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Industria editorial cubana: evolución y desarrollo

Chapter · December 2013

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Jacqueline Laguardia Martínez


University of the West Indies, St. Augustine
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INDUSTRIA EDITORIAL CUBANA: EVOLUCIÓN Y DESARROLLO

Jacqueline Laguardia Martínez

PRELIMINARES

En Cuba, si bien la introducción de la imprenta data de las primeras décadas del

siglo XVIII, solo puede hablarse de industria editorial después de 1959 ―entendida

esta como un sistema de actores y procesos, organizados a lo largo de una cadena de

valor y capaces de garantizar la producción de impresos en cantidades suficientes

para satisfacer demandas de miles de ejemplares―. A diferencia de lo sucedido con

las industrias editoriales en otras latitudes, en Cuba, la ausencia de un Estado

nacional independiente impidió el desarrollo de una industria editorial doméstica. Y

es que el sector del libro no se ha desarrollado, en ningún país, de manera

espontánea, pues ha requerido siempre la participación del Estado. Téngase en

cuenta que la base que da sustento a todo el sistema del libro, la lectura, pasa

necesariamente en su formación por el sistema educativo, por lo que la

industrialización y la universalización de la enseñanza han constituido factores clave

en la trayectoria de las empresas y los sistemas editoriales nacionales.

En Cuba, a pesar de la existencia de autores de calidad y prestigio literarios

probados, la literatura nacional permaneció huérfana de una industria editorial capaz

de brindarle apoyo material y funcionar como un mecanismo de difusión para la

1
expresión literaria hasta el triunfo de la Revolución. Es nuestro propósito recorrer,

en unas pocas páginas, la aventura que significó el surgimiento y el desarrollo de la

industria editorial cubana. También adelantaremos comentarios sobre su estado

actual, deficiencias mayores y desafíos inmediatos, los cuales examinaremos

exhaustivamente en otras páginas, ya en camino.

PRIMEROS AÑOS

No obstante la temprana entrada de la imprenta en Cuba, en 1720, no hubo en el

periodo colonial desarrollo significativo en la industria editorial. La imprenta, cuya

historia en nuestro país comienza en 1723, fecha del primer impreso conocido,

funcionaba bajo el control de la Capitanía General (Fornet, 2002:11). Eran la

censura practicada por los colonialistas españoles y la elevada tasa de analfabetismo

—hacia finales del siglo XIX de 75 % de la población de la Isla— obstáculos

insuperables que impedían el desarrollo de una industria editorial en el país.

(Smorkaloff, 1987:20).

Desde los comienzos, la producción y difusión de libros se limitaba a unos 200

ejemplares por título a causa del reducido público educado. Aquellos ejemplares se

distribuían por adelantado. Al principio la distribución estaba circunscrita a La

Habana y Matanzas. (Taubert, 1976:148).

La situación no mejoró sustancialmente durante la República. Antes de 1959, la

literatura, por regla general, llegaba a Cuba por encargo individual del lector.

2
Cuba siguió siendo un país sin una gran producción de libros. La producción de

libros en la república mediatizada estaba reducida a textos para la enseñanza

vendidos a altos precios y, básicamente, para las escuelas privadas. Del

presupuesto correspondiente a los años 1949-1950 del Ministerio de Educación,

ascendente a $5,994,059.75, solo se destinaba el 0,01 por ciento para la compra de

libros a bibliotecas y escuelas públicas. El Estado cubano no tiene una política del

libro; no siente una preocupación ante los problemas del libro. (Cámara Cubana del

Libro, 1949). La cifra que se maneja —menos de un millón de libros producidos

anualmente en Cuba antes de 1959— es una reconstrucción hecha a partir de las

pocas existentes y de la memoria de los viejos libreros y regentes de las imprentas

privadas. Si carecía la república de una política del libro, poco podía interesarle

desplegar un sistema de control y documentación de la producción librera.

(Smorkaloff, 1987:22-23).

Aquellos escritores que lograron editar sus obras —y que, en su mayoría, costeaban

la edición ellos mismos— tenían un limitadísimo acceso a la poca población lectora;

generalmente, obsequiaban la obra impresa a un círculo de amigos.

Con la excepción del texto escolar (…) el autor reunía dinero como podía, o

firmaba un contrato a plazos o por suscripción para la edición de su obra, cuyo

proceso de impresión no se iniciaba hasta que no estuviera entregado el último

centavo de la cantidad estipulada por el impresor. Después, el propio escritor

diseñaba y corregía su obra durante el proceso de imprenta. (Smorkaloff, 1987:32).

Tal panorama explica por qué Carpentier, Marinello, Guillén, publicaban fuera de

Cuba.
3
Según el propio Guillén recordaba, una primera edición de Motivos del Son (…) se

debió (…) un premio de la lotería que le tocó en suerte. Por su parte. Carpentier

tenía que editar en Argentina o México y Marinello inicialemnte en España. En

Cuba, apenas había había editoriales y las que tenían abiertas sus puertas, como

Cultural, Lex o Minerva, editaban sobre todo libros escolares o utilitarios (…) pero

la literatura y las ciencias, entre ellas las sociales, no encontraban un nicho de

mercado que justificase la edición. (Rodríguez, 2001:67).

Carente de editoriales y otras instituciones literarias de carácter público, la

intelectualidad recurría a las instituciones no oficiales: las tertulias y sociedades

literarias.

…los experimentos editoriales más duraderos de la etapa republicana, o eran

sostenidos económicamente por sus propios fundadores, o contaban con el respaldo

del Partido. Páginas fue la editorial del primer Partido Socialista de Cuba, dirigida,

desde su fundación a principios del 40, hasta su desaparición en el 50, por Carlos

Rafael Rodríguez. El Partido Unión Revolucionaria —era como se llamaba

entonces— decide crear una editorial, una librería y una emisora radial —Mil

Diez— a principios de la década de 1940, aprovechando la legalidad de dicho

Partido (…). Se proponía llevar el arte y las corrientes nacionales e internacionales

de la cultura contemporánea a las masas, facilitando la distribución de la literatura

entre los lectores. Todas las tiradas (…) eran masivas y los libros se vendían muy

baratos (…). La editorial funcionaba en el mismo edificio donde estaba radicada la

librería (…). Tenían una imprenta que no era parte de la editorial pero sí del

Partido: la Tipografía Flecha (…). Páginas preparó una edición cubana —masiva—

4
del Manifiesto Comunista, y, por primera vez en el país, el Árbol Genealógico de

Darwin. (…). De la producción cubana de su tiempo publicaron, entre otras obras,

El engaño de las razas, de Fernando Ortiz, En torno a la novela detectivesca, de

José Antonio Portuondo, y Fundamentos del socialismo en Cuba, de Blas Roca. La

librería de Páginas era un centro cultural, un lugar de encuentro para los escritores,

para toda la intelectualidad progresista de los años 40. (Smorkaloff, 1987:81).

Otro importante experimento del periodo, que refleja, además, las inquietudes de

los escritores de provincia, es la editorial Manigua, fundada en Santiago de Cuba

por el año 1953, aproximadamente; su primer volumen se publica en 1954.

Manigua no es una casa impresora en el sentido estricto de la palabra, sino el

proyecto de un grupo de autores santiagueros que editan sus obras bajo un sello

común. No tenían revista propia ni recursos, pero sí el deseo compartido de

proyectarse nacionalmente como movimiento literario al que otros creadores se

irían incorporando. Es significativo que Manigua surja en Santiago de Cuba, donde

no había empresa editorial alguna. (Smorkaloff, 1987:85).

La mayoría de las casas impresoras que funcionaban en la República habían sido

establecidas durante la colonia española. Desde la metrópoli se enviaban los

materiales y en Cuba se manufacturaba el producto final. Al iniciarse el siglo XX, la

impresión de libros y folletos mantuvo su carácter artesanal, a la vez que se

introdujeron en el país equipos de impresión de tecnología avanzada, instalados para

satisfacer intereses comerciales estadounidenses.

5
En Cuba (…) habían algunas imprentas grandes que tenían vínculos con el capital

norteamericano, como Omega, donde se imprimía Selecciones del Reader’s Digest,

y en aquel momento tenían equipos relativamente modernos, pero muy limitados.

(…) Los negativos industriales venían de Estados Unidos. (…) Éramos

manufacturadores de productos intermedios. Aquí el proceso estaba limitado. La

fotomecánica tenía algunos equipos para otras producciones comerciales, la

etiquetería de los productos, las cajas de los detergentes y demás, pero era para eso,

no para hacer libros ni revistas.1. (Smorkaloff, 1987:120).

Los Estados Unidos también dominaban la venta de materiales para la impresión y

sustituyeron impresos que todavía se elaboraban parcialmente en Cuba por

productos de exportación hechos en los Estados Unidos, como los sellos postales.

Otro obstáculo que se sumaba a la falta de apoyo oficial, la ausencia de editoriales,

el analfabetismo masivo era la persecución y el encarcelamiento de las agrupaciones

más activas de escritores y pensadores cubanos, política que, en ocasiones,

tropezaba con los fines comerciales que dominaban el sector editorial.

Las librerías de la época, aún las más prestigiosas, como Cultural, cuya imprenta

contratada por el gobierno, editaba libros de texto, encargaban, exponían () y

vendían obras de los grandes pensadores de ideas comunistas. El negocio con

títulos «subversivos» en época de aguda represión, era lícito (…); se podía hacer

1
“Las revistas norteamericanas que se imprimían venían como un producto preelaborado, de lo cual
aquí nada más se tocaban prácticamente dos fases: la impresión y la distribución hacia América
Latina. Teníamos la ventaja del idioma y la seguridad. (…) Había imprentas de muy alta calidad
en la elaboración de libros manufacturados casi manualmente. Eran famosos ciertos talleres que
estaban aquí en La Habana Vieja, pero eran para dos o tres mil ejemplares.” (Entrevista a Rolando
Rodríguez, 30 de enero de 1985 en Smorkaloff, 1987:120).
6
cualquier cosa con ellos, menos leerlos. Uno solo que adornara las vidrieras y

estantes de la capital, encontrado en la biblioteca de una casa particular, era causa

para el encarcelamiento del lector (…) Solo en la cárcel podían leerse; entre sus

cuatro paredes, con el permiso de las autoridades. (Smorkaloff, 1987:56).

