CÓMO SE HACE
UNA EDITORIAL
Beatriz de Moura, quien lleva más de tres décadas al frente de una de las
editoriales más importantes del idioma, fue invitada en julio de 2003 a
participar en un curso en El Escorial, dirigido por Jesús García Sánchez y
Luis García Montero, sobre cómo surge una novela, un poema, una
canción... y una editorial. El resultado es este irónico texto donde desglosa
las grandezas y miserias de su profesión, útil guía de iniciación.
INTRODUCCIÓN
F
undé Tusquets Editores hace 34 años. Desde entonces, las
aguas han cambiado radicalmente el cauce geológico en el que me
formé y en el que me lancé de un modo pasional y, confieso, poco re-
flexivo al rafting de eso que se conoce hoy por “industria editorial”.
Por lo tanto, me pregunto por qué los organizadores de este curso me eligie-
ron a mí precisamente para hablar, ahora, a comienzos del siglo tas mágicas –porque no las hay–. Intentaré simplemente hilvanar
XXI, de cómo se hace una editorial en los tiempos que corren. unas ideas que, gracias a la perspectiva que hoy puedo tener de
Tal vez un José Huerta, fundador, propietario y editor de la edi- mi propia experiencia, tal vez puedan explicarles a ustedes por
torial Lengua de Trapo (con tan sólo ocho años de existencia), qué no recomendaría ni a mi peor enemigo este oficio –y este
hubiera sido una elección más acertada. Él habría podido hablar- negocio– si no le sintiera dispuesto a echarle todo el valor de
les, desde el presente mismo, de por qué se volvió lo bastante que es capaz.
loco como para fundar una editorial en estos últimos años, de Mi intervención consta de cinco partes, que siguen a grandes
cómo todavía no ha muerto en el intento, y probablemente, si rasgos el itinerario de un hipotético editor literario, desde antes
resiste, de cómo cree que podrá sobrevivir y salir adelante. de iniciar su trayectoria editorial. Que conste de antemano que
Si acepté el reto, tras pensarlo bastante, es porque a fin de sólo me referiré al editor literario, o sea a aquel que no antepone
cuentas algo, en esencia, sigue siendo inamovible para un edi- el mayor beneficio a la calidad de sus elecciones, o, si prefieren,
tor literario –y seguirá siéndolo mientras en la Tierra haya al que se dirige consciente y premeditadamente a lectores habi-
algún majareta que invierta sus bienes, y todo su tiempo, en dar tuales, que son los que visitan con frecuencia las librerías y que
a conocer los libros de su elección y en compartir con algunos saben perfectamente cuándo se les quiere dar gato por liebre, y
lectores el placer que él mismo obtuvo de sus lecturas–. A esto todos sabemos que ese público, o mercado, no es, en principio,
yo lo llamo vocación. Uno se mete a editor como si se metiera a mayoritario...
cura. A estos enloquecidos de hoy, cuando afortunadamente en
España proliferan por todas partes pequeños sellos editoriales, I. PREMISAS
no pretendo dar consejos –porque no sirven de nada–; ni rece- Supongamos que ese hipotético editor intuye que este oficio –y
una actividad laboral propiamente dicha. De ahí a asumir que de entrada –fácil es deducirlo– sujeto a una frágil sucesión de
el editor no es más que un productor sólo hay un paso. Ahora incógnitas: a) si cada producto, y cada receptor del mismo, es
bien, lo que sí lo rescata de esta pobre realidad es que produce distinto y único, este producto (el libro) a todas luces no se
libros en lugar de electrodomésticos, cosméticos o armas. Y, hay sujeta a ninguna ley de mercado que pueda orientarle a él, su
que reconocerlo, un libro sigue conservando ese aura que remi- productor; b) en un principio él ignorará, por tanto, a cuántos
te al terreno sagrado de la creación y del pensamiento. ¡No en ejemplares del producto deberá atenerse; y c) por si fuera poco,
vano hoy en día el más iletrado y cateto presentador de televi- este producto, de no colocarse y venderse adecuadamente en sus
sión no se siente “alguien” si no ha publicado un libro! naturales puntos de venta, le han dicho que le será devuelto sin
Pero ¡con el terreno sagrado de la creación ha topado nues- más. ¿Cómo saber entonces a ciencia cierta cuánto deberá –o
tro amigo! “Éste –sigue cavilando– es el territorio exclusivo de podrá– invertir en cada caso para no naufragar antes de haber
quien nace creador, ya sea novelista, poeta, pintor, escultor, ar- podido alcanzar cierto punto de equilibrio? Y, en tales circuns-
quitecto, etc. O sea aquel que de la nada concibe y elabora una tancias, ¿cómo luchar contracorriente contra la inevitable ley
obra de arte y que, como esa facultad le es innata, no vive sino del mercado y del más fuerte en un mundo más bien salvaje en
por y para ella, pase lo que pase, cueste lo que cueste. Un edi- el que impera una competencia feroz?
