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Hacia una Teología No Determinista de la Providencia Divina

Robert E. Picirilli, Ph.D.


Robert E. Picirilli sirvió como Decano Académico y Profesor de Griego y Nuevo Testamento en el Welch College,
Nashville, Tennessee. Actualmente es Profesor Emérito del Welch College.

Sección 2: Aspectos relacionados a la providencia

Aspectos de la Providencia

¿Hay más de un tipo de providencia? Probablemente no, pero quizás no importe. En la providencia
todo inclusivo de Dios hay tipos de obras distintos. Como ya se ha notado, es tradicional hacer una
distinción entre la providencia general y la especial. Parece que hacen falta algunos tipos de distinción,
por lo menos para organizar la discusión. Prefiero tratar ciertos aspectos de la providencia.

La providencia en la ley natural

Tenía razón Berkhof al indicar, como ya he citado, que en el punto de vista cristiano de las cosas, la
ley natural no controla todo. En sí la ley natural es una expresión de la voluntad de Dios y, como tal, es un
aspecto importante de su cuidado providencial del orden creado. De hecho, es tan importante que merece
una discusión extendida.

Se ha construido el universo material (el cosmos) para fusionar por medio de leyes naturales y así lo
hace. Hay muchas leyes que componen la ley neutral, y todas son ordenadas por Dios como parte de su
actividad de crear y sostener. Un buen ejemplo es la llamada ley de la gravedad. Se dice: “Lo que sube
tiene que bajar”. O, si combinas dos moléculas de hidrogeno con una molécula de oxígeno, tienes agua.
Nuestros ocho planetas (¡Lo siento, Plutón!) orbitan el sol según unas leyes definibles, con una fuerza
centrífuga que previene que ellos caigan en el sol y se quemen. De hecho, todo el mundo físico funciona
según la ley natural. Dios estableció esas leyes como parte de la naturaleza del cosmos que él creó.
Decretó que funcionaran como hacen, y uniformemente funcionan así. Como Spiegel señala: “La
providencia nos asegura que de cierto hay “leyes” naturales; así pues nuestra creencia que la naturaleza es
uniforme no es algo de mero instinto o costumbre sino es justificada y por tanto, racional.1

Hace tiempo, el deísmo fue una cosmovisión popular que insistía (con quizás algo de una
simplificación excesiva) que Dios estableció el cosmos según la ley natural. Después él no tenía nada más
que hacer con el cosmos. La doctrina cristiana de la providencia va en contra de ese punto de vista, e
insiste que Dios continúa activamente para sostener las leyes naturales por medio de las cuales el universo
opera y es, de hecho, que él está ejerciendo su cuidado providencial para el orden creado de esta misma
manera. Además, Dios todavía está activo dentro del cosmos por medios que transcienden la ley natural.

Así se introduce una faceta importante de la discusión. Existe el ejemplo de que una persona no
puede violar la ley de la gravedad por saltar de un rascacielos y esperar que vaya a ir flotando suavemente
a la tierra. Al saltar del edificio del Estado del Imperio [Empire State Building de la ciudad de Nuevo
York], dentro de la providencia de Dios, resultará en la muerte. No hay excepciones. Desde luego, no
estoy diciendo que no puede hacer que una persona vuele, sólo que si Dios no actúa de una manera
distinta de su modo usual (la ley natural), el destino del que salta está sellado. El punto es, obviamente,
que Dios no suele suspender la ley natural. Como promete Génesis 8.22: “Mientras la tierra permanezca,

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no cesarán la sementera y la siega, el frío y el calor, el verano y el invierno, y el día y la noche”.

