otro, que son incompatibles: puede emplearse en primera persona
la locución, pero en Imperfecto, volviendo de la distracción o del
4. Ese estudio, a su vez, de las ideas fijas no puede menos de arrobo ( «Excusez-moi, Monsieur : j' étais dans la lune») o en todo
ser una preciosa vía para el conocimiento de la Sociedad misma, en caso nunca referida al mismo que la dice, ya que el que la dice se
I
I

3.50 Agustín García Ca)'vo XIII. 'Estar en la luna' o sobre las funciones de mística y magia

revuelve con ello mismo sobre el otro, al que denuncia de l' ' dis­ de haberle atribuído un buen tamaño terrestre (cuando s6lo el divino
tracci6n o arrobo que lo tiene como enajenado de s{ mismo: «No sé Epicuro y su Lucrecio se empeñaban, por vía de la ciencia misma, en
ni lo que hago con las manos : estoy en la luna.» El que está en la conservarle su tamaño), fué también por los años en que el- Gran
luna nunca podrá decir que está en la luna; primero, porque en ge­ Pan había muerto, cuando gentes como Plutarco, Luciano o Apu­
neral no es propio de él hacer observaciones racionales, y segundo, leyo, preocupados éon la cara de la luna y, más aún, con el Hombre­
porque, en el caso de que las haga, dado que él está en la luna, lo en-la-luna, preludiaban lo que iba a ser a la vuelta de los siglos el
que dirá es que los que están en la luna son los otros, los que se han nuevo modo de alunizaci6n de la locura, la conquista del centro de
quedado apegados a la Tierra, la cual, en efecto, ha venido para él a los sueños como satélite y complemento.
ser realmente la luna de la luna.
9. El paso siguiente del proceso, que con la Historia Verdadera
7.Pero no se crea tampoco que las gentes de nuestro mundo de Luciano ya había quedado iniciado, es el de la aparici6n de los se­
han llegado tan pronto ni fácilmente a la idea de relegar a la luna la lenitas: el momento de los hombres en los astros como hombres de
locura de la Tierra y, asignándole así su lugar dentro del Sistema, los astros, que en escritos del renacimiento y luego en los de Cyrano
realizar progresivamente su asimilación a la racionalidad imperante . de Bergerac y en otros descubrimientos novelescos (llamo 'novelesco'
Por ejemplo, entre los griegos u occidentales antiguos no parece que a ese estadio que se da entre lo mítiCo y lo científico) hubo de desarro­
esa asignaci6n de residencia estuviera todavía establecida: sin apuntar llarse: esto es, el momento en que la extensi6n de la Humanidad a la
tan alto ni preciso, se contentaban con mandar a la locura a pasearse luna o, dicho inversamente, la agregaci6n del lugar del suefio y la
por el reino de las nubes (que aun nosotros conservamos todavía el locura al Sistema general de la Realidad se produda por el medio de
«Estar en las nubes• junto al «Estar en la luna», con una creciente establecer en la luna nuevos tipos del género Hombre (a imitaci6n
incapacidad para distinguir ambos modos de enajenación, en prin­ de lo que los descubrimientos terrestres antiguos o modernos habían
cipio sin duda tan diversos), y pot las nubes hada la genialidad del obligado a hacer con los indígenas extraños, a los que al fin había ha·
común sentir por boca de Arist6fanes navegar a S6crates en su cesta, bido que reconocer como hombres), y así adscribir a los habitantes
a aquél justamente a quien solemos mirar como representante de la de la locura a la Sociedad normal, pero conservándoles una cierta
rotura de la razón más indefensa y más desnuda; claro que es cierto extrañeza. Verdad es que corrientemente en la novelas hay -no puede
que si el sitio en que pisaban los antenienes era la tierra, ¿por d6nde menos de haber- un observador terrestre que descubre a los sele­
iba a andar Sócrates sino, en el mejor de los casos, por las nubes? nitas; pero ése no es apenas más que el necesario ojo del narrador
mismo, que, como agente de la ficción, queda todavía en cierto modo
8. También es cierto que en aquella antigüedad la luna estaba fuera de su objeto; nunca más en los posteriores ejemplos, ya de
demasiado lejos todavía, incluso para los alcances de la locura hu­ ciencia-ficci6n, en que siguen apareciendo selenitas o asimilados vol­
mana :. ella era todavía bien divina, una de las tres caras de la triple verán los terráqueos que intervengan a tener el papel de observadores
Hécate, y si podía ocasionalmente derramar el rocío sobre las tierras o descubridores.
o arrebatar del sacrificio a la doncella Ifianasa o acudir en los trivios
a la llamada de las brujas, era de todos modos diosa. Pues había 10. En efecto, la tercera fase del proceso consiste en que, ha­
dioses: e�to es, que los hombres tenían en lo alto y en lo bajo com­ biendo progresado la realidad del Hombre en abstracto, 1tl mismo
pañía de otras gentes, y no estaba muy avS02ado el proceso de crea­ tiempo que desarrolládose la realidad científiéa de los astros, serán
ci6n del Dios abstracto, del Hombre abstracto y de la progresiva ya hombres normales o propiamente dichos los que vengan a éon­
identificaci6n entre ambos; y as{ no podían los hombres todavía ocu­ quistar para la normalidad y para su ciencia el antiguo reducto de la
par para ezplazamiento de la locura humana un ámbito que aún es­ locura y de los sueños en la luna; ir a la luna será algo que se realice
taba ocupado por los otros. Fue s6lo a las postrimerías de la Anti­ por procedimientos s6lo cuantitativamente diferentes a los empleados
güedad, después de ya mucho haberse hablado de la luna como astro, por el Hombre para invadir la Tierra; y estar en la luna podrá seguir
352 Agustín García Calvo XIII. 'Estar en la luna' o sobre las funciones de mística y magia 353

pretendiéndose, contradictoriamente, algo racionalmente maravilloso típicamente como distraídos y como gentes que a menudo estaban
(en realidad no más que científicamente estupendo), pero en todo caso en la luna, ahora no sólo han salido de la clase de los despistados,
no será ya nunca un acto de distracción, demencia o embaimiento, sino que, por el contrario, han venido a ser los guías de la Realidad
sino bien por el contrario. Es la fase eximiante representada por la para la Humanidad alunizada. Pero que esas necesarias diferencias
ficción de Julio Veme, aproximadamente contemporánea de los co­ no vayan a engañarnos respecto a la continuidad del fenómeno y su
mienzos de la humanización (o, si se prefiere, occidentalización) de identidad, pues vale para la magia, la locura y la religión lo mismo
toda la redondez de la Tierra y de la completa inversión temporal que para las demás instituciones que el cambio es el ardid del ser
del mito arcaico en su forma científica de fe en el Progreso. · para seguir siendo.

1 1 . En fin, la cuarta fase es la que culminó en el estío del 13. No por ello sin embargo dejemos de poner también de re­
pasado año de 1969, cuando, pasando ya de la ciencia-ficdón a la lieve lo que en la nueva forma de estar en la luna hay realmente de
ciencia real misma, a la Realidad televisiva, científicamente y perio­ novedad (novedad que puede de primeras aparecerse como cuantita­
dísticamente registrable, vino el Hombre a pisar la luna: pues en tiva, pero que llega seguramente a ·significar una inversión de las re­
efecto, el Hombre era, con mayúscula y en abstracto, Aquél que, en laciones), a saber: que el que ahora está en la luna sea un nuevo
el momento de pisarla, dando cuenta El mismo explícitamente del tipo de hombre, el que más arriba designábamos como el Hombre,
cumplimiento de esa cuarta fase, hubo de recitar «Un paso pequeño según la propia formulación de la noticia revela debidamente, con
para mí, pero un gran paso para el Progreso de la Humanidad», pro­ oraciones cuyo Sujeto es el Hombre, la Humanidad o la Primera Per­
duciendo, como a la culminación de tal fase correspondía, la concien­ sona de Plural : «Hemos llegado a la luna�, «El Hombre ha puesto el
cia o historia del acto simultáneamente con el acto mismo. A partir pie en la luna» (cfr., por lo demás, la preparación para este estadio
de ese momento estábamos en la luna definitivamente; y por si a que se daba con los acontecimientos políticos o deportivos, cuando
alguien le hubiera cabido alguna duda, le hubiera bastado con con­ se decía «España se queja de que, por un error técniéo, Francia haya
templar aquella noche a las poblaciones, con los ojos vueltos a lo alto producido una polución de aguas en las costas de Galicia » o «Le he­
y la quijada colgante hacia el doble cielo de las pantallas de televi­ mos metido siete goles al Valladolid»); y naturalmente, ese hecho
sión, para convencerse de que, en efecto, la Humanidad estaba en de que el que · ahora esté en la luna sea el Hombre normal u Hombre
la luna y de que el embaimiento que otrora fuera propio de algunos por antonomasia ha implicado la exigencia de que el procedimiento
lunáticos, recluíbles como anormales, ahora estaba extendido justa­ técnico para llevar a cabo la operación no haya podido ya ser fan­
mente a todos los hombres representantes de la normalidad. tástico o alucinatorio, sino que haya tenido que ser científico, real;
tratándose, en efecto, del Hombre normal, la locura o fantasía se con­
12. Es verdad que el gesto de arrobo no era seguramente el vierte en realidad y ciencia.
mismo que el de los bobos o los extáticos de antaño; pero ya puede
comprenderse que a cada siglo de la luna corresponden sus maneras: 14. Pero de todos modos no dejemos de asentar aquí con toda
tampoco el aparato imaginativo empleado para la mágica suspensión la mesura y honestidad posible qué es exactamente lo que ha pasado
de las mentes era el mismo que en otros tiempos : concébido unas con esto de que hayamos llegado a la luna y estemos en la luna: lo
veces como demonio o gorgona exterior hechizadora de las miradas, que aquí se ha hecho, señores, es que se ha realizado un modismo
otras como facultad interna desordenadamente disparada, manejado lingüístico. La identidad y fijeza de la frase hecha «Estar en la luna»
otras en forma de pases o espejuelo de hipnotizador, se actualizaba en a lo largo de sus avatares no nos deja engañarnos: sí, es una locu­
aquella ocasión como pantallas visuales acompañadas de los ensalmos ción, un ensueño recurrente, una idea fija lo que se ha puesto en
y salmodias de técnicos y locutores. Tampoco, en fin, eran los mismos práctica. Claro está que lo de «Estar en la luna» antes se decía en
esta vez los magos ni la misma la relación con sus feligreses; y en sentido figurado, en broma y en son de crítica o reproche; pero
especial es de notar que aquellos sabios, que otrora se presentaban ahora, puesto que la manera de pronunciar el modismo ha tenido que
Agustin García Gilvo XIII. 'Estar en la luna' o sobre las funciones de mística y magia 355

