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Tradijciones

Tanto Lacan como Saussure han puesto en relieve la flexibilidad de la lengua. Es de


chicle dirá el primero, un material plástico dirá el segundo. También la geometría que
conviene al psicoanálisis según el francés sería de caucho. ¿Cuál es el privilegio de la
lengua frente a otros sistemas semióticos? ¿Será acaso su maleabilidad? Una reflexión
materialista deberá tener en cuenta la posibilidad de estiramiento de lo Imaginario. Las
lenguas se elongan para traducirse una en la otra mientras que la tensión del corte opera
como lo imposible de esa traducción, su Real. ¿En qué el psicoanálisis opera como un
ejercicio de elongación lingüístico?

Tradición
La lengua se tradiciona a si misma, tela hecha con retazos de su mismo paño, se
emparcha con el pasado, se repite, huye hacia adelante con la mirada puesta atrás. La
lengua tiene un carácter conservador y reaccionario (cf. Barthes: fascismo de la lengua),
conserva su tesoro, reacciona contra lo arbitrario. Cuando digo la lengua estoy queriendo
tomar serialmente el lenguaje. Lengua: serie fonemática del lenguaje. Lenguaje: lo que
hace serie. No hay La Serie, en esto Eco tiene razón al hablar de “estructura ausente”,
aunque ese sintagma pueda ser calificado de pleonasmo, puesto que la estructura es lo
ausente, lo que hace ausencia, lo que ausenta el referente y lo asienta en otra escena,
otra serie. El lenguaje es el en-forma-de-serie, lo que serializa, lo que cuenta. Deleuze
tiene razón al proponer “series heterogéneas”, aunque quizás también halla que calificar
de redundante esta formulación. No puede haber más que heterogeneidad entre series, si
es que hay más de una, decir series en plural es ya decir heterogéneas, de lo contrario
serían la misma serie. Lenguaje: función serial. Traduzco, simbólico = serial. Pero una
función no es más que el lugar en el que cae un argumento. Así, series heterogéneas se
distinguen por su contenido argumental (= textual). Traduzco, imaginario = argumental.
¿En qué consiste una serie? Forma y materia, retomo el par aristotélico; forma: serie, S( ),
materia: x(fonema, cuerpo, imagen, pensamiento, ritmo, armonía, etc.) Se escribe
entonces S(x) (= función de la palabra).
Porque la serie se origina en lo arbitrario, se aferra a sus tradiciones, fija una materia en el
lugar de la sustancia. Unifica tres preguntas: ¿qué se dice?, ¿por qué se dice?, y ¿cómo
se dice?, comprimiéndolas en esta última, lo que se dice y lo que se quiere decir se
reducen al cómo se dice, y se dice como siempre se dijo, según la tradición. La tradición
es lo que quiere hacerse siempre presente, abjura de lo ausente, intenta construir una
serie autorreferecial. A este proceso, Jakobson lo llama función metalingüística, del en-
forma-de-serie al en-forma-de-ecuación. La serie, la “secuencia”, está al servicio de
confirmar lo que se sabe, desde siempre, es tradición. La diacronía de las
concatenaciones hace aparecer un fantasma de sincronía, es un espectro del pasado que
se invoca en el presente a título de garante. Este sin tiempo de la tradición no se sostiene
más que repitiendo. Es fidelidad a la materia, traición a la diferencia. No hay más
sustancia que aquella invocada en un acto de fidelidad, no hay más accidente que aquél
que aparece en un acto de traición. Sustancia: hispóstasis de la fidelidad. Accidente:
consecuencia de una traición. El primer término de la serie no es el uno del origen, es el
uno de la mínima unidad, conjunto vacío, hecho de pura enunciación: ley arbitraria. Este
uno es el de la diferencia, auténticamente sincrónico, es el universo entero apareciendo
en un punto, big bang del lenguaje, singularidad de la serie (= corte). Pero esto no es
tiempo pasado, es tiempo siempre por venir, potencia resguardada en la serie. Traduzco,
real = diferencial. La tradición hace del eje de sucesiones un eje de sustituciones, los
elementos de la serie se acumulan como diferentes versiones de lo mismo (= sinonimia),
la diferencia es accidente de la sustancia una. Se construye una ecuación que depende
más y más de sustancializar algún tipo de materia. El uno que vela el diferencial de origen
a costa de materializarse (= imaginarizarse) se sostiene bajo una prohibición: no entrará
en la secuencia, no será uno más de la serie, no sufrirá la erosión de la diferencia. Puesto
que es el que debe contener todo a su interior (cf. Uno de Parménides), el despliegue de
las falsas diferencias, de las diferentes versiones de lo mismo, lo infla una y otra vez. En
una serie se dan dos procesos (= dos ejes de la lengua): escritura y traducción, repetición
y diferencia. Se inmoviliza un término como sustancia y se despliega una secuencia de
accidentes, otras tantas series que hacen las veces de su traducción. Esta traducción
guarda entera fidelidad a la consistencia, traiciona la diferencia original, es una falsa
repetición pues no repite lo arbitrario, no repite el diferencial.
Dos extremos: escritura que no cesa de no traducirse, traducción que no cesa de no
escribirse. La escritura cesa, de traducirse. La traducción cesa, de escribirse. Escribir sin
tradición: imposible. Traducir sin escritura: imposible. ¿A qué ser fiel? ¿Qué traicionar?
Escribo, el lenguaje: DSA. Diferencial, Serial, Argumental.

