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LA ETICA DE LA CONDUCTA MINISTERIAL

LA ÉTICA DE LA CONDUCTA MINISTERIAL

La palabra ética viene de un vocablo griego que se define como carácter. Ética es la parte de la filosofía que trata la valorización moral de los actos humanos, y es un conjunto de principios y normas que regulan las
actividades humanas. "Es la ciencia de la moralidad", entendiéndose por moralidad el conjunto de juicios que la gente hace referente a lo que es correcto o incorrecto, bueno o malo, en las relaciones interiores o entre
individuos.

La palabra ética viene de un vocablo griego que se define como carácter. Ética es la parte de la filosofía que trata la valorización moral de los actos humanos, y es un conjunto de principios y normas que regulan las actividades
humanas. "Es la ciencia de la moralidad", entendiéndose por moralidad el conjunto de juicios que la gente hace referente a lo que es correcto o incorrecto, bueno o malo, en las relaciones interiores o entre individuos.

Concluimos diciendo que la ética tiene como objectivo orientar a las personas a fin de que sepan cómo deben proceder para que su vida sea correcta, especialmente en relación con el bien y el mal.

DEFINICIONES

1.LA ÉTICA CRISTIANA

En cambio la ética cristiana "es la ciencia de la conducta humana, tal como está determinada por la conducta de Dios".

Cuando hablamos de ética cristiana, estamos pensando en la conducta que debe observar el cristiano en todo momento y en toda circunstancia. El apóstol Pedro escribe: "Como hijos obedientes, no os conforméis a
los deseos que antes teníais estando en vuestra ignorancia; sino, como aquel que os llamó es santo, sed también vosotros santos en toda vuestra manera de vivir; porque escrito está: Sed santos, porque yo soy
santo" (1 P 1.14-16).

La ética cristiana nos desafía a mejorar nuestra manera de vivir porque demanda que vivamos según las normas de santidad que Cristo vivió. El apóstol Juan escribe: "El que dice que permanece en él debe andar como él anduvo" (1
Jn 2.6).

La ética cristiana sólo puede vivirla plenamente el cristiano, ya que solo él puede alcanzar ese nivel de conducta como resultado del poder del Espíritu Santo obrando en su vida. En Romanos 8.5-6, el apóstol Pablo nos explica:
"Porque los que son de la carne piensan en las cosas de la carne; pero los que son del Espíritu, en las cosas del Espíritu. Porque el ocuparse de la carne es muerte, pero el ocuparse del Espíritu es vida y paz".

Cuando el apóstol Pablo escribe sus cartas explica el cambio de vida que debe experimentar toda persona después de aceptar a Cristo como salvador (Ef 4.17-32). Declara que los que están en Cristo son una nueva criatura y que
las cosas viejas, las formas de vida, y aun las motivaciones deben ser hechas nuevas (2 Co 5.17). El cristiano debe ser un ejemplo de vida para el mundo sin Cristo, tanto en su conducta personal como en su relación con la familia, la
sociedad y las autoridades (Ef 5.21, 6.9).

2.LA ÉTICA MINISTERIAL


Es el conjunto de normas escriturales que rigen los ministros cristianos tanto en la esfera de las motivaciones como en la de sus acciones y que determinan su conducta en relación con Dios, la sociedad, su familia, su iglesia, la
denominación a la que pertenece y las instituciones cristianas.

Es importante notar que llamamos ministro a todo cristiano que desarrolla un ministerio de liderazgo dentro de la iglesia, en su denominación, o dirigiendo un ministerio o entidad de servicio.

LA NECESIDAD DE ESTE ESTUDIO

Somos parte de una sociedad sin Dios que está gobernada por un relativismo moral alarmante. Hay una falta total de ejemplos de ética en todas las esferas. En el periódico La Nación, salió un artículo titulado "El fracaso moral de la
civilización", en el cual se expresa: "Desde el Decálogo de Moisés a través de toda la poderosa influencia moral del cristianismo, la civilización occidental había mantenido tenazmente un conjunto de reglas morales y de principios
éticos que constituían la base misma de la educación y de la conducta civilizada.

El reconocimiento de esos grandes principios morales llegaban a conformar una manera de distinguir fácilmente entre lo que era el bien y lo que era el mal. Lo que ha ocurrido desde la Primera Guerra Mundial equivale a una inmensa
hecatombe moral de nuestra civilización. Se ha ido estableciendo tenazmente un divorcio entre los principios éticos y las realidades de la vida social, con inmensas consecuencias destructivas del ideal mismo de una civilización digna
de ese nombre".

Lo grave es que ese relativismo moral y la filosofía hedonista de nuestra decadente sociedad ha ingresado a las iglesias.

1.LA SOCIEDAD

Todos conocemos la situación moral de nuestros países latinoamericanos. Nuestros dirigentes no son un modelo de conducta ética. La mentira, la vida ostentosa, el fraude, la corrupción, la impunidad, la falta de justicia y de
seguridad y un nivel de transgresión generalizado han creado un ambiente de libertinaje.

Los medios masivos presentan, además, como súmmun de felicidad, el tener cosas, el ser exitoso, aunque no virtuoso. Propone disfrutar de la vida, pero sin responsabilidad. Por otro lado las mafias de la droga y la pornografía así
como los grandes emporios de la diversión, han abierto las puertas a todo tipo de posibilidades de placeres sin pensar en el daño que hacen.

Pareciera que el apóstol describe nuestra sociedad moderna cuando dice: "Estando atestado de toda injusticia, fornicación, perversidad, avaricia, maldad; llenos de envidia, homicidios, contiendas, engaños y malignidades.... quienes
habiendo entendido el juicio de Dios, que los que practican tales cosas son dignos de muerte, no sólo las hacen, sino que también se complacen con los que las practican" (Ro 1.29-32; véase 1 Ti 3.1-5).

Frente a estas situaciones nos preguntamos: ¿Qué es correcto hoy? ¿Quién lo determina? Nuestra sociedad no puede. Sabemos que como cristianos evangélicos esa es nuestra responsabilidad, pero ¿tenemos la capacidad y la
disposición para hacerlo? Jesús dijo que somos la sal de la tierra, pero que si la sal pierde sus propiedades y no cumple su función "no sirve más para nada, sino para ser echada fuera y hollada por los hombres" (Mt
5.13). ¿Estaremos perdiendo nuestra capacidad de ser sal?

2.LA IGLESIA

Al analizar la conducta de muchos líderes y congregaciones evangélicas, nos asombra encontrar un relativismo moral similar al que rige a nuestra sociedad sin Dios. Pero peor aun es descubrir en nuestras iglesias y en ministerios
cristianos los mismos pecados, las mismas situaciones censurables que encontramos en nuestra sociedad contemporánea.
En esas congregaciones no se viven la santidad, la pureza, el amor, la verdad, la humildad y el respeto o temor a Dios. Algunos líderes obran como si fueran dueños de las congregaciones, de los ministerios y de los recursos,
cayendo en los mismos excesos y pecados que condenan en los líderes que no son cristianos. Bien se expresó Cipriano cuando dijo: "Los pecados de los cristianos han debilitado el poder de la iglesia".

Mencionaré algunos casos reales:

Después de abandonar a su familia, un hombre fue a otra ciudad en la cual fue designado evangelista y enviado a otro pueblo para iniciar una iglesia.

En una iglesia un líder llevaba a las mujeres jóvenes a un salón aparte para liberarlas de "espíritus inmundos de sexo"; les hacía sacar prendas íntimas y las manoseaba mientras pretendía reprender a los demonios.

Un pastor designó a un matrimonio joven como misioneros a otro pueblo, y les pidió que vendieran su casa y que le entregaran el dinero. Cuando regresaron se encontraron sin su casa y estafados por su pastor que había usado el
dinero para otros fines.

Un pastor recibió la propiedad de unos ancianos como ofrenda, a cambio de que la iglesia les permita usarla y les brindaran atención ya que no tenían familiares. Poco después, comenzó a tener problemas para brindarles la debida
atención. Los envió a un geriátrico y se quedó con la propiedad.

Un pastor se ufanaba de que los vecinos le vendían sus casas a él a muy poco precio. La razón era que ya no se podía vivir en las cercanías del templo por el ruido que hacían en las reuniones. Los dueños se las vendían a un valor
muy inferior con tal de irse del barrio.

Un pastor se ofreció a cooperar con ocho pastores del interior del país para que ellos cobraran la asignación familiar que otorga el gobierno. Les hizo firmar un poder autorizándole a cobrar por ellos. Durante tres años este pastor
cobró mensualmente el dinero de sus colegas y a quienes jamás se los remitió. Cuando el organismo estatal le requirió la documentación correspondiente, la fraguó falsificando firmas de sus colegas y dando gracias a Dios porque no
había sido descubierto.

3. EL RELATIVISMO MORAL QUE ESTÁ INVADIENDO NUESTRAS IGLESIAS.

En un curso de ética ministerial que dictaba solicité una lista con faltas de ética más comunes el ministerio. Estos son algunos de resultados:

Falta de integridad, tanto en la enseñanza como en el trato con los demás. Falta de un verdadero espíritu de servicio. Marcado interés por lo material. En muchos casos, se anuncia que el Señor castigará a quienes no ponen sus
diezmos y ofrendas. El dar el diezmo se transforma en una especie de seguro contra la pobreza. Falta de respeto por otros ministros y ministerios. No ser personas de palabra. Prometer y no cumplir. lmpuntuales crónicos. Falta de
interés por aprender o capacitarse para ser mejores ministros. Hacer acepción de personas, especialmente cuando tienen dinero.

Terminaremos mencionando las más obvias categorías del relativismo moral de la sociedad contemporánea y su influencia en la iglesia.

A )ORGULLO Y OSTENTACIÓN

Algunos líderes viven y se comportan como si fueran magnates del evangelio. Sus casas, sus autos, su vestuario y la suntuosidad de sus templos (y ministerios) contrasta totalmente con el estilo de Jesús y con la pobreza de los
miembros de sus iglesias.

Visten y actúan como estrellas del cine o de la televisión. Hacen de cada culto un "show" para demostrar todo lo que pueden hacer o cuánta "unción" o " poder" tienen.
La idea de que todo cristiano debe vivir en prosperidad no es una enseñanza bíblica. Los ministros que viven en lujos y sin privarse de nada, mal usando las ofrendas que dan con amor al Señor cristianos que no tienen casi para
comer, es un pecado que Dios condena.

B) ABUSO DE PODER

El poder que tenemos por causa de nuestra posición en el ministerio nos corromperá si no lo usamos en sujeción al Señor, sirviendo a la iglesia. Aprovechándose de las estructuras administrativas de su denominación, hay líderes
que se rodean de personas que los adulan, los secundan y los protegen de la gente. Hay pastores que condicionan a los miembros de su iglesia para que ofrenden, asistan y cooperen con las actividades y lo hacen no por amor, sino
por temor. Otros ministros son duros con los miembros pero muy permisivos con sus líderes y familiares. Algunos asumen actitudes de caudillismo, manejando la congregación como si fuera su feudo y haciéndose acompañar por
guardaespaldas.

Un caso lamentable lo constituye Diótrefes quien "...no contento con estas cosas (criticar al apóstol Juan) no recibe a los hermanos, y a los que quieren recibirlos se los prohibe, y los expulsa de la iglesia" (3 Jn 9,10).

C )LA MENTIRA

En nuestras congregaciones e instituciones se miente, exagerando las estadísticas sobre la membresia y la asistencia. Se miente cuando se promete a la gente la solución inmediata de todos sus males y la provisión divina para
cubrir todas las necesidades. Como consecuencia, miles de personas se sienten estafadas y/o defraudadas por los cristianos evangélicos que les prometieron en forma muy definida cosas que no se cumplieron.

Una familia conocida tenía una anciana internada en un hospital en estado muy grave. Algunos cristianos les aseguraron que para la Navidad la anciana estaría sentada con ellos en la mesa compartiendo esa fecha tan especial. Para
esa fecha la abuela estaba sepultada y la gente decepcionada con los evangélicos. Ellos nos decían que si no los hubieran ilusionado dándoles tanta certeza de sanidad, no se hubieran sentido tan desanimados y frustrados.

D) PECADOS SEXUALES

Nuestros jóvenes en porcentajes importantes tienen relaciones sexuales fuera del matrimonio y se casan apurados por un embarazo no deseado. Por otro lado cada vez son más los líderes y pastores que caen en pecados sexuales.

Agrava el problema la falta de disciplina para con algunos líderes que caen en pecados sexuales. Aparte del mal ejemplo que dan, esa falta de disciplina transmite el falso mensaje de que no es tan grave la fornicación o el adulterio
porque si ellos, que son los líderes, caen y no hay sanciones, da la impresión de que se protejen entre sí y por lo tanto no se aplican disciplinas. Tienen la sensación de que los miembros regulares pueden y deben ser amonestados y
sancionados pero los pastores no. ¿Por qué no puede pecar un miembro y ser perdonado sin tener disciplina?

4.LA NECESIDAD DE MODELOS

Es fundamental que los líderes y pastores cristianos evangélicos vivan éticamente, como modelos de conducta cristiana. Esta responsabilidad tiene dos dimensiones, una hacia la iglesia, que necesita ver en sus ministros modelos de
vida cristiana, y la otra, hacia la sociedad sin Dios, que necesita desesperadamente ver la posibilidad de cambiar y de alcanzar un estilo de vida que sea mejor.

La gente en nuestros días necesita con urgencia encontrar una posibilidad de comenzar de nuevo, de vivir mejor y de vencer la presión de una sociedad enajenante. Nosotros sabemos que el evangelio es esa alternativa porque es
"poder de Dios para salvar" (Ro 1.16). Pero la iglesia no será ejemplo a menos que sus líderes sean modelos que los miembros de las congregaciones puedan seguir. Como el apóstol Pablo, debemos estar en condiciones de decir
"Sed imitadores de mí, así como yo de Cristo." (1 Co 11.1; véase 4.16; Fil 3.17).

Escribiendo a los cristianos de Tesalónica, Pablo les recuerda la conducta que él y su equipo. habían tenido en medio de ellos y los insta a imitarlos apartándose de los que vivían desordenadamente. "Ustedes son testigos, y Dios
también, de que nos hemos portado de una manera santa, recta e irreprochable con ustedes los creyentes; ...les hemos encargado que se porten como deben hacerlo los que son de Dios que los llama a tener parte de su propio reino
y gloria." (1 Ts 2.10-12 VP).
"Hermanos, les ordenamos en el nombre de nuestro Señor Jesucristo, que se aparten de cualquier hermano que lleve una conducta indisciplinada y no siga la tradiciones que recibieron de nosotros" (2 Ts 3.6-9 VP).

Nuestra responsabilIdad es grande y no debemos fallarle ni al Señor quien nos llamó al ministerio, ni a la iglesia que espera que no seamos guía viviendo delante de ellos como es digno de un siervo de Dios.

Frente a lo expuesto, no podemos menos que concluir declarando que urge estudiar y vivir la ética ministerial para ser ejemplos a nuestras iglesias como lo fue Jesús para sus discípulos y para su generación, y como lo fue el apóstol
Pablo para las iglesias y líderes de su tiempo.

PASTOREAR: EL DESAFÍO

El pastorear es nuestra tarea, debemos formar pastores, pero nunca dejar de pastorear y convertirnos en ejecutivos sin relación con la grey de Dios.

En cierta congregación, durante el tiempo de testimonios en el culto, doña Carmen agradeció al Señor porque al convertirse había encontrado en su iglesia local la familia que nunca había tenido. Había sido aceptada, amada y
pastoreada.

Varios años después visité nuevamente esa congregación, había crecido, pero doña Carmen ya no estaba y pocos sabían algo de "la hermana Carmen".

Eso me ha hecho meditar en los desafíos que tenemos en la pastoral hispanoamericana. Cuando el evangelio llegó por primera vez a nuestras tierras, una de las grandes ventajas de la pastoral evangélica fue la atención que logró
darle a las personas. Las conversaciones, las oraciones, el consejo y el aprecio expresado por los primeros pastores (unido a otras formas de actuar del Espíritu de Dios) ayudaron a preparar el terreno para el gran crecimiento que ha
tenido la iglesia en nuestros países. Sin embargo, ¡no pude encontrar a doña Carmen en su iglesia local! ¿por qué?

Como consecuencia del crecimiento numérico, la pastoral se ha ido profesionalizando e institucionalizando cada vez más y hemos dejado elementos fundamentales, así como aceptado modelos no muy convenientes.

Muchos pastores hemos asimilado el modelo de «consultorio sicológico» en la atención de los feligreses y esperamos que ellos lleguen cuando tienen necesidades (¡Eso sí, con previa cita!).

El modelo «gerencial» (Organización, planificación y delegación, ¡lograr que las cosas se hagan!) nos ha afectado al punto que somos tentados a perder el contacto con las ovejas que Dios nos dio a cuidar.

Hemos tragado la idea de que el pastor debe dedicarse a formar líderes (lo cual es cierto) y dejar que estos sean los que tengan el contacto con las ovejas. De repente llegamos a ser figuras de púlpito, diferentes a Jesús, quien fue el
pastor de los discípulos (más de 70) y también de las calles, de los niños, de las multitudes.

Es necesario que volvamos a nuestras raíces pastorales. No estamos hablando del modelo de pastor que se dedicaba a mantener el culto y a visitar a los hermanos. La tarea y demandas pastorales son amplísimas y no estamos para
hacer lo mínimo.

Lo que debemos recordar es que el pastor «huele a oveja» (no sólo a la adulta o a la líder) y para ser pastores, debemos estar con el rebaño. Es estar con los hermanos, reír y llorar con ellos, enseñarles y aprender de ellos. Permitir
que en nuestra relación con las ovejas, los formemos y seamos formados.
¿Ha meditado sobre la forma que Jesús le dijo a Pedro de cómo podía mostrar su amor hacia el Maestro? «Apacienta mis corderos, pastorea mis ovejas» (Jn 21.15–17). Pedro enseñó que la corona que vamos a recibir del Príncipe
de los pastores, tiene mucha relación con haber cumplido nuestra tarea: «pastorear la grey de Dios» (1 Pe 5.4).

Es necesario volver a las prácticas y a los principios que dieron origen al crecimiento, los cuales son el modelo del Nuevo Testamento (Hch 2.42–47):
Bautismo e integración de los convertidos a la comunidad de fe (pastoreo directo)
Formación doctrinal
Comunión entre los creyentes (comidas, santa cena, entre otros)
Orar juntos
Ayudar al necesitado
Alabanza y adoración a Dios
Señales del poder de Dios

Para mejorar en nuestro trabajo, es necesario que nos evaluemos:


¿Cuánto tiempo le estamos dedicando a las tareas y cuánto a las personas?
¿Qué tipo de relación estamos sosteniendo con los hermanos?
¿Estamos dedicando tiempo sólo a los líderes u «ovejas adultas»?
¿Estamos compartiendo con los recién convertidos y con los no convertidos (niños jóvenes y adultos)?
¿Qué propósito tenemos al relacionarnos con los hermanos? (oración, consejo, diversión, ver su estado espiritual, ¿qué más se nos ocurre?)

Los apóstoles delegaron en los diáconos responsabilidades que les estaban distrayendo de su prioridad, pero nunca delegaron su llamado y su función prioritaria (Hch 6.1–7). El pastorear es nuestra tarea, debemos formar pastores,
pero nunca dejar de pastorear y convertirnos en ejecutivos sin relación con la grey de Dios.

Comparto un bello ejemplo que leí en un libro. Un hermano en la fe, gerente de un Banco, al llegar a su oficina saludaba por nombre a la persona que abría la puerta, a la del ascensor, a la que limpiaba y claro está a sus
colaboradores inmediatos. No tenía problema en detenerse y preguntar por el hijo enfermo o por el proyecto de vivienda de alguno de ellos. ¡Mente prodigiosa! Tal vez, pero lo que se dejaba ver en ese hombre era su interés en las
personas, en los que de alguna manera Dios había puesto a su cuidado. Si eso hizo un gerente de banco, ¿cuánto esperará el Señor de los pastores?

¡Cuán bello es compartir con las ovejas, verlas crecer y madurar!, a pesar de que en alguna ocasión debamos sufrir.

Cuando el Señor regrese y lo vea decirle sonriente: —Ven buen siervo y fiel (pastor) sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré… ¡Qué satisfacción! ¡qué realización!

Le podremos decir entonces: ¡Misión cumplida, Gran Pastor!

SER LÍDER NO ES FÁCIL... PERO NO IMPOSIBLE


NOS VENDIERON UNA IMAGEN EQUIVOCADA DE LOS LÍDERES...

Nos engañaron... definitivamente nos engañaron... ¿La razón? La sociedad que nos rodea nos vendió a través de todos los medios –impresos y audiovisuales-- una imagen estereotipada de los líderes...

Los presentan como los protagonistas de alguna película en la que jamás les ocurre nada y siempre, al final de la historia, aparecen sonrientes en la pantalla mientras que a lo lejos se aprecia el sol muriendo entre las montañas.
Inmediatamente después aparecen los créditos de los realizadores del filme y quedamos con la íntima sensación de que no estamos refiriéndonos a seres comunes sino a una especie de súper-hombres y súper-mujeres que jamás
cometen errores, a quienes todo les sale a pedir de boca, que superan con facilidad cualquier obstáculo, que no se desesperan a pesar de las circunstancias adversas, y si llegan a sufrir algún ataque que los derriba, se levantan
airosos limpiándose el polvo que se adhirió a sus ropas.

No... Definitivamente esa no es la realidad de los líderes triunfadores de carne y hueso...

Tampoco es la que ofrecen las tiras cómicas o tal vez los programas de dibujos animados en los que el personaje central puede caer desde un edificio muy alto o quizá recibir todo el peso de un enorme piano, y aunque en el instante
quedan aplanados como si se tratara de sellos postales de correo, se restablecen con facilidad y, armados de un sonrisa que nunca abandona sus rostros, reemprenden la jornada...

¿Qué puede pensar el pequeño empresario que lucha una y otra vez por colocar sus productos en el mercado, mientras que la competencia despiadada agota sus esfuerzos para sacarlo del camino? ¿Acaso aquellos que hoy lucen
satisfechos en las fotografías de los diarios como productores sólidos y emprendedores no enfrentaron alguna vez y, al igual que él, las mismas dificultades?¿O tal vez los empresarios que tienen buenos ingresos hoy no aprendieron
ayer de los fracasos y los desengaños cuando las cosas no salían como esperaban?

¿Y qué razonará el promotor de libros y enciclopedias que concluye su jornada sin que haya vendido tan siquiera un texto?¿Qué podrá decir si en las conferencias de motivación le aseguraron que sería tan fácil como saludar al
potencial comprador y despacharle --en cuestión de minutos-- todas las ventajas de los manuales, para encontrarse sobre el terreno que apenas perciben que se trata de un comercializador le cierran las puertas en la cara?

¿De qué manera asimila los fracasos la persona corriente que adquirió un libro de superación --de esos que se leen en cuestión de horas y que ofrecen un cambio extraordinario de la vida con sólo disponerse a ser un triunfador—
cuando enfrenta la realidad de que los famosos principios hacia el éxito no son aplicables a su realidad?

Y ¿Qué decir del hombre que renunció a su empleo recién abierta una pequeña iglesia de provincia para dedicarse al pastorado a tiempo completo pero que, una vez inicia su trabajo, encuentra que pasan las semanas y nadie llega
al templo?

¿Y el joven que comenzó a dirigir el grupo de alabanza de la congregación para encontrarse, a vuelta de poco tiempo, que las personas a su cargo no quieren atender sus instrucciones y cada quien quiere hacer las cosas a su
manera?

¿Usted ha enfrentado una situación similar o probablemente aproximada? Si es así, ¡Bienvenido! ...este material fue diseñado para analizar junto a usted y con detenimiento –porque el afán no es concluir el curso a la mayor brevedad
sino asimilar el mayor volumen de conocimientos posible—las pautas de vida que rodearon a líderes de carne y hueso, que enfrentaron frustraciones, que tropezaron con el fracaso, que en ocasiones se rindieron a las dificultades y
que finalmente vencieron, sobreponiéndose a toda adversidad para navegar en las aguas –unas veces turbulentas y otras quietas—del liderazgo...

Caminaremos a lo largo de las siguientes páginas para apreciar de cerca --tal como si asistiéramos a una buena cinta cinematográfica--, a los hombres de la Biblia que cambiaron el curso de la historia...

Ellos fueron líderes triunfadores... sin embargo también se equivocaron y fracasaron... En ocasiones cayeron bajo el peso del desánimo y en otras, se alentaron y levantaron su mirada dispuestos a seguir aun cuando todo a su
alrededor decía que era imposible...
UN LÍDER NO LE TEME A LO DESCONOCIDO...

El sol comenzó a brillar en lo alto y poco a poco, como si despertaran de un prolongado sueño, las nubes fueron abriendo paso a un cielo azul y limpio que servía como telón de fondo a la inmensa estructura de madera que se
levantaba en mitad del amplio terreno.

--Otra jornada...—murmuró quedamente Noé mientras se apuraba una bebida caliente para comenzar el día. A un costado, sobre la mesa, el martillo y, en el suelo, desperdigados unos y apilados otros, estaban enormes tablones que
iban dando forma al Arca.

Uno de los curiosos sonrió. Otro meneó la cabeza y un tercero dijo con ironía:--Está loco... definitivamente loco--.

Noé no prestó atención a sus comentarios. Estaba acostumbrado a las voces contrarias, a las frases burlonas y a las críticas que comenzaron el día en el que recibió instrucciones de Dios para construir la estructura.

--No se parece en nada a Lamec, su padre. El sí que era sensato. Tenía puestos los pies sobre la tierra. Noé en cambio es un soñador... —prosiguió comentando el hombre mientras se alejaba con una expresión de burla en su
rostro.

Tras él, la armazón: inmensa, desafiante, inverosímil. Semejaba una casa. Una primera ojeada permitía establecer al espectador que se encontraba frente a una construcción de 130 metros de largo por 20 metros de ancho y 13
metros de alto. Las tablas y listones se entretejían hasta configurar lo que parecían tres pisos. Arriba, en el techo, una enorme ventana que servía para iluminar la estancia.

Noé se dispuso a reemprender la labor, mientras que sus hijos Sem, Cam y Jafet le ayudaban untando de brea las tablas. Sin duda aquella era una nave que rompía todos los esquemas de la época, y lucía muy extraña en un
territorio en el que ni siquiera caían lluvias. Sin embargo Noé se empecinaba a advertir que pronto vendría un enorme diluvio que arrasaría con aquellos que no escucharan el mensaje de Dios.

Mientras clavaba unas tablillas, recordó como si devolviera las páginas amarillentas de un álbum viejo, las imágenes que se sucedieron con una rapidez sorprendente y que quedaron grabadas para siempre en su memoria.

EL LÍDER TOMA FUERZA EN MEDIO DE LA COMPETENCIA

Samuel Padilla es un pequeño empresario peruano residente en la ciudad de Trujillo. Por espacio de cuatro años recibió formación básica sobre cómo planear, estructurar y poner en marcha una empresa. Los libros que leyó durante
su formación académica fueron apasionantes. Siempre pensó que sería fabuloso terminar la colegiatura para iniciar su propio negocio.

Sin embargo después de los alegres momentos que experimentó en la graduación y el posterior ejercicio profesional, le llevaron a comprender que existe una enorme brecha entre la teoría y la práctica. Una cosa es el cúmulo de
enseñanzas que recibimos en las aulas universitarias o colegiales, y otra bien distinta la realidad que enfrentamos. El primer gran obstáculo fue determinar qué producto elaborar; el segundo conseguir el crédito necesario, y el tercero,
incursionar en el mercado. Lo intentó varias veces. Si lograba superar una dificultad se topaba con otra y así sucesivamente hasta que se vio navegando en las aguas turbulentas de la desesperación.

Samuel dirige hoy su propia factoría. Es pequeña pero rentable. El produce utensilios de cocina de plástico. Son económicos y atrayentes al público. Tienen buena demanda entre las amas de casa. Comenzar no fue fácil. Lo intentó
con varios elementos: tablas para picar alimentos, electrodomésticos importados que compraba en Lima y revendía en su ciudad y adornos elaborados con cerámicas. En sus primeros intentos fracasó porque el mercado estaba
saturado. Fue entonces cuando entendió que siguiendo el curso de los demás, jamás llegaría a ningún lado.
Martha Lucía Ramírez vivió sometida por muchos años a las drogas. Hasta el nacimiento de su segundo hijo y la ruptura de tres relaciones que inicialmente creyó, serían estables, le llevó a reorientar sus pasos.

Una primera gestión, tras estabilizar su familia, fue la de ayudar a los necesitados. Y lo hace en su modesta vivienda, al oriente de Santiago de Cali, que ha convertido en albergue de tránsito de las familias que salieron huyendo de
sus fincas y parcelas como consecuencia de la violencia que azota a Colombia.

Recientemente las autoridades caleñas le otorgaron un premio que se suma a otros reconocimientos de organizaciones que trabajan por la defensa de los derechos humanos. Todos reconocen su liderazgo y el esfuerzo que le ha
costado luchar para sacar adelante su sueños con todas las circunstancias en contra.

EL LÍDER NADA CONTRA LA CORRIENTE

Líderes en circunstancias y países distintos. Sin embargo convergen en un principio que experimentó Noé: los líderes nadan contra la corriente.

Observe lo que dice la Biblia acerca de nuestro personaje: “Noé, hombre justo, era perfecto entre los hombres de su tiempo; caminó Noé con Dios. Y engendró tres hijos: Sem, Cam y Jafet”(Génesis 6:9, 10).

¿Se da cuenta? Era una persona como usted o como yo. Si lo encontráramos en alguno de nuestros pueblos y ciudades, seguramente lo confundiríamos entre la multitud de hombres y mujeres que van de un lado para otro,
presurosos, afanados por llegar a tiempo a la oficina o quizá, ocupar los primeros lugares en la larga fila de quienes esperan el autobús.

El pasaje Escritural no nos dice que era más alto, más bajo o quizá más robusto que cualquiera otro. En absoluto. Es más, nos advierten que era padre de familia. Tenía sobre sus hombros la responsabilidad de una esposa y tres
hijos. ¡Nada fácil!.

Hasta allí todo marcha bien. Sin duda lo invitaríamos a tomar un buen café tinto si lo halláramos alguna vez. Pero... --el inevitable pero-- Noé era además de un ciudadano como los que vemos en medio nuestro, alguien que reunía
tres principios que rompían todos los esquemas: Primero, “...era justo”, es decir, alguien centrado con principios y valores; segundo, era “perfecto entre los hombres de su tiempo”. En otras palabras, así media ciudad estuviese
tras él en procura de encontrarle alguna falla, se llevarían tremendo chasco porque era “perfecto”, sin una conducta inclinada a errar, engañar, poner trampas a los demás o tomar ventaja de ellos en cualquier trato o negocio que
concretara.

Hay un tercer aspecto que no podemos pasar por alto: “...caminó Noé con Dios”. ¿Se da cuenta? Estamos hablando de un líder... de un auténtico líder... alguien que, aunque a primera vista luciera similar a todos, marcaba la
diferencia no solo por su manera de pensar sino por las actitudes que diferían del común de las gentes. Noé fue un líder que impactó a su generación. Tenía algo diferente...

Pero ¿cuál era el medio en el que se desenvolvía? “La tierra se corrompió delante de Dios, y estaba la tierra llena de violencia. Y miró Dios la tierra, y vio que estaba corrompida, porque toda carne había corrompido su
camino sobre la tierra”(Génesis 6.11, 12).

Es evidente que todo en derredor era un caos. Y él junto con su familia se encontraban en el ojo del huracán.

Para Noé hablar de recobrar principios y valores en el quehacer cotidiano, significaba tanto como nadar contra la corriente. Era avanzar contra una enorme ola o quizá, intentar escalar cuando el viento está en contra y golpea nuestro
rostro despiadadamente. ¡No era fácil!. ¡Que enorme diferencia entre las palabras motivadoras que podía recibir cada día, y la horda de enemigos, libertinos y criticones que debía enfrentar!.

Si viviera en nuestros días, seguramente estaría abrumado –como nos ocurre a usted y a mi—cuando encendemos la televisión para encontrarnos con una enorme carga de pornografía en programas que se transmiten en franjas de
audiencia supuestamente familiar; abriría el diario para hallar un sumario de muertes y violencia; transitaría las calles para toparse con la víctima de un atraco o quizá de una violación que no puede hacer mucho porque las
autoridades son lentas y pareciera que amparan la delincuencia y la impunidad; trabajaría en una empresa en la que robar y poner trampas está a la orden del día, o voltearía la mirada a un lugar a otro para hallarse –a boca de
jarro—con el hecho de que los matrimonios se desmoronan ante el avance incontenible de la promiscuidad y el adulterio...
Es probable que me diga: “Un momento, yo no soy religioso, quiero hechos prácticos ¿Qué relación tiene Noé con mi vida?”. De acuerdo. Usted y yo nos movemos en circunstancias similares a las de este hombre de la antigüedad
porque, como en su tiempo, había deslealtad, se engañaba a los patrones o a su vez los patrones engañaban a los empleados; los políticos eran mañosos y aspiraban cargos de relevancia para taparse en dinero y popularidad; las
separaciones matrimoniales eran frecuentes y además, quien no se comportara de acuerdo con el parámetro común, era mirado como un espécimen raro.

Ese es el panorama que tenemos enfrente y que sin duda no difería mucho del que enfrentaba Noé. A él como a nosotros le tocó “Nadar contra la corriente”. Quizá lo aprendió a fuerza de fracasos y de intentarlo nuevamente, pero su
liderazgo se fortaleció enfrentando una concatenación de adversidades. Muchos en su lugar, quizá habrían renunciado. Pero él, como líder, tenía claro que es teniendo el viento en contra que los que vuelan en cometas llegan más
alto...

EL LÍDER NO SE SUJETA A LOS PARÁMETROS COMUNES

Lo normal y aceptable en la sociedad de su tiempo para Noé, y para nosotros hoy, sería ajustarse a los principios vigentes. Así él y nosotros ahora, quedaríamos bien con todos. Sin embargo la Biblia insiste en un hecho: “Pero Noé
halló gracia ante los ojos de Jehová”(Génesis 6:8).

Ese hecho marcó la diferencia. En apariencia algo intrascendente, pero en la práctica, algo de suma importancia. Sin duda rompió todos los esquemas. Esa determinación le permitió avanzar. De lo contrario, sujeto a lo que todos
pensaban y hacían, sin duda nunca habría llegado a ninguna parte. Habría encontrado personas negativas a su paso, a quienes consideran que nada se puede hacer diferente porque ellos no pudieron hacerlo y quienes miran mal a
los que tan solo se atreven a pensar diferente.

¿Usted imagina qué pasaría con nuestra sociedad si un buen grupo de personas, al igual que Noé, hallaran gracia ante Dios? Sencillamente que comenzaríamos a cambiar el mundo. Los conductores respetarían las normas de
tránsito; los vendedores retornarían el vuelto correcto a sus clientes; quienes acuden a solicitar un servicio respetarían la fila sin tratar de colarse por encima de quienes llevan rato esperando; el médico ejercería a cabalidad su
profesión mientras que el periodista se ceñiría a los hechos y no a la especulación... definitivamente el mundo sería diferente...

LA OBEDIENCIA, UN PRINCIPIO QUE IDENTIFICA AL LÍDER

¿Ilógico? Definitivamente si. Todo en la misión que Dios encomendó a Noé parecía ilógico. No comprendía bien cuál era el propósito, sin embargo actuó en obediencia. “E hizo Noé conforme a todo lo que le mandó
Jehová”(Génesis 7:5).

Esa disposición de sujetarse a las pautas trazadas por dios la apreciamos en la preparación y posterior embarque de todo el género animal así como de su propia familia (versículos 9 y 16). No discutió, no argumentó, no contradijo.
Tenía claro que nuestro amado Creador no improvisa cuando nos manda a hacer algo.

