Siglas
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VELADO GRAÑA, B., Vivamos la santa Misa, Madrid, BAC pop. 1986
2 Síntesis de la Eucaristía
Introducción
tiempo para informarse acerca de los habían creído «perseveraban en oír la en-
sagrados misterios de la eucaristía, señanza de los apóstoles, en la unión, en la
que constituyen sin duda el centro vi- fracción del pan [la eucaristía] y en la ora-
tal de su existencia? Sí, será posible, es ción» (Hch 2,42). «Reunidos cada día del
Señor [el domingo], partid el pan y dad gra-
posible. ¿Espera, acaso, este cristiano
cias [celebrad la eucaristía]» (Dídaque 14).
progresar en la participación eucarís-
tica por la mera repetición de asisten- Siglo II.–«Celebramos esta reunión gene-
cias? La realidad defrauda, sin duda, ral [eucarística] el día del sol [el domingo],
pues es el día primero, en el que Dios creó
esta esperanza. ¿O quizá espere ese el mundo, y en que Jesucristo resucitó de
progreso espiritual de una cierta cien- entre los muertos» (San Justino, I Apología
cia infusa? 67).
Anímense, pues, los cristianos a pro- Siglo III.–«En tu enseñanza, invita y ex-
curar un mayor conocimiento de la li- horta al pueblo a venir a la asamblea, a no
turgia de la misa, para que puedan ce- abandonarla, sino a reunirse siempre en
lebrar los sagrados misterios con ma- ella; abstenerse es disminuirla. Sois miem-
yor provecho y gozo, y la mente en bros de Cristo; no os disperséis, pues, le-
ellos concuerde con su voz. jos de la Iglesia, negándoos a reuniros. Cris-
to es vuestra cabeza, siempre presente, que
os reune; no os descuidéis, ni hagáis al Sal-
Llamada a los cristianos vador extraño a sus propios miembros. No
alejados de la eucaristía dividáis su cuerpo, no os disperséis»
(Didascalia II,59,1-3).
La vida cristiana es una vida eclesial,
que tiene su corazón en la eucaristía. No Es clara, pues, y constante desde el
puede haber, pues, vida cristiana en un principio de la Iglesia, la convicción
alejamiento habitual de la eucaristía, y de que los cristianos, ante todo, hemos
por tanto, de la Iglesia. Por eso la Igle- sido congregados como pueblo sacerdotal,
sia, que nunca da leyes que no sean para ofrecer a Dios la eucaristía, el sa-
estrictamente necesarias, dispone en crificio de la Nueva Alianza. En me-
su Código de vida comunitaria: «El do- dio de una humanidad que da culto a
mingo y las demás fiestas de precepto los la criatura y se olvida de su Creador,
fieles tienen obligación de participar en despreciándolo (+Rm 1,18-25), ésa es,
la misa» (cn. 1247). Manda esto la Igle- como asegura San Pedro, nuestra
sia porque está convencida de que los identidad fundamental:
fieles no pueden permanecer vivos en «vosotros, como piedras vivas, sois edi-
Cristo si se alejan de la eucaristía de ficados en casa espiritual y sacerdocio san-
modo habitual y voluntario. Desde el to, para ofrecer sacrificios espirituales,
comienzo de la Iglesia los cristianos aceptos a Dios por Jesucristo». Así pues,
«vosotros sois linaje escogido, sacerdocio
han sido siempre hombres que el domin-
real, nación santa, pueblo adquirido para
go celebran la eucaristía. Y así seguirá pregonar el poder del que os llamó de las
siéndolo hasta el fin de los siglos. Re- tinieblas a su luz admirable» (1Pe 2,5.9).
cordemos aquí sólamente algunos tes-
timonios documentales: Sería vano excusarse de la asistencia a
la eucaristía, alegando que, sin ella, puede
Siglo I.–Jesús murió en la cruz «para con- vivirse la moral evangélica, que es lo más
gregar en uno a todos los hijos de Dios, que
importante. Sí, hemos sido llamados
están dispersos» (Jn 11,52). Por eso los que
6 Síntesis de la Eucaristía
los cristianos a una vida moral nueva, sangre permanece en mí y yo en él» (Jn
que sea en el mundo luz, sal y fermen- 6,53.56). Así pues, «tomad, comed mi cuerpo
to. Es cierto. Pero recordemos sobre y bebed mi sangre. Haced esto en memoria
esto dos verdades fundamentales: mía» (+Mt 26,26-28; 1Cor 11,23-26).
mas» (2Cor 2,4). «En el nombre de cosas sensibles, que él ofrece a Dios
Cristo os suplicamos» (2Cor 5,20): «no como signo de la sujeción y del honor
os engañéis» (1Cor 6,9; 15,33; Gál 6,7), que le debe». Ahora bien, «siendo esto
pensando que la eucaristía no os es precisamente lo que se expresa en la
necesaria, «no recibáis en vano la gra- idea de sacrificio, se sigue que la obla-
cia de Dios» (2Cor 6,1). «Miremos los ción de sacrificios pertenece al derecho
unos por los otros, no abandonando natural» (STh II-II,85,1).
nuestra asamblea, como acostumbran El sacrificio exterior-litúrgico es, pues,
algunos» (Heb 10,24-25). signo del sacrificio interior-espiritual,
Quiera Dios que las páginas que si- por el cual el hombre, él mismo, se en-
guen sean una ayuda para los cristia- trega devotamente a su Creador, y
nos que «perseveran en oir la ense- sólo a Él, en alabanza y acción de gra-
ñanza de los apóstoles y en la fracción cias, en súplica de perdón y de favor
del pan», y un estímulo también para (+85,2; III,82,4). Y suele implicar algún
aquellos cristianos que viven, que modo de alteración del bien ofrecido a
malviven, alejados de la eucaristía, Dios: perfume derramado, incienso
donde Cristo se manifiesta y se comu- quemado, animal sacrificado.
nica a sus fieles. Pues bien, el sacrificio redentor de Je-
sucristo lleva a su plenitud, en la eu-
caristía de la Iglesia, una larga, muy
larga, historia religiosa de la humani-
dad. Y en esto, como en otro lugar he-
divino para el holocausto. «El Dios que plenitud de los tiempos mesiánicos,
respondiere con el fuego, ése sea Dios». dispondrá el sacrificio de un cordero
Esto sí convence al pueblo, que aprueba: redentor.
«Eso está muy bien».
«He aquí a mi siervo, a quien yo sosten-
Los profetas de Baal, de la mañana al go, mi elegido, en quien se complace mi
mediodía, se desgañitan llamando a su alma. He puesto mi espíritu sobre él, y él
Dios, saltando según sus ritos, sangrán- dará la Ley a las naciones... Yo te he for-
dose con lancetas. Todo inútil. Elías ironiza: mado y te he puesto por Alianza para mi
«Gritad más fuerte; es dios, pero quizá esté pueblo, y para luz de las gentes»... (42,1.6).
entretenido conversando, o tiene algún ne- «Tú eres mi siervo, en ti seré glorificado»
gocio, o quizá esté de viaje»... (49,3).
«Entonces Elías dijo a todo el pue- «He aquí que mi Siervo prosperará, será
blo: Acercáos». Y tomando «doce pie- engrandecido y ensalzado, puesto muy
dras, según el número de las tribus de alto... Se admirarán de él las gentes, y los
los hijos de Jacob, alzó con ellas un al- reyes cerrarán ante él su boca, al ver lo que
tar al nombre de Yavé». Hizo cavar en jamás vieron, al entender lo que jamás ha-
torno al altar una gran zanja, que man- bían oído» (52,13-15).
dó llenar de agua. Y después clamó: «No hay en él apariencia ni hermosura
«“Yavé, Dios de Abraham, de Isaac y que atraiga las miradas, no hay en él belle-
de Israel... Respóndeme, para que za que agrade. Despreciado, desecho de los
todo este pueblo conozca que tú, oh hombres, varón de dolores, conocedor de
Yavé, eres Dios, y que eres tú el que todos los quebrantos, ante quien se vuelve
el rostro, menospreciado, estimado en
les ha cambiado el corazón”. Bajó en-
nada.
tonces fuego de Yavé, que consumió
el holocausto y la leña,las piedras y el «Pero fue él, ciertamente, quien tomó so-
polvo, y aún las aguas que había en la bre sí nuestras enfermedades, y cargó con
nuestros dolores, y nosotros le tuvimos por
zanja. Viendo esto el pueblo, cayeron castigado y herido por Dios y humillado.
todos sobre sus rostros y dijeron: Fue traspasado por nuestras iniquidades y
“¡Yavé es Dios, Yavé es Dios!”». molido por nuestros pecados. El castigo sal-
Así fue como el gran profeta Elías, vador pesó sobre él, y en sus llagas hemos
en la sangre de aquel sacrificio del sido curados. Todos nosotros andábamos
monte Carmelo, restauró entre Yavé y errantes, como ovejas, siguiendo cada uno
su camino, y Yavé cargó sobre él la iniqui-
su Pueblo la Alianza quebrantada.
dad de todos nosotros.
«Maltratado y afligido, no abrió la boca
Isaías y el cordero sacrificado como cordero llevado al matadero, como
para salvación de todos oveja muda ante los trasquiladores. Fue
arrebatado por un juicio inicuo, sin que
Entre los años 746 y 701 (a.C.) susci- nadie defendiera su causa, cuando era
ta Dios la altísima misión profética de arrancado de la tierra de los vivientes y
Isaías. La segunda parte de su libro muerto por las iniquidades de su pueblo...
(40-55), contiene los Cantos del Siervo
«Ofreciendo su vida en sacrificio por el
de Yavé, al parecer compuestos por los pecado, tendrá posteridad y vivirá largos
años 550-538 (a.C.). Pues bien, en esta días, y en sus manos prosperará la obra de
profecía grandiosa, que se cumplirá en Yavé... El Justo, mi siervo, justificará a mu-
Jesucristo, se anuncia que Dios, en la chos, y cargará con las iniquidades de ellos.
José María Iraburu 11
Por eso yo le daré por parte suya muche- sitado de hacerlos, para, ofreciendo al Se-
dumbres, y recibirá muchedumbres por ñor parte de los dones de Él recibidos, afir-
botín: por haberse entregado a la muerte, mar así su propio corazón en la sumisión
y haber sido contado entre los pecadores, y en el amor, y expiar por tantos abusos co-
cuando llevaba sobre sí los pecados de to- metidos en las criaturas, con desprecio de
dos e intercedía por los pecadores» (53,2- su Creador. La misma verdad inculcará
12). San Pablo a los atenienses, tan apegados a
la veneración de sus templos: «siendo Se-
ñor del cielo y de la tierra, él no habita en
Los múltiples sacrificios de Israel templos hechos por mano del hombre, ni
Hemos evocado hasta aquí aquellas por manos humanas es servido, como si
principales figuras de la Antigua necesitase de algo, siendo Él mismo quien
da a todos la vida, el aliento y todas las co-
Alianza, que anuncian y anticipan el
sas» (Hch 17,24-25).
sacrificio único y definitivo de la
Alianza Nueva. Añadiremos todavía El pueblo de Israel ofrece, pues, al
algunos datos más sobre los ritos Señor de sus propios bienes, de sus
sacrificiales de Israel. medios de sustento, y hace sobre todo
víctimas animales de sus propios ga-
En Israel, como en otros pueblos, el nados. Ofrece también pan, vino, acei-
sacrificio es una acción ritual por la que te u otros alimentos, o incluso oro y
se ofrece a Dios algún bien creado, pri- plata (Núm 7,31-50). Hace oblación de
vándose de él en todo o en parte, para ex- las primicias de los frutos del campo
piar por el pecado (Miq 6,6-7), para eli- o de los ganados. Y según la condición
minar la culpa y la impureza (Lev 14,4- nómada o sedentaria del pueblo, cam-
7.52; 16,21-25; Dt 21,1-9), para expresar bian, lógicamente, las ofrendas pre-
devoción y adoración, y para ganarse, sentadas al Señor.
en fin, el favor y la protección de
Dios. En efecto, no conviene que las En estos sacrificios la víctima pue-
criaturas se acerquen a su Creador si de ser ofrecida totalmente, como en el
no es en actitud de perfecta sumisión caso del holocausto o sacrificio total.
y agradecimiento. Es el mismo Dios Pero otras veces se ofrece sólo una par-
quien así lo manda: «No te presenta- te de la víctima, la grasa, los riñones,
rás ante mí con las manos vacías» (Ex y sobre todo la sangre, es decir, lo que
23,15; 34,20). es tenido como fundamento de la vida
(Lev 3; 17,10-14), y el resto es consu-
Antes de seguir adelante, es importante
advertir aquí que los israelitas –a diferen-
mido en un banquete sacrificial (Dt
cia de babilonios, egipcios y otros pueblos 12,23-27). También en ocasiones se
antiguos–, protegidos por la Palabra divi- hace aspersión de la sangre victimal
na, nunca creyeron que la Divinidad necesita- sobre el altar y el pueblo (Ex 24,3-8)
se ser alimentada con los sacrificios y
libaciones rituales. Yavé, en efecto, dice a su
pueblo: «Las fieras de la selva son mías, Los profetas y el culto de Israel
tengo a mano cuanto se agita en los cam- La legislación sacerdotal y las pres-
pos. Si tuviera hambre, no te lo diría: pues cripciones rabínicas configuran al
el orbe y cuanto lo llena es mío» (Sal 50,8- paso de los siglos, particularmente
13). No es Dios quien «necesita» los sacrifi-
acerca del culto ofrecido en el Templo,
cios rituales; es el hombre el que está nece-
12 Síntesis de la Eucaristía
Santiago y Juan, «mientras oraba», se «¿Qué hacemos, que este hombre hace
transfiguró completamente, como si muchos milagros?... ¿No comprendéis que
«la plenitud de la divinidad, que en él conviene que muera un hombre por todo
habitaba corporalmente» (Col 2,9), y el pueblo?... Profetizó así [Caifás] que Jesús
había de morir por el pueblo, y no sólo por
que normalmente quedaba velada por
el pueblo, sino para reunir en la unidad a
su humanidad sagrada, fuese ahora todos los hijos de Dios que están dispersos.
revelada por esa misma humanidad Desde aquel día tomaron la resolución de
santísima (Mt 17,1-13; Mc 9,2-13; Lc matarle. Jesús, pues, ya no andaba en pú-
9,28-36). blico entre los judíos, sino que se fue a una
Extasiados los tres apóstoles, vieron de región próxima al desierto, a una ciudad
pronto que «se les aparecieron Moisés y llamada Efrem, y allí moraba con los discí-
Elías, hablando con Él». «Ellos también apa- pulos» (Jn 11, 45-54).
recían resplandecientes, y hablaban de su
muerte, que había de tener lugar en Jeru- Jesús celebra la Pascua
salén». Y al punto salió de la nube la voz
del Padre, garantizando a Jesús: «Éste es mi Los sucesos van a precipitarse poco
hijo, el predilecto: escuchadle». después: la unción de Jesús en Betania,
su entrada triunfal en Jerusalén, el
Jesús, antes de sellar con su sangre
pacto de Judas con el Sanedrín y, final-
una Alianza Nueva y definitiva, reci-
mente, en el Cenáculo, la celebración
be así ante sus tres íntimos discípulos
de la Pascua judía. En ella, hasta el úl-
el testimonio de Moisés, el mediador de
timo momento, observa Cristo con los
la Antigua Alianza, y de Elías, el que la
doce –«conviene que cumplamos toda
restauró. Uno y otro cumplieron su
justicia» (Mt 3,15)– cuanto Moisés ha-
misión sobre un altar de doce piedras,
bía prescrito en este rito, instituído
con sangre de animales sacrificados; y
como memorial perpetuo:
Jesús, en la última Cena, lo hará tam-
bién sobre la mesa de los doce após- «Cuando llegó la hora, se puso a la mesa
toles, pero esta vez con su propia san- con sus apóstoles. Y les dijo: He deseado
ardientemente comer esta Pascua con vo-
gre. Por tanto, el mayor de los patriar-
sotros antes de padecer. Porque os digo que
cas, Moisés, y el principal de los pro- ya no la comeré hasta que se cumpla en el
fetas, Elías, dan testimonio de Jesús. reino de Dios. Y tomando una copa, dio
Todo el misterio pascual de Cristo es, gracias y dijo: Tomadla y repartidla entre
pues, un pleno cumplimiento de «la Ley vosotros. Pues os digo que no beberé ya del
y los profetas» (+Mt 5,17; 7,12; 11,13; fruto de la vid hasta que llegue el reino de
22,40). Dios» (Lc 22,14-28).
y del vino, la entrega física de su cuerpo libre. La Cena pascual de Cristo funda per-
y de su sangre, la que se cumplirá el vier- manentemente a la Iglesia, el nuevo Israel.
nes en la cruz. –Memorial perpetuo. Como la Pascua
–La acción ritual. Conforme a la tra- judía, la cristiana se establece como
dición judía del rito pascual, el Señor un memorial a perpetuidad: «haced
«toma», «da gracias» a Dios (bendice), esto en memoria mía». En la eucaris-
«parte» el pan y lo «reparte» entre los tía, por tanto, la Iglesia ha de actuali-
discípulos. Son gestos también apun- zar hasta el fin de los siglos el sacrifi-
tados en la multiplicación de los pa- cio de la cruz, y ha de hacerlo em-
nes (Jn 6,11) o en las apariciones de pleando en su liturgia la misma forma
Cristo resucitado (Emaús, Lc 24,30; decidida por el Señor en la última
pesca milagrosa, Jn 21,13). Cena.