Tracción
El diferencial es ineliminable (= DSA indestructible, cf. Freud: Wunsch indestructible),
desplaza continuamente la traducción entre series, empuja constantemente la secuencia.
Decimos entonces que, al actualizarse la función, al ser materializada por algún
argumento, o bien este participa ya de alguna serie, o la traduce inaugurando otra. Pero
al interior y al exterior de la serie, el diferencial subsiste como elemento primero y único
del conjunto unario (= significante). El primer conjunto se numera 0 y es el de la pura
diferencia, elementos que difieren de sí mismos (x ≠ x). El segundo es el 1, conjunto de un
único elemento, el 0. Esta primera repetición, la que constituye al uno, es repetición de
diferencia. Es la mínima unidad de la serie, la mínima traducción del vacío. ¿Por qué hay
tracción? Si el lenguaje es la forma de la serie, lo es en tanto doble seriación. El vacío
conecta al interior del significante con el exterior (cf. Lacan: el alma del toro), léase otra
serie. El puente entre una y otra, el eje de las sustituciones, es la humanidad. Traduzco:
humanidad = metáfora. Este efecto intervalar no pertenece a ninguna serie, es la
actualización afectiva de la diferencia. Traduzco: afecto = diferencial en acto. Su forma
princeps es lo que se llama angustia y es un efecto intensivo del lenguaje. La articulación
del discurso determinará si:
1. El diferencial se traduce.
2. El diferencial se expulsa.
3. El diferencial se traiciona.
4. El diferencial se escribe.
El afecto no es una traducción, es la tracción propia de lo arbitrario que puede
desplegarse en el eje que le conviene (sustitución) o tradicionarse en el eje serial
(sucesión).
La regla fundamental del psicoanálisis apunta al despliegue de una serie y el recorte de
elementos que persisten en forma de sustancia demandando fidelidad literal. La
asociación libre hace surgir la homonimia en la ruptura de la sinonimia. Este efecto es el
que Jakobson le adscribe a la función poética, puesta en cuestión del código:
Diremos que la poesía y el metalenguaje están diametralmente opuestos: en el metalenguaje la
secuencia se emplea para construir una ecuación, mientras que en la poesía la ecuación se emplea para
construir una secuencia.1
Si el código es lo que permite la interpretación unívoca de un singo por otro (= ecuación y
sinonimia), la construcción de la secuencia vuelve ambiguos los términos impidiendo la
traducción automática incluso de una unidad consigo misma (= homonimia):
En una palabra, la equivalencia de sonido, proyectado en la secuencia como su principio constitutivo,
envuelve inevitablemente una equivalencia semántica, y en todo nivel lingüístico cualquier constituyente de
esta secuencia produce uno de lo sentimientos correlativos que Hopkins claramente define como
“comparación en razón de la igualdad”, y “comparación en razón de la desigualdad”. 2