No fue hasta después de 1959 que comenzó, en Cuba, un desarrollo real de la

industria editorial. El triunfo de la Revolución significó una transformación

profunda de la nación cubana. Los cambios en los modos de pensar, de hacer, de

vivir, atestiguan el surgimiento de una nueva cultura en su sentido más amplio y que

incluye, evidentemente, otras maneras de crear, producir y consumir el arte y la

literatura. Se apuesta por una cultura popular y no elitista, que descanse en

garantizar el acceso de todos a la creación literaria —propósito este que abrió

múltiples posibilidades para el desarrollo del libro cubano.

La creación de la Imprenta Nacional mediante la Ley 187 del 31 de marzo de 1959,

que se inaugura con una tirada masiva de 100 000 ejemplares de El ingenioso

hidalgo Don Quijote de la Mancha constituyó un primer gran esfuerzo. Otro hecho

significativo fue la Campaña de Alfabetización de 1961 —para la que se

imprimieron más de un millón de cuartillas— y la extensión masiva de la educación.

La alfabetización y la educación masiva impulsaron la modestísima industria

editorial doméstica, que necesitaba de la creación y el desarrollo de un sistema

7
editorial sólido que diera respuesta a la creciente demanda de libros, en especial, de

textos para la enseñanza.2

Los esfuerzos de la Imprenta Nacional (1959-1962) constituyen los primeros frutos

del proceso literario-editorial nacional que abarcó, además, la creación del

Departamento de Literatura y Publicaciones del Consejo Nacional (1959-1962), la

Editorial Nacional de Cuba (1962-1967), Edición Revolucionaria (1965-1967) bajo

la dirección del Consejo Nacional de Cultura, y la fundación de Casa de las

Américas (1959) y de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (1961).

Otra iniciativa editorial loable de estos primeros años, gestada en el centro de la isla

gracias al talento y el empuje del Samuel Feijóo, fue la editorial de la Universidad

de Las Villas.3 Cien clásicos de la literatura cubana, junto con la emblemática

2
En el crecimiento de la industria editorial y el desarrollo socioeconómico, no importa el país o la
época, el libro de texto desempeña un papel fundamental. Alastriste (1999) trae el ejemplo de que,
a pesar de las discrepancias ideológicas de sus gobiernos, tanto en México, como en España, se
vio en el libro de texto, o en la creación de una industria editorial de libros de texto, una vía para
impulsar el desarrollo, con la diferencia de que el gobierno de Franco alentó la formación de una
industria privada, mientras el mexicano lo hizo de una estatal. En México, durante los años
cincuenta, el gobierno organizó fuertes campañas alfabetizadoras y también hubo, como en Cuba,
una gran producción de libros por parte del Estado, pero la intención no fue, como en Cuba, crear
lectores, sino enseñar a leer. (Alatriste, 1999:291). Durante la llamada década perdida se extravió
el aliento que había dado aquel gran mercado común de lectura. Primero, las grandes
devaluaciones latinoamericanas, que hicieron insolventes a muchas librerías y destruyeron el
intercambio editorial de toda la región, pero después, so pretexto de la crisis, llegaron el desinterés
educativo, la ignorancia política, las políticas neoliberales con su inequidad económica y el
empobrecimiento cultural de los ciudadanos.
3
Producto de esta labor, y entre 1958 y 1968, aparecieron por primera vez en Cuba, y en grandes
tiradas, libros como El Cuentero, de Onelio Jorge Cardoso; Biografía del Tabaco Habano, de
Gaspar Jorge García Galló; Contemporáneos, de Marcelo Pogolotti; Memorias de una cubanita
que nació con el siglo, de Renée Méndez Capote; El pan de los muertos, de Enrique Labrador
Ruiz; Lo cubano en la poesía, de Cintio Vitier; Idea de la estilística, de Roberto Fernández
Retamar; Tengo, de Nicolás Guillén; Tratados de La Habana, de José Lezama Lima; Contrapunteo
cubano del tabaco y el azúcar, de Fernando Ortiz; y muchos títulos del propio Feijóo, como su
Sabiduría guajira, refranes, adivinanzas, dicharachos, supersticiones, cuartetas y décimas antiguas
de los campesinos cubanos, o su popular Juan Quinquín en Pueblo Mocho. (Moya Méndez, 2012)
8
revista Islas, dan muestra del importante proyecto editorial de Feijóo y

contribuyeron a establecer la reputación de excelencia de este centro universitario

cubano. (Moya Méndez, 2012).

La fundación de una imprenta nacional, auspiciada por el Estado, significó en aquel

entonces el equivalente de una casa editorial. Fue creada en marzo de 1959 mediante

la Ley 1874 para estimular la producción literaria y científica del pueblo cubano. Sin

embargo, no fue hasta marzo de 1960 cuando la Imprenta Nacional adquirió los

talleres necesarios para su puesta en marcha.

La Imprenta Nacional constituye la base de todo —base poligráfica e industrial—,

y consolidación de recursos humanos y materiales, cuyo eje son las rotativas de los

diarios nacionalizados en 1960. (…) A las desventajas de ser un país sin una gran

tradición editorial [escasa], sin editores, que apenas producía papel, se suma la del

bloqueo económico (…) Empiezan a escasear piezas, productos químicos, papel de

alta calidad y materias primas para elaborarlo. Eliminadas las fuentes de consumo,

de importación de materia prima para el papel de alta calidad (…) se soluciona el

problema con el semibond cubano, elaborado con desechos de diarios y revistas de

4
Artículo Segundo: La Dirección General de la Imprenta Nacional se encargará de la impresión:
a) De los libros escolares de las Escuelas Públicas y de otras escuelas anexas al Ministerio de
Educación.
b) De las empresas necesarias para el funcionamiento administrativo del Ministerio.
c) De los libros que acuerde editar la Dirección de Cultura.
d) De cualquier otra obra que por contribuir a la educación y la cultura del pueblo acuerde editar el
Ministerio de Educación.
Artículo cuarto: La Dirección General de la Imprenta Nacional tendrá a su cargo la Escuela Cubana
de Artes Gráficas anexa a la Imprenta Nacional.
Artículo noveno: La regencia técnica de la Imprenta Nacional tendrá a su cargo la organización del
trabajo y la inspección y vigencia de los talleres, así como la Escuela de Tipografía. (Smorkaloff,
1987:116).
9
producción nacional (…) Esto hace que se precisen las metas en el orden literario,

y se establezcan prioridades (…) de acuerdo con el papel disponible (…) todo esto

implica una labor consciente de planificación del sector cultural. (Smorkaloff,

1987:109).

De sus diferentes talleres, en los veinte meses que van desde agosto de 1960 a los

primeros días de abril de 1962, salieron 14 497 956 ejemplares de libros, 26 463 600

ejemplares de folletos y 22 579 882 revistas. (Smorkaloff, 1987:140).

La producción de la Imprenta Nacional respondió a las necesidades culturales más

urgentes del lector cubano y fue agrupada en “Bibliotecas”: Biblioteca Básica para

la Primera Enseñanza, Secundaria Básica y Educación Obrero-Campesina,

Enciclopedia Popular de Cuba, Biblioteca del Pueblo, Biblioteca Básica de Cultura

Cubana y las Ediciones Especiales.

A partir del 62, los autores cubanos publican sus obras a través de la UNEAC,

antes que con las pequeñas imprentas particulares5, y algunos a través del

Ministerio de Educación y el Consejo Nacional de Cultura o a través de las

provincias con la editorial de la Universidad Central de las Villas (…) [las

imprentas particulares hacían] tarjetas, sobres, papel rayado (…) Pero ya no tenían

que ver con el fenómeno del libro. Se fue paulatinamente muriendo la industria

privada —de la poligrafía— (…) por la concentración de todos los recursos. Ya el

5
“Al recoger la producción literaria nacional en cifras, vemos que estas «editoriales» o imprentas
privadas —no funcionaban como editoriales ya que el autor hacía de redactor, corrector, y además
traía su libro, ya diseñado, a la imprenta solo representaban un peso significativo durante los
primero cuatro años del periodo, pues englobaron el 43,5% de la producción (…) A partir de 1963
su influencia se hace cada vez menor, hasta casi desaparecer por completo en 1966 y 1967, años
en que solo se publicaron 3 y 1 título respectivamente”. (Smorkaloff, 1987:123).
10
autor comienza a percibir derechos, y tenía varias opciones dentro de las

colecciones culturales, editoriales, del Estado” (Entrevista a Rolando Rodríguez,

30 de enero de 1985, citada en Smorkaloff, 1987:122).

En 1962 se llegó a la conclusión de que era posible impulsar el sistema editorial

separando el proceso editorial del resto de las actividades industriales. Se crea la

Editorial Nacional como cabeza rectora del sistema editorial cubano y se van

dispersando las tareas de la industria: la poligrafía pasa al Ministerio de Industrias,

las librerías se subordinaron a una entidad del Ministerio de Comercio Interior y el

comercio exterior del libro pasó una empresa del Ministerio de Comercio Exterior.

