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La problemática negra en Cuba ha sido un tema que ha cobrado destacada importancia

en los estudios históricos actuales pese a los vacíos que pueden señalarse. En particular
la posición de la intelectualidad insular frente a las prácticas religiosas afrocubanas en el
periodo de 1886-1920 es una cuestión que ha recibido un escaso tratamiento, lo cual
permite definirla como terreno para la obtención de valiosos resultados investigativos.

La historiografía contemporánea que ha estudiado el problema negro en Cuba no ha


realizado un análisis exhaustivo de la posición excluyente adoptada por la
intelectualidad insular –durante el período apuntado- frente a las prácticas religiosas de
origen africano. Actitud fundamentada con el discurso eurocentrista de “civilización” y
“barbarie” en la que visualizan a estas manifestaciones culturales como expresión de
una raza “bárbara y marginal”. Detrás de toda esta fachada construida y proyectada por
los intelectuales hacia el resto de la población, se encontraban ocultas dos líneas de
pensamiento fundamentales. La primera se sustentaba en el no reconocimiento de la
herencia africana en la cultura cubana. La segunda, propugnada por la élite negra y
mestiza, partía de la negación de la herencia africana y enfatizaba en el blanqueamiento,
presupuestos que a su entender les permitirían ascender en la escala social y obtener una
máxima participación como ciudadanos.1

El tema aquí presentado reviste gran importancia pues el mismo constituye aun un
eslabón muy débil dentro de la producción historiográfica contemporánea. El interés del
presente proyecto reside en ser este un asunto que necesita ser sacado a la luz, pues su
estudio permitirá brindar una mejor comprensión del complejo universo afrocubano y
contribuir con ello al enriquecimiento de nuestra historia nacional.

La propuesta puntual de investigación que planteamos es el estudio de la reflexión


historiográfica en torno a la posición de la intelectualidad insular frente a las prácticas
religiosas afrocubanas entre 1886 y 1920.

1
Para más información sobre el tema véase María del Carmen Barcia: Capas populares y modernidad en
Cuba (1878-1930), Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 2009, p. 15.
Marco teórico- conceptual

Para el desarrollo de la siguiente investigación es preciso dejar bien definidos los


principales términos utilizados en aras de evitar posibles confusiones.

Si la historiografía es entendida como la producción de los historiadores y a la vez la


reflexión que se ha generado sobre la obra de los mismos2. Entonces en este trabajo se
va a asumir por historiografía contemporánea sobre el problema negro en Cuba a la
producción historiográfica que ha abordado el complejo proceso de integración de la
población de origen africano en el corpus nacional cubano, realizada por autores
cubanos-residentes o no en el país- y extranjeros desde la década del 90 hasta la
actualidad.

El problema negro lo asumiremos como el complejo proceso de integración de la


población de origen africano a la dinámica social de la Isla visto desde la perspectiva de
la cultura dominante de filiación occidental.3

Por intelectuales ha de entenderse a todos los individuos que desarrollan funciones


organizativas en la producción, la política, la administración, la cultura, etc. No solo
los escritores y artistas, sino también los maestros de escuela, los políticos
profesionales, los administradores, los técnicos, los arquitectos, etc., en tanto
participan en la labor de producción, reproducción y difusión de valores, modos de
vida, modos de actividad, principios de organización del espacio son intelectuales. En
tanto el poder se estructura, existe y se ejerce en todos estos intersticios de lo social, y
la hegemonía de la clase dominante se enraíza en ellos, intelectuales serán los
encargados del funcionamiento del aparato hegemónico, o aquellos que con su
actividad contribuyan a la construcción de espacios de contrahegemonía.4

Como prácticas religiosas afrocubanas se asumirá el sistema de cultos de origen


africano, producto del sincretismo y la transculturación. Estas manifestaciones forman
parte del universo espiritual de los cubanos, deviniendo realidad viva hasta nuestros

