ciencia.
cia, la Ilustración siguió reglas distintas, basadas en una idea de orden social
1
formado a partir de decisiones individuales y cooperación voluntaria para el
mutuo beneficio.
forman a partir de ella, existen varios aspectos de tales relaciones que no son
abarcados por esa disciplina, sino por otras ciencias especiales y autónomas,
de lo que debería ser buena parte de su contenido, que fue derivado a otras
El término “sociología” fue acuñado por Augusto Comte, quien tras cola-
borar con Saint-Simon entre 1817 y 1823 en el desarrollo de una teoría científi-
ca de los fenómenos sociales, empleó ese término por primera vez en 1824, y
utilizado para tratar con otros organismos. Por ese camino, para finales del si-
1
No obstante la relación entre Saint-Simon y su joven discípulo Comte en esa época, este
último hablaría años más tarde de la “desgraciada influencia personal que eclipsó mis
esfuerzos iniciales”, y calificaría a Saint-Simon como un “depravado impostor” (Hayek,
Friedrich A., La contrarrevolución de la ciencia, Unión Editorial, Madrid, 2003, p. 203).
2
glo XIX ya tenía un desarrollo teórico importante, autónomo de las restantes
“ciencias sociales”.
vista. Para Comte, por ejemplo, el objeto de la ciencia era la sociedad misma,
mo “ciencias sociales”:
3
imposible tarea de negar la existencia de los individuos o probar su
enemistad. Al describir que el objetivo de las ciencias sociales son
“las actividades del individuo como miembro de un grupo” e implicar
que las ciencias sociales así definidas abarcan todo lo que no perte-
nece a las ciencias naturales, simplemente ignoran la existencia del
individuo. Desde su perspectiva, la existencia de grupos o colectivos
es un dato último. No intentan investigar los factores que hacen que
los individuos cooperen entre sí y a partir de allí creen lo que llama-
mos grupos o colectivos. Para ellos el colectivo, como la vida o la
mente, es un fenómeno primario cuyo origen la ciencia no puede en-
contrar en la operación de algún otro fenómeno. En consecuencia,
las ciencias sociales fracasan en explicar cómo es posible que exis-
tan multitudes de colectivos y que los mismos individuos sean, al
mismo tiempo, miembros de colectivos distintos4.
El hecho de que recién a partir del siglo XIX se haya iniciado un estudio
ridad. Se ha dicho que la sociología tiene una historia breve, pero larguísimo
pasado5.
4
Mises, Ludwig, Los fundamentos últimos de la Ciencia Económica, Unión Editorial, Madrid,
2012, p. 164.
5
Bierstedt, Robert, “El pensamiento sociológico en el siglo XVIII”, en Historia del análisis
sociológico, Tom Bottomore y Robert Nisbet (compiladores), Amorrortu Editores, Buenos
Aires, 2001, p. 19. Señala Mises al respecto: “Todo lo que esta ciencia debe a Augusto Comte
es el nombre (sociología). Sus fundamentos se habían puesto ya en el siglo XVIII” (Mises,
Ludwig, Problemas epistemológicos de la economía, op. cit., p. 119).
4
sadores griegos advirtieron que ciertos fenómenos sociales se basan en algún
una búsqueda deliberada del resultado final, al que se referían como “Cosmos”;
una confusión terminológica, que recién pudo ser zanjada durante el siglo XVIII.
siglo V a.c., eran: physei, es decir “por naturaleza”; y frente a él, se utilizaron
dos términos: o bien nomô, que podría traducirse como “acuerdo”, o bien
poco claro de estas dos palabras llevó a la confusión de pensar que cualquier
conducta realizada por seres humanos caía bajo la segunda categoría automá-
6
Como señala Popper, fueron los filósofos jonios quienes iniciaron la tradición de la discusión
crítica, donde las nuevas ideas son propuestas como tales, y surgen como resultado de la
crítica abierta a las explicaciones aceptadas hasta entonces (Popper, Karl, Conjeturas y
Refutaciones, Ed. Paidós, Buenos Aires, 1991, p. 174; El mundo de Parménides, Ed. Paidós,
Buenos Aires, 1999, p. 173).
7
Hayek, Friedrich A., Nuevos Estudios de Filosofía, Política, Economía e Historia de las Ideas,
Unión Editorial, Madrid, 2007, pp. 99 y ss.
5
En el siglo II, Aulio Gelio tradujo los términos griegos physei y thesei por
Sin embargo, aquella distinción original entre los órdenes natural y artifi-
XVIII y XIX, contribuyó, en primer lugar, a separar los distintos aspectos del
dad como objeto de estudio. Sobre tal base se buscaron leyes que pudieran
explicar los fenómenos del conjunto, y la conducta individual sólo adquirió rele-
8
Hayek, Friedrich A., Derecho, Legislación y Libertad, Unión Editorial, Madrid, 2014, pp. 39 y ss.
