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Trabajos y Publicación del Máster Universitario y del

Doctorado en Estudios Internacionales.


ensayos Departamento de Derecho Internacional Público,
Número 12 Relaciones Internacionales e Historia del Derecho
(julio de 2010) UPV/ EHU

ISSN: 1887-5688

Agrocombustibles: un análisis geopolítico


Josefina Roco

1. INTRODUCCIÓN

El siguiente artículo presenta un análisis desde una perspectiva sistémica de las


consecuencias de la implementación del modelo energético basado en el desarrollo de las
denominadas agroenergías. En ese sentido, partimos de un estudio integrador pues,
concretamente, nos interesa dilucidar de manera interconectada las diversas dimensiones e
impactos que presenta el mencionado modelo global en sus diferentes manifestaciones
locales.
Asimismo, entendemos que el desarrollo del paradigma basado en las fuentes
renovables derivadas de la producción de agrocultivos en los países denominados como “en
vías de desarrollo” conllevó la profundización de la implementación de enormes latifundios
de monocultivos de las materias primas básicas para las citadas energías verdes. En este
sentido, las repercusiones de estos megacultivos resultan contrastables según cada contexto
territorial, cultural, regional y continental. Es por ello que recobra relevancia para nuestro
análisis tanto las condiciones particulares de cada Estado-nación en el que se implementan
estos cultivos —características que se traducen en ventajas políticas y económicas que los
gobiernos locales ofrecen, como los subsidios y las desregulaciones impositivas, para atraer la
inversión extranjera directa de importantes corporaciones trasnacionales vinculadas a los
agronegocios—, como también las condiciones ambientales y climáticas de cada región.
Podríamos decir que bajo el lema del “Cambio Climático”, desde el Protocolo de
Kyoto1, impulsado por los países centrales, se establece en la agenda internacional un
importante consenso sobre la crítica situación ambiental actual y la imperiosa necesidad de
comenzar a revertirla como un problema común a todo el sistema internacional. Razón por la

1
El Protocolo de Kyoto sobre el cambio climático es un acuerdo internacional que tiene por objetivo reducir las
emisiones de seis gases que causan el calentamiento global (dióxido de carbono, metano, óxido nitroso,
hidrofluorocarbonos, perfluorocarbonos y exfluoruro de azufre) en un mínimo del 5% en el periodo 2008-2012.

1
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cual, el mencionado acuerdo establece objetivos generales de reducción de emisión de gases


contaminantes y proyecta un nuevo modelo de energías renovables. Sin embargo, los Estados
centrales no se encuentran con la capacidad de abastecer su propio consumo de las
mencionadas energías.
En este sentido, consideramos que establecer un análisis geopolítico de las
implicaciones del desarrollo de las agroenergías con el fin de reducir las emisiones de gases
contaminantes y cumplir los niveles establecidos en el citado Protocolo, conlleva
necesariamente revisar los impactos concretos de la producción de las materias primas de las
bioenergías en ciertos Estados periféricos no firmantes de la Convención Marco de las
Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, como son Brasil y Argentina2, en tanto que de
alguna manera tales Estados se presentan como potenciales suministradores de las materias
primas necesarias para el nuevo paradigma energético.
En el siguiente artículo presentamos, en un segundo apartado, una breve explicación de
los modelos alternativos de energías renovables; seguidamente, en un tercer apartado,
observamos algunas de las disyuntivas que surgen para América Latina en éste nuevo
escenario global que demanda el desarrollo de modelos energéticos alternativos; luego, en un
cuarto apartado, establecemos algunas interconexiones entre el consumo, la producción y la
socialización del modelo emergente de los agronegocios —específicamente desarrollamos el
cambio climático y el consumo de energía—; y, como cierre, presentamos algunas
consideraciones finales.

2. MODELOS ENERGETICOS ALTERNATIVOS: LOS AGROCOMBUSTIBLES

Proponemos contemplar conceptualmente bajo la categoría de “modelo energético” a


una compleja red que incluye la producción, la utilización, la distribución y el consumo de
cada tipo de energía; modelo que, a su vez, según sus especifidades, conformará diversos
paradigmas energéticos que, lejos de operar en abstracto, cobran sentido en relación con los
diferentes modelos sociales. Es por ello que al referirnos a un modelo energético sería
importante considerar que el consumo de energía representa uno de los grandes indicadores
del progreso y del bienestar de una sociedad. En este contexto, el concepto de "crisis

2
Argentina, como país en desarrollo y con aproximadamente el 0,6% del total de las emisiones mundiales no
estaba obligada a cumplir las metas fijadas por el Protocolo, pero pese a ello ratificó el acuerdo y como país
adherente se compromete a la reducción de emisiones o bien a no aumentarlas.