Las editoriales Unión, de la UNEAC, y la Casa de las Américas elaboraban sus

propios planes de publicaciones, independientes de la Editorial Nacional. Su

creación en 1962 —a partir de la disolución de la Imprenta Nacional— se debe, en

gran parte, a la demanda de libros creada por la campaña alfabetizadora concluida el

año anterior.

Si el esfuerzo por crear la Imprenta Nacional se caracterizó por reunir elementos

antes dispersos y anárquicos para la constitución de un sistema editorial, a la

siguiente etapa le correspondió el esfuerzo de alcanzar mayor eficacia en las

distintas tareas y actividades del sistema editorial. Consolidada la base material,

poligráfica, en la etapa de la Imprenta Nacional, al transformarse en la Editorial

Nacional, se diversifica la política de ediciones de libros. Son seis las editoriales que

integran la Editorial Nacional en el momento de su fundación, con facultad —

otorgada al Consejo Editor— de crear cuantas otras requiera el país: Editora del
11
Ministerio de Educación, Editora del Consejo Nacional de Cultura, Editora del

Consejo Superior de Universidades, Editora Científica, Editora Tecnológica y de

Superación Laboral y Editora Juvenil. (Smorkaloff, 1987:144).

De 1962 a 1966, la nueva organización del sistema editorial posibilita, además, la

especialización en cada uno de los procesos industriales del libro. Las novelas tienen

ahora tiradas más armónicas, de 15 000 a 20 000 ejemplares; se comienza a trabajar

en el formato del libro cubano, con prólogos firmados por autores conocidos, tablas

de contenidos e índices; los artistas gráficos y pintores se incorporan a la creación y

el diseño de las cubiertas. La diversidad de ediciones, así como la adquisición de

algunos equipos nuevos provenientes de la República Democrática Alemana,

adquiridos, sobre todo, para complementar la maquinaria existente, los procesos de

impresión y acabado de libros, hacen posible que se tomen más en cuenta los

aspectos de la edición, el formato y el diseño. (Smorkaloff, 1987:146).

El 27 de abril de 1967 se crea el Instituto del Libro, cuyo antecedente aparece

durante la República con la fundación del Instituto del Libro en La Habana, en 1935,

por un grupo de hombres de letras —Antonio Sánchez Bustamante, Emeterio

Santovenia y otros— y cuyo objetivo fundamental era “fomentar la producción

intelectual cubana, especialmente por medio de la edición de libros”. (Ricardo,

1989:186).6

6
Experimento noble, pero condenado al fracaso pues pretendía crear una estructura equivalente a la
de una editora de objetivo comercial, cuya estabilidad económica sería proporcionada por el
concepto de Derecho de Autor, además del pago de un peso al mes de cada uno de los socios del
12
El Instituto del Libro surge como una institución dedicada a integrar distintas partes

de la industria del libro en un sistema y asume la función editorial del Consejo

Nacional de Cultura.

Fidel había orientado que en el lugar cimero de su política editorial estuviera la

edición de libros de texto, tanto para las universidades como para la enseñanza

general, pero había que pensar cuáles eran los demás factores que debían

redondearla. Pudiera definirlos en unos pocos trazos: promoción de un lector,

libros para desarrollar una cultura elevada en sus más diversos terrenos y muy

accesibles en precio, tiradas abundantes, puerta ancha para la edición de las obras

de los escritores cubanos de antes y ahora, y una política descolonizadora en la

literatura (…). Por igual debíamos trabajar para formar al lector del futuro (…).

Todo un reto sería promover la edición de obras de la ciencia y la técnica de los

investigadores cubanos. (Rodríguez, 2001:71).

De la misma manera que la Imprenta Nacional unificó lo que había de base material

para producir libros —imprentas y talleres—, el Instituto del Libro aglutinó a todos

los organismos editoriales creados por la Revolución y se encargó de la selección, la

Instituto, con derecho a recibir doce libros al año. “El Instituto pedía obras inéditas, para proceder
a editarlas, y señalaba que solo podría producirse a favor de la institución el 10% del producto de
lo que se editara. El resto sería del autor, al que también se le entregarían cien ejemplares de su
libro”. (Ricardo: 1989, 187). “Lo que no fueron capaces de hacer los distintos gobiernos del país,
supieron hacerlo los obreros, los trabajadores de la industria del tabaco, agrupados en la
Federación de Torcedores, quienes fundaron una imprenta propia, El Ideal (…) De El Ideal
salieron varias obras de significación social y política, como El imperio americano, de Scott
Nearing, y La esclavitud del bono, de H. Davis, ambas traducidas del inglés por Carlos Baliño y
publicadas en 1921.También se editaron los folletos Cuba, un pueblo que jamás ha sido libre,
escrito por Julio Antonio Mella, y Los problemas sociales de Cuba, por Emilio Roig de
Leuchsenring, y que se publicaron, respectivamente, en 1925 y 1927”. (Ricardo: 1989, 172-173).
13
producción y la distribución del libro. Unió las funciones que antes desempeñaban la

Editorial Nacional y las editoras Universitarias, Política, Juvenil y Pedagógica.

Unificó la red de comercio nacional y los mecanismos de importación y exportación

de libros. Las casas editoriales, dependientes de la Editorial Nacional,

desaparecieron para dar lugar a “series” correspondientes a distintos géneros y

temáticas; grupos de trabajo para atender y desarrollar las producciones literaria,

científica y pedagógica. Estos fueron: Arte y Literatura, Ciencia y Técnica, Ciencias

Sociales, Orbe, Gente Nueva, Pueblo y Educación, Ámbito, Ediciones de Arte.

(Smorkaloff, 1987:172). Aquellas series constituyeron los embriones de los actuales

grandes sellos editoriales nacionales, algunos ya desaparecidos, a las que fueron

integradas en 1971. Se crearon dos editoriales más: una en Oriente, para atender la

publicación de los autores de la entonces provincia, de ahí su nombre; y otra

especializada en la literatura cubana, Letras Cubanas. (Rodríguez, 2001: 71).

A fines de 1976 se creó el Ministerio de Cultura (Mincult). El proceso de

institucionalización del país se tradujo también en un reordenamiento de la

institucionalidad en el sector de la cultura y, por supuesto, en el conjunto de la

actividad editorial. Las editoriales funcionaron como empresas económicamente

independientes hasta 1980, fecha en que el Mincult las agrupó en dos: Cultura y

Ciencia, y Pueblo y Educación. Esta medida no implicó la inexistencia de editoriales

independientes, tales como Ediciones Unión, Casa de las Américas, Abril,

MINFAR, Biblioteca Nacional José Martí, Universidad de La Habana y Centro de

Información del Ministerio de Salud Pública.


14
La creación del Instituto Cubano del Libro (ICL) en la década de los ochenta es

parte de esta voluntad de reorganización. Surge como especie de una Unión de

Empresas puesto que es el resultado del agrupamiento de la EECC Empresa

Editorial de Cultura y Ciencias ―a la que pertenecían las seis casas editoriales que

aún forman parte del ICL―, la Empresa Nacional Distribuidora del Libro (DNL) y

Ediciones Cubanas ―que años más tarde abandonaría la órbita del ICL para pasar a

Artex.

En 1976 el Instituto del Libro se integró en el Ministerio de Cultura. Pasó sin las

librerías, porque poco antes la Comisión del Sistema de Dirección de la Economía

había tomado la decisión de trasladarlas al Poder Popular. En la década del 80 se

traspasaría al MINED la Editorial Pueblo y Educación y se desprenderían las

imprentas, que se incorporaron a la Integración Poligráfica. Años después, con los

elementos que restaban en el Ministerio de Cultura, se reinstituyó el Instituto,

subordinado a ese organismo. (Rodríguez, 2001:80).

El ciclo económico del libro, en esta etapa, se ratificaba en la desagregación de

actores y procesos repartidos en diversas empresas y ministerios, a la vez que se

consolidaba el papel rector en la política cultural del libro a cargo del ICL.

A pesar de una vocación empresarial evidente, determinada por la naturaleza de sus

organizaciones integrantes, el ICL pasó rápidamente a desempeñarse como el

organismo rector de la política del libro y la actividad editorial cubanas, y así hasta

el presente.

15
La función centralizadora, planificadora de un eje central como lo fue la dirección

del Instituto del Libro al principio, luego la Dirección de Editoriales del Ministerio

de Cultura, y actualmente del Instituto [Cubano] del Libro (ICL), es la de

garantizar una óptima utilización de los recursos materiales para la producción

literaria, con criterios ‘inclusivistas’, de buscar una vía que haga posible editar,

acertadamente, todos los títulos propuestos por las distintas editoriales.

(Smorkaloff, 1987:173-174).

El ICL tiene como objetivos centrales: (i) la construcción y afirmación de jerarquías

editoriales y autorales y de la hegemonía institucional, en consonancia con la

política cultural del país; (ii) la conversión del libro y la lectura en objeto y práctica

cotidianos de la sociedad cubana, con énfasis particular entre los niños y jóvenes; y

(iii) la adopción y difusión de una visión descolonizadora opuesta a discursos y

prácticas dominantes, que nace y se consolida desde los principios y metas de la

Revolución Cubana y actúa a favor del reconocimiento y reafirmación de la

identidad y cultura nacionales, latinoamericanas y del Tercer Mundo. (Informe del

ICL, 2009: pág.4).

Su misión es situar al alcance de los lectores de todo el país los libros necesarios

para satisfacer sus necesidades de lectura y facilitar la creación, la publicación y la

promoción nacional e internacional de los autores cubanos. La producción y la

circulación de libros se extiende, tanto a los clásicos universales y cubanos, como a

las creaciones contemporánea nacional e internacional, e incluye todos los géneros

literarios, artísticos y científico-técnicos. (Ecured, 2011).

