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¿Es posible una pedagogía más allá de la escuela?

David Añazco Ojeda

Esta ha sido una de las preguntas a las que hemos llegado con un grupo de mis
compañerxs estudiantes en la UNAE. Antes de considerar una posible respuesta
quiero subrayar la vitalidad y la importancia de las preguntas, de la duda y de la
ignorancia en el acto educativo. Pienso que una buena pregunta que nos descubra
ignorantes podría provocar una interacción cooperativa más rica. Esto es lo que,
investigadores como Engeström o Wells, han denominado Zona de desarrollo
Próxima Colectiva o Expansiva.

Es interesante descubrir los gestos de desconcierto cuando, como profesor,


respondo no sé a una interrogante que viene de lxs estudiantes. No saber ¿está
mal? Responda usted. Freddy Álvarez, de la UNAE, argumenta que el poder le teme
más al no saber que al saber. Las buenas preguntas corresponden al centro del
pensamiento crítico, así lo asumen desde Paulo Freire, hasta en el laboratorio de
innovación de Harvard. No habría posibilidad de invención de otras condiciones, de
otros futuros posibles y de otras formas de relación sin una posición crítica frente a
las formas, sentidos y estructuras de significado que compartimos en la actualidad.
Entonces, antes que nada, me posiciono por una pedagogía de la pregunta.
Desde esta perspectiva, la pregunta que titula este texto no es una pregunta
cualquiera, veamos. Estamos atravesando períodos de cambios vertiginosos y fases
de incertidumbre. En este marco, parecería que la institucionalidad escolar entra en
una crisis de sentido. Muchos se han animado a nombrar esta época como
“sociedad de la información” o “sociedad del conocimiento”. Pienso que es muy
pretensioso nombrarla de una u otra forma porque supone una homogenización
de las situaciones entre sociedades; vale decir que, incluso dentro de las sociedades
entrecomillas más avanzas, encontramos preocupantes brechas. Contradictorio sí,
pero con la advertencia prefiero llamarle a este período transición post-industrial.
Es indudable que en esta transición las TIC juegan un papel protagónico. Me parece
que ya no es una opción, no es posible estar a favor o en contra, la penetración de
la tecnología digital en buena parte del mundo es cada vez mayor[1]. Como diría
Cortázar[2] “ya no se puede hablar de tolerancia, todo se acelera hasta la náusea”.
Las gráficas estadísticas sobre la tecnología muestran una tendencia de crecimiento
exponencial en casi todos los países. ¿Qué supone esto para la educación? Hay
algunos conceptos que nos podrían ayudar.
Para la investigadora norteamericana Brigid Barron, de Stanford, una ecología de
aprendizaje es un conjunto de contextos que configura la convergencia entre
recursos, relaciones y prácticas que nos permiten entender cómo, las diversas
sociedades, han aprendido en periodos determinados. Para el profesor César Coll,
de la Universidad de Barcelona, estamos viviendo la modificación de nuestras
formas de aprender, enseñar, movilizar y compartir el conocimiento; esto es lo que
podemos denominar la configuración de una nueva ecología del aprendizaje. Para
ponerlo en otros términos: además de la escuela, existe una variedad de contextos
donde sería posible aprender.

