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Los siguientes apuntes, cuyo exclusivo objeto es facilitar el estudio del Derecho Sucesorio
por parte de los alumnos, han sido elaborados en base a extractos de diversos manuales de
estudio, a los cuales se han adicionado comentarios.
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De este modo la sucesión por causa de muerte se constituye en una verdadera subrogación
personal en cuya virtud los herederos pasan a ocupar la misma posición que el causante, lo
que permite el desarrollo y fluidez del tráfico jurídico.
La sucesión por causa de muerte es uno de los modos de adquirir el dominio que señala el
art. 588.
Considerando lo anterior y lo dispuesto en el art. 951 se puede decir que “es un modo de
adquirir el dominio del patrimonio de una persona difunta, o sea, el conjunto de sus
derechos y obligaciones transmisibles, o una cuota de dicho patrimonio, o especies o
cuerpos ciertos o cosas indeterminadas de un género determinado”.
Como una lógica consecuencia, el sucesor no adquirirá más derechos que los que
pertenecían al causante: nemo plus juris ad alium transferre potest quam ipse habet.
Sin embargo, al estar el heredero obligado a soportar el pago de las deudas hereditarias, si
tales deudas son superiores a los bienes y derechos adquiridos el heredero no tendrá ventaja
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económica alguna.
(d) Es un modo de adquirir tanto a título universal como a título singular (artículos
951, 1097 y 1104).
La sucesión por causa de muerte sirve para adquirir tanto los derechos reales como los
derechos personales o créditos. Solamente no pasan al sucesor los derechos, de una y otra
clase, que la ley declara intransmisibles.
Derechos intransmisibles.
Por regla general, todos los derechos son transmisibles. Por excepción no se transmiten
ciertos derechos que, debido a su carácter personalísimo, se extinguen por la muerte de su
titular.
c) Los derechos, o mejor dicho las expectativas del fideicomisario, cuando fallece
antes de la restitución, no son transmisibles por testamento ni abintestato (art. 762).
Tampoco son transmisibles los derechos o expectativas del asignatario condicional, que
fallece pendiente la condición suspensiva (arts. 1078 y 1492).
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g) El mandato termina por la muerte del mandante o del mandatario (art. 2163 N° 5).
Se exceptúa el mandato destinado a ejecutarse después de la muerte del mandante (art.
2169).
Obligaciones intransmisibles.
Las obligaciones, asimismo, son regularmente transmisibles. Los herederos están obligados
a solucionarlas, porque se entiende que quien contrata lo hace para sí y para sus herederos.
Los legatarios suelen, también, estar obligados a satisfacerlas.
Por esto, el art. 1095 establece que si el modo consiste en un hecho tal que sea indiferente
la persona que lo ejecute, es transmisible a los herederos del asignatario; no lo será si
requiere especial ciencia o habilidad del asignatario. Por idéntico motivo terminan los
contratos para la construcción de una obra por la muerte del artífice o empresario (art.
2005).
Como modo derivativo de adquirir, al igual que la tradición, la sucesión por causa de
muerte requiere un título.
El título puede ser el testamento o la ley. De este modo, "si se sucede en virtud de un
testamento, la sucesión se llama testamentaria, y si en virtud de la ley, in testada o abin-
testato" (art. 952).
El art. 952, inc. 2°, establece que "la sucesión en los bienes de una persona puede ser parte
testamentaria, y parte intestada".
Es lógico pensar que si el testador dispone parcialmente de sus bienes quiera que el resto
pertenezca a sus herederos abintestato.
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Las disposiciones de bienes que hace el testador o la ley, en su caso, reciben la deno-
minación genérica de asignaciones.
"Se llaman asignaciones por causa de muerte las que hace la ley, o el testamento de una
persona difunta, para suceder en sus bienes" (art. 953).
El término asignaciones, sin más calificativo, designa las asignaciones por causa de muerte,
ya las haga el hombre o la ley (art. 953, inc. 2°).
La persona a quien se hace la asignación se denomina asignatario (art. 953, inc. 3º).
El art. 951 prescribe que "se sucede a una persona difunta a título universal o a título
singular".
La sucesión puede tener por objeto la totalidad de los bienes del difunto, sin indi-
vidualizarlos, o una cuota o parte alícuota de tales bienes. La sucesión, en tal caso, es a
título universal.
El art. 951, inc. 2° establece: "El título es universal cuando se sucede al difunto en todos
sus bienes, derechos y obligaciones transmisibles, o en una cuota de ellos, como la mitad,
tercio o quinto".
Asimismo, la sucesión puede tener por objeto bienes determinados específica o ge-
néricamente. En tal caso la sucesión es a título singular.
El inc. 3° del art. 951 dispone: "El título es singular cuando se sucede en una o más
especies o cuerpos ciertos, como tal caballo, tal casa; o en una o más especies in-
determinadas de cierto género, como un caballo, tres vacas, seiscientos pesos fuertes,
cuarenta fanegas de trigo".
Las asignaciones por causa de muerte a título universal se llaman herencias; las asig-
naciones a título singular, legados (art. 954).
En consecuencia, la herencia tiene por objeto el patrimonio íntegro del causante o una cuota
del mismo; el legado se refiere únicamente a cuerpos ciertos o cosas determinadas
genéricamente.
Las asignaciones testamentarias pueden ser a título universal o singular. Las asignaciones
que hace la ley son siempre a título universal.
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Los herederos pueden ser testamentarios o abintestato; como la ley no instituye legados, no
existen legatarios abintestato.
c) El heredero como representante del difunto, es responsable de las deudas que éste
tenía en vida o deudas hereditarias, y de las que resultan del testamento mismo o deudas
testamentarias. Su responsabilidad se extiende ultra vires hereditatis, esto es, aunque le
resulte un gravamen superior al valor de los bienes que hereda.
El legatario, aunque lo sea de especie o cuerpo cierto, no adquiere por el hecho de la muerte
del testador la posesión de la cosa legada. Dicha posesión continúa radicada en el heredero;
el legatario adquiere la posesión con la entrega del legado, cuando reúne los elementos de
la posesión, esto es, el corpus y el animus;
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g) Los herederos son instituidos por el testamento o por la ley; los legatarios, sólo por
testamento.
APERTURA DE LA SUCESIÓN
Y DELACIÓN DE LAS ASIGNACIONES
I. APERTURA
En virtud del decreto que concede la posesión provisoria de los bienes del desaparecido, se
procederá a la apertura y publicación del testamento, si lo hubiere (art. 84). Decretada la
posesión definitiva, todos aquellos que tengan derechos subordinados a la condición de
muerte del desaparecido, podrán hacerlos valer como en el caso de verdadera muerte (art.
91).
El art. 955 dispone que la sucesión en los bienes de una persona se abre "al momento de su
muerte".
Por este motivo, la inscripción de una defunción debe expresar, como requisito esencial, "la
fecha del fallecimiento" (art. 50 de la Ley N° 4.808).
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El art. 955 establece que la sucesión de una persona se abre en el momento de su muerte,
"en su último domicilio; salvos los casos expresamente exceptuados". Cabe señalar que el
último domicilio del causante no coincide necesariamente con el lugar del fallecimiento.
Asimismo debe expresarse que esta norma es de orden público y por ende no puede ser
modificada por el testador.
El término domicilio debe entenderse en su sentido legal, esto es, como la residencia
acompañada del ánimo, real o presunto, de permanecer en ella (art. 59). La mera residencia
hará las veces de domicilio para las personas que carecen de domicilio en otra parte (art.
68).
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La apertura y publicación del testamento deben hacerse ante el juez del último domicilio
del testador (art. 1009).
Esta regla tiene una importante excepción. Cuando una sucesión abierta en el extranjero
comprende bienes situados en Chile, la posesión efectiva de la herencia deberá pedirse ante
el juez del último domicilio del causante en el territorio chileno o en el domicilio del
solicitante si aquél no hubiere tenido domicilio en el país (art. 149 del Código Orgánico de
Tribunales), y
b) El lugar en que se abre la sucesión, además, determina la ley que la rige, como se
verá en seguida.
El art. 15 N° 2 declara que los chilenos quedan sometidos a las leyes patrias, no obstante su
residencia o domicilio en país extranjero, en lo tocante a "las obligaciones y derechos que
nacen de las relaciones de familia; pero sólo respecto de sus cónyuges y parientes chile-
nos".
Como una de las más importantes consecuencias del parentesco o relación de familia es el
derecho de suceder, el chileno queda obligado a observar las leyes sucesorias de este país.
La excepción se refiere solamente a los parientes chilenos; de esta manera, la sucesión del
chileno que deja solamente parientes extranjeros se regirá por completo por la ley
extranjera. En otros términos, se aplicará la regla general del art. 955, inc. 2°.
El art. 998 complementa el art. 15 y dispone en su inc. 1º: "En la sucesión abintestato de un
extranjero que fallezca dentro o fuera del territorio de la República, tendrán los chilenos a
título de herencia, o de alimentos, los mismos derechos que según las leyes chilenas les
corresponderían sobre la sucesión intestada de un chileno".
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La disposición es, por muchos motivos, defectuosa. Alude al lugar de fallecimiento del
extranjero, que en verdad, no tiene ninguna importancia para determinar las leyes que rigen
la sucesión. Importa el domicilio que el extranjero tenía al fallecer.
Tampoco es atinado que se refiera al extranjero que fallece dentro o fuera del territorio
nacional, puesto que si la sucesión se abre dentro de Chile no puede caber la menor duda
acerca de la competencia de la ley chilena.
El derecho de los parientes chilenos supone que el causante haya dejado bienes en Chile.
Los chilenos tienen los mismos derechos que las leyes chilenas les acuerdan en una
sucesión abierta en Chile y con el objeto de satisfacerlos "podrán pedir que se les
adjudique en los bienes del extranjero existentes en Chile todo lo que les corresponda en la
sucesión del extranjero" (art. 998, inc. 2º).
Nótese que la disposición otorga a los chilenos lo que les corresponda en la sucesión del
extranjero. De este modo, el derecho no se calcula sobre los bienes situados en Chile, sino
sobre la totalidad de los bienes dejados por el extranjero.
Si el causante es chileno, deben aplicarse las mismas reglas. Abierta la sucesión en el ex-
tranjero, sus parientes chilenos tendrán los derechos que la ley chilena les acuerda, como si
la sucesión se hubiere abierto en Chile.
El art. 998, inc. 3° previene: "Esto mismo se aplicará en caso necesario a la sucesión de un
chileno que deja bienes en país extranjero".
Finalmente cabe señalar a este respecto que en doctrina se ha suscitado una discusión
acerca de si la norma en estudio es o no aplicable a las sucesiones testamentarias. A
continuación se señalan las principales corrientes de opinión con sus respectivos
fundamentos:
II. DELACIÓN
Abierta la sucesión tiene lugar, regularmente, la delación de las asignaciones que define el
arte 956, inc. 1: "la delación de una asignación es el actual llamamiento de la ley a
aceptarla o repudiarla".
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derecho potestativo de opción, que en doctrina se denomina “jus delationis”, el cual pasa a
formar parte del patrimonio del llamado y puede ser objeto de transmisión.
En este caso, que es la regla general, la delación de las asignaciones coincide, por regla
general, con la apertura de la sucesión; ambas se producen en el momento de la muerte del
causante.
Debe tenerse presente que las asignaciones que hace la ley son siempre puras y simples y,
por tanto, la excepción del art. 956, inc. 2°, sólo puede tener lugar en la sucesión
testamentaria.
En este caso rige el art. 956, inc. 2°, el cual dispone: "La herencia o legado se defiere al
heredero o legatario en el momento de fallecer la persona de cuya sucesión se trata, si el
heredero o legatario no es llamado condicionalmente; o en el momento de cumplirse la
condición, si el llamamiento es condicional".
Para que se le llame a suceder, el asignatario debe abstenerse de ejecutar un hecho que
depende de su voluntad hacer o no hacer. Es razonable, en tal caso, dar por cumplida la
condición; pero como siempre resta una posibilidad de que falle y se frustre el llamamiento,
el asignatario debe rendir una caución de que devolverá lo que haya recibido.
El art. 956, inc. 3° previene que "en este caso la asignación se defiere en el momento de la
muerte del testador, dándose por el asignatario caución suficiente de restituir la cosa
asignada con sus accesiones y frutos, en caso de contravenirse a la condición".
Esta regla no tendrá lugar, sin embargo, cuando el testador haya dispuesto que mientras
penda la condición negativa "pertenezca a otro asignatario la cosa asignada".
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EL DERECHO DE HERENCIA
La calidad de derecho real del derecho de herencia como un derecho distinto al de dominio,
controvertida en la doctrina no es dudosa en nuestra legislación positiva, porque el Código
lo menciona expresamente en el art. 577.
Es un derecho absoluto y como tal genera una acción real oponible erga omnes: la acción
de petición de herencia, en cuya virtud puede el verdadero heredero reclamar su derecho de
herencia en contra de cualquier persona que esté en posesión de la herencia.
Por otra parte no se puede confundir el derecho de dominio sobre los bienes que comprende
la herencia con el derecho de herencia, debido a que éste último tiene por objeto una
universalidad jurídica (el patrimonio del causante) y no los bienes que la forman.
Una vez que se produce la muerte, opera la sucesión por causa de muerte y nace el derecho
real de herencia, cuyo objeto es precisamente el patrimonio del causante o una cuota de él.
El derecho de herencia nace con el fallecimiento del causante, produciéndose de este modo
una indivisión entre los diversos herederos, a la cual se le pone término con la partición o
liquidación de la misma. Una vez practicadas las adjudicaciones de la partición, el derecho
de herencia pasa a confundirse con el derecho de dominio.
La posesión de la herencia
Es menester realizar un triple distingo entre la posesión legal, lo que podríamos denominar
posesión real y la posesión efectiva de la herencia.
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Se trata de una posesión singularísima desde que es posible que el heredero no tenga el
corpus y, puesto que ignora que la herencia se le ha deferido, carezca de animus.
Equivale a la posesión definida por el art. 700, o sea, requiere la concurrencia de corpus y
animus, y puede encontrarse radicada tanto en el verdadero heredero como en uno falso.
Lo corriente será que esta posesión se radique conjuntamente con la legal en manos del
verdadero heredero, pero bien puede ocurrir que junto a la posesión teórica del heredero
exista un falso heredero que posea materialmente la herencia con ánimo de señor y dueño, y
se comporte respecto de ella como verdadero sucesor del causante.
La importancia de esta posesión estriba en que habilita para adquirir la herencia por
prescripción.
Dice Abeliuk que la posesión efectiva es una institución de carácter netamente procesal y
original de nuestra legislación. Para él es aquella que se otorga por resolución judicial o
administrativa a quien tiene la apariencia de heredero. Difiere de la posesión legal,
fundamentalmente, en que no se adquiere como ésta, de pleno derecho, sino que requiere
sentencia judicial (en el caso de sucesión testada) o resolución de la Dirección Regional
respectiva del Servicio de Registro Civil e Identificación (en el caso de sucesión intestada).
(i) Las posesiones efectivas intestadas abiertas en Chile se sujetan a las disposiciones
de la mencionada ley, y se tramitan y otorgan por el Registro Civil y;
(ii) Las posesiones efectivas que corresponden a sucesiones testadas y las abiertas en el
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extranjero, se siguen tramitando ante la justicia ordinaria de acuerdo a los artículos 877 y
siguientes del CPC con sus modificaciones.
El derecho de herencia puede adquirirse por otros medios: por la tradición y por la
prescripción.
Hay tradición del derecho real de herencia en el caso que el heredero, una vez fallecido el
causante, transfiera a un tercero ya sea la totalidad de la herencia, ya sea una cuota de ella.
Ahora bien ¿Cómo se realiza la tradición? Al estar frente a una universalidad jurídica, no se
consideran los bienes que la comprenden, por lo que no importa para efectos de la tradición
el que existan bienes raíces, en el sentido que no será necesaria la inscripción. Es por ello
que se aplicaran las reglas generales relativas a la tradición de bienes muebles, en la cual
basta una simple entrega simbólica.
El principal efecto de esta tradición consiste en que el cesionario pasa a ocupar el lugar
jurídico que tenía el cedente, por lo que puede solicitar la posesión efectiva, la partición de
bienes, ejercer la acción de petición de herencia y de reforma de testamento, etc.
Finalmente cabe consignar que en conformidad al art. 1909 si se cede una herencia a título
oneroso el cedente sólo se hace responsable de su calidad de heredero pero no de la
existencia de bienes determinados, salvo pacto en contrario.
Para suceder es preciso que concurran dos requisitos generales: capacidad y dignidad.
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La capacidad es la “aptitud legal para suceder una persona a otra, la habilidad para
adquirir por causa de muerte, para poder ser heredero o legatario”.
En virtud del Art 961. el estudio de la capacidad se traduce en el examen de las excepciones
a la regla general, esto es, de las incapacidades para suceder.
I. Incapacidades absolutas.
Art 955 y 962. Toda asignación lleva envuelta la condición de existir el asignatario al
tiempo del fallecimiento del causante, que es el momento en que la apertura se produce.
Se sigue como consecuencia que no pueden suceder aquellos que han dejado de existir o no
existen aún cuando la sucesión se abre.
Supóngase que el testamento instituye herederos a Pedro y Juan y que éste fallece con
anterioridad al causante. Solamente sucederá Pedro; Juan es incapaz y ni él ni sus sucesores
heredarán (a menos que tenga lugar el derecho de representación).
Por ejemplo, el testamento instituye herederos a los hijos de Juan. Únicamente sucederán
los que habían nacido al tiempo de fallecer el causante y nada recibirán los que nazcan con
posterioridad.
La regla general del art. 962 tiene numerosas excepciones reales o aparentes. Dichas ex-
cepciones dicen relación con:
La existencia legal de las personas comienza al nacer, esto es, al separarse la criatura
completamente de la madre (art. 74).
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Excepcionalmente son capaces de suceder las personas que no existen al tiempo de abrirse
la sucesión, pero se espera que existan (art. 962, inc. 3°).
La asignación, en tal caso, está sujeta a la condición de existir el asignatario. Pero, como la
incertidumbre no puede perdurar indefinidamente, sin daño, el art. 962 previene que es
menester que el asignatario llegue a existir "antes de expirar los 10 años subsiguientes a la
apertura de la sucesión".
Valdrá, por ejemplo, la asignación en favor de los hijos del matrimonio de Juan y María y
serán llamados a suceder aquellos que nazcan en el referido plazo de 10 años.
El art. 962, inc. 4°, previene que "valdrán con la misma limitación las asignaciones
ofrecidas en premio a los que presten un servicio importante, aunque el que lo presta no
haya existido al momento de la muerte del testador".
La expresión "la misma limitación" alude al plazo de 10 años a que se había referido el
inciso anterior.
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d) Asignaciones condicionales.
Señala el art. 962 una última excepción -que verdaderamente no es tal- en el caso de que se
suceda por derecho de transmisión, "pues entonces bastará existir al abrirse la sucesión de
la persona por quien se transmite la herencia o legado" (art. 962, inc. 1°).
Es verdad que el transmitido no existe al tiempo del fallecimiento del primer causante; pero
no sucede a éste sino que al transmitente o transmisor.
El transmitente debe existir al tiempo de abrirse la sucesión del primer causante; por su
parte, el transmitido debe existir cuando se abra la sucesión del transmitente.
Dispone el art. 963 que "son incapaces de toda herencia o legado las cofradías, gremios o
establecimientos cualesquiera que no sean personas jurídicas".
Las entidades que carecen de personalidad jurídica no tienen existencia ante el derecho. El
art. 963, en verdad, viene a ser una aplicación del art. 962.
Sin embargo, es válida la asignación que se hace justamente para la creación de una nueva
persona jurídica. El art. 963, en su inc. 2°, dispone: "Pero si la asignación tuviere por
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Las incapacidades relativas para suceder son tres y afectan a las siguientes personas:
El concepto puede inferirse, sin embargo, del antiguo art. 36 que llamaba hijos de dañado
ayuntamiento a los adulterinos, incestuosos y sacrílegos. De este modo el dañado
ayuntamiento comprende el sacrilegio, el adulterio y el incesto, pero dado que existe sólo
subsiste este último como delito que pudiere motivar una condena (art. 375 del Código
Penal), resulta ser que la causal de incapacidad en la actualidad queda reducida al
condenado por incesto con el causante.
El art. 965 dispone que, "por testamento otorgado durante la última enfermedad", es
incapaz de suceder el eclesiástico que hubiere confesado al difunto durante la última
enfermedad o habitualmente en los dos últimos años anteriores al testamento, ni la orden,
convento o cofradía de que sea miembro, ni sus deudos por consanguinidad o afinidad hasta
el tercer grado inclusive.
Por última enfermedad ha de entenderse aquella que ocasionó la muerte del testador. Si
recupera la salud, ha podido revocar el testamento obtenido por una presión ilegítima del
confesor.
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Considera el legislador natural que el testador pretenda favorecer con sus disposiciones a la
parroquia de que es feligrés. Valdrá la asignación en favor de la parroquia del testador
aunque sea su párroco el eclesiástico confesor.
Son incapaces de suceder por testamento los funcionarios que lo autorizan, su cónyuge, sus
ascendientes, descendientes, hermanos, cuñados y empleados o asalariados (art. 1061, inc.
1°). Tampoco son capaces de suceder los testigos del testamento y su cónyuge, ascen-
dientes, descendientes, hermanos y cuñados (art. 1061, inc. 2°).
El fundamento de esta incapacidad es proteger la libre voluntad del testador la cual podría
verse influenciada por el notario o los testigos del testamento. Al igual que en el caso
anterior, esta incapacidad sólo tiene lugar en la sucesión testada.
Importa la incapacidad una prohibición de adquirir por causa de muerte. El testamento que
instituye heredero o legatario a un incapaz adolece de ilicitud en el objeto porque es un acto
prohibido por la ley (art. 1466).
La nulidad que la incapacidad acarrea es una nulidad absoluta. Sin embargo esta será una
nulidad parcial debido a que sólo afectara a la cláusula testamentaria a favor del incapaz y
no al resto del testamento.
La ley prevé ambas formas de fraude y proclama que la asignación es nula "aunque se
disfrace bajo la forma de un contrato oneroso o por interposición de persona" (art. 966).
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Para precaver este fraude, como se ha visto, además de ser nula la asignación, el art. 972
declara a la persona capaz que produce el fraude como indigno de suceder.
El art. 967 dice: "El incapaz no adquiere la herencia o legado, mientras no prescriban las
acciones que contra él puedan intentarse por los que tengan interés en ello".
La gran mayoría estima que la incapacidad opera de pleno derecho; no es necesario que se
demande judicialmente y sea declarada por sentencia firme. Lo anterior se funda en el art.
967 que señala que el incapaz no adquiere la herencia o legado, y se confirma en la
historia fidedigna del CC.
Una minoría estima que sí es necesaria una sentencia judicial firme, pues las incapacidades
serían causales de nulidad absoluta y se regirían por las normas generales.
La indignidad es la falta de mérito para suceder. Dicho en otros términos, es una sanción
que consiste en excluir de la sucesión a un asignatario, como consecuencia de haber
cometido actos que importan un grave atentado contra el difunto o un serio olvido de sus
deberes para con éste.
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sus obligaciones hacia el difunto. Difieren porque la indignidad es pronunciada por la ley,
mientras que el desheredamiento tiene su origen en el testamento.
Causas de indignidad.
Las causales de indignidad se consignan, principalmente, en los arts. 968 a 972. A estas
causas deben añadirse las señaladas en diversas disposiciones repartidas en el Código,
como las que mencionan los arts. 114, 296, 1300, 1327 y 1329.
Es indigno para suceder "el que ha cometido el crimen de homicidio en la persona del
difunto, o ha intervenido en este crimen por obra o consejo, o la dejó perecer pudiendo
salvarla" (art. 968, N° 1°).
También es indigno de suceder "el que cometió atentado grave contra la vida, el honor o
los bienes de la persona de cuya sucesión se trata, o de su cónyuge, o de cualquiera de sus
ascendientes o descendientes, con tal que dicho atentado se pruebe por sentencia
ejecutoriada" (art. 968, N° 2°).
Tiene que tratarse de un atentado grave. La gravedad del atentado deberá juzgarla el juez
civil que conozca del juicio de indignidad.
Es igualmente indigno de suceder "el consanguíneo dentro del sexto grado inclusive, que
en el estado de demencia o destitución de la persona de cuya sucesión se trata, no la
socorrió pudiendo" (art. 968, N° 3°).
La indignidad se extiende hasta el sexto grado porque hasta este límite son llamados a
suceder los consanguíneos, pese a que la obligación de suministrar alimentos se extiende
sólo hasta los hermanos.
Es indigno de suceder "el que por fuerza o dolo obtuvo alguna disposición testamentaria
del difunto, o le impidió testar" (art. 968, N° 4°).
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Es igualmente indigno de suceder "el que siendo mayor de edad, no hubiere acusado a la
justicia el homicidio cometido en la persona del difunto, tan presto como le hubiere sido
posible" (art. 969).
"Es indigno de suceder al impúber, demente, sordo o sordomudo que no pueda darse a
entender claramente, el ascendiente o descendiente que siendo llamado a sucederle
abintestato, no pidió que se le nombrara un tutor o curador, y permaneció en esta omisión
un año entero" (art. 970).
También son indignos de suceder "el tutor o curador que nombrado por el testador se
excusaren sin causa legítima" (art. 971, inc. 1°) y "el albacea que nombrado por el
testador se excusare sin probar inconveniente grave" (art. 971, inc. 2°).
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Finalmente la ley declara indigno de suceder al que, "a sabiendas de la incapacidad, haya
prometido al difunto hacer pasar sus bienes o parte de ellos, bajo cualquier forma, a una
persona incapaz" (art. 972).
Basta, en general, la sola promesa de hacer llegar bienes a un incapaz, aunque no llegue a
cumplirse.
Por excepción, es menester que la promesa se lleve a cabo. Art. 972, inc. 2°.
Para poder declararla, se requiere una declaración judicial. El art. 974, inc. 1°, dispone: "la
indignidad no produce efecto alguno, si no es declarada en juicio, a instancia de
cualquiera de los interesados en la exclusión del heredero o legatario indigno".
Puesto que la indignidad debe ser judicialmente declarada, mientras tal declaración no se
produce el asignatario adquiere la asignación, es reputado heredero o legatario. Declarada
la indignidad, quedará el asignatario excluido de la sucesión, perderá la herencia o legado.
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Pero, fallecido el indigno, la acción podrá interponerse contra sus herederos para que éstos
sean excluidos de la sucesión. Art. 977.
El indigno deja de ser heredero o legatario cuando se declara la indignidad; mientras tanto,
es reputado tal.
Los actos de enajenación ejecutados antes de la declaración de indignidad lo han sido por
quien legítimamente podía ejecutarlos. ¿Qué suerte han de correr estas enajenaciones una
vez que la indignidad se declara?
El legislador resuelve este conflicto con el mismo criterio que otros análogos (ver arts.
1490, 1491 y 2468). Hace prevalecer el interés de los terceros, a condición de que estén de
buena fe.
Extinción de la indignidad.
En conformidad con el art. 973, se presume de derecho el perdón por la sola circunstancia
de otorgarse un testamento designando asignatario al indigno.
La indignidad se extingue por prescripción. El art. 975 dispone: "La indignidad se purga en
cinco años de posesión de la herencia o legado".
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Se justifica sobradamente que los deudores hereditarios -los que el causante tenía en vida-
no puedan excusarse de pagar sus deudas, excepcionándose con la indignidad del heredero.
Mientras la indignidad no se declare, el heredero tiene esta calidad que le habilita para
cobrar las deudas hereditarias y poner a los deudores en la necesidad de pagarlas.
Análoga observación puede hacerse respecto a las deudas testamentarias, o sea, las que
tienen su origen en el testamento.
El heredero, por ejemplo, no puede negarse a pagar un legado, a pretexto de que el legatario
es indigno, oponiendo la excepción de indignidad. Para liberarse deberá entablar una
demanda tendiente a que la indignidad se declare.
El incapaz, según esto, que cobra una deuda hereditaria o testamentaria, obtendría el pago a
pesar de que no inviste las calidades de heredero o legatario.
Esta inconsecuencia podría obviarse, sin embargo, mediante una reconvención contra el
incapaz que reclama el pago de la deuda (Claro Solar).
El art. 979 estipula: "La incapacidad o indignidad no priva al heredero o legatario exclui-
do de los alimentos que la ley le señale; pero en los casos del art. 968 no tendrán ningún
derecho a alimentos".
La referencia que el art. 979 hace a los casos del art. 968 tiene plena concordancia con lo
dispuesto en el art. 324 del Código, en virtud del cual en el caso de injuria atroz cesa la
obligación de prestar alimentos, y cuyo inciso segundo establece que sólo constituyen
injuria atroz las conductas descritas en el artículo 968.
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d) Como el incapaz nada adquiere en la herencia, nada transmite de ella a sus herederos; el
indigno les transmite la asignación, aunque con el vicio de la indignidad;
e) La incapacidad pasa contra terceros, estén de buena o mala fe. La indignidad no pasa
contra terceros de buena fe;
EL DERECHO DE TRANSMISIÓN
Como se vio, una vez deferida la asignación, nace para el asignatario el derecho de opción
de aceptarla o repudiarla (el llamado jus delationis); la delación es justamente el
llamamiento que hace la ley con tal objeto.
El art. 957 dispone: "Si el heredero o legatario cuyos derechos a la sucesión no han
prescrito, fallece antes de haber aceptado o repudiado la herencia o legado que se le ha
deferido, transmite a sus herederos el derecho de aceptar o repudiar dicha herencia o
legado, aun cuando fallezca sin saber que se le ha deferido".
De este modo, el derecho de transmisión puede definirse como la facultad que tiene el
heredero, que acepta la herencia, de aceptar o repudiar la herencia o legado que se defirió a
su causante fallecido sin haber aceptado o repudiado.
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Para que tenga lugar el derecho de transmisión es menester que concurran los siguientes
requisitos:
c) El transmitente puede ser heredero o legatario del primer causante (dice el art. 957 “si el
heredero o legatario…”), pero el transmitido debe ser necesariamente heredero del
transmitente (el mismo artículo señala “transmite a sus herederos…”);
d) El transmitido debe aceptar la herencia del transmitente. El art. 957, inc. 2°, previene:
"No se puede ejercer este derecho -el de transmisión- sin aceptar la herencia de la persona
que lo transmite", y
e) Es preciso que los derechos del transmitente a la herencia o legado no hayan prescrito.
Por la prescripción habría perdido su derecho y nada podría transmitir.
Pluralidad de transmitidos.
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El patrimonio del difunto unido a otros bienes que no le pertenecen se denomina acervo
común, acervo bruto o cuerpo común de bienes. En otras palabras, el acervo común es el
conjunto de bienes que se encuentran en poder del causante a su fallecimiento y respecto de
los cuales aún no se han separado los bienes de que no era exclusivo propietario. Ej; bienes
de la sociedad conyugal; difunto que era socio de sociedad que se ha disuelto con su
fallecimiento.
Cuando tal cosa ocurra, como operación previa para conocer o determinar el patrimonio del
difunto, será menester separarlo de otros patrimonios.
El art. 1341 dispone: "Si el patrimonio del difunto estuviere confundido con bienes
pertenecientes a otras personas por razón de bienes propios o gananciales del cónyuge,
contratos de sociedad, sucesiones anteriores indivisas, u otro motivo cualquiera, se
procederá en primer lugar a la separación de patrimonios, dividiendo las especies co-
munes según las reglas precedentes".
Acervo ilíquido
El acervo ilíquido es, pues, el patrimonio del difunto, tanto activo como pasivo, separado de
otros bienes con que se encontraba confundido y al que aún no se le han deducido las bajas
generales.
Bajas generales
El art. 959 señala cuáles son las deducciones que es menester practicar para determinar los
bienes de que dispone el causante por testamento o la ley abintestato.
Se las denomina bajas generales porque gravitan sobre todos los asignatarios y son las
siguientes:
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Las bajas generales que señala el art. 959 deben efectuarse en el orden en que las enumera
el Código.
El art. 959 señala como primera baja "las costas de la publicación del testamento, si lo
hubiere, y las demás anexas a la apertura de la sucesión". Ver también art 4. De la Ley N°
16.271.
Asimismo debe entenderse comprendida dentro de esta baja los gastos de última
enfermedad adeudados a la fecha de la delación de la herencia y los de entierro del causante
por expresa disposición del numeral primero del art. 4 de la ley Nº 16.271.
La segunda baja general está constituida por "las deudas hereditarias", entendiéndose por
tales las que el causante tenía en vida.
Toda sucesión debe comenzar por pagar las deudas; no se concibe que el testador o la ley
dispongan de los bienes mientras no queden satisfechos los acreedores.
Si los bienes son insuficientes para pagar las deudas hereditarias, nada recibirán los
asignatarios. El principio se enuncia de este modo: donde hay deudas, no hay herencia.
Las deudas hereditarias se pagan antes que las deudas testamentarias: primero la obligación
y después la devoción. El art. 1374 establece, como norma general, que "pagados los
acreedores hereditarios, se satisfarán los legados".
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En la actualidad esta baja no tiene aplicación debido a que no existe un impuesto que grave
toda la masa hereditaria y que por ende deba deducirse como baja general.
La Ley N° 16.271 de 10 de julio de 1965, no grava la masa global sino cada una de las
asignaciones en particular. El art. 2° de la Ley N° 16.271 dispone que "el impuesto se
aplicará sobre el valor líquido de cada asignación o donación".
Señala el art. 959 como cuarta baja "las asignaciones alimenticias forzosas".
Estas asignaciones constituyen una baja general, con las siguientes salvedades:
b) Cuando fueren excesivas, atendidas las fuerzas del patrimonio del causante, caso en que
el exceso se extraerá del acervo líquido, imputándose a la parte de bienes de que pudo
disponer libremente (art. 1171, inc. 2°).
Las asignaciones alimenticias no forzosas, aquellas que se hacen "a personas que por ley
no tengan derecho a alimentos", no son una baja general y se imputan a la parte de libre
disposición (art. 11 71, inc. 1°).
Como la asignación de alimentos debidos por ley es forzosa, si el testador omite hacerla en
su testamento, la ley ordena que se supla (art. 1167). La determinación de la cuantía de los
alimentos, para establecer la baja general, habrá de hacerse de acuerdo entre el asignatario y
los llamados a cumplirla o por resolución judicial.
Acervo líquido
Deducidas las bajas generales, resta un conjunto de bienes que se denomina acervo líquido.
El acervo líquido, por consiguiente, es el patrimonio del difunto, separado de otros
patrimonios y deducidas las bajas generales.
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El art. 959 inciso final, después de señalar las bajas generales, expresa que "el resto es el
acervo líquido de que dispone el testador o la ley".
Las asignaciones se calculan, por tanto, sobre la base del acervo líquido. El inc. 1° del
mismo artículo 959 insiste que "en toda sucesión por causa de muerte, para llevar a efecto
las disposiciones del difunto o de la ley" deberán practicarse las deducciones que a
continuación señalan.
Acervo imaginario
El legislador ha debido arbitrar los medios para garantizar estas asignaciones. Entre los
varios recursos que consulta la ley se cuenta el acervo imaginario que reglamentan los arts.
1185 y 1186.
LA SUCESIÓN INTESTADA
La ley llama a suceder, en general, a las personas ligadas al causante por vínculos de
parentesco, siguiendo el orden natural de los afectos.
El artículo 983 prescribe que “son llamados a la sucesión intestada los descendientes del
difunto, sus ascendientes, el cónyuge sobreviviente, sus colaterales, el adoptado, en su
caso, y el Fisco”.
Los derechos hereditarios del adoptado se rigen por la ley respectiva, esto es, por la Ley N°
19.620.
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Previene el art. 981: "La ley no atiende al origen de los bienes para reglar la sucesión
intestada o gravarla con restituciones o reservas”. Esta norma que consagra el “principio
de la unidad del patrimonio del causante” tiene una explicación histórica: la legislación
anterior al CC diferenciaba entre los bienes adquiridos por el causante de la línea paterna o
materna y se les gravaba con reservas y restricciones.
El art. 982, por su parte, establece: "En la sucesión intestada no se atiende al sexo ni a la
primogenitura". Los herederos del mismo grado, como consecuencia, tienen iguales
derechos, cualquiera que sea su sexo y su edad. Este es el llamado “principio de la
igualdad”.
El art. 980 prescribe: "Las leyes reglan la sucesión en los bienes de que el difunto no ha
dispuesto, o si dispuso, no lo hizo conforme a derecho, o no han tenido efecto sus
disposiciones".
Acertadamente la ley no se refiere en este caso al causante que no otorgó testamento, sino a
que no haya dispuesto de los bienes. Ello debido a que como se verá a continuación la
existencia de un testamento no supone necesariamente la existencia de disposiciones de
bienes.
Este primer caso comprende numerosas hipótesis diversas. El difunto no habrá dispuesto:
c) Cuando instituyó herederos de cuotas que no completan la unidad; la cuota que falte
corresponderá a los herederos abintestato;
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Esta vez el difunto hizo testamento y dispuso de bienes; pero la disposición de sus bienes se
ha frustrado porque no se ajustó a derecho. De este modo las disposiciones serán ineficaces,
precisamente por su contrariedad a derecho y recibirán aplicación las reglas de la sucesión
intestada.
Así ocurrirá:
b) Cuando es nula alguna de sus cláusulas, por ejemplo, porque contiene disposiciones
en favor de incapaces.
