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La Vida que Nace de la Cruz

Por: Jesse Penn-Lewis

(Tomado del capítulo 5 del libro titulado "La Centralidad de la Cruz" traducido por
Esteban Cobb)

"Resucitados con Él..." Colosenses 2:12

La Cruz - dos aspectos gemelos

El Dr. Mabie dice en uno de sus libros: "En el pensamiento de las Escrituras, los dos
elementos reconciliadores de Cristo, Su muerte y Su resurrección, siempre se toman
juntos. Son dos partes inseparables de una verdadera unión--ASPECTOS GEMELOS
DEL MISMO HECHO." Esta es una declaración muy clara y muy cierta; pero en la
experiencia, tal como en la enseñanza, el peligro está en no dar a las "partes gemelas"
igual énfasis. Esto afecta a los resultados en nuestra vivencia particular, porque no se
puede experimentar el poder "positivo" de la vida resucitada sin la aplicación
"negativa" de la muerte. Si existe demasiado de lo "negativo," es decir de la muerte—
entonces resultará una cadencia de lo "positivo" en la vida práctica. De igual modo, si
existe una sobre énfasis en lo "positivo"—el lado de la vida resucitada—entonces no
se recibe suficiente de lo "negativo," la aplicación de la muerte para tratar con la vieja
vida de Adán en nosotros, lo que obstaculiza la nueva creación y que tiene que ser
tratado por medio de nuestra identificación con la muerte de Jesús, abriendo así
espacio para la vida de Cristo en nosotros. Por tanto los dos aspectos deben recibir
igual énfasis, y por decirlo así, correr paralelos en la vida Cristiana—"aspectos
gemelos del mismo hecho."

Permítame repetirlo: en cuanto a la experiencia del creyente, sucede directamente en


proporción a su compren-sión experimental, y a la colaboración del Espíritu Santo en
la aplicación del lado "negativo" de la "muerte de Cristo," que uno recibe la experiencia
real y "positiva" de la impartición del poder de la resurrección. Los dos lados de estas
verdades deben de correr paralelos, juntamente equilibrados. Es por la falta de ver
esto que encontramos tantos Cristianos desequilibrados. O son tan "negativos"—por
enfocar tanto la dimensión de la "muerte"—que no manifiestan la actividad de la vida,
o desean tanto evitar lo "negativo"—el sobre énfasis de la "muerte"—que están sobre
preocupados con el lado "positivo" de la vida, y en experiencia están en el peligro de
llamar a la vieja vida natural la misma vida de la resurrección. Necesitamos el
equilibrio, para poder obtener una verdadera impartición de la vida de Dios. ¡Pero es
tan "humano" ir a extremos! Solamente por reconocer los peligros y confiar totalmente
en Dios para guardarnos, podemos mantenernos espiritualmente sobrios y
equilibrados en la verdad. Cuando estamos consientes de las dificultades de mantener
este equilibrio por causa de nuestras limitaciones humanas, estaremos menos
dogmáticos en nuestras declaraciones a los demás acerca de nosotros mismos y
acerca de nuestros "puntos de vista." Siempre podemos estar seguros acerca de todo
lo que está escrito en la Palabra de Dios, pero no siempre podemos estar tan seguros
de que tengamos personalmente un conocimiento pleno del significado de Su Palabra.

Nuestra unión con Cristo en la cruz

Ahora volvamos otra vez a Romanos 6 y veamos en los versos 10 y 11 como se


presenta no solamente lo que estamos llamando la dimensión de la cruz que se trata
con la muerte, sino también la clave para la dimensión de la cruz que nos da vida por
nuestra unión con Cristo en Su resurrección. "10 En cuanto murió, al pecado murió
una vez por todas; pero en cuanto vive, para Dios vive [para siempre]. 11 Así también
vosotros consideraos muertos al pecado, pero vivos para Dios en cristo jesus,
Señor nuestro." En las tres palabras "en cristo jesus" tenemos la clave a la vida de la
unión con el Señor resucitado. Hemos muerto con Cristo en Su cruz, para que
podamos "vivir para Dios" en otra dimensión totalmente, "en cristo jesus."

