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Núcleo de aprendizaje:
Sociedad sustentable y entorno vital
Intencionalidad:
Formación y transformación docente
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ECOFORMACIÓN Y ECOPEDAGOGÍA
PARA UNA SOCIEDAD SUSTENTABLE
INDICE
Introducción…………………………………………………………………………………………..3
Conclusión…………………………………………………………………………………………..12
Bibliografía…………………………………………………………………………………………..13
3
Introducción
Nos encontramos en un punto crucial de nuestras vidas. La crisis ecológica que estamos
experimentando, producto del modelo de sociedad consumista que predomina en el mundo, nos
coloca ante el riesgo de nuestra desaparición como género humano.
Los daños y desequilibrios provocados a la tierra en sus ecosistemas, han sido de tales
proporciones que nuestro planeta se encuentra gravemente enfermo y su sistema inmunológico
realiza esfuerzos descomunales por mantener el equilibrio dinámico de su estructura para
preservar y prolongar su existencia.
La visión reduccionista de la vida, derivada del paradigma mecanicista del siglo XVI, alentó la
conformación de sociedades fincadas en la apropiación, el control y el poder, y nos condujo a
buscar a cualquier costo la acumulación bienes y riquezas, en una competencia insana que
provocó depredación y devastación de la naturaleza, así como desigualdades, opresión y pobreza
extrema en grandes regiones del mundo.
Por tanto, este ensayo es una invitación para analizar, reflexionar, juzgar y valorar, desde la razón
y la emoción, los efectos y las consecuencias de la crisis ecológica y humana en nuestras vidas,
así como sus implicaciones ambientales, sociales, económicas y educativas, para proponer un
nuevo modelo de sociedad que recupere la relación hombre/mujer/naturaleza y la promoción de
una consciencia ecológica armónica y solidaria con todos los seres vivos del planeta.
En el segundo apartado se juzgan los efectos del modelo de sociedad consumista que predomina
en el mundo, así como los proyectos de desarrollo sostenible que no han logrado concretizar sus
dimensiones de bienestar social, económico y equilibrio ambiental. En su lugar se propone la
construcción de un nuevo modelo de sociedad sustentable que promueva el equilibrio armónico y
dinámico del ser humano consigo mismo y con la otredad.
En el tercer nodo generador se propone edificar una sociedad sustentable a partir de una
reconversión de nuestras acciones cotidianas, para resignificar lo que somos, hacemos y vivimos
en el devenir de nuestra existencia. Para ello se destaca la ecoformación y la ecopedagogia como
principios educativos que pueden permitir la toma de una consciencia ecológica y la promoción de
una educación sustentable o ecoeducación.
“la tierra funciona como un sistema único y autorregulado, formado por composiciones físicos,
químicos, biológicos y humanos. Las interacciones y flujos de información entre las partes que la
compone son complejas y exhiben gran variabilidad en sus múltiples escalas temporales y
espaciales” (Lovelock: 2007,14).
La hipótesis Gaia expresa con singularidad la existencia de un ser que no solo es materia
inanimada, sino que se encuentra conformada por elementos comunes a los seres humanos, de
ahí que experimente un proceso o ciclo vital dinámico, complejo, caótico, autorganizado, igual que
todos los seres vivos. Muestra también su robustez como un macroorganismo frente a las
agresiones que le provocamos a su sistema inmunológico. Esta es una de las razones por las
cuales ha resistido los daños causados, adaptándose a sus nuevas condiciones ecológicas; sin
embargo, su estado es crítico, se encuentra enferma y su final se encuentra próximo.
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Desde que apareció la hipótesis Gaia, numerosos estudios desarrollados por científicos,
economistas, políticos y ecologistas de todo el mundo, han puesto la alerta sobre el futuro de
nuestro planeta y de la humanidad.
De ahí que, o dejamos de dañarla o será la propia Gaia quien se cobre las
ofensas. Tal y como apunta Guerra (2001), Boff (2002), Gadotti (2002),
Elizalde (2003), Gutiérrez (2004) y Lovelock (2007), nos encontramos en un
punto decisivo de nuestra historia. El calentamiento global, la
contaminación ambiental, la depredación, la desertización de bosques, la
deforestación de sus suelos, la superpoblación que se asienta en grandes
extensiones de tierra, y todos aquellos recursos que le expropiamos para
vivir, deben ser razones más que suficientes para reivindicar nuestra relación www.google.com.m
con Gaia. x
Pero los buenos deseos no son suficientes, se requiere además una reforma de pensamiento que
permita dar cuenta de la ética de nuestras acciones. Es urgente avanzar más allá de la denuncia,
la defensa y la lucha por el cumplimiento de la gestión ambiental, es prioritaria la construcción de
una ciudadanía planetaria consciente de sus responsabilidades individuales y colectivas.