–Cordero pascual nuevo. «Cristo, –Presencia real de Cristo. En la euca-
nuestro cordero pascual, ha sido in- ristía el pan y el vino se convierten
molado» (1Cor 5,7), para la salvación realmente en el cuerpo y la sangre de
de todos. Hemos sido, pues, rescata- nuestro Señor Jesucristo. Ya no hay
dos «no con plata y oro, corruptibles, pan: «esto es mi cuerpo que se entre-
sino con la sangre preciosa de Cristo, ga»; ya no hay vino: «ésta es mi san-
cordero sin defecto ni mancha, ya co- gre que se derrama». Se trata, pues, de
nocido antes de la creación del mun- una presencia real, verdadera y subs-
do, y manifestado al fin de los tiem- tancial de Cristo.
pos por amor vuestro» (1Pe 1,18-20). –Pan vivo bajado del cielo. Y es una
San Juan en el Apocalipsis menciona presencia que debe ser recibida como
veintiocho veces a Cristo como Cor- alimento de vida eterna: «Tomad y co-
dero. Y es justamente «el Cordero de- med, mi carne es verdadera comida»;
gollado» el que preside la grandiosa li- «tomad y bebed, mi sangre es verda-
turgia celestial (Ap 5,6.12). dera bebida».
–La Nueva Alianza. En la Cena-Cruz- –Sacrificio de la Nueva Alianza. La
Eucaristía establece Cristo una Alian- Cena-Cruz-Eucaristía, por tanto, es un
za Nueva entre Dios y los hombres. Y sacrificio: el sacrificio de la Nueva
esta vez la Alianza no es sellada con Alianza, que tiene a Cristo como Sa-
sangre de animales sacrificados en ho- cerdote y como Víctima. En efecto,
nor de Dios, sino en la propia sangre «Cristo ofreció por los pecados, para
de Jesús: «Este cáliz es la Nueva siempre jamás, un solo sacrificio... Con
Alianza en mi sangre». La alianza del una sola ofrenda ha perfeccionado
monte Sinaí queda definitivamente para siempre a los que van siendo
superada por la alianza del monte Cal- consagrados» (Heb 10,12.14). Volvere-
vario (+Ex 24,1-8; Heb 9,1-10,18). mos sobre esto una vez que hayamos
«La eucaristía aparece al mismo tiempo contemplado la Pasión.
como el origen y fundamento del nuevo
pueblo de Dios, liberado ahora por la pas-
cua de Cristo y fundado sobre la sangre de La agonía en Getsemaní
la Nueva Alianza» (Sayés, El misterio Jesús, en el Huerto de los Olivos, baja
eucarístico 107). La Cena pascual de Moisés hasta el último fondo posible de la angus-
marca el nacimiento de Israel como pueblo
José María Iraburu 17
tierra; las piedras se parten, se abren 10,41). La alegría pascual que caracterizaba
sepulcros, y hay muertos que resuci- esas comidas, de posible condición
tan y se aparecen a los vivos; la mu- eucarística, con el Resucitado, es la alegría
chedumbre se vuelve del Calvario actual de la eucaristía cristiana.
golpeándose el pecho; el centurión y
los suyos no pueden menos de reco- El sacrificio de la Nueva Alianza
nocer: «Verdaderamente, éste era Hijo
de Dios» (Mt 27,51-53; Mc 15,38; Lc –Sacrificio. Jesús entiende su muerte
23,44-45). como un sacrificio de expiación, por el
cual, estableciendo una Alianza Nue-
va, con plena libertad, «entrega su
Resurrección de Cristo vida» –su cuerpo, su sangre– para el
Los relatos de la resurrección de rescate de todos los hombres (+Cate-
Nuestro Señor Jesucristo y de sus apa- cismo 1362-1372, 1544-1545). De sus pa-
riciones (Mt 28,120; Mc 16,1-20; Lc 24; labras y actos se deriva claramente su
Jn 2021) ponen de relieve la desespe- conciencia de ser el Cordero de Dios,
ranza en que los discípulos quedaron que con su sacrificio pascual quita el
hundidos tras los sucesos del Calvario. Se pecado del mundo. Que así lo enten-
resisten, después, a creer en la realidad dió Jesús nos consta por los evange-
de la resurrección de Cristo, y éste lios, pero también porque así lo enten-
hubo de «reprenderles por su incre- dieron sus apóstoles.
dulidad y dureza de corazón, pues no La enseñanza de San Pablo es en esto
habían creído a los que lo habían vis- muy explícita: «Cristo nos amó y se entre-
to resucitado de entre los muertos» gó por nosotros en oblación y sacrificio a
(Mc 16,14). Es el acontecimiento de la Dios de suave aroma» (Ef 5,2; +Rm 3,25).
Es el amor, en efecto, lo que le lleva al sa-
Resurrección lo que despierta y funda- crificio: «Dios probó su amor hacia noso-
menta la fe de los apóstoles. Por eso, tros en que, siendo pecadores, Cristo mu-
cuando se aparece a los Once, para rió por nosotros» (Rm 5,8; +Gál 2,20). Y por
acabar de convencerles, come delante eso ahora «en Él tenemos la redención por
de ellos un trozo de pez asado (Lc la virtud de su sangre, la remisión de los
24,42). pecados» (Ef 1,7; +Col 1,20). Por tanto,
Y otras muchas veces come con ellos «nuestro Cordero pascual, Cristo, ya ha
(Emaús, Lc 24,30; pesca milagrosa, Jn 21,12- sido inmolado» (1Cor 5,7; igual doctrina en
13), apareciéndoseles «durante cuarenta 1Pe 1,2.9; 3,18).
días, y hablándoles del reino de Dios» (Hch San Juan, por su parte, ve en Cristo cru-
1,3). Pues bien, ese comer de Cristo con los cificado el Cordero pascual definitivo, el
discípulos les impresionó que con su muerte sacrificial «quita el pe-
especialísimamente. En ello ven probada cado del mundo» (Jn 1,29.37). Según dispo-
una y otra vez tanto la realidad del Resuci- nía la antigua ley mosaica sobre el Corde-
tado, como la familiaridad íntima que con ro pascual, ninguno de sus huesos fue que-
ellos tiene. Y así Pedro dirá en un discurso brado en la cruz (19,37 = Ex 12,46). Los fie-
importante, asegurando las apariciones de les son, pues, «los que lavaron sus túnicas
Cristo: nosotros somos los «testigos de an- y las blanquearon en la sangre del Corde-
temano elegidos por Dios, nosotros, que ro» (Ap 7,14), es decir, «los que han venci-
comimos y bebimos con Él después de su re- do por la sangre del Cordero» (12,11). Y ese
surrección de entre los muertos» (Hch Cordero degollado, ahora, para siempre,
preside ante el Padre la liturgia celestial
20 Síntesis de la Eucaristía
del amor divino, la misteriosa natura- dos por él. “Y alabarán al Señor los que le
leza íntima del mismo Dios, se reve- buscan” [Sal 21,27]» (Confesiones X,43,69-
lan ante todo y sobre todo en la cruz 70).
de Cristo, esa cruz que se actualiza en La cruz del Señor, actualizada cada día
el sacrificio litúrgico de la misa. «Tan- en la eucaristía, es el sello de garantía de
to amó Dios al mundo, que le entregó todo lo cristiano. Lo que no está mar-
[en Belén, y aún más, en el Calvario] cado por su gloriosa huella es sin duda
su Unigénito Hijo» (Jn 3,16). una falsificación del cristianismo. No
San Agustín exclama en sus Confe- es posible ser discípulo de Cristo, no
siones: es posible seguirle, sin tomar cada día
la cruz (Lc 14,27). El verdadero cami-
«¡Oh, cómo nos amaste, Padre bueno,
que “no perdonaste a tu Hijo único, sino
no evangélico, que lleva a la vida y a
que lo entregaste por nosotros, que éramos la alegría, es un camino estrecho, que
pecadores” [Rm 8,32]! ¡Cómo nos amaste a pasa por una puerta angosta (Mt 7,13-
nosotros, por quienes tu Hijo “no hizo alar- 14).
de de ser igual a ti, sino que se rebajó has- La Iglesia que «no se avergüenza del
ta someterse a una muerte de cruz” [+Flp Evangelio» (+Rm 1,16; 2Tim 1,8) es la
2,6]! Siendo como era el único libre entre
que se gloría siempre en la cruz de Cris-
los muertos, “tuvo poder para entregar su
vida y tuvo poder para recuperarla” [+Jn to (Gál 6,14), y no en otras cosas. Es la
10,18]. Por nosotros se hizo ante ti vence- que en su fe, predicación y espiritua-
dor y víctima: vencedor, precisamente por lidad permanece fielmente centrada
ser víctima; por nosotros se hizo ante ti sa- en la Cruz sagrada, de donde procede
cerdote y sacrificio: sacerdote, precisamen- toda salvación, honor y gracia. En tal
te del sacrificio que fue él mismo. Siendo Iglesia no se requieren grandes expli-
tu Hijo, se hizo nuestro servidor, y nos caciones sobre la eucaristía. Pocas pa-
transformó, para ti, de esclavos en hijos... labras bastan para introducir en el
«Aterrado por mis pecados y por el peso misterio de su liturgia. Por el contra-
enorme de mi miseria, había meditado en rio, allí donde prevalezcan «los enemigos
mi corazón y decidido huir a la soledad; de la cruz de Cristo» (Flp 3,18), allí don-
pero tú me lo prohibiste y me tranquilizas- de se va dejando de lado la Pasión re-
te, diciendo: “Cristo murió por todos, para dentora, para centrar la atención de los
que los que viven ya no vivan para sí, sino
para aquel que murió por ellos” [1Cor 5,75].
cristianos en temas «más positivos», la
eucaristía resulta ininteligible. Y en-
«He aquí, pues, Señor, que arrojo ya en tonces, de poco le servirán al pueblo
ti mi cuidado, a fin de que viva y pueda cristiano las explicaciones sobre la li-
“contemplar las maravillas de tu voluntad”
[Sal 118,18]. Tú conoces mi ignorancia y mi
turgia eucarística, por minuciosas y
flaqueza: enséñame y sáname. Tu Hijo úni- pedagógicas que sean. Alejado de la
co, “en quien están encerrados todos los Cruz, el pueblo ha ido perdiendo la
tesoros de la sabiduría y de la ciencia” [Col inteligencia de la fe.
2,3], me redimió con su sangre. “No me
opriman los insolentes” [Sal 118,122], por-
que yo tengo en cuenta mi rescate, y lo Stabat Mater dolorosa
como y lo bebo y lo distribuyo, y aunque juxta Crucem lacrimosa
pobre, deseo saciarme de él en compañía No hemos de terminar esta breve
de aquellos que comen de él y son sacia- evocación de la Pasión sin decir que
José María Iraburu 23
en el mismo centro del Misterio Pascual dado «ver» cómo Jesús se va del mun-
está la Virgen María: «junto a la cruz do y asciende al cielo (Hch 1,9). Des-
de Jesús estaba su madre» (Jn 19,25). de allí ha de venir, al final de los tiem-
Ella se une tan indeciblemente a Cris- pos, para juzgar a vivos y muertos (Mt
to por el amor, que durante la Pasión 25,31-33). Pero hasta que se produzca
puede decirse que es insultada, tenta- esta gloriosa parusía, una cierta nostal-
da por el demonio, abandonada por gia de la presencia visible de Jesús forma
los discípulos, azotada y despreciada, parte de la espiritualidad cristiana.
y que, como su Hijo, ella también su- Y así dice San Pablo: «deseo morir para
fre pavor y angustia, pensando sobre estar con Cristo, que es mucho mejor» (Flp
todo en la posible suerte de los répro- 1,23); y también: «mientras moramos en
bos. Finalmente, la lanza del soldado, este cuerpo estamos ausentes del Señor,
más que a Cristo, ya muerto e impa- porque caminamos en fe y no en visión;
sible, la atraviesa a ella, que está viva, pero confiamos y quisiéramos más partir
aunque medio muerta por la pena. del cuerpo y estar presentes al Señor» (2
Cor 5,6-8). Por eso, hasta entonces, «mien-
Se han cumplido, pues, aquellas palabras tras esperamos la gloriosa venida de nues-
proféticas que Simeón, con el niño Jesús en tro Salvador Jesucristo», debemos «buscar
sus brazos, «dijo a María, su madre: Mira, las cosas de arriba, donde está Cristo sen-
éste está puesto para caída y levantamien- tado a la derecha de Dios» (Col 3,1).
to de muchos en Israel y para señal de con-
tradicción; mientras que a ti una espada te Ahora bien, no olvidemos que, an-
atravesará el corazón» (Lc 2,34-35). tes de su ascensión, Cristo nos prome-
La pasión de la Virgen María es, tió su presencia espiritual hasta el fin de
los siglos (Mt 28,20). No nos ha dejado
pues, parte integrante del Misterio
huérfanos, pues está en nosotros y ac-
Pascual y, por tanto, de la santa misa,
que lo actualiza bajo los velos de la li- túa en nosotros por su Espíritu (Jn
14,15-19; 16,5-15). Y esta presencia ac-
turgia (+Catecismo 964).
tiva y misteriosa se produce sobre todo
en los ritos litúrgicos. En efecto, as-
cendido a los cielos, Jesucristo, sacer-
dote eterno, «vive siempre para inter-
ceder por nosotros» (+Heb 7,25).
3 La verdadera naturaleza de la liturgia
cristiana nos viene, pues, definida en
El misterio tres afirmaciones básicas del Vaticano
II.
de la liturgia 1. La liturgia es «el ejercicio del
sacerdocio de Jesucristo».