16
Mientras se avanzaba en la reorganización de la actividad editorial era necesario,

para la constitución sólida de un sector editorial nacional, la expansión de las

capacidades poligráficas. Durante la década de los sesenta se complementa el

equipamiento existente mediante inversiones en fotomecánica. Se importaron

cámaras y graneadoras, con el propósito de complementar lo instalado en los años

cincuenta para la impresión de revistas y etiquetas de tabaco, ambos renglones para

la exportación.

Alrededor de 1972 se toman medidas para ampliar la base poligráfica del sistema

editorial. Se preparó un proyecto completo con vistas a la ampliación de los talleres

de La Habana, que contemplaba la importación de equipos de fotomecánica y la

instalación de un nuevo combinado poligráfico para libros en Guantánamo. En julio

de 1977, a un costo de más de 14 millones de pesos, se inauguró el Combinado

Poligráfico Juan Marinello, en dos turnos, con capacidad para 22 millones de libros

y 1 millón de revistas al año. (Smorkaloff, 1987:179-183).

El Combinado Poligráfico Juan Marinello se concibió en un momento en que las

tiradas para los textos que se destinaban a la Educación eran muy altas, y ese fue su

objetivo: no procesar libros con tiradas menores, como son la mayoría de las obras

de ficción o ensayo. En la década de los ochenta, las imprentas fueron incorporadas

a la Integración Poligráfica.

17
Con el surgimiento del Instituto (Cubano) del Libro y la instalación de capacidades

poligráficas modernas, la producción nacional de libros experimentó un crecimiento

acelerado.

2.500

2.000

1.500

1.000

500

Fig. 1. Títulos producidos. Cuba. (1967-1990).7

Fuente: Resumen estadístico 2010, p. 7, Instituto Cubano del Libro, 2011.

El incremento de la producción literaria alcanzado a finales de la década de los

ochenta fue notable, particularmente si se compara con las cifras de 1959. Según el

Comité Estatal de Estadísticas, en 1959, en Cuba se producían 7,3 títulos por cada

100 000 habitantes. En 1989, esa cifra se había elevado a 22,4 en un contexto

histórico marcado por un crecimiento demográfico relevante. De menos de 1 millón

de ejemplares al año se pasó, en 1989, a más de 50 millones. (ICL, 2008:5).

7
Los datos utilizados en la investigación son las estadísticas oficiales que conserva el Instituto
Cubano del Libro. Por razones desconocidas, las cifras que recoge la Oficina Nacional de
Estadísticas (ONE) no coinciden con esta información.
18
50.000.000

40.000.000

30.000.000

20.000.000

10.000.000

Fig. 2. Ejemplares producidos. Cuba. (1967-1990).

Fuente: Resumen estadístico 2010, p. 8, Instituto Cubano del Libro, 2011.

A partir de 1989 se modifica la estructura del sistema institucional de la cultura, con

miras a cambiar los mecanismos económicos prevalecientes en la organización

empresarial que actuaban como frenos la gestión cultural, a la vez que fue una

apuesta por la descentralización del organismo.

La introducción de mecanismos del Sistema de Dirección y Planificación de la

Economía en la esfera cultural, el que dejaría sus huellas, algunas marcadamente

negativas, en importante aspectos del desarrollo cultural del país. El sistema no se

adecuaba a la dinámica de los procesos y por tanto se planificaba la gestión

cultural desde el prisma de los planes técnico-económicos, con tareas concretas y

con un fuerte mecanismo centralizador. (Guzmán Moré, 2011[a]:27).

19
Se había entronizado en el sector cultural la aplicación esquemática del SDPE, y se

transfirieron sus deformaciones por lo que el sistema de instituciones y

agrupaciones artísticas operaba con mecanismos económicos y administrativos

como el régimen empresarial y las unidades presupuestasdas bajo el rígido control

extracultural del plan técnico económico. (…) Pero la cultura no podía medirse

como resultado socioculturales de su gestión. Al margen de su necesidad desde el

punto de vista concreto de la contabilidad y medición de gastos. (Guzmán Moré,

2011[a]:48).

Las nuevas formas organizativas asumieron como eslabón básico del sistema a la

institución cultural, la cual debía tener un programa que traduciría en acciones y

medias concretas la política cultural del Mincult. Mediante los programas de

desarrollo cultural, desde el municipio y la provincia, se construiría el Programa

Nacional de Desarrollo Cultural, elemento rector de la dirección, la gestión y el

control del trabajo en la esfera cultural (Guzmán Moré, 2011[b]: 168).

El tránsito de la estructura administrativa de dirección a una estructura institucional

se ratificó en la Resolución no. 33 del 11 de marzo de 1989. El ICL se organizó y

reorientó en el propósito de erigirse como centro del balance temático y productivo

de todo el sistema del libro y la literatura. (Guzmán Moré, 2011[b]: 171).8 Estos

cambios, insertos en una voluntad de transformación más amplia asociada al Proceso

8
Para apoyar estos cambios fue constituido el Consejo Editorial Nacional que abarcaba todas las
editoriales existentes en el país, los Consejos Asesores de Ciencias Sociales y Ciencia y Técnica
se fortalecieron y las entidades de producción gráfica, agrupadas en la Integración Poligráfica, se
conectaron más al organismo central. La Dirección de Literatura, antes en el Mincult, pasó al ICL.
(Guzmán Moré, 2011[a]:73).
20
de Rectificación de Errores y Tendencias Negativas, sufrieron, asimismo, ajustes

significativos como consecuencia de las transformaciones más trascendentales

ocurridas en el mundo y en la nación a partir de 1989.

CRISIS ECONÓMICA Y DÉCADA DE LOS NOVENTA

Se llega, entonces, a la década de los noventa, período especialmente difícil para el

país. Con el derrumbe del campo socialista a principios del decenio anterior y el

recrudecimiento del bloqueo económico impuesto por los Estados Unidos, Cuba se

enfrentó a la peor crisis económica de su historia. La escasez de recursos necesarios

para la creación artística se tradujo en una menor producción artística, contenida en

soportes de peor calidad. La industria del libro no fue la excepción y esta hubo de

canalizar los efectos de la crisis mediante dos vías fundamentales: la disminución

abrupta de los títulos publicados y sus tiradas —que privilegiaron autores cubanos—

, y el aumento significativo en los precios de los libros.

Desde 1989 comenzó a sentirse la falta de insumos, a pesar de que todavía quedaban

ciertas reservas en las industrias poligráficas y las transacciones operaban aún en

moneda nacional. Con el derrumbe del socialismo en Europa, algunas operaciones

no pudieron concluirse al quedar canceladas o darse por finalizados, de forma

unilateral, los convenios comerciales con esos países. Cuba editaba o producía libros

de texto o imprimía cantidades pequeñas de libros técnicos con algunas de esas

naciones. La interrupción de los planes de coediciones con los países de Europa del

Este provocó afectaciones a casi 300 títulos y, aproximadamente, a 7 millones de

21
ejemplares de libros, en especial, los dirigidos a niños, jóvenes, y especialistas de la

ciencia y la técnica. (Guzmán Moré, 2010).

Desde 1990, hasta 1993 se verifica un descenso vertiginoso en la producción

editorial del país. En 1993, solo se producen 568 títulos, con impresiones que apenas

rebasan 2 millones de ejemplares. Para aliviar los efectos negativos de la

disminución en el promedio de ejemplares por título, se propone el envío de una

cantidad importante de libros hacia las bibliotecas de la red pública y de

instituciones priorizadas. Esta iniciativa se refuerza gracias al proyecto de las

bibliotecas escolares, iniciado en 1995 con una tirada de 4 000 ejemplares.

Proliferaron, además, las publicaciones de plaquettes.

Circunstancias tan adversas obligaron a una redefinición de la política editorial

cubana. La industria del libro comienza a funcionar bajo el esquema del

autofinanciamiento; se diferencian los mercados de acuerdo con la política de la

doble circulación monetaria; se reducen las tiradas; entre otras transformaciones. Al

igual que el conjunto de la actividad cultural en el país, la industria editorial se

mantuvo subvencionada por el Estado cubano.

Entre 1990 y 2001 comenzó la aprobación de los esquemas de financiamiento en

divisas, que permitió a las instituciones culturales disponer de 80 % de los ingresos

que generaban. Al ICL se le permitió retener 100 %, parte de los cuales se emplean

22
en la producción de libros para su comercialización en divisas o en CUC,

comúnmente conocidos como “libros del Esquema”.9

A pesar del incremento de los precios, la comercialización del libro cubano continuó

realizándose, en lo fundamental, en “moneda nacional” (CUP), privilegio este

último que no todos los bienes y servicios culturales pudieron mantener, y que

permitió la supervivencia de un mercado nacional del libro. El Estado cubano,

mediante el Fondo de Desarrollo para la Educación y la Cultura (FDEC) de 1992,

respaldaría la publicación de literatura imprescindible por su carácter patrimonial o

por su nivel de especialización para la venta en CUP.

Entre otros elementos que impidieron un retroceso mayor en el consumo de

literatura en el país subrayamos la existencia previa de millones de ejemplares,

acumulados en las casas y en las bibliotecas. A su vez, la aparición de nuevos temas,

narrativas y discursos que afloraron en los textos de este período, junto con el interés

de editoriales extranjeras y autores nacionales de insertar la literatura cubana en los

circuitos foráneos del mercado, permitió asegurar la publicación de las obras

cubanas en medio de un clima nacional de depresión editorial y, asimismo,

coadyuvó a la obtención de los necesarios ingresos en divisas, cuya circulación en el

territorio nacional se legalizó en 1993.10

9
Si bien el destino de estos ejemplares es su venta en CUC o en divisas fuera del país, una parte
limitada se comercializa en CUP, en eventos puntuales como presentaciones de libros.
10
Hubo muchos gestos solidarios desde diferentes países: en México, Un libro para Cuba; en
Argentina, Los Pinos Nuevos. El comandante nicaragüense Tomás Borges donó 14 toneladas de
papel, Francia también donó papel y en España, Italia, Canadá y Austria surgieron proyectos de
colaboración para la confección de antologías de autores cubanos. Por coauspicio se crearon
23
La recuperación de la industria del libro, al igual que la del resto de la economía,

comienza en 1994. Poco a poco, aumentan el número de títulos y ejemplares, y se

diversifican los catálogos con la publicación creciente de autores extranjeros,

tendencia que se mantiene hasta el presente.