Sin duda alguna Dios puede hacer milagros, y probablemente deberíamos incluir la suspensión de la
ley natural como parte de nuestra definición de un milagro—por lo menos en cuanto a entender la ley
natural y lo que quiere decir “suspenderla”. Berkouwer cita, con aprobación, a Abraham Kuyper al decir
que, al final, un milagro “no significa nada más que Dios, en un momento dado, quiere que una cosa
cierta ocurra distintamente de lo que iba a suceder como él previamente había deseado”. 2 Paul Helm dice
que un milagro es “simplemente la manera en que Dios ha escogido sostener el universo en aquel
momento,” así “exponiendo algún aspecto de ello un carácter que es (por medio de la experiencia
humana) sin precedentes”. 3 C. S. Lewis hace distinción debidamente entre milagros y los eventos
naturales diciendo que los primeros son eventos que no están enlazados con la historia de la naturaleza en
la dirección al revés”—es decir, no forman parte del continuo normal de causa y efecto—mientras los
eventos naturales, sí lo están.4 Ésta parece una distinción provechosa.

Cuando Jesús anduvo sobre el agua, lo hizo milagrosamente. Con la excepción de Pedro, al menos
que sepamos, nadie más jamás ha hecho esto, y aún Pedro pronto comenzó a sumergirse (Mateo 14.25-
33). Cuando Jesús levantó a Lázaro de la muerte, él obró de una manera que es distinta de lo que
observamos en la natural (Juan 11.41-44). Pero esta diferencia sólo se ha hecho unas pocas veces en la
historia del mundo, y aún Lázaro tenía que morir de nuevo.

¿Cuán a menudo Dios, en su cuidado providencial de la gente, opera de maneras que no se


conforman a la ley natural? No lo sé. Nadie sabe. Sospecho que no es tan a menudo como algunos
piensan. Antes hice referencia a la muerte de mi esposa. Ella murió como resultado de varias cosas. Nació
con una válvula mitral que no funcionaba correctamente, y así pues que muy temprano en su vida los
médicos notaron que ella tenía un soplo cardíaco—algo que ellos decían que ella no tenía por qué
preocuparse. Años más tarde, ella tuvo cáncer en el pecho y pasó por unos tratamientos de cobalto (una
forma temprana de terapia de radiación), que tuvieron sus éxitos pero a la vez afectaron los tejidos
celulares del corazón, de modo que ella no fue candidata para una cirugía. Teniendo más años, el defecto
de la válvula mitral se hizo peor. Entonces su válvula aórtica endureció y dejo de funcionar debidamente.
Finalmente, dadas todas las circunstancias, no hubo tiempo para corregirlo. De todo esto, hemos de tener
en cuenta, fue la evidencia del curso normal de la ley natural, y la ley natural es la obra activa de Dios en
su providencia.

La ley natural parece ser inexorable. Si estás expuesto a un virus que causa un resfriado fuerte, y tus
condiciones orgánicas son adecuadas (o ¿no adecuadas?), entonces vas a desarrollar este malestar. Bajo
otras circunstancias “correctas”, podrías desarrollar el cáncer de próstata. Si tu colesterol malo bloquea
tus arterías, y tu corazón no recibió el oxígeno debido, entonces vas a sufrir un ataque cardíaco. Y etcétera.
En todas estas cosas, y en todo lo físico, la ley natural está activa—en la providencia de Dios.

La voluntad de Dios es que el universo opere según la ley natural, y él sostiene las leyes que él
mismo instituyó. De seguro, la ley natural no controla todo; sólo Dios tiene este control. Pero él emplea la
ley natural al ejercer este control, y lo usa fielmente. Igual como el resto de su creación, la ley natural es
buena—excepto que algunas de las consecuencias de la caída afectaron negativamente la naturaleza y así
tenemos espinas y enfermedades y muerte.

Así que, positiva o negativamente la ley natural es la manera más básica que Dios suele gobernar al
mundo en su cuidado de él y de nosotros. En el fin, la regularidad de la ley natural es buena para nosotros.
Aún las enfermedades y la muerte sirven para recordarnos de la seriedad del pecado y nos llaman a que

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dejemos nuestra maldad, que escapemos la muerte eternal que es infinitamente horrible en el infierno, y
que experimentemos lo que Milton llamó el Paraíso Recobrado. Dios sabe lo que hace en el mundo por
medio de la ley nutual, y sabe lo que hace por medio de la providencia.

