ISSN: 1887-5688
1. INTRODUCCIÓN
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El Protocolo de Kyoto sobre el cambio climático es un acuerdo internacional que tiene por objetivo reducir las
emisiones de seis gases que causan el calentamiento global (dióxido de carbono, metano, óxido nitroso,
hidrofluorocarbonos, perfluorocarbonos y exfluoruro de azufre) en un mínimo del 5% en el periodo 2008-2012.
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Argentina, como país en desarrollo y con aproximadamente el 0,6% del total de las emisiones mundiales no
estaba obligada a cumplir las metas fijadas por el Protocolo, pero pese a ello ratificó el acuerdo y como país
adherente se compromete a la reducción de emisiones o bien a no aumentarlas.
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energética" resurge cuando las fuentes de energía de las que se abastece la sociedad
comienzan a agotarse, razón por la cuál emergen cuestionamientos sobre la sostenibilidad de
todo el paradigma.
Si contemplamos el sistema capitalista actual se observa que su funcionamiento
depende, en cierta manera, de un continuo crecimiento que exige progresivamente de una
demanda creciente de energía. Por esta razón, ante el agotamiento de las energías
tradicionales, la amenaza del cambio climático y el calentamiento global, las energías
alternativas resultan fundamentales en el momento de diseñar otros modelos energéticos.
Asimismo, como consecuencia del agravamiento del efecto invernadero y del
consecuente calentamiento global que produjo una mayor toma de conciencia a nivel
internacional con respecto a dicha problemática, se observa una promoción de la producción y
del consumo de energías renovables. Del mismo modo, ciertas economías nacionales, las
cuales en su mayoría representan a Estados con un alto nivel de desarrollo industrial que
agotaron (o agotarán próximamente) sus fuentes de energía tradicionales, hoy por hoy, se
encuentran en la acuciante situación de comenzar a implementar recursos energéticos
alternativos.
En este sentido, resulta importante destacar que una fuente de energía alternativa es
aquella que tiene la facultad de suplir a las fuentes energéticas convencionales, relacionadas
con las energías fósiles como el petróleo y el gas, ya sea tanto por su menor efecto
contaminante, como por su posibilidad de regeneración.
Podríamos decir que, en términos generales, las energías “renovables” son aquellas que
se obtienen de fuentes naturales virtualmente inagotables. En esta línea, las “energías verdes”
representan energías renovables que no contaminan, es decir, cuyo modo de obtención o
empleo no admite la utilización de subproductos que puedan incidir negativamente en el
medio ambiente. Es por ello que ambos términos, energía renovable y energía verde, suelen
asociarse con frecuencia.
En el marco del modelo energético alternativo, se destacan los agrocombustibles dentro
de los que se distinguen los de primera generación y los de segunda generación. Entre los
primeros, destacan el biodiesel y el etanol, que son producidos a partir de cultivos
alimentarios como soja, girasol, colza, palma de aceite, coco, ricino, jatropha, caña de azúcar,
maíz, sorgo, mandioca y remolacha. Por su parte, los denominados como de segunda
generación proceden de la transformación de cultivos no alimentarios o de materia orgánica
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J. L. Vivero Pol y C. Porras Gómez, “Los biocombustibles en el marco de la crisis alimentaria, energética y
ambiental. Reflexiones y propuestas para España”, Opex Observatorio de política exterior española documento
de trabajo núm. 34, 2008, p. 22.
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Carlos Eduardo F. Young y Priscila. G. Steffen, “Biocombustibles como estrategia de desarrollo: ¿rumbo
hacia la sustentabilidad o hacia una nueva periferia?”, Polis Revista de la Universidad Bolivariana, núm.
021, p. 2, disponible en http://redalyc.uaemex.mx/src/inicio/ArtPdfRed.jsp?iCve=30502109, Santiago-
Chile, 2008.
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Carlos Eduardo F. Young y Priscila. G. Steffen, op. cit., p. 5.
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tipo de semillas modificado transgénicamente a fin de que resista los cambios climatológicos.
Al mismo tiempo, utilizan todo tipo de plaguicidas y pesticidas nocivos para la tierra y los
ríos, alterando toda la riqueza de la vida de los territorios en los que se implementan.
