Anda di halaman 1dari 7

“La CCRU se activa a sí misma retrocronológicamente en octubre de 1995, cuando utiliza a Sadie Plant como

pantalla y a la universidad de Warwick como hábitat temporal... La CCRU se alimenta de estudiantes graduados +
académicos con mal funcionamiento (Nick Land) + investigadores independientes + ... En el grado cero, CCRU es
el nombre de una puerta en el departamento de filosofía de la universidad de Warwick. Aquí oficialmente se
delcara que el CCRU ´no existe, no ha existido y nunca existirá´.”

-Comunicado de la Unidad de Investigación de la Cultura Cibernética (CCRU), Noviembre de 1997

Aunque todavía permanezca formalmente vinculada al famoso y postestructuralista departamento de filosofía de


la universidad de Warwick, Inglaterra, la CCRU es una unidad rebelde. Se trata del equivalente académico de
Kurtz: el general que en Apocalypse Now que utilizaba métodos hererodoxos para conseguir resultados superiores
a los de el tradicionalista ejército estadounidense. Desdibujando las fronteras entre el trabajo académico
tradicional, la ciencia ficción cyberpunk y el periodismo musical, la CCRU están intentado producir el tipo de
pensamiento nómada que, para usar un términdo de Deleuze y Guattari, se “desterritorializa” a sí mismo en todas
las formas posibles: teoría mezclada con ficción, filosofía contaminada por las ciencias naturales (neurología,
bateriología, termodinámica, metalurgia, teorías del caos y la complejiudad, conexionismo), un tipo de escritura
académica que aspira a logar el tipo de intensidad del shock futurista propio del jungle y de otras fomas de música
post-rave.

Según la CCRU, su frenética actividad interdisciplinaria – que puede verse en sus conferencias sobre futuros
viertuales y virotecnología y sus periódicos ***collapse y Absact Culture- perturbaron al departamento de
filosofía de Warwick, produciendo el cierre de la unidad. Al igual que el general Kurtz, que desapareció “río
arriba” en la selva vietnamieta, la CCRU se ha retirado estratégicamente, relocalizándo su base operativa en un
departamento cercano al Spa de Leamington. Institucionalmente, han abandonado la unversidad, entrando en
relación con rebeldes autodidactas y activias para-académicos como O[rphan] D[frift>], Matt Fuller y Kodwo
Eshun.

La CCRU fue montada originalmente como una unidad de investigación por la ciberteórica Sadie Plant, al poco
tiempo de mudarse de la universidad de Birmingham a la de Warwick. Plant dejó la CCRU en el ´97 para
convertirse en una escritora freelance (es autora de la aclamada polémica ciberfeminista “Zeros + Ones” y de
“Writing On Drugs” [escribiendo acerca drogas/escribiendo drogada] cuyo título se explica por sí mismo), siendo
reemplazada en su rol de directora del CCRU por Nick Land, su ex-amante.

Land es el timpo de “máquina vorticial” alrededor de la cual giran miles de historias [outlandish] y posiblemente
apócrifas –se dice que pasó por una fase en la que hablaba sólo con números y que fue una vez “tomado” por tres
entidades distintas- Más allá de la veracidad de estas historias, no hay dudas de que, en tanto profesor y
conferencista de filosofía continental, el Dr. Land ha funcionado como un “atractor extraño” [luring] estudiantes
hacia Warwick exclusivamente a través de su carisma y reputación personal. The Thirst For Annihilation: Georges
Bataille and Virulent Nihilism (La Sed de aniquilación: Georges Bataille y el nihilismo virulento), la única
publicación de Land que tiene la extensión de un libro, es a la vez un poema en prosa, una autobiografía espiritual
y una explicación rigurosa de las implicancias del pensamiento de Bataille tan destacable como trastornada.
Prefigurando las luchas de la CCRU con la burocracia universitaria, este libro reboza de bilis antiacadémica, que
ocasionalmente se desborda convirtiéndose en un auto-disgusto flagelante.
Al principio de los años 90, Land solía describirse como “profesor de ingeniería delirante”. Luego de la
relativamente sensata dirección de Sadie Plant, Land ha convertido a la CCRU en una [uncanny] interzona entre la
ciencia y la superstición, mezclando Deleuze, Guattari y la cibernética de Norbert Wiener con su vasto
conocimiento de lo oculto, la mágica del caos y la parapsicología: I Ching, Current 93 (la fuerza energética tipo
kundalini de Aleister Crowley), la numerología kabalista, el mito Cthulhu de H.P. Lovecraft, la cosmología
escatológica de Terence McKenna, etc.