SIGLO XXI Y RECUPERACIÓN DE LA INDUSTRIA: NUEVA ETAPA, NUEVAS

METAS

En 2000, en el contexto de la Batalla de Ideas, comienza otra nueva etapa para la

cultura cubana, cambio también influenciado por la celebración, en 1998, del

Congreso de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC). El objetivo de

lograr una «cultura general integral», en especial, entre los más jóvenes, se vuelve

un propósito fundamental de la Revolución y un principio orientador de las políticas

públicas nacionales. Desde la política cultural, las acciones se encaminan a

incrementar la participación de la población en la vida cultural, incentivar, tanto la

creatividad personal, como la comunitaria, así como conservar y revalorizar el

patrimonio cultural y nacional. Las políticas de educación y del libro se vuelven

pilares básicos en este empeño, espacios desde donde se promueven iniciativas

como el proyecto Editorial Libertad, la colección Biblioteca Familiar y la extensión

premios como el Italo Calvino, con Italia, y el Manuel Cofiño, con Colombia. Se establecieron
vínculos con editoriales venezolanas, en especial, con Monte Ávila, y se concibieron exposiciones
de libros cubanos en Venezuela. Estos, además, se vendían. (Guzmán Moré, 2010).
24
a todo el país de la Feria Internacional del Libro de La Habana (FILH), que pasa a

llamarse Feria Internacional del Libro (FIL) de Cuba.

3.000

2.500

2.000

1.500

1.000

500

Fig. 3. Títulos producidos. Cuba (1991-2011).

Fuente: Resumen estadístico 2011, p. 6, Instituto Cubano del Libro, 2011.

La recuperación de la industria a partir del año 2000 se manifiesta, tanto en cantidad

de títulos, como en ejemplares publicados —muchos de los cuales corresponden a

reediciones de títulos agotados—. Sin embargo, desde los años del Periodo

Especial, se aprecia una disminución significativa en la cantidad de ejemplares

producidos —no así en los títulos.

25
90.000.000
80.000.000
70.000.000
60.000.000
50.000.000
40.000.000
30.000.000
20.000.000
10.000.000
0

Fig. 4. Ejemplares producidos. Cuba (1991-2011).

Fuente: Resumen estadístico 2011, p. 7, Instituto Cubano del Libro, 2011.

Las restricciones económicas de los noventa ―aún no remontadas completamente―

se refuerzan con los impactos de la crisis económica global, y el libro, puesto que es

un bien cultural subvencionado en altísimo porcentaje por el Estado cubano, no es la

excepción. Los picos registrados en 2003 y 2005 se explican dada la producción de

las colecciones de la Biblioteca Familiar para los lectores cubanos y también para

ser colocadas en otros países de la región.

La disminución en el promedio de las tiradas obedece, asimismo, a los

comportamientos globales analizados de lanzar una mayor cantidad de títulos con

tiradas menores, posibilidad que se extiende gracias a los cambios tecnológicos

capaces de permitir tiradas de… ¡un solo ejemplar!

26
70.000

60.000

50.000

40.000

30.000

20.000

10.000

Fig. 5. Ejemplares producidos por título. 1967-2011.

Fuente: Resumen estadístico 2011, Instituto Cubano del Libro, 2011.

El ICL, institución subordinada al Mincult y ente rector de la actividad editorial

nacional, cuenta con editoriales subordinadas, un sistema empresarial que incluye a

la DNL y algunas librerías, y una imprenta de capacidades limitadas.

El sistema del libro en Cuba comprende, además, otras muchas editoriales, una red

de bibliotecas públicas y otras empresas e instituciones del gobierno que, si bien no

pertenecen al Mincult en su totalidad, se relacionan directamente con la producción

y la distribución del libro y otros impresos ― por ejemplo, los poligráficos y

librerías.

27
Fig. 6. Agentes y procesos, y cadena de valor del libro en Cuba.

Fuente: Elaborado por Jacqueline Laguardia Martínez y Rubiel García González.

En Cuba, los agentes que participan en la industria editorial ―con excepción de los

vendedores de libros de uso, que operan de manera privada, y, por supuesto, de

creadores y lectores―, pertenecen todos al sector público.

Como indicador más fiable para consignar el número de autores cubanos,

consultamos las cifras de la Asociación de Escritores de la UNEAC, que revelan una

concentración evidente de los núcleos de creación en la capital del país.

La distribución desproporcional de los actores y procesos del espacio editorial

nacional a favor de la ciudad capital es una de las características que persisten en el

28
sector, tendencia manifiesta en el grueso de las actividades económicas domésticas y

en el conjunto de los países subdesarrollados.

Isla de la Juventud
Guantánamo
Santiago de Cuba
Granma
Holguín
Las Tunas
Camagüey
Ciego de Ávila
Sancti Spíritus
Cienfuegos
Villa Clara
Matanzas
La Habana
Artemisa y Mayabeque
Pinar del Río

0 100 200 300 400 500 600 700

Fig. 7. Autores cubanos distribuidos por provincias (2011).

Fuente: A partir de información facilitada por la Secretaría de la Asociación de

Escritores, UNEAC, 2011.

De acuerdo con los datos del ICL (2011), en Cuba existen 175 sellos editoriales

registrados como activos, distribuidos en todas las provincias con una concentración

manifiesta en la capital del país.

29
Fig. 8. Distribución territorial de las editoriales cubanas (2011).

Fuente: Elaboración propia a partir de datos del Instituto Cubano del Libro (ICL).

Resumen estadístico 2009, 2010, p. 6.

Hemos considerado como “editoriales grandes” aquellas que producen, como

promedio, más de 80 000 ejemplares de libros al año —según datos de 2008, 2009,

2010 y 2011—. Son estas las que, a partir de sus volúmenes de producción, sus años

de experiencia y la solidez de sus catálogos, llegan con sus libros a la totalidad del

territorio nacional, y a públicos numerosos y diversos.

TABLA 1

Ejemplares de libros producidos por editoriales grandes (2008-2011)

Ejemplares de libros producidos


Editorial
2008 2009 2010 2011

Casa Editora Abril 403 800 864 395 486 525 128 093

Ediciones Unión 238 500 30 970 158 500 110 000

Editora Política 76 026 367 900 412 800 1 490 000

Editorial Arte y Literatura 169 400 189 047 169 119 138 993

Editorial Capitán San Luis 52 300 107 000 85 300 83 000

Editorial Ciencias Médicas 2 586 633 969 118 557 000 440 582

Editorial Científico-Técnica 167 898 150 840 108 977 218 000

Editorial de Ciencias Sociales 317 837 261 352 152 657 203 500

Editorial de la Mujer 130 000 117 375 104 842 184 444

30
Editorial Deportes 464 000 125 000 139 000 139 000

Editorial Gente Nueva 3 230 174 1 136 519 969 840 956 589

Editorial José Martí 196 798 84 927 34 655 171 761

Editorial Letras Cubanas 244 340 224 289 144 608 118 099

Editorial Oriente 198 806 221 075 184 161 346 101

Editorial Pablo de la Torriente


169 000 61 000 639 200 428 253
Brau

Editorial Poligráfica Félix


2 526 247 1 457 635 2 446 062 355 363
Varela

Editorial Pueblo y Educación 11 216 533 13 004 483 8 053 287 10 915 960

Fondo Editorial Casa de las


107 498 64 220 114 300 68 422
Américas

Oficina de Publicaciones del


200 000 556 802 215 500 30 000
Consejo de Estado

Fuente: Instituto Cubano del Libro (ICL). Resumen Estadístico ICL 2008, 2009, 2010, 2011.

Estas editoriales son también las que están en mejores condiciones de presentar sus

libros en ferias internacionales, negociar con autores y editoriales foráneas, y

proponerse, en consecuencia, la colocación de parte de su catálogo fuera del país.

De esta vocación hacia el exterior quedan excluidas, por su misión y objeto sociales,

las editoriales dedicadas a la publicación de los textos escolares, responsables de

más de la mitad de la producción nacional. Estos libros se distribuyen, por lo

general, en circuitos ajenos a la venta minorista —a la que se incorporan una vez

que pierden vigencia en los planes de estudio o por mediación del comercio de libros

31
de uso—. No se envían al extranjero, con la excepción de los materiales utilizados

en proyectos educativos que Cuba mantiene en Venezuela, Bolivia o Angola.

El otro segmento dentro de la industria editorial que concentra una porción

significativa de las publicaciones son los libros destinados a los niños y jóvenes, con

alrededor de 15 % anual de los ejemplares producidos. Las editoriales líderes en la

literatura infanto-juvenil son Gente Nueva, Abril y Capitán San Luis.

Ejemplares 2010

Títulos 2010

Ejemplares 2009

Títulos 2009

Ejemplares 2008

Títulos 2008

0% 20% 40% 60% 80% 100%


Libros de texto Libros para niños y jóvenes Otros libros

Fig. 9. Títulos y ejemplares. Libros de texto y literatura infantil-juvenil. Cuba (2008-2010).

Fuente: Instituto Cubano del Libro (ICL). Resumen Estadístico ICL 2009, 2010, 2011.

