HUGO CABIESES*
Luego de que en 1992 lo visitara por primera vez, sigo sosteniendo que el valle del
río Apurímac y Ene (VRAE) es el «valle del nunca jamás», el neverland que
imaginó J. M. Barrie en su entrañable cuento sobre Peter Pan, con niños perdidos,
piratas liderados por el capitán Garfio, indios «salvajes», el hada Campanita y
hasta el cocodrilo bueno que se comió la mano del capitán. En Lima, todos los
medios informan que es el infierno, que las balas corren por los aires y los
machetes cortan cabezas, que los muertos se cuentan por decenas y que sus
R ECI EN TES Y AN TI GU AS C ON OC EN CI AS
Esta vez ingresé por Tambo – Machente – San Francisco – Kimbiri, visitando
comunidades matsiguengas y asháninkas por la margen derecha río arriba hasta
Huayanay y luego río abajo hasta Pichari y Otari. Dos años antes, entre el 31 de
agosto y 6 de septiembre de 2006, ingresé por la carretera Tambo – San Miguel –
San Antonio – Pichihuilca – Palmapampa – Santa Rosa, retornado por San
Francisco – Machente – Tambo y Huamanga.
Entre los años 2000 y 2004 defendí las luchas de los productores agropecuarios
organizados en la FEPA-VRAE y participé a ambos lados de las mesas de diálogo
que se instalaron, alineándome siempre con sus protestas y propuestas. Decenas
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NO U NO SI NO C UA TR O VRAE
Huamanga —plátano, piña, yuca, maíz, arroz, frijol, ajonjolí y maní—, 4 pero es
hoy conocido por ser el primero en importancia en cuanto a extensiones de
cultivos y producción de hoja de coca para su transformación en pasta lavada y
clorhidrato de cocaína, que alimenta una buena proporción del tráfico ilícito de
drogas (TID) en el país.
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G U ER RA A TR OZ Y C OC A EN E L VRAE
Entre 1983 y 1993, el VRAE fue escenario de los más importantes y sangrientos
enfrentamientos entre las Fuerzas Armadas del Estado, los comités de
autodefensa (CAD-DECAS) de la población local y contingentes político-militares
del grupo político terrorista Partido Comunista del Perú Sendero Luminoso (PCP-
SL). El Informe final de la Comisión de la Verdad y Reconciliación (CVR) señala
que no menos de 2600 personas murieron en el VRAE durante los
enfrentamientos entre 1984 y 1993. Pero otras fuentes locales señalan que el
«aporte» del VRAE a la espiral de violencia fue de al menos 8000 personas
muertas, lo que significa el 10% de la población de entonces.
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E L VRAE P AR A LOS MED IOS
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(v) La instalación de una base policial antidrogas en Palmapampa, un helipuerto
antidrogas en Pichari y el fortalecimiento de la presencia militar antisubversiva
en la zona media del río Apurímac, el eje carretero San Miguel – San Antonio
en protección del gasoducto, la zona de Vizcatán y el Alto Ene, que acelera los
procesos de limitación de libertades democráticas, militarización territorial y
reiteración de estados de emergencia.
Mi visión reciente del VRAE es que si bien hay algunos hechos aislados de
violencia, «ajustes de cuentas» entre «narcos», mochileros que llevan pasta y
presencia de Sendero Luminoso en zonas alejadas —Vizcatán, Selva de Oro y
Sello de Oro—, los comités de autodefensa patrullan permanentemente las
ciudades y las carreteras asegurando a las familias que no confían en la Policía y
el Ejército por los abusos que cometen y porque, según sostienen, «están
coludidos con el narcotráfico».
En Lima dicen que se requieren 2500 hombres del Ejército y la Marina y 800
policías, pero en Ayacucho las autoridades sostienen que solo hay 800 soldados y
100 policías. La verdad es que, salvo en los alrededores de Vizcatán desde
mediados de octubre, en el VRAE hay 250 soldados encerrados en sus cuarteles y
no más de 50 policías, según el Comisionado de Paz que depende del ministerio
del Interior y está más en Lima que en Ayacucho.
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Del «Plan VRAE» nunca más se supo desde que fuera anunciado con bombos y
platillos en noviembre del año 2006, y al doctor Jorge Durand, su coordinador, no
lo conoce nadie por esa zona. El gobierno dice que ha destinado más de 100
millones de soles para dicho «plan», pero hasta ahora no ha llegado nada a nadie.