2
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energética" resurge cuando las fuentes de energía de las que se abastece la sociedad
comienzan a agotarse, razón por la cuál emergen cuestionamientos sobre la sostenibilidad de
todo el paradigma.
Si contemplamos el sistema capitalista actual se observa que su funcionamiento
depende, en cierta manera, de un continuo crecimiento que exige progresivamente de una
demanda creciente de energía. Por esta razón, ante el agotamiento de las energías
tradicionales, la amenaza del cambio climático y el calentamiento global, las energías
alternativas resultan fundamentales en el momento de diseñar otros modelos energéticos.
Asimismo, como consecuencia del agravamiento del efecto invernadero y del
consecuente calentamiento global que produjo una mayor toma de conciencia a nivel
internacional con respecto a dicha problemática, se observa una promoción de la producción y
del consumo de energías renovables. Del mismo modo, ciertas economías nacionales, las
cuales en su mayoría representan a Estados con un alto nivel de desarrollo industrial que
agotaron (o agotarán próximamente) sus fuentes de energía tradicionales, hoy por hoy, se
encuentran en la acuciante situación de comenzar a implementar recursos energéticos
alternativos.
En este sentido, resulta importante destacar que una fuente de energía alternativa es
aquella que tiene la facultad de suplir a las fuentes energéticas convencionales, relacionadas
con las energías fósiles como el petróleo y el gas, ya sea tanto por su menor efecto
contaminante, como por su posibilidad de regeneración.
Podríamos decir que, en términos generales, las energías “renovables” son aquellas que
se obtienen de fuentes naturales virtualmente inagotables. En esta línea, las “energías verdes”
representan energías renovables que no contaminan, es decir, cuyo modo de obtención o
empleo no admite la utilización de subproductos que puedan incidir negativamente en el
medio ambiente. Es por ello que ambos términos, energía renovable y energía verde, suelen
asociarse con frecuencia.
En el marco del modelo energético alternativo, se destacan los agrocombustibles dentro
de los que se distinguen los de primera generación y los de segunda generación. Entre los
primeros, destacan el biodiesel y el etanol, que son producidos a partir de cultivos
alimentarios como soja, girasol, colza, palma de aceite, coco, ricino, jatropha, caña de azúcar,
maíz, sorgo, mandioca y remolacha. Por su parte, los denominados como de segunda
generación proceden de la transformación de cultivos no alimentarios o de materia orgánica

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como madera, excrementos secos, desechos agrícolas y orgánicos, biomasa microbiana y


algas marinas. Si bien tales combustibles se encuentran en fase experimental (al igual que el
desarrollo de nuevas tecnologías para producir biodiesel a partir de grasas animales, aceites
usados, madera y paja), su implementación podría reducir, en un futuro, la demanda de
cultivos alimentarios y forrajeros para la producción de etanol y biodiesel.
Entre el grupo de las energías renovables alternativas, el etanol comienza a producirse
industrialmente en los años setenta y representa en la actualidad el agrocombustible de mayor
volumen en el mercado actual, abarcando más del 80% del suministro mundial de energías
renovables líquidas. Sus principales productores son Estados Unidos, Brasil y Canadá, junto a
algunos países latinoamericanos como Argentina, Colombia y Perú que, con China e India, se
encuentran ingresando con fuerza en el mercado mundial de los agrocombustibles. Por su
parte, con menor relevancia, el biodiesel inicia su producción en la década de los noventa,
siendo sus principales productores Alemania, Estados Unidos, Francia e Italia.
En relación con lo anteriormente mencionado, cabe destacar que dentro de los
biocombustibles líquidos, el etanol y el biodiesel representan casi la totalidad del mercado
mundial actual de energías renovables. Asimismo, considerando que tales energías se
producen fundamentalmente a base de cultivos agrícolas que también se utilizan para la
alimentación, podríamos decir que presentan repercusiones directas en la seguridad
alimentaría mundial pues están en competencia por recursos escasos como agua, tierra e
insumos empleados en los cultivos alimentarios, puja que repercute en notables efectos en los
precios de los alimentos.3 Esta situación se suma al relevante hecho de que la mitad del área
mundial cultivada en los últimos cuatro años corresponde a biocombustibles.

3. NUEVO ESCENARIO GLOBAL: DESAFIOS Y OPORTUNIDADES PARA


AMÉRICA LATINA

Tal como mencionamos en el apartado anterior, el consenso generalizado sobre el


agotamiento inminente del modelo energético tradicional, que han utilizado históricamente
los Estados con mayor industrialización, profundiza un importante apoyo en el impulso del
desarrollo de energías renovables en todo el mundo. No obstante, la participación e

3
J. L. Vivero Pol y C. Porras Gómez, “Los biocombustibles en el marco de la crisis alimentaria, energética y
ambiental. Reflexiones y propuestas para España”, Opex Observatorio de política exterior española documento
de trabajo núm. 34, 2008, p. 22.

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implicaciones en el nuevo modelo emergente también presentará contrastes territoriales y