Es fácil comprender la consternación que las investigaciones de la CCRu produjeron en la Universidad de


Warwick: al explicar uno de sus diagramas numerológicos (“un intento de entender a los conceptos como si
fuesen sistemas numéricos”), Land lo describe como un regalo del “profersor Barker”. Inspirado por el profesor
Challenger –el antihéroe de Conan-Doyle reinventado por Deleuze y Guattari en Mil Mesetas- Barker parece ser
una especie de mentor imaginario que revela distintos secretos cósmicos a la CCRU. “Pero nosotros seríamos algo
reacios a llamarlo ´imaginario´”, señala Land. “Aprendimos tanto de él como de los educadores supuestamente
´reales´(en realidad, muchísimo más)”. Esto incluye la “Teoría Geocósmica del Trauma”. Siguiendo la orientación
materialista de Deleuze y Guattari, la cultura humana es considerada como un estrato más del continuum
geocósmico. Desde la química de los metales hasta los ciclos del capitalismo, pasando por las dinámicas no-
lineales del océano y los ritmos fractalizados del jungle, el cosmos es un “traumaescenario en devenir” gobernado
por patrones autosemejantes y procesos fundamentales recursivos que reaparecen en cada escala.

Al libidinizar los “flujos”, invistiéndolos de un poder intrínsecamente subersivo, Deleuze y Guatarri han sido
calificados de románticos incorregibles. CCRU desarrolla este elemento de Mil Mesetas, convirtiéndolo en una
especie de materialismo místico. Explicando lo que la CCRU llama “materialismo gótico” (un tipo de actividad
cultural “ferro-vampírica” que flirtea con lo inorgánico y camina en la delgada línea entre la vida y la muerte),
Anna Greespan nos cuenta que “el centro de la tierra está hecho de hierro, y la sangre contiene hierro” y que el
objetivo es “articularse con el centro plasmático de metal de la Tierra, que es el Cuerpo-sin-Órganos, un flujo
informe de energía desterritorializada; Greenpan afirma que la CCRU entiende al CsO como un “mandato ético”,
una meta suprema.

El colectivo O[rphan] D[rift>] habla también del “metal en el cuerpo” y de buscar el CsO. Se trata de otra
agrupación de ficción teórica influenciada por Land y son los principales aliados de la CRRU: participaron de la
conferencia “Futuros Virtuales” organizada por el CCRU en Warwick, y están preparando un evento en
colaboración con la CCRU y Switch en el Beaconsfiel Arts Centre de Londres en octubre del 98. Maggie Roberts
y Ranu Mukherjee, el núcleo de OD, se conocieron cuando eran estudiantes de Bellas Artes en el prestigioso pero
conservador Royal College. Sus ideas sobre la creación de formas de terrorismo sinestésico basado en soportes
multimedia y orientado al “pensamiento esquizoide”, los estados pre-lingüísticos del autismo y las interfaces
hombre-máquina resultaron demasiado radicales para el lugar. Formados a fines del 94, OD fue configurado por
dos experiencias voladoras de cabezas: “la experimentación con las drogas y el tecno,” y en 1993 conocieron a
Nick Land.