Esto solo será posible si llevamos a cabo un acto de religación que haga posible la emergencia de
un nuevo pacto natural con nuestro planeta. Necesitamos de un nuevo paradigma civilizatorio,
requerimos de una ética ecológica que nos sensibilice, re-una y hermane con todos los seres
vivos. Dice Boff (2002), que necesitamos recuperar nuestra sensibilidad, amorosidad y sinergia
para con todos los seres del planeta, sin colocarnos sobre ella sino junto a ella. Porque todos
conformamos la gran unidad cósmica que nos alimenta, abriga y soporta. Si no advertimos que
“somos peligrosamente ignorantes de nuestra propia ignorancia” (Lovelock, 2007:16), si no
modificamos la forma de relacionarnos, sentir, percibir, valorar a la naturaleza y a todos los seres
vivos, estaremos contribuyendo a agravar la crisis ecológica y humana.
La tecnología y la ciencia han propiciado no solo bienestar social, sino además han contribuido en
la depredación ambiental y la opresión humana. La cartografía mundial sigue siendo un mosaico
de desigualdades e inequidades. Nuestro desarrollo y bienestar social se han fincado sobre la
apropiación y la devastación ecológica, y la dignidad humana se encuentra extraviada. No
obstante, somos capaces de fundar una nueva civilización (Lovelock, 2007). La historia nos
demuestra que después del caos, el desequilibrio, viene el orden, en este nuevo orden nuestro
papel como sujetos debe empezar a caminar por un sendero que haga posible la conversión
armoniosa de todos los seres del planeta.
La aparición de grupos verdes, ecologistas, economistas y políticos, que actúan en bien de una
ética ecológica, no debe ser un discurso de ocasión para ocultar interés egoístas; los programas y
proyectos que postulan un desarrollo sostenible deben ser objeto de una mirada crítica y
transformadora, que permitan contribuir en la conformación de una com-unidad holística. En este
sentido, cabe discernir si los programas y proyectos de desarrollo sostenible (o sustentable) son
las soluciones adecuadas, o si por el contrario, es posible generar nuevas alternativas para la
construcción de una sociedad ecológica, una sociedad sustentable que incorpore no solo las
categorías de bienestar social y económico, sino además de justicia ecológica. Este es el punto
que se comparte a continuación.
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Ante este escenario, las políticas de desarrollo sostenible o de crecimiento económico se han
convertido en caminos divergentes que enmascaran el paradigma de la apropiación, buscando el
máximo beneficio con el mínimo de inversión y en el más corto plazo de tiempo posible, sin
importar los daños causados no solo al medio ambiente, sino también a los seres humanos. Por
ello, resultan inviables, porque no se puede seguir ampliando los caminos y desigualdades
económicos y sociales de las generaciones presentes y futuras, sosteniendo lo insostenible.
La expresión desarrollo sostenible o sustentable aparece por primera vez en 1979 cuando la
Asamblea de las Naciones Unidas refieren que “el desarrollo podía ser un proceso integral que
incluyera dimensiones culturales, éticas, políticas, sociales y ambientales, y no sólo
económicas…”(Gadotti, 2002: 52). Para Gisbert Glaser (citado en Lovelock, 2007:19) “el
desarrollo sostenible es un objeto no estático. Representa un esfuerzo continuo por equilibrar e
integrar tres pilares –el bienestar social, la prosperidad económica y la protección del medio
ambiente- en beneficio de las generaciones presentes y futuras”. Desde su aparición dicho
concepto ha sido objeto de numerosos desacuerdos por su vació, ambigüedad y por decir mucho
y no decir cómo, pero fundamentalmente por encubrir una lógica racional que pretende esconder
intereses financieros para controlar el flujo económico en poder de unos cuantos.
Otra de sus mayores críticas se centra en poner al medio ambiente como bandera de
reivindicación económica y social, salvaguardando su integralidad y conservación, pero al mismo
tiempo hace del ecologismo un espacio elitista para reservarse para sí derechos perentorios para
su explotación, sin importarle las consecuencias de sus actos de depredación. De donde resulta,
que ante los efectos de la crisis que vivimos ningún programa de desarrollo sustentable tenga
sentido si no garantiza dichos pilares.