2
Sobre el concepto de historiografía se pueden consultar entre otros: Constantino Torres Fumero:
Selección de lecturas. Historiografía Contemporánea, Editorial Félix Varela, La Habana, 2009, pp.17-19;
Oscar Zanetti Lecuona: Ob.cit., p.6; Liliette Mompeller Vázquez: Selección de lectura de Metodología de
la Investigación Histórica(inédito),pp.1-4 ,12-19;
3
Jesús Guanche Pérez: Transculturación y africanía, Ediciones Extramuros, La Habana, 2002 y
Africanía y etnicidad en Cuba: Ortiz y los componentes étnicos africanos y sus múltiples
denominaciones, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 2009.
4
Jorge Luis Acanda: Traducir a Gramsci, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 2009, p. 260.
días. Dentro de dichas prácticas, las expresiones más representativas son: La Regla de
Osha o Santería, Los sacerdotes de Ifa, El Palo (Monte, Mayombe, Briyumba, y
Kimbisa), La secta Ecorie Abakúa o Ñáñigos.5

Las verdades de una problemática poco visibilizada

¿Es posible comunicar simultáneamente esa historia conspicua, que cautiva


nuestra atención por sus continuos y bruscos cambios, y aquella otra historia
subterránea, casi silenciosa y siempre discreta, que pasa visualmente inadvertida para
sus observadores o sus participantes, apenas alcanzada por la obstinada erosión del
tiempo?

Fernand Braudel

Tras haber transitado por un arduo ciclo de análisis y búsqueda historiográfica se


puede señalar que existen los elementos suficientes para respaldar el enunciación de que
ha sido deficiente la labor investigativa realizada por la historiografía contemporánea
sobre el problema negro en Cuba acerca de la posición de la intelectualidad insular
frente a las prácticas religiosas afrocubanas en el periodo 1886-1920.Por lo que resulta
evidente aseverar que esta se presenta como una línea huérfana de serios y minuciosos
estudios profesionales que la hacen portadora de insuficientes resultados investigativos.
A pesar de los escasos acercamientos que ha tenido la historiografía contemporánea -
especializada en el estudio de los diferentes perfiles del llamado problema negro-con
respecto a esta problemática-en particular-; se aprecian algunas contribuciones que
tienden a favorecer al enriquecimiento historiográfico de este terreno.

3.1 Principales aportes detectados

5
Para más información sobre las prácticas religiosa de origen afrocubano ver: Nelson Aboy:
“Fundamentos filosóficos de cuatro religiones cubanas de origen africano”, Ponencia presentada en el X
Taller de Antropología Cultural y Social Afroamericana, Oficina del Historiador de la Ciudad, La
Habana, enero de 2006, CD- ROM ISBN 959-0282-09; Lydia Cabrera: El Monte, Editorial Letras
Cubanas, La Habana, Cuba, 1989; Jesús Guanche Pérez: Transculturación y africania, Ed.cit. y
Africania y etnicidad en Cuba: Ed.cit.; Rómulo Lachatañeré: El sistema religioso de los afrocubanos,
Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 2001; Enrique Sosa Rodríguez: Los Ñáñigos, Casa de las
Américas, La Habana, 1982.
Luego de todo un largo proceso de pesquisa bibliográfica se divisan algunos
estudios recientes que se han dedicado -de una forma u otra – al tratamiento de la
temática que se trae a colación. Para lo que se hace necesario realizar una división -en
dos clasificaciones-, en aras de alcanzar una mayor organización del trabajo. La
primera estaría integrada por los textos, que específicamente han tenido como objeto de
estudio el examen de este tema. La segunda la conformarían otros textos –enmarcados
dentro de las diferentes líneas investigativas del problema negro-en los que se detectan
capítulos referentes a este asunto debido al nivel de imbricación que tiene este con los
tópicos que abordan cada una de las obras. Dentro del primer perfil de clasificación
resaltan las investigaciones de Ernesto Chávez Álvarez y de Pedro Alexander Cubas
Hernández, cuyas obras constituyen eslabones fundamentales en el análisis de esta
materia.6
El crimen de la niña Cecilia. La brujería en Cuba como fenómeno social (1902-
1925)7de Ernesto Chávez Álvarez se centra en el análisis de los mitos creados alrededor
de las prácticas rituales de los “negros brujos” como muestra fehaciente de las
tensiones propias de una sociedad -recién estrenada en 1902- que había nacido
frustrada.8La indagación que realiza el autor de este volumen pone de manifiesto los
móviles sociales y políticos que modelaron la opinión pública y que justificaron de
algún modo la irracional “cacería de brujos”, herramienta que formaba parte de una
consistente política racista.
Esta obra tiende a tener una visión más local del asunto debido a que se enfoca en
la construcción de un mito creado en la ciudad de Matanzas sobre el supuesto crimen
de una niña llamada Cecilia, que llegó a convertir las calles de esta urbe en un sitio
hostil e inseguro para sus moradores, en particular para los negros creyentes y
practicantes de las religiones de origen africano.9 Aquí se expone cómo en torno a este