“Antes de la creación de la CCRU en Warick, Nick se conectó con nosotros durante un tiempo de forma muy
intensa”, dice Roberts. “Nosotros lo alimentamos con imágenes de experiencias, lecturas táctiles de las cosas en
las que el estaba teóricamente sepultado. El deseaba que su escritura comenzara a apoyarse mucho más en lo
experiencial. Y para nosotros había algo maravilloso en el hecho de tener un tipo al que podíamos llamar por
teléfono y preguntarle: ´¿qué es la radiación?´, ´¿qué es un agujero negro?´”
El debut de OD consistió en una instalación multimedia en la Cabinet Gallery de Londres. Lo que al principio iba
a ser un catálogo para el show se convirtió en un sorprendente libro de 437 páginas, Ciberpositive. Como Zeros +
Ones de Plant, Cynerpositive es un texto-enjambre compuesto por fragmentos de textos sampleados sin citar las
referencias. Plant coloca notas al pie mientras que OD meramente enumera la lista de los contribuyentes
“solicitados” y “no solicitados” al final del libro. Publicado en 1995, Cyberpositive funciona como una especie de
manual de estilo para el universo intelectual del CCRU que coloca a los escritores de San Francisco y a los autores
cyberpunk en el mismo nivel que a los teóricos postestructuralistas. “Para nosotros está claro que Burroughs es tan
importante como cualquier pensador nocional”, dice Nick Land, “y al mismo tiempo todo gran filósofo produce
un trabajo de ficción importante. Es obvio que Marx es un escritor de ciencia-ficción.” Por su parte, Sadie Plant
recuerda a los novelistas cyberpunk de los años ochenta como Gibson y Cadigan como “testigos más confiables”
precisamente porque, a diferencia de los teóricos, “no tienen un hacha que afilar.”

Los pasajes más intensos de Cyberpositive son los extensos fragmentos de escritos de Plant y Land y las
evocaciones escritas por Robert y Mukherjee de experiencias relacionadas con el tecno, las raves, el ecstasy el
LSD. “Solía escribir mucho en las discos, los cual probablemente pareciese realmente pretencioso”, recuerda
Roberts, “Intentaba rastrear lo que estaba sucediendo en los distintos canales sonoros y los efectos físicos y
espaciales que esto tenía sobre uno.” El lenguaje oscila entre la motificación masoquista de la carne (“tecno
profundamente hiriente”, “la carne está aprendiendo a conocer a la pérdida”) y una imaginería influenciada por las
ideas shamánicas y vudú de la posesión (“oscuridad blanca”, “la niebla de la proximidad absoluta”, “psyclone”,
“bello miedo”). “Se trata de tratar de procesas el desensamblaje del Yo,” dice Roberts. “Tal vez lo que vos llames
abjecto, nosotros lo llamaríamos fusión. La violencia de los sonidos del tecno se sienten como si te estuviesen
dando vuelta, golpeado, penetrando.”

A pesar de sus piercings y relatos tecno-paganos, ROberts tiene una especie de aire aristocrático quemado que
remite a la Marianne Faithfull de fines de los 60. Con una media sonrisa asomando en sus labios, como si
estuviese al tanto de algún chiste cómico, Roberts habla en forma dubitativa –como si una zona indecible de la
conciencia posthumana no hubiese todavía renunciado a su abandonar su punto de apoyo. Lo cual podría
funcionar como una descripción bastante precisa del estado de situación. Si la CCRU tiene cierto aire de culto a su
alrededor, OD va mucho más allá. Combinan la cosmología maya con ideas sobre inteligencia articifial y creen
que la humanidad está a punto de abandonar su anclaje en la “carne” para devenir puro espíritu.

A lo largo de Cyberpositive insiste una exhortación “debemos adaptarnos a las máquinas;” mientras que el libro
termina con una delcaración –“punto de vista humano redundante.” OD no solamente reconoce que Charles
Mandon tenía algunas buenas ideas, además sus cuarteles generales en el Este de Londres contienen varias jaulas
con serpientes –lo cual demuestra su determinación de encarar seriamente el tema de los rituales vudú. Esta
obsesión fue desencadenada por el libro Count Zero de Gibson, en el cual el ciberespacio genera de forma
espontánea entidades equivalentes a los loa (los dioses-espíritu de la cosmología vudú). A lo largo de toda la
entrevista un miembro de OD con la cabeza afeitada llamado Rich permanece sentado con nosotros con una boa
constrictor alrededor de su cuerpo. Su segunda contribución es preparar unos sandwiches –prolijamente
preparados, pero conteniendo mantequilla de maní mezclada con sardinas. “Demasiado extremo para mí”, le
confiero luego del primer bocado. Los ojos de Rich se iluminan de forma triunfal. Fin del Juego Mental.

