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La apacibilidad, virtud cristiana esencial

“Vístanse de [...] apacibilidad.” (COLOSENSES 3:12.)

CUANDO el clima es apacible, nos resulta grato o placentero. Y cuando son apacibles las
personas, da gusto estar en su compañía. Con todo, el sabio rey Salomón señaló que “una lengua
apacible [...] puede quebrar un hueso” (Proverbios 25:15). Así es: la apacibilidad es una cualidad
extraordinaria, ya que aúna el carácter agradable y la fortaleza.
2
El apóstol Pablo incluyó la apacibilidad en su descripción del “fruto del espíritu” que hallamos
en Gálatas 5:22, 23. El vocablo griego que la Traducción del Nuevo Mundo vierte “apacibilidad” en
el versículo 23 suele reflejarse en otras versiones bíblicas con términos como “mansedumbre” o
“dulzura”. Lo cierto es que en la mayoría de los idiomas no es fácil encontrar un equivalente exacto
del original, pues este no se refiere a la docilidad y gentileza externas, sino a la suavidad y
benignidad internas; de modo que no es tanto cuestión de modales como de la condición del
corazón y la mente.
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Para entender mejor el significado y valor de la apacibilidad, examinemos cuatro ejemplos de
las Escrituras (Romanos 15:4). De esta forma no solo aprenderemos en qué consiste esta virtud,
sino también cómo cultivarla y manifestarla en todo momento.
“De gran valor a los ojos de Dios”
4
Dado que la apacibilidad forma parte del fruto del espíritu de Dios, es lógico concluir que está
íntimamente ligada a Su maravillosa personalidad. El apóstol Pedro escribió que el “espíritu quieto
y apacible [...] es de gran valor a los ojos de Dios” (1 Pedro 3:4). En efecto, la apacibilidad es un
atributo de Jehová, quien la estima muchísimo. Este hecho ya constituye suficiente razón para que
la cultivemos todos sus siervos. Ahora bien, ¿cómo demuestra esta cualidad el Todopoderoso, la
máxima Autoridad del universo?
5
Nuestros primeros padres, Adán y Eva, actuaron deliberadamente al violar la orden divina de
no comer del árbol del conocimiento de lo bueno y lo malo (Génesis 2:16, 17). Su desobediencia
intencionada les acarreó el pecado, la muerte y el alejamiento de Dios, pero no solo a ellos, sino
también a sus futuros descendientes (Romanos 5:12). Sin embargo, aunque tal condena estaba
plenamente justificada, Jehová no se apresuró a dar por perdidos a los seres humanos, como si
todos fueran irreformables e irredimibles (Salmo 130:3). No, no fue exigente, sino indulgente y
benigno —como es propio de la persona apacible—, y brindó el medio para que la humanidad
acudiera a él y obtuviera su favor. Dicho medio es el sacrificio redentor de su Hijo Jesucristo,
gracias al cual podemos acercarnos sin temor al excelso trono divino (Romanos 6:23; Hebreos
4:14-16; 1 Juan 4:9, 10, 18).
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Mucho antes de que Jesús viniera a la Tierra, Jehová trató apaciblemente a Caín y Abel, los
hijos de Adán, cuando le ofrecieron sacrificios. Sabedor de lo que tenían en sus corazones, “mir[ó]
con favor” a Abel y su ofrenda, pero rechazó lo que le presentó Caín. Este reaccionó mal al notar
que Dios daba su beneplácito a Abel y su sacrificio. El pasaje bíblico revela que “se enardeció de
gran cólera, y empezó a decaérsele el semblante”. Pero ¿cuál fue la reacción de Jehová? ¿Se
ofendió por su mala actitud? No. Con espíritu apacible le preguntó por qué estaba tan enojado y
hasta le explicó lo que debía hacer para recibir “ensalzamiento” (Génesis 4:3-7). Ciertamente,
Jehová es la apacibilidad en persona (Éxodo 34:6).
La apacibilidad nos atrae y reconforta
7
Uno de los mejores medios para entender las incomparables cualidades de Jehová es estudiar
la vida y ministerio de Cristo (Juan 1:18; 14:6-9). Cuando Jesús estuvo en Galilea durante su
segundo año de predicación, realizó muchas obras poderosas en Corazín, Betsaida, Capernaum y
sus alrededores. Pese a ello, la mayoría de sus oyentes mostraron orgullo e indiferencia y se
negaron a creer. ¿Cómo reaccionó él? Aunque les recordó con firmeza las consecuencias de su
incredulidad, se compadeció del penoso estado espiritual en que se hallaban los ‛am ha·’á·rets, la
gente común, las personas humildes que había entre ellos (Mateo 9:35, 36; 11:20-24).
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Las acciones posteriores de Jesús demostraron que “conoc[ía] [...] plenamente al Padre” y lo
imitaba. Por ejemplo, hizo esta invitación a la gente humilde: “Vengan a mí, todos los que se
afanan y están cargados, y yo los refrescaré. Tomen sobre sí mi yugo y aprendan de mí, porque
soy de genio apacible y humilde de corazón, y hallarán refrigerio para sus almas”. ¡Cuánto
consolaron y reconfortaron estas palabras a los oprimidos! Y hoy también nos ayudan a nosotros.
Para que “el Hijo quiera revelar[nos]” al Padre, es preciso que, con actitud sincera, nos vistamos de
apacibilidad (Mateo 11:27-29).
9
Ser “humilde de corazón” está muy relacionado con ser apacible. A diferencia de la humildad,
el orgullo fomenta la jactancia y, en muchas ocasiones, el trato áspero e insensible (Proverbios
16:18, 19). Jesús desplegó humildad durante todo su ministerio en la Tierra. Se comportó de modo
muy distinto a los gobernantes mundanos, incluso en la ocasión en que, seis días antes de morir,
entró cabalgando en Jerusalén y fue aclamado Rey de los Judíos. Cumplió así la profecía
mesiánica de Zacarías: “¡Mira! Tu Rey viene a ti, de genio apacible, y montado sobre un asno, sí,
sobre un pollino, prole de una bestia de carga” (Mateo 21:5; Zacarías 9:9). Además, el fiel profeta
Daniel tuvo una visión en la que Jehová delegaba en su Hijo el gobierno. Sin embargo, en una
profecía anterior aludió a Jesús como el “más humilde [...] de la humanidad”. En efecto, la
apacibilidad y la humildad van de la mano (Daniel 4:17; 7:13, 14).
