Pablo Urbaitel
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abandono de una importante cantidad de alumnos. Creemos, en este
sentido, que la escuela se encuentra en una encrucijada: favorecer, con
la ampliación de su oferta, la incorporación de todos y, a su vez, conti-
nuar con su mandato fundacional de seleccionar académica y cultural-
mente a los más aptos. Por último, otro problema crucial se relaciona
con las transformaciones que se producen en las escuelas a partir de
la irrupción de las nuevas tecnologías de la comunicación y la infor-
mación que obligan a redefinir la organización escolar. Cualquiera que
entre hoy en un aula de una escuela secundaria encontrará a alumnos y
docentes dividiendo su atención entre lo que sucede allí y lo que inte-
rrumpe o convoca desde el afuera.
Tratando de poner la mirada en ésta última problemática, nos pro-
ponemos indagar acerca de las transformaciones que se suceden en
el interior de la clase ante la irrupción del afuera escolar como conse-
cuencia del debilitamiento de la eficacia de los dispositivos de encierro.
Entendemos, desde nuestra perspectiva, que el aula como san-
tuario (Dubet, 2002), como ámbito inmaculado e impermeable
al afuera lentamente se va agotando, producto de los procesos de
desinstitucionalización y por la emergencia de las tecnologías que
irrumpen el devenir de la clase. En el día a día escolar esto se traduce
en interrupciones constantes de preceptores que entran y salen, en
alumnos de otros cursos que ingresan al salón. En información que
llega a partir de los celulares que disloca el trabajo pedagógico, en
mensajes de WhatsApp que distraen, en videos que compiten con la
exposición del docente, entre otras situaciones.
Podemos afirmar que hay mucho de no-escuela en el horario esco-
lar: los estudiantes se sacan fotos y graban videos durante el horario
escolar que además tienen la posibilidad ser subidas inmediatamente
a la red y pueden lograr repercusiones a los pocos minutos en un jue-
go novedoso entre el afuera y el adentro escolar2. Los celulares tienen
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saberes sino a la imposibilidad de generar las condiciones para poder
comenzar su tarea de pasaje de la porción de cultura que a cada uno
le corresponde ofrecer a las nuevas generaciones. Para que la ope-
ración pedagógica funcione, son necesarios dos elementos: que el
docente sea reconocido como poseedor de un saber especializado
y que los educandos se sitúen en posición de alumnos. Nos parece
conveniente destacar que no es lo mismo la posición de alumno que
la de adolescente. El oficio de alumno refiere, además de la condición
etaria, a unas prescripciones acerca de la función de un rol particular
en el ámbito escolar. Actualmente esta operación se encuentra ase-
diada y dar clases es una tarea espinosa que requiere de respuestas
artesanales; originales y flexibles.
Sabemos que las presencias de los alumnos ya no nos evocan esos
cuerpos moldeables imaginados en el pasado. Resulta muy dificulto-
so desarrollar la clase en el sentido en que nosotros la conocimos: un
docente (uno) que se dirige a sus alumnos (muchos) para transmitir
conocimientos con mayor o menor experticia. Creemos que el ingre-
so del afuera es un elemento crucial para comprender los cambios
que se suceden en las aulas pues las mutaciones señaladas interpelan
la forma moderna de organizar la escuela en general y el trabajo áu-
lico en particular.
Para intentar analizar la problemática tratamos de explorar la
perspectiva que tienen los jóvenes sobre lo que sucede en el aula4
en torno a su relación con el afuera escolar. Para ello procuramos
conocer las modalidades de uso de los celulares, Netbooks, mp3 y
demás dispositivos propios de las sociedades de control por parte de
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asistencia o brindando cualquier tipo de información, alumnos de
otros cursos que entran para pedir prestados elementos escolares o
que invitan a diferentes actividades, etc. En todos estos casos ingresa
un afuera que proviene del interior de la institución y que, también,
acomete para dislocar la cotidianeidad áulica.
El afuera áulico extra-escolar: sus constantes irrupciones se deben
a la imposibilidad que tienen las instituciones educativas para impe-
dir el ingreso de prácticas y saberes que provienen del exterior. Las
paredes, puertas, rejas que separaban el exterior del interior de las
instituciones educativas, históricamente eficaces para impedir que
ingrese el afuera escolar5, en la actualidad se vuelven permeables
producto fundamentalmente del avance de las nuevas tecnologías.
El uso de las redes sociales, el envío de mensajes de textos, el acce-
so a la información en tiempo real modifica sustancialmente la rela-
ción entre «lo cercano» y «lo lejano» y transforma las coordenadas
de tiempo y espacio. En este contexto, los alumnos obtienen infor-
mación en el aula a la que antes no accedían, se comunican constan-
temente con el exterior recibiendo información de todo tipo, hacien-
do circular imágenes e informaciones en tiempo real. La relación de
los jóvenes con la sociedad pasó a ser diferente, menos intermediada
por la escuela y más por las nuevas tecnologías de la información y
de la comunicación. Principalmente los jóvenes han adquirido una
relación constante e ininterrumpida con los otros.
Dar la palabra
6. Toda investigación que no tiene como objetivo capturar la totalidad del universo
poblacional que pretende estudiar, se construye a partir de un recorte arbitrario a
través de supuestos teóricos y de deseos del investigador. En ese sentido, nos inte-
resa tomar como muestra para el recorte de esta tesis una tipología de escuela que
se encuentra en un proceso de constante declive como producto de los procesos
la enorme desigualdad social que ocurre en nuestro país. Son aquellas que deno-
minaremos: «escuelas públicas que albergan la diferencia».