«En ella los signos sensibles significan y,
Ascensión del Señor a los cielos cada uno de ellos a su manera, realizan la
Cristo Salvador, una vez cumplida su santificación del hombre, y así el Cuerpo
obra, ascendió a los cielos. Había salido místico de Jesucristo, es decir, la Cabeza y
del Padre para venir al mundo, y aho- sus miembros, ejerce el culto público ínte-
ra deja el mundo para volver al Padre gro» (SC 7c). En la liturgia, la finalidad
(Jn 16,28). Y a los discípulos les es doxológica, por la que se glorifica a Dios
24 Síntesis de la Eucaristía
(doxa, gloria), y la soteriológica, que procu- sacerdocio real, una nación santa, un
ra al hombre la salvación (sotería), van pueblo adquirido para pregonar el po-
siempre expresamente unidas. der del que os llamó de las tinieblas a
2. La liturgia de la Iglesia visible es su luz admirable» (1Pe 2,5-9; +Ex 19,6).
una participación de la liturgia celestial. También en el Apocalipsis los cristia-
«En la liturgia terrena pregustamos y to- nos, especialmente los mártires, son
mamos parte en aquella liturgia celestial llamados sacerdotes de Dios (1,6; 5,10;
que se celebra en la santa ciudad de Jeru- 20,6). Y esta inmensa dignidad les vie-
salén, hacia la cual nos dirigimos como pe- ne de su unión sacramental a Cristo
regrinos» (SC 8). Esta doctrina es la clave sacerdote.
misma de la carta a los Hebreos, y sin ella Así Santo Tomás de Aquino: «Todo el
no puede entenderse la liturgia cristiana: culto cristiano deriva del sacerdocio de
«El punto principal de todo lo dicho es que Cristo. Y por eso es evidente que el carác-
tenemos un Sumo Sacerdote que está sen- ter sacramental es específicamente carácter
tado a la diestra del trono de la Majestad de Cristo, a cuyo sacerdocio son configu-
en los cielos, como ministro del santuario rados los fieles según los caracteres
y del tabernáculo verdadero» (Heb 8,1-2). sacramentales [bautismo, confirmación, or-
3. La liturgia terrena es, pues, presen- den], que no son otra cosa sino ciertas par-
cia eficacísima en este mundo del Cristo ticipaciones del sacerdocio de Cristo, del
glorioso. mismo Cristo derivadas» (STh III,63,3).
En efecto, «Cristo está siempre presente a Pues bien, en la liturgia Jesucristo
su Iglesia, sobre todo en la acción litúrgica. ejercita su sacerdocio unido a su pueblo
Está presente en el sacrificio de la misa, sea sacerdotal, que es la Iglesia. Y «realmen-
en la persona del ministro, ofreciéndose te en esta obra tan grande, por la que
ahora por ministerio de los sacerdotes el Dios es perfectamente glorificado y
mismo que entonces se ofreció en la cruz, los hombres santificados, Cristo aso-
sea sobre todo bajo las especies eucarís-ticas. cia siempre consigo a su amadísima
Está presente con su virtud en los sacra-
mentos, de modo que, cuando alguien bau-
esposa la Iglesia» (SC 7b). Concreta-
tiza, es Cristo quien bautiza. Está presente mente, cualquier acción litúrgica,
en su palabra, pues cuando se lee en la Igle- como enseña Pablo VI, «cualquier
sia la sagrada Escritura, es él quien habla. misa, aunque celebrada privadamen-
Está presente, por último, cuando la Igle- te por el sacerdote, sin embargo no es
sia suplica y canta salmos, aquel mismo que privada, sino que es acto de Cristo y de
prometió: «donde dos o tres están congre- la Iglesia» (Mysterium fidei; +LG 26a).
gados en mi nombre, allí estoy yo en me-
dio de ellos» (Mt 18,20)» (SC 7a). A partir Y por otra parte la misma vida cris-
de la presencia de Jesús, que está en los cie- tiana ha de ser toda ella una liturgia per-
los, han de entenderse todos estos modos manente. Si hemos de «dar en todo gra-
eclesiales de hacerse realmente presente en- cias a Dios» (1 Tes 5,18), eso es preci-
tre nosotros. samente la eucaristía: acción de gra-
cias, «siempre y en todo lugar» (Pre-
facios). Si en la misa le pedimos a Dios
El pueblo cristiano sacerdotal que «nos transforme en ofrenda per-
Todo el pueblo cristiano es sacerdotal. manente» (PE III), es porque sabemos
La comunidad reunida en torno a que toda nuestra vida tiene que ser un
Cristo forma «una estirpe elegida, un culto incesante. Así lo entendió la
José María Iraburu 25
Iglesia desde su inicio: tre sus hermanos. Sacerdos alter
La limosna es una «liturgia» (2 Cor 9,12; Christus.
+Rm 15,27; Sant 1,27). Comer, beber, reali-
En efecto, el Vaticano II nos enseña que
zar cualquier actividad, todo ha de hacer-
«el sacerdocio común de los fieles y el
se para gloria de Dios, en acción de gracias
sacerdocio ministerial o jerárquico, aunque
(1 Cor 10,31). La entrega misionera del
diferentes esencialmente, y no sólo en gra-
Apóstol es liturgia y sacrificio (Flp 2,17). En
do, se ordenan sin embargo el uno al otro,
la evangelización se oficia un ministerio sa-
pues ambos participan a su manera del úni-
grado (Rm 15,16). La oración de los fieles
co sacerdocio de Cristo. El sacerdocio minis-
es un sacrificio de alabanza (Heb 13,15). En
terial, por la potestad sagrada de que goza,
fin, los cristianos debemos entregar día a
forma y dirige al pueblo sacerdotal, confec-
día nuestra vida al Señor como «perfume
ciona el sacrificio eucarístico en la persona
de suavidad, sacrificio acepto, agradable a
de Cristo, y lo ofrece en nombre de todo
Dios» (Flp 4,18); es decir, «como hostia
el pueblo de Dios. Los fieles en cambio, en
viva, santa, grata a Dios; éste ha de ser
virtud de su sacerdocio real, concurren a la
vuestro culto espiritual» (Rm 12,1).
ofrenda de la eucaristía, y lo ejercen en la
Así pues, todos los cristianos han de recepción de los sacramentos, en la oración
ejercitar con Cristo su sacerdocio tanto y acción de gracias, mediante el testimonio
en su vida, como en el culto litúrgico, de una vida santa, en la abnegación y cari-
aunque en éste no todos participen dad operante» (LG 10b).
del sacerdocio de Jesucristo del mis- Con más fuerza expresiva aún el Sínodo
mo modo. Episcopal de 1971, dedicado al tema del
sacerdocio, afirma estas realidades de la fe:
«Entre los diversos carismas y servicios,
El sacerdote, ministro únicamente el ministerio sacerdotal del
re-presentante de Cristo Nuevo Testamento, que continúa el minis-
terio de Cristo mediador y es distinto del
Todo el pueblo cristiano es sacerdo-
sacerdocio común de los fieles por su esen-
tal, pues tiene por cabeza a Cristo Sa- cia, y no solo por grado, es el que hace pe-
cerdote, y está destinado a promover renne la obra esencial de los Apóstoles. En
la gloria de Dios y la salvación de los efecto, proclamando eficazmente el Evan-
hombres, haciendo de sus propias vi- gelio, reuniendo y guiando la comunidad,
das una ofrenda permanente. Pero perdonando los pecados y, sobre todo, ce-
quiso el Señor instituir un «especial lebrando la Eucaristía, hace presente a Cris-
sacramento [el del Orden] con el que to, Cabeza de la comunidad, en el ejercicio
los presbíteros, por la unción del Espíri- de su obra de redención humana y de per-
tu Santo, quedan sellados con un carác- fecta glorificación de Dios... El sacerdote
hace sacramentalmente presente a Cristo, Sal-
ter particular, y así se configuran con
vador de todo el hombre, entre los herma-
Cristo sacerdote, de suerte que puedan nos, no sólo en su vida personal, sino tam-
obrar como en persona de Cristo ca- bién social» (II,4).
beza» (Vat.II, PO 2c). La gracia propia
del sacramento les da un nuevo ser, Que el sacerdote re-presenta a Cristo
que les hace posible un nuevo obrar. en la eucaristía, y que obra en su per-
En adelante, estos cristianos constitui- sona, en su nombre, es algo cierto en
dos sacerdotes-ministros, han de vi- la fe. Las oraciones eucarísticas presi-
vir, siempre y en todo lugar, el minis- denciales, las que reza el sacerdote
terio de la representación de Cristo en- solo, son oraciones «de Cristo con su
Cuerpo al Padre» (+SC 84). En la litur-
26 Síntesis de la Eucaristía
gia de la Palabra, es Cristo mismo el esa procesión de los ramos él está simboli-
que enseña y predica a su pueblo. Es zando a Cristo. Ignora igualmente el sacer-
Él mismo, ciertamente, quien en la li- dote esa re-presentación misteriosa de Cris-
turgia sacrificial dice «esto es mi cuer- to cuando, modificando los saludos y bendi-
ciones, dice en la misa: «El Señor esté con
po, ésta es mi sangre». Es Él quien sa-
nosotros», la bendición de Dios «descien-
luda al pueblo, quien lo bendice, da sobre nosotros», «Vayamos en paz». En
quien, al final de la misa, lo envía al realidad, actuando no en cuanto ministro
mundo. Con sus ornamentos, palabras representante de Cristo-cabeza, sino como
y acciones sagradas, el sacerdote es sím- un miembro más de Cristo, oculta al Señor,
bolo litúrgico de Jesucristo; no tanto del a quien debería visibilizar en esos actos mi-
Cristo histórico, sino del Cristo resuci- nisteriales.
tado y celestial, que sentado a la dere- Se podrían multiplicar los ejemplos,
cha del Padre, como Sacerdote de la pero todos ellos nos llevarían a la mis-
Nueva Alianza, «vive siempre para ma comprobación: la fe en el ministe-
interceder» por nosotros (Heb 7,25). rio de la re-presentación litúrgica de
Por eso, la vivencia plena de la euca- Cristo está hoy con frecuencia escasa-
ristía exige una facilidad para reconocer mente actualizada, incluso entre los
a Cristo en el sacerdote. Apenas es po- mismos sacerdotes. El igualitarismo de
sible entender bien en la fe la eucaris- la mentalidad vigente es, sin duda,
tía, y participar de ella, si en la prác- uno de los condicionantes ambienta-
tica se ignora este aspecto del miste- les que explican ese oscurecimiento
rio. En efecto, el ministro sacerdote en de un aspecto de la fe.))
la misa visibiliza la presencia y la ac-
ción invisible del único sacerdote, Je-
sucristo. Y, por supuesto, el ministerio Lo sagrado cristiano
del sacerdote visible no debe velar, En la esfera litúrgica es frecuente el
sino revelar esa presencia invisible del uso de la categoría de «sagrado». Pero
Sacerdote eterno. ¿qué es lo sagrado en la Iglesia? En un
((Si no se ve a Cristo en el sacerdote, la misa
sentido amplio, toda la Iglesia es sa-
resulta en buena parte ininteligible, y será in- grada, pues es «sacramento universal
evitable que en su celebración se incurra en de salvación» (LG 48b, AG 1a). Sin
prácticas erróneas –sobre todo si el mismo embargo, el lenguaje tradicional sue-
sacerdote vive escasamente este misterio de le hablar más bien de sagradas Escri-
la fe–. Podemos apreciar esto con algunos turas, lugares sagrados, sagrados cáno-
ejemplos. El presbítero en la sede re-pre- nes conciliares, sagrados pastores, etc.,
senta a Cristo, que preside la asamblea y por supuesto, sagrada liturgia. En
eucarística, sentado a la derecha de Dios efecto, en Cristo, en su Cuerpo místi-
Padre: una banquetilla, que hace de sede, pro- co, que es la Iglesia, se dicen sagradas
clama la ignorancia de esta realidad de la
fe. El Domingo de Ramos los fieles en la
aquellas criaturas –personas, cosas, lu-
procesión aclaman a Cristo, re-presentado gares, tiempos, acciones– que han sido
por el sacerdote celebrante, que entra en el especialmente elegidas y consagradas por
templo –en Jerusalén–, para ofrecer el sa- Dios en orden a su glorificación y a la
crificio, y le acompañan con palmas: si el santificación de los hombres.
sacerdote lleva también su palma no parece Según esto, santo y sagrado son distintos.
que tenga muy clara conciencia de que en Un ministro sagrado, por ejemplo, si es pe-
José María Iraburu 27
cador, no es santo, pero sigue teniendo una Que la mente concuerde con la voz
sacralidad especial, que le permite realizar
Hemos recordado brevemente la
con eficacia ciertas funciones santificantes.
De Dios no se dice que sea sagrado, sino
naturaleza misteriosa de lo sagrado y
que es Santo. Lo sagrado, en efecto, es siem- de la liturgia. Afirmemos ahora, antes
pre criatura. Jesucristo, en cambio, es a un de analizar la celebración de la euca-
tiempo el Santo y el sagrado por excelen- ristía, el valor precioso de la oración vo-
cia. En efecto, la humanidad sagrada de cal, y especialmente de la oración vocal
Cristo, el Ungido de Dios, es la fuente de litúrgica. Toda la liturgia, y concreta-
toda sacralidad cristiana. mente la eucaristía, es una gran ora-
ción, una grandiosa oración vocal:
himnos y colectas, salmos, responso-
La disciplina sagrada
rios, anáforas.
de la sagrada liturgia
La oración vocal –como en otro lugar he-
La Iglesia tiene el derecho y el deber de mos escrito– «es el modo de orar más hu-
configurar las formas concretas de la sa- milde, más fácil de enseñar y de aprender,
grada liturgia, porque ellas son la ex- más universalmente practicado en la histo-
presión más importante del misterio ria de la Iglesia, y más válido en todas las
de la fe. El concilio Vaticano II, por edades espirituales... El cristiano, rezando
ejemplo, ateniéndose a esta verdad, da las oraciones vocales de la Iglesia, proceden-
normas sobre imágenes y templos, tes de la Biblia, de la liturgia o de la tradi-
cantos y ritos (SC 22), y por eso mis- ción piadosa, abre su corazón al influjo del
mo, previendo las arbitrariedades po- Espíritu Santo, que le configura así a Cris-
sibles de orgullosos o ignorantes, or- to orante. Se hace como niño, y se deja en-
señar a orar» (Rivera- Iraburu, Síntesis 434).
dena «que nadie, aunque sea sacerdo-
te, añade, quite o cambie cosa alguna El menosprecio de la oración vocal
por iniciativa propia en la liturgia» cierra en gran medida la puerta a la
(22,3). espiritualidad litúrgica. Por el contra-
Lo sagrado es un lenguaje, verbal o fácti-
rio, tener devoción y afecto por las
co, que establece y expresa la comunión es- oraciones vocales facilita en gran me-
piritual unánime de los fieles. Pero un len- dida la vida litúrgica, y concretamen-
guaje, si es arbitrario, no establece comu- te la vivencia de la misa. En efecto,
nicación, como no sea entre un grupo de una de las maneras más sencillas y efi-
iniciados. Por eso los ritos sagrados impli- caces de participar en la eucaristía con-
can repetición tradicional, serenamente pre- siste simplemente en procurar «que la
visible. En este sentido, los fieles tienen de- mente concuerde con la voz». Esta nor-
recho a participar en la eucaristía de la Igle- ma litúrgica del Vaticano II (SC 90) es
sia católica –no en la de Don Fulano–. Y sumamente tradicional, y la encontra-
para que puedan participar más profunda-
mos, por ejemplo, en Santo Tomás
mente en los ritos litúrgicos, «los ministros
no sólo han de desempeñar su función rec- (STh II-II,83,13) o en Santa Teresa (Ca-
tamente, según las normas de las leyes mino Perf. 25,3; 37,1). Digamos, pues,
litúrgicas, sino actuar de tal modo que in- de corazón lo que decimos en la misa.
