531-544
ISSN 0214 - 9915 CODEN PSOTEG
Copyright © 1998 Psicothema
Los andrógenos son hormonas esteroi- bono fusionados y cuyo principal represen-
deas derivadas del colesterol que contienen tante es la testosterona (T). Estas hormonas
un esqueleto básico de cuatro anillos de car- poseen propiedades masculinizantes (efec-
tos androgénicos) a la vez que favorecen el
Correspondencia: Alicia Salvador crecimiento de los tejidos (efectos anabóli-
Facultad de Psicología cos) (Wilson, 1988).
Universitat de Valencia
46010 Valencia (Spain) Los compuestos generalmente conocidos
E-mail: Alicia.Salvador@uv.es como esteroides anabolizantes son deriva-
dos sintéticos de la T que fueron desarrolla- cias del consumo en este segmento de la po-
dos en un intento por intensificar los efectos blación pueden llegar a ser más graves.
puramente anabólicos minimizando los Cuando el consumo de EAAs comenzó a
efectos androgénicos (Haupt y Rovere, popularizarse se asumió que estos compues-
1984). Sin embargo, este tipo de compuestos tos tenían propiedades anabólicas con esca-
tienen, en mayor o menor medida, tanto ac- sos efectos secundarios, sin embargo, ac-
ciones anabólicas como androgénicas en el tualmente se reconoce que su abuso tiene
organismo, por lo que se ha insistido en que efectos secundarios tanto físicos como psi-
su denominación debe ser la de «esteroides cológicos (Salvador, Martínez-Sanchís,
anabolizantes-androgenizantes» (EAAs) Moro y Suay, 1994; Lukas, 1996). A nivel
(Kochakian, 1976). Estos compuestos han físico, se han descrito casos de daño cere-
tenido diversos usos terapéuticos entre los bral, infertilidad, lesiones músculo-esquelé-
que destacan el tratamiento del hipogonadis- ticas, trastornos hepáticos y aumentos en el
mo, de los trastornos del crecimiento, de la riesgo de padecer enfermedades cardiovas-
osteoporosis, del cáncer de mama, de ane- culares y cáncer (Friedl, 1993).
mias, de edemas hereditarios, de la depre- Uno de los aspectos que recientemente
sión y de la menopausia (Lukas, 1993). está recibiendo mayor atención es el desa-
El consumo de EAAs por razones no te- rrollo de dependencia de estas sustancias.
rapéuticas comenzó en las décadas de los 50 Aunque hace años se sugirió que estas sus-
y 60 entre los deportistas de élite (Kashkin tancias podrían generar adicción (Moore,
y Kleber, 1989) como un medio de incre- 1988), no existían suficientes datos de apo-
mentar el tamaño muscular, la fuerza, la ve- yo. A partir de dos casos de aparente depen-
locidad y en conjunto, el rendimiento de- dencia de los EAAs (Tennant, Black y Voy,
portivo (Wilson, 1988). En las últimas déca- 1988; Brower, Blow, Beresford y Fuelling,
das, los EAAs han aumentado su populari- 1989) y de cierta evidencia indirecta de las
dad entre deportistas de distintas disciplinas propiedades psicoactivas de las hormonas
y niveles competitivos. Las personas que sexuales se desarrolló la denominada «hipó-
abusan de estas sustancias llegan a consu- tesis de la adicción» (Kashkin y Kleber,
mir dosis entre 10 y 100 veces superiores a 1989). Según ésta, el abuso de EAAs podría
la terapéutica (Lukas, 1993) y generalmente desencadenar un trastorno de dependencia
combinando diferentes EAAs («stacking»), similar al de otras sustancias de abuso y de-
muchas veces junto con otras hormonas o finido por los criterios de dependencia de
drogas (Kashkin y Kleber, 1989; Yesalis, sustancias psicoactivas del DSM-III-R
1992). (APA, 1987). Sin embargo, los autores reco-
En la actualidad, el abuso de esteroides nocieron que la hipótesis de la adicción era
anabolizantes se ha extendido de forma meramente especulativa y necesitaba ser
alarmante en varios países occidentales. A confirmada por la investigación científica.