6
En mi opinión estos dos textos constituyen piezas de obligatoria consulta y singular importancia para
alcanzar una mejor compresión así como para iniciarse en los acercamientos al estudio de este tema.
7
Ernesto Chávez Álvarez: El crimen de la niña Cecilia. La brujería como fenómeno social (1902-1925),
Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1991.
8
Negros brujos es una denominación dada por los blancos católicos a los negros cubanos que practicaban
el mismo culto, los mismos ritos, tenían igual imagen, vestuario y fe ciega en las fuerzas y poderes
sobrenaturales que los sacerdotes africanos. Eran vistos por esta capa poblacional como seres perversos
que adoraban a los entes infernales y maléficos así como agentes antisociales y perturbadores. El brujo en
cualquier sociedad africana fue siempre considerado como un desnaturalizado, cuyos actos criminales
merecían toda repulsión; eran severamente castigados con la pena de muerte y precisamente los
sacerdotes estaban encargados de juzgarlos. Véase en: Ernesto Chávez Álvarez, Ob. cit., p.57.
9
Este acontecimiento se refiere a la desaparición de una niña mestiza en la noche del 22 de junio de 1919
en la ciudad de Matanzas, el hecho fue que nunca se llegó a conocer realmente lo que le sucedió a la
secuestro se conformaron rápidamente dos centros de opinión y de interpretaciones
básicas que el autor define como la “versión blanca” y la “versión negra”. La primera
versión estaba sustentada por la población blanca, fundamentalmente por la élite de este
sector. La que esgrimía la hipótesis de que la niña había sido secuestrada por unos
negros con el objetivo de matarla y sacrificarla a sus dioses africanos como parte de sus
rituales.10Tras esta formulación verdaderamente se ocultaba un problema que había sido
heredado de la época colonial y que se mantenía fuertemente enraizado en aquella
República: la discriminación racial -específicamente la negrofobia-. Demostrando que
esta figuración solo enmascaraba los burdos intereses sociales, políticos y personales de
esta capa.11 En lo que concierne a la “versión negra” se plantea que esta es defendida –
fehacientemente- por la población negra y mestiza con el afán de objetar semejante
acusación y aclarar que sus creencias religiosas solo formaban parte del legado de sus
antepasados africanos las cuales habían sido resultado del sincretismo religioso;
manifestando así que sus prácticas no tenían fines malignos.12Esta actitud formaba
parte del diseño de un bloque de contención contra todos los agravios y acusaciones de
las que eran objeto-por parte de la élite blanca-. El texto refleja como este presunto
crimen representó un hecho coyunturalmente favorable para que las actas esferas
gubernamentales, en estrecha complicidad con la prensa reaccionaria; brindaran su fiel
apoyo a la campaña racista que se venía desarrollando desde años anteriores.13. El
primer ejemplo de lo anteriormente expuesto lo manifiesta la feroz e implacable
persecución racista que desató el Ejército Nacional Republicano contra los practicantes
o adoradores de creencias africanas en la ciudad matancera- al calor de los sucesos-
.14Estas persecuciones dieron lugar a la “cacería de brujos” más sangrienta y