tor, en cambio, carece de ese don congénito, de ese talento, de Pues bien, la verdad es que no tiene respuesta, ni –deduce
ese regalo de los dioses. De forma que el hecho mismo de que con lucidez– nunca la tendrá, porque los únicos aliados con los
sienta la vocación de editor define mi verdadera naturaleza: que cuenta, y contará en realidad a lo largo de su vida de editor
la de quien, con cierta sensibilidad artística y abierto al cono- literario, son tan inasibles e imprevisibles como la intuición y
cimiento, produce, divulga y da conocer una obra de creación el azar. Aun así, como parece querer persistir en su propósito,
que le es afín, que admira y/o le interesa porque gratifica su pronto le veremos tener que recurrir a algunas de las aptitudes
sensibilidad y su curiosidad.” y cualidades de su decálogo, entre otras el gusto por la lectura y
Ante semejante evidencia de su capacidad deductiva, el edi- la atracción por el riesgo, no sin antes haberse inyectado una
tor en ciernes se siente más aliviado y compensado. buena dosis de tenacidad.
Visto desde este punto de mira, ya no le cuesta por tanto com- Además, así las cosas, y siendo éste un negocio tan azaroso,
prender que creadores y productores están condenados a nece- decidirá probablemente que, puesto que no dispone de esa
sitarse irremediablemente el uno al otro. Para el creador –en su pequeña fortuna que le permitiría permanecer único propieta-
caso los escritores–, el editor es aquel que se encarga de que su rio de su empresa, más le vale formar una sociedad de personas
obra llegue a los lectores; y para el editor los escritores son, en solventes y desprendidas, dotadas de una sensibilidad especial,
términos industriales, la materia prima. (Recuerda entonces la a quienes su proyecto editorial pudiera entusiasmar y que estu-
relación de un cineasta amigo suyo con su productor cinemato- vieran dispuestas a jugársela confiando en sus apuestas edito-
gráfico y piensa que tanto un escritor como un editor son privi- riales. Muchos le han puesto sobre aviso alegando que esto es
legiados, porque la obra, cuando llega a manos de su productor, una utopía, una Arcadia inalcanzable, pero, como él es cons-
está hecha, terminada, y éste elige publicarla con pleno conoci- ciente de que se mueve en el terreno del azar, les contestará que,
miento de causa; en cambio, la obra de un cineasta nunca estará aun siendo difícil, es posible; se han dado casos notables en la
hecha, terminada, si un productor no se arriesga a producirla historia de la edición. Además, él ha decidido ya que la palabra
cuando no es sino un proyecto...) “imposible” no consta en su diccionario particular.