menudo el comienzo del consumo se produ- En este trabajo se analizarán, en primer
ce en la adolescencia, siendo la mejora de la lugar, los datos existentes sobre la depen-
apariencia física uno de los motivos más dencia de los EAAs en humanos. En segun-
importantes (Buckley, Yesalis, Friedl, An- do lugar, se revisarán los estudios recientes
derson, Streit y Wright, 1988). En este sen- en animales que han tratado de clarificar si
tido, y de forma creciente, se detectan con- la T y sus derivados sintéticos, al igual que
sumidores cada vez más jóvenes (DuRant, otras sustancias de abuso, poseen propieda-
Vaughn, Rickert, Ashworth, Newman y Sla- des apetitivas y pueden actuar como estímu-
vens, 1993), a pesar de que las consecuen- los discriminativos. En tercer lugar, se ex-
pondrán los posibles mecanismos subyacen- ca, para el cual ha de cumplirse el criterio de
tes a la dependencia de los EAAs y, por úl- tolerancia (criterio 1), el de abstinencia (cri-
timo, los sistemas de neurotransmisión que terio 2), o ambos. En segundo lugar, en el
podrían estar implicados. DSM-IV, además de integrar los tres crite-
rios del DSM-III-R relativos a los síntomas
Criterios diagnósticos de la dependencia de de abstinencia en un solo criterio, se inclu-
las sustancias de abuso ye otro referido a la persistencia del consu-
mo a pesar de su conexión con problemas
Existe confusión en el empleo de térmi- físicos y psicológicos (criterio 7). Cuando la
nos como «adicción», «abuso» o «depen- dependencia sólo se caracteriza por un pa-
dencia» (Brower, 1993; Lukas, 1996), lle- trón de uso compulsivo (cumpliéndose al
gándose incluso a utilizar de forma indistin- menos tres de los criterios 3-7) no se puede
ta. Entre los manuales más ampliamente decir que exista dependencia fisiológica.
aceptados para la definición, clasificación y
diagnóstico de dependencia y abuso de sus- Dependencia de los EAAs
tancias destaca el Manual Diagnóstico y Es-
tadístico de los Trastornos Mentales (DSM) Estudios de caso único
(APA, 1995).
El DSM-IV establece que la característi- A finales de los 80 se publicaron tres es-
ca esencial de la dependencia de sustancias tudios de caso único que describían a con-
consiste en «un grupo de síntomas cognos- sumidores que parecían haber desarrollado
citivos, comportamentales y fisiológicos dependencia de los EAAs, al mostrar una
que indican que el individuo continúa con- incapacidad persistente de interrumpir su
sumiendo la sustancia, a pesar de la apari- consumo. Según los propios sujetos, esta in-
ción de problemas significativos relaciona- capacidad se debía a los graves síntomas del
dos con ella. Existe un patrón de adminis- síndrome de abstinencia como el deseo in-
tración repetida que a menudo lleva a la to- tenso por la sustancia («craving»), depre-
lerancia, al síndrome de abstinencia y a una sión y pensamientos suicidas (Tennant et
ingestión compulsiva de la sustancia» al., 1988; Brower et al., 1989; Hays, Little-
(APA, 1995). Este diagnóstico requiere «un ton y Stillner, 1990) junto con la pérdida de
patrón desadaptativo de consumo de la sus- los beneficios físicos, deportivos y psicoló-
tancia que conlleva un deterioro o malestar gicos derivados del consumo (Brower et al.,
clínicamente significativos, expresado por 1989; Hays et al., 1990). El consumo se
tres o más ítems de los descritos en algún mantenía a pesar de los efectos adversos, ya
momento de un período continuado de 12 que los sujetos experimentaron dificultades
meses» (APA, 1995). en su relación con las personas de su entor-
Los criterios para la dependencia de sus- no habitual (Brower et al., 1989), así como
tancias psicoactivas en el DSM-IV han sido ira e insomnio (Hays et al., 1990) durante
parcialmente reformulados con respecto al los períodos de consumo.
DSM-III-R, que fue el utilizado para reali- En cuanto a los motivos para el inicio y
zar el diagnóstico en los estudios analizados mantenimiento del consumo, parecían inter-
en esta revisión. Las principales diferencias venir tanto la insatisfacción con la imagen
entre ambas ediciones en lo que respecta al corporal (Tennant et al., 1988; Brower et al.,
tema que nos concierne radican, en primer 1989) como la mejora en el rendimiento de-
lugar, en que el DSM-IV incorpora el diag- portivo (Brower et al., 1989). Sin embargo,
nóstico adicional de dependencia fisiológi- posteriormente el consumo parecía utilizar-
se como herramienta para combatir la de- más aludidos en los estudios de caso único,
presión (Brower, 1992) y otros síntomas de no fue descrito por ninguno de los deportis-
abstinencia. Sólo en un caso, se realizó un tas de uno de los estudios y sólo fue experi-
diagnóstico formal de dependencia según mentado por un 4% de la muestra del se-
los criterios del DSM-III-R, ya que cumplía gundo trabajo (Brower et al., 1991). La pre-
seis de los nueve síntomas de este síndrome sencia de tolerancia fue descrita por un 18%
(Brower et al., 1989). de una de las muestras (Brower et al., 1991)
y estuvo ausente en la otra. Sin embargo, se
Estudios de grupos ha descrito que el consumo de EAAs incre-
menta en frecuencia y cantidad en los con-
Poco después se publicaron cuatro estu- sumidores crónicos (Taylor, 1987), aunque
dios de campo en los que se utilizó el DSM- según Cicero y O’Connor (1990), dichos in-
III-R para diagnosticar la posible dependen- crementos podrían deberse a la creencia de
cia de los EAAs. En estos trabajos se obser- que los beneficios serán mayores y no a que
va una amplia variabilidad en los porcenta- realmente se produzca tolerancia.
