El Régimen
El sistema republicano argentino sancionado luego de Caseros e
instaurado con posterioridad a la batalla de Pavón, no tuvo, precisamente,
un carácter democrático sino que fue, casi desde sus inicios, francamente
oligárquico. Era el Régimen del que hablaba Yrigoyen, ese hombre
misterioso que durante 40 años ensayó todos los caminos para que el
pueblo recuperara su soberanía, su derecho a decidir y a gobernarse a sí
mismo.
Yrigoyen fincó esa posibilidad en el estricto cumplimiento de la
Constitución y en la posibilidad de que los ciudadanos pudieran
expresarse libremente en las urnas, sin interferencias, manipulaciones ni
impedimentos de ninguna clase.
Diarios y jueces
No debe creerse que el líder radical fuera a caer ingenuamente en la
trampa del Régimen, que ya había advertido cuando Luis Dellepiane era
apenas un adolescente: fue contra su opinión que los radicalismos de
Santa Fe y Capital Federal participaron de las elecciones de 1912, las
primeras celebradas al amparo de la nueva ley. Pero Yrigoyen no era el
presidente de un partido político sino el conductor de un movimiento de
reparación nacional, necesariamente heterogéneo, y tuvo que avenirse al
apuro de sus “correligionarios” porteños y santafesinos y finalmente, a
aceptar, a disgusto, la candidatura presidencial.
Para 1930, la caída del gobierno del hombre que dos años antes había
obtenido 838.000 mil votos de un total de 1.250.000, parecía ser un clamor
universal. Se dijo que el gobierno había saqueado el Banco Nación y que
le debía más de 150 millones de pesos. Después se sabrá que se trataba
de una afirmación falsa y que el Banco nunca había tenido mejor época.
Se afirma que el crédito exterior está arruinado, y una semana antes de la
revolución de septiembre, la casa bancaria americana Chatham Phoenix
ofrece al gobierno un crédito de trescientos millones de dólares. El ministro
de Agricultura es silbado y agredido físicamente en la exposición rural. En
el Teatro Colón se distribuyen insignias revolucionarias. Comienzan las
manifestaciones de los estudiantes que al grito de “Democracia sí;
dictadura no”, piden la renuncia “del mazorquero”.
Se dice, en cambio, que el gobierno está sin dinero y que no podrá pagar
los sueldos, que las entradas aduaneras son insignificantes, que la crisis
exige que asuma la presidencia un hombre joven, activo y capaz. Se dicen
muchas cosas que nunca se demostrarán,
Yrigoyen, joven. saliendo de su casa en la calle Brasil 1039, c. 1900.
El final de un ciclo
A través del Partido Socialista justista y del Parido Socialista
Independiente, de los nacionalistas de La Fronda, de los fascistas de la
Liga Patriótica, de los Antipersonalistas, de los Conservadores, de
diferentes líneas internas del radicalismo, del Poder Judicial y
fundamentalmente de los grandes diarios, financiados ahora por las
empresas petroleras, el Régimen había uniformado la opinión en contra del
presidente.
La despedida
“Entonces –sigue diciendo Gálvez– comienza uno de los espectáculos más
extraordinarios y emocionantes que hayan acontecido en el mundo: el
velatorio de Hipólito Yrigoyen. Se prolonga dos días y medio: desde la
noche del tres hasta el mediodía del seis. (…) Una multitud tumultuosa y
sin cesar renovada y aumentada, brega por acercarse a la casa y entrar
(…) Es un mar humano que se mueve en olas lentas y compactas, pero a
cada rato llegan nuevas olas de impacientes y las masas se aplastan
contra las puertas o las paredes y se precipitan hacia la calle arrastrando a
los que encuentran en su camino (…) El día 5 una larga cola de gente
espera su turno. La hilera es compacta y ocupa la acera desde las paredes
hasta la calle. (…) Por las tardes y las noches se realizan manifestaciones
diversas, que la policía disuelve. Casi todas tienen por motivo protestar
contra el gobierno que no permite velar el cadáver en la plaza pública. Una
de esas multitudes fanáticas ha intentado entrar en la casa, sacar el féretro
y llevarlo a la Plaza de Mayo”.