Por ejemplo, una página tan visitada como YouTube contiene una cantidad
inimaginable de recursos para aprender. En los días actuales uno podría inscribirse
en un curso de lo que le interese dentro de una importante oferta propiciada por
distintas universidades del mundo. Ya sea en formato de un MOOC, tutoriales de
video o, entre otros, a través de un podcast. Sin nombrar la cantidad de app que
podrían funcionar a manera de mediadores de aprendizaje. Más ejemplos: uno
podría guiarse para resolver problemas matemáticos en khan academy, podría usar
el google street view para conocer Paris o Ciudad de México, o buscar plataformas
para aprender idiomas; o, simplemente, acceder a diversidad de contenidos. Hace
pocos días descubrí una serie de pedagogos latinoamericanos en el canal de
YouTube de la Universidad Pedagógica Nacional (UNIPE) de Argentina[3]. ¡Estamos
en otro momento!
Antes que les parezca un hincha de las TIC, tengo que decir que el desarrollo
tecnológico podría ampliar aún más la desigualdad. La posibilidad de diversos
contenidos, formas de aprendizaje, agentes educativos e intereses a los que
tenemos acceso, no se traducen en que las trayectorias individuales sean amplias,
profundas y diversas. Podríamos estar frente a un escenario en que buena parte de
las diversas generaciones no estemos capacitadas para organizar, construir y
gestionar nuestras trayectorias de aprendizaje, y por ello corremos el riesgo que
éstas sean reducidas, poco profundas y estrechas. Para graficar: muchos de
nosotros seguro tenemos un celular inteligente, pero, ¿cuántas app tiene instaladas
en su celular que le ayudan a aprender? La cuestión está en cómo, frente a una
variedad incontable de contextos donde es posible aprender, gestionamos nuestra
experiencia de aprendizaje. En torno al debate de las TIC y la educación, este no es
un punto marginal porque, por ejemplo, en el caso del Ecuador si nos remitimos a
las cifras de la “encuesta tecnológica”[4] del INEC nos damos cuenta que en el
Ecuador un 58% tiene acceso al internet (en permanente crecimiento). Además,
pese a una importante brecha entre el campo y la ciudad, el 37% tiene un celular
inteligente. Sigamos, ¿cuál es lugar de mayor acceso al internet? según esta
encuesta, en el hogar con un 57%.
¿Cómo podríamos interpretar esto desde un plano educativo? Me animaría a decir
que la escuela no puede permanecer conservadora en medio de una transición
post-industrial donde la tecnología digital ha favorecido el aparecimiento de un
conjunto de nichos, ambientes, y espacios de aprendizaje diferentes. La tecnología
más que impactar la escuela, ha impactado las prácticas sociales. En ese sentido, la
escuela es un contexto importante, pero quizá ya no el determinante para favorecer
la movilidad social o para sostener la injusticia. Estamos ante la configuración
acelerada de una nueva ecología del aprendizaje en donde fuera de la escuela es
posible aprender diferentes cosas que, para las nuevas generaciones, podrían tener
más sentido que los contenidos que les propone una escuela aún anclada en la
sociedad industrial. La propuesta neoliberal se orienta a que las familias con
mayores recursos económicos y culturales exploten de mejor forma esas
condiciones, debido a que favorecen en sus hijos la generación de itinerarios
personalizados de aprendizaje mejor organizados, profundos y amplios. Por
ejemplo, Mizuko Ito, antropóloga, indica cómo, desde los años 70s, las familias de
Estados Unidos con mayores ingresos aumentan la inversión en educación fuera de
la escuela, frente a las familias de menores ingresos. La pedagogía, o quienes nos
dedicamos a temas educativos, no podemos dejar de pensar para qué tipo de
sociedad educamos. La pedagogía es también una cuestión política. Entonces,
¿cómo podríamos ampliar las oportunidades para la personalización del
aprendizaje? ¿Cómo podríamos aprovechar la personalización para finalidades más
justas?

Ahora bien, frente a estas nuevas circunstancias y preguntas pienso que la tarea
urgente es que la pedagogía sea reinventada. No es que ésta deba abandonar la
escuela o deba darle la espalda. Una salida probable consiste en superar una vieja
dicotomía entre aprendizajes que se producen fuera o dentro de la escuela, y
empezar a tejer relaciones, conexiones o puentes entre lo que es posible aprender
fuera y lo que es necesario aprender dentro. Me parece que estos tejidos son una
de las claves para hacer frente a la posible ampliación de desigualdad. Que no se
confunda nuestra tesis, tejer las conexiones no se reduce a reconocer que la
tecnología digital está configurando nuevas ecologías de aprendizaje, ese ha sido
mi principal argumento. Los contextos pueden ser diversa índole, físicos o virtuales,
son aquellos donde se produce una experiencia intersubjetiva. En ese sentido,
siempre existieron diversos contextos donde la gente aprendía. Ejemplo de esto
son los contextos de aprendizaje que eran y siguen siendo propiciados por las
comunidades indígenas más allá de las escuelas (que muchas veces fueron negados
y reprimidos por el sentido “civilizatorio” del sistema educativo). Respecto de esto
último, favorecer los tejidos entre contextos de aprendizaje es una forma de
propiciar el diálogo de saberes.

Para finalizar, una nueva pedagogía podría preocuparse en cómo gestionar las
conexiones entre contextos y/o aprendizajes de tal manera que los sectores más
golpeados por una política económica injusta de carácter global, tengan en la
escuela un espacio que diversifica las oportunidades, trayectorias e intereses de
aprendizaje, antes que se empecine en restringirlos a itinerarios únicos. Por lo
tanto, frente a la pregunta inicial ¿es posible una pedagogía más allá de la escuela?
yo diría que más que nada, es necesaria.

Postdata: después de todo pude venir una antropóloga como Rita Segato, y me
podría decir que por fuera de la escuela ¡ya hay una pedagogía actuando!, y no es
precisamente amable. Es una pedagogía de la crueldad.

[1] https://www.itu.int/en/ITU-D/Statistics/Documents/facts/ICTFactsFigures2017.pdf
[2] En el “Libro de Manuel” reflexionaba sobre el tránsito hacia la música electrónica. Esta giraba en torno a
Prozession de Karlheinz Stockhausen.
[3] Ver: https://youtu.be/oT2jGCaHXRY
[4] http://www.ecuadorencifras.gob.ec/documentos/web-
inec/Estadisticas_Sociales/TIC/2017/Tics%202017_270718.pdf

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