jes de sujetos que fueron diagnosticados co- En cuanto al resto de síntomas, la mitad
mo dependientes de los EAAs, oscilando de los sujetos de los estudios manifestaron
entre un 12.90% (Dimeff y Malone, 1991) y «que su consumo de estas sustancias era su-
un 75% (Brower, Eliopulos, Blow, Catlin y perior al que tenían intención de hacer»
Beresford, 1990), si bien hay que resaltar (Brower et al., 1990; Brower et al., 1991).
que la muestra de este último estudio estaba También fue elevado el porcentaje de con-
compuesta por sólo ocho sujetos. Esta dis- sumidores que reconocieron «el uso conti-
paridad en los resultados podría ser debida a nuado de la sustancia a pesar de los proble-
diferencias en las características individua- mas producidos por el consumo» (87.5% y
les y/o en los patrones e historia de consu- 37%). Ambos síntomas también fueron des-
mo de los usuarios. De hecho, en el estudio critos en los estudios de caso único, indi-
con mayor porcentaje de personas depen- cando que en los consumidores de EAAs
dientes predominaba un patrón de consumo podría producirse una pérdida de control del
caracterizado por largos períodos de admi- consumo. Es posible que el abuso de EAAs
nistración y uso de «cócteles» de esteroides implique la dedicación de un tiempo consi-
inyectables y orales. derable a actividades relacionadas con el
Los datos procedentes de los dos únicos consumo de estas sustancias, que pueden
estudios en los que se detalló el porcentaje comenzar a dominar y destruir la vida per-
de sujetos que cumplía cada criterio del sín- sonal del consumidor (Kashkin y Kleber,
drome sugieren que el abuso de EAAs po- 1989).
dría conducir a la dependencia (Brower et
al., 1990). El criterio «presencia de sínto- Evidencia adicional
mas tras la retirada del consumo» (síntoma
8 del DSM-III-R), que es un indicador de Otros estudios han analizado patrones de
dependencia fisiológica, fue el experimen- consumo y actitudes hacia los EAAs, obser-
tado con mayor frecuencia, concretamente vando en algunos de los consumidores una
por un 100% y un 84% de cada muestra res- constelación de conductas y actitudes que
pectivamente (Brower et al., 1990; Brower, podrían ser indicativos de una posible de-
Blow, Young y Hill, 1991). El «consumo de pendencia de los EAAs. En éstos suele
la sustancia para evitar los síntomas de abs- observarse una historia de consumo defini-
tinencia» (criterio 9), uno de los motivos da por un inicio temprano y un elevado nú-
mero de ciclos de uso (períodos «on») en sicos derivados del consumo prolongado.
los que se han combinado varios EAAs en Los siguientes factores podrían actuar como
distintas formas de administración y a altas potentes reforzadores positivos del consu-
dosis, con fases de descanso intercaladas mo: los efectos psicológicos positivos como
(períodos «off») (Yesalis, Anderson, Buc- aumento de la confianza, el deseo sexual y
kley y Wright, 1990). Estos sujetos suelen la euforia (Lukas, 1996), los incrementos en
percibir una prevalencia de consumo entre la aceptación y aprobación por parte del en-
los miembros de su grupo social mayor que torno social (Kashkin y Kleber, 1989) y un
la real, lo cual sugeriría que podrían estar mejor estado físico (Yesalis et al., 1990) que
tratando de justificar su conducta de consu- se traduce en incrementos en la capacidad
mo. También se observa en algunos usua- de entrenamiento y competitividad (Kash-
rios una tendencia a minimizar los riesgos kin y Kleber, 1989).