1 Jakobson, R. (1963, p361)


2 Ídem. (p379)
Lo que aparece en el límite es la comparación de un término consigo mismo (igualdad) y
la comparación con otros términos (desigualdad). Tomemos un ejemplo, he aquí un
fragmento del comienzo del poema Cansancio de Oliverio Girondo:
Y de los replanteos
y recontradicciones
y reconsentimientos sin o con sentimiento cansado
y de los repropósitos
y de los reademanes y rediálogos idénticamente bostezables
y del revés y del derecho
El comienzo es ya serie, la Y con que comienza el poema, hace surgir contra el presente
en que se enuncia, una instancia pasada en la que se incluye. Esa Y obliga, por tradición,
a buscar el antecedente, el cual aparece y no aparece, lo suponemos mas no lo
localizamos materialmente, no hay tela que vista esa Y desnuda. El título es clave de
lectura, enumeración (= serie) de los motivos del cansancio y, cansancio de la
enumeración y, desasosiego por no poder más que repetir y engendrar otra serie a partir
de la serie que motiva su cansancio. La serie (= poema) añora el silencio que pondrá fin a
su recorrido.
simplemente cansado del cansancio
del harto tenso extenso entrenamiento al engusanamiento
y al silencio
El psicoanálisis no apunta a la construcción de un poema. Invita a la serie a desplegarse
en su afán de sinonimia y cuestiona la sustancia mediante la homonimia. Si una serie
implica siempre más que una, es decir, al menos dos series, la praxis analítica trabaja con
la mínima serie: la lengua, serie doble, un mismo argumento para dos funciones. Solo la
lengua se traduce a sí misma. Solo la lengua está en relación de exterioridad e
interioridad consigo misma. Traduzco, deseo = más de una serie. Donde se intenta
contener la tracción por tradición, se busca homogeneizar la lengua, homeostasis serial,
búsqueda de unificar en Una Serie, en La Serie. A lo largo de su despliegue se presentan
actualizaciones del diferencial que son rechazadas, aislados los argumentos con que
podría haber comenzado otra serie y fijados a su consistencia (cf. Freud:
representaciones irreconciliables). El psicoanálisis consiste en el redespliegue de la serie,
que incluirá ahora al analista como argumento (= transferencia). La hipótesis es, entonces,
al menos otra serie (= inconsciente).
Traducción
Esta idea de una tracción inmanente al lenguaje nos hace pensar en un proceso, en una
especie de mecanismo que continúa su trabajo indefinidamente. Pero es menester
recalcar el hecho de que la máquina trabaja sobre sí misma, no sobre una materia exterior
y si bien de inmediato matizaremos esta idea recordemos primero la característica que le
adscribe Saussure a la lengua: “La lengua es traje cubierto de remiendos hechos con su
propio paño.”3Creo que conviene remarcar esta paradoja de una tela que intenta hacerse
parches de sí misma, para hacer notar que la postura estructuralista no supone ninguna
idea de sistema equilibrado y estable, por el contrario, es esta postura la que permite
situar una relación precaria y en constante tensión, por ejemplo en palabras de Lacan:

Ahora bien, la práctica de esta estructura rechaza toda promoción de una infalibilidad. Y solo se vale
precisamente de la falla, o más bien de su proceso mismo. Hay en efecto un proceso de la falla, y de este
proceso se vale la práctica de la estructura, pero solo podría utilizarlo siguiéndola, lo que no es de ninguna
manera superarla, sino poder captarla en la consecuencia que se coagula en el punto mismo en que se
detiene la reproducción del proceso. Es decir que su tiempo de detención marca su resultado. 4

