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REVISTA ALASRU
Análisis Latinoamericano del Medio Rural
nueva época no.10, octubre 2014
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Análisis Latinoamericano del Medio Rural
nueva época no.10, octubre 2014
Dirección
Editor
Comité Editorial
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ALASRU
Análisis Latinoamericano del Medio Rural
Comité Consultivo
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CONTENIDO
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ciones entre el capital concentrado y la producción familiar
Mónica Bendini
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EDITORIAL
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A la memoria de Arturo León López
infatigable educador y estudioso
del campo y sus complejidades
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viejas asignaturas que lastran a la sociedad rural siguen sin resolverse y. más
aún asumen nuevas expresiones que obligan al reconocimiento de su diná-
mica y sus causas profundas. Y como ALASRU se asume como un espacio
que se debe a los hombres y mujeres del campo, un componente central de
su reflexión está dado en la mesa Los movimientos sociales y las alternativas
desde el campo latinoamericano, en la que la voz corresponde justo a las
organizaciones que resisten y buscan transformar su realidad.
La centralidad de la cuestión alimentaria y la persistencia de la agri-
cultura familiar y campesina, explican el interés por convocar a dos mesas
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estrechamente relacionadas:
da cuenta de una Agricultura
disputa no sólo familiar frente
por los recursos a los agronegocios,
y las políticas públicas, sino
por la hegemonía de la visión sobre el campo que se requiere en América
Latina. Por otra parte, Crisis y soberanía alimentaria, implica subrayar la
economía política de las transformaciones que tienen lugar desde la Pata-
gonia hasta el Río Bravo atendiendo a la necesidad de nuestros países de
resolver la elevada dependencia alimentaria en que han caído en las décadas
recientes.
La mesa redonda Dilemas teóricos y metodológicos de la sociología rural
latinoamericana, busca alimentar la búsqueda de los encuadres más perti-
nentes para reconocer una problemática tan compleja, diversa y dinámica
como la abordada en los grupos de trabajo, mesas redondas y conferencias
magistrales de este IX Congreso.
En suma, los artículos de este número dan cuenta claramente de la com-
pleja situación que atraviesa el mundo rural latinoamericano. En el contexto
de la crisis capitalista y alimentaria se destacan temas como el neocampesi-
nismo oficial impulsado por la FAO y el Banco Mundial; la apabullante pre-
sión del capital sobre la tierra y los recursos naturales de los campesinos; la
complejización de las migraciones rurales; el achicamiento de la agricultura
familiar, pero también su resistencia y persistencia. También se destacan los
movimientos surgidos a lo largo y ancho de la región en contra del despojo
y por la integración productiva de los campesinos, así como los debates y
discusiones que han florecido en esta época de cambios. Desde esta pers-
pectiva, este número de la revista es reflejo fiel de la convulsa época en que
vivimos. De manera que un lector que la revise veinte años después podrá
contar con un testimonio analítico de la transición capitalista en el mundo
rural latinoamericano. Y con ello, del enorme sufrimiento de los despojados
y la lucha y el coraje con que defienden su apego ancestral al terruño y a su
modo de vida.
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liza, con su bella prosa, las transformaciones ocurridas en América Latina
en los últimos doce años. El predominio de lo indígena sobre lo campesino,
manifiesto en la lucha por la defensa de los territorios; la separación entre
vida rural y producción agrícola que ha llevado a la formación de un amplio
contingente del mercado laboral formado de manera predominante por mu-
jeres temporeras; los cambios en la migración definitiva hacia una de ida y
vuelta; transformaciones que en su conjunto muestran el fin del desarrollo
rural. A través de un panorama de imágenes rurales -por las cuales constata
que los campesinos se han convertido en indígenas, que lo agrícola corres-
ponde a las grandes empresas y que el imaginario apunta ahora hacia el buen
vivir, el bienestar y la preservación del mundo ancestral sobre los cantos de
sirena del progreso- Bengoa llama a abandonar el concepto de desarrollo ru-
ral, en tanto ha dejado de ser útil para entender la realidad latinoamericana.
En el artículo de Abelardo Morales Gamboa titulado Corredores migra-
torios y cambios en los medios de vida rurales en América Central, el autor
vincula la migración con las transformaciones estructurales que han ocurrido
en Centroamérica, principalmente en la etapa neoliberal y en el período de
la crisis actual. Señala que las comunidades dejaron de ser rentables al capital
por lo que ahora la posesión de la tierra constituye un obstáculo para el avan-
ce de las empresas en su necesidad de tierra y recursos naturales. Asimismo,
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renta de la tierra y la renta financiera. Este proceso ha generado el despojo
de la tierra y los recursos naturales de las unidades campesinas a la vez que
ha golpeado la soberanía alimentaria en la región.
Sergio Gómez en su artículo La tenencia de la tierra y sus problemas
en América Latina y el Caribe, presenta los resultados obtenidos en dos
investigaciones de la FAO en las que participó, sobre el problema del acapa-
ramiento de tierras y la concentración y extranjerización de la tierra. Vincula
los procesos mencionados de manera causal a las crisis capitalista, energética
y alimentaria y propone una tipología para clasificar el nivel de la concentra-
ción en los distintos países de la región. Concluye que el proceso de acapa-
ramiento de tierras presenta, en relación a los años sesenta, niveles más altos
y formas distintas, además de su impacto en la exclusión social y el deterioro
del ambiente; y que en América Latina ocurre un mayor dinamismo en el
acaparamiento de tierras en relación a otras regiones del mundo; una porosi-
dad interregional de capitales y una menor presencia de estados extranjeros
como inversionistas.
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del 2000 al 2011
relacionado con elcae fuertemente.
desempeño Este
de los proceso se encuentra
agronegocios, estrechamente
que han incidido en la
reducción de la agricultura familiar, el aumento en el precio de la tierra y la
concentración de la propiedad; también en las presiones ambientales con
bienes como la soya y la producción forestal y el crecimiento del merca-
do de trabajo que ha encarecido el salario. Asimismo influyen procesos que
responden al funcionamiento interno de la agricultura familiar como los
problemas sucesorios “que inducen al reparto de la herencia antes que a la
preservación del patrimonio” y la insatisfacción de las necesidades básicas.
En Ampliación de fronteras agrícolas en Argentina. Interrelaciones en-
tre el capital concentrado y la producción familiar, Mónica Bendini muestra
el impacto de los agronegocios sobre la producción familiar en zonas mar-
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Jonathan Fox realizan un análisis exhaustivo que relaciona los índices de in-
tensidad migratoria con la marginalidad en el campo mexicano en el ámbito
municipal que les permite alcanzar conclusiones novedosas. Por un lado,
los índices de intensidad migratoria han crecido en una tercera parte de los
municipios rurales, pero por otro, más de la mitad de la población rural aún
vive con bajos grados de dependencia de la migración internacional. Ello
desmistifica la idea de que la migración ha sido la salida principal para la
mayoría de la población rural más pobre. Concluyen también que, a pesar
del aumento en la migración, la población rural ha crecido en términos ab-
solutos. Estas y otras conclusiones, constituyen elementos muy valiosos para
repensar la cuestión migratoria en el campo mexicano.
Luisa Paré en La disputas por la apropiación del agua. ¿En el umbral de
una globalidad excluyente? analiza los conflictos que surgen del proyecto de
construcción de una represa e hidroeléctrica en la Cuenca del río Antigua
para resolver el problema de “escasez” de agua en la ciudad de Jalapa, México.
Señala en primer término, que el problema de la carencia de agua corres-
ponde en mayor medida a problemas de orden administrativo y de gestión
que a escasez del recurso. En este contexto, señala que el impulso de este
proyecto apoyado por los gobiernos estatal y municipal, apunta más hacia
favorecer a determinado grupo de inversionistas que a resolver un problema
real. Aborda la emergencia de un movimiento y organización que se opone a
la construcción de la represa, Pueblos Unidos de la Cuenca Antigua por los
Ríos Libres, que inició como una lucha de resistencia local y que ha logrado
sumar distintos actores, hasta lograr que la empresa brasileña encargada de
la obra se retire, pero, como dice la autora, el campamento sigue. Analiza de
donde viene la fuerza de este movimiento como parte de una lucha amplia
contra el embate del capital sobre los recursos naturales.
La contribución de Isaías Tobasura Acuña lleva por título El reto de la
sociología rural latinoamericana hoy: producir conocimiento situado. Plan-
tea que la sociología rural ha estado influenciada por un conocimiento ajeno
a la realidad de América Latina, con un sesgo eurocéntrico y señala que es
necesario que se impulse conocimiento situado, logrando marcos de refe-
rencia propios que superen el colonialismo intelectual. Aborda las visiones
literarias sobre el campo con el fin de proponer nuevas miradas y formas
de conocimiento de la realidad rural, y propone conceptos tomados de las
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ciencias naturales o de otras disciplinas, tales como metabolismo social. Su-
braya que de nuevo los movimientos campesinos están en la cresta de la ola,
pero ya no luchan por la tierra sino por los derechos humanos, la defensa del
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Armando Bartra2
Resumen
La vigencia práctica, teórica y utópica de los campesinos se argumenta a la
luz de la crisis agrícola que demanda su aporte alimentario así como de los
movimientos que protagonizan, concluyendo que tanto en términos econó-
micos como sociales los pequeños productores rurales y sus comunidades
son un paradigma alternativo.
Abstract
This article argues the practical, theoretical and utopian force of peasants
in the light of the agricultural crisis that demands their food contribution
and the movements they represent, concluding in both economic and social
terms, small farmers and their communities constitutes an alternative para-
digm.
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Y hay que hacerlo, dice el Banco, entre otras cosas porque de los 5 500 mi-
llones de habitantes de los países en desarrollo, 3 mil millones viven en el
campo, es decir media humanidad es rural. “De modo que se requiere una
revolución de la productividad de los pequeños establecimientos agrícolas”
(Banco Mundial, 2008). De inmediato se definen en el mismo sentido el
Fondo Monetario Internacional (FMI), en su reunión de primavera de 2008;
la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimenta-
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ción (FAO), en
denominada su informe
Hambre Cero;de
y, septiembre
para nuestrodesubcontinente,
2008 y en su estrategia
la Comisiónglobal
Eco-
nómica para América Latina (CEPAL), en su informe de abril de 2008.
En esta coyuntura muchos países que atenidos a las importaciones dis-
ponibles y baratas habían debilitado premeditadamente la agricultura de
mercado interno, reorientan su política rural en la perspectiva de reactivar la
pequeña y mediana producción alimentaria. Entre ellos economías socialis-
tas, como la cubana, que por el camino del monocultivo cañero-azucarero y
el estatismo agropecuario, había caído en una severa dependencia.
A la apuesta por la economía campesina se adhieren también redes y
asociaciones como La Vía Campesina y la Federación Internacional de Mo-
vimientos de Agricultura Orgánica, así como numerosas agrupaciones de
productores familiares, todos los cuales convergieron durante 2014 en impul-
sar el Año Internacional de la Agricultura Familiar. Francois Thabuis, pre-
sidente de una organización francesa de Jóvenes Agricultores, formula con
claridad la idea fuerza que los une: “La agricultura familiar es la agricultura
del futuro, la elección de los hombres y las mujeres que trabajan la tierra y
contribuyen a la recuperación productiva del medio rural” (AIAF, 2014: 20).
Sin embargo pronto se hace evidente que el neocampesinismo de los
organismos multilaterales era sólo proclama y que la respuesta dominante a
la crisis alimentaria no es tanto el reforzamiento consistente de la pequeña y
mediana producción agropecuaria, como la expansión aun mayor del modelo
rural empresarial. Expansión que en un primer momento toma la forma de
una inédita ofensiva del gran dinero y algunos gobiernos sobre las tierras
potencialmente rentables para el capital y por tanto sobre las comunidades
que las habitan.
Así en el arranque del tercer milenio presenciamos un acrecentado pro-
ceso global de acaparamiento, concentración, financiarización y extranjeri-
zación del suelo que está asociado con la expansión de la minería, las urba-
nizaciones, las represas, las carreteras, el gran turismo y otros negocios pero
donde el hambre de tierras para siembra es el apetito más voraz.
Desde 2007 la crisis agrícola hizo evidente que -en un contexto de cose-
chas erráticas por el cambio climático- la expansión de la demanda alimen-
taria, forrajera y de biocombustibles no podía ser satisfecha por el modelo
agroalimentario prevaleciente. Y así, un ámbito que por décadas había sido
comparativamente poco atractivo para el capital, devino promisoria fuente
de ganancias y sobre todo de rentas. Arrancó entonces una rebatiña planeta-
ria por la tierra; carrera de ratas alentada por organismos multilaterales como
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3 Ver The Race for Land. Afrikagrupperna, Forum Syd, Swedish Cooperative Centre, Estocolmo,
2012, p. 12.
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y mediana producción campesina, y donde el mercado de tierras, crédito,
insumos, y productos era más o menos intervenido por algunos gobiernos.
Hoy esto ha cambiado: el gran capital trasnacional se está volcando en el
campo y muchos gobiernos pasaron de regular la producción a promover la
venta de tierras a los inversionistas extranjeros. Un indicador: entre 1989 y
1991 la inversión extranjera directa en agricultura fue de apenas 600 millones
de dólares, mientras que entre 2005 y 2007 fue de 3 mil millones (UNCTAD,
2009).
“La compra de tierras es claramente uno de los mayores negocios de la
economía global”, sostiene Charlotte Castan (citada por Chouquer, 2012:
30). Y la misma autora menciona que entre 2001 y 2011 se firmaron 2012
contratos de compraventa de tierra por un total de 228 millones de hectáreas.
La nueva ofensiva territorial sólo encuentra paralelo en la que acompañó la
expansión inicial del comercio sobre todo el planeta. Si en los orígenes del
mercantilismo se formaban sociedades por acciones para incursionar en los
territorios de ultramar, como la que llevó el descriptivo nombre de Misterio
y Compañía de los Comerciantes Aventureros, para el descubrimiento de re-
giones, dominios, islas y lugares desconocidos (Huberman, s.f.:90), y años
después corporaciones como la Compagnie Francaise du Congo tenía 4 millo-
nes 300 mil hectáreas en las colonias y la Caoutchoucs el Produits de la Lobac,
contaba con más de 3 millones, hoy la norcoreana Daewo Logistics tiene un
millón 300 mil en Madagascar, la Global Green Energy, casi un millón en
ese mismo país además de en Mali y Guinea, mientras que China, compró
dos millones 800 mil en la República Democrática del Congo (Chouquer,
2012:12). Y todavía “algunos dicen que el colonialismo es cosa del pasado”,
escribe en un reporte de 2008 el grupo GRAIN, que ha estudiado bien estos
asuntos.
Muchos factores la condicionan pero el disparador de la renovada avidez
capitalista por las tierras de la periferia es el alza fluctuante pero tendencial-
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incremento de la población mundial pero también de los crecientes reque-
rimientos de los países que en nombre de las “ventajas comparativas” había
desalentado la producción interna y renunciado a la autosuficiencia, por la
demanda de forrajes ocasionada por el cambio de dieta de pueblos como los
de China, India e Indonesia, que incrementaron su ingesta de carne y leche,
y finalmente por la demanda de agrocombustibles derivada del agotamien-
to del petróleo fácil y barato. Procesos que condujeron a circunstanciales
coyunturas de escasez de ciertos granos, real astringencia que el oligopolio
de las graneleras y los fondos de inversión que especulan en bolsa con los
alimentos, tornaron explosiva.
El resultado fue que un sector que ya era sistemáticamente saqueado
desde el segundo piso por corporaciones productoras de insumos como
Monsanto, por graneleras como Cargill y por agroindustrializadoras como
Nestlé, devino enormemente atractivo para las inversiones directas en la
producción primaria y en las tierras y aguas que son su sustento.
El mundo económico se ha dado cuenta de las altas ganancias que
pueden obtenerse en la agricultura -sostiene Castan- y las compañías
están explorando nuevos métodos económicos y financieros, inspira-
dos en los de otros sectores de la economía global. El resultado es que
la agricultura se ha incorporado al modelo liberal dominante (Cho-
queur, 2012:30).
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derivados
renta. inmediatos, estas utilidades extraordinarias se fijan en forma de
Hay que reiterar aquí que, a diferencia de las ganancias que provienen
de la inversión, las rentas se originan en la apropiación de bienes natura-
les escasos que por el sólo hecho de serlo generan ingresos de monopolio.
Bienes privatizados que, además, son de diversas calidades y rendimientos
económicos, por lo que generan rentas diferenciales. Estas rentas no salen
de la tierra, de la mina o del espectro electromagnético, salen del fondo co-
mún del capital global y son un sobrelucro obtenido a costa del resto de los
empresarios. Utilidad extraordinaria que permite a los rentistas contrarrestar
la tendencia decreciente de las ganancias y, sobre todo, la volatilidad de los
mercados, factores que afectan negativamente a los capitales marginados del
monopolio sobre los recursos naturales -o financieros- y por tanto obligados
a competir.
Así las cosas, rentista, especulativo, parasitario y predador son los términos
que definen al capitalismo de la Gran Crisis.
En el campo progresista uno de los saldos de la escasez y revalorización
de los recursos naturales es la regresión de una parte del pensamiento eco-
nómico antisistémico a posturas que asemejan las de los fisiócratas franceses
del siglo XVIII, pues así como aquellos consideraban que sólo la agricultura
crea riqueza y que esa plusvalía es un don que mana de la fertilidad natural
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–nadie lo niega– sobre estas irracionalidades estructurales básicas lucran los
monopolios agroalimentarios y los capitales especulativos, añadiendo irra-
cionalidad a la irracionalidad.
Pero es, eso: un añadido. La crisis alimentaria forma parte de la debacle
civilizatoria porque el antagonismo sistémico que en ella se manifiesta remi-
te no solo a los monopolios y la especulación dominantes en los ámbitos de
la distribución y la circulación y agudizados en los últimos treinta años, sino
también y sobre todo a los seculares y a la larga insostenibles paradigmas de
producción y consumo propios de la modernidad capitalista; un orden preda-
dor de la sociedad y la naturaleza cuyas contradicciones son estructurales
pero se agudizan por el predominio de la especulación financiera propio de
la fase neoliberal. Así lo veo yo y así lo ven la mayor parte de los ecologistas
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ducción que ciertamente reduce las ganancias del capital, mientras quienes
sostenemos que la crisis alimentaria es parte de la “crisis general del capita-
lismo” nos referimos no sólo a una cíclica y transitoria contracción econó-
mica sino al progresivo y terminal estrangulamiento del sistema en todas sus
dimensiones. Contra lo que piensa Blanca de que “no se trata por tanto de
una crisis productiva” (p. 194), sostenemos que se trata de la mayor crisis pro-
ductiva posible: aquella por la que un sistema se muestra tendencialmente
incapaz de alimentar, arropar y cobijar a las personas que lo padecen.
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Ubicar las causas últimas de las crisis del hambre en el monopolio agroa-
limentario, como lo hace La Vía Campesina, o en la estrategia financiera
estadounidense, como lo hace Blanca Rubio, es parcial, impreciso y a mi
juicio configura una desviación circulacionista. El verdadero quid del asunto
es otro y lo formulé en un texto de 2013 que ahora cito:
“La diferencia de fondo entre quienes enfatizan la especulación como
núcleo de la crisis alimentaria y quienes para explicarla subrayamos la
tendencia al deterioro de las premisas agroecológicas de la producción
y a la escasez, está en que ellos siguen el razonamiento canónico según
el cual en el capitalismo las fuerzas productivas encarnan la virtud y
el pecado radica nada más en las relaciones de producción y distribu-
ción, mientras que para nosotros el sistema ha pervertido también a
las fuerzas productivas que se volvieron destructivas” (Bartra, 2013: 26).
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4 Ver www.ejatlas.org.
5 Ver http://www.globalwitness.org/deadlyenvironment/
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facilite aún más el tránsito de la propiedad ejidal colectiva al pleno dominio
individual privado. Porque la reforma constitucional de 1991, orientada a que
las tierras de propiedad social pudieran titularse y venderse, no provocó ni
con mucho la privatización masiva de ejidos y comunidades que unos temía-
mos y otros esperaban. Al contrario en 2013 existen 31 893 núcleos agrarios,
1 910 más de los registrados en 1991, y entre los censos disponibles, que son
los de 1991 y 2007, el número de ejidatarios y comuneros no disminuyó sino
que aumentó, de modo que después de treinta años de neoliberalismo hay
en México 5 millones de campesinos: 3.8 millones de ejidatarios, 600 mil
comuneros y 1.6 millones de pequeños propietarios (Gordillo, 2014). Y esto
es lo que la “reforma estructural” faltante, que es la dirigida a desamortizar el
campo, tratará de corregir.
En el campo la expoliación tiene muchos filos. El territorial cuando se
arrebata a las comunidades la posesión sobre los lugares donde habitan y
trabajan para franquearle el paso a minas, presas, carreteras, ductos, urba-
nizaciones, desarrollos turísticos... El hídrico cuando se les roba el agua y su
manejo. El biológico cuando se las excluye de áreas de valor ambiental y de
su cuidado. El genómico cuando se les quita el control de sus simientes y se
las contamina con transgénicos. El productivo cuando se desposee a los cam-
pesinos de sus recursos y capacidades agrícolas para entregárselas al agro-
negocio. El mercantil cuando las trasnacionales y los grandes comerciantes
dominan e imponen sus términos en todos los ámbitos. El cultural cuando se
mercantiliza su identidad usurpando significados y valores. El comunicativo
cuando se les impide acceder a los medios electrónicos. El político cuando se
les niega el derecho a gobernar en sus jurisdicciones. El delincuencial cuando
los carteles del narco ocupan y mandan en los ámbitos rurales.
Estas vertientes del despojo tienen historia pero ahora todo indica que
la anunciada reforma del campo es la cereza del pastel, pues se presume que
busca arrebatar a ejidos y comunidades la propiedad social de la tierra, derecho
ancestral por el que hace un siglo dieron la vida un millón de mexicanos.
La multiforme expoliación a la que están sometidos los campesinos es
alarmante. Sin embargo la amenaza mayor, la más siniestra, es que pretenden
despojarlos del futuro, quitarles a las nuevas generaciones rurales toda espe-
ranza de encontrar en el agro una vida mejor.
Tierra, agua, vida, simiente, producción, mercado, voz, identidad, auto-
nomía, seguridad, propiedad social, esperanza… Van por todo. Por fortuna
muchos pueblos se alzan frente al despojo. En los últimos lustros se han
ido tejiendo redes de resistencia en las diferentes vertientes de la agresión:
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contra la minería tóxica, contra las grandes represas, contra las afectaciones
ambientales, contra el fracking, contra la privatización del agua, contra los
transgénicos, contra los megaproyectos…
Veamos algunos ejemplos emblemáticos de resistencia territorial, ante
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tres tipos distintos de amenaza: minas, represas y narcotráfico.
Wirikuta, en San Luís Potosí, es un territorio de enorme valor simbólico
para los huicholes que está amenazado desde 2009 por empresas mineras
trasnacionales. “Queremos defender este lugar sagrado -manifestó uno de
sus chamanes que había peregrinado al Cerro del Quemado- que no se sa-
que el corazón y la sangre de Wirikuta, porque está vivo. Si lo hicieran, el
pueblo wixárika desaparecería” (citado en Barett, 2012).
Todos preservamos el orden cósmico de a poquito con los pequeños ri-
tos privados y sociales de los que está empedrada la cotidianidad, pero los
wixárica asumen la compartida responsabilidad cósmica de manera excep-
cionalmente entusiasta, generosa y colectiva, además de periódica, ritual y
estetizada. Así, las peregrinaciones que treinta mara´akate o jicareros reali-
zan todos los años al cerro sagrado de Wirikuta, donde a través de visiones
propiciadas por el largo viaje, el ayuno y el hicuri o peyote, recrean el mundo
de la luz, son eventos que de algún modo nos incumben a todos, por muy
agnósticos que algunos seamos.
Pero la peregrinación anual de los chamanes huicholes está en riesgo y
por ende también peligra la armonía cósmica. Grandes partes del Desierto
del Amanecer, que por decreto estatal es Área Natural Protegida, que se lo
considera Área de Importancia para la Preservación de las Aves, que desde
1988 fue incorporado por la Unesco a la Red Mundial de Lugares Sagrados
Naturales y que desde 2004 está en lista de espera para ser reconocido como
Patrimonio Cultural y Natural de la Humanidad, fueron cedidas en 2009
por el presidente Felipe Calderón a la minera First Majestic Silver, que tiene
22 concesiones que abarcan 6 327 hectáreas, y a la Revolution Resources, cuyo
Proyecto Universo, está previsto para ocupar 60 mil hectáreas, la quinta parte
de la reserva.
Aunque divididos por un siglo de disputas territoriales, representantes de
los 45 mil wixárica que habitan partes de Jalisco, Nayarit, Zacatecas y Du-
rango, se congregan año tras año para cumplir el compromiso que tienen con
ellos mismos, con nosotros y con el universo. Y en 2013 lo hicieron también
para defender sus territorios sagrados. El Frente Tamatsima Wahaa puso en
acción a los indígenas, pero movilizó igualmente a un amplio segmento de la
opinión pública integrado por quienes sabemos que permitir la destrucción
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XVIII, y pronto
nuevo dios los indios que
del inframundo era trabajaban en el socavón
El Catrín, quién a cambiodescubrieron que el
de bonanza exi-
gía sacrificios humanos en forma de accidentes fatales. Sin embargo, escribe
Salvador Aquino que recogió la historia, la mudanza de representaciones no
fue completa pues
mientras que en el imaginario de los obreros el subsuelo pertenecía a
El Catrín, el territorio, el lugar donde llevaban a cabo su vida cotidia-
na, pertenecía a otra dimensión. A lo largo del territorio de Capulal-
pan existen sitios sagrados, lugares de peticiones de lluvia, sitios donde
generaciones de comuneros han trabajado dando tequios, lugares de
cultivo, sitios antiguos de la memoria de la fundación de la comunidad
(Aquino, 2013).
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está relativamente cerca la carretera, como dos mil árboles verdes cada
día. Y pues veíamos como se devastaba nuestro monte, sobre todo el
que le llamamos “El San Miguel”. Me tocó ver que esos, los talamon-
tes, pasaban por el centro del pueblo aun cuando la calle era de sentido
contrario. Pasaban y nadie decía nada. Al contrario, creo que hasta
nos agachábamos para no tener problemas. Hasta que la gente se fue
hartando. Y más cuando empezaron a derribar cerca del ojón de agua
que nosotros conocemos como La Cofradía. Eso fue lo que hizo que
nos levantáramos.6
Y “nadie decía nada” porque los rapamontes eran parte de “los malos”, “los
armados”, “los mañosos”, grupos criminales fuertemente pertrechados que
además del tráfico de drogas se apropian de recursos mineros y forestales
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6 Entrevista realizada por Mayra Terrones, para proyecto de Tesis de posgrado en el Instituto de
Ciencias Sociales y Humanidades de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla.
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acciones a realizar en los tres meses siguientes. Y mantienen abundantes ne-
xos internacionales, entre ellos el que tienen con El Tribunal Permanente de
los Pueblos, que ha documentado 300 luchas contra afectaciones del territo-
rio y otros bienes comunes, que dan fe de las tendencias confluentes de una
lucha aun parcelada, pero sin duda en proceso de unificación. El mismo sig-
nificado tienen iniciativas como el Movimiento por la Soberanía Alimenta-
ria, la Defensa de la Tierra y el Agua, los Recursos Naturales y el Territorio,
nacido en 2014 en un variopinto encuentro nacional, y compuesto por unas
40 organizaciones rurales. El movimiento emitió un elocuente manifiesto en
el que se dice “No al despojo de ejidos y comunidades. No a la devastación
de los recursos naturales. Salvemos el agua, el aire, la tierra y el territorio de
todos. Derogación total de las servidumbres legales de hidrocarburos”.
La defensa del territorio se politiza. En un país donde el Estado, que por
años se presentaba como heredero de “La Revolución”, extendió sus atribu-
ciones a todos los ámbitos de la producción y la reproducción; en el país del
Ogro filantrópico los movimientos sociales se tornan políticos rápidamente,
pues a las primeras de cambio se topan con el poder gubernamental. Más
aun los campesinos, que por décadas dependieron de papá gobierno para
acceder a sus parcelas y a los recursos para cultivarlas. La defensa del te-
rritorio también se topa con el gobierno que proyecta presas, carreteras y
ductos, y que otorga los permisos para otros emprendimientos, sin embargo
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más fuerte. Las amenazas graves de por sí movilizan, pero lo hacen más
fácilmente donde los afectados disponen de previas experiencias organiza-
tivas, como las de la Unión de Comunidades Indígenas de la Zona Norte
del Istmo (Ucizoni) y otras que impulsan en el Istmo de Tehuantepec la
resistencia a las eoloeléctricas; la Cooperativa Tosepan Titataniske, de la sie-
rra de Puebla, que anima la resistencia a minas e hidroeléctricas invasivas;
el Frente Democrático Campesino y El Barzón que se movilizan en Chi-
huahua contra los pozos clandestinos y el acaparamiento de agua por los
menonitas, etc. Y es que la defensa del territorio puede ser explosiva, pero
por si misma no genera prácticas y estructuras que le den continuidad a
los movimientos. Más allá de los sabidos e inevitables flujos y reflujos de la
participación popular, la permanencia de los núcleos básicos depende de que
se vaya creando patrimonio organizativo y densificando el entramado social,
lo que habitualmente se logra pasando de las emergencias coyunturales a la
atención de problemas estructurales.
La resistencia en los territorios es campesindia. Tanto los indígenas como
los mestizos defienden su patrimonio, pero no es la coincidencia de unos y
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las comunidades
territorios de por
perdidos la Costa Chica
la acción deylaLa Montaña guerrerense
delincuencia recuperar los
y las arbitrariedades de
la fuerza pública; del proyecto de Turismo con identidad que por un tiempo
cohesionó a la Cordesi en la Sierra norte de Puebla. Y en el plano nacional,
tal es el caso de propuestas legislativas como la nueva Ley General de Aguas,
que promueve la campaña Agua para Todos. Agua para la Vida; las iniciati-
vas para preservar nuestro territorio genómico, que impulsa la campaña Sin
Maíz no hay País; la Ley Minera Ciudadana; la Ley de Consulta Popular…
Aun sin proclamarlo el movimiento es anticapitalista. Oponerse al des-
pojo y la depredación, es decir a la violencia expropiatoria con que el gran
dinero se hace de las premisas de la acumulación, y resistir su forma destruc-
tiva de consumir esos recursos, es poner en entredicho uno de los dos pilares
del sistema capitalista. El otro es la conversión de nuestra fuerza vital en
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quitaran. La misma idea expresa Ignacio del Valle, principal dirigente del
Frente de Pueblos en Defensa de la Tierra de San Salvador Atenco (FPDT).
Nacho, doña Trini y su familia no viven exclusivamente de la agricultura y el
pozo que tenían fue clausurado por las autoridades, por lo que ahora depen-
den del temporal para hacer milpa, pero aun así a principios junio siembran
algo de maíz y poco después cebada. “Sembramos -dice- para que la gente
que ha caído en el desánimo vea que defender la tierra, defender nuestra
identidad como campesinos sí tiene sentido”.
El movimiento se organiza inicialmente en redes temáticas que son su
fuerza y su debilidad. Las organizaciones rurales nacionales que fueron prota-
gónicas en las oleadas de lucha por la tierra, por la producción o por los dere-
chos autonómicos, más allá de algunas declaraciones, hasta ahora han tenido
una escasa participación en los combates contra el despojo. Por su parte, las
redes que las mismas resistencias locales han construido con apoyo de grupos
de la sociedad civil, son convergencias estrechamente temáticas y aunque a
veces buscan englobarse como oposiciones a los “megaproyectos”, el hecho es
que por el momento han servido para visibilizar y procurar solidaridad pero no
para mucho más. El movimiento recurre a las movilizaciones, pero estas son
casi siempre locales, focalizadas en el problema específico que las provoca y
protagonizadas por los agraviados directos y sus acompañantes solidarios. Sin
duda la lucha contra las presas, contra las minas, en defensa del agua y contra
los daños ambientales mira más allá de sus regiones y hasta se globaliza, pero
por lo general lo hace a través de convergencias en red y encuentros temáticos,
de modo que su presencia nacional es menos visible que la de otros sectores,
como los campesinos organizados, que tienen entre sus usos políticos grandes
marchas conjuntas y movilizaciones en la capital de la República. Un ejemplo
dramatiza lo que quiero decir: el 22 de julio de 2014, día internacional contra la
minería tóxica, algunas decenas de activistas se citaron en el monumento a la
Independencia, en la ciudad de México, para denunciar la afectaciones terri-
toriales que ocasionan los tajos a cielo abierto; al día siguiente 30 mil campe-
sinos de diferentes organizaciones sobre todo los agrupados en coordinadoras
nacionales, marcharon hasta el Zócalo en defensa de la propiedad social de la
tierra amenazada por las leyes reglamentarias de la reforma energética Cons-
titucional… Sin ignorar que en las organizaciones grandes hay caudillismo
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y clientelismo, el contraste entre un puñado de clasemedieros en el Ángel y
decenas de miles de agricultores en la plaza mayor, da que pensar.
Las organizaciones civiles son los intelectuales orgánicos del movimien-
to. En la lucha por la tierra de los setenta del pasado siglo y en los combates
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es gravísima. Pero el gran despojo empezó hace más de treinta años con el
progresivo desmantelamiento de la pequeña y mediana producción rural y
el impulso a una excluyente agricultura empresarial que desalentó a las nue-
vas generaciones. Y si los jóvenes se distancian física o espiritualmente del
campo pues no quieren repetir el nefasto periplo de sus padres y abuelos, la
defensa de la tierra contra otras amenazas se ahueca y debilita. Defender la
tierra es defender al mismo tiempo la economía y el modo de vida campe-
sino.
San Andrés Totoltepec, México, agosto, 2014
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Resumen
Durante los últimos seis años (2008-2014), la persistente crisis financiera ha
estado asociada a una creciente crisis alimentaria que no ha amortiguado la
primera. Al contrario, la financiarización de los precios alimentarios ha soca-
vado ambos sectores y ha mostrado ser un remedio peor que la enfermedad.
Acabó instalando incluso mayor inestabilidad en ambos niveles: los sistemas
alimentarios y la rentabilidad general del capital. Para las poblaciones, el
actual sistema alimentario mundial está agotado. Desde el punto de vista del
capital, la rentabilidad de los sectores productivos permanece insuficiente
e insostenible. Al incorporar al sector alimentario, el capitalismo inclusivo
ha llevado a una disminución de la rentabilidad del capital en los sectores
no agrícolas. Los organismos internacionales (Banco Mundial, FAO) y el
gobierno norteamericano también dan prioridad a formas familiares de pro-
ducción alimentaria, que elevan la rentabilidad de los sectores no-agrícolas.
El capitalismo requiere por cierto de sectores sin goce de la ganancia ni de la
renta para concentrar las ganancias en sus sectores más avanzados.
Abstract
During the last six years (2008/2014), the persisting financial crisis has been
coupled with a growing food crisis, which hasn’t cushioned the former. Ins-
tead, since 2008, the financialization of food prices has undermined both
and proved to be a remedy much worst than the disease. It ended up ins-
talling even more instability at both levels: food systems as well as general
profitability of capital. For populations, the current world food system is
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Fracaso de la mundialización
Desde la crisis de las subprimes en EUA, en septiembre de 2008, la inestabi-
lidad internacional no deja de desplazarse por el mundo, de extenderse y de
reincidir. Aun cuando al principio el foco de esta crisis se ubicó en Estados
Unidos, las otras partes del mundo siguen hasta hoy, 2014, sufriendo las con-
secuencias de ésta, a niveles mucho más graves y con dificultades cada vez
más insuperables. La gestión norteamericana de la crisis logró transferir el
mayor fardo de su marasmo económico a otras partes del mundo, en especial
a Europa, pero también a Asia y América Latina. El resto del mundo paga
hoy un tributo elevado y sin visos de mejoría, aunque no estaba implicado en
esta crisis típicamente norteamericana.
La extensión de esta crisis, su desplazamiento y profundización en otras
partes del mundo son consecuencias tanto de la mundialización como de la
financiarización del capital. Las esperanzas de un rápido regreso a la estabili-
zación de la economía mundial se demoran de nuevo en este año de 2014, y al
contrario por todas partes en el mundo aparecen nuevos focos de volatilidad
e inestabilidad. Quedó sin respuesta convincente el dilema que enfrentan
las otras partes del mundo: mientras persisten en la vía del pasado, corren
el riesgo de ir siempre a remolque de sus modelos de “export-led growth”,
los que hoy están sufriendo de frente las consecuencias de la desacelera-
ción de los mercados norteamericano y occidental. Pero si en cambio optan
por revertir su modelo económico en aras de desarrollar su propio mercado
interno, corren el riesgo de encontrarse a la vera de todo financiamiento
externo. En tales condiciones, cuando la economía occidental se bloquea,
esto implica inevitablemente la desaceleración de todas las otras partes del
mundo que hasta la fecha siguen dependiendo principalmente de los mer-
cados occidentales. Se ha dicho y escrito mucho sobre la supuesta nueva
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a remolque del ciclo de las economías occidentales, que siguen siendo sus
principales mercados. Hasta hoy, no tenemos nada nuevo que notar en la
historia económica: el agotamiento del consumismo en los países occiden-
tales arrastra tras de sí, como siempre en historia económica, el agotamiento
de los modelos de crecimiento jalados por las exportaciones en los países
emergentes. El fracaso de la mundialización de las últimas décadas está ex-
tendiendo sus efectos negativos a los países emergentes, la financiarización
está agravando sus equilibrios inestables y provocando nuevas distorsiones
en los sectores económicos de los países emergentes como en los de los paí-
ses occidentales.