para la salud derivados del consumo, inclu- Sin embargo, también parecen estar in-
so parecen «desconocer» en mayor medida terviniendo mecanismos de refuerzo negati-
que los no consumidores los efectos negati- vo. Según describen los propios consumido-
vos de estas sustancias. Además, algunos de res, la auto-administración podría perpe-
los consumidores han manifestado que «no tuarse para evitar tanto el síndrome de abs-
dejarían de consumir EAAs aunque se pro- tinencia (Tennant et al., 1988; Brower et al.,
base de manera indudable que estas sustan- 1989; Hays et al., 1990) como la pérdida de
cias producen patologías graves», indicando los beneficios adquiridos durante el consu-
que probablemente antepondrían el consu- mo. Tras la interrupción del consumo, los
mo incluso a su bienestar físico. Por último, usuarios de EAAs observan que su tamaño
en cuanto a la autopercepción corporal, la y fuerza disminuyen, asociados a una pérdi-
mayoría de los consumidores suelen perci- da de masa muscular (Kashkin y Kleber,
bir su salud y fuerza física como excelente 1989). Este efecto repercute tanto en la au-
(Yesalis et al., 1990). Sin embargo, se ha toestima, construida en base a la imagen
descrito cierta distorsión en la autopercep- corporal, como en la autoconfianza sobre la
ción de la imagen corporal, que han deno- propia competencia deportiva en el caso de
minado «anorexia nerviosa inversa» y que los deportistas. Además, también parece
se caracteriza por considerar las propias ga- producirse una pérdida de las ganancias psi-
nancias en masa muscular como insuficien- cológicas, y probablemente, del refuerzo so-
tes o mínimas a pesar de la evidencia real cial experimentados durante la etapa de
contraria. Se cree que este mecanismo pue- consumo.
de estar induciendo y perpetuando el consu- Donde parece haber menos acuerdo es
mo (Brower et al., 1991). respecto a la existencia de mecanismos de
refuerzo primario. Este planteamiento se
Mecanismos subyacentes a la dependencia sustenta, según Brower (1993), en la evi-
de los EAAs dencia de que los EAAs actúan sobre el
SNC, posiblemente a través de los recep-
Se han propuesto dos tipos de mecanis- tores de andrógenos que son especialmente
mos: el refuerzo positivo y el refuerzo ne- numerosos en el hipotálamo, y en áreas co-
gativo (Brower, 1992, 1993; Lukas, 1996). mo el hipocampo, la amígdala medial, el
Parece existir acuerdo sobre la actuación de septum lateral y la corteza (McGinnis, Wi-
mecanismos de refuerzo positivo secunda- lliams y Lumia, 1996; Le Grevès, Huang,
rio en la dependencia de los EAAs, basados Johansson, Thörnwall, Zhou y Nyberg,
en los beneficios psicológicos, sociales y fí- 1997). Los estudios de campo que han des-
una de cloruro de sodio. En esta fase, cada tro que ha sido asociado con las consecuen-
animal realizó seis sesiones, cada una de cias afectivas derivadas de la administra-
ellas correspondiente a una de las dosis de T ción de una sustancia. Diversos estudios
(0, 0.125, 0.25, 0.5, 1, y 2 mg/kg). Se ob- han mostrado, utilizando esta técnica, que
servó que en los machos del grupo experi- algunos esteroides sexuales, como el estra-
mental existía una relación significativa en- diol, pueden actuar como estímulos apetiti-
tre la dosis de T y la cantidad de sacarina vos (De Beun, Jansen, Smeets, Niesing,
consumida, concretamente se produjo una Slangen y Van de Poll, 1991), sin embargo,
supresión significativa del consumo en son todavía escasas las investigaciones so-
comparación con el grupo control. Todas las bre la T.
dosis por debajo de la administrada durante El CPL se ha utilizado para medir el va-
el tratamiento (1 mg/kg) difirieron del efec- lor reforzante de la administración periféri-
to de ésta en los tests de generalización, sin ca de T (De Beun et al., 1992; Alexander,
embargo, no se observaron diferencias sig- Packard y Hines,1994) y más recientemente
nificativas en la cantidad de sacarina consu- de la administración intracraneal (Packard,
mida entre las dosis de 1 mg/kg y la de 2 Cornell y Alexander, 1997). En el primer
mg/kg. estudio de los citados la preferencia de lugar
Este estudio demostró que, en ratas ma- por el compartimento asociado a la T se in-
cho, la T permite la adquisición y manteni- dujo en las ratas macho gonadectomizadas
miento del control de estímulos sobre la tratadas con la dosis de 1 mg/kg de T, mien-
respuesta, evidenciando que puede actuar tras que no se produjo con la dosis de 0.5
como «clave» distintiva para los animales. mg/kg. En hembras, a pesar de que las dosis
En humanos, la evidencia en torno a si los de T fueron mayores que en los machos, no
consumidores de EAAs pueden discriminar se produjo condicionamiento con ninguna
entre esteroides y placebo por sus efectos es de ellas (De Beun et al., 1992). En el segun-
contradictoria (Cicero y O’Connor,1990). do estudio, con ratas macho intactas, las do-
Por otro lado, subraya la existencia de dife- sis de 0.8 y 1.2 mg/kg de T produjeron con-
rencias sexuales en las propiedades recom- dicionamiento, efecto que no fue observado
pensantes de la T, ya que en las hembras no con la dosis de 0.4 mg/kg (Alexander et al.,
se produjo condicionamiento, a pesar de re- 1994). En el tercer estudio se indujo pre-
cibir dosis superiores a las de los machos. ferencia de lugar con las dos dosis más altas
Es necesario explorar otros EAAs y a otras (0.0025 y 0.005 mg) de las tres utilizadas
dosis antes de extraer conclusiones definiti- (Packard et al., 1997). Los resultados de es-
vas sobre las propiedades apetitivas de la T te estudio sugieren que el núcleo accumbens
en hembras, además de otro tipo de efectos es una de las estructuras responsables de los
(organizacionales). efectos recompensantes observados tras la
administración periférica de T.