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La maravillosa apacibilidad de Jehová y Jesús nos ayuda a acercarnos a ellos (Santiago 4:8).
Es patente que esta virtud no implica debilidad, ni mucho menos. Jehová, el Dios todopoderoso,
despliega un torrente de energía dinámica y poder, y arde de indignación ante la injusticia (Isaías
30:27; 40:26). De igual modo, Jesús demostró que, pese a los ataques de Satanás, estaba
decidido a no claudicar de sus principios. Por ejemplo, se negó a tolerar el comercio ilícito que
efectuaban los guías religiosos de su época (Mateo 4:1-11; 21:12, 13; Juan 2:13-17). Sin embargo,
nunca perdió la apacibilidad ante las debilidades de sus discípulos, sino que las soportó con
paciencia (Mateo 20:20-28). Acertadamente, un biblista hace este comentario sobre la apacibilidad:
“Tras esa docilidad está la fuerza del acero”. Así pues, todos nosotros haremos bien en demostrar
esta cualidad cristiana.
El hombre más apacible de su época
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En tercer lugar, repasemos el ejemplo de Moisés, al que la Biblia califica como “el más
apacible de todos los hombres que había sobre la superficie del suelo” (Números 12:3, nota). Estas
palabras se escribieron por inspiración divina. Gracias a su extraordinaria apacibilidad, Moisés fue
receptivo a la dirección de Jehová.
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Moisés recibió una formación fuera de lo común. En un tiempo de traiciones y asesinatos,
Jehová se encargó de mantener vivo a este hijo de fieles hebreos. Pasó sus primeros años al
cuidado de su madre, quien lo ayudó con diligencia a conocer a Jehová, el Dios verdadero. Más
tarde, se le introdujo en un ambiente radicalmente distinto al de su hogar. “Moisés fue instruido en
toda la sabiduría de los egipcios —relató Esteban, mártir cristiano primitivo—. De hecho, era
poderoso en sus palabras y hechos.” (Hechos 7:22.) Sin embargo, al observar los abusos que
cometían los capataces de Faraón contra sus hermanos, puso de manifiesto su fe. Mató a un
egipcio a quien vio maltratando a un hebreo, y por ello tuvo que huir de Egipto a la tierra de Madián
(Éxodo 1:15, 16; 2:1-15; Hebreos 11:24, 25).
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Con 40 años, Moisés tuvo que valerse por sí mismo en el desierto. Cuando llegó a Madián, se
encontró con las siete hijas de Reuel y las ayudó a sacar agua para el numeroso rebaño de su
padre. Al escuchar el emocionado relato de sus hijas, quienes al volver a casa le contaron que
“cierto egipcio” las había librado de unos pastores que las molestaban, Reuel decidió invitarlo a
vivir con ellos. Las dificultades que había padecido Moisés no le agriaron el carácter ni impidieron
que se adaptara a su nuevo ambiente. Jamás flaqueó en su deseo de hacer la voluntad de Jehová.
En el transcurso de cuarenta largos años —en los que se casó con Ziporá, crió una familia y
apacentó las ovejas de su suegro—, cultivó y refinó la cualidad que llegó a caracterizarlo.
En efecto, las adversidades le enseñaron a ser apacible (Éxodo 2:16-22; Hechos 7:29, 30).
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Moisés siguió demostrando apacibilidad aun después de recibir el nombramiento divino como
caudillo de la nación de Israel. En cierta ocasión, un joven le contó que Eldad y Medad se estaban
portando como profetas en el campamento a pesar de no haber estado presentes cuando Jehová
derramó su espíritu sobre los 70 ancianos que serían ayudantes de Moisés. Josué exclamó:
“¡Señor mío, Moisés, deténlos!”, a lo que este repuso apaciblemente: “¿Sientes celos por mí? No,
¡quisiera yo que todo el pueblo de Jehová fueran profetas, porque Jehová pondría su espíritu sobre
ellos!” (Números 11:26-29). Con su apacibilidad, contribuyó a aminorar la tensión del momento.
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En una ocasión, parece que Moisés perdió la apacibilidad. Cuando se hallaba en Meribá,
cerca de Qadés, no dio la debida gloria a Jehová, el Autor de Milagros (Números 20:1, 9-13).
Es cierto que Moisés era imperfecto, pero su sólida fe lo sostuvo toda la vida, y su extraordinaria
apacibilidad aún nos conmueve hoy día (Hebreos 11:23-28).
La aspereza en contraposición a la apacibilidad
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Hallamos un ejemplo amonestador en los días de David, poco después de la muerte de
Samuel, profeta de Dios. Se trata de un matrimonio: Nabal y su esposa Abigail. ¡Qué diferentes
eran los dos! Mientras que ella era “buena en cuanto a discreción”, él era “áspero y malo en sus
prácticas”. Aunque los hombres de David habían protegido de los ladrones los grandes rebaños de
Nabal, este respondió con una negativa grosera cuando le pidieron víveres. Con justa indignación,
David y unos cuantos de sus hombres se ciñeron las espadas y marcharon a enfrentarse con
Nabal (1 Samuel 25:2-13).
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Apenas se enteró Abigail de lo ocurrido, preparó pan, vino, carne, y tortas de pasas y de
higos, y salió al encuentro de David, a quien le rogó: “Sobre mí misma, oh señor mío, esté el error;
y, por favor, deja que tu esclava hable a tus oídos, y escucha las palabras de tu esclava”. David se
ablandó ante tan apacible súplica, de modo que, tras escuchar sus explicaciones, dijo: “¡Bendito
sea Jehová el Dios de Israel, que te ha enviado este día a mi encuentro! Y bendita sea tu sensatez,
y bendita seas tú que me has restringido este día de entrar en culpa de sangre” (1 Samuel 25:18,
24, 32, 33). La aspereza terminó costándole la vida a Nabal, mientras que las buenas cualidades
de Abigail la llevaron a disfrutar del privilegio de casarse con David. En efecto, su apacibilidad
constituye un modelo para todos los siervos de Jehová de la actualidad (1 Samuel 25:36-42).