Las deslocalizaciones industriales de la fase anterior hacia los países
emergentes produjeron excedentes externos en éstos, con la consecuencia de
amplios déficits comerciales de los países occidentales, que se endeudaron
fuertemente con aquellos. Hoy, los países más endeudados son los que han
tenido las mayores pérdidas de sus sectores productivos debido a las desloca-
lizaciones industriales, y los países acreedores son los que se han beneficiado
con estas relocalizaciones. Fuertes desequilibrios internacionales, déficits es-
tructurales muy elevados, así como excedentes acumulados demasiado altos,
propician hoy una volatilidad creciente en las relaciones internacionales. La
falta de confianza internacional se deriva sobre todo de las distorsiones es-
tructurales más profundas de ambos lados del sistema mundial.
La mayor paradoja actual radica en el hecho de que quienes con sus prác-
ticas fueron responsables de la crisis de 2008, están de regreso a la dirección
de los negocios y de las economías, para administrar su propia crisis con las
mismas políticas y herramientas que la provocaron hace seis años. Una vez
más, tal como lo había recalcado el político francés Talleyrand respecto de
la dinastía real francesa de los Borbones durante la restauración monárqui-
ca de 1815, nuestros financieros, banqueros y especuladores “no sólo no han
aprendido nada, sino que no han olvidado nada”. Hoy el sistema mundial
está funcionando en condiciones de profunda escasez de financiamiento y de
liquidez, una escasez incluso más grave que en 2008. El editorialista Martin
Wolf del Financial Times señala que a pesar de la inyección constante de
enormes cantidades de liquidez por el Banco Federal norteamericano FED,
en el marco de su programa de Quantitative Easing, la liquidez global en
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Hoy en día, la falta de visibilidad del futuro es tan grave que varios eco-
nomistas se conforman con la idea de que las crisis son inevitables en el
capitalismo, pero no son exentas, no obstante, de ciertos beneficios en con-
traparte, en especial la extensión de las “reformas” institucionales en pos de la
flexibilidad del mercado laboral y de la competencia “pura y perfecta”, siem-
pre con el pretexto de asegurar la “viabilidad” de los sistemas económicos.
Desde 2008, los responsables de la formación de burbujas financieras espe-
culativas intentan por todos los medios seguir su huida hacia el futuro: para
evitar el estallido de burbujas provocadas por ellos mismos, tratan de susti-
tuirlas por otras cada vez más grandes, como si estas pudieran hacer olvidar
las anteriores. Desde 2008, las nuevas burbujas se concentran precisamente
en la financiarización de los precios agrícolas y alimentarios. Luego de la
crisis de 2008, una enorme “burbuja financiera alimentaria” emergió, con la
pretensión de servir como amortiguador de las consecuencias del estallido
de las burbujas anteriores en la esfera financiera y de la vivienda. El valor
de los productos agrícolas y alimentarios pareció así ser un valor “seguro” y
“sano” en un contexto de inestabilidad general y de caída de todos los otros
valores. Los únicos que hasta hoy persisten en no reconocer la emergencia
reciente de la burbuja alimentaria son precisamente los que se benefician
de ella, como lo nota irónicamente el Washington Post, o sea los traders de
Wall Street que juegan con los valores alimentarios. Sería preciso incluir
también en este grupo de “beneficiarios inocentes” a las instituciones regu-
ladoras como la Commodity Futures Trading Commission (CFTC), que
persisten en declarar que faltaría todavía la evidencia estadística del impacto
de las inversiones sobre las variaciones brutales y la volatilidad de los precios
alimentarios. Como siempre, todo el mundo sabe lo que ocurre, salvo los
que se aprovechan de ello, y desde luego también los que están encargados
supuestamente de regular y supervisar este campo.
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El choque alimentario
Ya durante los trabajos del Foro Económico Mundial de Davos de enero
2012, varios participantes se sorprendieron del hecho que “estaban ocurrien-
do cambios mayores de modo tan rápido”. Sin embargo, a menudo en la
historia, enormes cambios acontecen rápidamente y de manera tan incon-
tenible como irreversible. La historia económica permite confirmar que es
en medio de las crisis, cuando muchos acontecimientos mayores ocurren.
El acontecimiento fundamental durante los últimos seis años desde la crisis
de 2008 ha sido la rápida alza de los precios alimentarios combinada con
las caídas de la producción y el declive de la productividad en la economía
alimentaria mundial. Esta alza irresistible de los precios alimentarios, a pe-
sar de su desaceleración desde 2012, está manifestándose de nuevo desde el
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principio del 2014, como lo destaca para mayo de 2014 el Observatorio de
los Precios Alimentarios del Banco Mundial (World Bank, 2014). Una vez
más, estos fenómenos inquietantes son consecuencia directa de la financiari-
zación brutal de las economías alimentarias. La mayoría de los participantes
en la Conferencia de Davos habían notado que “la toma de participaciones
financieras en el campo alimentario constituía un importante y creciente
componente en las carteras tanto individuales como institucionales de los
especuladores internacionales (Curwin, 2012).
Así mismo, resaltaban también y en varias ocasiones el carácter disfun-
cional de la agricultura actual, incluso la de E.U.A, donde el Departamento
de Agricultura reconoce el actual callejón sin salida, en particular en cuanto
a la economía agroalimentaria. El alza incontenible de los precios alimen-
tarios alcanzó en Estados unidos niveles sin precedente, y se acompaña de
un doble declive: tanto el de la productividad agraria por acre cultivada,
como el de los inventarios americanos de granos, que han disminuido hoy
a niveles inferiores a los de 1996. Así pues, una nueva guerra mundial por la
seguridad alimentaria, además de la de la seguridad energética, se vislumbra
ya en los conflictos internacionales que se divisan en el horizonte. Incluso
los acontecimientos de la Primavera Árabe y sus prolongaciones en los países
de Medio Oriente y en Ucrania, podrán ser interpretados por los historia-
dores del futuro como antagonismos entre poblaciones en fuerte crecimiento
y producciones alimentarias inadecuadas o en declive3. Además, los anta-
gonismos internacionales en torno a la recuperación de las aguas y contra
la amenaza de desertificación creciente del planeta representan un “factor
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no ha dejado
ya sea debidode reactivar
a la presiónladeley ricardiana sea
la demanda, de los rendimientos
debido decrecientes,
a los límites de la oferta
alimentaria en las estructuras actuales. Hoy esta situación coexiste no solo
con la financiarización de la producción agrícola y alimentaria, sino con el
alza de los precios respectivos y con la degradación de las condiciones de la
producción. Se observa no solo el declive de la productividad agrícola por
superficie cultivada, sino también el alza permanente de los precios alimen-
tarios, acompañada de la inflación estructural de los costos de producción
alimentaria. A corto plazo, las alzas de precios dependen de la especulación
financiera sobre los productos alimentarios (especulación sobre los futuros
de alimentos), pero a la vez son consecuencia de la penetración estructural
del capitalismo en la producción agraria, lo que resulta ser un factor pro-
fundamente desestabilizador no solo de los sistemas agroalimentarios, sino
también del conjunto del sistema de rentabilidad y de reproducción del ca-
pital.
Si los alimentos se producen según el modo capitalista de producción,
como las demás mercancías, su precio no solo debe incluir el costo del tra-
bajo necesario a su producción, sino además también el costo de la ganancia
remuneradora para los empresarios capitalistas que proveen esta producción,
y por añadidura el costo de la renta para los terratenientes que permiten el
uso de sus tierras agrícolas. En otras palabras, antes de la inflación especula-
tiva de los precios alimentarios, cualquier otro tipo de ingreso en los sectores
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sobre los alimentos, mientras que las grandes mayorías están gravemente
perjudicadas por sus consecuencias.” Sin embargo, si la especulación alimen-
taria es intolerable en el plano moral y humanitario, lo es aún más en el
plano económico, porque resulta siempre en la causa de crisis y desastres. Y
cuando el Papa del Vaticano interviene, es porque la situación llegó al límite.
Con el boom de los fondos especulativos sobre los valores agroalimen-
tarios, los promotores del proceso de mundialización sufren hoy los “efectos
boomerang” desestabilizadores de la financiarización de los precios agríco-
las y alimentarios. Los más adelantados en este proceso son también los
primeros en padecer sus consecuencias. El economista americano de Har-
vard Kenneth Rogoff compara las disfunciones y el desconcierto actual en
la cadena agroalimentaria con una suerte de “crisis cardiaca del capitalismo”
(Rogoff, 2012). El ataque al corazón del circuito capitalista, señala, proven-
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financieros a los “operadores de negocios” externos, así como a los contratos
tipo “futuros”. Estas innovaciones ya habían redituado 13 000 millones de
dólares de ganancias en 2003, y hoy reditúan todavía varios cientos de millo-
nes de dólares al año. Según el mismo investigador, el ingreso de los traders y
de los bancos internacionales en el campo agroalimentario fue equivalente a
una invasión de “verdaderos carnívoros”. Las consecuencias de esta mutación
han sido no sólo inestabilidad y volatilidad de los precios alimentarios, sino
también una rápida extensión del hambre en el mundo. Se estima que más de
mil millones de personas de la población del planeta viven hoy en situación
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nes agro-financieras,
la penetración se resume
del modo siempre,capitalista
de producción en últimaeninstancia, a la cuestión
la economía de
campesina
y familiar. Resulta que el capitalismo agrario y la financiarización alimen-
taria se encaminan a dar un golpe fatal a la capacidad de reproducción del
sistema del capital en su conjunto.
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sin regla alguna de los sectores agro-alimentarios. El boom financiero hacia
estos sectores no sólo perjudicó la rentabilidad general del sistema, sino que
propició tensiones crecientes en los países tanto en desarrollo como desa-
rrollados. El nuevo cambio de política hacia la agricultura es alentado sobre
todo por la necesidad de maximizar la oferta de productos alimentarios, re-
duciendo a la vez sus costos de producción y sus precios. Sin embargo, dadas
las condiciones actuales de los sistemas de distribución alimentaria, los pro-
blemas iniciales de inestabilidad y volatilidad de los precios pueden seguir
persistiendo, no sólo por causa de la financiarización, sino por la prevalencia
de las cadenas comerciales en los campos de la transformación y de la distri-
bución de alimentos y productos primarios. Este peligro puede ser evitado si
la transformación y la distribución son dejadas a las asociaciones campesinas
como complemento de sus finanzas familiares, con el apoyo político, moral
y económico de los gobiernos.
Si pese a todo, la extensión del capitalismo en las esferas no capitalistas
sigue adelante, esto provocará sin duda problemas cada vez más insupera-
bles e incontrolables para el funcionamiento del sistema capitalista. Si el
capitalismo contemporáneo se beneficia de la economía familiar en la agri-
cultura, esto no implica necesariamente que la segunda se beneficie también
del primero. La relación entre los dos mundos, el capitalista y el campesino,
no es siempre funcional, puede ser también antagónica, como lo ha sido a
menudo en el pasado. En la historia económica, las dos versiones de esta re-
lación contradictoria, a la vez funcional y contradictoria, persisten. En todo
caso, si hoy se encarga una parte creciente de la producción alimentaria a
la economía familiar, no será la primera vez en la historia que se da una
“recaída” (switch) en las técnicas de producción, aun cuando puede parecer
como algo que va en sentido contrario de lo que algunos consideran siempre
como “progresista” e “inevitable”. Varias veces en la historia, el “retraso” e
incluso la “retrogradación” en ciertas esferas fueron la condición del avance
en otras. Ciertamente, el capitalismo sigue siendo un sistema “global”, pero
esto no implica forzosamente que todos los ámbitos, sectores y esferas deben
conformarse según el mismo modelo productivo. La coexistencia de formas
productivas variadas, algunas más capitalistas que otras, algunas familiares o
comunitarias, no será una novedad en la historia económica y social, puesto
que esta diversidad permite perennizar siempre los procesos de transforma-
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Resumo
Uma abordagem da ecologia política desde a perspectiva latino-americana
exige repensar os fundamentos da matriz de racionalidade eurocêntrica, cuja
geopolítica atual tem a globalização e o desenvolvimento sustentável como
novas formas de colonização/exploração. A ela, criativamente, corresponde
uma série de respostas críticas com o novo protagonismo, a partir das lutas
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Resumen
Un abordaje de la ecología política desde la perspectiva latinoamericana exi-
ge repensar los fundamentos de la matriz de racionalidad eurocéntrica, cuya
geopolítica actual tiene a la globalización y al desarrollo sostenible como
nuevas formas de colonización/exploración. A esa matriz, creativamente,
corresponde una serie de respuestas críticas con el nuevo protagonismo, a
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Abstract
An approach to the political ecology in a Latin American perspective requi-
res the rethinking about the fundamentals from the Eurocentric rationality
matrix, whose present geopolitics have the globalization and the sustainable
development as their new colonization/exploration forms. A creative and criti-
cal series of answers corresponds to this matrix, with the peasants, indigenous
peoples and African Americans new international role, that includes the eco-
logical vector, besides their local/regional struggles. In their new political/the-
oretical lexicon they speak about decolonization, interculturality, transmoder-
nity; juristic pluralism, peoples rights, consuetudinary, not more only the law
based on individual liberal principles or the private property. Accordingly, the
Territory, Territorialities and Territorialization concepts allow to understand
the relationship between nature and society, the kernel of the environmental
problematic, revealing that it is the Nature’s social reapropriation that is at stake
(Enrique Leff ). There’s no forest defense without the forest people (Chico Mendes).
Introdução
Os anos 1960 constituem um momento de grandes transformações político-
-culturais. Novas questões foram trazidas ao debate público e novos grupos
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Foi nesse contexto que a ONU, em 1972, convocou a 1ª Conferência
mundial sobre meio ambiente, em Estocolmo. Definitivamente a problemá-
tica ambiental entrava na agenda geopolítica internacional.
A questão ambiental coloca em xeque o desdobramento produtivista
(tanto na sua vertente liberal como socialista) de um projeto civilizatório
de origem europeia que tem na ideia antropocêntrica de dominação da na-
tureza um dos seus pilares. Com a emergência da questão ambiental a di-
mensão epistêmica, técnica e política se imbricam (Leff, 2006). A separação
entre as ciências humanas e as ciências naturais, além das especializações
no interior de cada um desses campos, corresponde à separação (expulsão)
dos camponeses e dos povos originários da natureza, além da destruição das
suas comunidades, dos seus territórios e suas territorialidades tornando-os
indivíduos. A busca da unidade indivisível será objeto de uma verdadeira
obsessão epistêmica na Biologia, com a célula ou a molécula; na Física, com
o átomo e nas Ciências Sociais, com o indivíduo que, no período neoliberal,
será levado ao paroxismo (individualismo).
A naturalidade com que se crê, no mundo científico, que os mistérios da
natureza se revelam em linguagem matemática encontra seu correspondente
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no mundo mundano onde cada vez mais a vida de cada um está mediada
pela quantificação mercantil. A quantificação da vida cotidiana pela mercan-
tilização generalizada da vida torna-a banal e, assim, a quantificação parece
natural. Como se vê, os paradigmas não caem dos céus. Ao contrário, são
instituídos no mundo mundano de nossas vidas.
São profundas as implicações do debate contemporâneo sobre a natureza,
o que nos insta a por em questão a própria tradição de pensamento que for-
jamos e que nos forjou. Trata-se de um debate epistêmico e político a uma só
vez. A ideia de dominação da natureza subjaz ao desenvolvimento científico e
tecnológico contemporâneo, sobretudo depois que, tal como Prometeu, do-
minamos o fogo - ou melhor, os combustíveis fósseis - que produziria o calor
que moveria as máquinas. Com isso deixamos escapar um princípio que os
fisiocratas haviam percebido ao dizerem que só a natureza criava riqueza lí-
quida e que eles mesmos não foram capazes de projetar para fora do mundo
da agricultura. Afinal, a descoberta do carvão como fonte de energia ratifica
o princípio fisiocrático de que a natureza participa do processo de criação da
riqueza também no mundo da indústria. A energia contida numa molécula
de carbono potencializa o trabalho, ou seja, a capacidade de transformar a
matéria. E a molécula de carbono, como tal, não foi e não é produzida pelo
homem. Nenhuma sociedade produz petróleo, ou carvão ou mesmo água, ao
contrário do que crê o antropocentrismo e a ideologia produtivista que dele
deriva e grassa entre liberais e certas correntes marxistas. Somos extratores
porque não os produzimos. Essa distinção entre extrator e produtor é es-
sencial. Ao nos considerarmos como produtores acreditamos que podemos
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produzir tudo o que
como extratores usamos:
implica é o antropocentrismo.
acreditar Aoque
que extraímos algo nosnão
considerarmos
fazemos e,
assim, que devemos estabelecer limites à nossa relação com tudo que não fa-
zemos. É o que nos ensina o racionalismo de Espinoza (1632-1677), afinal,
devemos nos relacionar com as coisas de acordo com a natureza das coisas.
E, acautelemo-nos, antes que algum tecnocrata queira dizer quais são os
limites para a relação com a natureza, esclareçamos que limite é uma palavra
cuja origem remonta a polis que, para os gregos, significava primariamente
o limite que separa a cidade do campo. Limite é o cerne da política e só
tem sentido na pluralidade dos homens/mulheres e na condição livre de
cada qual gozar da prerrogativa de iniciar a ação política (Hannah Arendt).
Enfim, a política só tem sentido na democracia não cabendo mais somente
ao Príncipe a prerrogativa de principiar a ação. O Príncipe, já nos ensinou
Gramsci, não está mais nos palácios e, sim, no mundo mundano. O limite
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3 Nano é uma unidade de medida equivalente ao diâmetro de um fio de cabelo dividido 60 mil
vezes. Observemos, mais uma vez, que com o “fio de cabelo” estamos procurando traduzir para
o campo da vida mundana, onde até muito recentemente todos participávamos da invenção e
construção de sentidos, o significado de “nano”, uma unidade de medida comum nos labora-
tórios técnico-científicos do capital industrial. A ciência, a técnica e a cultura estão, definitiva-
mente, politizadas.
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relação com a natureza a partir dos organismos e não com o gene. O gene
só é observável através de instrumentos laboratoriais e não a olho nu, como
até aqui estávamos acostumados todos. Não é qualquer um que vê o gene
ou tem condições materiais para vê-lo. Assim, há um deslocamento do locus
de produção do conhecimento do “espaço banal” (Milton Santos) da vida,
onde todos podem ver/significar o mundo, para os laboratórios dos novos
centros industriais, as novas fábricas do capital. E o “espaço banal”, e não
os laboratórios, é onde cada povo desenvolve seu “magma de significações”
(Castoriadis, 1982), sua cultura. Eis uma das razões da politização da cultura
(e do território).
Até mesmo o clima é financeirizado (Cornetta, 2011), com a recente
conversão do capital à causa do aquecimento global, o que vem contribuin-
do para promover um perigoso consenso em torno do aquecimento global.
As relações sociais e de poder que conformam o sistema mundo moderno-
-colonial que vivemos estão subordinadas a uma lógica quantitativa que se
acredita sem limites, como a racionalidade imanente ao capital. No debate
acerca das mudanças climáticas, a expressão aquecimento global vem ganhan-
do destaque. Nessa expressão temos prestado mais atenção ao aquecimento
do que a escala (global) privilegiada para a análise. Desde o campo da ge-
ografia, há uma crítica à ênfase que vem sendo dada à escala global, com o
que se deixa de lado outras escalas onde as mudanças climáticas têm agentes
e processos mais claramente identificáveis. Não se pode responsabilizar o
aquecimento global pelas mudanças que vem se dando na Amazônia oriental
onde é grande o desmatamento provocado pelo avanço da produção de com-
moditties agrícolas e minerais.
A captura da ciência pela lógica financeira tem sido importante na con-
formação da opinião pública – até recentemente o aquecimento global era
negado pelos grandes meios de comunicação e pelos ideólogos do mainstre-
am. A fundamentação científica tem sido usada para criar parâmetros técni-
cos (e políticos, pouco se diz) para criar um “mercado de carbono”. Desde as
Conferências das Partes de 2009, em Copenhague, e de Cancun, em 2010,
que o setor financeiro vem se assenhorando desses fóruns e fazendo com que
o Protocolo de Quioto, pouco a pouco, vá perdendo importância. Assim, a
atmosfera já não mais é vista como um bem comum da humanidade, mas
sim como negócio (MDL e REDDs).
Um dos setores que mais se beneficiam dessas tratativas é o das ONGs,
com enormes implicações para os movimentos sociais na medida em que seus
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espaços de ação passam cada vez mais a ser intermediados por essas organiza-
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5 O politólogo boliviano Luis Tapia retomou recentemente esse tema no debate do país acerca
da nova constituição do país. Temos aqui um bom exemplo das novas questões teórico-políticas
que esses movimentos sociais vêm proporcionando, sobretudo o movimento dos povos origi-
nários (TAPIA, 2009).
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6 Para
Para que
que se
se tenha
tenha ideia
ideia da
da magnitude
magnitude desse
desse processo,
processo, segundo
segundo oo PNUMA
PNUMA (http://www.pnu-
(http://www.pnu-
ma.org/geodatos/) entre 1970 e 2010, a população urbana mundial aumentou em 2.177.000.000
de habitantes, ou seja, a cada ano, nos últimos 40 anos, uma cidade de 54 milhões de habitantes
acrescentada ao mundo! A população urbana do mundo, em 1990, era maior que a população
total do planeta 30 anos antes, em 1960! Na América Latina/Abya Yala, a população urbana,
em 2010, era maior que a população total da região 20 anos antes: 475 milhões de habitantes nas
cidades em 2010 contra 441 milhões de população total em 1990! Em outros termos, entre 1970
e 2010 tivemos na América Latina/Abya Yala uma nova cidade de oito milhões de habitantes a
cada ano! O fenômeno urbano deixa, assim, de ser um fenômeno dos países ditos desenvolvi-
dos e, hoje, 70% da população urbana mundial está na Ásia, na África e na América Latina. A
urbanização realmente existente não corresponde à superioridade atribuída à vida urbana e, não
raro, as populações sub-urbanizadas das periferias estão mais suscetíveis às intempéries do que
quando estavam no campo, para não falarmos da violência a que estão submetidas e da busca
por um “consolo ideal para um mundo que concretamente não tem consolo” (Marx) com o uso
das drogas, o verdadeiro “ópio do povo”, que cresce juntamente com a presença de igrejas cujas
religiões, se acreditava, seriam um fenômeno da tradição e do mundo rural.
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promovida com o cercamento das suas áreas comuns para instaurar o pri-
mado da propriedade privada de cunho capitalista. Essa combinação de pro-
priedade familiar individual e comunitária é muito mais comum do mundo
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a partir dessa tríade constitutiva território-territorialidade-territorialização.
O conceito de território, e tudo que nele está implicado, ajuda-nos a
compreender o que está em jogo com a questão ambiental, ou seja, a luta
pela reapropriação social da natureza, conforme a feliz expressão de Enrique
Leff (Leff, 2006). Afinal, a condição da reprodução das relações de produção
capitalistas é a permanente separação dos povos e etnias das condições ma-
teriais de existência - natureza incluída - e, com homens e mulheres indivi-
dualizados, de um lado, e com a natureza sem gente de outro, uns e outros se
tornam mercadorias. Em suma, a questão ambiental, quase sempre reduzida
a uma genérica relação sociedade-natureza se mostra, no fundo, enquanto
questão que implica a reapropriação social da natureza. Com isso, a tríade
teórica território-territorialidade-territorialização se torna uma questão po-
lítica de primeira ordem.
Desde finais dos anos 1980 que a questão ambiental começa a ganhar
nova qualidade com a emergência dos movimentos populares, sobretudo
camponeses como o dos seringueiros da Amazônia brasileira e dos afro-
-colombianos das florestas do Pacífico Sul colombiano, para o que o affair
sandinista-miskitos na Nicarágua jogou um papel importante. É que na Ni-
carágua sandinista (1979-1989), o conflito entre matrizes de racionalida-
des distintas envolveu, mais uma vez7, uma das tradições que se reivindicam
marxista, de um lado, os sandinistas e, de outro, os indígenas miskitos que
recusavam o desenvolvimento das forças produtivas tal qual proposto por
aqueles, mostrando a colonialidade do saber que também se impunha pela
esquerda. O mesmo seria visto mais tarde no caso TIPNIS – Terra Indígena
do Parque Nacional Isiboro Secure - na Bolívia, ou no affair envolvendo os
povos indígenas yukpa da Sierra de Perija, sobretudo no lado venezuelano.
Destaquemos, aqui, que vários movimentos sociais com suas diferentes
agendas, começam a se unificar em torno de lutas contra as políticas do
7 A Revolução boliviana de 1952 foi capaz de ignorar as terras comunitárias dos ayllus e fazer
uma reforma agrária com base em pequenas propriedades de corte camponês, ignorando, inclu-
sive os comentários de Marx a respeito das comunidades camponesas russas.
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xico Profundo, a América Profunda. E o faziam demonstrando, mais uma vez,
a habilidade dos povos originários de assimilar formas da sociedade global
ao utilizarem amplamente a rede mundial de computadores. São os zapatis-
tas que convocam, em 1996, o primeiro grande encontro mundial contra o
neoliberalismo, demonstrando o caráter local-regional-nacional e global de
sua luta. O ano 2000 assistirá, na Bolívia, a primeira empresa transnacional
implicada em negociatas de privatização de água, a Bechtel, ser expulsa de
um país por mobilizações de rua no episódio que ficaria conhecido como
Guerra del Água, em Cochabamba. Esse evento é reconhecido por vários
analistas como abrindo um novo ciclo de lutas naquele país que levaria à
deposição de vários presidentes, à Guerra do Gás (2003) e, finalmente, à
eleição do primeiro presidente nascido no seio do movimento indígena/
camponês, em 2005. Se o ano de 1492 pode ser tomado como marco inicial
da conformação do sistema mundo moderno-colonial que habitamos, que
se iniciou com a desterrritorialização dos povos originários de Abya Yala, as
lutas por eles hoje empreendidas atualizam essa história de larga duração e,
deste modo, devemos entender a enorme significação do investimento po-
lítico desses povos originários na Conferência Mundial de Meio Ambiente
e Desenvolvimento da ONU no Rio de Janeiro em 1992. Os povos origi-
nários, os camponeses e os descendentes da diáspora africana (cimarrones,
quilombolas, marroons) associaram o ano de 1992 a 1492 e, deste modo,
sinalizaram que vivemos uma crise que é, além de histórica, civilizatória.
Em 1992, no Rio de Janeiro, os líderes de todos os Estados que conformam
a comunidade internacional estavam reunidos para debater temas como a
terra, a água, o ar, a vida. E, como ali assinalaram as lideranças desses grupos
sociais/etnias, seus conhecimentos acerca esses mesmos temas não podem
ser ignorados, como o fez/faz a colonialidade do saber e do poder que ainda
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tecnocêntrica que olvidou
de fazer (técnicas) própriosoutras
8.
matrizes epistêmicas que ensejam modos
8 Afinal, não há sociedade sem técnicas, ao contrário do pensamento hegemônico que acredita
ser a sociedade ocidental a única fundada na técnica. Na verdade, a sociedade ocidental tem um
modo específico de se relacionar com a técnica onde, quase sempre, ignora que a técnica, sendo
do âmbito do fazer é, sempre, um fazer com sentido e, portanto, impregnada de intencionalida-
de, como tão bem destacara Milton Santos (Santos, 1996).
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9 Aqui é interessante considerar que o slogan Tierra y Libertad da Revolução Mexicana de 1910
ensejou a forma comunitária dos ejidos. Portanto, a terra e território.
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engendrando tensões de territorialidades e, em seu bojo, novas questões vêm
sendo formuladas a partir de outros lugares.
Os movimentos sociais introduziram a questão social e cultural no de-
bate acerca da natureza. “Não há defesa da floresta sem os povos da floresta”
(Chico Mendes), sintetiza bem um conjunto de lutas sociais travado em
diferentes lugares do mundo: Movimento Chipko, na Índia, luta dos Chi-
malapas, nas selvas do sul do México (Chiapas e Oaxaca), entre os afro-
-colombianos do Pacífico, na Articulação dos Povos do Cerrado (Brasil), nos
“acordos de pesca”, nas reservas marinhas, no “salário defeso” e outras formas
de configuração territorial propostas a partir dos movimentos sociais. Enfim,
em diferentes contextos geográficos politizava-se a cultura, e como a cultura
não é algo abstrato, essa politização trouxe o debate sobre a apropriação da
natureza e, com isso, a questão territorial adquire centralidade no debate
teórico-político (Porto-Gonçalves, 2004).
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Mesmo nos países onde essas populações são pouco numerosas do ponto
de vista demográfico, não o são do ponto de vista cultural e linguístico, como
no caso do Brasil onde essas populações embora não ultrapassem 0,4% da
população, falam 180 línguas distintas, cinco vezes mais que na Bolívia, onde
são faladas 32 línguas e a população corresponde a 62% da população total.
Há, aqui, um dilema ético-político de novo tipo, além do direito à existência
de qualquer povo e sua cultura. Essas populações ocupam, em geral, áreas
de alta relevância no que diz respeito à diversidade biológica e que, agora,
se tornam objeto da expansão através de projetos de integração (como a
IIRSA, ou o Plano Mesoamérica, antigo Plano Puebla Panamá) que abrem
essas áreas aos interesses de grandes empresas de mineração e outras ávidas
de terras/águas e minérios para ampliarem seus negócios de exportação de
commodities.
Essas questões estão longe de serem rurais ou outro nome que o va-
lha, pois são cada vez mais associadas à problemática urbana, seja (1) pelas
mudanças climáticas com chuvas torrenciais (cada vez mais concentradas
no tempo), as secas rigorosas e incêndios grandiosos que se propagam, os
rigores dos verões e dos invernos, as temperaturas máximas e mínimas cada
vez mais extremadas que, localmente, tornam a vida mais difícil de ser vivida,
sobretudo para as populações oprimidas/exploradas que se veem obrigadas
a viver nos ambientes mais íngremes, no fundo de vales alagáveis ou ainda
nos mangues; (2) seja pela qualidade dos alimentos com implicações para a
saúde humana que merecem ser melhor investigadas (orgânicos ou transgê-
nicos, eis a questão?); (3) seja pela qualidade das águas; (4) seja pelo cresci-
mento exponencial das cidades. Enfim, a questão (da reforma) agrária se vê
associada à questão técnica, politizando-a.
O indígena e o camponês já não são mais o local, embora continuem
sendo. Hoje, essas populações se colocam no debate político à escala na-
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cional reconfigurando o debate com questões próprias, mas não exclusivas.
Colocam explicitamente a questão das relações de poder à escala nacional.
Procuram escapar das armadilhas políticas que lhes são postas pelo pós-
-modernismo e seu multiculturalismo, que separa cada qual em seu canto, o
que estimula o essencialismo e a xenofobia, como na Europa. Falam, ao con-
trário, de descolonização (Silvia Rivera Cusicanqui, Aníbal Quijano, Edgar
Lander, José Angel Quintero Weyr) de interculturalidade (Walsh, 2002), de
transmodernidade (Dussel, 2006).
Essa ampliação do debate teórico-político enseja que o Estado não seja
mais (uni)nacional, como a Bolívia e no Equador explicitam ao se refunda-
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rem como Estado Plurinacional. O Equador, por seu turno, foi o primeiro
país do mundo a introduzir os direitos da natureza numa constituição, no
que foi seguido pela Bolívia.
Enfim, começam a ganhar sentido ideias como pluralismo jurídico, não
mais recusando os direitos das gentes, os chamados direitos consuetudi-
nários, já não mais somente o direito hegemônico fundado nos princípios
liberais do indivíduo e da propriedade privada. Afinal, o conhecimento ori-
ginário e tradicional não é um direito individualizável, mas um patrimônio
comum, coletivo e comunitário que demanda uma outra sistematização. A
maior parte das grandes corporações da área de biotecnologia sabe que não
basta sair de nossos países carregando espécies botânicas e faunísticas para,
a posteriori, identificar o princípio ativo em seus laboratórios. O custo disso
seria incalculável! Daí seu interesse em buscar conhecimento junto a gru-
pos sociais, povos e etnias dos seus usos originários, seja como alimento,
seja como remédio. É com base nesse conhecimento originário e tradicional
que recolhem as espécies de interesse para, depois, em laboratório, isolarem
o princípio ativo e o patentearem, ignorando a elaboração intelectual des-
ses povos, muitos dos quais ágrafos. Portanto, o que carregam não é o que
se convencionou chamar biopirataria, mas sim etno-biopirataria, pois é da
cultura e do conhecimento desses povos que se apropriam. Só reconhecer o
direito de propriedade a partir do isolamento do princípio ativo nos labora-
tórios é se apropriar indevidamente de um acervo de conhecimento ancestral
que é comunitário e coletivo. Direitos de propriedade intelectual de outra
ordem, enfim, novas questões teórico-políticas. Afinal, herdamos uma enor-
me riqueza cultural enquanto conhecimento originário e tradicional cuja
origem remonta à ocupação do continente e à própria formação dos domí-
nios clímato-botânicos (Ab´Saber, 1971) abrigada no patrimônio natural de
nossas florestas tropicais e equatoriais, nossas savanas, nossas estepes, nossas
punas, nossos páramos e nossos mangues/humedales, enfim, a riqueza em
diversidade biológica de nosso continente.
Há uma agenda positiva surgindo no interior dessas lutas sociais, muitas
das quais já foram incorporadas enquanto leis ou enquanto políticas públi-
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cas. Há, muitas vezes,
de implementação, comoavanços formais com
a Lei Orgânica dosenormes dificuldades
Povos Indígenas concretas
da Venezue-
la, uma das mais sensíveis a esse pensamento originário, mas que encontra
enormes dificuldades para ser assimilada pelo próprio governo bolivariano
de cujo processo revolucionário, no fundo, emergiu essa Venezuela Profunda
que foi capaz de admitir essa lei. Isso se deve a uma contradição que ainda
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José Bengoa2
Resumen
En esta contribución el autor muestra varias imágenes contradictorias de lo
que ocurre en el ámbito rural de América Latina. Las dos tendencias de ma-
yor fuerza parecieran ser la transformación de los campesinos en indígenas y
los relatos que lo acompañan, la transformación también de los “aborígenes”
y habitantes de las zonas calientes, en indígenas y las consecuencias que
ello tiene en los conflictos ambientales, por una parte y la separación entre
vida rural y producción agrícola por otra parte. Esta última tendencia tiene
como consecuencia que se haya formado un gigantesco mercado de traba-
jo temporal, en el cual participan miles de mujeres. Todas estas tendencias
contribuyen a cuestionar el concepto de “desarrollo rural”. El autor considera
que ha llegado el momento de abandonar este concepto.
Abstract
This paper shows a lot of different “pictures” about the current situation in
the Latin America rural world. The first change is from “campesinos” nomi-
nation, to indigenous people’s identity. The rural social movement is now an
indigenous movement and there are many conflicts related with investments
and environmental issues. The second change is the gap between rural life
and agricultural and food production. The consequence of this gap is the
existence of a very big labour market. Women migrant workers are the se-
cond most important rural actor. The consequence of those “pictures” is the
question about the validity of the concept of Rural development.
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José Bengoa
Introducción
Hace doce años fui invitado por Alasru a dar una Conferencia Inaugural
en la reunión celebrada en Porto Alegre. Allí presenté la hipótesis de los
cambios que habían venido ocurriendo en el mundo rural en los últimos
25 años, y cómo a nuestra vista los campesinos se habían transformado por
una parte en indígenas, y por otra parte en campesinas, aunque quizá una
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gran mayoría se transformaron en migrantes, y lamentablemente en algunos
países en desplazados.3
Doce años después las tendencias se han agudizado de tal forma que po-
demos levantar la hipótesis que el campesinado casi ha desaparecido como
actor relevante y ha surgido con potencia inaudita el movimiento indígena.
Por su parte las campesinas han dejado de serlo al nivel predial transformán-
dose directamente en la mayor fuerza de trabajo, normalmente temporal y
migratoria, existente en nuestros países.
La histórica lucha por la tierra, se desplazó radicalmente desde el mundo
campesino al indígena. Podríamos decir que el desarrollo in situ, esto es, la
búsqueda de desarrollo rural en el mismo territorio ya no es una cuestión cam-
pesina sino que se ubica en el centro de la demanda de los indígenas, sean
estos campesinos, esto es agricultores, o no. Por su lado las mujeres traba-
jadoras rurales se han transformado en la gran masa laboral que levanta las
cosechas de las empresas agrícolas que dominan la agricultura latinoameri-
cana sin contrapeso; el desplazamiento de la demanda desde las luchas por la
tierra a la búsqueda de mejores condiciones de trabajo, salariales, de vivienda
y comunicación es lo que predomina en este sector masivo de lo que queda
hoy del campo tradicional latinoamericano.
En los últimos seis años tuve la oportunidad de ser miembro del Grupo
de Trabajo de Comunicaciones de las Naciones Unidas, que es el organis-
mo de quejas producto de la resolución 1503, que funciona en Ginebra. Allí
llegan decenas sino centenas de quejas de personas, grupos, y movimientos
organizados de todas partes del mundo y por razones obvias tuve que reali-
zar las relatorías de la mayor parte de los casos de conflicto rural en América
Latina. Los casos en sí mismos son confidenciales pero las consecuencias y el
carácter público de la mayoría de ellos permite hacer un análisis.