Si examinamos el verso 13, dice: "... presentaos vosotros mismos a Dios como vivos
de entre los muertos, y vuestros miembros a Dios como instrumentos de justicia."
Ahora, ¿qué quiere decir estar "en cristo jesus" en cuanto a la dimensión de la cruz
que corresponde a la vida resucitada? Examinemos Romanos 7:4: "Así también
vosotros, hermanos míos, habéis muerto a la Ley mediante [su unión con] el cuerpo de
Cristo, para que seáis [casados] con otro, del que resucitó de entre los muertos, a fin
de que llevemos fruto para Dios." En la margen de la Biblia Scofield la palabra es
"casados." "Muertos" indica el lado "negativo" de la verdad de nuestra unión con
Cristo; "casados" con Señor resucitado es el lado "positivo" de la misma realidad de
nuestra unión. Son partes gemelas del mismo hecho. Por tanto, no existe una
impartición de Su vida resucitada aparte de Él mismo. Además nuestra unión es una
unión en el espíritu. "Pero el que se une al Señor, un espíritu es con él (1 Corintios
6:17)—no un alma. Por tanto la parte "negativa" de nuestra muerte con Cristo significa
un rompimiento, una separación, una circuncisión de lo que nos impide ser unidos con
el Señor resucitado en nuestro espíritu. El resultado de nuestra experiencia de la cruz
realmente es una liberación de nuestro espíritu. Estuvo atrapado, por decirlo así en
las garras de nuestra alma y de la "carne." Estuvo tan enredado en la vida natural que
no podía ser plenamente unido al Señor quien es un espíritu vivificante. Pero ¿cómo
es que se lleva a cabo esa separación? ¿Cómo aplica la cruz el Espíritu de Dios, para
llevar a cabo tal separación de muerte facilitando al espíritu del hombre su libertad
para ser unido con Cristo?

La Cruz separa el Alma del Espíritu

Esto encontramos en Hebreos 4:12. "La palabra de Dios es viva, eficaz y más cortante
que toda espada de dos filos: penetra hasta partir el alma y el espíritu, las
coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón."
Aquí tenemos una separación de algo que no es material. La "Palabra" por tanto es
una arma espiritual, funcionando como una espada en la dimensión espiritual—tal
como corta una espada en la dimensión material—y actualmente "parte" cosas no
materiales. La parte de la "Palabra" que lleva a cabo esto es "la palabra de la cruz"
(1 Corintios 1:18), separando el alma del espíritu—primero por darle al creyente
distinciones entre los dos, y en segundo lugar, separando los dos al rendirse el
creyente a la operación de "la palabra de la cruz" que vitaliza en nosotros la muerte de
Cristo.

También dice que "la Palabra" discierne y revela los pensamientos, porque "...todas
las cosas están desnudas y abiertas a los ojos de aquel a quien tenemos que dar
cuenta" Hebreos 4:13. Notemos que es el Señor mismo usando la espada para
circuncidar de nosotros la vieja vida—Él a quien daremos cuenta. Solo Él sabe usar la
"espada del Espíritu," que cortará como un cuchillo, para que el espíritu sea separado
y desenredado, como dice un antiguo autor, "del abrazo del alma."

Todo esto es verdad tanto psicológicamente como experimentalmente. En el libro


titulado El Espíritu de Cristo por el Dr. Andrew Murray, se presenta en el Apéndice una
explicación muy clara de la separación del alma del espíritu que se tiene que llevar a
cabo en la vida del creyente. Explica como fue que el hombre se cayó del dominio
del "espíritu" sobre su ser, al dominio del alma, y después como el alma se volvió
esclavo a la carne, de tal modo que al fin Dios dijo acerca del hombre, "por cuanto él
es carne" (Gn.6:3). El espíritu del hombre, dice el Dr. Murray, es aquello en nosotros
que es capaz de conocerle a Dios—la consciencia espiritual. El alma es la cede de la
auto consciencia, y el cuerpo es la cede de la consciencia de los cinco sentidos. Una
comprensión de la psicología bíblica es necesaria para cualquier comprensión de la
vida plena de victoria por medio de la obra expiatoria de nuestro Señor Jesucristo. Hay
mucho más en nosotros con que se tiene que tratar, que lo que comúnmente
llamamos "pecado," y hay más que solo el "pecado" que nos impide nuestro
conocimiento pleno de Dios.