Un hombre o mujer que se hayan matriculado en la “Escuela de Dios” para potencializar sus capacidades como líder en aras lograr crecimiento permanente y sostenido, asume la obediencia como un principio ineludible.

Cuando seguimos las instrucciones al pie de la letra, Aquél que nos llamó a servirle en Su obra nos irá mostrando la ruta a seguir. Algo diametralmente opuesto ocurre cuando obramos a nuestra manera. Generalmente tropezamos
una y otra vez porque estamos moviéndonos en nuestras fuerzas y no en las de Aquél que nos envió a cumplir la misión.

LA SATISFACCIÓN DEL DEBER CUMPLIDO

¿Ha sentido alguna vez la satisfacción de concluir cabal y exitosamente con su trabajo? Esa misma sensación fue la que embargó a Noé cuando terminó el diluvio, la tierra se secó y todo retornó a la aparente normalidad ¡Había
cumplido la misión!
El desenvolvimiento de este patriarca que aprendió lecciones de liderazgo en la práctica y no en el instituto bíblico o quizá en una escuela de formación superior, contrasta con personas que hoy día comienzan una tarea y no la
concluyen. Se especializan en hacer las cosas “a medias”.

Nunca terminan aquello que empiezan. El entusiasmo con el que emprenden las labores se agota poco tiempo después de iniciar la jornada y permiten que los embargue la pereza o el desánimo.

Tales personas difícilmente llegan a ninguna parte. Los hallamos en todas partes: en la iglesia pero también en el trabajo, la universidad o en el sector que habitamos. Con su inconsistencia no hacen otra cosa que pagar la
colegiatura para ser fracasados.

¿Acaso Dios quiere esa actitud derrotista para nosotros. En absoluto. El nos creó para ser triunfadores. Pero en cierta medida, lograrlo sólo es posible cuando caminamos conforme a la voluntad de El, trazada en la Palabra, y
aplicamos esos principios que --si bien es cierto-- en ocasiones no entendemos, nos llevarán a puerto seguro.

En el relato leemos que “Bendijo Dios a Noé y a sus hijos, y les dijo:”Fructificad multiplicaos y llenad la tierra”(Génesis 9:1). A través de este visionario el Señor había cumplido su tarea de sanear el mundo. Cuando cesó la voz
del Creador, Noé dio vuelta y se encaminó a su tienda donde le esperaban su esposa y sus ojos. Sonrió con satisfacción y razonó que había valido la pena todo el esfuerzo. Sentado en una silla mientras caía la tarde, volvió a sonreír
y pensó en todo lo que había aprendido en la “Escuela de Dios”. Sin proponérselo, había marcado toda una generación con su liderazgo...

EL LLAMAMIENTO Y LA RENUNCIA EN LA VIDA DEL LÍDER - EL LÍDER ANTE UN MOMENTO CRUCIAL

La noche cayó con una sorprendente rapidez. Su esposa se encontraba unos metros más allá. Dormía. El no podía conciliar el sueño.

Hacía calor. Sudaba. Hubiera querido beberse otro vaso con agua fría, pero asumió que lo mejor era salir por un rato de la estancia y dejarse arrullar por la brisa que—cerca de la medianoche—golpeaba con fuerza sobre el caserío.

--¿A dónde vas?—preguntó la mujer.

--Afuera, no tardo—respondió él mientras cruzaba el umbral de la puerta.


El cielo lucía hermoso, tachonado de estrellas que se perdían en el infinito. Alrededor, las gentes dormían. Estaban ajenos a su realidad. El no hacía otra cosa que pensar. La vida le había sonreído. Tenía el reconocimiento de sus
coterráneos, gozaba de solidez económica, de un hogar apacible, de una familia que le amaba y de vastas extensiones de tierra que se perdían en el horizonte.

--Definitivamente la vida me ha sonreído...—musitó al recordar con satisfacción los años pasados, con la misma sensación de bienestar de quien vuelve atrás las páginas de un viejo álbum en el que guarda fotografías de momentos
agradables.

Estaba ensimismado en sus pensamientos cuando escuchó la voz apacible de Dios, como la había escuchado otras tantas veces: “Vete de tu tierra y de tu parentela, y de la casa de tu padre, a la tierra que te mostraré. Y haré de ti
una nación grande, y te bendeciré, y engrandeceré tu nombre, y serás bendición. Bendeciré a los que te bendijeren, y a los que te maldijeren maldeciré; y serán benditas en ti todas las familias de la tierra”(Génesis 12:1-3).

Las palabras quedaron resonando en su cabeza. No podía asimilarlas fácilmente. Dios le acababa de plantear dos asuntos que no estaban dentro de su presupuesto mental: el primero, cumplir una misión que iba más allá de toda
previsión; el segundo, renunciar prácticamente a todo...

El líder toma decisiones trascendentales

Llegar a la cima no se logra de la noche a la mañana. No es tan sencillo como cerrar y abrir los ojos. ¡Ojalá todo fuera tan fácil! Sin embargo se necesita mucho más que eso. Escalar la montaña implica que todo líder debe aprender:
Primero, a fijarse una meta. Significa determinar a dónde queremos llegar, así inicialmente no tengamos claridad respecto de cuáles son las etapas necesarias para lograr ese objetivo.

Aquí ya estamos configurando la misión, es decir aquello que bien nos fue asignado o simplemente, lo que queremos lograr.

Segundo, volver nuestros esfuerzos hacia la conquista de ese propósito. Esta fase implica determinación y constancia. Y el tercero, ajustar todo cuando pensamos y hacemos para llegar a la meta propuesta.

Defina una meta en su vida

Todos los seres humanos tenemos un propósito en la existencia. No somos producto del azar ni tampoco un accidente del cosmos.
Bajo este convencimiento es fundamental que nos fijemos una meta. Sólo quienes lo hacen llegan a algún lado, de lo contrario, agotará sus fuerzas dando tumbos de un lugar a otro.

En el caso de Abram, Dios le puso de presente su misión: “Vete... a la tierra que te mostraré. Y haré de ti una nación grande...”

Dios le instruyó respecto al propósito al que estaba llamado, aunque no le mostró inmediatamente todo el itinerario a seguir. Le iría señalando paso a paso cuál era el camino.

Dios nos llama con un propósito

Dios no improvisa. Todo lo tiene cuidadosamente calculado. Sabe dónde estamos y a dónde podemos llegar si permanecemos en el centro mismo de su voluntad. El tiene un plan para cada uno de nosotros. El dijo: “Porque mis
pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestro caminos mis caminos, dijo Jehová. Como son más altos los cielos que la tierra, así son mis caminos más altos que vuestros caminos, y mis pensamientos más que vuestros
pensamientos”(Isaías 55:8, 9).

Si llega a experimentar el llamado divino, sin duda hay un propósito en esa convocatoria. ¿Recuerda el encuentro que tuvo el Señor Jesús con cuatro de sus primeros discípulos?

Llamamiento de Pedro y Andrés

“Andando Jesús junto al mar de Galilea, vio a dos hermanos, Simón llamado pedro, y Andrés su hermano, que echaban la red en el mar; porque eran pescadores. Y les dijo. Venid en pos de mi, y os haré pescadores de hombres.
Ellos entonces, dejando al instante las redes, le siguieron”(Mateo 4:18-20).

Llamamiento de Jacobo y Juan

“Pasando de allí, vio a otros dos hermanos, Jacobo hijo de Zebedeo, y Juan su hermano, en la barca con Zebedeo su padre, que remendaban sus redes, y los llamó. Y ellos, dejando al instante la barca y a su padre, le
siguieron”(Mateo 4:21, 22).
En el caso de Abram el llamamiento era para ser el gestor de una gran nación. Por el contrario, en el caso de Pedro, Andrés, Juan y Jacobo, la convocatoria era para ser pescadores de hombres.

En uno y otro caso, había un propósito.

Dios no llama a nuestra puerta por importunar únicamente. Hay detrás una misión por cumplir.

En su vida...

Quizá su vida ha sido tocada por la voz apacible de Dios. Siente que lo llama. Es una misión compleja. Es probable que piense que no es capaz de cumplir la encomienda. “Es demasiado para mi”, razona una y otra vez. Sin embargo
se equivoca. Dios conoce sus potencialidades. El ve en usted un líder mientras que alrededor tal vez lo ven como alguien común y corriente.

Deje a un lado el temor. Dios sabe lo que hace. Recuerde que El no improvisa. No se preocupe de cómo se irán dando las cosas o tal vez los costos que implican avanzan hacia la meta, con ayuda de Dios. Adelante, sólo llegan al
final quienes emprenden el camino.

¿Le hace falta algo? Si, a decir verdad apenas hemos dado el primer paso al concluir en la necesidad de pedir a Dios que nos muestre cuál es nuestra misión en la vida. Ahora, el segundo principio que vamos a asimilar es...

El líder asume la necesidad de renunciar

Es frecuente que hallemos en el camino a decenas de hombres y de mujeres que, aunque tuvieron el llamamiento a grandes metas y, sin embargo, ¡Jamás llegaron ningún lado!¿Cuál fue la razón? Les faltó aprender qué significa el
término “Renuncia”.
¿Es fácil? Por supuesto que no. Recuerde que Abram tenía una familia, una identidad cultural y una solidez económica grande a costo de esfuerzo. Mucho pero mucho esfuerzo. Pero Dios lo llamaba a una misión específica y eso
implica renunciar prácticamente a todo, pagar el precio y aprender a depender del Señor.

En las Escrituras leemos que “...se fue Abram como Jehová le dijo; y Lot fue con él. Y era Abram de edad de setenta y cinco años cuando salió de Harán. Tomó, pues, Abraham a Sarai su mujer, y a Lot hijo de su hermano, y todos
sus bienes que habían ganado y las personas que habían adquirido en Harán; y salieron para ir a tierra de Canaán; y a tierra de Canaán llegaron”(Génesis 12: 4, 5).

Sin duda pudo transcurrir mucho tiempo entre el llamamiento de Dios y el instante en que tomó la determinación de seguirle. Es probable que haya enfrentado la duda, la incertidumbre y el temor. Pero al tomar la decisión, nada lo
detuvo.

Algo similar ocurrió con los discípulos. En el caso de Simón y Andrés “Ellos entonces, dejando al instante las redes, le siguieron”(Mateo 4:20). Y con Juan y Jacobo, los hijos de Zebedeo pasó algo similar: “Y ellos, dejando al instante
la barca, y a su padre, le siguieron”(Mateo 4:22).

El ser llamados y la decisión de renunciar juegan un papel transcendente en la vida del líder cristiano. Ore a Dios y pida su dirección.

Ahora quizá me diga: “Eso está bien para quien es cristiano que aspira servir en la obra de Dios. ¿Y qué de mi vida? Recién estoy asistiendo a la iglesia y tengo centrada mi mirada en la vida secular y no en la religiosa?¿Hay algo
para mi?”.

Por supuesto que si. En la vida de los hombres de Dios que marcaron generaciones enteras vemos que tenían definidas metas claras en la vida, volcaron sus esfuerzos para alcanzarlas y, con ayuda de Dios, no se dejaron amilanar
por las adversidades.

En la Biblia leemos: “Encomienda a Jehová tu camino, y confía en él; y él hará”(Salmo 37:5).

Con ayuda de Dios no hay proyecto que conciba en su mente y en su corazón que no pueda llegar a realizarse. ¡Hoy es el día para comenzar!
EL CAMINO DE UN LÍDER SE CONSTRUYE PASO A PASO - LA TRANSPARENCIA DEBE IDENTIFICAR AL LÍDER

Imagine por un instante al más grande líder social y político de cualquier país latinoamericano. Es respetado por todos, aparece en los diarios cada día y no existe noticiero de televisión que no registre al menos una noticia acerca de
su desplazamiento a barrios marginales para estrechar la mano de las gentes desfavorecidas, proponer soluciones a sus problemas e identificarse con su realidad de pobreza y desesperanza.

Alrededor, sus inmediatos colaboradores lo idolatran. Los seguidores consideran que no hay ni habrá en los próximos años nadie que pueda igualar su carisma, esbozar una sonrisa confiada cuando todo alrededor amenaza con
derrumbarse, y tener ideas claras acerca de cuál debe ser el destino de la nación.

Alguien afirma con optimismo en la voz:--Será el próximo Presidente de la República. Tiene las capacidades para serlo...—.

Así las cosas, todos coinciden en asegurar que el destino de su patria tendrá perspectivas mucho más sólidas en manos de aquél que, progresivamente y en un hecho que nadie puede ignorar, ha ido escalando peldaños hacia el
éxito.

Un día cualquiera todos despiertan sorprendidos con los titulares de los diarios revelando que aquél a quien todos consideraban ejemplar en sus actuaciones, incurrió en acciones dolosas destinando hacia sus arcas personales los
recursos que se habían destinado inicialmente a trabajo social.
--¿En quién creer?—comentó un periodista de televisión al referirse al incidente que ponía en tela de juicio a un líder nacional.

TRANSPARENCIA, UNA CARACTERÍSTICA

La transparencia debe identificar las acciones de quienes ostentan posiciones de liderazgo en la vida secular o eclesial. Desconocer este principio, además de acarrearnos múltiples problemas, desencadenará la pérdida de
credibilidad. Y eso sí es muy grave.

¿Se ha preguntado por qué muchas de las sillas permanecen vacías en nuestras iglesias?

Hay múltiples respuestas para este interrogante. El cambio de los tiempos, es una; la concepción errada de que las personas llegarán al templo si tenemos una programación variada y atrayente y que no necesitamos ir a las calles en
su búsqueda, es otra; pero hay una tercera razón: muchos no encuentran en el cristiano un verdadero ejemplo y alguien que asume liderazgo en el lugar en el que se desenvuelve.

Han descubierto que tales creyentes viven a Cristo “a medias tintas”. Dicen una cosa y hacen otra totalmente diferente, que riñe con las enseñanzas que proclaman. Carecen de transparencia.
Una situación así es contraproducente en una sociedad en la que se han perdido valores y principios. No olvide que en medio de tanta desesperanza las gentes buscan algo en lo cual confiar. Ese hecho lleva a otro de suma
importancia: creyentes que adolecen de transparencia, antes que estimular la proclamación del evangelio generan un peligroso revés.

¿Tiene problemas con sus actitudes?¿Le falta transparencia en todo cuanto hace?¿Piensa que quizá, ahora mismo, ha perdido terreno en las labores porque dejó de ser claro y coherente entre lo que piensa y lo que hace?

Lo invito para que revisemos un pasaje en la vida de Abram. “Hubo entonces hambre en la tierra; y descendió Abram a Egipto para vivir allí, porque era mucha el hambre en la tierra. Y aconteció que cuando estaba
próximo a entrar en Egipto, dijo a Sarai, su mujer:”Se que eres mujer de hermoso aspecto; en cuanto te vean los egipcios, dirán: “Es su mujer”. Entonces me matarán a mí, y a ti te dejarán con vida. Di, pues, que eres
mi hermana, para que me vaya bien por causa tuya; así, gracias a ti, salvaré mi vida” (Génesis 12:10-13).
¿De qué manera incurrió Abram en falta de transparencia en sus actuaciones? Primero, mintió para lograr sus propósitos. Jamás un líder debe ampararse en las estratagemas y engaños para escalar peldaños hacia el éxito, o bien,
para obtener beneficios personales.

Un segundo aspecto fue la utilización de otras personas—en este caso de su esposa Sarai--, para lograr su objetivo. ¿Ha visto a su alrededor líderes utilitaristas? Sin duda que si; pero paralelamente se identificará conmigo en el
hecho de que, quienes obran de esta manera, despiertan una extraña sensación de engaño.

Es importante que se tome el tiempo suficiente para evaluar hasta qué punto sus ejecutorias han defraudado a quienes le rodean.

Abram había recibido promesas grandiosas de parte de Dios, pero si bien es cierto abandonó su tierra y su parentela tal como le ordenó el Señor (Génesis 12:1-3), caminó durante la primera etapa del trayecto tomado de la mano del
Creador pero cuando llegaron los problemas, como la escasez de alimentos en la tierra, tomó el control de la situación en sus propias fuerzas.

DETERMINACIÓN Y PERSEVERANCIA

La vida de Abram como líder fluctuaba entre períodos de victoria y etapas de declive.

Pareciera que unas veces confiaba en el poder de Dios, y en otras, obraba conforme a sus propias capacidades y raciocinio. Quien obra igual que él, no avanzará con la solidez y rapidez que se pudiera esperar. La ambivalencia en
sus actuaciones lleva a que el paso con que se desplaza sea lento y en muchas ocasiones, poblado de incertidumbre.

En la carta del Señor Jesús a la iglesia que se reunía en Laodicea, advierte: “Escribe al ángel de la iglesia en Laodicea: “El amén, el testigo fiel y verdadero, el Principio de la creación de Dios, dice esto: Yo conozco tus obras,
que ni eres frío ni caliente. ¡Ojalá fueras frío o caliente! Pero por cuanto eres tibio y no frío ni caliente, te vomitaré de mi boca” (Apocalipsis 3:14-16).
¿Puede captar el mensaje? En la vida del cristiano se necesita tomar la determinación de vivir a Cristo a plenitud, sujeto a los principios trazados por las Escrituras y, segundo, perseverancia para permanecer en el camino, firmes por
encima de la adversidad. No hay lugar para los reveses como aquellos que dan un paso y retroceden dos por que no tienen sólidos fundamentos de fe.

EN LA VOLUNTAD DE DIOS, TODO SALDRÁ BIEN...

Cuando estamos caminando en la realización de una misión, bien sea para Dios o en el camino secular, es probable que nos toque tomar decisiones. Algunas altamente satisfactorias, porque conocemos de antemano qué
consecuencias pueden desatar. En otras oportunidades, decisiones que adoptamos en fe, solo confiados en que si vamos de la mano de Dios, El nos guiará por la senda indicada.

Cuando desarrollamos esa plena confianza en nuestro amado Señor, generalmente no albergamos temores de que algo pueda salir mal.

Tras regresar de Egipto con su esposa Sarai y su sobrino Lot, trayendo consigo sus posesiones, decidieron encaminarse al Neguev y luego hacia Bet-el que representaba, a los ojos de cualquier buen negociante o ganadero, una
tierra promisoria.

Todo iba bien hasta el momento, pero... Y surge el inevitable pero que no desearíamos que apareciera enfrente nuestro cuando todo va “viento en popa”. Sin embargo en nuestra condición de líderes debemos estar preparados para
enfrentar circunstancias inesperadas. En el día a día es previsible que emerjan dificultades. Es algo que no debe ni sorprendernos ni llenarnos de angustia.
“Y la tierra no era suficiente para que habitasen juntos, pues sus posesiones eran muchas, y no podían morar en un mismo lugar. Y hubo contienda entre los pastores del ganado de Abram y los pastores del ganado
de Lot...” (Génesis 13: 6, 7).
El panorama no era nada halagador. Ameritaba de Abram una actitud calmada. Ninguna decisión debemos tomarla acalorados, con la mente nublada por pensamientos derrotistas o tal vez de venganza. Obrar así no traerá buenos
resultados ni en nuestro desenvolvimiento personal, ni en la iglesia y menos en nuestras labores en el plano secular.

La propuesta de Abram fue separarse para no agravar las cosas. Le dijo a su sobrino: “¿No está toda la tierra delante de ti? Yo te ruego que te apartes de mí. Si fueres a la mano izquierda, yo iré a la derecha; y si tu a la
derecha, yo iré a la izquierda. Y alzó Lot sus ojos, y vio toda la llanura del Jordán, que toda ella era de riego, como el huerto de Jehová, como la tierra de Egipto en dirección de Zoar, antes que destruyese Jehová a
Sodoma y Gomorra” (versículos 9, 10).
Al patriarca le correspondió un territorio que no era halagüeño mientras que su sobrino Lot, que no era ajeno a las ventajas que se derivaban de poder escoger, tomó para sí las mejores vegas...

La pregunta que nos hacemos: ¿Por qué permitió que tomaran aparente ventaja sobre él? Porque la fe de Abram, al menos en ese período de su vida, estaba cifrada en Dios. Este siervo tenía claro que con el Señor, con su divina
ayuda, nada podría salir mal como lo señala el salmista: “Deléitate asimismo en Jehová y él te concederá las peticiones de tu corazón”(Salmo 37:4).

Esa confianza en el Creador, que es la misma que estamos llamados a desarrollar usted y yo, se vio reflejada en un pleno respaldo de Aquél que todo lo puede: “Y Jehová dijo a Abram, después que Lot se apartó de él: Alza
ahora tus ojos, y mira desde el lugar donde estás hacia el norte y el sur, y al oriente, y al occidente. Porque toda la tierra que ves, la daré a ti y a tu descendencia para siempre. Y haré tu descendencia como el polvo de
la tierra; que si alguno puede contar el polvo de la tierra, también tu descendencia será contada. Levántate, ve por la tierra a lo largo de ella y a su ancho; porque a ti la daré” (Génesis 13:15-17).
Si de algo tenemos que asegurarnos es de que caminemos por la senda que nos trazó el Señor. Al movernos en el centro mismo de Su voluntad, tenemos asegurada la victoria. Apartarnos de ese camino para hacer las cosas a
nuestra manera, traerá problemas.
Siempre he imaginado a Dios como un padre que advierte a su hijo pequeño –que somos usted y yo cuando estamos creciendo espiritualmente y en la fe—sobre los peligros de jugar con fuego.

“Es peligroso”, advierte con calma. Pero su hijo, queriendo conocer el por qué, mete sus manos –por ejemplo—en la llama de una veladora. ¿Las consecuencias? Se quema. Aunque el incidente no pase a mayores, paga las
consecuencias de hacer las cosas a su manera. Igual quienes dejan de lado las pautas marcadas por Dios y quieren resolver problemas, dificultades y circunstancias inesperadas conforme a sus propias capacidades.

Como habrá podido apreciar hasta el momento, Abram –a quien Dios le cambiaría el nombre por el de Abraham—es presentado como uno de los grandes héroes de la fe: “Por la fe Abraham, siendo llamado, obedeció para salir
al lugar que había de recibir como herencia; y salió sin saber a dónde iba. Por la fe habitó como extranjero en la tierra prometida como en tierra ajena, morando en tiendas con Isaac y Jacob, coherederos de la misma
promesa...” (Hebreos 11: 8, 9).
De acuerdo con el pasaje que hallamos en el Nuevo Testamento, refiriéndose a su desenvolvimiento como hombre de Dios, tenía claro cuál era el curso a seguir. Pero no nos menciona que tuvo errores. Visto desde esta perspectiva,
comprendemos que el camino del líder se construye paso a paso. Es probable que en algunos casos hayan problemas, tal vez errores, pero si la mirada está puesta en el Supremo Hacedor, lograremos llegar a la meta...

EL LÍDER VIVENCIA LA RELACIÓN ENTRE EL DECIR Y EL HACER

- NOS VENDEN IMÁGENES IRREALES

Con frecuencia me sorprenden los anuncios de televisión y de la radio promocionando, a tiempo y a destiempo, algún tipo de producto. Conciben unos comerciales de película que nos transportan a situaciones propias del mundo
ilimitado de la fantasía y casi, en cuestión de segundos, nos convierten en los protagonistas de tramas inverosímiles, generalmente con finales felices...
Enciende la tele y aparece una promoción. El presentador, con una sonrisa amplia, anuncia que si compra tal o cual aparato, con la más alta tecnología disponible en el mercado, adelgazará diez kilos por mes. “Es una oferta”,
advierte, para anotar a continuación que la decisión de seguir con sobrepeso o tener un cuerpo perfecto, sea hombre o mujer, está en sus manos. Venden la idea de que ser gordito es una desgracia.

En otro canal, una mujer rejuvenecida anuncia que está disponible, por unos cuantos dólares, la fuente de la eterna juventud. Es una crema que reduce progresivamente todas las arrugas hasta hacerlas desaparecer. “Se verá joven
nuevamente”, anuncia.

Seguimos pasando de un canal al otro y de pronto las imágenes son diferentes. En un auto último modelo, acompañado por dos chicas, un hombre que comparte su secreto con los televidentes. Era pobre hasta que adquirió el
manual en el que se encuentran todos los números ganadores de la lotería. De la noche a la mañana su suerte cambió. Ahora es millonario, las mujeres le siguen y todo parece sonreír a su alrededor. El espectador guarda la
sensación de que ser pobre antes que una condición, es lo peor que puede ocurrirle a un ser humano.

La lista sería interminable. La sociedad nos condiciona a pensar y a actuar de determinada forma. Y en el caso del liderazgo, nos presenta la imagen errada de que todos aquellos que marcaron un hito en la historia de la humanidad,
fueron siempre hombres y mujeres con principios y valores que determinaron su éxito futuro. Ninguno –en apariencia—cometió fallas.

En caso de tratarse de servidores de Dios, fueron perfectos desde el mismo momento de su concepción. Nos presentan un concepto equivocado en el que todos aquellos que ejercen liderazgo, jamás se equivocan, no tienen fallas,
evidencian las mejores relaciones interpersonales y, además, todo cuanto hacen sale bien.

Es tanto como vender un producto de la tele. Hay marketing de por medio. Una estrategia bien concebida para presentar unas características inigualables que crean necesidad y además, ofrecen una perspectiva muy novelesca de
quien puede ocupar una posición relevante.

¿Un líder tramposo?

Ahora le formulo un interrogante ¿Qué pensar de un líder que buena parte de su vida se caracterizó por ser un tramposo?¿Cómo depositarle nuestra confianza cuando de antemano sabríamos que deseaba sacar ventaja?¿Qué lo
llevó a convertirse en pieza clave para el cumplimiento de los planes de Dios?
Es probable que al meditar en estos tres interrogantes haya hecho un parangón con su vida y piense:”Si Jacob con esas “cualidades” llegó a cumplir una misión divina, ¿acaso no llegaré yo a ser un vaso útil en su obra?”. Sin duda
que puede. Resta que se someta al Creador y permita que El lime todas las aristas, de manera que pueda constituirse en el instrumento que necesita para cumplir Sus planes en medio nuestro.

Un líder es visionario, pero no ventajoso

Suelo recordar los tiempos acerca de los cuales nos compartía mi abuelo Angelino Barco sobre un Vijes tranquilo, de casas grandes y solares interminables, con tejas de barro, chambranas de madera tallada a mano y callecitas
polvorientas en las que la palabra empeñada tenía el valor de una Escritura Pública.

El fue desde siempre el Notario Público de aquél pueblecito y ante él se suscribían los documentos para la compra y venta de inmuebles así como el registro de quienes nacían. Pero salvo anotar en los libros quiénes veían la luz de
la vida, tenía poco trabajo. Por años los textos en los que debía asentar información sobre negocios permanecieron en blanco. ¿La razón? Las personas hacían cualquier negociación confiando solamente en la palabra de su
interlocutor. Había seriedad y compromiso para cumplir lo prometido. La palabra era suficiente.

Los tiempos cambiaron. Hoy nadie confía en nadie y menos, alguien depositará su confianza en quienes históricamente han faltado a lo prometido. Esa es la razón por la cual deducimos que Jacob –hijo de Isaac, de quien podemos
leer en el capítulo 25 del libro, no era persona con la cual que se podía hacer ningún trato.

¿Un ejemplo sencillo? Lo invito para que leamos las Escrituras, y como si estuviéramos presentes en la escena, observemos qué ocurrió: “Y guisó Jacob un potaje; y volviendo Esaú del campo, cansado, dijo a Jacob: Te ruego que
me des a comer de ese guiso rojo, pues estoy muy cansado. Por tanto fue llamado su nombre Edom. Y Jacob respondió: Véndeme en este día tu primogenitura. Entonces dijo Esaú: He aquí yo me voy a morir; ¿para qué, pues, me
servirá la primogenitura? Y dijo Jacob: Júramelo en este día. Y él le juró, y vendió a Jacob su primogenitura. Entonces Jacob dio a Esaú pan y del guisado de las lentejas; y él comió y bebió, y se levantó y se fue. Así menospreció
Esaú la primogenitura. “Génesis 25:29-34).

Es probable que piense: “La culpa fue de Esaú que no valoró ser el primogénito”, pero ¡Cuidado! No podemos pasar por alto los atributos negativos de Jacob: oportunista, ventajoso, egoísta, carente de toda sensibilidad humana y
miserable. ¿Podría el Señor obrar a través de un hombre así? Sin duda, pero fue necesario que se matriculara en la “Escuela de Dios”.

Algo que no podemos desconocer, sin embargo, es que Jacob pensó en el futuro. Fue visionario pero su forma de ejercer esa condición, y los medios que utilizó, no fueron los más recomendables.
¿Por qué utilizó Dios a Jacob? Para cumplir un plan previsto con antelación, en plena coincidencia con la promesa hecha a Isaac: “Habita como forastero en esta tierra, y estaré contigo, y te bendeciré; porque a ti y a tu descendencia
daré todas estas tierras, y confirmaré el juramento que hice a Abraham tu padre. Multiplicaré tu descendencia como las estrellas del cielo, y daré a tu descendencia todas estas tierras; y todas las naciones de la tierra serán benditas
en tu simiente,( por cuanto oyó Abraham mi voz, y guardó mi precepto, mis mandamientos, mis estatutos y mis leyes.”(Génesis 26:3-5). En tales circunstancias resultaba apropiado que Aquél que todo lo puede, puliera a Jacob hasta
tenerlo en el punto necesario para ser Su instrumento.

El líder se gana los beneficios, no los sustrae

Imagine un grupo de encuestadores que llega a un Instituto Bíblico en cualquier ciudad de cualquier país. Distribuyen los formatos y, en el momento de procesarlos, encuentra que los futuros pastores aspiran tener “Una congregación
enorme con solidez económica”.

Terminada la formación teológica, se encuentran con la necesidad de emprender la anhelada plantación de una iglesia a partir de cero, es decir, sin miembros, sin recursos económicos y sin templo.

¡Qué gran desilusión! Seguramente eso jamás lo imaginó el recién graduado. Esperaba que, concluido su ciclo académico, pondrían bajo sus hombros la guía de una comunidad de creyentes establecida. Olvidó que es necesario
ganarse los beneficios y no esperar que todo caiga del cielo, como el maná.

Si Jacob hubiese ido al Instituto Bíblico, habría sido uno de tales estudiantes. Era el tipo de personas que esperan llegar a la cima, pero no subiendo el sendero, sino utilizando un teleférico.

¿Una razón? Lo que hizo para agenciarse la bendición de su anciano padre Isaac. Era ya viejo, no podía ver, y fácilmente podía confundir la voz de las personas.

En tales circunstancias “...llamó a Esaú su hijo mayor, y le dijo: Hijo mío. Y él respondió: Heme aquí. Y él dijo: He aquí ya soy viejo, no sé el día de mi muerte. Toma, pues, ahora tus armas, tu aljaba y tu arco, y sal al campo y tráeme
caza; y hazme un guisado como a mí me gusta, y tráemelo, y comeré, para que yo te bendiga antes que muera Rebeca estaba oyendo, cuando hablaba Isaac a Esaú su hijo...”(Génesis 27:1-5).

Lo que describe el pasaje a continuación es muy similar al argumento de una novela de buenos y malos, en el que la madre malvada recomienda a su hijito Jacob que engañe a su padre utilizando piel de carnero en sus brazos y
ropas de su hermano, para que al acercarse su progenitor le confunda con Esaú y obtener así la preciada bendición.
“Y se acercó Jacob a su padre Isaac, quien le palpó, y dijo: La voz es la voz de Jacob, pero las manos, las manos de Esaú. Y no le conoció, porque sus manos eran vellosas como las manos de Esaú; y le bendijo.”(Génesis 27:18-23).

¿Se imagina la crisis que desencadenó este engaño? Jacob fue repudiado por su hermano Esaú cuando se enteró de las estratagemas que utilizó para robarle la bendición patriarcal. El desenlace lo podemos leer en el capítulo 27
del Génesis, versículos del 30 al 41.

Un líder cuida de sus acciones

Hace pocos días en la televisión observaba a un ministro evangélico mejicano. Resaltó en su conferencia la importancia de cuidar las acciones del presente, previniendo que en el futuro no experimentemos las consecuencias de los
errores.

Sin embargo con frecuencia los líderes caen en el emocionalismo que les lleva a reaccionar más con el corazón que con la razón, o quizá bajo el amparo del cargo que ocupan y llegan a obrar con tiranía.

Todo lo que se deriva de sus actos se puede apreciar con el paso del tiempo. Eso fue justo lo que ocurrió con Jacob: “Y aborreció Esaú a Jacob por la bendición con que su padre le había bendecido, y dijo en su corazón: Llegarán los
días del luto de mi padre, y yo mataré a mi hermano Jacob. Y fueron dichas a Rebeca las palabras de Esaú su hijo mayor; y ella envió y llamó a Jacob su hijo menor, y le dijo: He aquí, Esaú tu hermano se consuela acerca de ti con la
idea de matarte. Ahora pues, hijo mío, obedece a mi voz; levántate y huye a casa de Labán mi hermano en Harán...”(Génesis 28:41-44).

¿Ha tomado tiempo para revisar sus actuaciones? Es importante que lo haga, cualquiera sea la posición de liderazgo que ocupe. Recuerde que en el futuro cosechará lo que sembró hoy.

El auto examen es fundamental en la vida del cristiano. Nos permite identificar errores y a la vez, crecer. Forma parte del proceso que cumplimos cuando, camino a ser líderes de excelencia, nos matriculamos en la “Escuela de Dios”.
EL SECRETO: APRENDER DE LOS ERRORES - DIOS TRAE SEGURIDAD A LA VIDA DEL LÍDER

¿Estoy en el camino correcto?¿Los pasos que he dado hasta el momento llevarán al cumplimiento de los propósitos de Dios en mi vida?¿Por qué transcurre tanto tiempo sin que nada extraordinario ocurra?¿Acaso Dios no escucha
mis oraciones?¿Por qué en la vida de otros líderes pareciera que todo se desenvuelve a las mil maravillas mientras que en el ministerio a mi cargo pareciera experimentar estancamiento?

Usted se encuentra dando vueltas en cama. Es pasada la medianoche y no halla respuestas para sus interrogantes, que aumentan con el correr de los días.

Hace pocas horas tuvo una reunión. Tres de los maestros de Escuela Dominical presentaron renuncia al cargo y advierte que hay cambios en el comportamiento del co-pastor; lo más seguro es que aceptó la oferta que le hicieron en
una iglesia creciente del centro de la ciudad y pronto pasará la carta de dimisión.

--¿He fallado en algo?—vuelve y se interroga. El reloj despertador ha corrido inmisericorde y todavía no logra conciliar el sueño.—Señor, si tuviera una respuesta tuya...--.

Sin duda una y otra vez ha experimentado la misma situación. No es fácil. Solo usted y quienes conocen el desierto de dolor, preocupación e incertidumbre, saben de qué hablo.

La idea que muchos tienen en torno a que el camino de los líderes es color de rosa no solo es ajena a la realidad sino que además, no consulta el proceso de formación de quienes, en medio del trabajo, aprenden y a partir del nuevo
conocimiento previenen fallas a futuro.

Jacob era tramposo. Nadie lo pone en duda. Aprovechaba las circunstancias difíciles de los demás y sacaba ventaja, estamos de acuerdo. Y a todas estas características sumaba una tercera que es contraproducente para quienes
ejercen el liderazgo: tenía una excesiva dependencia de su madre.

En su caso particular, puede ser una dependencia enfermiza de un superior jerárquico o tal vez de la solidez económica con la que está seguro, podrá financiar los proyectos.
Es probable que depender sea una palabra que se aplica a su existencia cuando se refiere a la opinión de los demás. No hace absolutamente nada sin consultarles y, justo por estar haciendo consenso, termina obrando en contravía
de lo que hubiese querido.