Gutiérrez (citado en Gadotti, 2002:56) señala que para que exista un verdadero desarrollo
sustentable se “requiere de cuatro condiciones básicas: económicamente factible, ecológicamente
apropiado, socialmente justo y culturalmente equitativo, respetuoso y sin discriminación de
género. Estas condiciones implican una reorientación de las políticas desarrollistas y una
redefinición de la ecología, entendida más allá del medio ambiente, es decir, como una disciplina
que trata del “estudio de la inter-retro-relación de todos los sistemas vivos y no vivos entre sí y con
su medio ambiente” (Ernst Haeckel, citado en Boff, 2002: 15). Expresa el hecho de que un ser vivo
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La educación puede contribuir en esta tarea, promoviendo una consciencia planetaria y ecológica,
a través de la promoción del aprendizaje del sentido de las cosas a partir de la vida cotidiana. La
ecoformación y la ecopedagogía pueden resultar recursos de gran valor para la construcción de
una educación sustentable que resignifique el sentido de nuestra forma de ser y estar en el
mundo.
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Ecoformación y ecopedagogía.
En esta tarea ecoeducativa los descubrimientos de la física cuántica y las nuevas ciencias de la
vida, postulados por el paradigma emergente, representan principios orientadores que modifican
nuestra visión lineal y fragmentada del mundo, dando paso a una nueva comprensión,
interpretación y expresión del universo. Nos invitan a ver y analizar la realidad a partir de nuevas
categorías interpretativas como subjetividad, complejidad, incertidumbre, caos, autopoiesis,
espiritualidad, azar, totalidad, dinamismo, interdependencia, transdisciplinariedad, energía,
flexibilidad, diversidad, ecología, desarrollo y sustentabilidad, entre otras. Estas nuevas categorías
y formas de comprender la realidad “suponen una nueva manera de sentir, de pensar, de valorar,
de actuar, de rezar, que conllevan necesariamente nuevos valores, nuevos sueños y nuevos
comportamientos asumidos por un número cada vez mayor de personas y de comunidades (Boff,
citado en Gutiérrez, 2004: 6).
Las posibilidades de hacer realidad este nuevo proyecto civilizatorio necesitan de una acción
transformadora de nuestros actuales sistemas de enseñanza: revisión de currículos y programas
de estudio, sistemas educacionales descentralizados, un nuevo papel de la escuela y de los
educadores, una nueva organización administrativa, financiera, democrática y pedagógica del
trabajo escolar; un nuevo educador que sea un promotor ecológico, “mediador del conocimiento,
sensible y crítico, aprendiz permanente y organizador del trabajo en la escuela, un orientador, un
cooperador, un curioso y, sobre todo, un constructor de sentido… porque quien forma se forma y
reforma al formar y quien es formado se forma y forma al ser formado” (Gadoti, 2002: 43)
Requiere también de la acción decidida de los aprendientes para comprender el sentido de sus
vidas, es decir, lo que son, lo que hacen, lo que viven, lo que experimentan en su relación con la
otredad y en las consecuencias de sus actos y en la de los demás. Gastón Pineau (citado en
Gadotti, 2002:72) propone para ello una ecoformación, señalando que nuestras historias de vida
poseen un incalculable valor formativo y por tanto pedagógico, porque “el medio ambiente forma
tanto como es formado o deformado. La ecoformación pretende establecer un equilibrio armónico
entre hombre/mujer y medio ambiente.
Los educadores tienen una misión fundamental en este proceso ecoeducativo, pero ¿Cómo
operar desde la cotidianidad de nuestras prácticas pedagógicas el “hacer” con sentido, un hacer
que permita re-encontrarnos para con-vivir en armonía planetaria?
Los nuevos referentes interpretativos del paradigma emergente de las ciencias, nos indican que el
camino más apropiado es partir de nuestro hacer cotidiano, porque este nos aporta experiencias,
modos de convivir, crear, sentir, amar y estar en el mundo, que pueden ayudarnos en la
construcción de un mundo más democrático y de justicia social y ecológica.
función del bienestar social y de la convivencia ética, cualquier otro fin rompería con este
equilibrio.