Entendemos práctica en el mismo sentido que habíamos utilizado usuario, no en tanto


agente externo sino en tanto sitio donde se actualizan los efectos que la lengua porta en
potencia. Practicar la estructura es ajustarse a sus reglas, lo cual “rechaza toda
promoción de infalibilidad” o, más bien, no puede no fallar, es infaliblemente falible. En
este ensayo quisiéramos pensar este proceso de la falla, esta práctica por la vía de la
traducción. Hablaremos entonces de dos procesos, o dos tipos de traducción utilizando
los términos ya introducidos: traducción metalingüística y traducción poética.
Para la preponderancia absoluta del primer proceso es que hablaremos de ese “coagulo”
que menciona Lacan donde se produce una interrupción. La interrupción solo se sostiene
a costa de la repetición y es de hecho una falsa interrupción del proceso pues esto no
puede lograrse (o quizás sí pero habrá que especificar bien que tipo de interrupción puede
conseguirse). La traducción que quiere lograr la plena identidad termina en ciertos
callejones y fijezas bizarras, para tomar un ejemplo de traducción intrasemiótica (es decir
al interior de un mismo sistema semiótico, lo que podría ser una lengua en otra), si
quisiéramos traducir light siempre por la misma palabra, sea ligero, que es una traducción
aceptable, obtendríamos frases como:

3 Saussure. Página 275


4 Seminario 16, página 13
She was under the lights in the middle of the room : Ella estaba bajo los ligeros en el
medio de la habitación.

We have to wait for the traffic lights to change before we move forward : Tenemos que
esperar a que los ligeros de tráfico cambien antes de avanzar.

Por supuesto las traducciones más apropiadas serían:

Ella estaba bajo las luces en el medio de la habitación.


Tenemos que esperar a que el semáforo cambie antes de avanzar.

El querer ser infalible en la traducción obliga a fijar la sustancia imaginaria, la materia. Allí
donde se rechaza absolutamente la función poética, el proceso de la estructura arrastra
coágulos, interrupciones cortocircuitadas. Se comprueba lo siguiente, la traducción, para
funcionar, indetermina el término de origen. Si se quiere anular dicha indeterminación se
arruina el proceso, se inhibe el despliegue, se impide el acto, se construyen unas
secuencias bastante embarazosas.
Si volvemos a considerar la cuestión del proceso de la falla, se nos arman como series
semióticas en un constante despliegue a la vez que podemos pensar las traducciones
entre series (que quizás sea heterogéneas desde la materia, pero formalmente
homogéneas), o al interior de las mismas series. Queremos decir que un sistema
semiótico, a diferencia de un código, esta en constante tensión y proceso de retraducción.
Creemos que la lengua es la que tiene la capacidad máxima de orientarse hacia uno u el
otro polo, tanto el metalingüístico (y es el caso del lenguaje matemático), como el poético
(y se podría pensar el punto límite cuando la “vacilación entre sonido y sentido” se inclina
casi absolutamente hacia el primero).
Quizás halla que situar aquí el moterialismo lacaniano, allí donde la materia significante
de la lengua pasa de ser un coágulo que intenta asegurar el referente a hacer surgir lo
singular del corte. Aquí se interrumpe el proceso de repetición que intentaba velar el
proceso más fundamental de la falla, y este último libera otras traducciones posibles.
Entonces singularidad no denota “lo más propio” de nadie, sino la actualización de algo
que está siempre en potencia al interior de cualquier sistema semiótico. Paradojalmente,
mientras que en el caso de la repetición tautológica que quiere asegurar un único código
nos encontramos con una falsa sincronía que opera supeditada a la diacronía de un
pasado repetitivo (casos particulares de lo mismo); en el caso de la repetición poética o,
podríamos decir, diferencial, la sincronía se vuelve más real, más estructural, como
singularidad siempre presente: sin tiempo. Arbitrariedad en potencia disponible para ser
utilizada. La traducción poética actúa lo arbritrario.