9
Entre 1740 y 1790, en Escocia surgió una de las ramas más importantes del Iluminismo euro-
peo, filosóficamente distinta de aquella que se desarrolló en el continente. David Hume, Adam
Smith y Adam Ferguson fueron las figuras sobresalientes, pero alrededor de ellos se desarrolló
una constelación de pensadores, que incluía a Francis Hutcheson, Henry Home (Lord Kames),
William Robertson, Dugald Stewart, Thomas Reid, Sir James Steuard y John Millard. El interés
particular de estos pensadores iba desde la metafísica hasta las ciencias naturales, pero sus
aportes distintivos se centraron en aquellos campos vinculados con la investigación del progre-
so de la sociedad, que incluían historia, moral, filosofía política, y fundamentalmente política
económica (Robertson, John, “Scottish Enlightenment”, en The Invisible Hand, Mac Millan
Press, New York, 1989, p. 239).
6
III. El aporte de la antropología a la comprensión de la sociedad.
grupo o clan, aún sin entender la relación entre el respeto de una regla y el or-
den resultante, en general la seguían al advertir que ello era beneficioso para
propio Hayek hizo notar que la idea de que la sociedad es el producto de una
autoridad superior11.
lizaban a los dioses en su mitología. Las primeras nociones de ley o norma es-
tán expresadas en las palabras Themis y themistas que emplean los Poemas
dioses. De este modo, cuando el rey terminaba un litigio por una sentencia, se
10
Hayek, Friedrich A., Estudios de Filosofía, Política y Economía, Unión Editorial, Madrid, 2007,
p. 131.
11
Hayek, Friedrich A., Nuevos Estudios de Filosofía, Política, Economía e Historia de las Ideas,
Unión Editorial, Madrid, 2007, p. 18.
7
La costumbre era designada como Themis en singular, y más frecuen-
temente diké, cuyo significado original fluctúa entre costumbre y sentencia. Re-
A medida que las sociedades se hicieron más complejas, las reglas es-
muy bien explicó Hayek, cuanto mayor complejidad tiene un fenómeno (y los
12
Maine, Henry S., El derecho antiguo, Ediciones Okejnik, Córdoba, 2016, pp. 17-19.
13
Richard Posner trae un ejemplo muy interesante del desarrollo de mitos tendientes a
explicar reglas de convivencia, como el mito de la polución o “miasma”, que apareció en
Grecia durante el siglo V a.c.. El crecimiento de las ciudades en detrimento de la vida tribal en
las zonas rurales que existía hacia el siglo VIII a.c., provocó que el criterio de responsabilidad
colectiva con el que se resolvían los conflictos ya no fuera eficiente en la gran ciudad, donde el
individuo pierde pertenencia a un clan o familia. Explicó Posner que ello originó el nacimiento
de este mito, según el cual ante la comisión de una falta o delito por cualquier miembro de esa
polis, la responsabilidad no correspondía sólo a los miembros del clan, sino que todos los
habitantes de la polis podrían ser castigados por los dioses. Ello restableció el efecto
preventivo general de la norma consuetudinaria, e hizo que los vecinos se ocuparan de
controlarse unos a otros para evitar el castigo divino. Tal vez el ejemplo literario más conocido
de este mito se advierta en el Oedipus Tyrannus de Sófocles, que describe la polución de Tebas
como resultado del asesinato por Edipo de su padre (ver Posner, Richard, The Economics of
Justice, Harvard University Press, 1981, pp. 217 y ss.).
14
Hayek, Friedrich A., “La Teoría de los fenómenos complejos”, en Estudios de Filosofía Política
y Economía, op. cit., pp. 59 y ss.
8
IV. La visión sociológica de Bernard de Mandeville y los autores
morales escoceses.
lla de un modo no planificado, sino por una evolución espontánea llevada a ca-
nes se obtiene un orden que ninguna mente podría ser capaz de planificar. Hi-
pio.
15
Gallo, Ezequiel, “La tradición del orden social espontáneo: Adam Ferguson, David Hume y
Adam Smith”, en Libertas nº 6, mayo de 1987, pp. 134 y ss.
16
Estas limitaciones, según Ferguson, no sólo impiden un conocimiento cabal y detallado de
las circunstancias actuales, sino que dificultan nuestra comprensión sobre los orígenes de la
sociedad y su evolución posterior (Ferguson, Adam, An Essay on the History of Civil Society,
London, Cadell, Kincaid, Creech & Bell , 1767, p. 183).