En los casos en que sólo una de las varias disposiciones testamentarias sean ineficaces, la
sucesión será intestada respecto del objeto de la asignación ineficaz, pasando a tener lugar
la sucesión mixta, esto es, intestada en lo referente a los bienes objeto de la asignación nula
y testamentaria en las restantes asignaciones válidas.
Pese a que el testador dispuso con arreglo a la ley, pueden no llegar a tener efecto sus
disposiciones. Como es claro, en este caso no se trata de que la ineficacia provenga de la
disconformidad a derecho de dichas disposiciones (porque nos encontraríamos en el caso
anterior) son en el caso en que dichas disposiciones no obstante encontrarse conforme a
derecho no tuvieron efecto.
c) Cuando se otorgó un testamento privilegiado y éste caducó por alguna de las causas
que señala la ley.
EL DERECHO DE REPRESENTACIÓN
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"Se sucede abintestato, ya por derecho personal, ya por derecho de representación" (art.
984, inc. 1°).
Suceder por derecho personal significa hacerla a nombre propio, proprio nomine, di-
rectamente, como consecuencia de la situación que realmente se ocupa dentro de la familia
del difunto.
Suceder por representación significa suceder en lugar de otra persona, ocupando su sitio,
sustituyéndola en virtud de la autorización de la ley.
Por ejemplo, una persona fallece dejando un hijo y un nieto cuyo padre ha muerto con
anterioridad.
Hijo y nieto son descendientes, pero de distinto grado, y la regla es que los parientes de
grado más próximo excluyan a los de grado más remoto. El hijo excluiría al nieto. No
podría el nieto suceder al abuelo a través de su padre porque éste falleció antes y era, por lo
mismo, incapaz de suceder (art. 962, inc. 1°). Para que el nieto suceda es menester
acercarlo al abuelo, que ocupe el lugar de su padre, vacante por la muerte de éste; así podrá
compartir la herencia con su tío. Tal es el derecho de representación.
Definición
Define la representación el art. 984: "La representación es una ficción legal en que se
supone que una persona tiene el lugar y por consiguiente el grado de parentesco y los
derechos hereditarios que tendría su padre o madre, si éste o ésta no quisiese o no pudiese
suceder".
Es una ficción porque se supone el hecho irreal de que una persona ocupa un lugar y tiene
un grado de parentesco que, en verdad, no le corresponde. Sin embargo se critica la
denominación ficción, pues se señala que es la ley la que llama al representante en vez del
representado.
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Esta conclusión fluye de la ubicación del art. 984 entre las reglas de la sucesión intestada y
se confirma con el texto de la disposición.
El art. 1162 prescribe que si falta el asignatario descendiente del testador, "los
descendientes del asignatario no por eso se entenderán sustituidos a éste", salvo que el
testador haya manifestado voluntad contraria.
a) Con arreglo al art. 1064, en las asignaciones testamentarias que se hacen indetermi-
nadamente a los parientes, se entienden llamados los consanguíneos de grado más próximo,
según el orden de la sucesión intestada, "teniendo lugar el derecho de representación en
conformidad a las reglas legales". Por ejemplo el testamento dispone “dejo un cuarto de
mis bienes a mis parientes”. En tal caso, se entienden llamados los consanguíneos de grado
más próximo según las reglas de la sucesión intestada y tiene lugar el derecho de
representación. Hay quienes no ven en este caso ninguna excepción debido a que hay
remisión expresa a las normas de la sucesión intestada, dentro de las cuales está el derecho
de representación.
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anterior, algunos autores estiman que en este caso no hay ninguna excepción debido a que
hay remisión expresa a las normas de la sucesión intestada.
El derecho de representación exige que falte el representado, bien sea porque no quiere o no
puede suceder. El representante ocupa el lugar que el representado ha dejado vacante.
No puede suceder el representado por diversas causas: porque es incapaz, indigno o ha sido
desheredado; no quiere suceder, cuando repudia la herencia.
El art. 987, inc. 2° prescribe que "se puede asimismo representar al incapaz, al indigno, al
desheredado, y al que repudió la herencia del difunto".
Cabe agregar a este respecto que el CC ha regulado en el art. 250 Nº3 el denominado
peculio adventicio extraordinario, el cual tiene lugar precisamente para cuidar que el padre
titular de patria potestad no tenga el derecho legal de goce (y por ende la administración) de
las herencias o legados que hayan pasado al hijo por incapacidad, indignidad o
desheredamiento de él.
Entre los ascendientes se aplica inexorablemente la regla de que el pariente de grado más
próximo excluya al de grado más remoto. Si hay un solo ascendiente de grado más
próximo, éste sucederá exclusivamente. Tal es la regla del art. 989.
El difunto, por ejemplo, deja madre y abuelos paternos; no cabe la representación en favor
de los abuelos con la consecuencia de que la madre lo lleva todo.
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ley.
El art. 986 prescribe: "Hay siempre lugar a la representación en la descendencia del di-
funto, y en la descendencia de sus hermanos”.
El art. 986, inc. 2°, añade: "Fuera de estas descendencias no hay lugar a la
representación”.
Ejemplos:
Primer ejemplo.
Segundo ejemplo.
El difunto X deja dos hermanos A y B y dos sobrinos C y D, hijos de B fallecido antes que
el causante. Como en el ejemplo anterior C y D son hijos de B. B es hermano del causante
X.
Verdad es que el representante ocupa el lugar del representado, pero quien realmente
sucede es el representante. Por esto debe ser personalmente hábil para recoger la asig-
nación.
En otros términos, para suceder por representación es menester ser capaz y digno como si
se sucediera por derecho personal al causante.
Los derechos que el representante es llamado a recoger son los que habrían correspondido
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El art. 987 dispone expresamente: "Se puede representar al ascendiente cuya herencia se
ha repudiado";
Efectos de la representación.
El representante ocupa el lugar y se reputa que tiene el parentesco y los derechos heredita-
rios del representado; por lo mismo, no puede tener más derechos que los que a éste habrían
correspondido.
Una consecuencia lógica es que los que suceden por representación heredan por estirpes o
troncos, o sea, cualquiera que sea el número de los representantes tocarán entre todos la
porción que hubiera correspondido al representado.
Así lo dispone el art. 985, inc. 1°: "Los que suceden por representación heredan en todos
casos por estirpes, es decir, que cualquiera que sea el número de los hijos que representan
al padre o madre, toman entre todos y por iguales partes la porción que hubiera cabido al
padre o madre representado".
En cambio, los que heredan por derecho personal suceden por cabezas, "esto es, toman
entre todos y por iguales partes la porción a que la ley los llama", salvo que la misma ley
señale otra forma de división (art. 985, inc. 2°).
Una forma de división diversa señala el art. 990. Concurriendo hermanos de doble conjun-
ción con hermanos paternos o maternos, aquéllos tocarán el doble que éstos.
Ejemplos
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El difunto deja un hijo A y dos nietos C y D. A sucederá por cabeza, mientras que C y D
sucederán por estirpes. A recibirá la mitad y la otra mitad se dividirá, en iguales partes,
entre C y D.
El difunto deja cinco nietos, de los cuales dos son hijos de A y tres de B, premuertos
ambos. La herencia se dividirá en dos partes. C y D dividirán por dos la porción que pudo
corresponder a A. E, F y G dividirán por tres la porción que habría tocado B.
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ORDENES DE SUCESIÓN
El sistema de órdenes.
Por esto, para determinar los derechos hereditarios de una persona es preciso examinar a
qué orden pertenece y no el grado de parentesco que la liga al causante.
Pero, dentro de cada orden, el grado de parentesco es decisivo. Los parientes de grado más
próximo excluyen a los de grado más lejano, salvo que intervenga el derecho de
representación en favor de la descendencia que la hace mejorar de grado.
Dentro de cada orden, hay herederos que fijan el orden y le dan su nombre y otros que sim-
plemente concurren con ellos. Por ejemplo, el segundo orden de sucesión se denomina del
cónyuge y ascendientes.
Para pasar de un orden al siguiente es menester que falten todos los parientes que fijan el
orden. Por esto, si en el segundo orden de sucesión faltan los ascendientes y el cónyuge, se
pasará al tercer orden de sucesión.
Órdenes de sucesión.
La ley interpreta el orden presunto de los afectos. Por esto, en líneas generales, la
descendencia prefiere a la ascendencia y la ascendencia prefiere a la línea colateral.
Está compuesto por los hijos y el cónyuge sobreviviente. El artículo 988 dispone que “los
hijos excluyen a todos los otros herederos, a menos que hubiere también cónyuge
sobreviviente, caso en el cual éste concurrirá con aquéllos" (inc. 1°). Los hijos pueden ser
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también representados (art. 986). Por ello es que este orden puede denominarse, también,
de los "descendientes".
En conformidad a lo dispuesto en el artículo 988 los hijos excluyen a todos los otros
herederos, a menos que hubiere también cónyuge sobreviviente, caso en el cual éste
concurrirá con aquéllos.
El cónyuge sobreviviente recibirá una porción que, por regla general, será:
a) Si hay varios hijos: el equivalente al doble de lo que por legítima rigorosa o efectiva
corresponda a cada hijo; o,
Por ejemplo, si concurren el cónyuge y tres hijos del causante, el cónyuge se cuenta por dos
y le corresponden los dos quintos de la herencia y a cada uno de los hijos un quinto.
b) Si hubiere sólo un hijo, la cuota del cónyuge será igual a la legítima rigorosa o
efectiva de ese hijo.
La herencia se divide por igual entre todos ellos, sean de filiación matrimonial como no
matrimonial. Asimismo, el cónyuge sobreviviente que por su culpa hubiere causado la
separación judicial, no tendrá parte en la herencia intestada. En conformidad a la Nueva
Ley De Matrimonio Civil, para que opere esta pérdida de derechos hereditarios es necesario
que haya mediado “falta imputable al otro” y que ella constituya una “violación grave de
los deberes y obligaciones que les impone el matrimonio, o de los deberes y obligaciones
para con los hijos, que haga intolerable la vida en común”. Para que se produzca esta
pérdida es necesario además que ella se encuentre ejecutoriada y debidamente subinscrita
para ser oponible a terceros.
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En el caso del matrimonio nulo, es claro que el cónyuge no tiene derechos hereditarios
abintestato debido a que la nulidad implica que el matrimonio nunca existió.
En el caso del matrimonio putativo la doctrina también estima que el cónyuge pierde los
derechos hereditarios, debido a que el matrimonio putativo supone, para producir sus
efectos, la buena fe de los cónyuges; desde el momento en que esta cesa, el matrimonio
deja de producir sus efectos Y esta buena fe es incompatible con la sola notificación de la
demanda de nulidad.
Sin embargo, podría estimarse que hay un caso en el cual sería posible que el cónyuge cuyo
matrimonio ha sido anulado igualmente tiene derechos sucesorios abintestato: cuando la
acción de nulidad se interpone después de la muerte de uno de los cónyuges y el otro se
encontraba de buena fe y cumplía con los demás requisitos del matrimonio putativo.
Finalmente cabe señalar que en el caso de divorcio (con disolución de vínculo), el cónyuge
pierde todos sus derechos sucesorios abintestato, debido a que se extingue el estado civil de
cónyuge (y se adquiere el de divorciado). Así por lo demás lo señala de modo expreso el
art. 60 de la Nueva Ley de Matrimonio Civil.
Si faltan los hijos, personalmente o representados, el artículo 989 dispone que la sucesión
se divida entre el cónyuge sobreviviente y sus ascendientes de grado más próximo.
En este caso la herencia se divide en tres partes, correspondiendo dos tercios para el
cónyuge y un tercio a los ascendientes de grado más próximo. Para el caso de que sólo
exista un solo ascendiente en el grado más próximo, éste lleva toda la porción destinada a
tales parientes, puesto que el grado más cercano excluye a los demás.
Puede ocurrir que sólo haya cónyuge o sólo haya ascendientes. Si sólo hay cónyuge
sobreviviente, toda la herencia es para él, y si sólo hay ascendientes, toda la herencia es
para éstos. Debe tenerse presente que no opera la representación respecto de los as-
cendientes.
Al cónyuge sobreviviente, se aplica la regla del artículo 994, inc. 1 °: si ha dado causa a la
separación judicial por su culpa, ningún derecho tiene en la sucesión intestada.
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artículo 203, esto es, si el hijo, alcanzada su plena capacidad y manifieste por escritura
pública o por testamento su voluntad de restablecerle en ellos.
Los hermanos de doble conjunción son aquellos que son hijos de un mismo padre o madre,
y que en conformidad al art. 41 se llaman hermanos “carnales”. Los de simple conjunción
son sólo hermanos ya por parte del padre, ya por parte de la madre.
Como la representación se aplica a los hermanos, los sobrinos, en ausencia del hermano,
quedan en este orden.
Una vez más, los colaterales de doble conjunción llevan el doble de la porción que los de
simple conjunción. De este modo, pueden heredar los primos del causante. Debe tenerse
presente que esta norma no se refiere a los sobrinos, esto es, a los hijos de los hermanos del
causante, puesto que en ese caso operaría el derecho de representación.
En conformidad al artículo 992, los colaterales de grado más próximo excluirán siempre a
los otros.
Finalmente cabe preguntarse que ocurre con los colaterales por afinidad (por ejemplo el
cuñado). Si bien el art. 992 no dice nada al respecto, se estima que estos colaterales no son
herederos abintestato; así lo ratificaría la historia fidedigna del CC y porque toda la
sucesión abintestato discurre sobre la base de la consanguinidad. Así lo ha declarado
nuestra jurisprudencia desde el año 1951.
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En conformidad al artículo 952 la sucesión puede ser de tres clases: íntegramente intestada;
totalmente testada o puede ser parte testada y parte intestada.
Las reglas legales son supletorias de la voluntad del causante que no llegó a expresarse o se
frustró. Por lo tanto, las normas contenidas en el testamento, arregladas a derecho,
prevalecen. El artículo 996 da una serie de reglas para el caso de una sucesión “mixta”.
El art. 996, inc. 1°, enuncia esta norma: "Cuando en un mismo patrimonio se ha de suceder
por testamento y abintestato, se cumplirán las disposiciones testamentarias, y el remanente
se adjudicará a los herederos abintestato según las reglas generales".
Puede ocurrir que el testamento llame a suceder a personas a quienes la ley también llame a
la sucesión abintestato.
Aplicando la regla del inc. 1° del art. 996, debería cumplirse el testamento y pagarse
primeramente el legado de A. El remanente de $250.000 se distribuiría entre A y B,
correspondiendo a cada uno $125.000. El resultado final sería que A tocaría $175.000 y B
$125.000.
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Es evidente que si la porción que toca a una persona sucediendo por testamento es superior
a lo que le correspondería abintestato, hay que entender que el testador ha querido
favorecerla especialmente.
Consecuente con el sistema del CC, el inc. 3° del art. 996 dispone: "Prevalecerá sobre todo
ello la voluntad expresa del testador, en lo que de derecho corresponda".
La frase final alude a las asignaciones forzosas. La voluntad del testador no corresponderá a
derecho cuando vulnere tales asignaciones.
En conformidad al inciso final del art. 996, la regla del inciso primero se aplicará una vez
enteradas totalmente, a quienes tienen derecho a ellas, las legítimas y mejoras de la
herencia.
LA SUCESION TESTADA
La expresión testamento se hace derivar de las voces latinas testadio y mentis, que
significarían testimonio de la voluntad. Ulpiano lo definía como la “contestación justa de
nuestra mente hecha solamente para que valga después de nuestra muerte”.
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El art. 999 define el acto testamentario: “El testamento es un acto más o menos solemne, en
que una persona dispone del todo o de una parte de sus bienes para que tenga pleno efecto
después de sus días, conservando la facultad de revocar las disposiciones contenidas en él
mientras viva”.
Características.
Por otra parte el carácter unipersonal se deriva del art. 1003, el cual dispone que “el
testamento es un acto de una sola persona”. La ley prohíbe, pues, los testamentos
denominados conjuntos, mancomunados o de hermandad, que toleraba la legislación
española en ciertos casos. Tampoco se aceptan las disposiciones captatorias (art. 1059);
1. Porque así queda una prueba preconstituida de cuál fue la real voluntad del testador,
y
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El carácter solemne explica el contenido de los arts. 1000 y 1002. En virtud del primero,
toda liberalidad que no se haga perfecta sino por la muerte del otorgante es un testamento y
está sujeto a sus formalidades (salvo las donaciones revocables entre cónyuges). Por su
parte el art. 1002 establece que las cédulas o papeles a que se refiera el testador en el acto
testamentario, no se miran como partes de él, aunque el testador lo ordene.
El testamento es un acto en que el testador dispone para después de su muerte; está llamado
a producir pleno efecto después de sus días.
En vida del testador, el testamento es sólo un proyecto; se reputa que persevera en él,
mientras no manifieste una voluntad contraria. La muerte transforma este proyecto en la
definitiva e irrevocable expresión de la voluntad del testador.
El carácter mortis causa del testamento ha de entenderse referido sólo a las disposiciones de
bienes contenidas en él en el caso que contenga otros actos o declaraciones. Por ello en
algunos casos los efectos de dichos actos se producen, no a la muerte del causante, sino una
vez prestada la voluntad en el acto testamentario, como ocurre con el reconocimiento de un
hijo.
El art. 999 sugiere que un acto que no contenga disposición alguna de bienes no sería
testamento. Sin embargo, el testamento tiene necesariamente por contenido también
declaraciones, como ocurre con aquellas que la ley ordena hacer (por ejemplo el nombre y
apellido del testador) u otras que la ley permite hacer, como el reconocimiento de un hijo.
De este modo, la norma legal sólo ha querido señalar la finalidad fundamental del
testamento, que puede servir para otros fines: reconocimiento de un hijo no matrimonial
(art. 187 N° 4), nombramiento de partidor (art. 1324), designación de un tutor o curador
(art. 353).
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Como todo acto jurídico, el testamento requiere la concurrencia de los requisitos generales
que condicionan la validez de tales actos.
Menester es distinguir entre requisitos internos y externos. Los primeros dicen relación con
la capacidad de testar y con la voluntad del testador que ha de estar exenta de vicios. Los
segundos se refieren a la manera como el testamento debe ser otorgado, a las formalidades
o solemnidades de que está revestido.
I. CAPACIDAD DE TESTAR
El art. 1446 dispone que toda persona es legalmente capaz con excepción de aquellas que la
ley declara incapaces. La capacidad, pues, es la regla; la incapacidad es la excepción.
Por esta causa las incapacidades son de derecho estricto y el estudio de la capacidad de
testar se traduce en el examen de las excepciones a la regla general, de las incapacidades
para otorgar testamento.
Los actos del demente interdicto son nulos y no es admisible la prueba de que se encontraba
en un intervalo lúcido (art. 465, inc. 1°);
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c) Son inhábiles los que actualmente no estuvieren en su sano juicio por ebriedad u
otra causa.
Comprende esta inhabilidad al demente no interdicto. Pero sus actos serán válidos, a menos
de probarse que se encontraba en estado de demencia, al tiempo de ejecutar el acto (art.
465, inc. 2°).
La regla es más amplia que la anterior porque comprende a toda persona que no se
encuentre en su sano juicio. No se requiere una privación habitual o permanente de razón.
Basta la privación actual o contemporánea al otorgamiento del testamento, ya por ebriedad,
drogadicción, hipnosis, etc.
Concuerda con esta causal el art. 1060 que dice que no vale ninguna disposición
testamentaria que se dé a conocer por un sí o un no, o por un signo de afirmación o
negación, contestando a una pregunta.
La enumeración anterior es taxativa y el inciso final del art. 1005 advierte que “las
personas no comprendidas en esta enumeración son hábiles para testar”. Por tanto, son
capaces los menores adultos y el CC expresamente ha dicho que no requieren autorización
del padre o madre (art. 262).
Serán igualmente hábiles los pródigos puestos en interdicción de administrar sus bienes.
El testamento, como todo acto jurídico, requiere una voluntad exenta de vicios (art. 1445).
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a) La fuerza.
El art. 1007 dispone: “El testamento en que de cualquier modo haya intervenido la fuerza,
es nulo en todas sus partes”.
La disposición plantea dos cuestiones importantes que se refieren a los caracteres que debe
reunir la fuerza para viciar la voluntad y a la sanción que acarrea:
a) Conforme a las reglas generales, la fuerza debe ser grave, esto es, capaz de producir
una impresión fuerte en una persona de sano juicio, atendidos su edad, sexo o condición,
como aquella que infunde a una persona un justo temor de verse expuesta ella, su cónyuge,
sus ascendientes o descendientes a un mal irreparable y grave.
La frase en que de cualquier modo haya intervenido la fuerza significa, para algunos
autores, que la ley se ha apartado de la regla general en materia de testamentos, de modo
que bastaría para viciar la voluntad cualquiera presión en el ánimo del testador que le prive
de su plena libertad (Claro Solar). Para otros esta frase implicaría incluir al temor
reverencial como vicio del consentimiento.
Pero la frase no parece significar que la fuerza, por leve que fuere, viciará el testamento,
sino que ésta puede operar en los hechos de cualquier forme o manera. La Corte Suprema
ha dicho que la fuerza que influye en la validez del testamento no puede ser otra que la que
es capaz de privar de libertad al testador, tomando en cuenta la naturaleza del hecho en que
consiste la fuerza, en relación con el estado, sexo o condiciones del testador;
Tal es la conclusión que se desprende, en primer término, del sistema legal en materia de
nulidades. El art. 1682 señala las causales de nulidad absoluta y termina expresando que
todo otro vicio produce nulidad relativa y da derecho a la rescisión del acto o contrato.
Corrobora este aserto la historia de la ley. En los Proyectos la fuerza no viciaba de nulidad
las disposiciones que no fueron obtenidas gracias a ella. El legislador cambió de criterio y
declaró nulo el testamento en todas sus partes, o sea, en su totalidad.
b) El error.
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En materia de error el art. 1058 establece esta regla general: “La asignación que pareciere
motivada por un error de hecho, de manera que sea claro que sin este error no hubiera
tenido lugar, se tendrá por no escrita”.
De esta clase es siempre el error en la persona. Por regla general, el error en la persona no
vicia el consentimiento, a menos que la consideración de ella sea determinante del acto,
como sucede en el testamento y demás actos gratuitos.
Por ejemplo, si se deja un legado a una persona, en señal de gratitud por un servicio
prestado al testador y resulta que el asignatario no ha prestado servicio alguno, no valdrá la
asignación.
En cuanto a la sanción a esta clase de vicio se sostiene que sería la nulidad absoluta
debido a que el art. 1058 señala que la disposición se tendrá por “no escrita”, lo que
equivale a decir que es inexistente, o bien nula absolutamente de no aceptarse la teoría de la
inexistencia. Por otra parte esta nulidad será parcial, pues sólo afecta a la cláusula
testamentaria en que incide.
Una lógica consecuencia del art. 1058 señala el art. 1132. Si el testador manda pagar lo que
cree deber y no debe, no vale la disposición. Si manda pagar más de lo debido, no se deberá
el exceso, a menos que aparezca la intención de donarlo.
c) El Dolo.
Nada dice el legislador del dolo como vicio de la voluntad en los testamentos. Solamente
declara indigno de suceder al que por fuerza o dolo obtuvo una disposición testamentaria
del difunto (art. 968, N° 4) o faculta para desheredarlo (art. 1208 Nº3).
La aplicación de las reglas generales resulta impracticable porque, con arreglo al art. 1458,
el dolo vicia el consentimiento cuando es determinante del acto y obra de una de las partes.
Es obvio que el dolo no podrá cumplir con este segundo requisito en el testamento y, en
general, en los actos unilaterales.
Pero es claro que el dolo también vicia la voluntad en los actos unilaterales. Viciará la
voluntad el dolo que es determinante en el testamento.
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El “testamento solemne es aquel en que se han observado todas las solemnidades que la
ley ordinariamente requiere” (art. 1008, inc. 2º). El testamento solemne puede ser otorgado
en Chile o en país extranjero.
Otorgado en Chile, puede ser abierto o cerrado. “Testamento solemne abierto, nuncupativo
o público, es aquel en que el testador hace sabedores de sus disposiciones a los testigos”
(inc. final del art. 1008, parte primera). “Testamento solemne cerrado es aquel en que no es
necesario que los testigos tengan conocimiento de ellas” (inc. final del art. 1008, parte
final).
“El testamento menos solemne o privilegiado es aquel en que pueden omitirse alguna de
las solemnidades, por consideración a circunstancias particulares expresamente
determinadas por la ley” (art. 1008, inc. 3º). Son especies de testamento menos solemnes o
privilegiados: el verbal, el militar y el marítimo (art. 1030).
a) Debe ser escrito. El art. 1011 dispone “El testamento solemne es siempre escrito”.
Dicho testamento escrito debe además contener ciertas menciones que la ley ordena
señalar.
El art. 1012 declara que no pueden ser testigos de un testamento solemne otorgado en
Chile:
1) Los menores de 18 años;
2) Interdictos por causa de demencia;
3) Los actualmente privados de razón;
4) Los ciegos;
5) Los sordos;
6) Los mudos;
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Sobre estas disposiciones cabe observar que para acreditar la inhabilidad del demente
interdicto bastará probar la interdicción; en cambio, si se trata de un demente no interdicto,
quien alegue la inhabilidad del testigo deberá demostrar la demencia actual, esto es,
contemporánea del testamento.
- Habilidad putativa.
La habilidad putativa no podrá servir sino a uno solo de los testigos y requiere la
concurrencia de varios requisitos que señala el art. 1013.
De esta suerte, es menester:
c) Que la opinión que considera hábil al testigo sea general y se funde en hechos
concretos y públicos.
b) Un testigo, a lo menos, debe saber leer y escribir, cuando concurren tres y dos
cuando concurren cinco.
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El art. 1015 establece que “lo que constituye esencialmente el testamento abierto, es el acto
en que el testador hace sabedores de sus disposiciones al escribano, si lo hubiere, y a los
testigos”.
El testamento solemne abierto puede otorgarse ante notario o funcionario que haga sus
veces y tres testigos, o ante cinco testigos.
El art. 1014, inc.1°, establece que el testamento abierto se puede otorgar “ante competente
escribano” y tres testigos. El término escribano equivale actualmente al de notario.
Añade el art. 1014, en su inc. 2°, que puede hacer las veces de notario el juez de letras del
territorio jurisdiccional del lugar de otorgamiento del testamento.
El testamento abierto, como todo testamento solemne, debe constar por escrito. No es
menester que se escriba el testamento en presencia del notario y de los testigos. Lo
corriente y práctico será que el testador lleve escrito el testamento o haya enviado
previamente un borrador al notario para su escrituración. Sobre el particular, el art. 1017,
inc.1°, establece: “El testamento abierto podrá haberse escrito previamente”.
Dice el art. 1016: “En el testamento se expresarán el nombre y apellido del testador; el
lugar de su nacimiento; la nación a la que pertenece; si está o no avecindado en Chile, y si
lo está, la comuna en que tuviere su domicilio; su edad; la circunstancia de hallarse en su
entero juicio; los nombres de las personas con quienes hubiere contraído matrimonio, de
los hijos habidos en cada matrimonio, de cualesquiera otros hijos del testador, con
distinción de vivos o muertos; y el nombre, apellido y domicilio de cada uno de los testigos.
Se ajustarán estas designaciones a lo que respectivamente declaren el testador y testigos.
Se expresarán asimismo el lugar, día, mes y año del otorgamiento; y el nombre, apellido y
oficio del escribano, si asistiere alguno”. A estas enunciaciones el art. 414 del Código
Orgánico de Tribunales añade la indicación de la hora.
Constituye esencialmente el testamento abierto el acto por el cual el testador hace saber al
notario y testigos sus disposiciones testamentarias. Este conocimiento se obtiene mediante
la lectura del testamento.
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Por este motivo el art. 1017, inc. 2° dispone que el testamento “será todo él leído en alta
voz por el escribano, si lo hubiere, o a falta de escribano por uno de los testigos, designado
por el testador a este efecto”.
El testamento, pues, debe leerse por el notario o funcionario que haga sus veces; si se trata
de un testamento otorgado solamente ante cinco testigos, procederá a su lectura el testigo
que designe el testador.
El acto termina con las firmas de los presentes. El art. 1018, inc.1°, expresa: “Termina el
acto por las firmas del testador y testigos, y por la del escribano, si lo hubiere”.
Prevé la disposición el caso de que el testador no sepa o no pueda firmar. En tal evento “se
mencionará en el testamento esta circunstancia expresando la causa” (art. 1018, inc. 2°).
Si fuere alguno de los testigos el que no sabe o no puede firmar “otro de ellos firmará por
él y a ruego suyo, expresándolo así” (art. 1018, inc. 3°).
Testamento del ciego, del sordo o del sordomudo que puedan darse a entender
claramente, aunque no por escrito.
El art. 1019 dispone que los ciegos, sordos o sordomudos que pueden darse a entender
claramente, “sólo podrán testar nuncupativamente”.
a) Debe ser otorgado “ante escribano, o funcionario que haga las veces de tal” y tres
testigos. Por tanto, estas personas no pueden testar ante cinco testigos;
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b) El testamento está sometido a una doble lectura. En el caso del ciego deberá ser
leído en alta voz dos veces: la primera por el escribano o funcionario, y la segunda por uno
de los testigos elegido al efecto por el testador. Tratándose del sordo o del sordomudo,
ambas lecturas deberán efectuarse, además, ante un perito o especialista en lengua de señas,
quien deberá, en forma simultánea, dar a conocer al otorgante el contenido de la misma.
Respecto de la persona que no sabe leer ni escribir, el art. 1022 prescribe: “El que no
sepa leer y escribir no podrá otorgar testamento cerrado”. A contrario sensu, esta persona
deberá otorgar testamento abierto.
La regla es lógica porque el testamento cerrado debe estar escrito o, a lo menos, firmado
por el testador. Este testamento abierto del que no sabe leer y escribir está sometido a las
reglas generales.
Trámites para la ejecución del testamento abierto.
La ejecución del testamento está sujeta a diversos trámites que dependen de la forma de su
otorgamiento.
En resumen, el testamento abierto puede requerir, según los casos, de dos diligencias
previas: la publicación y la protocolización.
Testamento otorgado ante funcionario y otorgado en su registro.
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Tal es el caso del testamento que se otorga ante un juez de letras. Puede ser el caso,
prácticamente excepcional, de un testamento ante notario.
El art. 866 del CPC dispone que “el testamento abierto, otorgado ante funcionario
competente y que no se haya protocolizado en vida del testador, será presentado después
de su fallecimiento y en el menor tiempo posible al tribunal, para que ordene su
protocolización”.
El art. 867 del CPC dispone: “La publicación y protocolización de los testamentos
otorgados sólo ante testigos, se hará en la forma prevenida en el art. 1020 del Código
Civil”.
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Si uno o más de los testigos no comparece, por su ausencia u otro impedimento, bastará que
los testigos presentes reconozcan sus firmas, la del testador y la del testigo o testigos
ausentes (art. 1020, inc. 3°).
En caso necesario, siempre que el juez lo estime conveniente, podrán ser abonadas las
firmas del testador y de los testigos ausentes por declaraciones juradas de otras personas
fidedignas (art. 1020, inc. 4°).
Establecida la autenticidad de las firmas del testador y testigos, el juez debe poner su
rúbrica al principio y fin de cada página del testamento (art. 1020, inc. 5º).
Puede el testador, si lo desea, dar a conocer sus disposiciones; pero no es de rigor que lo
haga, como en el testamento abierto.
El art. 1023 dispone que “lo que constituye esencialmente el testamento cerrado es el acto
en que el testador presenta al escribano y testigos una escritura cerrada, declarando que
en ella se contiene su testamento”.
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El testamento solemne abierto puede otorgarse ante notario o funcionario que haga sus
veces y tres testigos o ante cinco testigos. El testamento solemne cerrado, en cambio, sólo
puede otorgarse de una manera: ante notario o quien haga sus veces y tres testigos.
El art. 1021 establece que el testamento solemne cerrado debe otorgarse ante un escribano y
tres testigos. Podrá hacer las veces de escribano el respectivo juez letrado.
El art. 1023, inc. 2º, establece que el testamento deberá estar escrito o a lo menos firmado
por el testador. Hay que observar que en el testamento cerrado se distinguen dos partes: el
testamento mismo o memoria testamentaria y la carátula, sobrescrito o cubierta. La
memoria testamentaria que en verdad constituye el testamento, debe estar escrito o a lo
menos firmado por el testador. Al respecto pueden presentarse tres situaciones:
- Que el testamento esté escrito y firmado por el testador; no hay duda alguna de que
éste es válido;
- Que el testamento esté escrito a mano o a máquina por un tercero y firmado por el
testador. También es inobjetable, pues la ley exige que el testamento esté a lo menos
firmado por éste, y
- Que el testamento esté escrito de puño y letra del testador, pero no esté firmado por
él. Al respecto se plantea la discusión. La opinión dominante es que este testamento sería
válido pero en realidad la letra del precepto parece contrariar semejante interpretación, pues
dice que el testamento debe estar, a lo menos, firmado, indicando con ello que, en todo
caso, deberá haber firma del testador. Otros en cambio sostienen que no es necesario que
esté escrito y firmado por el testador, sino que puede ser lo uno o lo otro.
b) Cierre y sellamiento.
Escrito el testamento, el otorgante lo introduce en un sobre. El art. 1023 inc. 3º dispone que
el sobrescrito o cubierta del testamento estará cerrado o se cerrará exteriormente de manera
que no pueda extraerse el testamento sin romper la cubierta.
De este modo se garantiza que la memoria testamentaria sea la misma que el testador
escribió o a lo menos firmó y colocó bajo cubierta. Queda al arbitrio del testador estampar
un sello o marca o emplear cualquier otro medio que tienda a asegurar la inviolabilidad de
la cubierta. En la práctica, el notario procede a lacrar el sobre o cubierta y estampa su
timbre en el lacre.
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La presentación del sobre cerrado debe ser hecha por el testador al notario y testigos. Debe
ser hecha de viva voz y en términos tales que el notario y los testigos le vean, oigan y
entiendan. Los mudos podrán hacer esta declaración escribiéndola en presencia del notario
y de los testigos.
El acto de otorgamiento del testamento termina por la firma del testador y de los testigos y
por la firma y sello del Notario sobre la cubierta (art. 1023 inc. 6º), de modo que en el
testamento cerrado pueden existir dos firmas del testador: la del testamento mismo, que se
discute si puede faltar o no y la de la carátula, que es esencial.
El testador puede llevarse el testamento cerrado o dejarlo en Notaría. Como una medida de
seguridad, para evitar que el testamento se pierda o destruya, es conveniente protocolizarlo.
El art. 1023, inciso final, establece que durante el otorgamiento no habrá interrupción
alguna sino en los breves intervalos que algún accidente lo exigiere. Esta regla está
inspirada en el propósito de evitar las influencias de extraños durante el otorgamiento del
acto testamentario.
Señala el art. 1023, inciso final, una regla análoga a la que contempla el art. 1015, inc. 2º,
para los testamentos abiertos: durante el otorgamiento estarán presentes, además del
testador, un mismo escribano y unos mismos testigos.
Las personas que no pueden entender o ser entendidas de viva voz solamente pueden
otorgar testamento cerrado (art. 1024, inc. 1º). Tal es el caso del sordomudo que sólo puede
darse a entender por escrito y de las personas que hablen un idioma que no entienden el
Notario y testigos.
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1. Por regla general no pueden ser testigos las personas que no entienden el idioma del
testador, la norma no rige en este caso (art. 1012 Nº 11).
Por su misma naturaleza, el testamento cerrado requiere que se abra para recibir ejecución.
El art. 869 del CPC establece que puede pedir la apertura, publicación y protocolización del
testamento cualquiera persona capaz de parecer en juicio por sí misma. Conviene recordar
que se hace indigno de suceder el que detiene u oculta el testamento del difunto (art. 968 Nº
5). El peticionario deberá acreditar la muerte natural o presunta del testador (art. 1010).
El art. 1025, inc. 1º, dispone que el testamento cerrado, antes de recibir su ejecución será
presentado al juez. Conforme a la regla general del art. 1009, será juez competente el del
último domicilio del testador.
Pero el CPC establece que si el testamento se ha otorgado ante Notario que no sea el del
último domicilio del testador, podrá ser abierto ante el juez del territorio jurisdiccional a
que pertenezca dicho Notario (art. 868 del CPC). El juez del lugar en que se otorgó el
testamento procederá por delegación del juez del último domicilio.
La apertura del testamento requiere que previamente el notario y testigos reconozcan sus
firmas y la del testador. Es preciso, además, que estas mismas personas declaren que, a su
juicio, el testamento se encuentra cerrado y sellado como al tiempo de su otorgamiento.
El art. 1025, inc. 2º, prescribe: “No se abrirá el testamento sino después que el escribano y
testigos reconozcan ante el juez su firma y la del testador, declarando además si en su
concepto está cerrado, sellado o marcado como en el acto de la entrega”.
En caso necesario, si el juez lo estimare conveniente, podrán ser abonadas las firmas del
notario y testigos ausentes por declaraciones juradas de otras personas fidedignas (art.
1025, inc. 5º).
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Así ocurrirá cuando hayan fallecido el notario y testigos o cuando sus testimonios no
establezcan fehacientemente la autenticidad de las firmas del notario o testigos ausentes
De estas diligencias habrá de levantarse el acta correspondiente que será suscrita por el
juez, por el notario, por los testigos, y por el secretario del juzgado. Cuando el testamento
se abra ante un juez que no sea el del último domicilio, el original, junto con las diligencias
de apertura, se remitirá a este juez, y se dejará archivada además una copia autorizada en el
protocolo del notario que autorizó el testamento (art. 868 del CPC).