Resulta difícil estimar la cantidad de editores en Cuba. Más allá de las cifras

relativas a las plazas cubiertas existen individuos que, con mayor o menor

especialización, experticia o sistematicidad, ejercen la profesión; algo similar ocurre

con los ilustradores, diseñadores de cubierta, correctores y traductores. Lo cierto es

que tales oficios demandan más de la práctica continua que de la clásica formación

en las aulas universitarias. Lo anterior no desdeña la necesidad de contar con

32
estudios superiores —especialmente, en nivel de posgrado— para la formación

profesional del conjunto de los actores del libro. Con excepción de una experiencia

singular en la Universidad de las Villas, donde funciona una Maestría en Edición, no

existen en el país estudios superiores para la formación de profesionales en el sector

editorial.11

Las restricciones económicas, acentuadas en los últimos años, han afectado

principalmente la impresión de libros con destino comercial. La cantidad de

ejemplares de libros de texto aumenta en contraste con la reducción del resto de las

producciones, lo cual demuestra la voluntad estatal de garantizar, en primer lugar, la

existencia de los libros demandados por el sistema educacional cubano. La

disponibilidad de títulos, por otra parte, se mantiene relativamente estable, otro

indicador de la disminución en las tiradas que se hace más visible en el sector de los

libros hechos para la venta.

En Cuba, son pocas las imprentas que se dedican a la producción de libros como

actividad principal, porción que se reduce al restringirse el análisis a aquellos

poligráficos que producen libros con destino a la comercialización. Al igual que el

resto de los agentes y procesos en Cuba, las capacidades instaladas para la impresión

de libros se concentran en la capital, si bien aparecen otras instalaciones en

funcionamiento en el resto de las provincias.

11
En años recientes se han emprendido intentos aislados en aras de avanzar en la calificación y la
especialización de los profesionales del libro en Cuba. Entre estos, mencionamos el Diplomado en
Edición y el Curso de Superación para Libreros, iniciativas del Centro Nacional de Superación
para la Cultura, de conjunto con el ICL. Sin embargo, estas acciones no han logrado sistematizarse
ni florecer en proyectos de mayor envergadura o rigor académico.
33
Las capacidades mayores y más modernas ―con la excepción de la Empresa de

Artes Gráficas Federico Engels― pertenecen, en su mayoría, a la Unión Poligráfica.

Otras organizaciones que producen libro en Cuba son: Ediciones Caribe S.A.,

Escandón Impresores, Palcograf, Geocuba en Cienfuegos y la imprenta Abel

Santamaría de la Editora Política.

TABLA 2

Capacidades instaladas para la producción de libros. Unión Poligráfica (2011)

Unidades Poligráficas Provincias

Gráficas Impresiones del Río Pinar del Río

Cubalum Mayabeque

Especialidades Gráficas La Habana

Gráficas Formas Continuas La Habana

Litográfica de La Habana La Habana

Ediciones Caribe La Habana

Gráfica Alfredo López La Habana

Corporación Gráfica de Cuba La Habana

Durero Caribe La Habana

Periódicos Granma La Habana

Centro Nacional de Formación y Superación Técnica de la


La Habana
Poligrafía

Centro de Desarrollo Tecnológico CEDE Poligráfico La Habana

Carigraf La Habana

34
Servicios Técnicos y Administrativos La Habana

Comercializadora Publicigraf La Habana

Arte Cuadro La Habana

Gráfica Matanzas Matanzas

Gráfica Villa Clara Villa Clara

Gráfica Cienfuegos Cienfuegos

Gráfica Sancti Spíritus Sancti Spíritus

Gráfica Ciego de Ávila Ciego de Ávila

Gráfica Camagüey Camagüey

Gráfica Las Tunas Las Tunas

Poligráfica de Holguín Holguín

Gráfica Granma Granma

Gráfica Haydée Santamaría Santiago de Cuba

Gráfica Santiago de Cuba Santiago de Cuba

Compacto Caribe Santiago de Cuba

Gráfica Juan Marinello Guantánamo

Gráfica Isla de La Juventud Isla de la Juventud


Fuente: Instituto Cubano del Libro (ICL). Resumen Estadístico ICL 2011, p. 47.

Para tiradas menores existen también las imprentas pertenecientes al Sistema de

Ediciones Territoriales (SET), comúnmente llamadas RISO en alusión al nombre de

las máquinas impresoras. El SET, experiencia nacida en 2000, impulsa la vida

literaria nacional a partir de su propósito primero de publicar autores que radican en

las localidades donde se ubican sus 22 casas editoriales, así como textos de

35
relevancia territorial. Las nuevas y pequeñas editoriales ampliaron las posibilidades

de publicación, muy reducidas en las circunstancias de la década de los noventa, y

dotaron de mayor pluralidad al sector editorial nacional.

TABLA 3

Editoriales pertenecientes al SET (2011)

Editoriales Provincias Editoriales Provincias

Ediciones Loynaz Pinar del Río Ediciones Ávila Ciego de Ávila

Ediciones
La Habana Editorial Ácana Camagüey
Extramuros

Editorial Unicornio Artemisa Editorial Sanlope Las Tunas

Ediciones Matanzas Matanzas Ediciones Bayamo Granma

Ediciones Aldabón Matanzas Ediciones Orto Granma

Editorial Capiro Villa Clara Ediciones Holguín Holguín

Ediciones Sed de
Villa Clara Ediciones La Luz Holguín
Belleza

Ediciones Mecenas Cienfuegos Ediciones Santiago Santiago de Cuba

Editorial El mar y la
Ediciones Damují Cienfuegos Guantánamo
montaña

Reina del Mar Isla de la


Cienfuegos Ediciones El Abra
Editores Juventud

Ediciones Sancti Isla de la


Ediciones Áncoras
Luminaria Spíritus Juventud
Fuente: Instituto Cubano del Libro (ICL). Resumen Estadístico ICL 2011.

36
A pesar de la madurez editorial alcanzada,12 el SET permanece en el universo de las

editoriales pequeñas y medianas en Cuba. La tecnología de la RISO no permite

imprimir más de 1 000 ejemplares de un título.

Una vez impresos los manuscritos se procede a la extracción de los poligráficos,

momento en el que interviene la DNL. Las editoriales venden su producción a la

DNL, única empresa en el país autorizada para la distribución y la comercialización

mayorista de los libros cubanos impresos con destino al mercado.

En Cuba, el sistema de comercialización del libro comenzó a organizarse a partir de

1959. Al triunfo de la Revolución, Cuba contaba con una base poligráfica mínima

para la producción de libros: los talleres de impresión de revistas y diarios. Al

adaptarse los equipos a las exigencias específicas de la producción de libros se

consolidó con bastante rapidez un sistema de producción librera limitado, pero

funcional. No sucedió así con la distribución. Existían agencias y un sistema de

comercio minorista dedicadas a la distribución de libros de texto. El limitado

volumen de títulos literarios producidos nacionalmente era repartido mediante la

gestión personal de individuos o grupos literarios. Entre 1959 y 1967,

12
Tras diez años de RISO y publicar alrededor de 2.000 autores, el balance muestra consolidación
en el equilibrio de los catálogos de las editoriales del SET y, más importante, ha significado la
posibilidad cierta de publicar sin una larga espera editorial. “(…) tengo la sensación de que es
muy raro ya que un autor valioso acumule textos que no ven la luz. También debo decir, que hubo
una etapa en que resultó demasiado fácil publicar. A veces pienso que antes los escritores iban
más despacio y le daban más tiempo a sus obras, las dejaban reposar, no se apuraban tanto. Ahora,
encontramos magníficos autores de 30, 35 años, con muy buenos libros, pero también otros, que la
mitad de su obra necesitaba un poquito más de cocción. Es como el pan: si lo sacas del horno
antes de tiempo, se puede comer, pero no sabe igual”. (Estrada Betancourt, 2012).
37
aproximadamente, el comercio del libro cubano se continuó de modo improvisado.

(Smorkaloff, 1987:195).

La tarea principal de la esfera de comercialización del libro en los inicios del

Mincult fue crear y extender la red de librerías a todos los municipios del país,

dotarlas con un personal capacitado, y vencer las dificultades de transporte y

comunicación con el centro editorial radicado en La Habana. En 1985 se

contabilizaron 320 librerías en todo el país (Smorkaloff, 1987: 296).

Fig. 10. Distribución territorial de las librerías cubanas (2011).

Fuente: Elaboración propia a partir de datos del Instituto Cubano del Libro (ICL). Resumen

estadístico 2009, 2010, p. 34.

El principal espacio para la venta de libros en el país sigue siendo la librería. En

2011, según datos del ICL, existían en el país 339 librerías, concentradas en la

capital, si bien cada municipio cubano cuenta con, al menos, una librería. Los libros

llegan a los lectores, además, gracias a las 385 bibliotecas en servicio distribuidas

38
por todo el país (ONE, 2011). Las librerías responden como estructura

administrativa a los Centros Provinciales del Libro y la Literatura (CPLL).13

El único proceso donde aparece la gestión económica privada en la cadena del libro

en Cuba es en la comercialización. Existe la figura del cuentapropista autorizado a la

compraventa de libros de uso (figura número 23 de la lista de actividades

autorizadas para el ejercicio del trabajo por cuenta propia), los que, en caso de ser

producidos en Cuba, han de tener más de cinco años de publicados y no formar parte

de la literatura contemplada en los planes de enseñanza en vigor. En la venta de

libros de uso concurren los espacios privados y públicos, pues en el país existen

librerías estatales especializadas en este comercio, a la vez que es posible adquirir

libros de uso en varias de las librerías que integran la red de ventas en CUP.

La actividad de comercialización del libro en Cuba está marcada por una fuerte

estacionalidad, asociada a eventos culturales que tienen por centro la promoción

del libro y el fomento de la lectura.