17
Para David Hume resultaba evidente que ningún contrato o acuerdo fue expresamente
establecido, y la existencia de tal contrato “no está justificada por la historia ni por la
experiencia de ningún país del mundo” (“On the Original Contract”, en Essays: Moral, Political
and Literary (1742), citado por Alberto Benegas Lynch (h) y Carlota Jackish, El fin de las
libertades. El caso de la ingeniería social, Fundación Friederich A. von Hayek, Buenos Aires,
2003, p. 85).
9
Ese orden se forma aun sin la deliberada intención de hacerlo por quie-
una manera no buscada pero que de todos modos les resulta deseable18.
recíprocos que todos los hombres se prestan unos a otros, y por ello veía a la
división del trabajo como el modo de paliar las necesidades humanas19. Sobre
los escoceses: que muchas veces no sabemos por qué hacemos lo que hace-
mos, y que las consecuencias de nuestras decisiones son a menudo muy dife-
10
acción de personas que, al perseguir sus propias metas siguiendo sus valores,
Adam Ferguson acuñó la famosa frase según la cual las naciones tro-
dos presupuestos que resultan básicos para el pensamiento de los autores es-
coceses: 1) que los hombres no “inventan” desde cero, sino que innovan a par-
autores22.
11
semejante servicio a sus coterráneos. La satisfacción de la vanidad
más pueril fue el único motivo que guió la conducta de los grandes
propietarios, en tanto que los mercaderes y artistas obraron con mi-
ras a su propio interés, consecuencia de aquella máxima y de aquel
mezquino principio de sacar un penique de donde se puede. Nin-
guno de ellos fue capaz de prever la gran revolución que fueron
obrando insensiblemente la estulticia de los unos y la laboriosidad de
los otros23.
positivas sin pagar por ellas y evitar las negativas transfiriendo a otros su costo.
(aún por la fuerza), mientras que para quienes mantuvieron sus bases en el
individualismo metodológico son vistas como parte normal del proceso de ac-
ción e intercambio.
ría de los casos las personas no prevén especialmente. O como explicaba con
23
Smith, Adam, La Riqueza de las Naciones, Fondo de Cultura Económica, México, 1958, p.
372.
12
Por lo tanto, cuando se estudia cualquier aspecto de la sociedad, deter-
ma. No obstante ello, se mantuvo una línea que llega hasta nuestros días, que
pasó por los aportes de Matthew Hale a partir de su interpretación del common
law, luego en Alemania a través de las obras de Wilhelm von Humboldt y Savi-
quien subrayó la importancia que para las ciencias sociales tiene la espontánea
dos escuelas de pensamiento, que han sido complementarias más allá de sus
diferencias. Por una parte, recogió la teoría social del orden espontáneo recién
24
Incluso cuando se trata de un aspecto de la interacción social que ha sido bien estudiado y
relativamente bien comprendido, como es el proceso de mercado de bienes y servicios, frente
a determinado acontecimiento se suele especular con cómo va a responder “el mercado”, o se
intentan explicar sus reacciones, como si se tratase de un organismo singular autónomo, con
personalidad y decisión propias.
25
Henry Summer Maine, a quien se consideró el “Savigny inglés”, publicó entre otras obras en
1861: Ancient Law, a la cual se comparó, en el área jurídica, con el Origen de las Especies de
Darwin, publicada quince meses antes (Gumersindo de Azcárate, en su semblanza de Maine
publicada con motivo de su muerte en 1888, El Derecho Antiguo, Editorial Olejnik, Córdoba,
2016, p. 12).
26
Hayek, Friedrich A., Derecho Legislación y Libertad, op. cit. pp. 43-44.
13
combinada con la visión subjetiva del valor económico, que traía ya algún desa-
posteriores como Cantillon, Galiani y Turgot. A partir de allí, las sucesivas ge-
ambos elementos.
idea de que los precios estaban determinados por los costos de producción, y
la, y no refutarla: para ellos, tanto los costos de producción como la utilidad de-
mente factores subjetivos: las utilidades marginales de cada una de las partes
valor, sino que toma en cuenta solamente el servicio que el bien le brindará y al
27
Cachanosky, Juan Carlos, “La Escuela Austríaca”, Libertas nº 1, Octubre de 1984, p. 204.
28
Menger, Carl, Principles of Economics, New York University Press, 1981, p. 146.