Sigamos tras la apacibilidad
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Por consiguiente, la apacibilidad es una cualidad esencial. No se reduce a la gentileza en el
trato; es un atrayente rasgo del carácter que reconforta al prójimo. Es posible que en el pasado
acostumbráramos hablar con aspereza y ser desconsiderados. Pero al aprender la verdad bíblica,
nos convertimos en personas más amables, más agradables. Pablo se refirió a dicho cambio
cuando dirigió esta exhortación a sus hermanos cristianos: “Vístanse de los tiernos cariños de la
compasión, la bondad, la humildad mental, la apacibilidad y la gran paciencia” (Colosenses 3:12).
La Biblia asemeja esta modificación de la personalidad a la transformación de bestias feroces,
como lobos, leopardos, leones, osos y cobras, en pacíficos animales domésticos, como corderos,
cabritos, becerros y vacas (Isaías 11:6-9; 65:25). Son reformas tan notables que quienes las
observan se quedan maravillados. Nosotros, sin embargo, las atribuimos a la influencia del espíritu
de Dios, pues su excelente fruto incluye la apacibilidad.
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¿Significa lo anterior que una vez que realizamos los cambios necesarios y nos dedicamos a
Jehová, ya no tenemos que seguir cultivando la apacibilidad? De ninguna manera. Hasta la ropa
nueva requiere cuidados constantes para que siga luciendo limpia y presentable. Así pues, si nos
“miramos” con cuidado en la Palabra de Dios y meditamos sobre los ejemplos que contiene, nos
resultará más fácil vernos a nosotros mismos con nuevos ojos, con más objetividad. ¿Qué revela
sobre nuestra persona el espejo de la Palabra inspirada? (Santiago 1:23-25.)
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Por naturaleza, cada persona tiene su propio temperamento. Aunque a algunos siervos de
Dios les resulte más fácil mostrar apacibilidad, todos los cristianos tenemos que cultivar el fruto del
espíritu, que incluye esta cualidad. Pablo ofreció este amoroso consejo a Timoteo: “Sigue tras la
justicia, la devoción piadosa, la fe, el amor, el aguante, la apacibilidad” (1 Timoteo 6:11).
La expresión “sigue tras” denota empeño; de ahí que la versión La Palabra de Dios para todos
traduzca esta exhortación como “esfuérzate por alcanzar”. Si nos detenemos a reflexionar sobre
los buenos ejemplos de la Palabra de Dios, estos se harán parte de nosotros como si los
hubiésemos implantado en nuestro interior, de modo que nos moldearán y guiarán (Santiago 1:21).
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El trato que damos al prójimo revela cuánto hemos progresado en este particular. “¿Quién es
sabio y entendido entre ustedes? —pregunta el discípulo Santiago—. Que muestre por su conducta
excelente sus obras con una apacibilidad que pertenece a la sabiduría.” (Santiago 3:13.) ¿De qué
maneras demostramos esta cualidad cristiana en el hogar, en el ministerio y en la congregación?
Encontraremos útiles sugerencias en el próximo artículo.
Repaso
• ¿Qué nos enseña acerca
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¡Cuán felices son los de genio apacible!

“Felices son los de genio apacible, puesto que ellos heredarán la tierra.”
(MATEO 5:5.)

EN SU Sermón del Monte, Jesucristo dijo: “Felices son los de genio apacible, puesto que ellos
heredarán la tierra”. (Mateo 5:5.) Esta apacibilidad de genio, o mansedumbre, no es una hipócrita
apariencia de amabilidad ni es simplemente una característica natural de la personalidad. Más
bien, es una afabilidad y apacibilidad interna genuina que se despliega principalmente en respuesta
a la voluntad y guía de Jehová Dios. Los que verdaderamente son de genio apacible tienen un
sentido agudo de dependencia de Dios que se refleja en conducta apacible para con otros
humanos. (Romanos 12:17-19; Tito 3:1, 2.)
2
Jesús declaró felices a los de genio apacible porque ellos heredarán la Tierra. Como el Hijo de
Dios que despliega apacibilidad perfecta, Jesús es el Heredero Principal de la Tierra. (Salmo 2:8;
Mateo 11:29; Hebreos 1:1, 2; 2:5-9.) Pero como el mesiánico “hijo del hombre” él tendría
cogobernantes en su Reino celestial. (Daniel 7:13, 14, 22, 27.) Como “coherederos” con Cristo,
estos ungidos de genio apacible heredarán la Tierra junto con él. (Romanos 8:17.) Otras personas
apacibles, mansas como ovejas, disfrutarán de vida eterna en el Paraíso que habrá en la región o
dominio terrestre del Reino. (Mateo 25:33, 34, 46; Lucas 23:43.) Esa perspectiva ciertamente los
hace felices.
3
El apacible Heredero Principal recibe la Tierra de su Padre, Jehová, el ejemplo principal de
apacibilidad. ¡Cuántas veces dicen las Escrituras que Dios es “tardo para la cólera y abundante en
bondad amorosa”! (Éxodo 34:6; Nehemías 9:17; Salmo 86:15.) Aunque tiene gran poder, él
despliega tanta apacibilidad que sus adoradores pueden acercarse a él sin pavor. (Hebreos 4:16;
10:19-22.) El Hijo de Dios, que era “de genio apacible y humilde de corazón”, enseñó a sus
discípulos a ser apacibles. (Mateo 11:29; Lucas 6:27-29.) A su vez, estos esclavos apacibles de
Dios y de su Hijo imitaron “la apacibilidad y bondad del Cristo” y escribieron sobre ella. (2 Corintios
10:1; Romanos 1:1; Santiago 1:1, 2; 2 Pedro 1:1.)
4
Hoy tanto los cristianos ungidos como sus compañeros de esperanza terrestre tienen que ser
de genio apacible. Después de haberse quitado de sí toda maldad, engaño, hipocresía, envidia y
difamación solapada, han recibido la ayuda del espíritu santo de Dios y se han hecho nuevos en “la
fuerza que impulsa su mente”. (Efesios 4:22-24; 1 Pedro 2:1, 2.) Se les exhorta a vestirse de “los
tiernos cariños de la compasión, la bondad, la humildad mental, la apacibilidad y la gran paciencia”.
