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Es de suponer que la humanidad intentó abordar y realizó especulaciones sobre las causas y
posibles formas de combatir el envejecimiento desde el mismo momento en que tomó
conciencia del fenómeno. La misma conciencia de la decadencia y la mortalidad nos sitúa
ante uno de los problemas clave de la humanidad. Gerald J. Gruman nos ofrece un largo
discurso sobre la historia de este empeño en ³A History of Ideas About the Prolongation of
Life´.
En una de las epopeyas más antiguas de la humanidad, el Gilgamesh, este rey de Uruk
emprende un largo viaje, motivado por la muerte de su amigo, hacia la morada de
Utnapishtim para que éste le revele el misterio de la inmortalidad. Al hallarlo, untnapishtim
le dice que se encuentra en la planta llamada ³El hombre se hace joven en la senectud´.
Aristóteles es el primero que aborda ampliamente una teoría del envejecimiento por causas
en los pequeños tratados ·
: Ȇİȡȓ ȂĮțȡȠȕȚȩIJȘIJȠȢ țĮȓ
ȕȡĮȤȣȕȚȩIJȘIJȠȢ, ·
: Ȇİȡȓ ȗȦȘȢ țĮȓ șĮȞȐIJȠȣ ·
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ɉİȡȓ ȐȞĮʌȞȠȒȢ, incluido en la recopilación conocida como Parva naturalia. Las
traducciones siguientes entrecomilladas son mías, basadas a su vez en las traducciones
latinas del renacimiento publicadas en el volumen III de la edición de referencia Aristotelis
Opera de Bekker, en Berlin, 1874. En el capítulo cuarto de este tratado escribe:
³« Por esto, necesariamente, la vida debe coincidir con el mantenimiento del calor y lo
que llamamos muerte es su destrucción´.
Aristóteles veía la vida en términos de una combustión cuya sede era el corazón y por ello
continúa en el capítulo 5
³«no obstante, se debe advertir que hay dos modos en los que el fuego deja de existir:
puede apagarse por agotamiento o por extinción. El primero es debido al envejecimiento y
el segundo por violencia´.
Para una época en la que no se disponía de los conocimientos médicos modernos, la idea
nos resulta sorprendentemente actual y sugerente. No es extraño por ello que el
envejecimiento se explicara hasta el siglo XIX en términos de calor o de humedad,
siguiendo al filósofo Estagirita.
La idea aristotélica de que el exceso de alimento puede hacer que el fuego arda demasiado
deprisa inspiró a eremitas, anacoretas y todo tipo de ascetas, muchos de ellos de longevidad
legendaria, la adopción de la llamada ³dieta pitagórica´, es decir, frugal, sin carne ni vino
ni habas (esto último para evitar el fabismo, aunque la aversión a las habas viene de la
leyenda transmitida por Diógenes Laercio de que Pitágoras murió en un campo de habas)(Y
de la prohibición de consumir habas en la secta pitagórica original). Las virtudes de una
dieta escueta en calorías han sido confirmadas por los estudios sobre la restricción calórica.
Durante el renacimiento italiano esta idea es tomada por los higienistas de la escuela
médica de Padua, en particular por el noble italiano Luigi Cornaro, nacido hacia 1467 quien
a los 35 años, débil, enfermo y agonizante comienza una dieta de restricción calórica y
consigue llegar hasta los 104 años. La gran síntesis sobre los conocimientos médicos del
envejecimiento la lleva a cabo Gabriele Zerbi en 1489, cuando publica en Roma una obra
dedicada al papa Inocencio VIII llamada
.
Joseph Priestley, codescubridor junto con Carl Scheele y Antoine Lavoisier del oxígeno,
nos advierte en su tratado c
,
publicado en 1775 que
³aunque el aire puro deflogisticado (oxígeno) pudiera ser muy útil como remedio, también
podría ser no tan adecuado para nosotros en el habitual estado sano del cuerpo; pues del
mismo modo que una bujía se consume más presurosa en el aire deflogisticado que el aire
común, así podríamos, como pudiera decirse, vivir demasiado aprisa (destacado en negrita
en el libro de Priestley) y las energías animales se agotarían demasiado pronto en esta clase
de aire puro.´
En este pasaje vemos una síntesis de la teoría aristotélica con su propia idea del gas por el
descubierto, que no deja de ser de algún modo anticipativa. En la línea higienista nos
encontramos a Hufeland, que publica en 1796 su famoso
o el arte de prolongar
la vida, empleando el término aristotélico. No en vano se había publicado recientemente la
recopilación de Bekker en Berlín. Si bien empleando incorrectamente el término ȂĮțȡȩȢ.