13
Los CPLL dirigen y organizan el cumplimiento en las provincias —y en el municipio especial
Isla de la Juventud— de la política cultural trazada para el país, en su relación con el movimiento
literario, sus publicaciones y la comercialización del libro, así como su promoción en el territorio
mediante la organización de presentaciones de libros, encuentros con autores, peñas, tertulias,
talleres y conferencias. Considerada como el acontecimiento más trascendente del sector editorial
cubano, la Feria del Libro es el mayor espacio de participación e intercambio de todas las
entidades y profesionales vinculados al espacio del libro en el país. Entre 198213 y 2000, el evento
tuvo carácter bianual. Cuentan con un Centro de Promoción Literaria, una editorial y una red de
librerías.
39
TABLA 4

Feria Internacional del Libro. Fortaleza Morro-Cabaña, La Habana (2002-2011)

Fortaleza Morro-

Cabaña 2002 2003 2004 2005 2006 2007 2008 2009 2010 2011

Países
26 22 25 29 24 31 93 34 30 122
participantes

Total de
125 121 101 100 99 131 151 157 141 156
expositores

Expositores
76 72 56 50 50 53 70 57 52 52
cubanos

Expositores
49 49 45 50 49 78 81 100 89 104
extranjeros

Editoriales
270 245 347 391 263 293 317 264 286 135
representadas

Participantes
… … 298 647 696 769 867 423 1 218 117
extranjeros

Área expositiva
1 219 2 173 1 732 1 858 1 789 2 774 2 839 3 007 2 856 2 343
(en m2)
Fuente: Instituto Cubano del Libro (ICL). Resumen Estadístico ICL 2010, p. 32.

A partir de 2000, a tono con el objetivo de promover la cultura general integral y

los programas de la Batalla de Ideas, la Feria se celebra cada año con dedicatorias

a autores cubanos y a país(es) o cultura(s) extranjera(s). Desde 2002, la Feria

abandona su recinto de La Cabaña y cobra carácter nacional, al extenderse a otras

ciudades en el país.

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6.000.000

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Ejemplares vendidos Visitantes

Fig. 11. Ejemplares vendidos y visitantes a la Feria del Libro, Cuba (2002-2011).

Fuente: Instituto Cubano del Libro (ICL). Resumen Estadístico ICL 2010, p. 32.

Sin embargo, su impacto mayor se asocia con la gestión comercial. La Feria es el

momento del año en que se registran mayores ventas de libros y otros impresos, no

solo de aquellos de factura nacional, sino también de la oferta diversa que traen los

expositores extranjeros, la cual no suele encontrarse a disposición del público

cubano fuera de los límites de la Feria.

El éxito de la Feria como espacio de comercialización del libro radica en su

capacidad de combinar la oferta de literatura con otros bienes y servicios —

culturales en su mayoría—, y en la variedad de contenidos a disposición de los

públicos, con énfasis especial en múltiples ofertas atractivas para los segmentos más

jóvenes. La Feria, además de atraer como espacio para la compra de libros, se

identifica como un lugar para “pasarla bien” con los amigos, la familia, la pareja, o

como opción al “no tener nada mejor que hacer”. Una vez allí, los visitantes suelen

41
abandonar el recinto ferial con, al menos, un libro o revista comprado: ¿compra

compulsiva o decisión fundamentada?14

Al igual que para buena parte del sector minorista en Cuba, coexisten para los libros

las ventas en CUP y CUC, las que se suceden en establecimientos diferenciados. La

venta minorista de libros en CUC está a cargo de Artex. Conforme lo aprobado en el

objeto social, el ICL está facultado para realizar la comercialización (mayorista y

minorista) en divisas, tanto dentro, como fuera del territorio nacional. Sin embargo,

el jueves 2 de diciembre de 2010, la página 4 del diario Juventud Rebelde anunciaba

la cancelación de la actividad de comercio exterior a un grupo de organizaciones

cubanas. Su primer párrafo adelantaba:

La Unión Cubapetróleo (CUPET), MOVITEL S.A., el Instituto Cubano del Libro

y la Empresa de Fundiciones Vanguardia Socialista (FRODAF) son algunas de las

entidades del sector empresarial a las que en los últimos dos meses se les canceló

la autorización para realizar actividades de comercio exterior. (Tamayo, 2010).

Teniendo en cuenta que, en la actualidad, la empresa encargada de esta actividad es

Ediciones Cubanas, perteneciente a Artex, las relaciones de compraventa se

establecen mediante un contrato entre esta y la DNL. (Vicepresidencia Comercial

ICL, 2011:10).

14
“En el período de la Feria, hallo vecinos míos a quienes veo cargados de libros. Después no me
los encuentro leyendo en el parque, ni con ningún volumen debajo del brazo cuando nos
tropezamos en el elevador. ¿Se los leerán? Ya sabemos que a veces estas compras obedecen a
impulsos en medio del entusiasmo colectivo. Pero hay algo innegable: si los adquieren demuestra
que reconocen su valor. Me han dicho: No sabemos cuántos ejemplares se quedan en los libreros,
en los anaqueles, en las mesas como objetos decorativos, esperando a que alguien se los lea. Y
siempre les respondo: El destino de todo libro es ser leído. El comprado para no leerse termina
regalado a otra persona que sí se lo lee”. (Estrada Betancourt, 2012).
42
El análisis de los agentes que participan en el ciclo del libro no puede concluir sin

considerar a los lectores, consumidores que han de funcionar como ejes orientadores

de la oferta editorial. Sin embargo, no son los únicos. El propósito de formación de

hábitos de lectura, difusión de contenidos y construcción de preferencias, valores,

imaginarios, necesita de textos que, sin ser altamente demandados, han de tornarse

—a partir de la aplicación de políticas y acciones— en objetos de interés, de deseo.

Y no olvidemos otros factores que intervienen, en grado diverso, en la conformación

de la oferta. Criterios de excelencia literaria esgrimidos por jurados que premian

obras en concurso, efemérides y coyunturas políticas, favoritismos de editores, son

algunos de los más usuales. Tal inducción de la demanda ocurre mediante la edición

sistemática de novedades, que los canales de venta impulsan desde sus espacios

destinados a la exhibición y la promoción.

Si bien en los últimos años se han emprendido varias investigaciones, a niveles

territorial y nacional, con el objetivo de caracterizar a los lectores cubanos (Instituto

Cubano de Investigación Cultural Juan Marinello, 2009, 2011; Observatorio Cubano

del Libro y la Lectura, 2009, 2010, 2011), lo cual ha permitido avances sustanciales

en el conocimiento de los lectores cubanos, el incremento de las opciones que brinda

la multiplicidad de bienes y servicios culturales hace necesario ahondar en la

investigación sistemática sobre gustos, preferencias e inconformidades.

Sin ahondar en los resultados de tales investigaciones ―consúltense para ello las 20

Memorias de las Ferias Internacionales del Libro de La Habana publicadas en

43
2010― solo señalaremos que los lectores cubanos se comportan, en sentido general,

de manera similar a los públicos lectores de otras latitudes. Prefieren la narrativa

como género y la lectura de temas policiacos, históricos, románticos, de aventuras.

Resalta en Cuba la preferencia por la poesía, género con reconocimiento menor a

nivel internacional.

NOTAS PARA CONTINUAR

El examen de las dinámicas del sector editorial en Cuba revela que la producción de

libros mantiene un reconocimiento alto dentro de la política cultural de la

Revolución, dadas su importancia como sostén de los planes educacionales y la

formación de una nueva mentalidad, aspiración consecuente con los propósitos de

construir una sociedad poscapitalista. A pesar del interés continuado y los impulsos

renovados desde el Estado cubano, la industria editorial ―que a tenor con la vida

económica del país ha conocido de varias reorganizaciones hacia la centralización

(1959, 1967, 2000) o descentralización (1962, 1976, ¿1989?)― adolece de varios

problemas que no pueden continuar soslayados en el contexto actual de la

actualización del modelo económico cubano.

Para el rediseño y los ajustes de la política del libro, consideramos que el punto de

partida se ubica en una urgente “desestigmatización” de la cualidad del libro en

tanto mercancía. El sistema del libro en Cuba establece que la literatura no incluida

como texto básico de los planes de enseñanza sea vendida, a precios subvencionados

en su mayoría, pero —repetimos— vendida en la red de librerías construida con el

44
propósito de llevar el libro hasta los territorios más apartados. Que quede confinada

en librerías o almacenes contradice este supuesto y limita la difusión de

conocimientos, la socialización de saberes, la multiplicación de ideas y la formación

de valores. Y la producción editorial debe, al menos para justificar el alto

componente de subvenciones y subsidios que garantizan su continuidad, no generar

pérdidas económicas.

El empeño dedicado a la creación, la producción y la distribución se torna estéril al

derrocharse recursos y malgastarse capacidades instaladas. Y no quiere decir esto

que ahora en Cuba deba “escribirse para vender” ni que se despoje al acto creador de

su “pureza original”, sino que se garantice que aquello publicado e interesante,

atractivo y útil llegue, efectivamente, al público lector quien, con su acto de compra,

dará el primer paso en la acción de consumo que finaliza con la apropiación de los

contenidos leídos. ¿Por qué insistimos en reñir calidad literaria y éxito comercial?

¿O acaso no deben los lectores, mediante la compra, “opinar” sobre lo que es bueno,

o no lo es?