llegar a consistir en hacerlo, consecuentemente han desaparecido del por nuestra parte, de considerar la coneiión que debe de regir entre
modismo los tonos de crítica, de broma ni sentido figurado: es una ambos hechos.
frase normal y seria. Mas no por ello deja de ser la misma frase, y las
funciones que el estar en la luna desempeña no pueden menos de 16. Pues hemos visto que la alunización de la Tierra era el
seguir siendo las mismas: asimilación del reino de la locura y el en­ procedimiento, por así decir, científico y progresista para la reduc­
sueño al Sistema general, inclusión de lo lunático como región par­ ción de la irracionalidad a la condición de pieza del Sistema racional
ticular de la normalidad, dominación y manejo del halo irracional y total: esos espacios infinitos que anonadaban el corazón de Pascal y
misterioso de la luna. Sólo que, mientras antes la reducción de la despertaban la concupiséencia racional de Kant tienen que ser de un
luna se realizaba remitiendo a ella la minoría de las anormalidades, modo u otro, paso a paso, reducidos a la esfera, reducidos a la cerrada
ahora, con el Progreso, es la mayoría --0, por mejor decir, la totali­ redondez del Ser-que-se-sabe; pues esa infinitud que se presenta como
dad de la normalidad- la que ha incluído a la luna misma dentro espacial no es sino la representación de la indefinición del Ser, que
de su dominio; a consecuencia de lo cual la locura de los normales constantemente amenaza su definición constitutiva y, por tanto, su ser
ya no puede ser locura ni fantasía, sino realidad. mismo. Pero ésa no es más que la manera científica, progresista y,
por así decir, occidental de practicar la domestiéación del infinito:
15. Pero ¿qué es esto que me ocurre? : ¿es acaso que, en castigo tiene también el infinito, como bien sabían Pascal y Kant o cualquier
por osar as{ hablar de ella, la implacable Luna está trastornándome hijo de vecino, otra manera de aparecerse, que es a través de los se­
el seso, que, por más esfuerzos que hago, no consigo librarme del cretos pozos y las entrañas de la conciencia y del ser propio. Y así,
hechizo de este pueril retruécano, de este juego de palabras o fonemas junto al método occidental, el de subir a la luna, pisar en ella y con­
que, como obsesiva fórmula de encantamiento, no deja de rondarme quistarla, seguía valiendo también el método oriental, por así decir,
la cabeza? Más vale que, por una vez, cedamos a la irracional zara­ de las brujas tracias, el de hacer descender a la luna entre nosotros o
banda de las sflabas y escribamos de una vez las dos palabras juntas : dentro de nosotros; y probablemente seguían siendo ambos métodos,
alunización y alucinación. Porque es que . . . parece cosa de magia, como lo habían sido siempre en nuestro mundo (siempre: desde el
pero justo por los mismos tiempos que la Humanidad alunizaba origen de la Historia, es decir, de nuestro mundo ) complementarios el
culminaba también entre una notable parte de la humanidad la ge­ uno con el otro. Por ejemplo, la última Religión de nuestro mundo,
neralización del uso de los alucinógenos ; y a la hora que la pedantería en la que todas las religiones culminaron, había querido ser la sín­
periodística se empeñaba en imponer el estúpido solecismo del alu­ tesis de los dos procedimientos : la divinidad se hacía Hombre, y los
nizar (como si la luna, desde el punto que se aterrizara en ella, no hombres se hacían Dios; y así l a Teología científica o Ciencia teoló­
fuera ya una parte de la Tierra, de la que pudiera decirse «aterrizar» gica, que daba razón incluso del misterio y lo admitía en su seno como
lo mismo que de las otras) a la misma hora en otros círculos de pe­ tal misterio, convivía con la Mística, que dentro del mismo mundo,
dantería, ésta con nuevos visos de camaradesca y catacúmbica se ex­ por supuesto, reconvertía a Dios, reconvertía el Concepto y lo Ra­
tendía de boca en boca el «Y tú, ¿qué tal aluéinas?», con ese tipo cional, en vida y experiencia; que la autoridad y el poder, la Iglesia,
peculiar de voz verbal --diríamos que reflexiva-implícita- analógica tendiera más bien a poner el sello de la ortodoxia sobre el primero
de otros verbos de actividades orgánicas como 'digerir', 'secretar', y a vigilar el segundo con cierta suspicacia no le impidió, sin em­
'bander', 'décharger', 'menstruar', 'librar' (la recién parida), 'dilatar' bargo, guardar el equilibrio y aprovecharse prudentemente de ambos.
(la parturienta), 'tirar' y 'tragar' (en los sentidos obscenos ), 'aguantar'
(dicho de la bebida) y algunos otros. Por su part«'., las Autoridades 17. Pero a mi vez he de andar aquí con cuidado, para no pecar
se lanzaban a vastas campañas de propaganda tanto respecto al alu­ de parcial y superficial en la manera de decir eso de que la mística y
nizaje como respecto al alucinaje, ·no importa que con signo jovial­ la magia están también dentro. Pues podría decir que dentro está, en
mente positivo para el uno y saturnalmente negativo para el otro, ya efecto, ya que sus adeptos están inscritos en los registros de ciuda­
que al fin, como se sabe, todo es propaganda. Y no podemos menos, danos e incluso normalmente en los ficheros de la Policía, no menos
en
356 Agusdn García Calvo
XIII. 'Estar la luna' o sobre las funciones de mística y magia 317
dentro que lo están los locos habituales y los dur?1 ientes-soñadores
de esta investigaci6n va a ser fijarnos y cavilar en los sentidos y el
de cada día, y hasta tal punto dentro que los �ropios adeptos se re­
sentido de esos términos, dentro y fuera. Téngase presente que los
fieren a sus experiencias con verbos como a/,ucmar qu�, �declarar!?
hechos entre los que juegan esas relaciones de 'dentro' y 'fuera' son,
anormal y subjetivo, reducen el fen6meno a una ob1euva normali­
por un lado, el ámbito de la locura, del ensueño, del arrobo, de la
dad . pero sería bien parcial y superficial que en ello me apoyara,
experiencia mística, de la situación mágica o extraña, de lo irracional,

pue significaría otra vez hablar de la locura desde y con las palabras
a lo cual convencionalmente llamamos Luna, y, por otro lado, d reino
de la sensatez (lo cual bastaría para colocar a la locura dentro, �un
del mundo normal, de las cosas como son, de la aetividad práctica
cuando de por sí no lo estuviera), sjn atender a lo que la l?cura diría
habitual y la racionalidad que la acompaña, a lo cual podemos con­
de la sensatez si tuviera palabras para decirlo; y ya los mas sensatos

de los partíci es de la experiencia se niegan a h�blar de ésta ni como
.
vencionalmente llamar Tierra. Pero ya advierto desde aquí al lector
que, siendo esos dos aparentemente los objetos de nuestro discurso,
alucinación ni con otros términos. Podría también decn que dentro
probablemente nos encontraremos en un momento dado con que son

está, ya que los medios actualmente �sa �s para lanzarse a e lo, � las relaciones entre ellos, el 'dentro' y el 'fuera', lo que se ha con­
abandonados los viejos métodos de e¡erocios y de concen� ración
?
(que, por otro lado, en cuanto obedecían al e�quema del tra a¡o Y el
.
vertido en verdadero objeto del discurso.

disfrute ' del sufrimiento y el premio, tambié n quedaban mcluídos


19. Para llevar adelante tal estudio, recapitulemos en primer
de otro modo), son la ingestión de productos químicos, sumi�i n a la? lugar sobre lo que hemos dicho que sucedía con el proceso de la alu­
industria y al comercio que no podría por menos de co�dlClonarlo
nización de la Tierra, de que hemos discurrido en los § § 7 a 14. Se

todo; y aun podría añadir que no s6lo entro d�l mundo, smo dentro
trataba pués de que la Luna queda asimilada por la Tierra, la luna­
del mundo occidental o propiamente dtcho esta la cosa, puesto que
ridad o irracionalidad, incluída en el ámbito sublunar, racionalizada;
así la empresa del alunizaje como el más dulce � poderoso de los alu­
. así nosotros estamos en la luna . Pero sospechábamos que esto no
cin6genos han sido productos de las Indias Occidentales, de las Amé­
puede suceder sin que a su vez la Tierra quede alunizada, sin que la
!f
ricas : pues hay dos, ciertamente, una la del ombre nuevo, que puso
. Luna a su vez esté en nosotros desde el momento que nosotros es­
el pie en la luna, y otra la de los pobres indios nuevos, que trans­
tamos en l a Luna. Veíamos, en efecto, que «Estar en la luna» era
mitieron el secreto, hace treinta y tantos años presentado por A. Hux­
tradicionalmente una frase hecha, con que la sensatez dominante en­
ley a nuestro mundo ; pero que las dos al mismo tiem? o están ;nez­
. juiciaba, concebía, definía y, en suma, incluía la situación an6mala del
cladas y confundidas, que ambas Améncas no hacen .smo repetir en
que se quedaba absorto, distraído y, fuera de este mundo, prendido
su forma más avanzada la historia de Oécidente, que siempre llevó su
en una idea fija; pero que, en el momento que la que estaba en la
Oriente dentro, se me aparece bastante claro. Sin embargo, igualme�te
. luna era la Humanidad, no podía menos de suceder que la anormal
parcial y superficial sería tal discurso, sobre todo .porque mclmrfa
. distracci6n o suspensión en la idea fija se hubiera convertido en nor­
la suposici6n de una conexi6n causal entre la mgest16n del producto
malidad (esto es, que la idea fija fuera una realidad y/o la Realidad
y la inefable experiencia (que está pasando a�uello P o r q u e se a
.
� fuera lunática), éon lo cual la frase hecha perdía su funci6n crítica de
tomado ), conexi6n que, como todas las causalidades, en la expenenoa
marca de la anomalía, y perdiendo ella misma su carácter de locu­
misma se aparece como ridícula en extremo.
ci6n fija se convertía en expresión normal de un hecho. Pues bien,
si ahora nos preguntamos «¿Es que, en efecto, la Humanidad se ha
18. De otra manera pués habrá de plantear�� la cuestió� de
vuelto loca?», na podríamos menos, pese a las frecuentes manifesta­
la interioridad o exterioridad de la locura, .del estar tn de los outszders
ciones de las gentes de que este mundo está loco, sino respondemos:
(en los dos sentidos que, según el lug�r del obser�ador, se tomen el
«¿Y eso quién puede decirlo? ¿Desde dónde podría decirse eso?»
in y el out), la cuestión, en fin, de si es o no cierto que ya están
Porque si este mundo siguiera siend.o la pura normalidad, que ex­
todos los que son y que son también todos los que están. Ya se va
cluyera fuera de él la anomalía, todavía la cuesti6n sería relativamente
trasluciendo que lo que a partir de aquí nos va a tocar para el resto
simple: la Tierra, o sea, el asiento de la voz del Hombre, se procla-
24
XIII

.358 Agustín García Calvo . 'Estar en la luna' o sobre las funciones de mística y magia .359