pequeña niña. El crimen de la niña Cecilia fue el clímax que alcanzó la sistemática campaña de
difamación que en contra las masas negras se desarrollara desde la instauración de la República en 1902.
10
Esta teoría era apoyada y divulgada en lo fundamental por la prensa de aquellos días.
11
Todo esto señalaba la dimensión cada vez más dramática que iba adquiriendo el problema negro en
aquella república mediatizada.
12
Se le llama sincretismo religioso a la conciliación ocurrida entre los santos del panteón católico y las
deidades de los respectivos panteones africanos, producto de los intercambios realizados entre el
catolicismo y las creencias africanas. Este fenómeno se desató como consecuencia de la introducción
forzosa de miles de negros africanos como mano de obra esclava en los primeros siglos coloniales.
13
Esta campaña racista contra los negros brujos se venía desarrollando desde los años iniciales de la
República con el objetivo de realizar continuas divulgaciones de estos pretendidos sacrificios humanos.
La cruzada racista se desarrolló en respuesta a la oleada de presuntos crímenes rituales perpetrados en
Cuba por los negros brujos, que comenzó en 1904 y concluyó en 1923, de la cual se registra la
desaparición de siete niños más: Zoila Díaz( La Habana,1904),Luisa Valdés( Matanzas,1908),Onelio
García(Matanzas,1915),Marcelino López( Matanzas, 1919),Evelio Rodríguez,( Guantánamo,1919),
Altagracia del Pilar (Camaguey,1922)y América L. González (Ciego de Ávila,1923).
14
El Ejército Nacional Republicano fue una institución nacida de la necesidad del poder interventor
norteamericano de crear una fuerza represiva encargada de mantener el orden interno, el cual tenía como
despiadada de este ciclo de “crímenes rituales” del siglo XX cubano; de las que se
sucedieron interminables cadenas de detenciones, acompañadas del empleo de salvajes
métodos de tortura y maltrato.15La prensa racista devino como otro mecanismo de
soporte de la - incivilizada actitud por parte de la población blanca. Esta prensa
sensacionalista ocupó un importante papel en el apoyo de este hecho y en la creación de
un favorable ambiente de terror, incertidumbre y confusión en la población- ya de por
si temerosa y espantada. Todos estos planteamientos permiten que se pueda afirmar con
certeza la opinión de que muchos fueron los factores que se conjugaron para que se
desatase el miedo a los “negros brujos” como fenómeno social en este periodo.
Esta obra no solo demuestra cómo la falsa fabricación del supuesto crimen de la
niña Cecilia afectó de nuevo ferozmente a un discriminado y marginado sector de la
población sino que también indica el desprecio de la clase dominante hacia las grandes
masas populares del país, en especial hacia una muy particular: la negra.
Club Atenas, 1919: Entre la sorpresa y el espanto16de Pedro A. Cubas Hernández
es el otro texto que compone este grupo. En este se analiza la posición asumida por la
élite habanera- blanca y de color- frente a la presunta condena -desatada a través de
varios medios de prensa- de las prácticas religiosas de origen afrocubano.
Esencialmente examina la posición de los integrantes de una asociación que constituye
uno de los principales núcleos de la élite de color en la Isla: el Club Atenas.17
En el texto se distinguen con total claridad los postulados proyectados por ambas
élites así como los medios o métodos de los que se auxiliaron para validarlos. El
contenido enfatiza su análisis en la respuesta dada a la prensa-en una reunión celebrada
el 1ro. de julio de 1919-por los integrantes del Club Atenas en representación de los
“elementos cultos de la raza de color” donde manifiestan su posición ante los sucesos