culquen el sentido de lo sagrado» Hagamos nuestro de verdad, con una
(Eucharisticum mysterium 20). continua atención e intención, todo lo
que dice el sacerdote. No tenga que
reprocharnos el Señor: «Este pueblo
28 Síntesis de la Eucaristía
esta casa es un signo peculiar de la Iglesia la fe, por el sacerdote. Cristo, en efec-
peregrina en la tierra e imagen de la Igle- to, «está presente en la persona del
sia celestial» (OGMR 257). ministro» (SC 7a). Por eso, lugar pro-
Ahora bien, dentro del templo, y en pio del sacerdote, pre-sedente de la
orden a la eucaristía, hay tres lugares asamblea eclesial, es la sede, o si se
fundamentales cuya significación he- quiere, la cátedra –de ahí viene el
mos de conocer bien: el altar, la sede nombre de las catedrales–, desde la
y el ambón. cual, en el nombre de Cristo, el obis-
–El altar. El altar es el lugar de Cris- po o el presbítero preside y predica,
to-Víctima sacrificada. Su forma ha ora y bendice al pueblo.
ido variando al paso de los siglos, con- ((No parece, pues, que una silla normal o
servando siempre como referencias una banqueta sean los signos más adecua-
fundamentales la mesa del Señor, en la dos de algo tan noble. Sería, por otra par-
que cena con sus discípulos, y el ara, te, en general, un error pretender que la li-
turgia de la Iglesia exprese la pobreza que Cris-
significada a veces antiguamente por to vivió en Nazaret o en su ministerio públi-
el sepulcro de un mártir, en la que se co. Entonces sí, la sede sería una banqueta,
consuma el sacrificio del Calvario. En el ambón un atril cualquiera, el altar y los
todo caso, la distribución espacial no manteles una mesa común de familia, etc.
sólo del presbiterio, sino de todo el Pero aunque es verdad que la hermosura
templo, debe quedar centrada en el al- propia de la pobreza evangélica debe mar-
tar. car, sin duda, los signos de la liturgia, és-
tos deben remitir eficazmente a las realida-
–El ambón. Es el lugar propio de des celestiales. Y en este sentido, como el
Cristo-Palabra divina. Los fieles con- Vaticano II enseña, fiel a la tradición uná-
gregados reciben cuanto desde allí se nime de Oriente y Occidente, «la santa ma-
proclama «no como palabra humana, dre Iglesia siempre fue amiga de las bellas
sino como lo que es realmente, como artes, y buscó constantemente su noble ser-
palabra divina» (1Tes 2,13). Ha de vicio y apoyó a los artistas, principalmente
dársele, pues, una importancia seme- para que las cosas destinadas al culto sagrado
jante a la del altar. fueran en verdad dignas, decorosas y bellas, sig-
nos y símbolos de la realidades celestiales» (SC
En efecto, «la dignidad de la palabra de 122b).))
Dios exige que en la iglesia haya un sitio
reservado para su anuncio... Conviene que
en general este sitio sea un ambón estable, Estructura fundamental de la misa
no un fascistol portátil... Desde el ambón
se proclaman las lecturas, el salmo La estructura fundamental de la eu-
responsorial y el pregón pascual; pueden caristía, desde el principio de la Igle-
también hacerse desde él la homilía y la sia, ha sido siempre la misma. Lo po-
oración universal de los fieles. Es menos dremos comprobar, al final, en un bre-
conveniente que ocupen el ambón el co- ve apéndice histórico. Como en la úl-
mentarista, el cantor o el director del coro» tima Cena, siempre la eucaristía ha ce-
(OGMR 272). lebrado primero una liturgia de la Pala-
–La sede. Es el lugar de Cristo, Señor bra, seguida de una liturgia sacrificial,
y Maestro, que está sentado a la dere- en la que el cuerpo de Cristo se entre-
cha del Padre, y que preside la asam- ga y su sangre se derrama; y este ban-
blea eucarística, haciéndose visible, en quete, sacrificial y memorial, se ha ter-
30 Síntesis de la Eucaristía
ran reales, sino por antonomasia, ya bra de Dios que nos predican, hablando o
que es substancial» (Mysterium fidei). pensando en nuestras cosas, no se desva-
nezca de nuestro corazón. No tendrá me-
Cuando el ministro, pues, confesan- nor pecado el que oye negligentemente la
do su fe, dice al término de las lectu- palabra de Dios, que aquel que por negli-
ras: «Palabra de Dios», no está querien- gencia deja caer en tierra el cuerpo de Cris-
do afirmar sólamente que «Ésta fue la to» (ML 39,2319). En la misma convicción
palabra de Dios», dicha hace veinte o estaba San Jerónimo cuando decía: «Yo con-
más siglos, y ahora recordada piado- sidero el Evangelio como el cuerpo de Je-
samente; sino que «Ésta es la palabra sús. Cuando él dice «quien come mi carne
de Dios», la que precisamente hoy el y bebe mi sangre», ésas son palabras que
Señor está dirigiendo a sus hijos. pueden entenderse de la eucaristía, pero
también, ciertamente, son las Escrituras ver-
dadero cuerpo y sangre de Cristo» (ML
La doble mesa del Señor 26,1259).
En la eucaristía, como sabemos, la li-
turgia de la Palabra precede a la liturgia Lecturas en el ambón
del Sacrificio, en la que se nos da el Pan El Vaticano II afirma que «la Iglesia
de vida. Lo primero va unido a lo se- siempre ha venerado la Sagrada Escritu-
gundo, lo prepara y lo fundamenta. ra, como lo ha hecho con el Cuerpo de
Recordemos, por otra parte, que ése Cristo, pues sobre todo en la sagrada
fue el orden que comprobamos ya en liturgia, nunca ha cesado de tomar y
el sacrificio del Sinaí (Ex 24,7), en la repartir a sus fieles el pan de vida que
Cena del Señor, o en el encuentro de ofrece la mesa de la palabra de Dios y
Cristo con los discípulos de Emaús (Lc del cuerpo de Cristo» (DV 21). En efec-
24,13-32). to, al Libro sagrado se presta en el
En este sentido, el Vaticano II, si- ambón –como al símbolo de la presen-
guiendo antigua tradición, ve en la cia de Cristo Maestro– los mismos sig-
eucaristía «la doble mesa de la Sagrada nos de veneración que se atribuyen al
Escritura y de la eucaristía» (PO 18; cuerpo de Cristo en el altar. Así, en las
+DV 21; OGMR 8). En efecto, desde el celebraciones solemnes, si el altar se
ambón se nos comunica Cristo como besa, se inciensa y se adorna con luces,
palabra, y desde el altar se nos da en honor de Cristo, Pan de vida, tam-
como pan. Y así el Padre, tanto por la bién el leccionario en el ambón se
Palabra divina como por el Pan de besa, se inciensa y se rodea de luces,
vida, es decir, por su Hijo Jesucristo, honrando a Cristo, Palabra de vida. La
nos vivifica en la eucaristía, comuni- Iglesia confiesa así con expresivos sig-
cándonos su Espíritu. nos que ahí está Cristo, y que es Él
mismo quien, a través del sacerdote o
Por eso San Agustín, refiriéndose no sólo de los lectores, «nos habla desde el cie-
a las lecturas sagradas sino a la misma pre-
lo» (Heb 12,25).
dicación –«el que os oye, me oye» (Lc
10,16)–, decía: «Toda la solicitud que obser- ((Un ambón pequeño, feo, portátil, que se
vamos cuando nos administran el cuerpo retira quizá tras la celebración, no es, como
de Cristo, para que ninguna partícula cai- ya hemos visto, el signo que la Iglesia quiere
ga en tierra de nuestras manos, ese mismo para expresar el lugar de la Palabra divina
cuidado debemos poner para que la pala- en la misa. Tampoco parece apropiado con-
José María Iraburu 37
fiar las lecturas litúrgicas de la Palabra a ni- Al paso de los siglos, se fueron for-
ños o a personas que leen con dificultad. Si en mando leccionarios para ser usados en
algún caso puede ser esto conveniente, nor- la eucaristía. El leccionario actual, for-
malmente no es lo adecuado para simboli- mado según las instrucciones del Vatica-
zar la presencia de Cristo que habla a su
no II (SC 51), es el más completo que la
pueblo. La tradición de la Iglesia, hasta hoy,
entiende el oficio de lector como «un autén- Iglesia ha tenido, pues, distribuido en
tico ministerio litúrgico» (SC 29a; +Código tres ciclos de lecturas, incluye casi un
230; 231,1).)) 90 por ciento de la Biblia, y respeta
Podemos recordar aquí aquella escena
normalmente el uso tradicional de
narrada en el libro de Nehemías, en la que ciertos libros en determinados mo-
se hace en Jerusalén, a la vuelta del exilio mentos del año litúrgico. De este
(538 a.C.), una solemne lectura del libro de modo, la lectura continua de la Escritu-
la Ley. Sobre un estrado de madera, ra, según el leccionario del misal –y
«Esdras abrió el Libro, viéndolo todos, y según también el leccionario del Ofi-
todo el pueblo estaba atento... Leía el libro cio de Lectura–, nos permite leer la Pa-
de la Ley de Dios clara y distintamente, en- labra divina en el marco de la liturgia,
tendiendo el pueblo lo que se le leía» (Neh es decir, en ese hoy eficacísimo que va
8,3-8). actualizando los diversos misterios de
Otra anécdota significativa. San Cipria- la vida de Cristo.
no, obispo de Cartago, en el siglo III, refle-
jaba bien la veneración de la Iglesia antigua Esta lectura de la Biblia, realizada en
hacia el oficio de lector cuando instituye en el marco sagrado de la Liturgia, nos per-
tal ministerio a Aurelio, un mártir que ha mite escuchar los mensajes que el Señor
sobrevivido a la prueba. En efecto, según envía cada día a su pueblo. Por eso, «el
comunica a sus fieles, le confiere «el oficio que tenga oídos, que oiga lo que el Es-
de lector, ya que nada cuadra mejor a la píritu dice [hoy] a las iglesias» (Ap
voz que ha hecho tan gloriosa confesión de 2,11). Así como cada día la luz del sol
Dios que resonar en la lectura pública de va amaneciendo e iluminando las di-
la divina Escritura; después de las sublimes versas partes del mundo, así la pala-
palabras que se pronunciaron para dar tes-
timonio de Cristo, es propio leer el Evan-
bra de Cristo, una misma, va iluminan-
gelio de Cristo por el que se hacen los már- do a su Iglesia en todas las naciones.
tires, y subir al ambón después del potro; Es el pan de la palabra que ese día, con-
en éste quedó expuesto a la vista de la mu- cretamente, y en esa fase del año litúr-
chedumbre de paganos; aquí debe estarlo gico, reparte el Señor a sus fieles. In-
a la vista de los hermanos» (Carta 38). numerables cristianos, de tantas len-
guas y naciones, están en ese día me-
El leccionario ditando y orando esas palabras de la
sagrada Escritura que Cristo les ha di-
Desde el comienzo de la Iglesia, se cho. También, pues, nosotros, como
acostumbró leer las Sagradas Escritu- Jesús en Nazaret, podemos decir:
ras en la primera parte de la celebra- «Hoy se cumple esta escritura que aca-
ción de la eucaristía. Al principio, los báis de oir» (Lc 4,21).
libros del Antiguo Testamento. Y en
seguida, también los libros del Nuevo, Por otra parte, «en la presente ordena-
a medida que éstos se iban escribien- ción de las lecturas, los textos del Antiguo
Testamento están seleccionados principal-
do (+1Tes 5,27; Col 4,16).
38 Síntesis de la Eucaristía
mente por su congruencia con los del Nue- el Aleluya –es decir, «alabad al Señor»–
vo Testamento, en especial del Evangelio, , que precede al Evangelio.
que se leen en la misma misa» (Orden de lec-
turas, 1981, 67). De este modo, la cuidado- –El Evangelio es el momento más
sa distribución de las lecturas bíblicas per- alto de la liturgia de la Palabra. Ante
mite, al mismo tiempo, que los libros anti- los fieles congregados en la eucaristía,
guos y los nuevos se iluminen entre sí, y «Cristo hoy anuncia su Evangelio»
que todas las lecturas estén sintonizadas (SC 33), y a veinte siglos de distancia
con los misterios que en ese día o en esa histórica, podemos escuchar nosotros
fase del Año litúrgico se están celebrando. su palabra con la misma realidad que
quienes le oyeron entonces en Pales-
Profeta, apóstol y evangelista tina; aunque ahora, sin duda, con más
Los días feriales en la misa hay dos luz y más ayuda del Espíritu Santo. El
lecturas, pero cuando los domingos y momento es, de suyo, muy solemne, y
otros días señalados hay tres, éstas co- todas las palabras y gestos previstos
rresponden a «el profeta, el apóstol y están llenos de muy alta significación:
el evangelista», como se dice en ex- «Mientras se entona el Aleluya u otro
presión muy antigua. canto, el sacerdote, si se emplea el incien-
so, lo pone en el incensario. Luego, con las
–El profeta, u otros libros del Anti- manos juntas e inclinado ante el altar, dice
guo Testamento, enciende una luz que en secreto el Purifica mi corazón [y mis la-
irá creciendo hasta el Evangelio. bios, Dios todopoderoso, para que anuncie dig-
En efecto, «muchas veces y en muchas namente tu Evangelio]. Después toma el li-
maneras habló Dios en otro tiempo a nues- bro de los evangelios, y precedido por los
tros padres por ministerio de los profetas; ministros, que pueden llevar el incienso y
últimamente, en estos días, nos habló por los candeleros, se acerca al ambón. Llega-
su Hijo... el resplandor de su gloria, la ima- do al ambón, el sacerdote abre el libro y
gen de su propio ser» (Heb 1,1-3). Es jus- dice: El Señor esté con vosotros, y en segui-
tamente en el Evangelio donde se cumple da: Lectura del santo Evangelio, haciendo la
de modo perfecto lo que estaba escrito acer- cruz sobre el libro con el pulgar, y luego
ca de Cristo «en la Ley de Moisés, en los sobre su propia frente, boca y pecho. Lue-
Profetas y en los Salmos» (Lc 24,44; +25.27). go, si se utiliza el incienso, inciensa el libro.