La providencia y su cuidado del orden creado

Este es otro aspecto de la ley natural, pero necesita mencionarse por su propio derecho, dado que el
orden natural no es independiente de Dios sino es una arena en que él siempre está obrando. Y él trabaja
no simplemente para mantener el orden sino para proveer por el mundo que él creó, para proveer por el
bienestar de todas sus criaturas, sean plantas, animales o humanos.

La Biblia tiene mucho que decir sobre esto, y el Salmo 104.10-31 es especialmente poderoso:
10
Tú eres el que envía las fuentes por los arroyos; Van entre los montes; 11dan de beber a todas las
bestias del campo; mitigan su sed los asnos monteses. 12A sus orillas habitan las aves de los cielos; cantan
entre las ramas. 13Él riega los montes desde sus aposentos; del fruto de sus obras se sacia la tierra.
14
Él hace producir el heno para las bestias, y la hierba para el servicio del hombre, sacando el pan
de la tierra, 15y el vino que alegra el corazón del hombre, el aceite que hace brillar el rostro, y el pan que
sustenta la vida del hombre. 16Se llenan de savia los árboles de Yahvé, los cedros del Líbano que él plantó.
17
Allí anidan las aves; en las hayas hace su casa la cigüeña. 18Los montes altos para las cabras monteses;
las peñas, madrigueras para los conejos. 19Hizo la luna para los tiempos; el sol conoce su ocaso. 20Pones
las tinieblas, y es la noche; en ella corretean todas las bestias de la selva. 21Los leoncillos rugen tras la
presa, Y para buscar de Dios su comida. 22Sale el sol, se recogen, y se echan en sus cuevas. 23Sale el
hombre a su labor, y a su labranza hasta la tarde.
24
¡Cuán innumerables son tus obras, oh Yahvé! Hiciste todas ellas con sabiduría; la tierra está llena
de tus beneficios. 25He allí el grande y anchuroso mar, en donde se mueven seres innumerables, seres
pequeños y grandes. 26Allí andan las naves; allí este leviatán que hiciste para que jugase en él.
27
Todos ellos esperan en ti, para que les des su comida a su tiempo. 28Les das, recogen; abres tu
mano, se sacian de bien. 29Escondes tu rostro, se turban; les quitas el hálito, dejan de ser, y vuelven al
polvo. 30Envías tu Espíritu, son creados, y renuevas la faz de la tierra.
31
Sea la gloria de Yahvé para siempre; alégrese Yahvé en sus obras.

Todo esto es pura y sencillamente la providencia. Y, es buena.

Entre muchos otros salmos, también se nota que el Salmo 29, el cual revela que la voz del Señor se
oye en todos los aspectos del orden natural. Los versículos 7-9 informan: “Voz de Yahvé que derrama
llamas de fuego; voz de Yahvé que hace temblar el desierto; hace temblar Yahvé el desierto de Cades.
Voz de Yahvé que desgaja las encinas, y desnuda los bosques; en su templo todo proclama su gloria.”.
Como observa Berkouwer, acerca de este pasaje: “Este es el entendimiento de Israel de los eventos
naturales. Los ojos de Israel están entrenados en Él”.5

Las palabras de Jesús son más sencillas pero no menos poderosas: “. . .vuestro Padre que está en los
cielos, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y que hace llover sobre justos e injustos.” (Mateo
5.45)—una provisión que incluye, de paso, sequedades y diluvios.