(Colosenses 3:12.) Pero ¿qué abarca, exactamente, la apacibilidad? ¿Por qué es provechoso ser
de genio apacible? ¿Y cómo puede contribuir esa cualidad a nuestra felicidad?
Un examen más detallado de la apacibilidad
5
La persona de genio apacible es amable en disposición y conducta. En ciertas versiones de la
Biblia el adjetivo pra·ýs se traduce “manso”, “apacible”, “de genio apacible” y “amable”. En el griego
clásico el adjetivo pra·ýs puede aplicar a una brisa leve o a una voz suave. También puede
referirse a una persona bondadosa y cortés. El erudito W. E. Vine dice: “[Los] ejercicios [del
sustantivo pra·ý·tes] son en primer lugar y ante todo para con Dios. Es aquella disposición de
espíritu con la que aceptamos Sus tratos con nosotros como buenos, y por ello sin discutirlos ni
resistirlos; este término está estrechamente relacionado con la palabra tapeinophrosunẽ
(humildad)”.
6
La apacibilidad no es debilidad. “Hay docilidad en praus —escribió el erudito William Barclay
—, pero tras esa docilidad está la fuerza del acero.” Se requiere fuerza para ser de genio apacible.
Por ejemplo, necesitamos fuerza para ser apacibles cuando se nos provoca o persigue. El apacible
Hijo de Dios, Jesucristo, dio un ejemplo excelente al respecto. “Cuando lo estaban injuriando, no se
puso a injuriar en cambio. Cuando estaba sufriendo, no se puso a amenazar, sino que siguió
encomendándose al que juzga [Jehová Dios] con justicia.” (1 Pedro 2:23.) Como el apacible Jesús,
podemos confiar en que Dios se encargará de los que nos injurian y nos persiguen. (1 Corintios
4:12, 13.) Podemos estar tranquilos como estuvo el perseguido Esteban, pues comprendemos que,
si somos fieles, Jehová nos sostendrá y no permitirá que nada nos cause daño permanente.
(Salmo 145:14; Hechos 6:15; Filipenses 4:6, 7, 13.)
7
Aunque Jesús era de genio apacible, desplegaba fuerza al mantenerse firmemente a favor de
lo correcto. (Mateo 21:5; 23:13-39.) Todo el que tenga “la mente de Cristo” será como él en ese
sentido. (1 Corintios 2:16.) El que no es apacible no es como Cristo. Más bien, encaja con la
siguiente descripción: “Como una ciudad en que se ha hecho irrupción, que no tiene muro, es el
hombre que no tiene freno para su espíritu”. (Proverbios 25:28.) Esa persona que no es apacible
está expuesta a la invasión de pensamientos incorrectos que pudieran llevarla a actuar
incorrectamente. Aunque el cristiano apacible no es débil de carácter, sabe que “la respuesta,
cuando es apacible, aparta la furia, pero la palabra que causa dolor hace subir la cólera”.
(Proverbios 15:1.)
8
No es fácil ser de genio apacible, pues hemos heredado la imperfección y el pecado.
(Romanos 5:12.) Si somos siervos de Jehová, también tenemos una lucha contra las fuerzas
espirituales inicuas que quizás sometan a prueba nuestra apacibilidad mediante la persecución.
(Efesios 6:12.) Y la mayoría de nosotros trabajamos entre los que tienen el duro o áspero espíritu
del mundo que está controlado por el Diablo. (1 Juan 5:19.) ¿Cómo podemos desarrollar
apacibilidad?
Cómo desarrollar apacibilidad
9
La convicción fundada en la Biblia de que se requiere que despleguemos apacibilidad nos
ayuda a desarrollar esta cualidad. Diariamente tenemos que esforzarnos por cultivar apacibilidad.
Si no hacemos eso, seremos como la gente para quien la apacibilidad es una debilidad, y que cree
que el éxito viene mediante la arrogancia, la dureza, hasta la crueldad. Sin embargo, la Palabra de
Dios condena el orgullo, y un sabio proverbio dice: “Un hombre de bondad amorosa está tratando
recompensadoramente con su propia alma, pero la persona cruel está acarreando extrañamiento a
su propio organismo”. (Proverbios 11:17; 16:18.) La gente se mantiene alejada de la persona dura
y poco amable, aunque lo haga principalmente para no ser herida por la crueldad y la falta de
apacibilidad de esta.
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Para ser de genio apacible tenemos que someternos a la influencia del espíritu santo o fuerza
activa de Dios. Tal como Jehová hizo posible que la tierra produjera cosechas, así también
capacita a sus siervos para que produzcan los frutos de Su espíritu, entre ellos la apacibilidad.
Pablo escribió: “El fruto del espíritu es: amor, gozo, paz, gran paciencia, benignidad, bondad, fe,
apacibilidad, autodominio. Contra tales cosas no hay ley”. (Gálatas 5:22, 23.) Sí, la apacibilidad es
uno de los frutos del espíritu de Dios que despliegan los que le agradan. (Salmo 51:9, 10.) ¡Y qué
cambios produce la apacibilidad! Para ilustrarlo: Un rufián llamado Tony peleaba, le robaba a la
gente, traficaba con drogas, era líder de una pandilla de motociclistas y había estado en prisión. No
obstante, al adquirir conocimiento bíblico, y con la ayuda del espíritu de Dios, se transformó en un
siervo apacible de Jehová. La historia de Tony es como la de muchos otros. Entonces, ¿qué puede
hacer uno si la falta de apacibilidad ha sido un rasgo dominante de su personalidad?
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El orar sinceramente por el espíritu de Dios y su fruto de apacibilidad nos ayuda a cultivar
esta cualidad. Quizás tengamos que ‘seguir pidiendo’, como dijo Jesús, y Jehová Dios nos
concederá lo que pedimos. Después de explicar que los padres humanos dan a sus hijos cosas
buenas, Jesús dijo: “Si ustedes, aunque son [pecadores y, por lo tanto, comparativamente] inicuos,
saben dar buenos regalos a sus hijos, ¡con cuánta más razón dará el Padre en el cielo espíritu
santo a los que le piden!”. (Lucas 11:9-13.) La oración puede ayudarnos a hacer de la apacibilidad
un rasgo permanente de nuestro temperamento... una cualidad que contribuya a nuestra felicidad y
a la de nuestros compañeros.