objetivo principal velar por la defensa y protección de los bienes y propiedad ciudadana . Este cuerpo
estaría caracterizado por una función policiaco-represiva y por ser un aparato político partidista que
intervendría de manera sistemática en las pugnas políticas de los propios partidos burgueses.
15
Se conocen como crímenes rituales o sacrificios humanos a toda una ola de supuestas desapariciones y
secuestros de niños que ocurrieron entre 1904 y 1923 a lo largo de toda la isla -especialmente en la zona
Occidental del país-, supuestamente perpetrados por negros oficiantes de cultos antropofágicos. Para más
información consúltese Ernesto Chávez Álvarez, Ob. cit., pp.26-32.
16
Pedro Alexander Cubas Hernández: “Club Atenas, 1919: Entre la sorpresa y el espanto”, en: María del
Pilar Díaz Castañón (Comp.): Pensar en Cuba. Perfiles de la Nación II, Editorial de Ciencias Sociales, La
Habana, 2006, pp. 1-34.
17
El Club Atenas fue una Asociación Cultural y de Recreo surgida el 21 de septiembre de 1917 que
agrupaba a lo más selecto de la población negra y mulata capitalina (díganse hombres de negocios,
propietarios, políticos, profesionales e intelectuales). Era una de las sociedades no blancas de mayor
arraigo en La Habana y constituía uno de los principales centros de arquetipos de refinamiento
intelectual de la época. Entre sus miembros figuraron personalidades como Juan Gualberto Gómez.
de 1919.18 Primeramente estos reconocen el impacto a nivel social de ambos
acontecimientos de sangre y aceptan que estos contribuyeron a perturbar la tranquilidad
ciudadana por lo que exponen claramente su aversión a las manifestaciones de barbarie
que según ellos tendían a desequilibrar la vida republicana que para ellos constituía un
modelo de civilización.19 Impugnaron las injurias proferidas por la prensa que mostraba
sus dudas acerca de ellos en relación a los supuestos actos de salvajismo para lo que
prefirieron callarse o denigrar a viva voz de su afrodescendencia y darle la espalda a
tales prácticas puesto que se consideraban hombres civilizados y no bárbaros. Sin
embargo el verdadero móvil que se ocultaba detrás de todas esas declaraciones
insubstanciales era el de buscar su reconocimiento social con el objetivo de fijar la
posición de los negros y mulatos de cierto abolengo.20Estos argumentaban este deseo
haciendo énfasis en el ejemplar comportamiento social que habían tenido durante la
vida republicana tras el “supuesto” sacrificio desplegado en pro de lograr el
refinamiento social- intelectual y moral-.21 Por otra parte Cubas nos expone la actitud de
la élite blanca ante tal situación. La que se caracteriza por el menosprecio a la
religiosidad de varios sectores afrodescendientes inspirado por el racismo antinegro,
cuyo origen data de la época colonial.22 Esta se basa en la manipulación de modo
indiscriminado de los cultos religiosos de raigambre africana-los cuales tildaban como
práctica de “brujería”-para achacárselo a las causas de los supuestos crímenes rituales
18
El principal objetivo de esta reunión era protestar contra las ideas y tendencias que habían surgido para
atacar a la raza de color con el pretexto de la brujería. A la vez denunciaron la conspiradora actitud de la
prensa que excitaba a diario los ánimos de la población. Todas las consideraciones de esta reunión