Traición
Que la traducción es siempre fallida (excepto en lenguaje matemático, pero este es
puramente sintáctico por lo que no hay alcance semántico y esto quiere decir que no
engendra sentido) va de suyo por la imposibilidad misma del significante de significarse a
sí mismo. Es decir que mal podría establecerse qué quiere decir algo en otra lengua
cuando ni siquiera existe la posibilidad de asegurar completamente lo que quiere decir en
la lengua misma de la que es parte. Por otro lado es evidente que las traducciones existen
y que con ciertas referencias se consigue establecer cierta comunicación. Para decirlo en
la forma que venimos utilizando, sin traición no hay traducción. Incluso al interior de un
mismo sistema si quisiéramos traducir, por ejemplo, el término palabra, es claro que
debemos sustituirlo por alguna otra cosa, no puedo escribir en un diccionario, palabra:
palabra. Hay una especie de traición mínima necesaria a la voluntad de la lengua de decir
algo. ¿Qué se quiere decir con palabra? Ya de entrada estamos suponiendo que se quiere
decir otra cosa que la que se dijo, ¿y si sólo se quisiera decir palabra? ¿no estaríamos
como traicionando esa voluntad al suponer que en realidad lo que se quería decir era por
ejemplo: “Unidad léxica constituida por un sonido o conjunto de sonidos articulados que
tienen un significado fijo y una categoría gramatical”? Es enternecedor que figure en la
definición un “significado fijo” cuando el hecho mismo de poder dar una definición ya
implica que tal cosa no puede ser. Quizás de este modo se pueda entender aquello de
que el deseo es siempre “cornudo” como dice Lacan. En este caso el deseo de decir algo
es siempre traicionado y la función de la palabra siempre se satisface con otra, nunca con
el deseo mismo.
Quien no quiera traicionarse tendrá que decir siempre lo mismo, tendrá que repetir los
mismos contextos que le aseguren de algún modo la articulación para lograr un
“significado fijo”, se prohibirá hacer entrar en relación los términos de su sistema para no
alterar dicho significado o se verá arrastrado a una traducción sin descanso a la búsqueda
de agotar el contenido.
Fijción
Intento traducir el término fixion con el que Lacan condensa fiction y fixation. Dado que en
nuestro caso los términos serían ficción y fijación, me pareció que el neologismo era
bastante adecuado. Con esta invención lo que se intenta es conjugar la imposibilidad de
un verdad absoluta y por lo tanto el hecho de que lo más que se puede alcanzar es la
verosimilitud, una verdad inconsistente (no quiere decir que carezca de toda consistencia,
sino que esta no es absoluta), junto con una operatoria que permita una suerte de
detención del proceso de la falla que no sea por el lado de la traducción metalingüística.
Por supuesto una traducción es, siempre de alguna forma, un acto de escritura. Es decir,
que no se trata de seguir el proceso al infinito, lo cual es otra forma de inhibir la traducción,
sino de sustituir un término por otro a sabiendas de que ninguno es absolutamente
consistente ni existe un código absoluto de lectura.
Dado que hablamos de series, podemos decir que los efectos del lenguaje se actualizan
en diversas materialidades. Podríamos proponer series tales como: el pensamiento, la
literatura, la producción capitalista, la danza, etc. Ya hemos propuesto que si bien las
series son heterogéneas desde la perspectiva de la materia, las consideramos
homogéneas desde la perspectiva formal. Tienen sus límites impuestos por la posibilidad
de deformación que implica sus propiedades extensas. Podría pensarse la historia desde
la perspectiva de las posibilidades de deformación de lo imaginario (materia extensa) vía
lo simbólico (formal) y de la tensión en sus límites (real). Como ya propusimos, pensamos
que la lengua, la materia fónica, es quizás la más maleable de todas las extensiones, casi
una forma pura (como diría saussure). Pero claramente en ese casi reside un interés muy
grande. Quizás el lenguaje matemático sea el que acceda a esa pureza formal (no
intentaremos abordar aquí las consecuencias de los desarrollos de Gödel), mientras que
las lenguas naturales, vale decir aquellas que habitamos desde nacimiento no pueden
desasirse completamente de lo imaginario. Proponemos pensar que el intento de hacer un
metalenguaje, el intento de asegurar el código es una doble traducción, puesto que un
significante es ya en principio una sustitución del corte mismo. Dado que este corte es
arbitrario y por lo tanto el significante está condenado a la inconsistencia, la segunda
sustitución (esta, podríamos decir, de puesta en ecuación) desplaza el problema desde la
inconsistencia hacia la incompletud, se busca resolver adicionando un segundo término y
así en una repetición infinita. Por el contrario, fijcionar correspondería a una práctica de
auténtica escritura en la que la segunda traducción queda a cargo de otro. Se trata
entonces de dar a traducir esa serie que Lacan escribió lalangue. Podríamos escribirla
lengua materreal.

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