maría a sí misma como asiento de la normalidad, de la Humanidad sugerido la desaparición del Tiempo en el reino de los ensueños,
por excelencia, desterrando a la Luna a los tocados por el s�eñ� o la como, por ejemplo, habrá quedado sin duda impreso en todo el mundo
locura, y la Luna o sus fantásticos moradores, que de ordinario no que lo haya leído el recuerdo de la observación del caso del sueño de
podrían tener voz, en la medida que la tuvieran, proclamarían a la la guillotina. Pero, por otro lado, no menos pertinentemente han
Tierra luna y locos o inconscientes -conscientes ellos de esa falta de puesto de relieve los análisis freudianos la dependencia y en �pedal
consciencia- al vulgo de los hombres, como, por ejemplo, el antiguo la función complementaria o compensatoria de los ensueños con res­
sabio distraído, Crisipo el estoico, estigmatiza de stu/tQS a los hom­ pecto a la vida cotidiana de los sedicentes despiertos, hasta el punto
.
bres en general, o como el plácido soñador (o, por mejor decir, el per­ de que parece ya como si el ensueño no fuera sino un ingrediente del
sonaje de un ensueño plácido) comprende, riéndose de ella, el mez­ sueño mismo, que completara la función de recuperación de fuerzas
quino absurdo de la lógica diurna cotidiana. Pero en el momento que que éste tiene como factor alternante de la jornada laboral por medio
la sensatez dominante ha asimilado como ciencia y realidad el loco del desahogo de los deseos por la necesidad del mismo Trabajo repri­
ensueño , que la Luna es parte de la Tierra y la Tierra está po� ende midos; y en todo caso, ese défoulement, no sólo permitido, sino con­
.
alunizada, esto es, alucinada, pero de tal modo que la alucinación es dicionado en la elección y construcción de los símbolos por las ins­
la visión realista misma, ¿desde dónde podrá decirse que este m�do tancias de censura, cuán semejante se aparece a las orgías peri6dicas
está loco?: ni desde la Luna podrá decirse, puesto que la Luna tiene (de cuyo carácter de institución social apenas podrá dudarse) que
ya también sus intereses económicos en la Tierra y la Tierra �. asi­ ayudan a mantener la esclavitud del año entero. No parece, pues,
'.
milar la Luna ha asimilado con ella virtualmente toda posibilidad que por más que en el ensueño amenace la Persona con exfoliarse o
;
de otras luna ultralunares; y la Tierra misma, ya universal Y del desintegrarse, juegen en él personas de veras exteriores a este mundo,
todo redonda acaso, de sí misma no podrá sino seguir diciéndose que juegue en él una especie de Yo extrasocial inconcebible; más bien lo
es normal (con qué paternal tono de broma dicen los hombres de este que allí juega, sea lo que quiera de los motores .naturales, instintivos
mundo que este mundo está loco), y fuera de sí misma . . . , ¿es que no o inconscientes del proceso, de los que todavía Freud echaba mano
es del todo redonda y perfecta todavía?, ¿es que queda alguien que vagamente, es la subconsciencia, la cual, como sabemos, es un pro­
pueda estar realmente exterior y alucinado, de quien pudieran decir ducto derivado de la conciencia, y esta relación genética entre ambas
aún las gentes normales que está en la luna? � no es sino la expresión de l a relación de dependencia. Así la observa­
ción freudiana viene a glosar con una nueva riqueza la formulación
20. Repasemos un momento la lista de los posibles candidatos heraclitana de que «es lo mismo despierto que dormido»; que así
a la condición lunática, absorta o extravagante con respecto a este como este mundo está metido dentro del lenguaje de los sueños, así
mundo nuestro. En primer lugar, naturalmente, las figuras de los el ensueño está dentro de este mundo.
.
ensueños cuotidianos o cuotinoctuinos (pues no podemos previamente
decidir si es la noche la antítesis o negación del día o si día es tér­ 2 1 . Miremos e n segundo lugar a la locura propiamente dicha.
. mino general, que abarca también la noche, y la noche parte e la � Aquí el proceso de normalización es tal que no puede sino asombrar­
jornada). A este respecto pués los análisis a que solemos re�enrnos nos el recordar que en otros mundos la locura era mirada como algo
en torno al nombre del doétor Freud parecen haber cumplido una sagrado, algo en que se manifestaba la operación de la mano de los
o�eración ambigua: por un lado, ha� descubie�t? con especial P ti­
.
:1' dioses; el polo extremo del proceso lo reconocemos en el estableci­
nencia la falta de vigencia de la lógica de la v1g1ha en los ensuenos, miento de la clínica del psiquiatra y de la costumbre, ya consolidada
y particularmente la falta en el lenguaj � onírico de símbolos para en las regiones más progresadas de nuestro mundo, de que uno se
operaciones tan fondamentales de es� lógica (en sus aspeetos respec­ conduzca a sí mismo al médico de almas cuando es en el alma donde
.
tivamente reaccionario y revolucionario) como son la relación de cau­ siente las perturbaciones de su mecanismo; y como quiera que es
salidad y la negación: que no hay element?s simbólicos q�e substi­ justamente lo patológico lo que descúbre y cría la noción de lo nor­
.
tuyan allí a la partícula porque y a la parucula no; y asimismo han mal, como el alma sólo en la enfermedad de sí misma cobra o recobra
XIII. 'Estar en la luna' o sobre las funciones de mística y magia 361
360 Agustfn García Calvo
en suma, de lo natural, lo animal, lo subsocial, lo paradisíaco, lo pre­
su existencia, así resulta que la práctica de la psiquiatría (bastarda­ histórico, lo misterioso, lo inefable: dicho brevemente, descubrimien­
mente ligada con el psicoanálisis, que había comenzado rectamente a to en alguien de este mundo de algo que no es de este mundo; la
practicar la disolución misma de la nació� de alma o . �� s� forma úl­ emoción acompañante sería la emoción del deseo perpetuamente sub­
tima de Yo) viene a dotar al alma, perdida la cond1c1on mmortal Y terráneo que vislumbra su realización; y cualidad esencial de la si­
extraterrena de que gozara en otros tiempos, de un nuevo status tuación se me aparece la del pasmo o el asombro, que es simultánea­
social y una manera de ser más perfectamente integrada con el ser mente asombro del otro (un casi no creer que el otro pueda estar ahí)
del mundo; y, en efecto, al tiempo que los males del alma se cuentan y asombro de sí mismo (el enamorado, mientras está enamorado, está
y se curan entre los otros males� �odas los male.s, del mundo, en la perpetuamente asombrado de estar enamorado, y ese asombro de
visión psicosomática de la medicma, son tamb1en males de alma. estar enamorado es un incalculable ingrediente del sentimiento mis­
Lejos pués los tiempos en que, según nuestro llorado Adorno re­ mo de estar enamorado). Pues bien, si nos limitásemos a observar el
cordaba era el loco el que le decla la verdad al amo, o por lo menos enamoramiento desde fuera y así dijésemos que, no obstante fanto
las verdades, justamente prevalido, social y epistemológicamente, de asombro, el enamoramiento aparece, por un lado, fuertemente con­
su condición marginal (ya como el bobo del pueblo, ya como el bufón dicionado por el azar (esto es, por las leyes de combinación de en­
0 fool de los señores), pues no parece que queden ya tales márgenes cuentros que la estructura social permite y aun ordena) y, de otro
para la locura: puede que el mundo haya tenido que volverse .loco lado, por la voluntad individual (esto es, por la Ley, interiorizada
para trivializar, integrar y asimilarse la locura; pero por e�o �usmo como voluntad, que le hace a uno querer y sentir como necesidad
ya no queda ningún loco para decirle tal verdad acerca de si mismo; propia el enamorarse y, en fin, procurar por medios sobre todo sub­
y nuestra comprensión de lo patológico nos priva de entender lo pa­ conscientes el caer en ese estado), todavía seríamos superficiales y ex­
tológico de nuestra normalidad. Para asegurarse de que todosél loe teriores respecto al problema, al deducir de ahí la interioridad y su­
locos estaban dentro, el mundo ha acabado por encerrarse t�d? psi­ e? misi6n del enamoramiento respecto a la Ley y la Sociedad; pero si
masa en el manicom io (progresivamen te transformado en clíruca observamos que en el enamoramiento mismo se dan como ideología
quiátrica); pero, convertido en manicomio t�d� su , ámbito, ¿adónde necesariamente acompañante las proclamaciones, más o menos explí­
ni a qué fuera podrá tener esperanza de salir ¡amas? citas, de que el encuentro no era causal o azaroso en el sentido indi­
cado («Es como si te hubiera estado buscando desde siempre», «Es­
22. Un tercer método de evasión examinemos ahora, uno de los tábamos hechos el uno para el otro») y de que era del todo indepen­
más ilustres modos de estar en la luna, que era tradicionalmenpode­ te el diente de la propia voluntad (y aun a menudo, para ratificar esa inde­
o. Sin emb r o, e la comple ja Y
de la pasión o arrobo amoros �� ?
por
pendencia, contrario a dicha voluntad), de modo que sea una fuerza
rosa institución del amor bien deseada distmguir tres momentos, no ólo
extraña, propiamente divina, la que inesperadamente -venga la fle­
más que me conste lo ligados que están el uno con el otro, y � cha de los ojos del otro, venga del aire mismo-- ha herido al despre­
en orden cronológico: a saber: el enamor amiento ; el acto de culmina ­ venido enamorado, entonces esa pretensión de exterioridad al mundo
ción de la relación amorosa, considérese el C:oito o el orgasmpraxis o ( ? más y a su Ley viene a ser una indicación más pertinente de que, siendo
bien digllmos, atendiendo a la mención del momento de la que ella necesaria como ideología o mito del enamoramiento, está proba­
se contiene en él, con el eufemismo que la lengua frances a ha �nta­ blemente destinada a recubrir una realidad contraria, la de la con­
a
giado todas las demás, /aire l'amour); y en fin, el estado de ligazón dición interior y sumisa del enamoramiento a la estructura, aparente­
0 pasión de Amor propiamente dicho. Pues, en efecto, en .l�sóntres de
mente azarosa, y a la Ley, operante como voluntad personal. Y así,
momentos, y de tres maneras distintas, pa.rece dar�e l� condicr que aquí
desde ese momento, deja de extrañarnos que, en efecto, en la práctica
arrobamiento, de perder el sentido , de salirse de s1 mi �mo, se presente la situación de enamoramiento desde el primer instante
nos interesa. Mirado pués por el lado del enamoramiento, es éste tal envenenada por algunos rasgos característicos del Sistema vigente (en
vez podría describirse como el descubrimiento en . ! uno que o:ro, especial la preocupación por el futuro y la busca de una finalidad,
pero al mismo tiempo hombre (esto es, yo, es decir, tú), en alguien ,
362 Agustín Garcfa Gtlvo XIII. 'Estar en la luna' o sobre las funciones de mística y magia 363
que, conseguida o no conseguida, será el fin del enamoramiento, y la del último abandono al otro, tornarse más íntegramente que nunca
preocupación por uno mismo, esto es, la necesidad de dominar y com­ sobre sí mismo, adentro de sí mismo, como se representa en el cono­
prender el propio enamoramiento como elemento constitutivo de la cido mecanismo de volverse las pupilas de los ojos hacia arriba y
vida, persona y valoración del enamorado), rasgos que simplemente para adentro hasta mostrar no más que lo blanco, en la medida que
nos confirman la sospecha de hasta qué punto está dentro aquel acto los párpados no se cierran del todo, mecanismo que ya preocupaba
o suceso de salirse fuera (del mundo, de sí mismo) que en el enamo­ profundamente al buen Aristóteles en alguno de sus Problemas y
ramiento parecía darse. para el que avanzaba, con zafiedad ya de verdadero científico, algu­
nas explicaciones de las llamadas físicas o racionales.
23. Examinando ahora el amor por el lado de su praxis por
antonomasia, en el momento de /aire l'amour, veamos cuánto puede 24. Pero si no, ¿cuáles son las relaciones entre esos dos hechos,
haber de exterioridad o de salida en ese éxtasis que se considera que de ordinario presentados como contrarios, incluso con nombres con­
culmina en la mutua entrega y disfrute de los cuerpos con la cópula, trarios, como son éxtasis y ensimismamiento? ¿Es acaso que en ese
la cual a su vez se considera que culmina, como éxtasis del éxtasis, éxtasis-ensimismamiento que, propio quizá de todo el amor, tan
en el orgasmo. Cierto que en este aspecto el interminable flujo de agudamente se manifiesta en su culminación orgástica lo que se nos
literatura que en los últimos decenios abruma a la humanidad, con está demostrando en vivo es la confusión de la oposición 'ensimis­
estadísticas sobre los grados y condiciones del goce sexual y consejos mamiento/éxtasis', 'egoísmo/altruísmo', de las noéiones, por la ne­
sobre cómo superar las deficiencias de impotencias y frigideces y cesidad del Orden social opuestas, de Mí y del otro? Porque es que,
poder conseguir, también Usted, cópulas y orgasmos satisfactorios, si así fuera, resultaría que el amor o el punto de culminación de
podría bastar para sugerirnos la integración de los mecanismos de la amor estaría realmente fuera de este mundo, puesto que esa oposi­
cópula en los mecanismos en general del mundo, y asegurarnos de ción entre lo uno y lo otro es sin duda de las más fundamentales
que, si para la visión católica o puritana la jodienda se sometía al para la estructura de este mundo; de modo que el amor estaría
Orden sobre todo por medio de su subordinación a la finalidad social fuera, no por vía de éxtasis ni por vía de ensimismamiento, sino
de la procreación (con una conexión desconocida, según nos han con­ por la confusión entre ambas cosas. Desgraciadamente, sucede con
tado los exploradores, de lo trobriandos bienaventurad0s y feroz­ esto del amor y de su orgasmo que se da, al parecer, una incompati­
mente refutada por los revolucionarios libertinos del marqués de bilidad tan decidida entre él y la conciencia de sí mismo (pues o bien
Sade), otras maneras más directas se ha buscado después el mundo me doy cuenta de lo que está pasando, y entonces ya no ·me pierdo
para seguir asegurando la misma sumisión. Pero tampoco aquí nos por el séptimo delo de los éxtasis, o bien no me doy cuenta y toda
hemos de contentar con tales consideraciones del hecho exterio­ risa, imagen de la distancia, se condena a muerte) que lo cierto es
res al hecho mismo: parémonos más bien a observar algunos rasgos que puede, sí, que se dé o que se haya dado el momento del total
de dicho hecho. Pues es ello que, mirado desde fuera y en frío el y verdadero éxtasis o ensimismamiento, pero ¿qué testimonio de ello
acto, puede fácilmente verse como trivial y hasta ridículo en extremo podríamos usar para este análisis ? : pues lo que sabemos es que
y en cierto modo incongruente con la dignidad vertical del Hombre, ansiamos una y otra vez reproducir o imitar ese momento del toro y
como con sus fríos ojos de lechuza nos pide Palas Atenea, por la la vaca, del asno con la burra, y que en nuestra memoria de los me­
voz de Iris a través del arte de Jean Giraudoux, «avouer franchement jores casos lo que hay es una duda sobre si realmente ha sucedido
s'il y a plus bete que le coq sur la poule ou la mouche sur la o no aquella vez aquello; de modo que parece estar el acto, apenas
mouche»; pero en cambio, es rasgo bien curioso y digno de notar juzgado, condenado a la perpetua cadena temporal con la fórmula
aquí que dicho acto dentro de sí mismo, y en particular su culmi­ ccnsabida: «antes, gozo entrevisto; y después, un sueño» (Sone­
nación orgástica, se demuestra de todo punto incompatible con la to CXXIX); pero del momento mismo, aparte de que sea objeto
risa ni la sonrisa ni la burla: nada más serio que ese trance en que de' la aspiración y, en los mejores casos, de la duda en el recuerdo,
cada uno de los contrayentes parece, paradójicamente, en el momento ¿qué tenemos para decir aquí?: �diría¡nos que al menos el momento
364 Agustín Garda C.alvo XIII. 'Estar en la luna' o sobre las funciones de mística y magia

