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Cromosoma clave para prevenir el envejecimiento celular.

Entre la comunidad científica existe un interesante debate sobre la futura desaparición o


supervivencia del cromosoma Y.

Aunque, en la actualidad, este resulte notablemente más pequeño que el cromosoma X,


hace 166 millones de años ambos presentaban el mismo tamaño.

Ante el peligro que puede suponer dicha degradación para el futuro reproductivo de la
especie humana, científicos del Instituto de Investigaciones para el Avance de la Ciencia
en Cantón, China, decidieron secuenciar de nuevo los 23 pares de cromosomas humanos
con el objeto de encontrar dónde recolocar los genes del decadente Y, llegado el
momento.

Y la sorpresa fue mayúscula: los resultados revelaron la existencia de un nuevo


cromosoma.

«Al principio, creímos que se trataba de un error. El material usado para la


secuenciación había caducado unos meses atrás.

Desgraciadamente, los recortes de presupuesto en ciencia son un problema global»,


comenta Jiyin Ranseti, investigadora postdoctoral y primera firmante del artículo. «Sin
embargo, nos renovaron el proyecto y los nuevos reactivos confirmaron el hallazgo»,
añade.

Los primeros datos eran confusos. Aparecían muchas más letras de las esperadas. «Es
difícil estimar la cantidad de bases nitrogenadas adenina (A), timina (T), guanina (G) y
citosina (C) que contiene el genoma humano», destaca Harry Watson-Crick, de la
Academia de Genetistas Británicos en Londres, sin relación con el estudio o los premios
nóbel. «Además, las malditas mutaciones lo complican todo», lamenta.

Por consiguiente, Ranseti quiso ver con sus propios ojos el nuevo material genético.
«Bajo el microscopio, observé una estructura extraña que flotaba alrededor de los demás
cromosomas. No presentaba la típica forma de X», relata. «Pensé: eso debe ser el ADN
basura, sin función alguna, que contienen nuestras células».

Sin embargo, nada más lejos de la realidad. Experimentos realizados con células de
donantes sanos en cultivo demostraron que la eliminación de este fragmento de ADN
mediante CRISPR/Cas9 resultaba en un rápido envejecimiento y el colapso celular. «El
efecto era muy dramático.

Las células empezaron a oxidarse y los radicales libres campaban por doquier. Los
mecanismos moleculares responsables de reparar los daños causados por el oxígeno
activo se desbordaron.

Nunca había visto algo así», relata Ranseti. «Tanto tiempo culpando a los telómeros y
preocupados por evitar su acortamiento.
Aún recuerdo la analogía de mi profesor de ciencias: imaginen unas fundas de plástico
en los extremos de los cordones de sus zapatos a modo de protección. Sin ellas, el
deshilachado y, por consiguiente, el desastre, resultaría inevitable».

«Creo que este nuevo cromosoma había pasado desapercibido porqué, según los
autores, los genes que contiene se expresan solo en el 1 por ciento de la población»,
observa pensativo Watson-Crick, mientras peina sus incipientes y plateadas entradas.
«Sin duda, y por desgracia, pertenezco al 99 por ciento restante».

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