Después de la aclamación del pueblo [Glo-
–El apóstol nos trae la voz inspirada ria a ti, Señor] proclama el evangelio, y, una
de los más íntimos discípulos del vez terminada la lectura, besa el libro, di-
Maestro: Juan, Pedro, Pablo... ciendo en secreto: Las palabras del Evange-
–El salmo responsorial da una res- lio borren nuestros pecados. Después de la
lectura del evangelio se hace la aclamación
puesta meditativa a la lectura –a la
del pueblo», Gloria a ti, Señor Jesús (OGMR
lectura primera, si hay dos–. La Igle- 93-95).
sia, con todo cuidado, ha elegido ese
salmo con una clara intención –La homilía, que sigue a las lecturas
cristoló-gica. Así es como fueron em- de la Escritura, ya se hacía en la Sina-
pleados los salmos frecuentemente en goga, como aquella que un sábado
la predicación de los apóstoles (+Hch hizo Jesús en Nazaret (Lc 4,16-30). Y
1,20; 2,25-28.34-35; 4,25-26). Y ya en el desde el principio se practicó también
siglo IV, en Roma, se usaba en la misa en la liturgia eucarística cristiana,
el salmo responsorial, como también como hacia el año 153 testifica San
José María Iraburu 39
a distancia. En todo caso, nadie sana de que, por ejemplo, las religiosas de clausu-
la enfermedad profunda del hombre, ra y los humildes feligreses de misa diaria
el pecado, si no es por la gracia de contribuyen mucho más poderosamente al
Cristo Salvador que, desde Pentecos- bien del mundo que todo el conjunto de
prohombres y políticos que llenan las pá-
tés, «asocia siempre consigo a su
ginas de los periódicos y las pantallas de la
amadísima esposa la Iglesia» (SC 7b), televisión. Aquellos humildes creyentes son
sin la que no hace nada. los que más influjo tienen en la marcha del
Según esto, la Iglesia, por su enseñan- mundo. Basta un poquito de fe para creer-
za y acción, y muy especialmente por la lo así.
oración universal y el sacrificio eucarís-
tico, sostiene continuamente al mundo,
procurándole por Cristo incontables
bienes materiales y espirituales, e im-
pidiendo su total ruina. III. LITURGIA DEL SACRIFICIO
De esto tenían clara conciencia los cris-
tianos primeros, con ser tan pocos y tan
mal situados en el mundo de su tiempo. Es A. Preparación de los dones. -B. Plegaria
una firme convicción que se refleja, por eucarística. -C. Rito de la comunión.
ejemplo, en aquella Carta a Diogneto, hacia
el año 200: «Lo que es el alma en el cuer-
po, eso son los cristianos en el mundo. El
alma está esparcida por todos los miembros A. Preparación de los dones
del cuerpo, y cristianos hay por todas las -El pan y el vino -Oraciones de presenta-
ciudades del mundo... La carne aborrece y ción -Súplicas -Lavabo -Oración sobre las
combate al alma, sin haber recibido agra- ofrendas.
vio alguno de ella, porque no le deja gozar
de los placeres; a los cristianos los aborre-
ce el mundo, sin haber recibido agravio de El pan y el vino
ellos, porque renuncian a los placeres... El
alma está encerrada en el cuerpo, pero ella La acción litúrgica queda centrada des-
es la que mantiene unido al cuerpo; así los de ahora en el altar, al que se acerca el
cristianos están detenidos en el mundo, sacerdote. A él se llevan, en forma
como en una cárcel, pero ellos son los que simple o procesional, el pan y el vino,
mantienen la trabazón del mundo... Tal es y quizá también otros dones. En el pan
el puesto que Dios les señaló, y no es lícito y el vino, que se han de convertir en
desertar de él» (VI,1-10). el Cuerpo y la Sangre de Jesús, va ac-
Pero a veces somos hombres de poca fe, y no tualizarse a un tiempo la Cena última
pedimos. «No tenéis porque no pedís» (Sant y la Cruz del Calvario.
4,2). O si pedimos algo -por ejemplo, que «Es conveniente que la participación de
termine el comunismo-, cuando Dios por los fieles se manifieste en la presentación
fin nos concede que desaparezca de mu- del pan y del vino para la celebración de
chos países, fácilmente atribuímos el bien la eucaristía, o de dones con los que se ayu-
recibido a ciertas causas segundas –políti- de a las necesidades de la Iglesia o de los
cas, económicas, personales, etc.–, sin re- pobres» (OGMR 101). Es éste, pues, el mo-
cordar que «todo buen don y toda dádiva mento más propio, y más tradicional, para
perfecta viene de arriba, desciende del Pa- realizar la colecta entre los fieles.
dre de las luces» (Sant 1,17). Es indudable
José María Iraburu 41
«¡Señor mío y Dios mío!» (Jn 20,28); «el de hacerse presente entre nosotros en la
Hijo de Dios me amó y se entregó por medida en que esa misma víctima y esa mis-
mí» (Gál 2,20). Y en seguida confiesa ma acción sacerdotal se hagan presentes en
comunitariamente su fe y su devo- la eucaristía... En realidad, el sacerdote no
pone otra acción, sino que participa de la
ción:
eterna acción sacerdotal de Cristo en el cie-
–«Éste es el sacramento de nuestra fe». lo... Nada se repite, nada se multiplica; sólo
–«Anunciamos tu muerte, proclamamos se participa repetidamente bajo forma
tu resurrección. ¡Ven, Señor Jesús!» (Ap sacramental del único sacrificio de Cristo
22,20). «Cada vez que comemos de este en la cruz, que perdura eternamente en el
pan y bebemos de este cáliz, anunciamos cielo. No se repite el sacrificio de Cristo,
tu muerte, Señor, hasta que vuelvas» sino las múltiples participaciones de él»
(+1Cor 11,26). «Por tu cruz y tu resurrec- (Sayés, El misterio eu-carístico 321-323).
ción nos has salvado, Señor». De este modo la eucaristía perma-
nece en la Iglesia como un corazón
siempre vivo, que con sus latidos hace
Memorial
llegar a todo el Cuerpo místico la gra-
Después del relato-consagración, cia vivificante, que es la sangre de
viene el memorial y la ofrenda, que van Cristo, sacerdote eterno. En efecto, «la
significativamente unidos en las cin- obra de nuestra redención se efectúa
co plegarias eucarísticas principales: cuantas veces se celebra en el altar el
«Así, pues, Padre, al celebrar ahora el me- sacrificio de la cruz, por medio del
morial de la pasión salvadora de tu Hijo, de cual “Cristo, nuestra Pascua, ha sido
su admirable resurrección y ascensión al inmolado” (1Cor 5,7)» (LG 3).
cielo, mientras esperamos su venida glorio-
sa, te ofrecemos, en esta acción de gracias,
el sacrificio vivo y santo» (III; +I, II, IV, V). Y ofrenda
Memorial (anámnesis), pues, en pri- El memorial de la cruz es ofrenda de
mer lugar. Los cristianos, de oriente a Cristo víctima: «te ofrecemos, Dios de
occidente, obedecemos diariamente en la gloria y majestad, el sacrificio puro,
eucaristía aquella última voluntad de inmaculado y santo: pan de vida eter-
Cristo, «haced esto en memoria mía». na y cáliz de eterna salvación» (I); «el
Éste fue el mandato que nos dio el Se- pan de vida y el cáliz de salvación»
ñor claramente en la última Cena, es (II); «el sacrificio vivo y santo» (III);
decir, «la víspera de su pasión» (I), «la «su cuerpo y su sangre, sacrificio agra-
noche en que iba a ser entregado» dable a ti y salvación para todo el
(III). Y nosotros podemos cumplir ese mundo» (IV); «esta ofrenda: es Jesu-
mandato, a muchos siglos de distan- cristo que se ofrece con su Cuerpo y
cia y en muchos lugares, precisamen- con su Sangre» (V).
te porque el sacerdocio de Cristo es eter- En efecto, «la Iglesia, en este memo-
no y celestial (Heb 4,14; 8,1): rial, sobre todo la Iglesia aquí y ahora
«El sacrificio de Cristo se consuma en el san- reunida, ofrece al Padre en el Espíritu
tuario celeste; perdura en el momento de la Santo la Víctima inmaculada. Y la Igle-
consumación, porque la eternidad es una sia quiere que los fieles no sólo ofrez-
característica de la esfera celeste... Y si el
can la Víctima inmaculada, sino que
sacrificio de Cristo perdura en el cielo, pue-
aprendan a ofrecerse a sí mismos y que
José María Iraburu 47
fieles. Según esto, los cristianos son en –primero la ayuda del cielo, de la Vir-
Cristo sacerdotes y víctimas, como gen María y de los santos, «por cuya
Cristo lo es, y se ofrecen continua- intercesión confiamos obtener siem-
mente al Padre en el altar eucarístico, pre tu ayuda»;
durante la misa, y en el altar de su pro- –en seguida se ruega por la tierra, pi-
pia vida ordinaria, día a día. Ellos, pues, diendo salvación y paz para «el mun-
son en Cristo, por él y con él, «corde- do entero» y para «tu Iglesia, peregri-
ros de Dios», pues aceptando la volun- na en la tierra», especialmente por el
tad de Dios, sin condiciones y sin re- Papa y los Obispos, pero también, con
sistencia alguna, hasta la muerte, una intención misionera, por «todos
como Cristo, sacrifican (hacen-sagra- tus hijos dispersos por el mundo»;
da) toda su vida en un movimiento
espiritual incesante, que en la eucaris- –y finalmente se encomienda las al-
tía tiene siempre su origen y su im- mas del purgatorio a la bondad de Dios,
pulso. Así es como la vida entera del es decir, se ofrece la eucaristía por
cristiano viene a hacerse sacrificio «nuestros hermanos difuntos y cuan-
eucarístico continuo, glorificador de tos murieron en tu amistad».
Dios y redentor de los hombres, como Así, la oración cristiana –que es in-
lo quería el Apóstol: «os ruego, her- finitamente audaz, pues se confía a la
manos, que os ofrezcáis vuestros mis- misericordia de Dios– alcanza en la
mos como víctima viva, santa, grata a eucaristía la máxima dilatación de su
Dios: éste es el culto espiritual que de- caridad: «recíbelos en tu reino, donde
béis ofrecer» (Rm 12,1). esperamos gozar todos juntos de la ple-
nitud eterna de tu gloria».
Intercesiones
Ya vimos, al hablar de la oración de Ofrecer misas por los difuntos
los fieles, que la Iglesia en la eucaris- La caridad cristiana, si ha de ser cató-
tía sostiene a la humanidad y al mun- lica, ha de ser universal, ha de interesar-
do entero en la misericordia de Dios, se, pues, por los vivos y por los difuntos,
por la sangre de Cristo Redentor. Pues no sólo por los vivos. La Iglesia, nues-
bien, las mismas plegarias eucarísticas tra Madre, que nos hace recordar dia-
incluyen una serie de oraciones por las riamente a los difuntos, al menos, en
que nos unimos a la Iglesia del cielo, de la misa y en la última de las preces de
la tierra y del purgatorio. Suelen ser lla- vísperas, nos recomienda ofrecer mi-
madas intercesiones. sas en sufragio de nuestros hermanos
«Con ellas se da a entender que la euca- difuntos. Es una gran obra de caridad
ristía se celebra en comunión con toda la hacia ellos, como lo enseña el Catecis-
Iglesia celeste y terrena, y que la oblación mo:
se hace por ella y por todos sus miembros, «El sacrificio eucarístico es también ofreci-
vivos y difuntos, miembros que han sido do por los fieles difuntos, “que han muerto
todos llamados a participar de la salvación en Cristo y todavía no están plenamente
y redención adquiridas por el cuerpo y la purificados” (Conc. Trento), para que pue-
sangre de Cristo» (OGMR 55g). dan entrar en la luz y la paz de Cristo:
En la plegaria eucarística III, por «“Oramos [en la anáfora] por los santos
ejemplo, se invoca padres y obispos difuntos, y en general por
José María Iraburu 49
todos los que han muerto antes que noso- el sacerdote, y no el pueblo, quien recita las
tros, creyendo que será de gran provecho doxologías que concluyen las oraciones presi-
para las almas, en favor de las cuales es denciales. Y esto tanto en la oración colecta
ofrecida la súplica, mientras se halla presen- –«Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que
te la santa y adorable víctima... Presentan- vive y reina», etc.–, como en la plegaria
do a Dios nuestras súplicas por los que han eucarística –«Por Cristo, con Él y en Él»,
muerto, aunque fuesen pecadores..., pre- etc.–. Y que es el pueblo quien, siguiendo
sentamos a Cristo, inmolado por nuestros una tradición continua del Antiguo y del
pecados, haciendo propicio para ellos y Nuevo Testamento, contesta con la aclama-
para nosotros al Dios amigo de los hom- ción del Amén.))
bres” (S. Cirilo de Jerusalén [+386])» (Cate-
cismo 1371; +1032, 1689).
C. La comunión
Doxología final
-Padrenuestro -La paz -Fracción del pan
La gran plegaria eucarística llega a -Cordero de Dios -Comunión -Oración de
su fin. El arco formidable, que se ini- postcomunión.
ció en el prefacio levantando los cora-
zones hacia el Padre, culmina ahora
solemnemente con la doxología final La primera cumbre de la celebra-
trinitaria. El sacerdote, elevando la ción eucarística es sin duda la consa-
Víctima sagrada, y sosteniéndola en gración, en la que el pan y el vino se
alto, por encima de todas las realida- transforman en cuerpo entregado y
des temporales, dice: sangre derramada del mismo Cristo,
«Por Cristo, con Él y en Él, a ti, Dios Pa- actualizando el sacrificio redentor. Y
dre omnipotente, en la unidad del Espíri- la segunda, ciertamente, es la comu-
tu Santo, todo honor y toda gloria por los nión, en la que la Iglesia obedece el
siglos de los siglos». mandato de Cristo en su última Cena:
Este acto, por sí solo, justifica la exis- «Tomad y comed mi cuerpo, tomad y be-
tencia de la Iglesia en el mundo: para bed mi sangre».
eso precisamente ha sido congregado
en Cristo el pueblo cristiano sacerdo- El Padrenuestro
tal, para elevar en la eucaristía a Dios
El Padrenuestro es la más grande ora-
la máxima alabanza posible, y para
ción cristiana, la más grata al Padre y
atraer en ella en favor de toda la hu-
la que mejor expresa lo que el Espíri-
manidad innumerable bienes materia-
tu Santo ora en nosotros (+Rm
les y espirituales. De este modo, es en
8,15.26), pues es la oración que nos en-
la eucaristía donde la Iglesia se expre-
señó Jesús (Mt 5,23-24; Lc 11,2-4).
sa y manifiesta totalmente.
Por eso, en la misa, la oración domini-
El pueblo cristiano congregado hace
cal culmina en cierto modo la gran ple-
suya la plegaria eucarística, y comple-
garia eucarística, y al mismo tiempo ini-
ta la gran doxología trinitaria dicien-
cia el rito de la comunión. Comienza el
do: Amén. Es el Amén más solemne de
Padrenuestro reiterando el Santo del
la misa.
prefacio –«santificado sea tu Nom-
((Adviértase aquí, por otra parte, que es bre»–, asimila la actitud filial de Cris-
50 Síntesis de la Eucaristía
to, la Víctima pascual ofrecida –«hága- costumbre antigua, ya practicada por las
se tu voluntad»–, y continúa pidiendo primeras generaciones cristianas, de rezar
para la Iglesia la santidad y la unidad tres veces cada día el Padrenuestro, concre-
–«venga a nosotros tu reino»–. Pero tamente en laudes, en misa y en vísperas.
«Así habéis de orar tres veces al día»
también prepara a la comunión
(Dídaque VIII,3).
eucarística, pidiendo el pan necesario,
material y espiritual –«danos hoy
nuestro pan de cada día»–, imploran- La paz
do el perdón y la superación del mal Sabemos que Cristo resucitado, cuan-
–«perdona nuestras ofensas, líbranos do se aparecía a los apóstoles, les salu-
del mal»–, y procurando la paz con los daba dándoles la paz: «La paz con voso-
hermanos –«perdonamos a los que nos tros» (Jn 20,19.26). En realidad, la he-
ofenden»–. No podemos, en efecto, rencia que el Señor deja en la última
unirnos al Señor, si estamos en peca- Cena a sus discípulos es precisamen-
do y si permanecemos separados de te la paz: «La paz os dejo, mi paz os
los hermanos (+Mt 6,14-15; 6,9-13; doy; pero no como la da el mundo»
18,35). (14,27).