quedaron plasmadas en una Carta Abierta o Manifiesto Al País, mecanografiado en seis cuartillas,
dividido en cinco partes, donde se refleja de manera muy resumida los puntos de vista de los allí
presentes. Consultar: Pedro Alexander Cubas Hernández, Ob. cit., pp.13-23.
19
Los acontecimientos de sangre a los que se hace referencia son a los sucedidos en La Habana y
Matanzas en junio de 1919. El primero hace referencia al linchamiento de un jamaiquino nombrado José
Williams por parte de una multitud presa de su histeria que penetró en la prisión y se apoderó del detenido
y lo mataron atándolo a la cola de un caballo que lo arrastró por todas las calles del ultramarino pueblo de
Regla. Este había sido denunciado y arrestado como sospechoso de ser un negro brujo por haberle
ofrecido caramelos a una niña blanca con los supuestos motivos de quererla secuestrar. El segundo se
refiere al ya mencionado caso del crimen de la niña Cecilia en la ciudad de Matanzas, donde fueron
masacrados por los soldados del Castillo de San Severino cinco de los involucrados en el proceso de la
niña Cecilia.
20
Esta posición expone marcadamente los intereses clasistas de este grupo y demuestra como existía una
división en el propio seno de los ciudadanos negros. Ellos consideraban que con el decursar del tiempo
habían alcanzado el derecho de poder disfrutar por igual con los blancos de la riqueza y el poder Por lo
que exhortaban a los blancos a no obviar la contribución de los negros de bien en la construcción de la
República, exigiéndoles a cambio su respeto y consideración.
21
Para ellos el blanqueamiento intelectual constituía la única garantía que les permitiría ser socialmente
aceptados por los blancos, lo que los conllevó a renegar de sus raíces y a tener un carácter sumiso
(sumisión social y cultural).
22
Para ellos estos eran considerados seres inferiores -pese a su categoría de ciudadano republicano
ganada tras las guerras de independencia- por ser portadores de una cultura africana atrasada y bárbara
que no contrastaba con la cultura europea civilizada y dominante.
para lo que argumentaban que los negros con sus incivilizadas prácticas y actos de
canibalismo favorecían a alterar la serenidad ciudadana. En el texto también se
demuestra como al apoyo formal de esta posición contribuyó la fuerza mediática de los
periódicos de mayor circulación del país y la neo-inquisición antinegra; siendo ambas
las máximas encargadas de generar un ambiente de hostilidad en contra de la población
no blanca cubana. La prensa se encargaba de excitar a diario los ánimos de la población
en contra de los negros que eran acusados de brujos mediante la redacción y divulgación
23
de acusaciones contra los susodichos. La neo-inquisición antinegra se ocupó de
desatar una fuerte represión contra la población afrodescendiente practicante de las
religiones de este origen, que devendrían en la ya mencionada, famosa “cacería de
24
brujos” del siglo XX cubano. Por lo que se puede observar el marcado matiz
antirreligioso que presentaba esta variante que condenaba la religiosidad africana.
Ambas actitudes demostraban la existencia de un fenómeno que iba a mantenerse
latente hasta la tercera década de la sociedad republicana el cual tendía a la
invisibilización del legado africano para tomar como modelo las tendencias de la cultura
europea.