La totalidad de los conflictos son de carácter indígena. La mayor parte
de ellos tiene que ver con disputas en torno a recursos naturales, empresas
3 El artículo “25 años de estudios rurales en América Latina” da cuenta de esa conferencia y fue
gentilmente publicado por Sociologias, (Bengoa, 2003).
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los sectores juveniles, en las clases medias, tanto que algunos consideran que
se trata de un nuevo fenómeno que se podría denominar como etnofilia. Por
cierto esto es muy poco grato para los dirigentes y líderes políticos.
El fenómeno del trabajo rural migratorio, de las asalariadas temporales o
temporeras, de las y los jornaleros que se desplazan kilómetros a levantar co-
sechas, es en cambio silencioso. No he visto en los últimos seis años ninguna
queja ni individual, ni colectiva, referida a este fenómeno masivo. No cabe
duda que este tipo de trabajo es agobiante, muchas veces altamente explota-
do, no pocas veces en condiciones indignas, pero esos conflictos son o silen-
ciados o suceden en la escala local y allí se disuelven en arreglos específicos.4
Desde una mirada quizá más compleja, podríamos decir que el primer
tipo de situación posee un fuerte relato situacional, referido a imágenes y
símbolos de alta significación popular; el segundo caso no ha podido salir
del ámbito de los intereses individuales que llevan a esas personas a buscar
ocupaciones en lejanos lugares. No hay una épica construida que posibilite
la expansión del discurso colectivo. Los estudios muestran que las motiva-
ciones, en especial de las mujeres, por “salir a trabajar”, son variadas y múl-
tiples. No es difícil encontrar casos en que la autoexplotación se relaciona
con las necesidades escolares de sus hijos y no pocas veces hemos visto que
el trabajo temporero está destinado a obtener recursos para que un hijo o
varios alcancen la universidad. En muchas partes se puede observar que se
reproducen las antiguas relaciones latifundio-minifundio, entre áreas de pe-
queña propiedad deteriorada y las nuevas regiones de expansión del capi-
4 El Censo Agropecuario del año 2007 en Chile señala que en los meses de Mayo, Junio y Julio
hay 34,654 mujeres que trabajan en la agricultura y sube a 146,000 en los meses de noviembre,
diciembre y enero que es el de las cosechas en la zona central de Chile. Es evidentemente el
“frente de trabajo” más grande que hay en el país.
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En cambio, la transformación de los campesinos en indígenas conlleva
una épica evidente: el pueblo está en peligro de muerte. Eso implica la muer-
te de la cultura ancestral, del entorno medio ambiental, de valores que nunca
más podrán ser recuperados por la humanidad.
No quisiera en este artículo y ponencia a la Conferencia de Alasru en
México decir que la agricultura campesina ha muerto o que incluso es irre-
levante, aunque la tendencia es muy marcada en ese sentido. Lo que digo
es que sobre todo en estos últimos años ha perdido toda épica y ésta se ha
trasladado a quienes defienden la tierra y sus recursos desde posiciones sim-
bólico culturales que hoy en día se las conoce como indígenas y que apelan a
una ancestralidad construida y relatada.
Es por ello que la pregunta por el “desarrollo rural” como concepto, pro-
puesta y política, materia para lo cual se me ha invitado a este Congreso de
Alasru en México (2014) es absolutamente relevante. ¿Se puede seguir hablan-
do de desarrollo rural? O por el contrario, que es nuestra posición, se debería
olvidar ese concepto ya que lo único que ofrece es un cúmulo de confusiones.
Imágenes
A veces las imágenes dicen mucho más que un cuadro estadístico. Trataré
de relatar brevemente algunas imágenes que juegan como datos empíricos
contradictorios y que nos obligan a repensar muchas de las cosas que están
ocurriendo en el mundo rural actual de América Latina. Probablemente el
lector o quienes asistan a la reunión próxima de Alasru, tendrán experiencias
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mucho más ricas, y quizá mucho más complejas que obligarán a sofisticar
más aún el análisis.
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tó con pasión en contra de las posiciones indigenistas contemporáneas que
reclaman particularidades y derechos más allá de la ciudadanía nacional
común a todas y todos los habitantes de la Nación. Agregó que en varias
circunscripciones netamente indígenas había ganado las elecciones en forma
contundente frente a sus adversarios indígenas, probablemente agrupados en
el movimiento Pachacutec, como prueba de la debilidad de esas posiciones.5
Pocas dudas caben que el Presidente Correa se ubica en el espectro polí-
tico latinoamericano más cargado a la izquierda que a la derecha. Es por ello
que traigo esta anécdota para enmarcar esta ponencia; la cuestión o cuestio-
nes indígenas, o campesino/ indígenas, como se la quiera denominar, asunto
no fácil tampoco, se ha transformado en uno de los asuntos políticos más
5 “No es exagerado afirmar que el fenómeno socio político más importante en el Ecuador en la
década de los noventa es la irrupción y la fuerza que adquiere el movimiento indígena” Carlos
de la Torre, “Movimientos étnicos, democracia y ciudadanía en el Ecuador”. Flacso Ecuador.
Publicado por Política, número 42. Revista del Departamento de Ciencia Política de la Univer-
sidad Católica de Chile. Santiago 2004, pp. 319-325, contiene una buena bibliografía entre ella
el conocido artículo de León Zamosc “Agrarian protest and the indian movement in the Ecua-
dorian highlands” publicado originalmente por Latin American Research Review, 1994, Vol. 29,
pp. 37-69. Pablo Ospina ha preparado un largo y comprensivo trabajo titulado “El movimiento
indígena en el Ecuador” (Ospina, 2009).
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ha recorrido
plumas el mundo.se
(de papagayos Vestidos
podría con sus pocas
imaginar) ropas,
y con arcosataviados con(espera-
con flechas muchas
mos que no emponzoñadas), iban al asalto del Palacio de Planalto en una
combinación relativamente surrealista de imágenes, entre el símbolo de la
modernidad de Niemeyer y las profundidades de la América amazónica.7
6 Roberto Santana en un artículo reciente sobre Guatemala y México señala también, y coincidi-
mos, que “para enfrentar las posibilidades de progreso de las sociedades agrarias, habría que ale-
jarse de las concepciones campesinistas que fueron útiles o funcionales en el modelo de desarrollo
anterior…lo mismo en México que en Guatemala, me parece que sigue en boga en los círculos
institucionales y a veces en la propia percepción indígena, esta ideología….” (Santana, s.f.).
7 “A 12 días del mundial se enfrentan indígenas y la policía”, señalan los medios de prensa. “Una
flecha hirió a un caballo de la policía”, agrega O Globo, de modo surrealista. Y agrega: “La OIT
afirma además que el hecho de no haber consultado a los indígenas en la construcción de la
mega represa de Belo Monte, Brasil viola de esta manera el Convenio 169 sobre los derechos
de los pueblos indígenas y tribus, que Brasil había ratificado con su firma. Belo Monte será la
tercera represa más grande del mundo. El gobierno brasileño ha autorizado la construcción de
la misma a pesar de la condena unánime de los pueblos indígenas, las comunidades ribereñas,
los científicos, los fiscales de Brasil y la Comisión Interamericana de Derechos Humanos. El
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Las represas del Xingú se han transformado en una causa para miles de
brasileros que apoyan a los indígenas. Dilma en estos días futbolizados en
que se ha revivido aquello que Pierre Clastres denominaba “La sociedad
contra el estado”, ha culpado a las ONGs de ser las causantes de estos movi-
mientos. Desde una postura obrerista, propia de los orígenes del PT (Partido
de los Trabajadores) arremetió en contra de sectores “ingenuos de clase me-
dia” que no quieren el desarrollo pero quieren vivir bien y tener electricidad
a destajo. ¿Qué quieren? Se preguntaba en voz alta y airada.
Aquí no ha habido transformación de campesinos en indígenas, sino de
“nativos”, “aborígenes” u otras denominaciones despectivas, en indígenas, su-
jetos de derecho internacional y ciudadanos de primera clase en América
Latina. Ser indígena es hoy por hoy una adscripción prestigiosa.
La ruralidad de este sector combativo tiene muy poco que ver con el
concepto de mundo rural que elaboramos históricamente, en particular los
ruralistas. Acá no estamos frente a una hermosa y apacible villa, sembradíos
ordenados a su alrededor, granjas bien cultivadas, fuego en la chimenea, teji-
dos y artesanías que se intercambian en el mercado dominical, etc… Acá es
el llamado con desprecio mundo primitivo el que se ha transformado en suje-
to. Acá tampoco se puede hablar de desarrollo rural. Probablemente si ganan
los indígenas y sus aliados y no se hace la o las represas, la vida de esas comu-
nidades continuará siendo tan pobre como antes, tan aislada y premoderna
como lo ha sido hasta ahora. Claramente hay un cambio de paradigma.
Son enormes los territorios de América Latina dónde el denominado
progreso, esto es, muchas veces los planes de desarrollo rural, se enfrentan
a una suerte de negativa radical; los progresistas y desarrollistas, la perciben
como una locura, un “salto hacia atrás”, una pérfida e irreal obsesión. La-
mentablemente está allí y las autoridades deberán o acostumbrarse a ellas o
buscar su comprensión.8
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vacas fueron de mejor calidad, los sistemas de acopio, los pagos de la planta,
en fin, muchas teorías se organizaron en torno a estos ejemplos.
La contradicción actual es en este caso del mayor interés ya que muestra
las limitaciones del mismo concepto de desarrollo rural. Los campesinos in-
dígenas de Cajamarca durante estas décadas se mantuvieron en condiciones
relativamente pobres, pero mejor que sus similares de otras regiones andinas.
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Papas en el desierto
Desde la ciudad de Trujillo, Perú, se toma la carretera panamericana rumbo
al norte, hacia Chiclayo, por medio del desierto. A lado y lado del camino
sólo se ven arenales que terminan en los cerros por un lado, el derecho, y en
el mar, por el lado izquierdo. En un momento el lado derecho del camino
se pone verde intenso. Veinte y cinco kilómetros de papas, por uno o dos
kilómetros de ancho. Una sola empresa, también de capitales chilenos. No
hay un alma. En la entrada solamente guardias. Todo está enrejado y cuida-
dosamente irrigado con riego por goteo y otros sistemas altamente tecnolo-
gizados. No podemos calcular cuántos miles de toneladas se producirán en
esa inmensa fábrica de papas. ¿Es eso agricultura? ¿Es lo que entendíamos
por agricultura?
En este caso también, y desde otro punto de vista, estaríamos en un nivel
de “desarrollo rural cero”. Es una suerte de maquila agrícola, que si bajan los
precios por ejemplo, se cierra y vuelve ese lugar a ser un desierto, como al
otro lado de la carretera lo sigue siendo.
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internacionales que nacionales y que el eje “global/local” es más importante que el “local/nacio-
nal”, en los conflictos ambientales (Bebbington et al., 2008).
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¿Fin del desarrollo rural?
12 Un asunto no tratado en este trabajo y que bien merece un comentario es el lento, persistente,
y duro trabajo de cientos o miles de ONGs en América Latina que han tenido como resultado
buena parte de lo que acá estamos analizando. En este caso se puede señalar al Instituto Indí-
gena, Trafquin, Capide, Lonko Kilapan, Newen, y técnicos como Roberto “chilote” Mansilla,
y tantos otros, que han llevado a cabo programas de regadío, de cultivos bajo plástico, en fin,
tecnologías que después de muchas décadas han sido incorporadas como parte de la cultura
productiva por las comunidades.
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compradores.
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contrado, no es ni la misma que antes, ni las formas de inserción son deter-
minantes y estables. Las migraciones de hoy en día se caracterizan como de
ida y regreso. La mayor parte de los estudios que hemos realizado muestran
que se mantiene presente el imaginario de retorno al campo. Ese imaginario
piensa en la migración como un proceso de “acumulación originaria”, que
permitiría instalar en el campo ya sea una granja moderna, un negocio turís-
tico, o una actividad comercial.17
La consecuencia de este fenómeno, asociado a los dos anteriores, es que en
los pueblos rurales se ve “progreso” a pesar de que no existan cambios deter-
minantes en el o los sistemas productivos.18 Se ven por ejemplo, mejorías en
las casas, en calles y plazas, normalmente en los comercios. Si uno toma cual-
quier pueblo de la sierra andina o del sur de Chile, lugares que hemos visitado
desde décadas y los compara con veinte años atrás, podrá ver la diferencia. En
muchos de ellos lo único que se conserva parecido es el casco central del pue-
15 Este estudio y uno realizado el 2004 por Cepal estiman el nivel de remesas, que sin duda es
muy alto en América latina. Este estudio además señala los destinos de las remesas y además
del evidente destino familiar, muestra que la inversión en vivienda es muy importante y en
infraestructura comunitaria, construcción de Plazas, espacios deportivos etc... realizadas por
los migrantes.
16 Ver, Asunción Merino H. “Relaciones entre gente, cultura y lugar en el fenómeno migratorio
contemporáneo: los peruanos en España”. En: Revista de Indias. Número 229, Año 2003, pp.
737 a 756. En este artículo se muestra la reconstrucción de ritos religiosos, cofradías en Madrid
y la precariedad de la integración de los peruanos en ese país. Su deseo de regresar una vez
que se haya progresado, es muy grande a pesar de que se dan cuenta de que si no hay cambios
sustantivos en el país eso no se podrá realizar. Ver también, Carolina Stefoni, “Inmigración y
ciudadanía, la formación de comunidades peruanas en Santiago y la emergencia de nuevos ciu-
dadanos”, en; Política. Revista del Departamento de Ciencia Política de la Universidad Católica
de Chile. Volumen 43, Primavera del 2004, páginas 319 y ss. La migración femenina casi dobla a
la masculina y el 75% es de menos de 44 años. El 80% tiene a sus hijos en el Perú.
17 Es también la característica de muchas de las migraciones internacionales. Muchas personas
no buscan oficializar su situación de trabajador migrante por este motivo, ya que no quieren
enraizarse en el país de acogida. No quieren por ejemplo que se les descuente los impuestos de
la seguridad social ya que prefieren ganar el dinero directamente pensando que lo podrán enviar
como remesa o les servirá para volverse a su tierra.
18 Cristóbal Kay (2009) considera que las remesas de los migrantes son la manifestación del “ro-
tundo fracaso de los planes de desarrollo rural” y que los campesinos se han tenido que arreglar
con sus propios métodos. Kay discute el concepto de “nueva ruralidad” y lo critica. Desde otro
punto de vista y temas ligeramente diferentes coincidimos con los planteamientos de este autor.
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Estas imágenes nos muestran tendencias cruzadas que ponen en definitiva
en cuestión conceptos tales como el de desarrollo rural, que ha sido el tema
para el cual nos han convocado a esta Mesa de ALASRU.
De una u otra manera siempre se ha entendido que el desarrollo rural
consistía en mejorar la vida del campo mediante por un lado procesos pro-
ductivos efectivos y sustentables y por otro, un crecimiento de los servicios
que se pareciese lo más posible a los urbanos: electricidad, agua, comunica-
ciones, conectividad, salud, hospitales, escuelas, etc… Lo que vemos en este
momento es que por una parte los campesinos se transformaron en indíge-
nas adoptando un relato contrario o ajeno al desarrollismo y por la otra parte
se produce una separación cada vez más profunda entre producción agrícola
y pecuaria y vida rural.19
La transformación de los campesinos en indígenas, según lo vemos en
los casos analizados, muestra que no va por ahí el camino, ni la demanda. Por
el contrario, la fuerza del movimiento indígena está en su renuencia a seguir
el “camino del progreso”, tal como los acusa la Presidenta del Brasil haciendo
gala del lema que está grabado en el escudo y bandera de ese enorme país de
clara tendencia y orientación desarrollista.
La defensa de la ruralidad, esto es, las posibilidades de vivir en un espacio
no netamente urbano, pasan en este tiempo por el proceso de “acumulación
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nómenos de apertura cultural.20
En el caso de las temporeras que levantan las cosechas, sus intereses no
están en el lugar del trabajo; más bien no hay ningún compromiso con el
lugar en que trabajan, con el producto que “levantan”, ni mucho menos con
la empresa que allí opera. Sus intereses son extra territoriales. Podría suge-
rirse de los estudios que hemos citado que residen fuera del ámbito rural.
Es por ello que se trata de educar a los hijos, justamente para que se vayan
del campo21. Junto con la educación el orgullo consiste en “la casa”, que se ha
construido en la ciudad. Ya lo hemos dicho, el relato del trabajo de tempora-
da tiene que ver con la explotación, el sufrimiento y la necesidad de hacerlo
para darle un mejor porvenir a los hijos.22
Poco queda de la mirada del desarrollo rural, desde esta perspectiva que
estamos tratando el asunto. Difícil saber el camino y el autor no es nadie
para señalarlo. Lo que no funciona, modestamente, es que las autoridades
crean en el progreso y el desarrollo y no comprendan los motivos de los ex
campesinos, hoy indígenas que se oponen a que se les destruya sus terri-
torios, aunque eso signifique mantener los niveles de auto subsistencia y
pobreza tradicionales.
20 Uno de los aspectos del capital simbólico sería el patrimonio Intangible (George, 2001).
21 24 En las entrevistas de los trabajos que hemos citado, es recurrente la frase que señala: “quie-
ro que mis hijos se eduquen para que no sufran lo que yo he sufrido”.
22 Los casos de mujeres que se apegan a su tierra, por lo general van de la mano de un in-
cremento del capital simbólico, ya sea por el lado de la adscripción indígena o de producción
dignificada por la adquisición de denominaciones de origen, turismo rural, y otros relatos dig-
nificantes.
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esta invitación.
Bibliografía
Bebbington, A. y equipo. 2008. “Lazos transnacionales en los movimientos
socio ambientales y sus implicaciones para la gobernanza ambiental en
zonas de influencia minera en el Perú y el Ecuador”, en Bengoa, José
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Cedano, C. y Cubas, P. 2012. “La industria del espárrago” en Scientia Agro-
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Ecuador”. Flacso Ecuador. Publicado por Política. Número 42. Revis-
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Chile. Santiago, páginas 319-325
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Título de Antropólogo. Universidad Academia de Humanismo Cristia-
no. Santiago.
Stefoni, C. 2004. “Inmigración y ciudadanía, la formación de comunidades
peruanas en Santiago y la emergencia de nuevos ciudadanos”, en Política.
Revista del Departamento de Ciencia Política de la Universidad Católi-
ca de Chile. Volumen 43, páginas 319 y ss.
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Resumen
Las transformaciones rurales en Centroamérica se originan en una serie
de cambios en los patrones de acumulación de capital y, como consecuen-
cia de ello, de la integración de los modos de vida rurales a las lógicas de
producción de valor y mercantilización del espacio. La movilidad laboral
también es resultado de estos reacomodos y se caracteriza por un sistema
migratorio complejo. En esta fase, la devastación de la agricultura y sobre
todo, la crisis del café aceleraron las transformaciones del mundo rural;
el efecto del neoliberalismo sobre el campo indujo a una reasignación de
la mano de obra en sistemas diversificados de producción; la migración
ha propiciado también una reasignación de recursos económicos, socia-
les y culturales en el campo. La dilatación espacial de los modos de vida
debidos a la migración incrementa sus ámbitos y dimensiones, inclusive
diferenciaciones, contradicciones, conflictos y exclusiones, bajo las cuales
se manifiesta la recomposición de las estructuras sociales en el campo. Esa
transformación y su vínculo con la migración recrea una serie de escenarios
para el conflicto sociopolítico, pero también para la resiliencia, el ejercicio
de los derechos, sobre todo de una nueva ciudadanía en el nuevo contexto
de interacciones territoriales.
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Abstract
Rural transformations in Central America are originated in a number of
changes in the patterns of capital accumulation and the integration of ru-
ral livelihoods to the capitalist production and marketing of space. Labor
mobility is a result of these rearrangements and is also characterized by a
complex immigration system. At this stage, the devastation of agriculture
and especially the coffee production crisis accelerated the transformation of
rural societies; the effect of neoliberal policies led to a reallocation of labor in
the production systems; migration has also led to a reallocation of economic,
social and cultural resources in rural communities. The spatial expansion of
livelihoods due to migration increases their areas and dimensions, includ-
ing differentiation, contradictions, conflicts and exclusions, under which the
restructuring of social structures on the rural societies is manifested. This
transformation and the migration recreate scenarios for the socio-political
conflict, but also to the resilience, the exercise of rights, especially for the
citizenship in the new context of territorial interactions.
Introducción
El propósito de este trabajo es ofrecer una interpretación sobre la movilidad
humana en Centroamérica, y sobre su relación con algunas de las trans-
formaciones de las sociedades rurales del istmo. Una serie de cambios te-
rritoriales y regionales explican la evolución de un sistema migratorio, que
destaca en el contexto de una intensa movilidad de estrategias, factores de
producción, ideas y saberes. Entre las manifestaciones de los cambios des-
tacan reconfiguraciones de los paisajes, reacomodos de los elementos del
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espacio socio-ambiental,
los recursos, en particularasí
decomo de los de
los factores patrones de uso y especialmente
la producción, distribución dede
la fuerza de trabajo y de los medios de vida. En esa vinculación se muestra
la esencia social del espacio (Santos, 1996); y en su configuración geográfica
quedan plasmados los anclajes de la transición local con la globalización
(Robinson, 2003): el paisaje regional, los modos de vida y la característica
sencillez rural, dependiente de la obtención de bienes directos de la tierra,
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lítica regida por las estrategias de alimentos baratos, incentivos para masivas
inversiones y la explotación de los recursos energéticos, minerales y materias
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3 Hablamos en particular de los cinco países que conformaron hasta mediados de los 1800 la
República Federal de Centroamérica.
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Corredores migratorios y cambios en los medios de vida rurales en América Central
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bajos niveles de instrucción, mayoritariamente masculina, dentro de un sis-
tema de migración rural – rural entre localidades fronterizas. Desde territo-
rios recompuestos por la plantación capitalista o protocapitalista, se crearon
excedentes de fuerza de trabajo para la formación de esos diversos sistemas
de movilidad laboral temporal o permanente.
Esos flujos de mano de obra internos y transfronterizos se concentraban,
hasta la década de los setenta, en los corredores fronterizos de El Salvador
con Honduras y con Nicaragua; en el primero se registraba una movilidad
permanente y en el segundo un patrón más bien circular de atracción de
mano de obra hacia el algodón y el café. También se formó desde entonces
un corredor en la frontera de Nicaragua con Costa Rica, hacia las planta-
ciones de banano principalmente, y en la de Guatemala con México con
el tránsito de braceros guatemaltecos hacia diversas localidades del sur de
México. Muchos de esos movimientos no escaparon a las diversas vicisitudes
políticas y económicas que impactaron tanto a las zonas de origen como a
las de destino: levantamientos armados, golpes de estado o sus recurren-
tes azonadas militares, dictaduras, crisis económicas y diversos factores que
erosionaron la estabilidad local, aumentaron la subordinación externa y la
condición periférica de las sociedades centroamericanas.
En la segunda mitad del siglo XX los flujos transfronterizos fueron
reorientados por cuatro fenómenos: (1) la intensificación de los flujos inter-
nos, especialmente su aparición en los corredores rural – urbano, estimulados
por los crecientes procesos de urbanización y producción manufacturera de
las principales ciudades capitales; (2) los conflictos entre países, el primero, la
guerra de 1969 entre Honduras y El Salvador, que produjo la expatriación de
más de un cuarto de millón de salvadoreños; (3) posteriormente, el periodo
insurreccional y de guerras civiles de la segunda mitad de los años setenta
hasta comienzos de los noventa; (4) más recientemente, los efectos de las
políticas fiscales, la desestructuración del campo y reconversión externa de
las economías, así como los ajustes sobre los mercados de trabajo originados
por las nuevas estrategias de acumulación y de control social.
A partir de este último momento, surge una nueva fase en el vínculo en-
tre movilidad y dinámicas de las sociedades rurales. En esa conexión influyó
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Bajo el dictamen neoliberal se había iniciado desde los años ochenta una
intervención del campo, sobre todo en Costa Rica, se afectó por ineficiente
la producción de granos básicos que, como el maíz y el frijol, no sólo eran
una base fundamental para la dieta cotidiana de las familias, sino elementos
muy importantes en las culturas campesinas y locales. Se distorsionaron los
tejidos sociales de la producción agrícola y campesina, pero en el caso de
los granos básicos se fomentó la dependencia de los alimentos importados,
situación que puso en riesgo la seguridad alimentaria de los países y que, in-
clusive, en algunos de ellos ha sido una de las posibles explicaciones de varias
hambrunas, del empobrecimiento de las familias rurales, el deterioro de la
dieta alimentaria e, inclusive, del desplazamiento forzado por la migración.
Otro rubro en la reconfiguración del mundo rural fue la crisis y la pérdida
de importancia de las principales actividades de plantación para aprovisionar
empleos para la mano de obra rural tanto asalariada como campesina, en
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particular la producción de café y bananos, el algodón, los granos básicos y la
ganadería. Durante más de un siglo el café fue uno de los principales rubros
de las economías centroamericanas. Su importancia trascendía su dimensión
estrictamente económica, pues en torno a esta producción se estructuraron
muchas de las instituciones sobre las que se fundaron las sociedades en su
constitución como repúblicas nacionales; contribuyó a la formación de teji-
dos económicos y sociales y, en torno suyo, también se definieron identida-
des y formaciones culturales que amalgamaron un sentido de nación en cada
una de esas colectividades.
No obstante, desde finales de la década de los noventa la economía del
café experimentó una severa crisis provocada por el exceso en la producción
mundial, pues la entrada al mercado de tres grandes nuevos productores:
Vietnam, Costa de Marfil y la India, repercutió severamente sobre la caída
de los precios del grano en el mercado internacional. Pese a una serie de
esfuerzos, el sector cafetalero centroamericano no logró recuperar los niveles
de producción, ni de comercialización, y menos aún de precios del periodo
anterior. Se estimaba que a finales del siglo anterior, antes de la crisis, la
producción cafetalera absorbía a una cuarta parte de la Población Económi-
camente Activa rural, lo que equivalía a un contingente de unos 1.6 millones
de personas, en actividades tanto permanentes como estacionales. Entre ese
conjunto se encontraban aproximadamente unos 300 mil productores, de los
cuales alrededor de 200 mil eran considerados pequeños o micro-producto-
res de subsistencia. Sólo en los primeros cuatro años de la crisis del café, en-
tre 1999 y 2002, se estimaba una pérdida de 170 mil empleos directos (Flores
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terna del grano así como de otros productos de los países centroamericanos,
lo que contribuyó a una severa contracción de las balanzas de pagos, la am-
pliación de los desbalances fiscales y a un mayor incremento del desempleo y
de la pobreza rural. Ello también afectó las posibilidades de acceso a créditos
por parte de una gran cantidad de productores que no tuvieron posibilidades
de reconvertir sus fincas y acabaron siendo despojados de sus propiedades.
Antes se habían experimentados los efectos del Huracán Mitch en toda la
región, pero este tuvo especial severidad en Honduras, Nicaragua y El Sal-
vador; posteriormente se notaron los efectos del cambio climático y varios
terremotos en El Salvador a mediados de la década de 2000. A la crisis del
café y sus impactos económicos se sumaron los efectos de una crisis global
cuyas primeras manifestaciones fueron financieras, pero luego se sumaron a
la crisis energética, de alimentos y ambiental.
Una nueva faceta de la acumulación por desposesión produjo la sustitu-
ción de dinámicas que fueran características del mundo rural clásico cen-
troamericano por las de una globalización espuria. Al no resultar rentables
para la acumulación de capital, las formas colectivas de propiedad, las tierras
comunales y la tenencia campesina de la tierra constituyen un obstáculo para
el desarrollo de los mercados de la tierra. Del mismo modo, las formas de
producción no capitalistas, tanto como la persistencia de mecanismos de in-
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los paisajes rurales y de sus tejidos. Si bien no se ha llegado al despobla-
miento rural, los hábitats se han tornado vulnerables a los factores del riesgo
sistémico; se han vuelto muy dependientes de procesos laborales, sociales y
culturales subordinados a una serie de factores y sus lógicas externas, con lo
cual el campo sigue cumpliendo ahora con una función de reserva de recur-
sos, incluyendo mano de obra barata para los procesos de acumulación que
se desarrollan allí mismo o en el exterior. La agricultura de subsistencia no
ha desaparecido, pero sobrevive muchas veces de su complementación con la
migración y con actividades agrícolas o extra-agrícolas.
La reconversión o la especialización de los cafetales, la producción de
variedades finas y su combinación con la arboricultura, han producido la
sustitución de mano de obra, alentando nuevos flujos de migración interna o
internacional, que en muchos casos asume las características de una migra-
ción de reemplazo. Avenidas semejantes se organizan en torno a la siembra
de bananos y/o las grandes plantaciones agroindustriales. Pero la migración
rural al exterior también ha estimulado la adopción de nuevas estrategias
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por parte de los habitantes del campo, tanto para la inversión de las remesas
en actividades relacionadas con la finca, cambios en los usos de la tierra para
nuevas actividades agrícolas o no agrícolas, como los desarrollos inmobi-
liarios que han alterado drásticamente los mercados del suelo volviéndolos
inaccesibles para las familias pobres, o el fomento de nuevos hábitos de con-
sumo, supeditados a los nuevos modos de vida transnacional.
Evidencias recogidas en diversos estudios (Hecht y otros, 2012) apuntan
a una importante transformación de los paisajes y modos de vida rurales.
Entre muchos factores, el campo sigue operando como un espacio propicio
para el desarrollo de nuevos ejes de acumulación; pese a la pérdida de im-
portancia relativa del agro, un significativo porcentaje de la población cen-
troamericana continúa habitando en el campo, también a pesar de que las
políticas y prioridades institucionales del desarrollo neoliberal, la va arrin-
conando a los nichos de supervivencia y/o resistencia. La expropiación de
tierras y desplazamientos semiforzados, el incremento de la criminalidad
transnacional, el cambio climático y la alteración de los tejidos sociales por la
violencia estructural y sistémica de la globalización, no han logrado desgas-
tar la resiliencia campesina y sus modos de vida. Sin embargo, las estrategias
de la población rural han tenido que incorporar muchos de los elementos
que hoy en día caracterizan a los paisajes rurales: (a) el trabajo asalariado
fuera de los fundos familiares, (b) la combinación con empleos no agrícolas;
(c) la diversificación de las parcelas; (d) la incorporación de las mujeres al
mercado de trabajo asalariado; (e) la migración, tanto interna como inter-
nacional y (f) la dependencia de mercados de tierras distorsionados por la
especulación inmobiliaria. Por lo tanto, la migración se ha convertido en una
estrategia mediante la cual las familias rurales se han adaptado a las nuevas
condiciones de sus hábitats rurales y han desarrollado una serie de mecanis-
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como mano de obra no remunerada, sino bajo formas de contratación laboral
precarias, no salariales y elevadamente precarias. Su participación en los mer-
cados laborales de la migración, sobre todo internacional, no ha trastocado
favorablemente las estructuras patriarcales y, por ende, el desempoderamiento
de las mujeres sigue marcando una brutal asimetría de género. No sólo por la
migración, sino por otros factores que se han implantado desde afuera, se han
incrementado las desigualdades de ingresos, acceso a los recursos, así como en
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texto de interacciones territoriales que produce la migración
Entre los principales resultados de las nuevas dinámicas rurales, el desbor-
damiento de los territorios dentro de los cuales tradicionalmente se orga-
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reto de encarar los desafíos que este proceso entraña para el fortalecimiento
de la ciudadanía en sociedades polarizadas y democracias precarias.
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Resumen
El objetivo de esta contribución es analizar la emergencia de la renta de la
tierra, como producto de la revalorización de los bienes agropecuarios en la
fase de transición capitalista en América Latina. Asimismo, se analizan las
vías de erradicación de dicha renta, impulsadas por los países no alineados
al poder norteamericano, así como el efecto de este proceso sobre la concen-
tración de la tierra y el despojo de los recursos naturales de las comunidades
indígenas y campesinas. Se aborda también el impacto de la renta de la tierra
en la soberanía alimentaria de la región y en la integración productiva o
exclusión de los campesinos.
Abstract
This paper aims to analyze the emergence of land rent as a result of the
revaluation of agricultural goods in the phase of capitalist transition in La-
tin America. The analysis also includes the way to eradicate such income
driven by non-aligned American power and the effect of this process on
land concentration and natural resources plunder of indigenous and peasant
communities. The impact of land rent in the region´s food sovereignty and
in the productive inclusion or exclusion of peasants is also addressed.
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Introducción
Durante mucho tiempo se abandonó el estudio de la renta de la tierra en
América Latina. Nuevas preocupaciones orientaron los análisis rurales ha-
cia la exclusión de los campesinos, la migración, el desdibujamiento de los
espacios rurales, la marginalidad del mundo agrario y los derechos humanos
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de los pobladores del campo. Parecía en este mundo rural postmoderno, ca-
racterizado por bienes desvalorizados, que el problema de la renta de la tierra
había quedado atrás. Pero no fue así.
A partir del aumento en los precios internacionales de los granos y las
materias primas iniciado en el 2003, como resultado del ascenso en el precio
del petróleo, y más aún a partir de la crisis alimentaria ocurrida en el 2008,
resurgió el problema del encarecimiento de los alimentos y con ello la apa-
rición de un valor de más sobre la ganancia media: la perversión de la renta
de la tierra se enseñoreó de nuevo en el mundo rural.
Los tiempos han cambiado y en la transición por la que atraviesa el capi-
talismo, resulta necesario cambiar la mirada y utilizar herramientas que nos
ayuden a entender un panorama con bienes revalorizados.
¿Por qué la renta de la tierra? Porque este excedente de valor trastoca to-
das las relaciones tanto de la agricultura como de su vínculo con la industria
y conviene saber, a estas alturas de la crisis capitalista y alimentaria, quien se
apropia de la renta, quien la paga, cuáles son los sectores que la disputan y
sobre todo, cómo afecta el resurgimiento de la renta a los campesinos y sus
modos de vida.
Armando Bartra dice: “Si hay renta, hay campesinos”. (Bartra, 2006).
Podemos preguntar entonces, si el resurgimiento de la renta de la tierra está
generando una tendencia hacia la integración productiva de los campesinos,
como el mecanismo para abaratar los alimentos y erradicar la renta de la
tierra, o ¿cuál es la opción impulsada por el capital para evitar que el encare-
cimiento de los alimentos aumente los salarios y afecte la cuota de plusvalía
y de ganancia?
También podemos preguntar, ¿Cómo se expresa el resurgimiento de la
renta en la concentración de la tierra y los recursos naturales? La expansión
espacial del capital, observada recientemente en América Latina, tiene que
ver esencialmente con la renta de la tierra y la renta financiera, y por ello
resulta fundamental desentrañar los procesos económicos que desatan su
aparición.
¿Cuáles mecanismos están impulsando los países no alineados, o en dis-
puta por la hegemonía como China, India y los países petroleros, para eva-
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¿Resurge la renta de la tierra? La revalorización de los bienes agropecuarios y su impacto en América Latina
dirse del aumento en los precios internacionales y con ello evitar desangrarse
pagando la renta de la tierra? ¿Qué papel juega la dislocación en la cuestión
de la renta de la tierra?
Asimismo se trata de indagar, ¿cómo el resurgimiento de la renta de la
tierra está afectando la lucha por la soberanía alimentaria, impulsada por los
campesinos así como los países postneoliberales en la región?
El rasgo central de la transición capitalista en el ámbito rural lo consti-
tuye, desde la visión económica, el aumento en los precios de los alimentos.
En este contexto, nuestro objetivo es analizar los cambios ocurridos en el
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mundo rural latinoamericano durante la transición, desde la mirada de la
renta de la tierra.
En el primer punto se aborda el papel de la renta de la tierra en los mo-
delos de sustitución de importaciones y neoliberal. En el segundo punto se
analiza la fase de transición y la renta de la tierra, mientras que en el tercer
apartado se aborda el modo en que afecta el incremento de la renta a la so-
beranía alimentaria y a los productores rurales en América Latina. Al final
se proponen algunas conclusiones.
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bajo que en Inglaterra. (Vergopoulos, 1975).
La segunda vía para erradicar la renta de la tierra ocurrió en la postgue-
rra. La presencia de la economía campesina en América Latina, permitió
producir bienes abaratados que reducían la renta de la tierra, con lo cual la
industria en general tuvo la oportunidad de mantener bajos los salarios y
aquellas industrias que utilizaban las materias primas agropecuarias pudie-
ron bajar sus costos. En este contexto, la existencia de la renta constituyó un
factor esencial para el impulso de la producción y reproducción campesina
y por ende, para la búsqueda de la soberanía alimentaria, aún cuando en esa
época se hablaba en términos de autosuficiencia.