Reconocidas las firmas y la integridad del testamento, se abre el sobre y el juez rubrica el
testamento al fin y al principio de cada hoja, y lo manda protocolizar ante el Notario que lo
autorizó o ante aquel que el juez designe. El art. 420 Nº 1 del COT. dispone que valdrán
como instrumentos públicos desde su protocolización “Los testamentos solemnes cerrados
y abiertos en forma legal”.
La protocolización está sujeta a la regla especial de los arts. 1020, inc. 5º, del C.C. y 417
del COT., es decir, además de protocolizarse el testamento mismo, también se protocolizan
los antecedentes que lo acompañan, esto es, los trámites de la apertura.
La falta de cualquiera de las solemnidades de que está investido invalida el testamento. Tal
es la regla general del art. 1026, inc.1º, aplicación lisa y llana de la regla general del art.
1682, que sanciona con la nulidad absoluta la omisión de los requisitos o formalidades
prescritos por la ley, en consideración a la naturaleza del acto o contrato: “El testamento
solemne abierto o cerrado, en que se omitiere cualquiera de las formalidades a que deba
respectivamente sujetarse, según los artículos precedentes, no tendrá valor alguno”.
Sin embargo, la ley mitiga el rigor de la citada norma y expresa en el inc. 2º del art. 1026:
“Con todo, cuando se omitiere una o más de las designaciones prescritas en el art. 1016,
en el inc. 5º del 1023 y en el inc. 2º del 1024, no será por eso nulo el testamento, siempre
que no haya duda acerca de la identidad personal del testador, escribano o testigos”. De
este modo, se tolera la omisión de las enunciaciones que se refieren a la individualización
del testador, notario o testigos si, no obstante, la identidad de estas personas no resulta
dudosa.
Pero los arts. 1016, 1023, inc. 5º y 1024, inc. 2º, prescriben además, enunciaciones
relativas a la circunstancia de encontrarse el testador en su sano juicio; al lugar, día, mes,
y año del otorgamiento; a la expresión Testamento o a la equivalente en el idioma que
prefiera, que debe contenerse en el testamento cerrado de la persona que no puede
entender o ser entendida de viva voz. ¿Qué sanción acarrea la omisión de estas
menciones? Para algunos la omisión de cualquiera solemnidad que no diga relación con la
identidad de los protagonistas del testamento acarrea su nulidad:
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a) Desde luego, la condición que pone el inc. 2º del art. 1026 de que las omisiones no
hagan dudosa la identidad del testador, notario y testigos, indica que las enunciaciones
omitidas deben referirse necesariamente a dicha identidad, y
b) De otro modo, con el pretexto de que no es dudosa tal identidad, tendría que
admitirse que es posible omitir menciones tan fundamentales como las del día, mes, y año
del otorgamiento, esto es, que el testamento puede carecer por completo de fecha. La fecha,
entretanto, es indispensable para juzgar sobre la habilidad de los testigos, sobre la validez
del acto testamentario y, especialmente, para decidir, en presencia de varios testamentos,
cuál debe prevalecer.
Otros apoyándose en el tenor literal de la norma señalan que no hay nulidad si no hay duda
sobre la identidad de las personas que en él intervienen.
Capítulo aparte merece la omisión de la hora. El art. 1026 sanciona la falta de las
solemnidades prescritas en los artículos precedentes y la exigencia de la indicación de la
hora se encuentra en el COT. Pero para concluir que el testamento es nulo basta la regla
general del art. 1682. Abeliuk piensa que la nulidad no es aplicable, y que sólo procederían
las sanciones que la ley establece para los Notarios que faltan a sus deberes. El testamento
en sí mismo no sería atacable por esta sola circunstancia.
REGISTRO DE TESTAMENTOS
Con el fin de impedir que por desconocimiento o mala fe se tramite como intestada una
posesión efectiva que no lo es, y que en consecuencia la herencia termine en manos de
quienes no son los herederos, diversas leyes han dispuesto que los testamentos deben
inscribirse en diversos índices o registros.
El art. 431 del COT. dispone: “El notario llevará un libro índice público, en el que anotará
las escrituras por orden alfabético de los otorgantes; y otro privado en el que anotará, en
la misma forma, los testamentos cerrados con indicación del lugar de su otorgamiento y
del nombre y domicilio de sus testigos.
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Por su parte el art. 439 señala que el hecho de haberse otorgado un testamento abierto o
cerrado ante notario u otros funcionarios públicos que hagan sus veces, deberá figurar, sin
perjuicio de su inserción en los índices a que se refiere el artículo 431, en un Registro
Nacional de Testamentos, que estará a cargo y bajo la responsabilidad del Servicio de
Registro Civil e Identificación. Igualmente, deberán figurar en este Registro todos los
testamentos protocolizados ante notario.
Los notarios y los referidos funcionarios deberán remitir al Servicio de Registro Civil e
Identificación, dentro de los diez primeros días de cada mes, por carta certificada, las
nóminas de los testamentos que se hubieren otorgado o protocolizado en sus oficios,
durante el mes anterior, indicando su fecha, el nombre y rol único nacional del testador y la
clase de testamento de que se trata.
El art. 1027 dispone: “Valdrá en Chile el testamento escrito, otorgado en país extranjero,
si por lo tocante a las solemnidades se hiciere constar su conformidad a las leyes del país
en que se otorgó, y si además se probare la autenticidad del instrumento respectivo en la
forma ordinaria”.
De esta disposición fluyen las condiciones necesarias para el valor del testamento:
El art. 1027 establece que el testamento debe ser escrito. Esto implica una alteración parcial
del principio de Derecho Internacional Privado lex locus regit actum, pues aún cuando la
ley del lugar de otorgamiento del testamento admitiese la forma verbal para otorgar el
testamento, él no tendrá valor en Chile al no ser escrito.
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b) Prueba de la autenticidad.
La autenticidad del testamento se refiere al hecho de haber sido realmente otorgado por la
persona y en la forma que en él se expresa (art. 17).
El testamento debe observar las solemnidades que establece la ley del país de su
otorgamiento. Si por inobservancia de tales formas no fuere válido en el extranjero,
tampoco será válido el testamento en Chile.
Para esta prueba son admisibles todos los medios que la ley franquea. La prueba pericial es
particularmente adecuada (art. 411 del CPC).
Hay quienes piensan que tal testamento carece de valor en Chile, pues el art. 1027 exige
probar la autenticidad del testamento otorgado en país extranjero, lo cual evoca la idea de
instrumento público.
- Uno, porque la única exigencia de fondo que contiene el art. 1027 para la validez en Chile
del testamento otorgado en país extranjero, es que sea escrito, y el testamento ológrafo es
típicamente un instrumento escrito, pues ha sido fechado, firmado, y escrito de puño y letra
por el testador.
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otorga, también lo tendrá en Chile. Cierto que el art. 17 citado aplica este principio sólo
respecto a los instrumentos públicos, pero si el legislador lo declaró expresamente en este
caso, fue solamente por ser el único que podía presentar dificultades. Así lo confirma la
historia fidedigna del establecimiento de la ley, pues el art. 17, fue tomado por don Andrés
Bello del Código de Lousiana el cual se refiere a ambas clases de instrumentos. Si Bello se
refirió sólo al público, fue por la razón antedicha. La Corte Suprema ha reconocido la
validez del testamento ológrafo otorgado en país extranjero (R.D.J., t. XXV, sec. 1ª, p.
106).
Solamente pueden testar en el extranjero, con arreglo a las leyes chilenas, “un chileno, o un
extranjero que tenga domicilio en Chile” (art. 1028, Nº 1).
En esta clase de testamentos sólo pueden actuar como testigos los chilenos y los extranjeros
que tengan domicilio en la ciudad donde se otorgue el testamento (art. 1028 Nº 3). Esta
exigencia tiene por objeto facilitar la prueba, en caso de controversia. El número de los
testigos y las calidades que deben reunir son, obviamente, los que señala la ley chilena.
Salvo las reglas especiales que se refieren a la persona del testador, a la calidad del
funcionario autorizante y de los testigos, etc., el testamento debe observar “las reglas del
testamento solemne otorgado en Chile” (art. 1028, Nº 4).
Sin embargo debe notarse que al exigirse la presencia de ciertas autoridades para el
otorgamiento del testamento, no será posible otorgar en el extranjero un testamento abierto
ante 5 testigos.
Siempre que el testamento no se haya otorgado ante un jefe de legación, deberá llevar el
Visto Bueno de este funcionario, al pie, si fuere un testamento abierto, y en la carátula si
fuere cerrado. Además, si el testamento es abierto, el mismo jefe debe rubricarlo al
principio y fin de cada página (art. 1029, inc. 1º).
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a) Presencia de testigos.
El art. 1031 dispone “En los testamentos privilegiados, podrá servir de testigo toda
persona de sano juicio, hombre o mujer, mayor de 18 años, que vea, oiga y entienda al
testador, y que no tenga la inhabilidad designada en el Nº 8 del art 1012. Se requerirá
además para los testamentos privilegiados escritos que los testigos sepan leer y escribir”.
Como se puede apreciar, la ley es más liberal respecto de la capacidad de estos testigos, ya
que contiene menos incapacidades que las señaladas por el art. 1012 respecto de los
testamentos solemnes.
El art. 1031 concluye expresando, que “bastará la habilidad putativa, con arreglo a lo
prevenido en el art. 1013”.
¿Basta la habilidad putativa de todos los testigos o sólo es tolerable en uno de ellos? La
disposición parece meridianamente clara cuando expresa que la habilidad putativa es
bastante, con arreglo al art. 1013, de modo que esta habilidad no podrá servir sino a uno
sólo de los testigos. Así piensan Claro Solar y Somarriva, en contra Barros Errázuriz.
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El art. 870 del CPC dispone que “Los testamentos privilegiados se someterán en su
apertura, publicación y protocolización a las reglas establecidas por el CC respecto de
ellos”.
En cuanto a la protocolización, el art. 420 del COT. dispone “Una vez protocolizados
valdrán como instrumentos públicos: 3º Los testamentos menos solemnes o privilegiados
que no hayan sido autorizados por Notario, previo decreto del juez competente”.
I. Testamento Verbal.
Testamento verbal es aquel en que el testador hace de viva voz sus disposiciones y
declaraciones a los tres testigos presenciales del acto.
Dicha forma testamentaria sólo puede utilizarse en caso de peligro inminente a la vida del
testador, en términos tales que parezca no haber modo o tiempo de otorgar testamento
solemne.
La ley agrega como requisito de validez del testamento verbal, el que se ponga por escrito
dentro de los treinta días siguientes al otorgamiento (art. 1036). Los arts. 1037, 1038 y 1039
señalan los actos y diligencias necesarios para poner por escrito el testamento, los cuales
consisten básicamente en informaciones y declaraciones de los testigos acerca de ciertos
puntos determinados, la resolución del juez que manda que valgan la declaraciones y
disposiciones como testamento del difunto y la protocolización de dicha resolución.
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El testamento militar abierto debe ser firmado por el testador, por el funcionario que lo
reciba y los testigos, debiendo seguirse las normas señaladas en los arts. 1041 y 1042.
El testamento militar cerrado está sujeto a las mismas reglas que el testamento solemne
cerrado, pudiendo actuar como ministro de fe, un capitán, un oficial de grado superior y un
auditor de guerra (art. 1047). La carátula será visada por el jefe superior de la expedición o
comandante de la plaza y remitida al Ministerio de Defensa Nacional (art. 1045).
El testamento militar verbal es el testamento verbal otorgado por las personas facultadas
para testar militarmente cuando estuvieren en inminente peligro (art. 1046). En este caso el
testamento militar está sujeto a las mismas solemnidades que el testamento verbal.
El testamento marítimo es aquel que puede ser otorgado en alta mar, a bordo de una nave
de guerra chilena o de una nave mercante bajo bandera chilena.
Este testamento puede ser otorgado por toda persona que se hallare a bordo del buque en
alta mar (art. 1051). Se otorga ante un el comandante, o su segundo, o el piloto, si es en
buque mercante, y en presencia de tres testigos.
Al igual que el testamento militar, el testamento marítimo puede adoptar tres formas:
abierto, cerrado o verbal.
El testamento marítimo abierto debe ser firmado por el testador (art. 1048) y se guardará
entre los papeles más importantes de la nave y se dará noticia de su otorgamiento en el
diario (art. 1049).
Los testamentos solemnes, válidamente otorgados, solamente quedan sin efecto en virtud
de su revocación.
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atenuar el rigor de las formas ya no concurre y es lógico entonces que dicho testamento
pierda eficacia y valor.
La caducidad implica que se estima que el testamento no ha sido otorgado, por lo que la
revocación de un testamento otorgada en un testamento privilegiado caducará con el
testamento que la contiene y subsistirá el anterior (art. 1213).
(i) Que el testador fallezca después de treinta días del otorgamiento (art. 1036)
(ii) Que fallecido antes de los treinta días no se pusiere el testamento por escrito con las
formalidades leales, dentro de los treinta días siguientes a la muerte.
Por su parte, el testamento militar caduca si el testador sobreviviere más de noventa días
desde la cesación de las circunstancias que permitían el otorgamiento del testamento
militar.
Por último, el testamento marítimo caduca si el testador sobrevive noventa días después
del desembarque. Para dichos efectos se entenderá por desembarque el pasar a tierra por
corto tiempo para reembarcarse en el mismo buque. (art. 1052).
Las asignaciones o disposiciones testamentarias son las que hace el testamento de una
persona difunta para suceder en sus bienes (art. 953).
Los requisitos para suceder por causa de muerte son de dos clases:
Dice el inc. 1º del art. 1056 en su primera parte que “todo asignatario deberá ser una
persona cierta y determinada, natural o jurídica”.
En cuanto a la certidumbre, el CC insiste en este concepto en los arts. 962 y 963, según los
cuales el asignatario para ser capaz debe existir natural o jurídicamente al tiempo de
deferírsele la asignación.
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Puede también suceder que una asignación esté concebida en términos tales que exista
incertidumbre respecto de la persona a quien ha querido el testador referirse, por ejemplo,
dice el testador que deja un legado de $1.000 a su amigo Pedro, y el causante tenía dos
amigos de ese nombre. En tal evento, el art. 1065 dispone que ninguna de las dos o más
personas, entre las cuales existe la duda, tendrá derecho a la asignación.
La determinación del asignatario en el testamento debe hacerse por el nombre de éste, pero
el art. 1056 declara que la circunstancia de no estar determinado el asignatario en esta
forma no trae consigo la ineficacia de la disposición testamentaria, siempre que el
testamento contenga indicaciones claras que permitan su identificación. Por ello es que se
dice que el asignatario debe estar determinado o ser determinable.
1. Las asignaciones hechas con un objeto de beneficencia. Para estos efectos el art.
1056 dispone que las asignaciones que se hicieren a un establecimiento de beneficencia, sin
designarlo, se darán a Fondo Nacional de Salud (FONASA) la inversión de estas
asignaciones.
Cabe hacer presente que las asignaciones dejadas para el alma del testador tienen idéntica
regulación a las hechas con objeto de beneficencia.
2. Las asignaciones dejadas a los pobres. El art. 1056 en su inciso final dispone que lo
que en general se dejare a los pobres, se aplicará a los de la parroquia del testador.
Determinación de la asignación.
Las asignaciones al igual que los asignatarios deben estar determinadas o ser determinables
(art. 1066). Este precepto no hace sino repetir la clasificación hecha por el art. 951 de las
asignaciones en herencias (asignaciones a título universal) y legados (asignaciones a título
singular) y de éstos en legados de especie o cuerpo cierto y de género.
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consideración a la naturaleza del objeto, a las otras disposiciones del testador, y a las
fuerzas del patrimonio, en la parte de que el testador pudo disponer libremente. El juez hará
la determinación, oyendo al defensor de obras pías y a los herederos; y conformándose en
cuanto fuere posible a la intención del testador.
Las disposiciones captatorias son aquellas en que el testador asigna alguna parte de sus
bienes a condición que el asignatario le deje por testamento alguna parte de los suyos.
Puede suceder que se instituya una asignación a favor de una persona dejando al arbitrio de
un heredero o legatario su cumplimiento. En tal caso el art. 1067 obliga a formular un
distingo según si resulta beneficio para el asignatario en rehusar cumplir la asignación o no.
El provecho de un ascendiente o descendiente, de un cónyuge o de un hermano o cuñado,
se reputará, para el efecto de esta disposición, provecho de dicho heredero o legatario.
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Finalmente cabe consignar que existe una aparente contradicción entre el art. 1067 y el art.
1063, el cual dispone que la elección de un asignatario, sea absolutamente, sea de entre
cierto número de personas, no dependerá del puro arbitrio ajeno. Hay quienes dan primacía
a uno y otro. Un modo de armonizar tales normas es el siguiente: el art. 1067 tiene
aplicación cuando la elección recae en un heredero o legatario, y el art. 1063 para todos los
demás casos.
La regla básica de interpretación del testamento está contenida en el art. 1069, en virtud del
cual prevalece la voluntad claramente manifestada del testador, con tal que no se oponga a
los requisitos y prohibiciones legales. El inciso segundo de la norma recién señalada agrega
que para conocer la voluntad del testador se estará más a la substancia de las disposiciones
que a las palabras de que se haya servido.
Como puede observarse, esta es la misma solución hermenéutica que el artículo 1560 da
para los contratos. Ello lleva a preguntarse si las reglas de interpretación de los contratos
son o no aplicables a los testamentos. La mayoría de la doctrina afirma que tales normas
pueden ser empleadas subsidiariamente en la interpretación del testamento, pero sólo en
aquellos casos en que resulten compatibles con el carácter de acto unilateral que este último
reviste.
Por otra parte cabe apuntar que se discute en doctrina y jurisprudencia acerca de la
admisión de pruebas extrínsecas al testamento mismo para determinar la voluntad del
testador, o si por el contrario debe entenderse que la interpretación debe sujetarse
exclusivamente al análisis de la voluntad expresada bajo la forma testamentaria y con
prescindencia de elementos ajenos al testamento mismo.
La Corte Suprema, en diversos fallos, ha estimado que interpretar el testamento, esto es,
determinar la voluntad real del testador, es cuestión de hecho. En cambio, la misma Corte
Suprema ha dicho que la calificación jurídica de una disposición es cuestión de derecho.
Calificar jurídicamente un disposición es, por ejemplo, determinar si constituye un
usufructo o fideicomiso, si se trata de una herencia o legado, si el heredero es de cuota o
universal, etc. Todo lo cual tiene relevancia para determinar la procedencia del recurso de
casación en el fondo.
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1. ASIGNACIONES CONDICIONALES
El inciso segundo del art. 1070 las define como “aquella que depende de una condición,
esto es, de un suceso futuro e incierto, de manera que según la intención del testador no
valga la asignación si el suceso positivo no acaece o si acaece el negativo”.
Por otra parte se debe tener presente que en conformidad al art. 1079 “Las disposiciones
condicionales que establecen fideicomisos y conceden una propiedad fiduciaria, se reglan
por el título De la propiedad fiduciaria”.
Según la propia definición del art. 1070, la condición debe consistir en un hecho futuro e
incierto (ver art. 1071, 1072).
El Art. 1074 dispone que “La condición impuesta al heredero o legatario de no contraer
matrimonio se tendrá por no escrita, salvo que se limite a no contraerlo antes de la edad
de dieciocho años o menos.”
Por su parte el Art. 1075 señala que se tendrá asimismo por no puesta la condición de
permanecer en estado de viudedad; a menos que el asignatario tenga uno o más hijos del
anterior matrimonio, al tiempo de deferírsele la asignación.
Una excepciones a lo anterior se encuentra en el art. 1077 en virtud del cual la condición de
casarse o no casarse con una persona determinada, y la de abrazar un estado o profesión
cualquiera, permitida por las leyes, aunque sea incompatible con el estado de matrimonio,
valdrán.
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Por ello el inc. 1º del art. 1078 dispone que “las asignaciones testamentarias bajo
condición suspensiva, no confieren al asignatario derecho alguno, mientras pende la
condición, sino el de implorar las medidas conservativas necesarias”.
El inciso final del art. 1078 dispone que, una vez cumplida la condición, el asignatario
condicional no puede solicitar la restitución de los frutos producidos por la cosa asignada
antes de cumplirse la condición, salvo que el testador hubiere dispuesto otra cosa. El art.
1338, Nº 1, consagra igual regla para los legados de especie condicionales.
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El art. 1480 dispone que “si la condición suspensiva es o se hace imposible, se tendrá por
fallida” y el art. 1481 hace aplicable esta disposición aun a las asignaciones testamentarias.
El caso en que se pone el art. 1481 es el de una condición mixta, o sea, que depende tanto
de la voluntad del asignatario como de otra persona, como, por ejemplo, si el testador deja
una asignación sujeta a la condición de que el legatario se case con cierta persona; si ésta
no quiere contraer matrimonio o no puede, verbigracia, por haber fallecido, la condición ha
fallado. Pero si el heredero gravado con el legado ofrece, por ejemplo, dinero a dicha
persona para que no se case, la condición se tiene por cumplida.
Dispone el art. 1080 que “las asignaciones testamentarias pueden estar limitadas a plazos
o días de que dependa el goce actual o extinción de un derecho; y se sujetarán entonces a
las reglas dadas en el título De las obligaciones a plazo, con las explicaciones que se
siguen”.
Las asignaciones a día pueden ser tanto a plazo como condicionales, según si existe o no
incertidumbre en ellas.
Resumiendo lo dicho en los números anteriores, se pueden sentar dos reglas generales:
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1. Las asignaciones desde día son siempre condicionales, salvo que sea desde un día
cierto y determinado o desde día cierto e indeterminado a un establecimiento permanente;
en estos dos casos constituyen asignaciones a plazo.
2. Las asignaciones hasta tal día son, por regla general, constitutivas de un plazo y
representan un usufructo en favor del asignatario, salvo las hasta día incierto e
indeterminado, en las que existe una condición.
ASIGNACIONES MODALES
El art. 1089 esboza una definición de modo, diciendo que “si se asigna algo a una persona
para que lo tenga por suyo con la obligación de aplicarlo a un fin especial, como el de
hacer ciertas obras o sujetarse a ciertas cargas, esta aplicación es un modo y no una
condición suspensiva. El modo, por consiguiente, no suspende la adquisición de la cosa
asignada”.
En base al artículo citado, podemos definir el modo como la carga que se impone a quien
se otorga una liberalidad. La asignación modal puede ser una herencia o legado.
2.1 En primer lugar, el art. 1089 nos dice que el modo no es una condición suspensiva; en
consecuencia, el asignatario modal adquiere desde ya y por el solo fallecimiento del
causante la asignación sujeta a la carga del modo. Art. 1091.
2.2 La segunda característica que presenta el modo está contemplada en el art. 1095: la
obligación modal es transmisible por regla general, salvo si se impone en consideración a la
persona del asignatario.
Si el asignatario modal no cumple con la carga impuesta por el testador, el beneficiado con
el modo tiene dos derechos:
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Concepto.
Este se ejerce en virtud de la cláusula resolutoria, que define el art. 1090 “en las
asignaciones modales se llama cláusula resolutoria la que impone la obligación de
restituir la cosa y los frutos, si no se cumple el modo”.
Por regla general, la cláusula resolutoria no va envuelta en el modo, salvo que el testador la
imponga (inciso 2º art. 1090). La cláusula resolutoria no se subentiende en el modo, en lo
cual se diferencia de la condición resolutoria tácita, que contempla el art. 1489, que va
envuelta en todo contrato bilateral por el incumplimiento de las obligaciones emanadas de
él.
Nada dice la ley. Aplicando el principio de que es el interés jurídico el que hace nacer la
acción, podemos concluir que pueden hacerlo dos personas:
Como tampoco existe reglamentación especial, debe aplicarse la regla general del artículo
2515, y como acción ordinaria prescribe en cinco años contados desde que se hace exigible
la obligación, o sea, desde que existe incumplimiento del modo.
En primer lugar, el asignatario modal debe restituir la cosa asignada y sus frutos; hay en
ello una nueva diferencia con la condición resolutoria tácita, pues en ésta no se restituyen
los frutos, a menos que la ley, el testador, el donante o los contratantes, según los casos,
hayan dispuesto otra cosa (art. 1488).
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En seguida, debe entregarse al beneficiado con el modo una suma de dinero proporcionada
al objeto, y el resto de la asignación acrece a la herencia, si el testador no ha ordenado otra
cosa; pero el asignatario modal quedará excluido de este beneficio (art. 1096).
El legislador señala dos casos en que el asignatario modal puede dejar de cumplir la carga
que se le ha impuesto:
Si el modo, sin hecho o culpa del asignatario, se hace absolutamente imposible, subsiste la
asignación sin el gravamen.
A este respecto el inciso 2º del art. 1093 dispone que si el modo, sin hecho o culpa del
asignatario, es solamente imposible en la forma especial prescrita por el testador, podrá
cumplirse en otra análoga que no altere la substancia de la disposición, y que en este
concepto sea aprobada por el juez con citación de los interesados.
Modo que va en beneficio del propio asignatario modal: el modo en este caso no importa
obligación alguna, a menos que lleve cláusula resolutoria.
Asignaciones a título universal son aquellas en que se deja al asignatario la totalidad de los
bienes del difunto o una cuota de ellos. La asignación recibe el nombre de herencia, y el
asignatario de heredero.
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El art. 1097 dice que los asignatarios a título universal con cualquier palabra con que se les
llame son herederos; representan a la persona del difunto; adquieren todos los derechos
transmisibles y recae sobre ellos la obligación de pagar las deudas hereditarias y las cargas
testamentarias que no se impongan a determinada persona.
Según los artículos 722 y 688, los herederos también adquieren la posesión legal de los
bienes hereditarios por la muerte del causante.
Los herederos pueden adquirir la herencia en forma directa o indirecta. Pueden hacer suya
la asignación universal personalmente o por derecho de representación cuando éste
proceda. Los herederos pueden también adquirir a título universal por transmisión.
El legislador otorga a los herederos diversas acciones para amparar sus derechos. En primer
lugar, la acción de petición de herencia, que les concede el art. 1264 y es la acción propia
del derecho real de herencia. Tiene por objeto obtener la restitución de una herencia que
está siendo poseída por un falso heredero.
En segundo lugar, puede acontecer que el heredero sea legitimario, es decir, heredero
forzoso. Si su asignación forzosa es desconocida por el testador, el legitimario puede exigir
la modificación del testamento en la parte que perjudica su legítima mediante la acción de
reforma del testamento establecida en el art. 1216.
Existiendo varios asignatarios a título universal por el fallecimiento del causante, nace la
indivisión hereditaria, a la que se pone fin ejerciendo la acción de partición establecida en
el art. 1317.
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La parte intransmisible del activo y pasivo del patrimonio no pasa a los sucesores.
Derechos intransmisibles: los personalísimos (uso, habitación, alimentos) y el de usufructo;
obligaciones intransmisibles: las intuito personae.
Este principio, de que el heredero represente a la persona del difunto en todos sus derechos
y obligaciones transmisibles tiene varias consecuencias jurídicas:
a) Existe cosa juzgada respecto de los herederos, en un juicio seguido contra o por el
causante. No hay en este caso identidad física de personas, pero sí la identidad legal
que exige la ley.
Los herederos pueden ser testamentarios o abintestato, según si son nombrados tales por el
testador o por la ley.
Los primeros el testador los elige libremente, a su arbitrio. Los forzosos son los
legitimarios o sea, los herederos cuyos derechos hereditarios el testador está obligado a
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respetar, y que se suplen por el legislador aun con perjuicio de las disposiciones
testamentarias expresas de aquél.
Los herederos pueden ser universales y de cuota. Los primeros son llamados a la herencia
sin determinárseles la cuota que les corresponderá en ella; a los de cuota se les asigna una
porción determinada de la herencia.
A esta clasificación se agrega una tercera categoría de herederos: los del remanente, que en
el fondo van a ser herederos ya universales, ya de cuota.
i) Herederos universales.
El inciso 1º del art. 1098 dispone: “El asignatario que ha sido llamado a la sucesión en
términos generales que no designan cuotas, como “sea Fulano mi heredero”, o “dejo mis
bienes a Fulano”, es heredero universal”. Los herederos universales se caracterizan,
entonces, porque son llamados sin designación alguna de cuota.
El inciso final del art. 1098 dispone que si son varios los herederos universales, en
definitiva dividen entre sí por partes iguales, la herencia o la parte que en ella les
corresponda.
La ley se pone en el caso de que el testador hubiere establecido varios herederos de cuota y
uno universal, disponiendo que a este heredero llamado universal por el testador le
corresponde la parte de la herencia que falta para completar la unidad. Por ejemplo, el
testador deja un tercio de bienes a Pedro, un tercio a Juan y en otra disposición instituye
heredero universal a Diego. A éste le corresponde en la herencia la tercera parte que falta
para completar la unidad.
Son aquellos que son llamados a una cuota determinada de la herencia. Lo que caracteriza a
estos herederos es que se les determina su cuota en el llamamiento que hace el testador. Por
ejemplo, dice éste: dejo un tercio de mis bienes a Pedro, un tercio a Juan y un tercio a
Diego. Estas personas son herederos de cuota.
De este modo, para determinar si el heredero es universal o de cuota no hay que atender al
beneficio que en definitiva lleva en la sucesión, sino a la forma en que son llamados a la
herencia: con o sin expresión de cuotas.
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El heredero del remanente es el llamado por el testador o la ley a lo que queda después de
efectuadas las disposiciones testamentarias. Su característica esencial es que llevan lo que
resta de la herencia.
En conformidad a los arts. 1099 y 1100, los herederos del remanente pueden ser
hereditarios o abintestato, según si son llamados a lo que queda de la herencia por el
testador o la ley, y universales o de cuota. Serán universales si el testador sólo ha instituido
legados en el testamento, y de cuota si ha establecido otros herederos de cuota.
Tiene lugar esta clase de herederos del remanente cuando el testador ha instituido
asignaciones de cuota y asignatarios del remanente. Según el artículo 1099, el heredero del
remanente se entiende constituido en la cuota que falte para completar la unidad. Por
ejemplo, dice el testador: dejo un tercio de mis bienes a Pedro, y el resto de mi patrimonio a
Juan. Este es heredero testamentario, pues se le designa en el testamento, y es heredero de
cuota en el remanente, pues se entiende instituido en la cuota que falta para completar la
unidad, o sea, en los dos tercios de la herencia.
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Son aquellos en que en el testamento sólo se designan herederos de cuota, y las cuotas
designadas en el testamento no alcanzan a completar la unidad. Por ejemplo, dice el
causante solamente en su testamento: dejo la mitad de mis bienes a Pedro. La otra mitad
corresponde a los herederos abintestato, que van a ser herederos del remanente y de cuota.
Puede ocurrir que las asignaciones de cuota hechas por el testador completen o excedan la
herencia, y existan en el mismo testamento otros herederos. Para determinar lo que ocurre
en este caso es necesario distinguir si estos herederos son del remanente o universales.
Ahora bien, para solucionar la dificultad que se presenta para determinar cuánto lleva el
heredero universal en el caso en estudio, los arts. 1101 y 1102 dan las siguientes reglas
aritméticas para la división de la herencia:
(i) El heredero universal se entenderá instituido en una cuota cuyo numerador sea la
unidad (o sea, uno) y el denominador el número total de herederos (incluyendo al universal)
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A : 6/12
B : 4/12
C : 3/12
D : 3/12
(iii) Se deben sumar los numeradores. Las fracciones tendrán como denominador esta
cantidad y como numerador los mismos de la operación anterior.
En el ejemplo:
A : 6/16
B : 4/16
C : 3/16
D : 3/16
Dispone el art. 951 inc. 3º que la asignación es a título singular “cuando se sucede en una o
más especies o cuerpos ciertos, como tal caballo, tal casa; o en una o más especies
indeterminadas de cierto género, como un caballo, tres vacas, 600 pesos fuertes, 40
fanegas de trigo”. La asignación se llama legado y el asignatario, legatario.
Así lo dice expresamente el artículo 1104: los legatarios “no representan al testador; no
tienen más derechos ni cargas que las que expresamente se les confieran o impongan”.
Responden de las deudas hereditarias en subsidio de los herederos.
En los legados no se sucede en todos los bienes o en una cuota de ellos, sino que en bienes
determinados, ya sea en especie o cuerpo cierto o genéricamente.
Suponen en todo caso una manifestación de voluntad del testador. No hay legatarios
abintestato. Como una consecuencia de ello, en favor de los legatarios no opera el derecho
de representación, porque éste es propio de las herencias y de la sucesión abintestato, en los
casos expresamente contemplados por la ley; entre ellos no figuran los legados.
El legado, eso sí, puede adquirirse por transmisión, pues el artículo 957, que contempla este
derecho, comienza diciendo: “el heredero o legatario cuyos derechos a la sucesión no han
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En los legados de especie no existe posesión legal, pues los artículos 688 y 722 la refieren
únicamente a la herencia. Tampoco hay posesión efectiva, porque la ley la refiere
únicamente a la herencia. En conclusión, en los legados sólo existe la posesión propia del
art. 700.
a) El legado de especie.
El legatario de una especie o cuerpo cierto adquiere el bien legado por el sólo fallecimiento
del causante. De este modo, aún cuando se trate de un legado de inmuebles, el legatario
adquiere el dominio sin necesidad de realizar ninguna de las inscripciones del art. 688.
El artículo 1118 dispone que el legado de especie se debe en el estado en que existiere a la
muerte del testador, comprendiendo los utensilios necesarios para su uso y existentes con
él.
El hecho de que el legatario sea dueño de la especie desde el fallecimiento del causante trae
consigo varias consecuencias:
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sido desde día cierto, o bajo condición suspensiva, pues en estos casos no se deberán los
frutos, sino desde ese día, o desde el cumplimiento de la condición; a menos que el testador
haya expresamente ordenado otra cosa.
b) El legado de género.
Igualmente, aplicando la regla general del art. 2515, la acción del legatario de género para
reclamar su legado prescribe, si es ordinaria, en 5 años, y si es ejecutiva dura 3 años como
ejecutiva y luego dos como ordinaria. Así lo ha estimado también la jurisprudencia.
Otra diferencia entre estos legados y los de especie es en cuanto a los frutos. Los legatarios
de género sólo adquieren los frutos desde el momento en que se les efectúa la tradición de
las cosas legadas, o los herederos se colocan en mora de entregarlas (art. 1338 Nº 2). La
jurisprudencia ha señalado que para constituir en mora a los herederos únicamente procede
la interpelación judicial (1551 Nº 3) y no la interpelación convencional expresa (1551 Nº
1), debido a que esta última se refiera a un plazo estipulado, lo que da cuenta de un acto
jurídico bilateral y no unilateral, como lo es el testamento.
En cuanto a las cosas que pueden legarse, existe la más amplia libertad. Pueden legarse
tanto las cosas corporales como incorporales. Así lo dice expresamente el inciso 1º del art.
1127: pueden legarse no sólo las cosas corporales sino los derechos y acciones.
Pueden legarse las cosas muebles y los inmuebles. Incluso, con ciertas modalidades, el
legado puede consistir en una cosa ajena, y en la cuota que se tenga en un bien.
Según el art. 1113, puede legarse una cosa futura con tal que llegue a existir, lo cual
constituye una aplicación lisa y llana del inciso 1º del artículo 1461, según el cual las cosas
que se espera que existan pueden ser objeto de una declaración de voluntad.
Por excepción no son susceptibles de legarse las cosas incomerciables. En este sentido el
art. 1105 dispone que no vale el legado de cosa incapaz de ser apropiada, según el artículo
585, ni los de cosas que al tiempo del testamento sean de propiedad nacional o municipal y
de uso público, o formen parte de un edificio, de manera que no puedan separarse sin
deteriorarlo; a menos que la causa cese antes de deferirse el legado. Lo mismo se aplica a
los legados de cosas pertenecientes al culto divino; pero los particulares podrán legar a
otras personas los derechos que tengan en ellas, y que no sean según el derecho canónico
intransmisibles.
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Los artículos 1111, 1112, 1114 a 1117 determinan qué cosas se entienden legadas en ciertos
casos particulares.
- El Art. 1111 se refiere a l caso que se legue una especie indicando el lugar en que se
encuentra guardada.
- Por su parte, los arts. 1114 a 1117 regulan el caso del legado de una especie entre
muchas que existen en el patrimonio del testador.
Los arts. 1119 a 1123 determinan los accesorios que van comprendidos en todo legado.
- Art. 1119. Si la cosa legada es un predio, los terrenos y los nuevos edificios que el
testador le haya agregado después del testamento, no se comprenderán en el legado; y si lo
nuevamente agregado formare con lo demás, al tiempo de abrirse la sucesión, un todo que
no pueda dividirse sin grave pérdida, y las agregaciones valieren más que el predio en su
estado anterior, sólo se deberá este segundo valor al legatario: si valieren menos, se deberá
todo ello al legatario con el cargo de pagar el valor de las agregaciones.
Pero el legado de una medida de tierra, como mil metros cuadrados, no crecerá en
ningún caso por la adquisición de tierras contiguas, y si aquélla no pudiere separarse de
éstas, sólo se deberá lo que valga.
Si se lega un solar y después el testador edifica en él, sólo se deberá el valor del
solar.
