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EL M O I S E S D E M I G U E L A N G E L
SIGMUND FREUD
MORFOLOGÍAWAINHAUS | LECTURAS
EL M O I S E S D E M I G U E L A N G E L
SIGMUND FREUD
He de confesar, ante todo, que soy profano en creaciones magistrales del artista dice cada uno al-
cuestión de arte. El contenido de una obra de arte go distinto, y nadie algo que resuelva el enigma
me atrae más que sus cualidades formales y técnicas planteado al admirador ingenuo. Lo que tan pode-
a las que el artista concede, en cambio, máxima im- rosamente nos impresiona no puede ser, a mi jui-
portancia. Para muchos medios y efectos del arte cio, más que la intención del artista, en cuanto el
me falta, en realidad, la comprensión debida. Y mismo ha logrado expresarla en la obra y hacérnos-
quiero hacerlo constar así para asegurar a mi inten- la aprehensible. Sé muy bien que no puede tratar-
to presente una acogida benévola. se tan sólo de una aprehensión meramente intelec-
Pero las obras de arte ejercen sobre mí una po- tual; ha de ser suscitada también nuevamente en
derosa acción, sobre todo las literarias y las escultó- nosotros aquella situación afectiva, aquella conste-
ricas, y más rara vez, las pictóricas. En consecuen- lación psíquica que engendró en el artista la ener-
cia me he sentido impulsado a considerar muy de- gía impulsora de la creación. Mas, ¿por qué no ha
tenidamente algunas de aquellas obras que tan pro- de ser posible determinar la intención del artista y
funda impresión me causaban, y he tratado de expresarla en palabras, como cualquier otro hecho
aprehenderlas a mi manera; esto es, de llegar a com- de la vida psíquica?
prender lo que en ellas producía tales efectos. Y En cuanto a las grandes obras de arte, acaso no
aquellas manifestaciones artísticas (la música, por puede hacerse sin auxilio del análisis.
ejemplo) en que esta comprensión se me niega, no La obra misma tiene que facilitar este análisis
me produce placer alguno. Una disposición racio- si es la expresión eficiente en nosotros de las inten-
nalista o acaso analítica se rebela en mí contra la ciones y los impulsos del artista. Y para adivinar tal
posibilidad de emocionarme sin saber por qué lo inteción habremos de poder descubrir previamen-
estoy y qué es lo que me emociona. te el sentido y el contenido de lo representado en
Todo esto ha orientado mi atención hacia el he- la obra de arte; esto es, habremos de poderla inter-
cho, aparentemente paradójico, de que precisamen- pretar. Es, pues, posible que una obra de arte pre-
te algunas de las creaciones artísticas más acabadas cise de interpretación, y que sólo después de la
e impresionantes escapan a nuestra comprensión. misma pueda yo saber por qué he experimentado
Las admiramos y nos sentimos subyugados por una impresión tan poderosa. Abrigo incluso la es-
ellas, pero no sabemos qué es lo que representan. peranza de que esta impresión no sufrirá minora-
Carezco de lecturas suficientes para saber si este he- ción alguna, una vez llevado a buen término el
cho ha sido ya observado, o si ha habido o no algún análisis.
crítico de arte que haya encontrado en semejante Consideremos ahora, por ejemplo, el Hamlet,
perplejidad de nuestra inteligencia comprensiva una de las obras maestras de Shakespeare, repre-
una de las condiciones capitales de los más podero- sentada por vez primera hace ya más de trescientos
sos efectos que una obra de arte puede suscitar. De años. Examinadas las investigaciones psicoanalíti-
todos modos, a mí habría de serme muy difícil cas de que se ha hecho objeto a esta obra cumbre
aceptar como verdadera semejante condición. de la literatura dramática, soy de opinión que sólo
Y no es que los peritos en arte o los entusiastas el psicoanálisis ha conseguido resolver el enigma
no encuentren palabras cuando nos ponderan una del efecto que la misma produce al referir su argu-
de estas obras de arte. Muy al contrario, encuentran mento al tema de Edipo. Pero antes, ¡qué multitud
incluso demasiado. Pero, generalmente, ante estas de tentativas de interpretación, incompatibles en-