Introducción:
La presencia del movimiento ciudadano no es un elemento reciente. Todos los días somos
testigos de la enorme brecha que existe entre lo que se dice y lo que se hace. Esto, que no es
nuevo, ha venido generando un sentimiento de frustración, de impotencia y hasta de rabia,
primero externado en limitados círculos sociales, luego trasladado a las redes sociales y, hasta
hace relativamente poco, llevado al punto de impulsar la creación de movimientos
ciudadanos que se cansaron de esperar, criticar y lamentarse.
Es así, que el movimiento ciudadano surge por la necesidad de las personas, para tener
una participación real en el poder público, es decir, “actúa al margen de la institucionalidad
política con la vocación de constituirse en actor en la esfera pública” (Aguilar, Bretones, &
Pastor, 2012) y “la necesidad de apostar por una ciudadanía participativa, sobreponiéndose
a la limitación liberal” (Rodriguez Alba, 2014).
Desarrollo:
Uno de los cauces de lucha para impulsar el protagonismo del pueblo han sido las
asociaciones de vecinos y todo un amplio conjunto de iniciativas sociales que han
configurado el movimiento ciudadano.
“Los movimientos ciudadanos de hoy han encontrado puntos de interés general como la
seguridad, la educación, la modernización del Estado, la lucha contra la corrupción y la
transparencia” ( Sáenz Marinero, 2016). Considerándose así que “los movimientos
ciudadanos parecen ser la única salida para retomar el control del Estado y sus instituciones”
(Alvarado, 2018), y se debe tomar en cuenta la participación ciudadana ya que va más allá,
y “supone la implicación de las personas y de los colectivos en la adopción de las decisiones
que van a repercutir sobre sus vidas” (Pleguezuelo, 2015).
La corrupción genera un costo económico, pero también un costo social y moral, y por esta
razón se viene dando movilizaciones en su contra. Un claro ejemplo son las marchas contra
con corrupción que se dieron en el país, rechazando los actos de corrupción en la política
peruana, que posterior a ello se dio una consulta popular, el referéndum. En lo cual los
peruanos respaldaron los proyectos sobre la Junta Nacional de Justicia (que reemplaza al
Consejo Nacional de la Magistratura tras la crisis de los audios), la regulación del
financiamiento a los partidos y la prohibición de la reelección parlamentaria inmediata. En
contraste, rechazó el retorno al sistema parlamentario bicameral, Y que con estos resultados
“no hay aquí vencedores ni vencidos, aquí quien ha ganado es el pueblo del Perú.” (Vizcarra,
2018).
En la lucha contra la corrupción, una acción de interés para todos los grupos y necesaria para
la sostenibilidad sería necesario “fomentar entre la población en general un sentido de
ciudadanía ética” (Zapata, 2015) en la cual se valorice la independencia crítica frente a los
partidos políticos. Asimismo, el rol de los partidos políticos como intermediadores entre la
sociedad y el Estado debe ser renovado y fortalecido.
“El mecanismo que puede romper el tejido corrupto se basa en la cooperación, en la
interacción entre todos los actores, desde los movimientos ciudadanos, a las universidades,
las instituciones, las distintas figuras jurídicas” (Fundación Cesar Manrique, 2015).
Los movimientos ciudadanos que encaran este futuro, no incierto, sino extremada y
peligrosamente cierto, aparecen como “un actor político nuevo” (Aguilar, Bretones, &
Pastor, 2012) y, esperemos que esta nueva perspectiva de los movimientos ciudadanos nos
sirva como instrumento original para revitalizar las sociedades civiles desde abajo y forzar
un cambiar de rumbo.
Sin embargo, lograr acciones ciudadanas articuladas para generar un cambio social o una
reforma puede ser un reto importante a superar, por lo tanto, todas las organizaciones pueden
trabajar desde diferentes espacios con un objetivo común para reducir la corrupción y
fortalecer las instituciones del país, la ciudadanía organizada en este tipo de movimientos,
seria en primera instancia “un primer paso para ir buscando consensos sobre cuáles son los
temas prioritarios y como el sector privado y las organizaciones sociales pueden ser parte de
la solución para apoyar la lucha contra las distintas formas de corrupción que existen”
(Zapata, 2015).
Conclusión:
El agravio imperante en estos días hacia la clase política, ése descontento ciudadano
generalizado consecuencia de la situación de crisis, el aumento de las movilizaciones, la
agitación de los partidos políticos en temporada electoral, llevan a nuestros conciudadanos a
pretenden hacer visible su desentendimiento respecto a las circunstancias, su enfado con los
gobernantes o simplemente canalizando todas sus fuerzas con una rebelión muy digna pero
errónea en los términos.