está fuera por el hecho de que, siendo el ser y el saber de este estaría respecto a El en la del fuego al Sol, fuego que es en fin de
mundo l a misma cosa, él se muestra incompatible, como hemos visto, cuentas el Sol mismo), celos desquiciadores y devastadores de todo
con el saber o la conciencia?; la deducción sería ciertamente fácil aliento y color humana, que tan dolidamente herían las cándidas
y tramposa: pues, si es cierto que, al no haber testigo para el mo­ entretelas de Cervantes y de cualquier otro coraz6n sensible; y en
mento, ni dos, ni uno, del momento no sabemos nada, si es éxtasis efecto, como tal pasión, vemos al Amor cada día de tal modo poner
o ensimismamiento, si ensimismamiento y éxtasis, ni si por tanto es fuera de sí a las gentes que con cierta frecuencia lo vemos descara­
en la Luna o en la Tierra, cierto es también que ni siquiera sabemos damente, con el asesinato, pronunciar la anulaci6n de Is antítesis
que haya tal momento. «Que si, como dura un momento, durara de Sí mismo con el odio, justamente en el mismo momento que
cinco minutos, ya podía Dios meterse su gloria eterna por el culo», proclama su esencia posesiva («La maté porque era mío, «Mía o de
decía el andaluz, con no menos pertinente grosería que finura me­ la tierra») y también -lo que es más- algunas veces, trl!stomando
tafísica. Pero ahí está la cuestión: que, entre la aspiraci6n a al­ en Su propio sujeto la antítesis 'Sujeto/Objeto', en el punto más
canzarlo y la satisfacci6n de haberlo alcanzado, apenas nos queda absoluto del egoísmo atentar por el suicidio vanamente contra el
duraci6n que podamos rigurosamente atribuírle a ese presente. Como Ego mismo que lo justificaba, et sibi consciscunt maerenti pectore
los dos batallones de Zenón de Elea, de tal modo avanzan lo futuro letum; con lo cual, como es sabido, apenas si puede como motor
y lo pasado a cruzarse desde las dos faces del mundo contrapuestas, de suicidio competir otra cosa que la pérdida del capital en un
que el punto del cruce se vuelve imposible y paradójico. Justamente perfecto capitalista, dando lugar a muy pertinentes consideraciones
por pretender salirse de la condena del Tiempo, queda el momento sobre la relaci6n entre mí y lo mío, entre el Amor y el Capital, que
de la flor de amor condenado al Tiempo, esto es al dilema de o no ahora, sin embargo, no haremos más que apuntar al paso. Lo cierto
ser nada o de ser algo que también se sabe y también así está dentro es que por tales medios parece el Amor, en efecto, demostrarnos
de este mundo; es así como el coito y el orgasmo adquieren una imperiosamente su capacidad para sacar de quicio las más elemen­
realidad, que es de carácter teleológico: su realidad consiste en ser tales oposiciones y para sacar literalmente a la persona fuera de sí
el fin. Y por eso los hombres dulces y desengañados han preferido misma, y con ello nos sugiere Su propia condici6n de fuera de este
olvidarse un tanto del trance sublime del coito y el orgasmo en sí mundo; y aun cuando el espíritu poltr6n y malicioso nos murmu­
mismo y más bien desparramar su amor por las mil veredas'- de la rara en este punto que, para salirse al infierno, más valía todavía
piel y de los sentimientos, dejándolo que sea tal vez la mejor fiesta quedarse en este mundo, tendríamos que responder que no ha lugar
y el mejor juego de la vida, gracias a la renuncia a que sea nada aquí hacer diferencias entre bien y malestar, que lo que indagamos
del otro mundo; y así mismo es como, por el contrario, la cópula es la exterioridad, sea cual sea, que la cara infernal y la celeste de
Y su orgasmo, en cuanto imponían y mantenían su realidad de fin Hécate bien pueden ser la misma cara, y que, en fin, si el Amor nos
entre los fines, se convirtieron en una de las más conocidas y apre­ manifestara, aun terriblemente que fuera, su condici6n exterior, no
ciadas mercancías de este mundo. tendríamos más remedio que admitirla. Lo que pasa, por desgracia
o por fortuna, es que bajo otros múltiples aspectos viene a mos­
25. En cuanto al amor mayúsculo o propiamente dicho, bien es trársenos el Amor no ya como interior, sino como algo de lo más
de común observación que también él tiene algún poder para sacar íntimo a la estructura de la Sociedad.
de quicio y -más en absoluto- poner fuera de sí, poder que se
ejerce de hecho más que nada por medio de la pasión llamada de 26. La cosa se ·nos revela de primeras a través de la misma
los celos (que, si en la ideología popular se presenta como el síntoma cuestión de la relación con el Tiempo, por la cual el Amor se nos
por excelencia revelador del Amor, el humo por el que se sabe muestra como la compensación, el polo opuesto o remedio absoluto
d6nde está el fuego, en verdad se demuestra mucho más que un de la nulidad o momentaneidad inaprensible de la culminación u
síntoma, ya que, siendo el único cierto, resulta ser la sola realidad orgasmo er6tico, de que hablábamos en el § 24; en efecto, en
visible del Amor, y, más que en la relaci6n del humo al fuego, \'eoganza de esa momentaneidad, el Amor propiamente dicho, como
XIII. 'Estar en la luna' o sobre las funciones de mística y magia 367
366 Agustín García Calvo
Amor cumpliría respecto a la burguesía funciones análogas a las que
se sabe, es eterno. Ahora bien, nótese que tanto en el momento
el Trabajo respecto al proletariado), ello sin embargo, está más
como en la eternidad se da igualmente esa éondición paradójica de
pura y directamente denunciado por la voz del Amor mismo: pues
que se pretende superar el Tiempo por el camino de aferrarse a sus
cuando El proclama el descubrimiento del Unico (esto es, el re­
dos presentaciones extremas o absolutas: el infinitésimo y la tota­
descubrimiento de Dios como Hombre), la eternidad Y la segu­
lidad; pero asimismo siguen manteniéndose distintos uno de otro
ridad y sentido de la vida, son esas proclamaciones de la Mentira
y jugando en la estructura del mundo como tales polos: por eso el
las que nos revelan verdaderamente la sumisión y la inclusión del
Amor verdadero es, también moralmente, el contrario y la redención
Amor en la estructura del mundo; pues al Orden y al Ser del
del fugaz y bruto goce del instante. Lo cierto es que el Amor eterno
mundo la Mentira es inmanente y esencial.
dura mucho: suele durar por término medio, si mis cálculos no
están muy falseados, unos cinco o seis años; respecto al mínimo,
para un verdadero Amor, será prudente ponerlo por los tres o cerca 27. Vendría también luego, como método de salirse de este
de los tres años (es decir, el mismo tiempo para el éual, por ejem­ mundo o de estar fuera, la Muerte o -bajo su aspecto propiamente
plo, una condena de prisión deja también de ser asimilable como humano como muerté con pretensión de voluntaria- el suicidio.
accidente pasajero de la vida); el máximo es· mucho más difícil de �
Confies que, careciendo aquí de experiencia personal en la materia,
determinar, porque el Amor no suele terminar de golpe (de golpe mis observaciones deberían ser más tímidas y cautas. Pero ¿acaso
puede terminar uno de los partícipes o ambos, pero eso no afecta la Muerte no la lleva también uno siempre dentro, como constitu­
para nada al Amor mismo), sino que los esfuerzos para prolon­ tiva de su propio ser? Y por instantes ¿no la siente también uno
garlo bajo forma de convivencia familiar o el periodo de desgarro­ como insoportable ramalazo vivo? Y además, en fin, puede ser que
nes y · repetidos intentos de rotura pueden añadir muy largas can­ un día también yo, por increíble que parezca, haya muerto: pues
tidades de Tiempo, que si no son de Amor, no son tampoco libres si entonces, desde mi experiencia, no vengo a borrar o corregir lo
de: Amor, y también los hay, más visiblemente entre mujeres, que, que aquí escriba de la Muerte, bien podrá ser prueba de que tam­
después de la rotura, pasan uno o varios años de turbulentas agi­ poco como muerto tengo gran cosa que añadir, quitar o que mudar
taciones o de modorra y somnolencia, mientras acaban de asimilar a lo que aquí tal vez leáis los otros. Puede que algún chistoso
la pérdida del Amor y quedan disponibles, si el diablo no lo reme\. murmure que será porque no pueda; pero entonces, por eso mismo:
dia, para caer en otra, periodos tampoco fáciles de separar del tiempo pues la nota que aquí se inserta seguramente de lo que hable ·será
del Amor mismo. Pues bien: una cosa que consume tanto Tiempo de la impotencia de la Muerte. En efecto, si del poder de los vivos
parece claro que no puede menos de tener alguna relación con el para cambiar de veras nada de este mundo tenemos que pe�mitirnos
aburrimiento y con la vaciedad, esto es, con la función de disimular lai. más graves dudas, lejos de ser en esto los muertos diferentes,
la vaciedad y el sinsentido a que Dios tiene condenada la vida parecen caracterizarse por una más cierta falta de poder para ejercer
humana, dotándola de un aparente sentido y justificación trascen­ alguna praxis eficaz sobre la Tiera; y aun, como el mundo Y él
d�nte, y en todo caso por lo menos, mientras se pasa y no, consu­ mismo son al fin y al cabo uno, ¿quién más incapaz que un muerto
m1en o una parte considerable de la vida, esto es, de ese vacío y
� de cambiarse a sí mismo para nada? : cuando el ser queda escrito
. sobre la lápida de una tumba, parece como si su fijeza y determi­
aburrm11ento, que, de no llenarse por medios tan poderosos, podía
llegar a constituír una seria amenaza de desvelamiento de la Mentira nación esenciales hubieran alcanzado la victoria definitiva, de la que
esencial y a producir flores de las que pudiera temerse algún efecto nada ya podrá librarlo; ser, en verdad, nadie lo es con más segu­
deletéreo para el Orden establecido. Pero a su vez, también aquí ridad y decisión que un muerto. Tanto más evidente se muestra la
si es cierto que, así observado, desde fuera, el Amor se revela com � frivolidad del esfuerzo de quienes pretenden, por medio del suicidio,
consumidor del Tiempo libre, y por tanto como la institución fun­ escapar de las cadenas insoportables del ser de este mundo, como
damental del ocio, equiparable y complementaria con el Trabajo si hubieran confundido el ser con la vida, olvidados de que por
(de modo que, ateniéndonos al esquema marxista de las clases, el el contrario era el ser, la necesidad de ser uno el que es Y ·que las
368 Agustín García Calvo
XIII. 'Estar en la luna' o sobre las funciones de mística y magia 369
cosas sean lo que son, lo que hacía imposible vida alguna, y que
o el estar muerto?, ¿la concentración del horror en el · punto infini­
ese ser con su voluntaria muerte no va a quedar sino desesperada­
tesimal o el indecible horror del vacío de la nada eterna?». Que
mente confirmado; aunque, por otro lado, nada extraño: pues en
no puede responderse de nuestro miedo ni con lo uno ni con lo
esos casos lo que parece ocasionar en los hombres el Estado es la
otro me parece bastante manifiesto : los que atacaban la nada con
culminación de la ceguedad habitual, por la cual la voluntad per­
seguridades de inmortalidad no eliminaban el horror del momento,
sonal -mera manifestación de la Ley interiorizada- se presenta
y bien he visto cómo la aparición del sacerdote portador del viático
como en oposición y pugna con la Ley, de tal modo que, recono­
agudizaba hasta el extremo el temblor del agonizante semiconscien­
cida la imposibilidad del disfrute de la vida, la voluntad, acosada
h�sta el extremo, lo sustituye por su posesión, y la posesión de la te; los que se fijan en el punto, claman, por motivos aparentemente
vida no puede consistir para el posesor en otra co.sa («Era mía, inversos a los de Santa Teresa, por la bendición de una muerte

puesto que a he matado») que en la libertad de darse la muerte y repentina y no sentida, pretendiendo convencerse de que ahí está el
todo, como si no dispusieran de la vida entera para sentir la Muerte
así, adelantandose a las órdenes del Destino, obedecer voluntaria-
mente. de los más diversos modos y como si, acerca del momento, no les
hubiera ya don Antonio Machado tranquilizado piadosamente : pues