Condicionamiento de preferencia de lugar En conclusión, la dosis parece ser una
importante variable que modula el valor re-
Esta técnica ha sido frecuentemente utili- compensante de los EAAs en el CPL. Mien-
zada para evaluar las propiedades apetitivas tras en ratas macho gonadectomizadas se
tanto de recompensas naturales como de observó condicionamiento con la dosis de 1
sustancias psicoestimulantes. Las propieda- mg/kg, en intactas se produjo con las dosis
des recompensantes de una sustancia son in- de 0.8 y 1.2 mg/kg, además, en ambos casos
feridas a partir de la tendencia de los ani- no se produjo con dosis por debajo de 0.8
males a preferir un lugar previamente neu- mg/kg. Por tanto, las propiedades recom-
pensantes de la T parecen producirse con que el abuso de EAAs suele combinarse con
dosis que inducen niveles hormonales supe- la auto-administración de otros tipos de sus-
riores al rango fisiológico (Alexander et al., tancias ilegales. Los consumidores de EA-
1994). As frecuentemente consumen también coca-
ína, alcohol o marihuana (DuRant et al.,
Autoestimulación eléctrica intracraneal 1993). Si este resultado fuese confirmado,
implicaría que los EAAs podrían estar au-
Esta técnica ha sido frecuentemente em- mentando los efectos placenteros de otras
pleada para evaluar las propiedades recom- sustancias, lo cual supondría un refuerzo
pensantes de diversas sustancias de abuso. importante del consumo de EAAs.
Su base radica en que cambios en la autoes- Así como los estudios realizados con
timulación reflejan los efectos de la sustan- CPL son unánimes en mostrar que la T tie-
cia sobre los sistemas cerebrales del refuer- ne propiedades reforzantes, en cuanto a la
zo. Clark, Lindenfeld y Gibbons (1996) autoestimulación intracraneal, no se obser-
analizaron el efecto de dosis altas de EAAs varon variaciones en los sistemas de refuer-
sobre los sistemas de recompensa cerebral, zo tras la administración de EAAs en ratas
utilizando la autoestimulación intracraneal macho. Por otro lado, las ratas parecen no
en el hipotálamo lateral. En este estudio no auto-administrarse EAAs, aunque estos da-
se encontraron diferencias entre los anima- tos (Cicero y O’Connor, 1990) no han sido
les tratados durante dos semanas con 1 posteriormente corroborados. Estos resulta-
mg/día de metandrostenolona y los contro- dos tal y como sugiere Lukas (1996) podrí-
les en la autoestimulación cerebral. Tras el an ser explicados por el intervalo temporal
tratamiento durante 15 semanas con un transcurrido entre la administración de EA-
«cóctel» de EAAs (cipionato de T, DN y As y la aparición de sus efectos.
boldenona), tampoco se observaron cam- Por tanto, los resultados acumulados
bios en la autoestimulación cerebral pero, acerca de las propiedades reforzantes de la
sin embargo, se produjo una reducción sig- T y sus derivados, dependen del tipo de
nificativa en la tasa máxima de presión de la técnica y/o de paradigma de investigación
palanca que podría ser debida a un leve in- utilizado, del sexo de los animales y de la
cremento en la aversión producida por las dosis.