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Por último, también a principios del siglo XX, la influencia de los descubrimientos de
Louis Pasteur marcó una época en la que se achacaba a los gérmenes patógenos cualquier
enfermedad, incluso se veía en la exposición a ellos la causa del envejecimiento. Esto es el
caso de la teoría expuesta por Metchnikoff en 1904, en la que se habla de que son las
toxinas diseminadas por los microbios las responsables del envejecimiento. Hablaba del
intestino grueso como de un mal necesario, un reservorio de material de desecho que nos
releva de la necesidad de pararnos constantemente a defecar mientras corremos delante de
los depredadores (o tras ellos). Quedó fascinado por las fábulas búlgaras de centenarios y
adscribió su longevidad al yogurt, que era desconocido en Europa occidental en aquel
momento. Metchnikoff abanderó la idea de que todos viviríamos 200 años tan solo si
comiéramos más yogurt, lleno ³de los más útiles microbios, que pueden aclimatarse en el
tubo digestivo con el propósito de detener las putrefacciones y las fermentaciones
perniciosas.´ penía un punto de razón: las bacterias intestinales influyen en la salud, si no
en la longevidad humana máxima.
En las últimas ediciones del Origen de las especies, Darwin añadió un capítulo llamado
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, en el que respondía a las
objeciones que los científicos contemporáneos le planteaban.
Una de las objeciones más importantes fue la relativa a la ausencia de longevidad. Resulta
inmediatamente aparente que las características observadas en los animales relativas al
envejecimiento y la longevidad no encajan con las reglas establecidas por Darwin para la
selección natural: puesto que la longevidad es un valor que incrementa el tiempo de
supervivencia y las oportunidades de tener descendencia de cualquier organismo, ¿no
acabaría la selección natural, si fuera cierta, incrementando progresivamente la longevidad?
¿No sería el envejecimiento, puesto que obviamente es un rasgo adverso a la adaptabilidad,
eliminado por el proceso de selección natural? En otras palabras, la teoría de Darwin
predice que los seres vivos no deberían envejecer.
³Un crítico ha insistido últimamente, con cierto despliegue de exactitud matemática, que la
longevidad es una gran ventaja para todas las especies, de modo que el que crea en la
selección natural ³debe disponer su árbol genealógico´ de manera tal ¡que todos sus
descendientes tengan vidas mayores que la de sus progenitores! ¿Nuestros críticos no
pueden concebir que una planta bianual o uno de los animales inferiores puedan darse en un
clima frío y perecer cada invierno; y así, debido a las ventajas obtenidas por la selección
natural, sobrevivir año tras año por medio de sus semillas u ovas? Mr. E. Ray Lankester ha
discutido recientemente este asunto y concluye, que hasta donde su extrema complejidad le
permite formarse un juicio, que la longevidad se relaciona con el nivel de cada especie en la
escala de organización, así como a la cantidad de gasto en la reproducción y en la actividad
general. Y estas condiciones han sido, probablemente, ampliamente determinadas por la
selección natural.´
En este texto está claro que Darwin creía que la longevidad era un rasgo determinado por la
selección natural. pambién creía que en al menos en el caso de algunas especies, un periodo
vital limitado podría beneficiar de algún modo a esa especie en particular incluso cuando
fuera una desventaja desde el punto de vista del individuo.
Darwin no explicó como un periodo vital limitado beneficia a una especie. pampoco
explicó el mecanismo por el cual una característica desventajosa para los individuos puede
evitar ser eliminada por la selección natural. Esta situación nos sitúa ante el dilema de
elegir si la longevidad es una adaptación a pesar de la teoría de Darwin, o bien que no es
una adaptación a pesar de las masivas (y crecientes) pruebas de que lo es. La mayor parte
de las teorías evolucionistas intentan responder a este dilema.