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El tener presente que los humanos somos imperfectos puede ayudarnos a ser de genio
apacible. (Salmo 51:5.) No podemos pensar ni actuar perfectamente, como tampoco lo pueden
hacer las demás personas, de modo que deberíamos tener empatía y tratar a otros como
quisiéramos que ellos nos trataran a nosotros. (Mateo 7:12.) El tener presente que todos
cometemos errores debe movernos a ser perdonadores y de genio apacible al tratar con otros.
(Mateo 6:12-15; 18:21, 22.) Después de todo, ¿no agradecemos el que Dios despliegue amor y
apacibilidad para con nosotros? (Salmo 103:10-14.)
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El reconocer que Dios ha hecho a los humanos con libre albedrío también puede ayudarnos a
cultivar apacibilidad. Esto no le permite a nadie pasar por alto impunemente las leyes de Jehová,
pero sí deja margen para variedad de gustos y preferencias entre su pueblo. Por eso,
reconozcamos que nadie está obligado a encajar en el molde que nosotros consideremos que sea
el mejor. Este espíritu nos ayuda a ser de genio apacible.
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El resolvernos a no dejar de ser apacibles nos ayuda a seguir cultivando esta cualidad. El
someternos a la influencia del espíritu de Jehová ha transformado nuestro modo de pensar.
(Romanos 12:2.) Un espíritu apacible como el de Cristo ahora ayuda a impedir que participemos en
“hechos de conducta relajada, lujurias, excesos con vino, diversiones estrepitosas, partidas de
beber e idolatrías ilegales”. Nunca debemos dejar de ser apacibles por razones financieras,
sociales ni de otra clase, ni porque la gente nos insulte debido a nuestra piedad. (1 Pedro 4:3-5.)
No debemos permitir que nada nos haga participar en “las obras de la carne”, de modo que
perdamos nuestra apacibilidad y no heredemos el Reino de Dios ni disfrutemos de sus
bendiciones. (Gálatas 5:19-21.) Apreciemos siempre el privilegio de ser personas de genio apacible
que pertenecen a Dios, sea que se nos haya ungido para vivir en el cielo o que tengamos la
esperanza de vivir para siempre en la Tierra. Con ese fin, consideremos algunos beneficios de la
apacibilidad.
Beneficios de la apacibilidad
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La persona apacible experimenta tranquilidad de corazón, mente y cuerpo. Esto se debe a
que no entra en contiendas, ni se perturba por las acciones de otros, ni se atormenta con una
inquietud incesante. La apacibilidad le ayuda a dominar sus emociones, lo cual es provechoso
mental y físicamente. Un proverbio dice: “Un corazón calmado es la vida del organismo de carne”.
(Proverbios 14:30.) El no ser apacible puede llevar a la cólera y puede aumentar la presión
sanguínea o causar mala digestión, asma, afecciones de la vista y otras dolencias. El cristiano de
genio apacible disfruta de diversos beneficios, entre ellos “la paz de Dios” que guarda su corazón y
sus facultades mentales. (Filipenses 4:6, 7.) ¡Qué sabio es ser de genio apacible!
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La apacibilidad contribuye a que mejoremos nuestra relación con otros. Tal vez en un tiempo
teníamos el hábito de insistir en algo hasta lograr lo que queríamos. Esto puede haber llevado a
algunos a enojarse con nosotros debido a nuestra falta de humildad y apacibilidad. En tales
circunstancias, no debería habernos sorprendido el que nos viéramos envueltos en una
controversia tras otra. Con todo, cierto proverbio dice: “Donde no hay leña, se apaga el fuego, y
donde no hay calumniador, la contienda se aquieta. Como carbón para las ascuas y leña para el
fuego, así es un hombre contencioso para enardecer una riña”. (Proverbios 26:20, 21.) Si somos de
genio apacible, en vez de ‘añadirle leña al fuego’ y provocar a otros, cultivaremos una buena
relación con ellos.
17
Es muy probable que la persona de genio apacible tenga buenos amigos. A la gente le
agrada asociarse con esa persona porque tiene una actitud optimista, y sus palabras son
refrescantes y dulces como la miel. (Proverbios 16:24.) Eso fue cierto de Jesús, quien pudo decir:
“Tomen sobre sí mi yugo y aprendan de mí, porque soy de genio apacible y humilde de corazón, y
hallarán refrigerio para sus almas. Porque mi yugo es suave y mi carga es ligera”. (Mateo
11:29, 30.) Jesús no era duro con los demás, y su yugo no oprimía. Los que se acercaban a él
recibían buen trato y refrigerio espiritual. La situación es parecida cuando buscamos la compañía
de un amigo cristiano de genio apacible.
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La apacibilidad hace que nos demos a querer entre nuestros compañeros de creencia. Sin
duda la mayoría de los cristianos de Corinto se sintieron atraídos a Pablo porque les suplicó “por la
apacibilidad y bondad del Cristo”. (2 Corintios 10:1.) Los tesalonicenses ciertamente deben haber
respondido al apóstol, porque era un maestro apacible y amable. (1 Tesalonicenses 2:5-8.) No hay
duda de que los ancianos de Éfeso habían aprendido mucho de Pablo y lo amaban profundamente.
(Hechos 20:20, 21, 37, 38.) ¿Se da a querer usted por su despliegue de apacibilidad?
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El genio apacible contribuye a que el pueblo de Jehová sea sumiso y se mantenga en su
lugar en Su organización. (Filipenses 2:5-8, 12-14; Hebreos 13:17.) La apacibilidad impide que
busquemos gloria, algo que se basa en el orgullo y ofende a Dios. (Proverbios 16:5.) La persona
apacible no se considera superior a sus compañeros de creencia ni trata de sobresalir a costa de
ellos. (Mateo 23:11, 12.) En vez de eso, reconoce su condición pecaminosa y que necesita la
provisión divina del rescate.
