RAZONES
La lámpara y Son interminables las alusiones a la luz en la Biblia, siempre en un sentido positivo, como
opuesta a las tinieblas, ya desde sus primeros versículos: “Dijo Dios: ‘Exista la luz’. Y la luz exis-
el celemín
tió. Vio Dios que la luz era buena. Y separó Dios la luz de la tiniebla” (Gn. 3, 3-4). En este primer
sentido, es interesante observar que la oración de Sara, esposa de Tobías, obtiene su fruto de
modo que el ciego Tobit pudo ver “la luz de Dios” (Tb 3, 17). Lógicamente, un elemento tan bá-
(Mt 5, 15) sico para la vida va adquiriendo un sentido más profundo y rico: Dios es luz para el israelita,
tal como afirma repetidamente el salmista: “El Señor es mi luz y mi salvación” (Sal 27, 1; cfr. 36,
10; 43, 10; etc.). Y esa luz es también como una lámpara para guiar los pasos del que acepta
la ley de Dios (cfr. Sal 119, 105). Pero también el hombre justo es luz en medio de las tinieblas
(cfr. Sal 112, 4). Es más, el mismo Mesías vendrá a iluminar a los que caminan en tinieblas
(cfr. Is 9, 1), y el Siervo del Señor, constituido “luz de las naciones” (Is 49, 6). También en un
sentido colectivo, el mismo pueblo de Israel es luz, fuego abrasador (Is 10, 16-17), y el mismo
Tobías, en su oración de alabanza y agradecimiento a Dios, considera Jerusalén la ciudad que
es luz esplendente que iluminará a todas las regiones de la tierra (Tb 13,13). También Pablo lo
reconoce respecto al pueblo de Israel (cfr. Rm 2, 19) y respecto al mismo Cristo (cfr. 2Co 6, 15).
La lámpara y el celemín
La imagen de la luz en el efecto producido por una lámpara aparece en Mc 4, 21, dentro de
una breve colección de parábolas acerca del Reino de Dios: en este caso, puede tratarse de
uno de esos “dichos” de Jesús (logia) que los evangelistas reciben de la tradición. En el caso de
JOSEP BOIRA Marcos, la función iluminadora de la lámpara está aplicada al “misterio del Reino de Dios” (Mc
—Profesor de 4, 11), llamado a ser proclamado y a producir el efecto de una lámpara que ilumina a todos,
Sagrada Escritura por lo que no se coloca en un lugar escondido (bajo un celemín o una cama).
De Marcos a Mateo
Si aceptamos que Mateo toma de Marcos la imagen y la resitúa, observamos una reformu-
lación que enriquece el significado, de modo análogo a como en el Antiguo Testamento, el
pueblo de Israel o la ciudad de Jerusalén están llamados a ser luz de las naciones. Nos encon-
tramos ahora dentro del contexto más amplio del sermón de la montaña (Mateo caps. 5-7), y
Jesús, casi como un pequeño epílogo de las bienaventuranzas (5, 3-12) utiliza dos imágenes
para expresar la misión de todo discípulo de Jesús: ser sal (5, 13), y luz (v. 14a). Esta segunda Los evangelistas desarrollan la imagen de
imagen está desarrollada primero en otras dos imágenes o comparaciones: ser ciudad en lo la luz. Las buenas obras de un discípulo
alto de un monte (v. 14b) y ser lámpara que ilumina a todos los de la casa (v. 15). La perícopa de Jesús pueden hacer que los hombres
se cierra especificando el sentido del ser luz: es la misma vida de los discípulos, sus buenas rodeados de tinieblas, al verlas reciban la
obras iluminan hasta el punto de que los hombres, al verlas, encuentran el sentido de sus luz verdadera y glorifiquen ellos también
vidas: dar gloria al Padre celestial (v. 16). a Dios.
Para entender el contexto distinto en que un mismo dicho aparece en cada evangelista,
conviene tener presente la enseñanza del magisterio eclesiástico: “Los autores sagrados es-
cribieron los cuatro Evangelios escogiendo algunas cosas de las muchas que ya se trasmitían Es inconcebible que los discípulos de
de palabra o por escrito, sintetizando otras, o explicándolas atendiendo a la condición de las Jesús, que son luz del mundo, oculten
Iglesias, reteniendo por fin la forma de proclamación de manera que siempre nos comunicaban esa luz que llevan en sí mismos, como
la verdad sincera acerca de Jesús. Escribieron, pues, sacándolo ya de su memoria o recuerdos, cuando un recipiente cubre una lámpara
ya del testimonio de quienes ‘desde el principio fueron testigos oculares y ministros de la pala- encendida y evita que esta ilumine a los
bra’ para que conozcamos ‘la verdad’ de las palabras que nos enseñan” (Concilio Vaticano II, de la casa.
Constitución dogmática Dei Verbum, n. 19).
Si nos centramos en el primer evangelio, Jesús (en plena sintonía con el cuarto evangelio: “Yo
soy la luz del mundo; el que me sigue no camina en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida”,
Jn 8,12) es presentado como luz en medio de las tinieblas (cfr. Mt 4, 16; Is 8, 23-9, 1). Y justo
después de las bienaventuranzas, Jesús muestra la unión que existe entre Él y sus discípulos:
“Vosotros sois la luz del mundo” (Mt 5, 14), vosotros –igual que Jesús–, sois esa luz buena que
fue hecha al principio para separarla de la tiniebla (cfr. Gn 1, 4).