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En general, existen dos tendencias aparentemente opuestas que se solapan a los anteriores
enfoques: Por una parte, un conjunto de teorías afirma que el envejecimiento es un hecho
"programado", lo cual supone que el envejecimiento depende de "relojes biológicos" que
regularían la cronología de la longevidad, por ejemplo mediante genes que se activan y
desactivan secuencialmente. Otro grupo de teorías, por el contrario, sostiene que no hay
nada de programado en el envejecimiento, sino que éste sobreviene por un proceso
estocástico de acumulación de daños. Algunos autores reclaman la conciliación de ambas
tendencias, contemplando el fenómeno global como un conjunto de interacciones
complejas de origen intrínseco (genético), extrínseco (ambiental) y estocástico (daño
aleatorio a moléculas vitales)
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En 1882 Weismann propuso formalmente que el envejecimiento era un rasgo evolutivo,
una adaptación, que tenía un propósito evolutivo. Darwin había sugerido previamente que
el envejecimiento era una característica que había surgido por la evolución. Los parámetros
esenciales del envejecimiento como la supervivencia media o la longevidad son, según esto,
un rasgo intrínseco de cada una de las especies. Las teorías evolucionistas se fijan en estos
rasgos sin disinguirlos de cualquier otro en tanto que las leyes básicas de la evolución se
cumplen para todos ellos. Se trata de explicar el mecanismo exacto por el cual surge en el
transcurso de la evolución el envejecimiento, y porqué se selecciona una determinada
longevidad. La mayor parte de los teóricos actuales han descartado las teorías adaptativas
del envejecimiento utilizando uno o varios de los siguientes argumentos:
Aunque estos argumentos son de algún modo discutibles, no anulan en modo alguno el
hecho de que los seres vivos tengan capacidad de modular su longevidad. En general, estas
teorías coinciden en hecho de considerar el envejecimiento como un proceso natural
³programado´, una parte más de la ontogenia. Sin embargo, llegados a un punto, se aprecia
que el envejecimiento puede ser un precio ³que hay que pagar´ por otros rasgos que
permiten una mayor adaptabilidad a los individuos, probablemente porque es producido por
mecanismos que mejoran la eficiencia de otros sistemas del organismo.
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El biólogo alemán August Weissman publicó en 1882 un artículo sugiriendo que la "muerte
programada" era un rasgo genético desarrollado por la evolución (una adaptación) que
había surgido gracias a la selección natural, porque producía un beneficio a la especie,
aunque perjudicara a los individuos. Weissman pensaba que eliminando los individuos más
antiguos de la población, la muerte programada proporcionaba más recursos (como comida
y hábitat) para los miembros más jóvenes. De esa forma se destinaba recursos a los
animales más jóvenes, mejorando así la capacidad de evolución de las especies. La teoría
de Weissmann pasa por alto un requisito implícito de la teoría de la selección natural, el
que para que un rasgo pueda tener un valor selectivo, debe expresarse en forma tal que
afecte a la capacidad reproductiva del individuo.
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La idea de un cuerpo de quita y pon es central para evolución del envejecimiento -la razón
del envejecimiento- aunque es esencialmente una explicación evolutivista. Esta idea se
conoce como la teoría del soma desechable, y fue formulada por phomas Kirkwood a
finales de los años 70 y posteriormente desarrollada por Él mismo y el eminente genético
Robin Holliday. Actualmente, muchos investigadores la consideran el mejor marco teórico
para comprender el envejecimiento. En su formulación actual, según publica el propio
Kirkwood en su página web[1] , sería como sigue:
Poniendo a prueba las predicciones antedichas, se debería según las mismas, establecer un
equilibrio óptimo dentro de este compromiso o "trade-off" en el que el mantenimiento del
cuerpo se opone al éxito reproductivo. Varios hechos apoyan esta idea: Con excepciones
existe una fuerte correlación inversa entre la fecundidad y la longevidad máxima (los
ratones serían un ejemplo) y por el contrario, cuando existen factores que aumentan la
longevidad, también parece disminuir la fecundidad. En este sentido, los experimentos de
M. Rose, Irvine y otros en
se seleccionan moscas progresivamente más
longevas se observó que éstas iniciaban más tarde su periodo reproductivo y lo hacían más
lentamente, a pesar que el número total de huevos era similar.