La apacibilidad promueve la felicidad
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Todos los siervos de Dios deben recordar que la apacibilidad es un fruto de Su espíritu que
promueve la felicidad. Por ejemplo, porque los que componen el pueblo de Jehová despliegan
cualidades como el amor y la apacibilidad, abundan entre ellos las familias felices. Cuando el
esposo y la esposa se tratan mutuamente con apacibilidad, sus hijos se crían en un ambiente
tranquilo, no en una familia dada a expresiones y acciones ásperas o duras. Cuando un padre
aconseja con apacibilidad a sus hijos, esto tiene buen efecto en la mente juvenil de ellos, y es
probable que un espíritu de apacibilidad llegue a formar parte de la personalidad de los hijos.
(Efesios 6:1-4.) Un genio apacible ayuda a los esposos a seguir amando a sus esposas.
Contribuye a que las esposas estén en sujeción a sus esposos y mueve a los hijos a obedecer a
sus padres. La apacibilidad también impulsa a los miembros de la familia a tener un espíritu
perdonador que contribuye a la felicidad. (Colosenses 3:13, 18-21.)
21
Las familias y personas de genio apacible promueven la felicidad en las congregaciones con
las que se asocian. Por lo tanto, el pueblo de Jehová tiene que esforzarse solícitamente por ser de
genio apacible. ¿Está haciendo eso usted? El apóstol Pablo suplicó a compañeros cristianos
ungidos que anduvieran de una manera digna de su llamamiento celestial, “con completa humildad
mental y apacibilidad, con gran paciencia, soportándose unos a otros en amor, esforzándose
solícitamente por observar la unidad del espíritu en el vínculo unidor de la paz”. (Efesios 4:1-3.) Los
cristianos que tienen la esperanza de vivir para siempre en la Tierra también tienen que desplegar
apacibilidad y otras cualidades piadosas. Este es el derrotero que trae verdadera felicidad. Sí,
¡felices son los de genio apacible
“Busque la paz y siga tras ella”

“Sea engrandecido Jehová, que se deleita en la paz de su siervo.” (SALMO 35:27.)

¡CUÁNTO gozo causa el estar en paz a pesar de vivir en este mundo dividido! ¡Qué deleitable
es adorar a Jehová, “el mismo Dios de paz”, y participar en las bendiciones de su “pacto de paz”!
¡Cuán refrescante es, en medio de las presiones de la vida, conocer “la paz de Dios que supera a
todo pensamiento” y experimentar ‘el vínculo de la paz’ que une al pueblo de Dios sin importar su
nacionalidad, idioma, raza ni antecedentes sociales! (1 Tesalonicenses 5:23; Ezequiel 37:26;
Filipenses 4:7; Efesios 4:3.)
2
Como testigos de Jehová, atesoramos esta paz. Sin embargo, no debemos pensar que nunca
podríamos perderla. Uno no se mantiene en paz automáticamente, tan solo por estar asociado con
la congregación cristiana o pertenecer a una familia cristiana. Aunque el resto ungido y sus
compañeros de las “otras ovejas” perseverarán hasta el fin como un solo rebaño, pudiera ser que
individualmente algunos cristianos perdieran la paz y cayeran. (Juan 10:16; Mateo 24:13; Romanos
11:22; 1 Corintios 10:12.)
3
El apóstol Pablo dio esta advertencia a los cristianos ungidos de su día: “Cuidado, hermanos,
por temor de que alguna vez se desarrolle en alguno de ustedes un corazón inicuo y falto de fe al
alejarse del Dios vivo”. (Hebreos 3:12.) Esta advertencia aplica también a la gran muchedumbre.
De modo que la Biblia insta a todo cristiano: “Busque la paz y siga tras ella. Porque los ojos de
Jehová están sobre los justos, y sus oídos están hacia su ruego; pero el rostro de Jehová está
contra los que hacen cosas malas”. (1 Pedro 3:10-12; Salmo 34:14, 15.)
“El tener la mente puesta en la carne”
4
¿Qué puede estorbar el que sigamos tras la paz? Pablo menciona un impedimento al decir: “El
tener la mente puesta en la carne significa muerte, pero el tener la mente puesta en el espíritu
significa vida y paz; porque el tener la mente puesta en la carne significa enemistad con Dios”.
(Romanos 8:6, 7.) Por “carne” Pablo alude a nuestra condición caída de humanos imperfectos, con
tendencias pecaminosas heredadas. El ceder a las inclinaciones de la carne caída destruye
nuestra paz. Si el cristiano comete inmoralidad, miente, hurta, usa drogas o viola la ley divina de
otro modo y no se arrepiente, perturba la paz de que disfrutaba con Jehová. (Proverbios 15:8, 29;
1 Corintios 6:9, 10; Revelación 21:8.) Además, si permite que las cosas materiales lleguen a ser
más importantes para él que los asuntos espirituales, llega a estar en grave peligro de perder su
paz con Dios. (Mateo 6:24; 1 Juan 2:15-17.)
5
Por otro lado, Pablo dijo: “El tener la mente puesta en el espíritu significa vida y paz”. La paz
es parte del fruto del espíritu, y si adiestramos nuestro corazón para que aprecie los asuntos
espirituales y pedimos en oración que el espíritu de Dios nos ayude en esto, entonces evitaremos
“el tener la mente puesta en la carne”. (Gálatas 5:22-24.) En 1 Pedro 3:10-12 se relaciona la paz
con la justicia. (Romanos 5:1.) Pedro dice que el seguir tras la paz incluye ‘apartarse de lo que es
malo y hacer lo que es bueno’. El espíritu de Dios puede ayudarnos a ‘seguir tras la justicia’ y así
conservar la paz con Dios. (1 Timoteo 6:11, 12.)
6
El seguir tras la paz es un asunto de gran importancia para los ancianos en la congregación.
Por ejemplo, si alguien trata de introducir prácticas contaminadoras, los ancianos tienen la
responsabilidad de proteger a la congregación mediante tratar de censurar al pecador. Si este
acepta la censura, recobra la paz. (Hebreos 12:11.) Si no la acepta, quizás haya que echarlo para
conservar la relación pacífica entre la congregación y Jehová. (1 Corintios 5:1-5.)