- Art. 1120. Si se deja parte de un predio, se entenderán legadas las servidumbres que
para su goce o cultivo le sean necesarias.
- Art. 1121. Si se lega una casa con sus muebles o con todo lo que se encuentre en
ella, no se entenderán comprendidas en el legado las cosas enumeradas en el inciso 2º del
artículo 574, sino sólo las que forman el ajuar de la casa y se encuentran en ella; y si se lega
de la misma manera una hacienda de campo, no se entenderá que el legado comprende otras
cosas, que las que sirven para el cultivo y beneficio de la hacienda y se encuentran en ella.
En uno y otro caso no se deberán de los demás objetos contenidos en la casa o
hacienda, sino los que el testador expresamente designare.
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Puede suceder que una misma cosa sea legada a dos o más personas, como si, por ejemplo,
dice el testador: “lego mi propiedad tal a Pedro y Juan”. En este caso, según el artículo
1124, se forma una comunidad, una copropiedad a título singular entre Pedro y Juan. Pero,
como nadie puede ser obligado a permanecer en la indivisión (art. 1317), cualquiera de
ellos tiene derecho a solicitar la partición de la cosa común.
Legado de cuota.
Se encuentra regulado en el Art. 1110 que estable que si el testador no ha tenido en la cosa
legada más que una parte, cuota o derecho, se presumirá que no ha querido legar más que
esa parte, cuota o derecho. Lo mismo se aplica a la cosa que un asignatario es obligado a
dar y en que sólo tiene una parte, cuota o derecho.
El legatario debe cancelar la deuda al acreedor prendario o hipotecario. El art. 1125 dispone
que “la especie legada pasa al legatario con sus servidumbres, censos y demás cargas
reales” (derecho de persecución).
Si existe voluntad expresa o tácita del testador de gravar al legatario con la prenda o
hipoteca, éste deberá soportar su pago en definitiva sin derecho a repetición (arts. 1104 y
1135).
En el caso inverso, o sea, si no existe voluntad expresa o tácita de parte del testador de
gravarlo con la prenda o hipoteca, es necesario formular de conformidad al art. 1366 un
distingo, según si el gravamen se ha constituido para garantizar una deuda del causante o de
un tercero. Pero en todo caso el pago definitivo del gravamen no lo soporta el legatario.
Si la prenda o hipoteca garantizaba una deuda del causante, el inciso 1º del art. 1366
dispone: “el legatario que en virtud de una hipoteca o prenda sobre la especie legada ha
pagado una deuda hereditaria con que el testador no haya querido expresamente gravarle,
es subrogado por la ley en la acción del acreedor contra los herederos” (caso de
subrogación legal, art. 1610)
Si el gravamen no garantizaba una deuda del causante sino de un tercero, se aplica el inciso
final del art. 1366: “si la hipoteca o prenda ha sido accesoria a la obligación de otra
persona que el testador mismo, el legatario no tendrá acción en contra de los herederos”.
Pero se subroga en los derechos del acreedor en contra del deudor (art. 2429), pues es un
tercer poseedor de la finca hipotecada que paga la deuda.
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A este respecto el Art. 1126 dispone que si se lega una cosa con calidad de no enajenarla, y
la enajenación no comprometiere ningún derecho de tercero, la cláusula de no enajenar se
tendrá por no escrita.
En estos dos casos se entiende que el legado impone la obligación a los herederos o al
asignatario gravado de adquirir la cosa legada. Si el dueño de la especie rehúsa enajenarla o
pide por ella un precio excesivo, el dicho asignatario será sólo obligado a dar en dinero el
justo precio de la especie.
Si el asignatario obligado a prestar el legado de cosa ajena, que después de la muerte del
testador la adquiere, la deberá al legatario; el cual, sin embargo, no podrá reclamarla, sino
restituyendo lo que hubiere recibido por ella, según el artículo 1106.
Finalmente, si la cosa ajena legada pasó, antes de la muerte del testador, al dominio de éste
o del asignatario a quien se había impuesto la obligación de darla, se deberá el legado.
Legado de crédito.
El inciso 2º del art. 1127 dispone que “por el hecho de legarse el título de un crédito, se
entenderá que se lega el crédito”. La expresión título está utilizada aquí en el sentido de
documento o instrumento justificativo del crédito.
Por ejemplo, dice el testador: lego a Pedro el pagaré que está guardado en mi caja de
fondos. Lo legado en este caso es el crédito mismo de que da fe el pagaré.
Legado de condonación.
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El art. 1129 dispone que si el testador condona en el testamento una deuda, y después
demanda judicialmente al deudor, o acepta el pago que se le ofrece, no podrá el deudor
aprovecharse de la condonación; pero si se pagó sin noticia o consentimiento del testador,
podrá el legatario reclamar lo pagado.
Por su parte el Art. 1130 señala que si se condona a una persona lo que debe, sin determinar
suma, no se comprenderán en la condonación sino las deudas existentes a la fecha del
testamento.
En virtud del Art. 1128 si la cosa que fue empeñada al testador, se lega al deudor, no se
extingue por eso la deuda, sino el derecho de prenda; a menos que aparezca claramente que
la voluntad del testador fue extinguir la deuda. Esta norma se aplica al siguiente caso: A
debía $1000 al testador, y para garantizar la deuda da en prenda su automóvil, y el testador
lega dicho automóvil a A.
Lo regula el Art. 1133, el cual dispone que las deudas confesadas en el testamento y de que
por otra parte, no hubiere un principio de prueba por escrito, se tendrán por legados
gratuitos, y estarán sujetos a las mismas responsabilidades y deducciones que los otros
legados de esta clase. De este modo, si existe principio de prueba por escrito, hay
propiamente una confesión de deuda, lo cual es de gran importancia debido a que el deuda
será hereditaria y por ende una baja general que se pagará con preferencia (y no un legado
imputable a la cuarta parte de libre disposición).
El Art. 1131 establece que lo que se lega a un acreedor no se entenderá que es a cuenta de
su crédito, si no se expresa, o si por las circunstancias no apareciere claramente que la
intención del testador es pagar la deuda con el legado.
Si así se expresare o apareciere, se deberá reconocer la deuda en los términos que lo haya
hecho el testador, o en que se justifique haberse contraído la obligación; y el acreedor podrá
a su arbitrio exigir el pago en los términos a que estaba obligado el deudor o en los que
expresa el testamento.
Se refiere a esta materia el art. 1134. Este precepto contempla únicamente las pensiones
alimenticias voluntarias; comienza precisamente diciendo: “si se legaren alimentos
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Las asignaciones a título singular y, en especial, las de especie o cuerpo cierto, se extinguen
de las siguientes maneras:
Existe, además, un caso de revocación tácita del legado, contemplada por el inciso 2º del
art. 1135 cuando se ha enajenado la especie legada.
El inciso final del artículo 1135 dispone que “si el testador altera sustancialmente la cosa
legada mueble, como si de la madera hace construir un carro, o de la lana, telares, se
entenderá que revoca el legado”.
Dice el inc. 1º del art. 1135: “por la destrucción de la especie legada se extingue la
obligación de pagar el legado”. Este modo de extinguirse el legado es aplicación de los
principios generales sobre extinción de las obligaciones en caso de imposibilidad en su
ejecución, por pérdida de la cosa debida.
Finalmente, ciertos legados tienen una forma especial de extinción: así, el de crédito
termina si el testador recibe el pago de la deuda (art. 1127), y el de condonación si se acepta
o demanda el pago de la obligación (art. 1129).
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El CC señala que las donaciones pueden ser revocables e irrevocables. Las donaciones
revocables o donaciones por causa de muerte son aquellas que pueden revocarse al arbitrio
del donante; donaciones irrevocables o donaciones entre vivos son aquellas que no pueden
ser dejadas sin efecto por la sola voluntad del donante.
Las donaciones revocables son un acto jurídico unilateral por el cual una persona da o
promete dar a otra una cosa o un derecho para después de su muerte, conservando la
facultad de revocarlo mientras viva.
El art. 1137 dispone que “no valdrá como donación revocable sino aquella que se hubiere
otorgado con las solemnidades que la ley prescribe para las de su clase, o aquella a que la
ley da expresamente este carácter”. Por su parte el artículo 1139 dispone que "el
otorgamiento de las donaciones revocables se sujetará a las reglas del artículo 1000", el
cual a la vez dispone que “toda donación o promesa que no se haga perfecta e irrevocable
sino por la muerte del donante o promisor, es un testamento, y debe sujetarse a las mismas
solemnidades que el testamento”.
En conformidad al inciso segundo del artículo 1137 es posible otorgar una donación
revocable “con las solemnidades de las entre vivos”. Jurídicamente, las donaciones
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irrevocables son, por regla general, consensuales, pero este principio tiene tantas
excepciones que en la práctica casi todas las donaciones entre vivos son solemnes.
El inciso final del precepto en estudio dispone que "las donaciones de que no se otorgare
instrumento alguno, valdrán como donaciones entre vivos en lo que fuere de derecho".
La forma en que se otorguen las donaciones revocables tiene importancia para los efectos
de su confirmación: si se otorgan sujetándose a las formalidades del testamento, la
donación queda confirmada por el fallecimiento del causante ipso jure, siempre que éste no
haya revocado en vida la donación. Si la donación revocable se efectúa conforme a las
reglas de la donación entre vivos y reservándose el donante la facultad de revocarla, para
que ella quede a firme será necesario que el causante en su testamento confirme la donación
que hizo en vida.
Varios preceptos del CC niegan valor a las donaciones irrevocables entre cónyuges, como
lo demuestran el inciso segundo del artículo 1137, el artículo 1138, el artículo 1000.
(i) Porque son peligrosos para los terceros acreedores. El marido podría burlarlos
traspasando todo el patrimonio social por medio de donaciones irrevocables hechas a su
mujer.
(ii) Para resguardar los intereses de la mujer, pues, a lo menos a la época de dictación
del Código, era muy fácil que el marido indujera a la mujer a hacerle estas donaciones
irrevocables.
El Artículo 1138 dispone que son nulas las donaciones revocables de personas que no
pueden testar o donar entre vivos. Son nulas, asimismo, las entre personas que no pueden
recibir asignaciones testamentarias o donaciones entre vivos una de otra.
De este modo, el donante debe tener una doble capacidad: para testar y para donar entre
vivos, e igualmente el donatario debe reunir una doble capacidad: para recibir asignaciones
testamentarias y donaciones entre vivos.
Según el inciso primero del artículo 1141, la donación revocable a título singular constituye
un legado anticipado, y se sujeta a las reglas de las asignaciones a título singular. Y
recíprocamente -agrega el inciso segundo- si el testador da en vida al legatario el goce de la
cosa legada, la asignación a título singular pasa a ser una donación revocable (art. 1140).
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Constituye éste una especie de usufructo legal. En conformidad al inciso final del precepto,
este usufructuario especial no está obligado a rendir caución de conservación y restitución,
a menos que el donante lo exija expresamente.
La importancia práctica de las donaciones revocables está señalada en el inciso final del
artículo 1141, el cual dispone que las donaciones revocables, inclusos los legados en el caso
del inciso precedente, preferirán a los legados de que no se ha dado el goce a los legatarios
en vida del testador, cuando los bienes que éste deja a su muerte no alcanzan a cubrirlos
todos.
Según el artículo 1142, la donación revocable a título universal se mirará como una
institución de heredero, que sólo tendrá efecto desde la muerte del donante.
Sin embargo, si el donante de esta donación revocable a título universal entregó algunos
bienes determinados al donatario universal en vida, acontece igual que en el caso anterior, o
sea, el donatario tiene el carácter de usufructuario.
- Por la revocación expresa o tácita del donante. La revocación será tácita, por ejemplo, si
el donante enajena el objeto donado.
El artículo 1146 nos dice que "las disposiciones de este párrafo, en cuanto conciernan a los
asignatarios forzosos, estarán sujetas a las excepciones y modificaciones que se dirán en el
título "De las asignaciones forzosas".
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EL DERECHO DE ACRECER
El derecho de acrecer es aquel en cuya virtud, existiendo dos o más asignatarios llamados a
una misma cosa, sin expresión de cuotas, la porción del asignatario que falta incrementa la
de los otros.
El art. 1147 prescribe: “Destinado un mismo objeto a dos o más asignatarios, la porción de
uno de ellos, que por falta de éste se junta a las porciones de los otros, se dice acrecer a
ellas”.
La ley instituye este derecho interpretando la voluntad del causante. Si se llama a varias
personas a la totalidad de una cosa, sin expresar cuotas, se supone que el testador ha
querido beneficiar sólo a estas personas. Si una de ellas falta, llevan su porción las demás, a
quienes presúmese que el testador ha querido exclusivamente favorecer.
Una misma cosa no significa una especie o cuerpo cierto, sino una misma asignación, que
puede ser a título singular o universal.
El testador expresa, por ejemplo: “Dejo mi casa a Pedro y Juan” o “Dejo a Pedro y Juan
la mitad de mis bienes”.
El art. 1147 previene que el derecho de acrecer tiene lugar cuando se destina a varios
asignatarios “un mismo objeto”.
No basta el llamamiento a una misma cosa; es menester que los asignatarios sean llamados
al total, sin señalamiento de cuotas.
El art. 1148 dispone: “Este acrecimiento no tendrá lugar entre los asignatarios de distintas
partes o cuotas en que el testador haya dividido el objeto asignado: cada parte o cuota se
considerará en tal caso como un objeto separado; y no habrá derecho de acrecer sino
entre los coasignatarios de una misma parte o cuota”.
De este modo, si el testador dice: “Lego mi fundo a Pedro, Juan y Diego”, tiene lugar el
acrecimiento; no tendrá lugar, en cambio, si expresa: “Dejo un tercio de mi fundo a Pedro,
un tercio a Juan y un tercio a Diego”. Si el testador dice: “Dejo un tercio a Juan, un tercio
a Pedro y un tercio a Diego y Antonio”, tendrá lugar el acrecimiento solamente entre estos
últimos.
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La regla tiene una excepción: hay derecho de acrecer cuando se llama a varias personas a
un mismo objeto por iguales partes (art. 1148, inc. 2°).
Tendrá lugar el acrecimiento, pues, si el testador expresa: “Dejo mi casa por iguales partes
a Pedro y Juan”; pero no tendrá lugar si expresa: “Dejo mi casa la mitad a Pedro y la
mitad a Juan”.
Los coasignatarios conjuntos se reputan como una sola persona para concurrir con otros
coasignatarios; “y la persona colectiva formada por los primeros, no se entenderá faltar,
sino cuando todos éstos faltaren” (art. 1150, inc. 1°).
a) La conjunción puede ser real o en la cosa, cuando se asigna una misma cosa a
varias personas en cláusulas separadas de un mismo testamento. El testador, en una
cláusula testamentaria, expresa: “Dejo mi fundo a Pedro” y en otra posterior dice: “Dejo
mi fundo a Juan”.
La conjunción no está en las palabras sino en la cosa a que son llamados los asignatarios
conjuntamente.
El art. 1149 declara que habrá derecho de acrecer cuando se llama a los coasignatarios “en
cláusulas separadas de un mismo instrumento testamentario”.
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Por cierto que tiene lugar el acrecimiento. Según el art. 1149, inc. 1°, hay derecho de
acrecer cuando se llama a los coasignatarios a una misma cosa, “en una misma cláusula”.
Para que tenga lugar el acrecimiento es menester que falte uno de los coasignatarios
conjuntos, al tiempo de abrirse la sucesión.
El asignatario puede faltar no sólo por premuerte, sino por indignidad, incapacidad,
desheredamiento o repudiación.
La regla especial del art. 1154 establece: “Los coasignatarios de usufructo, de uso, de
habitación, o de una pensión periódica, conservan el derecho de acrecer, mientras gozan
de dicho usufructo, uso, habitación o pensión; y ninguno de estos derechos se extingue
hasta que falte el último coasignatario”.
d) Falta de sustituto.
El acrecimiento requiere que el testador no haya designado sustituto por una doble razón:
porque no falta el asignatario cuando se ha designado quien le reemplace y porque sobre la
voluntad presunta del causante que inspira el derecho de acrecer debe primar la voluntad
expresamente manifestada en el testamento.
El derecho de acrecer requiere por último que el causante no lo haya prohibido. El art. 1155
dispone: “El testador podrá en todo caso prohibir el acrecimiento”.
Descartado el derecho de acrecer, la porción del asignatario que falta corresponderá a los
herederos abintestato del causante.
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c) En general, la porción que acrece lleva todos sus gravámenes consigo, “excepto los
que suponen una calidad o aptitud personal del consignatario que falta” (art. 1152).
LAS SUSTITUCIONES
La sustitución es el llamamiento que hace el testador para el caso de que falte el asignatario
directo o para el caso de cumplirse una condición.
Tiene su origen en el derecho romano que usó de ella profusamente para evitarse el testador
la ignominia de carecer de heredero testamentario.
Clases de sustitución.
La regla es la sustitución vulgar. Por esto, el art. 1166 dispone: “La sustitución no debe
presumirse fideicomisaria, sino cuando el tenor de la disposición excluye manifiestamente
la vulgar”.
Sustitución vulgar
Sustitución vulgar es aquella en que se designa un asignatario para que ocupe el lugar de
otro que no acepte o que llegue a faltar por otra causa, antes de deferírsele la asignación
(art. 1156, inc. 2°).
El art. 1156, inc. 3°, añade: “No se entiende faltar el asignatario que una vez aceptó, salvo
que se invalide la aceptación”.
Ha reglamentado el legislador el caso de que falta el asignatario por causa distinta de la que
previó el testador.
El testador, por ejemplo, expresa: “Instituyo heredero a Pedro y, si éste muere antes que
yo, a Juan”.
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Se entiende que el testador que ha previsto un caso en que puede faltar el asignatario no ha
querido excluir los demás. Por esto, el art. 1157 previene: “La sustitución que se hiciere
expresamente para algunos de los casos en que pueda faltar el asignatario, se entenderá
hecha para cualquiera de los otros en que llegare a faltar; salvo que el testador haya
manifestado voluntad contraria”.
La sustitución vulgar está sometida a las reglas que se indican sucintamente a continuación:
El sustituto del sustituto se entiende llamado en los mismos casos y con las mismas cargas
que éste, sin perjuicio de lo que el testador haya ordenado al respecto (art. 1161);
b) Se puede sustituir uno a muchos y muchos a uno (art. 1159). El testador puede
decir: “Lego mi casa a Juan, y si éste falta, a Pedro y Diego”, o bien: “Lego mi fundo a
Pedro y Diego, y si faltan pasará a Juan”;
d) En todo caso, la sustitución debe ser expresa. Los descendientes del asignatario que
a su vez lo era del testador no se entenderán sustituidos a éste, “salvo que el testador haya
expresado voluntad contraria” (art. 1162).
Sustitución fideicomisaria
“Es aquella en que se llama a un fideicomisario, que en el evento de una condición se hace
dueño absoluto de lo que otra persona poseía en propiedad fiduciaria” (art. 1164).
La sustitución fideicomisaria se rige por las reglas de la propiedad fiduciaria (art. 1164, inc.
2°).
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El art. 1167, inc. 1°, dispone: “Asignaciones forzosas son las que el testador es obligado a
hacer, y que se suplen cuando no las ha hecho, aun con perjuicio de sus disposiciones
testamentarias expresas”.
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significan que en Chile no existe libertad absoluta de testar, pues ella está limitada por estas
asignaciones.
Pero no son nulas las disposiciones testamentarias que vulneran las asignaciones forzosas.
Se contenta el legislador con que tales asignaciones sean enteradas, pese a la voluntad
contraria del testador, reduciéndose las disposiciones del testamento, en la medida que
fuere menester.
Los alimentos debidos por ley a ciertas personas, más que asignaciones forzosas, son
verdaderas deudas hereditarias que se deducen del acervo líquido de que dispone el testador
o la ley, y que se pagan como bajas generales o deducciones previas de la herencia.
Por esto, las verdaderas asignaciones forzosas son las legítimas que la ley reserva o asigna
a los legitimarios, esto es, a los descendientes, ascendientes y cónyuge; y la cuarta de
mejoras.
a) Toda donación entre vivos de un valor superior a dos centavos debe ser insinuada,
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c) El causante puede hacer por acto entre vivos o por testamento la partición de sus
bienes y deberá pasarse por ella "en cuanto no fuere contraria a derecho ajeno", esto es, no
vulnere las asignaciones forzosas (art. 1318);
d) La persona que debe una legítima puede señalar las especies con que debe
enterarse, pero no podrá tasar dichas especies; de una tasación arbitraria podría resultar la
violación de las legítimas (art. 1197), y
El causante debe dejar a sus asignatarios forzosos una parte considerable de sus bienes.
Pero no sería justo que sucedan cuando han hecho víctima al causante de graves ofensas.
c) En caso de injuria atroz, cesa por completo la obligación de dar alimentos (art. 979),
y
d) Por último "no serán legitimarios los ascendientes del causante si la paternidad o
la maternidad que constituye o de la que deriva su parentesco, ha sido determinada
judicialmente contra la oposición del respectivo padre o madre, salvo el caso del inciso
final del artículo 203" (inc. final art. 1182).
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No sería equitativo, y carecería de lógica que el testador estuviera "obligado a hacer" estas
asignaciones y que el legislador prescindiera de ellas cuando, a falta de testamento, la ley
regla la sucesión.
Las asignaciones alimenticias forzosas constituyen una baja general que habrá de
practicarse "en toda sucesión por causa de muerte, para llevar a efecto las disposiciones
del difunto o de la ley".
En cuanto a las legítimas, los legitimarios son herederos abintestato y la ley establece que
concurren, son excluidos y representados según las reglas de la sucesión intestada.
La obligación de dar alimentos puede tener su origen en la ley o en un acto voluntario del
alimentante.
Los alimentos que una persona se ve en la necesidad de suministrar, por mandato im-
perativo de la ley, se llaman legales o forzosos.
Estos alimentos constituyen una asignación forzosa. El testador está obligado a asignar a las
personas a quienes por ley debe alimentos, una cantidad de bienes adecuada para su
sustentación. La ley suple la omisión en que al respecto incurra, aun con perjuicio de sus
disposiciones testamentarias.
Las asignaciones alimenticias forzosas constituyen una baja general, de acuerdo con el N° 4
del art. 959.
Deducidos los gastos de apertura de la sucesión, las deudas hereditarias y los impuestos que
gravaren toda la masa, corresponderá deducir las asignaciones forzosas de alimentos.
Excepcionalmente las asignaciones alimenticias forzosas no son una baja general que
grava la masa hereditaria en los siguientes casos:
a) No son una baja general cuando el testador ha dicho expresamente que gravarán a
determinados herederos o legatarios. El art. 1168 dispone: "Los alimentos que el difunto ha
debido por ley a ciertas personas, gravan la masa hereditaria; menos cuando el testador
haya impuesto esa obligación a uno o más partícipes de la sucesión", y
b) Las asignaciones forzosas de alimentos que el testador hubiere hecho pueden ser
excesivas, atendidas las fuerzas de su patrimonio. En tal caso, las asignaciones de alimentos
constituyen una baja general en una cuantía que guarde relación con la fortuna del testador,
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El art. 1171, inc. 2°, prescribe: ''Y si las que se hacen a asignatarios forzosos fueren más
cuantiosas de lo que en las circunstancias corresponda, el exceso se imputará a la misma
porción de bienes" (aquella porción que ha podido disponer a su arbitrio).
- Por otra parte, las asignaciones a alimentarios forzosos que se deducen como baja
general, cualquiera que fuese su cuantía, perjudicarían obviamente a los demás asignatarios
forzosos.
No cabe duda de que sólo son asignaciones forzosas las que se hacen a personas acreedoras
de alimentos en virtud de la ley y que señala el art. 321.
Pero se ha suscitado controversia acerca de lo que debe entenderse por alimentos que el
difunto "ha debido" por ley. ¿Cuándo puede decirse que el causante debía en vida
alimentos forzosos? Al respecto pueden presentarse las siguientes situaciones:
(i) Caso en que el causante fue condenado por sentencia ejecutoriada a pagar
alimentos. En este caso es evidente que los alimentos son una asignación forzosa.
(ii) Caso en que el causante estaba pagando en forma voluntaria los alimentos, sin haber
sido condenado por sentencia judicial a hacerlo. Tampoco se discute que estamos frente a
una asignación forzosa.
(iii) Caso en que el causante fue demandado en vida judicialmente por la persona que
tenía derecho a pedirle alimentos, pero la sentencia queda ejecutoriada sólo una vez
fallecido el causante. La jurisprudencia ha declarado que sería una asignación forzosa,
debido a que esta sentencia sería declarativa y no constitutiva de derechos.
(iv) Caso en que una persona teniendo título legal para exigir alimentos del causante, no
los recibía ni los había demandado. En este caso la doctrina discute acerca de si estamos o
no frente a una asignación forzosa. Alguno, interpretando de modo literal la norma,
sostienen que es bastante que, en vida del causante, hayan concurrido los requisitos ne-
cesarios para que estuviere obligado a dar alimentos. Los alimentos pueden no haberse
pagado sin que por eso dejen de deberse (Claro Solar). Debido a las dificultades prácticas
que trae esta interpretación, la jurisprudencia estima que en este caso no hay asignación
forzosa.
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Las asignaciones forzosas de alimentos sólo pueden tener lugar cuando queda un sobrante
de bienes, después de practicadas las bajas que señalan los N°s 1° a 3° del art. 959.
Es obvio que si las deudas hereditarias absorben los bienes del difunto, no puede haber
asignaciones alimenticias forzosas. La prestación de alimentos requiere que el alimentante
tenga facultades bastantes para pagarlos y se regulan tomando en cuenta estas facultades.
Puede suceder, sin embargo, que se paguen las asignaciones alimenticias, a pesar de estar
impagas las deudas. Podría suscitarse cuestión acerca de si los asignatarios deben restituir
lo que recibieron.
Sólo se reducen, pues, las pensiones futuras. Es menester advertir que los legados de
alimentos forzosos gozan de una especial ventaja, porque sólo concurrirán al pago de las
deudas después de todos los restantes legados (art. 1363).
Alimentos voluntarios.
El art. 1171, inc. 1°, prescribe: "Las asignaciones alimenticias en favor de personas que
por ley no tengan derecho a alimentos, se imputarán a la porción de bienes de que el
difunto ha podido disponer a su arbitrio".
El día 27 de octubre de 1999 entró en vigencia la Ley N° 19.585, que introdujo una serie de
modificaciones al CC, en materia de filiación y de derechos hereditarios.
Esta ley derogó los arts. 1172 a 1178 y 1180 (entre muchas otras modificaciones),
reemplazándolos íntegramente. En dichos artículos se consagraba la institución de la
porción conyugal, esto es, la cuota de bienes a que tenía derecho el cónyuge sobreviviente
en la sucesión de su marido o mujer.
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a) Si hay varios hijos: lleva el equivalente al doble de lo que por legítima rigorosa o
efectiva corresponda a cada hijo;
b) Si hubiere sólo un hijo, la cuota del cónyuge será igual a la legítima rigorosa o
efectiva de ese hijo;
El art. 1182 en su inciso final dispone que no será legitimario el cónyuge que por culpa
suya haya dado ocasión a la separación judicial.
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Debe tenerse presente que en conformidad a la norma transitoria de esta ley, las sucesiones
abiertas antes del 27 de octubre de 1999 se rigen por la ley vigente al momento de su
apertura. Por lo tanto, la institución de la "porción conyugal" sigue vigente para aquellas
herencias cuya sucesión se haya abierto hasta las 24.00 horas del día 26 de octubre del año
1999.
Con arreglo al art. 1181, "legítima es aquella cuota de los bienes de un difunto que la ley
asigna a ciertas personas llamadas legitimarios".
Merece destacarse que la definición expresa que la legítima es una cuota de los bienes. Con
esto queda dicho que se trata de una asignación a título universal. Esta conclusión está
expresa e innecesariamente señalada en el inc. 2° del art. 1181: "Los legitimarios son por
consiguiente herederos". De este modo, es lo mismo hablar de herederos forzosos y
legitimarios.
2. Ni el cónyuge que por culpa suya haya dado ocasión a la separación judicial.
Una persona puede tener, a la vez, ascendientes, hijos y cónyuge. Los legitimarios
enumerados en el art. 1182 no pueden serlo todos a un tiempo.
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El art. 1183 dispone: "Los legitimarios concurren y son excluidos y representados según el
orden y reglas de la sucesión intestada".
Cabe hacer presente que esta norma sólo se aplica a la mitad legitimaria y no se aplica al
resto de la herencia. En efecto, el testador puede repartir la cuarta de mejoras entre sus
ascendientes, descendientes y cónyuge como desee. Sin embargo, si el testador no dispone
de la cuarta de mejoras y de la parte de libre disposición, se aplicarán las reglas de la
sucesión intestada porque precisamente el testador no ha dispuesto de esta parte de sus
bienes.
Si lo quiere, puede asignar la cuarta de mejoras a todos o algunos de los favorecidos con
ésta (art. 1167 N° 3°), sean o no legitimarios. Esto significa que, por ejemplo, el causante
que tiene hijo y nieto, debe respetar la mitad legitimaria, que toca al hijo, pero puede
asignarle la cuarta de mejoras íntegra al nieto.
La Ley N° 19.585, al modificar el art. 1184 y establecer que si no hay descendientes con
derecho a suceder, cónyuge sobreviviente, ni ascendientes, "la mitad restante es la porción
de bienes de que el difunto ha podido disponer a su arbitrio", cometió un error, puesto que,
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Los cálculos para determinar las legítimas y la parte de libre disposición sólo tienen
regularmente interés en la sucesión testada para asegurar el respeto de la parte que
corresponde a los legitimarios y establecer la parte de que el testador ha podido disponer
libremente.
La mitad legitimaria se distribuye entre los legitimarios, por cabezas o estirpes, de acuerdo
con las reglas de la sucesión intestada y sin perjuicio de las normas especiales para el
cónyuge.
En conformidad al art. 1184 1a mitad de los bienes, previas las deducciones indicadas en el
art. 959 (bajas generales de la herencia), y las agregaciones de los acervos imaginarios, se
dividirá por cabezas o estirpes entre los respectivos legitimarios, según las reglas de la
sucesión intestada; lo que cupiere a cada uno en esa división será su legítima rigorosa.
Acervo imaginario
Cuando el testador dispone de sus bienes en términos que vulneran sus respectivas
asignaciones, los legitimarios y el cónyuge sobreviviente disponen de la acción de reforma
del testamento.
Pero la acción de reforma no es eficaz sino para hacer que se respeten las asignaciones
forzosas violadas por el testamento. No las protege de otros arbitrios de que puede valerse
el que tiene asignatarios forzosos para menoscabar sus derechos.
En efecto, por medio de liberalidades hechas en vida, el causante puede traspasar todos o la
mayor parte de sus bienes a legitimarios o extraños.
Las liberalidades en favor de un legitimario tendrán como resultado una disminución del
caudal hereditario en que habrán de calcularse las legítimas de los demás, procurando al
favorecido una injustificada ventaja.
Las liberalidades excesivas en favor de extraños perjudicarán, por igual, a todos los
legitimarios. Por este medio el causante puede llegar, en el hecho, hasta a desheredarles.
Las legítimas quedarían a merced del causante. La formación del acervo imaginario
precave estos males, que no es capaz de remediar la acción de reforma del testamento, y da
a las legítimas su verdadero carácter de asignaciones forzosas.
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La formación del acervo imaginario consiste en agregar o acumular a la masa que se trata
de dividir aquellos bienes que el causante había transferido y que, a no mediar esta
circunstancia, se encontrarían en su patrimonio en el momento de abrirse la sucesión.
Las acumulaciones aumentan la masa partible, puesto que a los bienes dejados por el
causante se agregan otros bienes, y de este modo, aumentan las cuotas en que debe di-
vidirse. En este patrimonio así reconstituido y aumentado se calcularán las legítimas, las
mejoras y la parte de libre disposición.
Estos valores acumulados se imputan al haber del heredero, esto es, se considerarán como
un anticipo a cuenta de este haber. Si el haber del heredero es superior al valor acumulado
se le pagará el saldo; en caso contrario, pagará el déficit, y
En caso de que las donaciones excesivas a extraños perjudiquen las legítimas y mejoras, los
extraños deberán restituir a la masa los excesos, en la forma prevista en el art. 1187.
Denominación
Se acostumbra denominar "primer acervo imaginario" (o colación) al que se forma con las
acumulaciones previstas en el art. 1185, esto es, agregando las donaciones a título de legí-
tima y mejora.
La verdad es que la ley no hace esta distinción. Ha prescrito diversas acumulaciones, sea
para igualar a los legitimarios, sea para protegerlos de la inconsiderada liberalidad del
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Las acumulaciones que deben practicarse, de acuerdo con los arts. 1185 y 1186, son las
siguientes:
En conformidad al art. 1185, para calcular las cuartas de que habla el art. 1184 se deben
acumular las donaciones revocables e irrevocables, hechas en razón de legítimas o de me-
joras, según el estado en que se hayan encontrado las cosas donadas al tiempo de la entrega,
pero cuidando de actualizar prudencialmente su valor a la época de la apertura de la
sucesión.
El art. 1185 contempla la institución denominada colación, que es el acto por el cual un
heredero que concurre con otros en la sucesión, devuelve a la masa partible las cosas con
que el donante lo beneficiaría en vida para compartirlas con sus coherederos como si nunca
las hubiere tenido.
Para que proceda la formación del primer acervo imaginario es necesaria la concurrencia
copulativa de los siguientes requisitos:
El art. 1185 dispone que se acumularán imaginariamente al acervo líquido las donaciones
revocables hechas en razón de legítimas y mejoras.
Por la letra misma del precepto, es indiscutible que sólo se acumulan las donaciones
revocables cuando las cosas donadas han sido entregadas al donatario en vida del causante.
Si no ha habido entrega en vida del donante, no hay necesidad de acumular estas
donaciones, pues los bienes que comprende la donación están material, física y
jurídicamente en el patrimonio del causante. En cambio, si los bienes donados
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El texto mismo de la ley no permite otra interpretación, pues dice que las donaciones se
acumulan según el estado de las cosas donadas al tiempo de la “entrega”, lo cual indica
claramente que el legislador discurre sobre la base de haber sido entregadas las cosas
donadas al donatario en vida del donante. De no ser así, las cosas donadas están material y
jurídicamente en el patrimonio del causante y no procede acumulación de ninguna especie.
Ello no significa que estas donaciones no se tomen en cuenta para el pago de las legítimas.
Como están en el patrimonio del causante, deben imputarse para dichos efectos.
Deberán acumularse todas las donaciones cualquiera que sea la forma que adopten.
Si se trata de donaciones con carga, "no se tendrá por donación sino lo que reste, deducido
el gravamen pecuniario a que la asignación estuviere afecta" (art. 1188, inc. 1°).
Se equipara a una donación el pago que hace el causante de las deudas de un legitimario. El
art. 1203, inc. 1°, prescribe: "Los desembolsos hechos para el pago de las deudas de un
legitimario, que sea descendiente, se imputarán a su legítima; pero sólo en cuanto hayan
sido útiles para el pago de dichas deudas".
La ley se refiere sólo al pago de las deudas de los legitimarios que sean descendientes del
causante; la regla no se aplica, por tanto, al pago de las deudas de los legitimarios
ascendientes y cónyuge.
El desembolso deberá ser útil y se entenderá que lo es cuando como consecuencia queda
extinguida la deuda.
c) Donaciones no acumulables
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En conformidad al Art. 1205 los frutos de las cosas donadas, revocable o irrevocablemente,
a título de legítima o de mejora, durante la vida del donante, pertenecerán al donatario
desde la entrega de ellas, y no figurarán en el acervo; y si las cosas donadas no se han
entregado al donatario, no le pertenecerán los frutos sino desde la muerte del donante; a
menos que éste le haya donado irrevocablemente y de un modo auténtico no sólo la
propiedad, sino el usufructo de las cosas donadas.
Las donaciones se acumulan a condición de que se hagan "a título de legítima o mejora".
En efecto, el art. 1198 dispone que todas las donaciones hechas a un legitimario, "que tenía
entonces la calidad de tal", se imputarán a su legítima, a menos que conste de un modo
auténtico que se han hecho a título de mejora.
Por su parte, el art. 1203 agrega que los desembolsos para el pago de las deudas de un
legitimario que es descendiente, se imputarán igualmente a la legítima, salvo que el donante
o testador haya expresado su intención que se consideren como una mejora.
También se resolverá la donación revocable que se hiciere a título de mejora a una persona
que se creía cónyuge y no lo, era, o si ha llegado a faltar por incapacidad, indignidad o
repudiación.
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Las donaciones en razón de legítima son las que se hacen a legitimarios. Para que la
donación se entienda en razón de legítima es menester que el donatario sea un legitimario,
que tenga esta calidad al tiempo de abrirse la sucesión y que concurra a la herencia:
Con estricta lógica, el art. 1200, inc. 1°, dispone: "Si se hiciere una donación revocable o
irrevocable, a título de legítima, a una persona que no fuere entonces legitimaria del
donante, y el donatario no adquiere después la calidad de legitimario, se resolverá la
donación";
El art. 1198, inc. 1°, establece que todas las donaciones revocables e irrevocables, "hechas
a un legitimario, que tenía entonces la calidad de tal, se imputarán a su legítima”.
La disposición establece que el legitimario debe tener esta calidad al tiempo de la donación;
pero es obvio que debe conservarla al momento de la muerte del causante.