.
28. � �
as podr decírseme que eso, en todo caso, se podría re­ de todos modos, «Tú no verás caer la última gota / que en la
ferir a la impotencia de los muertos y valer como una cierta suge­ clepsidra tiembla». El error, pues, parece esta,r otra vez en el Tiem­
.
rencia de que los muertos, en efecto, están también dentro de este po: tan imposible y tan inconcebible es que haya un momento de­
?
mun o, o �ea, manejando la sentencia heraclitana por sus dos cabos terminado en el que se muera como imposible es e inconcebible
al tt11�mo tiempo, que «lo mismo vivo que muerto», ya que lo mismo que haya un Tiempo exterior a mí en el que yo esté muerto. Y con

también muerto que v vo; pero que todo ello no tiene mucho que todo y sin embargo, ¿qué cosa más real que la Muerte? Nada más
ver acaso �on la cuestión de la posible exterioridad, no ya de los real por cierto, puesto que Ella es probablemente el nombre más
muertos, sino de la Muerte misma. Y ciertamente cabría pensar corriente para la realidad del ser, de lo que es lo que es y de quien
o ya que el momento de morir se sale de los mecanismos normales es quien quien es. Ahora bien, la esencia de un hecho que por un
de la vida o ya que el estado de la muerte escapa del general impetio lado se supone temporal (desde el momento que se refiere a Mí,
del Estado. Pero he aquí que lo primero y más llamativo queren que Yo soy el sujeto de esa Muerte) y por el otro se declara exte­
este trance volvemos a encontrarnos es esa misma ambigüedad de rior al Tiempo (pues, como momento, es la conclusión o consuma­
la palabra muerte, que constantemente, cuando intentamos pensar ción del Tiempo, y como estado es inmutable ya y eterno) parece
sobre la muerte, está tratando de confundirnos, al aludir simultá­ que no puede menos de coincidir con la esencia del Tiempo mismo:
neamente a aquel momento de morir y a aquel estado de estar que es, en efecto, en su frontera donde el Ser se encuentra a sí
muerto. Y no podemos evitar a tal propósito la analogía con lo que mismo al enC:ontrar su muerte. Es así cómo dentro de la Realidad
para el caso del amor hemos estudiado en los § § 24 y 26 al ha­ está la Muerte: con una realidad de fin, en todos los sentidos de la
1
bla� de la relación entre el momento del orgasmo (a cuya compa­ palabra fin, como límite, como terminación y como meta o finalidad;
r�c16n con el de los estertores de la agonía básteme aquí con aludir,
de modo que, en el aspecto subjetivo, constituída y constituyéndo­
dispensándoseme de macabras insistencias en detalles, como los de
nos como Futuro, no es ya que tengamos miedo de Ella, sino que
la erección y eyaculación postrema, o quién sabe si póstuma, 0 de
Ella no es otra cosa sino el Miedo mismo. Así también, cuando la
cómo «Je me meurs» es la fórmula ordinariamente sollozada por
mente revolucionaria cuidadosa de saber y de futuro piensa la re-­
las heroínas de Sade para anunciar el trance) y el estado del Amor.
volución como el fin de la Historia y por ende cree también en el
Lo profundo de esa ambigüedad de la Muerte se pone bien de
estado revolucionario, está con ello metiendo dentro de la Historia
relieve si, reflexionando sobre nuestro característico miedo de la
la revolución. Y tal sería el modo por el que, lejos de estar la
Muerte, nos preguntamos « ¿Qué es lo que tememos?: ¿el morir
Muerte en la Luna ni en el más allá, está dentro y bien dentro:
370 Agustín García Calvo XIII. 'Estar en la luna' o sobre las funciones de mística y magia 371

pues tan necesario como el Amor es el Miedo para la estructura de sí mismo en algún modo, ya fuera en la anacoresis individual, ya
del Orden establecido. en las prácticas de comunidades o de grupos, y aun en la actual
magia industrializada de los ejercicios de fuerza o de belleza, que
29. Como medíos pués de los que más notoriamente se usan combate y convive en nuestros tiempos con aquella otra concepción,
o recomiendan para estar en la Luna, una vez examinados con al­ sólo aparentemente contradictoria, en que el que se desarrolla no
guna severidad tal vez aquellos que, después de todo, son más o es el individuo, sino el Hombre, con la extensión mágica de Su
menos parte de la vida normal o cotidiana de cualquier mortal, no potencia por el automóvil, el avión, la electricidad, el cinemat6-
nos queda sino volvernos hacia aquellos otros que, ya por el hecho grafo y demás enseres : ambas concepciones aspiran a su consenso en
de presentarse como extraordinarios (y con frecuencia, no como me­ ciertas formas de la ascesis gimnástica, como son el constante bati­
dios de huída de la vida y la concienda, sino como exaltación miento de las marcas supremas de las varias especialidades depor­
de la conciencia y de la vida), parecen ofrecemos un diferente tipo tivas), y en fin, los métodos del éxtasis propiamente dicho, de ob­
de promesa de exterioridad, promesa de una verdadera luna, desde tención de un modo nuevo de existencia (por permitirme un mo­
la que incluso pudiera a su vez ser examinada con más verdad la mento jugar con el azar que ha hecho que el verbo del que sale
propia tierra: me refiero -bien se ve- a los procedimientos mís­ éxtasis, eE1otáwx1, y el verbo exsistere coincidan rigurosamente en
ticos o mistéricos, iniciatorios, mágicos, extáticos o (si venzo la re­ su raíz y formación), métodos -dicho de otro modo- de resucitar
pugnancia de la doble barbarie del término, barbarie respecto al la naturaleza libre o de que el alma propia sea sustituída por la
griego y respecto a la interpretaéión subjetivista y mecánica que divinidad, de los que el ejemplo antiguo por excelencia fueron las
lo fundamenta) psicodélicos. orgías de Dioniso, las ménades, llenas de Baco, haciendo brotar de
la tierra los arroyos de leche y miel de la edad de oro, de las cuales
30. Ya se ve pués que voy a englobar dentro de este capítulo la embriaguez vulgarizada (por medio del vino primeramente y al
una serie de procedimientos, bastante dispares a primera vista, tales cabo por medio del alcohol) mantiene en un proceso de progresiva
como los ritos de iniciación (los de las diosas ctónicas de Eleusis, profanación la práctica, y luego las diversas· fiestas eucarísticas, y
al pie de Atenas ; los de lsis y Osiris, para el Imperio, � los de también las operaciones de la mística moderna, ya fueran promo­
Mitra o los de las catacumbas cristianas; los de las sectas religiosas vidas por el fuego del puro amor (que, con grosería igualmente
inspiradas o visionarias, más o menos heterodoxas, por un lado, y por injusta, diría un psicólogo al uso por el impulso sexual reprimido
el otro los de los adscritos más bien al diablo y participantes de los o sublimado), ya con ayuda de excitaciones o masajes exteriores,
aquelarres, en la naciente Europa ; y más tarde, la secularización para terminar en las práctiéas, bien conocidas entre nosotros, de la
de los mismos en los varios grupos espiritistas, teosóficos, yoguís­ fumanda o comunión en especie gaseosa , de las orgías musicales o,
ticos: todo ello, por hablar sólo de la historia del Occidente o mun­ en fin, de los viajes maravillosos en alas de la mescalina y el ácido
do nuestro propiamente dicho), las doctrinas de descubrimiento de lisérgico o praxis psicodélíca propiamente dicha.
lo que está más allá de este mundo, ya por vía subterránea, ya
celeste, esto es, ya por ahondamiento en la propia sombra, ya por 3 1 . Pero, por diversos que puedan parecer los innúmeros pro­
abandono a la iluminación externa (aspecto doctrinal presente en cedimientos ensayados para la imitación consciente de la locura, la
general en los tipos de iniciación citados y también en las creencias realización más viva de los ensueños o el disfrute de la gloria ultra­
más vulgarizadas en la ultratumba, en los milagros o en la fin del terrena, y por más que me haya esforzado en el § anterior por dis­
mundo), los ejercicios de desarrollo sobrenatural o ilim,itado de las tinguir sus aspectos de iniciación, contemplación, ascesis y éxtasis,
facultades humanas (aspecto gimnástico que no falta en algtinas de hay entre todos ellos unos lazos comunes que tal vez me permiten
aquellas iniciaciones, pero que se da en todos los actos de praxis tratarlos como casos de un mismo tipo de acción o de experiencia
perfeccionadora de sí mismo, en los que se trata, contra el sermón mágica; a saber: a) El rechazo o negación del mundo, que se ma­
de la Montaña, de «añadir un codo a su estatura», de salirse pués nifiesta diversamente, ora como no aceptación de las leyes de la
XIII. 'Estar en la luna' o sobre las funciones de mística y magia 373
372 Agustín García Calvo
o por lo menos igualmente perseguidos por el Poder, se mantienen
racionalidad dominante, a las que a veces se opone el sentimiento entre sí indiferentes y con frecuencia disidentes y mutuamente mal­
o la sensación, o contravendón de las leyes físicas, cuando se acude diciéndose; en fin, la repugnancia a la lengua toma con frecuencia
a los milagros, o de las leyes propiamente dichas, por lo que las entre los adeptos la forma del rechazo de la idea de que se pueda
bacantes se ven perseguidas por el rey Penteo o los cofrades de Mo­ hablar de las propias experiencias y dar al mundo razón de ellas
linos por la Inquisición o las hordas de doping folk por la Policía, (no empezca la contradicción de que ese rechazo se manifieste por
ora como separación espacial del mundo (cuando había todavía Te· medios verbales, naturalmente), aspecto de la cuestión sobre el que
baidas exteriores o por lo menos lunas no conquistadas), en el caso seguramente habremos de volver más adelante.
de los anacoretas que, yéndose a los yermos, iban a salirse de los
límites de la oixoup.Év71, o bien, reconociéndose oscuramente la iden­ 33. e) Misterio es la tercera característica que señalo como
tidad entre el mundo y yo mismo ( «What will men be able to find común a las diversas actitudes de que hablamos; y el aspecto mis­
within themselves, in substitution of the flight beyond the fron­ terioso me parece manifestarse en ellas doblemente: por un lado con
tiers? », se preguntaba aún en 1950 Luis Einaudi comentando la respecto a las personas y a su sociedad, en cuanto que aquéllas en
Historia del mundo helenístico de Rostovtzeff), éomo intento de algún modo, al salirse de las vías comunes de ésta, entran en algún
salirse de sí mismo, en el caso del éxtasis propiamente dicho, no sitio nuevo, penetran en algún secreto, vienen por ello con frecuen­
importa mucho si esa salida se concibe como vuelo hacia fuera o cia a formar parte de una especial confraternidad de iniciados o de
como huída hacia el centro o ensimismamiento, de cuya relación gentes que están in justamente en razón de que están out por el
con el éxtasis hablamos algo en los §§ 23 y 24 a propósito del amor. mismo método, y complementariamente, los otros, los no iniciados,
los �é�71lot , profanum uolgus o vulgo necio, resultan englobados (no
32. b) Pero negativa, a su vez, de que ese rechazo o negación sin analogía con lo que a los bárbaros les sucede desde los helenos)
del mundo se haga por un medio verbal o crítico: el menosprecio en una noción indistinta y un común desdén; y misterio, por otro
de la razón y las palabras es una constante de las diversas actitudes lado, con respecto a la cosa misma, al objeto de la inidación, la
enumeradas (desde el E011YJP.EtY o fauere linguis, el silencio ritual de contemplación y las operaciones, que, siendo necesariamente inefa­
las iniciaciones antiguas, hasta las últimas proclamaciones 4e la insu­ ble, según lo visto en el § 32, ha de guardar siempre, incluso para
ficiencia y la falsificación de las palabras entre las gentes psicodéli­ los iniciados mismos, un carácter de incógnito, de fuente perpetua
cas) y tambié�, indirectamente, por la exaltación de todo lo que de descubrimiento y una cierta promesa, temor y esperanza, de per­
parece que puede ser opuesto a las palabras, la experiencia, la prác­ dición y de libertad: pues de lo que se huye es del conocimiento
tica, la vida, la consciencia directa o no verbal (como, por ejemplo, (que el mundo tiene de mí, que yo del mundo, que yo de mí y el
se insistía en los círculos nacidos de la tradición sembrada por Gur­ mundo de sí mismo), y una promesa de libertad sólo puede venir
dief en nuestro mundo), de modo que, si las palabras se usan en del fondo de la gruta sin fondo, que nos dice que, si la entrada es
el rito, habrá de ser reducidas a su mera condición de cosas o ins­ estrecha, la salida se abre hacia el infinito.
trumento mágico, como ensalmo y encantamiento; a lo cual no extra­
ñe mucho que anote que, siendo también la política toda una acti­ 34. d) En fin, por lo que toca a las manifestaciones occiden­
vidad esencialmente verbal (nada mejor. que mirar desde los ojos tales de estos hechos, otra característica común a todos ellos será la
de un místieo para ver la vanidad de la oposición o disputa de acción orientalidad: ¡ese olor de Oriente que sólo con pasar delante de
y teoría entre los políticos), nacida de la retórica y militante en unos muchachos que estén pasándose un puerro de hachís en cual­
las armas de la dialéctica, también a la actividad política en blo­ quier calle de Londres o carretera de California, nos asalta más
que estén todas las actitudes que reseño opuestas o -mejor­ inconfundible que todas las definiciones ! , ¡ese soplo de la Aurora
vueltas de espaldas, de tal modo que se da continuamente a lo largo que en la orgfa psiéodélica sube repetidamente a recrear el cuerpo
de nuestro mundo esa situación de que, encontrándose tanto las entero de la frescura del Paraíso! Mas para que ningún oriental, si
sectas mistéricas como los partidos rebeldes enfrentados al Estado
25
374 Agustín García Calvo XIII. 'Estar en la luna' o sobre las funciones de mística y magia 375