14
Esta explicación de Menger produjo una revisión de la teoría del valor,
lorar. Se dedujo entonces que los costos no determinan a los precios, sino que
por el contrario, los precios finales imputan valoraciones a aquellos bienes que
embrión de la teoría subjetiva del valor en los escolásticos españoles que desa-
rrollaron su obra entre los siglos XIV y XVI, cuando los teólogos-economistas
to de las mercaderías como del dinero). Entre los primeros exponentes del sub-
(1554) sostuvo que el valor de los bienes en el mercado viene determinado por
la apreciación individual, “aún cuando ésta fuera estúpida”31. Por su parte, Juan
dinero), publicado en español con el título de: Tratado y discurso sobre la mo-
29
Cachanosky, Juan Carlos, “La Escuela Austríaca”, op. cit., p. 205.
30
Menger, Carl, Principles of Economics, op. cit., pp. 149 y ss.
31
Citado por Rothbard, Murray, Historia del pensamiento económico, Unión Editorial, Madrid,
1999, vol. 1, p. 144.
15
abusos32. Allí Mariana afianzaba la idea de que el origen del valor de las cosas
32
Huerta de Soto, Jesús, Nuevos Estudios de Economía Política, Unión Editorial, Madrid, 2002,
p. 251-252. Este libro del padre Juan de Mariana fue posteriormente publicado como: Tratado
y discurso sobre la moneda de vellón, Instituto de Estudios Fiscales, Madrid, 1987.
16
cipio liberal según el cual el intervencionismo injustificado del estado
sobre la economía viola el derecho natural (Juan de Mariana)33.
Estas ideas fueron retomadas con mayor profundidad a mediados del si-
quien coloca entre los precursores de la teoría subjetiva del valor en el siglo
XVIII. También Hayek señala que a partir de Galiani se había producido una
economia civile (1765), explicó que todo cambio parte de una desigualdad de
valoración, esto es, que cada uno desea más el objeto que adquiere que el que
33
Huerta de Soto, Jesús, op. cit., p. 259
34
Rothbard, Murray N., Historia del Pensamiento Económico, op. cit., vol 1., p. 142.
35
Hayek, Fredrich A., Nuevos escritos de filosofía, política, economía e historia de las ideas, op.
cit., p.334.
36
Rothbard, Murray N., op. cit., vol. 1, p. 452.
37
Menger, Carl, Principios de Economía Política, Unión Editorial, Madrid, 1997, p. 325n.
38
Menger, Carl, op, cit., páginas 197n y 343n.
39
Menger, Carl, op. cit., pp. 300n, 325n, 343n
17
Si bien Adam Smith fue estigmatizado por algunos autores de la Escuela
Austríaca por haber mantenido la visión objetiva del valor económico40, ese
en los cuales cada uno busca su propio bienestar pero a la vez genera un or-
den no deliberado, siguió una línea desde Adam Smith, quien en dos ocasiones
Escuela Austríaca, fue Friedrich A. von Hayek quien la desarrolló con mayor
género se hallan relacionados unos con otros, y que del conocimiento de algu-
cuencias mediatas que esa conducta tendrá para la formación de un orden so-
40
Rothbard comienza su capítulo sobre “El célebre Adam Smith”, sosteniendo, a mi entender
de manera injusta: “Adam Smith (1723-90) es un misterio en un rompecabezas oculto en un
enigma. El misterio es la enorme brecha sin precedentes entre la exaltada reputación de Smith
y la realidad de su dudosa contribución al pensamiento económico” (Rothbard, Murray N.,
Historia del Pensamiento Económico, op. cit., T. I, p. 475).
41
Hayek, Fredrich A., Derecho, Legislación y Libertad, op. cit., 58; y agrega: “Es claro que en
este sentido toda sociedad debe disponer de algún tipo de orden, y que con frecuencia ese
orden existirá sin que haya sido deliberadamente creado”.
18
La razón de que seamos reacios a describir estas acciones como si
tuvieran un objetivo es que el orden que se constituirá como resulta-
do de tales acciones, no es en ningún sentido “parte del objetivo” o
del motivo que impulsó a los individuos a actuar. La causa inmedia-
ta, el impulso que los lleva a actuar, es algo que solo les interesa a
ellos42.
a ser identificadas y valoradas por las personas, que adecúan sus conductas a
producidas por las ventajas o perjuicios que pueden derivarse de dichas accio-
Es posible que las personas jamás comprendan la evolución que dio ori-
gen a tales reglas y quizá las valoraciones que las originaron se pierdan o mo-
difiquen con el tiempo. Pero les basta con descubrir la conveniencia de respe-
42
Hayek, Friedrich A., Estudios de Filosofía, Política y Economía, op. cit., p. 129.
43
Hayek, Friedrich A., Estudios de Filosofía, Política y Economía, op. cit., p. 116.