El art. 1200, inc. 2°, prescribe que se resolverá la donación, hecha a título de legítima, “al
que era entonces legitimario, pero después dejó de serlo" por incapacidad, indignidad, etc.,
y
Las donaciones a título de mejora son aquellas que se hacen a personas que, al tiempo de
abrirse la sucesión, pueden ser asignatarios de la cuarta de mejoras, esto es, tienen el
carácter de descendientes, ascendientes o cónyuge, y concurren a la herencia:
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El art. 1198 establece que todas las donaciones revocables e irrevocables hechas al que era
a la sazón legitimario se imputarán a su legítima. En otros términos, tales donaciones se
presumen hechas en razón de legitima.
Para que dichas donaciones se consideren como una mejora o se entiendan hechas en razón
de mejora, es preciso "que en el testamento o en la respectiva escritura o en acto posterior
auténtico aparezca que la donación ha sido a título de mejora".
El art. 1201, inc. 1°, previene: "Se resolverá la donación revocable o irrevocable que se
hiciere a título de mejora a una persona que se creía descendiente o ascendiente del
donante y no lo era", y
También se resolverá la donación revocable que se hiciere a título de mejora a una persona
que se creía cónyuge y no lo era, o si a llegado a faltar por incapacidad, indignidad o
repudiación". Así lo dispone el texto del inc. 3° del art. 1201.
h) Forma de la acumulación
La acumulación se hace siempre en valor, cualquiera que sea la naturaleza de las cosas
donadas.
i) Valor acumulable
El art. 1185 dispone que las donaciones revocables e irrevocables, se acumularán según el
estado en que se hayan encontrado las cosas donadas al tiempo de la entrega, pero cuidando
de actualizar prudencialmente su valor a la época de la apertura de la sucesión.
El art. 1185 establece que la acumulación de las donaciones se hace al acervo líquido, o
sea, a la masa de bienes dejados por el difunto después de deducidas las bajas señaladas en
el art. 959.
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Fallece un testador dejando un acervo ilíquido de $1.000 y las bajas generales ascienden a
$100. Teniendo cinco hijos, a uno de ellos le hizo una donación irrevocable por $50 y a
otro una donación revocable por $50, la cual se entregó en vida del causante. De este modo:
El segundo acervo imaginario está regulado en los artículos 1186 y 1187. En líneas
generales, el segundo acervo imaginario va a proceder en presencia de donaciones
irrevocables hechas a extraños.
a) Requisitos de la acumulación
La acumulación de las donaciones entre vivos a extraños se produce cuando concurren los
siguientes requisitos:
Es de rigor que la donación irrevocable se haga por quien tenía legitimarios al momento de
efectuarla. El art. 1186 dispone que la acumulación tendrá lugar "si el que tenía a la sazón
legitimarios hubiere hecho donaciones entre vivos a extraños”.
La persona que carecía de legitimarios pudo donar entre vivos sin restricciones, sin
perjudicar las legítimas, entonces inexistentes. Concordante con esta idea, el art. 1424
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dispone que no se resolverá la donación porque después de ella le hayan nacido al donante
uno o más hijos.
A diferencia del primer acervo imaginario, en este segundo acervo sólo se consideran las
donaciones irrevocables realizadas a terceros extraños. Nótese que también se podrían
considerar las donaciones irrevocables realizadas a favor de un legitimario pero que fuese
imputada a la parte de libre disposición.
Las donaciones a extraños deben ser excesivas; pero no se acumulará la donación misma
sino el exceso.
Cuida el art. 1186 de establecer cuándo las donaciones se reputan excesivas; lo son cuando
"el valor de todas ellas juntas excediere a la cuarta parte de la suma formada por este
valor y el del acervo imaginario".
Obsérvese, además, que el art. 1186 establece que se sumará el valor de todas las
donaciones al acervo imaginario. Esto supone que se hayan hecho donaciones en razón de
legítimas o mejoras. Pero, si no tienen lugar tales acumulaciones, el exceso de lo donado a
extraños, deberá, obviamente, sumarse al acervo líquido.
(i) Que las donaciones no sean excesivas, por lo que no procede la formación del
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Primer ejemplo:
En el ejemplo, lo donado no excede de la cuarta parte del valor formado por las donaciones
y el acervo líquido o imaginario; en consecuencia, las donaciones a extraños no son
excesivas, por lo que no procede la formación del segundo acervo imaginario.
(ii) Que las donaciones sean excesivas, por lo que procede la formación del segundo
acervo imaginario.
Segundo ejemplo:
Lo donado excede, en este segundo ejemplo, de la cuarta parte de la suma del valor de las
donaciones y del acervo líquido o imaginario; por tanto, el exceso debe acumularse para
computar las legítimas y mejoras.
(iii) Que las donaciones sean de tal modo excesivas que lleguen a lesionar las legítimas
y mejoras, procediendo, además de la formación del acervo imaginario, la rescisión de las
donaciones excesivas a extraños
En el ejemplo recién propuesto el exceso cabe dentro de la cuarta de libre disposición. Pero
puede ocurrir que este exceso sobrepase la parte de bienes de que el causante pudo disponer
libremente y menoscabe las legítimas y mejoras.
Tercer ejemplo:
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Así resulta:
Cuarto ejemplo:
Resulta así:
Esta vez el exceso absorbe íntegramente las cuartas de libre disposición y de mejoras y aun
vulnera la mitad legitimaria.
En tales eventos tiene lugar la acción de inoficiosa donación regulada en el art. 1187: "Si
fuere tal el exceso que no sólo absorba la parte de bienes de que el difunto ha podido
disponer a su arbitrio sino que menoscabe las legítimas rigorosas o la cuarta de mejoras,
tendrán derecho los legitimarios para la restitución de lo excesivamente donado,
procediendo contra los donatarios, en un orden inverso al de las fechas de las donaciones,
esto es, principiando por los más recientes”.
Cuando las donaciones absorben totalmente la cuarta de libre disposición, se frustrarán las
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asignaciones hechas en el testamento con cargo a ella; pero si la exceden, será menester que
los donatarios restituyan las cantidades necesarias para que las legítimas y mejoras puedan
ser íntegramente satisfechas.
Pero, en caso de que el exceso vulnere las legítimas o mejoras, los donatarios deben
restituir bienes a la masa y la acumulación de estos bienes no será numérica sino que real o
física.
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La cuota del donatario insolvente no grava a los otros (art. 1187, inc. 2°).
LAS LEGÍTIMAS
Legítima rigorosa
La legítima recibe esta denominación porque es el mínimo que debe llevar un legitimario.
Propiamente esta legítima es la asignación forzosa de que el legitimario no puede ser
privado por el causante y que se suple con perjuicio de las disposiciones expresas del
testamento.
El art. 1192, inc. 1°, establece perentoriamente: "La legítima rigorosa no es susceptible de
condición, plazo, modo o gravamen alguno”. Esta norma es excepcional, debido a que la
legítima es un acto patrimonial y la regla general es que los efectos de los actos
patrimoniales puedan ser modificados mediante modalidades.
Añade el art. 1192: "Sobre lo demás que se haya dejado o se deje a los legitimarios,
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excepto bajo la forma de donaciones entre vivos, puede imponer el testador los gravá-
menes que quiera; sin perjuicio de lo dispuesto en el art. 1195".
El testador puede, entonces, imponer los gravámenes que desee sobre los demás bienes que
deje al legitimario, con las siguientes limitaciones:
a) Las asignaciones con cargo a la cuarta de mejoras se sujetan a la regla especial del
art. 1195, en el sentido que los gravámenes serán siempre a favor del cónyuge, o de uno o
más de los descendientes o ascendientes del testador, y
Las legítimas rigorosas gozan de preferencia para su pago sobre toda otra asignación.
Deberán enterarse las legítimas y luego se pagarán las asignaciones con cargo a la cuarta de
mejoras y a la de libre disposición. El art. 1189, en efecto, prescribe: "Si la suma de lo que
se ha dado en razón de legítimas no alcanzare a la mitad del acervo imaginario, el déficit
se sacará de los bienes con preferencia a toda otra inversión".
El art. 1190, inc. 1°, dispone: "Si un legitimario no lleva el todo o parte de su legítima por
incapacidad, indignidad o exheredación, o porque la ha repudiado, y no tiene
descendencia con derecho a representarle, dicho todo o parte se agregará a la mitad
legitimaria, y contribuirá a formar las legítimas rigorosas de los otros".
La mitad legitimaria se distribuye entre los legitimarios con prescindencia del incapaz, del
indigno, del desheredado o que repudió la herencia del difunto. Por ejemplo, si el causante
deja tres hijos y uno de ellos es indigno o repudia la herencia, la mitad legitimaria se
dividirá por dos.
El aumento de las legítimas tiene lugar cuando falta un legitimario "y no tiene descendencia
con derecho a representarle". Por el contrario, si la tuviere, estos descendientes dividirán
por estirpe la parte del legitimario que falte.
La mitad legitimaria no aumenta sino que aumentan las legítimas pues disminuye el
número de legitimarios.
Legítima efectiva.
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El art. 1191 dispone: "Acrece a las legítimas rigorosas toda aquella porción de bienes de
que el testador ha podido disponer a título de mejoras, o con absoluta libertad, y no ha
dispuesto, o si lo ha hecho, ha quedado sin efecto la disposición. Aumentadas así las
legítimas rigorosas se llaman legítimas efectivas”.
El inciso final del art. 1191 señala que: "Si concurren, como herederos, legitimarios con
quienes no lo sean, sobre lo preceptuado en este artículo prevalecerán las reglas conteni-
das en el Título II de este Libro".
Hoy día, el art. 990 dispone que si el difunto no hubiere dejado descendientes, ni
ascendientes, ni cónyuge, le sucederán sus hermanos, por lo que no cabe plantearse la
hipótesis de que concurran, abintestato, legitimarios con quienes no lo sean. No obstante
ello, el legislador de la Ley N° 19.585 no suprimió este inciso.
LAS MEJORAS
La cuarta de mejoras es una asignación forzosa que tiene lugar "en la sucesión de los
descendientes, ascendientes y del cónyuge" (art. 1167, N° 3°). Cabe hacer presente que el
legislador no supone ni presume las mejoras, pues ellas requieren de una declaración
expresa del testador.
La cuarta de mejoras se calcula del mismo modo que las legítimas: es la cuarta parte de los
bienes del difunto, previas las deducciones establecidas en el art. 959 (bajas generales de la
herencia) y las agregaciones a que se refieren los arts. 1185, 1186 y 1187 (acervos
imaginarios) (art. 1184). Todo lo dicho para el cálculo de las legítimas es aplicable a las
mejoras.
El asignatario a quien el testador deja la cuarta de mejoras o una parte alícuota de ella, es
heredero. El asignatario a quien se dejan determinados bienes con cargo a la cuarta de
mejoras, es un legatario.
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La Ley N° 19.585 incorporó a los ascendientes como asignatario forzoso de cuarta de me-
joras.
El art. 1184 dispone que son asignatarios de cuarta de mejoras: a) los descendientes; b) los
ascendientes; c) el cónyuge.
Entre estas personas goza el testador de completa libertad de disposición. El art. 1195, inc.
1°, dispone que de la cuarta de mejoras puede hacer el donante o testador la distribución
que quiera entre sus descendientes, su cónyuge y sus ascendientes; podrá pues asignar a
uno o más de ellos toda la dicha cuarta con exclusión de los otros.
En conformidad con lo dispuesto por el art. 1184, inc. 3º, una cuarta parte de la herencia
puede ser destinada para las mejoras con que el difunto haya querido favorecer a su
cónyuge o a uno o más de sus descendientes o ascendientes, sean o no legitimarios.
Esto no significa que el causante que tenga legitimarios esté obligado a disponer de la
cuarta de mejoras. Lo que ocurre, es que, concurriendo cualquiera o todos ellos, el causante
puede favorecerlos asignándoles total o parcialmente esta cuarta parte de sus bienes, sean o
no legitimarios.
El causante que tiene hijos (por lo tanto legitimarios) y nietos (que en presencia de sus
padres no tienen la calidad de legitimarios), pueden ser asignatarios de cuarta de mejoras el
o los nietos.
La cuarta de mejoras sólo existe en la sucesión testada; requiere una expresa declaración de
voluntad de testador.
La mitad legitimaria se divide entre los legitimarios conforme a las reglas de la sucesión
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intestada: los legitimarios concurren, son excluidos y representados según las mismas
reglas. No ocurre así con la cuarta de mejoras. Se distribuye con arreglo a lo dispuesto por
el testador y no tiene cabida el derecho de representación.
El art. 1195, inc. 2°, previene: "Los gravámenes impuestos a los partícipes de la cuarta de
mejoras serán siempre en favor del cónyuge, o de uno o más de los descendientes o
ascendientes del testador".
La Ley prohíbe perentoriamente, so pena de nulidad, los pactos sobre sucesión futura (art.
1463). Sin embargo, el causante puede convenir que no dispondrá de la cuarta de mejoras.
Este pacto sobre sucesión futura es válido, por excepción, en los términos del art. 1204.
"Si el difunto hubiere prometido por escritura pública entre vivos a su cónyuge o a
alguno de sus descendientes o ascendientes, que a la sazón era legitimario, no donar, ni
asignar por testamento parte alguna de la cuarta de mejoras, y después contraviniere a su
promesa, el favorecido con ésta tendrá derecho a que los asignatarios de esa cuarta le
enteren lo que le habría valido el cumplimiento de la promesa, a prorrata de lo que su
infracción les aprovechare.
Cualesquiera otras estipulaciones sobre la sucesión futura, entre un legitimario y el
que le debe la legítima, serán nulas y de ningún valor".
El pacto debe celebrarse entre el causante, por un lado, y por el otro, con el cónyuge o
alguno de sus descendientes o ascendientes, que tenga el carácter de legitimario al tiempo
de celebrarse el convenio.
Violada la promesa, el favorecido con ésta tendrá derecho a que los asignatarios de esa
cuarta le enteren lo que le habría valido el cumplimiento de la promesa, a prorrata de lo que
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De acuerdo con el art. 1197, "el que deba una legítima podrá en todo caso señalar las
especies en que haya de hacerse su pago; pero no podrá delegar esta facultad a persona
alguna, ni tasar los valores de dichas especies".
De este modo, el testador podrá decir: "Dejo a mi hijo Juan, con cargo a su legítima, la
hacienda Las Palmas”, pero le está vedado avaluarla. Una tasación arbitraria importaría
una violación de las legítimas. Si se atribuye a las especies un valor excesivo, se perjudica
al legitimario a quien deben entregarse en pago de su legítima; si se les asigna un valor
exiguo, se perjudica a los demás legitimarios.
La facultad de designar las especies es indelegable, lo cual no es sino una aplicación del art.
1004.
El art. 1189 dispone: "Si la suma de lo que se ha dado en razón de legítimas no alcanzare a
la mitad del acervo imaginario, el déficit se sacará de los bienes con preferencia a toda
otra inversión", o lo que es igual, deberá antes que nada completarse las legítimas y darse a
los legitimarios lo que falte para enterarlas.
Ejemplo:
La suma de lo donado alcanza a $40.000, cantidad que es inferior a la mitad del acervo
imaginario.
Con preferencia a toda otra inversión deben pagarse los $ 30.000 que faltan para completar
las legítimas.
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tad legitimaria, se aplica la regla del art. 1193.: "Si lo que se ha dado o se da en razón de
legítimas, excediere a la mitad del acervo imaginario, se imputará a la cuarta de mejoras,
sin perjuicio de dividirse en la proporción que corresponda entre los legitimarios".
Puede suceder que lo que se ha dado a título de mejoras exceda de la cuarta parte del acervo
imaginario, destinado al pago de tales mejoras. En tal caso, el excedente se sacará de la
cuarta de libre disposición, con preferencia a toda inversión que deba pagarse con cargo a
ella. Art 1194.
El art. 1196 dispone: "Si no hubiere cómo completar las legítimas y mejoras, calculadas en
conformidad a los artículos precedentes, se rebajarán unas y otras a prorrata”.
Principio General
Según se vio al estudiar el primer acervo imaginario, los valores acumulados a la masa se
imputan al haber del heredero que los colacionó.
El heredero que colaciona una liberalidad es deudor de la sucesión del valor acumulado.
Por otra parte, la sucesión le adeuda su respectivo haber. Estas obligaciones mutuas se
compensan y se extinguen hasta concurrencia de la menor.
Si el haber del heredero es superior a los valores acumulados, tendrá derecho a recibir el
saldo; si es inferior deberá pagar la diferencia.
Ejemplo:
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El haber de cada hijo asciende a $50.000 y se le entera imputándosele la donación que cada
uno ha colacionado y con el saldo necesario para completar su haber.
Imputación a la legítima.
El art. 1198 establece que, en principio, "todas las donaciones, sean revocables o irre-
vocables, hechas a un legitimario, que tenía entonces la calidad de tal, se imputarán a su
legítima".
Imputación a mejoras.
No es posible la imputación si el donatario nada recibe a título de mejoras y por tal motivo
se resuelve la donación que se hiciere a título de mejora a una persona que se creía
descendiente o ascendiente del donante y no lo era.
También se resolverá la donación revocable que se hiciere a título de mejora a una persona
que se creía cónyuge y no lo era, o si ha llegado a faltar por incapacidad, indignidad, o
repudiación (art. 1201).
El testador puede declarar en su testamento o por acto entre vivos su intención que el pago
hecho por él en vida de las deudas de un legitimario que sea descendiente no se impute a la
legítima del heredero forzoso. En este caso, dichos desembolsos se consideran como
mejoras.
El inciso final del precepto agrega que si el difunto, en el caso que se comenta, hubiere
asignado al mismo legitimario a título de mejoras alguna cuota de la herencia o una
cantidad de dinero, lo desembolsos hechos por el causante para el pago de la deuda del
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legitimario y que se van a imputar a la cuarte de mejoras por expresa disposición de aquél,
se imputan a dichas asignaciones, las cuales valdrán siempre como mejoras en lo que
excedieren a dichos desembolsos. Naturalmente que siempre primará al respecto lo
dispuesto por el testador.
Cuando el haber del donatario es superior al valor de las donaciones acumuladas, la com-
pensación entre ambos valores deja un saldo a su favor. El donatario tiene, lógicamente,
derecho a que se le complete su haber.
El art. 1206, inc. 1°, dispone: "Si al donatario de especies que deban imputarse a su
legítima o mejora, le cupiere definitivamente una cantidad no inferior a lo que valgan las
mismas especies, tendrá derecho a conservarlas y exigir el saldo, y no podrá obligar a los
demás asignatarios a que le cambien las especies, o le den su valor en dinero".
Por la inversa, si el haber del donatario es inferior al valor acumulado, operada la com-
pensación entre ambos valores, quedará un saldo en su contra; el donatario debe pagar este
alcance.
El art. 1206, inc. 2°, prescribe: "Y si le cupiera definitivamente una cantidad inferior al
valor de las mismas especies, y estuviere obligado a pagar un saldo, podrá a su arbitrio
hacer este pago en dinero, o restituir una o más de dichas especies, y exigir la debida
compensación pecuniaria por lo que el valor actual de las especies que restituya excediere
al saldo que debe":
Los legados no se acumulan a la masa por la sencilla razón que forman parte de ella. Por
esto, no los menciona el art. 1185.
Los legados se imputan al haber del legatario. El art. 1198 dispone que "todos los legados"
hechos a un legitimario se imputan a su legítima, a menos que en el testamento o en acto
posterior autentico aparezca que el legado ha sido a título de mejora.
Esta imputación de los legados a la legítima, a menos de aparecer que el testador desea que
se imputen a mejora, es absurda porque conduce a la anulación del legado. El legado resulta
puramente nominal.
Ejemplo:
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Por ejemplo, el causante deja dos hijos, Pedro y Juan; en vida donó irrevocablemente
$40.000 a Pedro y el acervo líquido asciende a $100.000. El acervo imaginario se eleva a
$140.000, que debe dividirse por iguales partes entre los hijos.
El provecho de computación o cuantía será suficiente cada vez que en la masa haya bienes
bastantes para enterar el haber de los asignatarios no favorecidos con las donaciones
irrevocables, sin recurrir a los valores acumulados. En el ejemplo, Juan puede pagarse de su
haber de $70.000 sin tener en cuenta el valor de la donación a Pedro.
Pero es claro que el haber de Juan de $70.000 no alcanza a pagarse con los bienes que
realmente hay en la masa. No basta, en este caso, acumular la donación para equiparar a los
asignatarios. Es menester enterar el haber con los valores acumulados. Juan enterará su
haber con los $40.000 que existen y con $30.000 que debe pagarle Pedro. En otros
términos, se le completará su haber adjudicándole un crédito en contra del asignatario que
colacionó la donación.
Dice Abeliuk: Hay quienes opinan que esta acumulación de las disposiciones beneficia no
sólo a la mitad legitimaria, y a la cuarta de mejoras, sino también a la parte de libre
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disposición; se basan para ello en que el art. 1185 habla de computar las cuartas del artículo
precedente, dentro de las cuales queda comprendida, naturalmente, la de libre disposición.
Pero como el precepto se refiere únicamente a las donaciones irrevocables, quiere decir que
respecto de las revocables recupera su vigor el argumento del art. 1185; en consecuencia, la
acumulación de las donaciones revocables beneficiará a la cuarta de libre disposición.
Acreedores hereditarios.
El derecho de prenda general de los acreedores no alcanza a los bienes que han salido del
patrimonio del deudor. Para obtener que se consideren las donaciones irrevocables, deben
recurrir a la acción pauliana o revocatoria.
Pero esta imposibilidad de perseguir los bienes que han salido del patrimonio del deudor es
puramente nominal; estos bienes han pasado al patrimonio de los herederos del causante,
responsable de sus deudas. De este modo, los acreedores podrán perseguirlos en el
patrimonio del heredero donde se encuentran los bienes donados irrevocablemente.Art
1199.
EL DESHEREDAMIENTO
No sería equitativo que el causante, contra quien el legitimario ha cometido una grave
ofensa, no obstante, deba dejarle una parte considerable de sus bienes.
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El art. 1207 define el desheredamiento: "es una disposición testamentaria en que se ordena
que un legitimario sea privado del todo o parte de su legítima". Habría que agregar en
virtud de justa causa, taxativamente señalada por la ley.
Requisitos
El art. 1207, inc. 2°, establece que no valdrá el desheredamiento que no se conforme a las
reglas legales.
El desheredamiento debe fundarse en una causa legal que el art. 1208 señala taxativamente.
Tales son las únicas causas del desheredamiento, según se desprende del inciso 1° de la
citada disposición. De no ser así, el testador podría burlar las legítimas simplemente
desheredando a sus legitimarios, cuando no desee que lleven dichas asignaciones forzosas.
1ª Por haber cometido injuria grave contra el testador en su persona, honor o bienes, o
en la persona, honor o bienes de su cónyuge, o de cualquiera de sus ascendientes o
descendientes (art. 1208 N° 1°);
3ª Por haberse valido de fuerza o dolo para impedirle testar (art. 1208 N° 3°);
5ª Por haber cometido un delito que merezca pena aflictiva; o por haberse abandonado
a los vicios o ejercido granjerías infames (según la RAE significa son la “ganancia o
utilidad que se obtiene traficando y negociando”), a menos que se pruebe que el testador
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Por último, es menester que la causal sea probada judicialmente. La prueba puede haberse
producido "en vida del testador" o producirse "después de su muerte" por las personas
interesadas en el desheredamiento (art. 1209, inc. 1°).
Los efectos del desheredamiento serán los que el testador determine. Si el testador no los
limita expresamente, la ley suple su silencio:
c) Queda privado, asimismo, de "todas las donaciones que le haya hecho el deshe-
redador" (art. 1210, inc. 1°);
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d) Las herencias que pasan al hijo por desheredamiento del padre o madre, configuran
una excepción a la patria potestad del padre o madre (art. 250 N° 3°, relativo al peculio
adventicio extraordinario), y
El art. 1211 dispone que no se entiende revocado tácitamente el desheredamiento por haber
intervenido reconciliación ni será admitido el desheredado a probar que el testador tuvo la
intención de revocarlo.
En términos generales, se puede sostener que son varias las causales por las cuales un
testamento puede dejar de producir sus efectos, a saber:
2. Que el sobre que contiene el testamento cerrado sea violado (art. 1025);
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el testamento.
El art. 1001 dice que las disposiciones testamentarias son "esencialmente revocables" y no
vale ningún acto o declaración que tienda a limitar la facultad de revocarlas.
El testador puede en todo tiempo anterior a su fallecimiento, revocar sus disposiciones por
la sola razón de que no desea perseverar en ellas.
Sin embargo, los testamentos privilegiados caducan, sin necesidad de revocación, en los
casos previstos por la ley (art. 1212).
Formalidad de la revocación.
La revocación es un acto solemne como lo es el testamento mismo que se pretende dejar sin
efecto.
El art. 1213, inc. 1°, dispone: "El testamento solemne puede ser revocado expresamente en
todo o parte, por un testamento solemne o privilegiado".
El CC debió decir, más llanamente, que todo testamento podrá revocarse, en todo o parte,
por un testamento posterior.
Pero el testamento privilegiado está expuesto a perder su eficacia por una causal típica: la
caducidad.
¿Qué suerte corre la revocación hecha en un testamento privilegiado que caduca? El art.
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1213 contesta a esta interrogación: "la revocación que se hiciere con un testamento
privilegiado caducará con el testamento que la contiene, y subsistirá el anterior".
El art. 1214 responde: "Si el testamento que revoca un testamento anterior es revocado a su
vez, no revive por esta revocación el primer testamento, a menos que el testador manifieste
voluntad contraria".
Si la revocación es total, la suerte de los bienes se regirá íntegramente por las reglas de la
sucesión intestada; si es parcial, la sucesión será parte testada y parte intestada.
El otorgamiento de un nuevo testamento no produce una revocación tácita del anterior por
el mero hecho de otorgarse. El art. 1215 previene: “Un testamento no se revoca tácitamente
en todas sus partes por la existencia de otro u otros posteriores”. Es lógico que así sea,
porque es posible que las nuevas disposiciones armonicen con las anteriores y no las
contradigan. La revocación tácita se producirá sólo cuando exista tal contradicción.
El art. 1215, inc. 2°, dice: "Los testamentos posteriores que expresamente no revoquen los
anteriores, dejarán subsistentes en éstos las disposiciones que no sean incompatibles con
las posteriores, o contrarias a ellas".
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Sin perjuicio de las reglas generales, los legados están sujetos a reglas especiales para su
revocación:
a) El legado se entiende revocado por la enajenación de las especies legadas, por acto
entre vivos (art. 1135, inc. 2°);
El sistema de asignaciones forzosas que nuestra ley consagra, hace necesaria una acción
que permita a los asignatarios reclamar lo que por ley les corresponde, cuando el testador
ha desconocido su derecho.
El testamento que viola las asignaciones forzosas no es nulo; solamente debe ser mo-
dificado en la medida necesaria para que se entere el asignatario forzoso lo que por ley le
pertenece. Las asignaciones forzosas, en suma, se suplen aun con desmedro de las
disposiciones expresas del testamento (art. 1167).
De este modo se puede conceptualizar a la acción de reforma del testamento como aquella
que corresponde a los legitimarios o a sus herederos, en caso de que el testador en su
testamento no les haya respetado sus legítimas o mejoras, según los casos, para pedir que se
modifique el testamento en todo lo que perjudique dichas asignaciones forzosas.
Es una acción personal, pues como se verá deberá intentarse en contra de los asignatarios
instituidos por el testador en perjuicio de las asignaciones forzosas amparadas por esta
acción.
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El art. 1216 dispone que "los legitimarios a quienes el testador no ha dejado lo que por ley
les corresponde, tendrán derecho a que se reforme a su favor el testamento, y podrán
intentar la acción de reforma (ellos o las personas a quienes se hubieren transmitido sus
derechos)".
Pueden instar por la reforma del testamento, cualquiera de los legitimarios, puesto que el
art. 1220, dispone: "si el que tiene descendientes, ascendientes o cónyuge dispusiere de
cualquiera parte de la cuarta de mejoras a favor de otras personas, tendrán también
derecho los legitimarios para que en eso se reforme el testamento, y se les adjudique dicha
parte".
Parece extraño, a primera vista, que la cuarta de mejoras pueda asignarse a personas que no
son legitimarios, pero que sólo los legitimarios puedan reclamar de la infracción de esta
asignación forzosa. La razón de esta aparente anomalía es, sin embargo, obvia.
Conforme al art. 1191, acrece a las legítimas rigorosas para formar las legítimas efectivas
todo aquello de que el testador dispuso a título de mejoras, pero ha quedado sin efecto la
disposición.
Ninguno de los descendientes que no son legitimarios podría afirmar que el testador le
habría asignado la cuarta de mejoras, en vez de asignarla a un extraño. La simple
expectativa de ser asignatario de la cuarta de mejoras no justifica el ejercicio de la acción
de reforma del testamento.
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yen una baja general y, por consiguiente, los alimentarios tienen derecho a que se deduzcan
antes de llevar a cabo las disposiciones del testamento, lo que en el hecho importará una
reforma del mismo (Claro Solar).
Se dirige la acción de reforma -acción personal- contra las personas a quienes el testador ha
instituido herederos o legatarios con perjuicio de los asignatarios forzosos.
Objeto de la acción
a) El art. 1217 prescribe que, "en general, lo que por ley corresponde a los
legitimarios y lo que tienen derecho a reclamar por la acción de reforma, es su legítima
rigorosa, o la efectiva en su caso".
En cambio, la acción tendrá por objeto reclamar la legítima efectiva, cuando el testador no
asignó la cuarta de mejoras o la porción de que pudo disponer libremente, o no ha tenido
efecto su disposición;
b) El art. 1217, inc. 2°, prescribe: "El legitimario que ha sido injustamente
desheredado, tendrá, además, derecho para que subsistan las donaciones entre vivos com-
prendidas en la desheredación".
Dice Pablo Rodríguez: “Esta norma es innecesaria, ya que parte del supuesto de que la
lesión que sufre el legitimario que deduce acción de reforma deriva de un provecho que el
causante otorgó a los demás legitimarios, hipótesis muy específica que excluye la
posibilidad de que la acción se interponga en contra de un tercero que no es legitimario o
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El plazo de la prescripción es de cuatro años y se cuenta, para los legitimarios, "desde el día
en que tuvieron conocimiento del testamento y de su calidad de legitimarios" (art. 1216,
inc. 1°);
Para el cónyuge sobreviviente se contará el plazo desde que conoció el testamento, ya que
no es posible que ignore su condición de marido o mujer del difunto.
Contrariamente a la regla del art. 2524, esta prescripción de corto tiempo se suspende en
favor de los incapaces. El art. 1216, inc. 2°, dice: "Si el legitimario, a la apertura de la
sucesión, no tenía la administración de sus bienes, no prescribirá en él la acción de
reforma antes de la expiración de cuatro años, contados desde el día en que tomare esa
administración". El cuadrienio se cuenta desde que cesa la incapacidad.
La regla del art. 1216 está íntimamente relacionada con la del art. 1209, que declara
innecesaria la prueba de la causal de desheredamiento si el legitimario no reclama su
legítima, pasados cuatro años desde la apertura de la sucesión o desde que cesa su
incapacidad. La acción para reclamar de un desheredamiento ilegal o para reclamar la
legítima -conceptos que son equivalentes- es la de reforma del testamento.
La preterición.
La preterición consiste en pasar en silencio a un legitimario, sin asignarle lo que por ley le
corresponde y sin desheredarle.
La ley entiende que esta omisión del testador demuestra que carece de motivos para
desheredar al legitimario y ha considerado inoficioso asignarle lo que habrá de corres-
ponderle de todas maneras.
Por esto, el art. 1218 dispone que el "haber pasado en silencio a un legitimario deberá
entenderse como una institución de heredero en su legítima".
Como el preterido tiene ipso jure su legítima, no necesita entablar la acción de reforma del
testamento cuya esterilidad, en su caso, es manifiesta.
La legítima a la que se entiende llamado el preterido será la legítima rigorosa cuando los
llamados en el testamento son personas a quienes el testador ha podido asignar la cuarta de
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mejoras. No hay motivo para privar de eficacia a las disposiciones en que el testador asignó
legítimamente la cuarta de mejoras y la de libre disposición, y
APERTURA DE LA SUCESIÓN,
ACEPTACIÓN Y REPUDIACIÓN DE LAS ASIGNACIONES
I. MEDIDAS DE SEGURIDAD.
Los momentos que siguen a la muerte de una persona son propicios para que se cometan
actos de ocultamiento de bienes, con evidente perjuicio para asignatarios y acreedores.
Tres medidas adopta sustancialmente el legislador para precaver estos actos, dos de carácter
meramente provisional y una tercera de carácter definitivo y permanente: la guarda y
aposición de sellos, la declaración de herencia yacente y la facción de inventario.
La guarda consiste en la custodia de las llaves del mueble o lugar en que están colocados
los bienes sujetos a la aposición de sellos.
La guarda de las llaves se hará en poder de “una persona de notoria probidad y solvencia”
que el juez designe o “en el oficio del secretario del juzgado” (art. 872 inc. 2° del CPC).
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El art. 1222 dispone que, desde que se abre la sucesión, “todo el que tenga interés en ella, o
se presuma que pueda tenerlo”, podrá solicitar que se guarden bajo llave y sello los
muebles y papeles de la sucesión.
Entre los interesados se cuentan los herederos, los legatarios, los acreedores del difunto. El
albacea tiene el deber de velar por la seguridad de los bienes y hacer que se guarden bajo
llave y sello (art. 1284).
La diligencia de guarda y aposición de sellos debe hacerse “por el ministerio del juez con
las solemnidades legales” (arts. 1222 inc. 3° y 1223 del C.C. y arts. 872 a 874 del CPC).
En líneas generales, se puede indicar que una vez solicitada esta medida, el tribunal
decretará, y procederá por si mismo o mediante un funcionario o notario y, junto a dos
testigos procederán a realizar la diligencia.
El art. 1222 dispone que los bienes se guardarán bajo llave y sello “hasta que se proceda al
inventario solemne de los bienes y efectos hereditarios” y el art. 1223 insiste en que la
diligencia se podrá practicar “hasta el correspondiente inventario”.
2. LA HERENCIA YACENTE
Pero esto es una ficción. No es posible, entre tanto, prescindir de la realidad; mientras
pende la aceptación, los bienes quedan desamparados, salvo que el causante haya designado
una persona que los tenga a su cuidado.
La institución de la herencia yacente tiene por objeto resolver este problema práctico y
proveer a la conservación del patrimonio hereditario.
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Del art. 1240 se infiere que la herencia yacente es aquella que no ha sido aceptada en el
plazo de quince días por algún heredero, siempre que no exista albacea con tenencia de
bienes designado en el testamento, o si lo hay, no ha aceptado el albacea el cargo.
Del Art. 1240 se infiere que para declarar yacente la herencia es menester:
b) Que transcurra el plazo de 15 días sin que la herencia haya sido aceptada por ningún
heredero universal o de cuota, y
La declaración de herencia yacente debe hacerla el juez del último domicilio del difunto, a
petición del cónyuge sobreviviente, o de cualquiera de los parientes o dependientes del
difunto, o de otra persona interesada en ello, o el difunto.
La resolución del juzgado que declara yacente la herencia debe insertarse en un diario de la
comuna o de la capital de la provincia o de la capital de la región, si en aquélla no lo
hubiere (art. 1240 inc. 1°) y comunicarse a la División de Bienes Nacionales del Ministerio
de Bienes Nacionales (art. 44 del D.L. N° 1939, de 10 de Noviembre de 1977), para que
éste determine si la herencia es vacante, es decir, si pertenece al Fisco.
El curador de la herencia yacente es un curador de bienes (art. 343) y sus facultades están
señaladas en los arts. 484, 487 a 490. Como es fácil de observar, esta curaduría siempre
será dativa (y no testamentaria ni legítima), debido a que es el juez quien designa a la
persona del curador.
Las facultades del curador de la herencia yacente tienden fundamentalmente a que éste
cuide y conserve los bienes que componen la sucesión. Puede cobrar créditos y pagar
deudas (por ello los acreedores hereditarios se pueden dirigir en contra del curador).
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En conformidad al Art. 1240, incs. 2° y 3°, si hubiere dos o más herederos y aceptare uno
de ellos, tendrá la administración de todos los bienes hereditarios proindiviso, previo
inventario solemne; y aceptando sucesivamente sus coherederos, y subscribiendo el
inventario, tomarán parte en la administración.
Mientras no hayan aceptado todos, las facultades del heredero o herederos que administren
serán las mismas de los curadores de la herencia yacente, pero no serán obligados a prestar
caución, salvo que haya motivo de temer que bajo su administración peligren los bienes.
Para que termine la herencia yacente basta que acepte uno de los varios herederos. No es
menester que acepten todos la herencia.
Herencia yacente es la que se declara tal por resolución judicial porque no ha sido aceptada,
en todo o parte, ni existe albacea con tenencia de bienes que haya aceptado el cargo. En
cambio, la herencia vacante es la que corresponde al Fisco, a falta de otros herederos de
mejor derecho.
Como a menudo no se presentarán herederos que acepten porque no los hay, la herencia
yacente será, a la vez, una herencia vacante. De ordinario la herencia yacente precede a la
vacante.