Con el ascenso del neoliberalismo se impulsó una nueva vía para erradi-
car la renta de la tierra. La forma de dominio agroalimentario centrada en la
desvalorización de los productos. Estados Unidos impuso precios internos
por debajo del costo de producción, 46% para el trigo y 20% para el maíz,
los cuáles, debido a la importancia de las exportaciones cerealeras de dicha
nación, se convirtieron en referentes mundiales de los pecios de los granos
básicos. (Mittal y Rosset, 2003:21) Los bajos precios fueron compensados
a los productores de los países desarrollados mediante elevados subsidios,
que fueron pagados por los ciudadanos a través de los impuestos. De esta
suerte, la situación de la renta de la tierra cambió radicalmente. Por un lado
los bajos precios eliminaron la renta, toda vez que no redituaban la ganancia
media y ni siquiera parte del costo, mucho menos proveerían la renta de la
tierra. Por otro lado, el ingreso de compensación para los bajos precios de los
productores, los subsidios, fue pagado por los ciudadanos y no por la indus-
tria, con lo cual en el neoliberalismo se alcanzó una vía de erradicación de la
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¿Resurge la renta de la tierra? La revalorización de los bienes agropecuarios y su impacto en América Latina
renta muy favorable al capitalismo. Esta vía, sin embargo, fue desastrosa para
los campesinos. Estados Unidos impuso su producción desvalorizada sobre
la producción nativa de los países, lo cual provocó la exclusión de los cam-
pesinos y la pérdida de la soberanía alimentaria. En consecuencia, de 1980 al
2000, el 72% de los países en el mundo se convirtieron en dependientes de
alimentos. (Holt et al., 2010).
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costo.5 Lo esencial lo constituye el hecho de que el aumento de los costos
fue mayor que el de los precios de los granos, con lo cual se anuló en algunos
casos este incremento.
Mientras el índice de precios de los alimentos (cereales, aceites, carnes,
azúcar y leche) fue de 52% de abril del 2007 a abril del 2008, el índice de
precios de los insumos alcanzó 99% (Soto Baquero, 2008:5).
En segundo término, el hecho de que el mercado agroalimentario se en-
cuentre altamente concentrado en un reducido grupo de empresas, implicó
que, a pesar del aumento en el precio internacional, las empresas comerciali-
zadoras como Cargill, ADM, Bunge, y otras, siguieran imponiendo precios
internos desvalorizados.
En México, en el caso del trigo, mientras en marzo del 2008 el precio inter-
nacional ascendía a 4, 720 pesos la tonelada, las empresas pagaban a 3, 400 pesos.
5 Según la FAO los precios de algunos fertilizantes, como el superfosfato triple y el muriato de
potasa subieron más de 160% en los primeros meses del 2008, en relación al aumento registrado
en 2007.
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los salarios, debido fundamentalmente a la crisis capitalista y al desempleo,
que han permitido al capital mantener los bajos salarios establecidos durante
el neoliberalismo e incluso reducirlos, como en el caso de México, país en el
cual el salario real cayó en 0.20% del 2008 al 2013. El resto de los países de
América Latina muestran crecimientos del salario, pero, excepto en Argen-
tina, fueron menores al índice inflacionario.6
6 Datos elaborados con base en: Banco Interamericano de Desarrollo. 12 de agosto del 2014.
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7 Siguiendo a Sader (2009), llamamos postneoliberales a aquellos países como Venezuela, Boli-
via y Ecuador que han impulsado políticas alternativas al modelo neoliberal.
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Tal situación ocurre en primer término debido a que los precios de di-
chos cultivos tienden a crecer más que los precios de los cultivos básicos para
la alimentación, con lo cual no resienten en la misma medida el aumento de
los costos.
Como puede verse en el siguiente cuadro, del 2006 al 2012, el precio
del maíz subió 14% y el de la soya 14.1%, mientras que el del arroz y el trigo
subieron menos. Del 2008 al 2012, una vez superado el pico de la crisis ali-
mentaria, el precio del maíz subió 7.2% y el de la soya 4.3% mientras que los
precios del arroz y el trigo decrecieron (CUADRO 1).
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esencialmente los productores de granos básicos, principalmente del maíz,
los frijoles secos y el arroz.
En este contexto, el acaparamiento de la renta de la tierra por parte de las
grandes empresas comercializadoras y el pago de los bienes por debajo de su
valor ha minado la capacidad productiva alimentaria en la región.
La producción cerealera en América Latina no presenta una clara recu-
peración a pesar del incremento de los precios. Mientras la producción de
arroz había crecido al 2.94% de 1990 al 2003, de esta fecha al 2012 solo creció
en la región al 1.20%. En el caso del maíz se observa una desaceleración
pues de 1990 al 2003 creció al 4.90% anual mientras que del 2003 al 2012
creció 4.51%. En el caso del trigo se pasó de un crecimiento del 1.95% en el
primer período a un declive del -1.43%. También en la superficie cosechada
de arroz y trigo se observa un decrecimiento como puede observarse en la
gráfica siguiente.8 Sólo los cultivos que se utilizan para agrocombustibles o
la exportación como la soya presentan crecimientos en este período, como
puede verse en la siguiente gráfica.
8 Datos elaborados con base en FAOSTAT. www.fao.org Actualizado el 20 de marzo del 2014.
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Como puede verse en las siguientes gráficas, mientras en 1990 el maíz
comandaba la estructura de la superficie cosechada de América Latina y el
trigo y los frijoles secos ocupaban el tercero y cuarto lugar, para el 2012, tres
cultivos comodines comandaban la estructura superficial: la soya, el maíz y la
caña de azúcar, mientras el trigo y los frijoles fueron desplazados.
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Los países más afectados, son justamente aquellos que tienen amplias po-
blaciones campesinas, en los cuales la exclusión de la agricultura familiar ha
minado la soberanía alimentaria. En la siguiente gráfica se observa un claro
aumento de las importaciones de cereales en países como Perú, Colombia,
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Conclusiones
Podemos concluir que la revalorización de los bienes agropecuarios ha traído
consigo el resurgimiento de la renta de la tierra, la cual sin embargo ocurre
con modalidades diferentes para los distintos cultivos y productores. En el
caso de los granos básicos para la alimentación, el incremento en el costo
de los insumos como el combustible y los fertilizantes atenuó el efecto de
la renta, por lo cual sólo los grandes productores con elevada fertilidad del
suelo y grandes volúmenes de producción pudieron verse beneficiados. Ade-
más, continuó la estrategia de dominio de las empresas comercializadoras
transnacionales al imponer precios internos por debajo del precio interna-
cional, con lo cual los pequeños productores fueron despojados del valor de
su producto. Quienes se apropiaron de la renta de la tierra fueron las grandes
comercializadoras como Cargill, ADM, Bunge, etc.
En cambio, en el caso de los cultivos para la exportación como la soya y
los cultivos comodines como el maíz, la caña de azúcar y la palma africana,
los precios subieron en mayor proporción, por lo que fue posible reducir el
impacto de los costos y por tanto el efecto de la renta de la tierra fue más
claro. El surgimiento de este remanente de valor atrajo una fuerte inversión
de capital, tanto productivo como financiero, para exportar productos o es-
pecular con la tierra. Este fenómeno ha generado una fuerte concentración
de la tierra así como el despojo de la tierra y los recursos naturales a los
pequeños productores rurales.
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Resumen
Para abordar el tema del acaparamiento de tierras en la región, el artículo
se ha dividido en cinco secciones. La primera entrega antecedentes sobre la
base empírica de un proyecto de investigación desarrollado en los últimos
años en la Oficina Regional para América Latina y el Caribe de la FAO,
a cargo del autor. En la segunda, se entregan antecedentes históricos sobre
el origen de los problemas sobre tenencia de la tierra en el mundo y en la
región y también se ubica el marco conceptual en el cual se analizan los an-
tecedentes que se presentan en las siguientes partes. La tercera, presenta una
tipología para establecer órdenes de magnitud del fenómeno analizado. En
la cuarta - que puede ser considerada medular -se presenta un análisis de un
conjunto de temas relevantes que tienen una especial vigencia en esta región.
Finalmente, se entregan algunas reflexiones sobre los temas analizados.
Abstract
For the analysis of land grabbing in Latin America this paper has been di-
vided into five sections. The first section gives background on the basis of an
empirical research project developed in recent years at the Regional Office
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for Latin America and the Caribbean, FAO, conducted by the author. Se-
cond section focuses on the historical background of problems concerning
land tenure around the world and on the region, and also covers the con-
ceptual framework used in the analysis. Third section presents a typology to
establish orders of magnitude of the analyzed phenomenon. Fourth section-
which can be considered core - presents an analysis of relevant issues that
1 Ponencia a la Mesa redonda: Ambiente y Sociedad: La Disputa por los Recursos Naturales, IX
Congreso de la Asociación Latinoamericana de Sociología Rural (ALASRU), Ciudad de
México, octubre de 2014. Una parte importante de estos argumentos se encuentran en Borras
et al., (2012), del cual soy coautor.
2 Sociólogo chileno, Consultor de la Oficina Regional de FAO en América Latina y el Caribe
y coordinador del Proyecto sobre la dinámica del mercado de tierras. E-mail: sergio.gomez@
fao.org
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have a special effect in this region. Finally, some reflections on the discussed
issues are delivered.
Antecedentes generales
Este trabajo ofrece una síntesis de los principales resultados del Proyecto
sobre la dinámica del mercado de tierras en la región, recientemente fina-
lizado. El objetivo fue recoger y analizar antecedentes sobre la dinámica
del mercado de la tierra y que conduce, en determinados casos, a procesos
de concentración y de extranjerización, de manera de identificar situaciones
que pueden ser consideradas como una manifestación del fenómeno de aca-
paramiento de tierras o “Land Grabbing” que había sido registrada en África
y Asia. Se basa en dos textos que contienen publicaciones del Proyecto ya
señalado que se realiza en FAO / RLC desde 2010. El primero, corresponde
al capítulo final contenido en el libro Dinámicas del mercado de la tierra en
América Latina y el Caribe: concentración y extranjerización, publicado en ju-
nio de 2012. El segundo, corresponde al libro Reflexiones sobre concentración y
extranjerización en América Latina y el Caribe, publicado en 2013.
El primero tiene un carácter descriptivo y está compuesto por un con-
junto de estudios nacionales sobre la concentración de tierras, durante el úl-
timo quinquenio, en diecisiete países de la región: Argentina, Bolivia, Brasil,
Chile, Colombia, Costa Rica, Ecuador, Guatemala, Guyana, México, Nica-
ragua, Paraguay, Panamá, Perú, República Dominicana, Uruguay y Trinidad
y Tobago. Cada una de las monografías fue encargada a especialistas con una
reconocida experiencia y reflejan la realidad que ellos registran. Los estudios
dieron cuenta de un importante proceso de concentración y de extranjeri-
zación de la tierra en toda la región, a través de las más diversas formas y
procedimientos, muchos de ellos nunca antes vistos.
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El segundo, con un fuerte contenido interpretativo, analiza los antece-
dentes descritos en el primero, desde una perspectiva global y de agrupacio-
nes regionales.
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reconocidos académicos que realizan docencia e investigación vinculadas al
tema del acaparamiento de tierras.
El marco de referencia que propone LDPI, se nutre de la respuesta de su
quehacer académico a las siguientes preguntas claves: (i) quién es propietario
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de qué; (ii), qué hace cada cual; (iii); qué obtiene cada uno; (iv) qué es lo que
hacen con el excedente (v) cómo las clases sociales y grupos en la sociedad
interactúan entre ellos; y (vi) cómo los cambios en las políticas afectan la
dinámica ecológica y viceversa.
Dentro de este marco se presentan algunas preguntas más específicas que
deberían guiar las futuras investigaciones.
¿Cuáles son los cambios que están emergiendo en la nueva estructura
agraria? ¿Se trata de nuevas formas del capitalismo agrario o se repiten las
del pasado?
¿Cuál es la naturaleza y la extensión de la diferenciación social rural en
términos de clase, género, etnias que siguen a los cambios en el uso y en la
propiedad de la tierra, así como en la organización de la producción y en el
intercambio?
¿Hasta que punto existe una relación entre los actuales conflictos rurales
como consecuencia de la dinámica de estas nuevas inversiones?
Por último, las alternativas que se manejan a nivel de políticas públicas
y de discursos que tratan sobre las crisis alimentaria, energética, climática y
financiera deberían considerar: la inversión, el crecimiento y la moderniza-
ción de la actividad silvoagropecuaria; versus la marginalización, los despla-
zamientos y el empobrecimiento de grupos rurales significativos.
Por otra parte, vale la pena señalar la realización de tres eventos masi-
vos académicos recientes, donde se trató específicamente el tema que nos
ocupa: En 2011 se realizó la primera Conferencia Internacional donde se
discutieron 120 trabajos sobre el tema en el Instituto de Estudios del Desa-
rrollo (IDS) en la Universidad de Sussex, en Inglaterra; en 2012 tuvo lugar
la segunda conferencia en la Universidad de Cornell, Ithaca en el estado
de Nueva York; la tercera conferencia se realizó en 2013 en Yale University.
Sobre estas reuniones, que expresan el funcionamiento del LDPI, interesa
destacar dos aspectos.
El primero se refiere a la variedad de temas considerados en las dis-
cusiones conceptuales, donde se dio importancia a la universalización del
concepto, los aspectos metodológicos, sobre todo aquellos relacionados con
la confiabilidad y la validez de la información. Sobre esto último, se dieron
importantes discusiones sobre el valor de las informaciones de prensa – dada
la cobertura periodística que tiene el tema - , el acceso a la información sobre
procesos que no siempre son transparentes, etc.
En segundo lugar, en ellos, predomina la presencia de académicos rela-
tivamente jóvenes con orientados o tutoreados que en su calidad de tesistas,
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Tipología
Sobre la base de los antecedentes de los estudios nacionales, y con las limi-
taciones que estos tienen, proponemos una aproximación para ponderar los
diferentes casos, de acuerdo al grado en que los fenómenos analizados se
encuentran presentes.
Para establecer un orden relativo de ubicación en que se encuentran los
diferentes países, desde la presencia mayor hasta la menor de concentración/
extranjerización de la tierra, se observaron las siguientes variables: nivel de
concentración; nivel de presencia de capital extranjero; presencia de empre-
sas del país en otros países; y presencia de países inversionistas en él.
Tomando en cuenta estos indicadores, con las limitaciones que se han seña-
lado, resulta claro que los casos extremos son los que corresponden a los Tipos I
y V, en la medida que resultan relativamente fáciles de diferenciar, debido a que
se trata de situaciones polares. Es el caso de Argentina y Brasil (Tipo I), paí-
ses de grandes dimensiones, con niveles de concentración y de extranjerización
evidentes, inclusive con Estados inversionistas en sus fronteras, y con empresas/
empresarios de sus países de origen, con fuerte presencia en otros países vecinos.
Por el contrario, en el otro extremo, se ubican Guyana y Trinidad Tobago
(Tipo V), países relativamente pequeños; con limitados procesos de concen-
tración y extranjerización y sin que sus empresas ni sus empresarios tengan
presencia más allá de la frontera de sus respectivos países.
Luego se entra en los países donde se encuentran situaciones interme-
dias, que son los incluidos en el Tipo III, pues comparten situaciones inter-
medias entre las dos situaciones extremas ya descritas. Los países incluidos
en el Tipo II, son países de dimensiones medianas, con interesantes procesos
de concentración/ extranjerización y con altos niveles de porosidad de inver-
siones en el sector silvoagropecuario intrarregional. Aquellos que se ubican
en el Tipo IV, son países más pequeños, en los que se observan procesos de
concentración y extranjerización más tradicionales y otros más recientes, con
medianos procesos de porosidad de inversiones interregionales.
Junto con apreciar una ordenación de presencia de los fenómenos, vale la
pena relativizar la validez que tienen los indicadores utilizados, especialmen-
te en los casos de niveles de concentración, donde se utiliza la cantidad de
rubros afectados y en presencia del capital extranjero, donde se utilizó el nú-
mero de países inversionistas. Estos son los datos disponibles en los trabajos
de los países. Pero, no cabe duda que un indicador más sensible para captar
este tema, como ya se señaló, debería considerar valores relativos en función
de las dimensiones de cada uno de los países. En el caso de la presencia del
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mientras que en Chile era de 2,178 ha. Por su parte en Ecuador, las propieda-
des mayores de 1,000 ha era de 7,313 ha, y las PMG 1,977 ha; en Guatemala
era de 896 ha y finalmente en Perú de 13,995 ha.
Si bien las diferencias regionales son importantes, las dimensiones que
tenía la concentración de la tierra hace 60 años, según las cifras de los estu-
dios del CIDA, tienen poco que ver con los antecedentes que se encuentran
en los estudios de caso de los países presentados.
Esta evidencia muestra que los niveles de concentración de la tenencia de
la tierra han crecido notablemente en la región, si se compara con la situa-
ción que prevalecía hace 60 años.
La concentración/extranjerización actual se inserta en la perspectiva de
una modernización productiva de la economía rural de América Latina. Se
reconoce un uso más eficiente de los recursos productivos, aun cuando se
plantean críticas en cuanto a procesos de exclusión social y a no considerar
adecuadamente los temas ambientales.
Los inversores
Se pueden identificar cuatro grandes categorías de inversores: (i) Estados in-
versionistas; (ii) fondos de inversión; (iii) inversionistas dentro de la región; y
(iv) inversionistas tradicionales, pero con nuevas características.
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Fondos de inversión
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La alta rentabilidad de algunos cultivos, especialmente los flexi de posibles
múltiples usos como alimento, forraje o combustible (Borras et al., 2010,
2013), ha llevado a que diversos fondos de inversión se orientan a la compra
de tierras en la región. Dentro de los compradores de tierras a gran escala, se
encuentran fondos de inversión, con fondos de ahorristas privados, así como
fondos de inversión institucionales, como pueden ser fondos de pensiones
de profesores (de Estados Unidos y de Canadá) o fondos de pensiones más
genéricos (de Suecia), e incluye fondos soberanos. La presencia de este tipo
de inversionistas no es fácil de identificar.
Dentro de la región
Una característica interesante de resaltar en el proceso de concentración/
extranjerización, que resulta más bien propia de América Latina y el Caribe,
son varias vías a través de las cuales se observa una porosidad en la expansión
de la tenencia de la tierra dentro de los países de la región.
Se han identificado tres vías de expansión intrarregional, de acuerdo a los
recursos que son movilizados. En todos los casos se moviliza, además del ca-
pital, una experiencia acumulada en el país de origen que alcanza a un cierto
techo: (a) vía empresas “Translatinas”; (b) vía combinación de propiedad y
arrendamiento de tierras; y (c) vía migraciones, el caso de Brasil en Bolivia
y Paraguay.
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Por su parte, el otro grupo forestal chileno CMPC, creado en Chile por una
familia tradicional hace 90 años, que aún lo controla, tuvo ventas el 2010 por
4,219 millones de USD de sus productos derivados de la madera.
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fuerte presencia de empresas familiares, aunque no exclusivamente, con una
experiencia acumulada inicialmente en el propio país, que luego se expanden
hacia los países vecinos implementando una estrategia ya probada. El fuerte
crecimiento del paquete tecnológico de siembra directa -soja transgénica-
en Argentina y la creciente demanda desde Asia, también resultan factores
importantes que explican su expansión más allá de sus fronteras.
Los pools de siembra constituyen relaciones novedosas para combinar tie-
rra, capital y recursos humanos; arrendamiento (u otros arreglos contractuales
de acceso a la tierra) y/o propiedad aportada en fideicomisos donde se puede
observar: (i) un paquete tecnológico basado en maquinaria moderna; (ii) un
uso intensivo de biotecnología e insumos agroquímicos; y (iii) un complejo
sistema de gestión con una sofisticada base computacional y personal espe-
cializado en la selección de campos, producción, gestión y comercialización.
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Paraguay
Como brasiguayos llaman en Paraguay a los agricultores brasileños y sus des-
cendientes que, desde fines de la década del 60, se encuentran localizados
en la región Oriental, en los Departamentos de Alto Paraná, Canindeyú,
Amambay y Caaguazú, que comparten frontera seca con los estados brasile-
ños de Paraná, Santa Catarina y Mato Grosso do Sul. Una alta proporción
de aquellos primeros migrantes logró instalar explotaciones agrícolas peque-
ñas y medianas, dedicadas a la producción de la soja, preferentemente, y del
trigo y maíz, en menor proporción. Muchos agricultores brasileños aprove-
charon la oportunidad, dada la diferencia en el precio de la tierra de vender
sus de tierras en Brasil y comprar el doble, o más, en Paraguay. Esta primera
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fase de intensiva incorporación de los agricultores y empresarios duró hasta
mediados de la década del ochenta.
Desde ese momento y hasta fines de la década del 90, se verificó una
segunda fase. En esos años, el proceso consistió en la difusión de la mediana
y gran empresa agropecuaria. Además de los rubros agrícolas, comenzó, si-
multáneamente, la producción del ganado bovino.
Y, finalmente, una tercera fase, comenzó a verificarse desde los prime-
ros años de la década pasada, y que, por un lado, se manifiesta en la ma-
yor difusión de la gran empresa agropecuaria, tanto en los departamentos
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Bolivia
Brasil y Bolivia comparten dos mil kilómetros de frontera común, de las
cuales la mitad se encuentra en el departamento de Santa Cruz. Se pueden
distinguir tres etapas en la expansión de los agricultores desde Brasil.
La primera etapa de inmigración brasilera tuvo lugar durante los años
80 y fue relativamente reducida, si se le compara con las que se desarrollan
más adelante. Desde entones se comenzó a experimentar con la soya y otras
oleaginosas en tierras alquiladas o en asociación con algunos productores
bolivianos; los menonitas ya antes habían logrado experiencia y resultados
satisfactorios con este cultivo y continúan haciéndolo hasta ahora.
La segunda etapa de inmigración brasilera va desde el año 1993 aproxi-
madamente, hasta el 1999 en la región del este de Santa Cruz. Sin embar-
go, a los pocos años del inicio de esta migración se produjeron tres años
continuos de condiciones climáticas adversas que hicieron que muchos
inversionistas nacionales y extranjeros abandonaran el negocio. La tercera
etapa comienza en el año 2005, con una nueva oleada de inversionistas bra-
sileros, pero esta vez además en busca de tierras de uso ganadero. El cultivo
de la soja en Bolivia no se habría desarrollado a los niveles actuales, sin la
presencia de agricultores inversionistas brasileros y de otros extranjeros
que compraron tierras en Santa Cruz y trajeron recursos, conocimientos
y tecnología.
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sificada que incluye las finanzas, el comercio, la industria, los servicios y las
inversiones en la agricultura.
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Nota final
1.- Nivel de la concentración. La concentración que se observa actualmente
en América Latina es muy superior a la que se observó en el pasado y tiene
otro significado. En cuanto a la dimensión, la actual es significativamente
superior a la que existía cuando se planteó la necesidad de realizar reformas
agrarias durante el Siglo XX.
2.- Aspectos propios de América Latina y el Caribe. Comparando los procesos
de concentración que se observan en la región, con los que ocurren en otras
latitudes, como África, Asia y Eurasia ex soviética, se pueden destacar: (i) el
mayor dinamismo que se observa en este mercado en relación a ellos; (ii) una
porosidad interregional de capitales, tecnologías, de empresarios, de modelos
de gestión, etc. que se observa entre los países de la región y (iii) una menor
presencia de Estados extranjeros como inversionistas.
3.- Presencia de “cultivos comodín”. Si bien este fenómeno no es exclusivo de
América Latina, vale la pena resaltarlo por la importancia que ha alcanzado
en esta región. Se trata de cultivos que tienen múltiples y/o flexibles usos en
la triada “3-en-1”: alimento-forraje-combustible, la cual ha sido denominada
como “flexcrops” Esto también ocurre en los sectores no alimentarios, espe-
cíficamente en la producción forestal industrial y la conservación en gran
escala.
4.- Necesidad de evaluar impactos. Es urgente avanzar en conocer el impacto
de estos procesos sobre la agricultura campesina, la producción de alimentos,
el medio ambiente y el empleo. En efecto, es necesario avanzar en dimen-
sionar cuanta tierra de la que se concentra proviene de tierras ocupada por
agricultura campesina y cuál fue el destino de los productores.
5.- Sustentabilidad y las directrices voluntarias sobre tenencia. Finalmente vale
la pena reflexionar sobre la sustentabilidad de la situación descrita acerca
del funcionamiento del mercado de la tierra y el desarrollo y, sobre todo
como ella afecta, la seguridad alimentaria. Se puede argumentar que caben
serias dudas al respecto. Por ello, el documento Directrices voluntarias sobre
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Alberto Riella2
Resumen
En el primer lustro del siglo XXI el escenario rural del Uruguay cambia
radicalmente si se lo compara con el último cuarto de siglo anterior. Por un
lado comienza un acelerado crecimiento de la producción agraria y agroin-
dustrial, por otro se producirá una de las mayores reducciones del numero los
pequeños establecimientos y por último llegará al gobierno el Frente Am-
plio con la intención de implementar políticas públicas dirigidas al sector de
cuño pos-neoliberal. En este artículo intentaremos describir este escenario
y sus principales tendencias, para luego analizar los efectos que se han pro-
ducido en la estructura agraria y en particular en la producción familiar. Por
último, nos detendremos a describir las principales políticas públicas imple-
mentadas por los gobiernos de izquierda para mitigar los efectos sociales
negativos que se han manifestado a lo largo de este proceso de expansión y
crecimiento agrario.
Abstract
During the first five years of the 21 century the Uruguayan rural scenes chan-
ges dramatically if compared with the last quarter of the previous century.
On one hand, an accelerated growth of agricultural and agro industrial pro-
duction begins, on the other hand there will be one of the largest reductions
on small farms, and finally the Frente Amplio party reaches the government
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Alberto Riella
with the aim of implementing post neoliberal public policies for the sector.
In this article we will try to describe this scenario to analyze the effects that
have occurred in the agrarian structure, and particularly on family farmers.
Finally, we will also describe the public policies implemented by the left
government to mitigate most negative effects that have ocurred through this
process of agricultural expansion and growth.
ment
Introducción
El Uruguay rural del siglo XXI presenta profundas transformaciones pro-
ductivas y un acelerado crecimiento en sus principales rubros retomando su
histórica importancia económica y política en el país. Pero estos procesos
han sido acompañados por una disminución muy importante de pequeños
productores mostrando que dichas transformaciones presentan una fuerte
tendencias a la concentración y la exclusión de productores. En este escena-
rio asumirá el gobierno por primera vez en el país una coalición de partidos
de izquierda y centro izquierda (Frente Amplio- Encuentro Progresista) con
la intención de implementar políticas públicas dirigidas al sector para tratar
de mitigar o revertir estas tendencias a la exclusión y concentración. En el
primer apartado trataremos de describir las principales trasformaciones y
tendencias que muestra el agro uruguayo en la última década; en el segundo
analizaremos la evolución de la estructura agraria y sus cambios más recien-
te, centrándonos en los estratos de pequeños productores familiares; en el
tercer aparato realizaremos una breve reseña general sobre los principales
intentos de los gobiernos progresistas para mitigar los efectos sociales más
negativos que se han manifestado a lo largo de este nuevo proceso de expan-
sión capitalista.
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contemporánea. Ellos son: las alteraciones en el uso del suelo, los cambios
legales para la tenencia de la tierra, la extranjerización y el dinamismo del
mercado de tierras. La conjugación de estos factores dará como resultado
el mayor y más acelerado proceso de concentración de la estructura agraria
desde que se llevan registros estadísticos agropecuarios (Riella y Romero,
2014).
El primer factor está vinculado a los cambios producidos en el uso del
suelo en el país en los últimos diez años. En esta década se produce una
expansión exponencial de la superficie dedicada a la producción agrícola y
a la forestación. En materia de agricultura la producción de la soja estuvo al
frente del crecimiento del área productiva, pasando de 10,000 ha en la zafra
2000 a 859,000 ha en la zafra 2010. De la misma magnitud fue el incremento
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en las exportaciones de dicho grano que en el 2001 era de tan sólo un millón
y medio de dólares y en el 2010 ascendían a 705 millones, transformándose
así en el principal rubro de exportación del país (DIEA, 2012).
Este crecimiento fue acompañado por un cambio en el paquete tecnoló-
gico a partir de la introducción de la siembra directa y la utilización de va-
riedades transgénicas. Pero territorialmente este proceso está muy focalizado
sobre la región litoral suroeste del país limítrofe con Argentina, donde apa-
rece una fuerte presencia de inversión extranjera en el cultivo de soja espe-
cialmente de este país vecino. Dicho proceso se dio mediante un incremento
notorio de los rendimientos por hectárea y con una fuerte concentración de
la producción que llevó a que las chacras mayores a 1000 hectáreas pasaran
de representar un 20% a mediados de la década a un 50% en el 2010 (Gon-
salves, 2010). Esta misma tendencia se advierte en el acopio y distribución
del grano, donde cinco firmas exportadoras concentran el 77 % del volumen
comercializado.
También otros sectores agrícolas han mostrado un gran dinamismo en
la última década, como el trigo, el arroz, la cebada y el girasol, lo que ha
llevado conjuntamente con la soja a que el área agrícola total del país pase
de 400,000 ha en el año 2000 a 1.200.000 en el año 2011 (Anuario MGAP;
2012).
El segundo sector que implicó un cambio en el uso del suelo fue la ex-
pansión de la producción forestal, que a partir de una legislación que fo-
mentó su desarrollo en el país en los años noventa y la instalación de una
planta procesadora de pasta de celulosa en el 2005 impulsó un aumento de
la superficie dedicada a este rubro de casi un millón y medio de hectáreas
en el 2012. Esta expansión se dio en base a empresas transnacionales que se
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la producción por hectárea: el nivel de extracción del ganado sobre el rodeo
pasa de un promedio de 15% en el período 1990-2000 a un 20% en esta
última década que se ha caracterizado por mantener este coeficiente de ex-
tracción en forma constante3 (Murguía, J. 2006). Esto es producto de nuevas
tecnologías de cría y engorde del ganado y la aparición de la alimentación
a corral y una creciente articulación vertical de los frigoríficos que buscan
tener cada vez más sus propios engordes.
El segundo factor que debe ser considerado para analizar la estructura
agraria actual son las modificaciones legales que se introdujeron a finales de
los noventa que permitieron la compra de tierras por parte de las Sociedades
Anónimas. Esta medida que buscaba fomentar la inversión en un sector
deprimido resultó un incentivo muy importante en el ciclo económico de
crecimiento, cambiando radicalmente las características de la tenencia, ya
que las personas físicas, propietarios tradicionales de los establecimientos,
perdieron importancia relativa frente a los inversores nacionales pero funda-
mentalmente frente a los extranjeros que mediante esta nueva forma jurídica
de tenencia ingresaron masivamente al mercado de tierras del país. El último
censo, indica que el 43% de la superficie productiva del país está en manos de
estas sociedades anónimas, lo que señala la profundidad de las transforma-
ciones en el sistema de tenencia de la tierra y la complejidad para el análisis
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de operaciones de compra-venta llegaron a 25,000, significando la comercia-
lización de 6.780,000 hectáreas (DIEA, 2012). Es decir que casi la mitad de
la tierra fértil cambió de dueño en menos de una década. Si se analizan las
ventas por escala de superficie, se aprecia que las hectáreas correspondientes
al estrato de productores familiares fueron las que tienen mayor nivel de tran-
sacciones, lo que indicaría que este dinamismo en la compra de tierras tiende
a afectar a los predios menores y fomentar el aumento promedio del tamaño
de los predios.5 También una característica de estas compra-ventas es que el
54% del total de las hectáreas vendidas han sido adquiridas por Sociedades
Anónimas.6 Este dinamismo provocado por la fuerte demanda de tierra tam-
bién se observa en el mercado de arrendamientos. En el período analizado
la superficie arrendada va creciendo año con año. En el censo del 2011 se
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registraron bajo esta forma de tenencia 2.500,000 ha, de las cuales 900,000
se habían arrendado ese mismo año (DIEA, 2012).7 El comportamiento de
ambos mercados -venta y arrendamiento- muestra de manera elocuente la
profundidad de las transformaciones productivas y la fuerte presión que ejer-
cen los sectores agroexportadores sobre la estructura agraria actual.
El corolario de estos cuatro factores ha sido el espectacular aumento del
precio de la tierra que se ha dado en estos años, multiplicando su valor casi 8
veces en este periodo (Gráfico 1). En el año 2000 el valor promedio por hec-
tárea ascendía a 448 dólares (USD), pasando en el 2011 a un valor promedio
de 3,196 USD. En las regiones con mayor aptitud agrícola el precio prome-
dio superó los 7,000 USD a fines del período. Los precios de los arriendos
también mostraron un aumento importante en el período, pasando de 28
USD promedio en el año base a 152 USD la hectárea en el 2011, y en los
predios agrícolas el precio de arriendo promedio se ubicó por encima de los
300 USD para ese año.
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7 El plazo de arriendo más común es de entre uno y dos años por contrato, aunque también
existe un 20% de arriendos con plazos mayores a 3 años vinculados a la ganadería.
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En las tablas 1 y 2 se puede apreciar que durante la primera mitad del siglo
XX la cantidad de pequeños establecimientos va creciendo de manera sos-
tenida y el peso de las grades explotaciones se va reduciendo a pasos muy
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lentos.
Como vemos en el grafico 2 esa estructura agraria inicial se mantuvo re-
lativamente estable. Los cambios más significativos que se pueden observar
están vinculados básicamente a las variaciones que han tenido los estableci-
mientos de menor tamaño y las que parecen estar asociadas a los avatares de
los ciclos económicos que el país ha tenido a los largo de su historia.
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y aparecen señales de estancamiento e inestabilidad económica8. A partir
del Golpe de Estado de 1973 se comienzan a dar los primeros pasos para
8 Se da un cambio de gobierno en 1958 derrotando al partido de gobierno que por más de tres
décadas impulsó el modelo económico. En estas circunstancias comienzan a firmarse los pri-
meros acuerdos con el FMI, dando un viraje importante en el rumbo de las políticas públicas.
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10 Sí se realizaron inversiones especulativas y rentistas por los bajos valores de la tierra.
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11 A través de esta política se logró elevar el salario real de los trabajadores rurales, regular la jor-
nada de trabajo, dar un impulso a la formalización del empleo, legitimar los sindicatos rurales,
entre otros avances (ver Riella y Mascheroni, 2013).
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13 La ley determinaba una impuesto relativamente bajo (entre 8 y 16 dólares por hectárea por
año) y gravaba la propiedad de inmuebles rurales que combinaran una determinada extensión
con una determinada productividad media. Pagarían el impuesto los inmuebles rurales que
excedieran las 2,000 hectáreas con una productividad media. Por su definición, el ICIR sólo se
aplicaría a unos 3,000 establecimientos los que representan el 2% del total de los productores.
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nimas, medidas que tuvieron un efecto más simbólico que real.
En este sentido, podemos afirmar que el conjunto de las leyes, decretos y
políticas implementadas por las dos administraciones de gobiernos progre-
sistas, no han podido revertir ninguno de los factores que están provocando
la concentración de la tierra en el país. Esto se debe a la imposibilidad actual
del Estado de contar con poder suficiente para regular los procesos econó-
micos y de mercado que producen el crecimiento del sector, sin poner en
riesgo el necesario aumento constante del ingreso de divisas al país.
Por último, esto debe ser visto como una demostración efectiva del poder
de las organizaciones de los grandes empresarios rurales, que con sus alianzas
políticas han ido minando todo intento del gobierno en esta dirección. Sin
embargo, dada la clara opulencia del sector y de sus empresarios en los últimos
años, en cada batalla simbólica frente a las medidas del gobierno, las gremiales
y sus aliados han visto debilitada su legitimidad ante la opinión pública. Por
ello estas discusiones y conflictos para regular y actuar sobre las formas de te-
nencia y la distribución de la tierra, siguen muy vigentes y están comenzado a
formar parte de los principales temas en la agenda política del país. En esta di-
rección, el fortaleciendo de las organizaciones colectivas de los pequeños pro-
ductores familiares, en especial a través de su organización nacional (CNFR),
permitió dar mayor visibilidad a sus reclamos y de esta forma amplificar sus
denuncias sobre los efectos negativos tanto sociales como ambientales de este
proceso de expansión y crecimiento que vive actualmente el sector.
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Resumen
En este artículo se analiza el conflicto que existe en el campo uruguayo entre
la producción familiar y los agronegocios. Para ello se discute conceptual-
mente las características generales del productor familiar y de los agrone-
gocios y luego se pasa revista al desarrollo de ambos en el Uruguay. De esta
manera se llega a la conclusión de que si bien hay una tendencia a la gradual
desaparición de los productores familiares durante la última mitad del siglo
XX, ésta se acelera en años recientes como consecuencia del avance de los
agronegocios. Se identifican y se analizan seis causas directas e indirectas
que inciden en el descenso abrupto de los productores familiares y la respon-
sabilidad que en ello le cupo a los agronegocios.
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Abstract
In this paper we discuss the conflict between family farming and agribusiness
at Uruguay. We first define both terms and then we describe their develop-
ment in recent years. We conclude that in the last half of the twentieth century
there has been a decline of family farming. However this decline has been
much larger in the last decade as a consequence of agribusiness pressure. We
identify six intertwined reasons (direct and indirect) that explain this tendency.
1 Ponencia a la Mesa redonda Agricultura familiar frente a los agronegocios. IX Congreso de la Aso-
ciación Latinoamericana de Sociología Rural (ALASRU), Ciudad de México, octubre de 2014.
2 Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de la República, Uruguay. Responsable del Núcleo
de Estudios Sociales Agrarios (NESA) del Departamento de Sociología. E-mail: diego@fcs.
edu.uy
3 Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de la República. Integrante del NESA del Depar-
tamento de Sociología.
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Introducción
A principios de la primera década del siglo XXI una serie de procesos in-
ternos que se habían iniciado durante la década anterior sumado a procesos
que ocurren a escala global, eclosionan en una radical transformación en la
estructura agraria del Uruguay y en la estructura de su sociedad. El avance
de los agronegocios y su inserción en las cadenas globales de valor provocan
un acelerado proceso de concentración y extranjerización de la tierra con im-
portante presencia de sociedades anónimas, muchas de ellas multinacionales,
que expanden las cadenas de granos, forestal-maderera-celulósica, cárnica,
láctea, etc. doblando las exportaciones y modificando la organización de los
negocios.
