La inteligencia sensomotora
Existe una inteligencia antes del lenguaje. En esencia práctica, esa inteligencia no deja de
resolver finalmente un conjunto de problemas de acción (alcanzar objetos alejados o escondidos,
etc.), construyendo un complejo sistema de esquemas de asimilación, ni de organizar lo real según
un conjunto de estructuras espaciotemporales y causales. A falta de lenguaje y de función
simbólica, esas construcciones se efectúan apoyándose exclusivamente en percepciones y
movimientos, esto es, mediante una coordinación sensomotora de las acciones, son que
intervengan las representaciones o el pensamiento.
El estadio I. No hay que buscar el punto de partida del desarrollo en los reflejos
concebidos como simples respuestas aisladas, sino en las actividades espontaneas y totales del
organismo y en los reflejos concebidos a la vez como una diferenciación de ellas y como capaces,
en algunos casos de presentar un actividad funcional que implica la formación de esquemas de
asimilación.
El organismo no es nunca pasivo, sino que está presente en las actividades espontaneas y
globales, cuya forma es rítmica. En lo que concierne a los reflejos del recién nacido, presentan una
importancia particular para el porvenir dan lugar a lo que uno de nosotros ha llamado “ejercicio
reflejo”, es decir, una consolidación por ejercicio funcional. La asimilación reproductora o funcional
que asegura ese ejercicio se prolonga, por otra parte, en una asimilación generalizadora en una
asimilación re-cognoscitiva.
La asimilación empleada no deja de realizar un papel fundamental, porque esa actividad
que impide considerar el reflejo como puro automatismo explica, por otra parte, extensiones
ulteriores del esquema reflejo y la formación de los primeros hábitos. Nosotros sugerimos
interpretar esa adquisición por una simple extensión de la asimilación sensomotora en juego en el
reflejo. Pero esa adquisición no es indefinida, sino que va a inscribirse en un esquema reflejo ya
constituido y se limita a extenderlo por integración de elementos sensomotores hasta entonces
independientes de él.
El estadio II. Según tal modelo se constituyen los primeros hábitos, que dependen
directamente de una actividad de sujeto.
Pero incluso llamando “hábitos” a las conductas adquiridas tanto en su formación como en
sus resultados automados, el hábito, no es aun inteligencia. Un “habito” elemental se basa en un
esquema sensomotor de conjunto, en el seno del cual no existe, desde el punto de vista del sujeto,
diferenciación entre los medios y los fines, ya que el fin en juego solo se alcanza por una obligada
sucesión de movimientos que a él conducen, sin que se pueda, al comienzo de la conducta,
distinguir un fin perseguido previamente y, luego, los medios escogidos entre varios esquemas
posibles.
El estadio III. El gran interés del desarrollo de las acciones sensomotoras durante el primer
año del niño consiste en que no solo lleva a los aprendizajes elementales, fuentes de simples
hábitos, a un nivel en que no se observa todavía una inteligencia propiamente dicha, sino que
también proporciona una serie continua de intermediarios entre esas dos variedades de
reacciones. Así, después del estadio de los reflejos (I) y el de los primeros hábitos (II), un tercer
estadio (III) presenta transiciones siguientes a partir del momento, hacia los cuatro meses y medio,
por término medio, en que hay coordinación entre la visión y la aprehensión (el niño coge y
manipula todo lo que ve en su espacio próximo).w
Durante un quinto estadio (V), que comienza hacia los 11 o 12 meses, se añade a las
conductas precedentes una reacción esencial: la búsqueda de medios nuevos por diferenciación de
los esquemas conocidos. A este respecto, puede citarse lo que llamamos conducta del soporte: si
un objeto demasiado lejano se halla sobre una alfombra, el niño, después de haber intentado en
vano alcanzar directamente el objetivo, llega, poco a poco, a tirar de la alfombra para conseguirlo.