Ahora, para conocer en experiencia real la dimensión de la cruz que corresponde a la


vida resucitada, tenemos que conocer no solamente lo que es morir al pecado sino
también la separación que hace la palabra de la cruz a nuestra alma de nuestro
espíritu, para que el espíritu sea liberado para ser unido al Señor resucitado. Entonces
a través de la facultad de tu espíritu, "unido al Señor [como] un espíritu," la vida
vivificante de Aquel quien es un espíritu vivificante entra al "alma" con el poder de la
resurrección. Porque el alma no es destruida ni es destruida la individualidad del
creyente. No nos convertimos en autómatas, sino el "alma"—la personalidad—debe
ser animada por el espíritu, en vez de por la dimensión baja de la vida natural. Puede
ser que digamos las mismas palabras, hagamos las mismas cosas, pero de una fuente
diferente de vida animadora motivándonos.

Cuando el espíritu humano llega a ser así "un espíritu" con el Señor resucitado, es por
medio del espíritu, a la mente, que experimentamos la guianza del Espíritu Santo y
conocimiento íntimo de la persona de Cristo. Es a través de nuestro espíritu unido con
Él por el Espíritu Santo que le "conocemos" a Él personalmente—por cuanto todo el
propósito de la verdad es para que le conozcamos, tanto a Él como al poder de Su
resurrección.

La Cruz es nuestro fundamento

Ahora leamos Colosenses 2:6-7 para obtener más luz sobre el significado de las
palabras "en cristo jesus." " 6 Por tanto, de la manera que habéis recibido al Señor
Jesucristo, andad en él, 7 arraigados y sobreedificados en él y confirmados en la fe,
así como habéis sido enseñados, abundando en acciones de gracias." Cuando al
inicio "recibimos" a Cristo, por medio de un simple acto de fe, fuimos puestos en Él por
la operación del Espíritu de Dios. Cristo está en nosotros, y nuestro espíritu está unido
con Él, el Resucitado, pero también tenemos que permanecer "en Él" como una
dimensión en la que tenemos que caminar día a día. Tal como comenzamos, así
tenemos que continuar—simplemente confiando y dependiendo de Él, y
permaneciendo en Él. La vida que nace de la cruz significa ser "vivo" para Dios—"en
Cristo Jesús."

El apóstol continúa, "arraigados... en Él." No se puede estar arraigado en un lugar


hoy y en otro lugar mañana. Por tanto, cuida a tus raíces. "Teniendo en Él tu raíz."
"¡...recuerda que no sustentas tú a la raíz, sino la raíz a ti" (Romanos 11:18)! "Y
teniendo en Él el fundamento sobre el cual estás continuamente edificado,
perseverando continuamente en la fe..." Esto nos muestra claramente nuestra
necesidad de comprender que la cruz es la posición fundamental de la cual jamás
debemos ser removido. Es en Su muerte que tenemos que tener nuestras raíces.
Jamás podemos pasar a una vida en donde no necesitamos la cruz, o avanzar a
alguna meta, dejando atrás la cruz. Actuar así es como un árbol rehusando arraigarse
en la tierra. Tenemos que considerarnos de verdad "muertos al pecado" y vivos para
Dios, pero todo esto es "en Cristo Jesús." "En Él" tenemos que ser "arraigados," y
"En Él" tener nuestro "fundamento," sobre el cual estamos siendo continuamente
edificados; i.e., tenemos que estar siempre echando nuestras raíces más
profundamente en la muerte de Jesús.