Así, el avance de los agronegocios entra en conflicto con la producción
familiar, ya que al sextuplicar el precio de la tierra impide su crecimiento,
ahoga a los que son arrendatarios, y favorece los procesos de arrendamiento
o venta de sus tierras (entre otros procesos).
Este artículo intenta explicar estos procesos deslindando los nuevos
cambios de aquellos que con más de cincuenta años de acción ya habían
inducido la declinación de la producción familiar. Para ello en el segundo
apartado se define a este sujeto social y se caracteriza la producción familiar
en el Uruguay. En el tercero se hace lo mismo con el modelo de los agrone-
gocios. En el cuarto se esbozan los conflictos entre ambos para concluir en
el quinto sintetizando los resultados del estudio.
La producción familiar
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Discusión conceptual sobre la producción familiar
En este apartado se procurará aclarar a qué tipo social se refiere la categoría
de productor familiar. Para ello comenzaremos por retomar las definiciones
que se manejan sobre este actor en la academia. Luego, se avanzará en deli-
mitar qué aspectos son los que distinguen a la producción familiar de otros
tipos sociales, en particular, del campesino.
En la bibliografía existe un amplio acuerdo en relación a los principales
criterios para delimitar qué es un productor familiar. Estos son: (i) la forma
en la que moviliza el trabajo (mayoritariamente por vínculos familiares), y (ii)
el hecho de que dependen sobre todo de sus propios medios de producción,
incluyendo la tierra, más que de la venta de fuerza de trabajo (Oya, 2004).
Así también, Mann y Dickinson (1978), remarcaban que los pequeños
productores de bienes primarios son similares al capitalista por dos aspectos
básicos: (i) porque son una forma de producción destinada al intercambio,
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4 Se seleccionaron a las explotaciones en las que el productor es una persona física, que reside
en el predio y que pudiendo contratar mano de obra asalariada, siempre debe emplear al menos
un número igual de trabajadores familiares. Esta definición es más restrictiva que la manejada
por el Ministerio de Ganadería, Agricultura y Pesca, ya que la segunda no exige residencia en
el predio.
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5 Son los hogares con individuos que en su ocupación principal declaran ser “Miembro de
cooperativa”, “Patrón”, “Cuenta propia con local o inversión” o “Miembro del hogar no remu-
nerado” y que adicionalmente, declaran trabajar en empresas que producen bienes agropecua-
rios habiendo retirado productos para consumo propio y/o recibiendo ingresos por medianería,
aparcería, pastoreo o ganado a capitalización. También declararon realizar su trabajo “En un
establecimiento fijo”, “En su vivienda”, “A domicilio” o “En un predio agropecuario o marítimo”
sin necesidad de trasladarse.
6 Recuérdese que la cantidad de tierra en uso agropecuario no varía (alrededor de 16.000.000
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de has.) a lo largo del siglo ya que la frontera agrícola en Uruguay se termina en 1880
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1.- La transectorialidad, que no sólo liga más fuertemente las distintas etapas
por medio de procesos organizativos controlados por una o más empresas
que actúan como nodos de la cadena, sino también una mayor articulación
horizontal hacia otros negocios derivados de la cadena principal.
2.- Los agronegocios constituyen cadenas buyer driven es decir guiadas por
la demanda de consumidores globales antes que locales.
3.- La penetración más amplia e intensa del capital en los procesos produc-
tivos con fuerte presencia del capital financiero, ya como insumo o como
cobertura de riesgos a través de las bolsas de valores.
4.-Un uso cada vez mayor de insumos industriales con fuerte presencia de
paquetes tecnológicos basados en transgénicos, que tienden a la estandariza-
ción de los procesos y a aumentar la escala para mantener las rentas.
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7 Este punto de vista tiene sus voceros en los medios de comunicación (suplementos agropecua-
rios de los principales diarios, programas de radio y televisión con periodistas especializados),
en algunas organizaciones técnicas supranacionales vinculada al sector, etc., algunas institucio-
nes de enseñanza para mencionar los principales.
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vacían las áreas rurales destruyendo el tejido social rural, causan la pérdida
de soberanía alimentaria del país, etc. Así, los agronegocios son calificados
como una de las variantes de un modelo neo-extractivista que está siendo
ampliamente aplicado por gobiernos progresistas y neoliberales de América
Latina (Gudynas, 2010).
Quienes son críticos tienen menos presencia en los medios de comuni-
cación: y generalmente están en organizaciones ambientalistas, otras Orga-
nizaciones no Gubernamentales, algunos sectores de la academia (otros lo
defienden), algunas revistas especializadas, etc.
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reas forestadas a cerca de un millón hoy. Si bien en el inicio hubo inversores
grandes, medianos y pequeños, a medida que las plantaciones crecían y se
llegaba al momento de comenzar el corte y la industrialización, empresas
de mayor envergadura fueron comprando las tierras de tal manera que en el
momento actual siete empresas extranjeras controlan el 70% de la superficie
forestada (Florit, 2013).
Tres grandes empresas han avanzado en la cadena de valor invirtiendo
en procesos industriales para obtener pulpa de celulosa y tableros de madera
contrachapada. UPM Kymene (finlandesa) construyó una planta de pulpa
de celulosa en Fray Bentos y Montes del Plata (que es la asociación entre
Stora Enso sueco-finlandesa y Arauco, chilena) en Punta Pereyra, ambas
sobre el río Uruguay. La empresa norteamericana Weyerhauser invirtió en
una planta de tableros de madera en el área de Tacuarembó-Rivera al norte
del país. Las tres poseen vastas superficies forestales en las proximidades de
sus plantas y todas tienen fuerte presencia de capital financiero entre sus
accionistas, ya sea como capital propio o por medio de Fondos de Inversión.
Es de notar que la incorporación de procesos industriales en la Cadena de
Valor local es sólo parcial, ya que la pulpa de celulosa es sólo el primer paso
en cadenas mucho más largas (que terminan en papel, cartón, etiquetas, etc.)
que se llevan a cabo en otras plantas que estas empresas tienen en distintas
partes del mundo, pero generalmente más cerca del mercado consumidor
(Europa, China, etc.) y donde se lleva a cabo la mayor generación de valor
(Gatreau, 2013; Lagaxio, 2014).
Estas empresas desdoblan el proceso productivo en dos cadenas parcia-
les: una dedicada a la producción de madera y otra que tomando la madera
la transforma en pulpa de celulosa o en paneles. Un subproducto importante
es la producción de energía para uso propio y para inyectar a la red nacio-
nal de electricidad. La organización de la cadena responde a un modelo de
integración vertical, de modelo jerárquico (Gereffi, 1994). La propiedad del
capital está separada de la gestión que tiene en su vértice a ejecutivos de
origen extranjero. Las tareas en los viveros, plantaciones y cosecha son sub-
contratadas a empresas tercerizadas de origen nacional. La fuerza de trabajo
consta de un grupo muy pequeño de trabajadores altamente calificados que
manejan las operaciones industriales y las operaciones de campo, otro grupo
calificado que maneja operaciones en campo e industria (por ejemplo los
que conducen las maquinas cosechadoras forestales) y finalmente un contin-
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ser aún menor que la de un salario.
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al momento en que los padres deben abandonar los establecimientos los
hijos ya han formado hogares y buscado otras profesiones y no quieren
retornar al campo; incomprensiones del sistema de jubilaciones que impi-
de que un productor se pueda jubilar a la edad apropiada para dar paso a
los sucesores. El resultado de este conjunto de fuerzas internas y externas
(entre las cuales se incluye la presión de los agronegocios sobre la tierra
y el ambiente) es un bloqueo que está afectando la reproducción de los
establecimientos familiares.
Necesidades Básicas
Otra dimensión de análisis relevante para el estudio de las posibilidades de
permanencia y reproducción de la producción familiar puede evaluarse a
partir de los indicadores de Necesidades Básicas Insatisfechas (NBI)8. La in-
cidencia de insatisfacción en este tipo de necesidades puede analizarse como
otro mecanismo que impacta en la motivación a permanecer en este tipo de
vida, ya que al impacto objetivo que tiene experimentar situaciones de priva-
8 Para este trabajo se han tomado las definiciones propuestas en el Atlas Sociodemográfico y
de la Desigualdad en Uruguay (Calvo, et al., 2013), excepto por el indicador de educación que
no se trabaja aquí.
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Conclusiones
Como síntesis de lo presentado hasta aquí, es posible destacar seis grandes
tendencias que ayudan a comprender el conflicto entablado entre la produc-
ción familiar y los agronegocios. En primer lugar, los datos preliminares que
se han divulgado a partir de los Censos Generales Agropecuarios, estarían
mostrando una reducción relativa de la producción familiar frente a otro
tipo de explotaciones de carácter capitalista y empresarial, con superficies
mayores y una racionalidad que responde al modelo de los agronegocios. En
segundo lugar, se despliegan varias hipótesis que arrojan luz acerca de los
complejos procesos que confluyen para explicar dicha reducción. La variable
principal es el rápido incremento en el valor de la tierra y los arrendamientos
impulsada por los agronegocios. Por un lado estimula a los productores fa-
miliares a la venta de la tierra o la cesión en arrendamiento y por otro coarta
la posibilidad de tomar tierra en arrendamiento para aumentar la escala.
Otras cuatro variables intervienen coadyuvando a ese proceso: las presiones
ambientales que ejercen los agronegocios, los cambios en los mercados de
trabajo rurales que aumentan la demanda y los salarios de los trabajadores, la
edad promedio elevada de los actuales productores familiares y las dificulta-
des en la sucesión de los predios que inducen al reparto de la herencia antes
que a la preservación del patrimonio, y por último la situación de privación
relativa en relación a los indicadores de NBI a la que están expuestos los ho-
gares de la producción familiar, aspecto que manifiesta sus dificultades para
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acceder a mayor bienestar, a pesar del muy buen desempeño económico del
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Resumen
Los estudios sociales agrarios indagan en los últimos años procesos emer-
gentes relacionados con la movilidad del capital y del trabajo, como también
con la reestructuración de la relación entre ambos. Caracterizaciones de esos
estudios en Argentina, sitúan en el campo de debate, la relación entre la
producción familiar y el capital concentrado. Una opción para analizarla es
penetrando en los modos de ampliación de las fronteras agrarias, donde el
gran capital se moviliza a distintas velocidades y de múltiples formas, gene-
rando transformaciones territoriales y prácticas socioeconómicas diversas de
campesinos y chacareros. La interpretación analítica da cuenta de procesos
sociales emergentes: presión-adaptación; intermediación-subordinación;
desposesión-subsunción; según sea el tipo empírico de interrelación.
Abstract
Agrarian social studies research, nowadays, emerging processes related to
the mobility of capital and labor, as well as the restructuring of the rela-
tionship between both of them, Recent characterizations of these studies
in Argentina, locate, in the field of debate, the relationship between family
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production and big capital. One option is to analyze it penetrating the dif-
ferent ways of expanding agricultural frontiers where the concentrated capi-
tal is mobilized at different speeds and in multiple forms, generating ter-
ritorial transformations and diverse socioeconomic practices of peasants and
farmers. Analytic interpretation brings about emerging social processes of
pressure-adaptation; mediation-subordination; dispossession-subsumption;
depending on the empirical type of interrelationship.
Introducción
Abordar la interrelación de la producción familiar y el agronegocio, remite
en su definición y alcance a conceptualizaciones polisémicas y polémicas,
por las consecuencias económicas y políticas que implican. Ambos términos
expresan la naturaleza política de su construcción, devienen de la conjun-
ción: producción intelectual e instrumentación política. Se trabajan en con-
traste para su definición y para la implementación de acciones diferenciales.
Desarrollos académicos y debates técnicos permiten deconstruir los concep-
tos y la subjetivización de ambos términos.
La categoría empírica agricultura familiar está asociada a la creación de
un espacio de negociación entre el Estado y las organizaciones sociales y
gremiales que representan a los pequeños productores. En tanto actor po-
lítico y económico, se consolidó en las agendas de las políticas publicas de
Argentina desde el denominado conflicto del campo en 2008. Ese hecho social
que develó modelos de desarrollo en disputa, dio también visibilización al
heterogéneo sector de la agricultura familiar en el país. (Arzeno y Ponce,
2013). Schiavoni (2010) pone de manifiesto, por un lado, esa diversidad de
actores y problemáticas que convoca la categoría, y, por otro, la vinculación
con la renovada cuestión agraria, ya que, mayormente, es promovida por las
organizaciones de lucha por la tierra en el marco de políticas diferenciadas.
Por otro lado, es menor la participación de organizaciones que nuclean a
chacareros o colonos, las que en momentos de crisis se identifican con las de
otros subgrupos de productores familiares e integran alianzas.
El alcance amplio de su definición se condice con el carácter que el Es-
tado reconoce a la agricultura familiar, la de ser un concepto heterogéneo y
genérico, que “…incluye a los pequeños productores minifundista, así como
a los emprendedores, empresarios pequeños rurales, y personas que trabajan
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ma manera lo hacen trabajadores migrantes, ex campesinos productores de
materias primas que en momento de crisis regional y desindustrialización
abandonaron o fueron forzados a abandonar sus campos, y se constituyen en
fuerza de trabajo disponible en barrios satelizados de las ciudades y recluta-
dos como trabajadores ocasionales o transitorios extrarregionales en gran-
des empresas integradas. Se ejemplifica con la expansión territorial a nuevas
áreas de frontera agraria de una cadena agrícola tradicional modernizada en
el Valle Medio del río Negro.
Finalmente, caracterizaciones recientes de zonas campesinas extrapam-
peanas (Cáceres et al, 2008; Bendini, 2011, Comerci, 2011; Preda, 2013), plan-
tean procesos de acumulación por despojo o desposesión con expulsión de
campesinos e indígenas; en un contexto de corrimiento de la frontera agraria
por expansión agrícola excluyente (principalmente por expansión del mono-
cultivo de soja) en áreas antes marginales, fenómeno que se caracteriza como
pampeanización (Ortega, 2011; Martínez Dougnac, 2013). Esta forma de ex-
pansión sustituye actividades con desplazamiento de productores familiares
de tipo campesino por “cerco neoliberal” (Akram Lodhi y Kay, 2010) que
fuerza a los sectores excluidos a asalariarse y/o migrar, no sin resistencias. Se
presenta acá el caso del noreste de Salta, en la región del noroeste del país,
de alta vulnerabilidad social y ambiental, donde se acumulan procesos de
despojo pero también de resistencia.
En el primero y en el último caso, se generan tensiones entre procesos
emergentes de disputas por la tierra, por los recursos naturales; como tam-
bién el desarrollo de prácticas productivas y laborales, junto a movimientos
espaciales múltiples. No se trata acá del clásico éxodo rural sino de movilida-
des laborales cortas como prácticas adaptativas, de resistencia.
Respecto del acceso y uso de los recursos, la imagen de territorios vacia-
bles o sacrificables (Camardelli y Salazar, 2013) aparece o reaparece en las úl-
timas décadas con nuevos rasgos, si se compara con la imagen de territorios
vacíos, desérticos, de las colonizaciones iniciales de frontera. Corresponde a
territorios considerados de bajo valor social, donde la población campesina
e indígena ha quedado sistemáticamente invisibilizada, tal como en años
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tensivas
En regiones de pasturas extensivas persisten formas campesinas y rasgos
menos modernos en actividades ganaderas. En las últimas décadas aparecen
signos crecientes de presión territorial del capital concentrado y de control
de los recursos naturales. A su vez también se incrementan los procesos de
asalarización, en distinta velocidad y forma, de la fuerza de trabajo familiar.
Se observan dos fuentes de subsunción formal del trabajo al capital: por
un lado, la asalarización plena de algún miembro de la familia en el lugar; o
migrando y en algunos casos, enviando remesas a la unidad. Por otro lado,
cuando miembros de la familia se asalarizan temporariamente, de modo os-
cilante sin cambiar de residencia. Una de las formas típicas de asalarización
parcial en estas regiones es la aparcería precaria vinculada a formas de con-
trol de las grandes explotaciones o a formas más horizontales de aparcería
de campesinos “socios” cuando crían o arrean ganado ajeno (de familiares,
vecinos) “en propio”.
A partir de la presión creciente del capital, de la acción del Estado y de
las microdinámicas familiares, se modifica la organización y la división social
del trabajo en las unidades domésticas de producción; se intensifica la movi-
lidad laboral y productiva con la ruptura de la monoactividad. Se compleji-
zan, asimismo, las formas de trabajo predial y no predial, y la pluriinserción
de las familias campesinas. En un sentido general, se condice con caracte-
rizaciones recientes de la población residente en el medio rural que señalan
una creciente diversificación del perfil ocupacional y una transformación de
la estructura de ingresos rurales (Cartón de Grammont y Martínez Valle,
2009; Álvaro, 2012). Sin embargo, los cambios en las prácticas labórales y
productivas no son sólo las consecuencias de ese condicionamiento sino que
pueden interpretarse también como formas adaptativas para la persistencia
campesina, como manera de garantizar la reproducción de esa forma social.
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por los recursos y ejercen presión sobre las formas sociales campesinas.
Estas transformaciones tienen lugar en regiones con condiciones climá-
ticas adversas y situación dominial incierta. Allí, la expansión territorial del
gran capital es de carácter excluyente pero no acabada, de tipo más especu-
lativa por competencia y control de los recursos y, no sólo diferencial, como
lo fuera en las colonizaciones iniciales. Si bien puede haber expulsiones, no
se generalizan aún y coexisten formas campesinas con formas capitalizadas
plenas. Ese círculo comienza a cerrarse y aparecen signos amenazantes, a la
vez que se generan nuevas formas de resistencia.
La construcción de poder político en organizaciones sociales según con-
dición de clase, étnica, campesina, modifica los posicionamientos, las rela-
ciones sociales, de poder, en un contexto de tensiones y negociaciones, sin
poder aún definirse los resultados de este campo de fuerzas.
Por otro lado, pueden interpretarse las prácticas adaptativas como una
forma de persistencia, para no abandonar el campo, “la” tierra, en su histórica
cosmovisión y práctica de pastoreo, se la representa sin límites definidos,
abierta, desde las rastreadas indígenas o travesías. Ese apego o terruño con-
fiere identidad agraria y a su vez congrega en la resistencia a los productores
crianceros. Es decir, en aumento, las familias desarrollan estrategias produc-
tivas y laborales de reproducción social, favoreciendo su capacidad de resis-
tencia (Bendini y Steimbreger, 2013).
Los rasgos y procesos descriptos son similares a otras regiones campesi-
nas de pasturas extensivas, en tierras áridas y de altura.
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ción limitada (en forestación, en turismo, esquila, aparcerías ganaderas, en el
campo; comercio y servicios en los pueblos).
El empleo es de carácter fragmentado y discontinuo, predominando, en
la ocupación extrapredial, la categoría todo el año (65 por ciento)5. Resulta
significativa en los pueblos la distribución del empleo agrario y no agrario
(45 y 55%, respectivamente) y la combinación de fuentes de ingresos (plu-
riinserción) relacionada con el rol activo del Estado. Nuevas necesidades
ampliadas de acceso a servicios e infraestructura social, la generación de
empleos públicos, las políticas de seguridad social y los ingresos indirectos,
completan esta situación de transformación inacabada.
Podría pensarse también que los cambios de actividad y de residencia
tienen consecuencias en el vínculo de la población rural con la tierra, e in-
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posesión (Bendini y Steimbreger, 2013; Cáceres, 2014).
Algunos cuantos de estos rasgos se replican en otras regiones de pas-
turas extensivas y de territorialidad campesina. Con especificaciones pro-
pias regionales, la situación es similar en vastas regiones del mundo, como
en Mongolia, Uzbekistán, noroeste de China, Kenya, Etiopía, el altiplano
potosino en México; en otras regiones de Argentina como el oeste de La
Pampa, noroeste de Córdoba, altiplano del norte de Salta (Mora Ledes-
ma, 2009; Cáceres et al., 2004; Comerci, 2011; Hocsman, 2012; Preda, 2013;
INTA-DAAD, 2013).
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6 A los efectos de este texto, se utiliza el término distribución para incluir los segmentos de
empaque, acondicionamiento, industria y comercialización general de los productos agro-
alimentarios.
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Intermediación y contractualización
En las nuevas áreas de expansión (Valle Medio del río Negro, en la provincia
de Río Negro) de una cadena frutícola de casi un siglo de desarrollo, tienen
lugar procesos de control de la producción y del trabajo, que se intensifican a
partir de la actual fase de transnacionalización y modernización excluyente.
Se producen cambios en el modelo de acumulación, en la movilidad del
capital y en los mecanismos de subalternización; en un contexto de trans-
formación de la organización social de la agricultura: de una producción
familiar de tipo capitalizada, hacia otra con fuerte predominio de la organi-
zación empresarial (grandes empresas integradas trasnacionales y nacionales
transnacionalizadas).
Por un lado, la subordinación creciente de estos productores familiares
a los sectores hegemónicos (distribuidores) tiene que ver con el proceso de
modernización que los ha marginado al quedar fuera de la adopción tecno-
lógica que se torna selectiva y no generalizada como en la fase anterior.
Otro proceso vinculado, es la intensificación y control del trabajo a través
de la incorporación tecnológica y del reclutamiento y gestión del trabajo
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temporario. A través del tiempo, la presencia de intermediarios no fue sólo
una respuesta económica a los desequilibrios regionales; su permanencia ha
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estado asociada con formas de control y coerción social que buscan discipli-
nar y reducir la capacidad de negociación de los trabajadores rurales, con-
virtiéndose en otro mecanismo de acumulación del capital (Sánchez, 2009;
Steimbreger, 2009).
Las grandes empresas integradas comienzan a limitar la contratación di-
recta de trabajadores y con ello, externalizar las responsabilidades legales de
la contratación formal; de este modo se desdibuja la relación laboral y los
posibles conflictos derivados de la misma (Benencia y Quaranta, 2003).
El sistema de reclutamiento/acceso al trabajo deja entrever la existencia
de elementos extraeconómicos y extralegales, que restringen la libertad de
los trabajadores tanto para establecer la relación laboral como para inte-
rrumpirla. En este sentido, Neiman (2010) destaca la multiplicidad de fun-
ciones que puede cumplir la intermediación: el reclutamiento de mano de
obra; la organización de las tareas, el control y la supervisión del trabajo,
como también últimamente se incrementa, la externalización de los aspectos
formales de la relación laboral (pseudo cooperativas de trabajo, ilegales de-
claradas a comienzo de siglo, y empresas de recursos humanos vinculadas a
grandes compañías de provisión de insumos).
En esos casos, se observa la continuidad de prácticas de reclutamiento
basadas en el disciplinamiento laboral demostrado en temporadas previas, y
sustentadas frecuentemente en lazos de parentesco y paisanaje que lo garan-
ticen (C. de Grammont, 1992; Lara, 1996; Sánchez, 2009). Favorece además
la reducción de los costos laborales al asumir los intermediarios o los traba-
jadores sus propios costos de reproducción social. Por otro lado, parecería
que la tendencia empresarial no es consolidar una sola forma de contratación
de trabajadores estacionales, sino organizar una red amplia y flexible que
le permita cubrir en tiempo y forma las necesidades laborales de carácter
transitorio.
Pasamos al otro proceso emergente, la contractualización. En la agri-
cultura contractual, el principal objetivo es controlar y coordinar un amplio
rango de tareas y labores: control de la producción agrícola, técnica, organi-
zacional socioeconómico y político.
En el comienzo de la agricultura contractual, las empresas integradas
asumían la comercialización, el control de calidad y el financiamiento de los
productores proveedores. Posteriormente las grandes empresas decidieron
intervenir en la gestión del trabajo y en la introducción de tecnologías a
escala. En la búsqueda de una integración flexible esas empresas fueron de-
sarrollando nuevas formas de vinculación y de intermediación.
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Mónica Isabel Bendini
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para una subsunción formal del trabajo al capital, sin llegar a una plena sub-
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sunción real.
En el norte de Salta, la contradicción se plantea por ser un territorio
campesino marginal y estancado y a la vez revalorizado por el gran capital;
con actividades dinámicas en expansión, acompañadas de exclusión social
(Shejtman y Berdegué, 2004). Cabales desplazamientos de campesinos e in-
dígenas, por otro lado, no son movimientos unívocos y definitivos.
Estos procesos como los analizados en los casos anteriores ocurren en
un ciclo de expansión territorial del capital a nivel global y local, en áreas de
territorialidad familiar de la producción, que, en etapas anteriores, resultaban
marginales. Por otro lado, dan cuenta de una tensión territorial y social aún
indefinida.
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de penetración,
pautas culturalesa de
lasapego
limitaciones en latambién
a la tierra; maximización del ingresoenfamiliar;
a la participación a
colectivos
sociales de naturaleza sectorial, étnica, de construcción política, que fortale-
cen la identidad y la unidad doméstica de producción.
Resumiendo, un mundo agrario de trabajo familiar que se achica y, a su
vez “al campo no se lo abandona”. Se conforman situaciones complejas, de
transformaciones múltiples, de transición; donde se conjugan procesos de
campesinización y asalarización (Akram Lodhi y Kay, 2010), de control y
subordinación con inclusión y persistencia; sin llegar a plasmarse cabales
procesos de abandono del campo, ni una plena subsunción real del trabajo.
Parafraseando a Martínez Valle (2013), las familias rurales constituyen una
importante fuerza de fusión que, aún hoy, contrarresta a las fuerzas de fisión
que provienen del mercado.
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Resumen
Se analizan desde una perspectiva histórica los recientes procesos de aca-
paramiento de tierras y los despojos que de estos resultan, considerando las
tendencias de larga duración propias del desarrollo del capitalismo en el
agro argentino y explicando las condiciones actuales, tanto macroeconómi-
cas como del sector agrario.
Los procesos económicos nacionales que enmarcan las presentes dispu-
tas por los recursos naturales y en particular por la tierra agraria, y que influ-
yen en sus modalidades específicas son, por un lado la notable concentración
y desnacionalización de la economía, y por otro la acelerada sojización de la
agricultura. Atendiendo a dichos procesos se explica cómo las tendencias de
la acumulación capitalista global influyen en las características que adopta la
monopolización del uso del suelo en la región.
El estudio de algunos casos particulares que ilustran dichos procesos nos
permite aportar elementos para una tipología que de cuenta de los rasgos
relevantes del fenómeno.
Abstract
This paper analyzes, from a historical perspective, the recent processes of
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land grabbing in the Argentinian agricultural field, and the effects related to
typical long-term trends of the capitalist system. It explains ongoing condi-
1 Ponencia a la Mesa redonda: Ambiente y Sociedad: La Disputa por los Recursos Naturales, IX
Congreso de la Asociación Latinoamericana de Sociología Rural (ALASRU), Ciudad de Mé-
xico, octubre de 2014.
2 Investigadora del Centro Interdisciplinario de Estudios Agrarios, Facultad de Ciencias Eco-
nómicas, Universidad de Buenos Aires. E-mail: gmd.ciea@yahoo.com.ar
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zados de sus antiguas condiciones de vida y de trabajo.
Desde sus orígenes, vale decir desde los tiempos de la llamada acumu-
lación originaria, el desarrollo del capital está asociado a la expropiación
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4 Puede mencionarse el caso de familias tradicionales como los Alzaga, Unzué, Ortiz Basualdo,
Anchorena, Pueyrredón, Balcarce, todavía hoy poseedoras cada una de mas de 2.500 hectáreas
en la provincia de Buenos Aires (Basualdo y Khavisse, 1994).
5 Este representante de una de las corporaciones tradicionales de terratenientes (CARBAP),
que se quejaba al observar la amenazante presencia económica de una “nueva clase … los capi-
talistas …los propietarios anónimos”, impulsó una nueva ley de colonización con, entre otros
objetivos, el de “evitar la formación de verdaderos latifundios por parte de fondos inversores
anónimos y capitales extranjeros … ese capital extranjero, el cual sin alma ni dios, actualmente
se ha infiltrado en nuestra pampa…” Diputado Mujica Garmendia, Cámara de Diputados,
1942. (Citado en Weill, 1944: 291).
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6 Por ejemplo entre 1990 y 2010 las 200 empresas más grandes de la Argentina acrecentaron su
predominio económico aumentando considerablemente el peso de su facturación total en el va-
lor de la producción nacional (del 16,4% al 27,1%). Asimismo si en 1991 las 50 mayores empresas
de la cúpula explicaban el 27,0% de las exportaciones totales, en 2001 su participación aumentó
al 41,4%, y en el año 2010 al 59,1% (Schorr et al., 2012).
7 Además de las fuentes que se señalan en el texto la mayor parte de la información que se
reproduce en este punto acerca de la denominada cúpula empresarial se ha sintetizado de Shorr,
Manzinelli y Basualdo (2012).
8 Pueden mencionarse entre otras a Agroservicios Pampeanos, Molfino Hermanos, Noble, Pro-
ductos de Maíz, Quickfood y Tabacal Agroindustria, JohnDeere y Macrosa del Plata, Glencore
Grain, Finexcorp.
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el agente principal de los procesos de concentración y centralización capi-
talista, debido en gran medida a su significativa participación en las ramas
más rentables, donde tiende a constituir oligopolios favorecido por el gran
tamaño de las escalas productivas que opera, captando elevados dividendos
en virtud de sus ventajas competitivas.9
Entre las firmas concentradas, el posicionamiento de las dedicadas al ne-
gocio agrícola y agroindustrial se vio también potenciado, además de por las
políticas locales que determinaron precios relativos favorables, por un contexto
internacional en el cual se amplió notablemente la demanda de alimentos, lo
cual determinó -junto con otros factores- que, como en el caso de los hidrocar-
buros y otras materias primas, se afirmara una tendencia al alza de los precios
de los cereales y oleaginosas. Esta situación, acompañada por la progresiva
orientación de fondos especulativos hacia la producción de comodities, estimuló
el estallido de una nueva y profunda crisis alimentaria en el año 2008. Y si bien
el posterior descalabro financiero disparado en Estados Unidos detuvo tem-
poralmente la tendencia alcista, la misma se consolidaría a partir de una nueva
ola de flujos de capitales hacia el sector agroalimentario (Rubio y Peña, 2013).10
En el caso de la soja –semilla y derivados-, por ejemplo, durante la primera
década del siglo XXI se produjo un alza casi constante hasta el 2013 de aproxi-
madamente el 200% en el precio del grano y 230% en el aceite.11
9 Posiblemente sea al caso de la empresa minera de origen canadiense Barrick Gold Company,
cuya subsidiaria Minera Argentina Gold se ubica entre las 50 firmas de la elite empresarial
más concentrada, uno de los ejemplos paradigmáticos de este proceso. La empresa anuncia
en medios periodísticos de la Argentina que hoy, el 34% del PBI de San Juan, provincia en la
cual opera desde hace años, depende de sus actividades económicas en ese territorio provincial.
10 En este último año 2014, sobre todo para la soja, esta tendencia alcista se ha revertido.
11 Para la semilla de soja se ha tomado la evolución de precios promedio anuales FOB Golfo de
México 2000-2013, y para los aceites precios FOB Argentina
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década del noventa, se fue manifestando con toda su contundencia el mode-
lo del agronegocio, el cual se presentó estrechamente vinculado a algunos de
los procesos socioeconómicos que le son paradigmáticos, como la concentra-
ción de la producción, la desaparición de explotaciones y la descomposición
de la agricultura de base familiar, todos impuestos por el avance creciente del
capital (Martínez Dougnac, 2013a).12
El uso de semillas genéticamente modificadas13, la utilización del sistema
de siembra directa, la creciente aplicación de agroquímicos y de la inversión
en insumos y maquinarias hicieron del cultivo de soja el signo de la agri-
cultura capitalista moderna. La expansión del cultivo de soja en la Argen-
tina es un proceso relativamente reciente y breve: partiendo de principios
de los años setenta del siglo pasado -cuando se superaron por primera vez
las 100,000 hectáreas cultivadas-, ya hacia 1998 la superficie ocupada por
la oleaginosa superó los 7 millones de hectáreas, llegando a ocupar en la
campaña 2012-2013 más de 20 millones. La serie de mapas siguiente permite
visualizar la dimensión del fenómeno.
12 En la historia del cultivo de soja en Argentina hasta su acelerada expansión actual (soji-
zación), hemos distinguido tres etapas: (1) desde los inicios irregulares del cultivo hasta su
adopción parcial; (2) adopción relativamente generalizada y expansión creciente en la pampa
húmeda (1970-1990); (3) la sojización, asociada al modelo de avance del capital en la agricultura
instalado a partir de los años noventa (Martínez Dougnac, 2013a).
13 A diferencia por ejemplo de Brasil, en la Argentina, según datos de la FAO (FAOSTAD,
2011), desde hace años y hasta la última campaña agrícola, prácticamente la totalidad de la
soja sembrada proviene de la semilla RR, genéticamente modificada y resistente al glifosato
(MAGyP-IICA, 2012).
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algodón, etc.), como poblaciones predominantemente campesinas que fue-
ron siendo desposeídas de sus ancestrales medios y espacios de subsistencia,
instalándose una disputa por los territorios que derivó en una creciente mo-
nopolización del uso del suelo en grandes extensiones, reproduciéndose el
modelo productivo pampeano –la pampeanización- y el predominio de las
economías de escala.
La lectura comparada de los mapas que dan cuenta del aumento del uso
agrícola de los suelos a escala nacional permite observar la magnitud del
proceso de reconversión del uso productivo de extensos territorios.
14 El derecho agrario distingue los contratos de arrendamiento, que se extienden al menos por
tres años, tanto de los llamados contratos accidentales, que implican la toma de tierras por un
ciclo agrícola, como de diferentes tipos de aparcerías que pueden implicar un vínculo contrac-
tual menor a tres años.
15 Por ejemplo el inicio de una etapa de aumentos crecientes de inversión de capital por hec-
tárea.
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Durante los últimos años el fenómeno que hemos descripto resultó re-
forzado –vía precios- por el papel creciente de la demanda proveniente de
países como China e India que fueron incrementando sus importaciones de
alimentos y materias primas. En particular el papel de China resultó parti-
cularmente relevante, ya no sólo como mercado principal de la cadena de
la oleaginosa, sino también por convertirse en uno de los principales socios
comerciales de la Argentina. Asimismo, la expansión económica china pro-
movió una ola creciente de inversiones hacia nuestro país, orientadas sobre
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todo a los mercados financieros y a la producción de minerales y alimentos.
En la actualidad, dichas inversiones se ubican en el tercer lugar, detrás de
Estados Unidos y España, destacándose en el caso del negocio agroalimen-
tario la compra del 51% de la tradicional firma Nidera por parte del grupo
de capitales chinos China Grains and Oils Group Corp (Boyadjian, 2014).
Cabe señalar que la relevancia del proceso de sojización se expresa tam-
bién en la participación del complejo oleaginoso –granos, aceite, harina,
biodiesel- en el total de las exportaciones,16 donde da cuenta del 25% de las
mismas. Así, según datos del USDA Argentina es actualmente el primer
16 Otro indicador de la importancia del complejo para la economía nacional es que aporta al
Estado alrededor de un 4% del PBI en concepto de gravámenes a la exportación.
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17 Solo es posible acceder a series de larga duración relativamente confiables para las provincias
que conforman esta región.
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18 Suele denominarse todavía maicera a la zona núcleo de la pampa húmeda, donde se encuen-
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tran las tierras agrícolas más fértiles, ya que hasta fines de los setenta este fue el cultivo domi-
nante. A partir de esos años la soja desplazó casi por completo a este y otros cultivos.
19 Por ejemplo la tierra en el departamento de las Lajitas, donde se concentra más del 65% de
toda la superficie sembrada con soja en Salta.
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como reflejo del alza de la renta,20 el precio por hectárea aumentó -entre el
2000 y el 2012- de 300 a casi 2,000 dólares, y de 1,000 a 6,000 dólares respec-
tivamente.21
De esta manera, la extraordinaria renta agraria, así como la minera, y
los crecientes dividendos provenientes de la inversión de capital en dichos
sectores, potenciaron a una escala desconocida hasta entonces en Argentina
la competencia por la apropiación y el uso de la tierra en particular, y de los
recursos naturales en general.
Este fenómeno se ha expresado de un modo más solapado en el medio
pampeano que en las tierras que se incorporaron a la expansión sojera en
las regiones extrapampeanas, como ocurriera –y ocurre- en el norte de la
provincia de Córdoba, Santiago del Estero y demás sitios donde aún existen
territorios con población campesina de tipo tradicional (Hocsman, 2013),
la que sufre con frecuencia de modo violento el despojo que les impone la
creciente expansión del capital.
Habiendo presentado en líneas generales el modo en el que el capital se
viene expandiendo territorialmente -acaparando recursos naturales y des-
plazando agregados sociales que anteriormente le resultaban relativamente
ajenos-, y señaladas las condiciones que han generado dicho movimiento y
sus tendencias más relevantes, a continuación se expondrán algunos casos
paradigmáticos que nos permitirán ilustrar algunos de los rasgos puntuales
de los fenómenos considerados.
En el caso de las provincias pampeanas se han generado procesos dife-
renciados de acuerdo a su locación, sea esta el corazón de la pampa húmeda
o las tierras relativamente más marginales de menores condiciones agroeco-
lógicas.