regionales.
Bajo los imperativos del nuevo paradigma, el surgimiento de determinados Estados
latinoamericanos y de otros Estados del Tercer Mundo como importantes productores de
agrocombustibles los posiciona en un lugar privilegiado en el mercado mundial, nueva
situación que les presenta tanto desafíos como oportunidades. En este sentido, no resulta un
dato menor el hecho de que en la actualidad casi la mitad de la producción mundial de las
mencionadas energías se produce en países en vías de desarrollo, especialmente en América
Latina. “Las fuentes renovables de energía están haciéndose cada vez más populares a causa
de su potencial de sustitución de los combustibles fósiles y, por lo tanto, de reducción de las
emisiones de gases de efecto invernadero. Existe un gran potencial para el aprovechamiento
energético de biomasas en los países en desarrollo…”4.
Con lo cual, en este nuevo contexto internacional, la centralidad de las regiones
periféricas recobra peso a partir de la demanda concreta de los Estados cuyos territorios y
áreas agrícolas no cubren ni cubrirán la capacidad necesaria para abastecer su suministro de
energías renovables. A modo de ejemplo, se observa que aunque se utilizaran todas las
cosechas de maíz y de soja estadounidenses en la producción de combustibles, éstas sólo
cubrirían aproximadamente el 12 % del actual consumo de gasolina de los Estados Unidos y
apenas el 6 % de su necesidad de diesel. En ese sentido, la situación en Europa resulta aún
peor. Asimismo, “es importante destacar que existen restricciones ambientales para las
actividades “sucias” en los países industrializados y, dada la intensificación del comercio
internacional, se crea un incentivo para que las actividades intensivas en recursos naturales
—como la producción de biocombustibles— sea desplazada hacia la periferia”5.
Cabe señalar que se entiende por monocultivo al cultivo intensivo en grandes porciones
territoriales de una sola especie. Los monocultivos utilizados industrialmente, a gran escala,
tienen la particularidad de desplazar toda la biodiversidad preexistente, de desmineralizar los
suelos y de producir desertificación, además generan ecosistemas inestables que carecen de
los balances naturales de la rotación estacional y de los cultivos por época. A través de esta
técnica se busca obtener una gran productividad de la tierra, de modo que se cultiva un único

4
Carlos Eduardo F. Young y Priscila. G. Steffen, “Biocombustibles como estrategia de desarrollo: ¿rumbo
hacia la sustentabilidad o hacia una nueva periferia?”, Polis Revista de la Universidad Bolivariana, núm.
021, p. 2, disponible en http://redalyc.uaemex.mx/src/inicio/ArtPdfRed.jsp?iCve=30502109, Santiago-
Chile, 2008.
5
Carlos Eduardo F. Young y Priscila. G. Steffen, op. cit., p. 5.

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tipo de semillas modificado transgénicamente a fin de que resista los cambios climatológicos.
Al mismo tiempo, utilizan todo tipo de plaguicidas y pesticidas nocivos para la tierra y los
ríos, alterando toda la riqueza de la vida de los territorios en los que se implementan.
No obstante, en el marco de los objetivos a cumplir pautados en el Protocolo de Kyoto
resulta llamativo el hecho de que los mencionados Estados se encuentren en la necesidad de
abastecerse de energías procedentes de otras regiones con mayores extensiones de territorio
cultivable, es por ello que se proveerán todos estos combustibles desde regiones como
América Latina, Asia y África.
Podríamos decir que como producto de la globalización neoliberal que cristalizó en
reformas de los Estados que propiciaron diversos procesos de desregulación, de liberalización
y de privatización, gran parte de los Estados periféricos han perdido sus capacidades
reguladoras. Esto se sumó a que la reestructuración de la forma Estado conllevó una violenta
retracción del gasto público, un recorte de la inyección de liquidez a través de una política
monetaria re-distribucionista y de la intervención del Estado en el mercado privado y en las
empresas productivas públicas. En este contexto destaca la violencia que asumió tal reforma,
sobre todo en los Estados más vulnerables, donde el desguace de sus funciones relacionadas
con las políticas públicas de salud, de educación y de seguridad social implicaron el traspaso
de la gestión de las mismas bajo nuevas lógicas mercantiles, en perjuicio de gran parte de los
sectores populares de las sociedades que vivieron sin ningún tipo de protección. Asimismo,
otro rasgo relevante es la privatización de las empresas estatales ligadas a la esfera de la
producción, entre las que se destacaba la explotación de recursos estratégicos como
hidrocarburos, ferrocarriles y comunicaciones.
En este sentido, siguiendo a Samir Amin6, las particularidades que asume la
globalización, como formación sociohistórica, se relacionan con la paulatina descomposición
del Estado-nación como forma tradicional política. Con la transnacionalización, la expansión
del comercio mundial, el desarrollo de mercados globales de capitales, surge un espacio
económico y social que ya no está circunscrito a las fronteras de un Estado, emergen reglas
globales negociadas en el marco de organizaciones internacionales y nuevos centros de poder
geoestratégicos. Al mismo tiempo, la división entre el centro industrializado y las periferias
no industrializadas se vuelve más difusa, lo que genera la emergencia de nuevas dimensiones
de polarización, de tal manera que la posición de un país dentro de la jerarquía global viene

