INTRODUCCION
212 terior. Este mismo tipo de fenómenos se ha apreciado para otros morfemas,
y en otros idiomas, lo cual dice de su generalidad.
TABLA 1
Español Inglés
Pero ¿cómo es posible que los niños, que comienzan produciendo correc-
tamente formas irregulares, posteriormente no lo hagan y aparentemente pa-
rezca que retroceden en su evolución? Cualquier respuesta a este problema
necesariamente está en contra de las explicaciones que suponen que el apren-
dizaje del lenguaje se acomoda a principios como el del ejercicio, o la imita-
ción, que han sido utilizados por los teóricos del aprendizaje S-R. Pues ¿cómo
un niño que usa correctamente en principio una forma, y que está expuesto
a un determinado modelo lingüístico, llega después a producir formas erró-
neas?
De la misma forma, tampoco se puecle explicar esta paradójica evolución
por el principio de que el cambio en la evolución del lenguaje es producido
por los esfuerzos del niño por resolver los problemas de comunicación, es de-
cir, por encontrar recursos lingüísticos que permitan codificar los significados
que pretende expresar (Bates y McWhinney, 1982). En este caso, ¿por qué
debería el niño sustituir formas que expresan el significado de una manera
correcta desde el punto de vista gramatical, semántico, y pragmático, y que,
en consecuencia, son adecuadas para la comunicación, por unas formas que
no significan ninguna mejora desde el punto de vista comunicativo? (Bower-
man, 1982).
La única explicación concordante con los datos, es que el proceso evolu-
tivo que hemos visto ejemplificado refleja los esfuerzos de los niños por do-
minar los problemas que les plantea el sistema lingüístico. Los niños, en ese
esfuerzo, muestran una disposición hacia la elaboración de esquemas (hipó-
tesis) cada vez más refinadas, diferenciadas, e integradas que las anteriores
(Bowerman, 1981, 1982; Pérez Pereira, en prensa), hasta llegar a uno que es
lo suficientemente desarrollado como para dar cabida a las excepciones.
Hay otro ejemplo que quisiera tratar que también refleja ese mismo pro-
ceso. Tiene que ver con el empleo de verbos causativos (Bowerman, 1974,
1982).
Determinados verbos como «cerrar», «matar», «tirar», «romper», «po-
ner», etc., expresan implícitamente un rasgo semántico de causalidad /CAU- 21 3
SA/ en su significado, en oraciones transitivas. Por ejemplo, «matar» es ha-
cer o causar que algo o alguien muera; «tirar» es hacer que algo caiga; «traer»
es hacer venir algo, etc. Otros verbos, como «ir», «morir», etc. no expresan
causalidad y van en oraciones intransitivas (Ver ejemplos en Tabla II.)
TABLA II
Verbos causales
Los niños ingleses (no conozco estudios con niños españoles) manifiestan
una pauta evolutiva semejante a la que hemos visto al hablar de los mode-
rnas en la expresión de estos significados 2.
Durante el periodo inicial de las primeras combinaciones de palabras los
niños emplean correctamente verbos causativos como los que hemos visto,
en oraciones transitivas; y verbos intransitivos como «caer», «venir», «ir» o
«morir», en oraciones intransitivas y no causativas (I come = yo vengo; bottle
fall= la botella cae). (Ver ejemplos en tabla III.)
TABLA III
Formas plurifuncionales
Observación 107: (...) pero hacia los 2;6 igualmente llama con el térmi-
no «la babosa» a las babosas que vamos a ver cada mañana a lo largo de
cierto camino. A los 2;7 (2) exclama: «—¡1-ie1a aquí!» cuando ve una; diez
metros más allá vemos otra y dice: «—¡Aún la babosa!» («encore la lima- 215
ce»). Yo contesto: «—Pero ¿no es otra?» Jacqueline vuelve entonces sobre
sus pasos para ver la primera: «—¿Entonces es la misma?» «—Sí». «—¿Otra
babosa?» «—Sí» «—¿Otra o la misma?» «—...». La pregunta no tiene sen-
tido para J. (Piaget, 1946-1973:310).
TABLA IV
Formas plursfuncionales
ADQUISICIÓN:
Fase II:
Determinante: «C'est la méme d'hier» (= es la misma de ayer).
Descriptor: *«la méme de vache» (= la misma de vaca).
*«J'ai une de méme de vaches chez moi» (= tengo una de la misma de vacas en casa).
b) «Los/Las»
Pluralizador: indicando que son varios los ejemplares, frente al singular.