19
producido y modificado por la Naturaleza. En efecto, Darwin advirtió que dicha
dualidad a las futuras generaciones. De modo que el proceso por el cual una
esta forma de ver la evolución, aplicada a los fenómenos sociales. Pero erró-
que Darwin aplicara con tanto éxito a la biología un método que tomó original-
que originalmente surgió44. Por este motivo, entendía Hayek que los filósofos
44
Como señala Hayek, pocas dudas existen de que las teorías de Darwin y sus contemporáneos
derivaron sus sugerencias de las teorías de la evolución social. Una de las principales vías a
través de la cual el pensamiento evolucionista llegó a Darwin fue, probablemente, el geólogo
escocés James Hutton (Hayek, Friedrich A., Los Fundamentos de la Libertad, op. cit., pp. 89-90).
Las ideas de Hutton, a su vez, se enmarcaban en el contexto de aquellos pensadores del
iluminismo escocés a los que hice referencia.
Los trabajos de Hutton llegaron a Darwin a través de otro geólogo inglés, Charles Lyell.
Un ejemplar del primer volumen de la obra de Lyell: “Principios de geología” (Principles of
geology, being an attempt to explain the former changes of the Earth’s surface, by reference to
causes now in operation, London, John Murray Ed., Vol. 1, 1830), le fue obsequiado a Darwin
poco antes de embarcarse en su segundo viaje en el HMS Beagle, y su lectura influyó sobre su
20
morales del siglo XVIII debían ser considerados como darwinistas previos a
Darwin45; o quizá mejor, se debería ubicar a Darwin como un heredero del ilu-
minismo escocés.
como material a ser regulado y ordenado a partir de la teoría social que sugie-
manera de observar las nuevas especies animales que descubrió, así como las formaciones
rocosas con las que se cruzó en su travesía.
45
Hayek, Friedrich A., Derecho, Legislación y Libertad, op. cit., p. 44, en especial las citas
contenidas en la nota 33.
46
Mises, Ludwig, Gobierno omnipotente. En nombre del Estado, Unión Editorial, Madrid, 2002,
p.181. Explicaba allí que mientras que estos pseudo-darwinistas invocan el uso de la fuerza
para justificar la supervivencia del más fuerte aplicado a la sociedad, en realidad, entre seres
humanos, la razón indica que la cooperación voluntaria, y su corolario que es la asociación y
división del trabajo, es lo que permite el desarrollo de la especie.
21
ren, esos autores no advierten que la “comunidad científica” a la cual dicen per-
que son sometidas al testeo por otros científicos, en la búsqueda del triunfo, la
derían que sus pretensiones de “ingeniería social” son tan inválidas para fundar
predicciones.
las estadísticas tienen un valor relativo. Proveen datos sobre acciones objetivas
47
Cuando Rousseau, por ejemplo, afirmaba en el Contrato Social: “Cada uno pone en común su
persona y todo su poder bajo la suprema dirección de la voluntad general, y cada miembro es
considerado como parte indivisible del todo”, no advertía que él era un individuo deduciendo
en forma independiente, a través de un proceso de razonamiento crítico individual, una teoría
cuya fuerza o debilidad dependía en buena medida de la confrontación con los razonamientos
críticos de otros individuos, que pudieran refutarla. Su mundo único, universal, colectivo, en el
cual cada individuo es sólo “una parte indivisible del todo”, era tan solo el producto abstracto
de una mente individual, falible y enfrentada a una constante confrontación con el producto
de otras mentes, que tenían sus propias teorías al respecto y seguían sus propios cursos de
acción independiente. El reconocimiento de esta circunstancia debió llevar a Rousseau a inva-
lidar su propia tesis.
48
Por ello Mises consideraba a la economía descriptiva, la estadística y en general a la
Sociología tal cual se la entendió a principios del siglo XX, como pertenecientes al ámbito de la
historia (ver Mises, Ludwig, La Acción Humana, op. cit., p. 37, nota 1).
22
Un estudio estadístico podría decirme cuánta gente y en qué cantidad
compró pan de maíz el año pasado, y en los diez años anteriores. Pero no me
dirá nada respecto de por qué cada uno de ellos decidió comprar dicho pan o
las personas respecto del pan de maíz, ni me permitirá predecir con exactitud
cuál será el consumo de ese pan el año próximo, sino como una hipótesis.
ocurridas a partir de los más variados motivos particulares, que producen con-
en cada caso las motivaciones concretas o realizar una síntesis de la gran can-
tidad de decisiones de todo tipo que contribuyeron a ese resultado. Por eso es
que los fenómenos sociales y económicos que sustentan las instituciones son
nes humanas, y por eso la economía, al estudiar los distintos elementos de los
49
Coyne, Christopher J., “La economía como el estudio de la coordinación y el intercambio”, en
Boettke, Peter J. (coord.), Manual de economía austríaca contemporánea, Unión Editorial,
Madrid, 2016, p. 124.