3
Consideremos Mateo 10.29-31: “¿No se venden dos pajarillos por un cuarto? Con todo, ni uno de
ellos cae a tierra sin vuestro Padre. Pues aun vuestros cabellos están todos contados. Así que, no temáis;
más valéis vosotros que muchos pajarillos”. La providencia de Dios se extiende a los pajaritos y los pelos
de la cabeza, y así todos los eventos pierden su “poder para llenar el corazón creyente con temor”.6
Comentando sobre esto, Guillermo Gurnall dijo: “Cada evento es el producto de la providencia de Dios;
ni un pajarito, mucho menos un santo, cae al suelo por medio de la pobreza, enfermedad, persecución,
etcétera, sino por la mano de Dios”.7

Semejante es Mateo 6.26: “Mirad las aves del cielo, que no siembran, ni siegan, ni recogen en
graneros; y vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No valéis vosotros mucho más que ellas?” Con respecto
a esta verdad, el antiguo Juan de Damasco dijo: “Entonces, la providencia es el cuidado que Dios ejerce
sobre todas las cosas que existen”.8

Pablo dice en Hechos 14.17, que Dios “. . .no se dejó a sí mismo sin testimonio, haciendo bien,
dándonos lluvias del cielo y tiempos fructíferos, llenando de sustento y de alegría nuestros corazones”.
Tal es la providencia de Dios al cuidar del orden creado, efectuado por la ley natural. Y está claro que,
por lo menos en este sentido, la providencia de Dios se aplica igualmente a los que le temen y a los que
no le temen: “vuestro Padre que está en los cielos, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y que hace
llover sobre justos e injustos.” (Mateo 5.45).

La Providencia que provee por el pueblo de Dios

Tenía razón Gurnall al decir: “La providencia divina es un tomo enorme, escrito grueso y completo
con las misericordias de un lado de nuestra vida al otro”.9 Quizás este aspecto de la providencia llega a la
categoría de lo que Berkhof y otros llaman la providencia muy especial. Yo me inclino más a referirme a
ella como la providencia circunstancial, y a categorizar toda la providencia como manifestada o en la ley
natural, como arriba, o en la gerencia de las circunstancias de las personas que le conocen como su Padre.
Helm observa que “es altamente probable que el cristiano promedio tienda a pensar que la providencia
divina tiene que ver, no con cada detalle, sino principalmente con las ocurrencias ‘providenciales’
especiales. Él probablemente tiene razón en esto y sin duda está en lo correcto en insistir que tal provisión
especial es sólo una parte de la providencia que abarca todo de Dios. Él nota, apropiadamente, que “es
una equivocación a pensar que “general” y “especial” son dos etiquetas para dos cajas separadas” 10; y que
es más preciso opinar de “un orden providencial de complejidad asombrosa dentro de lo que Dios está
desarrollando con propósitos distintos para las personas distintas dentro de ello”.11

De paso, no veo la necesidad de discutir si Dios ejerce este tipo de cuidado especial o circunstancial
para las personas que no son sus hijos. Supongo que él lo hace. Pero los personajes bíblicos, en cuyas
vidas vemos la manifestación más clara de este tipo de providencia, son su pueblo. De hecho, somos los
que más probablemente a reconozcamos su provisión en las circunstancias de nuestras vidas. Y la
afirmación bíblica de que los ángeles son “… espíritus ministradores, enviados para servicio a favor de
los que serán herederos de la salvación” (Hebreos 1.14) permite la idea que Dios ejerce el cuidado
especial hacia o para sus hijos. Aún Romanos 8.28, que se ha mencionado anteriormente, destaca que los
que son amados por Dios, que son llamados según su propósito, ellos son el blanco para hacer que todas
las cosas salgan para su bien. De paso, este tipo de providencia no suele necesitar ninguna suspensión o
excepciones a la ley natural. Dios se involucra arreglando las circunstancias de tal manera que su pueblo
debería reconocer su cuidado y su provisión para ellos por medio de esas circunstancias.