En los partidos cerealeros mas ricos, aquellos ubicados al norte de Bue-
nos Aires, sur de la provincia de Santa Fe y este de Córdoba, la concentra-
ción del uso del suelo se ha dado mediante el alquiler de tierras –arrenda-
miento y contrato accidental- tanto por parte de propietarios que buscan
ampliar la escala de sus operaciones como por grandes pools, fondos de in-
versión y fideicomisos, debiéndose hacer notar la participación dentro de
20 Entre las campañas 2001/2002 y 2011/2012 en la zona núcleo sojera el precio del arrenda-
miento por hectárea se elevó de 11 a 19 quintales de soja, y en dólares de 161 a 613. En las pro-
vincias del noroeste se estarían pagando en la actualidad -considerando rindes promedio por
provincia- entre unos 7 qq en Santiago del Estero y 10 qq en Salta. (Márgenes Agropecuarios,
Reseña Estadística, 2012)
21 En los dos casos considerados, hasta el 2000 los valores de la tierra se habían mantenido en
rangos relativamente bajos y sin variaciones significativas (Compañía Argentina de Tierras).
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22 Fue a pocos kilómetros de esta localidad, en Alcorta, donde en 1912, luego de una prolongada
lucha, se fundó la Federación Agraria Argentina, corporación que bajo la consigna “la tierra
para el que la trabaja”, representó durante décadas a los agricultores familiares arrendatarios de
la pampa húmeda, los chacareros.
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23 Las demandas de los chacareros fueron también apoyadas por las autoridades del pueblo ya
que el mencionado testamento incluía también un fondo que se destinaría, vía una fundación,
a mejoras de infraestructura en la localidad, cláusula que tampoco fue cumplida por el albacea,
generando así el reclamo conjunto de agricultores y autoridades (Echaguibel, 2012; Diario La
Capital, 2006).
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realizó algunas construcciones, alambrados, inicio algunos cultivos de alfalfa
e introdujo un lote de ganado vacuno.
Claro que en estos terrenos, ubicados en la localidad de Los Leones, se
hallaba establecida una población campesina, predominantemente de pasto-
res de cabras, que ocupaba en forma comunitaria desde mucho tiempo atrás
parte de lo que se consideraba una superficie sin límites definidos, lo que dio
inicio a una dura disputa por el territorio y sus recursos.
Luego de imponer distintos desplazamientos a los antiguos puesteros y
acorralarlos con los cercados limitando en forma creciente el espacio disponi-
ble para el pastoreo de sus animales, la empresa le impuso a muchos de esos
campesinos el pago de un derecho de pastaje que, como bien se ha señala-
do, “tiene como objetivo, más que la obtención de dinero o especias, el reco-
nocimiento de quien cobra el pastaje como dueño”, puesto que, de acuerdo al
uso jurídico generalizado, el pago implicaría el reconocimiento de la propiedad
ajena (Liceaga, D´Amico y Martín, 2013: 157). El conflicto, todavía en curso y
sin resolución, se profundizó al extenderse aún más los cercos, generando la
reacción de los campesinos que ignoraron los alambrados e iniciaron acciones
judiciales para recuperar su espacio de vivienda y producción.
Nótese que este espacio territorial en el cual coexiste actualmente la ocu-
pación de antiguos poseedores con la irrupción de propietarios validos de
novísimos títulos jurídicos reconocidos por el Estado, alberga, al igual que
otras zonas campesinas, una de las expresiones sociales más características
de la expansión del capital más allá de su frontera agraria tradicional, con el
consiguiente despojo, vía desalojo o imposición de tributos, de los produc-
tores familiares que sin títulos pero con indudables derechos reproducen allí
su existencia.
Más allá del análisis de este tipo de conflictos, los distintos episodios de
descampesinización asociados a la expansión del capital en el agro también
deben considerarse en su asociación con la proletarización de parte de los
miembros de las familias campesinas desplazadas de los campos que hasta
entonces habían constituido el laboratorio natural de su vida. Resultando así
despojada la unidad doméstica de parte de su fuerza de trabajo mediante la
“apropiación” que realiza el capital de los brazos que incorpora al servicio de
su valorización, lo cual si bien en algunos casos –ante recursos escasos para
el número de personas que deben satisfacer- resulta una válvula de escape, en
otros, debilita seriamente la capacidad de reproducción de la unidad familiar,
aumentando así la pobreza creciente del resto de los integrantes del grupo
doméstico.
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tierras también
virtiendo responde
en mejoras, paraa luego
una voluntad especulativa:
apropiarse de la rentavalorizar
cediendocampos
el uso ain-
ter-
ceros o directamente realizándola mediante su venta. Este sería el caso, entre
otros, de los negocios inmobiliarios de grandísimos terratenientes como la
firma Cresud (con participación mayoritaria en el grupo IRSA), que a favor
del movimiento casi ininterrumpido de aumento del precio del suelo regis-
trado en todas las regiones agrarias del país desde inicios del siglo XXI, ha
potenciado este tipo de negocio atrayendo no sólo inversiones locales sino
también, en forma creciente, otras provenientes del exterior. Todo lo cual,
además de incrementar la extranjerización de los campos, resulta una de las
expresiones del modo en que se van vinculando los procesos globales y lo-
cales de valorización del suelo y apropiación y concentración de los recursos
naturales.
A partir de la crisis del 2001, en relación con la evolución del dominio
de la tierra en manos de las firmas mas concentradas, es posible observar un
movimiento similar al detectado en la cúpula empresarial de otras ramas de
la economía, ya que los índices de crecimiento resultan más elevados en las
empresas de capital extranjero o mixtas –sobre todo en estas últimas-, que
en aquellas de origen local (Schorr et al., 2012; Murmis y Murmis, 2011). Esto
daría cuenta de una circunstancia relativamente inédita en la historia del
agro argentino,24 determinada por un avance sostenido de la extranjerización
de la tierra, debiéndose precisar que en gran medida dicha expansión se ha
producido vía financiamiento o asociación con grupos de origen local.
Si bien ha habido numerosas compras de tierras -todas ellas de extensas
superficies- realizadas directamente por inversores externos, en los últimos
años se han generalizado otras modalidades de acceso del capital foráneo
a la propiedad territorial, al negocio agropecuario (producción, comerciali-
zación, acopio y exportación de granos) y a otros productos derivados de la
24 Sin que exista un relevamiento pormenorizado al respecto, es sabido que en los años de
mayor expansión de la red ferroviaria en la zona pampeana durante el siglo XIX las compa-
ñías inglesas de ferrocarriles, devenidas en compañías de tierras al otorgárseles varias leguas de
tierras fiscales en los contratos firmados con el gobierno nacional, detentaron la propiedad de
una superficie importante de campo, y que parte de su rentabilidad empresaria se asociaba a los
negocios realizados como compañía de tierras (ventas y arriendo).
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En este sentido, en un país como Argentina, con una matriz fundiaria al-
tamente concentrada desde sus lejanos orígenes coloniales, las formas actuales
que toman los agudos procesos de acaparamiento de tierras coinciden -y se po-
tencian- con una época de financiarización del capital, que convierte al suelo, las
cadenas agroalimentarias, la producción de comodities y de biocombustibles en
un ámbito atractivo de la inversión especulativa de capital (McMichael, 2012).
De este modo, guiados por el interés en indagar la relación que se plantea
entre la lógica de la acumulación capitalista y su renovada ambición respecto
al control y ocupación del suelo, hemos planteado -incorporando elemen-
tos inherentes a una perspectiva histórica- que la desposesión, vale decir la
expropiación que resulta no sólo de la apropiación privada de la tierra sino
también de la concentración de su uso productivo, es la expresión de las
formas actuales de la reproducción ampliada, o sea de la concentración y
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centralización del capital.
La cual en el caso argentino se expresa tanto en la monopolización de
la puesta en producción –corrimiento de la frontera agraria mediante- de
territorios considerados otrora marginales respecto a la obtención de una
tasa normal de ganancia, como en el acaparamiento de superficies crecientes
pertenecientes a espacios rurales donde prevalecen desde hace mas de un
siglo las relaciones capitalistas de producción.
En ambos casos las formas del despojo, desde las más violentas hasta
las aparentemente cordiales, resultan igualmente traumáticas, marchando en
un sentido radicalmente opuesto a la construcción de una trama social más
justa, solidaria y democrática.
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Resumen
Como parte de los cambios ocurridos a nivel mundial, en la economía de
la agricultura en Colombia se ha producido una recomposición de la pro-
ducción en la cual el cultivo de alimentos para el mercado nacional ha sido
remplazado por el de exportables. Estos cambios han ocurrido en medio de
conflictos históricos generados en gran parte por la apropiación monopólica
de la tierra y su uso inadecuado, así como con la configuración del poder
político. Estas condiciones se han ampliado a la extensa frontera agraria que
caracteriza al país, en donde el Estado ha delegado en grandes propietarios
y en los partidos políticos tradicionales la gestión del territorio a costa de
los campesinos sin tierra que se han localizado en ella y que están siendo
expropiados para establecer el cultivo de exportables. Ilustran esta tenden-
cia los procesos ocurridos en dos regiones en donde se está expandiendo
la producción para exportables, con la participación creciente de empresas
transnacionales, empresarios nacionales y narcotraficantes. El proceso ocurre
apoyado en presiones violentas ejercidas para forzar a pequeños y medianos
productores a vender sus tierras de forma irregular, profundizando las con-
diciones de marginalidad y exclusión que han caracterizado a estas regiones.
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port. These changes have occurred in the middle of historic conflicts largely
generated by the land´s monopoly ownership and its inappropriate use as
well as political power configuration. These conditions have reached a vast
agrarian frontier of the country, where the State has delegated to large lan-
downers and traditional political parties the land management at the expen-
se of landless peasants localized in it that are being expropriated in order
to cultivate exportable. Two regions in which agricultural production for
export is expanding illustrate this trend. The process goes with the growing
participation of transnational corporations, big business and drug dealers,
which apply violent pressures to force small and medium-sized producers
to irregularly sell their land, deepening the marginalization and exclusion
conditions that has characterized these regions.
Introducción
Al finalizar la primera década del siglo XXI y en el marco de notorias va-
riaciones climáticas, se inició un período de desestabilización económica y
política en buena parte del mundo, acompañado por oscilaciones en los pre-
cios del petróleo y desajustes en la oferta alimentaria. El encarecimiento de
la oferta de comestibles ha tenido ocurrencia en varios países (Moore, 2010;
Rubio, s.f.) en los cuales la producción agrícola alcanza una participación no
inferior al 20% de su configuración económica y de su articulación con los
mercados internacionales. A partir de 2007 esta situación se ha hecho más
crítica en la medida en que el comportamiento mundial de los índices de
precios de los alimentos muestra oscilaciones con tendencias hacia el alza,
en beneficio de los países que han devenido en exportadores de alimentos
(FAO, 2012), tendencia asociada con expresiones de malestar social.
El encarecimiento y variabilidad de los precios de los comestibles in-
cluye el incremento sostenido de la producción y la productividad de ce-
reales y cárnicos, gracias a desarrollos de las tecnologías en las cuales están
sustentados (Holt-Giménez, 2013; Patel, 2012; Estupiñán y Quesada, 2012),
alimentos cuya producción y comercialización está controlada de manera
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creciente por empresas multinacionales, las cuales han avanzado a lo largo de
la cadena productiva y comercial, desde las etapas de obtención in situ has-
ta su distribución a los consumidores finales (Llambí, 1995; FAO/OCDE,
2010; Ruiz Acosta, 2011; Holt-Giménez, 2013; Bello, 2013).
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La transición hacia la producción de agrocombustibles en dos regiones de Colombia: el sur occidente del Caribe y la Orinoquia
Urabá
La región de Urabá, compartida por los departamentos de Chocó y Antio-
quia, fue conocida por intensas fricciones entre grandes ganaderos y empre-
sarios de la extracción de maderas con comunidades locales de indígenas y
colonos campesinos, encaminada a despojar a estas últimas del control de
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para el Control de las Drogas, UNODC, parcialmente canalizados a través
de la organización CONSTRUPAZ. Por otra parte y como lo evidencia la
información cartografiada de esta última agencia de las Naciones Unidas
(UNODC, 2010), este proceso ha sido acompañado por la expansión de las
plantaciones de coca al oriente del Urabá, occidente de Córdoba, con lo cual
la relocalización de estos cultivos asegura la provisión de recursos de narco-
tráfico para el proyecto agroindustrial (López, 2010).
Orinoquia
La Orinoquia ha constituido, aún hasta el presente, una extensa frontera del
territorio colombiano. En términos geográficos corresponde a la cuenca en
la cual fluyen los ríos que desembocan en el Orinoco, con una extensión de
1.032.524 kilómetros cuadrados, un 37.6% de los cuales, 388.101 kilómetros
cuadrados están en Colombia y representan una cuarta parte del territorio
nacional (Domínguez, 1998). Dentro de esta porción del país se distinguen
cinco grandes paisajes geomorfológicos (Mejía, 1998: 271 y ss.) en los cuales
se destacan, en términos de su poblamiento y desarrollos económicos, el pie-
demonte y la denominada “Orinoquia bien drenada”. En el proceso de inte-
gración de la nación la región ha estado enmarcada dentro de las relaciones
generadas desde la gran propiedad, acompañadas por algunos ciclos extrac-
tivos de corta duración. Si bien las dos subregiones presentan característica
propias, las articulaciones de sus ecosistemas y sus desarrollos históricos las
vinculan estrechamente y las hacen interdependientes.
En la subregión del piedemonte, medio Ariari, al noroccidente del de-
partamento del Meta, tras las primeras etapas de la guerra civil de 1950, se
inició un proceso de colonizaciones campesinas, coincidentes con algunas ti-
tulaciones de tierras por parte del entonces INCORA, en el marco de la Ley
135 de 1961, las cuales se extendieron hasta el ahora municipio de El Retorno,
departamento de Guaviare. Tras la guerra civil, la configuración política de
la región descansó en el poder de grandes hacendados, ejercido a través del
clientelismo y de los controles del limitado aparato económico, si bien en-
contró resistencia en las comunidades de colonos campesinos localizados en
los márgenes de los territorios controlados por las haciendas (Bernal, 2006;
Gutiérrez, 2012: 187 y ss.).
Hacia finales de la década de 1960 se inició el establecimiento de los
primeros cultivos de marihuana y luego de coca en algunas de las coloni-
zaciones de la región. La implantación de estos cultivos fue inducida por
agentes del tráfico de esmeraldas y posteriormente de narcóticos, lo cual
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rrez, 2005; Bernal, 2006).
En 1989, mediante el decreto 1989 de octubre de ese año se creó el Área
de Manejo Especial de la Macarena, que comprende los territorios de los
municipios de San José del Guaviare, El Retorno y Calamar. Esta figura
establece una gama de espacios diferenciados en su uso, desde la reserva
natural hasta las áreas de desarrollo, que permiten usos agrícolas y ganade-
ros, hacia los bordes exteriores de la antigua reserva. La presión del nuevo
latifundio sobre las tierras de los colonos desató su desplazamiento hacia las
tierras que habían formado parte del área protegida de La Macarena, ante lo
cual el Estado inició la titulación de 500 mil hectáreas sustraídas a la reserva
natural (Arcila y Salazar, 2007: 32), con lo cual se estimularon las coloniza-
ciones impulsadas por el INCORA como opción ante la inviabilidad de la
reforma agraria. A pesar de haber existido una oficina del INCORA en el
municipio de El Retorno, Guaviare, no todas las titulaciones se completaron,
lo cual debilitó los derechos de propiedad de buena parte de los colonos,
circunstancia de la que tomaron ventaja comerciantes y narcotraficantes in-
teresados en la apropiación fraudulenta de tierras5.
A comienzos de los años 1980 se iniciaron algunas exploraciones petro-
leras en el piedemonte de los departamentos de Arauca, Casanare y Meta
cuyos empresarios establecieron acuerdos con militares y ex militares para
asegurar la protección de sus actividades. Estos entendimientos llevaron a
la ampliación del poder de algunos terratenientes y generaron capitales que
se invirtieron posteriormente en la palmicultura. En el nuevo latifundismo
conformado de esta manera convergieron entonces las relaciones de poder
de los terratenientes tradicionales con las generadas por las economías ilega-
les y las empresas transnacionales del petróleo.
Los requerimientos de espacios para la legalización (“lavado”) de activos
derivados de las empresas ilícitas, la resistencia política de las comunidades
de colonos campesinos a las presiones del nuevo latifundio y la presencia y
acciones de la insurgencia condujeron a extendidas manifestaciones de vio-
lencia en torno al control de territorios. Estos conflictos han contemplado
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el gobierno inició la erradicación de los cultivos prohibidos, precisamente en
momentos de una caída de precios de la pasta base de la cocaína.
Ante esta medida, que incluyó aspersiones aéreas sobre todos los culti-
vos, incluyendo los de pancoger y las restricciones al comercio de productos
como la gasolina y el cemento, utilizados en la vida cotidiana pero también
empleados como precursores para la elaboración de la pasta de cocaína, los
colonos del Guaviare, junto con campesinos de otras áreas en colonización
organizaron marchas de protesta durante varios días. A pesar de una intensa
represión, que causó muertos, heridos, detenidos y sensibles pérdidas econó-
micas, se llegó a algunos acuerdos con el gobierno, el cual se comprometió
básicamente a dar cumplimiento a ciertos proyectos de inversión ya previstos
en el presupuesto de la nación, y al establecimiento de zonas de reserva cam-
pesina, figura prevista en la ley 160 de 1994 de reforma agraria.
Lo anterior implicaba acelerar la titulación de las tierras a medianos y
pequeños productores y suministrarles recursos de inversión a través de pro-
yectos; este proceso se puso en marcha al tiempo que se iniciaron las con-
versaciones entre el gobierno del Presidente Andrés Pastrana (1998-2002) y
la guerrilla de las FARC, en un área desmilitarizada conocida como zona de
distensión, comprendida por los municipios de La Uribe, La Macarena, Vista
Hermosa y El Castillo localizados en el sur del río Ariari, departamento del
Meta y San Vicente del Caguán, en el Caquetá. Al mismo tiempo que se
desarrollaban estas conversaciones, el gobierno, con el apoyo de los Estados
Unidos, comenzó a diseñar y aplicar un amplio programa de contrainsur-
gencia denominado Plan Colombia (Beltrán, 2003).
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investigadores delelWashington
bia y su sucesor, Office on Latin
Plan de Consolidación”, losAmerica, delobtenidos
resultados Plan Colom-
por estas
intervenciones aún distan de los propósitos planteados; por el contrario, los
conflictos se agravaron con el afianzamiento de grupos paramilitares sin que
la guerrilla hubiera desaparecido (Bernal, 2006). Uno de esos grupos fue
el denominado Bloque Centauros, con el cual mantenían estrechos vínculos
empresarios vinculados al paramilitarismo como el fallecido comerciante de
esmeraldas Víctor Carranza, Héctor Buitrago y Luis A. Arango, este último
responsable de las acciones de los paramilitares en la zona del alto Ariari,
Meta, desmovilizados en el marco de la Ley 975 de 20058.
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problemas técnicos (fitosanitarios) y financieros. Entre los primeros se des-
taca el impacto de la pudrición del cogollo, patología que se está extendiendo
prácticamente en todas las áreas plantadas con efectos letales en el Pacífico
y de menor impacto en las demás regiones. Según el estudio más del 50% de
los productores está afectado por problemas fitosanitarios y el 80% de ellos
los percibe como la mayor amenaza.
Las condiciones de los pequeños productores difícilmente podrían dar
resultados diferentes. Establecidos en fincas de condiciones agronómicas de-
ficientes y con una tenencia de la tierra aún precaria, carecían de capital para
invertir en la tecnología requerida para el cultivo (paquete tecnológico), lo
cual se traducía en bajos rendimientos; agravan esta desventaja los precios de
venta a la empresa, establecidos en condiciones de monopsonio.
Esta relación de dependencia se hacía más profunda en la medida en
que la empresa otorga créditos a los productores asociados, destinados a la
gestión de los títulos, la supervivencia de las familias y la complementa-
ción de sus ingresos, lo cual genera relaciones marcadas por una profunda
dependencia con tintes paternalistas como puede advertirse en la siguiente
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Los bajos precios de venta de la fruta a la empresa por parte de los pro-
veedores, inferiores frente a los precios comerciales, reflejan el desequilibrio
de estas relaciones: 33 productores (30%), carecen de títulos de propiedad;
13 de ellos firmaron pactos de erradicación de cultivos de coca y dependen
de los créditos y la asistencia técnica que les otorga la empresa: la tenencia
precaria y su situación frente a las autoridades, ante las cuales reconocieron
haber violado la ley como responsables de haber tenido cultivos de hoja de
coca, los debilita en una negociación de esta naturaleza y más especialmente
bajo la amenaza paramilitar que representara la presencia del Bloque Cen-
tauros, el cual según uno de sus jefes, estuvo estrechamente vinculado con
empresas palmeras de la región.10
10 Ver referencia anterior sobre las confesiones de jefes paramilitares, operaciones del “frente
Alto Ariari” “Documentos exclusivos: así se fraguó el acuerdo de paz con los ‘paras’” (26 de abril
de 2010) en www. verdadabierta.com, citado.
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de pesos para venderlos al cabo de pocos meses por más de 3 mil millones
de pesos11.
La configuración de este modelo de desarrollo agrario, se ha expresado
con nitidez en el municipio de Puerto Gaitán, Meta y su “formalización”
está contenida en el plan de desarrollo agropecuario del municipio (Herrera,
2009). En esta localidad ocurrió la convergencia de la apropiación de tierras
mediante la acción de paramilitares y funcionarios públicos al servicio de
intereses terratenientes tradicionales con empresas transnacionales vincula-
das a la extracción de hidrocarburos y plantaciones del tipo ya mencionado.
Como pudo observarse a principios de este año 2014 por una combi-
nación de efectos de las variaciones climáticas y la destrucción de fuentes
hídricas en distintos espacios, desde la cordillera y el piedemonte hasta los
caños y humedales del medio Casanare, el afianzamiento creciente de este
sistema, planteado por el gobierno dentro de sus estrategias de desarrollo,
ha generado la destrucción de comunidades indígenas y el desplazamiento
de campesinos presionando aún más los relictos de bosques de galería en
el entorno de los “caños” y los bordes amazónicos colindantes hacia el sur.12
Conclusiones
La estructura de la propiedad agraria colombiana guarda relación con la de
otros países de la región en los cuales la característica central es la apropia-
ción monopólica de la misma, asociada al control y el ejercicio del poder y
cumplida no pocas veces a través de la violencia. En varios países latinoame-
ricanos, sin haber sido erradicada la inequidad de la propiedad han ocurrido
cambios en los sistemas productivos junto con algunos procesos de moder-
nización en las relaciones sociales. En Colombia ha persistido una extensa
frontera agraria hacia la cual se han expulsado poblaciones campesinas del
interior y el Estado delegó en grandes propietarios y en los partidos políticos
tradicionales la gestión del territorio dando lugar al fortalecimiento de siste-
mas clientelares así como al surgimiento de aparatos armados al servicio de
estos grandes propietarios para asegurar el control del atierra y de la pobla-
ción enmarcada en estos sistemas territoriales. La revalorización de la tierra,
de bienes de origen agrícola y minerales para los mercados externos así como
el aprovechamiento de las compras de tierra de manera irregular para la
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Resumen
Se comparan los cambios y continuidades en los patrones migratorios en
contextos de ruralidad y marginación en el campo mexicano entre el 2000
y el 2010. Por una parte, los índices de intensidad migratoria han crecido en
una tercera parte de los municipios rurales, pero por el otro, más de la mitad
de la población rural aún vive en municipios con bajos grados de dependen-
cia en la migración internacional. Para observar el tamaño y comportamien-
to de la población rural a nivel municipal que aún reside en zonas de alta
marginación y baja migración, se construyó un índice de ruralidad municipal
que incluye todos aquéllos municipios donde al menos 50 por ciento de su
población total reside en localidades con menos de 5,000 habitantes. Este
ejercicio de comparación muestra que los índices de migración entre el 2000
y el 2010 aumentaron en 879 municipios, los cuales representan el 36 por
ciento de los municipios rurales a nivel nacional. Al mismo tiempo, con-
trario a muchas de las expectativas, la población rural también aumentó en
términos absolutos entre 2000 y 2010 en municipios con diferentes índices
de migración. Entre 2000 y 2010, la fracción de la población rural que vivía
en municipios que combinaban grados bajos o muy bajos de migración con
índices de marginación altos o muy altos disminuyó de 43 a 22 por ciento.
En términos absolutos, a pesar de que el 54 por ciento de la población ru-
ral nacional aún vive en municipios con bajos grados de dependencia en
la migración internacional, el núcleo más duro de población rural con una
dependencia todavía limitada en la migración internacional está concentra-
do principalmente en los estados de Veracruz, Chiapas, Estado de México,
Oaxaca y Puebla - un factor relevante para informar posibles iniciativas a
favor del derecho a no migrar.
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Abstract
This article compares changes and continuities in migration patterns in the
context of rurality and poverty in the Mexican countryside between 2000
and 2010. While the indexes of migratory intensity have increased in a third
of rural municipalities, more than half of the rural population still lives in
municipalities with low levels of international migration dependency. To
observe the size and behavior of the rural population still living in high
poverty and low migration municipalities, we created a municipal rurality
index including all those municipalities where at least 50 per cent of its
total population still lives in localities with less than 5,000 inhabitants. This
comparative exercise shows that migration intensity indexes between 2000
and 2010 increased in 879 municipalities, representing 36% of the total rural
municipalities in the country. At the same time, contrary to multiple expec-
tations, the rural population also increased in absolute terms between 2000
and 2010 in municipalities with different migratory intensity indexes. Bet-
ween 2000 and 2010, the fraction of the rural population living in munici-
palities combining low and very low levels of migratory intensity with high
and very high poverty indexes decreased from 43 to 22 percent. In absolute
terms, while 54% of the national rural population still lives in municipalities
with low international migration dependency, this hardest rural population
core with a limited dependency to international migration is concentrated
mainly in the states of Veracruz, Chiapas, Estado de México, Oaxaca and
Puebla, an important factor to inform potential initiatives to protect the
right not to migrate.
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Patrones migratorios en contextos de ruralidad y marginación en el campo mexicano, 2000-2010: Cambios y continuidades
Introducción
Aún no conocemos lo suficiente sobre los cambios en el peso relativo de los
diferentes grupos de la población rural a nivel municipal, sobre todo en sus
características en materia de marginación y migración. ¿Cuáles son los estados
que experimentan los mayores cambios en sus niveles de marginación y migra-
ción? ¿Cuáles son los cambios en el peso relativo de las diferentes categorías
de municipios según sus combinaciones de índices de pobreza y migración?
Este artículo destaca la importancia de entender la diversidad social y geo-
gráfica de los patrones migratorios, tomando en consideración los contextos
de marginación y el tamaño de la población rural en el campo mexicano. Los
cambios que se observan entre el 2000 y 2010 revelan dos tendencias simultá-
neas – el aumento de la intensidad migratoria en 36% de los municipios rurales,
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y la persistencia de un fuerte porcentaje de la población rural, el cual estimamos
en un 46%, que aún habita en municipios con índices medios y altos de margi-
nación que aún no se han vuelto muy dependientes de la migración internacio-
nal – el núcleo duro de los pobres que se quedan. Es frecuente escuchar que el
proceso migratorio ha alcanzado a todos los rincones del país, sobre todo si se
considera que 11.5 millones de mexicanos viven temporal o permanentemente
en Estados Unidos (Passel y Cohn, 2009). Pero la falta de homogeneidad en la
distribución en los orígenes geográficos de este 10% de la población inmigrante
obliga a analizar varias características de los contextos de salida.
En este estudio empírico, se aplican dos enfoques comparativos para en-
tender mejor la diversidad de las tendencias migratorias en el campo mexi-
cano. Primero, se utilizan los datos de CONAPO (Consejo Nacional de Po-
blación) para comparar los cambios en los índices de intensidad migratoria
y de marginación para la población que vive en municipios rurales entre los
años censales 2000 y 2010. Segundo, el análisis desagrega estos cambios en el
tiempo con sus patrones geográficos con mapas que señalan tanto los estados
con la mayor proporción de la población rural nacional como sus cambios
graduales relativos a sus índices respectivos de intensidad migratoria y de
marginación. Notablemente, el 74% del total de la población nacional que
vive en municipios predominantemente rurales está concentrada en tan solo
10 estados. Si bien algunos de estos estados tienen una larga trayectoria mi-
gratoria, otros son de entrada más reciente.
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Canales (2008) sólo el 25% de los individuos que reciben remesas en México
tienen la posibilidad de incrementar de manera significativa su ingreso y
alcanzar la movilidad social. En el 2011, los porcentajes de la población
mexicana que vivían en condiciones de pobreza eran más altos en aquéllos
municipios con índices de intensidad migratoria altos y muy altos. De
acuerdo con los cálculos elaborados por el Consejo Nacional de Evaluación
de la Política de Desarrollo Social (CONEVAL), el 66% de la población que
vive en municipios con grados muy altos de intensidad migratoria estaban
clasificados como pobres (SEDESOL, 2012). De ahí que las remesas que
reciben los hogares dependientes de la emigración a los Estados Unidos
no necesariamente reducen las inequidades en el ingreso e incluso pueden
aumentar la brecha económica que experimentan los hogares que no
reciben remesas en municipios rurales con índices muy altos de intensidad
migratoria.
Como sabemos, la proporción de la población agrícola y la población
rural se han desligado y existe un descenso importante en el empleo agrícola
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nacional en las últimas dos décadas (Scott, 2010). Esta situación propicia que
un número cada vez mayor de trabajadores que viven en zonas agrícolas y
rurales se vean forzados a emigrar ante la precariedad y escasez de empleos
agrícolas bien remunerados y sobre todo, estables. Las políticas públicas del
gobierno mexicano continúan ofreciendo subsidios al campo, pero esos sub-
sidios no se van necesariamente a la agricultura campesina sino que princi-
palmente benefician a medianos y grandes productores (Fox y Haight, 2010).
Por su parte, en el área de la relación entre migración y desarrollo, en el
año 2002, México decidió implementar su primera política pública nacional
para propiciar el desarrollo local a través del uso productivo de las remesas
colectivas de los migrantes mexicanos. Así, en lugar de privilegiar políticas
públicas encaminadas a arraigar a la gente a sus lugares de origen y propiciar
el pleno empleo entre los grandes sectores poblacionales que aún habitan
en el campo mexicano, el gobierno decidió subsidiar a los migrantes para
coadyuvar en sus esfuerzos para construir infraestructura y pequeños proyec-
tos productivos con remesas colectivas. Esta decisión del gobierno mexicano
cuestiona la idea central del derecho a no migrar, que básicamente se reduce
a hacer valer los derechos plasmados en el artículo 123 de la Constitución
mexicana, la cual estipula que “Toda persona tiene derecho al trabajo digno
y socialmente útil; al efecto, se promoverán la creación de empleos y la orga-
nización social para el trabajo, conforme a la ley” (Bartra, 2008). De hecho,
en el 2014, en el recientemente aprobado Programa Especial de Migración,
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A más de los
ha producido unaresultados
década deesperados
su creación, el programa
ni ha 3X1 para
logrado extender su migrantes no
presupuesto
para alcanzar una mayor cobertura geográfica y aumentar su impacto eco-
nómico en el desarrollo local (Aparicio y Meseguer, 2012; Bada, 2014; Du-
quette-Rury 2014). Además, las políticas locales de desarrollo a nivel estatal
y municipal no han logrado influir en la toma de decisiones de las familias
que se ven forzadas a elegir entre la alta precariedad laboral en el campo
mexicano con trabajos temporales y con baja remuneración y el arriesgar sus
vidas cruzando la frontera con la esperanza de obtener una mejor remune-
ración salarial.
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mente, los primeros nueve de estos diez estados aumentaron su población
rural en términos absolutos durante esta década. Estos datos, desglosados
por estado en las tablas del apéndice, nos dan herramientas para una futura
medición del impacto económico, político y social que estos cambios han
producido en las distintas franjas de población rural que habita en munici-
pios de baja, media o alta dependencia de la migración.
Resulta que si bien la migración se ha extendido ampliamente, estos
cambios han seguido diversas tendencias, como indica la variación estatal en
la segunda tabla. Si cruzamos estas tendencias con la medición de los índices
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se dedican a compilar bases de datos con metas de proyecto cumplidas o
incumplidas sin hacer un análisis geográfico que tome en cuenta tantos los
niveles de marginación como los de migración de los municipios donde se
llevan a cabo estos proyectos.
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Resultados y discusión
El análisis de la población de todos los municipios mexicanos entre 2000 y
2010 indica que si bien el 36% de estos aumentaron su grado de intensidad
migratoria, el campo mexicano aún retiene casi la cuarta parte de su pobla-
ción en municipios que combinan alta pobreza y bajas tasas de migración
(ver figura 2). Desde el punto de vista del reto de cómo dar contenido al
derecho de no migrar, este hallazgo tiene fuertes implicaciones para posibles
políticas públicas que priorizan la conservación y creación de empleo rural
(Fox, 2013).
Este análisis geográfico-demográfico también nos señala los estados
donde las estrategias para fomentar el empleo rural tienen mejores posibi-
lidades para competir con la decisión migratoria. En este sentido, nuestro
análisis indica que a nivel estatal, los estados que han sido tradicionalmente
pobres y que pertenecen a regiones más emergentes de la migración a Esta-
dos Unidos tales como Oaxaca, Guerrero y Veracruz, no redujeron significa-
tivamente sus niveles de pobreza en el mismo período, lo cual cuestiona los
beneficios de la exportación masiva de mano de obra durante el período aquí
comparado. (Véase figura 3 y tabla 1 del apéndice).
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5 Para una tipología más extensa sobre las categorías que combinan migración y marginación
en municipios predominantemente rurales, véase Fox y Bada (2008) para datos del 2000 y Fox
(2013). Para análisis de los sesgos en la distribución social del gasto público en la agricultura,
véase Fox y Haight (2010).
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tructura básica, sobre todo el programa Piso Firme y el efecto de los Fondos
de Aportaciones Federales a los Municipios, el llamado Ramo 33. En el año
2000, según el INEGI había 2 millones 900 mil hogares con piso de tierra y
la Secretaría de Desarrollo Social instaló 2 millones 306 mil pisos de concre-
to en la década subsecuente. A pesar de este gran avance en abatir ese rezago,
la creación de nuevas viviendas impide la eliminación de casas con pisos de
tierra. Ya para el censo del 2010, el INEGI reportó que habían 1 millón 700
mil casas con pisos de tierra (El Universal, 2012).
Al mismo tiempo que se dieron avances importantes en infraestructura,
aparentemente hubo un proceso de mayor polarización porque en 2010 la
población que vive en municipios predominantemente rurales con grados
muy altos de marginación aumentó en más de 20% en cinco Estados: Oaxa-
ca (21%), Puebla (41%), Michoacán (44%), Guerrero (51%) y Chiapas (55%).7
En los casos de Guanajuato, Tabasco y Michoacán, la gran mayoría de la po-
blación rural se concentra en municipios con grados de marginación media.
Aquí la combinación de remesas con políticas públicas podría haber abatido
ciertos rezagos en infraestructura básica. En contraste, solo una minoría de
la población rural en los Guerrero, Oaxaca y Chiapas se concentra en muni-
cipios de marginación media. (Ver tabla 2 del apéndice)
En cuanto a la variación en el índice de intensidad migratoria, nuestro
análisis refleja que cuatro de los 10 estados con la mayor población rural
(Oaxaca, Puebla, Guanajuato e Hidalgo) tuvieron incrementos significativos
en la población que habita en municipios con muy alto grado de intensidad
migratoria. Como se observa en el mapa siguiente, tres estados de migración
tradicional, Zacatecas, Guanajuato y Michoacán continúan sus patrones de
intensidad migratoria muy alta a pesar de que sus porcentajes de población
rural con alta marginación no son tan altos como en varios estados del sur.
A pesar de la marcada proximidad geográfica, ninguno de los estados fron-
terizos presenta niveles altos de migración lo cual está muy probablemente
correlacionado con los muy bajos porcentajes de población rural que vive en
estos estados. Un contraste importante se observa en los estados vecinos de
Tabasco y Chiapas, en donde la mayoría de sus poblaciones viven en mu-
nicipios predominantemente rurales pero sus niveles de migración son aún
muy bajos en el 2010. Un fenómeno similar ocurre en Guerrero y Oaxaca,
en donde al menos la mitad de su población vive en municipios rurales pero
estos no han alcanzado niveles generalizados altos de migración.
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Conclusiones
Este estudio documenta diversas tendencias simultáneas en términos del
análisis de los cambios en los procesos rurales de migración y marginación
en México entre 2000 y 2010. Si bien nuestras observaciones abren más
preguntas de las que contestan, podemos destacar ciertas tendencias claras:
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Apéndice
rado ria bio bio bio bio bio in bio bio bio
to S am
↑ am am ↑ am am am C am am
ra ente
ig in C in C in C in C in C in C in C
en el GM S S S S S S S
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Pobla an
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tem 3,286,346
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2,184,666
1,890,972
1,823,498
1,654,459
1,637,873
1,509,766
1,411,179 28,273,920
u
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n in urales enosinantem
el 50%
unicipios
m R
M o
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b red redom
o P 2000
P
3,263,853
2,682,487
2,187,091
2,067,724
1,850,583
1,671,058
1,593,527
1,266,189
1,243,024
1,496,208 26,675,443
laboradounicipios
por los autores
P con datos de m
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u idalgo ichoacán acio o
Es V C Edom O Pue G G H TabascoM TotaN N Fueruralesviveaquellos
en M donde al m
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TABLA A2. Variación en el Grado de Marginación por porcentaje de la Población Rural Municipal 2000-2010: Diez Estados Principales
% ∆ en la
Población que
vive en
https://translate.googleusercontent.com/translate_f 263/354
30/07/2017 REVISTA ALASRU
Alto 278,042 23,785 1.0 0.1 17 1 -91
* Los porcentajes en negritas representan aquéllas categorías con los mayores cambios entre el 2000 y el 2010.