Merece la pena señalar aquí que, en la El pecado, separando al hombre de Dios,
petición «líbranos del mal», la Iglesia entien- divide de tal modo la humanidad en par-
de que «el mal no es una abstracción, sino tes contrapuestas, e introduce en cada per-
que designa una persona, Satanás, el Ma- sona tal cúmulo de tensas contradicciones
ligno, el ángel que se opone a Dios» (Cate- y ansiedades, que aleja irremediablemente
cismo 2851; +2850-2853). Ahora bien, en la de la vida humana la paz. Por eso, en la Bi-
última petición del Padrenuestro, «al pedir blia la paz (salom), que implica, en cierto
ser liberados del Maligno, oramos igualmen- modo, todos los bienes, no se espera sino
te para ser liberados de todos los males, como don propio del Mesías salvador. Él
presentes, pasado y futuros de los que él será constituido «Príncipe de la paz: su so-
es autor o instigador» (2854). beranía será grande y traerá una paz sin fin
El Padrenuestro, que es rezado en la para el trono de David y para su reino» (Is
misa por el sacerdote y el pueblo jun- 9,5-6). Sólo él será capaz de devolver a la
tamente, es desarrollado sólo por el humanidad la paz perdida por el pecado
sacerdote con el embolismo que le si- (+Ez 34,25; Joel 4,17ss; Am 9,9-21).
gue: «Líbranos de todos los males, Se- Pues bien, Jesús es el Mesías anunciado:
ñor», en el que se pide la paz de Cris- «Él es nuestra paz» (Ef 2,14). Los ángeles,
to y la protección de todo pecado y en su nacimiento, anuncian que Jesús va a
perturbación, «mientras esperamos la traer en la tierra «paz a los hombres ama-
gloriosa venida de nuestro Salvador Je- dos por Dios» (Lc 2,14). En efecto, quiso «el
Dios de la paz» (Rm 15,33), en la plenitud
sucristo». Y esta vez es el pueblo el que de los tiempos, «reconciliar por Él consigo,
consuma la oración con una doxolo- pacificando por la sangre de su cruz, todas
gía, que es eco de la liturgia celestial: las cosas, así las de la tierra como las del cie-
«Tuyo es el reino, tuyo el poder y la glo- lo» (Col 2,20). Y así él, nuestro Señor Jesu-
ria por siempre, Señor» (+Ap 1,6; 4,11; cristo, quitando el pecado del mundo y co-
5,13). municándonos su Espíritu, es el único que
Conviene advertir que la renovación puede darnos la paz verdadera, la que es
postconciliar de la liturgia ha restaurado la «fruto del espíritu» (Gál 5,22) y de la justi-
ficación por gracia (+Rm 5,1), la paz que ni
José María Iraburu 51
el mundo ni la carne son capaces de dar, 24,30; 1Cor 11,23-24; Jn 21,13)–: tomó el
la paz perfecta, de origen celeste, la paz que pan, lo bendijo, lo partió y lo dió a los dis-
ninguna vicisitud terrena será capaz de cípulos. Por eso, la antigüedad cristia-
destruir en los fieles de Cristo. na, viendo en esta acción un símbolo
El rito de la paz, previo a la comunión, profundo, dio a veces a toda la euca-
es, pues, un gran momento de la eucaris- ristía el nombre de «fracción del pan».
tía. El ósculo de la paz ya se daba fra- Y la liturgia ha conservado siempre
ternalmente en la eucaristía en los si- este rito, durante el cual el sacerdote
glos II-III. El sacerdote, en una oración parte el pan consagrado, y antes de de-
que, esta vez, dirige al mismo «Señor jar caer en el cáliz una partícula de él,
Jesucristo», comienza pidiéndole para dice: «El cuerpo y la Sangre de nues-
su Iglesia «la paz y la unidad» en una tro Señor Jesucristo, unidos en este
súplica extremadamente humilde: cáliz, sean para nosotros alimento de
«no tengas en cuenta nuestros peca- vida eterna».
dos, sino la fe [la fidelidad] de tu Igle- En todo caso, la significación más anti-
sia». A continuación, representando al gua de esta acción litúrgica está vinculada
mismo Cristo resucitado, dice a los a aquellas palabras de San Pablo: «Porque
discípulos reunidos en el cenáculo de el pan es uno, somos muchos un solo cuer-
la misa: «La paz del Señor esté siempre po, pues todos participamos de ese único
con vosotros». pan» (1Cor 10,17; +OGMR 56c). Es la co-
mún-comunión eucarística en el Pan par-
Y puesto que la comunión está ya tido lo que hace de nosotros un solo Cuer-
próxima, y no podemos unirnos a po, el de Cristo, la Iglesia. Los que partici-
Cristo si permanecemos separados de pamos de un mismo altar, somos uno solo,
nuestros hermanos, añade en seguida: pues comemos y vivimos de un mismo
«Daos fraternalmente la paz». De este Pan, y «hemos bebido del mismo Espíritu»
modo, la asidua participación en la (1Cor 12,13).
eucaristía va haciendo de los cristia-
nos hombres de paz, pues en la misa re-
Cordero de Dios
ciben una y otra vez la paz de Cristo,
y por eso mismo son cada vez más ca- A partir de los siglos VI y VII, du-
paces de comunicar a los hermanos la rante la fracción del pan –que enton-
paz que de Dios han recibido. «Bien- ces, cuando no hay todavía hostias pe-
aventurados los que trabajan por la queñas, dura cierto tiempo–, el pueblo
paz, porque ellos serán llamados hijos recita o canta el Cordero de Dios, repi-
de Dios» (Mt 5,9). tiendo varias veces ese precioso títu-
lo de Cristo, que ya en el Gloria ha
sido proclamado.
La fracción del pan Como ya vimos más arriba, la idea del
Partir el pan en la mesa era un ges- Salvador como Cordero inmolado, ya desde
to tradicional que correspondía al pa- el sacrificio de Isaac, pasando por la Pas-
dre de familia. Es un gesto propio de cua y por el Siervo de Yavé de que habla
Cristo, y lo realiza varias veces estan- Isaías, está presente en la revelación divi-
do con sus discípulos –al multiplicar na hasta el Apocalipsis de San Juan, que
contempla en el cielo el culto litúrgico que
los panes, en la Cena última, con los
los ángeles y los santos ofrecen al Corde-
de Emaús, ya resucitado (Jn 6,11; Lc
52 Síntesis de la Eucaristía
«3. Aun cuando conviene sobremanera que la comunión. Esa «conveniente acción
quienes reciben frecuente y hasta diaria- de gracias», de que hablaba San Pío X,
mente la comunión estén libres de pecados es un momento muy especial de gra-
veniales, por lo menos de los plenamente cia. Por eso es aconsejable realizarla
deliberados, y del apego a ellos, basta sin
fielmente, bien sea en ese momento
embargo que no tengan culpas mortales,
con propósito de no pecar más en adelan- de silencio, inmediato a la comunión,
te... o bien después de finalizada la misa.
«4. Ha de procurarse que a la sagrada co- Es lo que la Iglesia recomienda: para que
munión preceda una diligente preparación y los fieles «puedan perseverar más fácilmen-
le siga la conveniente acción de gracias, se- te en esta acción de gracias, que de modo
gún las fuerzas, condición y deberes de eminente se tributa a Dios en la misa, se re-
cada uno. comienda a los que han sido alimentados
con la sagrada comunión que permanezcan
«5. Debe pedirse consejo al confesor. Pro- algún tiempo en oración» (Eu-charisticum
curen, sin embargo, los confesores no apar- mysterium 38).
tar a nadie de la comunión frecuente o co-
tidiana, con tal que se halle en estado de Después de ese tiempo, más o me-
gracia y se acerque con rectitud de inten- nos largo, «en la oración después de la
ción» (Denz 1981/3375 - 1990/3383). comunión, el sacerdote ruega para que se
Parece claro que en la grave cues- obtengan los frutos del misterio celebra-
tión de la comunión frecuente, la ma- do» (OGMR 56k). Estos frutos son in-
yor tentación de error es hoy la actitud cesantemente indicados y pedidos en
laxista, y no el rigorismo jansenista, las oraciones de postcomunión. En
siendo una y otro graves errores. En- efecto, si hacemos una lectura segui-
tre ambos extremos de error, la doc- da de postcomuniones de la misa, ire-
trina de la Iglesia católica, expresada mos conociendo claramente cuáles
en el decreto de San Pío X, permane- son los frutos normales de la partici-
ce vigente. Hoy «la Iglesia recomien- pación eucarística, pues lo que pide la
da vivamente a los fieles recibir la san- Iglesia en esas oraciones, con toda con-
ta eucaristía los domingos y los días fianza y eficacia, coincide precisamen-
de fiesta, o con más frecuencia aún, te con lo que el Señor quiere dar en la
incluso todos los días» (Catecismo liturgia de la misa. Esto es lo propio de
1389). toda oración litúrgica, que realiza lo
que pide.
Veamos, a modo de ejemplo, algunas peti-
La oración post-comunión ciones incluidas en postcomuniones de domin-
«Cuando se ha terminado de distri- gos del Tiempo Ordinario: «te suplicamos la
buir la comunión, el sacerdote y los gracia de poder servirte llevando una vida
fieles, si se juzga oportuno, pueden según tu voluntad» (1). «Alimentados con
el mismo pan del cielo, permanezcamos
orar un rato recogidos. O si se prefie-
unidos en el mismo amor» (2). «Cuantos
re, puede también cantar toda la hemos recibido tu gracia vivificadora, nos
asamblea un himno, un salmo o algún alegremos siempre de este don admirable
otro canto de alabanza» (OGMR 56j). que nos haces» (3). «Que el pan de vida
La práctica devocional de la Iglesia ha eterna nos haga crecer continuamente en
dado siempre una importancia muy no- la fe verdadera» (4). «Concédenos vivir tan
table a este tiempo de oración después de unidos en Cristo, que fructifiquemos con
56 Síntesis de la Eucaristía
gozo para la salvación del mundo» (5). «Santo y fuente de toda santidad» (PE
«Busquemos siempre las fuentes de donde II).
brota la vida verdadera» (6). «Alcanzar un
día la salvación eterna, cuyas primicias nos En realidad, no es posible nuestra san-
has entregado en estos sacramentos» (7; in- tificación sin verdaderos milagros de la
tención frecuente: +20, 26, 30, 31). «Sane gracia. ¿Cómo, si no, podríamos librar-
nuestras maldades y nos conduzca por el nos de pecados, defectos o imperfec-
camino del bien» (10). «Que esta comunión ciones tan arraigados en nuestra per-
en tus misterios, Señor, expresión de nues- sonalidad? San Juan de la Cruz nos
tra unión contigo, realice la unidad de tu muestra claramente que la purifica-
Iglesia» (11). «Condúcenos a perfección tan ción activa del cristiano no puede al-
alta, que en todo sepamos agradarte» (21). canzar la perfecta santidad, «hasta que
«Fortalezca nuestros corazones y nos mue-
va a servirte en nuestros hermanos» (22).
Dios lo hace en él, habiendose él pasi-
«Sea su fuerza, no nuestro sentimiento, vamente» (I Noche 7,5). Pues bien, aun-
quien mueva nuestra vida» (24). «Nos que nosotros hemos de realizar actos
transformemos en lo que hemos recibido» al comulgar, sobre todo de fe y de
(27). «Nos hagas participar de su naturale- amor –en cuanto ello nos sea posible–
za divina» (28). «Aumente la caridad en to- , lo cierto es que de la comunión pue-
dos nosotros» (33). «No permitas que nos de decirse, más o menos, lo que el
separemos de ti» (34). «Encontrar la salud Doctor místico afirma de la contem-
del alma y del cuerpo en el sacramento que plación: en ella «Dios es el agente y el
hemos recibido» (Trinidad). alma es la paciente»; y el alma está
Éstos y otros preciosos efectos que la «como el que recibe y como en quien
Iglesia pide con audacia y confianza se hace, y Dios como el que da y como
en la oración postcomunión –como el que en ella hace» (Llama 3,32).
también en la oración colecta y la del La comunión eucarística es, pues, un
ofertorio– son los que la eucaristía momento privilegiado para esos milagros
causa de suyo en nosotros, si no pone- de la gracia que necesitamos. Cristo en
mos impedimento a la acción de Cris- ella, con todo el poder de su pasión
to en ella (+Catecismo, frutos de la co- gloriosa y de su resurrección admira-
munión: 1391-1398). ble, nos concede ir muriendo a los pe-
cados del hombre viejo, e ir renacien-
Comunión y santidad do a las virtudes del hombre nuevo.
«Si no coméis la carne del Hijo del Es en la eucaristía donde, por obra del
hombre y no bebéis su sangre, no tendréis Espíritu Santo, el pan y el vino se con-
vida en vosotros. El que come mi carne y vierten en cuerpo y sangre de Cristo,
bebe mi sangre tiene la vida eterna y yo y donde igualmente, por obra del Es-
le resucitaré el último día» (Jn 6,53-54). píritu Santo, los hombres carnales se
La cosa es clara: la santificación cristia- transforman en hombres espirituales,
na tiene forma eucarística. Es así, al me- cada vez más configurados a Cristo.
nos ordinariamente, como ha querido
Cristo santificarnos. Y nosotros no
Los santos
podemos santificar-nos según nues-
y la comunión eucarística
tros gustos o inclinaciones –es absur-
do–, sino según Cristo ha dispuesto Sólo los santos conocen y viven ple-
hacerlo, y nos lo ha dicho. Sólo él es namente la vida cristiana. Y, concreta-
José María Iraburu 57
mente, sólo los santos veneran como se Sintiendo especial reverencia por el Sacra-
debe el gran sacramento de la eucaristía. mento, digno de todo respeto, ofrecía el sa-
Por eso en esto, como en todo, noso- crificio de todos sus miembros, y al recibir
tros hemos de tomarles como maes- al Cordero sin mancha, inmolaba el espíri-
tu con aquel sagrado fuego que ardía siem-
tros. Santo Tomás de Aquino, por
pre en el altar de su corazón» (II Celano
ejemplo, según declaran en el proce- 201).
so de canonización sus compañeros,
«omni die celebrabat missam cum Es un dato cierto que los santos, mu-
lacrymis» (n.49), sobre todo a la hora chas veces, han recibido precisamente en
de comulgar (n.15). Y también San Ig- la comunión eucarística gracias especia-
nacio de Loyola lloraba con frecuen- lísimas, decisivas en su vida.
cia en la misa (Diario espiritual 14). Recordemos, por ejemplo, a Santa Tere-
No-sotros, hombres de poca fe, no llo- sa de Jesús. Ella, cuando no era costumbre,
ramos, pues apenas sabemos lo que «cada día comulgaba, para lo cual la veía
hacemos cuando asistimos a la misa. [esta testigo] prepararse con singular cui-
Son los santos, realmente, los que en- dado, y después de haber comulgado estar
largos ratos muy recogida en oración, y
tienden, en fe y amor, qué es lo que en muchas veces suspendida y elevada en
la misa están haciendo, o mejor, qué Dios» (Ana de los Angeles: Bibl. Míst.
está haciendo en ella la Trinidad san- Carm. 9,563).
tísima. Por eso han de ser ellos los que
Las más altas gracias de su vida, y con-
nos enseñen a celebrar el sacrificio cretamente el matrimonio espiritual, fueron
euca-rístico y a recibir en la comunión recibidas por Santa Teresa en la eucaristía.
el cuerpo y la sangre de Cristo. Ella misma afirma que fue en una comu-
San Francisco de Asís, siendo diácono, nión cuando llegó a ser con Cristo, en el
pocos años antes de morir, escribe una Car- matrimonio, «una sola carne»: «Un día, aca-
ta a los clérigos, en la que confiesa bando de comulgar, me pareció verdadera-
conmovedoramente toda la grandeza del mente que mi alma se hacía una cosa con
ministerio eucarístico que desempeñan. Y aquel cuerpo sacratísimo del Señor» (Cuen-
en su Carta a toda la Orden reitera las mis- ta conciencia 39; +VII Moradas 2,1). Y Tere-
mas exhortaciones: «Así, pues, besándoos sa encuentra a Jesús en la comunión resu-
los pies y con la caridad que puedo, os su- citado, glorioso, lleno de inmensa majestad:
plico a todos vosotros, hermanos, que tri- «No hombre muerto, sino Cristo vivo, y da
butéis toda reverencia y todo el honor, en fin, a entender que es hombre y Dios, no como
cuanto os sea posible, al santísimo cuerpo y estaba en el sepulcro, sino como salió de él
sangre de nuestro Señor Jesucristo, en quien después de resucitado. Y viene a veces con
todas las cosas que hay en cielos y tierra tran grande majestad que no hay quien
han sido pacificadas y reconciliadas con el pueda dudar sino que es el mismo Señor,
Dios omnipotente [+Col 1,20]» (12-13). Él, en especial en acabando de comulgar, que
personalmente, «ardía de amor en sus en- ya sabemos que está allí, que nos lo dice la
trañas hacia el sacramento del cuerpo del fe. Represéntase tan Señor de aquella po-
Señor, sintiéndose oprimido y anonadado sada que parece, toda deshecha el alma, se
por el estupor al considerar tan estimable ve consumir en Cristo» (Vida 28,8).
dignación y tan ardentísima caridad. Repu- Otros santos ha habido que vivían
taba un grave desprecio no oír, por lo me- alimentándose sólamente con el Pan
nos cada día, a ser posible, una misa. Co-
eucarístico, es decir, con el cuerpo de
mulgaba muchísimas veces, y con tanta de-
voción, que infundía fervor a los presentes. Cristo. En esos casos milagrosos ha
58 Síntesis de la Eucaristía
darnos en comida a todo Dios, esencia divi- Señor, al despedirse de sus discípulos
na? ¿Quién te ha obligado a esto? Sola la en el momento de su ascensión, «alzó
caridad, como loco de amor que eres» (Ora- sus manos y los bendijo; y mientras los
ciones y soliloquios 20). bendecía, se separó de ellos y fue lle-
vado al cielo» (Lc 24,50-51), así ahora,
por medio del sacerdote que le re-pre-
senta, el Señor bendice al pueblo cris-
tiano, que se ha congregado en la eu-
IV. RITO DE CONCLUSIÓN caristía para celebrar el memorial de
«su pasión salvadora, y de su admira-
ble resurrección y ascensión al cielo,
Saludo y bendición. -Despedida y misión.
mientras espera su venida gloriosa»
(PE III).