4
¿Es realmente un tipo de providencia distinto? Probablemente no lo es, si entendemos sólo cómo
Dios ejerce su control providencial sobre todas las cosas. Desde nuestra perspectiva, este tipo de
provisión es distinta de la regularidad de la ley natural. Por un lado, aunque no requiere ninguna
excepción de este tipo, como ya se ha notado, tampoco se logra solo por la ley natural. En las
circunstancias providenciales de este tipo, a menudo no hay manera de explicar lo que “ocurrió” excepto
como algo que Dios arregló de su propio estilo. Es aquí donde se puede explicar la presencia de mis cinco
hijas al tiempo de la muerte de mi esposa. Normalmente, todas ellas no hubieran estado en ese momento.
Tampoco yo lo arreglé; no se lo suficiente como para hacer eso.

¿Siempre estamos conscientes de tales arreglos providenciales de nuestras circunstancias para


nuestro bien? No. Puede que no solamos estar conscientes de sus cuidados.

Lewis resiste algo de esto, diciendo que es “difícil de concebir una clase intermediaria de eventos
que no son ni milagrosos ni meramente ordinarios”. Por lo tanto, él abandona “la idea de que hay una
clase especial de eventos (aparte de los milagros) que se puede distinguir como “especialmente
providenciales’”. Es esto, él simplemente está afirmando que “todos los eventos son igualmente
providenciales’”.12

Lo que me interesa bastante es esto: si la providencia, en cada aspecto, es nada más que el total de
todo lo que ocurre, entonces la vida casi y bien se podría concebir sin Dios, o totalmente fatalista, o bajo
el control de la aleatoriedad del azar. Si el pueblo de Dios no puede ver la mano de Dios en el arreglo de
las circunstancias en sus vidas, para el bien, y, de una manera no producida por la ley natural, entonces la
doctrina de la providencia termina teniendo poco valor. De hecho, la Biblia no sostiene tal punto de vida.

Más bien, la Biblia está repleta con historias de este tipo de gerencia divina de las circunstancias, y
así ella representa un aspecto de la providencia que tiene gran significado. Podemos considerar a José,
que finalmente pudo decir a sus hermanos, después de las pruebas largas y amargas que sufrió: “Vosotros
pensasteis mal contra mí, mas Dios lo encaminó a bien, para hacer lo que vemos hoy, para mantener en
vida a mucho pueblo.” (Génesis 50.20).

¿No fue providencial que cuando el siervo de Abraham, al llegar a Harán, se encontró en el pozo
con Rebeca, la misma que luego vendría a hacerse la esposa Isaac? (Génesis 24.12-26) La clave es el
versículo 21: el siervo “estaba maravillado de ella, callando, para saber si Yahvé había prosperado su
viaje, o no”. En efecto, el Señor lo había hecho, y su disposición providencial de las cosas demostró que
este era el caso.

Abraham mismo experimentó tal providencia. Él creó que Dios proveería el animal sacrificial en el
monte Moría (Génesis 22.8), y cuando él había demostrado su fe en ofrecer a Isaac, “y he aquí a sus
espaldas un carnero trabado en un zarzal por sus cuernos” (v. 13). Como resultado, Abraham llamó el
nombre del lugar: “Yahvé proveerá”—providencia, sin duda.

La historia de la preparación de Moisés para llevar a Israel de la cautividad comienza con tal
manifestación de la providencia. Cuando Jocabed ocultó al bebé entre los juncos del río, ¿quién pasó por
allí sino la hija del faraón? (¿Murmuró Dios a su oído que tomara un baño?, como alguien ha sugerido
elegantemente.) ¿Quién miró al niño y tuvo compasión de él, luego criándole y preparándole—desde
luego, no intencionalmente por ella—para el papel que él llevaría a cabo? (Éxodo 2.2-6). ¿Coincidencia o
accidente? Obviamente, no.