frecuencias de estimulación más altas
(Clark et al., 1996). En este mismo experi- Sustratos neuroquímicos de la dependencia
mento se evaluó si el efecto reforzante de de los EAAs
una sola administración de sulfato de D-an-
fetamina (0.5 mg/kg) podría verse afectado Desde la popularización del consumo de
tras el tratamiento con EAAs. Se encontró EAAs se han establecido diversas semejan-
que la administración del «cóctel» produjo zas con otras sustancias de abuso. Ya en la
un incremento en las propiedades recom- década de los 70, Itil (1976) observó que es-
pensantes de la D-anfetamina. Una de las tas sustancias producían cambios electroen-
posibles explicaciones sugeridas por los au- cefalográficos similares a los obtenidos tras
tores, hace referencia a la existencia de una el consumo de anfetaminas y antidepresivos
sensibilización de los sistemas de recom- tricíclicos. Sin embargo, no fue hasta la for-
pensa cerebrales. En nuestra opinión plan- mulación de la «hipótesis de la adicción»
tea la posibilidad de que los EAAs favorez- cuando se empezó a relacionar los patrones
can la dependencia de otras drogas. Este se- de auto-administración, los efectos del con-
ría un punto de análisis interesante puesto sumo y la retirada de los EAAs con los de
otras sustancias de abuso. Estas similitudes Más recientemente, las características del
fueron el punto de partida para el estudio de abuso de EAAs se han relacionado con las
los sistemas de neurotransmisión implica- de los alucinógenos. Al igual que podría su-
dos en la dependencia de los EAAs. ceder con los EAAs, el LSD es objeto de
abuso en humanos y, sin embargo, no está
Semejanzas con otras sustancias de abuso sujeto a autoadministración en animales lo
que podría deberse a otras variables como la
En la literatura especializada, el compor- disponibilidad de otros refuerzos y las ex-
tamiento de los EAAs ha sido comparado pectativas (Lukas, 1996).
con el de sustancias de abuso tan dispares Las características del patrón de abuso de
como los estimulantes, los opiáceos y los los EAAs (stacking) así como el hecho de
alucinógenos en un intento por construir que la mayoría de estas sustancias se ad-
una hipótesis de trabajo que permita abordar quieran en el mercado negro podría contri-
el estudio experimental de la dependencia y buir a explicar el complejo comportamiento
del síndrome de abstinencia. de dichos compuestos y la consiguiente dis-
En el primer estudio publicado sobre de- paridad de hipótesis explicativas.
pendencia de los EAAs se citó su semejanza
con la dependencia de los opiáceos, en base Sistemas de neurotransmisión
a las características clínicas del síndrome de
abstinencia (Tennant et al., 1988), lo que ha Algunos autores han sugerido que el sis-
sido confirmado posteriormente (Brower et tema dopaminérgico podría ser fundamental
al., 1990; Brower et al., 1991). A partir del en el papel reforzante de los EAAs (Clark et
primer estudio, se planteó la hipótesis de que al., 1996; Packard et al., 1997), al igual que
el síndrome de abstinencia de los EAAs po- ocurre con los estimulantes y con estímulos
dría seguir un curso con dos fases, la prime- naturales. Diversos estudios han puesto de
ra de ellas caracterizada por síntomas comu- manifiesto que las variaciones en los niveles
nes a la abstinencia de los opiáceos y la se- de andrógenos afectan a los niveles de do-
gunda por síntomas depresivos (Kashkin y pamina en determinadas áreas cerebrales.
Kleber, 1989), esta segunda fase es posterior La castración reduce las concentraciones de
y sus síntomas son independientes de los DA en el núcleo accumbens, revirtiéndose
síntomas de abstinencia agudos. este efecto tras el tratamiento con T (Mit-
Según Kashkin y Kleber (1989), la coca- chell y Stewart, 1989). Además, las mayo-
ína es la sustancia que sigue patrones de res concentraciones de T están en el hipotá-
consumo y abstinencia más parecidos a los lamo, el área preóptica y la sustancia negra,
de los EAAs. En ambos casos, el consumo lo que sugiere que la T podría estar actuan-
podría estar perpetuándose por recompensas do sobre el sistema dopaminérgico nigroes-
directas junto con refuerzo social. Además, triatal (Bixo, Backstrom, Winblad y An-
en el síndrome de abstinencia de ambas sus- dersson, 1995). Por otro lado, se ha demos-
tancias suele observarse una depresión re- trado en ratas que el núcleo accumbens con-
tardada caracterizada por anhedonia, pérdi- tiene receptores de andrógenos, si bien en
da del deseo sexual y pensamientos suici- bajo número (Sar y Stumpf, 1973). Por lo
das. Estas semejanzas han llevado a reco- que, las propiedades apetitivas de la T po-
mendar en el caso de los EAAs, el trata- drían estar mediatizadas por su interacción
miento con antidepresivos, que ha resultado con el sistema dopaminérgico (Alexander et
efectivo para tratar el síndrome de abstinen- al., 1994). Los resultados obtenidos sobre
cia de cocaína (Brower et al., 1989). los efectos reforzantes de la T administrada
Referencias
Alexander, G.M., Packard, M.G. y Hines, M. Bonson, K.R., Johnson, R.G., Fiorella, D.,
(1994). Testosterone has rewarding affective Rabin, R. y Winter, J.C. (1994). Serotonergic
properties in male rats: Implications for the bio- control of androgen-induced dominance. Phar-
logical basis of sexual motivation. Behavioral macology Biochemistry and Behavior, 49(2),
Neuroscience, 108 (2), 424-428. 313-322.