******
“Ciberpositivo” fue en un principio el título de un ensayo escrito por Sadie Plant y Nick Land. Presentado por
primera vez en Pharmakon, un congreso sobre cultura de las drogas realizado en 1992, “Cyberpositivo” era un
guante arrojado a las ortodoxias de izquiera que todavía dominan la academia británica. El término “ciberpositivo”
constituía una vuelta de tuerca a las ideas de Norbert Wierner de “retroalimentación negativa” (homeostasis) y
“retroalimentación positiva” (tendencias a la fuga, círculos viciosos). Mientras el conservador Wiener valorizaba
la “retroalimentación negativa”, Plant y Land re-positivizaron la retroalimentación positiva –específicamente la
tendencia de las fuerzas del mercado a generar desorden y desestabilizar las estructuras de dominio.

“Era bastante obvio que una crítica de inclinación izquierdista podía ser mantenida de forma bastante feliz pero
que nunca iba a llegar a ninguna parte”, dice Plant. “Si iba a haber sitio para algún tipo de... no digamos
´resistencia´ sino de algún tipo de discrepancia en el consenso global, ésta iba a tener que provenir de otra parte.”
Además de Deleuze y Guattari, otra influencia crucial fueron las ideas del teórico neo-deleuziano Manuel de
Landa sobre “el capitalismo como sistema de antimercados”. Plant y la CCRU se entusiasman con los procesos de
autoorganización de base, surgidos de abajo hacia arriba: los mercados callejeros, “las zonas de frontera del
capitalismo”, lo que De Landa llama “tramas”, en oposición al capitalismo jerárquico y corporativo. Descripto por
la CCRU todo suena bastante jovial –un ruidoso bazar cultural de intercambio y “negocios excepcionales”. Pero
“Ciberpositivo” es en realidad un elogio nihilista a la “ciberpatología de los mercados” que celebra el capitalismo
en tanto “contagio viral” y declara que “todo lo que es ciberpositivo es enemigo de la humanidad”. En ciertos
ensayos de Nick Land como “Deseo Maquínico” y “Fusión”, el tono mórbido se amplifica hasta convertirse en un
aura apocalíptica. Es posible leer allí cierta identificación perversa y literalmente anti-humanista con la “voluntad
oscura” del capital y de la teconología, que “destroza culturas políticas, elimina tradiciones, disuelve
subjetividades”.

Este deleite con la virulencia deterritorializante del capital es la reacción de la CCRU contra la complacencia del
pensamiento académico de izquierda. “Definitivamente, existe una profunda alianza en la academia entre las ideas
anti-mercado y el pensamiento completamente esclerotizado e institucionalizado”, plantea Mark Fisher de la
CCRU. “Es obbio que el capitalismo no va a derrumbarse por el peso de sus propias contradicciones. ¡Nada murió
nunca por tener contradicciones!”. Exultantes con el “modo de crisis permanente” del capitalismo, el CCRU cree
en la aplicación estratégica de presión que acelere las tendencias hacia el caos.

Hambrientos de razones intelecutales para “ser alegres”, la CCRU rechaza al mismo timepo el pálido fatalismo
posmoderno (la idea de que estamos en el final de todas las cosas) y la culposa impotencia de la izquierda. En el
proceso, han echado por la borda le concepto de “alienación” tanto en el sentido marxista como en el freudiano y
hablan de manera aprobatoria de la “plusvalía”, la sublimación y el fetichismo de la mercancía como tendencias
creativas. Mientras que “Ciberpositivo” describía la forma en la que el capitalismo de fuga había logrado acceder
a “alienaciones inconcebibles”, “Swarmachines”, un ensayo escrito colectivamente por la CCRU, va incluso más
allá llegando a plantear que “estamos alienados y nos encanta.” La idea, dice Fisher, viene de una hibridación de
Lyotard con Blade Runner –“el proletariado como clase sintética y la revolución como algo que está del lado de lo
sintético y lo artificial. EL concepto de ´alienación´ presupone la noción de que existe una esencia auténtica que se
pierde en algún punto del desarrollo capitalista. Pero de acuerdo a Barker, todo es desde siempre sintético.” Si la
realidad es en verdad un continuum bio-mecánico, no hay razón para resistir a las crecientes dinámicas anti-
naturalistas del capitalismo: las adicciones a los hiper-estímulos, la creación de deseos artificiales.