6
S. Amin, El capitalismo en la era de la globalización, Paidós, Buenos Aires, 1999.

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definida por su capacidad para competir en el escenario mundial, en paralelo a que sus
capacidades de competencia en dicho mercado global se encuentran plenamente ligadas a la
posesión de recursos energéticos estratégicos.
La forma en que se expanden los agrocombustibles en tales regiones termina, en última
instancia, siendo definida por grandes corporaciones trasnacionales que controlan los recursos
energéticos, entre las que destacan las industrias petroleras y automovilísticas, las grandes
intermediarias de alimentos, las compañías biotecnológicas y las firmas mundiales de
inversión. “Empresas como Cargill y ADM ya controlan la producción y el comercio de
materias primas agrícolas en muchas partes del mundo, y para ellos los agrocombustibles
representan una oportunidad de mayor expansión de sus negocios y ganancias. Las compañías
biotecnológicas como Monsanto, Singenta y otras ya invierten fuerte en obtener cultivos y
árboles que se adapten a los requisitos de los procesadores de agrocombustibles”7.
En los Estados que presentan las características anteriormente nombradas, la industria
biotecnológica ha visto en los agrocombustibles una oportunidad para ampliar sus negocios,
principalmente porque les permitirán permanecer por un largo tiempo en el mercado, a pesar
de la oposición de los consumidores que en todo el mundo han rechazado los transgénicos
como alimento. Conjuntamente a que se prevé que la incorporación de cultivos transgénicos
en la elaboración de biocombustibles ayudará a la industria biotecnológica a mejorar su
imagen.
Siguiendo el diagnóstico de la organización no gubernamental Grain: “La soja RR será
la principal materia prima para la producción de biodiesel en el Cono Sur. La soja RR cubre
ya extensas áreas en Argentina, Paraguay, Uruguay y Brasil. Del mencionado entramado se
beneficiará la empresa Monsanto que cobrará regalías por la venta de sus semillas
transgénicas patentadas y por el producto de la cosecha (en éste caso el biodiesel), como lo
hace ya en el caso del aceite de soya hecho a partir de la soya RR, y empresas como Cargill,
Bunge, Adm, que se van a encargar de su comercialización”. En otras palabras, “no hay por
qué esperar que la especialización periférica como proveedora de biocombustibles para los
países céntricos tenga un destino diferente de las experiencias anteriores de ciclo y declive a
partir de las exportaciones de materias primas. El modelo de desarrollo volcado hacia fuera
refuerza el carácter ya excluyente de la estructura social”8.

7
Informe GRAIN, “Paremos la fiebre…”, op. cit.
8
Carlos Eduardo F. Young y Priscila. G. Steffen, op. cit., p. 5.

7
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Otra cuestión relevante representa el hecho de que las empresas mundiales plantadoras
operan en complicidad con los grandes intermediarios de materias primas para controlar la
cadena de producción, desde el cultivo hasta los mercados industriales. A fin de conservar el
monopolio del mercado, Monsanto y Cargill trabajan juntos para producir nuevas variedades
de maíz genéticamente modificadas que abastezcan al mercado de agrocombustibles9.
Ante el mencionado escenario, en América Latina, Venezuela, pese a poseer
importantes reservas de petróleo, se dispone a integrar con Brasil y Argentina un proyecto de
desarrollo de combustibles de origen vegetal como alternativa energética. “La búsqueda de
tecnologías para producir combustibles alternativos, entre ellos el biodiesel, se incluye en un
acuerdo recientemente firmado por Venezuela y otros trece países caribeños para la creación
de Petrocaribe. En Brasil, la mayor parte de los combustibles que poseen alcohol en estado
puro o en mezclas son producidos por refinerías de Petrobras, la empresa estatal”10. En este
sentido, se observa una clara intención política por parte de las gestiones actuales de los
gobiernos locales de ingresar en el mercado mundial como abastecedores de
agrocombustibles.

3.1. Brasil como economía emergente: el líder indiscutido de los agronegocios

El caso más paradigmático es el de Brasil que ha sido el país pionero en la producción y


uso de etanol de caña como combustible para automóviles, liderando los avances en su
producción, transformación y utilización comercial. Este desarrollo que lleva más de treinta
años posiciona a Brasil como el país mejor situado en el aprovechamiento del boom de los
biocombustibles al tiempo que le permite capitalizar su experiencia para convertirse en el
líder mundial de bioenergía. “Como política de Estado, Brasil involucró a productores,
compañías energéticas, fabricantes de automóviles y centros de investigación públicos y
privados para dar forma y viabilidad a su apuesta estratégica por el etanol. De los trescientas
cuarenta millones de hectáreas potencialmente arables, aproximadamente sesenta millones
son tierras cultivadas en la actualidad; siendo algunas cifras relevantes los veintitrés millones
de soja, los once millones de maíz, los seis millones de caña de azúcar (de los cuales la mitad
se destinan a etanol). Del resto, 80 millones son tierras disponibles para uso agrícola y

9
Informe GRAIN, “Paremos la fiebre de los agrocombustibles”, en Revista Grain, núm. 54, disponible en
http://www.grain.org/biodiversidad/?id=367, Buenos Aires, Oct. 2007.
10
E. Bravo, “A quién beneficia el negocio de los biocombustibles”, Revista Grain, Núm 52, disponible en
http//grain.org/biodiversidad, Buenos Aires, Abril 2007.

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ganadero y 200 millones son utilizables como pasturas o cultivos energéticos. De modo tal,
que el tipo de empleo que se le proporcione a tales tierras será uno de los principales desafíos
para superar el problema de la pobreza rural y estimular el desarrollo con equidad en el Brasil
del futuro”11.
Sin embargo, todo modelo energético presenta tanto cuestiones positivas como
elementos negativos. Un aspecto nada beneficioso en tal auge es la creciente necesidad de
integración de infraestructuras que implica su transporte y exportación, cuestión ante la cual
resurgen a la luz el Plan Puebla Panamá y la Iniciativa para la Integración de las
Infraestructuras Sudamericanas (IIRSA)12. Ambos son megaproyectos regionales que
proponen diferentes estrategias para la gestión de los recursos energéticos a través de
corredores intermodales de autopistas, represas hidroeléctricas, hidrobias, tendidos eléctricos,
oleoductos, que pretenden facilitar la extracción de materias primas y su transporte hacia los
países centrales.

