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El problema del mal en Plutarco y en la Biblia

Hoy escribe Gonzalo Del CERRO:

Una de las evidencias que no precisan demostración es la presencia del mal en la Historia. La grande de la humanidad y la pequeña
de cada hombre. Los griegos, “cuya literatura codifica en cierto modo la experiencia humana” en opinión de A. M. Malingrey, lo
expresaron en sentencias de corte lapidario.

Según Teognis de Mégara, “para los hombres terrenales lo mejor de todo es no nacer” (v. 425). El mismo Sófocles, uno de los
griegos más afortunados, lo proclamaba en su Edipo en Colono: “El no nacer supera todo encarecimiento” (lógon: v. 1225). Eran en
la apreciación de Hesíodo las tristes consecuencias del gesto de Pandora cuando abrió la caja prohibida: “Miles de desgracias
andan vagando contra los hombres, la tierra está llena de males y lleno está también el mar” (Trabajos, 94-104). Pero ya el mismo
Homero había afirmado que nada hay sobre la tierra más desdichado que el hombre (Odisea, 18, 130). Y los griegos no eran
espectadores de nuestros telediarios, que no son precisamente, lo que se dice, “la alegría de la huerta”.

Parecida visión, llena de pesimismo, encontramos en la literatura bíblica. Como consecuencia de la desobediencia de Adán, traza
Dios un cuadro de maldiciones, enemistades, trabajos y pesadumbres (Génesis 3, 14-18). La convivencia humana da inicio con la
muerte de Abel a manos de su hermano Caín. Y el mal crece a tal ritmo que se hace necesaria la gran kátharsis ("purificación") del
Diluvio (Génesis 6, 5-7).

Del pesimismo bíblico tenemos un testimonio estremecedor en las palabras del Eclesiastés o Qohéleth. El predicador, el
“arcipreste” en poética calificación de León Felipe, establece como tesis reiteradamente repetida que “vanidad de vanidades; todo es
vanidad” (Qohéleth 1, 2). La teoría de amarguras y tristezas de la vida tienen su resumen en un solemne y tremendo aforismo: “Es
mejor el día de la muerte que el día del nacimiento” (Ibid. 7, 1). En boca del mismo Qohéleth suenan unas palabras que recuerdan la
sentencia de Teognis. Es el pasaje en el que compara al abortivo, que no llegó a ver la luz ni a conocer nada, con el que tiene
numerosos hijos, vive muchos años y es presuntamente afortunado. De las dos suertes es preferible la del abortivo (Ibid. 6, 3-5).

Frente a esta realidad, tanto en Plutarco como en la Biblia, se percibe la sensación de que Dios no se ha olvidado del hombre. El
desconcierto del hombre ante la presencia del mal nace de la dificultad de hacer compatibles las desgracias humanas con la bondad
de Dios, con la afirmación bíblica de que Dios ha hecho bien todas las cosas. Era como el estribillo que cerraba cada una de las
obras de la creación: “Vio Dios todo lo que había hecho, y era todo muy bueno” (Génesis 1, 31).

La Providencia es una actitud divina que significa atención y cuidado de Dios hacia sus criaturas. Plutarco aborda el tema en varios
de sus tratados Morales. El término griego profusamente utilizado por el queronense es prónoia (previsión, provisión). Va usada
como cualidad de Zeus, de Afrodita, de Dike y como opuesta a týkhe (fortuna, suerte). El hebreo bíblico carece de un término
equivalente a prónoia. Dos palabras podrían traducirla, y de hecho la traducen en la Vulgata: pequdáh, que la Biblia griega traduce por
episkopé (visita) y etsáh que da en el griego boulé (consejo). La expresión latina del Eclesiastés (5, 5) non est Providentia en griego
es ágnoiá estin (hay ignorancia). En un contexto en que Plutarco trata del destino (eimarméne), después de afirmar que el destino lo
comprende todo, añade que la Providencia abarca el destino.

Es entonces cuando da una solemne definición de la prónoia: “Es –dice- el primer proyecto (nóesis) o designio (boúlesis) del Dios
primero, que es bienhechor de todos” (Sobre el destino 572 f). Nada sucede al margen de la Providencia, porque el hecho es que los
dioses lo presiden (prytaneúousin) todo (Consolación a Apolonio 111 e), frase que recuerda las palabras de Pablo sobre Cristo (en
pâsin proteúon: Colosenses 1, 12). En el mismo diálogo Sobre el destino cita a Platón cuando decía que este mundo vino a la
existencia dià tèn toû theoû prónoian (por la providencia de Dios: Timeo 30 b).