El Decreto ley Nº 1939 de 1977, otorga a los que denuncien una herencia vacante un
galardón o recompensa del 30% del valor líquido de los bienes que, con este motivo,
ingresen al patrimonio fiscal. Se paga el galardón una vez que hayan prescrito los derechos
de los llamados a disputar al Fisco el mejor derecho a la herencia. Podrá pagarse antes de
cumplido el plazo de prescripción, rindiendo el denunciante caución de restitución de lo
que el Fisco, a su turno, pueda ser obligado a restituir.
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De la lectura del art. 2509, en virtud del cual la prescripción se suspende a favor de ciertas
personas, entre ellas la herencia yacente, ha dado margen para que se indique que esta
institución sería una persona jurídica. También se basan en el art. 2500, en virtud del cual
se da a entender que la herencia yacente posee a nombre del heredero.
Pero en realidad esta interpretación es generalmente rechazada, porque el art. 2346 señala
que “se puede afianzar a una persona jurídica y a la herencia yacente”, con lo cual
demuestra una clara diferencia entre ambas. Y no podía ser de otra forma, debido a que esta
institución no es indicada como persona jurídica en el Libro I del CC; por lo demás, el art.
481 define a la herencia yacente como “los bienes de un difunto, cuya herencia no ha sido
aceptada”.
3. LA FACCIÓN DE INVENTARIO
El inventario es una enumeración de todos los bienes y de todas las obligaciones del
difunto. Su objeto es hacer constar el estado del patrimonio hereditario, al tiempo del
fallecimiento del causante, en resguardo de los derechos de los interesados en la sucesión.
El inventario simple es una lista de bienes y deudas hecha por los interesados, sin sujeción
a ninguna solemnidad.
El art. 859 del CPC señala las solemnidades a que está sujeto el inventario.
El inventario debe hacerse con citación de todos los interesados conocidos y que, según la
ley, tengan derecho a asistir (art. 860 del CPC).
El art. 1255 dispone que tendrán derecho a asistir al inventario el albacea, el curador de la
herencia yacente, los presuntos herederos testamentarios o abintestato, cónyuge
sobreviviente, los legatarios, los socios de comercio, los fideicomisarios y todo acreedor
hereditario que presente el título de su crédito.
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En virtud del art. 1253 el contenido del inventario debe ser el que señalan los arts. 382 y
siguientes.
El inventario debe comprender aun los bienes ajenos que se encuentran entre los que
se inventarían.
Así lo ordena el Art. 384, el cual señala que “Debe comprender el inventario aun las cosas
que no fueren propias de la persona cuya hacienda se inventaría, si se encontraren entre
las que lo son; y la responsabilidad del tutor o curador se extenderá a las unas como a las
otras.”
En razón de lo anterior el Art. 385 dispone que la mera aserción que se haga en el
inventario de pertenecer a determinadas personas los objetos que se enumeran, no hace
prueba en cuanto al verdadero dominio de ellos.
Los gastos del inventario, así como los de la guarda y aposición de sellos, constituyen una
baja general de las que contempla el N° 1 del art. 959.
ACEPTACIÓN Y REPUDIACIÓN
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El legatario tiene la alternativa de aceptar o repudiar; el heredero tiene, aun, una tercera
alternativa: aceptar con beneficio de inventario.
La aceptación de una asignación no puede tener lugar “sino después que se ha deferido”
(art. 1226, inc. 1º). Por consiguiente, si la asignación está subordinada a una condición
suspensiva, deberá esperarse que se cumpla la condición, salvo que se trate de una
condición de no hacer algo que dependa de la sola voluntad del asignatario, en cuyo caso la
asignación se defiere al fallecimiento del causante, siempre que aquel de caución para el
caso de contravenirse la condición..
En cambio, para la repudiación, dispone el art. 1226 inc 2°: “Después de la muerte de la
persona de cuya sucesión se trata, se podrá repudiar toda asignación, aunque sea
condicional y esté pendiente la condición”.
En resumen, la aceptación sólo puede hacerse desde que la asignación se defiere, mientras
que la repudiación puede verificarse desde que se abre la sucesión.
Es obvio que la repudiación no puede ser anterior a la muerte del causante. El art. 1226 inc.
3° dice innecesariamente: “Se mirará como repudiación intempestiva, y no tendrá valor
alguno, el permiso concedido por un legitimario al que le debe la legítima para que pueda
testar sin consideración a ella”.
Pero la indecisión del asignatario puede causar perjuicios a terceros, como serían los
acreedores, los legatarios o donatarios mortis causa. Por este motivo, “todo asignatario
será obligado en virtud de demanda de cualquier persona interesada en ello, a declarar si
acepta o repudia” (art. 1232, inc. 1º).
El asignatario deberá optar en el plazo de 40 días desde la fecha de la demanda. Este plazo
puede prorrogarse por el juez, pero nunca por más de un año, en caso de ausencia del
asignatario, por estar los bienes situados en lugares distantes o por otro grave motivo.
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Durante el plazo de 40 días, o el que señale el juez, debe decidir el asignatario si opta por
aceptar o repudiar. Se denomina este término plazo para deliberar.
El art. 1233 dispone: “El asignatario constituido en mora de declarar si acepta o repudia,
se entenderá que repudia”. Ahora bien, si no ha existido requerimiento judicial, el heredero
podrá aceptar o repudiar mientras un tercero no adquiera la herencia por prescripción
adquisitiva
La regla general es que “Todo asignatario puede aceptar o repudiar libremente” (art.
1225. inc. 1º). Sin embargo existen las siguientes excepciones:
En este caso, el heredero tiene una doble sanción: (i) pierde su derecho a repudiar y (ii)
pierde su derecho cuotativo en los efectos sustraídos.
En cuanto a la repudiación, el art. 1236 señala que los que no tienen la libre administración
de sus bienes no pueden repudiar una asignación a título universal, ni una asignación de
bienes raíces, o bienes muebles que valgan más de un centavo, sin autorización judicial con
conocimiento de causa.
El art. 1225 agrega que el marido requerirá el consentimiento de la mujer casada bajo el
régimen de sociedad conyugal para aceptar o repudiar una asignación deferida a ella. Esta
autorización se sujetará a lo dispuesto en los dos últimos incisos del artículo 1749.
a) Es un derecho transmisible.
La aceptación y repudiación son actos que, contrariando la regla general de los actos
patrimoniales, no admiten modalidades. El art. 1227 dispone: “No se puede aceptar o
repudiar condicionalmente ni hasta o desde cierto día”.
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No se puede aceptar una parte o cuota de una asignación y repudiar el resto (art. 1228 inc.
1°). Por ejemplo, no podrá el heredero del total de la herencia aceptar solamente la mitad o
un tercio.
El CC formula esta distinción como una regla particular a las herencias (art. 1241); pero no
se ve el motivo para no hacerla extensiva a los legados:
Dentro del plazo para deliberar tiene derecho el heredero para ejecutar actos cuyo objetivo
es formarse cabal concepto acerca de si le conviene aceptar o repudiar (art. 1232, inc. 2º) y,
que naturalmente, no impliquen aceptación tácita.
Formas de la repudiación.
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Mientras la aceptación puede ser expresa o tácita, la repudiación debe ser generalmente
expresa.
El artículo 1235 dispone: “La repudiación no se presume de derecho sino en los casos
previstos por la ley”. Un caso calificado señala la ley en que se presume la repudiación: si
el heredero se constituye en mora de declarar si acepta o repudia, se entiende que repudia
(art. 1233).
El asignatario es libre de aceptar o repudiar; pero, ejercitada la opción, por regla general, no
puede retractarse:
La aceptación, hecha con los requisitos legales “no podrá rescindirse, sino en el caso de
haber sido obtenida por fuerza o dolo, y en el de lesión grave a virtud de disposiciones
testamentarias de que no se tenía noticia al tiempo de aceptarla” (art. 1234 inc. 1°).
La aceptación es uno de los contados casos en que tiene cabida la lesión enorme que, para
estos efectos, tiene un significado peculiar: “Se entiende por lesión grave la que
disminuyere el valor total de la asignación en más de la mitad” (art. 1234 inc. 3°). Un
testamento, por ejemplo, de que el aceptante no tuvo conocimiento, reduce la asignación a
menos de la mitad, con el natural perjuicio para el asignatario.
La irrevocabilidad de la aceptación rige aún respecto de los incapaces (art. 1234 inc. 2°).
En otros términos, al igual que los capaces, sólo pueden pretender que se rescinda por
fuerza, dolo o lesión.
Cabe señalar que la mayoría de la doctrina no admite al error como vicio del
consentimiento, pues no está señalado como vicio que permita la rescisión de la aceptación.
Sin embargo, nótese que la ley supone una ignorancia u error para que opere la lesión al
señalar que el asignatario no debe tener conocimiento de ciertas disposiciones
testamentarias.
Para la repudiación rigen reglas análogas: “Ninguna persona tendrá derecho para que se
rescinda su repudiación, a menos que la misma persona o su legítimo representante hayan
sido inducidos, por fuerza o dolo, a repudiar” (art. 1237).
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Art. 1238. La hipótesis prevista es la del asignatario que, llamado a recoger una sucesión
ventajosa, se encuentra personalmente endeudado; repudia la asignación porque el
provecho de la sucesión será absorbido por los acreedores. Es un caso de ejercicio de la
acción pauliana, para otros acción oblicua.
El principio fundamental del artículo 3º establece que las sentencias judiciales producen
solamente efectos en las causas en que se pronuncian. Por excepción, ciertos fallos
judiciales producen efectos erga omnes. Entre estas excepciones se cuentan las que señala
el art. 1246.
Iguales efectos produce la decisión judicial que resuelve si el heredero ha aceptado pura y
simplemente la herencia o con beneficio de inventario.
Sin embargo, nuestra jurisprudencia ha señalado que esta norma no se aplica al caso en que
el heredero no sea tenido por tal.
El heredero que acepta pura y simplemente la herencia asume plenamente la calidad de tal:
representa al causante, continúa su personalidad, le sucede en todos sus derechos y
obligaciones transmisibles.
El art. 1245 dispone: “El que hace acto de heredero sin previo inventario solemne, sucede
en todas las obligaciones transmisibles del difunto a prorrata de su cuota hereditaria,
aunque le impongan un gravamen que exceda el valor de los bienes que hereda”.
Se refiere la disposición al que hace acto de heredero, esto es, acepta tácitamente la
herencia. Con mayor razón contraerá esta ilimitada responsabilidad quien la acepta
expresamente. Esta responsabilidad ilimitada cabe al heredero que acepta, expresa o
tácitamente, “sin previo inventario solemne”; si ha precedido éste a la aceptación, goza del
beneficio de inventario que limita su responsabilidad al valor de los bienes que hereda (art.
1245, inc. 2º).
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EL BENEFICIO DE INVENTARIO
Como se vio, el heredero que acepta pura y simplemente es responsable de las deudas
hereditarias, aunque su monto exceda del valor de los bienes que recibe y deba afrontarlas
con sus propios bienes. El legatario puede optar por aceptar o repudiar la asignación; pero
el heredero, además, puede aceptar con beneficio de inventario.
El beneficio de inventario tiene por objeto poner un límite a la responsabilidad del heredero
que acepta la herencia; sin este beneficio, es ilimitada y le obliga ultra vires hereditatis.
El art. 1247 dispone: “El beneficio de inventario consiste en no hacer a los herederos que
aceptan, responsables de las obligaciones hereditarias y testamentarias, sino hasta
concurrencia del valor total de los bienes que han heredado”.
El beneficio de inventario cede en provecho del heredero; éste ha de ser quien decida si
aprovecha de sus ventajas.
Por regla general, el heredero es libre para aceptar llanamente la herencia o hacerlo con
beneficio de inventario. Ciertos herederos, sin embargo, deben necesariamente aceptar con
este beneficio:
b) Del mismo modo deben aceptarse las herencias deferidas a los incapaces, a las
personas “que no pueden aceptar o repudiar sino por el ministerio o con la autorización de
otras” (art. 1250 inc. 2º),
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a) El que hizo acto de heredero sin previo inventario solemne (art. 1252)
La pluralidad de herederos puede ocasionar un conflicto entre ellos acerca de cómo debe
aceptarse la herencia.
El heredero que acepta sin previo inventario solemne queda ilimitadamente responsable de
las deudas hereditarias y testamentarias; pero si ha precedido inventario solemne, “gozará
del beneficio de inventario” (art. 1245 inc. 2°).
Es menester que el heredero haga la declaración de aceptar con beneficio de inventario sin
haber ejecutado antes actos que importen aceptación pura y simple de la herencia.
El art. 1252 dispone: “Todo heredero conserva la facultad de aceptar con beneficio de
inventario mientras no haya hecho acto de heredero”.
La ejecución de actos de heredero importa aceptación que priva del beneficio de inventario,
a menos que haya precedido inventario solemne (art. 1245).
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El heredero que declara su intención de aceptar con beneficio de inventario, pero lo omite y
ejecuta actos de heredero, queda responsable ultra vires hereditatis.
El art. 1256 prescribe: “El heredero que en la confección del inventario omitiere de mala fe
hacer mención de cualquiera parte de los bienes, por pequeña que sea, o supusiere deudas
que no existen, no gozará del beneficio de inventario”.
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(i) Por la definición del art. 1247, en la cual se limita la responsabilidad del
heredero hasta el valor y no hasta los bienes heredados.
(ii) Porque el inciso segundo del art. 1260, al ponerse en el caso de pérdida
de algún bien heredado por caso fortuito, hace responsable al heredero
por los valores en que dichos bienes hubiesen sido tasados.
(iii) Finalmente, el art. 520 Nº4 CPC, sobre tercerías, señala que únicamente
el heredero beneficiario puede oponerse al embargo de bienes propios en
el caso en que su responsabilidad se haya extinguido en responsabilidad
del heredero beneficiario termina por el abandono o consumo de los
bienes; por ende, en los demás casos procede embargar bienes del
heredero, por lo que no se produce entonces separación.
Como puede observarse, existen excelentes argumentos para sostener ambas posturas. Por
ende, la solución se debe basar en la interpretación de la institución del beneficio de
inventario. Nadie duda que esta institución es una solución legal que busca proteger al
heredero (de ahí que sea un beneficio), y precisamente inspirados en tal protección
debemos interpretar las respectivas normas. En otras palabras, se debe escoger la solución
que de mayor protección al heredero beneficiario, y por ende se debe entender que se
produce la referida separación de patrimonios.
El heredero beneficiario que paga con su propio dinero deudas de la herencia se subroga en
los derechos de los acreedores (art. 1610 N° 4). De esta manera se convierte en acreedor de
la sucesión en lugar del acreedor a quien pagó.
Arts. 1247, 1257 y 1258. El heredero beneficiario limita su responsabilidad al valor de los
bienes heredados y que se detallan en el correspondiente inventario.
A este respecto el art. 1261 dispone que el heredero beneficiario podrá en todo tiempo
exonerarse de sus obligaciones abandonando a los acreedores los bienes de la sucesión que
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deba entregar en especie, y el saldo que reste de los otros, y obteniendo de ellos o del juez
la aprobación de la cuenta que de su administración deberá presentarles.
En este sentido, el Art. 1262 señala que consumidos los bienes de la sucesión, o la parte
que de ellos hubiere cabido al heredero beneficiario, en el pago de las deudas y cargas,
deberá el juez, a petición del heredero beneficiario, citar a los acreedores hereditarios y
testamentarios que no hayan sido cubiertos, por medio de tres avisos en un diario de la
comuna o de la capital de provincia o de la capital de la región, si en aquélla no lo hubiere,
para que reciban de dicho heredero la cuenta exacta y en lo posible documentada de todas
las inversiones que haya hecho; y aprobada la cuenta por ellos, o en caso de discordia por el
juez, el heredero beneficiario será declarado libre de toda responsabilidad ulterior.
Por su parte el Art. 1263 agrega que el heredero beneficiario que opusiere a una demanda la
excepción de estar ya consumidos en el pago de deudas y cargas los bienes hereditarios o la
porción de ellos que le hubiere cabido, deberá probarlo presentando a los demandantes una
cuenta exacta y en lo posible documentada de todas las inversiones que haya hecho.
De este modo, tanto el abandono como la inversión de los bienes de la herencia deben
acompañarse de una rendición de cuentas que, una vez aprobada, pondrá fin a la
responsabilidad del heredero.
a) La acción de petición de herencia, acción típica, peculiar del heredero, que emana
directamente del derecho real de herencia;
Convertido en titular de todos los derechos reales y personales que pertenecían al causante,
excepto los intransmisibles, el heredero puede ejercitar todas las acciones que nacen de
tales derechos. En consecuencia, podrá reivindicar los bienes hereditarios que terceros
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posean, perseguir en juicio a los deudores que ahora son suyos, etc.
Pero estas acciones no son suficientes porque suponen que se demuestre la calidad de
heredero. Entre tanto, esta calidad puede ser disputada al actor y pretender los detentadores
de bienes hereditarios que no tiene la condición de heredero.
Es preciso que el heredero pruebe su título y, con este objeto, la ley lo dota de una acción
especial, propia suya, fundada en la calidad de heredero: la acción de petición de herencia.
El art. 1264 dispone: "El que probare sus derechos a una herencia, ocupada por otra
persona en calidad de heredero, tendrá acción para que se le adjudique la herencia, y se le
restituyan las cosas hereditarias, tanto corporales como incorporales, y aun aquellas de
que el difunto era mero tenedor, como depositario, comodatario, prendario, arrendatario,
etc., y que no hubieren vuelto legítimamente a sus dueños".
La disposición pone en claro que la acción incumbe al heredero que, obviamente, debe
probar su condición de tal.
La norma legal establece que la acción de petición de herencia persigue una doble
finalidad: a) que se "adjudique" al actor la herencia o, en otros términos, que se le
reconozca la calidad de heredero, y b) que, como consecuencia de este reconocimiento, se
le restituyan los bienes hereditarios de toda índole, aun aquellos de que el causante era
mero tenedor.
(i) Es una acción real, debido a que emana del derecho real de herencia, por lo que no
se dirige en contra de determinada persona sino en contra de quien perturbe el ejercicio del
derecho real.
(ii) Es una acción divisible, pues le corresponde a cada heredero por separado.
(iii) Es una acción mueble, debido a que persigue una universalidad jurídica, a saber la
herencia. Esto no obsta a que en la herencia que se reclame puedan ir comprendidos bienes
inmuebles, pues la universalidad jurídica de la herencia constituye algo distinto de los
bienes que la componen.
(iv) Es una acción patrimonial puesto que persigue un beneficio pecuniario como lo es
la masa hereditaria. En razón de lo anterior la acción es renunciable, transmisible,
transferible y prescriptible.
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De acuerdo con el art. 1264 la acción se dirige contra el que se pretende heredero y
desconoce al demandante esta calidad.
Por esto, si el poseedor de efectos hereditarios pretende, por ejemplo, que adquirió a título
de compraventa los bienes hereditarios, no procederá la acción de petición de herencia sino
la acción reivindicatoria.
Objeto de la acción.
Por tanto, es imprescindible que el actor pruebe su aseveración de que es heredero, sea con
el testamento que le designa sucesor a título universal, sea demostrando el parentesco que
le habilita para suceder abintestato, con arreglo a las normas que rigen la prueba del estado
civil (arts. 304 y ss.).
Estará de buena fe, por ejemplo, la persona que se reputó heredero en virtud de un
testamento que ignoraba hubiese sido revocado por otro posterior. De mala fe estará el
heredero abintestato que entró a poseer a sabiendas que existía otro pariente de grado más
próximo, con un derecho preferente para suceder.
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Abarca las cosas de que el causante era mero tenedor, como arrendatario, acreedor
prendario, comodatario, etc. El causante debía restituir estos bienes, obligación que pesa
sobre el heredero. La restitución es indispensable para que el heredero pueda cumplir esta
obligación, a su turno.
b) Restitución de frutos.
La restitución puede comprender los frutos de las cosas hereditarias. Para esta restitución se
aplican "las mismas reglas que en la acción reivindicatoria" (art. 1266).
El poseedor tiene derecho a que se le reembolsen los gastos necesarios para producir los
frutos que debe devolver (art. 907, inc. 4°).
c) Enajenaciones y deterioros.
La buena o mala fe del poseedor es la clave para decidir acerca de su responsabilidad por
las enajenaciones y deterioros de los bienes hereditarios.
El art. 1267 dice: "El que de buena fe hubiere ocupado la herencia no será responsable de
las enajenaciones y deterioros de las cosas hereditarias, sino en cuanto le hayan hecho
más rico; pero habiéndola ocupado de mala fe, lo será de todo el importe de las
enajenaciones y deterioros".
d) Pago de mejoras.
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Para el pago de las mejoras introducidas por el poseedor vencido se aplican, sin variación,
las reglas de la acción reivindicatoria (art. 1266).
Las mejoras necesarias, esto es aquellas que tienden a conservar la cosa y hacerla producir,
deben abonarse a todo poseedor, sea de buena o mala fe (art. 908).
En conformidad al art. 909, el poseedor de buena fe tiene derecho a que se le abonen las
mejoras útiles (esto es aquellas que aumentan el valor venal de la cosa), mientras que el
poseedor de mala fe sólo puede llevarse los materiales que pueda separar sin detrimento de
la cosa y que el heredero rehúse pagar (art. 910).
Las mejoras voluptuarias, esto es aquellas que sólo consisten en objetos de lucro y recreo y
no aumentan el valor de la cosa en el mercado o sólo lo hacen en un valor insignificante, no
se abonan al poseedor de buena ni al de mala fe; sólo podrá llevar los materiales en las
condiciones recién señaladas (art. 911).
Hay que determinar el valor de los actos ejecutados por el heredero aparente, vencido en el
juicio de petición de herencia, mientras estuvo en posesión.
El art. 1267 decide que el poseedor de buena fe no es responsable de las enajenaciones sino
en cuanto le hayan hecho más rico, mientras que el poseedor de mala fe responde de todo el
importe de las enajenaciones. Es notorio que la regla regula solo las relaciones entre el
verdadero y el supuesto heredero y no resuelve acerca del valor de los actos de éste.
El art. 1576, inc. 2°, dispone que "el pago hecho de buena fe a la persona que estaba
entonces en posesión del crédito, es válido, aunque después aparezca que el crédito no le
pertenecía".
b) El rigor de los principios conduce a la conclusión de que no son eficaces los actos
de administración del heredero aparente y que el verdadero heredero no está obligado a
respetarlos.
La doctrina, sin embargo, se inclina por la solución contraria. Los actos de administración
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En resumen, es justo concluir que los actos de disposición del heredero aparente no son
propiamente inválidos sino inoponibles al verdadero heredero.
El art. 1269 dispone: "El derecho de petición de herencia expira en diez años. Pero el
heredero putativo, en el caso del inciso final del art. 704, podrá oponer a esta acción la
prescripción de cinco años” contados como para la adquisición del dominio.
La herencia se adquiere, regularmente, por prescripción de diez años (art. 2512 N° 1°).
Por excepción, la prescripción será de cinco años para el heredero putativo, esto es, el
heredero aparente que no es en realidad heredero, pero a quien se ha concedido la posesión
efectiva de la herencia y que tiene como justo título el decreto judicial que se la otorga (art.
704, inc. final).
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La acción de petición de herencia, en verdad, es una acción reivindicatoria del derecho real
de herencia:
En cambio, la acción que se entable será la de petición de herencia cuando los otros
herederos discutan al peticionario el derecho de intervenir en la partición o sostengan que le
corresponde una cuota menor.
Una gran diferencia separa ambas acciones desde el punto de vista de la prescripción. La
acción de partición es imprescriptible.
La acción de petición de herencia es una acción real y se ejerce, por tanto, sin consideración
a la persona. La acción de reforma es personal y habrá de ejercitarse necesariamente contra
los asignatarios testamentarios en cuyo provecho el testamento vulnera las legítimas.
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El heredero dispone de la acción reivindicatoria como dueño que es de los bienes que
integran la herencia. Esta ha de ser la acción que el heredero entable cuando le guíe el
propósito de recobrar la posesión de bienes hereditarios, poseídos por otra persona que no
pretende ser heredero. Así ocurrirá cuando el heredero aparente haya enajenado cosas
hereditarias a título de compraventa, aporte en sociedad, etc.
El art. 1268, inc. 1°, dispone que "el heredero podrá también hacer uso de la acción
reivindicatoria sobre cosas reivindicables, que hayan pasado a terceros, y no hayan sido
prescritas por ellos".
Las cosas reivindicables a que la ley se refiere serán todas las cosas singulares, raíces o
muebles, corporales, o incorporales, o una cuota determinada pro indiviso de tales cosas
(arts. 890, 891, 892).
El heredero que opta por el ejercicio de la acción reivindicatoria conserva sus acciones
contra el heredero aparente, en términos que dependen de la buena o mala fe de éste.
Contra el pretendido heredero de mala fe, el verdadero heredero tiene acción para que "le
complete lo que por el recurso contra terceros poseedores no hubiere podido obtener, y le
deje enteramente indemne" (art. 1268, inc. 2°).
El mismo derecho le corresponde contra el supuesto heredero de buena fe, "en cuanto por
el artículo precedente se hallare obligado" (art. 1268, inc. 2°), o sea, en cuanto por la
enajenación se hubiere hecho más rico.
LOS ALBACEAS
O EJECUTORES TESTAMENTARIOS
El art. 1270 define a los albaceas diciendo que “los ejecutores testamentarios o albaceas
son aquellos a quienes el testador da el encargo de hacer ejecutar sus disposiciones”.
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Además, el artículo 2169 ubicado en el mandato señala que “no se extingue por la muerte
del mandante el mandato destinado a ejecutarse después de ella”. El albaceazgo es un caso
típico de mandato destinado a ejecutarse después de la muerte del mandante, y el precepto
citado parece estarse poniendo precisamente en el caso de los ejecutores testamentarios.
1° En que es solemne, pues debe otorgarse en el testamento mismo. El mandato es, por
regla general, consensual.
Y es lógico que así sea, por cuanto el albaceazgo es un cargo intuito personae; el testador
designa a una persona ejecutor testamentario suyo porque le merece confianza, que bien
puede no ser extensiva a los herederos de esta persona.
Así lo dispone el inciso 1º del artículo 1280, en cuya virtud “el albaceazgo es indelegable,
a menos que el testador haya concedido expresamente la facultad de delegarlo” (intuito
personae) Ver art 1280.
En efecto, el artículo 1298 dispone que “el testador no podrá ampliar las facultades del
albacea, ni exonerarle de sus obligaciones, según se hallan unas y otras definidas en este
título”.
De modo que el albacea no tiene otros derechos y obligaciones sino los que le confiere la
ley, y el testador no puede ampliarlos ni restringirlos.
d) El albaceazgo es remunerado
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El albaceazgo es un cargo a día cierto y determinado; está sujeto a un plazo, llegado el cual
deberá expirar, o sea, es un cargo a plazo fijo. Los artículos 1303 a 1306 se refieren a esta
materia al tratar de la expiración del albaceazgo.
En los artículos 1281 a 1283 el legislador acepta que existan múltiples albaceas, y da reglas
conforme a las cuales deben actuar en este caso los ejecutores testamentarios. Estas reglas
son muy semejantes a las establecidas por el CC al hablar de la pluralidad de guardadores,
o sea, de tutores y curadores.
Dispone el inciso 1º del artículo 1277 que “el albacea nombrado puede rechazar
libremente este cargo”. De modo que existe aquí una diferencia fundamental entre el
albacea y los tutores y curadores. Las guardas son cargos impuestos a ciertas personas; en
cambio el de albacea no es una imposición porque éste puede aceptar o rechazar el encargo
según lo estime conveniente.
Sin embargo, puede suceder que el albacea, al mismo tiempo que ejecutor testamentario,
sea asignatario del testador, lo cual, en realidad, será lo más frecuente en la práctica. En
este caso, si rechaza el encargo sin probar inconveniente grave para desempeñarlo, se hace
indigno de suceder al causante, causal de indignidad contemplada en los incisos segundos
de los artículos 1277 y 971. Estima el legislador que, repudiando el albacea el cargo, no
corresponde a la prueba de confianza de que lo ha hecho objeto el testador nombrándolo
albacea suyo, y por eso lo hace indigno de suceder.
Artículo 1276. En principio, no existe un plazo para que el albacea se pronuncie, aceptando
y rechazando el encargo.
Artículo 1278. Aplicando por analogía lo que la ley dispone respecto de la aceptación tácita
de la herencia, podemos concluir que constituye aceptación tácita del cargo de albacea la
ejecución de cualquier acto que el albacea no podría haber ejecutado sino en su calidad de
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tal. Tales serían, por ejemplo, solicitar la guarda y aposición de sellos, avisar la apertura de
la sucesión, etc.
1° Por regla general, sólo las personas naturales pueden ser albaceas. De modo que la
primera incapacidad para ser albacea es la de las personas jurídicas. Por excepción la Ley
General de Bancos, en su artículo 86 N° 5, determina que los Bancos pueden ser albaceas
con o sin tenencia de bienes y administradores proindiviso.
3° También son incapaces las personas designadas en los artículos 497 y 498. Estos
preceptos establecen ciertas incapacidades para ejercer los cargos de tutores y curadores
(art. 1272, inc. 2º).
Clases de albaceas
A manera de síntesis, se puede decir que los albaceas sólo pueden ser testamentarios; se
clasifican en albaceas con y sin tenencia de bienes, y en fiduciarios y generales. En nuestra
legislación sólo existen albaceas testamentarios.
Los albaceas pueden ser de dos clases: albaceas propiamente tales o generales y albaceas
fiduciarios (arts. 1311 a 1316), que son los designados para ejecutar los encargos secretos y
confidenciales del testador.
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Previo a analizar las atribuciones de los albaceas, es necesario tener presente que en
conformidad al artículo 1298, “el testador no podrá ampliar las facultades del albacea, ni
exonerarle de sus obligaciones, según se hallan unas y otras definidas en este título”.
De modo que el albacea no tiene otros derechos y obligaciones sino los que le confiere la
ley, y el testador no puede ampliarlos ni restringirlos.
El artículo 1296, en su inciso 1º, dispone que “el testador podrá dar a los albaceas la
tenencia de cualquier parte de los bienes o de todos ellos”.
Los incisos segundo y final del artículo 1296 disponen que “el albacea tendrá, en este
caso, las mismas obligaciones y facultades que el curador de la herencia yacente; pero no
será obligado a rendir caución sino en el caso del artículo 1297. Sin embargo de esta
tenencia, habrá lugar a las disposiciones de los artículos precedentes”.
De modo que el albacea con tenencia de bienes tiene un doble tipo de derechos y
obligaciones:
Y es lógico que así sea, por cuanto precisamente se nombra curador a la herencia yacente
cuando no existe albacea con tenencia de bienes. Si existe éste, no hay necesidad de
declarar yacente la herencia, porque el albacea ejercerá las mismas funciones que tendría el
curador de ésta. Arts 487 y 478.
Al albacea que tiene tenencia de los bienes le corresponden las facultades y obligaciones
del que carece de dicha tenencia.
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Para estos efectos el art. 1294 Establece que lo dispuesto en los artículos 394 y 412 se
extenderá a los albaceas, haciendo aplicables las prohibiciones establecidas para los tutores
y curadores.
La primera obligación del albacea es llevar a cabo el encargo que le ha hecho el testador de
hacer ejecutar las disposiciones testamentarias. Al efecto, el artículo 1278 en su inciso 1º
establece que el albacea “aceptando expresa o tácitamente el cargo, está obligado a
evacuarlo, excepto en los casos en que es lícito al mandatario exonerarse del suyo”.
Respecto de las obligaciones a que está sujeto el albacea en el desempeño de sus funciones
resumidamente son: debe velar por la seguridad de los bienes y por la confección de
inventario solemne (artículo 1284), debe avisar por los periódicos la apertura de la sucesión
y debe exigir la formación de la hijuela pagadora de deudas, so pena de indemnizar
perjuicios a los acreedores (artículos 1285 a 1287), debe pagar los legados (artículos 1290 a
1292), etc.
Dispone el artículo 1309 que “El albacea, luego que cese en el ejercicio de su cargo, dará
cuenta de su administración, justificándola. No podrá el testador relevarle de esta
obligación”.
Dispone el artículo 1310 que “el albacea, examinadas las cuentas por los respectivos
interesados, y deducidas las expensas legítimas, pagará o cobrará el saldo, según lo
prevenido para los tutores o curadores en iguales casos”. Se refiere al art. 424.
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El Albaceazgo Fiduciario.
Requisitos
El art. 1313 dispone que no se podrá destinar a dichos encargos secretos, más que la mitad
de la porción de bienes de que el testador haya podido disponer a su arbitrio.
Secreto
El Art. 1316 señala que el albacea fiduciario no estará obligado en ningún caso a revelar el
objeto del encargo secreto, ni a dar cuenta de su administración.
LA PARTICIÓN DE BIENES
Con motivo de la muerte del causante, si son varios los herederos, surge entre ellos un
estado de comunidad o indivisión.
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Se caracteriza la comunidad por la idéntica naturaleza jurídica del derecho de los partícipes.
Por este motivo no invisten el carácter de comuneros el nudo propietario y el usufructuario.
Este estado de indivisión termina por diversas causas que ha señalado el art. 2312: 1) por la
destrucción de la cosa común; 2) por la reunión de todas las cuotas de los comuneros en
poder de una sola persona, y 3) por la división del haber común.
La destrucción de la cosa, que ha de ser total, pone fin a la comunidad porque desaparece
su objeto. Si la destrucción es parcial, subsistirá la indivisión sobre lo que reste.
A su turno, el art. 2115 previene que las reglas dadas para la partición de bienes he-
reditarios y relativas a las obligaciones entre los coherederos, "se aplican a la división del
caudal social y a las obligaciones entre los miembros de la sociedad disuelta", salvo que se
opongan a las reglas especiales dadas para el contrato de sociedad.
Por último, el art. 2313, sobre cuasicontrato de comunidad, dispone: "La división de las
cosas comunes y las obligaciones y derechos que de ella resulten se sujetarán a las mismas
reglas que la partición de la herencia".
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La regla del art. 1317 que proclama que ninguno de los partícipes está obligado a perma-
necer en la indivisión y que siempre se podrá instar por la partición de las cosas comunes.
Este principio tiene dos importantes limitaciones. Los partícipes pueden convenir la
indivisión y la ley puede imponerla a los comuneros.
Pacto de indivisión.
Cesa el derecho de pedir la partición cuando media entre los partícipes un convenio expreso
de permanecer indivisos. El art. 1317 advierte que la división puede pedirse "con tal que
los coasignatarios no hayan estipulado lo contrario".
Pero este pacto de indivisión es de efectos efímeros. El art. 1317 añade: "No puede
estipularse proindivisión por más de cinco años, pero cumplido este término podrá re-
novarse el pacto".
Del texto legal fluye claramente que no puede el causante imponer la indivisión. Es
menester que la estipulen los coasignatarios.
Si se estipula la indivisión por un término superior al legal, será válido el pacto hasta por
cinco años y nulo en el exceso.
Indivisión forzada.
El principio general no rige, tampoco, en los casos de indivisión forzada. El art. 1317, en su
último inciso, concluye que "las disposiciones precedentes no se extienden a los lagos de
dominio privado, ni a los derechos de servidumbre (ver arts. 826 y 827), ni a las cosas que
la ley manda mantener indivisas como la propiedad fiduciaria (ver art. 751)".
ACCIÓN DE PARTICIÓN
Esta acción o derecho se encuentra consagrado en el artículo 1317, y puede ser definida
como aquella que compete a los consignatarios para solicitar que se ponga término al
estado de indivisión.
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Características
Ello significa que puede entablarse en contra de todos y cada uno de los restantes
comuneros. Si la partición se efectúa con exclusión de alguno de los consignatarios, ella no
afectará al excluido; le será inoponible.
Si bien se trata de una acción patrimonial (las cuales son típicamente renunciables) el
derecho a pedir la partición es irrenunciable debido a que está comprometido el interés
público.
c) Es una acción imprescriptible.
El art. 1317 establece que "ninguno de los coasignatarios de una cosa universal o singular
será obligado a permanecer en la indivisión" y que, a menos que intervenga un pacto de
indivisión, la partición "podrá siempre pedirse".
Pero la comunidad puede terminar por diversas causas y entre ellas a consecuencia de que
una persona, comunero o extraño, adquiere por prescripción el dominio exclusivo de la
cosa común.
Por la prescripción adquisitiva que ponga fin al estado de comunidad se extinguirá la acción
de partición. La prescripción no puede servir para crear un estado permanente de indivisión,
pero sí para poner fin a la comunidad.
Algunos autores, basados en el tenor literal del art. 1317, el cual dispone que la partición
puede “siempre pedirse”, estiman que el derecho a pedir la partición es absoluto y no
relativo, razón por la cual no se aplicaría a su respecto la teoría del abuso del derecho. Sin
embargo, ya se vio que su ejercicio puede verse en ciertos casos limitado, sea por un pacto
de indivisión o bien por tratarse de un caso de indivisión forzada.
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Este derecho corresponde a cada uno de los herederos individualmente. El art. 1321
dispone: "Si falleciere uno de varios coasignatarios, después de habérsele deferido la
asignación, cualquiera de los herederos de éste podrá pedir la partición".
Sin embargo, una vez iniciado el juicio de partición, los herederos deben proceder de
consuno. El art. 1321 añade que formarán en el juicio una sola persona, "y no podrán obrar
sino todos juntos o por medio de un procurador común".
La condición suspensiva, impide que nazca el derecho; por tanto, el partícipe cuyo derecho
está subordinado a una condición de esta índole no puede ejercer la acción de partición.