5
Y tampoco fue accidente que el rey Artajerjes, en la misma noche antes que Amán llegara a pedirle
permiso para colgar a Mardoqueo, no pudo dormir y ordenó que se le trajese las memorias y crónicas y
que se las leyese. De esa manera se dio cuenta del servicio de Mardoqueo, y de ahí el rescate no sólo de
Mardoqueo sino también de todos los judíos (Ester 6.1) —que Richard Sibbes escribió: “Muy a menudo
Dios se inclina a ocasiones pequeñas para lograr algún propósito grande”.13 Se pueden multiplicar tales
ejemplos muchísimas veces.

Algunos asuntos prácticos

Hay varios asuntos “prácticos” involucrados en la doctrina de la providencia. Escribiré sobre los
que me parecen más importantes para mis propósitos.

Cómo Sabemos lo que es Providencial

Una verdad importante sigue de la discusión previa: Sólo podemos leer la mano de la providencia
ex posto facto (después del hecho). Los que emplean la terminología filosófica dirán que debemos leer la
providencia a posteriori— en otras palabras, después del evento. No sabemos a priori—antes de la
historia—cómo será la providencia de Dios.

Quizás esto se ha declarado demasiado. Si es así, la razón es que se aplica especialmente a la


providencia circunstancial, como se ha descrito anteriormente. Sabemos, por lo menos en parte, como es
la ley natural. Si el dentista inyecta correctamente tus encías con Novocaína, entonces no vas a sentir
ningún dolor mientras que él repara la cavidad. Sin embargo, aún nuestro conocimiento de la ley natural
es esencial después del hecho. Hemos aprendido cómo funciona por observar su función, y de la
regularidad de sus efectos discernimos una manera para afirmarlo (en otras palabras, “método empírico).
Einstein propuso E = MC2, y tomamos por sentado que él tenía razón aún si no lo entendemos—aunque
hoy en día hay varias preguntas que están surgiendo, de nuevo demostrando que la ciencia es un
conocimiento “después del hecho”. Con la Biblia, Dios no nos ha dado un libro de texto de física por
medio del cual definamos la providencia manifestada en la ley natural. Nuestra ciencia tiene que darse
cuenta de eso.

No obstante, aquí me refiero principalmente a la providencia circunstancial. No sabía, de ante mano,


que todas mis hijas estarían aquí cuando muriera mi esposa. Ninguna de las promesas de Dios de cuidar a
su pueblo señalaría que él arreglaría esto, o ni por el hecho de que a Benjamín Randall no se hiciese daño
cuando se cayó su caballo y “le echó por el suelo”. Pero, cuándo tales eventos ocurren, podemos mirar
hacia detrás y ver cómo Dios ejercitaba su providencia en cuidarnos.

En el fin, todo lo que podemos hacer con la providencia es agrupar los hechos y determinar cómo
vemos a Dios trabajando en ellos. La verdad es que, no siempre somos bastante astutos para saber si un
cierto evento fue arreglado para nuestro beneficio, a pesar de que, si en el momento, pareciese de
beneficio o no. Quizás sería mejor decir, a la luz de Romanos 8.28, que no siempre sabemos cómo fue
para nuestro beneficio. Nunca pienso que sabré cómo la muerte de mi esposa fue para el bien final mío,
pero acepto que lo fue y me regocijo en la presencia confortadora de mis hijas y en la confianza de que
Dios estaba y está trabajando.

Aquí hay una precaución importante en todo esto: es decir, debemos evitar una selectividad
apresurada para identificar la mano de la providencia en los eventos de nuestras vidas. Es fácil pensar que
de alguna manera Dios nos ha singularizado a nosotros, o una institución que nos es especial, en su

6
arreglo de las cosas que nos afectan. Como ya se ha notado, la providencia de Dios incluye todo, y hemos
de analizarlo bien antes de que saquemos la conclusión que él ha obrado en nuestro favor, especialmente
cuando los eventos analizados involucran otras cosas con alcance histórico.