El líder debe romper toda observancia humana y someterse a Dios, quien no solo guía acertadamente nuestros pasos, sino que es quien nos llevó a trabajar en la obra del Reino. ¿Y si mi desempeño es secular? Igual, es necesario
que rompa cadenas o como solemos repetir en Latinoamérica, que no estemos sujetos al “cordón umbilical”.

Le invito para que volvamos las Páginas de nuestra Biblia y vamos, como espectadores que no quieren perder detalle, al tránsito de Jacob a Padan-aram, huyendo de su hermano Esaú:

“Salió, pues, Jacob de Beerseba, y fue a Harán. Y llegó a un cierto lugar, y durmió allí, porque ya el sol se había puesto; y tomó de las piedras de aquel paraje y puso a su cabecera, y se acostó en aquel lugar. Y soñó: y he aquí una
escalera que estaba apoyada en tierra, y su extremo tocaba en el cielo; y he aquí ángeles de Dios que subían y descendían por ella. Y he aquí, Jehová estaba en lo alto de ella, el cual dijo: Yo soy Jehová, el Dios de Abraham tu
padre, y el Dios de Isaac; la tierra en que estás acostado te la daré a ti y a tu descendencia. Será tu descendencia como el polvo de la tierra, y te extenderás al occidente, al oriente, al norte y al sur; y todas las familias de la tierra
serán benditas en ti y en tu simiente. He aquí, yo estoy contigo, y te guardaré por dondequiera que fueres, y volveré a traerte a esta tierra; porque no te dejaré hasta que haya hecho lo que te he dicho. Y despertó Jacob de su sueño,
y dijo: Ciertamente Jehová está en este lugar, y yo no lo sabía. Y tuvo miedo, y dijo: !!Cuán terrible es este lugar! No es otra cosa que casa de Dios, y puerta del cielo.”(Génesis 28:10-18).

DIOS NOS ACOMPAÑA

El encuentro que experimentó Jacob con Dios fue altamente favorable por varias razones. La primera, porque entendió que en medio de su trasegar no estaba solo. Por el contrario, Dios iba con El. “He aquí, yo estoy contigo, y te
guardaré por dondequiera que fueres, y volveré a traerte a esta tierra”.

¿Cuántas veces nos sentimos abandonados a nuestra suerte mientras desarrollamos algún ministerio? Los esfuerzos parecen infructuosos y es probable que hayamos razonado que estamos predicando en un desierto. Es factible
incluso que nos embargue la sensación de que estamos dando todo de nosotros pero no recibimos nada a cambio.

Pero nos equivocamos. Dios conoce la situación que atravesamos y está esperando que volvamos a El nuestra mirada, en procura de Su intervención. No hará nada que vaya en contravía de lo que pensamos o hacemos. Pero tiene
libertad plena cuando le pedimos no solo que trate con nuestra existencia sino que tome control del desenvolvimiento eclesial y secular.
Un segundo elemento que aprendió Jacob fue que:

Debemos permanecer en las promesas de Dios

Aunque todas las circunstancias estén en contra, es esencial permanecer en las promesas de Dios. Este hecho implica una total dependencia de Su voluntad y obrar en nosotros.

Cuando el Señor promete algo, debemos estar seguros de que cumplirá. La ilustración más aproximada a este concepto es el hombre que, tras el naufragio de la embarcación en la que se desplazaba, se prende de un pedazo de
madera como su única posibilidad de salvar la vida.

Observe el texto nuevamente. El Señor fue claro al recordarle: “Yo soy Jehová, el Dios de Abraham tu padre, y el Dios de Isaac; la tierra en que estás acostado te la daré a ti y a tu descendencia. Será tu descendencia como el polvo
de la tierra, y te extenderás al occidente, al oriente, al norte y al sur; y todas las familias de la tierra serán benditas en ti y en tu simiente”.

La paz que embargó a Jacob renovó sus fuerzas. ¡Podía seguir luchando!... Valía la pena.

Aplique esa Palabra a su existencia. No desista del trabajo que está realizando. Si le asiste el convencimiento que es el propósito de Dios para usted, siga firme. No renuncie. No importa cuántos obstáculos puedan levantarse.
Recuerde que ganador no es quien comienza la carrera con mucho entusiasmo y renuncia en la mitad del camino, sino quien llega hasta el final, así sea el último.

Un tercer principio que aprendió Jacob fue:

Hay que permanecer en la voluntad divina


Hay varias formas de desplazarse de Buenaventura, en Colombia, hasta Lima, en el Perú. Los dos son puertos. Imagine por un instante que debe transportar una carga enorme.

Usted puede acudir al desplazamiento por tierra. Tardará en lograr el objetivo, los costos serán altos, correrá peligro de ser asaltado en carretera, deberá hacer muchas pausas en ciudades y pueblos a los que llegue y posiblemente
la mercancía llegará maltratada.

Una opción rápida aunque demasiado costosa es por avión. Nada impide que llegue a Quito, a menos que la aeronave se precipite a tierra. Es cierto, la mercancía llegará en buen estado pero lo más previsible es que el valor del flete
será tan alto que disminuirán los márgenes de ganancia.

Una tercera alternativa es por vía marítima. El traslado se haría de puerto a puerto. Los costos son bajos, hay altos márgenes de seguridad, la movilización es relativamente rápida y los productos llegarán en buen estado.

Le pregunto. ¿Cuál de las tres posibilidades es la más aconsejable?. “El transporte por mar”, me responderá. Y coincidimos, pero usted habría tenido la oportunidad de escoger.

Igual cuando el Señor depositó en nosotros una misión. Podemos hacerlo a la manera de Dios, a nuestra manera y a la manera del mundo. Sólo cuando marchamos en el centro mismo de la voluntad del Supremo Hacedor, tenemos
asegurada la victoria.

Este principio debe llevarle a un examen juicioso de cómo está su desenvolvimiento. ¿Está en la voluntad divina?¿Obra conforme le orienta su corazón?¿Consulta qué decisiones tomar con todos los que pasan a su lado? El
resultado de la evaluación permitirá que reoriente su sendero y le corroborará que es necesario hacer constantemente un alto en el camino para mirar si estamos transitando acertadamente hacia la meta.

LA TRANSPARENCIA IDENTIFICA AL LÍDER

Ya lo sabemos: Jacob era tramposo. Era una de sus muchas facetas. Quería llegar a la meta pero tomando atajos. Quien se desenvuelve así, no solo tendrá problemas a corto y mediano plazo sino que más temprano que tarde
hallará un timador igual.
Y a nuestro líder experimentó esa situación. Primero, su suegro Labán lo hizo trabajar siete años por la mujer de sus sueños: Raquel, sin embargo le entregó primero a Lea aduciendo que así estilaban en la región, y después –por el
trabajo de otros siete años—a Raquel. (Génesis 29: 16-30).

Con la inquietud en su corazón por semejantes tretas, a Jacob le tocó definir con Labán su salario. Tras pensarlo bastante, le pidió las ovejas manchadas de color y las oscuras (Génesis 30:31-36). Hasta allí todo estaba bien, sin
embargo “Tomó luego Jacob varas verdes de álamo, de avellano y de castaño, y descortezó en ellas mondaduras blancas, descubriendo así lo blanco de las varas. Y puso las varas que había mondado delante del ganado, en los
canales de los abrevaderos del agua donde venían a beber las ovejas, las cuales procreaban cuando venían a beber. Así concebían las ovejas delante de las varas; y parían borregos listados, pintados y salpicados de diversos
colores. Y apartaba Jacob los corderos, y ponía con su propio rebaño los listados y todo lo que era oscuro del hato de Labán. Y ponía su hato aparte, y no lo ponía con las ovejas de Labán. ”(Génesis 30:37- 40).

¿Le suena familiar esta actitud? Seguro que sí. Es el mismo Jacob de siempre. Probablemente con un poco más de barba y menos cabello, pero el mismo. No ha cambiado nada.

Es probable que le asistan no el engaño sino otros comportamientos que empañan su desenvolvimiento ministerial o secular. ¿Qué puede ocurrir? Que se estancará y siempre arrastrará la imagen de alguien en quien no se puede
confiar. ¿Qué resta? Permitir que Dios trate con su existencia. El no utilizará a quienes todavía estén bajo el engaño y la mentira. No son prácticas que se estilan en el pueblo santo y, si le abre las puertas, operará los cambios que
son necesarios en su existencia.

Jamás olvide que una de las pautas que aprende un buen líder es a rodear su desempeño con transparencia en todo cuanto piensa y hace.

EL PERDÓN DEBE PRIMAR EN EL LÍDER

Llegar a una posición de liderazgo no nos otorga prerrogativas como el poder odiar y guardar resentimiento hacia aquellos que de una u otra manera nos provocaron mal. En absoluto. El perdón debe ser una característica que
identifique nuestro desenvolvimiento tanto eclesial como secular.

El principio de perdonar lo debió aprender Jacob como ya lo había aplicado Esaú. Jamás imaginó que tendría que recurrir a su hermano, pero como solemos repetir en Latinoamérica “La vida da muchas vueltas y es probable quedar
en el mismo sitio”. Ante lo inevitable de un encuentro, envió varias delegaciones que le prepararan el camino con el recado: “Así dice tu siervo Jacob: Con Labán he morado, y me he detenido hasta ahora; y tengo vacas, asnos,
ovejas, y siervos y siervas; y envío a decirlo a mi señor, para hallar gracia en tus ojos.”. (Génesis 32:4, 5).
Contrario a lo que pensaba, Esaú tenía un corazón que en apariencia era duro pero estaba inclinado a dejar de lado las molestias que pudieran despertarle aquellos que le ofendían.” Alzando Jacob sus ojos, miró, y he aquí venía
Esaú, y los cuatrocientos hombres con él; entonces repartió él los niños entre Lea y Raquel y las dos siervas. Y él pasó delante de ellos y se inclinó a tierra siete veces, hasta que llegó a su hermano. Pero Esaú corrió a su encuentro
y le abrazó, y se echó sobre su cuello, y le besó; y lloraron.”(Génesis 33:1-4).

No puedo comprender cómo alguien puede ministrar con un corazón lleno de rencor y resentimiento hacia su prójimo. Si es su caso, llegó la hora de volver la mirada a Jesucristo y pedirle que trate con su vida de tal manera que sane
las heridas emocionales y coloque perdón donde antes primaba el odio.

Recuerde que un líder que aspire llegar a la cumbre, debe estar dispuesto para que Dios aplique los ajustes necesarios en su existencia...

LOS TROPIEZOS EN LA VIDA DEL LÍDER - ES NECESARIO APRENDER A MANEJAR LA ADVERSIDAD

La alegría del pastor Alfonso Cabrera jamás se vio diezmada pese a que, cuando saludaba a ciertos hermanos de la congregación con una sonrisa de oreja a oreja, se encontraba con respuestas frías y la expresión hosca que no
hacía otra cosa que decir, sin palabras: “¿Para qué nos saluda si no queremos contestarle”.

No dudo que debió pasar malos momentos y es probable que en más de una ocasión haya sentido el deseo de no hacerlo de nuevo. Pero era el pastor. Y aquellos esperaban que los saludara; de lo contrario hubiesen socializado
entre los creyentes que “El pastor no se dignaba mirarlos”.

Una situación que bien acompasa con un refrán popular en Latinoamérica: “Palo por que bogas, palo por que no bogas”, al aludir a los duros tratos de los capataces a los esclavos en los períodos de colonización, quienes buscaban el
menor pretexto para descargar su ira, rencor y frustraciones en las espaldas de quienes tenían a cargo.
Igual en la vida cristiana. Siempre encontraremos personas a las que, sin haberles causado daño alguno, buscan traer problemas y ponen tropiezo a quienes son sus líderes o también a aquellos que buscan vivir conforme a las
pautas trazadas por nuestro amado Señor.

Si viajamos atrás en el tiempo nos hallaremos a José, quien aprendió a fuerza de depositar su confianza en Dios, de qué manera debía enfrentar airoso el cúmulo de dificultades que surgían a su paso.

OBRAR EN CONSONANCIA CON SÓLIDOS PRINCIPIOS

Al recorrer las páginas de la Biblia en procura de conocer la Hoja de Vida de José, hallamos que “...apacentaba José ovejas con sus hermanos...”(Génesis 37:2 a). Hasta allí todo normal. Se desenvolvía socialmente y al igual que
usted y yo, tenía una ocupación con múltiples responsabilidades que atender. Sin embargo no compartía el desempeño amoral de quienes le rodeaban “...e informaba José a su padre la mala fama de ellos...”.(Génesis 37:2 b).

Trabajar, estudiar o tener trato a diario con personas sin principios ni valores, no implica que debemos identificarnos con su comportamiento errado y menos que estemos obligados a asimilar lo que dicen o hacen. Es uno de los
aspectos que debe asumir el líder en el trabajo seglar y en el plano eclesial.

Ahora, sin proponérselo—como puede ocurrir con su vida—algunas circunstancias que rodeaban a José despertaron los celos y animadversión de sus hermanos. “Y amaba Israel a José más que a todos sus hijos, porque lo había
tenido en su vejez...”(Génesis 37:3).

¿Se da cuenta qué ocurre cuando alguien advierte preferencias alrededor? Emergen la envidia y un deseo sutil pero contundente y peligroso de causar daño a quien en la mayoría de los casos es inocente y recibe todas las
atenciones.

Es un fenómeno universal. Ocurre en las empresas, en entidades académicas y también en la iglesia.

El recibir reconocimiento de su progenitor, llevó a que en la vida de José aparecieran los malos momentos porque sus hermanos “le aborrecían, y no podían hablarle pacíficamente”(versículo 4 b).
LA PRUDENCIA, ESENCIAL EN EL LÍDER

Cuando hay alrededor quienes expresan animadversión hacia usted, lo menos aconsejable es compartirles experiencias exitosas. Este hecho avivará la molestia que les embarga. ¿Qué hacer? La prudencia nos recomienda guardar
silencio en estos casos. Al fin y al cabo, ¿qué gana usted proclamando sus logros? Aún si guarda silencio, tales logros hablarán por si solos poniendo de relieve sus ejecutorias.

Con la mejor de las intenciones y fruto de la nobleza de José, compartía a todos lo que acontecía en su vida. “Y soñó José un sueño, y lo contó a sus hermanos; y ellos llegaron a aborrecerlo más todavía”(Génesis 37:5).

Lo que soñaba, lo que pensaba, lo que hacía, todo se conjugaba en una sumatoria de motivos para que sus hermanos pusieran tropiezo a su desenvolvimiento(lea por favor los versículos 8 y 11).

Un hecho que cabe resaltar en este punto del análisis es que José no permitió que el resentimiento tomara forma en su corazón. Una pauta de Vida Cristiana Práctica que le invitamos a asumir: pida a Dios la prudencia y sabiduría
necesarias para enfrentar exitosamente cualquier ataque producto de la envidia, que se produzca a su alrededor.

Hacer caso omiso de este principio dimensionará sin razón las diferencias que hayan con quienes le envidian hasta convertirse en un problema de impredecibles consecuencias.

Volvamos a José. Sus problemas no pararon solo en la molestia que despertaba en sus familiares. En cierta ocasión que iba camino de Dotán, en donde apacentaban ovejas, se encontró a boca de jarro con un incidente que cambió
dramáticamente el curso de su historia. “Cuando ellos lo vieron de lejos, antes que llegara cerca de ellos, conspiraron contra él para matarle”(Génesis 37:18).

¿Quién sufre más? Sin duda quien guarda rencor. No solo recogerá aquello que siembra sino que además, tal actitud se reflejará en su propia salud y estado de ánimo. El veneno que acompañaba a los hermanos de José, les llevó a
venderle como esclavo a un grupo de comerciantes ismaelitas que iban camino de Egipto (versículo 18). Estos a su vez lo vendieron a Potifar, oficial de Faraón, máximo gobernante egipcio.

BENDECIDOS PARA BENDECIR

Un hombre o mujer de Dios se convierte en instrumento de bendición donde quiera que vaya. La presencia del Altísimo nos acompaña y se reflejará en todo cuanto hagamos.
Aún en medio de la adversidad, nos permitirá bendecir a quienes nos rodean: en el hogar, en la universidad, en el trabajo y en la iglesia.

¿Dejó solo Dios a José? En ningún momento. Por el contrario, bendijo todo lo que tocaba. “Más Jehová estaba con José, y fue varón próspero; y estaba en la casa de su amo el egipcio”(Génesis 39:2).

¿Un jefe o superior jerárquico difícil? No faltarán donde quiera que estemos. Sin embargo si Dios marcha con nosotros, ocurrirá lo que con José y que se reflejó en su lugar de trabajo: “Así halló José gracia en sus ojos...”(versículo 4).

Hay un texto que me parece muy significativo y lo comparto con ustedes, tomado de una versión popular: “Sabemos que Dios obra en toda situación para el bien de los que lo aman, los que han sido llamados por Dios de acuerdo a
su propósito”(Romanos 8:28. Nuevo Testamento: la Palabra de Dios para todos”.

Es probable que sienta soledad. Quizá ha razonado que en medio de las circunstancias adversas, ni siquiera puede escuchar la voz de Dios. Pero está equivocado. A pesar de los densos nubarrones, nuestro Padre nos acompaña.
No nos deja solos y, sin duda, no lo hará. ¿Una razón? Guardó a José en todo instante:

“...Jehová bendijo la casa del egipcio por causa de José, y la bendición de Jehová estaba sobre todo lo que tenía, así en casa como en el campo”(Génesis 39:5).

LA TRANSPARENCIA MORAL EN LA VIDA DEL LÍDER

Que alguien alrededor tenga un desliz moral nunca será tan cuestionado como cuando el protagonista no es alguien del común sino quien ocupa una posición de liderazgo, en la iglesia o en el plano secular.

De un evangelista internacional escuché decir que jamás se dejaba acompañar de una dama porque, señalaba: “Alguien podría tomar una fotografía y publicarla en los diarios aduciendo adulterio en mi vida”.

¿Se va a los extremos? Creo que no. Por el contrario, es una forma sensata de cuidar su desenvolvimiento. No olvide que las personas que nos rodean esperan el más mínimo error para cuestionarnos.
Una oración que no debe faltar jamás en nuestro devocional, es pidiendo a Dios la fortaleza para vencer la tentación.

José experimentó una situación crítica cuando Satanás se atravesó en su paso, poniendo un motivo de hacerle caer. “Aconteció después de esto, que la mujer de su amo puso sus ojos en José, y dijo: Duerme conmigo, y él no
quiso...”(Génesis 40:7, 8).

Las estratagemas de Satanás son tremendas; no en vano advirtió el apóstol Pedro:” Sed sobrios, y velad; porque vuestro adversario el diablo, como león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar;”(1 Pedro 5:8).

Una vez el enemigo se da a la tarea de poner tropiezos, no descansará hasta encontrar el momento oportuno para producir nuestra caída. Por esa razón es necesario permanecer tomados de la mano del Señor Jesucristo.

Observe lo que desencadenó el mal deseo de la mujer de Potifar: aprovechó un momento que consideró oportuno y “... lo asió por su ropa, diciendo: Duerme conmigo. Entonces él dejó su ropa en manos de ella, y huyó y
salió”(Génesis 39:12).

Como consecuencia de la calumnia, el joven israelita experimentó un nuevo vuelco en su existencia: “Y tomó su amo a José, y lo puso en la cárcel, donde estaban los presos del rey, y estuvo allí en la cárcel. Pero Jehová estaba con
José y le extendió su misericordia, y le dio gracia en los ojos del jefe de la cárcel”(versículos 20, 21). Allí también se apreció lo que en casa de Potifar: por amor a José, Dios prosperó al carcelero.

EL MANEJO DE LA DESILUSIÓN

Algo a lo que no podemos sustraernos y menos quien está matriculado “En la escuela de Dios” camino al liderazgo, es que siempre encontraremos en el camino a los ingratos. Personas que no valoran lo que hagamos por ellos.

Su insensibilidad les lleva a sentir que, cuanto hicimos a su favor, es mínimo o no vale la pena considerarlo. Es el tipo de situaciones que debemos aprender a manejar en nuestro desenvolvimiento cotidiano.

¿Ejemplos claros? José y dos personas a las que cuidó en la cárcel. Uno era el copero de Faraón y el otro, su jefe de panaderos. Al primero le interpretó un sueño, por obra de Dios, que resultó para bien del hombre; al segundo, se le
cumplió el anuncio pero en detrimento de su vida porque fue ajusticiado por orden del monarca.
A quien servía las copas en palacio, José le recomendó: ”Acuérdate, pues, de mi cuando esté bien, y te ruego que uses conmigo de misericordia, y hagas mención de mi a Faraón, y me saques de esta casa. Y el jefe de los coperos
no se acordó de José, sino que le olvidó”(Génesis 40:14, 23).

LA GLORIA TODA SEA A DIOS

¿Ha visto líderes que se roban toda la gloria y estando en la cumbre del éxito se olvidan de Dios y de que fue El quien les ayudó a ascender? Probablemente si. Hay pastores, obreros y hombres que parecen atribuir a sus méritos y
no al poder divino, los logros que cosechan en su desenvolvimiento eclesial o secular.

Con el paso del tiempo, Faraón tuvo un sueño ¿Recuerda el incidente bíblico? Sí, está en lo correcto. Soñó con siete vacas flacas que devoraban igual número de vacas gordas y, a continuación, con siete espigas menudas que se
tragaban a siete de buen tamaño y producción. La situación despertó preocupación en el gobernante.

En tales circunstancias, el jefe de los coperos le dijo al recordar su período en la cárcel: “Estaba allí con nosotros un joven hebreo, siervo del capitán de la guardia; y se lo contamos, y él interpretó nuestros sueños, y declaró a cada
uno conforme a su sueño”(Génesis 41:12).

Aquí viene lo interesante. Cuando el joven hebreo fue llevado a presencia del monarca para resolver el asunto, “Respondió José a Faraón, diciendo: No está en mi; Dios será el que de respuesta propicia a Faraón”(versículo 16).

Pregúntese ahora cuántas veces ha robado a Dios el lugar de primacía que le corresponde. Es probable que como líder o siervo disfrute de los momentos de reconocimiento, pero es a El a quien debemos exaltar. Nunca olvide que
usted y yo somos solo eso, siervos que cumplen una misión. La honra y gloria corresponden al Supremo Hacedor.

UNA MISIÓN ESPECÍFICA PARA ALGUIEN ESPECÍFICO

En la pantalla del televisor pasan las imágenes, primero del entorno selvático, y de fondo, la playa que lleva a un mar azul, tranquilo e infinito. Después, un acercamiento rápido de la cámara permite ver el rostro del hombre que sonríe
mientras deja escapar unas lágrimas que se pierden en espesa barba espesa. Es un sobreviviente de un conjunto de doce personas que concursaron por ganar un premio de quinientos dólares.
A primera vista nadie explica el por qué de las lágrimas. Pero si usted conoce el contexto de la historia, se dará cuenta que participó junto con tres mil personas más en diferentes ciudades del país, para lograr la selección entre los
aspirantes a sobrevivir a circunstancias difíciles en una isla distante. Una versión moderna de Robinson Crusoe, sólo que ahora hay cámaras de televisión por todos lados que llevan a la audiencia hasta el más mínimo detalle de
cuanto ocurre en el lugar.

Los días se sucedieron con rapidez para la inmensa ola de teleespectadores que estaba frente al televisor cada noche después de las ocho. Para aquellos hombres y mujeres los días fueron excesivamente largos. No veían la hora en
que terminara su odisea. Unos, para regresar tristes a casa, otros, para recibir un estímulo económico, y uno solo, para obtener la suma de dinero que lo motivó a enfrentar y sobreponerse a mil penurias.

Los realitys están tomando fuerza en el mundo entero. Millares de personas se inscriben para ser parte de las eliminatorias y selección. Hacen lo que esté en sus manos para ganar. Su más caro anhelo es participar y llegar hasta el
final.

¿Imagina qué ocurriría si el llamamiento de hombres y mujeres a cumplir misiones específicas en circunstancias adversas tuviera tanta acogida? La respuesta es sencilla: el mundo no tendría problemas. Todo marcharía a las mil
maravillas.

Sin embargo la realidad es otra. Si hay algo que encuentra resistencia es hacer algo, por si mismo y por los demás. ¿Ha visitado a alguien que habita zonas marginales de cualquier ciudad latinoamericana? Muchos se levantan cada
día con un deseo indeclinable de sobreponerse a los problemas; una buena cantidad prefiere seguir así. No quieren esforzarse en lo más mínimo para salvar los obstáculos y atravesar el muro de las situaciones contrarias que les
impiden salir adelante.

ALGUIEN LLAMADO A SER DIFERENTE DE LOS DEMÁS...

Un líder es alguien distinto de los demás, así no se lo proponga. Su visión de la vida es diferente. Incluso su forma de pensar y de actuar, difiere de las concepciones que asisten a quienes le rodean. A algunos los caracteriza una
perspectiva que razona y se mueve, no para el presente sino sentando bases para el futuro. Hay quienes son osados, obran midiendo consecuencias o tal vez con demasiada rapidez sin detenerse a calcular lo que podrían
desencadenar sus acciones. Con virtudes y defectos, logran el cometido para el que fueron llamados, bien por sus superiores en el plano secular, o por Dios mismo, cuando se trata de alguien que sirve en la extensión del reino del
Señor aquí en la tierra.

Moisés brilla con luz propia en la galería de hombres que sirvieron en un espacio específico de la historia de la humanidad. Su desempeño ejerció una poderosa influencia en los acontecimientos que rodearon al pueblo de Israel en su
tránsito temporal por Egipto y su posterior establecimiento en la “tierra prometida”.
¿Qué tarea le correspondió? Aliviar la carga impuesta por los egipcios quienes “... pusieron sobre ellos comisarios de tributos que los molestasen con sus cargas; y edificaron para Faraón las ciudades de almacenaje, Pitón y
Ramesés. Pero cuanto más los oprimían, tanto más se multiplicaban y crecían, de manera que los egipcios temían a los hijos de Israel. Y los egipcios hicieron servir a los hijos de Israel con dureza, y amargaron su vida con dura
servidumbre, en hacer barro y ladrillo, y en toda labor del campo y en todo su servicio, al cual los obligaban con rigor.”(Éxodo 1:11-14).

No era una encomienda fácil; por el contrario, era de las más difíciles que un ser humano pueda asumir. Enfrentó problemas consigo mismo cuando quiso “hacer las cosas para Dios” pero a su manera; la incomprensión de sus
congéneres a quienes buscaba liberar; la persecución de aquellos con quienes creció y en cuyo círculo real se desenvolvió por mucho tiempo, hasta llegar a una etapa crucial: el destierro.

Cuando alguien me comparte respecto a su desánimo por la situación que experimenta, no puedo menos que animarlo y caminar con él, a través de las páginas de la Biblia, hasta escenas como la de Moisés al nacer. Estaba
condenado a ser un fracaso, sin embargo venció. ¡Dios estaba con él!, y eso es más que suficiente para asegurar que ningún obstáculo nos detendrá.

POR ENCIMA DE LA PERSECUCIÓN

Cuando Dios escoge a alguien para que le sirva, ajusta cuidadosamente todas las condiciones que rodean su existencia para que cumpla el propósito para el que lo llamó. La orden real era que las parteras debían dar muerte a todo
varón hebreo que naciera en el territorio. (Éxodo 1:15, 16). “Pero las parteras temieron a Dios, y no hicieron como les mandó el rey de Egipto, sino que preservaron la vida a los niños.”(versículo 17). La fidelidad de estas mujeres al
Señor llevó a que recibieran bendición(versículos 20, 21).

Es probable que usted haya sentido una y mil veces que va a desfallecer ante la concatenación de problemas que ponen obstáculos al desenvolvimiento ministerial que Dios le encomendó. Probablemente en el trabajo secular
advierte que todo se encuentra ensombrecido. Muchos le persiguen, difaman, buscan oportunidad para hacerle tropezar y de inmediato levantar un dedo acusador en su contra. Pero aún cuando todo luzca poblado de densos
nubarrones a su alrededor, no es hora de renunciar.

En momentos así, recuerde que usted sirve a un Dios de poder que está en control de todas las cosas y que si marcha en el centro mismo de Su voluntad, dependiendo de El y no de sus propias fuerzas, saldrá airoso en cualquier
tormenta que enfrente. ¡Usted es un vencedor!

La historia de Moisés es muy conocida. Primero, porque está en la Biblia, y segundo, porque alrededor de su nacimiento se han escrito muchos artículos, se han filmado películas e incluso se han realizado sinnúmero de tiras
cómicas. El argumento de esta novela es sencillo: nace de una familia descendiente de Leví, su madre le escondió tres meses y luego lo arroja al río Nilo en una barquilla recubierta con brea. La intervención divina hace que la hija del
Faraón descubra al pequeño y contrata, a la propia madre de Moisés, para que le prodigue cuidados. Ella lo cuidó hasta que fue joven y lo entregó a la corte faraónica (Éxodo 2:1-10).
TRABAJANDO A “NUESTRA MANERA”

Hasta aquí todo ha transcurrido bajo un marco de normalidad. El problema surgió realmente cuando, al crecer y por razones que no especifica el texto bíblico, Moisés se entera de su procedencia hebrea. Confrontado por la realidad
social y económica de su pueblo, sometido por aquel entonces a la dureza del trato egipcio, decidió actuar... pero lo hizo a su manera...

“En aquellos días sucedió que crecido ya Moisés, salió a sus hermanos, y los vio en sus duras tareas, y observó a un egipcio que golpeaba a uno de los hebreos, sus hermanos. Entonces miró a todas partes, y viendo que no parecía
nadie, mató al egipcio y lo escondió en la arena.”(Éxodo 2:11, 12).

Dios no le hizo ese encargo, por el contrario, fue el razonamiento de humano más que la dependencia divina, lo que llevó a Moisés a pensar que así debían ser las cosas. Y cometió un grave error. Días después, cuando vio a dos
hebreos peleándose e intervino para evitar que se hicieran daño, recibió como respuesta las siguientes palabras: “... ¿Quién te ha puesto a ti por príncipe y juez sobre nosotros? ¿Piensas matarme como mataste al egipcio? Entonces
Moisés tuvo miedo, y dijo: Ciertamente esto ha sido descubierto.”(Éxodo 2:14).

Me asalta aquí una pregunta y estoy seguro que a usted también: ¿Cuántas veces obramos a nuestra manera y no conforme Dios lo dispone?¿Hemos buscado la ayuda del Señor para salir airosos en toda empresa?¿Cuáles han
sido las consecuencias?

Si le ha ocurrido tal como a mi, que por avanzar conforme a mi visión y fuerzas, he chocado sinnúmero de veces para encontrarme de nuevo en el suelo, aturdido por el impacto y sin deseos de seguir adelante, entonces estoy seguro
que me comprenderá.

Este sencillo hecho debe llevarnos a reevaluar de qué manera pensamos, nos movenos y actuamos. Seguramente encontraremos que es necesario aplicar muchos correctivos al desenvolvimiento; al principio será duro, pero
conforme pasa el tiempo y aprendemos de los errores, descubriremos que lo más sensato fue hacer un alto en el camino, identificar en qué estábamos fallando y cambiar la ruta...

EL DESÁNIMO, PODEROSO ALIADO DE SATANÁS

Cuando enfrentamos la incomprensión, inmediatamente nos asalta el desánimo y en la mayoría de los casos, una fuerte ola de desesperanza.
Esa situación que tal vez ha vivido muchas veces, fue la que enfrentó Moisés. ¡Su propio puedo, aquél por el cual luchaba, levantaba un dedo acusador para sacarle en cara la muerte de un egipcio!

Se sorprendería al saber cuántas personas vuelven atrás en sus sueños, metas y propósitos como consecuencia del desánimo. También quedaría sin palabras al saber de cuántos pastores, obreros, misioneros y líderes no siguieron
adelante porque enfrentaron la intolerancia de la congregación o por que nadie valoró sus esfuerzos.

¿Qué hacer? Seguir adelante. Nada nos puede detener. Si tenemos conciencia de haber sido llamados por Dios, es necesario que nos tomemos de Su mano y demos un nuevo paso. No fuimos llamados a la derrota sino a vencer.
Esa es la característica con la que nos creó el Señor y que por el sacrificio de Jesús en la cruz, quedó reafirmada en nuestra vida.

Ahora, si volvemos a la escena, nos encontramos a un hombre lleno de incertidumbres, sobre quien pesa una amenaza de muerte de Faraón (Exodo 2:15 a). La reacción no se dejó esperar “...pero Moisés huyó de delante de Faraón,
y habitó en la tierra de Madián.”(versículo 15 b).

Sin proponérselo, forzado por las circunstancias, este líder en potencia entró en la Escuela de Dios, donde recibió la formación necesaria para cumplir los planes y propósitos del Señor en su existencia.

“DIOS, ¿TENGO LAS CAPACIDADES PARA ASUMIR ESTA MISIÓN?" - UN LÍDER FRENTE A SUS LIMITACIONES

“¿Seré capaz de asumir ese reto?”. Sin duda es la pregunta que se ha formulado muchas veces. Yo también. En general, todos. En uno u otro momento de la existencia, lo hacemos. Nos despierta temor vernos confrontados por un
cambio que se avecina o tal vez, una tarea para la que consideramos que no tenemos las capacidades.

En sí el interrogante arroja resultados positivos. Nos permite evaluar hasta qué punto nos hemos preparado para asumir compromisos grandes. También pone de manifiesto nuestras falencias. Todo se traduce en puntos positivos y
puntos en los que es necesario aplicar ajustes.
¿Sabía usted que muchas personas, una vez se encuentran dando vueltas a esta pregunta, se dan por vencidos sin haber siquiera comenzado a trabajar en aquello que les desafía y prefieren volver atrás, dejando incluso parte del
trabajo que habían adelantado?

Cuando leemos acerca de la vida de Moisés es fundamental que aprendamos de todas las etapas por las que atravesó. En particular, su llamamiento nos pone frente a un espejo en el que probablemente nos miramos muchas veces
asumiendo que tenemos limitaciones antes que valorar las enormes ventajas y posibilidades que nos asisten.

El patriarca israelita es muy cercano a nuestras vivencias. Si bien es cierto se constituyó en un gran líder, no nació así. Pagó el precio. Ese precio estuvo representado en el aprendizaje a partir de las dificultades, pero también, en
aplicar ajustes una vez identificaba que un camino no era el más apropiado para alcanzar las metas propuestas.

MOISÉS: UN LÍDER QUE APRENDIÓ A ESPERAR

El primer paso en su larga asignatura en la “Escuela de Dios”, fue aprender el valor de la espera. El exilio fue el camino para que comprendiera que no todo se puede lograr inmediatamente y que hay una enorme brecha entre aquello
que anhelamos y lo que finalmente se logra.

Generalmente imaginamos situaciones, con pelos y detalles, pero en la práctica las circunstancias son totalmente diferentes. Moisés no pudo liberar al pueblo israelita a su manera, por el contrario, debió huir y lo hallamos en el
desierto...

¿Ha atravesado períodos de la vida en los que considera que sus metas quedaron atrás?¿Llegó acaso a sentir desánimo?¿Pensó que tal vez Dios se había olvidado de usted? Se preguntó, ¿de qué sirvió tanto esfuerzo? Si alguna
de estas inquietudes le asaltó en alguna ocasión, seguramente comprenderá a Moisés.