3.2. El Tercer Mundo: otro modelo de desarrollo volcado hacia afuera

Podríamos decir que el arribo de la oleada neoliberal, a partir de los años noventa,
representó en determinadas regiones el avance de todo un modelo de progreso y desarrollo
impensable hasta entonces, mientras que, paralelamente, en otros lugares acentuó procesos
multifacéticos de disociación del entramado social que se expresaron en la concentración de la
riqueza, en el aumento de la brecha de desigualdad social, en el saqueo de los recursos
naturales, en el desempleo estructural y en la precarización de las condiciones de existencia de
vastos sectores de la población.
Con lo cual, conjuntamente, la globalización neoliberal profundiza una particular
fragmentación espacial de los Estados, que se expresa tanto en una violenta diferenciación de
escenarios y posibilidades en el interior de sus territorios, como así también en la constante
competencia entre los Estados por la atracción de la inversión de capitales trasnacionales. En
este contexto, y a pesar de sus terribles impactos socioambientales, se observa la voracidad
con que se está expandiendo el modelo de los agronegocios en regiones históricamente
asociadas como el Tercer Mundo.

11
J. L. Vivero Pol y C. Porras Gómez, op. cit., p. 34.
12
M. Vargas Collazo, “Bionegocios y megaproyectos en América Latina”, disponible en
http:/diagonalperiodico.net/article4023.

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A continuación, mencionaremos algunos ejemplos a fin de graficar más claramente la


cuestión. Colombia presenta una expansión del principal cultivo de biodiesel derivado de la
palma aceitera. En el año 2003 plantó ciento ochenta y ocho mil hectáreas de ese cultivo,
mientras que actualmente presenta plantaciones de trescientos mil, al tiempo que se persigue
como objetivo llegar a un millón de hectáreas en los próximos años.
Por su parte, Indonesia que contaba con medio millón de hectáreas de palma de cultivo
a mediados de los años ochenta, presenta en la actualidad más de seis millones de hectáreas de
producción y se estima que plantará otros veinte millones de hectáreas en los siguientes veinte
años.
Brasil, donde la soja representa el 21% de la tierra cultivada, con cerca de veinte
millones de hectáreas, establece un desmonte de otros sesenta millones de hectáreas para este
cultivo, asimismo se plantea como objetivo quintuplicar la superficie destinada a la plantación
de caña de azúcar.
La India está promoviendo la expansión la jatropha y espera plantar para el 2012 unos
catorce millones de hectáreas. “Todo esto implica ni más ni menos que reintroducir la
economía colonialista de plantaciones, rediseñada para que funcione con las normas del
moderno mundo neoliberal organizado”13 .
Vale destacar que “la fuerte especulación en el mercado agrario ocasionada por el alza
en los precios de la tierra en función del aumento de la demanda por biocombustibles, sumada
a la tendencia de la concentración de las propiedades, deberá repercutir en presiones para el
desplazamiento de la producción comercial. En adición a la profundización del aumento de la
concentración de la propiedad rural y del trabajo agrícola precario. De tal manera que los
conflictos, la violencia y los desplazamientos poblacionales pueden ser el resultado final de la
ecuación”14. No son simples cifras que en el caso de Brasil la mayoría de las familias rurales
necesitan apenas unas pocas hectáreas para vivir; mientras que, por el contrario, los
latifundios casi no ofrecen trabajo: por cada cien hectáreas una plantación típica de eucaliptos
crea un puesto de trabajo, una plantación de soja dos puestos de trabajo, y una de caña de

13
Ver el Informe GRAIN, “Paremos la fiebre de los agrocombustibles”… Op. Cit.
14
Carlos Eduardo F. Young y Priscila. G. Steffen, op. cit., p. 4.

10
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azúcar diez puestos de trabajo. Con el agravante de que la mencionada situación resulta muy
similar en todo el mundo.
Considerando todo lo anterior, en esta nueva coyuntura internacional, el fenómeno de la
dependencia exterior representa tanto el origen como el resultado de las desigualdades
sectoriales y de la desarticulación de los Estados cuyas economías resultan más inestables,
situación que, una vez más, se manifiesta claramente en la vulnerabilidad a los términos de
intercambio impuestos en el comercio exterior por los Estados centrales y las grandes
corporaciones trasnacionales. Asimismo, tal subordinación comercial se encuentra agravada
por unos condicionamientos financieros cada vez mayores, pues —como bien se conoce— las
inversiones de capitales extranjeros en los países subdesarrollados generan un flujo inverso de
transferencias de las ganancias a los Estados centrales y las casas centrales de las grandes
corporaciones.

4. GLOBALIDAD COMPLEJA: CONSUMO, PRODUCCIÓN Y SOCIALIZACIÓN

Considerando lo anteriormente mencionado, podríamos decir que la expansión del


modelo energético basado en los agrocombustibles a nivel global presentará (y presenta)
diversos efectos tanto sobre la oferta, la demanda, los precios y las exportaciones de
alimentos, como en la asignación de tierras para cultivos energéticos y no energéticos, en los
modos de vida de las comunidades rurales y, específicamente, en la seguridad alimentaria de
los Estados más vulnerables. Sumado a que en el nivel medioambiental presenta impactos
irreversibles vinculados con el avance de la frontera agrícola de cultivos genéticamente
modificados sobre áreas protegidas con altos niveles de biodiversidad, con el agotamiento de
los bienes de la naturaleza, principalmente el agua y el suelo, y con la contaminación por el
uso de fertilizantes y agroquímicos que llegan a afectar a la salud humana.
Es por ello que consideramos pertinente que cada modelo se sitúe en el marco de cada
contexto concreto, no en abstracto, con sus especificidades positivas y negativas evitando
extrapolar tal o cual paradigma energético como bueno o malo en sí mismo. En ese sentido,
siguiendo a Vivero Pol15, la bioenergía presenta tanto oportunidades como riesgos y sus
implicaciones dependerán de la escala y del tipo de sistema que se considere, la estructura de
los mercados de productos y de energía y de las decisiones en materia de políticas agrícolas,