La inclusión es una forma poética,
por la que el final vuelve al principio. Despedida y misión
No es rara en los salmos, por ejemplo,
en el 102, que empieza y termina di- La palabra misa, que procede de
ciendo: «Bendice, alma mía, al Señor». missio (misión, envío, despedida), ya
También ocurre así en la misa. desde el siglo IV viene siendo uno de
los nombres de la eucaristía. En efec-
to, la celebración de la eucaristía termi-
Saludo y bendición na con el envío de los cristianos al mun-
Al finalizar la misa, en efecto, se do. Y no se trata aquí tampoco de una
vuelve al saludo de su comienzo: simple exhortación, «vayamos en
paz», apenas significativa, sino de
–«El sacerdote, extendiendo las manos,
saluda al pueblo diciendo: El Señor esté con
algo más importante y eficaz. En efec-
vosotros; a lo que el pueblo responde: Y con to, así como Cristo envía a sus discípu-
tu espíritu». los antes de ascender a los cielos –«id
por todo el mundo y predicad el evan-
Y si la celebración se inició en el gelio a toda criatura» (Mc 16,15)–,
nombre de la santísima Trinidad y en
ahora el mismo Cristo, al concluir la
el signo de la cruz, también en este
eucaristía, por medio del sacerdote
Nombre y signo va a concluirse: que actúa en su nombre y le visibiliza,
«En seguida el sacerdote añade: «la ben- envía a todos los fieles, para que vuel-
dición de Dios todopoderoso –haciendo aquí la van a su vida ordinaria, y en ella anun-
señal + de la bendición–, Padre, Hijo y Espí- cien siempre la Buena Noticia con pa-
ritu Santo, descienda sobre vosotros». Y todos
labras y más aún con obras.
responden «Amén».
–«Podéis ir en paz».
El sacerdote aquí no pide que la ben-
dición de Dios descienda «sobre noso- –«Demos gracias a Dios».
tros», no. Lo que hace –si realiza la li- Entonces el sacerdote, según costumbre,
turgia católica– es transmitir, con la efi- venera el altar [como al principio de la
cacia y certeza de la liturgia, una bendi- misa] con un beso y, hecha la debida reve-
ción, que Cristo finalmente concede a su rencia, se retira» (OGMR 124-125).
pueblo. De tal modo que, así como el La misa ha terminado.
60 Síntesis de la Eucaristía
con la eucaristía y a ella se ordenan, ción de gracias [de la eucaristía], así como el
pues en la sagrada eucaristía se con- recuerdo de los misterios de la salvación,
tiene todo el bien espiritual de la Igle- las súplicas y el gusto anticipado de la glo-
sia, Cristo mismo, nuestra Pascua y ria celeste, que se nos ofrecen en el miste-
rio eucarístico, “centro y cumbre de toda
pan vivo, que por su carne vivificada
la vida de la comunidad cristiana”» (ib.).
y vivificante en el Espíritu Santo, da
vida a los hombres» (PO 5b).
Todos los sacramentos contienen la gracia El Misal de los fieles
que significan, y la confieren a los fieles que Estimamos sumamente recomendable
los reciben con buena disposición. «Pero en el uso habitual del Misal de los fieles. Él
la eucaristía está el autor mismo de la san- pone en nuestras manos las maravi-
tidad» (Trento: Denz 876/1639). Y en todos
y cada uno de los sacramentos –bautismo,
llosas oraciones del Ordinario de la
penitencia, etc.–, participa el cristiano de la misa, especialmente las Plegarias
pasión de Cristo, muriendo al pecado, y de Eucarísticas, y cada día nos ofrece las
su gloriosa resurrección, renaciendo y vi- lecturas bíblicas, las oraciones varia-
viendo a la vida santa de la gracia. bles, que van celebrando, con distin-
tas tonalidades, el Año del Señor, sus
grandes misterios, las fiestas de los
Eucaristía y Liturgia de las Horas santos.
«La “obra de la redención de los Es tal la riqueza del Misal en doctri-
hombres y de la perfecta glorificación na y espiritualidad, que apenas puede
de Dios” (SC 5b) es realizada por Cris- ser asimilada, si sólo en el momento
to en el Espíritu Santo por medio de de la celebración, entra el fiel en con-
su Iglesia no sólo en la celebración de tacto con las oraciones y lecturas,
la eucaristía y en la administración de anáforas, antífonas y aclamaciones.
los sacramentos, sino también, con pre- Sin embargo, la espiritualidad de los
ferencia a los modos restantes, cuan- cristianos, sin duda alguna, debe bus-
do se celebra la Liturgia de las Horas. car y encontrar en el Misal y en las
En ella, Cristo está presente en la Horas las fuentes más preciosas de
asamblea congregada, en la palabra de donde mana inagotablemente el Espí-
Dios que se proclama y “cuando la ritu de Jesucristo y de su Iglesia.
Iglesia suplica y canta salmos” (SC
7a)» (Ordenación general de la Liturgia En los años de la renovación litúrgica que
precedieron al concilio Vaticano II se difun-
de las Horas 13).
dieron abundantemente entre los fieles los
–Preparación a la eucaristía. Pues bien, se- Misales manuales, normalmente bilingües.
gún nos enseña la Iglesia, «la celebración Ellos ayudaron mucho a los fieles a parti-
eucarística halla una preparación magnífica en cipar en la eucaristía. Pero después del Con-
la Liturgia de las Horas, ya que ésta suscita cilio, una vez traducida la liturgia a las len-
y acrecienta muy bien las disposiciones que guas vernáculas, el uso de esos Misales ha
son necesarias para celebrar la eucaristía, disminuido notablemente. Es, por tanto,
como la fe, la esperanza, la caridad, la de- muy deseable que todos los hogares cristia-
voción y el espíritu de abnegación» (ib. 12). nos tengan un Misal de fieles, como deben
–Extensión de la eucaristía. Y, por otra par- tener la Biblia o el Catecismo de la Iglesia.
te, «la Liturgia de las Horas extiende a los dis- Y los utilicen, claro.
tintos momentos del día la alabanza y la ac-
62 Síntesis de la Eucaristía
oración, implora su venida: “Marán del apóstol San Juan (Jn 19,27). Como
athá” (1Cor 16,22), “Ven, Señor Jesús” también sabemos que los apóstoles
(Ap 22,20), “que tu gracia venga y que comenzaron a celebrar la eucaristía a
este mundo pase” (Dídaque 10,6)» (Ca- partir de Pentecostés. Esto nos hace,
tecismo 1403). por tanto, suponer con base muy cier-
Cada vez que nos reunimos en la eucaristía ta que la santísima Virgen participó
debe avivarse en nosotros el deseo del cielo, en la eucaristía cuantas veces pudo
pues la celebramos «mientras esperamos la hasta el momento de su asunción a los
gloriosa venida de nuestro Salvador Jesu- cielos.
cristo» (oración después del Padrenuestro;
La Virgen María es, pues, indudable-
+Tit 2,13). Con frecuencia las oraciones de
la misa, especialmente las postcomuniones, mente el modelo perfecto de participación
piden que cuantos celebran aquí la eucaris- en la misa. Nadie como ella ha vivido
tía, lleguen a participar «en el banquete del la liturgia eucarística como actualiza-
Reino de los cielos». La eucaristía, pues, es ción del sacrificio de la cruz. Nadie ha
como una puerta abierta al más allá celes- reconocido como ella la presencia de
tial. Por eso en ella pedimos al Padre en- Jesús en los fieles congregados en su
trar «en tu reino, donde esperamos gozar Nombre. Nadie como ella ha distin-
todos juntos de la plenitud eterna de tu guido la voz de su hijo divino en la li-
gloria; allí enjugarás las lágrimas de nues- turgia de la Palabra. Nadie ha hecho
tros ojos, porque, al contemplarte como tú
suyas las oraciones, alabanzas y súpli-
eres, Dios nuestro, seremos para siempre
semejantes a ti y cantaremos eternamente cas de la misa con tanta fe y esperan-
tus alabanzas, por Cristo, Señor Nuestro» za, con tanto amor como la Virgen
(PE III, en misa por difuntos). María. Nadie en la misa se ha ofreci-
do con Cristo al Padre de modo tan
«La creación entera hasta ahora
total a como ella lo hacía. Nadie ha
gime y siente dolores de parto, y no
comulgado el cuerpo de Cristo, ni el
sólo ella, sino también nosotros, que
mayor de los santos, con el amor de la
tenemos las primicias del Espíritu, ge-
Virgen Madre. Nadie ha suplicado la
mimos dentro de nosotros mismos,
paz y la unidad de la santa Iglesia con
suspirando por la adopción, por la re-
la apasionada confianza de la Virgen
dención de nuestro cuerpo. Porque es
en la misericordia de Dios providente.
en esperanza como estamos salvados»
Nadie, en toda la historia de la Iglesia,
(Rm 8,22-24). Pues bien, en este tiem-
ha estado en la misa tan atenta, tan
po de prueba, paciente y esperanzado,
humilde y respetuosa, tan encendida
la eucaristía es la anticipación y la
en oración y en amor, como la Madre
prenda más segura de «los cielos nue-
de la divina gracia.
vos y la tierra nueva» (2Pe 3,13), allí
donde, finalmente, «Dios será todo en Conviene, pues, que tomemos a la Vir-
todas las cosas» (1Cor 15,28). gen María como modelo y como interce-
sora para adentrarnos más en el miste-
rio eucarístico. Oigamos la Palabra
María y la eucaristía «con la fe de María». Elevemos al Pa-
Sabemos que, después de la ascen- dre la atrevida oración de los fieles
sión de nuestro Señor Jesucristo, la «con la esperanza de María». Acer-
Virgen María fue «acogida en la casa» quémonos a comulgar «con el amor
64 Síntesis de la Eucaristía
de María». Que sea ella, la que estuvo es uno de los más antiguos documen-
al pie de la Cruz, la que, con la pacien- tos cristianos extrabíblicos. En ella se
cia propia de las madres, nos enseñe recogen algunas plegarias de carácter
a participar más y mejor en la santa plenamente eucarístico, en las que se
misa, sacrificio de la Nueva Alianza. describen usos y formas litúrgicas ya
vigentes.
«Respecto a la acción de gracias (eucaris-
tía), daréis las gracias de esta manera.
«Primeramente, sobre el cáliz: Te damos
gracias, Padre santo, por la santa viña de
David, tu siervo, la que nos has revelado
I APÉNDICE por Jesús, tu siervo. A ti sea la gloria por
los siglos.
Textos «Luego, sobre el trozo de pan: Te damos
gracias, Padre nuestro, por la vida y la cien-
eucarísticos cia que nos revelaste por medio de Jesús,
tu siervo. A ti la honra por los siglos.
preparado. Porque tuyo es el poder y la das las preces, nos saludamos mutuamen-
gloria por los siglos. te con el ósculo de paz. Seguidamente, al
«Venga la gracia y pase este mundo. Ho- que preside entre los hermanos, se le pre-
sanna al Dios de David. El que sea santo senta pan y una copa de agua y de vino.
que se acerque. El que no lo sea, que haga Cuando lo ha recibido, alaba y glorifica al
penitencia. Marán athá. Amén. Padre del universo por el nombre de su
Hijo y por el Espíritu Santo, y pronuncia
«A los profetas permitidles que den gra- una larga acción de gracias, por habernos
cias cuantas quieran (Did. 9-10). concedido esos dones que de Él nos vie-
«Reunidos cada día del Señor, partid el nen. Y cuando el presidente ha terminado
pan y dad gracias, después de haber confesa- las oraciones y la acción de gracias, todo el
do vuestros pecados, para que vuestro sacri- pueblo presente aclama, diciendo: “Amén”.
ficio sea puro. Todo aquel, sin embargo, “Amén” significa, en hebreo, “Así sea”. Y
que tenga contienda con su compañero, no una vez que el presidente ha dado gracias
se reuna con vosotros hasta tanto no se ha- y todo el pueblo ha aclamado, los que en-
yan reconciliado, a fin de que no se profa- tre nosotros se llaman diáconos dan a cada
ne vuestro sacrificio. Pues éste es el sacri- uno de los presentes a participar del pan, y del
ficio del que dijo el Señor: “En todo lugar vino y del agua sobre los que se dijo la ac-
y en todo tiempo se me ha de ofrecer un ción de gracias, y también lo llevan a los au-
sacrificio puro, dice el Señor, porque soy yo sentes (I Apol. 65).