Cuando creía que sus días terminarían escuchando el balido de las ovejas mientras que largas extensiones de desierto o quizá rocosas montañas serían lo último que vería, tuvo un encuentro personal con Dios. La espera había
concluido. Igual con usted: es probable que esté a punto de rendirse y echar por la borda todos los sueños, metas y esperanzas que ha albergado por años. Cree que nada ocurrirá. Puede estar equivocado. Recuerde que, cuando
estamos en el plan de Dios, cualquier cosa puede ocurrir. El llega en el momento oportuno, no cuando nosotros queremos...
En cierta ocasión, mientras cuidaba el rebaño de su suegro Jetro, llegó al monte de Roed. “Estando allí, el ángel del Señor se le apareció entre las llamas de una zarza ardiente. Moisés notó que la zarza estaba envuelta en llamas,
pero que no se consumía, así que pensó: “¡Qué increíble!” Voy a ver por qué no se consume la zarza”(Éxodo 3:3. Nueva Versión Internacional).

Puede que en su caso específico no haya sido una zarza ardiendo sino otra señal la que utilizó el Señor para llamarle.

Escuché al Hermano Pablo, el evangelista latinoamericano que ha llegado por años a nuestros hogares con “Un mensaje a su conciencia”, mientras relataba su llamamiento a la obra misionera.

Insiste que no quería. Consideraba que aquello no era para él. Y en visión pudo apreciar un campo de algodones florecidos. Las bellotas, conforme iban pasando los minutos, tomaron formas de rostros y entendió que era los
hombres y mujeres de todos los países americanos en los que no se había predicado la Palabra. De pronto uno de ellos le dijo: “Ven, compártenos la Palabra”.

Aquella imagen fue definitiva. Comprendió que aquel llamamiento al que se negaba era justamente lo que Dios quería para El.

En ocasiones el Señor nos llama de una manera inverosímil. Al fin y al cabo somos importantes delante de Su presencia, y el tratamiento es individual, único e irrepetible.

TÚ ERES EL ESCOGIDO

La idea que tenemos de un líder capaz es la misma que nos vendieron las películas o tal vez las telenovelas.

No sabemos de dónde sacó Moisés la imagen que tenía sobre las cualidades que debía reunir quien ejerciera liderazgo, pero evidentemente él no figuraba entre los elegibles.
Apenas Dios le habla desde la zarza, algo que él jamás imaginó ni siquiera pudo concebir, le compartió sus planes de liberar a los israelitas de la opresión egipcia. Inmediatamente le anuncia que los llevaría a buena tierra, fértil y
próspera. Y concluye: “Así que disponte a partir. Voy a enviarte al faraón para que saques de Egipto a los israelitas, que son mi pueblo”(Éxodo 3:6-10. Nueva Versión Internacional).

Imagínese. Moisés no alcanzaba a salir de su asombro frente a las noticias, y encima, Dios le indica que él, Mosiés, sería el encargado de cumplir la tarea. No solo se sorprendió sino que estuvo a punto de sufrir un colapso.

Tal vez ha ocurrido con usted. En el plano secular recibió noticia sobre su promoción a un cargo que jamás siquiera pensó, o en la iglesia el pastor le confirma su designación en un ministerio para el cual considera que los demás
están mejor preparados.

¿Qué hacer? Generalmente alguien que experimenta una sorpresa así, se niega. Lo más fácil es decir: “No puedo”. Lo más complejo y verdaderamente valioso es decir:”Voy a hacerlo”. Lo apenas aceptable es que diga: “Voy a
intentarlo”. Moisés se limitó a expresar su escepticismo: “¿Y quién soy yo para presentarme ante el faraón y sacar de Egipto a los israelitas?”(versículo 11).

DIOS TRATA CON NUESTRA VIDA

Es un hecho que humanamente miramos y en cierta medida nos dejamos llevar por las apariencias. Dios mira el corazón. No presta atención a lo que se aprecia a primera vista. Le interesa lo que hay dentro de cada uno. Esa es la
razón por la cual, cuando llama a alguien, no mira lo que es ahora sino lo que podría a llegar a ser en sus manos.

¿Recuerda al Señor Jesús cuando llamó a los discípulos? El no reparaba en lo rustico de Pedro, lo ambicioso de Mateo o lo delicado de Juan. Veía en ellos a potenciales líderes que serían fundamentales en la tarea de extender el
Reino de Dios.

En el proceso de prepararnos para una tarea, el Supremo Hacedor trata con nuestra vida. Eso fue exactamente lo que le anunció a Moisés: “Yo estaré contigo—le respondió Dios--. Y te voy a dar una señal de que soy yo quien te
envía;: Cuando hayas sacado de Egipto a mi pueblo, todos ustedes me rendirán culto en esta misma montaña”(Éxodo 3:11).

DIOS ES QUIEN CONCEDE LA AUTORIDAD


Si algo me parece apasionante en el diálogo que sostiene el patriarca con el Padre, es la serie de inconvenientes que pone de presente. Primero, esgrimió la posibilidad de que no creyeran a su misión de sacar al pueblo israelita de
Egipto porque, creía, desconocerían quién lo había mandado.

“—Yo soy el que soy—respondió Dios a Moisés--. Y esto es lo que tienes que decirle a los israelitas: Yo soy me ha enviado a ustedes”(versículo 14).

Eso bastaba, pero a este pastor asombrado por su reto, no le pareció así. Desconocía o al menos no quería entender que Dios concede autoridad a aquél a quien envía.

DIOS ES QUIEN PROVEE LOS MEDIOS

En su rápido razonamiento sobre la forma de salirse del compromiso, Moisés salió al paso con un nuevo impedimento: ¿Qué ocurriría si no le creían?.

Dios inmediatamente le preguntó que tenía en su mano. Era una vara. “—Déjala caer al suelo—ordenó el Señor. Moisés la dejó caer al suelo, y la vara se convirtió en una serpiente. Moisés trató de huir de ella, pero el Señor le
mandó que la agarrara por la cola. En cuanto Moisés agarró la serpiente, ésta se convirtió en una vara en sus propias manos.—Esto es para que crean que yo el Señor, el Dios de tus padres, Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob,
me he aparecido a ti...—“(Éxodo 4:3-6. Nueva Versión Internacional).

Dios mismo nos proveerá de los medios necesarios para que cumplamos la tarea cabal y exitosamente. No se preocupe por eso; preocúpese por disponerse para El.

DIOS ES QUIEN CONCEDE LA CAPACIDAD

Un tercer pretexto de Moisés fue su incapacidad física, específicamente en cuanto al habla. “—Señor, yo nunca me he distinguido por mi facilidad de palabra—objetó Moisés--. Y esto no es algo que haya comenzado ayer ni anteayer,
ni hoy que te diriges a este servidor tuyo. Francamente, me cuesta mucho trabajo hablar”(Éxodo 4:10).
Con frecuencia Satanás nos vende la idea de que no tenemos las capacidades para desarrollar alguna tarea, bien en el plano secular o eclesial. Pero no es otra cosa que su estratagema para sacarnos del camino. Dios no busca
hombres perfectos, porque quizá el orgullo los ha doblegado y no podrán cumplir su misión. Busca hombres que permitan el trato divino. Es a ellos a quienes puede moldear y a quienes usa en sus planes.

Por eso le respondió que El podría suplir esa situación. Y fue tajante: “Anda, ponte en marcha, que yo te ayudaré a hablar y te diré lo que debas decir”(versículo 12).

“¿POR QUÉ A MI, POR QUÉ AHORA?”

Esta frase popularizada entre quienes rehuir grandes responsabilidades, fue la que expresó Moisés como última alternativa. “Señor—insistió Moisés--, te ruego que envíes a otra persona”(versículo 13).

Hay quienes desprecian enormes oportunidades porque dimensionaron lo que creían eran sus limitaciones físicas, académicas o de liderazgo. Con el paso del tiempo se arrepienten.

El Señor tiene grandes planes para usted. Basta que se decida a serle útil. Es comprensible que sienta miedo, pero recuerde que Dios está en control de todo. No lo dejará solo. El velará por usted, y además, le ayudará a cumplir su
misión...

Piénselo. Tal vez debe tomar esa decisión ahora. No tarde. Dios y el mundo le esperan para grandes misiones...
UN LÍDER EN LA ENCRUCIJADA

Tomar decisiones que cambien el curso de nuestra historia no ha sido fácil y seguramente nunca lo será. Decidir implica modificar cosas, hacer ajustes y reorientar planes.

Ahora sume otro ingrediente. A la complejidad de tomar una determinación acompañe un anuncio: el camino que le resta es difícil y jamás faltarán los obstáculos. ¿Le parece estimulante una situación así? Sin duda que no.

Moisés recibió instrucciones específicas del Señor para que abandonara Madián, en donde tras el exilio se encontraba cómodo con su familia, ¡para regresar a Egipto!.

“Y dijo Jehová a Moisés: Cuando hayas vuelto a Egipto, mira que hagas delante de Faraón todas las maravillas que he puesto en tu mano; pero yo endureceré su corazón de modo que no dejarán ir a mi pueblo”(Éxodo 4:21). El reto
no solamente era muy grande sino que a la luz de la razón parecía no tener lógica.

Imagine por un instante la situación de un estudiante de seminario bíblico que recibe, justo cuando está cursando el último semestre, notificación de que una vez graduado debe ir a un sector rural distante de la ciudad. “No será
fácil—advierte la comunicación—pero confiamos que Dios le acompañará en este propósito de plantar una nueva congregación en ese lugar. De momento se encontrará con una familia de creyentes. Son los únicos”.

Sobra decir que llegar al sitio fue traumático. Era necesario viajar cinco horas en carro por una carretera sin pavimentar que más parecía una trocha. Los cinco cristianos, pertenecientes a una sola familia, le asignaron en medio de su
pobreza una habitación donde abundaban toda suerte de bichos.

Fue de parcela en parcela predicando y después de dos años y tres meses, se reunían en los cultos dominicales, treinta y dos personas.

¡Ahora sí encontraba sentido a la misión que le habían encomendado!.


Justo en esas condiciones le envían una nueva carta. Debe desplazarse a la capital para iniciar trabajo en un barrio marginal. Allí no hay ningún creyente conocido, pero la denominación desea plantar una iglesia en el sector.

¿Qué hacer? ¿Renunciar? ¿Seguir adelante? Ese es el punto crucial. Es tanto como caminar en medio de una encrucijada.

LAS ASIGNATURAS COMPLICADAS EN LA ESCUELA DE DIOS

Cuando tenemos la firme determinación de estar en el centro mismo de la voluntad del Señor, es necesario cursar las asignaturas más complicadas. Usted lo sabe, lo ha sabido siempre y si no es así, es probable que actualmente
esté aprendiendo el precio que debe pagar quien se matricula en la Escuela de Dios.

Nadie que no haya sido tratado de manera personal por el Creador, podrá aspirar a grandes misiones.

El hecho de que haya recibido una orden directamente del Supremo Hacedor, no significa que todos atenderán sus instrucciones. Así es que no manifieste extrañeza cuando aquellos a quienes enseña en la congregación o quizá en
un grupo de estudio bíblico, expresan rebeldía. Es previsible. Ocurre cuando algo choca contra sus concepciones de siempre. No quieren recibir algo nuevo.

¿Comprende ahora lo que podía sentir Moisés? Su condición emocional no era la mejor. “Entonces el rey de Egipto les dijo: Moisés y arón, ¿por qué hacéis cesar al pueblo de su trabajo? Volved a vuestras tareas”(Éxodo 5:4).

La corte faraónica no esperaba que alguien diferente a sus magos les hablara de deidades. Y más tratándose de Moisés que había sido de la realeza y fruto de dar muerte a un egipcio, se había dado a la fuga.

Luis Sánchez, quien lidera una creciente congregación del sur de Santiago de Cali insiste en lo complicado que resulta a un ex pandillero, quizá a un ex delincuente o otrora borracho o adúltero predicar una vez se convierte a
Jesucristo. ¿La razón? Quienes están alrededor desestiman sus mensajes o piensan que el cambio será transitorio. Están a la expectativa de que caigan en pecado. Sencillamente no lo pueden concebir.
En respuesta a la exhortación de Moisés, el Faraón impuso nuevos trabajos y más pesados que los anteriores a los israelitas, por aquél tiempo esclavos (Éxodo 5:5-11).

RECHAZADO POR SU PUEBLO

Con frecuencia recuerdo la historia de un pastor a quien le correspondió una dura tarea: plantar una iglesia en un sector popular de una ciudad. No fue fácil. Llegar con el evangelio de Jesucristo a gente sumida por mucho tiempo en
las tradiciones, no hizo otra cosa que generar rechazo.

Finalmente, cuando ya tenía un buen número de congregantes, alguien se levantó en división. Lo dejaron literalmente solo y para destruir su ministerio, tres personas del liderazgo levantaron calumnias. Le tocó comenzar de nuevo.

--El día que literalmente me sacaron del templo, descubrí el enorme dolor que despierta ser rechazado por aquellos por quienes sufriste desvelos y situaciones complicadas—me dijo.

A Moisés la escena no le fue ajena. “Y encontrando a Moisés y a Aarón, que estaban a la vista de ellos cuando salían del Faraón, les dijeron: Mire Jehová sobre vosotros, y juzgue; pues nos habéis hecho abominables delante de
Faraón y de sus siervos, poniéndoles la espada en la mano para que nos maten”(Éxodo 5:20, 21).

El impacto debió ser demoledor para el patriarca. Es probable que se preguntara si valía la pena tanto esfuerzo. “¿Qué gano yo a cambio de esta tarea?”, se preguntaba mientras miraba el desierto a lo lejos.

¿Se ha preguntado acaso de qué sirven sus desvelos? Es probable. Pero recuerde como líder que, justo cuando llegan las circunstancias adversas es cuando debe volver su mirada al Señor en procura de ayuda.

EN LAS FUERZAS DE DIOS, NO EN LAS NUESTRAS

El líder que permite que las cargas producto de su labor ministerial o secular se acumulen y busca resolverlas a su manera, probablemente desistirá de las tareas a su cargo o se dará por vencido con la firme decisión de no intentarlo
nuevamente jamás.
¿Qué hacer en casos así? ir a nuestro Padre en procura de su ayuda, como hizo Moisés.

“Entonces Moisés se volvió a Jehová, y dijo: Señor, ¿por qué afliges a este pueblo?¿Para qué me enviaste? Porque desde que yo vine a Faraón para hablar en tu hombre, ha afligido a este pueblo; y tu no has librado a tu
pueblo”(Éxodo 5:22, 23).

Dios no espera que luchemos en nuestras fuerzas sino en las de El. Este principio bíblico tiene aplicación tanto en nuestro desempeño eclesial como secular. Es una pauta que debemos tornar práctica. Los resultados no se harán
esperar, como ocurrió con Moisés:

“Jehová respondió a Moisés: Ahora verás lo que yo haré a Faraón; porque con mano fuerte los dejará ir, y con mano fuerte los echará de su tierra”(Éxodo 6:1).

Es necesario que aprendamos a desarrollar una confianza plena en Aquél que tiene control de absolutamente todas las cosas y nos puede ayudar a superar las crisis, cualesquiera que sean.

La decisión como alguien que sirve a Jesucristo y tal vez está en una encrucijada, es dejar en manos del Señor sus cargas y no dar lugar para que el desgano o la desilusión ganen terreno. ¡Usted puede lograrlo!

Cambie su concepción de “todo-lo-puedo” de quienes luchan a su manera con los obstáculos y no en las pautas y principios trazados por el Señor.

LA DURA TAREA DE SUBIR LA MONTAÑA


¿Alguna vez escaló una montaña? Sin duda descubrió que conforme salvamos la distancia que nos separa de la cima, las dificultades para avanzar y respirar son mayores. La presión, el viento y otros factores ajenos a nuestro
manejo, tornan imposible desplazarnos con la rapidez que anhelamos.

La imagen de un hombre o mujer subiendo a una cumbre es la mejor ilustración sobre las múltiples tentaciones que asaltan a un líder cuando cumple una misión. Hay quienes desisten rápidamente y, así hayan andado la mitad del
trecho, vuelven atrás. Otros se desaniman porque consideran que “todavía falta mucho” para llegar al punto más alto y no persisten. Un buen número prosigue la marcha pero influidos por sus compañeros, llegan a considerar que las
jornadas son muy difíciles. El grupo que llega a la cresta de la montaña es reducido, sino es que solamente uno solo lo logra.

¿Ha experimentado una situación similar? Entonces comprenderá los complejos momentos que atravesaron Moisés y Aarón en el proceso de librar a los israelitas del cautiverio egipcio.

NO SE DESESPERE ¡DIOS LO RESPALDA!

Graciela Fleytas es una misionera argentina de las Asambleas de Dios asignada a Mozambique, en el África. Llegó al lugar con una y mil iniciativas que pronto encontraron resistencia. Entre ellas la creación de un orfanato y de un
hospitalito.

Emprender la tarea no ha sido fácil. Por el contrario, en un mundo animista como el que habita en ese continente, problemas y obstáculos son lo que encontró a su paso. Pero no se dejó vencer. Avanzar asida de la mano del Señor
Jesús constituyó la base para sobreponerse a la adversidad.

¿Qué descubrió en su ministerio? Que si Dios da la visión, el concede la provisión y asegura la bendición. Tres elementos determinantes para toda persona que asume una enorme misión. ¿Quién permitirá materializar la misión? El
Señor mismo.

¿Recuerda dónde quedamos en las lecturas sobre la difícil tarea asignada a Moisés? Pues bien, sus tropiezos iniciales no fueron nada comparado con lo que vendría. Tales hechos y la forma como los enfrentó representan un
ejemplo para nosotros hoy.
Los primeros versículos del capítulo 7 del Éxodo nos revelan aspectos sumamente interesantes que le invito a considerar y a aplicar en su vida.

“Toma en cuenta le dijo el Señor a Moisés que te pongo por Dios ante el faraón. Tu hermano Aarón será tu profeta. Tu obligación es decir todo lo que yo te ordene que digas; tu hermano Aarón, por su parte, le pedirá al faraón que
deje salir de su país a los israelitas. Yo voy a endurecer el corazón del faraón, y aunque haré muchas señales milagrosas y prodigios en Egipto, él no les hará caso. Entonces descargaré mi poder sobre Egipto; ¡con grandes actos de
justicia sacaré de allí a los escuadrones de mi pueblo, los israelitas! Y cuando yo despliegue mi poder contra Egipto y saque de allí a los israelitas, sabrán los egipcios que yo soy el Señor.”(Exodo 7:1-5. Nueva Versión Internacional).

REPRESENTAMOS A DIOS MISMO

Colóquese por un instante en los zapatos de Moisés. Aquél que todo lo puede le encomendó una misión. En ningún momento le prometió que sería fácil; por el contrario, es a través de la dura experiencia de estar matriculado y
cursando asignaturas en la “Escuela de Dios”, que aprendió sobre los alcances de su nueva condición.

AL DECIR SÍ AL LLAMAMIENTO DIVINO, SE CONVIRTIÓ EN SU REPRESENTANTE ANTE FARAÓN.

Moisés fue puesto “por Dios ante el faraón”. Son las credenciales del Todopoderoso las que confieren autoridad y las posibilidades para desarrollar el trabajo propuesto. No es en nuestras fuerzas, sino en las de Dios.

Quizá usted oró por un trabajo. El se lo proveyó. Hoy siente que no puede. ¿Quién respondió a sus oraciones? El Señor mismo. Es sabio y por tanto, abrirá una salida a vista suya. No está solo ni en un laberinto del que no puede
salir.

¿Ejerce el liderazgo en una iglesia y siente que no puede seguir adelante?¿Todos están en contra suya?¿Enfrenta la intolerancia y la incomprensión? Es posible vencer. Usted es el representante de Dios. ¿Acaso no depende de Él?
Entonces, ¿qué impide que alcance los objetivos de la misión que recibió?.

NUESTRA OBLIGACIÓN: CUMPLIR AQUELLO QUE DISPUSO DIOS


El Señor no necesita que le demos “una ayudadita”. El es poderoso para hacer cuanto se ha propuesto. Empujar junto a Dios no es otra cosa que poner un obstáculo atravesarnos en Su camino. Es necesario dejarlo que obre.

Dios fue claro con Moisés: “Tu obligación es decir todo lo que yo te ordene que digas; tu hermano Aarón, por su parte, le pedirá al faraón que deje salir de su país a los israelitas”.

¿Ha intentado hacer las cosas a su manera creyendo que Dios le respaldará? La advertencia del Supremo Hacedor fue clara: el patriarca debía limitarse a hacer aquello que se le había ordenado. Igual nosotros. Obediencia es una
de las palabras clave para un ministerio exitoso.

DIOS ES QUIEN PELEA LA BATALLA

Hace poco tiempo recibí la carta de una pareja pastoral. Fueron asignados a un territorio dominado por el tradicionalismo religioso. Llevaban varios meses predicando sin que se produzca ninguna conversión a Cristo.

“No sabemos qué hacer—decía la comunicación--. Hemos invertido buena parte de nuestro tiempo evangelizando, distribuyendo tratados, haciendo cultos callejeros. Estamos desesperados. ¿Considera que lo más apropiado es
regresar a nuestra ciudad? Podríamos trabajar vendiendo algo y así restablecer nuestra vida secular”.

¿Cuál sería su respuesta? Pues le compartiré cuál fue la mía: “Quédense en el mismo lugar. Dios los llamó, Dios responderá. El hará prosperar Su obra. No luchen en sus fuerzas, luchen en las fuerzas del Señor”.

Dios es quien pelea con nosotros, tal como lo prometió a Moisés: “...y aunque haré muchas señales milagrosas y prodigios en Egipto, él no les hará caso. Entonces descargaré mi poder sobre Egipto”.

Es probable que como líder considere que ya hizo mucho y no puede más. Ha pensado en renunciar. ¿Es aconsejable? En absoluto. Cumpla lo que Dios le llamó a hacer, y si las luchas son enormes, deje que Él pelee por usted. Dios
finalmente cumplirá aquello que se propuso: “Y cuando yo despliegue mi poder contra Egipto y saque de allí a los israelitas, sabrán los egipcios que yo soy el Señor”.

¡EL ENEMIGO SE OPONE!


Por supuesto que Satanás y sus huestes salen al paso tratando de impedir que cumplamos la misión. Es algo apenas previsible. No es nada nuevo, por el contrario, ha sido así desde la misma creación del Universo.

Cuando Dios confió a Moisés el poder para demostrar a Quién representaba, el diablo quiso imitar todo. Y lo hizo a través de los hechiceros al servicio de Faraón: “Moisés y Aarón fueron a ver al faraón y cumplieron las órdenes del
Señor. Aarón arrojó su vara al suelo ante el faraón y sus funcionarios, y la vara se convirtió en serpiente. Pero el faraón llamó a los sabios y hechiceros y, mediante sus artes secretas, también los magos egipcios hicieron lo mismo:
Cada uno de ellos arrojó su vara al suelo, y cada vara se convirtió en una serpiente. Sin embargo, la vara de Aarón se tragó las varas de todos ellos.”(Éxodo 7:10-12. Nueva Versión Internacional).

¿Acaso le ha ocurrido que al interior mismo de la congregación hay quienes se levantaron en su contra y pusieron en tela de juicio el liderazgo que desarrolla? ¿Enfrentó en algún momento los aires de la división en la iglesia?¿Fue
blanco de ataques injustificados? Sin duda que responderá afirmativamente a uno de los tres interrogantes sino es que dice si a todos.

Satanás es astuto. Es el artífice de muchas doctrinas de error que arrastran a hombres y mujeres, alejándolos de la Salvación de Cristo. Pero lo grave es que engaña incluso a quienes están en el Camino correcto.

Al diablo hay que confrontarlo en las fuerzas de Dios. Y una estrategia eficaz es orar al Padre pidiendo su intervención, y declarando rotas las estratagemas satánicas que se levantan en contra. No olvide que usted tiene la autoridad
que le confirió el Señor Jesucristo, y es necesario ejercerla...

NUNCA LO OLVIDE: EL PODER ES DE DIOS, NO SUYO

Despierta preocupación que decena de líderes cristianos son humildes en tanto comienzan su labor. Pero una vez Dios los utiliza como instrumentos con poder y autoridad, olvidan que el poder proviene del Altísimo y no es fruto de
méritos propios.

¿Recuerda las plagas con las que el Señor asoló a los egipcios? Personalmente siempre me han parecido algo extraordinario que rompió toda lógica y demuestra en Quién hemos creído.

Recordémoslas de nuevo. Son nueve plagas: de la sangre (Éxodo 7:14-25), de las ranas (Éxodo 8:1-15), de los piojos (Éxodo 8:16-19), de las moscas (Éxodo 8:20-32), de la muerte del ganado (Éxodo 9:1-7), de las úlceras a
personas y bestias (Éxodo 9:8-12), del granizo (Éxodo 9:13-35), de las langostas (Éxodo 10:1-20) y de las tinieblas (Éxodo 10:21-29).
El colofón de todo fue el anuncio sobre la muerte de los primogénitos (Éxodo 11:1-10) que tuvo cumplimiento unos cuantos versículos más adelante (Éxodo 12:29-35).

El poder fue enorme. Pero era de Dios. Moisés lo entendió así y no se llenó de vanagloria. No vaya a ocurrir en su vida que confunda cuál es la fuente de poder.

Quienes incurren en este desliz, rápidamente caen. Terminan frustrados. Sus vidas se vuelven un caos y en el colmo de su descaro, echan la culpa a Dios. ¡Tremendo error! Son los orgullosos quienes desconocen el obrar divino.

LA DISPOSICIÓN DEL SIERVO

Necesitamos examinar nuestro corazón como siervos y evaluar la disposición.

Disposición es la acción o efecto de disponer. Disponer es colocar, poner las cosas en orden y en situación conveniente. Hay cosas que tienen que ser puestas en orden en estos últimos tiempos. "Pero...todo está en orden hermano.
¿No ve el despertar espiritual que estamos teniendo en América Latina? ¿No ve cómo están creciendo nuestras iglesias? ¿Usted no ve el nuevo movimiento espiritual que estamos observando, todo lo que estamos experimentado?
¿La nueva prosperidad que proclamamos? ¿No está observando los últimos avances en materia de guerra espiritual y nuestras nuevas fórmulas de fe?" Sí, lo veo y doy gracias a Dios por ello. Me gozo junto con usted, pero no cierro
mis ojos a la realidad.

¿Cómo se mide el corazón y la disposición de un siervo? ¿Por su actitud ante los logros, los éxitos y los avances? ¿Por la manera cómo es admirado por la gente y sus seguidores? ¿Por cuántos votos logra en las asambleas y en la
convención? ¿O, quizá, por cuántos programas de televisión tiene o cuán grande es la megaiglesia que pastorea? ¿Será acaso por la entrega al asumir grandes responsabilidades y la forma de iniciar nuevos retos?

No, el corazón de un siervo se mide por la disposición a ser examinado durante la obra y al terminar la misma. El corazón se mide por la actitud que tiene cuando necesita entregar el cargo a otro. Samuel demostró su verdadero
corazón cuando le entregó el pueblo a Saúl, primer rey de Israel.
Samuel fue el último de los jueces de Israel. Los jueces fueron individuos que ejercieron gran influencia sobre las tribus de Israel por su fuerte personalidad, estatura moral y el hecho de tener acceso directo a Dios. El corazón de
Samuel se pudo ver el día que él dio su discurso final ante el pueblo para entregarle la dirección de Israel a Saúl. En el corazón de Samuel había una total disposición para Dios y para el pueblo, y de ello nosotros necesitamos
aprender como siervos.

Para estudiar esta actitud vamos a 1 Samuel 12:1-5. En este pasaje Samuel no sólo clarificó su propio carácter sino que se colocó como ejemplo ante Saúl. En sus últimas palabras antes de marcharse Samuel demostró:

LA DISPOSICIÓN DEL SIERVO A ESCUCHAR

"He aquí, yo he oído vuestra voz en todo cuanto me habéis dicho, y os he puesto rey" (12:1).

Como siervos necesitamos aprender a escuchar al pueblo. Sin embargo, antes de aprender a escuchar al pueblo necesitamos aprender a escuchar a Dios. "Y dijo Jehová a Samuel: Oye la voz del pueblo en todo lo que te digan;
porque no te han desechado a ti, sino a mí me han desechado, para que no reine sobre ellos" (1 S. 8:7). Cuando aprendemos a oír a Dios, Él nos guiará para que oigamos a los que Él quiere que oigamos. Es difícil escuchar todo,
pero a menudo es necesario. Es fácil escuchar lo dulce, pero difícil aquello que sabemos que no tiene sentido. Un buen siervo sabe escuchar. Estemos dispuestos a escuchar al pueblo sin temor ni angustia. Muchas veces como
líderes tenemos miedo de escuchar lo que el pueblo quiere decir.

LA DISPOSICIÓN DEL SIERVO A REPRODUCIRSE

"Yo soy ya viejo y lleno de canas; pero mis hijos están con vosotros…" (12:2).

Hemos sido llamados para reproducirnos, jamás para perpetuarnos. En efecto Samuel les dijo: "Ya he terminado, estoy viejo, pero quedan entre ustedes mis hijos, la generación que sigue". Estamos en la obra de Dios para hacer
discípulos, y que el día que entreguemos lo que estamos haciendo podamos decir también: "Ya estoy viejo... pero aquí quedan los que he estado formando para que ellos continúen". El Señor Jesús nos dejó el ejemplo, y el mismo
modelo lo encontramos en Pablo cuando dijo: "Lo que has oído de mí ante muchos testigos, esto encarga a hombres fieles que sean idóneos para enseñar también a otros" (2 Ti. 2:2). Debemos dar los pasos para reproducirnos en
otros.
LA DISPOSICIÓN DEL SIERVO A SER MODELO

"Yo he andado delante de vosotros" (12:2).

Andar delante implica estar expuesto a ser observado y analizado. Muchos siervos quieren andar detrás, impulsando a la gente. Sin embargo, lo más importante es estar adelante, porque el mundo se ha cansado de las palabras. Lo
que la gente quiere son modelos. Si no hay un modelo de vida, surge la angustia. Pero no modelos de televisión. Muchos de los que sirven al Señor parecen más modelos de televisión que de vida. Debemos permitir que el evangelio
sea encarnado en nuestra vida y que podamos decirle al pueblo: "Yo he andado delante de vosotros".

LA DISPOSICIÓN DEL SIERVO A SER PERSEVERANTE

"…desde mi juventud hasta este día." (12:2).

Cuando Samuel expresó tal declaración estaba diciéndole al pueblo: "Ustedes saben que desde mi juventud hasta este día, cuando ya mi cabeza está llena de canas y mi cuerpo sin fuerzas, he sido perseverante". La perseverancia
estimula y anima a los seguidores. Samuel pudo hablar con firmeza: "He estado con ustedes desde mi juventud hasta ahora". No es asunto de comenzar... es asunto de mantenerse y terminar fielmente. Vivimos en un mundo lleno de
inconstancia y flexibilidades, pero a los siervos se nos exige ser constantes y la perseverantes. Que bueno es encontrar aún siervos que con su vida han demostrado fidelidad y perseverancia. El mejor mensaje que podemos
transmitir a los discípulos es esa clase de vida. Cuántas son las personas en las iglesias y en los centros de comunidad que tienen sus corazones frustrados porque no ven disposición a ser perseverantes en la vida de sus líderes.

LA DISPOSICIÓN DEL SIERVO A SER EVALUADO

"Aquí estoy; atestiguad contra mí delante de Jehová y delante de su ungido…" (12:3).


¿Liderazgo es exponerme a ser evaluado? ¿Ponerme delante para ser medido? "Jamás. Nunca lo toleraría". Ésa es la expresión de centenares de líderes, quienes tienen miedo a ser evaluados. Hoy, en los últimos años de esta
última milla que nos corresponde correr, los líderes somos llamados a la disposición a ser evaluados. El Señor Jesús nos dio la medida. Un día él llamó a sus discípulos y les dijo: "¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del
Hombre? Ellos dijeron: Unos, Juan el Bautista; otros, Elías; y otros, Jeremías, o alguno de los profetas. Él les dijo: Y vosotros ¿quién decís que soy yo? Respondiendo Simón Pedro, dijo: Tú eres el Cristo, el hijo del Dios viviente.
Entonces les respondió Jesús: Bienaventurado eres, Simón, hijo de Jonás, porque no te lo reveló carne ni sangre, sino mi Padre que está en los cielos" (Mt. 16:13-17).

El Hijo de Dios se expuso a ser evaluado. Como siervos no podemos aislarnos y vivir sin ser evaluados y sin rendir cuentas a nadie. La evaluación de nuestras vidas necesita extenderse a áreas vitales de nuestro ministerio. Samuel
estuvo dispuesto a ser evaluado en diferentes áreas y nuestro corazón necesita estar a la disposición de ser evaluado en las siguientes áreas, al igual que Samuel.

LA DISPOSICIÓN DEL SIERVO A SER EVALUADOS EN LA ADMINISTRACIÓN

"…si he tomado el buey de alguno, si he tomado el asno de alguno…" (12:3).

Como siervos de Dios se nos ha encomendado bastante para que lo administremos, y necesitamos responder a Dios y al pueblo con toda transparencia. Cuántos líderes han descuidado esta tarea y viven sin ser evaluados en el área
administrativa. Tenemos una responsabilidad que jamás podemos evadir. Administramos recursos ajenos. Son, primeramente, los recursos de Dios y luego son los recursos de la gente con la que estamos trabajando. No tengo
derecho de tomar algo que le pertenece al Señor y al pueblo. Jamás caigamos en el gravísimo error de llamarnos los "siervos e hijos del Rey" sólo para tener el derecho de administrar los recursos financieros y físicos sin rendir
cuentas.

Cuando yo comenzaba a pastorear recibí el consejo de una anciana misionera americana en mi país, de quién aprendí muchísimo. Un día ella me dijo: "Serafín, cuando estés en el pastorado administrando los diezmos y ofrendas de
la iglesia, antes de hacer cualquier gasto pregúntate: ¿se justifica este gasto? ¿se ajusta al propósito de Dios y a la prioridad de la iglesia? Recuerda que ese dinero que administras, a ti no te ha costado mucho...pero sí le ha costado
bastante al campesino que se levanta a las cinco de la mañana para vender sus verduras en el mercado; le ha costado a la mujer que lava ropa ajena para mantener a sus hijos, y al taxista que día a día está detrás de un volante y de
allí ha sacado su diezmo para la iglesia. A ellos les ha costado y no es justo que gastes ese dinero en lo que no es justo". Tales palabras calaron profundo en mi corazón de joven. Hoy, casi treinta años después, no las he olvidado y
me frenan cuando quiero escoger mi propio camino en materia de administración. Mantengamos la disposición a ser evaluados en el área de la administración.

LA DISPOSICIÓN DEL SIERVO A SER EVALUADO EN LA CONVERSACIÓN

"…si he calumniado a alguien…" (12:3).


El tema de nuestra conversación es determinante. La Biblia claramente declara que de la abundancia del corazón habla la boca (Mt. 12:34). Necesitamos cuidar nuestros labios para no calumniar a nadie. Es imperioso ser evaluados
por otros en el área de la conversación. Que bueno es poder decirle al pueblo y a otros compañeros: "Si ustedes oyen que mis palabras están desenfrenadas y destruyendo a alguien, por favor....evalúenme". Qué triste es encontrar
en el largo camino de la vida más de un centenar de líderes que han quitado de sus labios el freno y se han atrevido a calumniar a otros sin ningún temor. Me refiero a calumnias que se levantan sólo por el impulso del espíritu de
competencia, envidia, deseos malsanos de derribar al compañero a quien Dios está usando. Mentiras, calumnias, maquinaciones y artimañas han sido usadas en las últimas décadas por líderes inseguros que no han tenido el más
pequeño temor ante palabras que brotan con facilidad de la fuente malsana de su lengua impura. Mantengamos la disposición a ser evaluados en nuestra conversación.

LA DISPOSICIÓN DEL SIERVO A SER EVALUADO EN LA RELACIÓN

"…si he agraviado a alguien…" (12:3).