15
J. L. Vivero Pol y C. Porras Gómez, op. cit. p. 13.

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energéticas, ambientales y comerciales. “Los biocombustibles suponen, a la vez, una


oportunidad y una amenaza para las economías rurales, pues su cultivo, comercialización y
uso presentan numerosas aristas, siendo en muchos casos mayores los efectos negativos
(concentración de tierras, expulsión de pequeños agricultores, deforestación, aumento del
monocultivo para exportación) que los beneficios económicos para los agricultores y para la
economía en general”16. Los costes y beneficios económicos de los agrocombustibles no se
deberían analizar a nivel global, sino que, por el contrario, habría que desglosar siempre el
análisis en el tipo de cultivo, en las condiciones agroecológicas de producción y en el modelo
de producción, de distribución y de procesamiento de cada cultivo, así como también en las
regulaciones y controles de cada Estado.
Asimismo, desde postulados más positivos sobre el mencionado modelo se sostiene que
los elevados precios del petróleo y la creciente preocupación por la seguridad energética y el
cambio climático mundial han intensificado la búsqueda de fuentes alternativas de energía.
“Los biocombustibles se ven como una solución multipropósito: ayudan a la diversificación
energética, reducen la dependencia del petróleo, impulsan el desarrollo económico agrícola e
industrial y tienen beneficios ambientales”17. Como observamos, entre las fuentes alternativas
de energía, el etanol y el biodiesel reciben una gran atención, ya que son sustitutivos de los
combustibles fósiles, usados en el transporte, sin necesidad de hacer mayores cambios en los
motores de los vehículos. No obstante, se están alzando otras voces que comienzan a
cuestionar no sólo su impacto en la seguridad alimentaría de los hogares más pobres, sino
incluso sus repercusiones globales para ayudar a mitigar el cambio climático, pues su
eficiencia energética en muchos casos no es positiva para el medio ambiente, considerando
que la eliminación de bosques, como la Amazonia brasilera, para plantar biocombustibles está
generando más daños que beneficios.
En relación a los certificados de sostenibilidad, actualmente en la Comisión Europea se
encuentra en discusión la creación de un certificado de sostenibilidad para los
biocombustibles que contemple el respeto a la biodiversidad y cómo afecta a las poblaciones
que viven donde se está cultivando la materia prima que va a generar el biocombustible en
Europa. Sin embargo, en concreto, existe poca o nula iniciativa de controlar y regular los
impactos de los monocultivos en los países del Tercer Mundo por parte de los Estados
centrales y sus corporaciones.

16
Ibídem, p. 15.
17
Ibídem, p. 20.

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En Europa, para cumplir con los objetivos de reducción de emisiones establecidos en el


Protocolo de Kyoto se necesitarán diecisiete millones de hectáreas, es decir, una quinta parte
del suelo agrícola europeo. Como correlato a tal cuestión, debido a que no se posee tanta
tierra marginal, se pueden dilucidar dos consecuencias: por un lado, puede significar la
sustitución de cultivos alimenticios y un enorme aumento de las importaciones de alimentos,
y, por otro, también podrá implicar que los impactos negativos de la producción de cultivos
energéticos se exportarán hacia los países del sur.

4.1. Cambio climático

Tal como mencionamos, en cuanto al cambio climático la expansión de grandes


latifundios de monocultivos presenta consecuencias ambientales que agravan el calentamiento
global. Además, la quema de bosques, la pérdida de cubierta vegetal producto de los
monocultivos y la destrucción o consumo de materia orgánica, provocarán más gases de
efecto invernadero que los que podrían ahorrarse mediante el uso de agrocombustibles. “En
países tropicales donde el incremento de la producción de biocombustibles será más
significativo ese proceso llevará a aumentar la deforestación, generando una mayor
contribución de tales países para el calentamiento global”18.
A modo de ejemplo, en Brasil el 80% de los gases con efecto invernadero proviene no
de automóviles, sino de la deforestación relacionada con la expansión de plantaciones de caña
de azúcar y soja. Asimismo, se ha comprobado que la producción de una tonelada de
biodiesel de aceite de caña de palma proveniente de las tierras de la turba de Asia sudoriental
produce de dos a ocho veces más emisiones de CO2 que la combustión de diesel proveniente
de combustible fósil.
En ese sentido, el informe Stern19, un importante estudio sobre la economía del cambio
climático encargado por el gobierno británico, muestra que la agricultura per se es
responsable del 14% de emisiones de gases con efecto invernadero. Conjuntamente, las
emisiones producidas por el cambio del uso del suelo, el transporte, la fabricación de insumos
y la agricultura resultan responsables del 41% de los gases con efecto invernadero a nivel
mundial. Tal situación resulta derivada de la agricultura industrial. “Un 18% de los gases de

18
C. E. F. Young y P. Steffen, “Biocombustibles: solución o problema ambiental?” en Opinioes acucar & Álcoo, pp. 62-
63, Brasil, sept. 2006.
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Es un informe sobre el impacto del cambio climático y el calentamiento global sobre la economía mundial, redactado
por el economista Nicholas Stern por encargo del gobierno del Reino Unido. Fue publicado en octubre del 2006 y supuso
un hito histórico porque fue el primer informe encargado por un gobierno a un economista en lugar de a un climatólogo.