alguno quedara sobre la Tierra, venga a descubrirnos que 'Oriente' baéo como de otras partes el aroma del café y el té; mas, una vez
no es más que otro concepto vano de los hombres occidentales, ano­ consolidado el proceso de colonización, cuando América también era
temos desde luego que de eso se trata justamente : que nuestro ya Occidente (que aun podía buscar dentro de sí misma su propia
mundo, conquistador y asimilador de todos los otros mundos posi­ orientalidad, en los residuos de su indianidad) y el mundo, en fin,
bles, está de siempre condenado, en justiciera némesis, a llevar en tan redondo que no sabría ya si encontrar su Oriente al este o al
sus entrañas ese concepto del Oriente. Pero sólo podremos ir en­ oeste, en cambio simultáneamente nuestro mundo, con el sentido
tendiendo la cosa como es debido si nos acordamos en que Occi­ histórico, las excavaciones y las exploraciones de la Tierra o tam­
dente, por el contrario, no es otra forma de la Sociedad, sino la bién, fuera con nombres de romanticismo o de surrealismo, de la
misma, esto es, que es la aparición históriea de la Sociedad por interioridad, descubría dentro de sí mismo el Oriente eterno, hacia
antonomasia, la epifanía de la Humanidad : y entonces ya se ve que el que pudiera tornar los ojos todavía; y aun hoy, que el proceso
'Oriente' sólo puede querer decir lo que no es esto, un mundo que de construcción de la Humanidad parece amenazar con haberse ya
no es este mundo, es decir, la noción contradictoria de una civili­ cerrado del todo, y a tal punto la imaginación misma se muestra
zación bárbara o exterior a la civilización; con lo cual toda barbarie ya incluída dentro de este mundo total nuestro que las ficdones de
humana (esto es, reconocida como refinada, sensible, consciente, Futuro, en sus más desesperados esfuerzos, no logran imaginar en
sabia ) acosará como perpetua añoranza a la Humanidad triunfante ninguno de los astros supralunares el florecimiento de otro modo de
de la Historia, prisionera de la Historia. Por lo demás, según las civilización distinto, sino que todas ellas han de insistir en repro­
formas que dicha Humanidad ha ido tomando, ya se comprende que ducir en todos los astros visiones del progreso fatal de la propia,
el Oriente haya tenido que irse apareciendo en las diversas repre­ nuestra y única, aun hoy con todo y más que nunca los corazones
sentaciones. correspondientes: en los primeros tiempos, cuando la de la juventud se vuelven en profundo anhelo hacia el Oriente;
guerra de Troya y la entrada de los cultos apolíneos y de los órficos, pues aun el Ser absoluto no puede menos de arrastrar su sombra,
hubo de estar más que nada en la Frigia y en la Tracia, en tanto y Oriente no es para nosotros sino la falta de la vida.
que para los judíos se encontraba el Paraíso más bien allende el
Eufrates; para la época de la grandeza de Atenas, los santuarios 35. Pero, volviendo desde aquí a nuestra cuestión sobre la
del Egipto o los jardines de la Media pudieron cumplir con ese interioridad o exterioridad de lo místico y lo mágico, confío en
oficio; fué en la fase siguiente, cuando ya esas tierras con Alejandro que se irá ya viendo cómo la cuestión se nos despliega en múltiples
habían quedado comprendidas en los límites de nuestro mundo, cuan­ niveles y colores: por un lado, será la cuestión de cómo Oriente
do la India comenzó para él a hacer de Oriente ; muy cargado ya está dentro de Occidente (d), cuando es evidente asimismo que
de orientalidad el mundo helenístico, pudo él mismo servir de Orien­ Occidente está dentro de Oriente, como una modalidad dentro de las
te para el Imperio, aun desde dentro del Imperio, que sin embargo innúmeras posibilidades de vida humana, como la Creta minoica,
disponía al mismo tiempo de un Oriente más vasto y complejo más por así decirlo, florecía en el seno del Asia y el Egipto; y al mismo
allá de sus fronteras espaciales y temporales; en cuanto a los siglos tiempo, mirada de otro modo, la cuestión de interioridad/exterio­
oscuros de nuestro mundo, estas reliquias del Imperio, más que ridad se nos aparecerá como la disputa vulgar de subjetividad/obje­
nunca embebidas de su Oriente, siguieron no obstante rodeadas de tividad (cuando el místico se ríe de la realidad que en el mundo de
múltiples localidades orientales del ensueño, fueran tan cercanas fuera pasa por objetiva, en tanto que el profano clasifica todo aque­
como Córdoba o Corfú, Bagdad o la Jerusalén encantada, fueran llo como privadas fantasías y enfermedad del místico): pues ello
nombres de lo remoto, tanto más sugerentes cuanto más corruptos es que, visto desde fuera, o sea objetivamente, la interioridad se
v vacíos; el Oriente de la naciente Europa fueron luego las Indias, aparece dentro de la exterioridad, y así lo subjetivo queda cuerda­
�on toda la vaguedad del nombre, que podía abarcar la China por mente encuadrado como visi6n particular de lo objetivo; mas si se
un lado y por el otro las Indias occidentales, en tanto que pobladas considera que lo que ve, de todos modos, es por definición lo sub­
todavía de extrañeza, de las que podía invadirnos el humo del ta- jetivo, también tiene su razón la locura que mete dentro de la propia
376 Agustín García Calvo
XIII. 'Estar en la luna' o sobre las funciones de mística y magia 377
subjetividad, no ya la exterioridad, sino esa visión objetiva que veía
la interioridad dentro de la exterioridad. 37. Pero vemos, en tercer lugar (a), que la actitud de rene­
gar del mundo, de rehusarlo, se realiza en todos los casos positiva­
.36. Por otro lado, se tratará (e) de cómo lo misterioso está mente, como una acción, que se puede aptamente mencionar con un
dentro de lo real o acaso viceversa: pues, mirado primero en lo verbo como salirse: sea que la salida se entienda por los bordes o
que se refiere a las personas, parece claro que los que están in (den­ por arriba o por abajo (esto es, como evasión por éxtasis o por ana­
tro de una cofradía, experiencia, método o iniciación cualquiera) están coresis, como superación de las limitaciones o como penetración en
por ello mismo out (fuera de la Sociedad en general); pero la rela­ lo subterráneo ), sea que como sitio de que se sale se tome el mundo
ción se muestra doblemente paradójica, cuando consideramos que, en objetivo, ya geográfico, ya legal, y el que salga sea entonces el sujeto
el caso de que la declaración de que están fuera de ello (por ejem­ que dice que se sale, o que, reconociendo el mundo en mf mismo, se
plo, fuera de su sano juicio o fuera de la Ley) se formula por los tome el propio sujeto como lugar del que salirse, con lo que ése
que están dentro de ello (en su juicio y dentro de la Ley, por que se sale habrá de ser otro sujeto siempre nuevo, el caso es que,
ejemplo), el efecto de esa declaración es meter dentro de ello a los sea como sea, el acto de salirse supone por lo menos una condición
que se declaran fuera (lo cual puede materializarse como inclusión en fija : a saber, que el sitio del que se sale tiene unos límites o fron­
el manicomio o en la cárcel), en tanto que si la declaración de que teras determinados de los que salirse. Ahora bien, eso es justamente
están dentro de ello (esto es, la cofradía, la revelación, el éxtasis, la lo que el mundo cree y tiene que creer necesariamente acerca de sf
locura) procede de los propios que están dentro (de la secta) y por mismo (así como yo, para el caso, acerca de mí mismo, otro tanto
ende fuera (de la generalidad), el efecto de la declaración es sacarlos que yo acerca del mundo y el mundo acerca de mí), ya que la
a los que así declaran (de la iluminación y del secreto) y volver a condición del Ser, de que lo que es sea lo que es, es precisamente
meterlos (en la sociedad normal) : que el que dice que está loco su limitación o definición; de modo que, desde el punto de vista
está haciendo profesión de normalidad y nadie que esté en la luna de aquel o aquello de donde se sale, es efectivamente cierto que
podrá desde allí decir que está en la luna. Y, mirado luego en lo se sale; pero entonces, cuando el mismo que se sale viene a creer
que se refiere a la cosa misma, parece que, en efecto, de una parte, eso mismo acerca de sí mismo, resulta que, por el solo hecho de
la realidad clara, comprensible, científicamente reconocida, debería esa creencia, propia del ser de lo que pretendía renegar, queda
concebirse como una especie de núcleo de certeza consolidado y de nuevo inclufdo y encerrado en aquello de lo que salía. Y así como
conquistado en medio de un mar de tinieblas y misterio, de modo el delincuente, al infringir una ley, está respetando la Ley y ratifi­
que mantuviera su validez la visión del mundo rodeado por Océano, cándola con su infracción misma, o como aquel que mata al enemigo
el río sin principio ni fin y do de una sola orilla; pero sucede, de queda ipso facto convertido en su heredero, así el que bate la marca
otra parte, que la Realidad, una vez alcanzado un cierto punto de de la velocidad, como lleva siempre sentado al mundo en el arzón,
consolidación y certidumbre, no puede menos de abarcar ella tam­ no hace sino corregir y ratificar los límites de la velocidad del mun­
bién dentro de sí al misterio, la luna y todas las lunas incluídas en do; todo el que cree salirse está por su creencia dentro, y la labor
la Tierra y el mar de las tinieblas convertido en feudo de la isla; esotérica del místico, del ebrio y del vidente prolongan y comple­
pues veamos qué es lo que la Ciencia hace para acabar con el mentan la del científico vulgar, en tanto que, sin embargo, desde el
misterio de que magias y religiones se nutrían: lo que hace es colo­ punto de vista del científico y del vulgo, habían realmente saltado
carlo ante un dilema como éste: o lo comprendo o lo rechazo : o y rebasado todos los límites de lo creíble y lo aceptable.
puedo dar razón y cuenta de él y hacerlo as{ parte de la Realidad
o lo excluyo de toda realidad, como falso, en el sentido de inexis­ .38. Porque es que no olvidemos (b) que la negadón del mundo
tente: o le concedo el derecho o le niego el hecho. Así que todo en las diversas actitudes que enumeramos es una negación que se
misterio, en cuanto que es algo, aunque sea como misterio, está niega a realizarse por medios críticos o verbales, por medio de fór­
dentro de la Realidad. mulas lingüísticas como la simple palabra no. En efecto, la misma
ansia de hacer algo, de cambiar algo realmente, que mueve al trabajo
378 Agustín Gatda Calvo XIII. 'Estar en la luna' o sobre las funciones de mística y magia 379