Como representantes del segundo grupo podemos mencionar algunos noveles


investigadores como son el caso de David López Ximeno y Alejandro Fernández
Calderón, cuyas investigaciones a pesar de no centrarse de manera específica en el
examen de este objeto de estudio aportan información muy útil.
25
Fernando Ortiz ante el enigma de la criminalidad cubana de David López
Ximeno constituye un estudio detallado de la obra de Fernando Ortiz en lo referente al
hampa afrocubana, la llamada mala vida y otros tópicos. López en el texto realiza un
acercamiento crítico a Ortiz como jurista permitiendo ahondar en aquellos aspectos y
teorías que a lo largo del tiempo han fomentado los criterios de “inferioridad” y
“marginalidad” dentro del amplio mosaico étnico que conforma nuestra identidad.

23
Estos periódicos eran El Mundo, La Discusión y el Diario de la Marina.
24
La neo-inquisición antinegra es una definición dada por el propio autor refiriéndose a la adopción del
modus operandi de la inquisición antinegra que data de la colonia, la cual consideraba el cimarronaje
como un delito de fe porque iba en contra de los derechos inalienables de quienes ostentaban la gracia
divina los “blancos poderosos”elegidos por dios. Ella constituía una fuerza de mayor envergadura porque
esta implicaba – a diferencia de la anterior -una activa participación popular debido a la magnitud de sus
reacciones.
25
David López Ximeno: Fernando Ortiz ante el enigma de la criminalidad cubana, Fundación Fernando
Ortiz, La Habana, 2011.
La verdadera contribución de esta obra radica en el profundo análisis que realiza
su autor del controvertido tema de la criminalidad afrocubana con toda su carga de
teorías prejuicios y fanáticas historias de crímenes y criminales amparados en la
brujería, el ñañiguísmo y otras prácticas “atroces”. A lo primero que hace alusión es a
la idea de cómo la intolerancia religiosa y el racismo predominante en la época
calificaron a los ritos ñáñigos y a la prácticas de brujería “de satánicos” y “cosa de
negros”, con el objetivo de exaltar sus instintos de brutal perversidad. Proyecta como la
polémica sobre el rol del negro dentro de la sociedad cubana no desapareció con la
instauración de la República sino que se agudizo aún más, manejando la hipótesis de
que los negros y mulatos fueron los sujetos sociales naturales sobre los que recayó la
aplicación de la teoría positivista que ya tenía una notable reputación por aquellos
tiempos.26Explica como figuras de la talla de Ortiz y otros intelectuales que se
nucleaban a su alrededor atribuían un carácter criminal a estos elementos de la cultura
popular llegando al punto de construir la formulación de un análisis jurídico-lógico de
las problemáticas de la criminalidad cubana. Siendo esto muestra de cómo se
institucionalizó el prejuicio racial, cultural y religioso dentro de la norma penal y
jurídica cubana de aquella época. Plantea como dentro de las capas más elevadas de la
población negra se produjo un mutismo que condujo a la creación de un complejo de
culpa por su pasado y procedencia “atrasada”, lo que los llevaría a renegar del mismo.
También expone la tesis de cómo se llegó a conformar un “ánimo civilizador” por
parte de élite blanca en pos de la eliminación -mediante el empleo de la fuerza- de una
identidad cultural supuestamente atrasada, que se reforzaba en horrendas prácticas
religiosas que conducían al crimen. Demuestra como la imagen del hombre negro su
cultura y civilización -contrapuesta al canon del convencionalismo occidental- era
manipulada de forma grosera por la prensa y la propaganda política, las que sepultaban
al negro en la autohumillación, al desprecio por sus creencias ancestrales y por su
propia persona.

De Alejandro Fernández Calderón resulta de gran utilidad su trabajo de diploma


titulado Prensa y opinión pública: El terror negro, Cuba (1902- 1912), en especial su
segundo capítulo, titulado El negro imaginario sobre la raza “de color” .En él Fernández

26
Este pensamiento positivista manejo la teoría del “estadio inferior de civilización” que actuó como
supuesto fundamento científico para el fomento de políticas penales y penitenciarias dirigidas a combatir
los actos de violencia y manifestaciones de “salvajismo cultural y social” practicados por la “baja ralea
negra”. Esta alcanzó gran fuerza dentro los círculos de poder.
se centra en definir los diferentes estereotipos que sobre la imagen del negro proyectaba
la prensa, destacándose entre ellos el negro brujo, el negro ñáñigo y el negro
delincuente. A su vez enfatiza en el notorio papel que jugó la prensa en la difusión del
terror negro, creando un ambiente poco favorable para la estabilidad de este sector en la
sociedad. Analiza los mecanismos de defensa que utilizaron las capas negras y mulatas
para contrarrestar, desde las propias publicaciones periódicas, estas imágenes que se
difundían del negro. Exponiendo que para esto se auxiliaron de la conformación de
asociaciones culturales y de recreo, en las que estarían representados los elementos más
cultos de la “raza de color”, dentro de las que destaca la notoria labor del Club Atenas.
El aporte fundamental de este capítulo lo constituye la acertada conclusión de su autor,
que manifiesta la actitud elitista de un sector de la población blanca tendiente a un no
reconocimiento de que la brujería y el ñáñiguísmo eran el resultado tangible -en una
realidad concreta- de una nueva conciencia religiosa, conformada a partir del proceso de
la transculturación.