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efecto invernadero se debe a deforestación y al cambio de uso del suelo, a esto se incluye el
avance de la frontera agrícola y la expansión de plantaciones en áreas previamente cubiertas
de bosques o vegetación natural”20.
En esta línea, otro elemento que ayuda a comprender el cambio climático es el hecho de
que la suma del suelo de todo el globo tiene un enorme potencial para absorber el carbono,
superado solamente por el conjunto de los océanos. Hoy por hoy, un factor central en el
agravamiento de sequías e inundaciones relacionadas con el cambio climático es la ausencia
de cubierta vegetal y de materia orgánica. La recuperación y mantenimiento de materia
orgánica de los suelos permitiría convertir a la agricultura en uno de los mejores remedios
contra el calentamiento global. Además, la absorción de carbono por los suelos en forma de
materia orgánica, resulta ser la forma más eficiente de mejorar las tierras, incluida su
fertilidad y su capacidad de absorber agua. Inclusive, la cubierta vegetal y la presencia de
materia orgánica permitirán disminuir drásticamente el uso de fertilizantes.
Con todo esto, el modelo agrícola industrial tal como se ha desarrollado hasta el
momento representa el principal factor del calentamiento global. “El informe Stern calcula
que las emisiones totales de la agricultura aumentarán casi el 30% en el período que va hasta
el año 2020 y que aproximadamente la mitad del incremento esperado proviene del aumento
del uso de fertilizantes en suelos agrícolas. Las expectativas apuntan a que los países en vías
de desarrollo dupliquen el uso de fertilizantes químicos en el mismo período y las nuevas
plantaciones de cultivos energéticos serán sin duda responsables de una parte importante de
esa expansión”21. Conjuntamente, hay que tener en cuenta la erosión y el agotamiento del
suelo producto de cultivos como maíz y soja, así como también las estrategias de tala y quema
de las compañías plantadoras en los bosques del planeta.
La Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO)
estipula que sólo el Tercer Mundo perdería más de quinientos millones de hectáreas de tierras
agrícolas debido a la erosión y degradación del suelo. Otra cuestión de suma relevancia es que
muchos cultivos energéticos consumen abundante agua, de modo que nos enfrentamos a
profundas crisis de escasez de agua producto del deterioro ambiental provocado por la
destrucción de las agriculturas tradicionales y su reemplazo por las técnicas implementadas en
los agronegocios, por la contaminación industrial del agua y por la alteración de los ciclos del

20
Ver el Informe GRAIN, “Paremos la fiebre de los agrocombustibles”… op. cit.
21
Ver el Informe GRAIN, “Paremos la fiebre de los agrocombustibles”… op. cit.

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agua asociados al calentamiento global, a la construcción de represas y a la destrucción de los


suelos y su cubierta.

4.2. Consumo de Energía

Siguiendo declaraciones del Panorama de Energía Internacional 2006 del gobierno de


Estados Unidos, cabe suponer que el consumo mundial de la energía que se compra y que se
vende aumentará en un 71% entre 2003 y 2030, crecimiento que provendrá de países en
desarrollo. Asimismo, el consumo de petróleo aumentará en un 50%, el consumo de carbón,
de gas natural, el de energías renovables casi se duplicará para cada uno de los recursos y la
energía nuclear crecerá un tercio.
En este sentido en relación al consumo de energía, el derroche del sistema mundial de
alimentos es ciertamente uno de los elementos que requiere un exhaustivo examen que
contemple el procesamiento, el empaque, el proceso de congelado, la cocción y el
movimiento de los alimentos por todo el mundo. Todos los días tres mil quinientos cerdos
viajan desde varios países europeos hacia España, mientras el mismo día desde España otros
tres mil cerdos viajan en dirección opuesta. “Aquí se torna visible lo absurdo y el derroche del
sistema alimentario tal y como lo organizan las empresas trasnacionales”22. Paradójicamente,
en el sistema alimentario industrializado se gastan no menos de mil quince calorías para
producir y distribuir un alimento del valor de una caloría. Además, el Consejo Mundial de
Energía calcula que la energía total requerida para cubrir las necesidades básicas es
equivalente a un mero 7% de la actual promoción mundial de electricidad.
Considerando todo lo anterior, resulta acuciante reducir el consumo de energía si
queremos vivir en este planeta. Vale destacar que para resolver el problema del cambio
climático no se necesitan plantaciones de agrocombustibles que produzcan energía
combustible, por el contrario se requiere dar un giro de ciento ochenta grados en el sistema
industrial de alimentos y en la regulación del consumo industrial de las grandes corporaciones
trasnacionales.
Se destaca que, aproximadamente, en el mundo existen unos ochocientos millones de
automóviles que consumen más del 50% de la energía producida en el mundo, lo que hace
que el automóvil sea el primer causante del efecto invernadero. No obstante, a pesar de que
existe un consenso de que el cambio climático es una realidad, no se observan intenciones

22
Ibídem

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serias de cambiar el estilo de vida en los países centrales. Por su parte, los países europeos, a
través del Protocolo de Kyoto, plantean el cambio en sus sistemas energéticos basados en la
sustitución de combustibles fósiles por biocombustibles. Sin embargo, insistimos: ¿dónde se
producirán las materias primas para tales biocombustibles?, ¿qué sociedades pagarán los
impactos socioambientales de tales agronegocios?