50
Un ejemplo pintoresco de esto es el “Hemline Index” desarrollado por George Taylor. Este
índice pretendía demostrar –risueñamente- que la tendencia al crecimiento de la actividad
económica en los Estados Unidos era inversamente proporcional al largo de las polleras.
Cuanto más alto el dobladillo (y más corta la falda), mayor era la actividad económica, y
viceversa. Esta afirmación era avalada por datos estadísticos que mostraban que durante la
década del ’20 las faldas se acortaron y la economía se expandió, mientras que al producirse la
crisis del ’29, la moda de las faldas largas renació. Algo similar ocurrió en los años 60’ y 70’.
Por supuesto que no existe tal relación ni Taylor pretendía que así fuera, pero es una
buena demostración de que manejando cifras y estadísticas arbitrariamente, se puede
fundamentar cualquier teoría.
23
fenómenos sociales, los denomina precisamente variables, y a efectos mera-
les en los dos últimos siglos, han recurrido frecuentemente a datos estadísticos
51
“El supuesto citado de que todas las demás condiciones permanecen enteramente
inalteradas es una ficción indispensable para el razonamiento y para la ciencia. En la vida, todo
fluye sin cesar, pero para el pensamiento debemos construir un imaginario estado de quietud”
(Mises, Ludwig, Problemas epistemológicos de la Economía, Unión Editorial, Madrid, 2013, p.
174, con cita de J. B. Clark, Essentials of Economics Theory, New York, 1907, pp. 130 y ss.).
52
Mises, Ludwig, La Acción Humana, op. cit., p. 38.
24
ciencia debería abarcar el amplio espectro de las llamadas “ciencias sociales”,
Por ese camino se podrá advertir que aquellas áreas de estudio que se
25
das de una única ciencia. Es bueno recordar que Mises, al destacar el esfuerzo
ciencias sociales55.
por objeto evaluar las reglas generales y abstractas que pueden extraerse de la
interacción humana. Dar prioridad a cada aspecto parcial y específico por sobre
tuciones sociales, dependiendo de cuál asignatura haya sido tomada como ba-
del proceso de interacción humana como tal, para luego desde allí examinar
algunas áreas cuyo estudio debería comenzar con la aplicación de los princi-
Sin embargo, en la medida en que el lenguaje se hizo más rico y pudo incre-
55
Mises, Ludwig, Problemas Epistemológicos de la Economía, op. cit., p. 48.
26
mentar la exteriorización de abstracciones, las formas de interacción florecie-
instituciones que son producto de la acción humana pero no del designio hu-
mano. Es decir, no habría lenguaje sin seres humanos utilizándolo, pero ningún
de academias.
zaciones que pretenden representar la autoridad oficial del idioma, con poder
no. Tal es el caso de la Real Academia Española. Sin embargo, la Real Aca-
do. Esas palabras ya forman parte del idioma antes de que la Academia las
“legalice”, y seguirán formando parte del idioma aun cuando las rechace, si las
56
Un caso interesante en este sentido fue resuelto por la Corte Suprema de Argentina en 1942
(Fallos: 193:205). Dos personas intentaron inscribir la denominación “Yachting Argentino”
como marca de comercio. Tanto el organismo administrativo, como dos instancias judiciales y
el Procurador General sostuvieron que dicha marca no podía inscribirse, pues la ley sólo
permitía registrar palabras extranjeras como marcas, cuando ellas han sido adoptadas por el
idioma nacional, y la prueba de dicha adopción era su incorporación al Diccionario de la Real
Academia Española. La Corte Suprema revocó esa decisión y admitió la posibilidad de utilizar la
palabra “yachting” como marca de comercio, como consecuencia de haber sido incorporada al
lenguaje por su uso. Tras explicar que cada nueva edición del Diccionario de la Academia
Española incorpora gran número de acepciones y voces nuevas concluyó: “Lo que pone de
manifiesto que no puede rechazarse una palabra que es usada frecuentemente por los buenos
escritores o por la prensa culta, por la única razón de que ella no figura en el Diccionario de la
27
Del mismo modo en que operan otras intervenciones artificiales sobre
sentación “oficial” del idioma, producen un monopolio que anula los beneficios
Academia Española, siempre que de la prueba resulte que tal palabra ha adquirido carta de
naturaleza en nuestro idioma a consecuencia de su largo uso”.
57
El concepto de “inflación” es un ejemplo interesante de cómo determinadas influencias
vinculadas con ideologías políticas o económicas, han hecho variar el significado “oficial” de las
palabras. En las sucesivas ediciones del Diccionario de la Real Academia de las últimas décadas,
se registran estas definiciones de “inflación”: La edición de 1970: “Excesiva emisión de billetes
en reemplazo de moneda”. La edición de 1984: “Econ. Exceso de moneda circulante en
relación con su cobertura, lo que desencadena un alza general de precios”. En la edición on-
line, versión 2018: “Econ. Elevación del nivel general de precios”.