En resumen podemos señalar que todos los textos reflejan con claridad el clima de
un entorno social golpeado -entre tantas calamidades- por los prejuicios culturales y
religiosos, los ecos de la esclavitud y el lastre del racismo.
Conclusiones

El Triunfo de la Revolución y el derrumbe de la Unión Soviética fueron dos


acontecimientos que influyeron decisivamente en el quehacer historiográfico cubano
contemporáneo, sin dejar de tener en cuenta los periodos de retroceso que esta ha
experimentado. Ambos abrieron nuevas etapas favorables para el desarrollo de este y
para la construcción de una nueva historia, cada vez más bordada por los tintes
nacionalistas. Se evidenciaron ciertos cambios historiográficos que posibilitaron las
rupturas con los esquematismos y concepciones arcaicas y el desarrollo de una nueva
dinámica en lo concerniente a los pilares teóricos y metodológicos que se tendrían como
fundamento para la escritura de la historia y al universo temático, con la especialización
y el surgimiento de nuevos campos historiográficos. Hay que resaltar también cómo se
motivaron estos progresos hacia una elaboración historiográfica con un enfoque más
social de la historia, abriéndole paso al desarrollo de la microhistoria y al estudio de la
gente sin “historia”. No obstante los avances que se han producido en nuestra literatura
histórica, aún sobresalen las marcadas carencias que existen en la producción
historiográfica cubana contemporánea.
La historiografía contemporánea sobre el problema negro en Cuba producto de
las aperturas historiográficas que se derivaron de los dos acontecimientos señalados y
con motivo de algunas conmemoraciones dirigió su centro de realización hacia la
ampliación de su espectro temático. Dándose la tarea de perfeccionar el estudio de sus
temáticas tradicionales y enfatizar en el análisis de otras antes no estudiadas.
Abriéndose una línea de mayor sensibilidad crítica y evidenciándose la utilización de
fuentes no empleadas con anterioridad. A pesar de todas estas modificaciones
señaladas, es notorio todo el desequilibrio que existe entre las diversas aristas de este
campo historiográfico, en el cual se le presta mayor interés a determinados temas
mientras otros captan menor la atención de los investigadores.
Pese a que la posición de la intelectualidad insular frente a las prácticas religiosas
afrocubanas en el periodo de 1886-1920 se visualiza como una problemática
insuficiente de estudios por parte de la historiografía contemporánea sobre el problema
negro en Cuba, teniendo en cuenta el pequeño número de textos dedicados a ella en
comparación con otras materias trabajadas por esta historiografía en particular.
Sobresalen algunas obras que permiten ahondar en este terreno investigativo, las cuales
demuestran cómo se comportó la actitud de las élites blancas y de “color” en torno al
fenómeno religioso y cómo ambos grupos eran indiscutiblemente voceros del carácter
partidista o personalista de algunos sectores insulares. Actitud que se reflejó en el
rechazo hacia todo tipo de manifestación religiosas o de origen africano por parte de los
dos sectores, debido a que estas creencias eran consideradas por ellos como actos
incivilizados y portadores de una cultura “atrasada” y “bárbara”, que no contrastaba en
una sociedad que se regía por los estándares civilizatorios occidentales. Otro importante
elemento que se destaca es el dinámico papel que desempeñaron la prensa, como medio
de difusión masiva y las instituciones gubernamentales, como organismos represivos
en la conformación y defensa de esta posición sostenida que no dejaba de tener matices
racistas, clasistas y discriminatorios.

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