Por supuesto que hay cultivos de coca —16 019 hectáreas según el último
informe de la ONU—, pero no han crecido sustancialmente en los últimos tres
años, aunque según la misma fuente la productividad por hectárea ha crecido
exponencialmente. Los agricultores están diversificando sus actividades
económicas ya que los precios de algunos productos «alternativos» han mejorado
—tanto de exportación como de mercados locales y regionales— y, me confiaron
varios, temen que la coca sea erradicada. La piña está en pleno auge —observé
decenas de hectáreas sembradas en la margen derecha—, lo mismo que el
cacao, los cafés especiales, y el retorno a los cultivos de ajonjolí orgánico, achiote,
palillo, maní y arroz. Los cítricos —naranja, mandarina y tangüelo— están siendo
llevados a Huamanga y vendidos en San Francisco y Kimbiri en bolsas y cajitas de
madera.
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Varias decenas de agricultores están construyendo piscigranjas para truchas,
que venden fritas en las carreteras; otros más siguen vendiendo sus rocotos de
varios colores en Tutumbaru y plátanos en caja de madera a la salida de San
Francisco, mientras que por lo menos tres operadores turísticos están
aprovechando las bellas cascadas de Omaya y la recientemente descubierta
ciudadela de Manco Pata en Kimbiri para transportar, en decenas de camionetas
combis, a gente interesada en el turismo ecológico, arqueológico y vivencial.
C OCA C ON TR A EL OLV ID O
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Tengo otra visión del «problema» de la coca: (i) es intermediaria para luchar
contra el olvido; (ii) su uso es parte sustancial de la identidad andino-amazónica,
cohesivo social y expresión de buenas costumbres; (iii) es la «caja chica»
campesina y elemento de reciprocidad en faenas comunales del mundo andino;
(iv) es energético, alimento, medicina y materia prima para su industrialización
benéfica; y, (v) es materia prima para fabricar cocaína de uso legal, pero también
para el TID; estoy de acuerdo con que hay que combatir su uso ilegal.
¿Q UÉ H AC ER ?
Considero que para evitar seguir incendiando la pradera, se debe actuar con las
siguientes orientaciones:
(ii) Recoger las propuestas formuladas por los agricultores cocaleros en más de
cincuenta actas firmadas con autoridades de cuatro gobiernos —Fujimori,
Paniagua, Toledo y García—, cesar transitoriamente la erradicación de
cultivos, subir los precios de la coca a los productores y bajarlos a los
consumidores. La ENACO lo puede hacer, pues ha tenido cinco años de
utilidades que fueron transferidas al FONAFE: en el año 2007 fueron 1,9
millones de soles y en el 2008 serán 1,5 millones de soles.
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(iv)No satanizar las ordenanzas regionales de Puno (2007), Cusco (2005),
Huánuco (2005) y Ayacucho (2003), sino aplicar la exhortación sustantiva del
Tribunal Constitucional: defender la coca y su consumo, rechazar las
imposiciones de los Estados Unidos y remar contra la ociosidad legislativa para
impulsar una política de Estado propia.
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VRAE: sectores económico productivos
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NOTAS
1 Pablo O’Brien en «Coca y violencia en la historia y el presente del VRAE» (Quehacer, n.º 170,
abril-junio de 2008) tiene en gran parte esta visión, aunque considero acertados sus aportes a la
interpretación histórica del VRAE. Las permanentes incursiones mediáticas de Jaime Antezana y
Fernando Rospigliosi también se ubican en esta línea de tratamiento satánico, las que
contrastan en gran parte con Gustavo Gorriti en «Guerras clorofílicas» (Caretas, 29 de marzo de
2008) y «Guerra y coca en el VRAE» (Caretas, 22 de mayo de 2008). Asimismo, la satanización
discrepa con Raúl González, particularmente en «VRAE: visión compartida, solución integral»
(Lima, enero de 2008).
3 Véase mi texto «Coca compleja, drogas y cocaleros en los Andes». En: Hugo Cabieses y otros,
Hablan los diablos. Amazonía, coca y narcotráfico en el Perú: versión recargada. Lima: TNI-
PDTG, 2007.
4 Véase: Sala i Vila, Nuria, Selva y Andes: Ayacucho 1780-1929 historia de una
región en la encrucijada. Madrid: Consejo Superior de Investigaciones Científicas,
2001. Asimismo, Juscamayta, Enrique, «La economía cocalera y su impacto en la
economía regional: el caso del río Apurímac-Ayacucho», Socialismo y Participación,
n.º 24, Lima, diciembre de 1983. Más recientemente, el trabajo de Del Pino,
Ponciano, «Tiempos de guerra y de dioses. Ronderos, evangélicos y senderistas en
el Valle del Río Apurímac». En: Las rondas campesinas y la derrota de Sendero
Luminoso. Lima: IEP/UNSCH, 1996, y el mío titulado «Bases documentales y
estadísticas para una historia de la estructura productiva y social del valle del río
Apurímac y Ene: algunas recomendaciones» (informe de Consultoría GTZ, 8 de julio
de 1996).
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