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Artículo publicado simultáneamente en la revista “Democracia Intercultural” del Servicio Intercultural de
Fortalecimiento Democrático. SIFDE. Año III Nº 13. Diciembre de 2014.
relacionados, quienes publicaron junto al SIFDE y expusieron sus actuales comentarios ante unas
cincuenta personas durante dos días.
En este articulo, intentaré exponer los comentarios y cuestiones vertidas respecto al devenir del
poder a partir de la exposición del texto “Democracias. Behemot y Contrapoder” de Marcos García
– Tornel, perteneciente a un equipo de producción académica de la Universidad Católica Boliviana.
Dicho texto fue publicado el año 2012 entre el Centro de Estudios Constitucionales de la
Universidad Católica Boliviana y el SIFDE.
La ilusión representativa como aparato que bifurca el poder del pueblo, está vinculada con las
propias formas de comprender el mundo y la realidad, esto es con las posibilidades de conciencia
y de pensar la conciencia, pues nosotros asimismo representamos la realidad bajo un aparato de
verdad y legitimidad céntrica y excluyente, entonces la razón representa todo lo posible de la o las
realidades, reduciendo los procesos y fenómenos integrales a objetos que representan aquellas
realidades. El tema es comprender y hacer conciencia que el aparato representativo proviene de
una construcción civilizatoria, es decir es un arma de guerra antigua, fuerte y vigente aun en
Bolivia en pleno proceso de transición estatal: los griegos construyen esta metáfora, recogiendo
experiencias y nociones más antiguas; aunque lo representen justamente como poder del pueblo,
se trataría de un dispositivo único y originalmente griego: demos + kratos.
¿Cómo ocurre esta contradicción? Lo advertimos cotidianamente, cuando este aparato siendo un
aparato de poder en sí mismo, fragmenta el poder del pueblo aunque su discurso hable que el
poder es del pueblo. Este conocido artificio es el discurso que se recicla en las ilusiones
democráticas más progresista y/o revolucionarias, pero en el fuero representativo, donde las
propias ilusiones respecto al cuerpo más íntimo y diverso son objetos totalizantes de su deseo y
espíritu unívocos.
Entonces, una manera de recuperar las realidades cambiantes y posibles del poder es observarlo
como materialidad manifiesta en sus propios flujos, en su pluralidad y conflictividad (en su crisis).
Esto puede implicar recuperar la noción constituyente de poder y pueblo a la vez, pues el pueblo
siendo diverso, plural y en lucha, propone sus propias complejidades, sus localidades históricas,
sus individualidades subjetivas y sus disposiciones o dispositivos que es donde se manifiestan y se
encarnan los lenguajes de poder. Es en este contexto y a partir de esas realidades que propone el
texto expuesto, comprender la diversidad de democracias; supone decodificar tales lenguajes y
así invita a descifrar ¿cuándo y por qué se fue formalizando la representatividad como exclusividad
individual en la conciencia originaria de sí misma, como Estado en sus instituciones y clases?
En este devenir de la democracia en tanto aparato de poder, García – Tornel, deja ver la vigencia
constitucionalista liberal (sea más o menos progresista) donde la separación de poderes resulta en
una justificación burocrática por excelencia, pues tal separación que asimismo es una
representación construida –una ficción colectiva-, implica un dispositivo efectivo para perdurar a
través de pesos y contrapesos entre el objeto (poder-es) y el sujeto (cuerpo – pueblo): esta
dicotomía que es la dicotomía de la representación en la conciencia del todo, entonces, se regula,
se procesa, se proyecta en el tiempo, se espera y construye a sí misma, por lo cual se hace lenta y
permite el juego democrático (se hace necesaria respecto a la posibilidad de violencia –“… por
medio del abuso directo del poder”.- dice García T.). El tiempo juega aquí un asunto decisivo, de
coartada, que aparentemente nos sugiere Behemot respecto al juego representativo.
De allí, la Constitución Política del Estado adquiere el status de gran contrato, sus adelantos, sus
retrocesos, su paradoja a la hora del cumplimiento y en especial su apertura a la diversidad del
mandato colectivo, muy vigente e intacto en el tiempo de la transición estatal. La deliberación, por
lo tanto resulta en una gran ganancia, la rendija (apenas el inicio de otro tiempo) por donde el
disenso afronta a la representatividad imperante, obliga y compromete a continuar en su juego y
en su tiempo desde otras fuentes y formatos de participación política, desde la posibilidad de
otras formas de participación democrática que complementen y a la vez destronen dicha forma
política de representación en general.
Diciembre 2014.