5. CONCLUSIONES

Para finalizar, quisiéramos señalar que consideramos que de alguna manera el crítico
replanteo del modelo energético imperante, así como también la problematización de modelos
alternativos, conlleva a integrar cuanto menos unos cuestionamientos serios de los pilares del
consumo y de la producción tanto en los Estados centrales como en los periféricos. En ese
sentido, la desigualdad y la polarización al nivel del sistema internacional, requeriría ser
contemplada al momento de establecer estrategias alternativas. Y aquí resultaría central
combinar modelos energéticos alternativos y modelos de consumo y de desarrollo diferentes,
tanto para los países centrales como para los que no lo son. Tal como comentamos, no todos
los países ni todos los pueblos sufren por igual, ni poseen la misma responsabilidad en las
emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) ni en el uso irracional y el derroche de las
energías fósiles, ambos elementos esenciales para el funcionamiento del paradigma energético
propio de la economía capitalista
En el transcurso del presente artículo, intentamos incorporar a la periferia con sus
virtudes y sus limitaciones en el paradigma emergente de los biocombustibles, pues muchas
veces desde los países centrales se omite o se trata como un mal menor los posibles impactos
socioambientales de mencionado modelo en las regiones más vulnerables.
Es por ello que el presente artículo persigue realizar un análisis geopolítico que vincule
dialécticamente lo global con lo local, pues concebimos que la crisis actual que combina
múltiples crisis, entre ellas la energética, la alimentaria, la ecológica, la ambiental, invita
acuciantemente a proyectar salidas integrales que articulen cuestiones globales con las
especificidades locales y que contemplen todas y cada una de las dimensiones en riesgo, ya
que aunque resulte más sencillo imponer recetas particulares con tendencias globalizadoras,
se nos presenta de manera cada vez más evidente que el funcionamiento del “todo” debe ser
transformado cuanto antes. Consideramos que la discusión no debería centrarse en porcentajes
de emisión de gases de efecto invernadero “más o menos aceptables", sino en poner en

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tensión y en movimiento los propios ejes de la lógica civilizatoria que vehiculizó los procesos
que hoy estamos lamentando y frente a los cuales comunidades enteras han resistido durante
siglos.
En este sentido, enfatizamos que referirnos a los impactos de un modelo energético
desde una perspectiva geopolítica es también una forma de presentar otras dimensiones de la
crisis actual. La humanidad está atravesando una crisis que lejos de ser meramente económica
(como pretenden presentarnos quienes sólo se preocupan por la rentabilidad de sus empresas,
bancos, bonos y acciones), es también una crisis ambiental y una crisis del modelo de
civilización impuesto por las lógicas mercantiles del capitalismo que amenaza con la
destrucción de la vida en el planeta. Podríamos decir que esta crisis civilizatoria demuestra, de
alguna manera, que nos encontramos asistiendo al agotamiento de un paradigma de
organización social en todos los aspectos de la vida, no sólo en términos económicos y
productivos, sino también ambientales, alimentarios, sanitarios, e incluso en el ámbito
ideológico, simbólico y cultural.
Las profundas modificaciones climáticas a nivel global, el agotamiento del agua potable,
de los hidrocarburos y de los bienes comunes en general; la destrucción de especies y la
degradación de los suelos; la globalización de un modelo agroalimentario y energético
concentrado, especulativo y destructivo de la naturaleza, y la contaminación ambiental en
general son, entre otras, consecuencias necesarias de un sistema capitalista que está
demostrando su incapacidad de repensar —por imperio de su propia lógica— su concepción
acerca del progreso, del desarrollo, de la producción, del consumo y de revisar las formas en
que se dan los vínculos entre los seres humanos entre ellos y entre ellos con la naturaleza de la
que, vale recordar, somos prolongación.

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BIBLIOGRAFÍA

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ROJO MARTÍNEZ, GUSTAVO E., JASSO MATA, JESÚS, VELÁZQUEZ
MARTÍNEZ, ALEJANDRO, “Instrumentos políticos y económicos relacionados con el
cambio climático y la contaminación ambiental”, Raximhai Revista de Sociedad, Cultura y
Desarrollo Sustentable, Universidad Autónoma de México, pp. 173-185., 2006.
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amenazas para los países del Sur”, Cuadernos internacionales de tecnología para el
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Icaria, 2009.
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________________, “Biocombustibles como estrategia de desarrollo: ¿rumbo
hacia la sustentabilidad o hacia una nueva periferia?” en Universidad de Rio de Janeiro,
Brasil.

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Otras Fuentes Consultadas


-.................................................................................................... Protocolo
de Kyoto de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático,
Naciones Unidas, diciembre, 1997.
-.................................................................................................... Alimentos,
Energía y Clima. Una nueva ecuación, La FAO en acción, 2007 -2008, Organización de las
Naciones Unidas para la agricultura y la alimentación.
-.................................................................................................... Informe
Stern.

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