Consecuente con este principio, el art. 1319 dispone: "Si alguno de los coasignatarios lo
fuere bajo condición suspensiva, no tendrá derecho a pedir la partición mientras penda la
condición".
c) Fiduciarios y fideicomisarios.
El inc. 2° del art. 1319 dispone que "si el objeto asignado fuere un fideicomiso se observa-
rá lo prevenido en el título De la propiedad fiduciaria". Y en ésta la acción de partición
sólo corresponderá al propietario fiduciario y no al fideicomisario, porque el derecho de
éste está sujeto a condición (ver art. 761). Así lo ha resuelto la jurisprudencia.
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El art. 524 del CPC previene que el acreedor podrá dirigir su acción sobre la parte o cuota
que corresponda a su deudor en una comunidad sin previa liquidación, "o exigir que con
intervención suya se liquide la comunidad". Esta última facultad importa que está
autorizado para ejercitar la acción de partición.
Sin embargo, el art. 524 autoriza a los demás comuneros para oponerse a la partición por un
doble motivo: si existe algún motivo legal que la impida, como un pacto de indivisión, y si
de procederse a ella ha de resultar grave perjuicio.
Por regla general, los representantes legales requieren autorización de la justicia para
provocar la partición de bienes de sus representados. El arte 1322, inc. 1°, dispone: "Los
tutores y curadores, y en general los que administran bienes ajenos por disposición de la
ley, no podrán proceder a la partición de las herencias o de los bienes raíces en que
tengan parte sus pupilos, sin autorización judicial".
Con respecto a los tutores y curadores, el art. 396 reproduce la regla general.
Para la gestión de los bienes que forman su peculio profesional o industrial el hijo se mira
como mayor de edad y sólo requiere autorización judicial para enajenar o hipotecar los
inmuebles que forman parte de dicho peculio (arts. 250-254).
No necesitan los padres de familia y los tutores o curadores autorización judicial, ni el ma-
rido autorización de la mujer o del juez, en dos casos: a) si otro comunero solicita la
partición; y b) si la partición se hace de común acuerdo:
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La partición puede hacerse de tres maneras: a) por el causante o testador; b) por los
coasignatarios de común acuerdo, y c) por un partidor.
En las indivisiones que no tienen origen hereditario la partición sólo podrá efectuarse en las
dos últimas formas.
El art. 1318 establece que el difunto puede hacer la partición "por acto entre vivos o por
testamento”.
La partición hecha por testamento ha de sujetarse a todas las solemnidades del acto
testamentario. Conservará el testador, mientras viva, la facultad de revocar el testamento y,
por ende, la partición efectuada.
Ha omitido el legislador expresar las formalidades a que debe sujetarse la partición por acto
entre vivos; y puesto que las solemnidades son de derecho estricto, es forzoso concluir que
no está sometida a ninguna formalidad. Otros autores estiman que debe realizarse por
escritura pública, pues si el art. 1324 la exige para que el causante nombre partidor, con
mayor razón se requerirá de instrumento público para que realice la partición.
Pero el art. 1318 advierte que se pasará por esta partición hecha por el causante "en cuanto
no fuere contraria a derecho ajeno".
Tal expresión de la ley alude a las asignaciones forzosas. La partición hecha por el causante
debe respetar el derecho de los legitimarios y demás asignatarios forzosos.
El inciso 2° del art. 1318 dispone que en especial, la partición se considerará contraria a
derecho ajeno si no ha respetado el derecho que el art. 1337, regla 10°, otorga al cónyuge
sobreviviente, esto es, el derecho a que su cuota hereditaria se entere con preferencia
mediante la adjudicación en favor suyo de la propiedad del inmueble en que resida y que
sea o haya sido la vivienda principal de la familia, así como del mobiliario que lo guarnece,
siempre que ellos formen parte del patrimonio del difunto.
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La aplicación estricta del art. 1197 haría imposible la partición al que tiene legitimarios
pues sin tasación no se concibe una partición.
El art. 1325 establece: "Los coasignatarios podrán hacer la partición por sí mismos si
todos concurren al acto, aunque entre ellos haya personas que no tengan la libre
disposición de sus bienes, siempre que no se presenten cuestiones que resolver y todos
estén de acuerdo sobre la manera de hacer la división".
Añade el inc. 2°: "Serán, sin embargo, necesarias en este caso la tasación de los bienes por
peritos y la aprobación de la partición por la justicia ordinaria del mismo modo que lo
serían si se procediere ante un partidor".
En consecuencia, esta forma de partición requiere:
La tasación pericial, sin embargo, puede omitirse aunque haya incapaces entre los
partícipes en los casos señalados en el art. 657 CPC:
e) Que se apruebe la partición judicialmente del mismo modo que si se procediera ante
un partidor.
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La ley ha omitido indicar, de un modo directo, las formas de esta partición, las
solemnidades a que debe someterse.
Solamente el art. 48, letra d) de la Ley N° 16.271 sugiere que debe hacerse por escritura
pública. Según tal disposición, la fijación definitiva del monto imponible para el cálculo de
la contribución a las herencias, asignaciones y donaciones puede hacerse "por escritura
pública de partición", aludiendo a la que hagan los partícipes de común acuerdo.
Prácticamente, una partición que no cumpla esta exigencia resultará la mayoría de las veces
inoperante porque no servirá para inscribir las adjudicaciones de bienes raíces que
contenga, etc.
Por último, la partición puede hacerse por un partidor. Tal será la única forma de efectuar la
partición si no la ha hecho el causante o no media entre los interesados el cabal acuerdo que
se requiere para efectuarla por si mismos.
La partición, en tal caso, es materia de un juicio arbitral. El art. 227 del Código Orgánico de
Tribunales señala entre las cuestiones de arbitraje forzoso "la partición de bienes".
EL PARTIDOR
Sin embargo, las partes mayores de edad y libres administradoras de sus bienes podrán
darle el carácter de arbitrador, que son aquellos que fallan de acuerdo a equidad y tramitan
en conformidad a las reglas dadas por las partes o en subsidio las del CPC (arts. 648 del
CPC y 224 del COT).
El partidor podrá ser un árbitro mixto, esto es, arbitrador en cuanto al procedimiento y de
derecho en cuanto al fallo, aunque alguno de los interesados sea incapaz, con autorización
judicial, dada "por motivos de manifiesta conveniencia" (arts. 648 del CPC y 224 del COT).
El partidor nombrado por el causante o por el juez debe necesariamente ser un árbitro de
derecho.
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El art. 225 del COT, que señala los requisitos para ser designado árbitro, dispone, en su
inciso final: "En cuanto al nombramiento de partidor, se estará a lo dispuesto en los arts.
1323, 1324 y 1325 del Código Civil”. De esta manera, los requisitos para ser partidor son:
a) ser abogado, y b) tener la libre disposición de sus bienes (art. 1323, inc. 1°).
El art. 1323, inc. 2°, establece, como principio general, que son aplicables a los partidores
las causales de implicancia y de recusación que el COT establece para los jueces.
Esta regla rige plenamente cuando la designación del partidor compete a la justicia
ordinaria; cuando la designación la hace el causante o los copartícipes, rigen las reglas
especiales que se indican a continuación:
Sin embargo, cualquiera de los interesados podrá acudir al juez donde debe seguirse el
juicio de partición para que declare inhabilitado al partidor por alguna de las causas
señaladas. La solicitud se tramitará conforme a las reglas que el CPC señala para las
recusaciones (art. 1324), y
En tal caso, el partidor sólo puede ser inhabilitado por causas de implicancia o recusación
"que hayan sobrevenido a su nombramiento" (art. 1325, inc. 4°).
De acuerdo con lo dispuesto en los arts. 1324 y 1325, el partidor puede ser nombrado: a)
por el causante; b) por los coasignatarios de común acuerdo, y c) por el juez.
La primera forma de nombramiento sólo tiene cabida, por cierto, en las indivisiones que
tienen un origen hereditario.
El nombramiento de partidor hecho por el causante puede hacerse de dos maneras: por
instrumento público o por acto testamentario. El art. 1324 dispone que "valdrá el
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nombramiento de partidor que haya hecho el difunto por instrumento público entre vivos o
por testamento”.
Si el causante puede hacer por sí mismo la partición, con mayor razón ha de poder designar
una persona que la practique.
El instrumento público a que alude la disposición no podrá ser sino una escritura pública.
Ningún otro instrumento público sería apropiado para efectuar la designación.
El causante puede nombrar a una persona inhabilitada por implicancia o recusación (como
el albacea o consignatario); en tal caso el art. 1324 señala que cualquiera de los interesados
puede pedir ola inhabilitación del partidor.
Los interesados pueden revocar el nombramiento hecho por el causante, con tal que lo
acuerden en forma unánime.
El art. 241 del COT establece que el compromiso termina por la revocación que hacen las
partes de común acuerdo de la jurisdicción del compromisario. La ley no distingue acerca
del origen de la designación.
El partidor designado por el causante es competente sólo para partir la herencia quedada a
su fallecimiento.
Por tanto, el partidor no es competente para liquidar la sociedad conyugal de que el difunto
fue socio, a menos que consientan el cónyuge sobreviviente o sus herederos.
Tampoco es competente para partir los bienes que el difunto poseyera en común con otras
personas, por otras causas, sin el consentimiento de éstas.
En este caso el nombramiento puede recaer en cualquier persona, en la medida que sea
abogado con libre administración de los bienes, y solo podrá ser inhabilitado por causa
sobreviniente.
El nombramiento de partidor por los coasignatarios requiere acuerdo unánime de los inte-
resados (art. 1325, inc. 3º) y que este acuerdo conste por escrito (art. 234 del COT.).
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El nombramiento de partidor por los interesados de común acuerdo tiene cabida "aunque
no tengan la libre disposición de sus bienes" (art. 1325, inc. 3°).
Si hay incapaces entre los partícipes el partidor que se designe ha de ser necesariamente un
árbitro de derecho, y su nombramiento, en términos generales, debe someterse a la
aprobación de la justicia ordinaria (art. 1326, inc. 1°).
El art. 1325 inc. 5° dispone que si los interesados no se ponen de acuerdo en el nombra-
miento, "el juez, a petición de cualquiera de ellos, procederá a nombrar un partidor que
reúna los requisitos legales, con sujeción a las reglas del CPC".
La manera de provocar esta decisión judicial se consigna en el arte 646 del CPC: "Cuando
haya de nombrarse partidor, cualquiera de los comuneros ocurrirá al tribunal que
corresponda, pidiéndole que cite a todos los interesados a fin de hacer la designación, y se
procederá a ella en la forma establecida para el nombramiento de peritos".
El desacuerdo que autoriza al juez para efectuar el nombramiento puede ser real o presunto.
Se entiende que no hay acuerdo cuando las partes discuerdan en la designación y "cuando
no concurren todas a la audiencia" (art. 415 del CPC).
El nombramiento que haga el juez no podrá recaer en ninguna de las dos primeras personas
propuestas por cada uno de los interesados (art. 414 del CPC).
Oposición al nombramiento.
Según Meza Barros se trata de una cuestión de lato conocimiento. Su tramitación conforme
al procedimiento ordinario postergaría por largo tiempo el nombramiento de partidor. Por
esto, lo sensato es que la oposición se tramite como juicio sumario, conforme al art. 680 del
CPC.
Juez competente
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Cuando la comunidad tenga otro origen, será competente el juez del domicilio de
cualquiera de los interesados (arts. 134 y 141 del COT.).
Cada vez que el nombramiento de partidor no haya sido hecho por el juez, sea obra del
causante o del acuerdo de los coasignatarios, debe ser aprobado por la justicia, cuando
alguno de los partícipes es incapaz. El art. 1326, inc. 1°, dispone: "Si alguno de los
coasignatarios no tuviere la libre disposición de sus bienes, el nombramiento de partidor,
que no haya sido hecho por el juez, deberá ser aprobado por éste".
El partidor debe aceptar el cargo para proceder a su desempeño. Esta aceptación debe ser
expresa; el partidor que acepta el cargo "deberá declararlo así" (art. 1328).
El art. 1327 dispone: "El partidor no es obligado a aceptar este encargo contra su
voluntad; pero si, nombrado en testamento, no acepta el encargo, se observará lo preve-
nido respecto del albacea en igual caso".
Por tanto, se hará indigno de suceder, a menos que pruebe inconveniente grave (arts. 1277 y
971, inc. 2°). La indignidad afecta sólo al partidor “nombrado en testamento”.
Juramento
Junto con aceptar el cargo el partidor debe prestar juramento de que lo desempeñará
fielmente. El art. 1328 expresa que “jurará desempeñarlo con la debida fidelidad y en el
menor tiempo posible".
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La ley señala al partidor, para efectuar la partición, un plazo de dos años, contados desde la
aceptación del cargo (art. 1332, inc. 1°).
El art. 1332, inc. 2 dispone que el testador no puede ampliar este plazo; por lo tanto debe
entenderse que si puede disminuirlo.
En cambio, "los coasignatarios podrán ampliarlo o restringirlo, como mejor les parezca,
aun contra la voluntad del testador" (art. 1332, inc. 3°).
El art. 1329 establece: "La responsabilidad del partidor se extiende hasta la culpa leve; y
en el caso de prevaricación, declarada por el juez competente, además de estar sujeto a la
indemnización de perjuicios, y a las penas legales que correspondan al delito, se
constituirá indigno conforme a lo dispuesto para los ejecutores de últimas voluntades en el
art. 1300".
EL JUICIO DE PARTICIÓN
En relación con la competencia del partidor, las materias pueden dividirse en tres grupos:
El art. 651, inc. 1°, del CPC, consigna la regla general que determina la competencia del
partidor. Entenderá de todas las cuestiones que "debiendo servir de base para la reparti-
ción, no someta la ley de un modo expreso al conocimiento de la justicia ordinaria".
El partidor tiene como misión liquidar la herencia para determinar lo que a cada
coasignatario corresponde y distribuir los bienes entre ellos en proporción a sus derechos.
Es natural que sea competente para conocer de todas las cuestiones que tiendan a estos
fines.
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Dos órdenes de materias escapan a la jurisdicción del partidor, no obstante que deben servir
de base a la partición.
Un tercer grupo de cuestiones puede conocer el partidor o la justicia ordinaria, según las
circunstancias:
c) Los terceros acreedores que tengan derechos que hacer valer sobre los bienes
comprendidos en la partición, "podrán ocurrir al partidor o a la justicia ordinaria, a su
elección" (art. 656 del CPC), y
Será menester pedir la posesión efectiva de la herencia del causante. Por último, es de rigor
practicar inventario de los bienes que se trata de partir y proceder a su tasación.
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Por regla general, la facción de inventario precederá a la partición y se habrá practicado con
motivo de las gestiones sobre posesión efectiva de la herencia.
Regularmente la tasación se hará por peritos. El art. 1335 dispone: "El valor de tasación
por peritos será la base sobre que procederá el partidor para la adjudicación de las
especies; salvo que los coasignatarios hayan legítima y unánimemente convenido en otra, o
que se liciten las especies, en los casos previstos por la ley". Ver art 657 del CPC.
Primera resolución
Habitualmente el partidor dicta una primera resolución que manda tener por constituido el
compromiso, designa actuario y cita a las partes a comparendo para un día determinado.
La designación de un actuario es de rigor porque el art. 648, inc. 2º, del CPC dispone que
los actos de los partidores serán en todo caso autorizados por un notario o un secretario de
juzgado de letras o de los tribunales superiores de justicia.
El primer comparendo
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Gastos de la partición.
Los gastos o costas comunes de la partición -honorarios del partidor y del actuario, avisos
de remate, etc.- serán de cargo de los interesados en ella, a prorrata de sus respectivos dere-
chos (art. 1333).
LIQUIDACIÓN y DISTRIBUCIÓN
La liquidación consiste en establecer el valor en dinero del derecho de cada uno de los
partícipes.
LIQUIDACIÓN
Para este fin, si el patrimonio hereditario se encuentra confundido con otros patrimonios, es
previo efectuar la separación.
Deberá el partidor precisar cuáles son los bienes que se trata de partir y establecer, de este
modo, el acervo ilíquido hereditario. Determinará, asimismo, cuál es el pasivo de la
sucesión, cuáles son las bajas generales de la herencia, para así formar el acervo líquido de
que dispone el testador o la ley.
Separación de patrimonios.
El art. 1341 dispone: "Si el patrimonio del difunto estuviere confundido con bienes
pertenecientes a otras personas por razón de bienes propios o gananciales del cónyuge,
contratos de sociedad, sucesiones anteriores indivisas, u otro motivo cualquiera, se
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El partidor de los bienes del causante no es competente para liquidar la sociedad conyugal o
partir las comunidades en que haya sido partícipe el difunto, si no consienten en ello el
cónyuge sobreviviente o sus herederos, o los demás partícipes en la comunidad.
DISTRIBUCIÓN
En efecto, el art. 1334 dispone: "El partidor se conformará en la adjudicación de los bienes
a las reglas de este título; salvo que los coasignatarios acuerden legítima y unánimemente
otra cosa”.
Las reglas legales se inspiran en el propósito de que la distribución se haga repartiendo los
mismos bienes indivisos. Cada partícipe tiene derecho para pedir que se le dé una parte
proporcional de tales bienes. Para este fin, se formarán entre los partícipes lotes o hijuelas.
Estas normas serán inaplicables únicamente cuando los bienes no sean susceptibles de
división, entendiéndose que no lo son cuando la división los hiciere desmerecer. No se
dividirán, en tal caso: se adjudicarán a un partícipe o bien se venderán a terceros y será su
valor en dinero el que se distribuya entre los interesados.
En el supuesto que los bienes admitan división, la ley ha querido que a cada uno de los
partícipes corresponda una parte proporcional a sus derechos en los bienes comunes.
El partidor deberá formar lotes o hijuelas. Cada lote debe, en lo posible, estar integrado por
bienes de la misma naturaleza y calidad. Tales son las ideas que consignan las reglas 7° y
8° del art. 1337.
Añade la regla 8°: "En la formación de los lotes se procurará no sólo la equivalencia sino
la semejanza de todos ellos; pero se tendrá cuidado de no dividir o separar los objetos que
no admitan cómoda división o de cuya separación resulte perjuicio; salvo que convengan
en ello unánime y legítimamente los interesados".
Formados los lotes se distribuirán en la forma que acuerden los partícipes y, a falta de
acuerdo, se procederá a su sorteo. Así resulta de la regla 9°, que autoriza a cada uno de los
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El art. 1337, regla 1°, dispone: "Entre los coasignatarios de una especie que no admita
división, o cuya división la haga desmerecer, tendrá mejor derecho a la especie el que más
ofrezca por ella; cualquiera de los coasignatarios tendrá derecho a pedir la admisión de
licitadores extraños; y el precio se dividirá entre todos los coasignatarios a prorrata”.
La regla 2° del art. 1337 supone que un bien se subasta privadamente entre los partícipes:
"No habiendo quien ofrezca más que el valor de tasación o el convencional mencionado en
el art. 1335, y compitiendo dos o más asignatarios sobre la adjudicación de una especie, el
legitimario será preferido al que no lo sea".
Las reglas 3°, 4° y 5° se refieren a las normas que deben observarse para la adjudicación de
inmuebles:
a) Las porciones de uno o más fundos que se adjudiquen a una persona deben ser
continuas, en lo posible, a menos que el adjudicatario consienta en recibir porciones
separadas, o que de la continuidad resulte mayor perjuicio a los demás interesados que de la
separación al adjudicatario;
En las adjudicaciones que el partidor realice podrá separar la propiedad del usufructo, uso o
habitación para darlos por cuenta de la asignación.
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Por último, la regla 11° del art. 1337 dispone: "Cumpliéndose con lo prevenido en los arts.
1322 y 1326, no será necesaria la aprobación judicial para llevar a efecto lo dispuesto en
cualquiera de los números precedentes, aun cuando algunos o todos los coasignatarios
sean menores u otras personas que no tengan la libre administración de sus bienes".
Dice la actual regla 10ª en su inciso 1º: “Con todo, el cónyuge sobreviviente tendrá derecho
a que su cuota hereditaria se entere con preferencia mediante la adjudicación a favor suyo
de la propiedad del inmueble en que resida y que sea o haya sido la vivienda principal de
la familia, así como del mobiliario que lo guarnece, siempre que ellos formen parte del
patrimonio del difunto”.
1º. La afectación de un inmueble como bien familiar y de los muebles que guarnecen el
hogar, reglamentada en los arts. 141 y siguientes. Esta institución fue establecida en nuestro
país por la Ley Nº 19.335, de 23 de septiembre de 1994, que modificó el régimen
matrimonial, introduciendo el de gananciales y también esta institución del patrimonio
familiar.
Pues bien, de acuerdo al inciso final del art. 145, se puede pedir la desafectación de un bien
de su carácter de familiar si el matrimonio “ha terminado por muerte de alguno de los
cónyuges”. Agrega el precepto que, “en tal caso…los causahabientes del fallecido deberán
formular la petición correspondiente”.
Puede ocurrir, en consecuencia, que la familia del difunto se encuentre con que a su
fallecimiento termine la afectación de la casa en que vive como bien familiar, y que en la
partición se le adjudique a otro heredero o, peor aún, a un tercero extraño, con lo cual se les
crea el problema de pérdida del hogar familiar.
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En toda la legislación sobre esta materia el legislador ha tratado de reforzar la situación del
cónyuge sobreviviente como una manera de prevenir que la concurrencia con los hijos
extramatrimoniales terminara creando una brusca alteración en la situación familiar.
Las reglas que rigen esta adjudicación preferente son las siguientes:
b) Se trata del inmueble en que el cónyuge reside y que sea o haya sido la vivienda
principal de la familia y del mobiliario que lo guarnece;
- Respecto del inmueble y del mobiliario, que ellos formen parte del patrimonio del
difunto.
Esto es obvio, ya que en caso contrario no estamos ante una adjudicación. Los bienes
ajenos al difunto no forman parte de su partición, y de ahí la norma.
- Respecto del inmueble, deben concurrir copulativamente las dos condiciones, esto
es, la residencia del cónyuge en él y que el inmueble sea o hay sido la vivienda principal de
la familia.
c) De acuerdo al inciso final de esta regla 10ª, este derecho del cónyuge sobreviviente
no es ni transferible ni transmisible, esto es, es un derecho personalísimo dados los
objetivos que señala el legislador. De manera que si el cónyuge fallece o cede sus derechos
hereditarios, no traspasa este derecho preferente de adjudicación.
En tal sentido, es una regla excepcional ya que lo normal es que los derechos sena
transferibles y transmisibles, y que se justifica por las razones que llevaron al legislador a
establecerla.
En todo caso, se trata de un derecho renunciable, desde luego porque está establecido en el
solo beneficio del cónyuge, y porque el legislador excluyó expresamente la transmisión y
transferencia. Como nada dijo de la renuncia, obviamente ella es procedente.
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e) Este derecho preferente del cónyuge opera en los casos en que la partición se
efectúa sin contar necesariamente con el consentimiento del cónyuge. Es decir, no lo otorga
el legislador en el caso de partición de común acuerdo, puesto que ahí depende meramente
de la voluntad del cónyuge acceder o no a esta adjudicación preferente.
En cambio, cuando la partición la hace el testador, ella será considerada contraria a derecho
si no respeta este derecho preferente del cónyuge (art. 1318, inc. 2º).
Las deudas se dividen entre los herederos, por el ministerio de la ley, a prorrata de sus
cuotas.
Si el causante dispone que las deudas se distribuyan de distinta manera o los herederos
acuerdan distribuirlas de otro modo, se observará esta nueva forma de división. El art.
1340, inc. 1°, previene: "Si alguno de los herederos quisiere tomar a su cargo mayor cuota
de las deudas que la correspondiente a prorrata, bajo alguna condición que los otros
herederos acepten, será oído".
Pero estos acuerdos no empecen a los acreedores y por esto el art. 1340 agrega en su inc.
2°: "Los acreedores hereditarios o testamentarios no serán obligados a conformarse con
este arreglo de los herederos para intentar sus demandas".
Distribución de frutos.
Los frutos de los bienes, producidos con anterioridad a la muerte del causante, están
incorporados a su patrimonio. La ley ha previsto la suerte de los frutos percibidos y
pendientes después de la apertura de la sucesión.
Frutos percibidos
Los frutos, como accesorios de los bienes hereditarios, pertenecen a los dueños de las cosas
fructuarias, en la proporción de sus derechos en tales cosas.
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El art. 1338 N° 3° establece esta regla general para los frutos percibidos después de la
muerte del causante, durante la indivisión: "Los herederos tendrán derecho a todos los
frutos y accesiones de la masa hereditaria indivisa, a prorrata de sus cuotas".
Una primera excepción a la regla general tiene lugar cuando el causante ha instituido
legados de especies o cuerpos ciertos.
En efecto, el art. 1338 N° 3°, advierte que de los frutos que corresponden a los herederos a
prorrata de sus cuotas se deducirán "los frutos y accesiones pertenecientes a los
asignatarios de especies".
Consecuente con estos principios, el N° 1° del art. 1338 expresa: "Los asignatarios de
especies tendrán derecho a los frutos y accesiones de ellas desde el momento de abrirse la
sucesión".
Pero la misma disposición advierte que la regla no se aplica, a menos que el testador haya
expresamente ordenado otra cosa, cuando la asignación haya sido desde día cierto o bajo
condición suspensiva, pues en estos casos no se deberán los frutos, sino desde ese día, o
desde el cumplimiento de la condición.
Los legatarios de género no adquieren el dominio con la muerte del causante. Sólo
adquieren un crédito contra los herederos para el pago del legado. El dominio se adquiere
por la tradición de las cosas legadas.
Pero no sería justo que tales legatarios adquieran los frutos desde la entrega del legado;
dependería del obligado a pagarlo que el legatario adquiera los frutos o se viera privado de
ellos.
Por esto, el art. 1338 N° 2°, dispone: "Los legatarios de cantidades o géneros no tendrán
derecho a ningunos frutos sino desde el momento en que la persona obligada a prestar
dichas cantidades o géneros se hubiere constituido en mora; y este abono de frutos se hará
a costa del heredero o legatario moroso".
Para distribuir los frutos debe el partidor formar una cuenta especial, con un activo y un
pasivo propios.
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El activo del cuerpo de frutos se forma con los naturales y civiles, producidos durante la
indivisión. Las bajas serán los gastos de explotación, necesarios para producir los frutos.
Entre estas bajas deben figurar los que deban pagarse a los legatarios de especies o cuerpos
ciertos, siempre que no haya una persona expresamente gravada con la prestación del
legado; habiéndose impuesto por el testador este gravamen a alguno de los asignatarios,
éste sólo sufrirá la deducción (art. 1338 N° 4°).
Respecto de los frutos pendientes al tiempo de las adjudicaciones, el art. 1339 establece:
"Los frutos pendientes al tiempo de la adjudicación de las especies a los asignatarios de
cuotas, cantidades o géneros, se mirarán como parte de las respectivas especies, y se
tomaran en cuenta para la estimación del valor de ellas".
Ventas y adjudicaciones.
Los bienes comunes deben tener uno de estos dos destinos: se adjudican o se venden.
En el curso de la partición se venderán los bienes comunes, por medio de remates hechos
ante el partidor, con admisión de extraños o sin ella, recuérdese que, no admitiendo las
especies cómoda división, cualquiera de los partícipes puede exigir que se subasten con
admisión de licitadores extraños.
Junto con acordarse la subasta, habrán de señalarse las condiciones en que se llevará a efec-
to: mínimo para las posturas, forma de pago del precio, intereses sobre los saldos del mis-
mo, garantía que rendirán los postores, etc.
La subasta debe anunciarse por medio de avisos, en la forma señalada en el art. 658 del
CPC. La disposición exige su anuncio "por medio de avisos en un diario de la comuna o de
la capital, de la región, si en aquella no lo hubiera”.
Pero si entre los interesados hay incapaces deberán publicarse cuatro avisos, mediando
entre la primera publicación y el remate un espacio de tiempo no inferior a quince días.
Los avisos podrán publicarse en días inhábiles y si los bienes están situados en otra comuna
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El art. 687, inc. 3°, del CC, dispone la inscripción en el registro del Conservador del acto de
partición en lo relativo a cada inmueble o parte adjudicada.
Por su parte el CPC establece que todo acuerdo de las partes o decisión del partidor que
contenga adjudicación de bienes raíces debe reducirse a escritura pública, y sin esta
solemnidad no podrá efectuarse su inscripción en el Conservador de Bienes Raíces (art.
659, inc. 2°).
Las adjudicaciones se hacen con cargo al haber del adjudicatario; éste tiene derecho a que
se impute a su haber el valor de los bienes que se adjudican.
Es lógico que así sea porque no sería racional que el partícipe debiera pagar el valor de la
adjudicación y entregar un dinero que, a la postre, debe serle restituido al efectuarse la
distribución.
Para esto es naturalmente necesario conocer, con cierta aproximación, el haber de cada
partícipe. El art. 660 del CPC en su parte final dispone que la fijación provisional de este
haber se hará prudencialmente por el partidor.
El partidor debe hacer lo que se denomina cálculo del haber probable, que sirve para
determinar en qué medida puede el comunero adjudicarse bienes con cargo a sus derechos
en la comunidad.
La misma disposición establece que, salvo acuerdo unánime de las partes, los comuneros
que reciban en adjudicación, durante el juicio divisorio, bienes por un valor superior al 80%
de su probable haber, deberán pagar de contado el exceso. En otros términos, el partícipe
podrá adjudicarse, sin desembolso, bienes por un valor igual al 80% de su haber probable.
Hipoteca legal.
Los partícipes deben pagar al contado el valor en que los bienes adjudicados excedan del
80% de su haber probable. Si así no lo hicieren, se entiende, por el ministerio de la ley,
constituida hipoteca para garantizar el pago del exceso. Tal es la hipoteca legal de alcances.
El art. 662 del CPC dispone: "En las adjudicaciones de propiedades raíces que se hagan a
los comuneros durante el juicio divisorio o en la sentencia final, se entenderá constituida
hipoteca sobre las propiedades adjudicadas, para asegurar el pago de los alcances que
resulten en contra de los adjudicatarios, siempre que no se pague al contado el exceso a
que se refiere el art. 660".
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La hipoteca puede reemplazarse por otra caución equivalente, calificada por el partidor (art.
662, inc. 2º, del CPC).
Todos los valores que los partícipes reciban durante la partición a cuenta de sus derechos
devengarán los intereses que las partes acuerden, y en su defecto el interés legal, hoy
interés corriente (art. 661 del CPC).
De este modo se establece la igualdad entre los partícipes e impide que resulten
injustamente beneficiados, en desmedro de los demás, aquellos que recibieron anticipos a
cuenta de su haber. Estos intereses engrosarán el cuerpo de frutos.
En las enajenaciones que se verifiquen por intermedio del partidor se considerará a éste
como representante legal de los vendedores.
En este carácter, el partidor suscribirá las escrituras que sea menester otorgar (art. 659 del
CPC).
El laudo y la ordenata.
El art. 663 del CPC prescribe: "Los resultados de la partición se consignarán en un laudo o
sentencia final, que resuelva o establezca todos los puntos de hecho y de derecho que
deben servir de base para la distribución de los bienes comunes y en una ordenata o
liquidación, en que se hagan los cálculos numéricos necesarios para dicha distribución".
El laudo, que es propiamente la sentencia que pone fin al juicio particional, habrá de hacer
referencia al nombramiento de partidor, a la aceptación del cargo y juramento; expresará el
objeto de la partición e individualizará a las partes; mencionará los trámites previos
indispensables: tasación, inventario, posesión efectiva; ordenará formar el cuerpo común de
bienes y señalará los que lo integran; señalará las bajas generales; fijará la cuota que
corresponda a cada interesado, de acuerdo con las normas del testamento o de la ley, y
mandará que se les forme su respectiva hijuela; si hay frutos, ordenará formar el cuerpo de
frutos y señalará sus bajas; ordenará formar la hijuela de deudas e indicará en la forma en
que debe pagarse y los bienes con que se hará el pago, etc.
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La ordenata es un cálculo numérico de las decisiones del laudo; "estas cifras traducen al
lenguaje numérico las declaraciones y resoluciones del laudo" (Lira Urquieta).
Un primer cálculo o partida de la ordenata estará constituido por el cuerpo de bienes, que se
individualizarán con indicación de su valor; una segunda partida la constituirán las bajas
generales, según el laudo; una tercera partida contendrá el cuerpo de frutos y sus bajas; una
cuarta fijará el acervo líquido partible; una quinta indicará cómo se divide la herencia entre
los partícipes.
Aprobación de la partición.
El art. 1342 dispone: "Siempre que en la partición de la masa de bienes, o de una porción
de la masa, tengan interés personas ausentes que no hayan nombrado apoderados, o
personas bajo tutela o curaduría, será necesario someterla, terminada que sea, a la
aprobación judicial":
Entrega de títulos.
Concluida la partición, se entregarán a los partícipes los títulos de los objetos que les
hubieren cabido.
Los títulos de un objeto que hubiere sufrido división pertenecerán a la persona designada
por el testador o, en su defecto, a la persona que hubiere tocado una porción mayor, con
cargo de exhibirlos a favor de los otros partícipes, y de permitirles que tengan copia de
ellos, cuando lo pidan. En caso de igualdad, decidirá la suerte (art. 1343).
EFECTOS DE LA PARTICIÓN
LA ADJUDICACIÓN Y
EL EFECTO DECLARATIVO DE LA PARTICIÓN
Concepto de adjudicación
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En realidad, el único requisito que se exige para que exista adjudicación es que el
adjudicatario tenga previamente la calidad de comunero en el bien que se le adjudica; o sea,
el adjudicatario debe haber sido anteriormente comunero en el bien adjudicado.
Este criterio de que para existir adjudicación se debe haber tenido previamente la calidad de
comunero en los bienes adjudicados, permite solucionar una serie de situaciones prácticas
que se prestan a discusión.
El comunero puede resultar alcanzado por alguna adjudicación que se le haga. Por ejemplo,
una persona tiene derechos en una comunidad por valor de $3.000, y se le adjudican bienes
por $3.500, los cuales quedan pagados con su cuota hereditaria, y $500 que esta persona
entrega en efectivo. ¿Existe en tal caso adjudicación? La Corte Suprema ha declarado que
el hecho de que el adjudicatario deba pagar un alcance con dinero en efectivo, no obsta a la
existencia de la adjudicación, pues el adjudicatario tenía, previamente, la calidad de
comunero respecto del bien adjudicado.
Dice el art. 718 que “cada uno de los partícipes de una cosa que se poseía proindiviso, se
entenderá haber poseído exclusivamente la parte que por la división le cupiera, durante
todo el tiempo que duró la indivisión”.
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Por su parte, el inciso 1º del artículo 1344 dispone que “cada asignatario se reputará haber
sucedido inmediata y exclusivamente al difunto en todos los efectos que le hubieren cabido,
y no haber tenido parte alguna en los otros efectos de la sucesión”.
En conformidad al artículo 1354, las deudas hereditarias se dividen de pleno derecho entre
los herederos por el solo fallecimiento del causante y a prorrata de los derechos de cada
cual. Al respecto, no hay indivisión de ninguna especie.
Hay una aparente contradicción entre dos preceptos del CC: el inciso 1º del artículo 1344,
que consagra el efecto declarativo de la partición, y el inciso final del número 4º del
artículo 1526.
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Sin embargo, por otra parte, el inciso final del número 4º del artículo 1526, al tratar la
indivisibilidad de pago, declara que “los herederos del acreedor, si no entablan
conjuntamente su acción, no podrán exigir el pago de la deuda, sino a prorrata de sus
cuotas”. En otros términos, el precepto faculta a los herederos para exigir su cuota en el
crédito, lo cual estaría indicando que éstos, al igual que las deudas hereditarias, se han
dividido de pleno derecho por el solo fallecimiento del causante.
Frente a esta contradicción legal ha habido quienes han optado lisa y llanamente por dar
preferencia a uno de los dos preceptos. Así, se sostiene que, a pesar del artículo 1526, los
créditos permanecen en indivisión, o sea, se da preeminencia absoluta al artículo 1344;
otros, en cambio, opinan que los créditos siempre se dividen de pleno derecho entre los
herederos, y no cabe adjudicárselos a éstos. Es decir, se aplica sólo el 1526, dándole
preponderancia sobre el 1344.
Según Abeliuk ninguna de semejantes doctrinas es acertada, pues ambas significan dejar
sin aplicación uno de los dos preceptos en contradicción. Por ello la mayoría de los autores
se inclinan por conciliar ambos artículos, dejando a cada uno de ellos su campo de
aplicación: el art. 1526 estaría reglamentando las relaciones de los herederos con el deudor,
y el art. 1344 la de los herederos entre sí.
En consecuencia, respecto del deudor, los créditos se dividen de pleno derecho entre los
herederos al fallecer el causante. Por tanto, cada heredero podrá cobrar su cuota en el
crédito, y si el deudor paga a dicho heredero su parte en el crédito, el pago es válido.
Asimismo, si el deudor hereditario es acreedor personal de uno de los herederos, se
extinguirá por compensación la cuota en la deuda. Así, por ejemplo, Pedro y Juan,
herederos, tienen un crédito del causante por $200 en contra de Antonio, quien, a su vez, es
acreedor del primero por $100; querrá decir que habrá entonces compensación entre Pedro
y Antonio, y Juan cobrará a éste los $100 restantes.