En su discusión de este tema, Berkouwer cita a un teólogo ruso que dio la bienvenida a Stalin como
“el líder divinamente destinado de las fuerzas armadas y culturales”. También él nos hace recordar el
hecho de que había muchos cristianos alemanes quienes dieron la bienvenida a Hitler como algo
igualmente providencial, y luego cita el teólogo alemán Kittel quien insistía en que “la Iglesia, bajo el
Espíritu y la Palabra de Dios no es tan débil que ella no tenga autoridad para hablar en cuanto si la
decisión de esos días es de Dios o de Satanás”.14 Sí, pero uno debe ejercer mucho cuidado en interpretar
las veredas de la providencia en cuanto a si una obra es de Dios o de Satanás. La providencia de Dios es
sobre todo. Berkouwer observa debidamente: “La interpretación de un evento histórico como una
revelación especial de la Providencia se convierte demasiado fácil en una forma piadosa distinguida de
una auto justificación”.15

De nuevo, Berkouwer: “La selección de los eventos que son revelatorios y la manera de
interpretarlos se deja básicamente al individuo y a un juicio subjetivo”.16 Mientras esto sea inevitable,
señala que hemos de ejercer cuidado, usando lo que Berkouwer llama “una norma según la cual los
eventos en particular pueden ser igualmente seleccionados y juzgados”.17 Esa norma no puede ser nada
más ni menos que los principios claros de la Palabra escrita, discernida y aplicada en fe: “El evento habla
sólo porque Dios habla primero”.18

Además, lo que Dios ha hablado y los “hechos” de la historia se han de entender por la fe: “Sin la fe,
sin escuchar constantemente a su Palabra expiatoria, el hombre no puede distinguir básicamente entre el
éxodo de Israel y los éxodo de Siria y Filistea… Nunca podremos reconocer el dedo de Dios en la historia
sin primero encontrarnos con él en la plenitud de su revelación”.19 A la luz de esto, Berkouwer explica
que “uno puede aceptar la prosperidad como el don de Dios, y la adversidad como la mano de Dios que le
lleva benignamente a una fe más fuerte”.20

Habiendo dicho todo esto, la discusión técnica no ha de disminuir nuestra apreciación de la mano de
la providencia en medio de las circumnutaciones de nuestras vidas. Nuestras mentes deben estar
armonizadas para discernir esta mano y para dar las gracias a Dios.

7
Notas de Pie
1
Spiegel, 120.
2
Berkouwer, 196.
3
Helm, 82-83.
4
C. S. Lewis, Miracles: A Preliminary Study (Nuevo York: Macmillan, 1947), 208. Mi gratitud al Dr. Darell Holley por haber
dirigido mi atención a esta fuente.
5
Berkouwer, 87.
6
Ibídem., 181.
7
William Gurnall, The Christian in Complete Armour: A Treastise of the Saints’ War against the Devil, con introducción
biográfica por J. C. Ryle, dos tomos en uno; publicado primero en tres tomos entre 1662 y 1665 (Edinburgh: Banner of
Truth, 1964), I: 96.
8
Juan de Damasco, Exposición of the Orthodox Faith, en Nicene and Post-Nicene Fathers, serie segunda, (Peabody, MA:
Hendrickson, 1994), 9:41.
9
Gurnall, 2:453.
10
Helm, 18-19.
11
Ibídem., 95.
12
Lewis, 208 (énfasis añadido por mí)
13
Richard Sibbes, Works of Richard Sibbes, reedición de la edición de 1863-64, editor Alexander B. Grosart, 7 tomos (Edinburgh:
Banner of Truth, 2001), 1:206-07.
14
Berkouwer, 163-64.
15
Ibídem., 166.
16
Ibídem., 169.
17
Ibídem., 170.
18
Ibídem., 171.
19
Ibídem., 177.
20
Ibídem., 179.

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