Note: Estos diez estados representan el 74% del total de la población nacional que vive en municipios predominantemente rurales en 2010.
Fuente: Elaborado por los autores con datos de marginación y migración de CONAPO. Se consideran rurales todos aquellos
municipios en donde al menos el 50% de la población vive en localidades con menos de 5,000 habitantes.
294
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Patrones migratorios en contextos de ruralidad y marginación en el campo mexicano, 2000-2010: Cambios y continuidades
TABLA A3. Variación en la Intensidad Migratoria por porcentaje de la Población Rural Municipal, 2000, 2010: Diez Estados Principales
https://translate.googleusercontent.com/translate_f 264/354
30/07/2017 REVISTA ALASRU
Media 551,619 731,001 2.1 2.6 35 44 33
* Los porcentajes en negritas representan aquellas categorías con los mayores cambios entre el 2000 y el 2010.
Nota: Estos diez estados representan 74% de la población del país que reside en municipios rurales en 2010.
Fuente: Elaborado por los autores con datos de marginación y migración de CONAPO. Se consideran rurales a los
municipios en donde al menos el 50% de la población vive en localidades con menos de 5,000 habitantes.
295
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Luisa Paré2
Resumen
Este trabajo presenta la problemática y conflictos en torno al agua que se
suscitan respecto a su gestión en una ciudad del estado de Veracruz, región
Golfo de México y la propuesta de construcción de una represa e hidroeléc-
trica para ampliar el abastecimiento de la ciudad de Xalapa, capital del esta-
do. En un contexto en que el Estado ha iniciado una nueva inserción en la
globalización, con una economía extractivista nueva como el fracking y los
biocombustibles, dando lugar a la aparición de nuevos conflictos socioam-
bientales, la problemática del agua no puede entenderse fuera del entramado
de la globalización; la geopolítica del agua debe entenderse en un contexto
macroregional y global. Esta globalización provoca a la vez cambios en el rol
del Estado, una resistencia más globalizada y los conflictos socioambientales
apuntan hacia nuevas agendas por la democratización de la gestión del agua
y contra megaproyectos que afectan los territorios de vida y el bien común
para satisfacer intereses de lucro de grandes corporaciones multinacionales.
https://translate.googleusercontent.com/translate_f 265/354
30/07/2017 REVISTA ALASRU
1 Ponencia a la Mesa redonda: Ambiente y Sociedad: La Disputa por los Recursos Naturales, IX
Congreso de la Asociación Latinoamericana de Sociología Rural (ALASRU), Ciudad de Mé-
xico, octubre de 2014.
2 Instituto de Investigaciones Sociales-Universidad Nacional Autónoma de México. Correo
electrónico: lpare@unam.mx
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Luisa Paré
Abstract
This paper presents the problems and conflicts over water management that
arises in a city of Veracruz in the Mexican Gulf region, and the proposal for
the construction of a dam and hydroelectric plant to expand water supply
of the city of Xalapa, the capital of the state. In a context in which the
State has begun a new insertion in globalization, with a new extractivistic
economy as fracking and production of biofuels, giving rise to new environ-
mental conflicts, water issues cannot be understood outside of globalization
scheme; geopolitics of water must be understood in much wider framework,
macroregional and global.
This globalisation also leads to changes in the role of the State, a more glo-
balized resistance and socioenvironmental conflicts are aimed toward new
agendas for water management democratization and against megaprojects
that affect territories of life and common good in order to satisfy multina-
tional corporations profit interest.
Introducción
La riqueza hídrica de Veracruz ha permitido el desarrollo de varias indus-
trias y agroindustrias a lo largo de los importantes ríos del estado (Tuxpan,
Pánuco, Antigua, Jamapa, Blanco, Papaloapan, Coatzacoalcos) y por lo mis-
mo un importante número de ciudades superiores al cuarto de millón de ha-
bitantes. El recurso hídrico abundante ha permitido un desarrollo capitalista
ligado a la agricultura, la agroindustria y a la ganadería así como a diversas
ramas industriales: la hoy extinta industria textil, la industria cementera, la
cervecera, la petroquímica entre otras. Este desarrollo industrial a su vez
ha tenido fuertes pasivos ambientales debido a la grave contaminación que
sufren por lo menos 14 ríos importantes de la entidad (Agüero, 2010). A tono
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30/07/2017 REVISTA ALASRU
con el discurso neoliberal prevaleciente en el país, Veracruz inicia un camino
de reconversión productiva que no parece priorizar la soberanía alimentaria
sino el aprovechamiento de recursos energéticos y minerales y nuevos culti-
vos para la producción de bioenergéticos. Por otro lado la falta de inversión
para la pequeña agricultura campesina y la inseguridad favorece la emigra-
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Las disputas por la apropiación del agua ¿En el umbral de una globalidad excluyente?
ción a las ciudades que crecen y demandan cada vez mayores volúmenes de
agua. Mientras algunos ven en estas riquezas una oportunidad otros son más
cautos.
De los cerca de 600 proyectos de hidroeléctricas en el país, 112 se ubican
en seis cuencas de Veracruz ¿Su propósito? Se menciona la necesidad de
generación de electricidad pero otros posibles motivos no se dilucidan. Se
fundamenta la necesidad de estos proyectos bajo el pretexto de la sustentabi-
lidad y de la necesidad de cambiar hacia las energías renovables que además
cuentan con financiamiento de organismos internacionales.
En este contexto, el nuevo tipo de actividades extractivas o de agricultura
industrial y la demanda de agua para las ciudades crea un nuevo escenario
de disputas por el agua. Un escenario contradictorio entre distintos espa-
cios territoriales, el rural y el urbano y entre distintos usuarios del agua, la
industria y la agricultura y ahora el extractivismo a gran escala. Esta nueva
realidad pone en contradicción una región conformada por doce municipios
pertenecientes a la Cuenca del río Antigua con la zona metropolitana de
la capital del estado: Xalapa y sobre todo con el gobierno estatal que suele
imponer sus proyectos al gobierno del municipio que a la vez es sede de la
administración estatal. Pone al frente el discurso sobre la escasez de agua en
Xalapa como argumento justificativo para un megaproyecto de hidroeléctri-
ca para el abasto de agua de la ciudad.
En lo que sigue haré un contrapunteo entre el tema de la gestión hídrica
en Xalapa y la supuesta necesidad de aumentar la oferta de agua por un lado
y, por otro, un proyecto de trasvase de cuenca con una represa que tendría
entre sus múltiples objetivos conducir agua a la ciudad de Xalapa con un
desnivel de 1000 msnm, a ser superado por bombeo.
Cada caso da pie a una serie de preguntas y reflexiones sobre el tipo de
conflictividad y demandas que se suscitan, sobre las diferencias en el rol que
desempeña el gobierno en un caso y otro entre la sociedad local y sobre la
reconfiguración de los territorios a partir de la inserción de nuevos capitales
multinacionales en la región.
La idea de incluir en estas disputas la agenda de la gestión urbana del
agua y la de un megaproyecto estriba en que cada vez más se justifica el
establecimiento de ciertos megaproyectos por la necesidad de agua de las
ciudades y por el déficit existente y el derecho humano al agua. Es decir en
nombre del bien común se introducen formas de gestión que responden a
intereses privados. En este sentido se abre una discusión sobre si los proble-
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mas del agua son problemas de escasez real o se trata más bien de un déficit
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3 La tasa de crecimiento medio anual de Xalapa disminuyó de 3.1 a 1.6 % en el periodo 2000-
2010 respecto al período 1990-2000. En cambio el municipio contiguo de Banderilla la tasa de
crecimiento pasó de -2.9 a 2.7 y la de Emiliano Zapata de 2.1 a 3.2. CONAPO.
301
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tos de gestión
claramente ya que las competencias municipales muchas veces no están
definidas.
A pesar de que Xalapa tiene una alta precipitación pluvial, esta no es
aprovechada por falta de tecnologías alternativas para el almacenamiento y
uso del agua de lluvia, sea en reservorios naturales, sea en edificios o casas
como se acostumbraba antes de la introducción de la red municipal. En una
ciudad tan lluviosa existía una política social de acopio de agua de lluvia ,
misma que la modernización hizo desaparecer.10
Ernesto Isunza (2013) destaca los bajos porcentajes de cobertura de agua
sometida a procesos de potabilización (no sólo cloración); las bajas cifras re-
portadas de aguas tratadas y la inexistencia de datos sobre el caudal de aguas
residuales generadas y colectadas. Señala además la falta de un sistema de
indicadores para identificar problemas y evaluar avances, considerando los
costos ambientales y sociales relacionados.
En el Coloquio sobre la Gestión del Agua en Xalapa organizado por
diversos grupos académicos y de la sociedad civil en mayo de 2014, después
de un diagnóstico que coincide con lo planteado hasta ahora, se concluyó
que, para solventar los problemas mencionados, antes de pensar en traer más
agua a la ciudad de Xalapa, sería más congruente llevar a cabo acciones para
una mejor gestión y calidad del agua, tales como:
9 En el caso de Xalapa se ven afectados 21 manantiales del vecino municipio Emiliano Zapata
que, al ubicarse cuenca abajo y en la zona de mayor expansión urbana de fraccionamientos,
se vuelve particularmente vulnerable (Ruiz, 2014). Los habitantes del municipio de Jilotepec
perdieron sus manantiales en la construcción de un libramiento de la ciudad.
10 El Reglamento municipal de Conservación Ecológica y Protección al Ambiente incluye la
obligación para nuevos fraccionamientos de instalar sistemas de captación de agua de lluvia.
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Esta breve reseña indica que antes de realizar trasvases de cuenca, existe una
agenda para mejorar la gestión del agua.
Para esta decisión no sólo no se tomaron en cuenta de manera seria los fac-
tores relativos a la gestión y la posibilidad de mejorar esta, sino que el déficit
11 http://www.jornadaveracruz.com.mx/Nota.aspx?ID=140318_141350_572#sthash.NElG4hb1.dpuf
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y descenso de ríos.12
Han sido tres generaciones de habitantes las que están generando proce-
sos de aprendizaje y apropiación del río, no sólo en su uso turístico, también
en actividades agrícolas, de pesca, uso doméstico, recreativos; es decir, se trata
de un sitio apropiado por la localidad con una riqueza sociocultural y am-
biental importante. Algunos empresarios locales opinan que entre el 80% y
el 90% de la población de Jalcomulco vive del turismo. Entre 600 y 700 fa-
milias pudieran estar directa o indirectamente involucradas con la actividad
turística (Saldaña et al., 2012).
En este caso como en la mayoría de los megaproyectos, la opacidad en la
información es la constante. Hasta inicios de 2014, salvo por el anuncio de
una presa sobre la confluencia de dos afluentes del río Pescados (Matlacobatl
y Tillero)13 todo eran rumores en torno a la construcción de varias presas que
iban a generar empleos. El 9 de enero de 2014 más máquinas de perforación
y grúas entraron en los márgenes del río. Los cuestionados operadores de los
equipos informaron a los pobladores que realizaban estudios de suelo con
miras a la construc ción de una hidroeléctrica.
En realidad desde agosto de 2011 la empresa Odebrecht había hecho
la propuesta al gobierno del estado de una asociación público-privada para
construir la presa.14 Se acordó entonces establecer la sociedad Proyecto de
Propósitos Múltiples Xalapa, con una inversión total de 7 mil 500 millones
de pesos, en la que el 72% sería de capital privado y el 28% correría por cuen-
ta del gobierno veracruzano. Con base en la Ley de Asociaciones Público
12 Durante el año las empresas reciben entre 300 y cinco mil visitantes lo que ha dinamizado
y diversificado la economía local, condición que se refleja en la disminución de la migración.
13 En 2011 había presentado una MIA que le fue negada por no ajustarse a la Ley.
14 Patrón que sigue la empresa en otros países (Perú con la presa Olmos por ejemplo).
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15 La Ley de Fomento Económico, en su artículo 25, fracción II, establece la posibilidad de que
el Ejecutivo del Estado pueda integrar todo tipo de asociaciones empresariales para solventar
proyectos de infraestructura pública.
16 “La actividad autorizada consiste en la generación de energía eléctrica con una capacidad a
instalar de hasta 29.59 MW, cuya generación de energía será destinada a su venta a la CFE. re-
solución res/1041/2013 CFE para el Desarrollo Energético La Antigua. http://www.forbes.com.
mx/sites/odebrech-una-amenaza-que-corre-por-el-rio/ http://www.jornadaveracruz.com.mx/
Nota.aspx?ID=140318_141350_572#sthash.NElG4hb1.dpuf ).
17 La CMR fue formada por el Banco Mundial en 1998.
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18 http://www.jornadaveracruz.com.mx/Nota.aspx?ID=140318_141350_572#sthash.NElG4hb
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19 En efecto estos ríos están vedados para nuevas concesiones por decretos que datan de 1935
para el rio Antigua y de 1955 para algunos de sus afluentes ( Pixquiac, Xuchiapan y Huehueya-
pan, en Coatepec, Ver.)
20 Para algunos científicos, geólogos, ingenieros civiles, podría haber riesgos en cuanto la zona
se ubica sobre una falla geológica (Zacamboxo) y podría provocar una sedimentación conside-
rable en caso de terremotos por el tipo de materiales geológicos en la cuenca alta
21 Presentación en sesión del Coloquio sobre la gestión del Agua en Xalapa, mayo 2014.
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objetiva, incluyente y participativa revisada por profesionales y clausura de
las obras de análisis de suelos de parte de Profepa. Tampoco fue cumplida la
demanda al gobierno del estado de presentar la versión pública del contrato
que realizó con la Sociedad Propósitos Múltiples Xalapa, como se com-
prometieron y a las autoridades ambientales la entrega de los estudios de
factibilidad. Ya para el segundo semestre de 2014 la demanda es el retiro de
Odebrecht y la interdicción de presas sobre el río.
Poco a poco el problema trasciende el primer bastión de la resistencia,
Jalcomulco, y se extiende a distintos puntos de la cuenca. Poco a poco se
logra que algunos sectores de la ciudadanía de Xalapa empiecen a ver el pro-
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Las disputas por la apropiación del agua ¿En el umbral de una globalidad excluyente?
blema más allá del ámbito local. Al ser las necesidades de la ciudad utilizadas
como la justificación para un proyecto que implicaría un impacto en distin-
tos ámbitos en la cuenca se logra captar la atención de algunos académicos,
estudiantes, funcionarios públicos y público en general.22
Convocamos a pueblos, comunidades, organizaciones y movimientos
veracruzanos a sumarse a la Mega Marcha-Carnaval por el agua y los ríos
libres, que se realizará el próximo 14 de marzo, día mundial de acción con-
tra las presas, en Xalapa, Veracruz. Invitamos a luchar con alegría y jubilo,
gestando un Frente Estatal en Defensa del Agua y la Vida. Detengamos
los proyectos hidroeléctricos, mineros, de fractura hidráulica y otros proyec-
tos trasnacionales que atentan contra la seguridad del pueblo veracruzano.
¡Agua, vida, energía y alegría no son mercancías!
En el Foro en la Legislatura donde participaron además de los pobla-
dores, académicos y la Asamblea Veracruzana de Iniciativas y Defensa Am-
biental (LAVIDA) se propusieron las siguientes acciones y principios que
muestran que el movimiento ha escalado de una demanda local a un plan-
teamiento más amplio que refleja la necesidad de una democratización de la
gestión del agua:
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tenido resolución favorable en los tribunales quedando así la colectividad
reconocida como ente jurídico ambiental.
Los dos temas, la gestión del agua de Xalapa y la lucha contra la presa
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Conclusiones
Este contrapunteo entre la necesidad incuestionable de satisfacer la demanda
de agua de una zona metropolitana en crecimiento por un lado y un proyecto
de hidroeléctrica y trasvase de cuenca por otro, constituye un escenario de
inseguridad hídrica, tanto para quienes tienen derecho al acceso, disposición y
saneamiento del agua para consumo personal y doméstico en forma suficiente,
salubre, aceptable y asequible”. (Art. 4º. de la Constitución Política de los Es-
tados Unidos Mexicanos) como para quienes defienden su territorio.
Hoy día la construcción de presas hidroeléctricas, más que responder a
necesidades regionales (electrificación, control de inundaciones) obedece a
una lógica extra regional. Las reformas neoliberales a las leyes de generación
de energía eléctrica permiten hoy que empresas privadas produzcan energía
en una región para consumirla en otra, utilizando la red y las subestaciones
de carácter público. Esto equivale a una privatización de hecho del agua vía
apropiación de los ecosistemas fluviales que son puestos al servicio de los
intereses de lucro de grandes empresas nacionales o multinacionales como
lo ilustramos con el caso de la cuenca media del Antigua.
Muchas veces este tipo de proyectos aparece en contextos de crisis de las
economías regionales por falta de inversiones del gobierno en infraestructu-
ra y por políticas desfavorables para los precios agropecuarios, orillando a la
gente a aceptarlos, incluso a vender o rentar sus tierras.
En el caso aquí presentado se ha podido ver cómo el discurso de la es-
casez o déficit de agua es utilizado para justificar un proyecto de trasvase
de cuenca que posiblemente tenga otros propósitos y corresponda a otras
agendas. La ideología de la escasez es utilizada para justificar proyectos con
otros fines no revelados. Ahora con el reconocimiento de la ONU y de las
constituciones nacionales al derecho humano al agua y saneamiento, se plan-
tea un falso dilema entre las legítimas demandas de quienes no tienen agua
y megaproyectos como el aquí reseñado. Para Horacio Machado (2010) el
discurso de la escasez además de presentar como naturales las graves des-
igualdades existentes en torno al agua “encubre el asalto mundial privatista
https://translate.googleusercontent.com/translate_f 279/354
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sobre las fuentes
te producida de agua, tratándose,
y económicamente por tanto, de una ‘escasez’ políticamen-
conveniente”.
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Bibliografía
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por el agua en la zona metropolitana Córdoba-Orizaba, Veracruz, 1990-
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Arróyabe, C. Garmendia Pedraja y D. Rasilla Álvarez (Eds). El Clima
314
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30/07/2017 REVISTA ALASRU
Resumen
La sociología rural como disciplina con objeto de trabajo y métodos pro-
pios es muy joven. Está en proceso de formación y consolidación, lo cual se
convierte en un reto para los trabajadores de este campo del conocimiento.
En un principio su objeto fue estudiar las relaciones sociales y la vida de la
sociedad rural. Y aunque las diferencias entre lo rural y lo urbano nunca
fueron claras, hoy, cuando estas diferencias son aún más difusas, la socio-
logía rural tiene una tarea más compleja frente a las nuevas dinámicas y
problemáticas de las sociedades rurales en un mundo globalizado. El reto de
la sociología rural es crear y producir conocimiento situado, que le permita
a la disciplina avanzar y contribuir a la transformación de estas sociedades,
sobre todo, superando el colonialismo intelectual y la dependencia cognitiva.
En este texto, a partir de vivencias y recorridos indisciplinados, se exploran
miradas y lecturas de problemas recurrentes y emergentes que interpelan a
la disciplina en la región.
Abstract
Rural sociology as a young discipline with an objective of study and own
methods, is in a process of formation and consolidation becoming a challen-
ge for the specialist in this field of knowledge. In its beginning, its objective
was to study social relationships and country life even though differences
317
Page 318
between rural and urban were never clear. Today these differences are more
diffuse and the task for rural sociology is more complex when facing new
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dynamics and problems of the rural society in the globalized world. Its cha-
llenge is to create and produce located knowledge to advance and contribu-
te to the transformation of society overcoming intellectual colonialism and
cognitive dependence. In this text different points of view and interpretation
of recurrent and emerging problems that question the region are explored
through interdisciplinary paths.
Introducción
La sociología rural como disciplina con objeto de trabajo y métodos es muy
joven. Acaba de cumplir 100 años la sociología rural creada en Estados Uni-
dos. En América Latina es aún más joven, a lo sumo tendrá unos 60 años.
La Sociedad Latinoamericana de Sociología Rural (ALASRU), que realiza
su Primer Congreso de Sociología Rural en 1983, cumple 45 años. Es una
disciplina en formación, lo cual se convierte en un reto mayor para los so-
ciólogos de formación y los de oficio, que tienen como tarea consolidar este
campo del conocimiento. No es el momento para hacer un balance, ni una
historia de lo que se ha hecho en este tiempo. No obstante, se puede afirmar
que en la mayoría de trabajos de investigación de lo rural predominan los
estudios descriptivos e interdisciplinarios, sobre la elaboración teórica. De
hecho, la sociología rural, al igual que ha ocurrido en otras disciplinas, se ha
alimentado de las principales corrientes teóricas de la sociología europea y
norteamericana.
Hasta no hace mucho tiempo, la población mundial era en su mayoría
rural o vivía en áreas dispersas; hoy más de la mitad de la población vive en
las ciudades o en concentraciones urbanas. América Latina y el Caribe, un
continente heterogéneo y diverso, aún tiene unos 130 millones de población
que habita en campos y pequeños pueblos. En un principio, la sociología
rural se ocupó de la población rural, más exactamente de la vida rural; de
hecho, La Sociología de la Vida Rural (1940), es el título de uno de los libros
pioneros de esta subdisciplina en la región. Y aunque las fronteras entre lo
rural y lo urbano nunca fueron claras, era evidente que la sociología rural y
los trabajadores de este campo se dedicaran al estudio de la sociedad rural o
de las relaciones en lo rural.
318
Page 319
Hoy, las diferencias entre lo rural y lo urbano son mucho menos claras,
tanto desde el punto de vista físico como desde la óptica social. Aunque no
se puede desconocer la distancia en términos de la complejidad de una gran
urbe y una pequeña aldea. La sociología rural tiene un enorme reto, frente
a las dinámicas y problemáticas de las sociedades rurales contemporáneas.
García Márquez en un texto de 1981, se refería a lo rural como ese “lugar
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donde los pollos se pasean crudos”, en el cual describía la vida de los niños en
las grandes urbes de la época, después de una encuesta realizada en ciudades
de Europa:
Cómo se llama el que lleva la leche, el que lleva el periódico y el pan,
el que recoge la basura y el que arregla los daños menores de la luz y
el agua. La respuesta de los niños fue casi unánime: el portero. No tie-
nen por qué contestar otra cosa, pues ya sabemos que en estas grandes
concentraciones urbanas, donde el nacimiento de una flor es como un
milagro de la creación, todo lo que entra en los apartamentos debe
pasar por el conducto ordinario e ineludible, y además providencial,
del portero.
Ese ambiente en el que se vivía en las grandes urbes del mundo, es hoy el
entorno en que viven muchos niños de las grandes ciudades de América
Latina. En nuestros países cada vez hay más generaciones que tienen menos
referentes identitarios con lo rural, menos vínculos directos con el campo.
Paradójicamente, la vida de la gente en las grandes urbes depende en mayor
medida de lo que se produce y viene de fuera de ellas. Hoy es impensable
que las ciudades puedan ser viables sin lo que se hace y produce en las áreas
dispersas, en lo “lo rural”. Por ello, los habitantes de las ciudades empiezan a
ser conscientes de lo que pasa fuera de las ciudades, y ello, resulta relevante
para el futuro de la sociología rural.
América Latina y el Caribe, la tierra de Macondo, de Comala, de El
llano en llamas, de Pedro Páramo, de Martín Fierro, es un mundo mágico,
encantado, que en muchas facetas sigue inédito para la ciencias sociales en
general y para la sociología rural en particular. Precisamente, mientras que
en la literatura alcanzamos estatura universal, con obras como Cien años de
Soledad, Pedro Páramo, La casa verde, Residencia en la Tierra, y otras más, en
las ciencias sociales, no hemos logrado crear marcos de referencia que permi-
tan comprender y explicar nuestra sociedad de manera que logremos superar
el colonialismo intelectual como lo llamaba Orlando Fals-Borda o la de-
pendencia cognitiva como la ha denominado Boaventura de Sousa Santos.
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rural, la sociología tiene un enorme desafío para crear nuevos marcos expli-
cativos y enfoques metodológicos, que permitan abordar una problemática
que, teniendo aspectos comunes con las de otros lugares del mundo, tiene
particularidades que retan la imaginación y creatividad de la sociología rural.
Si no se logra la emancipación cognitiva y la superación del colonialismo
intelectual, la superación de los problemas no solo no será posible, sino que
incluso, podrían agravarse. Por ello:
… es comprensible que si un marco científico de referencia no se arrai-
ga en el medio donde se quiere aplicar, aparezcan rezagos y desfases
teórico-prácticos, con implicaciones disfuncionales para los sistemas
culturales, sociales, políticos y económicos. […] La situación empeora
cuando los marcos de referencia que se emplean aquí resultan copias
textuales o limitaciones impuestas de paradigmas desarraigados del
contexto propio […] Necesitamos, pues, construir paradigmas endó-
genos enraizados en nuestras propias circunstancias, que reflejen la
compleja realidad que tenemos y vivimos (Mora-Osejo y Fals-Borda,
2002: 10).
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de los TLC: “En mi generación –dice don Alfonso3- mi padre llevaba la co-
secha al mercado y llegaba con lo que faltaba en la casa; había para comprar
las alpargatas, la camisa, lo que faltaba en el hogar. Hoy, no hay ni para darle
comida a los hijos. […] Lo que producimos no vale nade o nadie lo compra”.
Los campesinos y pobladores rurales de esos tiempos, vivían pobres, pero
trabajaban, habitaban el territorio y tenía esperanza. Había una dinámica
social y económica que se ha ido perdiendo con el modelo económico y la
fase avanzada del neoliberalismo: “Yo le daba su propina por cada pasajero
que encaminará a la casa. Y a los demás nos iba bien. Ahora desventurada-
mente los tiempos han cambiado pues desde que esto está empobrecido ya
nadie se comunica con nosotros” (Rulfo, 1954: 20). Hay pueblos que saben a
tristeza, que inspiran nostalgia. En las ventanas de bares y tiendas y cruces
de caminos se lee: “vendo finca…” “se vende o permuta…”
Traigo aquí estos pasajes de la literatura con una doble intención. Por
una parte, porque problemas como la pobreza y el hambre, bellamente regis-
trados por nuestras figuras literarias, se han hecho recurrentes y endémicos
3 Conversación con campesinos de la vereda Quebrada Vieja del municipio de Soracá, Boyacá,
Colombia. Marzo de 2014.
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que labran la tierra desde niños hasta viejos es el contacto con la tierra, la
interacción con la naturaleza, mediada por herramientas como el arado o
el azadón o la yunta de bueyes, donde igualmente se pueden apreciar dos
facetas de una actividad tan noble y necesaria como producir alimentos: el
sufrimiento de una labor hecha con el alma, y el sentimiento que emerge de
ese contacto con la tierra, el afecto por ella. Por ello, la agricultura que reali-
zan los campesinos tiene una función imperativa que es “cuidar la tierra”. Así
lo moldeó con versos el pastor de Orihuela Miguel Hernández en El niño
yuntero: “Empieza a vivir y empieza /a morir de punta a punta/ levantando
la corteza/ de su madre con la yunta”. […] Nace, como la herramienta/ a los
golpes destinado/ de una tierra descontenta/ y un insatisfecho arado/[…]
Que salga del corazón de los hombres jornaleros/ que antes de ser hombres/
son y han sido niños yunteros”.
En estos versos, la condición del campesino emerge con la potencia de
que carecen los estudios convencionales de las ciencias sociales, donde se
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financiero internacional. Este es uno de los problemas que afecta a todos los
países de la región, lo cual ha hecho que muchas economías se hayan repri-
marizado, por una parte y, por otra, se hayan exacerbado los impactos am-
bientales y sociales. Y como consecuencia de ellos, los movimientos sociales
vuelven a la cresta de la ola, enarbolando reivindicaciones históricas como el
acceso a la tierra, la lucha del trabajo contra el capital, en la óptica de la clá-
sica lucha de clases. Además, problemas ambientales y sociales ocasionados
por el desarrollo científico aplicado a la agricultura y por la dinámica de la
sociedad, como los OGM, el cambio climático, la perdida de la biodiversi-
dad, el cambio social y los nuevos sujetos sociales en el campo.
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limpia…Sin árbol no hay vida/sin río no hay vida/sin selva no hay vida…mi
tristeza es que la vida se volvió una mercancía.
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social a teorías de los sujetos y actores sociales, aunque sobre este aspecto,
no hay acuerdo (Pardo, 1998:130). En todo caso, la lucha de clases no ha des-
aparecido, lo que han cambiado son las estrategias de lucha. Aunque hoy los
movimientos sociales reivindican condiciones de clase como la tierra, luchan
por la defensa de los bienes comunes: el planeta, el cuidado de la tierra, el
agua, la biodiversidad, que no es un asunto sólo político de reivindicación
de clase, sino ético, porque en el fondo, la destrucción del planeta y el ago-
tamiento de los recursos es producto de la reproducción del capital y de una
forma de civilización que se ha constituido sobre fundamentos que no han
considerado los límites físicos del planeta, ni la equidad ni justicia intra e
inter generacional e intra específica.
Con el desarrollo científico y tecnológico sobrevino la revolución agraria
afectando la estructura social rural. Hoy estamos enfrentados a la tercera
revolución agraria, la de los organismos genéticamente modificados, la del
ADN recombinante, que igualmente afecta la vida de la sociedad en ge-
neral, no sólo la vida de la gente que vive de lo rural, en lo rural o lo rural.
Paralelamente, sobreviven y se revalorizan formas de explotación agraria
tradicionales, en un torbellino de avances del capitalismo internacional que
busca imponer un modelo agroalimentario hegemónico. Adicionalmente, las
Tecnologías de la Información y Comunicación (TIC) han conquistado los
territorios rurales, acelerando los cambios que los medios de comunicación
convencionales, como la radio y la televisión, habían iniciado años atrás. En
este aspecto, el internet y las redes sociales han tenido influencia enorme en
los procesos de movilización y resistencia de los actores rurales.
En este sentido, destacan conceptos que hoy deben ser incorporados al
análisis sociológico: globalización, liberalismo económico, ciudadanía, dere-
chos y libertades, formas de control político (biopoder), estudios de opinión,
instituciones, riesgo, papel de las instituciones supranacionales, corporacio-
nes, movimiento alter global, identidades colectivas, papel de las TICs en
las sociedades rurales. Buena parte de estos temas son hoy los que ocupan la
agenda de la investigación de la sociología rural. También nuevas formas de
resistencia y participación social, interacción de redes de una nueva sociedad
global, violencia selectiva contra símbolos del poder hegemónico capitalista
y movimientos sociales rurales y agrarios.
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Isaías Tobasura Acuña
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haber venido dormida para dejarse matar así nomás por no nomás” (Rulfo,
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1986: 126).miOmama/
vacas que como canta
se dioVelosa – El
la maña de carranguero-
criar/ tal vez en
jueLa Pirinola: la
la Pirinola/ Demejor
las
para ordeñar […] Así jue que una mañana/ la vaca no amaneció/ tal como
dijo mi taita/ La Pirinola se´orcó/. Y en los dos casos, hay una reflexión
acerca de por qué la vaca se ahogó/orcó. Tal vez iba dormida, o ¡ajijuna vaca!,
qué haría buscando pasto en el peladero.
En este aspecto es dónde la sociología rural tiene un campo de investi-
gación inexplorado, un camino muy largo por recorrer. Hay algunos avances
en lo que ha realizado la sociología del medio ambiente, la sociología del
riesgo y la sociología de los movimientos sociales. Al respecto, se destacan
las teorías sociales medioambientales, orientadas a desentrañar los discursos
y practicas relacionados con el nuevo paradigma ecológico, la hipótesis Gaia,
la Ecología profunda, la modernización ecológica, la economía política de
los sistemas productivos, los límites del crecimiento, la justicia ambiental, el
desarrollo sostenible, el riesgo y el consumo, y las relaciones Norte-Sur.
Frente a estos nuevos conceptos y metáforas, los sociólogos deben cons-
truir nuevos marcos teóricos y metodológicos que permitan explicar, com-
prender e intervenir en una problemática que, por su complejidad, requiere
abordajes inter y trans-diciplinarios que retomen conceptos y métodos tanto
de las ciencias naturales como de las ciencias sociales, la filosofía, la ética y la
estética. En este sentido, conceptos como metabolismo social, metabolismo
rural, resiliencia, cuidado de la tierra, desplazados ambientales, riesgo, pre-
caución, son fundamentales en la construcción de teoría sociológica relacio-
nada con la vida rural.
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es capaz de concebir un mundo en el que los campesinos sean posibles”.
El segundo, corresponde a una propuesta alternativa, que surge posterior a
los fracasados proyectos de modernización del campesinado, desarrollado
por muchos investigadores y agencias de desarrollo en el mundo, el cual
“establece que un entendimiento correcto del surgimiento y la expansión
de lo que son esencialmente mercados globales es esencial para los estudios
campesinos de la actualidad (Ploeg, 2010:13).
Aunque las transacciones de productos agrícolas han existido desde hace
tiempo, los mercados globales de hoy de los productos agrícolas y alimen-
tarios representan un nuevo fenómeno, que tiene un fuerte impacto en la
agricultura, independiente de su ubicación geográfica. Y aquí, el concepto de
imperio como forma de ordenación de las relaciones sociales se constituye
en una herramienta poderosa para entender el fenómeno de los mercados
mundiales en la producción agraria. “El análisis muestra que los imperios
alimentarios que van surgiendo, comparten varias características, como el
expansionismo, el control jerárquico, y la creación de nuevas ordenaciones
materiales y simbólicas” (Ploeg, 2010: 13).
El resurgimiento de la condición campesina y del modo de producción
campesina ha sido uno de los asuntos que sintetizan la agenda de movimien-
tos sociales de alcance internacional como Vía Campesina, con sus filiales
y movimientos satélites que siguen esta corriente alternativa en el mundo.
Este movimiento, aunque tiene una agenda política clara está lejos de ser
homogéneo. Incluye, además de los campesinos y productores tradicionales,
nuevos sujetos urbanos dedicados a actividades agrarias. Por ello, la condi-
ción campesina no se puede confundir con la tradicional cultura campesina,
de las sociedades pre-modernas, sino como la adopción de una postura ética
y política de los vínculos y relaciones que establecen los productores agrarios
con la tierra, los ecosistemas y con la sociedad global.
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Van der Ploeg (2010: 49) sintetiza la condición campesina en los siguien-
tes términos: lucha por la autonomía, en un contexto caracterizado por la
dependencia, marginación y privación, que busca y se materializa, como la
creación y el desarrollo de una base de recursos controlada y administrada
por el campesino, que con formas de coproducción de los seres humanos y
la naturaleza, en interacción con el mercado, le permiten su supervivencia y
desarrollo, y con ello, retroalimenta y fortalece la base de recursos, mejoran el
proceso de coproducción, amplía su autonomía y disminuye su dependencia.
En estas circunstancias, el campesino mejora sus condiciones de existencia,
pero lo más importante rescata sus derechos como sujeto autónomo.
De hecho, con el avance del capitalismo y los alimentos devenidos en
mercancías en los imperios agroalimentarios, la pervivencia y desarrollo de
la condición campesina se debate en la dialéctica entre la dependencia y la
autonomía. Las políticas públicas de los gobiernos orientadas a convertir a
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los campesinos en prósperos empresarios, llevan implícita la dependencia
cada vez mayor del mercado, que estandariza productos, define criterios de
calidad e impone condiciones a los productores, con la venia de los consumi-
dores. En muchos países de América Latina, algunos programas están diri-
gidos a lograr que los campesinos y pequeños productores sean competitivos
en el mercado, para poder ser viables. De lograrlo se convertirán en próspe-
ros empresarios y de no hacerlo serán arrancados de sus tierras, empobreci-
dos, empujados a las ciudades a realizar otros trabajos o serán desempleados.
En Colombia, el programa de oportunidades rurales y alianzas produc-
tivas en las cadenas de valor ha logrado articular con relativo éxito a algunos
productores campesinos al mercado. Unos se han vinculado a los mercados
internacionales y otros a la agroindustria nacional. Tobasura y Ospina (2013),
han estudiado el caso de la mora en Caldas, Colombia. En éste, productores
de mora agrupados en la cooperativa COAR del municipio de Aránzazu,
que han recibido apoyo del programa de oportunidades rurales en una alian-
za público-privada con la agroindustria Alpina, han resuelto la comerciali-
zación de la fruta para producir yogures y refrescos, están atrapados en las
cuotas y condiciones que les imponen las agroindustrias. Incluso, la depen-
dencia los ha puesto a diversificar con fresa, una planta no adaptada a las
condiciones agroecológicas de las tierras tropicales de ladera, cuya semilla
deben importar de Chile.
En la otra orilla se encuentran experiencias de productores de café, que
organizados han logrado controlar todos los eslabones de la cadena produc-
tiva, articulándose a los mercados locales y regionales con ventas de grano y
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como cultura.hay
en el mundo Noun
obstante,
procesoautores como van deroPloeg
de campesinización (2010), afirman
de revitalización de laque
condición campesina y de un modo campesino de producción, no sólo en los
países del llamado tercer mundo, sino en los países desarrollados. Y es cierto,
los campesinos no se ha detenido en el tiempo, hay una revitalización de sus
sistemas de producción, su cultura y forma de vida.