Este tipo de escuelas ocupó un lugar clave en la constitución de nuestro sistema
educativo, desde sus orígenes hasta fines de la década del ochenta. Se encargó
de distribuir capital cultural, socializar saberes, integrar sujetos; en síntesis, de
generar lazo social y ciudadanía entre quienes la habitan. Son instituciones que
en su interior contienen alumnos de diferentes estratos sociales. En la actualidad,
generalmente, se encuentran en lugares céntricos de las grandes ciudades o en
zonas de fácil accesibilidad.
Uno de los rasgos novedosos que caracterizan al sistema educativo argentino en
nuestros días, es su fragmentación como consecuencia de la profunda desigualdad
que se produce en nuestro país y del que la educación es un emergente más.
La fragmentación es un fenómeno sustancialmente diferente al de segmentación
del sistema planteado por especialistas como Braslavsky y Filmus en la década del
ochenta del siglo pasado. La segmentación denunciaba el carácter desigual de los
sistemas educativos. Señalaba los recorridos diferenciales que cada uno de los
actores educativos realizaba de acuerdo a su posición de clase social. El sistema
se encontraba estructurado en diferentes circuitos de calidad pero todavía daba
cuenta de cierta unidad. La figura del segmento posibilita graficar las diferencias
en el interior de un mismo campo pero, también, la existencia de un todo que de
algún modo integra e incorpora, aunque sea de manera diferencial.
Los acontecimientos que estamos presenciando en los últimos años
(fundamentalmente a partir la década del noventa) permiten darle visibilidad
a un proceso diferente al de segmentación donde las instituciones se organizan
construyendo propuestas pedagógicas que no se articulan entre sí, con una fuerte
impronta reproductora de desigualdades y generando límites muy fuertes a la
función de conformación del lazo social que se ha depositado tradicionalmente
en la escuela. A este fenómeno Tiramonti (2007: 27) lo denomina fragmentación,
la autora señala que: «El fragmento es un espacio autoreferido en el interior del
cual se pueden distinguir continuidades y diferencias; las primeras marcan los
límites de las fronteras del fragmento, las otras señalan la heterogeneidad de esos
espacios. Así, el fragmento actúa como una frontera de referencia, pero no se
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alumnos de diferentes sectores sociales, instituciones históricamente
mayoritarias y que en los tiempos actuales son minoritarias, producto
de la fragmentación del sistema educativo que genera escuelas a la que
concurre una población socio-culturalmente homogénea.
7. Denominamos Resonancias a las afectaciones que nos producen las voces de los
entrevistados. Tomaremos las palabras de los estudiantes para tratar de tejer un
entramado de ideas sobre lo que sucede en las aulas contemporáneas en relación
al afuera escolar.
Entendemos la idea de resonancia, como lo que se separa de la emisión primera,
se expande, le sobrevive y abre un espacio posible de sentido. Es un lugar de
sonoridad y de significancia. Es, de alguna manera, el encuentro que se produce
entre el material sonoro del que habla y los sentidos que produce en la escucha.
Las resonancias tienen que ver con la subjetividad del que oye pues los
escuchantes llegamos como portadores de otras ideas, otros textos, otros códigos
infinitos. Estaremos dispuestos, por lo tanto, a permitirnos oír lo que no sabemos,
lo que no queremos, lo que no necesitamos. Estaremos dispuestos a dejarnos llevar,
tal vez a trastabillar por lo que salga del encuentro. Debemos estar dispuestos a
transformarnos en una dirección desconocida, dejarnos abordar por lo que nos
interpela y poder ser modificados en la escucha.
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En un intento por evitar quedar atrapados en miradas nostálgicas
que buscan o esperan un pasado ideal, nos parece que pensar nuevos
nombres para fenómenos emergentes puede contribuir –por me-
nos– a darle visibilidad a las nuevas realidades escolares.
En este trabajo denominaremos a este espacio escolar en el que
se transmite conocimientos como post-aula. Creemos que el prefijo
post, que significa «después de» permite caracterizar la situación. La
palabra «después» brinda la idea de continuidad con lo que la pre-
cede y refiere a un fenómeno que no es totalmente nuevo sino que,
desde una perspectiva genealógica, tiene un fuerte vínculo con el pa-
sado pero que es sustancialmente diferente a los modos anteriores.
En este sentido, la noción de post-aula refiere a un espacio novedo-
so pero con fuertes vinculaciones con la noción tradicional de clase. Es
un espacio sin clausura, ya que no es un claustro porque no hay clausu-
ra ni encierro en un único espacio. El aula deja de ser un ámbito de en-
cierro, y se convierte –topológicamente hablando– en un lugar poroso
en el que sus paredes no pueden impedir el ingreso del afuera escolar.
En el post-aula pierde centralidad la figura del educador que organiza-
ba la clase sobre la base de la enseñanza frontal,8 homogénea9 y simul-
tánea. El uno a todos, pilar del método comeniano, es sustituido por el
uno a muchos pues es una tarea ciclópea lograr que la mayoría cumpla
de manera simultánea con su condición de alumno.
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escuela. Desde esta última mirada surgen innumerables propuestas
pedagógicas tendientes a su incorporación. Sin embargo, creemos
que el eje de la discusión es otro. ¿Podemos pensar a los sujetos con-
temporáneos sin tecnologías? ¿Es posible sostener la organización
escolar moderna ante estos nuevos escenarios?
A modo de conclusión
Referencias bibliográficas
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