La manía de los textos del CCRU –con su mezcla de anticipación eufórica y pavor distópico- es contagiosa. La
mayor parte del tiempo, intentan crear un tipo de “excitación teórica” comparable con las emociones que obtienen
de la música electrónica contemporánea; Describen su trabajo, un poco en borma, como “materialismo con
subgraves”. “El modelo musical es verdaderamente importante para nosotros”, dice Land, “Es absurdo decir que
la música no representa lo real y que por lo tanto es una metáfora vacía. Todo teórico que no le otorga un
verdadero lugar a la música termina en una melancolía unidimensional.” La CCRU toma mucha de su energía de
la música (específicamente, del drum & bass y del UKgarage. Incluso uno de los miembros de la CCRU, bajo el
nombre Kode 9, compone música y es dj) y ha sido en este campo que sus ideas han resultado más influyentes. Ya
desde sus inicios a fines de los 80s, el motor de la cultura rave ha sido anarco-capitalista: desde las fiestas ilegales
organizadas en galpones hasta el tráfico de drogas. Incluso luego de ser cooptada por la industria de los sellos y
las discotecas, los elementos de innovación de la música rave provienen de los sellos chicos, pequeños
productores, estudios caseros, disquerías especializadas y radios piratas. Sadie Plant atribuye estas redes
económicas construidas de abajo hacia arriba al fin del estado de bienestar y la “cultura de la dependencia” que
forzó a las personas a “volverse realistas y encontrar alguna forma de sobrevivir” pero también a inventar “nuevas
formas de lo colectivo” (la comunalidad micro-utópida de las raves).

Además se ser impulsador por la música, la CCRU ha sido influenciada por el periodismo musical más fundado en
la teoría. Uno de sus miembros asociados es Kodwo Eshun, colaborador de las revistas iD y The Wire y autor del
libro “More Brilliant Than The Sun: Adventures In Sonic Fiction” (Más brillante que el sol: aventuras en música-
ficción), un estudio de la música afro-futurista desde Sun Ra a 4 Hero. Eshun se describe a sí mismo y a la CCRU
como “ingenieros conceptuales”. “La mayoría de las teorías contextualizan, historizan y se precaven. El ingeniero
conceptual utiliza la teoría para especular, excitar, contagiar”, afirma Eshun. Como un DJ/productor, el ingeniero
conceptual es un “buscador de sampleos”, libre de suspender sus creencia en los valores de verdad definitivos de
la teoría para utilizar sólo las partes de la teoría que le resultan útiles (siguiendo a Deleuze y Guattari, quienes
ofrecían Mil Mesetas como una caja de herramientas y no un credo).

“Ingeniería conceptual” es una buena categoría para clasificar la extraña zona de “investigadores independientes”
con la cual la CCRU está conectada. Autodidactas rebledes como Howard Slater, un freak deleuziano que desde
break/flow, su propia publicación, analiza la cultura rave en términos de “oleadas de intensidad” e “intercambios
impulsivos”. O como Matthew Fuller, un teórico y activista de los medios de comunicación que tiene un pasado
relacionado con el anarquismo y relaciones con el underground de los hackers. El currículum de Fuller en la
disidencia cultural incluye la elaboración de un tablón de anuncios llamado Fast Breeder, una publicación de una
escabrosa publicación gratuita llamada Underground y una serie de anarco-seminarios dedicados a la praxis del
terrorismo mediático. Fuller también ha compilado la antología “Unnatural: Techno-Theory For A Contaminated
Culture “ (“Innatural: Teoría tecno para una cultura contaminada”) que incluye el texto de Plant y Land
“Cyberpositive”.

