Autoficción y autobiografía
Desorden cronológico
En este tipo de relatos la organización del tiempo suele negar la trama clásica, la
autoficción privilegia el azar y la gratuidad de la escritura, planteando un tiempo que
trasciende toda referencialidad porque ya es plenamente de la ficción. Las
características de dicho ordenamiento temporal son, en consecuencia, la heterogeneidad,
las novelas autoficcionales suelen asumir una apariencia referencial, que se ve
cuestionada desde el momento en que el lector empieza a percibir la mezcla de
elementos narrativos que componen el relato: es más o menos evidente que algunos
provienen del ámbito de lo real y otros del de la ficción.
El fragmentarismo, por su parte, se apoya en la digresión y la asociación como técnicas
de construcción del relato, haciéndose evidente en aquellos textos en los que el espacio
concedido a los períodos reflexivos resulta muy extenso en detrimento de la acción o
peripecia. Ello sucede especialmente cuando la trama se diluye en una sucesión de
episodios, sin que pueda apreciarse una cronología o un hilo conductor que trabe los
distintos pasajes y escenas.
Juegos en torno a la voz narrativa, así como con los cambios y alteraciones en la
focalización. La aptitud polifónica de la novela, su capacidad para multiplicar los puntos
de vista, es, en efecto, uno de los rasgos que puede presentar la autoficción, subvirtiendo
así la unidad del sujeto que se presupone a los textos autobiográficos.
Ello se logra de distintas maneras, por ejemplo, gracias al empleo de estructura
dialógicas.
Otras estrategias tienen que ver no tanto con la voz como con la focalización adoptada
por el narrador. A menudo el narrador adquiere una “imposible” capacidad de
introspección con respecto a los personajes.
En esos casos, podemos hablar de paralepsis: el fenómeno que se produce cuando el
narrador sobrepasa el grado de conocimiento que puede tener de la historia según la
focalización inicialmente escogida. Un recurso que, en este caso, permite atenuar lo
acontecido con lo imaginado y, en consecuencia, acortar la distancia entre la realidad y
la ficción.
Reflexividad y metadiscurso
Conclusión provisional
La narrativa autoficcional apela a un código que el lector conoce muy bien (el código
del relato autobiográfico, con sus marcas más evidentes, la primera de ellas la
identificación entre el autor y el narrador) para concluir a continuación que el lenguaje
no transparenta el mundo, muchos menos el sujeto, y que por ello es inútil intentar
reproducirlos.
Si bien en la autoficción la enunciación plantea la identidad entre autor, narrador y
personaje, sus enunciados problematizan la noción de autoría al subrayar el artificio, el
carácter puramente discursivo del relato, en palabras de Paul de Man, su naturaleza
tropológica. La destrucción de la linealidad, la alteración del orden sucesivo de la
narración, pone de manifiesto la “artificialidad” que el autor autobiográfico impone a
sus textos al seleccionar y ordenar sus recuerdos conforme a un plan trazado mucho
tiempo después de haber tenido lugar los hechos referidos. Del mismo modo, la
convivencia de materiales de diverso origen denuncia la idea de construcción, de
artefacto, común a todos los textos.
El desorden cronológico, la estructura caótica, habitualmente digresiva de la
autoficción, cuestionan, en fin, las nociones de sucesión y significación que en la
autobiografía tienden a ofrecer una imagen de síntesis tanto de lo acontecido como del
propio yo.