Paz con nuestros hermanos
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El “tener la mente puesta en la carne” no solo puede destruir nuestra paz con Dios, sino
también nuestra buena relación con otros cristianos. Pablo escribió a los corintios: “Ustedes
todavía son carnales. Porque mientras haya entre ustedes celos y contiendas, ¿no son ustedes
carnales, y no están andando como andan los hombres?”. (1 Corintios 3:3.) Los celos y las
contiendas son todo lo contrario de la paz.
8
El perturbar la paz de la congregación al provocar celos y contiendas es un asunto muy serio.
El apóstol Juan, hablando de una cualidad relacionada con la paz como fruto del espíritu, advirtió:
“Si alguno hace la declaración: ‘Yo amo a Dios’, y sin embargo está odiando a su hermano, es
mentiroso. Porque el que no ama a su hermano, a quien ha visto, no puede estar amando a Dios, a
quien no ha visto”. (1 Juan 4:20.) De igual manera, si alguien provoca celos o contiendas entre
hermanos, ¿puede realmente estar en paz con Dios? ¡Por supuesto que no! Se nos da esta
exhortación: “Continúen regocijándose, siendo reajustados, siendo consolados, pensando de
acuerdo, viviendo pacíficamente; y el Dios de amor y paz estará con ustedes”. (2 Corintios 13:11.)
En efecto, si seguimos viviendo pacíficamente unos con otros, entonces el Dios de amor y paz
estará con nosotros.
9
Esto no quiere decir que nunca habrá malentendidos entre cristianos. En las semanas que
siguieron al Pentecostés, en la recién formada congregación cristiana surgió un desacuerdo en
cuanto a la distribución diaria del alimento. (Hechos 6:1.) En cierta ocasión un desacuerdo entre
Pablo y Bernabé llevó a “un agudo estallido de cólera”. (Hechos 15:39.) Pablo tuvo que aconsejar a
Evodia y a Síntique, quienes sin duda eran hermanas celosas y excelentes, ‘que fueran de la
misma mente en el Señor’. (Filipenses 4:2.) ¡Con razón Jesús dio consejo detallado sobre cómo
resolver perturbaciones de la paz entre cristianos y recalcó la urgencia de atender prontamente los
problemas de esa índole! (Mateo 5:23-25; 18:15-17.) No habría dado aquel consejo si no hubiera
previsto que habría dificultades entre sus seguidores.
10
Por consiguiente, hoy puede suceder que un cristiano ofenda a un compañero de creencia
con alguna palabra indiscreta o alguna desatención que este haya percibido. Alguna característica
de alguien pudiera irritar intensamente a otra persona. Quizás haya choques de personalidad.
Pudiera ser que alguien estuviera en completo desacuerdo con alguna decisión de los ancianos.
En el cuerpo de ancianos mismo pudiera haber un anciano muy decidido que tratara de no tener en
cuenta a los demás ancianos. Aunque sucedan cosas como esas, todavía tenemos que buscar la
paz y seguir tras ella. El desafío estriba en atender estos problemas de manera cristiana para
conservar “el vínculo unidor de la paz”. (Efesios 4:3.)
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La Biblia dice: “Sea engrandecido Jehová, que se deleita en la paz de su siervo”. (Salmo
35:27.) Sí, Jehová quiere que estemos en paz. Por eso ha provisto dos ayudas sobresalientes para
que conservemos la paz entre nosotros y con él. Una es el espíritu santo, del cual la paz es un
fruto junto con otras cualidades relacionadas que promueven la paz, como la gran paciencia, la
bondad, la apacibilidad y el autodominio. (Gálatas 5:22, 23.) La otra ayuda es la sabiduría divina,
de la cual leemos: “La sabiduría de arriba es primeramente casta, luego pacífica, razonable, lista
para obedecer, llena de misericordia y buenos frutos”. (Santiago 3:17, 18.)
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Por lo tanto, cuando veamos perturbada la paz que tenemos con otros, debemos orar por la
sabiduría de arriba para saber qué hacer, y pedir que el espíritu santo nos fortalezca para hacer lo
correcto. (Lucas 11:13; Santiago 1:5; 1 Juan 3:22.) Luego, en conformidad con nuestra oración,
podemos buscar guía en la fuente de sabiduría divina, la Biblia, además de examinar la literatura
bíblica que tengamos disponible en busca de consejo sobre cómo aplicar las Escrituras. (2 Timoteo
3:16.) Quizás también deseemos pedir consejo a los ancianos de la congregación. El paso final
sería seguir la guía recibida. Isaías 54:13 dice: “Todos tus hijos serán personas enseñadas por
Jehová, y la paz de tus hijos será abundante”. Esto da a entender que nuestra paz depende de que
pongamos en práctica lo que Jehová nos enseña.
“Felices son los pacíficos”
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Jesús dijo en su Sermón del Monte: “Felices son los pacíficos, puesto que a ellos se les
llamará ‘hijos de Dios’”. (Mateo 5:9.) Aquí la palabra “pacíficos” no se refiere a personas que
sencillamente son de naturaleza apacible. La palabra griega original significa “pacificadores”. El
pacificador es hábil en restablecer la paz que ha sido perturbada. Pero más importante aún, el
pacificador se esfuerza primeramente por no perturbar la paz. ‘La paz controla en su corazón.’
(Colosenses 3:15.) Si los siervos de Dios se esfuerzan por ser pacificadores, entonces mantendrán
al mínimo los problemas entre sí.
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Para ser pacificadores tenemos que reconocer nuestras propias debilidades. Por ejemplo,
puede que un cristiano tenga mal genio o sea muy susceptible y se ofenda fácilmente. Tal vez
cuando está bajo presión sus emociones le hagan olvidar los principios bíblicos. Esto no es
inesperado en los seres humanos imperfectos. (Romanos 7:21-23.) Con todo, las enemistades, las
contiendas y los arrebatos de cólera se enumeran entre las obras de la carne. (Gálatas 5:19-21.) Si
tenemos tales tendencias, o si otros nos las hacen notar, debemos orar solícitamente, y sin cesar,
para que el espíritu de Jehová nos ayude a desarrollar autodominio y apacibilidad. En verdad todos
debemos esforzarnos por cultivar tales cualidades como parte de nuestra nueva personalidad.
(Efesios 4:23, 24; Colosenses 3:10, 15.)
