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10 razones por las que no adelgazas

Si llevas tiempo siguiendo un estricta dieta alimentaria y un plan de ejercicio físico pero no
consigues ver los resultados, es el momento de que eches un vistazo a lo que puede estar
saboteando tanto esfuerzo.

1. Te pasas con la recompensa


Estamos de acuerdo en que has quemado un montón de calorías, pero recompensar el esfuerzo
con la comida no te ayuda en nada a alcanzar tus metas. Si te atiborras después de haber
sudado la gota gorda tiras por tierra todo el trabajo.

De hecho, a menudo sobreestimamos las calorías que quemamos con el ejercicio, comiendo
mucho más de lo que realmente hemos perdido y llegando a ganar peso en lugar de perderlo.

2. No estás durmiendo suficiente


Podríamos pensar que reducir horas de sueño para sacar tiempo para hacer deporte es
beneficioso para nuestra salud y forma física. Sin embargo, no dormir suficiente podría
minimizar los beneficios del ejercicio y hacer que ganaras peso.

La perdida de sueño no solo afecta al desarrollo y la calidad del ejercicio, también reduce el
metabolismo, aumenta el apetito y nos hace más propensos a caer en diferentes tentaciones.
Además, la falta de sueño puede aumentar los niveles de estrés, lo que puede contribuir al
aumento de peso.

3. Tomas demasiadas bebidas azucaradas

Observa lo que comes, si reduces las comidas grasientas y no picas entre comidas, ¿en qué
fallas? ¿a que no has considerado la cantidad de calorías que podrías estar tomando a través de
la bebida?

Todos sabemos que el alcohol aporta un montón de calorías, ¿verdad? Pues también
deberíamos tener en cuenta las calorías que aportan los zumos de frutas, batidos, refrescos y
muchas bebidas calientes. Todas las calorías cuentan, así que no olvides las que van en los
líquidos.

4. ¿Calculas bien la cantidad?

Si estás haciendo una dieta baja en grasa, con alimentos sanos y sigues sin perder peso.
deberías controlas el tamaño de las raciones. Si estás comiendo 3 veces al día, pero saumentas
las raciones de cada comida podrías estar comiendo el equivalente a 6 o más comidas diarias.
Es bueno recordar que aunque la comida que estás ingiriendo sea muy sana, ésta debe tomarse
con moderación, ya que comer mucho de cualquier cosa puede hacer que ganes peso.
5. ¡Estás comiendo demasiado poco!

Mientras que comer mucho puede producir que ganes peso, comer demasiado poco puede
también provocar una sorprendente dificultad para liberarse de los kilos de más.

Tu cuerpo tiene un instinto natural para auto protegerse así que, si no recibe la cantidad
suficiente de comida, entra de forma automática en modo de inanición, haciendo que el
metabolismo se ralentice e intente no quemar calorías. Como resultado de esto, perder peso se
vuelve mucho más difícil.

6. No eres constante

Para tu metabolismo y tu cintura lo peor es pasar de comer mucho a comer poco o al revés de
forma regular. Si empiezas una dietas y de pronto abandonas o pasas de morirte de hambre a
pegarte un atracón, esto hará estragos en tu metabolismo y tu cuerpo acumulará cada vez más
grasa. Comer muy poco ralentiza el metabolismo, si después de esto comes demasiado, harás
que tu cuerpo gane de forma muy rápida varios kilos.

7. No varías tus entrenamientos

Si has caído en la rutina con tu tabla de ejercicios, podrías no estar sacando el máximo partido
de ellos. Hacer siempre el mismo ejercicio es aburrido, hace que te sientas menos motivado y
que te saltes los ejercicios.

También disminuye la intensidad y los resultados de tu entrenamiento. Tu cuerpo a medida


que llega a ser más eficiente con una determinada actividad hace que no tenga que emplearse
tan a fondo, con lo cual quema menos calorías.

8. No necesitas perder peso

Con el creciente problema de obesidad en muchas partes del mundo parece como si todo el
mundo quisiera perder peso. Sin embargo, aunque es una realidad que mucha gente necesite
perder unos kilos, tu podrías no ser uno de ellos.

Más allá de intentar alcanzar una forma corporal irreal (recuerda que cuanto más ligero eres
más cuesta perder kilos) deberías preguntarte de forma honesta, y también a tu médico, si
existen razones médicas para perder peso. Si no, puede ser el momento perfecto para
abandonar la dieta, llenarse de autoestima y empezar a hacer ejercicio.

9. Tu peso no refleja tu grasa corporal

Mucha gente se obsesiona con su peso como una forma de medir cuanta grasa corporal han
ganado o perdido. Sin embargo, mientras que si hay formas fiables de averiguar tu peso ideal,
no hay ninguna que te diga cuánto te sobra de grasa, agua o de músculo, y por lo tanto, no es
una representación real de tu grasa corporal.