Agraviar es engañar o defraudar. Podemos como siervos usar el ministerio para engañar o defraudar a la gente, mas un día seremos expuestos a la luz. Necesitamos estar expuestos a ser evaluados en cuanto a nuestras relaciones:
con otros pastores, con los líderes con los cuales trabajamos y con la gente o la congregación en la cual nos desenvolvemos por la gracia de Dios. Por muchos años consideré el tema de las relaciones como algo periférico de mi vida
y de mi ministerio hasta que un día fui confrontado directamente por la Palabra de Dios acerca de la centralidad de ese tema. Nuestro Dios es un Dios de relaciones y Él desea que sus siervos las manejen y administren bien.

Es imprescindible estar dispuestos a ser evaluados en nuestras relaciones con el sexo opuesto y jamás defraudar a nadie en este sentido. En los últimos diez años la iglesia ha sufrido las dolorosas caídas de ministros y líderes, que
jamás estuvieron dispuestos a ser evaluados en ese aspecto. Jugar sutilmente con el sexo opuesto sin mantener los límites adecuados está llevando a muchos siervos al camino del engaño. Sabemos por el Espíritu de Dios, quien
nos advierte, y por la lógica que Dios nos ha dado como regalo cuando comenzamos a pasar los límites claros. Sonrisas, miradas, toques especiales, regalos cariñosos, llamadas telefónicas disfrazadas de atención espiritual son
juegos peligrosos que al igual que a Sansón pueden llevarnos a un desastre total. Qué bueno sería pedirle a ministros amigos y aún a los hermanos que nos rodean que tengan la libertad de llamarnos la atención y darnos una
palabra de advertencia antes de que la ceguera espiritual nos alcance y sea demasiado tarde.

Con el sexo opuesto no se puede jugar. En la oficina pastoral y el escritorio de consejería nacen con frecuencia las primeras semillitas de adulterio o fornicación. Detrás de muchas oraciones de «restauración» comienzan a germinar
las primeras miradas tiernas y debilitantes. Amado consiervo... detén tu camino, párate ahora mismo, da media vuelta y comienza a caminar por el sendero estrecho de la disposición a ser evaluado en tus relaciones.

LA DISPOSICION DEL SIERVO A SER EVALUADO EN LA OMISIÓN


"…o si de alguien he tomado cohecho para cegar mis ojos…" (12:3).

Jamás se encuentre en la evaluación de nuestra vida el hacer la vista ciega a pecados de personas por el simple hecho de recibir ayuda monetaria de ellos. Resistir la tentación a ignorar ciertas cosas para lograr nuestros propósitos y
metas debe ser un anhelo constante en la vida de un siervo. Podemos fácilmente tomar el camino de la omisión si nos toca tomar decisiones frente al pecado y el desvío de aquella persona, la cual precisamente aporta los más
grandes diezmos y ofrendas, que está sosteniendo el 80 por ciento del proyecto, el ministerio, la iglesia o la organización. Sin embargo, ninguna cosa caminará sin la debida consecuencia. Tarde o temprano seremos alcanzados por
la onda expansiva de la omisión. Hace unos meses leía en un periódico de Centroamérica un gran titular que decía: «pastor evangélico acusado de violación de una adolescente en su iglesia». Con asombro comencé a leer las
descripciones tristes de la acusadora y las consabidas defensas del acusado. Me encontré estremecido por las palabras dichas por el presidente de la organización donde este pastor trabajaba y, ante la pregunta del periodista acerca
de cuál era su opinión, el líder nacional de esa iglesia dijo a la prensa las siguientes palabras: "Estamos investigando para encontrar la verdad y, si el caso resultara ser cierto, procederemos a cambiar a este pastor de iglesia y
enviarlo a otro lugar para pastorear". Cerré el periódico y me quedé mirando a la distancia mientras mi mente daba tumbos de un lado a otro y en mi corazón dije: "Esta expresión la he escuchado muchas veces o de palabra o de
hecho". Omisión. Omisión. Algunos líderes parecen intocables: su trayectoria, su renombre, su aparentemente limpia reputación y el largo historial de «éxitos» los hace intocables, por lo tanto es mejor omitir. "No hagamos de esto
algo demasiado grande". "Es mejor no dañar al pueblo". "Esto quedará entre nosotros". ¿Creemos que podemos engañar al pueblo? Jamás, el pueblo tarde o temprano lo sabrá. La gente no pide de sus líderes perfección… pero, sí
busca y demanda honestidad. Corazones heridos hay muchos, y sobran almas secas y sedientas por el valle de la omisión.

LA DISPOSICION DEL SIERVO A SER EVALUADO EN CUANTO A DISPOSICIÓN A RESTITUIR

"…y os lo restituiré." (12:3).

La restitución es esencial para cultivar la confianza de aquellos a quienes hemos herido. Samuel estuvo dispuesto a restituir. Pedir evaluación sin restitución es hipocresía. Muchos quieren pedir perdón, pero no demuestran la
disposición a la restitución. ¿De qué sirve pedir perdón si no devuelvo el dinero que tomé? ¿De qué sirve pedir perdón si no me esfuerzo para reponer lo que dañé y ultrajé? La respuesta del pueblo fue: "Nunca nos has oprimido ni
maltratado, ni te has dejado sobornar —dijeron ellos" (1 S. 12:4 VP). Que emocionante es, para quienes hemos trabajado, recibir la respuesta del pueblo diciendo: nunca nos has defraudado o, si una vez lo hiciste, has pedido perdón
y los has restituido. Samuel, con firmeza pero con gozo interno, dijo: "El Señor y el rey que él ha escogido son testigos de que ustedes no me han encontrado culpable de nada" (1 S. 12:5 VP).

REFLEXIÓN

Necesitamos examinar nuestro corazón como siervos y evaluar la disposición. El pueblo se alimentará de lo que llena nuestro corazón. ¿Cómo responderemos en el momento en que tengamos que salir de donde estamos y entregar
a otro lo que Dios en su misericordia nos ha permitido operar? Cuando murió Samuel, todo el pueblo lo lloró. Cuando murió Saúl, dejó consternación. Samuel traspasó su cargo con honor. Saúl se aferró a su cargo y persiguió a
David, porque no toleraba dejar el poder. ¿Estás dispuesto a traspasar tu cargo con honor o acaso te estás aferrando al mismo y persiguiendo a quien pudiera sustituirte? Hoy es el día del gran comienzo.
Serafín Contreras es misionero de la Misión Internacional Cuadrangular para Centroamérica y miembro del Comité Consejero de la Conferencia Mundial Pentecostal.

LA MADUREZ DE UN MINUTO

¿Cómo lograr la autenticidad espiritual, la oración vital y la congregación que diezma? Un pastor que se sentía descontento y culpable en cuanto a su falta de desarrollo espiritual nos comparte su experiencia de cómo incorporó las
disciplinas espirituales en su vida de pastor. El descubrió que si nuestra demanda central es ser igual a Cristo, esta se logra siguiendo el estilo de vida que el Señor escogió para sí mismo. La única manera de llegar a asemejarse a él
es arreglar nuestra vida como él arregló la suya.

Compré El gerente de un minuto. Luego compré Colocando al gerente de un minuto a trabajar. Me gusta la idea de convertirme en un gran líder en sesenta segundos. Dada la propensión eclesiástica para bautizar y poner en el
mercado tendencias seculares unos años más tarde de su apogeo, he estado esperando que alguien saque El pastor de un minuto —una guía de sesenta segundos para la autenticidad espiritual, la oración vital y la congregación que
diezma.

Desearía que fuera posible. Algunas veces siento que sesenta segundos son todo lo que tengo. Entré en el ministerio pastoral porque creo que la búsqueda de Dios trasciende a toda otra búsqueda. Sin embargo, encuentro que la
mera actividad de este trabajo entorpece mi búsqueda de Dios, más que cualquier otro obstáculo. A menudo el ministerio refuerza mi falta de atención para con Dios. Pero tengo días cuando siento que si Dios realmente quiere que
este trabajo sea hecho, mejor que se ocupe de su trabajo personal conmigo en un minuto.

Un llamado de un feligrés dio justo en la tecla. «Quiero conocer más a Dios, pero la oración y la lectura siempre me resultan todo un esfuerzo. ¿Será que alguna vez cambiará?» Le cité algo de C. S. Lewis, «Lo que parecen nuestras
peores oraciones, menos apoyadas por un sentir devocional, tal vez sean, a los ojos de Dios, nuestras mejores oraciones». Pero no pude decir más que eso porque la pregunta que me había hecho era la misma que yo me hacía.

Comencé a preguntarme: ¿Es que estoy haciendo algún progreso en mi espiritualidad? ¿Es que me asemejo más a Cristo hoy en día que hace cinco años atrás? ¿Cómo puedo lograrlo? Me sentía descontento y culpable en cuanto a
mi falta de desarrollo espiritual.
Luego una frase en El Espíritu de las Disciplinas de Dallas Willard me golpeó: "Mi demanda central es que podemos ser como Cristo haciendo una cosa —siguiéndole en el estilo de vida que él escogió para sí mismo". Si Jesús
practicó el silencio, la oración, el estar a solas, la vida sencilla, la sumisión y la adoración regularmente, la única forma para que yo llegue a asemejarme a él es arreglar mi vida como él ordenó la suya. Fue así que comencé a
incorporar las disciplinas espirituales en la vida de un pastor de un minuto. Comencé con el retiro y el silencio.

ACOMPAÑADO EN LA SOLEDAD

Thomas Merton llama a la soledad la más básica de las disciplinas, diciendo, "La verdadera soledad limpia el alma". Esto era imposible de hacer en casa. Con tres niños menores de cinco años, nuestra casa no tiene paz ni quietud.
Por lo que todos los días comencé a ir a la oficina una o dos horas antes del horario en el que los demás llegaban para aprovechar la quietud.

Luego decidí asignar un día entero lejos de la iglesia para estar a solas. Esperaba hasta encontrar una semana en la que pudiera tomarme un día de trabajo libre. Nunca llegó. Por lo que finalmente designé un día de retiro en el
calendario y decidí trabajar en torno al mismo.

Nunca había separado tiempo para un retiro así antes, y no estaba seguro de lo que debía hacer. En mi tradición, un retiro es algo que uno hace con muchas otras personas, donde uno tiene la oportunidad de escuchar a distintos
oradores, mucha música, y donde siempre hay ruido y actividad para evitar que haya silencio y soledad. Un buen retiro según nuestro razonamiento, es aquel que llega a requerir de una semana de descanso, después de finalizado.

Sin embargo mi retiro comenzó en una capilla con vista al mar. La capilla está mayormente recubierta por cristales, dando la impresión para el que está parado a sólo unos metros de distancia, de que realmente no está allí. Me senté
adentro, solo, y comencé a orar siguiendo una lista que había preparado para aquel día —en caso de que no tuviera nada para hacer.
Precisamente eso fue lo que ocurrió. Mis temores se materializaron. Para las 10:30 a.m., ya no tenía nada más para orar. Había dicho todo lo que tenía que decir, y Dios no había dicho nada. Hubiera deseado que uno de los dos
fuese más conversador.

Por lo que bajé hasta la playa, y observé al oleaje rompiendo en la costa; inhalé la salada brisa del mar y no pensé en nada. Me sorprendió descubrir lo bueno que era en esto.

Mirando a las gaviotas planeando y a los pelícanos bajando en picada, arremetiendo, virando bruscamente y luego descendiendo rápidamente en busca de su almuerzo, comprendí el propósito para el cual estaba allí, algo que debía
aprender: mi propia vida estaba atada a la tierra, y no tenía alas. Yo me encontraba yendo fatigado de una tarea a otra, con anteojeras, abstraído del drama y la pasión de la vida real. Me había bloqueado (trabado) a mí mismo a
causa del temor de no complacer a otros. Había esculpido mensajes para tener la aceptación de aquellos que tenían poder sobre lo que yo rotulaba como éxito —a pesar de que su comprensión de la vida espiritual no fuera igual que
la mía.

Estando a solas observé que el propósito del vuelo no es solamente el de encontrar peces o un lugar para aterrizar. El propósito del vuelo, es el de volar, por el simple placer de hacerlo.

El propósito de la vida no es simplemente encontrar técnicas para ser exitoso. El propósito de la vida es reír, llorar, orar, llevar alegría a mi esposa e hijos, conocer a Dios. El ser salvo es mucho más que la mera afirmación de un
credo y el evitar unos pocos comportamientos altamente visibles. Significa vivir. Sin embargo, el estilo de vida del pastor de un minuto, no me daba tiempo para vivir, ni tiempo para ser salvo.

Ahora a menudo paso mis días de retiro en la costa. Aun tengo luchas con la intranquilidad, un sentir como que debo estar haciendo algo. Pero el saber que estas olas han estado rompiendo en la costa miles de años antes de mi
existencia y seguirán rompiéndose por miles de años después de mí, me ha ayudado a poner mi vida en la perspectiva correcta, ayudándome también a ser un poco menos mesiánico.

Según la Historia Anglorium, Canuto, uno de los reyes de Inglaterra del siglo XI, decidió contrarrestar la adulación de sus consejeros yendo hasta la playa, donde sentado en una silla, prohibió que la marea entrara. Cuando la marea
continuó entrando, se quitó la corona y la colgó en una estatua del Cristo crucificado, y jamás volvió a usarla.

EL SILENCIO ES…
Una vez a la semana me fijo "un día tranquilo", un ayuno del ruido. Trato de hablar lo menos posible. Trato de aprovechar todas las oportunidades de tranquilidad que se me presenten. Por ejemplo, no escucho casetes ni la radio
cuando estoy conduciendo. Durante estos días me doy cuenta de cuán adicto al ruido me he vuelto.

Practicando el silencio, me he dado cuenta que mucho de lo que digo es parte del juego de "causar una buena impresión en otros", con el objetivo de resaltar mi imagen. Me encontraba en una conferencia de pastores hablando con
dos pastores, cuando uno de ellos le preguntó al otro cómo andaba su iglesia, lo que en realidad en el ámbito viene a significar "¿Cómo es de grande tu iglesia?" y "¿Cuán importante eres?". Luego me hicieron la misma pregunta, y
sin pensarlo me encontré agrandando la asistencia de mi iglesia en cincuenta personas.

En un momento de silencio antes de hablar, se me ocurrió. "¿Qué es lo que estoy tratando de hacer? ¿Es que realmente voy a impresionar a estas personas convenciéndolas con que la iglesia tiene cincuenta personas más de las
que tiene? ¿Es que realmente estoy dispuesto a sacrificar mi integridad a fin de lograr cierto status usando el recurso de unas cincuenta personas más?" (Si es que voy a comprometer mi integridad; por qué no agrandar la cifra en
quinientas personas, para que realmente valga la pena).

LEYENDO LAS ESCRITURAS INÚTILMENTE

El área de la lectura bíblica es otra donde tengo que librar la batalla de un minuto. Acostumbraba a ahorrar tiempo usando los mismos textos que estaría usando en mis sermones para la reflexión personal. He sabido de pastores que
centran su lectura devocional en torno al material que estarán usando en la predicación dentro de tres años.

Pero cuando trato de hacer algo así, termino concentrándome en la forma como habré de usar el texto en un mensaje aplicándolo a cada alma, menos a la mía. Por lo que deliberadamente leo los textos bíblicos que no estaré usando
en las predicaciones.

También he comenzado a leer libros que dan ejercicios específicos para visualizar o meditar en las Escrituras. El libro Ejercicios espirituales de Ignacio de Loyola, me ha ayudado mucho por ejemplo llevándome a examinar mi
conciencia para descubrir el pecado que pudiera destruirme más o contemplar las consecuencias del pecado.

LA LIBERTAD DE LA CONFESIÓN
La disciplina de la confesión me asustaba más que cualquier otra disciplina. A pesar del hecho de que nuestra cultura valoriza la autenticidad (o genuinidad), el ser pastor coloca ciertos límites a la auto exposición. No podemos llegar
al púlpito y simplemente decir, "He tenido luchas con la codicia esta semana y no creo haber logrado la victoria aún".

Sin embargo justamente quería hacer eso con alguien a quien yo respetaba por su espiritualidad, alguien en quien podía confidenciar, que me aceptaría incondicionalmente, y que sería absolutamente veraz conmigo. Al final me dirigí
a un amigo que conocía desde hace diez años, también muy activo en el ministerio.

Nos reunimos semanalmente para un tiempo de confesiones. Trato de exponer mis actitudes y comportamientos con los cuales he tenido luchas durante la semana. A estas alturas él conoce mis principales tentaciones, por lo que a
menudo se dirige a mí con preguntas muy directas también.

El encontrar el lugar apropiado para reunirse podrá ser un desafío mayor que el encontrar a la persona adecuada. Habíamos decidido reunirnos en el restaurante de un club. Un miércoles, mientras conversábamos, uno de nosotros
(el que permanecerá en el anonimato) habló de tentaciones sexuales. Cuando nos levantábamos para irnos, nos dimos cuenta de que habían dos niños de diez años en la mesa contigua, los que habían estado pendientes de cada
palabra que dijimos.

Por lo que ahora tomamos cuidado de sentarnos en una mesa apartada o bien nos reunimos en una cancha de tenis vacía, para evitar que otros nos escuchen.

Así como me costó al principio habituarme a la confesión, ahora me cuesta imaginar no hacerlo. El saber que voy a tener que reportarme a alguien me ayuda a no caer en trampas que de otro modo no podría evitar. Y de la confesión
a otra persona experimento un tremendo alivio.

Dietrich Bonhoeffer escribió, "La confesión es el remedio dado por Dios para no caer en el autoengaño y la autocomplacencia. Cuando confesamos nuestros pecados a un hermano cristiano, mortificamos el orgullo de la carne,
entregándolo a la vergüenza y a la muerte a través de Cristo. Luego con la palabra de absolución nos elevamos como hombres nuevos… La confesión es así una parte genuina de la vida de los santos, y uno de los dones de la
gracia".

EL SERVICIO COMIENZA EN CASA


La disciplina del servicio tal vez venga a ser lo menos natural en mí. Uno de los lugares claves en los que he tratado de practicar esta disciplina es en casa. Muy a menudo me siento tentado a jugar el «he tenido un día más difícil que
el tuyo, por lo que merezco ser atendido por ti» con mi esposa. (El ser pastor agrega puntos en mi favor en el juego, ya que no sólo estoy trabajando, sino que estoy haciendo la obra de Dios).

Recientemente cuando nos encontrábamos de vacaciones, mi esposa, nuestro hijito y yo, habíamos caminado cerca de un kilómetro cuando nos dimos cuenta de que habíamos dejado el biberón en el automóvil; alguien tenía que
buscarlo. Como había una asunción tácita (la mía) de que el asegurarse que teníamos el biberón con nosotros era tarea de mi esposa, le di a entender a mi esposa que me frustraba tener que buscarlo.

No le dije nada directamente (como la mayoría de los pastores, sólo fruncí los labios) pero le di suficientes pistas como para sugerirle que lo sentía como una imposición.

No fue hasta la mañana siguiente que me di cuenta que había convertido lo que podría haber sido un acto de servicio —aunque pequeño— hecho con alegría y por amor, en un acto de separación y de auto preocupación.

Por lo que he comenzado a incluir en mi agenda tiempos donde me ocupe de los niños o haga tareas en casa, y me comprometo interiormente a no llevar la cuenta de lo que hago. Por supuesto que no he hecho cosas maravillosas,
dignas de admiración y alabanza. Pero por lo menos algunas veces he hecho huevos revueltos. Y he limpiado la cocina después.

EL CURSO DEL AYUNO

No estaba seguro de cómo debía usar el ayuno cuando probé hacerlo inicialmente. La actividad me era totalmente desconocida. Evocaba en mi imaginación distintos tipos de imágenes demacradas en taparrabos.

El primer descubrimiento que hice el primer día que ayuné fue el de la gran cantidad de restaurantes con comidas rápidas que existían en mi comunidad.

También he descubierto cuán ligada está la vida de la iglesia a la actividad comestible. Dondequiera estén dos o tres hermanos de la iglesia reunidos, estará el café y las galletas en medio de ellos. Ha sido humillante descubrir lo
mucho que pienso en la comida.
Sin embargo, el ayuno, progresivamente, está resultando más fácil. De alguna manera —y no sé qué conexión hay —cuando ayuno percibo con mayor claridad lo acelerado que vivo. También he descubierto un vínculo real entre el
ayuno y la capacidad de resistencia ante antojos de otras cosas aparte de la comida.

El ayuno es a veces difícil de reconciliar con la vida del hogar. Una noche cuando olvidé mencionarle a mi esposa que estaba ayunando, llegué a casa para encontrarme con un plato de "spaghetti" casero que mi esposa había
preparado especialmente para mí. Decidí rápidamente que la disciplina del sometimiento y de agradar a mi esposa era más importante esa noche que mantener el ayuno.

¿UN PASTOR INDISCIPLINADO?

¿Es que practicar estas disciplinas me han hecho un mejor pastor? No lo sé. Titubeo en preguntármelo; uno de mis problemas como pastor de un minuto es la tendencia de medir todo en función del mejoramiento de mi carrera.

Sé una cosa: No soy bueno en ninguna de estas disciplinas aún. Thomas Merton escribió, "No queremos ser principiantes. ¡Pero convenzámonos de que no seremos otra cosa que principiantes durante toda nuestra vida!"

Supongo que lo que he logrado de las disciplinas hasta ahora es la esperanza —de que el esfuerzo de asemejarme más a Cristo tiene una forma definida. Ya no es más un deseo ambiguo. Hay cosas que yo puedo hacer. Y en el
período de toda una vida, el cambio es posible.

Eso es una buena noticia, porque no hay ángeles de un minuto.

TENGO QUE SEGUIR

Cuando la soledad, la crisis y el desaliento sobrevienen en la vida pastoral, también lo hace el deseo de desprenderse de las responsabilidades y "tomar el primer avión".

De todos los hombres que han hecho bien a mi vida, al que más admiro es a Jesús de Nazaret. Y estoy convencido de que Él tenía un lema que, si bien no lo menciona tal cual en la Biblia, para mí resume toda su vida y ministerio:
"Tengo que seguir".
Jesús fue un hombre de problemas. ¡Él los tuvo en abundancia! Cuando era adolescente, teniendo escasos doce años, lo llevaron a Jerusalén caminando desde Nazaret. Según dicen algunos eruditos, el viaje duraba unos cinco días
(cuatro para los más jóvenes). Me imagino ese camino de la forma en que mi amigo Samuel Coleman lo describe: "Cuando Jesús caminaba, sus ojos puros y límpidos de adolescente iban apreciando a su alrededor el espectáculo
multicolor de la gente en la caravana (Lc. 2:41 ss.). Allí se veían los que tenían algún burrito, los que podían contar con un carro o hasta los más prósperos con sus ‘camellos importados’. Dicen los historiadores que acostumbraban a
cantar salmos. Cantaban, sí, pero recordemos que eran un pueblo incrédulo. Estaban acostumbrados a cantar, de la misma forma que no pocas de nuestras iglesias cantan por costumbre. Jesús veía que muchos de ellos cantaban
pensando en otra cosa. Y sus ojos le dejaban ver todo eso. Las mamás comentaban sobre temas domésticos, interrumpiendo para llamar a sus niños; los papás hablaban entre hombres de sus cosas, mientras cantaban y
caminaban".

"La llegada a Jerusalén estaba signada —sugiere Coleman— por las filas que los hombres debían hacer para presentar sus ofrendas en el templo, mientras los sacerdotes iban oficiando los sacrificios a los miles que se acercaban a
aquella ciudad. Parece ser que eso duraba entre dos y tres días, en los cuales los levitas dirigían canciones, los rabinos instruían en la doctrina, los hoteles no alcanzaban y la gente se dispersaba haciendo campamentos y picnics por
doquier. Todo era una oportunidad, una ocasión social. Todos disfrutaban de las situaciones sociales, con poco recuerdo del verdadero significado de la Pascua". (Curiosamente suele suceder lo mismo en días como Navidad y en
algunos congresos evangélicos).

El pequeño Jesús caminaba y miraba todo esto. Dirigía su mirada hacia este grupo, hacia aquel otro montón de personas y, seguramente, se hacía preguntas sobre todo esto. Él era transparente, puro, pero estaba en medio de un
pueblo incrédulo.

Él no se detenía en el aspecto social. Tanto es así, que se quedó, mientras José, María y sus parientes se volvían a Nazaret. La gente estaba en otra cosa, pero Jesús no. ¿Qué hacía Jesús?, ¿qué pasaba por su cabeza? Él se
paseaba en medio de los sacrificios, del olor del humo y de la sangre derramada, del balido de las ovejas y de las distintos agrupaciones de gente. Mientras caminaba, observaba a los grupos cantando y la gente que rodeaba a
alguno que otro rabino. Los sacerdotes hacían su liturgia y los mercaderes aprovechaban la ocasión. Los niños correteaban y las mamás, por detrás, buscándolos. Todo esto veían sus ojos de adolescente: esta realidad de la
costumbre. Tal vez fue ése el tema de discusión con aquellos líderes en el templo. Quería preguntar, escuchar, observar, debatir. ¡Así comienza su relación con ese pueblo! ¡Allí tenía que ministrar y algo le mordía en su corazón al
pensar en los negocios de su Padre! Él quería preguntar y que le contestaran, no quería hacer gala de gran magisterio, sino ir al meollo de la cuestión. Tal vez su pregunta era: "¿Por qué esta gente está tan vacía, tan hueca? ¿Por
qué no pasa nada aquí?" Se estaba viviendo en medio de costumbres, y ése fue uno de los primeros problemas que enfrentó Jesús.

Con el correr del calendario, cuando Jesús comienza verdaderamente su ministerio, debe enfrentarse a un problema mayor, uno que, para nosotros, sería de terrible desaliento. Él llega a la sinagoga en Nazaret y comienza a hablar:
"El Espíritu del Señor es sobre mí, ... etcétera, etcétera". Comienza a decir las cosas y es rechazado por la congregación. Mi hermano, esto es fácil de leer en el texto bíblico, pero qué difícil es enfrentarnos con una congregación que
corta nuestro mensaje ¡y nos echa del templo! Cuando uno es joven y tiene treinta años, es conciente del tremendo ministerio que debe cumplir, se ha preparado largamente para ese ministerio y su primera experiencia es ésta, ¿qué
siente en ese momento? Lo expulsaron, lo sacaron del lugar, exclamando: "No es posible que se pare alguien a decirnos lo que no nos gusta oir!" "¡A éste hay que echarlo de aquí!»"

Y Jesús sale. Yo no sé con qué expresión abandonó ese lugar. Lo que sí sé es que Él, a pesar de ser Dios, era también verdaderamente hombre. ¡Y yo sí sé cómo me hubiera sentido si eso me hubiera pasado a mí! ¡Hubiera salido
"con el rabo entre las piernas"! Me habría desmoralizado, desalentado; habría tenido un inmenso sentimiento de soledad.
Hace algunos años me tocó vivir una experiencia parecida; sin embargo, no puedo ni imaginar en toda su dimensión lo que Jesús vivió. Es de esos momentos en que dan ganas de decir: "¡Dejo todo! ¡Que se arreglen solos!" Pero
Jesús recién comenzaba. Hasta ese momento, esa "media predicación" había sido todo su ministerio público, y ya estaba derrumbado. Fue, entonces, en su soledad y crisis que pensó: "Tengo que seguir".

Cuando uno ve problemas en el pueblo, trata de dirigirse a los líderes; si siente que "tiene un mensaje" para dar, entonces lo enfoca hacia los que dirigen. Y muchas veces uno encuentra lo mismo que encontró Jesús: indiferencia,
burla, ridiculización, ataque, saña y todo aquello que Él recibió de parte de los escribas, sacerdotes y fariseos: las "autoridades" contemporáneas. Hubo momentos en que Él se enojó con ellos. Llegó a llamarlos "sepulcros
blanqueados", pero no lo escucharon.

Me imagino cómo me hubiera sentido yo si los principales intelectuales y pensadores de mi tiempo se hubieran acercado a mí para decirme: "Tú estás loco", o para tratar de hacerme caer en una trampa. Habría dicho: "Si los que
estaban presentes en la sinagoga me echaron, es una cosa, al final de cuentas era el pueblo llano, pero ¡esta gente! ¡Ellos son los que conocen la Palabra de Dios! ¡Son los que se han nutrido de ella! Si ellos vienen a decirme: ‘¡No!’,
es como para decir: ‘Si ni el pueblo ni sus líderes quieren oírme, allá ellos. Yo ya les prediqué. ¡Que se arreglen!’". Sin embargo, Jesús otra vez decidió: "Tengo que seguir".

Quien no conoce o recuerda bien la historia bíblica podría decir: "Bueno, por lo menos Jesús contaba con el apoyo de su familia". ¿La familia? Ellos creían que estaba loco. Dice la Biblia que vinieron a buscarlo "porque creían que
estaba fuera de sí". Uno piensa: "Llego a casa después de soportar horas de una sociedad corrupta, molesta, y alterada; entonces, descanso, me relajo y comparto con los míos las frustaciones que he sufrido". Jesús se encontró con
que ni siquiera María lo entendía. Sus mismos hermanos eran los que se encargaban de decir: "Está fuera de sí", "ha perdido la razón".

Piense, hermano, que esto sucedió mucho antes de la cruz; forma parte de los padecimientos de Cristo, de los cuales nosotros mismos somo partícipes. Si uno aspira a ser pastor de una iglesia, tiene que estar dispuesto a poner esto
por delante y saber que pueden venir momentos en que, aun los que amamos, no nos entenderán. Tal vez ni siquiera dentro de nuestra propia casa encontremos el apoyo que necesitamos.

En esos momentos Jesús se encontraba completamente solo. Sin embargo, los discípulos estaban con Él. ¿Los discípulos? ¿Esa multitud frenética que a veces lo seguía, que se gozaba cuando Él multiplicaba los panes y los peces,
que lo alababa cuando hacía milagros, pero que decía: "¡Uy! ¡Dura es esta palabra!", daba media vuelta y se iba? Y éstos no eran los de la sinagoga, eran los que "simpatizaban" con Él. Pero cuando Jesús les habló de identificarse
con su sangre y con su muerte, la respuesta fue la espalda. Y Él, una vez más: "Tengo que seguir".

Es allí cuando mira a los doce y les pregunta: "¿Quieren irse ustedes también?" Y ellos dicen no. "¿A quién iremos?", le contestan.
¡Qué apoyo!. ¿Y quiénes eran "los doce"? Allí estaban: Pedro, con un montón de problemas que culminaron en una negación o, mejor dicho, una traición; Tomás, quien fue un incrédulo hasta después de la resurrección; Felipe, que
no entendía lo fundamental (tanto que Jesús tuvo que decirle: "¿Hace tanto tiempo que estoy con ustedes y todavía no me has entendido?"); Jacobo y Juan, que todo lo que querían era tener los puestos de la derecha y de la
izquierda, y que descendiera fuego del cielo para destruir a los samaritanos. Contra ellos y los demás Jesús llegó a enojarse y decir: "¡Hasta cuándo tendré que lidiar con ustedes!" Esos eran "los doce".

Mi estimado colega, si los teólogos se burlan y me quieren tender trampas, si se me viene en contra la congregación y me echan del lugar, si la familia me trata como a un loco, si los que me siguen ya no lo hacen más y los pocos
discípulos que me quedan no me entienden, entonces renuncio. Pero Jesús dice: "Tengo que seguir".

Hermano, si a ti te desalientan las cosas que te ocurren, ten presente que a Jesús le sucedieron muchas peores. ¡Y antes de la cruz! La soledad que tú vives, Él la vivió; el dolor que sientes, Él también lo sintió. ¡Si tienes un mensaje
para el mundo, dilo ahora, aunque el mundo entero te rechace! Aun cuando suceda lo peor, ¡tú tienes que seguir!

Llega el momento en que mi Señor arriba a Jerusalén. Habían pasado tres años desde aquella expulsión en Galilea; tres años que significarían treinta, cuarenta o cincuenta en nuestros ministerios. Años de múltiples esfuerzos, de
sacrificios y de amor derramado. Y al llegar, encuentra la turba de discípulos inconstantes e inconsecuentes que lo rodea para hacer la revolución, que lo interpreta como un líder político, pero que después lo abandonará. ¿Por qué
lloró Jesús al entrar en Jerusalén? ¿Por qué no se sintió apoyado y reconfortado? ¿Por qué no experimentó el gozo que hay en el corazón de Dios cuando es alabado y adorado, cuando es reconocido como rey? En ese momento,
esa ciudad vivía dos sentimientos: el de la fiesta de la Pascua, con el festejo de los panes sin levadura, y el de los que creían que venía un nuevo rey terrenal. Jesús sabía que se encontraba en medio de un pueblo ciego y sordo a su
verdadero mensaje, y esto, hermano, duele mucho. Es triste sentirse alabado, palmeado, vitoreado y engrandecido, pero descubrir que allí no hay nada más que vacío. Por eso Jesús lloró. Lloró por la gente de esa ciudad, que
pensaba mucho en los corderos de la Pascua, pero que a Él, el verdadero cordero, no lo reconocía como tal.

"¡Hosana al que viene en el nombre del Señor!" Tal vez, en su corazón, surgió aquella frase que los profetas habían transcripto: "Este pueblo de labios me honra, pero su corazón está lejos de mí". Mi hermano, cuando uno es como
"cantor de amores", al que la gente palmea por lo bien que canta, pero a quien nadie escucha, el corazón se duele. Y Él no puede ni siquiera volver a confiar en los doce. Pronto les dirá que todos lo abandonarán, que se quedará
solo.

Si tu eres siervo de Jesús y alguna vez te sientes solo, estás identificado con Él. Si llegas a experimentar tristeza, aflicción y piensas que el camino de la cruz se está volviendo una agonía, recuerda que Aquel también lo padeció. Si
sientes que el mundo entero, aun tus amigos más cercanos, se vuelven contra ti, y que la senda de la cruz es ya demasiado dura, piensa que Jesús la transitó en una forma más dolorosa todavía, ¡y sin culpa ni responsabilidad!

En estos momentos Jesús ya está frente a un cuadro en sobremanera frustante. Su muerte es debida a la indiferencia, la incredulidad y el pecado de los otros. Él ya está agonizando cuando llega a Getsemaní, es muy dura la copa
que está bebiendo. Desea otra situación, y dice al Padre: "Si es posible, que yo no beba esta copa"; es decir, que no siga en esta misión heroica con una grey que me abandona, un rebaño que me deja solo, tener que estar en la cruz
desamparado por los hombres y por Dios. Si es posible, yo no quiero beber esta copa.
En ese lugar Jesús está diciendo: "Quisiera dejar, pero ¡tengo que seguir!" Y se levanta, y los discípulos están dormidos. Es tremendo. Uno está orando angustiosamente, lleva a sus dos mejores amigos para que lo acompañen y, al
rato, se queden dormidos. Este hombre oró y lloró en gran conmoción, pero se levantó y dijo: "Voy".

Entonces, Pedro lo niega; el otro, lo vende; Juan lo sigue de lejos, y de los demás no se sabe nada. Él va a enfrentarse con todo y con todos. En esos momentos de la pasión, sobre los cuales tanto podríamos decir, Él va pensando:
"Tengo que seguir".

Mientras es llevado por aquellas calles, de lo de Pilato a lo de Herodes y viceversa, así como en el camino hacia el Gólgota, va encontrando rostros conocidos: «éste es el paralítico al que sané la vez pasada; éste es el leproso a
quien curé; aquel otro es el ciego a quien devolví la vista; éste que se hace el indifirente es aquel a quien libré de tal enfermedad». Rostros y más rostros; todos amontonados y apiñados viéndolo pasar. Solo. Nadie se acercó a
agradecerle. En los evangelios no leemos que alguien haya venido, sino que Isaías da testimonio diciendo: "Desechado y despreciado entre los hombres". Algunas mujeres lloraban, pero nada más. ¡Y va a la cruz! Sigue.