15
A veces una congregación o un cuerpo de ancianos se perturba porque alguien que es terco
siempre insiste en salirse con la suya. Es cierto que en cuanto a la ley divina el cristiano debe ser
persona resuelta, hasta inflexible. Y si creemos que tenemos una buena idea que pudiera
beneficiar a otros no es incorrecto que la expresemos con franqueza, con tal que expliquemos
nuestras razones. Pero no queremos ser como los mundanos que “no [están] dispuestos a ningún
acuerdo”. (2 Timoteo 3:1-4.) La sabiduría de arriba es pacífica, razonable. Las personas cuyas
acciones forman un patrón de inflexibilidad terca deben prestar atención al consejo que Pablo dio a
los filipenses de que ‘no hicieran nada movidos por egotismo’. (Filipenses 2:3.)
16
En esa misma carta Pablo nos exhorta a que sinceramente ‘consideremos con humildad
mental que los demás son superiores a nosotros’. Esto es todo lo contrario del egotismo. El
cristiano maduro no piensa primero en imponer sus propias ideas para salvar las apariencias o
proteger su propia posición y autoridad. Eso sería obrar en contra de la exhortación de Pablo de
‘no vigilar con interés personal solo sus propios asuntos, sino también con interés personal los de
los demás’. (Filipenses 2:4; 1 Pedro 5:2, 3, 6.)
Palabras apacibles
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La persona que sigue tras la paz es especialmente cuidadosa respecto al uso que da a la
lengua. Santiago advierte: “La lengua es un miembro pequeño, y sin embargo hace grandes
alardes. ¡Miren! ¡Con cuán pequeño fuego se incendia tan grande bosque!”. (Santiago 3:5.) El
dañino chismear, el criticar a otros a sus espaldas, el habla áspera y severa, el murmurar y
quejarse, así como la adulación hipócrita por ventaja personal, son obras de la carne que perturban
la paz del pueblo de Dios. (1 Corintios 10:10; 2 Corintios 12:20; 1 Timoteo 5:13; Judas 16.)
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Es cierto que Santiago dijo: “La lengua, nadie de la humanidad puede domarla”. (Santiago
3:8.) Hasta cristianos maduros dicen a veces cosas que después lamentan sinceramente haber
dicho. Todos esperamos que otros nos perdonen tales errores, así como nosotros perdonamos los
de ellos. (Mateo 6:12.) A veces un agudo estallido de cólera pudiera hacer que alguien dijera cosas
que hieren. Entonces el pacificador recordará que “la respuesta, cuando es apacible, aparta la
furia, pero la palabra que causa dolor hace subir la cólera”. (Proverbios 15:1.) A menudo
sencillamente tendrá que contenerse y no responder a palabras airadas con otras palabras airadas.
Después, calmados ya los ánimos, el pacificador comprensivo y generoso sabe pasar por alto lo
que se ha dicho en el ardor del momento. Y el cristiano humilde sabe pedir perdón y trata de
subsanar cualesquiera heridas que haya causado. Es muestra de fortaleza moral poder decir con
toda sinceridad: “Lo siento”.
19
Quizás haya que usar la lengua para aconsejar a otros. Pablo reprendió públicamente a
Pedro cuando este actuó de manera incorrecta en Antioquía. Y Jesús dio consejo enérgico en sus
mensajes a las siete congregaciones. (Gálatas 2:11-14; Revelación, capítulos 2, 3.) Si estudiamos
estos ejemplos, aprendemos que el consejo no debe ser tan leve que el punto no se capte. No
obstante, ni Jesús ni Pablo fueron duros o crueles. Al dar consejo no desfogaban sus propias
frustraciones. Trataban sinceramente de ayudar a sus hermanos. Si el que aconseja percibe que
no tiene pleno dominio de la lengua, quizás opte por pausar y calmarse un poco antes de decir
algo. De otro modo, podría emplear palabras muy duras y causar un problema más grave que el
que está tratando de resolver. (Proverbios 12:18.)
20
Como ya se dijo, la paz y el amor están estrechamente relacionados por ser frutos del
espíritu. Si lo que decimos a nuestros hermanos —o acerca de ellos— es siempre un reflejo del
amor que les tenemos, entonces contribuirá a la paz de la congregación. (Juan 15:12, 13.)
Nuestras expresiones deben ser ‘con gracia, sazonadas con sal’. (Colosenses 4:6.) Deben ser de
buen gusto, por decirlo así, para que lleguen al corazón. Jesús aconsejó: “Tengan sal en ustedes, y
mantengan paz entre unos y otros”. (Marcos 9:50.)
‘Haga lo sumo posible’
21
El salmista escribió: “¡Miren! ¡Qué bueno y qué agradable es que los hermanos moren juntos
en unidad!”. (Salmo 133:1.) Ciertamente nos deleita estar en compañía de nuestros hermanos,
especialmente en nuestras reuniones semanales y durante las asambleas, pequeñas y grandes.
En tales ocasiones la paz de que disfrutamos se hace patente hasta a personas que no pertenecen
a nuestra organización.
22
Dentro de poco las naciones creerán que van alcanzando la paz sin Jehová. Pero cuando
estén diciendo: “¡Paz y seguridad!”, les sobrevendrá destrucción repentina a todos los que no estén
en paz con Dios. (1 Tesalonicenses 5:3.) Después de eso el gran Príncipe de Paz procederá a
sanar a la humanidad de los resultados calamitosos de que el hombre originalmente perdiera la
paz con Dios. (Isaías 9:6, 7; Revelación 22:1, 2.) Entonces el pacto de paz de Dios producirá
tranquilidad por toda la Tierra. Hasta las bestias del campo dejarán de ser hostiles. (Salmo
37:10, 11; 72:3-7; Isaías 11:1-9; Revelación 21:3, 4.)
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¡Qué glorioso será ese tiempo! ¿Anhela usted verlo? Si así es, ‘siga tras la paz con todos’.
Busque ahora la paz con sus hermanos, y especialmente con Jehová. Sí, ‘ya que está esperando
estas cosas, haga lo sumo posible para que finalmente él lo halle inmaculado, sin tacha y en paz’.
(Hebreos 12:14; 2 Pedro 3:14.)

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