No obstante, en el marco de los objetivos a cumplir pautados en el Protocolo de Kyoto
resulta llamativo el hecho de que los mencionados Estados se encuentren en la necesidad de
abastecerse de energías procedentes de otras regiones con mayores extensiones de territorio
cultivable, es por ello que se proveerán todos estos combustibles desde regiones como
América Latina, Asia y África.
Podríamos decir que como producto de la globalización neoliberal que cristalizó en
reformas de los Estados que propiciaron diversos procesos de desregulación, de liberalización
y de privatización, gran parte de los Estados periféricos han perdido sus capacidades
reguladoras. Esto se sumó a que la reestructuración de la forma Estado conllevó una violenta
retracción del gasto público, un recorte de la inyección de liquidez a través de una política
monetaria re-distribucionista y de la intervención del Estado en el mercado privado y en las
empresas productivas públicas. En este contexto destaca la violencia que asumió tal reforma,
sobre todo en los Estados más vulnerables, donde el desguace de sus funciones relacionadas
con las políticas públicas de salud, de educación y de seguridad social implicaron el traspaso
de la gestión de las mismas bajo nuevas lógicas mercantiles, en perjuicio de gran parte de los
sectores populares de las sociedades que vivieron sin ningún tipo de protección. Asimismo,
otro rasgo relevante es la privatización de las empresas estatales ligadas a la esfera de la
producción, entre las que se destacaba la explotación de recursos estratégicos como
hidrocarburos, ferrocarriles y comunicaciones.
En este sentido, siguiendo a Samir Amin6, las particularidades que asume la
globalización, como formación sociohistórica, se relacionan con la paulatina descomposición
del Estado-nación como forma tradicional política. Con la transnacionalización, la expansión
del comercio mundial, el desarrollo de mercados globales de capitales, surge un espacio
económico y social que ya no está circunscrito a las fronteras de un Estado, emergen reglas
globales negociadas en el marco de organizaciones internacionales y nuevos centros de poder
geoestratégicos. Al mismo tiempo, la división entre el centro industrializado y las periferias
no industrializadas se vuelve más difusa, lo que genera la emergencia de nuevas dimensiones
de polarización, de tal manera que la posición de un país dentro de la jerarquía global viene
6
S. Amin, El capitalismo en la era de la globalización, Paidós, Buenos Aires, 1999.
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definida por su capacidad para competir en el escenario mundial, en paralelo a que sus
capacidades de competencia en dicho mercado global se encuentran plenamente ligadas a la
posesión de recursos energéticos estratégicos.
La forma en que se expanden los agrocombustibles en tales regiones termina, en última
instancia, siendo definida por grandes corporaciones trasnacionales que controlan los recursos
energéticos, entre las que destacan las industrias petroleras y automovilísticas, las grandes
intermediarias de alimentos, las compañías biotecnológicas y las firmas mundiales de
inversión. “Empresas como Cargill y ADM ya controlan la producción y el comercio de
materias primas agrícolas en muchas partes del mundo, y para ellos los agrocombustibles
representan una oportunidad de mayor expansión de sus negocios y ganancias. Las compañías
biotecnológicas como Monsanto, Singenta y otras ya invierten fuerte en obtener cultivos y
árboles que se adapten a los requisitos de los procesadores de agrocombustibles”7.
En los Estados que presentan las características anteriormente nombradas, la industria
biotecnológica ha visto en los agrocombustibles una oportunidad para ampliar sus negocios,
principalmente porque les permitirán permanecer por un largo tiempo en el mercado, a pesar
de la oposición de los consumidores que en todo el mundo han rechazado los transgénicos
como alimento. Conjuntamente a que se prevé que la incorporación de cultivos transgénicos
en la elaboración de biocombustibles ayudará a la industria biotecnológica a mejorar su
imagen.
Siguiendo el diagnóstico de la organización no gubernamental Grain: “La soja RR será
la principal materia prima para la producción de biodiesel en el Cono Sur. La soja RR cubre
ya extensas áreas en Argentina, Paraguay, Uruguay y Brasil. Del mencionado entramado se
beneficiará la empresa Monsanto que cobrará regalías por la venta de sus semillas
transgénicas patentadas y por el producto de la cosecha (en éste caso el biodiesel), como lo
hace ya en el caso del aceite de soya hecho a partir de la soya RR, y empresas como Cargill,
Bunge, Adm, que se van a encargar de su comercialización”. En otras palabras, “no hay por
qué esperar que la especialización periférica como proveedora de biocombustibles para los
países céntricos tenga un destino diferente de las experiencias anteriores de ciclo y declive a
partir de las exportaciones de materias primas. El modelo de desarrollo volcado hacia fuera
refuerza el carácter ya excluyente de la estructura social”8.