Ya en la cruz, a lo lejos puede ver el humo de los que seguían con la ceremonia de la Pascua. Muchos continuaban con su celebración a Dios, aunque Él estaba fuera del campamento llevando nuestro vituperio. Jesús mira y se
siente desamparado. "Estos son los que Dios llamó. Éste es el pueblo de Dios". Todavía vienen y le dicen: "Si eres el Hijo de Dios, bájate de la cruz". ¡Claro que tuvo ganas de bajarse! ¡Por supuesto que sintió ganas de abandonar!
No lo hizo, pero en cualquiera de nosotros hubiera existido la gran tentación desde el principio. Es que para ser siervo de Dios hay que estar dispuesto a ir a la cruz. Si se desea ser siervo del Altísimo, hay que estar listo para
derramar hasta la última gota de sangre. ¡Por amor a los verdugos, a los negadores, a los cobardes, a los traidores (uno de los cuales estaba ya colgnado de un árbol)! ¡Por amor a ese rebaño que no lo había comprendido!

Jesús sabía que tenía que morir solo, y cuando debo hablar de ese "Dios mío, ¿por qué me has desamparado?", se me hiela la sangre en las venas.

¿Sabe una cosa, hermano? Si Jesús hubiera terminado su obra allí, nada sería muy diferente hoy. Aun resucitado, los discípulos de Emaús no lo reconocieron y los doce andaban escondiéndose. Fue necesario que Él derramara su
Espíritu Santo, el Consolador, para que nosotros no estuviéramos solos. "Yo estoy con vosotros hasta el fin del mundo"; "no están solos".

Querido colega, cuando camines tu ministerio de soledad, piensa en lo que hizo Jesús: "¡Tengo que seguir!" y, lo que es hermoso, Él está contigo.
DESARROLLANDO UN CARÁCTER DURO Y CRISTIANO

Observé que no es un problema de los pastores solamente. Muchos cristianos nos compartieron que ellos lo padecen también. Deglutimos falsa doctrina, rehusamos preguntar, esquivamos confrontar, sofocamos las protestas, nos
mantenemos callados cuando debiéramos hablar, permitimos que nos manipulen, todo porque tememos que las personas no nos acepten si no las complacemos.

Hace algunos años atrás, un comité de una gran iglesia del Sur me invitó a almorzar y me pidió que yo considerara la posibilidad de ser su pastor.

"Háblenme de la iglesia" —dije—, y después de referirse a una serie de aspectos, me aclaró uno de ellos: "Esteban, nuestra iglesia tiene un grave problema, está controlada por un hombre. Él da mucho dinero y posiblemente es el
que más tiempo ha estado en ella. Por ser quien es, logra todo según su deseo. Los últimos tres pastores se fueron por su causa. Pero creemos que tenemos la mayoría y lo podremos doblegar".

"No están buscando un pastor", —comenté. "Están buscando un sargento que imponga disciplina".

"Bueno" —replicó—, «yo no lo diría de esa forma, pero sí, probablemente es eso, y tú eres el único que conocemos tan cruel como para limpiar la basura».

Le comenté rápidamente que no me sentía guiado a ser su pastor, pero que tenía una impresionante lista de amigos clérigos que gustosamente les facilitaría para su consideración.

Más tarde, cuando pensé en el incidente, me horroricé por la reputación que de alguna manera había desarrollado. ¿Cómo es posible que fuera conocido como un sargento cuando todo lo que yo quería era ser un hombre fiel y
piadoso? Ese incidente fue hace ya bastante tiempo. Ahora soy más viejo y un poco más prudente, y he valorado mi reputación de sargento. De hecho, comencé a verla como una manifestación de fidelidad y piedad.

NO MÁS SEÑOR
Paso parte de mi tiempo enseñando a estudiantes seminaristas, y una de las características del pastor que les insto a desarrollar es lo que llamo un "rasgo duro". A menudo, los pastores se convierten en oyentes de los miembros
neuróticos de la iglesia (y estos son una minoría). Si no les gusta cómo se peina el pastor, o el vestido de su esposa, etcétera, etcétera, se sienten en libertad para decírselo. ¡No creerían los comentarios que escucho en mi oficina
durante un año! Algunos piensan que pueden criticar y corregir al pastor por cosas que nunca lo harían con otra persona.

No hace mucho estuve conversando con un pastor que tenía un serio problema con su congregación. Había sido ridiculizado de una manera vergonzosa. Mientras conversábamos me di cuenta que este joven hombre necesitaba
desarrollar un rasgo duro para sobrevivir. Me contó que sentía un llamando a amar a su gente, comprenderlos aun cuando fueran crueles y abusivos.

"Junto a tus manifestaciones de misericordia y bondad", —le dije—, "también es importante que seas honesto y fuerte. ¿Por qué no traes ante el consejo a las personas que hacen tales comentarios, y que justifiquen su actitud, que
ha estado afectando la paz y la unidad de la iglesia?, o vete de ahí".

La respuesta fue interesante: "Esteban, yo sé que debo hacer eso, pero no estoy hecho para ello. Siento que mi ministerio es derramar aceite sobre turbulentas aguas, y no prender un fósforo". Innecesario decirlo, dejó el ministerio.
No tuvo suficiente aceite para tantas turbulentas aguas, ahora está vendiendo seguros.

Un jugador profesional de fútbol americano me contó de un macizo jugador de línea. En su primera jugada, su oponente le bajó el casco sobre sus ojos. El joven fue al instructor y le preguntó: "¿Qué hago?".

El entrenador sonrió y le contestó: "Hijo, no dejes que lo haga".

NO BUSCAR COMPLACER

Una de las duras lecciones que tuve que aprender fue que no podía complacer a todo el mundo. Yo lo quería, deseaba ser lo que cada uno quería que fuera. Quería que todos me amaran. El problemas es que, sencillamente, no
podía hacerlo. Y hasta que comprendí esto, no pude ser efectivo.
Observé que no es un problema de los pastores solamente. Muchos cristianos nos compartieron que ellos lo padecen también. Deglutimos falsa doctrina, rehusamos preguntar, esquivamos confrontar, sofocamos las protestas, nos
mantenemos callados cuando debiéramos hablar, permitimos que nos manipulen, todo porque tememos que las personas no nos acepten si no las complacemos.

C.S. Lewis escribió, en un ensayo profundo titulado "The inner ring" (El círculo interior): "Creo que en la vida de todos los hombres, en ciertos períodos, y en algunas personas, durante todo el período entre la infancia y la ancianidad,
uno de los elementos predominantes es el deseo de pertenecer al círculo local y el terror de estar fuera… De todas las pasiones, la pasión de pertenecer al círculo interior es la mejor para hacer que un hombre, que todavía no es muy
malo, realice malas acciones".

Comprendo la necesidad de pertenecer al círculo interior, de ser aceptado, porque es uno de mis problemas. ¿Has notado que la liturgia cristiana no sucede durante el culto, sino después? El pastor se dirige hacia la puerta y todos se
ponen en fila. Mientras pasan, la liturgia les requiere decir: "Pastor, fue un hermoso sermón". Luego de acuerdo con la liturgia, el pastor responde: "Gracias. Me alegro de que Dios lo use".

Esto siempre es así, excepto cuando predico una bomba. Yo lo sé, y la congregación también lo sabe. Durante el sermón, la gente mira sus relojes y luego se mueven para asegurarse de que no han sido tocados. Todos están
aburridos y el sermón se diluye antes de llegar al primer banco.

No importa. La liturgia cristiana está esculpida en la roca. Sin embargo, debo ir a la puerta con esa atmósfera, y aun así, la gente pasa ante mí mascullando el mismo comentario y recibiendo la misma respuesta. Estoy seguro de que
usted también ha tenido alguno de esos días.

Pero, el problema se avecina cuando uno decide esquivar esos días más que ninguna otra cosa en el mundo. Entonces escribimos mensajes para agradar a la congregación. Sabemos que debemos decir una verdad, pero no lo
hacemos porque posiblemente ofenderemos a alguien. Sabemos que debemos ser fuertes, pero si lo somos, enojaremos a la gente, entonces, salimos del paso con un piadoso sermón que no ofende a nadie.

A causa de que nuestra identidad está atrapada en lo que somos en el púlpito, la distancia entre lo que somos en ese lugar y lo que somos en las otras áreas de nuestra vida se reduce a ser amable, dulce e insípido.

EL CORAJE DE OFENDER
Solía tener en mi biblioteca un libro (prestado y nunca devuelto), del cual no recuerdo el autor, pero tenía por título La Biblia en el bolsillo; un revólver en la mano. Comentaba sobre los predicadores itinerantes en el tiempo y la
determinación de estos a predicar el evangelio, lo quisieran escuchar o no. Seguramente estuvieron incómodos en muchas iglesias. De hecho, muchas iglesias se sintieron incómodas con ellos. Simplemente estos predicadores no se
dispusieron a participar del juego de querer complacer.

Al examinar el registro bíblico, sin ideas preconcebidas, se hace notorio que la mayor parte de los hombres y mujeres de la Biblia y de la historia de la iglesia fueron también desagradables a quienes los escuchaban. El enojo de
Moisés fue tal que lo movió a romper las tablas. Juan el Bautista perdió la cabeza porque su mensaje ofendió.

De alguna manera muchos han interpretado el liderazgo en términos de servidumbre y amor, pero las connotaciones que se han dado a estos términos no están de acuerdo al sentido bíblico que estos tienen. Como resultado, se ha
generado un estilo de liderazgo suave, lo cual ha convertido a los que encajan en él en blancos para cualquier miembro de iglesia enojado con una pistola teológica o cultural. Tales pastores se beneficiarían con un rasgo duro.

Tenemos en nuestras iglesias personas que piensan que el pastor debe ser amable con ellos y que el llamado de este es el de contarle a otros cómo ser amables. ¡Y luego dicen que hay "una crisis de liderazgo en el pastorado"! Creo
que la crisis tiene que ver más con la incapacidad de desarrollar dureza que con el consumirse en el ministerio, o con la falta de dinero o instrucción.

Si se representa la imagen del pastor con una sonrisa inofensiva, y además, se interpretan las Escrituras desde una perspectiva cultural, pronto los pastores comenzaremos a ser lo que todos piensan que somos. Mucho del enojo
dirigido a líderes cristianos francos y templados, no es por lo que ellos dicen, sino porque se supone que no deben decir nada. La francos y templados rompen el patrón de delicadeza que por tradición se ha establecido, y,
simplemente, ¡eso no se hace!

CONSIGUE PRINCIPIOS DUROS

No soy un experto, pero sí un sobreviviente. Después de más de veinte años de sobrevivir, he aislado cuatro principios que he violado sólo en mi contra. Los comparto con ustedes.

Primero, el principio de las olas: Cada vez que usted rehuse a provocar olas cuando debiera, más adelante tendrá que encarar otras… y mayores.
Casi siempre que esquivé un problema, mirándolo de otra manera, o cubriéndolo con suavidad y ligereza —cuando debiera haberlo confrontado con honestidad, templanza y amor desde el principio—, se transformó en un monstruo,
que requirió un enorme esfuerzo al final. Por suavizar la situación, innecesariamente herí a otros, a la iglesia y a mí mismo.

La pregunta de Elías a la gente, "¿hasta cuándo van a seguir indecisos?" (1 Re. 18.21 NVI), es una apropiada advertencia para aquellos de nosotros que posponemos la difícil tarea de encarar los problemas. Ministré una
congregación donde un empleado renunciaba constantemente cuando las cosas no se hacían a su manera. Traté de ser amable, para comprenderlo y calmarlo, pero mi proceder no daba los resultados buscados. Finalmente, acepté
su renuncia, puse a otro en su lugar, y lo llamé a mi oficina para explicarle lo que había hecho y por qué.

Pensé que él dejaría la iglesia, pero no lo hizo. El terminó entregándose a Cristo, hizo una confesión pública ante toda la congregación. Un anciano de la iglesia donde estoy ahora dice: "Esteban, siempre has lo correcto y tendrás lo
correcto. Pero, si no obtienes lo bueno, te sentirás bien habiendo hecho lo correcto."

Segundo principio, la imagen: La gente ve a los pastores como representantes de Dios. Y lamentablemente, por cómo han conceptuado al pastor, la imagen de Dios ha sido feminizada.

Pablo dice que somos embajadores en nombre de Cristo (2 Co. 5.20), y un embajador debe representar íntegramente a su gobierno. Si soy suave cuando debo enojarme, débil cuando debo ser fuerte, y amable cuando debo ser duro,
no represento adecuadamente a mi gobierno. Y la gente puede comenzar a caracterizar a nuestro "temible" Señor de la manera en que les permitimos que nos caricaturicen a nosotros.

Pedro Cartwright, predicador metodista itinerante, no se permitía esa pérdida de orientación de su carácter. Cuando llegaba a una ciudad o pueblo, a menudo se paraba en las afueras, miraba a sus amigos, y decía: "Percibo olor a
infierno." El hedor del pecado lo fastidiaba. Cuán fácil es tratar de cubrir el olor del infierno con el perfume de la trivialidad, pero si queremos ser fieles a la imagen que representamos, no podemos hacer esto.

Cierto día me visitó una pareja pidiéndome que yo los casara. Mientras discutía la situación con ellos me di cuenta de que él no era cristiano y ella sí. En ese punto yo tendría un problema si apoyaba ese matrimonio. Les dije:
"Queridos, me agradan ustedes mucho, pero no puedo celebrar su boda", y les expliqué las razones bíblicas por las que no podía casarlos.

La joven comenzó a llorar, y el joven se enojó. Me dijo: "¡Pensé que los pastores estaban aquí para ayudar a la gente, y usted la ha hecho llorar!"
Entonces le contesté: "Hijo, yo te estoy ayudando; te estoy diciendo la verdad. Si no te gusta la verdad, puedes ir a algún lugar donde te mientan". Él y su novia dejaron mi oficina enojados, pero puedo vivir con eso. Tal vez cuando,
en el futuro, ellos piensen en los pastores, la imagen no será la misma. No les gustarán los pastores, pero sabrán que los pastores no tienen miedo de decir la verdad.

Tercer principio, el mandato: Habiendo sido dado por Dios el mandato de liderar, usted debe liderar, o su pecado será la infidelidad.

Me encanta la orden de Dios a Josué, y he asumido que también se dirige a mí y a cada pastor llamado por Dios: "Mira que te mando que te esfuerces y seas valiente; no temas ni desmayes, porque Jehová tu Dios estará contigo
dondequiera que vayas." (Jos 1.9)

Alguien dijo en cierta ocasión refiriéndose al liderazgo: "¡Uno u otro, lideras y sigues, o te sales del camino!" Recientemente completé un programa de construcción, y en medio de esa responsabilidad casi todo lo hice mal. Me
mantenía asustado porque cualquier decisión que tomara, podía dividir la iglesia. Mi indecisión causaba problemas significativos. Pero un día, mi buen amigo Jaime Baird me demostró que me amaba lo suficiente, me dio a conocer la
verdad.

"Esteban", —me dijo—, «si no deseas pagar el precio del liderazgo, entonces no esperes que suceda nada». Eso me sacudió lo suficiente como para ponerme de pie, liderar y completar el proyecto.

Finalmente está el principio de pasar: Guíe su iglesia livianamente y espere salir pronto.

Lo admito, me gustaba mucho jugar a las cartas y aprendí un montón de la vida con este juego. Aprendí que hay momentos en que uno necesita pasar y esperar una mejor mano. Otras veces, simplemente se tiene que dejar la mesa.
No creo que un pastor deba renunciar ante la señal de una banderita que baja, o ante problemas triviales, pero sí creo que hay asuntos importantes por los que el pastor debe dejar la congregación... y lo haga rápido.

Jesús sabía de nosotros, creo que él dio la instrucción de sacudir el polvo de los pies también para nosotros: "Si alguno no los recibe bien ni escucha sus palabras, al salir de esa casa o de ese pueblo, sacúdanse el polvo de los pies."
(Mt. 10.14 NVI) No lo hagas a menudo, pero cuando la situación se da, es efectivo.
Tengo archivadas una serie de renuncias sin fecha, y el hecho de saber que están ahí y que deseo usarlas me cuida de vender mi alma. No deseo capitular sobre algo importante solamente por permanecer en la iglesia. El
conocimiento de que puedo usarlas ha cubierto multitud de pecados.

LA FASE DURA DEL MINISTERIO

Desarrollar un rasgo cristiano y duro es, por supuesto, otro nombre para la audacia. "Huye el impío sin que nadie lo persiga; mas el justo está confiado como un león." (Pr 28.1) Sin valentía no podemos servir adecuadamente a Dios.

Me enojo con las estructuras que dicen que no puedo enojarme. Me enojo conmigo mismo cuando me comprometo en lugares erróneos. Me enojo cuando la sociedad y la iglesia me dicen que no debo ser lo que Dios me ha dicho
que sea, un embajador obediente de Jesucristo.

En "Perelandra", el segundo libro de C.S. Lewis sobre una trilogía de ciencia ficción, el protagonista Ransom, es enviado al planeta de "Perelandra" a prevenir una caída similar a la de Adán en la Tierra. El adversario, en forma de
hombre, llamado Weston, también está en "Perelandra" trabajando contra los esfuerzos de Ransom.

Ransom reconoce con horror al diablo representado por Weston, y gradualmente comprende que debe enfrentar y destruir a Weston en una batalla. Es un proyecto espeluznante. Durante la oscura noche de "Perelandra", Ransom
considera el hecho de que puede enfrentarlo y pelear, o huir. Más allá de la oscuridad se escucha una voz que dice: «Mi nombre también es Ransom».

Con Ransom encaramos la misma decisión. Podemos enfrentar y pelear, o huir temerosos. Nos desafía a actuar de una manera que da honor al nombre que sostenemos, cristianos. Si sólo deseamos ser amables, gente de maneras
suaves, deberemos cambiar nuestro nombre o cambiar nuestro llamado.

Ahora, ¿no sientes que un rasgo duro está creciendo en ti?

APRENDA A MOTIVAR
¿Cómo es posible vencer la inercia y poner en acción a un hombre? No importan todas las habilidades que una persona tenga, si esta carece de motivación, nadie la hará avanzar en su desarrollo. Por eso es tan importante que el
pastor aprenda a motivar. Aquí encontrará diez principios básicos para que se convierta en un motivador.

El problema más grande al cual se enfrenta el proceso educativo (y con el cual debe luchar todo líder) es el de la motivación. Es decir, cómo se puede vencer la inercia y poner en acción a un hombre. Siempre resulta más fácil dirigir
un objeto que ya está en movimiento, que darle movimiento a uno detenido. Por esto, el líder debe estar siempre más interesado en la aplicación y el desarrollo que se le pueda dar a un hombre, que en sus habilidades. Todas las
habilidades del mundo no ayudarán a una persona que carece de motivación.

Antes de considerar algunos conceptos que influyen en la motivación de un individuo, debemos definir claramente lo que es un motivo. Motivo es aquel factor en una persona que lo impulsa a realizar una acción determinada. Dentro
de este concepto podemos encontrar dos clases de motivaciones: la motivación extrínseca, que no proviene del individuo sino de las cosas que lo rodean, y la motivación intrínseca, que sí proviene del individuo mismo.

Las motivaciones intrínsecas son siempre las más importantes, porque provienen netamente del individuo. A menudo, con los factores extrínsecos, el individuo tiende a hacer algo por la presión que se está ejerciendo sobre él, y no
porque realmente lo desee. Este sería el caso de una persona en la iglesia que enseña en la Escuela Dominical porque "no hay nadie que lo haga". Si esa misma persona tuviera una motivación intrínseca, estaría enseñando porque
realmente siente que eso es lo que desea estar haciendo. Por esta razón, el líder realmente efectivo va a desarrollar las motivaciones intrínsecas en sus congregaciones.

No debemos, sin embargo, desechar el uso de toda motivación externa. Las motivaciones extrínsecas tienen mucho valor, pero solamente cuando éstas sirven para despertar en el individuo sus motivaciones intrínsecas.
Lamentablemente, en muchos casos se han usado las motivaciones externas sin que éstas apelen a las internas de la persona. El resultado es casi siempre el mismo: el individuo hace las cosas por obligación y de mala gana.

Una de las motivaciones extrínsecas más usadas es la de dar premios por ciertas acciones. Le prometemos a la persona que si ella hace esta tarea va a recibir tal o cual recompensa. El problema con este enfoque es que, en cuanto
desaparezca el premio, la persona ya no sigue haciendo su tarea. La prueba contundente que siempre demuestra si una motivación extrínseca es buena o mala, es la de ver si ha ayudado al individuo a volverse una persona de
iniciativa, que busca emprender nuevas actividades por sí solo.

Y bien... ¿Cómo podremos hacer mejor uso de las motivaciones a fin de ayudar a nuestras congregaciones a ministrar más efectivamente? Quisiera compartir con ustedes ocho formas que he encontrado muy eficaces.

EXPONGA LA PERSONA A LA REALIDAD


La primera forma de motivar a las personas es creando una necesidad al exponerlas a la realidad. De este modo, una persona puede responder a una necesidad que antes ignoraba. Sería el caso de una persona que no siente
deseos de aliviar la carga de los pobres, porque no cree realmente que sea necesario, ni que el pobre sea tan pobre. Pero si damos a esa misma persona la oportunidad de estar expuesto a la realidad, ya sea visitando un sector
marginado de la ciudad, o viviendo con una familia pobre por algunos días, va a ver que las necesidades son inmensas y que es mucho lo que se puede hacer. ¡No solamente esto, es muy probable que desee comenzar a hacer algo
él mismo!

De la misma manera, no podemos motivar a una persona a cambiar de actitud o comportamiento si ella no percibe la necesidad de cambiar. Existen multitudes de personas que tienen abundancia de problemas, pero nunca hacen
nada al respecto, porque no son conscientes de esos problemas en sus propias vidas. Y, en este sentido, he notado que nosotros, en los círculos cristianos, usamos una mala filosofía. No trabajamos en solucionar los problemas, sino
que muchas veces nos dedicamos a enseñarles cosas que no necesitan en ese momento. Es como darle a un individuo una guía telefónica y pedirle que la memorice, "para el día en que instalen un teléfono en su casa".

Si no dedicamos tiempo para mostrar a las personas cuáles son sus necesidades y ofrecerles soluciones pertinentes, vamos a lograr pocos resultados como líderes.

Si observamos el ministerio de nuestro Señor Jesús, vamos a ver inmediatamente que ésta era una de sus reglas de trabajo. Él daba a sus discípulos suficiente enseñanza como para que pudieran ser eficaces en una situación.
Luego los mandaba a practicar. Durante la práctica (al estar expuestos a la realidad) se daban cuenta de que les faltaba mucha más preparación. Entonces volvían al Señor llenos de preguntas y deseos de aprender. Luego el Señor
procedía a darles un poco más de preparación mandándolos otra vez a practicar (y estar de nuevo expuestos a la realidad). De esta manera vemos que había un balance perfecto entre lo que recibían y lo que deseaban, como
resultado de una constante exposición a la realidad.

Como pueden ver ustedes, lo que realmente ayuda a motivar a una persona es exponerla a la realidad, a los hechos y a las circunstancias reales de la vida. Esto no es solamente bueno para el individuo porque le ayuda a cambiar,
sino también porque le da oportunidades de desarrollar su sentido de la responsabilidad y lo estimula al crecimiento.

Allí está su más importante responsabilidad como líder. Hacer que las personas desarrollen sus capacidades al máximo. Puede estar seguro de que cuanto más invierta en motivar a las personas, más desarrolladas van a estar. Y
recuerde esto: cada vez que usted le da a una persona una responsabilidad que no requiere casi ningún esfuerzo, le está escamoteando una oportunidad para crecer. El Señor no se conformó con pedirle a los discípulos que
ordenaran a las personas en grupos. Les dio una responsabilidad mucho más grande: «Denles de comer ustedes» (Mt. 14:13-21). Su impotencia frente a esto los motivó a aprender más de cómo ministrar adecuadamente. Cuando
vea usted personas que pueden dar más, deles una mayor responsabilidad.

PROVEA ESTÍMULO Y RECONOCIMIENTO


Un segundo método por el cual se puede motivar efectivamente a una persona es proporcionándole estímulos y reconocimiento. A menudo ocurre que las personas se desaniman porque se les está señalando en forma constante lo
que hacen mal, en vez de reconocer lo que hacen bien. Las constantes críticas tienden a desinflar hasta a los más entusiasmados.

El problema que he visto con gran frecuencia en muchos líderes es que tienden a entusiasmarse en gran manera con lo que ellos mismos están haciendo, pero tienen muy poco entusiasmo por lo que otros a su alrededor hacen.
Recuerdo con gran claridad el caso de un joven médico que había descubierto una gran verdad en la Biblia. Como yo era su profesor, él se acercó a mí con gran entusiasmo para mostrarme lo que había encontrado. ¡Su entusiasmo
era tal, que uno podía llegar a pensar que ni Calvino, ni Lutero, ni ningún otro gran teólogo en la historia de la iglesia habían descubierto eso! El asunto era que yo también había descubierto esa verdad hacía ya veinticinco años,
cuando recién comenzaba a estudiar en el seminario. Si hubiera dicho esto, aquel estudiante se hubiera desilusionado grandemente. Así que dejé que él me contagiara con su entusiasmo y lo alenté a que me contara sobre lo que
había descubierto. El hecho de que yo me mostrara interesado lo animó a seguir estudiando la Palabra en busca de otras verdades. El entusiasmo y el reconocimiento habían aumentado significativamente su motivación.

La verdadera prueba de la eficiencia de un maestro no se encuentra en lo que él sabe, sino en lo que saben sus alumnos. Sin la adecuada cantidad de reconocimiento y estímulo, ellos jamás van a tener la motivación para aprender lo
que su maestro sabe. La desconfianza en nuestras propias habilidades es un resultado directo de la falta de estímulo y reconocimiento en nuestras vidas. No olvide el proveer siempre esto para los que usted está formando.

PROVEA MODELOS

Una tercera forma de motivar es por medio de una demostración de cómo deben hacerse las cosas. El problema con muchas de las iglesias es que tienen demasiadas personas que están dedicando su tiempo a exhortar a la
congregación a "hacer" cosas, pero nadie explica y demuestra exactamente cómo deben ser hechas. Un exceso de exhortaciones no lleva a la acción, sino a un montón de personas con complejos de inferioridad y sentido de culpa.
La realidad es que casi todos los creyentes saben lo que deben hacer, pero pocos lo hacen debido a que no se les ha mostrado de qué manera hacerlo.

Por ello, es importante que usted no se concentre solamente en exhortar, sino también en explicar y demostrar. La razón por la cual Cristo fue tan eficaz en motivar a los discípulos es que jamás les enseñó algo sin demostrarlo en su
propia vida. Les exhortó a amar, porque Él amó; les exhortó a servir y Él sirvió; les exhortó a predicar y mostró cómo lo hacía Él, etcétera.

IRRADIE ENTUSIASMO
Usted puede motivar a las personas irradiando entusiasmo personal. Uno de los problemas más comunes con que se enfrenta el líder cristiano es el de seguir manteniendo el entusiasmo a través de los años. Muchas veces parece
que el ministerio se vuelve una rutina aburrida que no tiene dinamismo alguno. Si usted se siente así, es muy lógico que no motive a nadie en la iglesia, pues esa actitud nos está diciendo que la vida cristiana es aburrida.

En cierta oportunidad tuve que hablar en una iglesia y sólo asistieron tres personas. El pastor se me acercó y me dijo: "Éste es uno de los problemas con estas personas, ellos no se entusiasman para nada y son incumplidores". Su
actitud demostraba claramente que pensaba que era una pérdida de tiempo seguir con tan pocos. Luego de la reunión, me preguntó cuál me parecía que era el problema. «Si quiere que sea franco» —le dije— "le diría que usted es el
problema. La prueba del verdadero líder se encuentra en la forma en que dirige una reunión. ¡Su entusiasmo debe ser tan grande cuando hay dos personas como cuando hay dos mil!"

El entusiasmo es contagioso. Si usted quiere motivar a su congregación, va a tener que demostrar abundantes cantidades de entusiasmo en todo lo que haga y diga.

Este método requiere mucho más trabajo que otros, pues uno debe estar dispuesto a demostrar todo lo que enseña. Sin embargo, lo desafío a invertir en esta forma de motivación: verá que los resultados serán realmente
extraordinarios.

REMUEVA LAS BARRERAS EMOCIONALES

Creo firmemente que va a ser muy difícil motivar a una persona que está enojada, llena de rencor o dolorida por cierta razón. Lo que usted significa para una persona es mucho más importante que lo que usted pueda decirle o hacer
por ella. Es más, esto va a determinar la manera en que escuchará lo que tenga que decirle. Entre un líder y sus seguidores, debe haber un clima de total aceptación.

Sea sincero con aquellos que le rodean: permítales verlo tal como es. A menudo he visto caer a algún líder por querer aparentar saber todas las cosas. Eso no produce aceptación; la gente se siente inhibida y, lo que es peor, también
se da cuenta de que el líder no es honesto con ellos.

INTENSIFIQUE LAS RELACIONES PERSONALES


Recuerde siempre este principio: cuanto más cerca esté usted de una persona, cuanto más estrechos sean los lazos que los unen, más grandes serán las posibilidades de motivarlo. Nuestro problema es que muchas veces
deseamos motivar a las personas sin conocerlas ni mostrar interés por sus vidas personales. Por esto, yo me he creado el hábito de aprovechar siempre los momentos informales en reuniones, porque se puede conocer a la gente y
estrechar los vínculos.

Donde quiera que vaya, cultive las relaciones personales con quienes le rodean. Tómese tiempo para interiorizarse en lo que están viviendo otros. Elija también, de entre su congregación, algunas personas con las cuales pueda
pasar gran cantidad de tiempo, conviviendo con ellos. Verá cuán motivados estarán cuando quiera alentarlos a una actividad determinada.

DEMUESTRE AMOR INCONDICIONAL

He dedicado veintisiete años a estudiar la vida de Jesús. Creo que ningún factor influyó tanto en el nivel de su motivación hacia los discípulos como el amor incondicional que Él demostró hacia ellos. Por más graves que fueran sus
errores, siempre los siguió amando profundamente, a pesar de lo que eran. Es digno de notarse que el Señor nunca reprendió a los discípulos por sus errores: solamente los reprendió por su falta de fe. El amor produce lealtad,
entrega y dedicación.

CREA EN LO QUE DIOS PUEDE HACER

Una de las lecciones más importantes que he aprendido a través de los años es que Dios no llama a una persona por lo que es, sino por lo que puede llegar a ser. Todas las personas tienen valor para la causa de Cristo y, como
líderes, es nuestra responsabilidad comunicar esa verdad constantemente.

A menudo, tendemos a escapar de las personas que nos parecen medio "raras", y nos apegamos a aquellos que realmente parecen ser mucho "mejores". Pero, les diré, ha sido mi experiencia el ver que, caso tras caso, los que
generalmente vemos como "raros" son los que llegan a ser los más fieles al Señor. ¿Por qué? Porque llegan a comprender sus posibilidades en el Señor y trabajan para lograr eso.

Cuando estuve en quinto grado tuve una maestra con la cual me llevaba muy mal. Ella siempre parecía estar disciplinándome por alguna cosa y, cuanto más lo hacía, más rebelde me tornaba. Después de un tiempo, había llegado a
ser conocido entre los maestros como el "niño desobediente". Cuando pasé a sexto grado, la nueva maestra me llamó y me preguntó: "Tú eres Hendricks, ¿verdad?". Yo estaba aterrado, sabía que mi maestra de quinto grado le
había contado de los muchos problemas que habíamos tenido. "Quiero decirte que aunque he oído mucho de ti, no creo nada de lo que me han dicho". Esta persona creía en mí, y mi confianza volvió a florecer. Mi sexto grado fue una
hermosa experiencia.
Es mi deseo que esta oración pueda ser también la suya: «Padre, como motivador por excelencia que eres, acércanos a ti mediante tu amor. Te pido que me hagas un individuo contagiado por tu amor y que me recuerdes que tu
especialidad es obrar lo imposible en la vida de los hombres. Que tomas individuos sin esperanza, desahuciados, y que los conviertes en hombres y mujeres de valor para el servicio de tu amado Hijo Jesús. Ayúdame a vivir de tal
manera que pueda motivar a otros a servirte y amarte con vidas entregadas y comprometidas. Amén».

El presente trabajo fue adaptado de una presentación del autor en conferencias especiales de Cruzada Estudiantil y Profesional para Cristo. Usado con permiso.

TRABAJEMOS JUNTOS

"Además escoge tú de entre todo el pueblo varones de virtud, temerosos de Dios, varones de verdad, que aborrezcan la avaricia; y ponlos sobre el pueblo por jefes de millares, de centenas, de cincuenta y de diez. Ellos juzgarán al
pueblo por ti; y todo asunto grave lo traerán a ti, y ellos juzgarán todo asunto pequeño. Así aliviarás la carga de sobre ti, y la llevarán ellos contigo" (Ex. 18: 21, 22).

El liderazgo tiene que ver con personas. Dios ha dotado generosamente a su pueblo con talentos y capacidades para servirle en la iglesia y en el mundo. Los líderes deberían redescubrir y potenciar lo mejor de los miembros.
Tendrían que facilitar el uso de los dones.

Este artículo explora la dinámica del liderazgo corporativo. ¿Cuáles son algunas de las directrices bíblicas para trabajar juntos? También adaptaremos algunas ideas útiles del mundo empresarial a nuestro proceso de toma de
decisiones.

Servir juntos a Dios es algo estimulante. Para empezar, «somos colaboradores de Dios» (1 Co. 3:9). Nos llama a trabajar juntos con Él (2 Co. 6:1). Nuestra común lealtad hacia Él forma la base de nuestras relaciones de trabajo. ¡Esto
es sensacional!
Como somos humanos, aportamos al liderazgo nuestros diferentes puntos de vista, prejuicios y debilidades. Por supuesto, también contribuimos compartiendo nuestras experiencias y nuestra visión. Vamos a examinar a un grupo de
líderes mientras trabaja.

Digamos que hay dos o tres que provienen del mundo de los negocios. Serán partidarios de buenos procedimientos empresariales y estarán dispuestos a introducir un toque profesional en la organización cristiana. A su lado hay un
par de visionarios. Son personas con ideas creativas. Tienen grandes sueños para la iglesia, pero en ocasiones no tienen los pies en la tierra. Después se encuentra el tipo pensador/filósofo, que pide una "razón de ser" para cada
decisión. Finalmente, están los líderes afectuosos y solícitos, siempre pensando en las personas en vez de en lo que se hace.

Si hay un respeto mutuo y una aceptación de los dones y condiciones de los demás, este equipo de líderes puede enriquecer el ministerio de su iglesia. Pero si se tratan unos a otros como rivales e insisten en su propia forma de
planificar, se producirá el caos y la división. La obra de Dios se paralizará.

FUNDAMENTOS BÍBLICOS

Es extremadamente útil buscar las palabras «unos y otros» en una concordancia, anotando el verbo o acción que las precede.

Empezamos con el mandato de Cristo de amarnos unos a otros (Jn. 13:34, 35). No es una opción; es el encargo que Él nos da. Esta declaración se repite en 1 Juan 4:10, 11. Debemos amarnos unos a otros como Dios nos amó en
Cristo. Ésta es la base para trabajar juntos.

Amar a nuestros compañeros líderes es desear lo mejor para ellos. Y esto tiene asombrosas implicaciones. Si los miembros del equipo están dispuestos a buscar lo mejor para los otros, ejercerán sus responsabilidades de liderazgo
en una atmósfera de comprensión mutua y aceptación. En nuestra lista de textos con las palabras «unos a otros» también se nos advierte que no hagamos ciertas cosas. He aquí algunas: Si nos amamos unos a otros, NO debemos:

Juzgarnos más los unos a los otros (Ro. 14:13).