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con sujetos históricos conocidos, pero realmente quienes han producido y
están produciendo cambios progresistas en tiempos recientes, han sido gru-
pos sociales totalmente invisibles para dicha teoría: mujeres, indígenas, cam-
pesinos, gays, lesbianas, desempleados. De esa manera podrá establecerse un
dialogo fluido entre teoría y práctica y superar la relación que ha existido
entre ambas. Ello llevará a superar el colonialismo intelectual euro céntrico,
y a saldar la deuda cognitiva de occidente con otras culturas y pueblos.
Bibliografía
De Sousa Santos, B. 2011. Introducción: las epistemologías del Sur. 22 p. http://
www.boaventuradesousasantos.pt/media/INTRODUCCION_BSS.pdf
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Resumen
El objetivo del artículo es presentar la incorporación de nuevos ejes temáti-
cos en los estudios rurales en Cuba y cómo la investigación sobre la estruc-
tura social ha marcado un importante espacio en su agenda. Se parte de la
tardía institucionalización de la Sociología y una agenda de investigación
más centrada en lo agrario que en lo rural, propio de la visión de desarrollo
predominante; más en la investigación empírica de corte estructural fun-
cionalista que en la producción teórica y en estudios desde la óptica de la
Economía Política. Todo ello a partir de las disciplinas predominantes en los
núcleos de investigación.
A finales de los ochenta e inicios de los noventa, reflejo de la crisis y
el nuevo modelo que resulta de la reforma iniciada es posible constatar un
cambio en la agenda investigativa; sin abandonar los estudios socioestruc-
turales del campesinado y los obreros agrícolas, hay una mirada más abierta,
puesta en lo rural, predomina el carácter interdisciplinario y hay un vuelco
hacia los estudios cualitativos. Los cambios en la sociedad rural cubana alte-
ran el qué de los estudios rurales y el cómo los cientistas sociales nos relacio-
namos con ese campo de estudio.
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de México, octubre de 2014.
2 Profesora Titular de la Universidad de Holguín, Cuba Ariasguevara2011@gmail.com
3 Profesor Titular de la Universidad de Granma, Cuba aleyvar@udg.edu.cu
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Abstract
The aim of the article is to present the incorporation of new thematic axis
in Cuban rural studies and how the research on social structure has marked
an important space in its agenda. It starts from the late institutionalization
of Sociology and a research agenda focused more on agrarian than in ru-
ral, own of predominant development vision; more on empirical research
of structural functionalist than in theoretical production and studies from
Political Economy perspective. Everything based on the predominant dis-
ciplines in research nuclei. At the end of the eighties and early nineties, as
reflection of the crisis and the new model initiated it is possible to identify
a change in the research agenda which without abandoning the structural
studies of the peasantry and agricultural workers, takes a wider look in the
rural, predominates the interdisciplinary and shifts toward qualitative stu-
dies. The changes in Cuban rural society alter the “what” of rural studies and
“how” do social scientists relate to this field study.
Introducción
Los cambios en la agenda de los estudios rurales en Cuba en los últimos
cincuenta años han tenido como telón de fondo los trascendentales cambios
ocurridos en la sociedad cubana desde inicio de los años sesenta y marcados
por la tardía institucionalización de la Sociología como disciplina. Predomi-
nan en una primera etapa los estudios relacionados con la Reforma Agraria,
desde una perspectiva más de la Economía Política que desde la Sociología,
vendrían luego a ocupar un espacio los temas relacionados con el cooperati-
vismo y con la estructura interna del campesinado y los trabajadores rurales
junto a estudios de comunidades desde una perspectiva sociodemográfica.
No es hasta finales de los ochenta que comienza un marcado interés por los
crecientes procesos migratorios campo-ciudad y la descampesinización que
se derivan del modelo de desarrollo adoptado.
Durante la crisis de la década de los noventa, la Reforma iniciada, consi-
derada como la más trascendente luego de la Reforma Agraria, exigió de las
ciencias sociales una revalorización epistemológica, vista esta como la nece-
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recibió un impulso notable con la aplicación de la Encuesta de la Agrupa-
ción Católica Universitaria7 dirigida a mostrar las condiciones materiales de
los obreros agrícolas, combinando una serie de indicadores de salud, alimen-
tación, situación social (vivienda y educación) y económica (ingresos y régi-
men de trabajo) para configurar una imagen del campo cubano que permitía
establecer contrastes con los niveles de vida de los grupos vinculados al po-
der económico y político de la sociedad de finales de la década del cincuenta.
Aunque a este estudio se le reconocieron insuficiencias metodológicas,
significó un levantamiento de datos imposible de obviar por cualquier acer-
camiento a lo rural desde la perspectiva de las asimetrías sociales. Anterior
a 1959 deben mencionarse documentos de valor histórico-social como El
Programa de la Joven Cuba, de Antonio Guiteras y La historia me absolverá,
de Fidel Castro. Ambos se ubican en la línea marxista de análisis y conte-
nían el propósito de mostrar las calamidades que padecía la sociedad cubana
como consecuencia de un capitalismo dependiente que, particularmente en
el campo, reproducía constantemente la pobreza y la exclusión social.
Durante los años sesenta se abre un período en que se operan una serie
de cambios cualitativos, se configuran nuevas proporciones en la base eco-
nómica y, con ello, se transforma aceleradamente la estructura social ligada
al capitalismo periférico que floreció a la sombra de las estructuras neocolo-
niales impuestas por Estados Unidos, al tiempo que emerge un sistema de
relaciones socioclasistas en correspondencia con el contenido sociopolítico
y económico del nuevo poder. En este contexto se despierta el interés por
evaluar el comportamiento objetivo de los actores rurales, particularmente.
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Desde un enfoque también marxista, Mariana Ravenet y Jorge Hernán-
dez (1984) evaluaron ampliamente los procesos agrarios, sociales y comu-
nitarios, así como el modo de vida campesino en las primeras etapas de la
Revolución. Su trabajo “Estructura social y transformaciones agrarias en Cuba”
se centra más en los acercamientos que implicó la movilidad social condi-
cionada por los procesos de cooperativización y urbanización emprendidos
desde la segunda mitad de los setenta.
Hasta mediados de los setenta se identificaron como rasgos esenciales
de la estructura social: el alcance de niveles de homogeneización social que
coadyuvaron a revertir la polarización socioeconómica típica de las relacio-
nes sustentadas en la propiedad privada. Se modifica el sistema de estrati-
ficación como expresión del cambio social radical que se experimenta. Es
decir, desaparecen los contrastes sociales antagónicos, se produce una mayor
aproximación entre grupos sociales que ahora comportan una situación eco-
nómica menos diferenciada.
Durante la segunda mitad de los ochenta se asiste a una consolidación
y diversificación de los estudios rurales. La confluencia de eventos cientí-
ficos, así como de procesos de reproducción ampliada de la comunidad de
sociólogos, por un lado, dada la reapertura de la carrera de sociología, y del
perfeccionamiento de la actividad investigativa influyen en el desarrollo de
la rama de la sociología que nos ocupa (Espina, 2001).
Resulta incuestionable que las relaciones académicas con el entonces
campo socialista estimuló y pautó la línea teórico-metodológica seguida por
las investigaciones. Si bien muchos de los autores euro orientales y soviéticos
aportaron categorías y conceptos que enriquecieron el instrumental teórico
para el análisis empírico (léase nociones como estructura interna, contenido
y carácter del trabajo, etc.), nos legaron e instruyeron al mismo tiempo en el
axioma de la marcha indetenible e inevitable del socialismo hacia la sociedad
sin clases como rasgo representativo de la sociedad comunista.8
8 Ver: Un análisis de los prerrequisitos objetivos para eliminar las diferencias entre la clase obre-
ra y el campesinado, de N. A. Aitov; La estructura de la sociedad soviética y su marcha hacia
la homogeneidad social, por M. Rutkevich y Rumbo a la sociedad sin clases, de R. Kosolapov.
Todos estos trabajos aparecen en Rojas (s.f.).
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desaparición como prerrequisito
ciones que supuestamente fundamental
generaba para eliminar
el sector privado y abrirlas contradic-
paso a la con-
solidación y absoluto predominio de la agricultura altamente socializada, lo
que se corresponde con el modelo de desarrollo agrario pensado desde la
estatización de la tierra.
Llama la atención que tanto en Cuba como en los países del antiguo
campo socialista los estudios sobre el proletariado agrícola son bien escasos y
como tendencia no constituyó foco de interés los fenómenos de enajenación
económica que acusaba este importante segmento de la clase obrera en la
construcción socialista.
El tipo de marxismo aldeano que proliferó posterior a la muerte de Le-
nin ignoró además el enfoque sintético adoptado por Marx al tomar de di-
versas fuentes anteriores a él y de su propia época las ideas más avanzadas
para darle nueva forma en una visión orgánica sobre la sociedad y las clases.
El aislamiento que practicó la versión eurosoviética de la teoría social con
relación a los aportes provenientes de otras corrientes de pensamiento, le
provocó un agotamiento interno que debilitó su capacidad explicativa y pro-
positiva ante la dinámica real.
En línea con la idea de la preeminencia de los intereses sociales y colecti-
vos, se privilegió la perspectiva macrosocial, quedando el nivel micro (el pa-
pel y acción del individuo) en una especie de dilución social que lo subsume
hasta invisibilizarlo casi totalmente. Las posibles integraciones micro-macro
y acción-estructura quedaban así fuera de la agenda teórica y su lógico re-
flejo en el plano metodológico no pudo ser otro que el cuantitativismo y el
positivismo disfrazado que cristalizó en las tentativas matematizantes de la
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10 Iliana Rojas merece un lugar especial al estimular los estudios socioclasistas en distintos
niveles de su reproducción. Bajo su liderazgo se desarrollaron indagaciones empíricas y cuan-
titativistas focalizadas hacia la relación reproducción-desigualdades sociales bajo los límites
impuestos por las relaciones económicas de este período.
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programa consecuente de asentamientos humanos, elemento imprescindi-
ble para modificar las tendencias del éxodo poblacional. El asincronismo
entre la infraestructura técnica y la infraestructura social que le es necesaria,
causó el desplazamiento de una gran masa de obreros hacia otros sectores y
espacios.
Lo anterior coincide con los resultados de los estudios sociológicos reali-
zados entre mediados de los setenta y los ochenta (Espina, 2001); se recono-
ce una sensible disminución de los obreros agrícolas y aparecen tendencias
contradictorias en el sector estatal al incrementarse desmesuradamente gru-
pos como los dirigentes, administrativos y técnicos.
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presas estatales, así como a individuos y familias de diversa extracción social
para la diversificación productiva, sobre todo de café y tabaco, productos de
alta demanda tanto en el mercado externo como interno (Leyva y Arias,
1999). Con ello surgieron los trabajadores cooperativistas de las Unidades
Básicas de Producción Cooperativa (UBPC)13 y los pequeños usufructuarios,
vinculados a las Cooperativas de Créditos y Servicios.14 Con la desestataliza-
ción y descentralización de la agricultura empresarial, el sector cooperativo,
tanto en su dimensión estatal (UBPC) como campesina (CPA-CCS), se
transformó en el más importante y decisivo resorte de la agricultura cubana.15
13 Forma del cooperativismo cubano en la que los socios son dueños de los medios de produc-
ción, excepto la tierra, recurso de carácter estatal que explotan en calidad de usufructo indefi-
nido.
14 Para un análisis de sus estructuras internas, consúltese Arisbel Leyva Remón, Cambios socio-
clasistas y relaciones agrarias en la provincia Granma a partir de 1993. Tesis doctoral. Universidad
de La Habana, 2006.
15 La estructura de la tenencia tierra posterior a la creación de las UBPC: UBPC 42%, estatal
33%, CCS 12%, CPA 9%, privado 4% (Leyva, 2006:67).
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16 Hacia el 2002 clasificaban como fortalecidas en el país 1,547 Cooperativas de Créditos y Ser-
vicios, el 64% de las existentes (Chirino y Zayas, 2003). Ver también Leyva (1999).
17 Pronunciamiento justificado, en tanto el aporte del sector azucarero al PIB nacional era
alrededor de un 20% y de más de un 22% del valor agregado por la industria manufacturera.
Asimismo, este sector representaba más del 14% de la producción mecánica nacional, poseía
más del 30% de toda la maquinaria y los equipos productivos de toda la industria, el 35% de la
maquinaria y los equipos energéticos y cerca del 25% de los activos fijos tangibles del país. La
rama agrícola azucarera abarcaba más del 42% de las tierras bajo cultivo. El potencial productivo
de la industria lo conformaban 156 centrales, 17 refinerías, 13 puertos de embarque a granel, más
de 300 plantas para la producción de derivados y 6 centros de investigación. A ello se le agrega
8,000 km de líneas férreas, 30,000 vagones de ferrocarril, unas 1,000 locomotoras, entre otros
elementos de infraestructura (MINAZ, 1991). La agroindustria presentaba una elevada contri-
bución a la producción de alimentos y el bagazo constituía cerca del 30% del consumo energé-
tico del país; garantizaba además, empleo durante todo el año a más de 500 mil trabajadores en
todo el país (Marqueti, 2005).
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18 A partir del proyecto se publicó UBPC Desarrollo rural y participación, 1996; Cooperativismo
rural y participación social, 1997; Campesinado y participación social, 1998; Cambios tecnológicos,
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sustentabilidad y participación., 1999; Participación social y formas organizativas de la agricultura,
1999, y Participación y desarrollo agrícola en Cuba, 1999. Todos editados por la Universidad de
la Habana y compilados por Niurka Pérez Rojas, Ernel González Mastrapa y Miriam García
Aguiar.
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como de otros que reflejaran los procesos que se venían registrando a escala
local. No se trataba de abandonar el aparato conceptual marxista, sino entrar
en diálogo con otras perspectivas y en especial encontrar cuáles temas eran
comunes en el debate sobre los estudios rurales en América Latina.
Aparece así, el repensar la Reforma Agraria como continuum, si se con-
sideran o no campesinos los nuevos actores beneficiados por el usufructo de
la tierra, si estamos o no ante procesos de recampesinización, así como la
problemática de la pluriactividad como estrategia individual o familiar.
Los estudios comienzan a identificar temas como: las alternativas y es-
trategias seguidas para encarar la crisis y potenciar un desarrollo, el modelo
agroecológico y la gestión del riesgo socioambiental, la participación y el
desarrollo local, el enfoque de género, la revalorización del territorio con
su capital social y humano. Temas relacionados con la cultura patriarcal, el
machismo y la violencia contra las mujeres en los espacios rurales, así como
procesos de empoderamiento económico y social; las desigualdades socioes-
paciales, la pobreza, la masculinización de los espacios rurales resultante de
la mayor migración femenina, la juventud y el envejecimiento; la continui-
dad del modo de vida rural en espacios urbanos periféricos, entre otros ejes
temáticos que vienen siendo seleccionados como temas de investigación en
la culminación de estudios o en la formación académica.
Conclusiones
Los estudios rurales en Cuba motivan a repensar los referentes teóricos y
metodológicos hasta aquí utilizados para una nueva agenda de investigación
que contemple los siguientes aspectos.
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Resumen
Por su propia naturaleza, el objeto de estudio de la sociología rural se en-
cuentra en un proceso de cambio permanente. Los últimos treinta años, sin
embargo, dichos cambios se han presentado como radicales ampliando con
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ello la complejidad de los problemas generando a su interior disyuntivas o
dilemas en los ámbitos teóricos y metodológicos. Autores como Florestán
Fernández, Pablo González Casanova, Aníbal Quijano y, de manera par-
ticular, Boaventura de Sousa sugieren que los problemas que tenemos los
científicos sociales, de Nuestra América, es la importación eurocentrista de
teorías, conceptos y metodologías para aplicarlas a fenómenos que, en oca-
siones, no se relacionan con los fenómenos particulares del campo latinoa-
mericano. Para solucionar lo anterior De Sousa sugiere afrontar la tarea de
contrastar dos paradigmas: el hegemónico y el alternativo. Por ello, en este
trabajo se pretende confrontar algunos de los rasgos de los principales para-
digmas en cuatro de las áreas de estudio de la sociología rural: la política, la
cultura, la sociedad y la economía.
Abstract
By its very nature, the object of study of rural sociology is in process of
permanent change. The last thirty years, however, these changes have been
radical, expanding the complexity of problems and generating disjunctive
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Introducción
La sociología rural en América Latina transita, de una parte, entre los ries-
gos de una modernidad globalizada vertiginosa, aplastante, abarcadora, lace-
rante y, de otra parte, en la tradición obcecada, en una dispersión de espacios
locales, ricos en cultura, en saberes, en prácticas productivas y experiencias
originales. El dilema actual que se le presenta a la sociología rural consiste en
descubrir y descifrar los principios epistemológicos que fundamentan ambos
polos de esa relación. Afortunadamente, nuestra América Latina cuenta con
pensadores que desentrañan los principios eurocentrista de un criterio de
cientificidad que tiende a excluir, eliminar, desechar, invisibilizar lo que no se
conoce o no se entiende; provenientes de la sociología, economía, antropo-
logía, filosofía, historia y de otras disciplinas, entre ellos podemos mencionar
a: Florestán Fernández, Agustín Cueva, René Zavaleta, Pablo González Ca-
sanova, Pedro Vuskovic, Agustín Silva Michelena, José Carlos Mariátegui,
Atilo Borón, Gregorio Selser, Raúl Prebish, Hugo Zemelman y José Aricó,
como pequeña muestra de autores que en muchos casos permanecieron re-
legados (Fernández, 1959; Cueva, 1977; Selser, 1974; Prebish, 1951; Zemelman,
1987; Borón, 2003; Mariátegui, 2007).
Interesa rescatar los trabajos de ruralistas que abordan dicho dilema, en-
tre ellos: Armando Bartra, Blanca Rubio, Thierry Linck, Miguel Teubal, José
Luis Calva, Norma Giarraca, Monica Bendini, Jaques Chonchol, Alessan-
dro Bonanno, Salete Cavalcanti, Patricia Arias, Cristobal Kay, Guillermo
Almeyda, Hugo Blanco o Hubert Grammont quienes, desde los más varia-
dos ángulos de la sociedad rural, han hecho importantes aportaciones para
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que, en parte,
tradición coincidenycon
de principios el mundo
lógicas occidental
específicas y, sin embargo,
e históricas existe una
que fundamentan
un paradigma diferente. Por esa razón dicho autor convida a pensar en un
paradigma alternativo (Sousa, 2012).
De cara al paradigma dominante, que hace apología del capitalismo,
Boaventura de Sousa propone, en cambio, la reconstrucción de un paradig-
ma alternativo y emergente (Souza, 2012). El paradigma alternativo es el que
se aleja del conocimiento dualista para, más bien, superar dialécticamente las
oposiciones hombre-naturaleza; naturaleza-cultura, objetivo-subjetivo, glo-
bal-local, etcétera. El paradigma emergente no se pone al servicio de los in-
tereses mercantiles, sino que se trata de un paradigma científico que sustenta
un conocimiento prudente, pero también se trata de un paradigma social que
busca el logro de una vida decente. Para este autor el conocimiento científico
enseña a vivir y se trata esencialmente de un saber práctico (Sousa, 2012).
De Sousa afirma que el paradigma tradicional, hegemónico, se encuentra
en un callejón sin salida pues no hay forma de solucionar los problemas de
parcelación del conocimiento. En tanto que, en el paradigma emergente, el
conocimiento es total y, al mismo tiempo local. El punto de partida, propone
De Sousa, son temas surgidos de grupos sociales concretos, tales como: la
necesidad de reconstruir la historia de una comunidad; crear espacios verdes;
o disminuir la tasa de mortalidad infantil, por citar algunos ejemplos. Los
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en todos los poros de la sociedad, procesos autoritarios y formas tradiciona-
les de poder sustentados en el clientelismo y en la impunidad (Grammont,
2006). Lo que se hizo evidente es que la llegada de gobiernos, incluso, de
9 Habría que señalar que la transición abarcó a países que salían de un pasado de gobiernos au-
toritarios como en el caso de México; férreas dictaduras en casi todos los países sudamericanos
y centroamericanos; en tanto que en otros gobiernos hubo casos contradictorios como en Perú
y Venezuela; mientras que antes de los gobiernos progresistas había prácticas neoliberales en
Brasil, Chile, Ecuador, Bolivia, y hasta en Venezuela (Grammont, 2006).
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10 Algunos gobiernos identificados como progresistas han permitido o facilitado los megapro-
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yectos para financiar el desarrollo (Svampa, 2011).
11 En varios de esos proyectos locales, como lo ejemplifica La Vía Campesina, se parte de prin-
cipios tales como: la participación democrática, sustentabilidad ambiental, equidad social, racial,
étnica y cultural, entre otros, que son sistemáticamente invisibilizadas y descalificadas por las
agencias gubernamentales y financieras (Desmarais, 2007; Sánchez, 2012).
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12 En los años setenta y ochenta, predominó la versión del marxismo ortodoxo que interpretaba
la frase de Marx respecto a que: “los campesinos con como papas en un costal de papas”. Con ello
se aludía a que no eran una clase para sí, sino apenas una clase social. A lo anterior se añadía
la idea de que los campesinos no se podían representar, sino que tenían que ser representados
por el proletariado.
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son asumidas por los países subdesarrollados y esta es una de las claves para
la extracción de la renta del suelo (Sevilla-Guzmán, 2006; Svampa, 2011).
Desde la academia un grupo nutrido de investigadores ha publicado ar-
tículos con diagnósticos, proyecciones y análisis que muestran y evalúan los
efectos perversos de una agricultura abierta al libre mercado: desequilibrios
negativos en la balanza de pagos, importación masiva de alimentos, crisis de
los pequeños y medianos productores, encarecimiento del crédito y de los
insumos productivos, entre otros, lo cual ha llevado, entre otros problemas al
aumento en la pobreza rural y en las masivas migraciones internas e interna-
cionales (Bartra, 2006b; Rubio, 2006; Calva, 2013).
13 Lo que se modifica es la perspectiva impuesta por autores como Zimerman y Zorokin quie-
nes en 1928 escriben Elementos de sociología rural y urbana, asentando desde entonces el modelo,
dualista, del paradigma folk-urbano.
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El tema del desanclaje de las actividades agrícolas ya había sido analizado
por algunos de los precursores de la sociología rural desde el marxismo, la
economía campesina de Chayanov y por la sociología alemana de Tonnies,
Simmel y Max Weber. En el marxismo se analiza cómo el desarrollo del
mercado interno supone la pauperización del campesino hasta transfor-
marlo en proletario agrícola (Bartra, 2006a). El mismo Alejandro Chaya-
nov explica como al dificultarse las condiciones económicas de la economía
campesina se acude a actividades alternativas tales como el comercio, la mi-
gración, la artesanía, etcétera., como principal forma de obtención de ingre-
sos (Chayanov, 1974); por su parte, Tonnies, Simmel y Weber consideraron
la relación entre comunidad y sociedad como conceptos comprensivos desde
donde: “en toda comunidad, hay elementos de sociedad y en toda sociedad,
hay elementos de comunidad”. Lo anterior no significa continuidad ni des-
aparición de las diferencias. Las nociones de comunidad y sociedad sirven
para explicar la realidad de una sociedad en rápida modernización (Weber,
1990; Sánchez, 2011).
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agrícolas orgánicas, compostas, lombricultura, sustentado en ecotecnias que
generen empleos en el campo, sobre todo a los más jóvenes (Leff, 2009).
Desde las comunidades campesinas e indígenas existe hoy una lucha por la
defensa de la Madre Tierra, aunque dicha perspectiva tienda a ser criticada
de tratarse de una utopía.
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la actual crisis ecológica que hoy se vive en todo el planeta (Sevilla-Guzmán,
2006; Leff, 2006).
En la propuesta de Sevilla-Guzmán (2006) la agroecología considera
como uno de sus elementos fundamentales a la coevolución social y ecoló-
gica entendidas como una interrelación entre las dos. Lo que se trata, insiste
el autor, es en pensar en la inseparabilidad entre los sistemas sociales y eco-
lógicos. Dicha especialidad cuestiona la idea de que el desarrollo rural se
encuentra fincado en el control del manejo industrial y biotecnológicos de
los recursos naturales debido a que no ha generado soluciones a largo plazo,
sino más bien, mayor desigualdad social poniendo en grave peligro la conti-
nuidad de la humanidad como del planeta mismo (Sevilla-Guzmán, 2006).
Esta subdisciplina contribuye con la deconstrucción de la idea lineal
de desarrollo y valida una racionalidad productiva alternativa cuyas bases
epistemológicas se sustentan en la articulación de procesos ecológicos, tec-
nológicos y culturales produciendo ecotecnologías, al tiempo que conjuga
saberes tradicionales y modernos, a la vez que promueve la resignificación
del territorio; pero además, considerando que los problemas que enfrenta
son complejos, se sustenta de la interdisciplinariedad y transdisciplinariedad
científicas. Enrique Leff asume que entre las disciplinas que participan en la
producción de nuevos conocimientos ambientales destacan: las ciencias et-
nológicas; la ecología (política, productiva, social); la biotecnología; la socio
demografía; la economía (ecológica, política del ambiente); la educación, la
historia, la pedagogía ambiental; la ética (de la interculturalidad, para la sus-
tentabilidad, y por la vida); el psicoanálisis y la sociología del conocimiento
(Leff, 2000). También defiende la idea que, más que una articulación fun-
cional entre diferentes especialidades, habría que crear condiciones para un
diálogo de saberes (Leff, 2006). Y sostiene que los principios éticos no son
incompatibles con las ideas de desarrollo, de racionalidad y de la diferencia,
aunque sí con ciertas concepciones modernas de la moral y de la ciencia con
sustento en el individualismo, la competencia, la exclusión de los saberes no
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primera (Sousa, 2012). Por citar sólo algunos de estos conceptos tendríamos,
en primer lugar, el de coevolución -mencionado arriba- que plantea la nece-
saria interacción entre sociedad y naturaleza; la interacción entre el saber, por
ejemplo el saber campesino e indígena y la ciencia, lo que supone el mutuo
reconocimiento entre el entorno sociopolítico y cultural, con el contexto bio-
físico; la gestión ecológica de los sistemas biológicos que parten del respeto
a las estructuras y procesos; la creación de formas colectivas de acción social
para generar y emplear propuestas dirigidas hacia la coevolución; el respeto
por la diversidad cultural y ecológica, presente en muchas de las formas de
producción indígenas (Sevilla-Guzmán, 2002 y 2006; Sousa, 2012).
La ecosociología radical intenta opciones ecológicas y socialmente sus-
tentables, por ejemplo, alentando un proceso de desarrollo centrado en la
agricultura campesina (Barkin, 2001). El propósito es fortalecer la
economía campesina dentro de un modelo alternativo en el cual se apoyan las
iniciativas locales y se propugna el desarrollo endógeno para lograr
una mayor participación social, control local y autogestión sobre el
territorio por parte de la comunidad campesina (North y Cameron, 2003).
Nuevas tecnologías
Sin duda la controversia en torno a los productos transgénicos muestra cla-
ramente la manera en que entran en la escena la oposición entre dos criterios
de lo que es científico, pero sobre todo, de sus consecuencias.
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quitos transgénicos; sólo Estados Unidos, Argentina y Brasil concentran la
mayor producción de alimentos transgénicos; en México se autorizó entre
2010 y 2011 el cultivo de semillas transgénicas para fines de experimenta-
ción y, posteriormente, para su cultivo comercial; Colombia estableció una
reglamentación para prohibir a los campesinos usar su propia semilla; en
Argentina, se cultivan los transgénicos, en muchas ocasiones, muy cerca
de los poblados. Habría que señalar que en Sudamérica se inició el cultivo
de soya de Monsanto con resistencia a herbicidas y a insectos; por su parte
Panamá aprobó cuatro permisos para maíz transgénico, y Paraguay lo hizo
para tres productos: maíz, algodón y soya (Red por una América Latina
Libre de Transgénicos, 2013).
En el otro extremo, organizaciones alternativas de científicos y de Orga-
nizaciones no gubernamentales como Oxfam o GreenPeace, ambientalistas
y redes de consumidores cuestionan aspectos importantes de los criterios
de los científicos de las empresas transnacionales, sobre todo varios de los
15 Algunos efectos del consumo de transgénicos en humanos son los siguientes: las mujeres
que consumen por largos periodos de tiempo dichos productos han encontrado leche materna
con toxinas; aumenta el cáncer de mama; aumento de cáncer en personas que viven próximos a
cultivos transgénicos; trastornos en el sistema inmunológico, entre ellos: asma, alergias, infer-
tilidad, inflamaciones, envejecimiento acelerado, cambios en los órganos gastrointestinales por
el consumo de maíz-bt.
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transnacionales; Tlaxcala legisló en contra del cultivo de maíz transgénico y
se declaró como una entidad federativa libre de transgénicos; en Colombia
los campesinos se opusieron a la resolución 970/2010 que prohibía a los cam-
pesinos usar sus propias semillas; en muchos países, incluyendo los Estados
Unidos, se demanda el etiquetado de alimentos transgénicos (Red por una
América Latina Libre de Transgénicos, 2013).
Conclusiones
Habría que recuperar la reflexión de Atilio Borón (2003) quien hace la si-
guiente pregunta: ¿la crítica al paradigma eurocentrista garantiza una for-
mulación teórica más precisa y dotada de contenidos políticos potencial-
mente más emancipatorios? La respuesta está en el aire, pero sobre todo, en
el trabajo de los estudios concretos e históricos de temas de la sociedad rural
de Nuestra América.
16 En muchos países no ha existido un debate o grupos que se opongan o que cuestionen los
posibles efectos de los transgénicos y en esos países ya existen leyes que autorizan su utilización.
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la
toslógica delylibre
sociales mercado,demercantilizando
económicos prácticamente
la vida social, existen todos los ámbi-
formas alternativas que
tienden a convivir con la naturaleza. De ahí surgen alternativas reales a los
dilemas que presenta el libre mercado: el etnodesarrollo, la generación de
empleo rural juvenil, proyectos ecoturísticos que favorezcan a la pequeña
producción campesina y que además operan en comunión con la Madre
Naturaleza.
Un paradigma alternativo apunta hacia la solución de la relación socie-
dad y naturaleza para involucrar a la población rural y urbana como corres-
ponsables del ecodesarrollo. Para hacer frente a una sociedad que, dejada a la
suerte del libre mercado tiende hacia el riesgo y las catástrofes. La solución
positiva al dilema es fortaleciendo el conocimiento y manejo de un paradig-
ma alterno que lleve hacia el Buen Vivir.
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Resumen
El artículo narra el despojo de territorios y recursos naturales que ha en-
frentado la población maya en Guatemala, así como la iniciativa de realizar
una consulta comunitaria para frenar la expansión del capital a través de
una movilización pacífica dentro de los marcos legales. Plantea cómo debe
organizarse la consulta, su significado para los pueblos, el derecho con que
cuentan, la base legal, los enemigos de la consulta y las políticas del gobierno
en contra de la población organizada. Asimismo, señala algunos logros al-
canzados y los retos que enfrentan los pueblos mayas guatemaltecos.
Summary
This article relates the dispossession of territories and natural resources of
the Mayan population of Guatemala as well as the initiative to conduct a
community query, the need to curb the expansion of capital through pea-
ceful demonstrations within legal frameworks. The article proposes how to
organize this query, its meaning for people, its legal basis, its enemies and
the government’s policies against the organized population. It also notes
some successes achieved and the challenges they face.
Introducción
1 Ponencia a la Mesa redonda Los movimientos sociales y alternativas desde el campo latinoameri-
cano. IX Congreso de la Asociación Latinoamericana de Sociología Rural (ALASRU), Ciudad
de México, octubre de 2014.
2 Movimiento Social Jakalteko por la Defensa del Territorio. Guatemala. Correo electrónico:
margaritaddiaz@gmail.com
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local, renovada con los derechos como indígenas, casi un millón de personas
participaron desde las instituciones comunitarias tradicionales, articuladas
en redes regionales. Cuando el Estado se negó a reconocer estas consultas,
las comunidades y pueblos las reclamaron como una expresión de su derecho
a defender su territorio.
Asimismo los desacuerdos son por razón de que la población maya en
su cosmovisión prioriza la conservación de los elementos naturales, ya que
para los mayas la madre naturaleza es sagrada y por ello hay que respetarla,
situación que no es entendida por quienes sólo velan por sus propios inte-
reses y no respetan la forma de vida de las comunidades y las decisiones que
ellas toman en relación a sus elementos naturales. Las empresas privadas y
los gobiernos no escuchan la voz del pueblo y así no respetan su decisión en
las consultas comunitarias, ya que todas las consultas comunitarias realiza-
das han dado como resultado un rotundo rechazo a la explotación minera
e hidroeléctricas, así como la exigencia de los pueblos al derechos de ser
consultados e informados previamente en la toma de decisiones en cuanto a
la explotación de sus elementos naturales.
Para la población maya es de suma importancia la consulta, puesto que
es una práctica ancestral que se ha dado desde siempre en las comunidades;
esto por la razón de que toda decisión que se tome respecto a actividades
comunitarias resulta de interés común y no particular; es por ello que los
abuelos siempre consultaban y consultan a la comunidad en cuanto a las ac-
tividades si deben de realizarse o no; razón por la cual se le exige al gobierno
el que tome esto en cuenta y que las comunidades sean consultadas en las
tomas de decisiones que vienen a alterar la convivencia social y la armonía
con la madre naturaleza.
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Para que la consulta sea realizada de la mejor manera posible y que apor-
te el resultado positivo esperado para los pueblos, debe realizarse cumplien-
do lo siguiente:
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3. Poder político: Ejercer el derecho que les corresponde sobre su territorio
y no que se les impongan situaciones que desconocen.
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También se respalda en los convenios y tratados internacionales en ma-
teria de derechos humanos ratificados por Guatemala, tales como el Con-
venio 169 de la OIT y la Declaración de las Naciones Unidas sobre los de-
rechos de los pueblos indígenas en la que se hace referencia a los temas de
Autogobierno, Libre determinación, Territorio y Autonomía.
Adversarios de la consulta
Los adversarios de la Consulta Comunitaria, han sido aquellos personajes
que de alguna u otra manera velan por sus propios intereses y no el de un co-
lectivo, siendo manipulados por el mismo Estado o por una que otra regalía.
Así como adversarios de la consulta están:
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naza de la minería se pueden mencionar las siguientes acciones:
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un atentado, Don Andrés Pedro Miguel murió y los otros dos quedaron
heridos
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a personajes internacionales, como la visita del relator de las Naciones
Unidad James Anaya y la visita de la Comisionada de las Naciones
Unidad para los Derechos de los Pueblos Indígenas Navy Pilay.
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Retos
Los principales retos para seguir avanzando en el fortalecimiento de las co-
munidades y sus organizaciones son los siguientes:
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• Construir articulación, consensos y propuesta de los pueblos, hacia un
proyecto político alternativo.
Conclusiones
Las poblaciones guatemaltecas, no están en contra del desarrollo, están en
contra del modelo de saqueo y explotación a los que los someten sus gobier-
nos; están conscientes de los grandes cambios que se han dado y que deben
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de estar al día con ellos y saber vivir con ellos; en el caso de las hidroeléctricas
son necesarias pero que se le den los recursos a las comunidades y que ellas
mismas manejen sus hidroeléctricas comunitarias, no así con la explotación
minera de oro que en definitiva solo viene a causar daños como enfermeda-
des en la piel por consumo de agua contaminada con cianuro, infertilidad
de la tierra explotada, escasez de agua a las comunidades, conflicto social,
entre otras.
La política de Estado parece seguir siendo la misma que históricamente
ha marcado esta sociedad: favorecer los intereses de un sector concreto, el
que tiene capacidad de llegar hasta sus estructuras e incluso de pasar por en-
cima de ellas. Para hacerlo, se recrea la práctica de no considerar a la mayoría
de la sociedad, los que no tienen accesos a esos espacios, como ciudadanos,
como sujetos de derecho, ni apenas como gente con dignidad y derecho a
la vida. Por eso no se tienen en cuenta los reclamos surgidos desde los es-
pacios legales desde lo que se presentan y se trata a quienes plantean estos
reclamos como criminales. Con ello se desvirtúa la acción de la justicia y la
ley: no se usa para defender los derechos de la gente, sino para desmovilizar
sus acciones.
Las formas organizativas desde las que se despliegan las demandas de
defensa del territorio no se pueden entender como desestabilizadoras ni te-
rroristas, como cada vez se plantea de forma más abierta. Por el contrario, lo
que están haciendo es fortalecer el estado de derecho en Guatemala.
En sus acciones de defensa del territorio y las formas de vida, las comu-
nidades recuperan la idea de democracia como una práctica de participación
cotidiana. Dan sentido a los espacios creados para ellos dentro de las es-
tructuras del Estado y a través de los procedimientos establecidos en leyes,
hacen valer unos derechos sobre los que se basa la condición ciudadana y que
han contribuido a forjar. En su actuación cotidiana, van buscando y creando
formas nuevas de hacer y pensar la política, por lo que podemos concluir con
que las luchas de las comunidades son por la ampliación de la democracia y
el estado de derecho y lo que se haga por apoyarlas será en beneficio de todas
y todos los guatemaltecos.
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Bibliografía
Bastos, S; de León, Q. 2014. Dinámicas de Despojo y Resistencia en Guatemala.
SERVIPRENSA, Guatemala. Pp 12 – 13, 77Y 158-160.
Universidad Rafael Landívar. 1997. Acuerdos de Paz. Guatemala. pp. 265 y
268-269.
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