El estadio VI. Finalmente, un sexto estadio señala el término del periodo sensomotor y la
transición con el periodo siguiente: el niño se hace capaz de encontrar medios nuevos, no ya solo
por tanteos exteriores o materiales, sino por combinaciones interiorizadas, que desembocan en
una comprensión repentina o insight.
La construcción de lo real.
El objeto permanente. Ese universo práctico elaborado en el segundo año está, ante todo,
formado de objetos permanentes. El universo inicial es un mundo sin objetos. La conservación del
objeto es, principalmente, función de su localización. Este hecho muestra que la construcción del
esquema del objeto permanente es solidaria de toda la organización espacio-temporal del universo
práctico, así, naturalmente, como de su estructura causal.
En solidaridad con las conductas de localización y búsqueda del objeto permanente, los
desplazamientos se organizan, finalmente, en una estructura fundamental, que constituye la
armazón del espacio práctico.
La causalidad. El sistema de los objetos permanentes y de sus desplazamientos es, por otra
parte, indisociable de una estructuración causal. La causalidad solo se hace objetiva y adecuada al
término de una larga evolución. En el estadio III, todavía, cuando la criatura llega ya a sonreír a lo
que ve y a manipular los objetos según diversos esquemas, solo conoce como causa única su
acción propia, independientemente, inclusive, de los contactos espaciales.
El adualismo inicial. Los afectos propios de los dos primeros estadios se inscriben en un
contexto con el nombre de “adualismo”, en el que no existe aún, sin duda, ninguna conciencia del
yo, es decir, ninguna frontera entre el mundo interior o vivido y el conjunto de las realidades
exteriores. Freud habló de narcicismo, a tal respecto. En la propia medida en que el yo continua
inconsciente de sí mismo, es decir, indiferenciado, toda la actividad afectiva queda centrada sobre
el cuerpo y la acción propios, ya que solo una disociación del yo y de los otros o del no-yo permite
la decentration tanto afectiva como cognoscitiva. Por eso, la intensión contenida en la noción de
narcicismo sigue siendo válida, a condición de precisar que no se trata de una centration
consciente sobre un yo, por lo demás idéntico al que se constituirá una vez elaborado, sino de una
centration inconsciente por indiferenciación.
Los afectos observables en ese contexto adualista dependen ante todo de ritmos generales
que corresponden a los de las actividades espontaneas y globales del organismo: alternancias
entre los estados de tensión y de laxitud, etc. Esos ritmos se diferencian en búsquedas de los
estímulos agradables y en tendencias a evitar las desagradables.
Uno de los síntomas más estudiados de la satisfacción es la sonrisa.
Reacciones intermedias. Durante los estadios III y IV se asiste a una multiplicación de las
satisfacciones psicológicas, que vienen a añadirse a las satisfacciones orgánicas. Se observan
nuevos estados en presencia de lo desconocido, cada vez más diferenciados de lo conocido.
Antes de que se construyan de manera complementaria el yo y los otros, así como sus
interacciones, se asiste a la elaboración de todo un sistema de intercambios, gracias a la imitación,
a la lectura de los indicios gesticulares y de los mímicos. El niño comienza entones a reaccionar
ante las personas, de modo cada vez más específico.
Pero es esencial comprender que el conjunto de esos progresos afectivos es solidario de la
estructuración general de las conductas.
Las relaciones objetales. Durante los estadios V y VI se asiste a lo que Freud llamaba una
“elección del objeto” afectivo, y que consideraba como una transferencia de la libido, a partir del
yo narcisista, sobre la persona de los padres.
Los problemas consisten, entonces, en comprender las razones por las que esa
decentration de la afectividad sobre la persona de otro, en tanto que es a la vez distinta y análoga
al yo que se descubre en referencia con ella, se produce a ese nivel del desarrollo; y, sobre todo, en
comprender de qué manera se efectúa esa decentration. Nosotros hemos supuesto que la afectiva
era correlativa de la cognoscitiva, no que una domine a la otra, sino que ambas se producen en
función de un mismo proceso de conjunto