La Cruz y el nuevo nacimiento

Volvamos ahora a Juan 3:16, y examinemos como se inició la realidad de "en Cristo
Jesús" en nuestro nuevo nacimiento. La Palabra dice, "De tal manera amó Dios al
mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que En Él cree no se
pierda, sino que tenga vida eterna." Newberry dice que la palabra "en," en el idioma
original, contiene en sí un sentido de movimiento y por tanto sugiere mucho; i.e., "creer
en" Cristo es entrar en Él, y simultáneamente somos tomados por el Espíritu Santo y
puestos "en Cristo." Y el Calvario es el lugar en donde esto sucede. El Señor
Jesucristo predicó Su propia cruz al inicio de Su ministerio. Dijo a Nicodemo de la
necesidad de nacer de nuevo y le anunció Su muerte que vendría en el pronto futuro
para que los pecadores reciban vida. Dijo en Juan 3:14 y 15, " 14 Y como Moisés
levantó la serpiente en el desierto, así es necesario que el Hijo del hombre sea
levantado, 15 para que todo aquel que en Él cree no se pierda, sino que tenga vida
eterna." Hemos sido puestos en Él en Su muerte, y después en Él en su vida [la
tercera dimensión de la cruz] "¡teniendo en Él nuestra raíz"! Por tanto, "perseveran
continuamente en la fe...": i.e., cuando al inicio recibiste a Cristo Jesús el Señor,
creíste en Él; ahora permanece en Él, sé arraigado en Él, ten tu fundamento en Él,
ten toda tu vida espiritual edificada en Él.

La Cruz trae la plenitud

Ahora veamos Colosenses 2:9 a 11. "9 Porque en Él habita corporalmente toda la
plenitud de la divinidad, 10 y vosotros estáis completos en Él, que es la cabeza de todo
principado y potestad. 11 En Él también fuisteis circuncidados con circuncisión no
hecha por mano de hombre, sino por la circuncisión de Cristo, en la cual sois
despojados de vuestra naturaleza pecaminosa." "¡…en Él habita corporalmente toda
la plenitud de la divinidad! Es al permanecer en Él que recibimos la "plenitud" del
Espíritu Santo. Tu dices, "O, ¡cuánto quisiera ser lleno de toda la plenitud de Dios!" Sí,
pero ¡solo puedes contener, por decirlo así, la medida de una taza! El apóstol Pablo lo
pone en otra forma—"¡en Él tu tienes la plenitud!" Tu has muerto con Cristo; ahora
unido en espíritu con Él, permanece en Él y encontrarás que estás metido en un
océano de vida. "...en Él habita corporalmente toda la plenitud de la divinidad, y
vosotros estáis completos en Él,..." en Él tienes la plenitud; porque Él es la cabeza de
todo principado y potestad. "En Él también fuisteis circuncidados con circuncisión no
hecha a mano, al echar de vosotros el cuerpo pecaminoso carnal, en la circuncisión de
Cristo..." "La carne" no puede entrar "en Cristo." Tiene que ser "despojada,"
desechada. "Por tanto, mediante el bautismo fuimos sepultados con él en su muerte, a
fin de que, así como Cristo resucitó por el poder del Padre, también nosotros llevemos
una vida nueva" (Rom.6:4 NVI). Aquí, otra vez vemos las dos partes gemelas de una
sola realidad.

La cruz realiza su obra despojadora mientras permanecemos en Él; la circuncisión de


la "carne," aún "el echar de nosotros el cuerpo pecaminoso carnal" se lleva acabo al
permanecer en Él. Es una "circuncisión" que se realiza sin manos humanos, por
cuanto se lleva a cabo por el Espíritu Santo, cuando le damos permiso a Dios a
hacerlo y confiamos en Él para llevar a cabo la obra completa de la cruz en nuestra
vida. Es el Espíritu de Dios quien nos bautiza en la muerte de Cristo, y le da al
creyente el poder para echar de sí todo el "cuerpo pecaminoso carnal," y llevar esto a
cabo en detalle para que viva conforme a Dios en el Espíritu.
La Cruz promueve la unidad

Ahora veamos dos o tres versos para comprender cómo se hace esto en la práctica de
la vida: "De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es: las cosas viejas
pasaron; todas son hechas nuevas" (2 Corintios 5:17). "porque, en Cristo Jesús, ni la
circuncisión vale nada ni la incircun-cisión, sino la nueva criatura" (Gálatas 6:15). "En
Cristo" nada depende de algo externo. "En Cristo Jesús" nada vale, nada se puede
utilizar, nada cuenta, sino solo la nueva creación. Entrando en la dimensión de Cristo,
dejamos afuera lo "viejo." Permaneciendo en Él, puede ser que participes de actos
externos de la religión—pero no dependes de esas formas externas, ni pones
demasiado énfasis en ellas, mucho menos las permites llegar a ser causa de división
entre tu y otros hijos de Dios. Así jamás encontrarás a un hijo de Dios con quien no
puedes conectar en el espíritu, porque siempre reconocerás que los dos comparten la
misma vida en el Señor.