7
Informe GRAIN, “Paremos la fiebre…”, op. cit.
8
Carlos Eduardo F. Young y Priscila. G. Steffen, op. cit., p. 5.
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Otra cuestión relevante representa el hecho de que las empresas mundiales plantadoras
operan en complicidad con los grandes intermediarios de materias primas para controlar la
cadena de producción, desde el cultivo hasta los mercados industriales. A fin de conservar el
monopolio del mercado, Monsanto y Cargill trabajan juntos para producir nuevas variedades
de maíz genéticamente modificadas que abastezcan al mercado de agrocombustibles9.
Ante el mencionado escenario, en América Latina, Venezuela, pese a poseer
importantes reservas de petróleo, se dispone a integrar con Brasil y Argentina un proyecto de
desarrollo de combustibles de origen vegetal como alternativa energética. “La búsqueda de
tecnologías para producir combustibles alternativos, entre ellos el biodiesel, se incluye en un
acuerdo recientemente firmado por Venezuela y otros trece países caribeños para la creación
de Petrocaribe. En Brasil, la mayor parte de los combustibles que poseen alcohol en estado
puro o en mezclas son producidos por refinerías de Petrobras, la empresa estatal”10. En este
sentido, se observa una clara intención política por parte de las gestiones actuales de los
gobiernos locales de ingresar en el mercado mundial como abastecedores de
agrocombustibles.
9
Informe GRAIN, “Paremos la fiebre de los agrocombustibles”, en Revista Grain, núm. 54, disponible en
http://www.grain.org/biodiversidad/?id=367, Buenos Aires, Oct. 2007.
10
E. Bravo, “A quién beneficia el negocio de los biocombustibles”, Revista Grain, Núm 52, disponible en
http//grain.org/biodiversidad, Buenos Aires, Abril 2007.
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ganadero y 200 millones son utilizables como pasturas o cultivos energéticos. De modo tal,
que el tipo de empleo que se le proporcione a tales tierras será uno de los principales desafíos
para superar el problema de la pobreza rural y estimular el desarrollo con equidad en el Brasil
del futuro”11.
Sin embargo, todo modelo energético presenta tanto cuestiones positivas como
elementos negativos. Un aspecto nada beneficioso en tal auge es la creciente necesidad de
integración de infraestructuras que implica su transporte y exportación, cuestión ante la cual
resurgen a la luz el Plan Puebla Panamá y la Iniciativa para la Integración de las
Infraestructuras Sudamericanas (IIRSA)12. Ambos son megaproyectos regionales que
proponen diferentes estrategias para la gestión de los recursos energéticos a través de
corredores intermodales de autopistas, represas hidroeléctricas, hidrobias, tendidos eléctricos,
oleoductos, que pretenden facilitar la extracción de materias primas y su transporte hacia los
países centrales.
Podríamos decir que el arribo de la oleada neoliberal, a partir de los años noventa,
representó en determinadas regiones el avance de todo un modelo de progreso y desarrollo
impensable hasta entonces, mientras que, paralelamente, en otros lugares acentuó procesos
multifacéticos de disociación del entramado social que se expresaron en la concentración de la
riqueza, en el aumento de la brecha de desigualdad social, en el saqueo de los recursos
naturales, en el desempleo estructural y en la precarización de las condiciones de existencia de
vastos sectores de la población.
Con lo cual, conjuntamente, la globalización neoliberal profundiza una particular
fragmentación espacial de los Estados, que se expresa tanto en una violenta diferenciación de
escenarios y posibilidades en el interior de sus territorios, como así también en la constante
competencia entre los Estados por la atracción de la inversión de capitales trasnacionales. En
este contexto, y a pesar de sus terribles impactos socioambientales, se observa la voracidad
con que se está expandiendo el modelo de los agronegocios en regiones históricamente
asociadas como el Tercer Mundo.
11
J. L. Vivero Pol y C. Porras Gómez, op. cit., p. 34.
12
M. Vargas Collazo, “Bionegocios y megaproyectos en América Latina”, disponible en
http:/diagonalperiodico.net/article4023.