Hablando de sus propios escritos ciber-teóricos, Fuller propone desmantelar los modos tradicionales de
“evocación política” y desarrollar una especie de realpolitik post-ideológica de la resistencia. Se trata de un
verdadero ingeniero conceptual que cree en saquear los textos teóricos para adaptarlos a tareas específicas.
“Editores como Autonomedia o Semiotexte producen material que puede ser leído fuera de los círculos
universitarios. Cuando presento mis ideas en los eventos académicos, es facil darse cuenta de que estoy en una
posición más potente que la de los universitarios –puedo robar todas los elemmentos ventajosos de sus disciplinas,
y además hacer algo más que lo desarregla todo.” Fuller ha notado que Deleuze y Guattari ya están siendo
institucionalizados y convertidos en “una de las zonas discursivas más lúgubres y santificadas” mientras que él se
dedica a “destrozar nuevamente esos textos y reabrirlos al delirio y lo irracional. Yo mezclo diferentes registros
lingüísticos y distintas estrategias narrativas para que el texto se retuerza en las manos del lector. Al respecto, hay
más para aprender de la literatura que de la teoría.” Aquí Fuller resuena con Sadie Plante, cuyo próximo libro
Writing On Drugs incluirá un elemento ficcional. Plant incluso espera que sus próximos libros devengan “pura
literatura”.
“El aspecto más disfrutable de la CCRU es que se trata de una especie de banda –¡estudiantes de doctorado con
actitud!”, dice Eshun. Resistiendo al “costado moribundo de la filosofía, la rumiación de las entrañas de
pensadores muertos” y aburrida con la atmósfera “delibidinizada” de clases y seminarios, la CCRU solía asistir a
los eventos académicos, afirma Eshun, expresamente “con el objetivo de interrumpir, socavar y ridiculizar....
Armaban batallas campales contra los derridianos.”

Hartos ya de ese tipo de “actividad deportiva”, Plant y la CCRU han abrazado de manera entusiasta la idea de
escapar al “encierro institucional”, abandonando la universidad. El CCRU espera convertirse en una especie de
“tanque de ideas” independiente, vendiendo “mercaderías” en el mercado libre intelectual –como la bellamente
diseñada publicación electrónica Abstract Culture (Cultura Abstracta) [http://www.ccru.net/abcult.htm ] (donde
cada “enjambre” está compuesto por la mezcla de distintos escritos) y, en el futuro, CDs, CDROMs y otras
publicaciones.

Sin embargo, parece improbable que Plant y sus antiguos compañeros coaliguen sus fuerzas una vez que se
encuentren en la selva del libre mercado. Aparentemente, algún tipo de desaveniencia ideológica ha tenido lugar.
Plant dece que ella no podía seguir adelante en el viaje hacia el misticismo numerológico, en parte porque le
disgustaba encontrarse a sí misma en el rol de “la persona sensible y conservadora –¡un rol al cual no estoy
acostumbrada!”. Los miembros de la CCRU, por su parte, parecen haber quedado resentidos por la prematura
partida de su gurú de Warwick. “Nick Land es hermético, él quiere acólitos”, dice Eshun, “mientras que Sadie es
una comunicadora total, Zeros + Ones es el vengativo retorno de los grandes relatos. Me resulta imposible pensar
en un escritor más ambicioso que ella. Sadie quiere tener el mundo, y creo que lo conseguirá.”

+++

Para obtener más información sobre el trabajo de la CCRU, la actividad post-CCRU y los “autodidactas rebeldes”
aliados, chequear estos sitios:

Cybernetic Culture Research Unit -- http://www.ccru.net/


K-Gothic -- http://www.k-gothic.net/
Datacomb -- http://www.k-punk.net/k-punk.net
K-Punk -- http://k-punk.abstractdynamics.org/
Hyperdub -- http://www.hyperdub.com/
Kode 9 -- http://www.ccru.net/kode9.htm
Abstract Machines -- http://www.ccru.net/abstractmachines.htm
Orphan Drift -- http://www.orphandrift.com/
Matthew Fuller -- http://www.autonomedia.org/behindtheblip/index.html
(originalmente publicado en una versión reducida en la revista Springerin, Vienna, 1999)

Anda mungkin juga menyukai