American Psychiatric Association Advisory Bonson, K.R. y Winter, J.C. (1992). Reversal
Commitees on Diagnostic Categories. (1987). of testosterone-induced dominance by the sero-
Diagnostic and Statistical Manual of Mental Di- tonergic agonist quipazine. Pharmacology Bio-
sorders (3rd. edition revised). Washington DC: chemistry and Behavior, 42, 809-813.
American Psychiatric Association. Brower, K.J. (1989). Rehabilitation for ana-
American Psychiatric Association Advisory bolic-androgenic steroid dependence. Clinical
Commitees on Diagnostic Categories. (1995). Sports Medicine, 1, 171-181.
Diagnostic and Statistical Manual of Mental Di- Brower, K.J. (1992). Anabolic steroids. Addic-
sorders (4th. edition). Washington DC: Ameri- tive, psychiatric, and medical consequences. The
can Psychiatric Association. American Journal of Addictions, 1(2), 100-114.
Bixo, M., Backstrom, T., Winblad, B. y An- Brower, K.J. (1993). Anabolic steroids: Po-
dersson, A. (1995). Estradiol and testosterone in tential for physical and psychological dependen-
specific regions of the human female brain in dif- ce. En: C.E. Yesalis (ed.). Anabolic Steroids in
ferent endocrine states. Journal of Steroid Bio- Sport and Exercise (pp. 193-213). New York:
chemistry, 55(3-4), 297-303. Human Kinetics Publishers.
Brower, K., Blow, F., Beresford,T. y Fuelling, Ganesan, R., Rosellini, R.A. y Svare, B.
C. (1989). Anabolic-androgenic steroid depen- (1993). Investigation of anabolic steroids in two
dence. Journal of Clinical Psychiatry, 50, 31-33. taste aversion paradigms. Appetite, 20, 1-11.
Brower, K.J., Blow, F.C., Young, J.P. y Hill, Hamilton, J.A., Parry, B.L. y Blumenthal, S.J.
E.M. (1991). Symptoms and correlates of anabo- (1988). The menstrual cycle in context, I: affec-
lic-androgenic steroid dependence. British Jour- tive syndromes associated with reproductive hor-
nal of Addiction, 86, 759-768. monal changes. Journal of Clinical Psychiatry,
Brower, K.J., Eliopulos, G.A., Blow, F., Ca- 49, 474-480.
tlin, D. y Beresford, T. (1990). Evidence for phy- Haupt, H.A. y Rovere, G.D. (1984). Anabolic
sical and psychological dependence on anabolic steroids: A review of the literature.The American
androgenic steroids in eight weight lifters. Clini- Journal of Sports Medicine, 12, 469-484.
cal and Research Reports, 147(4), 510-512. Hays, L.R., Littleton, S. y Stillner, V. (1990).
Buckley, W.E., Yesalis, C.E. III, Friedl, K.E., Anabolic steroid dependence. American Journal
Anderson, A.W., Streit, A.L. y Wright, J.E. of Psychiatry, 147, 122.
(1988). Estimated prevalence of anabolic steroid Itil, T.M. (1976). Neurophisiological effects
use among male highschool seniors. Journal of of hormones in humans: Computer EEG profiles
the American Medical Association, 260, 3.441- of sex and hypothalamic hormones. En: J. Sachar
3.445. (ed.), Hormones, Behavior and Psychopathology
Clark, A.S., Lindenfeld, R.C. y Gibbons, (pp. 31-40). New York: Raven Press.
C.H. (1996). Anabolic-androgenic steroids and Johansson, P., Ray, A., Zhou, Q., Huang, W.,
brain reward. Pharmacology Biochemistry and Karlsson, K. y Nyberg, F. (1997). Anabolic an-
Behavior, 53(3), 741-745. drogenic steroids increase ß-endorphin levels in
Cicero, T.J. y O´Connor, L.H. (1990). Abuse the ventral tegmental area in the male rat brain.
liability of anabolic steroids and their possible Neuroscience Research, 27, 185-189.
role in the abuse of alcohol, morphine, and other Kashkin, K.B. y Kleber, H.D. (1989). Hooked
substances. En: G.C. Lin y L. Erinoff (eds.), on hormones? An anabolic steroid addiction hy-
Anabolic Steroid Abuse (pp.1-28). Washington: pothesis. Journal of the American Medical Asso-
NIDA Research Monograph Series. ciation, 262(22), 3166-3170.
De Beun, R.D., Jansen, E., Smeets, M.A., Kochakian, C.D. (1976). Anabolic-androge-
Niesing, J., Slangen, J. y Van de Poll, N.E. nic steroids. New York: Springer-Verlag.
