Cada vez más, los gobiernos locales de grandes ciudades en el mundo consideran la
contaminación atmosférica como un problema de salud pública, ya que se ha
relacionado con gran número de enfermedades respiratorias. Sin embargo, se conoce
mucho menos sobre los efectos de la contaminación en otros sistemas del cuerpo. Por
ese motivo, el equipo de Ljubimova evalúa el efecto de la contaminación en el sistema
nervioso. Los resultados de su reciente investigación indican que los contaminantes
presentes en el aire urbano cambian la expresión de genes inflamatorios y cancerígenos
en el cerebro de ratones.
Pero cabe preguntarse: ¿cómo llegan las sustancias contaminantes a nuestro cerebro?
Los autores responden a esta pregunta con dos mecanismos. En el primero, fácil de
imaginar, los contaminantes ingresan a los pulmones y pasan a la sangre en los alvéolos.
Después la sangre los transporta hasta el interior del cerebro. En el segundo mecanismo,
menos intuitivo, los investigadores proponen que la entrada de contaminantes en el
sistema nervioso central se da por medio de nuestra nariz. La nariz está formada por el
epitelio olfativo que, a su vez, se compone de neuronas modificadas. Estas se encargan
de captar y responder a moléculas solubles en el aire. Ljubimova propone que los
metales tóxicos ingresan directamente en estas neuronas y viajan a través de ellas hasta
el bulbo olfatorio alojado en la base del cerebro.
Los resultados de este y otros estudios recientes son un llamamiento a la acción. Con
ellos se pone en evidencia que la contaminación atmosférica afecta el funcionamiento
de los organismos y debería instar a los gobiernos para diseñar planes de contingencia
que permitan reducir los frecuentes picos de contaminación en el aire urbano.