17
ō
Cŏlōnĭă.
quaē
cŭpīs
pōntĕ
lūdĕrĕ
lōngō.
ēt
sălīrĕ
părātum
hăbēs.
sēd
uĕrērĭs
ĭnēptă
crūră
pōntĭcŭli
āxŭlīs
stāntĭs
īn
rĕdĭuīuīs
17
Oh
Colonia,
que
deseas
en
tu
puente
largo
divertirte
y
bailar
preparado
tienes,
pero
temes
las
ineptas
divertirse
a
ella
la
deja
como
quiere,
y
ni
un
pelo
solo
le
importa
y
no
se
subleva
por
su
parte,
sino
que
como
un
aliso
en
su
fosa
yace
desjarretado
por
la
liguria
segur,
justo
tanto
todo
sintiendo
como
si
ninguna
tuviera
por
ningún
lugar.
Este
tal
estupor
mío
nada
ve,
nada
oye,
él
mismo
que
existe,
o
si
existe
o
no
existe,
esto
también
lo
ignora.
Ahora
a
él
quiero
de
tu
puente
enviarlo
de
cabeza,
si
capaz
esto
es
de
repente
de
sacarlo
de
su
estúpida
modorra
y
boca
arriba
esta
actitud
abandona
en
el
pesado
cieno,
como
su
férrea
suela
en
la
tenaz
vorágine
la
mula.
17
Colonia,
que
en
tu
puente
jugar
quieres,
17
Oh
colonia,
que
ambicionas
jugar
en
un
puente
largo
y
tienes
pensado
brincar
en
él,
pero
temes
las
endebles
patas
de
ese
puentecillo
sostenido
en
unos
ejecillos
reutilizados,
no
vaya
a
irse
patas
arriba
y
a
caer
en
las
profundidades
del
pantano.
¡Ojalá
se
construya
para
ti
un
buen
puente
a
tu
gusto
en
el
que
incluso
se
aguanten
las
danzas
de
los
salios!
Concédeme,
colonia,
este
regalo
que
da
muchísima
risa:
cierto
paisano
mío
quiero
que
se
precipite
desde
tu
puente
y
entre
hasta
el
fango
de
pies
a
cabeza,
pero
por
donde
de
todo
el
lago
y
del
fétido
pantano
el
remolino
está
más
encenagado
y
es
más
profundo.
Es
un
hombre
completamente
necio
y
tiene
menos
inteligencia
que
un
niño
de
dos
años
que
duerme
en
los
acunadores
brazos
de
su
padre.
Porque,
estando
casada
con
él
una
muchacha
en
la
flor
de
la
edad
(una
muchacha
más
delicada
que
un
tierno
cabritillo,
a
la
que
hay
que
guardar
con
más
celo
que
a
las
uvas
más
maduras),
la
deja
divertirse
a
su
gusto,
y
no
le
importa
un
bledo
ni
se
altera
por
su
parte,
sino
que,
tal
como
un
aliso
está
tendido
en
un
hoyo
cortado
por
un
hacha
lígur,
apreciándolo
todo
como
si
ella
no
existiese,
este
tal
asombro
mío
nada
ve,
nada
oye,
quién
sea
él
mismo,
o
si
es
o
no
es,
ni
eso
sabe.
Ahora
a
éste
quiero
enviarlo
desde
tu
puente
de
cabeza,
a
ver
si
es
posible
arrancarle
de
golpe
su
estúpida
modorra
y
que
deje
en
el
espeso
cieno
su
indolente
espíritu,
como
una
mula
deja
en
un
hoyo
pegajoso
su
herradura.