y al crimen, a la guerra y a la actividad política, mueve también a pendemos / en loar el callar», bien será que ahora intentemos todavía
esas actitudes, y el mismo descontento con la mera negación teórica darle en cierto modo la razón a la locura (pues que ella sola no se la
o verbal les es común a todos ellos. Y a decir verdad, ¿en dónde v� a dar) y prestarle alguna voz a la experiencia inefable. Pues es lo
está el no ser de este Ser? Pues si es cierto que la mera negación cierto que hasta aquí hemos venido hablando de la experiencia desde
verbal puede condenar al Ser en bloque todo entero y quedarse fuera, como objeto de nuestro discurso ; pero si intentásemos ahora
siempre fuera de él y libre, es también cierto que esa libertad de hablar desde la experiencia, reproduciéndola a ella misma en forma de
quedarse fuera siempre sólo la disfruta la negación verbal a costa de discurso . . . Cierto que esto está prohibido precisamente en la expe­
renunciar a estar en parte alguna, de renunciar, esto es, a toda rea­ riencia, que rechaza como vanas las palabras y condena todo intento
lidad y, si tan espinosa palabra me permito usar, a la existencia. de reducirse a palabras a sí misma. Pero atrevámonos un poco a la
Falta sólo ver que igualmente, por el contrario, la aspiración a la profanación y el sacrilegio. Y como quiera que confiamos en que en
experiencia real, a la ex-sistencia o éc-stasis sólo la logran las actitudes cualquier aparición histórica profundamente vivida de la experiencia
de rehusamiento no verbal del mundo a costa de lograr con la exis­ mística y la operación mágica está reflejada y se reproduce toda la
tencia el ser, es decir, de quedar dentro del Ser del mundo. Que es mística y la magia de la historia humana, baste aquí que nos refira­
que, tomando ejemplo de la Tierra, que es muda, y por ello firme y mos a lo que más cercano tenemos, a las actuales experiencias que
eterna, mientras que ellos, hablando, pasan en un momento, discu­ llamaban algunos psicodéliéas. Fauete linguis.
rrieron algunos hombres aborrecer de la palabra, y tampoco así en­
contraron salida, como lo dice el rabí don Sem Tob: «Porque pisan 40. Aquí se está fuera del mundo. ¿Quién? A esa pregunta
poquiella / sazón tierra parlando / omres que pisa ella / pora sienpre aquí no puede responderse. Pero mira: todas esas piedras preciosas,
callando, // entendí que en callar / avrie grant mejoría; / aborr�í esos racimos de gemas por las paredes, formándose en collares de
fablar, / e fuéme peoría .» Mas la razón del fallo de la experiencia colores por el aire: sus aristas se pierden ; son dulces y no hieren; lo
se hallaba en la creencia misma de que se partía, a saber: la creencia que pasa es que no tienen precio; que es su precio lo que se pierde ;
de que la Tierra era realmente muda, que había un universo no porque son sin tasa, incontables; cada palabra que se pronuncia, se
verbal, exterior al mundo de la palabra, y un Ser que podía vivir van convirtiendo en piedras preéiosas, como en hostias de púrpura
sin definición ni cuenta de sí mismo; caído el hombre en el engaño, o en ristras de zanahorias: ¿cómo van a tener precio ni valor nin­
se encuentra indefenso dentro del dominio del Ser que se sabe y, guno? Y con el tiempo, ¿sientes lo que pasa ? : no hay tiempo; se
con su silencio, diciendo lo que El dice. Y que la palabra no, no es­ vence al tiempo; no diré quién: ¿cómo va a haber nadie que lo
tando en parte agluna, está por fuera de El siempre y puede siempre venza?; pero tampoco hay tiempo ; y no ya que falte la medida de
negarlo, se prueba sin más por estas palabras mismas que, negando la duración , que de prisa sea lo mismo que despacio; no, sino más:
la existencia sin esencia, están reduciendo la pretensión de exteriori­ que las cosas no pasan una detrás de otra; que están pasando, si
dad a la interioridad. En efecto, «Figura el fablar / al callar e a sí: / quieres, todas siempre ; y aun es pálido y pedante decirlo así; que
non sabe el callar / de otre nin de sí.» Esto es, que, al parecer, se este fresco de las auroras que sube está subiendo incontables veces ,
puede hablar de lo callado, pero callar de lo hablado sería mera cada vez la misma aurora y siempre auroras diferentes. Sólo cuando
ilusión y juego de palabras. O también : «Con el fablar dixiemos / digas «Esta noche de maravilla», sólo entonces aquéllo será, habrá
mucho bien del callar : / callando non podemos / dezir bien del fa­ sido una noche; y que lo digas será la señal de que estamos vol­
blar»; ni -lo que más importa- «mal»: que puede la negación viendo de este viaje fuera del tiempo. Pero no ahora. Y por eso,
negar su propia obra; pero ¿cómo podrá nunca volverse sobre su diosa pequeña de la danza de brazos, si me pego a ti por detrás y
obra la fe ciega? pongo la mano sobre tu vientre, no sé ya de quién son los brazos ni
si tuyo ni mío el vientre que se siente como pan bajo la mano. Se
39. Mas puesto que hablar mal del hablar es lo que nos toca y confunden los cuerpos; el cuerpo está resucitado. Y así, cuando re­
que «fabla qu'y non podemos / ningunt mal afeyar / es la que es- cuerde esto en otro mundo, no lo podré contar como una historia:
380 Agmdn García Calvo XIII. 'Estar en la luna' o sobre las funciones de mística y magia 381

estará, en todo caso, distribufdo como en estrella, con un núcleo que guíen te sugiriera consecuentemente que en ese caso lo propio sería
también esté repetido varias veces en explosión alrededor, recorrida, que fueras a mear: ¡oh consecuencia, fuente de hilaridad sin tasa!
sin embargo, al mismo tiempo por cadenas de carcajadas intermiten­ ¿Qué tendrá que ver lo uno con lo otro? Justamente, el núcleo de
tes. Pero repetido, al mismo tiempo . . . No, no es lo mismo. Aquí toda esta estrella, ¿no ha sido la blasfemia eontra la Causa?: blas­
nada es lo mismo. Lo mismo es la palabra incompatible con todo femia para la cual abría en lo alto una catedral su bóveda escalonada
esto. Por ejemplo, ese pájaro con el vientre de naranja luminosa que de pórfido y obsidiana. Cualquier idea de relación causal se queda
cuelga allá del techo: si digo que es un avestruz, al punto está mu­ aquí ridícula y vergonzante; y entre ellas, naturalmente, la propia idea
dando en otro que deja ridícula la palabra; si le digo sólo pájaro, ya de que todo esto sea porque se ha ingerido un producto químico, llá­
es más insecto u otra cosa ; y animal y cosa y cualquier nombre que masele ácido lisérgico o llámasele por siglas, ya como en el comercio,
piense está ya inútil y viejo en el momento de pensarlo. Pero ¿de qué L. S. D.: ah, que la pedantería química es la más estólida de las pe­
sirve también que diga veo, oigo, palpo? En otros siglos, en la pre­ danterías. Cualquiera sabe por qué infinitos y procedimientos nos en­
historia tal vez -¿recuerdas?-, se les enseñaba a los niños en el contramos aquí haciendo este viaje. ¡Como si este viaje no fuera, a
catecismo a distinguir cinco sentidos ; as{ se les imbuían los esquemas su manera, todo! ¡Como si dentro de este viaje no estuviera tam­
de la división del trabajo. Pero ¡risa divina que entra de decir cosas bién el otro mundo, en el que se compran y se venden pildoritas y
como éstas! Y cada vez que alguno desde fuera viene a decir algo papelines! Y sin embargo, es tan fácil: como un pájaro silencioso
como «Las cosas, como son», ¡qué delicia de carcajadas que florece puede entrar el otro mundo en el jardín de las delicias. Ya está en­
por todo el cuerpo! Pero mira: hasta podemos ponernos por un trando; ya pasa. Y que no por la falta de las causas es esto menos
momento serios, ponernos a mirar estudiosamente esta mano que real. ¿Quién habló de alucinaciones? Ah, los drogadictos son todavía
tenemos aquí delante, con su dorso moreno, con sus uñas, cinco, y más pedantes que los químicos. Pero, con todo, antes de que regre­
los rebordes, algo sucios, de las uñas: esto es, podemos verla como semos (porque regresamos: por aquel rincón ya vuelve el Tiempo,
se la ve en el otro mundo: estamos intentando introducir la lógica decrépito, sin fuerzas apenas para hacer mal, Inquisidor paralítico
habitual del mundo como un caso particular de esta infinidad de deslizándose en su sillón de ruedas: ¡y nosotros, que hemos descu­
lógicas en que aquí vivimos. Sólo que la mano enseguida se está bierto aquí que nuestros abuelos eran judíos, vestidos de largos caf­
cubriendo de hebritas de carmín o púrpura, que dicen «Falacia, fa­ tanes de seda rosada y velludillo verde, olorosos a salvia y sándalo! ),
lacia.• Pero, además, no importa mucho aquí que eometamos trampas pero quería deciros todavía que las delicias grandes de veras del
de lógica en el razonamiento: ¿no estás viendo cómo las trampas del jardín no estaban en cosas tales como visiones o sensaciones: ¡la
razonamiento y las faltas de sintaxis se convierten en sartas de co­ gran delicia era en la praxis! : la facilidad y fluidez, por no decir
lores y abren calles de gemas? Aquí no hay manera de clasificar nada: espontaneidad, con que todas las cosas se hacían y las situaciones
las hipocresías que se cometen, por ejemplo, resultan tan verdaderas se resolvían (pero no en sueños, sino de hecho): como si todo estu­
como todo lo demás. ¡Cómo no van a resultar, si basta con enunciar viera ya hecho en el momento que. se hacía.
los deseos para que la frase sea una realidad ! : así ahora digo «De­
bería haberme lavado el pelo para tenerlo más sedoso», y el pelo 4 1 . Así que ahora, volviendo a nuestro cuento, creo que ya se
entre los dedos se me estira y se enrosca mucho más dulce que las ve un poco mejor cómo la experiencia, en efecto, realiza una nega­
sedas. Que es que esta vida cs . . . , ¿no recuerdas cómo en el otro ción de este mundo, y la realiza efectivamente: como que las estruc­
mundo sucedía que los placeres sólo eran dulces de verdad al recor­ turas más fundamentales de este mundo se derruían todas y se des­
darlos? : pues bien, áquí es algo así como si se estuviera viviendo la leían, tiempo, causa, cosas, personas, nombres, el lenguaje . Y, sin . .