Reconocer que en Cuba existe un mercado del libro significa trabajar para que este

funcione y sea útil, también, a los propósitos de la política cultural. No obstante, tal

declaración tropieza con las acusaciones demoníacas que se lanzan contra el

mercado, arengas que recuerdan el desprecio otrora manifestado por la antigua

aristocracia feudal que consideraba al comercio actividad “indigna”, “innoble”,

45
“vulgar”. Lo cierto es que, tal como afirma Zuleica Romay en entrevista concedida a

Juventud Rebelde:

Nos ha costado entender que hacer acciones para que el libro se venda no es malo,

sino nuestro deber. Sobre todo porque el filtro, las barreras, las exigencias de

carácter ético no las estamos poniendo en el acto de la venta, sino en el momento

en que decidimos publicarlo o no. Si esa decisión se tomó bien, entonces se tiene

que hacer lo imposible por venderlo, porque, además, está llevando cultura, ideas,

valores. En eso no hay ningún pecado. Preocuparnos por eso no nos disminuye.

Por el contrario: nos hace más responsables. (Estrada Betancourt, 2012).

Con relación a la tendencia a la concentración, presente en todos los agentes y

procesos de la cadena, no podemos pronunciarnos a favor o en contra. Ciertas

investigaciones efectuadas en otros países no son conclusivas en relación con la

conveniencia o no de mantener clusters creativos, y los resultados dependen, tanto

de la especificidad de la actividad ―hacer películas, editar periódicos, publicar

comics―, como de las características propias de los territorios estudiados. Lo cierto

es que, para el caso cubano, a pesar de los esfuerzos sostenidos por dispersar la

actividad editorial ―véase si no la presencia de, al menos, una librería en cada

municipio del país o la creación del SET con miras a incentivar la producción

intelectual y la creación literaria local―, persiste la concentración en las capitales de

provincia, en especial en La Habana, que funciona como centro editorial a nivel

nacional.

46
Adelantamos que el “talón de Aquiles” en la gestión económica de la industria

editorial cubana se encuentra hoy día en el proceso de distribución y

comercialización. La desconexión entre producción y venta, que funcionan de

manera aislada y no se retroalimentan sostenidamente, provoca demandas

insatisfechas y tiradas excesivas que se acumulan en apagadas librerías ante débiles

y tardías estrategias para impulsar su realización. Amén de decisiones de política,

los diseños de planes de producción y estrategias de comercialización no pueden

desconocer los estudios de mercado o las opiniones de los CPLL y los libreros,

criterios que permitirán, para cada título, la corrección de la tirada, la confección de

pautas de distribución en correspondencia con las características territoriales y los

públicos diversos, la promoción intencionada de autores, temáticas y títulos, y el

rescate de las librerías como espacio privilegiado de divulgación y venta.

Además de las carencias que se acumulan en el ciclo del libro —significativas sobre

todo en la gestión comercial—, la industria editorial cubana enfrenta otros desafíos,

en su mayoría, comunes también para la generalidad de las naciones

subdesarrolladas. Entre estos, sobresalen los siguientes:

1. Escasez de recursos materiales y financieros.

2. Obsolescencia en el conjunto de la infraestructura y el ordenamiento

editoriales.

3. Insuficiente inversión —tanto doméstica, como foránea— para impulsar la

transformación tecnológica.

47
4. Predominio de producciones que privilegian al libro impreso sin considerar

las oportunidades que representan los soportes alternativos: contenidos

digitales, audiolibros, libro-arte.

5. Débil utilización de las herramientas para la gestión económica a lo largo del

ciclo del libro.

6. Labores de mercadeo y de promoción diferenciada insuficientes ante la

avalancha creciente de más títulos en tiradas menores.

7. Desconocimiento general de las modificaciones que se suceden en el

conjunto de los procesos editoriales.

8. Interés escaso y desconfianza manifiesta por parte de los agentes de la

industria editorial en las transformaciones tecnológicas asociadas con la

digitalización de libros, las nuevas plataformas de lectura, las transacciones

on line, la impresión bajo demanda, entre otras.

9. Conectividad limitada, oferta insuficiente de dispositivos para la lectura

digital, así como de contenidos digitalizados.

10. Comprensión y uso limitados de las herramientas del análisis económico

aplicadas a las particularidades de la producción editorial.

11. Ausencia de estudios sistemáticos sobre el estado y la evolución del mercado

del libro y los hábitos de lectura.

12. Ausencia de un sistema estadístico consolidado para la totalidad del sector.

48
No obstante, tales obstáculos pueden ser salvados —algunos de manera parcial,

otros quizá totalmente—. La industria editorial cubana fue capaz de construirse

superando barreras aparentemente infranqueables. Al triunfar la Revolución, sin la

posibilidad de comprar piezas, materia prima o tecnología, y sin personal entrenado

editorialmente, se produjeron más y más libros. Cuando no hubo pulpa de madera

importada para elaborar papel blanco de calidad, se logró el semibond cubano; al

quedar desactivados y sin personal técnico los talleres más sofisticados para la

impresión de diarios y revistas, se creó con ellos la Imprenta Nacional; cuando se

agudizó el problema de los libros de textos universitarios y resultaba imposible,

dadas las presiones del bloqueo, pagar por concepto de copyrights la autorización

para reproducirlos, surgió Edición Revolucionaria. El momento presente coloca al

sector editorial ante dificultades nuevas, asociadas sobre todo con la urgencia de

generar ingresos que le permitan avanzar en el sendero de la sostenibilidad, sin que

esto signifique el abandono absoluto del apoyo estatal.

Las transformaciones señaladas han de efectuarse, necesariamente, en el contexto

del actual proceso de transformaciones económicas, cuyos impactos en el sector

cultural aún están en fase de discusión, evaluación y ensayo. Si bien la producción

masiva de libros se reconoce como un pilar fundamental de la política cultural de la

Revolución, ciertos cambios en aras de racionalidad y eficiencia económica mayores

se antojan necesarios y útiles.

49
Subrayamos, en este sentido, la importancia de garantizar la provisión mínima de los

recursos imprescindibles para la producción de libros. Si bien en el mediano plazo

no es factible proponerse la autosuficiencia industrial con miras a la generación de

una planta poligráfica “hecha en Cuba”, sí consideramos posible el rescate de la

industria papelera nacional a partir de experiencias nacionales exitosas. En el

contexto de la actual política de sustitución de importaciones, la recuperación de la

producción papelera nacional resulta central para la actividad editorial, en especial

en el escenario de incremento sostenido de los precios a nivel internacional.

Otros elementos se relacionan con el paso de unidades presupuestadas a empresas,

así como la mayor exigencia a las unidades que, efectivamente, integran el espacio

empresarial, la disciplina en los pagos y cobros, la firma de contratos que funcionen

como instrumentos legales para exigir el cumplimiento de servicios en fecha y con

calidad, el aprovechamiento de fuentes de ingreso nuevas o poco explotadas, son

algunos de los primeros pasos que orientan al sector del libro en Cuba. Como

expresara recientemente el viceministro de Cultura Fernando Rojas, los

Lineamientos de la Política Económica y Social abren el camino a nuevas formas de

gestión para la cultura.

Un crecimiento imprescindible del aporte económico de los bienes y servicios que se

producen. Hay potencialidades por aprovechar en el campo de la economía de la

cultura y en el incremento de utilidades que pueden obtenerse dentro del país —ya

sea en el llamado mercado de frontera para los turistas, en instalaciones que prestan

50
servicios en divisas, como en la obtención de ingresos en moneda nacional.

(Hernández y Benítez, 2011).

Al referirse específicamente al sector editorial expresó lo siguiente:

Existen actividades que actualmente son subvencionadas porque tienen precios

demasiado módicos. Por ejemplo, en la esfera del libro hemos trabajado para que ese

producto pague su costo. Quizá estamos en condiciones de pensar en obtener

mayores niveles de ganancia en la actividad cultural, manteniendo los precios

asequibles. (Ibídem).

Y añadía:

A nivel organizativo eso implicará que determinadas unidades que hoy trabajan solo

con el presupuesto se transformen en empresas; incluso que, sin dejar de ser

presupuestadas, sean entidades que aporten ingresos. Habrá un crecimiento del

sector empresarial en la cultura y, por lo tanto, más exigencia. (Ibídem).

Las editoriales cubanas, a diferencia de muchas en otras distancias, se preocupan

más por la generación de lectores que por el aumento de compradores de libros. El

consumo que se promueve trasciende el mero acto de compra para comprender ese

proceso social que moldea preferencias, que estructura escalas de gusto, y

desempeña un papel fundamental en la producción de conocimientos y en los

intercambios de información y significaciones. Si pensamos este proceso fuera de

los ámbitos domésticos, vale recordar que los libros cubanos suelen difundir

imaginarios alternativos al pensamiento hegemónico, argumento importante para

prestar al devenir y el desarrollo de la producción editorial nacional una atención


51
especial: del éxito mayor de la gestión económica dependerá también la mejor

contribución de la literatura y los intelectuales cubanos a la construcción de un

mundo mejor.

En este sentido, subrayamos la importancia de implementar una estrategia efectiva

capaz de colocar a los autores y libros cubanos en otras latitudes. Los mercados

latinoamericanos muestran potencialidades no explotadas que, a partir de un plan de

acciones bien diseñado y cuidadosamente puesto en marcha, podrían significar no

solo la mayor difusión de nuestra producción literaria, sino, además, el ingreso de

recursos financieros que permitirían incrementar la tasa de inversión y la

modernización industrial del sector editorial nacional.

Por otra parte, urge recordar que los cambios en el universo del libro se suceden

ágiles y, de no ser capaces de incorporar las transformaciones rápidamente, de

insertarnos en las corrientes editoriales regionales y mundiales, quedaremos

rezagados y desconectados de la actividad editorial a nivel global. De nosotros

también depende no permitir que la brecha tecnológica nos margine y, para ganar las

batallas que en la actualidad se pelean en el campo editorial, es imprescindible

iniciar la transformación de la industria editorial cubana en su desempeño, tanto

doméstico, como foráneo.

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