Mordernos (es decir, herirnos) unos a otros (Gá. 5:15).

Mentir los unos a los otros (Col. 3:9)


Murmurar los unos de los otros (Stg. 4:11).

Quejarnos unos contra otros (Stg. 5:9).

Positivamente, el amor intenta edificar a las personas. Esta meta se consigue por medio de:

Recibirse los unos a los otros (Ro. 15:17).

Servirse por amor los unos a los otros (Gá. 5:13).

Someterse unos a otros (Ef. 5:21; ver 1 Pe.5:5).

Soportarse y perdonarse unos a otros (Col. 3:13).

Enseñarse o exhortarse unos a otros (Col. 3:16).

Alentarse los unos a los otros (1 Ts. 4:18).

Hospedarse los unos a los otros (1 Pe. 4:9).

Orar unos por otros (Stg. 5:16).

Al estudiar estos textos y aplicar cada exhortación a nuestras relaciones con los compañeros, descubriremos mayor armonía en el equipo de líderes, lo que también repercutirá en nuestra comunidad cristiana. Al servir juntos a Dios
también debemos tener en mente otro conmovedor llamamiento: "Y considerémonos unos a otros para estimulamos al amor y a las buenas obras... exhortándonos" (He. 10:24, 25).

Después de considerar estos principios bíblicos para trabajar juntos, vamos a fijarnos en algunos aspectos prácticos del liderazgo corporativo.

CUESTIONES ORGANIZATIVAS
En una pequeña congregación o comunicad cristiana, la organización es relativamente sencilla. Como el grupo es pequeño, es bastante fácil impartir visión y compartir las responsabilidades entre los miembros. Si hay cuestiones o
problemas, éstos pueden ser rápidamente resueltos.

En una comunidad de más de sesenta personas, necesitamos establecer estructuras mayores y mejorar los canales de comunicación. Las diversas actividades realizadas por los diferentes grupos de líderes o comités deben ser
coordinadas e integradas en la planificación y en los objetivos globales de la iglesia. El equipo de líderes deberá presentar objetivos claros e indicar la dirección en la que debería marchar la iglesia. Entonces se creará una red de
comunicaciones, pero no sin esfuerzo.

A menos que estemos dispuestos a permitir que un hombre —el pastor— lo organice y dirija todo, los líderes deberán orar y planificar juntos. Los miembros deben ser movilizados para que el servicio sea efectivo. El equipo o comité
está, por lo general, dotado de la autoridad para llevar la responsabilidad en nombre de toda la congregación. El equipo de líderes hace un seguimiento de los procesos y se enfrenta a los diferentes problemas que aparecen. Pero
continuamente trata de desafiar a toda la congregación a mantener las prioridades de Dios.

Los líderes deben ser hombres y mujeres llenos del Espíritu Santo, de fe y sabiduría. Estas cualidades esenciales son vitales para el liderazgo espiritual pero, al mismo tiempo, para realizar su misión deben aprender a tomar
decisiones juntos. Y esto requiere planificación y una cierta dosis de habilidad administrativa. Los líderes deben saber qué hay que hacer y considerar quién debe hacerlo y cuándo.

El equipo de líderes debería dedicar tiempo a estudiar los planes y a pensar en el futuro. No harán ellos todos los trabajos. Los trabajadores sabios siempre delegan para que más personas puedan participar en la obra de Dios.

Leyendo libros sobre dirección de empresas, inevitablemente encontramos una buena sección sobre el tema de la delegación. Ésta es un área del liderazgo con frecuencia poco considerada por algunos líderes cristianos bien
intencionados. Trabajan hasta matarse y al final se desploman por puro agotamiento físico y nervioso. No se dan cuenta de que alcanzan este terrible estado porque no han delegado trabajo en otros.

DELEGAR

Moisés tuvo este problema. Tomó sobre sí la terrible tarea de juzgar las disputas entre los israelitas. Era un juez competente y su pueblo se dirigía a él buscando justicia. Durante todo el día el pueblo lo rodeaba, esperando que
juzgara sus disputas (Éx. 18:13) ¡Y Moisés casi se desplomó por agotamiento nervioso!
Su suegro, Jetro, lo rescató. Este hombre sabio le hizo ver el pobre uso que estaba haciendo de su tiempo y energía. Si Moisés insistía en hacer todo el trabajo él mismo, los problemas de su pueblo lo aplastarían (vv. 17, 18). Jetro
dijo a Moisés: "Además escoge tú de entre todo el pueblo varones de virtud, temerosos de Dios, varones de verdad, que aborrezcan la avaricia; y ponlos sobre el pueblo por jefes de millares, de centenas, de cincuenta y de diez. Ellos
juzgarán al pueblo por ti; y todo asunto grave lo traerán a ti, y ellos juzgarán todo asunto pequeño. Así aliviarás la carga de sobre ti, y la llevarán ellos contigo" (vv. 21, 22).

Delegar daría buenos resultados y la carga de Moisés sería más ligera (v. 22). Compartir sus responsabilidades administrativas no iba a representar merma en su cargo como representante de Dios y líder. Moisés continuaría
representando a su pueblo ante Dios y enseñándole las leyes y decretos de Dios (vv. 19, 20).

Ted Engstrom, en su libro The Making of a Christian Leader (Creando un líder cristiano) menciona los beneficios de delegar.

Varios son los derivados de una mejor comprensión y relación entre los líderes y sus seguidores. Las personas a las que se les da la oportunidad de desarrollar sus talentos y habilidades latentes trabajan más satisfechas, lo que a su
vez mejora su estado de ánimo. Al mismo tiempo, delegar alivia las presiones sobre el líder, liberándolo para pensar y planificar la estrategia (Engstrom 1976:136-40). Engstrom continúa señalando seis principios básicos del arte de
delegar.

1. Seleccionar los trabajos a delegar y organizarlos para poder hacerlo.

2. Elegir la persona adecuada para el trabajo.

3. Preparar y motivar a la persona delegada para realizar la tarea.

4. Dar la tarea asegurándose la plena comprensión de ésta.


5. Animar a actuar con independencia.

6. Mantener una supervisión: nunca soltar las riendas.

Concluye con estas palabras. "No olvides nunca que una delegación efectiva ayuda a progresar, da buenos ánimos e inspira la iniciativa. La prueba final de un líder es que deja tras de sí a otros hombres convencidos que continuarán
la obra".

¿POR QUÉ NO DELEGAMOS?

¿Por qué algunos de nosotros tenemos tanto temor a delegar trabajo en otros?

En primer lugar, tememos que otros no puedan hacer el trabajo tan bien como nosotros mismos. Nos asusta pensar en la posibilidad de que nos fallen. Pero si concretamos lo que hay que hacer y asignamos responsabilidades
específicas a otras personas, ellas harán el trabajo. Cierto es que debemos explicarles la tarea a realizar con claridad y, en algunos casos, entrenarlas para ella. Pero esto produce un alto rendimiento. Más personas participarán en la
obra. John R. Mott, el conocido misionero y hombre de estado solía decir: "Prefiero dejar que diez hombres hagan el trabajo que hacer el trabajo de diez hombres".

En segundo lugar, no delegamos porque tenemos miedo de perder el control. Algunos de nosotros nos volvemos bastante ansiosos e inseguros cuando otros deben tomar decisiones y dirigir. Creemos que nos han quitado la
capacidad de tomar decisiones. En la obra cristiana necesitamos aprender a confiar en otros. Además, no perdemos el control puesto que, si somos sabios al delegar, todavía mantendremos nuestra supervisión. Los que han recibido
una tarea específica deben responder ante nosotros.

¿PODEMOS APRENDER DEL MUNDO EMPRESARIAL?


¿Deben los líderes cristianos tomar modelos de liderazgo extraídos del mundo empresarial? Sí, siempre que éstos hayan sido cuidadosamente sopesados y santificados. Los autores de libros y manuales empresariales proponen sus
principios y comparten su visión en base a su investigación y a las experiencias de los que dirigen grandes empresas. Si bien admiramos sus objetivos de excelencia y eficiencia, nunca debemos dejar que éstos se conviertan en
fines.

Queremos hacer un buen trabajo porque así damos gloria a Dios. Por supuesto, podemos aprender mucho de planificación por objetivos, control presupuestario, eficiencia organizativa, cómo medir lo conseguido y motivar a los
empleados. Sin embargo, hay diferencias fundamentales. Las grandes empresas cuentan con un ejército de empleados bien entrenados. Las iglesias, en general, con voluntarios a tiempo parcial. En el mundo empresarial hay, por lo
general, una cadena de mando; los ejecutivos dan órdenes que deben ser obedecidas. Pero en el servicio cristiano debemos inspirar, influir y motivar a nuestros compañeros cristianos. No podemos ordenarles como si fueran
subordinados. La mayoría de las iglesias y organizaciones cristianas tienen fondos y recursos limitados y no pueden permitirse el apoyo de procesadores de texto, computadoras y hábiles secretarias. Así que necesitamos adaptar los
principios y procedimientos empresariales a nuestra situación particular. Como mayordomos de Dios debemos intentar hacer el mejor uso posible de los recursos humanos y materiales disponibles.

TRABAJANDO JUNTOS:

UN PROCESO DE DECISIÓN EN COMÚN (COOPERATIVA).

Personalmente he usado mucho un proceso que facilita tomar decisiones en común. Este proceso está compuesto por seis componentes básicos o pasos, que son los siguientes:

OBJETIVO: resumir en una frase, y claramente, la meta u objetivo principal.

RECURSOS: hacer una lista de los recursos humanos, financieros y materiales para realizar el objetivo.

PLANIFICACIÓN: planificar es decidir, por adelantado, qué se debe hacer, por qué, dónde, cuándo, quién debe hacerlo y cómo.
COMUNICACIÓN: comunicar la información a los otros líderes y a los miembros para que sean conscientes del objetivo. Compartir los planes propuestos. Informar a cada persona de sus responsabilidades específicas. Hacer
descripciones (preferentemente por escrito) de las tareas a realizar, para que todos los implicados conozcan claramente sus deberes.

ACCIÓN: poner el plan en movimiento trabajando en las tareas asignadas. Esto sólo debe hacerse cuando ya todo el equipo ha seguido los pasos anteriores. Puede ser necesario que el presidente supervise los progresos y atienda
los problemas de organización.

EVALUACIÓN: el equipo de líderes pasa revista a todo el programa de actividades. ¿Qué cosas fueron bien? ¿Cuáles no y por qué? Si fuera a repetirse un programa similar, ¿qué se repetiría y qué se omitiría? ¿Se han descubierto
nuevas capacidades de liderazgo entre los que han participado en la actividad?

Este proceso es de gran valor en la toma de decisiones por parte de un grupo de líderes. Su efectividad descansa en la disposición de todos los miembros a someterse a su disciplina. En demasiadas ocasiones un grupo de líderes
tiene sólo una vaga idea de lo que debe hacerse. Hacen planes apresurados, pasan a la acción y, antes de que sepan lo que ha pasado, ya se ha roto la comunicación. Participan en las actividades y no tienen claras sus
responsabilidades ni saben ante quién tienen que rendir cuentas. Tampoco cómo encaja su tarea en todo el proyecto. Hay duplicaciones y traslapos en algunas áreas, mientras que otras tareas apenas reciben atención. Los ánimos
comienzan a caldearse y existe frustración. Los líderes empiezan a echarse las culpas unos a otros y una negra nube cubre todo el proyecto.

Ahora bien, para que funcione este proceso, los líderes deben practicarlo constantemente. Deben seguir, meticulosamente, los seis pasos. En ocasiones, cuando dirijo seminarios sobre organización del liderazgo, divido a los
participantes en pequeños equipos de seis o siete miembros. Deben familiarizarse por sí mismos con los seis pasos del proceso de decisión. Después les muestro ocho o nueve objetos y les pido que reúnan diez unidades de cada
uno en el menor tiempo posible. Cada unidad debe ser etiquetada cuidadosamente. Si estas prácticas se hacen al aire libre, utilizo diferentes tipos de hojas y piedras. El equipo que sigue fielmente los seis pasos es, normalmente, el
ganador. Después dejo que durante veinte minutos los diferentes equipos analicen su actuación y valoren su éxito o fracaso.

En el siguiente ejercicio, pido a los mismos equipos que reúnan el doble de unidades de los mismos objetos en la mitad de tiempo. Lo asombroso es que ahora la mayoría de los equipos logran alcanzar este nuevo objetivo. Han
aprendido con la experiencia la importancia de la organización. También han aprendido la importancia de establecer objetivos claros, planificar cuidadosamente, hacer el mejor uso posible de sus recursos humanos y materiales,
realizar buenas descripciones de las tareas a realizar y revisar sus esfuerzos.

Vamos a utilizar este proceso para planificar una campaña evangelística que va a realizar su iglesia local. El comité está formado por nueve personas y usted es una de ellas. Los únicos «obreros a tiempo completo» son el pastor y el
secretario de la iglesia. La región considerada tiene seis mil habitantes y los miembros de la congregación son ciento cincuenta. ¿Cómo planificaría una acción evangelística que tuviera como resultado que algunos de sus vecinos se
convirtieran y se integraran en su iglesia?
Puede cerrar ahora la revista y apuntar lo que usted haría, pero asegúrese de seguir los seis pasos: objetivos, recursos, planificación, comunicación, acción, evaluación.

He aquí un ejemplo de cómo una iglesia local planeó esta campaña de evangelización:

OBJETIVO: compartir las buenas nuevas de Jesucristo en la región considerada, de manera que la mayoría de las personas escuchen las pretensiones de Cristo y que al menos veinte de ellas le entreguen sus vidas. La campaña
evangelística se concentrará en nueve días, incluyendo los fines de semana.

RECURSOS: lista de recursos humanos. ¿Cuántos cristianos pueden compartir su fe con otros? ¿De cuántos hogares cristianos disponemos para reuniones informales, por ejemplo, alrededor de una taza de café? ¿Qué lugares
céntricos —por ejemplo, la iglesia— podrían ser usados para las reuniones evangelísticas masivas?

PRESUPUESTO: estimación de la cantidad necesaria para cubrir los gastos de publicidad, etcétera. ¿Hay cristianos en la iglesia que podrían capacitar a otros para la evangelización o hay que pensar en recursos externos?

PLANIFICACIÓN: preparar un bosquejo de programa para la campaña. Por ejemplo: dos cultos dominicales especiales; reuniones de evangelización los sábados por la tarde; reuniones especiales para hombres, mujeres y niños;
reuniones informales; evangelización personal. Establecer las fechas adecuadas. Proponer posibles conferenciantes. Sugerir responsables de entrenar a otras personas para evangelizar y personas encargadas de la publicidad.

COMUNICACIÓN:

Primera etapa: asegurarse de que todos los líderes estén familiarizados y plenamente comprometidos con esta acción evangelística. Dar descripciones de las tareas a realizar a las personas correspondientes. Cada descripción debe
ayudar a la persona a responder a dos preguntas básicas: ¿De qué soy responsable? y ¿Ante quién soy responsable?

Segunda etapa: los líderes deben compartir el objetivo y la visión de esta campaña evangelística con los miembros de la congregación. Solicitar oración, recursos financieros y apoyo de las personas. Dar una clara información del
programa de entrenamiento y de cómo cada miembro podría participar.
ACCIÓN: antes de que lleguen los nueve días de evangelización intensiva, los miembros tendrían que invitar a sus vecinos, compartiendo su fe con ellos.

Deben organizarse reuniones especiales de oración y hacer visitas casa por casa, entregando en cada hogar una porción de los evangelios o folletos evangelísticos.

Los responsables de la publicidad deben conseguir que los periódicos y emisoras locales den cuenta de las reuniones especiales.

El conferenciante invitado debe ser presentado.

El pastor, junto con los consejeros laicos, deben estar a la disposición de los que muestran interés. Los folletos y el material para hacer el seguimiento deben estar disponibles. Los responsables de los detalles prácticos (por ejemplo,
preparativos de las reuniones, sistema de sonido) deben repasarlos para evitar problemas de última hora.

EVALUACIÓN:

Después del acontecimiento, el comité debe revisar todo el programa en una reunión especial.

¿Cuántos hogares se visitaron? ¿Cuál fue la respuesta espiritual de la congregación? ¿Cómo podría hacerse el seguimiento? ¿Podrían movilizarse dos o tres equipos para visitar a los "invitados"? ¿Y las conversiones? ¿Cuántos
dieron testimonio de su fe? ¿Cómo van a ser pastoreados? ¿Cómo podría toda la iglesia aprovechar la situación creada tras los nueve días de reuniones especiales? ¿Qué dones y capacidades se han detectado y en qué miembros?
¿Cómo podrían desarrollarse más?

Por supuesto, sería de mucha utilidad que los resultados se recopilaran y pusieran a disposición del siguiente equipo que tuviera que planear una campaña de evangelización. Así, el nuevo comité podría usar lo que sus predecesores
hayan descubierto. En su libro Managing Our Work (Administrando Nuestro Trabajo), el Dr. John Alexander hace este acertado comentario: "Si queremos que nuestros compañeros se sientan miembros de un mismo equipo, uno de
los indicadores de que nuestras comunidades gozan de buena salud será nuestra tendencia a usar los pronombres nosotros y nuestros —en lugar de vosotros, vuestros, ellos y suyo— al referirnos a la organización. Una señal de
peligro se enciende cuando un compañero utiliza el plural vosotros y ellos en lugar de nosotros y nuestro" (Alexander 1975:65, 66).

Trabajar juntos debe ser una demostración de que nos pertenecemos unos a otros y de nuestro mutuo compromiso de servir al mismo Señor. Esto producirá solidaridad y compañerismo.

LA PUREZA EN EL LIDERAZGO

Uno no necesita sino encender el televisor durante algunos minutos para sentir la presión de la agobiante sexualidad de nuestros días. Y la mayor parte de la represión es brutal. Un aburrido recorrido por los canales de televisión al
mediodía muestra invariablemente a una pareja envuelta bajo las sábanas de la cama y mucha monotonía sensualista. Pero la presión se ha vuelto cada vez más ingeniosa, especialmente si su propósito es vender.

La Iglesia no ha escapado tampoco, pues muchos en la iglesia de hoy se han marchitado bajo el calor de la sensualidad. La Revista Liderazgo realizó una encuesta entre un millar de pastores. Los pastores respon-dieron que 12% de
ellos habían cometido adulterio estando en el ministerio—¡uno de cada ocho pastores!—y 23% había hecho algo que ellos consideraban sexualmente impropio. Por otra parte, la revista Cristianismo hoy hizo una encuesta entre un
millar de sus suscriptores que no eran pastores y descubrió que la cifra entre éstos era casi el doble: el 23% dijo que había tenido relaciones sexuales extramaritales y el 45% indicó que habían hecho algo que ellos consideraban
sexualmente impropio. ¡Uno de cada cuatro hombres cristianos son infieles y casi la mitad de ellos se han comportado indecorosamente!

Esto nos lleva a una conclusión ineludible: la iglesia evangélica contemporánea es, en términos generales, "corintia" en esencia. Es una iglesia cocida a fuego lento en los jugos derretidos de su propia sensualidad, y por eso:

• No es extraño que la Iglesia haya perdido su interés por la santidad.

• No es extraño que sea tan floja para disciplinar a sus hijos.

• No es extraño que el mundo le reste importancia como algo que está fuera de lugar.

• No es extraño que muchos de sus hijos la rechacen.

• No es extraño que haya perdido su poder en muchos hogares, y que el Islam y otras falsas religiones estén logrando tantos convertidos.

La sensualidad es sobradamente el mayor obstáculo a la santidad entre los hombres hoy, y está haciendo estragos en la Iglesia. La santidad y la sensualidad se exclu-yen mutuamente y los que han caído en las garras de la
sensualidad no podrán más elevarse a la santidad mientras se encuentren bajo su agotador dominio. Si vamos a "ejercitarnos para la piedad (cf. 1 Ti 4.7) debemos comenzar con la disciplina de la pureza. ¡Tiene que haber algún celo
santo, algún esfuerzo santo!

LAS LECCIONES SACADAS DE UN REY CAÍDO

¿A dónde debemos mirar en busca de ayuda? El ejemplo más aleccionador que encontramos en toda la Palabra de Dios es la experiencia del rey David, tal como aparece narrado en 2 Samuel 11.
Una vida en la cúspide

David se encuentra en la cúspide de su brillante carrera. Desde su niñez, había sido un amante apasionado de Dios y poseía una enorme integridad de alma, como lo atestiguaron las palabras del profeta Samuel cuando lo ungió
como rey: "El hombre mira lo que está delante de sus ojos, pero Jehová mira el corazón" (1 S 16.7). A Dios le agradó lo que vio. ¡A Dios le agradó el corazón de David!

Su corazón era valeroso, como quedó evidenciado al enfrentarse a Goliat y responder a la temible retórica del gigante con unas cuantas palabras atrevidas, de su propia cosecha, y luego arremeter a fondo contra Goliat, dándole en
medio de la cabeza.

Era un persona desbordante de alegría, entusiasmo y confianza, y rebosaba de un carisma irresistible. Era el poeta, el dulce salmista de Israel, tan en comunicación con Dios y consigo mismo que sus salmos siguen tocando hoy las
fibras del corazón del hombre. Bajo su liderazgo todo Israel estaba unido. David difícilmente parecía ser un candidato para el fracaso moral. Pero el rey era vulnerable, ya que había debilidades definitivas en su conducta que lo
dejaron a merced del fracaso.

SU INSENSIBILIZACIÓN

Los problemas empiezan cuando toma más concubinas y mujeres de Jerusalén (2 S 5.13). ¡Debemos notar, y notar bien, que el que David tomara más mujeres era pecado! La Ley estableció las normas para los reyes hebreos (Dt
17), les ordenaba abstenerse de tres cosas: 1) tener muchos caballos, 2) tomar muchas mujeres, y 3) acumular mucha plata y oro (cf. vv. 14-17). David cumplió bien con lo primero y lo último, pero fracasó totalmente en cuanto a lo
segundo por hacerse deliberadamente de un numeroso harén.

En la vida de David se había enraizado una progresiva insensibilización al pecado, con el consiguiente descenso de santidad. La colección de esposas de David aunque era «legal» y no se consideraba adulterio en la cultura de su
época, sin embargo, era pecado. Tales excesos lo insen-sibilizaron al llamamiento de Dios, como también al peligro y a las consecuencias de la caída. Esa insensibización lo convirtió en presa fácil del pecado funesto de su vida.

Es la sensualidad "legal" y la condescendencia con lo culturalmente aceptable lo que nos llevará a la ruina. Las prolongadas horas de mirar indiscriminadamente la tele-visión, es uno de los grandes culpables de esta insensibilización.

SU RELAJACIÓN EN CUANTO A DISCIPLINA

El segundo error en la conducta de David, fue la relajación de los rigores y de la disciplina que siempre había sido parte de su vida activa. David se encontraba en la mitad de su vida, con aproximadamente cincuenta años de edad, y
sus campañas militares habían tenido tanto éxito que no era necesario que él personalmente saliera a combatir. Por tanto, con toda razón le dio el trabajo de acabar con el enemigo a su competente general, Joab, y luego se fue a
descansar. El problema era que la relajación se extendió a su vida moral. Es difícil mantener la disciplina interior cuando uno se relaja así. David se volvió inmediatamente vulnerable.

David no sospechaba que algo insólito iba a ocurrir ese desgraciado día primaveral. Aprendamos la lección que hay aquí. Precisamente cuando pensamos estar totalmente a salvo, cuando sentimos que no hay ninguna necesidad de
mantenernos alertas para continuar ocupándonos de nuestra integridad interior y para disciplinarnos en la santidad, ¡es cuando se presenta la tentación!

Su obsesión (2 S 11.1-3)

El rey se paseaba para mirar a su ciudad al final de la tarde. Mientras miraba, sus ojos vieron la figura de una mujer extraordinariamente her-mosa que se bañaba sin ningún pudor. En cuanto a lo hermoso que era, el hebreo es
explícito: la mujer era "muy hermosa" (v. 2). Era joven, estaba en la flor de la vida, y las sombras del crepúsculo la hacían aun más seductora. El rey la miró ... y continuó mirándola. Después de la primera mirada David debió haber
dirigido la vista en la otra dirección y debió haberse retirado a sus habitaciones, pero no lo hizo. Su mirada se convirtió en una mirada fija pecaminosa y después en una mirada ardiente y libidinosa. En ese momento, David se
convirtió en un viejo verde y lujurioso, apoderándose de él una obsesión lasciva que tenía que satisfacer.
Dietrich Bonhoeffer hizo la observación de que, cuando la lujuria toma control de la persona, "en ese momento Dios ... deja de ser real ... Satanás no nos llena de odio contra Dios, sino que nos hace olvidar a Dios". ¡Qué gran
sabiduría hay en esta afirmación! Cuando estamos dominados por la lujuria, la realidad de Dios se desvanece.

SU RACIONALIZACIÓN

De su obsesión fatal, el rey David descendió al escalón siguien-te: la racionalización.

Cuando sus intenciones se hicieron evidentes a sus subalternos, uno de ellos trató de disuadirlo, diciéndole: Es Betsabé, hija de Eliam, mujer de Urías heteo. Pero David no iba a permitir quedar desairado, de modo que una fuerte
racionalización se produjo en su mente.

Su degradación (adulterio, engaño, asesinato)

La progresiva insensibilización, relajación, obsesión y racio-nalización de David lo llevaron a uno de los fracasos más grandes de la historia, y a su degradación. (véase 2 S 11.4-5). David no se percató que había dado un paso en
falso en el precipicio y que se estaba viniendo abajo; que la realidad vendría pronto, que llegaría rápidamente al fondo.

Todos estamos familiarizados con la ruin conducta de David, que lo convirtió en un asesino y en un taimado calculador, decidiendo la muerte de Urías para ocultar su pecado con Betsabé. Baste con decir que en esos momentos de la
vida del rey, Urías, con todo y estar borracho, era mejor persona que David estando éste sobrio! (v. 13)

Un año después, David se arrepentiría tras la incisiva acusación del profeta Natán. Pero las tristes consecuencias no podría deshacerse. Como se ha señalado con frecuencia:

Fue la violación del décimo mandamiento (codiciar la mujer de su prójimo) lo que llevó a David a cometer adulterio, violando así el séptimo mandamiento.

Luego, a fin de robarle la mujer a su prójimo (violando, por tanto, el octavo mandamiento) cometió un asesinato y violó el sexto mandamiento.

Violó el noveno mandamiento hablando falso testimonio contra su hermano.

Todo esto trajo deshonra a sus padres, violando así el quinto mandamiento.

De esta manera, David violó todos los mandamientos que se refieren a amar al prójimo como a uno mismo (los mandamientos cinco al diez). Y al hacerlo, deshonró también a Dios violando, en realidad, los primeros cuatro
mandamientos.

El reinado de David se fue en picada a partir de ese momento, a pesar de su encomiable arrepentimiento.

Se le murió el bebé.

Su bella hija, Tamar, fue violada por su medio hermano Amnón.

Amnón fue asesinado por Absalón, hermano de padre y madre de Tamar. Absalón llegó a odiar tanto a su padre David por su bajeza moral que encabezó una rebelión contra él con el apoyo de Ahitofel, el ofendido abuelo de Betsabé.
El reinado de David perdió la aprobación de Dios. Su trono jamás recobró su estabilidad pasada.

Debemos aceptar que David jamás habría dado más que una mirada fugaz a Betsabé si hubiera podido vislum-brar los desastrosos resul-tados de su pecado. Creo de todo corazón que serían muy pocos los hombres—si es que
hubiera alguno— que se apartarían de la Palabra de Dios si pudieran ver lo que eso les acarrearía.

La historia de la catastrófica caída del rey David ha sido dada por Dios y debe tomarse seriamente por la Iglesia en esta "época corintia" como una advertencia a la patología de los factores humanos que conducen al derrumbamiento
moral:

• La insensibilización que se produce por la mundanalidad tradicional de la cultura.

• El síndrome fatal que se produce por la relajación moral de la disciplina.

• Los efectos ofuscantes de la obsesión sensualista.

• Y la racionalización con la que tratan de justificarse los que están dominados por la lujuria.

En el caso de David, el ciclo incluyó además adulterio, engaño, degradación familiar y decadencia nacional. La patología es evidente, como también lo son los terribles efectos de la sensualidad; y ambos tienen el propósito no sólo de
enseñarnos, sino además de amedrentarnos ¡para que ahuyentemos de una buena vez la sensualidad de nosotros!

LA VOLUNTAD DE DIOS:

Pureza sexual

A veces hay personas, que se consideran cristianas, que sencillamente no creen lo que estoy diciendo en cuanto a la pureza sexual. Pablo nos hace un llamado a la pureza sexual (1 Ts. 4.3-8).

Si la lectura de este pasaje no es lo bastante convincente en cuanto a la ética bíblica, debemos comprender que se basa en Levítico 19.2. Un mandamiento dado dentro de un contexto de advertencias en contra de los extravíos
sexuales. También deseo señalar que en 1 Tesalonicenses se nos llama a evitar la inmoralidad sexual y tres veces se nos pide ser "santos". Desechar esto es pecar contra el Espíritu Santo—la presencia viva de Dios—como
claramente lo dice el pasaje citado.

Como dice el erudito en Nuevo Testamento, León Morris:

El hombre que lleva a cabo un acto de impureza sexual no está únicamente violando un código moral humano, ni siquiera pecando sólo contra el Dios que en algún momento del pasado le dio el don del Espíritu Santo. Está pecando
contra el Dios que está presente en ese momento; contra Aquel que continuamente da el Espíritu. Todo acto de impureza es un acto de aborrecimiento contra el don del Espíritu Santo dado por Dios desde el mismo momento que ese
don es brindado.... Este pecado sólo es visto como lo que realmente es, cuando se ve como una preferencia por la impureza antes que por el Espíritu que es santo.

Por consiguiente, para un cristiano rechazar esta enseñanza en cuanto a la pureza sexual es rechazar a Dios, ¡y esto puede indicar una fe falsa!

LA DISCIPLINA DE LA PUREZA
Si en realidad somos cristianos, es un imperativo que vivamos con pureza y santidad en medio de nuestra cultura corintia. Debemos vivir más allá de las horripilantes estadísticas o la Iglesia está cada vez más fuera de lugar e
impotente, y nuestros hijos la abandonarán. La Iglesia no puede tener ningún tipo de poder si no es una iglesia pura.

Eso exige que vivamos la afirmación de Pablo: "Ejercítate para la piedad." Es decir, ¡debemos esforzarnos por la santidad!

RESPONSABILIDAD MORAL ANTE LOS DEMÁS

Nuestro entrenamiento comienza con algo tan importante como la disciplina de ser responsable moralmente ante los demás. Esto se hará con cualquiera que regularmente le pedirá a usted CUENTA DE SU VIDA MORAL,
HACIÉNDOLE PREGUNTAS DIRECTAS Y FRANCAS.

LA ORACIÓN

Junto con esto, está la disciplina de la oración. Ore diaria y concretamente por su pureza sexual personal. Ore por la pureza sexual de sus amigos también.

LA MEMORIZACIÓN

Luego, llénese de la Palabra de Dios mediante la disciplina de la memorización. Nuestro Señor dio el ejemplo por excelencia al rechazar las tentaciones de Satanás, utilizando cuatro citas precisas de pasajes del Antiguo Testamento
(cf. Mt 4.1-11).

LA MENTE

La disciplina de la mente es, por supuesto, uno de los retos más formidables. Las Escrituras presen-tan, por lo general, a la disciplina de la mente como la disciplina de los ojos. Es imposible que usted mantenga una mente pura si
todo el tiempo no discrimina lo que ve en televisión. En una semana usted verá más asesinatos, adulterios y perversiones que todo lo leído por nuestros abuelos a largo de toda su existencia.

Aquí es donde se hace necesaria la acción más radical (véase Mc 9.47). ¡Ningún hombre que permita que la podredumbre de ciertos canales de televisión, de videos para adultos y de las diversas revistas de pornografía inunden su
hogar y su mente, escapará de la concupiscencia!

Job nos ha dejado orientación para los días que vivimos: "Este compromiso establecí con mis ojos: No mirar lujuriosamente a ninguna mujer" (Job 31.1, La Biblia al Día). ¿Cómo cree usted que viviría Job en nuestra cultura actual? Él
entendió la sabiduría de Proverbios 6.27: "¿Tomará el hombre fuego en su seno sin que sus vestidos ardan?" El compromiso de Job prohibía una segunda mirada. Eso significa tratar a las mujeres con dignidad, mirándolas con
respeto. Si la forma de vestir o el comportamiento de una mujer es perturbador, mírela a los ojos, no en ningún otro lugar; ¡y aléjese lo más rápidamente que pueda!

La mente abarca también la lengua porque, con la "abundancia del corazón habla la boca" (Mt 12.34). Pablo es más específico (Ef 5.3-4). Significa que no debe haber humor sexual, ni chistes de mal gusto, ni vulgaridades, a los
cuales están tan propensos muchos cristianos para probar que no están "fuera de onda".

LOS LÍMITES
Ponga límite alrededor de su vida, sobre todo si trabaja con mujeres. Evite la intimidad verbal con las mujeres, a no ser con SU esposa. No le revele intimidades a otra mujer, ni la inunde con sus problemas personales. La inti-midad
es una gran necesidad en la vida de la mayoría de las personas, y hablar de asuntos personales, especialmente de los problemas propios, puede llenar la necesidad de intimidad que tiene la otra persona, despertando su deseo de
más intimidad. Muchas relaciones extramaritales comenzaron de esa manera.

Hablando ahora a nivel práctico, no toque a las mujeres. No las trate con el afecto informal con que trata a las mujeres de su familia. Son muchos los desastres que comenzaron con un toque fraternal o paternal, que se convirtió
después en un hombro com-prensivo. Usted puede aun tener que correr el riesgo de ser erróneamente considerado como "distante" o "frío" por algunas mujeres.

Siempre que usted coma o viaje con alguna mujer, hágase acom-pañar por una tercera persona. Esto puede ser incómodo, pero brindará la oportunidad de explicar sus razones, lo cual, en la mayoría de los casos le ganará respeto
en vez de censura. Muchas de sus colegas de trabajo se sentirán así más cómodas en su trato profesional con usted.

Nunca coquetee, ni siquiera en broma. El flirteo es intrínsecamente halagador. Usted puede pensar que resulta simpático, pero eso a menudo despierta en la mujer deseos no correspondidos.

LA REALIDAD

Sea realista en cuanto a su sexualidad. ¡No sucumba a la vana prédica gnóstica de que usted es un cristiano lleno del Espíritu Santo que "nunca haría cosa semejante". Recuerdo muy bien a un hombre que con suma indignación
tronaba que él estaba a salvo del pecado sexual. ¡Pero cayó pocos meses después! Enfrente la verdad. ¡Así como cayó el rey David usted también puede caer!

EL TEMOR A DIOS

Por último, está la disciplina del temor a Dios. Esto fue lo que ayudó a José a rechazar las tentaciones de la esposa de Potifar. ¿Cómo, pues, haría yo este grande mal, y pecaría contra Dios?" (Gn 39.9).

La presión de nuestra cultura nos oprime con sus obsesiones y sus racionalizaciones sexuales, y muchos en la iglesia de Cristo han cedido bajo su peso, tal y como lo demuestran las estadísticas. Para no ser parte de esas
estadísticas hay que esforzarse disciplinadamente. ¿Somos hombres de verdad? ¿Somos hombres de Dios? ¡Quiera Dios que así sea!

R. Kent Hughes es pastor en Wheaton, Ill., Estados Unidos, además es conferencista y autor de varios libros.
Este artículo ha sido extraído del libro Disciplinas de un hombre piadoso. Editorial Vida. Usado con permiso.