(1991). Estradiol-induced conditioned taste aver- Le Grevès, P., Huang, W., Johansson, P.,
sion and place aversion in rats: Sex- and dose-de- Thörnwall, M., Zhou, Q. y Nyberg, F. (1997). Ef-
pendent effects. Physiology and Behavior, 50, fects of an anabolic-androgenic steroid on the re-
995-100. gulation of the NMDA receptor NR1, NR2A and
De Beun, R.D., Jansen, E., Slangen, J. y Van NR2B subunit mRNAs in brain regions of the
de Poll, N.E. (1992). Testosterone as appetitive male rat. Neuroscience Letters, 226, 61-64.
and discriminative stimulus in rats: sex and dose- Lukas, S.E. (1993). Current perspectives on
dependent effects. Physiology and Behavior, 52, anabolic-androgenic steroids abuse. TiPS, 14,
629-634. 61-68.
Dimeff, R. y Malone, D. (1991). Psychiatric Lukas, S.E. (1996). CNS effects and abuse
disorders in weightlifters using anabolic steroids. liability of anabolic-androgenic steroids. Annual
Medicine and Science in Sports and Exercise, 18, Review of Pharmacology and Toxicology, 36,
104. 333-357.
DuRant, R.H., Vaughn, R.I., Rickert, V.I., McGinnis, M.Y., Williams, G.W. y Lumia,
Ashworth, C.S., Newman, C. y Slavens, G. A.R. (1996). Inhibition of male sex behavior by
(1993). Use of multiple drugs among adolescents androgen receptor blockade in preoptic area or
who use anabolic steroids. The New England hypothalamus, but not amygdala or septum. Phy-
Journal of Medicine, 32, 922-926. siology and Behavior, 60, 783-789.
Friedl, K.E. (1993). Effects of anabolic ste- Menard, Ch.S., Hebert, T.J., Dohanich,
roids on physical health. En: C.E. Yesalis (ed.). G.P. y Harlan, R.E. (1995). Androgenic-ana-
Anabolic Steroids in Sport and Exercise (pp. bolic steroids modify ß-endorphin immunore-
193-213). New York: Human Kinetics Publis- activity in the rat brain. Brain Research, 669,
hers. 255-262.
Mendelson, S.D. y McEwen, B.S. (1990). Sar, M. y Stumpf, W.E. (1973). Autoradio-
Chronic testosterone propionate treatment decre- graphic localization of radioactivity in the rat
ases the concentration of quipazine binding at 5- brain after injection of 1,2-H-testosterone. Endo-
HT, receptors in the amygdala of the castrated crinology, 92, 251-256.
male rat. Brain Research, 528, 339-343. Taylor, W.N. (1987). Synthetic anabolic-an-
Miele, J.L., Rosellini, R.A. y Svare, B. drogenic steroids: a plea for controlled substance
(1988). Estradiol benzoate can function as an un- status. The Physician and Sportmedicine, 15(5),
conditioned stimulus in a conditioned taste aver- 140-147.
sion paradigm. Hormones and Behavior, 22, Tennant, F., Black, D.L. y Voy, R.O. (1988).
116-130. Anabolic steroid dependence with opioid-type
Mitchell, J.B. y Stewart, J. (1989). Effects of features. The New England Journal of Medicine,
castration, steroid replacement, and sexual expe- 319, 578.
rience on mesolimbic dopamine and sexual be- Wilson, J.D. (1988). Androgen Abuse by ath-
haviors in the male rat. Brain Research, 491, letes. Endocrine Review, 9(2), 181-199.
116-127. Yesalis, C.E. (1992). Epidemiology and pat-
Moore, W. (1988). Anabolic steroid use in terns of anabolic-androgenic steroid use. Psy-
adolescence. Journal of the American Medical chiatric Annals, 22, 7-18.
Association, 260, 3484-3486. Yesalis, C.E., Anderson, W.A., Buckley, W.E.
Packard, M.G., Cornell, A.H. y Alexander, y Wright, J.E. (1990). Incidence of the nonmedi-
G.M. (1997). Rewarding affective properties of cal use of anabolic-androgenic steroids. En: G.C.
intra-nucleus accumbens injections of testostero- Lin y L. Erinoff (eds.), Anabolic Steroid Abuse
ne. Behavioral Neuroscience, 111(1), 219-224. (pp. 196-214). Washington: NIDA Research Mo-
Salvador, A., Martínez-Sanchís, S., Moro, M. nograph Series.
y Suay, F. (1994). Esteroides anabolizantes y
conducta agresiva. Psicológica, 15, 439-459. Aceptado el 11 de octubre de 1998