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LA LEYENDA DE LOS PURURAUKAS: Los soldados de piedra de los Incas

Se cuenta que cuando el anciano Inca Viracocha y su hijo,


el príncipe heredero Urco, huyeron cobardemente de la
capital abandonando a los cuzqueños a su suerte ante la
inminente llegada del poderoso ejército chanca,
compuesto por unos 50 mil soldados, quienes habían
constituido un reino belicoso en Apurimac (al norte del
Cuzco) desde el cual amenazaron con conquistarlos. Ante
la gravedad del peligro, el príncipe Cusi Yupanqui -
hermano menor de Urco y segundo en la sucesión - solicitó
el retorno de su padre para que dirigiera la defensa del
reino. Pero ante la reiterada negativa del Inca a su pedido, Cusi Yupanqui - que tomo el nombre
de Pachacutec - se puso al frente del ejército para combatir a los chancas, que tenían fama de
ser feroces y sanguinarios y de los cuales se decía que jamás habían sido vencidos en batalla. Es
por ese motivo que Pachacutec decidió reclutar a algunas etnias vecinas para resistir juntos a
los invasores, pero nadie quiso unírseles más que los Canas. Cuando el ejército inca de 10 mil
hombres se postró en el campo de batalla para esperar al enemigo que lo quintuplicaba en
número de combatientes, ordenó levantar en las colinas cercanas pequeños montículos de
piedra disfrazados de soldados para que a la distancia el ejército pareciera más numeroso.
Según el relato, en plena batalla, los montículos de piedra, cobraron vida por voluntad de los
dioses para favorecer a los incas, gracias a la ayuda divina por proporcionarles estos formidables
guerreros de piedra, los cuales garrote en mano, dieron fácil cuenta de los chancas, quienes
vencidos y aterrorizados ante semejantes monstruos del Averno, arrojaron sus armas y huyeron
precipitadamente para salvar sus vidas, siendo alcanzados y exterminados en su mayor parte
por los incas, quienes en un avance espectacular invadieron su reino y lo anexaron a su naciente
Imperio. Los sobrevivientes de la matanza terminaron convertidos en esclavos y solo unos
pocos liderados por Anqo Ayllo y Usccovilca - sus desgraciados generales - se refugiaron en la
inmensidad del Amazonas, para escapar del castigo merecido y desaparecieron así de la
historia. En cuanto al victorioso Pachacutec, destrono a su padre Viracocha, proclamándose
emperador y con el realmente empezó la gloria del Imperio de los Incas. Se dice que los míticos
guerreros al ver cumplida su misión, volvieron a convertirse en piedras; muchas de ellas fueron
llevadas a los principales templos para ser venerados como dioses hasta la llegada de los
españoles.

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