De este modo, allanándose al discurso político, la Real Academia fue distorsionando el
significado real de la inflación, que de un incremento en la cantidad de billetes que
representaban al oro, o de la masa monetaria propia del dinero fiat (en ambos casos, lo que se
infla es el dinero), pasó a ser un incremento de precios. Ello permitió desplazar la
responsabilidad de los gobernantes por el incremento en la emisión de billetes para cubrir el
déficit de sus presupuestos, y colocarla en cabeza de los comerciantes que supuestamente
“suben” los precios.
Mucho antes de que la Real Academia profundizara este cambio en el concepto,
Ludwig von Mises advertía: ''Para evitar ser acusado de las nefastas consecuencias de la
inflación, el gobierno y sus secuaces recurren a un truco semántico. Tratan de cambiar el
significado de los términos. Llaman ´inflación’ a la consecuencia inevitable de la inflación, es
decir, al aumento en los precios. Ansían relegar al olvido el hecho de que este aumento se
produce por un incremento en la cantidad de dinero y sustitutivos del dinero. Nunca
mencionan este incremento. Atribuyen la responsabilidad del aumento del coste de la vida a
los negocios. Es un caso clásico de ladrón gritando ‘¡Al ladrón!’. El gobierno, que produjo la
inflación multiplicando la oferta de dinero, incrimina a los fabricantes y comerciantes y disfruta
del papel de ser un defensor de los precios bajos'' (Economic Freedom and Interventionism. An
Anthology of Articles and Essays, Liberty Fund, New York, 1990, pp. 109-110). ..
28
2. Las relaciones nacidas en el intercambio de valores. Costumbres
y normas.
jo, pero puede decirse sintéticamente que cada individuo adopta valores, en
ción, o bien a sustituirlos por otros, total o parcialmente. Sea como fuere, cada
Pero al mismo tiempo, al interactuar con otros, cada individuo entre otras
sido entendido como “moral” o “ética”, cada una en un marco de acción deter-
58
Rothbard, Murray N., El Hombre, la Economía y el Estado. Tratado sobre Principios de Eco-
nomía, Unión Editorial, Madrid, 2010, vol. 1, p. 1.
29
minado. Yo prefiero utilizar el término que etimológicamente ha generado a
pejo, por el cual uno espera determinadas conductas de los demás, y al mismo
tiempo elije sus acciones a partir de lo que los demás esperan de uno. Este
individual.
nes individuales.
cluir entonces que: 1) cada persona elabora sus propios valores y se rige por
razonamiento crítico, o bien por influencia externa. 2) Esos valores podrán ser
30
den modificar esas costumbres, con el consecuente cambio en las reglas de
cionan con otros, sobre la base de conocimiento que es limitado, personal, con-
Al respecto, Hayek sostenía que esta “división del conocimiento” es tan impor-
59
Hayek, Friedrich A., “Economics and Knowledge”, en Individualism and Economic Order, The
University of Chicago Press, 1948, p. 50.
31
fección de todo el conocimiento son dos de los factores básicos des-
de donde las ciencias sociales han de partir60.
aprovechada sin costo por otros, o se puede acceder a ellos por un precio. Par-
te de ese intercambio supone encontrar los mecanismos para lograr que el co-
explicó Hayek, la dispersión y asimetría del conocimiento hace que para que
las personas puedan descubrir lo que no saben, necesiten la libertad para ac-
32
El ámbito en el cual la praxeología tuvo su influencia central es en la
de los recursos disponibles. Pero esa visión del intercambio sólo se limita a
Sin embargo, el proceso de mercado es mucho más que eso. Por una
decidirá qué considerar mejor para ella según sus deseos, en un tiempo y lugar
Ello es más que una mera distinción semántica, implica centrar la atención so-
63
Probablemente una de las mejores explicaciones sobre este proceso de intercambio siga
siendo el excelente cuento de Leonard Read: “I, Pencil”, publicado en The Freeman en
diciembre de 1958.
64
Coyne, Christopher J., “La economía como el estudio de la coordinación y el intercambio”, en
Peter Boettke (coord.), Manual de economía austríaca contemporánea, Unión Editorial,
Madrid, 2016, p. 213. El término “cataláctica” deriva del verbo griego kattallattein (o
33
En un famoso discurso, también James Buchanan propuso abandonar el
incluye establecer criterios para definir los alcances de lo que deberá resolver-
se, los procedimientos, criterios de solución y cómo hacer cumplir tales deci-
siones.
katallassein) que significa “intercambio” y “admitir dentro de la comunidad”, así como
también “convertir al enemigo en amigo” (op. cit., p. 112).