«Los libros» vs. «el libro».
Totalizador: indicando una totalidad; todos los ejemplares de una colección.
«Dame los coches» (todos los coches que están junto con otros juguetes).
ADQUISICIÓN
Español
Patín Patines -es
Rubí Rubíes -es
Casa Casas -s
Paragüas Paragüas -O
Alemán
der Onkel (el tío) die Onkel o
die Mutter (la madre) die Müter diéresis
der Hund (el perro) die Hunde -e
die Hand (la mano) die Hánde -e + diéresis
das Kind (el niño) die Kinder -er
der Mann (el hombre) die Mánner -er + diéresis
die Blume (la flor) die Blumen -n
die Klammer (la pinza) die Klammern -n
das Ohr (la oreja) die Ohren -en
das Auto (el coche) die Autos -s
chas más variantes. En la tabla V aparece una muestra de los diferentes pa-
trones de formación del plural en alemán. Como se aprecia en ellos, los plu-
rales en alemán pueden llevar sufijo cero, o diéresis, o uno de los cuatro su-
fijos -e, -er, -en/-n, y -s, cada uno con o sin diéresis. Pero no hay ningún cri-
terio morfológico o fonológico que nos diga con qué tipo de nombres va cada
marcador, y como consecuencia, no hay diferenciación funcional entre ellos.
Es precisamente esa multiplicidad de formas e irregularidad para expre-
sar la pluralidad en el sistema derivativo alemán la que hace que los niños
alemanes dominen la producción de plurales sensiblemente más tarde que los
niños españoles (o ingleses) —hacia los 3;6 años, e incluso hasta después de
los 5, en algunos casos (Park, 1978)—, y, también, que cometan tantos erro-
res en su uso. Así, por ejemplo, emplean a veces el plural en contextos en
que habría que emplear un singular. Lo cual indica que los plurales no se
aprenden como contrapartida funcional del singular, no habiendo todavía es-
tablecido una relación entre las formas plurales y los significados de plurali-
dad que expresan. Otras veces cometen errores de doble marcaje, añadiendo
un marcador de plural (generalmente -n) a un nombre que ya es plural (kin-
dern<[ kind+ er] + n). Error que revela la dificultad que tienen los niños para
identificar los plurales en el habla adulta, y que hace que su aprendizaje sea
uno a uno (piecemeal learning) (Bowerman, 1981).Esta opacidad del marcaje
del plural en alemán se aprecia al comparar palabras en plural como «Man-
ner» (hombres) y «Kinder» (niños) con una palabra en singular como «Mut-
ter» (madre).
Hay también otras lenguas en las que la expresión de la pluralidad es tan
compleja e irregular, como por ejemplo el árabe hablado en Egipto, que el
dominio de este subsistema se hace tremendamente largo y difícil para los
niños, que no llegan a un dominio pleno del mismo sino hasta los quince
años (Omar, 1970).
En general, cuanto más clara y sencilla es la expresión o marcaje lingüís-
tico de un significado, antes se dominarán las formas que lo representan (Slo-
218 bin, 1973, 1985). Cuando un significado se expresa en una única forma y de
manera clara, más fácilmente se dominará su expresión lingüística. Como en
el caso de los plurales alemanes y de las formas plurifuncionales no hay esa
transparencia y simplicidad, su adquisición se hace más difícil. En el primer
caso, porque hay una multiplicidad de formas cuyas circunstancias de empleo
no están claras para expresar un único significado. En el segundo, porque una
única forma expresa varios significados diferentes.
Aumentativos y diminutivos
Concordancia de género
Otro ejemplo diferente se refiere al establecimiento de la concordancia de
género (Karmiloff-Smith, 1979; Pérez Pereira y Rodríguez, 1985).
Sabemos que en lenguas como el castellano y el francés, o el gallego y el
catalán (pero no así el inglés), los nombres pueden ser masculinos, femeni-
nos o neutros, en cuanto a su género; y que el adjetivo, cuando tiene género
diferenciado, concuerda con el género del sustantivo. No obstante, la atribu-
ción de género al sustantivo se puede realizar en función de tres claves, que
nosotros vamos a analizar separadamente, aun cuando en la realidad suelen
ir en combinación. (Ver ejemplos en tabla VI).