SANTIDAD EN TIEMPOS DE INJUSTICIAS

Cuando se instala en su corazón el deseo de venganza, también se abre el camino del perdón. El testimonio de un pastor de cómo gozando la gracia divina pudo descubrir el gozo de perdonar a los que fueron injustos
con él.

"Cuando se instala en su corazón el deseo de venganza, también se abre el camino del perdón"

Tenía en mis manos una durísima carta de un matrimonio que criticaba la situación del grupo de jóvenes. El contenido era carnal y no demostraba verdadera comprensión de todos los contenidos de la situación, pero aún no había
hallado, como pastor, el tiempo para encontrarme con ellos y escucharlos.
Cuando me puse de pie para predicar, el siguiente domingo, sentía una notable ausencia de gracia en mi corazón. Pequeños destellos de resentimiento punzaban mi espíritu. Hice algunos comentarios leves en la introducción que
provocaron sonrisas en todos los presentes todos, excepto el matrimonio que había enviado la carta. Mientras la congregación se reía, ellos estaban sentados en una de las primeras filas, de brazos cruzados y rostro duro, con los
ojos llenos de reprobación. Cuando hube terminado el sermón, me sentía físicamente deteriorado y espiritualmente desgastado. Mi falta de perdón rápidamente se estaba convirtiendo en amargura y rencor.

Mi tendencia a no perdonar cuando otros me han hecho algún mal me ha obligado a pensar cuidadosamente en los pasos que debo tomar para restaurar mi relación con Dios y con mis ofensores.

DEBO RECONOCER MIS PUNTOS DÉBILES

La mayoría de las personas tiende a adquirir cierta sensibilidad cuando ha sido golpeada varias veces. En este caso, la carta que recibí de esta familia era solamente una de las muchas maneras en que me habían criticado. Su
actitud en esta oportunidad, tan falta de gracia, fue la gota que colmó el vaso. Sentía que ellos no tenían ningún interés en demostrar siquiera una mínima cuota de comprensión hacia los demás.

Como algunos de los peores conflictos en el ministerio justamente los he experimentado con personas que yo consideraba carentes de gracia y comprensión, mi tendencia ante este tipo de situaciones es reaccionar con ira.
Rápidamente me siento provocado por personas cuya mejor habilidad es la de señalar los errores en los demás.

Sin embargo, en la medida en que he aprendido a reconocer mis propias debilidades también he encontrado que puedo controlar mejor el tipo de respuesta que tengo en estas situaciones. Entonces, el desafío, para mí, es recibir del
Espíritu Santo gracia y perdón para estos santos, en lugar de contraatacar con ira, resentimiento y amargura.

DEBO RESISTIRME A MI PRIMER IMPULSO

Cuando leo sobre las vidas de personas que esconden en el saco una pistola para vengarse de un jefe que fue injusto con ellos, o de alguien que coloca una bomba en un edificio lleno de personas inocentes, a menudo me pregunto:
"¿Cómo podría alguien hacer semejante acción? Las personas normales no se comportan de esa manera." No obstante, yo también he tenido toda clase de pensamientos malignos hacia las personas que me han hecho mal. Creo
que esto revela cuál es el próximo paso en el proceso de perdón: reconocer que, si las circunstancias se dieran, yo podría ser el autor de un acto de violenta retribución contra los que me han hecho mal. De hecho, si no perdono a
una persona comienzo a tener fantasías en mi mente con las maneras en que puedo castigarla.

Luego de una devastadora confrontación con una familia de la iglesia, donde me habían resistido en prácticamente todos los temas relacionados al ministerio, comencé a pensar: "Si Dios no visita sobre ellos una pronta retribución, yo
voy a acelerar los tiempos." Pensé en la posibilidad de denunciarlos frente al organismo de recaudación impositiva por prácticas deshonestas que conocía en ellos. Imaginaba que los atormentaba pasando por las madrugadas por
delante de su casa en mi carro, con la radio a todo volumen, la mano sobre la bocina y los faros dirigidos hacia sus dormitorios.

Cuando compartí estos viles secretos con un amigo, me miró atónito y preguntó: "¿Realmente te animarías a hacer esa clase de cosas?" "Seguro —le repliqué—, como probablemente lo haría cualquier persona que cede frente a la
tentación de vengarse, en lugar de asumir el desafío de perdonar."

Me acuerdo de la observación que hizo Jaime Broderick del Papa Paulo VI: "Jamás olvidaba una ofensa y esa era una de sus debilidades más agudas. Quizás lograba enterrar, por un tiempo, la experiencia vivida. Uno siempre tenía
la impresión, sin embargo, de que había marcado cuidadosamente el lugar donde había realizado el entierro."

La única manera con que evito este tipo de actitudes es frenando cualquier fantasía de venganza que pueda cruzarse por mi mente.

DEBO RECONOCER QUE SOY PROPENSO AL PECADO

En Deuteronomio 32.35 Dios instruye al pueblo, por medio de Moisés: "Mía es la venganza y la retribución; a su tiempo el pie de ellos resbalará, porque el día de su calamidad está cerca, ya se apresura lo que les está preparado." Mi
obsesión con la venganza revela un intento de mi parte de tener voz y voto en el juicio de Dios. Esto solamente agrava el conflicto, irrita el recuerdo de lo acontecido y produce mayor dolor. Es como si se le permitiera a uno de los
involucrados en una disputa legal que participe en el juicio y la sentencia de la otra persona. No se puede hacer justicia cuando uno de los culpables intenta juzgar al otro. Es necesario que yo reconozca mi culpabilidad, pues mi
comportamiento no siempre se ha revestido de santidad. Esto puede ser duro para mí, pero es la verdad.

Una vez utilicé una carta para ilustrar lo incorrecto que es criticar cuando uno no conoce todos los detalles de un asunto. Durante el sermón leí porciones del texto, el cual elevaba acusaciones y realizaba afirmaciones basadas en un
informe incorrecto. Luego aclaré a la congregación los verdaderos detalles de la situación y por supuesto, los hechos demostraban claramente cómo los que me habían criticado estaban errados en sus conclusiones.

En ese momento sentí que la congregación se ponía de mi lado, pues veían que el crítico era solo una persona insensible y negativa. De un solo tiro había podido ilustrar un principio bíblico y corregir a quien se me oponía.

A la semana siguiente recibí una segunda carta de este hombre, en la cual me informaba de que él y su familia se retiraban de la congregación. Me pedía que no los llamara, ni que tuviera contacto alguno con ellos. Aun cuando me
había tomado todos los recaudos para no revelar, durante el sermón, la identidad de la persona que me había escrito la carta, ellos sabían a quien me refería. Yo, por mi parte, no les había dejado ninguna otra opción que la salida de
la congregación.

Ante todo esto, tengo ahora muy claro que no importa cuán profundamente me sienta atacado, ni cuán tentado me sienta de enfrentar a mis oponentes, el púlpito no es el lugar para hacerlo, pues me ofrece una desequilibrada
ventaja, la cual con frecuencia acaba en una presentación subjetiva de mi perspectiva de la realidad, sin darle la oportunidad a los otros de expresar su respuesta a mis comentarios. Por tanto, he encontrado que la mejor manera de
resistirme a esta tentación es ofreciendo perdón en privado.

DEBO PERDONAR UNO A LA VEZ

Me encantaría poder decir que he encontrado la fórmula para perdonar efectivamente cada vez que me ofenden, pero no es así. El perdón no es algo que pueda hacerse de una sola vez. La duración del proceso de perdón
normalmente es proporcional a la profundidad del dolor que he experimentado.

El perdón es más como escribir un libro que una carta. Cuando escribo una carta, vuelco mis pensamientos sobre una hoja, la coloco en un sobre, lo sello y lo envío. Escribir un libro, en cambio, es más parecido a un interminable
ciclo de escribir y volver a escribir.

Cuando los conflictos son menores, normalmente los puedo manejar según el espíritu de 1 Pedro 4.8: "Sobre todo, sed fervientes en vuestro amor los unos por los otros, pues el amor cubre multitud de pecados." Cuando la ofensa es
severa, sin embargo, el proceso de perdón también puede ser igual de severo.

La experiencia más difícil que he tenido en el ministerio —me despidieron de una congregación— ¡me enseñó más acerca del perdón de lo que yo estaba interesado en saber! Ese proceso completo tardó más de dos años.

En esa oportunidad, me pareció que el proceso en cuestión estaba completo apenas unos meses después del incidente. Entonces llevé el asunto al Señor en oración y le dije que quería perdonar a aquellos que sentía eran
responsables por mi despido. Hasta elaboré una lista con sus nombres. El perdón parecía traerle a mi vida la libertad que buscaba.

Una semanas más tarde, sin embargo, me topé con uno de mis opositores en un restaurante de la ciudad. Luego de terminar el desayuno que compartía con un amigo, nos acercamos a la mesa de esta persona para intercambiar un
breve pero cálido saludo. Cuando salimos del lugar, mi amigo me dijo: "Realmente te vi relajado al hablar con Esteban. Supongo que has podido superar todo lo que viviste en la iglesia con él."

"¡Sí! —respondí confiado—. Todo aquello está superado. Es hora de avanzar hacia cosas nuevas." Durante el resto del día, no obstante, a cada instante volvía a mi mente el nombre, el rostro y las acciones de Esteban. No
encontraba la forma de deshacerme de estos pensamientos. El viejo resentimiento era tan fuerte y real como siempre, y esto golpeó duramente mi sentido de equilibrio espiritual.

Yo pensé que ya había realizado el proceso de perdonar a aquellos que eran responsables de mi desastre. ¿Por qué estaba volviendo a reaccionar de esta manera? "Señor, ¿no es suficiente con tomar el asunto y envolverlo fuerte
en un paquete, escribiendo por fuera PERDONADO?". Evidentemente esto no era suficiente, aún debía perdonar a los ocho individuos que habían sido parte de aquel conflicto. Yo había pensado que sería posible perdonarlos en
conjunto, mas descubrí que debía perdonarlos uno por uno.
El proceso duró muchos meses. Cada vez que fantaseaba con alguna de las personas, identificaba claramente mis sentimientos en mi mente hacia ella. Algunas veces requería de varios días para identificar claramente los
sentimientos en juego. Finalmente, sin embargo, podía describir no solamente las impresiones sino también las razones por las cuales las experimentaba. Descubrí que en el sencillo acto de orar por alguien, aun cuando lo sentía
vacío y artificial, se abría mi corazón hacia la otra persona.

En otra oportunidad, Dios fue creativo en la manera que utilizó para mostrarme la próxima persona que debía perdonar. Estaba yo en un mercado, buscando pasta dentífrica y crema de afeitar, cuando vi, de reojo, otra de las parejas
que habían participado en mi despido. Mi primera reacción fue a esconderme detrás de algunos estantes. ¡No fui lo suficientemente veloz, sin embargo! Ya me habían visto y me estaban saludando. Luego de un breve intercambio de
palabras seguimos cada uno por su camino.

De inmediato supe quiénes eran las próximas personas que necesitaba perdonar.

DEBO HABLARLE A OTROS DE LA PERSONA

En ese proceso de perdonar, mucho me ayudó hablar con otros acerca de quienes me agraviaron. Recuerdo cómo conversaba con un amigo sobre una persona que me había resistido y de esta manera me veía obligado a hablar
bien del otro.

Lo que descubrí es que realmente no importaba si la otra persona conocía o no a la persona que debía perdonar. Al hablar positivamente del otro me sentía impulsado hacia la reconciliación; las buenas palabras que pronunciaban
mis labios comenzaban a afectar las actitudes de mi corazón. La facilidad con la que me expresaba también se convirtieron en un medidor de mi perdón. Cuánto más fácil me era hablar bien del otro, más avanzado veía que estaba
en el proceso de perdonar.

DEBO ACUDIR AL SEÑOR EN ORACIÓN

El paso final que me ayudó a perdonar, fue reunir mis sentimientos y pensamientos para presentarlos al Señor en oración. En ocasiones los escribía en un papel y luego se los leía al Señor y en otras, le hablada directamente a Dios
de lo que había identificado en mi mente. En todo caso, confesar mis pensamientos y sentimientos negativos me permitía pedirle al Señor que me perdonara por mi propio pecado. Luego, con su ayuda, pude avanzar y extender ese
perdón a otros.

Debo destacar que esta prolongada experiencia con el perdón me permitió entender cuán profundamente afecta mi habilidad de perdonar a otros el que yo haya experimentado el perdón de Dios.

Una historia cuenta de un viajante que, con la ayuda de un guía, atravesaba las junglas de Malasia. Llegaron a un río ancho, pero no muy profundo. Se sumergieron en el agua y lo atravesaron a pie. Cuando salieron del otro lado, el
viajante descubrió que unas cuantas sanguijuelas se había adherido a su cuerpo. Su primera reacción fue el de arrancárselas pero el guía lo detuvo, advirtiéndole que solamente conseguiría dejar parte de las sanguijuelas en su
cuerpo y que casi con seguridad obtendría una infección. La mejor manera de quitarlas, explicaba el guía, sería un baño de inmersión en un bálsamo tibio. El líquido haría que las sanguijuelas soltaran solas el cuerpo del hombre.

Cuando yo me siento profundamente herido por otra persona, no puedo simplemente arrancar la herida de mi alma, esperando que la amargura, la malicia y el rencor desaparezcan, pues el resentimiento quedará incrustado en mi
corazón. La única manera en que verdaderamente puedo librarme de la ofensa y perdonar a los demás es tomando un baño de inmersión en el bálsamo del perdón de Dios hacia mi persona. Cuando finalmente llego a entender cuán
profundo es el amor de Dios en Cristo Jesús, el perdonar a otros fluye libremente.

ADIOS A UN PASTORADO
Cada pastor necesita comprender que puede planear cómo terminar con una etapa de su ministerio: la puede concluir de una manera optimista, positiva y redentora, o de un modo pesimista, destructivo y antagónico. De él depende la
elección, y vivirá con ella por el resto de su vida.

Los pastores son los más sorprendidos en descubrir que, cuando llega el momento de dejar una congregación, no saben cómo despedirse. Muchos consideran que esas últimas semanas son vacías y sin sentido. Algunos aun han
"tirado por la borda" la buena tarea efectuada durante años debido al comportamiento inapropiado en el momento de dejar la comunidad. Las congregaciones muchas veces son de poca ayuda, pues a los miembros también les
resulta difícil despedirse.

Siendo el pastor quien toma la decisión de dejar un lugar, él debería tomar también la iniciativa para que las últimas semanas fueran lo más efectivas posibles. El pastor tendría que dar una mirada franca a su rol y preguntarse cómo
afectará su retiro a cada miembro de la congregación. Algunos se sentirán rechazados, otros amenazados porque han dependido de él como fuente principal de amor y estímulo —él estuvo involucrado en los aspectos importantes de
las vidas de sus feligreses y eso ahora se va a interrumpir. Algunos se sentirán culpables y hasta vagamente responsables de su partida.

El pastor debería reconocer que, en algunos casos, la congregación se puede sentir rechazada y, a su vez, puede rechazarlo a él. Si ella piensa que el pastor se retira para ir a trabajar a campos más grandes y mejores, ¿qué clase
de recompensa a su lealtad es esa? Significaría que ella es de menor importancia que la otra. Perder a un pastor es como recibir un juicio negativo de sí misma; es difícil que la congregación no sea crítica sobre la partida.

El pastor puede asegurar a la congregación su importancia y singularidad. Él no debe hacer comparaciones y tendría que ayudar a sus feligreses a hacer lo mismo; esto le permitiría hablar sobre la misión de esa congregación y sobre
lo que significa la voluntad de Dios en la vida del cristiano y de la iglesia.

Durante las últimas semanas de su ministerio, el pastor debería también procurar sanear las relaciones de tirantez que pudieran existir con algunos miembros que tengan sentimientos negativos hacia él. Esa categoría generalmente
incluye a gente antagónica contra toda autoridad, aunque no necesariamente hacia el pastor como persona. Tal vez como el pastor ya no es visto más como la autoridad, el miembro antagónico se sienta libre para establecer otro tipo
de relación.

Cada congregación incluye también a gente independiente que precisa ayuda pastoral, pero que no lo quiere admitir. Estas personas generalmente cargan con responsabilidades pesadas y ocupan cargos solitarios en su iglesia,
hogar, trabajo y vida cívica. Quizá una y otra vez hayan rechazado las propuestas amistosas del pastor, pero en las últimas semanas de su pastorado estas relaciones pueden llegar a consolidarse. Cuando un pastor acepta un nuevo
cargo, entonces tiene algo en común con esas personas independientes.
A menudo se pasa por alto la despedida debida a los niños de una congregación. Muchos de ellos no comprenden por qué los hijos del pastor, que son sus amigos, deben mudarse. Tampoco comprenden por qué este hombre, que
ha sido su pastor y líder de escuela bíblica durante las vacaciones, ahora los va a dejar. El pastor y su familia debieran visitar la escuela dominical, y sentarse a conversar con los niños sobre por qué se van. Él puede explicarles el
significado de la voluntad de Dios y así situarse en el rol de pastor-amigo, haciendo que la situación sea más fácil para el próximo pastor.

Es importante también terminar correctamente con el ministerio de consejería. Por lo general, el pastor sabe que se va a trasladar por lo menos con un mes de anticipación. Él tiene un compromiso con las personas a quienes
aconseja y debe hacer todo lo que esté a su alcance para estimular su crecimiento durante las últimas sesiones. Algunas de estas personas quizá se abran y conversen sobre temas que nunca antes sintieron libertad para enfrentar.
El pastor debe también recomendar que estas personas vayan a otros consejeros.

El traslado muchas veces resulta difícil para los hijos. El pastor y su esposa deberían orar para que sus niños evolucionen como resultado del cambio. También deberían pedir que la experiencia aumente la comprensión de sus hijos
sobre lo que significa trabajar para el Señor de tiempo completo. Quizá en algún momento libre de interrupciones, como puede ser después de la cena, cada miembro de la familia pueda hablar sobre el tema del traslado a su manera,
ya sea con alegría, emoción, tristeza, aflicción, etc. Todas estas emociones son respuestas naturales al cambio. La razón por la que un niño siente algo es más importante que el sentimiento en sí. Los padres también deberían
compartir con ellos sus propios pensamientos sobre el tema.

Las actividades comunes de la familia, al margen de la actuación pública, pueden preparar igualmente al pastor y a su familia para la mudanza. Estas incluyen el despedirse no solamente de personas sino también de lugares
importantes, por ejemplo: la escuela a la que los niños han asistido, el hospital donde nació uno de los hijos, y la iglesia donde la familia se ha congregado y trabajado. Mientras visitan estos lugares pueden pensar en los buenos
momentos que disfrutaron allí.

De especial atención deberían ser la casa y el jardín donde la familia ha vivido. Durante las semanas previas a la mudanza se deben enfatizar la importancia de los dormitorios de los niños, la cocina de la esposa y el estudio u oficina
del pastor. Un último toque al césped del jardín y el disfrutar de la sombra del árbol favorito pueden ayudar a infundir un sentimiento de gratitud y bienestar.

Es obvio que el pastor no podrá realizar todo esto antes de retirarse de un pastorado; sólo podrá hacer algunas cosas. Lo importante es que se retire sabiendo que ha demostrado valentía en un momento crucial para su propia vida,
la vida de su familia y la de la iglesia. Necesita sentirse capaz de poder decir: "He tomado la iniciativa de dejar las relaciones de la mejor manera posible. Todos sabemos que ya no soy el pastor, pero sabemos que somos amigos".
Cada pastor necesita comprender que puede planear cómo terminar con una etapa de su ministerio: la puede concluir de una manera optimista, positiva y redentora, o de un modo pesimista, destructivo y antagónico. De él depende la
elección, y vivirá con ella por el resto de su vida.

UN BUEN FINAL
Terminar bien no significa alcanzar la perfección, sino como Pablo, proseguir hasta el final para que cuando éste llegue, nos encontremos aún creciendo en amor e intimidad con Cristo. Los autores compararon escritos sobre los
muchos líderes que estudiaron, tanto de los que han terminado bien como de los que no han terminado bien. Los que terminaron bien parecen haber tenido algunas características similares y a los que no terminaron bien les faltaban
esas mismas características. Estas cinco características son estudiadas en el artículo.

El apóstol Pablo estaba obsesionado en tener un buen final. Veía la vida como una carrera. Al encontrarse con sus amados ancianos de Éfeso por última vez dijo: «Pero de ninguna cosa hago caso, ni estimo preciosa mi vida para mí
mismo, con tal que acabe mi carrera con gozo, y el ministerio que recibí del Señor Jesús, para dar testimonio del evangelio de la gracia de Dios» (Hch. 20:24). Pablo estaba tan motivado por terminar bien, que desafiaba a los
creyentes Corintios a: "Correr (la carrera) de tal manera que obtengan el premio… No… corriendo como a la ventura" (1 Co. 9:24-26). Disciplinaba su cuerpo a hacer lo que debía hacer no a lo que deseaba, "no sea que habiendo sido
heraldo para otros, yo mismo venga a ser eliminado" (v. 27). Qué gozo invadió su corazón, cuando testificó al final de su vida: "He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe" (2 Ti. 4:7).

¿Qué fue lo que motivó al Apóstol Pablo a proseguir hasta el final? Quizá el mismo motivo que incitó a Daniel y sus tres compañeros, Sadrac, Mesac y Abednego a fijar sus ojos en Dios y ser suyos hasta el final, sin importar las
consecuencias. O a David, José, los apóstoles, Bernabé, Jorge Müller, Billy Graham y miles de seguidores de Cristo cuyos nombres quizá sean conocidos por unos pocos, pero que han influido en la vida de los que los conocieron.

Terminar bien no significa alcanzar la perfección, sino como Pablo, proseguir hasta el final para que cuando éste llegue, nos encontremos aún creciendo en amor e intimidad con Cristo, dándole a conocer, viviendo como sus
discípulos y amando a las personas que Dios pone en nuestro camino, procurando hacer siempre Su voluntad.

Hemos comparado escritos sobre los muchos líderes que hemos estudiado, tanto de los que han terminado bien como de los que no han terminado bien. Los que terminaron bien parecen haber tenido algunas características similares
y a los que no terminaron bien les faltaban esas mismas características.

Cinco características de quienes llegan bien al final de la carrera

1. TENÍAN UNA PERSPECTIVA QUE LES PERMITIÓ MANTENER UN CLARO OBJETIVO.

La perspectiva se destaca como característica de todo buen líder y de quienes terminan bien la carrera. Dicha perspectiva incluye ver el contexto más amplio de la circunstancia presente, poder relacionar lo que está sucediendo con
el panorama a largo plazo. Con una perspectiva clara y adecuada uno puede centrar su atención en lo importante o prioritario. Sin esa perspectiva uno puede perder de vista el objetivo.
Un amigo mío en la universidad acostumbraba comprar rompecabezas y organizar equipos de competencia para ver quién podía ordenarlos más rápidamente. Los equipos llegaron a ser bastante buenos. Un día desparramaron los
pedazos del rompecabezas sobre el piso sin dejar que los equipos vieran la figura de la caja. Sin un modelo que los ayudara a organizar las piezas, la confusión era total.

La perspectiva es como la fotografía o el dibujo en la caja de rompecabezas. Sin una meta clara en nuestra vida la tendencia será no canalizar las energías y caer en la mediocridad, haciendo un poco de todo, no siendo eficaces en
nada. Aquellos con influencia en su mundo son aquellos que pueden concentrar esfuerzos y atención en áreas apropiadas y pueden mantener esa actitud.

El apóstol Pablo demuestra el efecto recíproco que tienen la perspectiva y la mirada concentrada en la meta. En Filipenses 1.12-19 Pablo se enteró de que algunas personas que supieron de su encarcelación estaban predicando
sobre Cristo por motivos de rivalidad, maldad y ambición. Él se pudo haber enojado y recomendado a los cristianos que se lo impidieran, pero el enfoque de su ministerio era llevar a los gentiles a Cristo (Gá. 2.7).

Su perspectiva le recordaba que la salvación de Dios viene a través del nombre de Jesucristo, no a través de una presentación o de la motivación del presentador… y Dios estaba utilizando sus situaciones difíciles (cárcel, entre otras)
para extender el evangelio a las comunidades gentiles, ese era su enfoque.

La perspectiva viene a través de la experiencia y de la meditación en la presencia de Dios. Asaf, el escritor del Salmo 73, se desanimaba al ver que los malos prosperaban y que él no era recompensado en sus esfuerzos por
mantenerse puro. "Cuando pensé para saber esto, fue duro trabajo para mí, hasta que entrando en el santuario de Dios, comprendí el fin de ellos" (vv. 16-17). La verdadera perspectiva viene de la Palabra de Dios y su presencia.

Cuando comenzamos a entender cuáles son las prioridades de Cristo y las aplicamos a nuestra vida, podemos entonces centrar nuestro objetivo en lo correcto. Simplemente requiere tiempo conocer a Cristo y su Palabra, permitiendo
que Su mente invada nuestra mente. Un mentor que reúne estas cualidades es de gran valor para tal fin.

2. DISFRUTABAN DE INTIMIDAD CON CRISTO Y EXPERIMENTABAN CONTINUA RENOVACIÓN INTERIOR.

La intimidad con Cristo es la substancia de nuestro ser interior. Salomón, el rey de Israel, escribió en Proverbios: "Sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón, porque de él mana la vida" (4.23). El poder para guiar y ministrar viene
de la vida interior. Este era el área de enfoque de la vida del apóstol Pablo: Conocer a Cristo íntimamente (Fil. 3.10). La consideraba una práctica de por vida que necesitaba múltiples llenamientos.
En Juan 14.21 Cristo nos asegura que si obedecemos los mandamientos de Dios, el Padre y Cristo nos amarán y nos revelarán más de sí mismos. Mateo 11.28-30 nos invita a unirnos en yugo con Cristo, a obedecerle y trabajar en
unión con Él y, por lo tanto, a aprender de Él. Cuando era niño trabajé todo un día con mi padre en un duro trabajo de reparación. Estábamos solos los dos, pensando, excavando, transpirando, conversando para reparar una cañería
y válvula de agua. A través de esa experiencia aprendí más que nunca antes de él. Nos "unimos juntos en yugo".

Al pasar tiempo con Cristo, tratando de vivir en obediencia y ministrando a sus ovejas juntamente con Él (Jn. 21.15-17, Mt. 25.40), habrá tal intimidad con Él que cada área de nuestra vida se verá afectada. La integridad y el carácter
semejantes a Cristo serán parte de nosotros al tiempo que permitimos al Espíritu Santo tomar posesión de nuestra vida y al tiempo que experimentamos una continua comunión con Él.

Cuando notamos falta de integridad en nuestra vida exterior, hay un síntoma claro de falta de integridad en la vida interior que nadie percibe. Y cuando hay falta de integridad, no hay poder espiritual, confianza, libertad ni
transparencia. El secreto de la integridad interior es intimidad con Cristo.

La mayoría de los líderes que hemos estudiado, que no terminaron bien, fallaron en su vida interior. Su integridad se deterioró y tomaron malas decisiones. Al concientizarse del creciente abismo entre la verdad y la vida en su ser
interior y al temer ser descubiertos, se apartaron de la comunión que más necesitaban… y de la comunión con Cristo.

Hace varios años conocí a un anciano hermano que gozaba de intimidad con Cristo por vivir en integridad, haciendo evidente el fruto del Espíritu (Gá. 5.22-23) y pasión por la gloria de Cristo. Mientras oraba con él percibí en mi
corazón la presencia de Cristo y la familiaridad que disfrutaba con Él. Le pregunté acerca de su relación con el Señor Jesús y cómo se había desarrollado. «Todo comenzó a cambiar cuando me entregué a lo que dice Mateo 22.37-
39: "Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. Este es el primero y grande mandamiento. Y el segundo es semejante. Amarás a tu prójimo como a ti mismo".

Su desafío me motivó a buscar esa intimidad a un nivel más profundo. ¿Ha tratado usted de cumplir ese mandamiento? Jesucristo lo hizo en Su amor por Dios el Padre. Mire a Su vida:

Pero no se haga mi voluntad, sino la tuya (Lc. 22.42).

Porque yo hago siempre lo que le agrada (Jn. 8.29).


Pero le conozco, y guardo Su palabra (Jn. 8.55).

Ahora está turbada mi alma, ¿y qué diré? ¿Padre, sálvame de esta hora? Mas para esto he llegado a esta hora. Padre, glorifica tu nombre (Jn. 12.27-28).

Porque yo no he hablado por mi propia cuenta, el Padre que me envió, él me dio mandamiento de lo que he de decir, y de lo que he de hablar (Jn. 12.49).

Yo te he glorificado en la tierra, he acabado la obra que me diste que hiciese (Jn. 17.4).

Mete tu espada en la vaina, la copa que el Padre me ha dado. ¿no la he de beber? (Jn. 18.11).

Estos versículos revelan una total rendición a Su voluntad, un impulso por agradarle, una confianza plena… una pasión para la gloria de Dios. Jesús vivía en armonía con Él porque le conocía, le confiaba todo y pasaba tiempo con Él.
Usted puede decir: "Él es Jesús, yo nunca podría hacer eso", o puede comenzar a practicarlo y Dios le dará poder para realizarlo. Nosotros se lo podemos asegurar.

3. ERAN DISCIPLINADOS EN LAS ÁREAS IMPORTANTES DE LA VIDA.

La disciplina no se destacó en todas las áreas de aquellos que terminaron bien, pero sí en las áreas importantes y aun éstas variaban. Por ejemplo, algunos fueron disciplinados en su oración y estudio bíblico, pero no en su dieta.
Algunos eran disciplinados con sus planes pero desorganizados con su puntualidad. Y así seguía… pero cada uno demostró disciplina en las áreas importantes.

El diccionario define la disciplina como un "entrenamiento que produce control propio, carácter o método y eficiencia". Para tener un buen final debemos tener dominio propio y canalizar la energía en una dirección específica. Nancy
Moyer, experta en trabajar con niños talentosos dijo: «No hay nada más frustrante que observar a niños talentosos derrochar los bienes que Dios les dio. Muy pocos niños con talento (o aun adultos) alcanzan su potencial por una
simple razón: falta de disciplina.
Para desarrollar nuestros dones, habilidades y destrezas y que lleguen a ser verdaderos valores para lograr las metas de la vida, se necesita disciplina. ¿En qué áreas? En aquellas que son importantes para lograr un buen fin.

Cuando los misioneros van a trabajar entre gente de otra cultura, generalmente se rigen por lo que dice 1 Corintios 9.19-23 para adaptarse al medio ambiente y ajustarse al de aquellos a quienes están tratando de alcanzar. En este
pasaje Pablo enfatiza que la meta es "ganar a tantos como sea posible". Por lo tanto, dice "a todos me he hecho de todo" o a los legalistas secularizados, débiles, fuertes o a quien fuere. Dijo "esto hago por causa del evangelio".

Como supervisor de misioneros, me di cuenta de que muchos luchaban con el estilo de vida ya que caían en abusos propios de la cultura de que eran parte o se sentían tentados a hacerlo. Un misionero de trabajo muy fecundo, un
hombre que parecía vivir con bastante libertad y parecía espiritualmente fuerte en medio de quienes vivían contrariamente al evangelio, me compartió su secreto: "Hay que poner en práctica los últimos cuatro versículos de 1 Corintios
9".

Como ya dijimos en 1 Corintios 9.24-27, Pablo enfatiza la importancia de la perseverancia y la concentración… con disciplina. Los versículos 25 y 27 lo demuestran: "Todo aquel que lucha, de todo se abstiene, ellos a la verdad, para
recibir una corona corruptible, pero nosotros, una incorruptible… golpeo mi cuerpo y lo pongo en servidumbre no siendo que habiendo sido heraldo para otros, yo mismo venga a ser eliminado". Pablo está hablando de disciplina y
dominio propio. Si cedemos en nuestra forma de vida, debemos ser consistentes en la disciplina interior o podríamos llegar a ser descalificados o no terminar la carrera.

¿Cuáles son las tres áreas que usted considera importantes para su vida interior y para su crecimiento espiritual? ¿Qué es lo que alimenta su intimidad con Cristo? Quizá necesite disciplinarse en estas áreas. No la disciplina por amor
a la disciplina, ya que esto pronto se convertiría en legalismo y dureza; más bien disciplina por el bien de la intimidad… por amor al crecimiento… por amor al ministerio… por amor a Cristo. La disciplina en las áreas adecuadas para
hacer lo correcto contribuirá al crecimiento y lo capacitará para responder a la gracia de Dios y Su Espíritu en plenitud.

4. MANTENÍAN UNA ACTITUD DE APRENDIZAJE POSITIVA DURANTE TODA SU VIDA.

La mayoría de la gente deja de aprender a la edad de cuarenta años. Con esto queremos decir que no se empeñan más en adquirir sabiduría, entendimiento y experiencia para mejorar su capacidad de crecimiento y contribución para
los demás. La mayoría simplemente se queda con lo que ya sabe; pero los que llegan a un buen final mantienen una actitud positiva de aprendizaje durante toda su vida.

Muchas personas, especialmente los líderes, se estancan. Están satisfechos con lo que son y lo que saben. Esto generalmente ocurre después de haber adquirido lo suficiente para estar confortables o cuando pueden prever un
futuro relativamente seguro. Pero esto contradice el principio bíblico de mayordomía.
Hemos observado que Dios a menudo desafía providencialmente a los creyentes a dar los pasos necesarios para llevar a cabo sus propósitos para Su gloria. Algunos no están conscientes de la situación hasta que Dios a través de
las circunstancias los estimula a crecer. Como mayordomos somos responsables de incrementar lo que Dios nos dio.

El mantener una perspectiva clara nos ayudará a identificar lo que precisamos aprender para continuar creciendo y proseguir apuntando a nuestra meta. La amistad con personas que valoran seguir aprendiendo es provechosa y de
ayuda. Exponerse a situaciones nuevas o variadas, estimulará nuestra necesidad de aprender.

La madre de Pablo tiene ochenta y cinco años y siempre está leyendo algún libro, aprendiendo más sobre nutrición (es su hobby), y hablando con la gente acerca de sus vidas. Una vez fue invitada a asistir a un estudio bíblico para
personas mayores. Luego se unió a un estudio bíblico de mujeres jóvenes para el cual había que prepararse de antemano. Le pregunté por qué no se había quedado con el grupo de personas mayores. Ella respondió: "Oh, ellos eran
muy amorosos, pero querían hablar siempre de las mismas cosas. Yo quiero aprender cosas nuevas". Así lo hace y va a terminar bien.

5. SE RELACIONABAN CON PERSONAS QUE INFLUENCIABAN SU VIDA PARA BIEN, ASÍ TAMBIÉN COMO CON MENTORES CAPACITADOS.

Cada líder que hemos estudiado o analizado estuvo rodeado de buenos amigos y mentores durante su vida. Por lo tanto, es importante destacar que tener colegas y mentores cercanos nos ayudará y animará en las otras cuatro
áreas para tener un buen final.

Por ejemplo:

Los mentores proveen orientación para las decisiones importantes de la vida.

Los mentores están conscientes de la necesidad de experiencias de renovación y pueden ayudar a discernirlas.

Los mentores pueden detectar y prevenir malos hábitos y el caer en la tentación del abuso de poder y autoridad.

Los colegas y mentores pueden ser de estímulo y ayudarnos a ser responsables en lo personal y en nuestra diaria relación con Cristo.

Los colegas y mentores ayudan a desarrollar disciplinas correctas y nuevas perspectivas.


Los colegas y mentores modelan los valores y actitudes positivas de aprendizaje.

Los mentores pueden señalar el estancamiento y estimular el aprendizaje.

El Doctor Roberto Clinton es profesor de liderazgo en la Escuela de Misiones Mundiales en el Seminario Teológico Fuller en California. Se especializa en estudios de liderazgo. Como antecedente a sus contribuciones en el estudio y
desarrollo de liderazgo, ha investigado extensamente las vidas de más de 600 líderes pasados y presentes

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