Rey grande, y mi nombre es admirable en- «Este alimento se llama entre nosotros
tre las naciones” [+Mal 1,11-14]» (Díd. 14). eucaristía; de la que a nadie es lícito partici-
par, sino al que [1] cree que nuestra doctri-
na es verdadera, y que [2] ha sido purifi-
San Justino (+163) cado con el baño que da el perdón de los
El filósofo samaritano Justino, con- pecados y la regeneración, y que [3] vive
vertido al cristianismo, escribe hacia como Cristo enseñó. Porque estas cosas no
el 153 su I Apología en defensa de los las tomamos como pan común ni bebida
cristianos, dirigida al emperador ordinaria, sino que así como Jesucristo,
Antonino Pío, al Senado y al pueblo nuestro Salvador, hecho carne por virtud
del Verbo de Dios, tuvo carne y sangre por
romano. Y en Roma selló su testimo- nuestra salvación; así se nos ha enseñado
nio con su sangre. En ese texto halla- que, por virtud de la oración al Verbo que
mos una primera descripción de la de Dios procede, el alimento sobre el que
misa, muy semejante, al menos en sus fue dicha la acción de gracias –alimento de
líneas fundamentales, a la misa actual. que, por transformación, se nutren nues-
«Nosotros, después de haber bautizado al tra sangre y nuestra carne– es la carne y la
que ha creído y se ha unido a nosotros [bau- sangre de aquel mismo Jesús encarnado. Pues
tismo y comunión eclesial], le llevamos a los apóstoles, en los Recuerdos por ellos
los llamados hermanos, allí donde están re- compuestos llamados Evangelios, nos trans-
unidos, para rezar fervorosamente las ora- mitieron que así les había sido mandado,
ciones comunes por nosotros mismos, por cuando Jesús, habiendo tomado el pan y
el que acaba de ser iluminado y por todos dado gracias, dijo: «Haced esto en memo-
los otros esparcidos por todo el mundo, su- ria de mí; éste es mi cuerpo» [Lc 22,19; 1Cor
plicando se nos conceda, ya que hemos co- 11,24], y que, habiendo tomado del mismo
nocido la verdad, ser hallados por nuestras modo el cáliz y dado gracias, dijo: «Ésta es
obras hombres de buena conducta, y cum- mi sangre» [Mt 26,27]; y que sólo a ellos les
plidores de los mandamientos, de suerte dio parte» (66).
que consigamos la salvación eterna. Acaba-
66 Síntesis de la Eucaristía
has complacido. Tú lo enviaste desde el cie- «Los domingos, si es posible, el obispo dis-
lo al seno de una virgen, y habiendo sido tribuirá de su propia mano [la comunión]
concebido, se encarnó y se mostró como a todo el pueblo, mientras que los diáconos
Hijo tuyo, nacido del Espíritu Santo y de y los presbíteros partirán el pan. Luego el
la Virgen. Él, cumpliendo tu voluntad y diácono ofrecerá la eucaristía y la patena al
conquistándote tu pueblo santo, extendió sacerdote; éste las recibirá, las tomará en sus
sus manos, padeciendo para librar del su- manos para luego distribuirlas a todo el
frimiento a los que creyeron en ti. El cual, pueblo. Los demás días se comulgará si-
habiéndose entregado voluntariamente a la guiendo las instrucciones del obispo» (22).
pasión para destruir la muerte, romper las –La comunión realizada privadamente en
cadenas del demonio, humillar al infierno, casa. «Todos los fieles tengan cuidado de
iluminar a los justos, cumplirlo todo y ma- tomar la eucaristía antes de que coman
nifestar la resurrección, mostrando el pan cualquier otro alimento...Y cuídese que no
y dándote gracias, dijo: “Tomad, comed. la tome un infiel, ni un ratón ni otro ani-
Éste es mi cuerpo, que por vosotros será mal, y de que nadie la vuelque ni la derra-
destrozado”. Del mismo modo, tomó el cá- me, ni la pierda. Siendo el Cuerpo de Cris-
liz, diciendo: “Ésta es mi sangre, que por to, que será comido por los creyentes, no
vosotros es derramada. Cuando hacéis esto, debe ser menospreciado» (37). «También el
hacedlo en memoria mía”. cáliz bendito en el nombre del Señor se re-
«Recordando, pues, su muerte y su resu- cibe como sangre de Cristo. Por eso nada
rrección, te ofrecemos este pan y este cáliz, debe ser derramado... Si tú lo menospre-
dándote gracias porque nos tuviste por dig- cias, serás tan responsable de la sangre ver-
nos de estar en tu presencia y de servirte tida como aquél que no valora el precio por
como sacerdotes. el que fue adquirido» (38).
«Y te pedimos que envíes tu Espíritu San-
to sobre la oblación de la santa Iglesia. Re-
Orígenes (185-253)
uniéndolos en uno, da a todos los santos
que la reciben que sean llenos del Espíritu Asceta y gran teólogo, lleva Oríge-
Santo, para confirmación de la fe en la ver- nes a su apogeo la escuela de Alejan-
dad, a fin de que te alabemos y glorifi- dría, y sufre diversos tormentos en la
quemos por tu Hijo Jesucristo, que tiene tu persecución de Decio. Este gran doc-
gloria y tu honor con el Espíritu Santo en tor venera de modo semejante la pre-
la santa Iglesia, ahora y por los siglos de los sencia eucarística de Cristo en el Pan
siglos. Amén» (4). y en la Palabra:
–La comunión primera de los neófitos. «To-
«Conocéis vosotros, los que soléis asistir
das estas cosas el obispo las explicará a los
a los divinos misterios, cómo cuando reci-
que reciben [por primera vez] la comunión.
bís el cuerpo del Señor, lo guardáis con
Cuando parte el pan, al presentar cada tro-
toda cautela y veneración, para que no se
zo, dirá: “El pan del cielo en Cristo Jesús”.
caiga ni un poco de él, ni desaparezca algo
Y el que lo recibe responderá: “Amén”. Si
del don consgrado. Pues os creéis reos, y
no hay presbíteros suficientes para ofrecer
rectamente por cierto, si se pierde algo de
los cálices, intervengan los diáconos, aten-
él por negligencia. Y si empleáis, y con ra-
tos a observar perfectamente el orden; el
zón, tanta cautela para conservar su cuer-
primero sostenga el caliz del agua; el segun-
po, ¿cómo juzgáis cosa menos impía haber des-
do, el de la leche, y el tercero, el del vino.
cuidado su palabra que su cuerpo?» (Sobre
Los comulgantes gusten de cada uno de los
Éxodo, hom. 13,3).
cálices (21).
–La comunión ordinaria de los domingos.
68 Síntesis de la Eucaristía
salvación. Otras veces, sometiéndonos a no- fue conducido al matadero como una ove-
sotros mismos por completo a Él, y consa- ja, sin que dijera palabra ante el matarife
grándonos en cuerpo y alma a su Sacerdo- [+Is 53,7], purificándonos así con su precio-
te, el Verbo mismo. Por eso procuramos sa sangre, que habla mucho más que la de
conservar para Él el cuerpo puro e inma- Abel [+Heb 12,24] (Carta 1,9).
culado de toda deshonestidad, y le entre- «Nosotros nos alimentamos con el pan de la
gamos el alma purificada de toda pasión y vida, y deleitamos siempre nuestra alma con
mancha proveniente de la maldad, y le su preciosa sangre, como si fuera una fuen-
honramos piadosamente con pensamientos te. Y, sin embargo, siempre estamos ardien-
sinceros, con sentimientos no fingidos y do de sed. Y Él mismo está presente en los
con la profesión de la verdad. Pues se nos que tienen sed, y por su benignidad llama
ha enseñado que estas cosas les son más a la fiesta a aquellos que tienen entrañas se-
gratas que multitud de hostias sacrificadas dientas: “Si alguno tiene sed, venga a mí y
con sangre, humo y olor a víctima quema- beba” [Jn 7,37]» (Carta 5,1).
da [+Is 1,11] (Demostración evangélica 1,10).
En cuanto al sacrificio eucarístico, «de la
misma manera que nuestro Salvador y Se-
ñor en persona, el primero, después todos
los sacerdotes procedentes de Él, cumplien-
do el espiritual ministerio sacerdotal, según
los ritos eclesiásticos, por todas las naciones II APÉNDICE
expresan con pan y vino los misterios de su
cuerpo y de su salvadora sangre. Y estas co-
sas las vio ya de antemano Mel-quisedec,
Ordinario
en el divino Espíritu, pues él usó de figu-
ras de las cosas que habían de suceder, se-
de la Misa
gún lo atestigua la Escritura de Moisés, di-
ciendo: “Y Melquisedec, rey de Salén, pre- Nota.-En el texto que sigue se usan es-
sentó panes y vino; y era sacerdote del Dios tos signos: – habla el sacerdote; > habla el
Altísimo, y bendijo a Abraham” [Gén pueblo, o el pueblo con el sacerdote; ( ) es
14,18ss]. Con razón, pues, sólo a Aquél que acción optativa, p.ej., (incienso); (+) hay
ha sido manifestado “el Señor le ha jurado más fórmulas alternativas.
y no se arrepiente: Tú eres sacerdote eter-
no, según el rito de Melqui-sedec” [Sal
109,4]» (ib. 5,3). Ritos iniciales
DOXOLOGÍA
INVOCACIÓN AL ESPÍRITU SAN-
–Por Cristo, con él y en él, a ti, Dios TO (1ª)
Padre omnipotente, en la unidad del
Espíritu Santo, todo honor y toda glo- –Por eso, Padre, te suplicamos que
ria por los siglos de los siglos. santifiques por el mismo Espíritu es-
tos dones que hemos separado para ti,
>Amén. de manera que sean Cuerpo y + San-
gre de Jesucristo, Hijo tuyo y Señor
nuestro, que nos mandó celebrar estos
misterios.
IIIª Plegaria
RELATO - CONSAGRACIÓN
PREFACIO
–Porque él mismo, la noche en que
–El Señor esté con vosotros. iba a ser entregado, tomó pan, y dan-
>Y con tu espíritu. do gracias te bendijo, lo partió y lo dio
–Levantemos el corazón. a sus discípulos, diciendo:
José María Iraburu 77
ALABANZA
IVª Plegaria –Te alabamos, Padre santo, porque
eres grande y porque hiciste todas las
cosas con sabiduría y amor.
PREFACIO
A imagen tuya creaste al hombre y
–El Señor esté con vosotros. le encomendaste el universo entero,
>Y con tu espíritu. para que, sirviéndote sólo a ti, su
–Levantemos el corazón. Creador, dominara todo lo creado.
>Lo tenemos levantado hacia el Se- Y cuando por desobediencia perdió
ñor. tu amistad, no lo abandonaste al po-
der de la muerte, sino que, compade-
–Demos gracias al Señor, nuestro cido, tendiste la mano a todos, para
Dios. que te encuentre el que te busca.
>Es justo y necesario. Reiteraste, además, tu alianza a los
–En verdad es justo darte gracias, y hombres; por los profetas los fuiste
deber nuestro glorificarte, Padre san- llevando con la esperanza de salva-
to, porque tú eres el único Dios vivo ción.
y verdadero, que existes desde siem- Y tanto amaste al mundo, Padre
pre y vives para siempre, luz sobre santo, que, al cumplirse la plenitud de
toda luz. los tiempos, nos enviaste como salva-
Porque tú solo eres bueno y la fuen- dor a tu único Hijo.
te de la vida, hiciste todas las cosas El cual se encarnó por obra del Es-
para colmarlas de tus bendiciones y píritu Santo, nació de María, la Vir-
alegrar su multitud con la claridad de gen, y así compartió en todo nuestra
tu gloria. condición humana menos en el peca-
Por eso, innumerables ángeles en tu do; anunció la salvación a los pobres,
presencia, contemplando la gloria de la liberacióna los oprimidos y a los
tu rostro, te sirven siempre y te glori- afligidos el consuelo.
fican sin cesar. Y con ellos también Para cumplir tus designios, él mis-
nosotros, llenos de alegría, y por nues- mo se entregó a la muerte, y, resuci-
tra voz las demás criaturas, aclama- tando, destruyó la muerte y nos dio
mos tu nombre cantando: nueva vida.
Y porque no vivamos ya para noso-
SANTO - HOSANNA tros mismos, sino para él, que por no-
>Santo, Santo, Santo es el Señor, sotros murió y resucitó, envió, Padre,
Dios del Universo. Llenos están el cie- al Espíritu Santo como primicia para
lo y la tierra de tu gloria. los creyentes, a fin de santificar todas
las cosas, llevando a plenitud su obra
Hosanna en el cielo. Bendito el que en el mundo.
viene en el nombre del Señor. Hosan-
na en el cielo.
José María Iraburu 79
ORACIÓN DE POSTCOMUNIÓN
–Oremos (silencio).
«Escucha, Señor, nuestras oraciones,
para que la participación en los sacra-
mentos de nuestra redención nos sos-
tenga durante la vida presente y nos
dé las alegrías eternas» (Martes IV
sem. Pascua). Por Jesucristo nuestro
Señor.
82 Síntesis de la Eucaristía
3. El misterio de la liturgia
Ascensión del Señor a los cielos, 23.
-El pueblo cristiano sacerdotal. -El sa-
cerdote, ministro representante de
Cristo. -Lo sagrado cristiano. -La dis-
Indice ciplina sagrada de la sagrada liturgia.
-Que la mente concuerde con la voz.
-Y que la voz se oiga y entienda.
4. La liturgia de la eucaristía
Introducción
Nombres, 28. -Lugar de la celebra-
Centralidad de la eucaristía: fuente ción. -Estructura fundamental de la
y cumbre, 2. -Ignorancia de la misa. - misa.
Renovación litúrgica. -Llamada a los
asiduos de la misa. -Llamada a los cris- I. RITOS INICIALES
tianos alejados de la eucaristía. Canto de entrada, 30. -Veneración
1. Los sacrificios de la Antigua del altar. -La Trinidad y la Cruz. -
Alianza Amén. -Saludo. -Acto penitencial. -
Señor, ten piedad. -Gloria a Dios. -Ora-
Religiosidad natural del sacrificio, 7. ción colecta.
-Religiosidad judía del sacrificio. -
Abraham y el sacrificio de su hijo II. LITURGIA DE LA PALABRA
Isaac. -Sacrificio del cordero pascual, Cristo, Palabra de Dios, 35. -Recibir
al salir de Egipto. -Moisés, en el sacri- del Padre el pan de la Palabra encar-
ficio del Sinaí, sella la Antigua Alian- nada. -La doble mesa del Señor. -Lec-
za. -Elías, en el sacrificio del Carmelo, turas en el ambón. -El leccionario. -
restaura la Alianza violada. -Isaías y el Profeta, apóstol y evangelista. -El Cre-
cordero sacrificado para salvación de do. -La oración universal u oración de
todos. -Los múltiples sacrificios de Is- los fieles.
rael. -Los profetas y el culto de Israel. III. LITURGIA DEL SACRIFICIO
2. El sacrificio de la Nueva Alian- A. Preparación de los dones
za
El pan y el vino, 40. -Oraciones de
El Cordero de Dios, que quita el pe- presentación. -Súplicas del sacerdote
cado del mundo, 12. -La multiplica- y del pueblo. -Oración sobre las ofren-
ción de los panes. -Jesucristo, entre das.
Moisés y Elías. -Se decide la muerte de
Cristo. -Jesús celebra la Pascua. -Litur- B. Plegaria eucarística
gia eucarística de la Palabra. -Liturgia El ápice de toda la celebración, 41. -
eucarística del Sacrificio. -Institución Las diversas plegarias eucarísticas. -
de la eucaristía. -La agonía de Prefacio. -Santo-Hosanna. -Invoca-
Getsemaní. -La libre ofrenda de la ción al Espíritu Santo (1ª). -Relato-
Cruz. -Resurrección de Cristo. -El sa- consagración. -Memorial. -Y ofrenda.
crificio de la Nueva Alianza,. -En el -Invocación al Espíritu Santo (2ª). -In-
signo de la Cruz. -Stabat Mater doloro- tercesiones, -Ofrecer misas por los di-
sa juxta Crucem lacrimosa. funtos. -Doxología final.
José María Iraburu 83
C. La comunión
El Padrenuestro, 49. -La paz. -La
fracción del pan. -Cordero de Dios. -
La comunión. -Disposiciones exterio-
res para la comunión. Disposiciones
interiores para la comunión frecuen-
te. -La oración post-comunión. -Co-
munión y santidad. -Los santos y la
comunión eucarística.
IV. RITO DE CONCLUSIÓN
Saludo y bendición, 59. -Despedida
y misión.
5. Fuente y cumbre
Eucaristía y vida cristiana, 60. -Eu-
caristía y vida sacramental. -Eucaris-
tía y Liturgia de las Horas. -El Misal
de los fieles. -El culto de la eucaristía
fuera de la misa. -La eucaristía, «pren-
da de la gloria futura». -María y la eu-
caristía.
I APÉNDICE
Textos eucarísticos primitivos
La Doctrina de los doce apóstoles
(Dídaque). -San Justino. -San Ireneo.
-Traditio apostolica. -Orígenes. -San
Cipriano. -Eusebio de Cesarea. -San
Atanasio.
II APÉNDICE
Ordinario de la Misa, 69