Por ejemplo, ganar musculatura a través de diferentes rutinas de ejercicio físico puede
ralentizar la perdida de peso, así como también lo puede hacer la retención de líquidos. Para
tener una indicación más exacta de tus niveles de grasa corporal, intenta ver los cambios en tus
medidas o en cómo te queda la ropa.

10. Tienes un problema médico

Problemas de tiroides, descompensaciones hormonales o cualquier otra patología médica


podrían hacer que ganaras peso y que te cueste mucho perderlo. También hay alergias
alimenticias ocultas o intolerancias a ciertos alimentos que pueden ser los causantes de que la
báscula no baje. Además, los efectos secundarios de ciertos medicamentos pueden hacerte
engordar, así que asegúrate de hablar con tu médico sobre todo esto.

Dormir poco engorda

Los especialistas alertan sobre este asunto: la falta de sueño y los kilos de más están muy
relacionados. No dormir lo suficiente provoca un cambio hormonal que aumenta el apetito y la
ingesta de calorías. El problema afecta también a los niños.

La obra “Obesity”, editada por la Fundación Lilly y realizada con el respaldo de un equipo
internacional de especialistas, recoge el resultado de una serie de investigaciones que muestran
que dormir poco perturba las hormonas que regulan el apetito, como la leptina y la ghrelina.
Así, ante largos periodos de privación de sueño, se observa un cambio hormonal que aumenta
el apetito y la ingesta de calorías.

Por otro lado, los estudios realizados en bebés indican que aquellos que duermen menos de
doce horas al día, incluyendo el sueño de la noche y el de las siestas diurnas, incrementan la
adiposidad y las posibilidades de padecer sobrepeso a los tres años.
El reloj central

Por su parte, la profesora Marta Garaulet, catedrática de Fisiología de la Universidad de


Murcia, asegura que “no dormir las horas suficientes –alrededor de ocho diarias–, tener
horarios irregulares en cuanto a las comidas y no mantener una actividad física constante, no
sólo pueden derivar en obesidad sino también en diabetes, envejecimiento prematuro e incluso
en trastornos psicológicos”.

Desde 1972 conocemos la existencia de un reloj central capaz de poner en hora nuestro
organismo, que regula las hormonas relacionadas con el metabolismo y el gasto energético. El
ritmo de vida actual hace que nuestro cuerpo sea incapaz de sincronizar los factores externos
con nuestro reloj interno. La consecuencia inmediata de este desajuste es la obesidad. “El
incremento en el número de personas obesas que se está dando en la población española se
debe a que, al no dormir las horas de sueño suficientes, nos encontramos más cansados y,
debido a esto, nos movemos menos. A esto debemos sumar que las hormonas de control de la
ingesta aumentan cuando no alcanzamos las horas de sueño debidas, con lo que se
sobreestimula el apetito y, además, comemos más”, explica la doctora.

Un estudio reciente a escala mundial realizado entre 3.500 niños ha confirmado que aquellos
pequeños que duermen menos de siete horas diarias muestran un incremento en el peso,
superior al de aquellos que duermen un mínimo de ocho horas.

Estilo de vida

En el libro “Obesity” se señala que nuestro estilo de vida actual, que incluye no sólo la
alimentación, sino también la actividad física y el sueño, nos conduce de una manera lenta pero
segura a la obesidad. Esto se debe a lo que los expertos llaman el ambiente “obesogénico”.

“Debemos ordenar de nuevo nuestra vida –recomienda el doctor Serrano Ríos–, comer
cantidades y calidades de alimentos adecuadas; hacer actividad física regular, aeróbica e
individualizada; atender al descanso nocturno; en definitiva, no dejarnos llevar por la herencia
de la pereza”.
La importancia del período prenatal

Las evidencias señalan que existe una relación clara entre el periodo prenatal y el riesgo de
obesidad. Es una etapa mucho más importante de lo que se pensaba y, realmente, marca el
destino futuro del bebé.

El profesor Ordovás explica que “en su crecimiento en el útero, el embrión detecta el ambiente
externo y su fisiología lo interpreta y lo prepara para unas condiciones exteriores de mayor o
menor estrés metabólico y psicológico”.

En esta línea, lo más recomendable es dar al feto el mismo afecto y cuidado que le damos
después de nacer, lo que incluye una buena y completa nutrición materna y tratar de disminuir
el estrés mental tanto como sea posible.

El profesor Ordovás también aboga por la importancia de la lactancia materna como factor
protector frente al posterior desarrollo de obesidad, al tiempo que incide en “los aspectos
psicológicos de la interacción madre-bebé que tiene lugar durante ese período”.

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