EL CARIBE
Introducción
Para nadie es un secreto que la problemática latinoamericana es compleja, muy
compleja, y pretender abordarla desde el punto de vista del observador externo
puede resultar en una conclusión errónea o ideologizada. Por ello, como parte de
esta gran comunidad, no podemos sino interesarnos profundamente en nuestros
antecedentes históricos, nuestra idiosincrasia, nuestra educación. Empezaremos
abordando lo que a nuestro juicio es el gran problema del latinoamericano promedio,
luego desarrollaremos algunas ideas acerca del momento actual en nuestro país y
finalmente propondremos algunas alternativas de solución a estos problemas. No
descartamos, sin embargo, que en algunos pasajes de nuestro ensayo y por la
inevitable pasión a que conlleva tratar temas de interés social, podamos recurrir a
algún cliché con que en forma peyorativa o no, nos referimos a ideologías o
tendencias que, de acuerdo a un punto de vista libre y sin ataduras, dan lugar a las
profundas divisiones tan comunes en las sociedades latinoamericanas y del Caribe.
Antecedentes históricos.
Si queremos pensar que con la llegada de los europeos a nuestra tierra empezó la
historia de maldad, enfermedades, corrupción y otras calamidades, empezamos
mal. El ser humano, desde que tiene uso de razón, no es más que un sistema
unipersonal ávido de agenciarse un medio de subsistencia, y una vez logrado ello
ya queda listo para su vida en sociedad, participando en su consolidación ya sea
como ciudadano de a pie o en la función pública. No, no fueron los europeos quienes
nos “malograron” el paraíso. De hecho, existen personas y organizaciones que
trafican con esa falacia, pero basta el relato de una pequeña anécdota para
desbaratarla. Recordemos muy claramente las elecciones presidenciales de
nuestro país, en 1980, el candidato del FNTC (genialmente rebautizado por sus
rivales como FRENATRACA, una agrupación política creada por los hermanos
Cáceres Velásquez, terratenientes puneños), Roger Cáceres Velásquez subía
como la espuma, como suele suceder con muchos movimientos aluvionales y
nacionalistas. En su ideario señalaba que quería restaurar el “modelo perfecto” del
socialismo inca, y gracias a ese discurso había logrado calar muy hondo en muchos
electores entusiasmados por vivir ese modelo y su intención de voto se acercaba al
20%. Sin embargo, durante el debate a nivel nacional, un atrevido y desvergonzado
candidato le lanzó la pregunta a nivel nacional: “Así que usted, señor Cáceres
Velásquez, ¿quiere restaurar el imperio de los incas?” Sin titubear, Roger Cáceres
dijo que sí, y luego de una pausa, el atrevido y desvergonzado le lanzó la otra
pregunta, “¿y para cuándo empezamos con los sacrificios humanos y la ofrenda de
sangre a la pachamama?” Desde entonces nadie más habló de Roger Cáceres.
Muchas veces nos hemos preguntado qué es lo que hacemos mal, mientras
los gobiernos en forma totalmente desvergonzada, lejos de cumplir con su rol
regulador y de atención en servicios básicos, se abocan a valerse del poder para el
beneficio propio. El desarrollo sostenible en nuestra América Latina y el Caribe es
por ahora una utopía y quien diga que se puede empezar de inmediato solo vende
humo o es parte de esa miasma de corrupción desfachatada que agobia a nuestras
naciones.
Ruiz, E. (2002) sostiene que, sin embargo, los gobiernos de América Latina y
el Caribe han restado mayor atención a temas tipo coyuntural, la conservación de
ciertos recursos, la protección de los bosques tropicales y la defensa del patrimonio
natural y cultural no constituyen preocupación exclusiva de un país en particular. El
desarrollo y crecimiento poblacional han demostrado que no existe en el mundo la
independencia ecológica ambiental; esto representa un desarrollo sustentable que
constituye un paso hacia el desarrollo sostenible, p.6.
Por otro lado, asevera que la educación es clave para fortalecer las
instituciones democráticas, promover el desarrollo del potencial humano para
aliviar la pobreza y así lograr un mayor entendimiento entre los pueblos. La
lograr esto se debe buscar una educación de calidad y que esté al alcance de
todos, incluyendo a las niñas y las mujeres, la población rural y las personas que
forman las minorías. Sobre todo, a las mujeres peruanas que están llenas de
valores éticos y morales, armas suficientemente válidas para luchar contra la
corrupción que es el peor enemigo de la democracia. Carta democrática
interamericana, (2001, p.10).
Recomendaciones.
En esta parte de las recomendaciones nos pondremos en el lugar de un inesperado
consejero presidencial, y con miras a lograr el tan esperado desarrollo sostenible,
será necesario:
La moral y las buenas costumbres empiezan por casa y recuerde que en la
antigua Roma había un dicho: “La mujer del César no solo debe ser honesta,
también debe parecerlo”. Por ello, ni se le ocurra mantener en el secreto sus
reuniones, sobre todo con personajes de oscura reputación.
Si quiere desarrollo de verdad empiece atacando la base estructural del retraso
y la corrupción: el nefasto estatismo. Está comprobado hasta la saciedad que
las empresas públicas solo sirven para perder el dinero de todos. La misión real
y fundamental de esas empresas en la práctica es pagar favores políticos
mediante el copamiento del estado. Un estado pequeño pero fuerte es lo que
necesita el país.
¿Quiere funcionarios de confianza que no se aprovechen de su cargo? Antes de
contratarlos aplíqueles sin rubor ni remordimientos la prueba del polígrafo con
una pregunta básica: “¿Aceptaría usted un millón de soles de coima a cambio de
autorizar o promover un contrato irregular?”. Con eso acabaría con los corruptos
funcionarios.
Si se quiere una democracia moderna y eficiente, no intervenga los mercados.
No caiga en el proteccionismo, pero no permita que el intercambio comercial con
otros países resulte desfavorable a los intereses nacionales.
Conclusiones.
En las condiciones actuales de estado y sociedad en las nuevas de democracias
de América latina y el Caribe, el desarrollo sostenible no es más que una quimera.
Los políticos que llegan a la función pública, no saben qué hacer con el enorme
poder que reciben cada periodo de gobierno por parte del pueblo, y si lo saben
es solo para enriquecerse o para medrar de ese poder temporal, siempre
temporal. Los grandes empresarios no tienen la menor idea del inminente riesgo
que corren cuando caen en el mercantilismo y juegan irresponsablemente al
intercambio de favores con el poder político.
Referencias
Posada, E. (2015). La novela como ensayo. La novela como historia. Cien años de
soledad y las bananeras. Revista Colombia, (n.° 12).