Como en Plutarco, la Providencia de Dios tiene en la Biblia un componente intelectual y una actitud de benevolencia. “Con Dios está
la sabiduría y el poder, el consejo y la inteligencia” (Job 12, 13). Y ese Dios fuerte, sabio y prudente mira con atención lo que sucede
en la tierra. La fórmula ofthalmoì kyríou (los ojos de Yahvéh) se usa para describir esta actitud. “Sus ojos están sobre los caminos del
hombre” (Job 34, 21). Sencillamente porque Dios “cuida de todos” (pronoeî perì pánton: Sabiduría 6, 7).

Entre tantos pasajes que abundan en estas ideas, podemos quedarnos con los capítulos 38-41 de Job, que son una especie de
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El problema del mal en Plutarco y en la Biblia

Hoy escribe Gonzalo Del CERRO:

Una de las evidencias que no precisan demostración es la presencia del mal en la Historia. La grande de la humanidad y la pequeña
de cada hombre. Los griegos, “cuya literatura codifica en cierto modo la experiencia humana” en opinión de A. M. Malingrey, lo
expresaron en sentencias de corte lapidario.

Según Teognis de Mégara, “para los hombres terrenales lo mejor de todo es no nacer” (v. 425). El mismo Sófocles, uno de los
griegos más afortunados, lo proclamaba en su Edipo en Colono: “El no nacer supera todo encarecimiento” (lógon: v. 1225). Eran en
la apreciación de Hesíodo las tristes consecuencias del gesto de Pandora cuando abrió la caja prohibida: “Miles de desgracias
andan vagando contra los hombres, la tierra está llena de males y lleno está también el mar” (Trabajos, 94-104). Pero ya el mismo
Homero había afirmado que nada hay sobre la tierra más desdichado que el hombre (Odisea, 18, 130). Y los griegos no eran
espectadores de nuestros telediarios, que no son precisamente, lo que se dice, “la alegría de la huerta”.

Parecida visión, llena de pesimismo, encontramos en la literatura bíblica. Como consecuencia de la desobediencia de Adán, traza
Dios un cuadro de maldiciones, enemistades, trabajos y pesadumbres (Génesis 3, 14-18). La convivencia humana da inicio con la
muerte de Abel a manos de su hermano Caín. Y el mal crece a tal ritmo que se hace necesaria la gran kátharsis ("purificación") del
Diluvio (Génesis 6, 5-7).

Del pesimismo bíblico tenemos un testimonio estremecedor en las palabras del Eclesiastés o Qohéleth. El predicador, el
“arcipreste” en poética calificación de León Felipe, establece como tesis reiteradamente repetida que “vanidad de vanidades; todo es
vanidad” (Qohéleth 1, 2). La teoría de amarguras y tristezas de la vida tienen su resumen en un solemne y tremendo aforismo: “Es
mejor el día de la muerte que el día del nacimiento” (Ibid. 7, 1). En boca del mismo Qohéleth suenan unas palabras que recuerdan la
sentencia de Teognis. Es el pasaje en el que compara al abortivo, que no llegó a ver la luz ni a conocer nada, con el que tiene
numerosos hijos, vive muchos años y es presuntamente afortunado. De las dos suertes es preferible la del abortivo (Ibid. 6, 3-5).

Frente a esta realidad, tanto en Plutarco como en la Biblia, se percibe la sensación de que Dios no se ha olvidado del hombre. El
desconcierto del hombre ante la presencia del mal nace de la dificultad de hacer compatibles las desgracias humanas con la bondad
de Dios, con la afirmación bíblica de que Dios ha hecho bien todas las cosas. Era como el estribillo que cerraba cada una de las

Editado por
Antonio Piñero
Licenciado en Filosofía Pura, Filología Clásica y Filología Bíblica Trilingüe, Doctor en Filología Clásica, Catedrático de Filología
Griega, especialidad Lengua y Literatura del cristianismo primitivo, Antonio Piñero es asimismo autor de unos veinticinco libros y
ensayos, entre ellos: “Orígenes del cristianismo”, “El Nuevo Testamento. Introducción al estudio de los primeros escritos cristianos”,
“Biblia y Helenismos”, “Guía para entender el Nuevo Testamento”, “Cristianismos derrotados”, “Jesús y las mujeres”. Es también
editor de textos antiguos: Apócrifos del Antiguo Testamento, Biblioteca copto gnóstica de Nag Hammadi y Apócrifos del Nuevo
Testamento.

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Tendencias 21 (Madrid). ISSN 2174-6850

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