La primera es el sufijo o terminación del sustantivo. Generalmente —aun
cuando esto es sólo una tendencia, con excepciones—, los nombres que aca-
ban en -/o/ son masculinos, y los que terminan en -/a/ son femeninos (An-
derson, 1961; Rosemblat, 1962). Esta es una característica morfofonológica
del español que tienen también sus equivalencias en otras lenguas, como el
francés.
Además, también existe otra clave que nos proporciona información so-
bre el género de un sustantivo: el género del artículo que lo precede.
TABLA VI
Los ejemplos que he propuesto creo que exponen de una forma clara que
los niños prestan atención a los problemas estructurales y formales del len-
guaje, que tratan de resolver. En algunos casos los niños cometen errores tar-
díos (modernas irregulares, formas plurifuncionales, verbos causativos), que,
a pesar de que pueden parecer un retroceso, deben ser interpretados evolu-
tivamente como un paso adelante en el análisis del significado y uso de esas
formas. De ahí la necesidad de conocer la evolución en el proceso de adqui-
sición para poder comprender el significado de los «errores» lingüísticos que
cometen los niños.
Como he apuntado anteriormente, tales errores no pueden ser interpre-
tados desde una perspectiva teórica conductista, pues son antecedidos por el
empleo de formas correctas; ni tampoco lo pueden ser desde una perspectiva
funcionalista cruda, según la cual los cambios lingüísticos se producen por la
necesidad de precisión y adecuación comunicativa de los niños.
Más bien dichos errores deben ser interpretados en función de los esfuer-
zos que los niños realizan por aprender los aspectos estructurales y formales
del sistema lingüístico. En esos intentos los niños manifiestan procesos de
reorganización de sus esquemas, que van en la dirección de adquirir un
sistema más integrado y diferenciado, a la vez, en el que, al final, hay un
sistema de reglas que tienen en cuenta las excepciones y peculiaridades, en
los casos en que la expresión de significados no se hace de una manera clara
y sencilla. En ese proceso los niños parten de una etapa en que no existe un
análisis 3 de las formas que usan, y pasan por una etapa intermedia de sobre-
rregularización y sobreexplicitación de los significados, con empleo de formas
no convencionales, pero que revelan un avance en cuanto al análisis de los
problemas que plantean.
Ese proceso de reorganización del sistema lingüístico que se da en su pro-
ceso de adquisición no es algo que únicamente ocurra en este área de expe-
riencia, sino que es también común a otros ámbitos. Karmiloff-Smith e In-
helder (1975) han determinado la existencia de procesos semejantes en la re-
solución de problemas físicos (equilibración de bloques de madera), y varios
autores (Bowerman, 1981, 1982; Karmiloff-Smith, 1983; Pérez Pereira, en
prensa) han señalado paralelismos existentes entre la resolución de ciertos
problemas que plantea la experiencia física y la lingüística.
Esa reorganización de los propios sistemas de reglas o esquemas que ma-
nifiestan los seres humanos en su desarrollo parece exclusiva de la especie, e
implica la capacidad para trabajar sobre sus propias representaciones de una
manera espontánea, convirtiéndolas en objetos de su actividad cognitiva. Por
eso precisamente, el comportamiento de los niños «va más allá del éxito»
—más allá de la comunicación exitosa o más allá del logro de una meta-
(Karmiloff-Smith, 1983b), y sólo se puede comprender si atendemos a esos
procesos más abstractos que juegan un papel tan fundamental en la forma
que toma su evolución.
Los casos tratados en la segunda parte (diminutivos y aumentativos, com-
paración de la adquisición del plural en español y alemán) han servido para
ilustrar algunas de las condiciones que facilitan o dificultan el dominio de cier-
tas formas o subsistemas lingüísticos, en concreto, los principios de consis-
tencia y transparencia semántica, y cómo operan.
En la tercera parte hemos visto de qué manera los niños son sensibles a
las claves propiamente lingüísticas en su tarea de diferenciar clases de pala-
bras, y también en la adquisición de la concordancia de género.
Asimismo, el desarrollo de las narrativas infantiles ha puesto de mani- 225
fiesto con claridad que los niños descansan cada vez más en los elementos
intralingüísticos a la hora de elaborar sus relatos. Ellos evolucionan desde un
nivel de referencia exofórica o deíctica, a elementos externos al propio dis-
curso, hasta uno en que la referencia se realiza entre elementos lingüísticos
del propio relato, logrando así una coherencia interna antes inexistente. De
nuevo se aprecia en este cambio evolutivo la existencia de procesos de reor-
ganización de los sistemas (estrategias) de referencia que emplean. En defi-
nitiva, este proceso evolutivo revela el progresivo dominio de los recursos pro-
pios del sistema lingüístico y su introducción cada vez más plena en él.