memoria. Ya se comprende entonces que aquí no puede subsistir la embargo, no dejará de venir en este punto alguno de los adeptos a
id.ea de la causa; nada puede estar reducido a ser una causa de nada. recordarme que mi sacrilegio ha sido vano: pues nada pueden referir
Es como si, en tanto que estás nadando en este vergel de sensaciones de la experiencia las palabras, sino inventar fantasmagorías concep­
y especulaciones que se ligan con el nombre de ganas de mear, al- tuales acerca de la experiencia; y tan rigurosos sin duda como serán
.382 Agustín García Calvo XIII. 'Estar en la luna' o sobre las funciones de mística y magia .38.3

los hombres normales y profanos en reprochar que se intente dar miembros de igual nivel jerárquico no pueden realizarse sino uno a
razón a la experiencia y la locura, no menos rigurosos habrán de ser continuación del otro, y que si uno se mete dentro de otro (como pa­
los adeptos en reprochar que se intente dar razón de la experiencia réntesis, como oración subordinada, como elemento determinante),
y así meter a la experiencia dentro de las palabras. A lo cual tendría entonces se establece tal relación de subordinaeión entre ambos que
por mi parte que completar la confesión del sacrilegio, añadiendo: no puede ya admitirse que ninguna parte del miembro principal o
«y las palabras dentro de la experiencia». Pues ello es que dentro exterior quede a su vez metida al mismo tiempo dentro del miembro
también de la experiencia misma esa disputa y combate estalla: el interior o subordinado; y la misma inconcebibilidad se materializa en
uno quiere dentro de ello seguir hablando, diciendo cosas, lo que la enorme dificultad que se nos propone en el conocido juego de
pasa; el otro levanta el dedo a los labios y le dice que se esté callado, hacer girar el pulgar de la mano izquierda alrededor del pulgar de la
que no quiera mezclar lo uno con lo otro ni hacer trasplantes arti­ derecha al mismo tiempo que el de la derecha gira alrededor del de
ficiales: que la experiencia en la que están es ella misma y nada más la izquierda en sentido inverso. Pero, a pesar de todo, los hay que,
que ella misma; pero aquél no sólo no deja de hablar, sino que llama aunque sigan sin poder concebirlo, de hecho, realizan ese ejercicio;
a algunos de fuera para que tomen nota de lo que está pasando y lo y así la práctica, lo mismo que la pura enunciación verbal, desbordan
que se le ocurre como revelador; éste entonces se pone hosco y menea de la concepción o ideas sobre la relación de interioridad/exterioridad
tristemente la cabeza; y el otro trata de consolarlo y amansarlo: que en que nuestra realidad está montada. Y así, sospechando la vanidad
las palabras allí también funcionan como cosas, que cada sílaba que real de la contraposición entre 'dentro' y 'fuera', y que seguramente
dices es un surtidor de flores o de cristales de colores --quién sabe-; de algún modo los dos son uno, preferimos decir, a intención de los
y a esto aquel otro como ve, al escucharlo, cómo, en efecto, están que están profanos o fuera de la experiencia, que la experiencia está,
volviéndose cosas de ésas las palabras, no puede menos de son­ en efecto, fuera de la realidad científica y lógica racional, en el sen­
reírse ; y entonces éste, iluminado, le dice aún que más todavía : tido de que esta lógica y realidad son interiores o subordinadas a la
que el mismo esfuerzo por llamar a alguno del otro mundo y hacerle infinitud que en la experiencia se revela; pero preferimos igualmente
tomar notas de la experiencia, la misma práctica de investigación decir, a intención de los adeptos o que están dentro de la experiencia,
para la que se están usando los materiales de este reino de loeura, que la experiencia está, efectivamente, dentro de la Realidad habitual.
también esos esfuerzos y esa investigación están dentro de este reino Y aun para más escándalo, podríamos añadir, por ejemplo, que la
y juegan sus papeles en esta fiesta: ¿pues acaso no cabe todo dentro mística y la magia juegan dentro de esa Realidad una función política
de lo sin límites del reino de esta fiesta sin tasa?; «y, sin embargo», considerable: función que puede ser negativa o, como suele decirse,
contesta todavía el otro tristemente «al querer aprovechar esto para revolucionaria, no sólo en cuanto la práctica mística puede resultar
objeto de investigación, lo desvirtúas y lo falsificas». la más espléndida y gozosa de las fiestas de este mundo, no tal vez
tan sustanciosa y maciza como la del amor, pero menos fugitiva, más
42. Parece pués que la disputa, ni dentro de la experiencia ni consciente y gratuíta, y, ambigua como todas las fiestas, al tiempo
fuera de ella, no puede terminar nunca. ¿No se podrá dejar de hablar? que ayuda asoportar la esclavitud, la denuncia sin embargo en un
Diríamos conciliadoramente que lo uno está dentro de lo otro al asomo de libertad, sino además, también en cuanto puede ofrecer,
tiempo que lo otro dentro de lo uno. Cierto que la noción que así se por así decir, modelos de comportamiento para el resto de la vida y
enuncia es bien difícil de concebir y hasta absurda para la propia vislumbres de descubrimiento de la falsedad real.
imaginación: cuando los astrónomos nos presentan un sistema de es­
trellas gemelas, en que cada una de ellas está girando en torno de la 43. Ahora bien, en el momento que los adeptos deciden decla­
otra, hay algo en tal noción, verbalmente y matemáticamente trivial, rar la experiencia fuera de este mundo, como algo enteramente nuevo
que la hace, sin embargo, inconcebible, a tal punto la ley de asimetría, y separado de todo lo demás, la secreta gruta en que se revela la
jerarquía y subordinación nos invade y nos informa; no en vano la verdad que se opone a la mentira del exterior, y que llegan a pro­
sintaxis de todas nuestras lenguas está regida por la ley de que dos clamarla indescriptible con palabras, que necesariamente la reducirían
ADDENDA
384 Agustín García Calvo

a algo falso y que ya no sería ella, y que el solo modo de decirla es


el vivirla, justamente en ese momento la están metiendo dentro de
este mundo, y propiamente dentro, esto es, reduciéndola a una fun­
ción política positiva o, como se dice, reaccionaria : en efecto, sólo
cuando la mística y la magia nos sacan fuera de este mundo y de sus
leyes es cuando cobran el caráéter de lo que llaman los políticos
evasi6n; y siendo en verdad la evasión un hábito y una instituci6n
bien conocida de este mundo, poca duda cabe de que su práctica y
su fe pertenecen al sistema total de los hábitos e instituciones y con­
tribuyen a sostenerlo. Cuando Dioniso ebrio invade por ventura la
Tierra un martes o un miércoles cualquiera, puede que su invasión
perturbe el orden de la Tierra; mas cuando el sábado Dioniso ebrio
se evade hacia las Indias ignoradas, es cuando en la evasión Dioniso
mismo con sus Indias quedan éomprendidos dentro de la Tierra co­ AL ENSAYO VIII, § 49
nocida.
No dejo de tener noticia de que el uso político de la antítesis
44. Pero bien se desearía llegar a desenterrar la raíz misma del
'derecha/izquierda' se explica históricamente por la colocaéi6n de los
equívoco que parece hacernos entrar precisamente cuando salimos.
representantes del poder y de la oposición en alguna cámara o par­
Y bien, esa rafa tal vez se encuentra en algo como lo siguiente : que es
lamento; pero, sea lo que quiera de esta explicación histórica, el
que cuando se pretende que aquello está fuera de todo esto y que no
éxito universal del uso sólo se entiende a partir de algo más anti­
se puede dar raz6n de ello con palabras, se está partiendo implícita­
guo y profundo que todo ello: el hecho de que en el Juicio están
mente de una creencia positiva: a saber, que todo esto, el mundo
a la izquierda del Señor los condenados, las ovejas negras, y a Su
corriente y ordinario, sí que lo está dentro de sí mismo, que él sí
diestra los blancos y conformes. Es uno de los puntos más ilustres
está medido y delimitado, objetivamente descrito por la Ciencia ha­
en que la antítesis 'derecha/izquierda' se revela como manifestación
bitual, y que de él sí que se puede dar raz6n y cuenta con las pala­
de la fundamental de 'bueno/malo'.
bras usuales. Ahora bien, eso es precisamente lo mismo que el
mundo ordinario también supone y cree acerca de sí mismo.

4.5. Pero, al fin y al cabo, también este mundo debe de estar AL MISMO, § 60
verdaderamente loco todo él, y esta tierra la más increíble de las
lunas. Basta dejarse llevar un poco de la vida que quede en estas «¿Quién se atrevería a escribir 'el azul cielo' o «el azul mar'h
venas y en estos ojos, para empezar a columbrarlo irracional, informe -había escrito. Y sin embargo, sí, veo que alguien se había atre­
y fuera de sí todo. ¿Quién dijo que de este mundo podía darse razón vido : don Pío Baroja en el cuento «El Reloj», recogido en Vidas
por medio del lenguaje? Este lenguaje mismo es el que lo decía. Pero Sombrías, ed. de Madrid 1955, pág. 123: �dos arroyos cristalino.s
este lenguaje no es todo él sino un sistema de ideas fijas, nudos y se deslizan cantando por entre orillas esmaltadas de flores a per­
ataduras de la mente de un orate. ¿Y a qué buscar la revelación derse en el azul mar». Se ve que hada falta no s6lo usar la lengua
dentro ni fuera, ni en la gruta de una Eleusis ni más allá del Océano a lo literato y a lo guipuzcoano, sino escribir con aquella arrogante
de las galaxias, donde el Tiempo cesa, ni en el pozo sin fondo de tu torpeza que en Baroja hemos sentido y a veces hasta admirado, para
ptopio corazón? Pues desde el momento que a las cosas se las deja llegar a producir esta excepci6n que tan brillantemente viene a
por ventura un poco sueltas, todas ellas son mágicas, este libro confirmar la regla.
que tienes en la mano, esa mano con la que tienes este libro.
386 Agustín García Calvo

AL ENSAYO X, § § 47-49 BIS

He dado, entre tanto, con otro ejemplo más de sintagma 'YO­


NOS': en un momento del diálogo de la película americana de 1970
«The travelling Executioner» ( = «La Balade du Bourreau»), vista
el 30 de Junio de 1972, se leía en la tira de traduéción francesa
(pues se me escapó el original sonoro) cómo el verdugo -creo-­
le dice al médico de la cárcel : «Je nous voyais comme une équipe».
La principal novedad del caso frente a los otros cuatro recogidos es
que aquí el NOS no está por YO+ EL(LOS), sino por YO + TU
( «nous» = «vous et moi» ). Por lo demás, se parece a los otros, y
especialmente al primero citado, por el desdoblamiento de Hablante
y Personaje con la visión en Imperfecto ( y por tratarse, como en
casi todos, del verbo 'ver'); sólo que aquí la implícita 'reflexión'
de la Primera Persona en tres momentos puede desarrollarse en el
siguiente esquema: YO.que-hablo [me acuerdo de que] YO-de-aquel­
entonces [cuando consideraba la relación entre usted y yo] NOS
veía como un equipo. No deje también de anotarse que el détache­
ment y la ironía de la frase está aquí en una íntima relación con el
desdoblamiento de la Persona.

AL ENSAYO XII, § § 9 Y 22-24


A propósito de los augurios y las dudas que allí me planteaba
sobre el éxito-para-la-venta de los carteles estudiados, separando de
todos modos la eficacia intrínseca de los procedimientos y el resul­
tado en el comportamiento comercial, se me informa ahora de que
la Compañía de la cerveza 'Gulder', a cuya promoción aquellos car­
teles se dedicaban, falleció hace tiempo, absorbida de algún modo
por otra Casa de bien asentado éxito en el Mercado. No se puede
ni de lejos conjeturar la relación que habrá entre esta mala ventura
y la especial calidad de los anuncios que comentaba . En cuanto a
la respuesta sentimental del observador ante tal hecho, no puede
menos de -ser ambigua: por un lado, alegrarse, acaso malignamente,
por la coincidencia; por el otro, debidamente entristecerse, por si
acaso ella indicara que el público consumidor de cerveza ni siquiera
respondía ya, contra lo que decíamos en el ensayo, a los procedi­
mientos de cierta originalidad que en aquellos carteles analizábamos
y prefería ceder a los de más clásica ignominia.
Octubre de 1972.

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