La Cruz provee nuestra resurrección

Ahora, vamos a Efesios 2:4 al 6. "4Pero Dios, que es rico en misericordia, por su gran
amor con que nos amó, 5 aun estando nosotros muertos en pecados, nos dio vida
juntamente con Cristo (por gracia sois salvos). 6 Juntamente con él nos resucitó, y
asimismo nos hizo sentar en los lugares celestiales con Cristo Jesús,..." En Cristo
está nuestra raíz y nuestro fundamento, del cual jamás debemos ser removidos, pero
aquí vemos el resultado de esa posición de muerte. Unidos con Él en el espíritu
estamos sentados con Él en el espíritu "en lugares celestiales." "Crucificados con
Él," somos llamados a compartir Su vida, "porque habéis muerto, y su vida está
escondida con Cristo en Dios" (Colosenses 3:3). El poder de la resurrección es un
poder que nos levanta. Unido al Resucitado puede levantar tu espíritu "sobre todo
principado y autoridad" (Ef.1:20) en Cristo. No importa cuán oprimido puede haber
estado tu espíritu, bajo el dominio de la "carne," o mezclado con la vida natural del
alma—estamos "sentados con Él...en lugares celestiales" por medio de nuestra
unión con Él que "se sentó" cuando ascendió. Unidos a Él, Él nos sostiene al
permanecer y descansar en Él.

La Cruz y la guerra espiritual

Finalmente, para ver como esta dimensión de la cruz, la dimensión de la vida, afecta
nuestro servicio al Señor, examinemos el sexto capítulo de Efesios, versos 10 y 11. Es
para aquellos que están "en Cristo," como se establece en las partes anteriores de la
carta, que el apóstol ahora abre el aspecto del servicio y la guerra espiritual. Él
comienza este pasaje con él que termina su carta, resumiendo la vida que ha estado
describiendo, con la palabra "por lo demás..." "10 Por lo demás, hermanos míos,
fortaleceos en el Señor y en su fuerza poderosa." Pablo dijo en el primer capítulo que
el Señor Jesucristo está sobre todos los principados y potestades. No está debajo de
ellos, y el creyente también está sentado con Cristo "muy encima" de ellos. Ahora, sé
tu fortalecido en el Señor, ten confianza, esté seguro, conoce con toda certeza tu
posición de victoria, y sé fuerte en el poder conquistador de Su fuerza.

También, en este lugar de victoria segura, "11 Vestíos de toda la armadura de Dios,..."
Conoces tu posición, ahora, establécete allí, y vístete de la armadura de Dios, "para
que podáis estar firmes..." Antes Pablo dijo que estabas sentado con Cristo. Es
verdad que no puedes "pelear" contra enemigos externos si tienes conflictos internos.
¡Hay que poder "sentarse" por dentro! Si pierdes tu paz interior estarás a la
misericordia del diablo. Para conquistar a través de la guerra espiritual el creyente
tiene que tener la calma de Dios adentro, y ser fortalecido, establecido, y arraigado en
Él. Ahora, vístete de la armadura de Dios.

Y ¿por qué necesitamos ponernos de pie contra el enemigo, o "estar firmes"? A


causa de las artimañas de Satanás. Estos son todas sus formas de engaño, sus
estrategias, métodos, y maquinaciones para quitarte de tu posición de victoria. Las
artimañas que no ves son las más peligrosas. Él planifica tu derrota desde un
amanecer al otro. Tu dices que no quieres pensar en "demonios." Pero ellos estarán
pensando en ti. Solo somos llamados a pensar en ellos al fin de que estemos alertos a
través de la oración. El saber que están buscando a hacerte trampa te hará depender
más de Dios y sus artimañas fracasarán. Al orar y vigilar en el Espíritu, tus ojos
estarán abiertos a percibir sus engaños y permanecerás estable y tranquilo al
discernirlos trabajando para molestar tu hogar y para sacarte de tu lugar de victoria.

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