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13
Ver el Informe GRAIN, “Paremos la fiebre de los agrocombustibles”… Op. Cit.
14
Carlos Eduardo F. Young y Priscila. G. Steffen, op. cit., p. 4.
10
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azúcar diez puestos de trabajo. Con el agravante de que la mencionada situación resulta muy
similar en todo el mundo.
Considerando todo lo anterior, en esta nueva coyuntura internacional, el fenómeno de la
dependencia exterior representa tanto el origen como el resultado de las desigualdades
sectoriales y de la desarticulación de los Estados cuyas economías resultan más inestables,
situación que, una vez más, se manifiesta claramente en la vulnerabilidad a los términos de
intercambio impuestos en el comercio exterior por los Estados centrales y las grandes
corporaciones trasnacionales. Asimismo, tal subordinación comercial se encuentra agravada
por unos condicionamientos financieros cada vez mayores, pues —como bien se conoce— las
inversiones de capitales extranjeros en los países subdesarrollados generan un flujo inverso de
transferencias de las ganancias a los Estados centrales y las casas centrales de las grandes
corporaciones.
15
J. L. Vivero Pol y C. Porras Gómez, op. cit. p. 13.
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Ibídem, p. 15.
17
Ibídem, p. 20.
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C. E. F. Young y P. Steffen, “Biocombustibles: solución o problema ambiental?” en Opinioes acucar & Álcoo, pp. 62-
63, Brasil, sept. 2006.
19
Es un informe sobre el impacto del cambio climático y el calentamiento global sobre la economía mundial, redactado
por el economista Nicholas Stern por encargo del gobierno del Reino Unido. Fue publicado en octubre del 2006 y supuso
un hito histórico porque fue el primer informe encargado por un gobierno a un economista en lugar de a un climatólogo.
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efecto invernadero se debe a deforestación y al cambio de uso del suelo, a esto se incluye el
avance de la frontera agrícola y la expansión de plantaciones en áreas previamente cubiertas
de bosques o vegetación natural”20.
En esta línea, otro elemento que ayuda a comprender el cambio climático es el hecho de
que la suma del suelo de todo el globo tiene un enorme potencial para absorber el carbono,
superado solamente por el conjunto de los océanos. Hoy por hoy, un factor central en el
agravamiento de sequías e inundaciones relacionadas con el cambio climático es la ausencia
de cubierta vegetal y de materia orgánica. La recuperación y mantenimiento de materia
orgánica de los suelos permitiría convertir a la agricultura en uno de los mejores remedios
contra el calentamiento global. Además, la absorción de carbono por los suelos en forma de
materia orgánica, resulta ser la forma más eficiente de mejorar las tierras, incluida su
fertilidad y su capacidad de absorber agua. Inclusive, la cubierta vegetal y la presencia de
materia orgánica permitirán disminuir drásticamente el uso de fertilizantes.
Con todo esto, el modelo agrícola industrial tal como se ha desarrollado hasta el
momento representa el principal factor del calentamiento global. “El informe Stern calcula
que las emisiones totales de la agricultura aumentarán casi el 30% en el período que va hasta
el año 2020 y que aproximadamente la mitad del incremento esperado proviene del aumento
del uso de fertilizantes en suelos agrícolas. Las expectativas apuntan a que los países en vías
de desarrollo dupliquen el uso de fertilizantes químicos en el mismo período y las nuevas
plantaciones de cultivos energéticos serán sin duda responsables de una parte importante de
esa expansión”21. Conjuntamente, hay que tener en cuenta la erosión y el agotamiento del
suelo producto de cultivos como maíz y soja, así como también las estrategias de tala y quema
de las compañías plantadoras en los bosques del planeta.
La Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO)
estipula que sólo el Tercer Mundo perdería más de quinientos millones de hectáreas de tierras
agrícolas debido a la erosión y degradación del suelo. Otra cuestión de suma relevancia es que
muchos cultivos energéticos consumen abundante agua, de modo que nos enfrentamos a
profundas crisis de escasez de agua producto del deterioro ambiental provocado por la
destrucción de las agriculturas tradicionales y su reemplazo por las técnicas implementadas en
los agronegocios, por la contaminación industrial del agua y por la alteración de los ciclos del
20
Ver el Informe GRAIN, “Paremos la fiebre de los agrocombustibles”… op. cit.