65
Buchanan, James, What Should Economists Do?, Discurso presidencial en la reunión anual de
la Southern Economic Association, 1963, Liberty Press, Indianapolis, 1979.
34
Los sistemas judiciales más sólidos se elaboraron alrededor de la bús-
de esos puertos, y sirvió durante todo ese tiempo como una base normativa de
tatal. Asimismo, los dos sistemas judiciales fundamentales del mundo occiden-
tal, -el derecho romano y el common law- tuvieron un origen semejante, en tan-
nes son las reglas de juego de la sociedad, que facilitan la interacción huma-
66
Como sostenía Bruno Leoni, el derecho nace con el reclamo (“pretesa”). Es a partir de la
existencia de un reclamo que surge la necesidad de resolverlo aplicando reglas jurídicas
(Lecciones de Filosofía del Derecho, Unión Editorial, Madrid, 2008, p. 67).
67
North, Douglass C., Instituciones, cambio institucional y desempeño económico, Fondo de
Cultura Económica, México, 1993, p. 16.
68
North, Douglass C., “La nueva economía institucional”, Libertas n° 12, mayo de 1990, pp. 94-
95.
35
y muchas veces ni siquiera imaginada por quienes realizaron las acciones indi-
viduales que las originaron. Por ese motivo, Hayek cuestionó el uso del tér-
tas, tales como leyes u organizaciones que han sido creadas con un propósito
ción”, para aplicarlo a los fenómenos que, como el dinero o el lenguaje, no han
llas agencias que responden con mayor claridad al concepto tradicional de “ins-
jes, y que por lo tanto ofrecen ciertos acuerdos para la prestación de servicios
cuando la finalidad de una compañía de seguros sea ofrecer una cobertura por
mayor o menor aversión al riesgo- que faciliten ciertos intercambios hasta en-
los riesgos de siniestros para abaratar los costos del seguro, etc.70.
69
Hayek, Friedrich A., La Contrarrevolución de la Ciencia, op. cit., p. 134.
70
Dice Ostrom: “Las oportunidades y las restricciones a las que se enfrentan los individuos en
cualquier situación particular, la información que obtienen, los beneficios que consiguen o
aquellos de los que se les excluye y cómo razonan acerca de la situación, todos esos elementos
se ven influidos por las reglas (o por la ausencia de ellas) que estructuran dicha situación”
(Ostrom, Elinor, Comprender la diversidad institucional, Fondo de Cultura Económica, México,
2015, p. 39). Tales reglas, al igual que las instituciones, no son primordialmente gestadas por
decisiones artificiales de personas o grupos de personas. En el desarrollo histórico de la
interacción humana, tanto las reglas como las instituciones han sido el producto espontáneo y
no buscado de innumerables intercambios individuales.
36
7. El estudio de la evolución de los criterios jurídicos para la solu-
ción de los conflictos (jurisprudencia).
doctrinas formadas a partir de las discusiones de los casos judiciales y las de-
portamiento esperado. Esto es, sobreviven los criterios más aptos para adap-
tarse al medio.
Al emitir sus sentencias, los jueces deben ponderar no sólo las conse-
mas abstractas.
te para comprender cómo se han iniciado los mecanismos de relación entre los
tarios, donde las categorías abstractas de grupo, sociedad, tribu, nación, Esta-
sobre el resto, que impone reglas de conducta, o bien la idea de un pacto social
libertad individual. Incluso se han hecho esfuerzos teóricos para justificar dicho
abstracciones tales como Estado, derechos, justicia, gobierno –lo que parece
imposible sin interactuar con otros de alguna manera-, y en ese punto convenir
Como dije, estos son sólo algunos ejemplos de aspectos de las relacio-
nes cooperativas que deberían estudiarse sobre una base científica que consi-
71
Buchanan, James, The Limits of Liberty: Between Anarchy and Leviathan, The University of
Chicago Press, Cambridge, 1975, pp. 24 y ss.
38
dere a la sociedad como el proceso de decisiones e intercambios individuales.
punto anterior, siguen un patrón similar: 1) individuos que valoran, toman deci-
situación, sobre la base de sus propios valores. 2) Para ello reconocen las ven-
el mutuo beneficio. 5) Aun cuando el acuerdo entre las partes tenga una finali-
39
Sin embargo, más razonable que la división en “ciencias sociales” pare-
personas negocian a partir del lenguaje, que buscan llevar a cabo tal intercam-
reclamos, que allí estará involucrado conocimiento dispar entre los contratan-
tes, que deberán elegir una moneda con la cual negociar, etc. Todos estos as-
40