Por el contrario, en las relaciones de los herederos entre sí los créditos no se dividen, sino
que permanecen indivisos hasta el día de la partición. Y si al efectuarse ésta se incluye un
crédito en la hijuela de alguno de los herederos, a virtud del efecto declarativo de la
partición que contempla el artículo 1344, se entiende que el crédito lo ha adquirido el
adjudicatario directamente del causante y, por tanto, los actos de disposición del crédito que
hayan hecho otros herederos, o el embargo trabado por un acreedor de éstos, caducará.
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1815, y ella no afecta los derechos del verdadero dueño, mientras no se extingan por el
transcurso del tiempo. En consecuencia, el adjudicatario podrá reivindicar el bien
enajenado.
4º Los derechos reales constituidos por un indivisario sólo subsisten si el bien gravado
le es adjudicado (art. 718).
La evicción en la partición
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Efectos de la evicción
La Nulidad
La afirmación del artículo 1348 es plenamente aplicable a la partición hecha por el causante
o los coasignatarios de común acuerdo, pero tratándose de la partición hecha ante partidor
ella debe ser completada, porque en tal caso junto a las nulidades de carácter civil, existen
en la partición nulidades procesales.
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Los vicios capaces de producir nulidad pueden afectar a la partición toda ella o incidir
solamente en alguno de sus actos. En el primer caso, la nulidad deja sin efecto toda la
partición efectuada, como, si por ejemplo, un incapaz ha concurrido a ella por sí solo y no
representado por su representante legal. Si el vicio incide solamente en un acto de la
partición, será éste el que quedará sin efecto, quedando válido el resto de ella. Así lo ha
declarado la jurisprudencia.
En seguida, la nulidad en la partición puede ser tanto absoluta como relativa. Así lo
manifiesta el artículo 1348 transcrito, al decir que aquélla “se anula o se rescinde”.
Así, por ejemplo, si el curador de un incapaz provoca la partición sin autorización judicial;
si el nombramiento de partidor, cuando no es hecho por la justicia y existían incapaces, no
es sometido a la aprobación judicial; cuando algún asignatario sufre de error o dolo en
alguna actuación de la partición, etc., la nulidad será relativa.
Aún más, en la partición no sólo habrá nulidades absolutas y relativas, sino que también
casos de inoponibilidad por falta de concurrencia. Así ocurre si los coasignatarios realizan
la partición de común acuerdo, omitiendo a uno de los interesados, o, en iguales
circunstancia, designan partidor. Los acuerdos a que se ha llegado son inoponibles, no
afectan al indivisario omitido.
En conclusión, en la partición pueden presentarse todas las sanciones propias de los actos y
contratos: nulidad, rescisión e inoponibilidad.
Suplemento de partición
El artículo 1349 dispone: “El haber omitido involuntariamente algunos objetos no será
motivo para rescindir la partición. Aquella en que se hubieren omitido, se continuará
después, dividiéndolos entre los partícipes con arreglo a sus respectivos derechos”.
Es lo que se llama suplemento de partición, esto es, la partición no queda sin efecto, pero el
bien omitido continúa indiviso, y las partes tendrán que realizar a su respecto un
complemento de la partición, ya sea de común acuerdo o ante el partidor.
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Naturalmente que no basta cualquier perjuicio en la partición para que ésta quede sin efecto
por lesión; ello traería una inestabilidad constante de las particiones. Por eso el artículo
1348, inciso 2º, determina que “la rescisión por causa de lesión se concede al que ha sido
perjudicado en más de la mitad de su cuota”.
Declarada judicialmente la nulidad relativa de la partición, ésta quedará sin efecto y será
necesario entonces proceder a efectuar una nueva partición para darle al asignatario
lesionado lo que de derecho le corresponde.
No puede solicitar la nulidad o rescisión el partícipe que haya enajenado su porción en todo
o parte.
El artículo 1351, aplicable a todas las nulidades absolutas o relativas de que puede adolecer
la partición, dispone que “no podrá intentar la acción de nulidad o rescisión el partícipe
que haya enajenado su porción en todo o parte, salvo que la partición haya adolecido de
error, fuerza o dolo, de que le resulte perjuicio”.
El precepto transcrito puede inducir al error de pensar que él se aplica al que ha enajenado
su porción o cuota en la herencia en todo o parte, o sea, al que ha cedido sus derechos
hereditarios a otro. En realidad, lo dicho por el legislador en él es que, si después de
efectuada la partición, el comunero enajena su porción, en todo o parte, es decir, la
totalidad de los bienes o algunos de ellos, ya no puede solicitar la nulidad, porque esta
enajenación significa que ha quedado conforme con la partición. Prácticamente, equivale a
una renuncia tácita a la acción de nulidad.
Por excepción, en presencia de un vicio del consentimiento (error, fuerza o dolo), aun el
que se ha desprendido de los bienes que le cupieron en la herencia puede solicitar la
nulidad, pero siempre que la presencia de dichos vicios le haya originado perjuicios.
El articulo 1352 declara que “la acción de nulidad o de rescisión prescribe respecto de las
particiones según las reglas generales que fijan la duración de esta especie de acciones”.
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El artículo 1353, final del título de la partición de bienes, establece: “el partícipe que no
quisiere o no pudiere intentar la acción de nulidad o rescisión, conservará los otros
recursos legales que para ser indemnizado le correspondan”. Así tiende también el
legislador a evitar la nulidad de la partición.
La acción resolutoria
En la práctica, es frecuente que al hacer una adjudicación por exceder el valor del bien a la
cuota del comunero, quede éste debiendo un alcance con cuyo monto se entera la hijuela de
otros indivisarios. Por ejemplo, la cuota de Pedro alcanza a $5.000 y se le adjudica un
inmueble por valor de $6.000. Queda adeudando a otros de los indivisarios para
completarles sus cuotas un exceso de $1.000.
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El título XI del Libro III se ocupa del pago de las deudas hereditarias y testamentarias, esto
es, las que el causante tenía en vida y las que tienen su origen en el testamento mismo. Pesa
normalmente sobre los herederos la obligación de satisfacer ambas clases de deudas. Por
excepción la obligación incumbe a los legatarios.
¿Cuál es la fuente de esta obligación? En concepto del Código tiene como fuente un
cuasicontrato. El art. 1437 establece que las obligaciones nacen de un hecho voluntario de
la persona que se obliga, "como en la aceptación de una herencia o legado y en todos los
cuasicontratos".
Los herederos son las personas naturalmente llamadas a satisfacer las deudas hereditarias.
El art. 1097 dispone que los herederos representan al testador y le suceden en todos sus
derechos y obligaciones transmisibles, recogen juntamente el activo y el pasivo de su
patrimonio:
Cuando hay pluralidad de herederos, es preciso determinar en qué medida deben satisfacer
las deudas hereditarias. El art. 1354 resuelve el problema. "Las deudas hereditarias se
dividen entre los herederos a prorrata de sus cuotas. Así el heredero del tercio no es
obligado a pagar sino el tercio de las deudas hereditarias".
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La división del pasivo a prorrata de las cuotas hereditarias se produce ipso jure, de pleno
derecho, automáticamente. Por el solo hecho de la muerte, la deuda se divide entre los
herederos y el acreedor tendrá, en lugar de un deudor único, varios deudores.
La automática división del pasivo tiene una lógica consecuencia: no es necesario proceder a
la partición, puesto que no existe comunidad en las deudas. El acreedor podrá demandar a
los herederos, desde la muerte del causante, la parte que les quepa en la deuda.
¿Los créditos hereditarios, al igual que las deudas, se dividen de pleno derecho entre los
herederos del acreedor difunto?
Frente a la aparente contradicción entre los artículos 1344 y 1526 Nº4, buena parte de la
doctrina concluye que dichas normas no son contrapuestas, sino que tienen distintos
campos de aplicación: el art. 1344 rige las relaciones de los herederos entre sí, mientras el
art. 1526 Nº4 rige las relaciones entre los herederos y los deudores del causante.
Dos consecuencias prevé expresamente la ley derivadas de la división inmediata o ipso jure
de deudas y créditos entre los herederos:
Esta consecuencia, prevista en el art. 1526, inc. 1°, la repite el art. 1355: "La insolvencia de
uno de los herederos no grava a los otros".
b) Una segunda consecuencia se prevé en el art. 1357: la extinción por confusión de las
mutuas obligaciones entre el causante y el heredero se produce hasta concurrencia de la
cuota en el crédito o en la deuda.
El art. 1357 dispone: "Si uno de los herederos fuere acreedor o deudor del difunto, sólo se
confundirá con su porción hereditaria la cuota que en este crédito o deuda le quepa, y
tendrá acción contra sus coherederos a prorrata por el resto de su crédito, y les estará
obligado a prorrata por el resto de su deuda".
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De esta manera, si un heredero es acreedor del difunto, la deuda se divide entre los
herederos, inclusive el acreedor. La obligación se extingue hasta concurrencia de la cuota
que corresponda al heredero acreedor y por el saldo tendrá acción contra sus coherederos.
Asimismo, si un heredero era deudor del difunto, el crédito se dividirá entre los herederos,
inclusive el deudor. La deuda se extinguirá hasta concurrencia de la porción que
corresponda al heredero deudor en el crédito y quedará obligado a pagar el saldo a sus
coherederos.
Esta regla es la más concluyente demostración de que las obligaciones, activa y pa-
sivamente, se dividen entre los herederos.
El principio de la división de las deudas a prorrata de las cuotas hereditarias tiene algunas
excepciones que dicen relación:
a) El beneficio de inventario
b) Obligaciones indivisibles
La división de las deudas entre los herederos supone que se trata de obligaciones divisibles;
no tiene cabida en las obligaciones indivisibles. El art. 1528 dispone que cada uno de los
herederos del que ha contraído una obligación indivisible es obligado a satisfacerla en el
todo y cada uno de los herederos del acreedor puede exigir su pago total.
El art. 1354, inciso final, se cuida de advertir que, además, la regla de la división a prorrata
se entiende sin perjuicio de lo dispuesto en el art. 1526:
a) La obligación principal puede ser divisible y se dividirá entre los herederos a pro-
rrata de sus cuotas; pero la prenda y la hipoteca son indivisibles y el acreedor podrá intentar
la acción hipotecaria o prendaria contra el coheredero que posea los bienes hipotecados o
empeñados (art. 1526 N° 1°).
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c) Si se hubiere estipulado con el causante que el pago no podrá hacerse por partes por
sus herederos, cada heredero deberá pagar el total, sin perjuicio de que sus coherederos le
reembolsen lo que ha pagado en exceso sobre su cuota (art. 1526 N° 4°, inc. 2º).
El art. 1354 inciso final señala una excepción en el caso del art. 1356, esto es, cuando
concurren herederos usufructuarios y fiduciarios.
El art. 1356 expresa: "Los herederos usufructuarios o fiduciarios dividen las deudas con
los herederos propietarios o fideicomisarios, según lo prevenido en los arts. 1368 y 1372, y
los acreedores hereditarios tienen el derecho de dirigir contra ellos sus acciones en
conformidad a los referidos artículos".
El art. 1368 establece que el usufructuario y el nudo propietario se considerarán como una
sola persona para los efectos del pago de las deudas hereditarias "y las obligaciones que
unidamente les quepan se dividirán entre ellos conforme a las reglas que siguen":
a) Las deudas son de cargo del nudo propietario y el usufructuario deberá pagarle in-
tereses corrientes sobre la cantidad pagada, por todo el tiempo que dure el usufructo (art.
1368 N° 1°);
c) En caso de que se venda la cosa fructuaria para pagar una prenda o hipoteca
constituida por el difunto, se aplicará al usufructuario la regla del art. 1366, esto es, se
subroga por el ministerio de la ley en los derechos del acreedor (art. 1368 N° 3°), y
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a) Las deudas que consisten en prestaciones periódicas las soporta el fiduciario, sin
derecho a ninguna indemnización (art. 1372, inc. 3°), y
Puede el testador disponer en su testamento la división de las deudas hereditarias entre los
herederos de otro modo que a prorrata de sus cuotas.
Esta disposición testamentaria, obligatoria para los herederos, no lo es para los acreedores
hereditarios.
Por este motivo, el art. 1358 dispone que si el testador divide las deudas en forma diversa
de la expresada en los arts. 1354 y siguientes, "los acreedores hereditarios podrán ejercer
sus acciones o en conformidad con dichos artículos o en conformidad con las disposiciones
del testador, según mejor les pareciere" (el art. 1526 Nº 4 reproduce esta regla).
Pero la decisión del testador obliga lógicamente a los herederos. Por esto, los herederos que
sufrieren mayor gravamen que el que les ha impuesto el testador, "tendrán derecho a ser
indemnizados por sus coherederos" (art. 1358). En sus relaciones domésticas los cohe-
rederos se rigen por la voluntad del testador.
Una distribución diversa de las deudas puede convenirse entre los herederos o establecerse
en el acto de partición.
Ha previsto el legislador el caso de que varios inmuebles hereditarios estén gravados con
una hipoteca y se adjudiquen a los herederos.
Aunque la obligación principal se divida entre los herederos a prorrata de sus cuotas,
ejercitando la acción hipotecaria, puede el acreedor perseguir el pago total en cualquiera de
las fincas hipotecadas (ver art. 2408. El art. 1365 expresa que el acreedor “tendrá acción
solidaria contra cada uno de dichos inmuebles”. Obviamente no hay solidaridad sino una
consecuencia de la indivisibilidad de la hipoteca).
De este modo, el heredero adjudicatario podrá verse compelido a pagar más de lo que le
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El heredero que se ve constreñido a pagar más de su cuota tendrá acción contra sus
coherederos "por la cuota que a ellos toque en la deuda" (art. 1365, inc. 1°).
En caso de que el acreedor le subrogue en sus derechos como consecuencia del pago, no
podrá repetir contra los coherederos por el total de lo pagado; cada coheredero no es
responsable "sino de la parte que le quepa en la deuda" (art. 1365, inc. 2°. Ver art. 1522).
La cuota del coheredero insolvente "se repartirá entre todos los herederos a prorrata" (art.
1365, inc. 3°). La cuota del insolvente grava inclusive al heredero que pagó la deuda.
La ley establece, para señalar el momento en que se deben pagar las deudas hereditarias,
que: "se pagará a los acreedores hereditarios a medida que se presenten" (art. 1374, inc.
1°).
Las deudas hereditarias se pagan antes que las deudas testamentarias; pagados los
acreedores hereditarios se satisfarán los legados (art. 1374, inc. 1°).
Los acreedores pueden accionar contra los herederos, continuadores de la persona del
difunto, en los mismos términos como podían hacerlo contra el causante. Como lógica
consecuencia, los títulos ejecutivos contra el causante traen también aparejada ejecución
contra los herederos.
Pero el legislador para aliviar la situación de los herederos ha exigido, tanto para entablar
ejecución en su contra como para proseguir la entablada contra el causante, que se les
notifique previamente y transcurra un determinado plazo.
El art. 1377 dispone: "Los títulos ejecutivos contra el difunto lo serán igualmente contra
los herederos; pero los acreedores no podrán entablar o llevar adelante la ejecución, sino
pasados ocho días después de la notificación judicial de sus títulos".
El art. 1104 advierte que los legatarios no representan al testador, no tienen más cargas que
las que expresamente se les impongan, sin perjuicio de la responsabilidad que les quepa en
subsidio de los herederos y de la que les sobrevenga en caso de ejercitarse la acción de
reforma del testamento.
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De este modo, los legatarios estarán obligados a pagar las deudas hereditarias cuando el
testador les haya impuesto esta obligación como un gravamen de la liberalidad que les
otorga.
Pero aunque nada haya dicho el testador, los legatarios pueden resultar responsables: a)
porque al tiempo de abrirse la sucesión no ha habido bienes bastantes para el pago de las
deudas hereditarias, y b) porque el testador vulneró con sus liberalidades a título singular
las legítimas y o mejoras.
Excepciones.
(i) Los legatarios están obligados a concurrir al pago "cuando al tiempo de abrirse la
sucesión no haya habido en ella lo bastante para pagar las deudas hereditarias" (art. 1362,
inc. 1°)
La responsabilidad de los legatarios exige que no haya bienes bastantes para el pago de las
deudas al tiempo de abrirse la sucesión. Por consiguiente, si los bienes se pierden, de-
terioran o menoscaban con posterioridad, los legatarios no son responsables.
Los legatarios que deban contribuir al pago de las deudas hereditarias “lo harán a prorrata
de los valores de sus respectivos legados, y la porción del legatario insolvente no gravará
a los otros” (art. 1363, inc. 1º).
Esto significa que los acreedores han de perseguir primero a los herederos y sólo cuando no
logren obtener de éstos el pago de sus créditos tendrán expedito el camino para accionar
contra los legatarios. Los legatarios gozan de una especie de beneficio de excusión.
El art. 1363, inc.1°, dispone que los legatarios que deban concurrir al pago de las deudas
hereditarias "lo harán a prorrata del valor de sus respectivos legados, y la porción del le-
gatario insolvente no gravará a los otros".
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Los legatarios están obligados a contribuir al pago de las legítimas y mejoras "cuando el
testador destine a legados alguna parte de la porción de bienes que la ley reserva a los
legitimarios o a los asignatarios forzosos de la cuarta de mejoras" (art. 1362).
El testador que tiene asignatarios forzosos no puede destinar a legados sino la parte de libre
disposición. La contribución de los legatarios al pago de las legítimas y mejoras consistirá
en una reducción de los legados para encuadrarlos en la porción de que el testador ha
podido disponer libremente.
El principio es que los legatarios concurren "a prorrata de los valores de sus respectivos
legados" y la porción del insolvente no gravará a los otros (art. 1363, inc. 1°).
Sin embargo, la regla sufre excepciones porque ciertos legados gozan del privilegio de
contribuir después que otros.
El art. 1363, inc. 2°, dispone: "No contribuirán, sin embargo, con los otros legatarios
aquellos a quienes el testador hubiere expresamente exonerado de hacerlo. Pero si
agotadas las contribuciones de los demás legatarios, quedare incompleta una legítima o
insoluta una deuda, serán obligados al pago aun los legatarios exonerados por el
testador”.
Y añade el inc. 3°: “Los legados de obras pías o de beneficencia se entenderán exonerados
por el testador, sin necesidad de disposición expresa, y entrarán a contribución después de
los legados expresamente exonerados; pero los legados estrictamente alimenticios a que el
testador es obligado por ley, no entrarán a contribución sino después de todos los otros".
Por su parte, el art. 1141, inc. 3º, declara que los legados anticipados prefieren a aquellos de
que no se ha dado el goce a los legatarios en vida del testador.
a) Concurren, en primer término, los legados comunes. Para ellos rige plenamente el
principio general de la contribución a prorrata de sus valores;
c) Concurren los legados para obras pías o de beneficencia; atendidos sus fines de
bien público, la ley presume que el testador ha querido exonerarlos de la contribución,
aunque nada diga;
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La exoneración del testador no exime a los legatarios, sino que les confiere la situación
privilegiada que se ha dicho;
Estos alimentos constituyen una baja general que se practica después de hecha la baja de las
deudas hereditarias. Por consiguiente, los legados de alimentos forzosos concurrirán
solamente en caso de que las referidas deudas absorban totalmente los bienes hereditarios.
Por otra parte, los legados de alimentos sólo contribuirán al pago de las deudas hereditarias;
no estarán obligados al pago de legítimas y mejoras puesto que éstas se calculan sobre un
acervo en que ha debido previamente hacerse la baja de las asignaciones de alimentos
forzosos.
El art. 1170 establece una regla que limita la contribución de los asignatarios de alimentos
forzosos. Establece que estos asignatarios no están obligados a devolución alguna en razón
de las deudas o cargas que gravaren el patrimonio del difunto; pero podrán rebajarse los
alimentos futuros que resultaren desproporcionados a las fuerzas del patrimonio hereditario.
De esta manera, contribuirán los legados insolutos; pero no contribuyen los ya satisfechos,
sin perjuicio de reducirse las futuras pensiones.
Los legados con gravamen concurren, lógicamente, con deducción de la carga impuesta al
legatario. El art. 1367 previene que “los legados con causa onerosa que pueda estimarse
en dinero, no contribuyen sino con deducción del gravamen”.
Pero, para que el legatario pueda aminorar su responsabilidad, es menester que demuestre
la concurrencia de las siguientes circunstancias:
a) “que se haya efectuado el objeto”, esto es, que se haya cumplido el gravamen; se
deducirá por razón de la carga la cantidad que constare haberse invertido, y
Puede ocurrir que la cosa legada se encuentre gravada con prenda o hipoteca. Como
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Si el legatario ha pagado una deuda garantizada con prenda o hipoteca con que el testador
no ha querido expresamente gravarle, tiene acción contra los herederos para que se le
reembolse lo pagado. El art. 1366, inc. 1°, establece que “es subrogado por la ley en la
acción del acreedor contra los herederos”.
Si la hipoteca o prenda caucionaban una obligación que no era del testador, “el legatario no
tendrá acción contra los herederos” (art. 1366, inc. 2°).
Como consecuencia del pago, el legatario se subrogará en las acciones del acreedor contra
el tercero en cuyo provecho se constituyó la hipoteca o prenda.
Las deudas testamentarias son, por regla general, de cargo de los herederos. Gravitan sobre
todos ellos, son una carga común.
Estas deudas comunes, lo mismo que las deudas hereditarias, las soportarán los herederos a
prorrata de sus cuotas.
La regla general tiene diversas excepciones y se aplica con las siguientes salvedades:
El art. 1360, inc. 1° dispone: “Las cargas testamentarias no se mirarán como carga de los
herederos en común, sino cuando el testador no hubiere gravado con ellas a alguno o
algunos de los herederos o legatarios en particular”.
El inc. 2° añade que las cargas que tocaren a los herederos en común “se dividirán entre
ellos como el testador lo hubiere dispuesto” y sólo a falta de una manifestación de voluntad
suya procede el prorrateo.
b) Distribución de las cargas por convenio de los herederos o por el acto de partición.
Una forma de distribución diferente de las cargas testamentarias puede ser el resultado de
un acuerdo de los herederos o de una decisión adoptada en la partición de los bienes
hereditarios.
Las deudas hereditarias pueden dividirse de otro modo que a prorrata por el testador, por
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acuerdo de los herederos o por el acto de partición y los acreedores hereditarios pueden
optar por la persecución de los herederos en proporción a sus cuotas o reclamarles el pago
conforme a la distribución establecida por el testador, por el acuerdo de los obligados o por
el acto de partición.
Para las deudas testamentarias rige una regla semejante. El art. 1373, inc. 1°, dispone que
los acreedores testamentarios no podrán ejercer las acciones a que les da derecho el
testamento sino conforme al art. 1360.
Y agrega el inc. 2°: "Si en la partición de una herencia se distribuyeren los legados entre
los herederos de diferente modo, podrán los legatarios entablar sus acciones, o en
conformidad a esta distribución, o en conformidad al art. 1360, o en conformidad al
convenio de los herederos".
En primer lugar, rige la voluntad del testador. Serán satisfechas "por aquel de los dos a
quien el testamento las imponga y del modo que en éste se ordenare", sin derecho a
ninguna indemnización y sin intereses (art. 1369);
Ordinariamente el pago de los legados incumbe a los herederos; pero el testador puede
imponer este gravamen a los legatarios.
El art. 1364 dispone: "El legatario obligado a pagar un legado, lo será solo hasta
concurrencia del provecho que reporte de la sucesión; pero deberá hacer constar la
cantidad en que el gravamen exceda al provecho”.
La obligación del legatario requiere una expresa declaración de voluntad del testador.
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Las deudas testamentarias se pagan después que las deudas hereditarias. El art. 1374
establece que "pagados los acreedores hereditarios, se satisfarán los legados”.
Las deudas hereditarias son una baja general de la herencia y las deudas testamentarias se
deducen del acervo líquido.
Si los bienes hereditarios son notoriamente suficientes para pagar las deudas hereditarias,
no existe motivo plausible para retardar el pago de los legados. El art. 1374, inc. 2°,
dispone: "Pero cuando la herencia no apareciere excesivamente gravada, podrá
satisfacerse inmediatamente a los legatarios que ofrezcan caución de cubrir lo que les
quepa en la contribución a las deudas".
Y añade el inciso final: "Ni será exigible esta caución cuando la herencia está mani-
fiestamente exenta de cargas que puedan comprometer a los legatarios".
El pago de los legados de pensiones periódicas está sujeto a reglas especiales. Ver art.
1361.
El art. 1376 dispone: "No habiendo en la sucesión lo bastante para el pago de todos los
legados, se rebajarán a prorrata".
Por otro lado, el art. 1375 establece: "Los gastos necesarios para la entrega de las cosas
legadas se mirarán como una parte de los mismos legados".
En otros términos, los gastos no son de cargo de los legatarios; se entiende que el legado
comprende los gastos que demande la entrega.
BENEFICIO DE SEPARACION
La aceptación pura y simple de la herencia produce una confusión de los bienes y deudas
del difunto con los bienes y obligaciones del heredero.
Los patrimonios confundidos tienen, en lo sucesivo, un solo titular: el heredero. Todos los
acreedores tienen como deudor al heredero y en el patrimonio confundido ejercitarán su
derecho de prenda general.
Esta confusión puede ser, según las circunstancias, perjudicial para el heredero o para los
acreedores de la sucesión.
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Será perjudicial para el heredero cuando el pasivo supera al activo hereditario porque,
responsable ilimitadamente de las deudas, deberá satisfacerlas aun con sacrificio de sus
propios bienes. Para precaverse de las consecuencias perjudiciales de esta responsabilidad
indefinida, dispone el heredero de un recurso: el beneficio de inventario.
Para este nuevo mal el legislador crea un nuevo remedio: el beneficio de separación.
El art. 1378 dispone: “los acreedores hereditarios y los acreedores testamentarios podrán
pedir que no se confundan los bienes del difunto con los bienes del heredero; y en virtud de
este beneficio de separación tendrán derecho a que de los bienes del difunto se les cumplan
las obligaciones hereditarias o testamentarias con preferencia a las deudas propias del
heredero”.
Los acreedores del heredero no sufren un perjuicio porque contarán para ser satisfechos con
el mismo patrimonio que tuvieron en vista al contratar.
Para los acreedores valistas el beneficio de separación tendrá siempre un interés vital; para
los acreedores privilegiados el interés es secundario;
Para saber contra quién puede pedirse la separación de patrimonios, pueden darse dos
soluciones:
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Esta última solución es, sin duda, la más jurídica, por cuanto los perjudicados con dicho
beneficio van a ser los acreedores personales de los herederos, y no éstos, pero presenta
grandes dificultades prácticas. En efecto, va a ser difícil, para los acreedores hereditarios y
testamentarios determinar la persona de los acreedores personales. En cambio, es fácil
precisar quiénes son los herederos, por el auto de posesión efectiva. De modo que, según
Abeliuk, debemos inclinarnos por esta última solución.
De las diversas disposiciones del CC, especialmente del art. 1385, resulta que el beneficio
de separación debe ser decretado judicialmente. La disposición alude al “decreto en que se
concede el beneficio de separación”.
Por otro lado, el art. 1380 inc. 1°, dispone que “el derecho de cada acreedor a pedir el
beneficio de separación subsiste mientras no haya prescrito su crédito” y el art. 1382
agrega que obtenido por algunos acreedores aprovecha a los demás “cuyos créditos no
hayan prescrito”.
Los efectos del beneficio de separación deben enfocarse desde un triple ángulo:
b) Efectos entre los acreedores de la sucesión y los acreedores personales del heredero
Los efectos del beneficio de separación, en verdad, se producen entre estos grupos de
acreedores.
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a) En primer término, por la prescripción del crédito (arts. 1380 inc. 1° y 1382 inc. 1°);
d) Se extingue el derecho si los bienes de la sucesión se han confundido con los del
heredero, “de manera que no sea posible reconocerlos” (art. 1380 N° 2°).
Características:
a) Es un contrato.
El art. 1386 define la donación entre vivos: “La donación entre vivos es un acto por el cual
una persona transfiere gratuita e irrevocablemente una parte de sus bienes a otra persona,
que la acepta”.
La donación entre vivos es un “acto”, dice la disposición; mejor habría sido decir que es un
“contrato”. Requiere, en efecto, el concurso de voluntades del donante y del donatario.
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La donación tiene por objeto la utilidad de una de las partes, sufriendo la otra el gravamen
(art. 1440).
Por último, la definición señala como carácter distintivo de la donación entre vivos su
irrevocabilidad.
Se exceptúan las donaciones entre cónyuges, que son siempre revocables (art. 1137, inc.
final).
Son incapaces para donar los que no tienen “la libre administración de sus bienes”, salvo
en los casos y con los requisitos que las leyes prescriben (art. 1388).
La capacidad para recibir donaciones está sujeta, en general, a las mismas normas que la
ley señala para recibir asignaciones por causa de muerte. En otros términos, no pueden
recibir donaciones entre vivos las mismas personas incapaces de suceder.
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El art. 1412 dispone: “Mientras la donación entre vivos no ha sido aceptada, y notificada
la aceptación al donante, podrá éste revocarla a su arbitrio”.
El art. 1393 establece que “la donación entre vivos no se presume sino en los casos que
expresamente hayan previsto las leyes”.
Por excepción, el ánimo de donar puede ser tácito y resultar de la ejecución de ciertos actos
que lo presuponen. En efecto, la remisión de una deuda importa donación, y el ánimo de
condonar la deuda puede resultar de la entrega, destrucción o cancelación del título (art.
1654).
La aceptación del donatario también debe ser expresa; así resulta de la necesidad de que se
notifique al donante.
Esta materia se encuentra regulada en el Art. 1411, el cual dispone que nadie puede aceptar
sino por sí mismo, o por medio de una persona que tuviere poder especial suyo al intento o
poder general para la administración de sus bienes, o por medio de su representante legal.
Pero bien podrá aceptar por el donatario, sin poder especial ni general, cualquier
ascendiente o descendiente suyo, con tal que sea capaz de contratar y de obligarse.
Para estudiar las donaciones fideicomisarias, ver los artículos 1413 y 1414.
La regla no rige para las donaciones entre vivos. El donatario debe aceptar o repudiar en
vida. El art. 1415 dispone: “El derecho de transmisión establecido para la sucesión por
causa de muerte en el art. 957, no se extiende a las donaciones entre vivos”.
Vicios de la aceptación
La aceptación no ha de adolecer de vicios. El art. 1411, inc. 3°, establece que las reglas
dadas para la validez de la aceptación y repudiación de las herencias y legados se extienden
a las donaciones.
En consecuencia, se aplicarán, entre otras, las reglas de los arts. 1234, 1236 y 1237.
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El art. 1398 formula perentoriamente esta exigencia: “No hay donación, si habiendo por
una parte disminución de patrimonio, no hay por otra aumento”.
Para explicar esta idea la disposición propone un ejemplo: no hay donación si se da para un
objeto que consume el importe de la cosa donada, y que al donatario no reporta ninguna
ventaja apreciable en dinero.
En tal caso, habrá disminuido el patrimonio del donante, pero no habrá experimentado el
patrimonio del donatario un aumento consecuencial.
La ley desarrolla in extenso esta regla general y plantea numerosos casos para decidir
cuándo hay donación y cuándo no la hay. Art 1394 y s.s.
La donación es un contrato que, según las circunstancias, puede ser solemne o meramente
consensual.
Son solemnes las donaciones que recaen sobre cosas que exceden de dos centavos, las
donaciones a título universal, las que recaen sobre bienes raíces y las sujetas a una
modalidad, las fideicomisarias, con causa onerosa, remuneratoria, por causa de matrimonio,
etc.
Solamente son consensuales las donaciones puras y simples, totalmente gratuitas, que
recaen sobre bienes muebles de un valor que no exceda de dos centavos.
El art. 1401, inc. 2°, establece que “se entiende por insinuación la autorización de juez
competente, solicitada por el donante o donatario”.
La solicitud deberá expresar: 1) el nombre del donante y del donatario y si alguno de ellos
está sujeto a tutela o curaduría o bajo potestad; 2) la cosa o cantidad que se trata de donar;
3) la causa de la donación, esto es, si es remuneratoria, si se hace a título de legítima, de
mejora o por mera liberalidad; 4) el monto líquido del haber del donante y sus
circunstancias domésticas (art. 889 del CPC).
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El art. 1401 establece que “la donación entre vivos que no se insinuare, sólo tendrá efecto
hasta el valor de dos centavos y será nula en el exceso”.
De este modo, pues, requieren insinuación las donaciones que excedan de dos centavos. La
falta de insinuación determina la nulidad de la donación en el exceso. Esta nulidad es
absoluta según la jurisprudencia por tratarse de un requisito establecido en atención a la
naturaleza del acto en sí mismo.
La insinuación rige entonces en la práctica generalmente para todas las donaciones. Pero,
no requieren insinuación las donaciones que se hagan los esposos en las capitulaciones
matrimoniales, “cualquiera que sea la clase y valor de las cosas donadas” (art. 1406).
Ha señalado el legislador algunas reglas especiales para apreciar la cuantía en ciertos tipos
de donación y decidir si deben ser insinuadas: arts. 1402, 1405 y 1434.
Se encuentran reguladas en el Art. 1400, el cual dispone que no valdrá la donación entre
vivos de cualquiera especie de bienes raíces, si no es otorgada por escritura pública e
inscrita en el competente Registro.
Tampoco valdrá sin este requisito la remisión de una deuda de la misma especie de bienes.
Las donaciones a título universal, sean de la totalidad o de una cuota de los bienes, exigen,
además de la insinuación y del otorgamiento de escritura pública, y de la inscripción en su
caso, un inventario solemne de los bienes, so pena de nulidad (art. 1407).
Si se omitiere alguna parte de los bienes en este inventario, se entenderá que el donante se
los reserva, y no tendrá el donatario ningún derecho a reclamarlos.
El que hace una donación de todos sus bienes deberá reservarse lo necesario para su
congrua subsistencia; y si omitiere hacerlo, podrá en todo tiempo obligar al donatario a que,
de los bienes donados o de los suyos propios, le asigne a este efecto, a título de propiedad,
o de un usufructo o censo vitalicio, lo que se estimare competente, habida proporción a la
cuantía de los bienes donados (Art. 1408).
Las donaciones a título universal no se extenderán a los bienes futuros del donante, aunque
éste disponga lo contrario (Art. 1409).
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ella la escritura pública y la insinuación e inscripción en los mismos términos que para las
donaciones de presente (Art. 1403).
Las donaciones con causa onerosa, como para que una persona abrace una carrera o estado,
o a título de dote o por razón de matrimonio, se otorgarán por escritura pública, expresando
la causa; y no siendo así, se considerarán como donaciones gratuitas (art. 1404).
Las donaciones con causa onerosa están sujetas a insinuación en los términos de los
artículos 1401, 1402 y 1403.Art. 1404.
Se llaman donaciones por razón o causa de matrimonio las que se hacen los esposos, antes
de contraerlo y en consideración a él, y las que antes o después de contraerlo hace un
tercero a cualquiera de los esposos (art. 1786). Estas donaciones son siempre solemnes.
Donaciones remuneratorias
Si no constare por escritura privada o pública, según los casos, que la donación ha sido
remuneratoria, o si en la escritura no se especificaren los servicios, la donación se entenderá
gratuita.
En virtud del Art. 1435, el donatario que sufriere evicción de la cosa que le ha sido donada
en remuneración, tendrá derecho a exigir el pago de los servicios que el donante se propuso
remunerarle con ella, en cuanto no aparecieren haberse compensado por los frutos.
Finalmente cabe señalar que en todo lo demás, las donaciones remuneratorias quedan
sujetas a las reglas generales de las donaciones (Art. 1436).
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a) Obligación de ejecutar las cargas de la donación (arts. 1426 inc 1°, 1489)..
El donante tiene derecho a pedir la resolución del contrato o su cumplimiento (art. 1426).
La acción resolutoria está sometida a una regla especial de prescripción. Prescribe en cuatro
años, contados “desde el día en que el donatario haya sido constituido en mora de cumplir
la obligación impuesta” (art. 1427).
La donación entre vivos no es resoluble porque después de ella le haya nacido al donante
uno o más hijos, a menos que esta condición resolutoria se haya expresado en escritura
pública de la donación (Art. 1424).
Las donaciones se rescinden además “en el caso del art. 1187” (art. 1425).
El contrato de donación deja de producir efectos por una causa que le es peculiar: la
revocación por causa de ingratitud. El art. 1428, inc. 1°, prescribe: “La donación entre
vivos puede revocarse por ingratitud”.
La ley ha precisado el concepto de ingratitud: “Se tiene por acto de ingratitud cualquiera
hecho ofensivo del donatario, que le hiciera indigno de heredar al donante” (art. 1428, inc.
2°).
El art. 1430 dispone: “la acción revocatoria termina en cuatro años contados desde que el
donante tuvo conocimiento del hecho ofensivo”.
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En principio, sólo puede ejercer la acción el donante y “se extingue con su muerte” (art.
1430, inc. 1°).
Esta regla tiene excepciones en un doble sentido: es posible que la acción se ejercite por
otros en vida del donante y puede pasar a los herederos.
Como efecto de la revocación por causa de ingratitud, el donatario debe restituir las cosas
donadas. Para este efecto, se le considerará como poseedor de mala fe desde que ejecutó el
hecho ofensivo (art 1429).
Finalmente, señalar que por regla general, la resolución, rescisión y revocación de las
donaciones no dan acción contra terceros poseedores, ni para la extinción de las hipotecas,
servidumbres u otros derechos constituidos sobre las cosas donadas, sino en alguno de los
casos que señala el art. 1432.
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