21
Ver el Informe GRAIN, “Paremos la fiebre de los agrocombustibles”… op. cit.
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Ibídem
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serias de cambiar el estilo de vida en los países centrales. Por su parte, los países europeos, a
través del Protocolo de Kyoto, plantean el cambio en sus sistemas energéticos basados en la
sustitución de combustibles fósiles por biocombustibles. Sin embargo, insistimos: ¿dónde se
producirán las materias primas para tales biocombustibles?, ¿qué sociedades pagarán los
impactos socioambientales de tales agronegocios?
5. CONCLUSIONES
Para finalizar, quisiéramos señalar que consideramos que de alguna manera el crítico
replanteo del modelo energético imperante, así como también la problematización de modelos
alternativos, conlleva a integrar cuanto menos unos cuestionamientos serios de los pilares del
consumo y de la producción tanto en los Estados centrales como en los periféricos. En ese
sentido, la desigualdad y la polarización al nivel del sistema internacional, requeriría ser
contemplada al momento de establecer estrategias alternativas. Y aquí resultaría central
combinar modelos energéticos alternativos y modelos de consumo y de desarrollo diferentes,
tanto para los países centrales como para los que no lo son. Tal como comentamos, no todos
los países ni todos los pueblos sufren por igual, ni poseen la misma responsabilidad en las
emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) ni en el uso irracional y el derroche de las
energías fósiles, ambos elementos esenciales para el funcionamiento del paradigma energético
propio de la economía capitalista
En el transcurso del presente artículo, intentamos incorporar a la periferia con sus
virtudes y sus limitaciones en el paradigma emergente de los biocombustibles, pues muchas
veces desde los países centrales se omite o se trata como un mal menor los posibles impactos
socioambientales de mencionado modelo en las regiones más vulnerables.
Es por ello que el presente artículo persigue realizar un análisis geopolítico que vincule
dialécticamente lo global con lo local, pues concebimos que la crisis actual que combina
múltiples crisis, entre ellas la energética, la alimentaria, la ecológica, la ambiental, invita
acuciantemente a proyectar salidas integrales que articulen cuestiones globales con las
especificidades locales y que contemplen todas y cada una de las dimensiones en riesgo, ya
que aunque resulte más sencillo imponer recetas particulares con tendencias globalizadoras,
se nos presenta de manera cada vez más evidente que el funcionamiento del “todo” debe ser
transformado cuanto antes. Consideramos que la discusión no debería centrarse en porcentajes
de emisión de gases de efecto invernadero “más o menos aceptables", sino en poner en
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tensión y en movimiento los propios ejes de la lógica civilizatoria que vehiculizó los procesos
que hoy estamos lamentando y frente a los cuales comunidades enteras han resistido durante
siglos.
En este sentido, enfatizamos que referirnos a los impactos de un modelo energético
desde una perspectiva geopolítica es también una forma de presentar otras dimensiones de la
crisis actual. La humanidad está atravesando una crisis que lejos de ser meramente económica
(como pretenden presentarnos quienes sólo se preocupan por la rentabilidad de sus empresas,
bancos, bonos y acciones), es también una crisis ambiental y una crisis del modelo de
civilización impuesto por las lógicas mercantiles del capitalismo que amenaza con la
destrucción de la vida en el planeta. Podríamos decir que esta crisis civilizatoria demuestra, de
alguna manera, que nos encontramos asistiendo al agotamiento de un paradigma de
organización social en todos los aspectos de la vida, no sólo en términos económicos y
productivos, sino también ambientales, alimentarios, sanitarios, e incluso en el ámbito
ideológico, simbólico y cultural.
Las profundas modificaciones climáticas a nivel global, el agotamiento del agua potable,
de los hidrocarburos y de los bienes comunes en general; la destrucción de especies y la
degradación de los suelos; la globalización de un modelo agroalimentario y energético
concentrado, especulativo y destructivo de la naturaleza, y la contaminación ambiental en
general son, entre otras, consecuencias necesarias de un sistema capitalista que está
demostrando su incapacidad de repensar —por imperio de su propia lógica— su concepción
acerca del progreso, del desarrollo, de la producción, del consumo y de revisar las formas en
que se dan los vínculos entre los seres humanos entre ellos y entre ellos con la naturaleza de la
que, vale recordar, somos prolongación.
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BIBLIOGRAFÍA
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