Precisamente, por todo ello, no es posible dar una explicación completa
de cómo los niños adquieren el lenguaje apelando a otros ámbitos de la ex-
periencia —como la social y la relacionada con el manejo físico y represen-
tativo de objetos—. El lenguaje, en tanto sistema, plantea determinados pro-
blemas que deben ser abordados en sí mismos, y mediante el esfuerzo inte-
lectual del niño por resolverlos de una manera específica. En el desarrollo no
se puede decir que haya un área de experiencia —sea ésta física, social, lin-
güística...— privilegiada o fundamental, y que irradie soluciones a otros ám-
bitos de una manera mecánica. Por el contrario, cada tipo de experiencia plan-
tea sus propios problemas que el niño debe resolver con los instrumentos ge-
nerales y específicos que posea. En este sentido, el lenguaje constituye un es-
pacio formal que plantea sus propios problemas, diferentes de otros. Por ello,
una teoría de la adquisición del lenguaje que pretenda ser completa no puede
pasar por alto estos hechos.
Resumen
Se argumenta mediante una serie de ejemplos cruciales que los niños trabajan sobre sus pro-
pios esquemas lingüísticos, que modifican, a lo largo de su desarrollo, y que son sensibles a la
información estrictamente lingüística en ese proceso de construcción. Los casos aquí presentados
de errores posteriores a un uso aparentemente correcto son indicativos de procesos que revelan
la insuficiencia de las explicaciones sociocomunicativas de carácter reduccionista. Los que se apor-
tan acerca de la construcción de clases de palabras, concordancia de género, y coherencia en el
relato, ponen de manifiesto cómo los niños toman en cuenta claves intralingüísticas en sus in-
tentos por dominar el lenguaje, que constituye en sí mismo un área de experiencia que suscita
el interés y esfuerzo intelectual de los niños.
Abstract
It is argued by using a few crucial example!, that children work on their own linguistic !che-
mas, which they modify, and that they are sensitive so the strictly linguistic information in that
constructive process. Later errors are presented here that indicase processes which show the ina-
dequacy of sociocommunicative explanations. Other examples, such as the building of word ca-
tegories, gender agreement, and narrative coherence, show that children take into account in-
tralinguistic cues in their attempts to master language. This constitutes an area of experience
that arouse children's interest and intellectual effort.
Résumé
On argumente au moyen d'une série d'exemples qui les enfants travaillent sür ses propres
schémes linguistiques, qu'ils modifient, au bague de ce développement, et qu'ils sont sensibles
á l'information estrictement linguistique dans ce proas de construction. Les cas ici exposés
d'erreurs posterieurs á une usage en apparence correct, tont indicatives do proas qui révélent
l'insuffisance de explications socio-communicatives de caractére reduccioniste. Ces qui s'appor-
tent tür la construction do classes de paroles, concordance de genre, et cohérence dans la narra-
tion, ils mettent de man:11de comme les enfants prisent des deis intralinguistiques dedans ses
226 intentions par dominer le langage, que constitue dans lui-méme un champ d'expérience qui sus-
cite l'intérét et l'éffort intellectuel des enfants.
Notas
Ruth Berman (1986) ha encontrado que los niños que hablan el hebreo (una lengua semí-
tica) se comportan de una manera semejante a los niños hablantes del inglés. Esto, de nuevo,
avala la posible universalidad del proceso.
La misma prueba realizada con cajas, y no con muñecas, daba un resultado diferente, es-
cogiendo los niños cualquiera de las dos cajas, tanto cuando se utilizaba la fórmula «un Zav»,
como cuando se empleaba la fórmula «Zav». Esto indicaría el peso de factores semánticos y prag-
máticos en la determinación del referente de la palabra, puesto que los nombres propios suelen
usarse con personas, subrogados de personas (muñecos), o animales domésticos. En cualquier
caso, esto no invalida el efecto de la presencia o ausencia del artículo apreciado con muñecos
como objetos.
3 Bowerman (1982) trata el tema de si estas formas lingüísticas originales son realmente no
analizadas. Más bien, habría que relativizar esa afirmación, según ella, dado que sí hay un cierto
análisis en lo que se refiere al aspecto de referencia del significado de una forma, pero no al del
sentido.
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