5. RACIONALIDAD INTUITIVA. Para promover una racionalidad que equilibre razón y emoción
se precisa desarrollar la capacidad de asombro, y de actuar como un ser humano integral. La
convergencia armónica debe proveernos de valores, experiencias emocionales, poéticas e
intuitivas para diseñar una racionalidad emancipadora que valore la afectividad, subjetividad,
creatividad y espiritualidad. El equilibrio entre razón y emoción puede representar la base de
una cultura de la sustentabilidad.
La promoción y desarrollo de las estrategias que se han descrito son tan solo un referente, un
punto de partida que puede enriquecerse y recrearse con la praxis, experiencia y el trabajo
colaborativo y pedagógico de los educadores.
La tarea más urgente que enfrenta la humanidad es recuperar la sensibilidad, el amor y el sentido
común de nuestra vida cotidiana, para comprender y resignificar nuestra relación con la tierra y
todos los seres vivos. Lo que implica una reforma del pensamiento para actuar con consciencia
ecológica individual y colectiva, que nos permita transitar de la sociedad de consumo que vivimos
a una sociedad sustentable en la que se promuevan los valores fundamentales de la amistad,
respeto, honestidad, ternura, emoción, solidaridad y compasión por todos los seres vivos y no
vivos. Compromiso ineludible si queremos seguir cohabitando con la tierra el resto que le queda
de vida.
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CONCLUSIÓN
Transitar de una sociedad de consumo a una sociedad sustentable implica un reto enorme si
queremos continuar en la categoría de especies vivas de este planeta. En la conformación de esta
nueva civilización el papel de la educación y los educadores son fundamentales, porque la crisis
ecológica y humana que estamos experimentando no es solo consecuencia del paradigma de la
apropiación o de los proyectos de desarrollo sostenible, sino además, de nuestro modo de ser,
hacer, vivir y estar en el mundo. Por ello, es preciso reeducar nuestra forma de ser, percibir los
riesgos de nuestras acciones, reencontrarnos con la naturaleza, admirar su sabiduría, entrar en
sintonía con la vida y sentirnos parte inseparable del universo y de la tierra.
Para ello es preciso educar desde la cotidianidad, desde lo más sentido para comprender lo que
somos, hacemos y vivimos. Los educadores pueden y deben contribuir en la conformación de una
ecoética, de una ecoformación, a través de una praxis pedagógica que se puede concretar
mediante la ecopedagogía, que vuelva praxis el actuar humano, consciente, racional y emotivo.
No hacerlo significará esperar el momento en que la propia gaia se cobre el precio de nuestras
arrogancias y de nuestras actitudes hostiles y egoístas con los seres vivos. Como dice Lovelock
(2007) con un suspiro gaia puede acabar con nuestros sueños de grandeza y poder.
La tierra se encuentra en crisis y enferma, las voces de alerta sobre su enfermedad se han
expresado públicamente en todo el mundo. Numerosos acuerdos, cartas, convenios y discursos
se han escrito y pronunciado sobre esta crisis; igualmente han surgido grupos ambientalistas y
partidos políticos que se pronuncian ante la gravedad del caso, pero, no es en la vía del discurso
escrito ni de la proclama demagógica como se puede resolver el conflicto hombre/mujer/
naturaleza; sino en el terreno de la acción y la praxis efectiva.
Tenemos dos caminos: continuar con nuestra vida consumista y egoísta y esperar el final sin
cambiar nuestro modo de ser y hacer o participar en la construcción de un nuevo modelo de
sociedad que recupera la relación originaria con la tierra y que nunca debimos perder.
Definirse por una u otra opción marcará nuestro destino final: vivir en un mundo lleno de injusticia
ambiental, anarquía y violencia humana o promover espacios ecoeducativos que promuevan el
equilibrio dinámico y armónico entre todos los seres vivos del planeta mientras llega el final del
planeta. Esta es la encrucijada histórica que debemos definir en el plazo inmediato de nuestras
vidas y la tarea educativa más importante que deberán promover los educadores del mundo.
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Bibliografía:
Boff, Leonardo (2002). El cuidado esencial. Ética de lo humano, compasión por la Tierra.
Madrid: Editorial Trotta.
Boff, Leonardo (2002). Ecología: grito de la Tierra, grito de los pobres. Madrid. Editorial
Trotta.
Guerra, María José (2001). Breve introducción a la ecología. Madrid: Mínimo Tránsito.