“De modo que el oficio del editor literario en su calidad de ■
productor –resume él muy esquemáticamente para sus aden- Nosotros, por nuestra parte, vamos a suponer que en efecto lo
tros– consiste esencialmente, y grosso modo, en dos funciones: consigue, porque nuestro editor literario es terco. Bien. Le ha
primero, decidir, tras tomar conocimiento de la obra que se le llegado sin embargo el momento, antes de imprimir el primer
ofrece, si ésta entra en su línea editorial y, después, evaluar el libro, de apelar también a la prudencia, ya que todavía le falta
coste de la producción de la misma según sus posibilidades por saber con qué canales de distribución y con cuáles márgenes
económicas en cada momento.” de beneficio podrá contar para que ese libro, y los siguientes,
■ lleguen a manos de sus destinatarios. Ya no son muchas las empre-
Pero, como nuestro amigo sigue dándole vueltas al asunto por- sas distribuidoras independientes dispuestas a acoger más fon-
que en ello le va la vida, se percata de que, aun pudiendo elegir dos, y él mismo –ahora lo sabe muy bien– no tiene los medios
sobre una propuesta ya terminada, su producto, su materia prima, para crear una red de distribución propia. Pero, con la ayuda
es una obra de creación que, como cualquier obra de creación, de un amiguete de uno de sus socios, consigue que un distribui-
es veleidosa, radicalmente arbitraria y, por tanto, siempre dis- dor acepte, proyecto en mano, hacer una prueba con ese nuevo
tinta de cualquier otra, porque cada creador es Uno, y único. Y futuro fondo.
no sólo es Uno –y único– el que crea, sino, como ya astutamente Tras estudiar los costos de fabricación (papel, composición,
ha observado, cada uno de aquellos a quienes el editor dirige corrección de pruebas, fotolitos, impresión y encuadernación)
esa materia prima, o sea los lectores. Visto así, su negocio está para producir, pongamos por caso, tres mil ejemplares del pri-
privará, pues, de ciertas comodidades, como disponer de un lo- agudo nuestro editor literario, que ya ha lanzado al mercado unos
cal vistoso, de una secretaria, de un contable, de colaboradores cuantos títulos–: poner en marcha una editorial e intentar que
fijos, etc., para dedicar de preferencia su dinero a publicar libros alcance una presencia real no sólo en su mercado natural, el de
y cuadrar mejor sus cuentas. ¡Qué remedio! Él solito, quizá con su lengua, sino en los mercados internacionales, es una tarea que
la escasa ayuda de algún estudiante, becario o almas caritativas, me ha exigido una dedicación exclusiva y, en todo caso, exhaus-
apechugará con todo. Dispone de un instrumento de trabajo tiva.” (Y eso que todavía no ha tenido un segundo para pensar
mágico: su ordenador. En éste sí no reparó en gastos, porque en cómo llegará a ese mercado en Hispanoamérica.) “De hecho
con él no sólo se ahorrará un montón de sueldos, sino que podrá –prosigue él en sus sombríos pensamientos– estoy agotado,
editar textos, formatearlos a su gusto y pasarlos, impecables, al ya casi no voy al cine, no salgo a tomar copas con los amigos y
impresor en un CD. Pero, ay, enseguida le advierten, ¡cuidado mi novia me ha dejado, harta de no verme el pelo. Lo peor es
con los espejismos de lo virtual! Al parecer, a los ojos de según que, además, nunca sabré muy bien cuánto tiempo podré seguir
quiénes, un libro, sin apenas erratas corregidas por el dicciona- así, y menos cuánto tiempo aguantarán mis socios esta situación
rio electrónico, perfectamente compuesto y formateado con la agobiante que se eterniza.”
infinita lista de tipos, cuerpos y cajas que la técnica les ofrece,
cualquier texto hasta puede tomar aspecto de obra maestra y, III. SUPERVIVENCIA
con un poco de virtual entusiasmo, parecer, apenas encuader- Y es que, sin darse muy bien cuenta, nuestro editor ha entrado
nado, destinado a arrasar en librerías. Para bien o para mal –se ya en el periodo, largo y moroso, de la supervivencia. El desá-
convence al fin nuestro amigo–, el ordenador no es sino una nimo es su peor enemigo: él lo siente, y quiere sobreponerse. En
herramienta, aun siendo una de las portentosas conquistas del particular porque, para mantenerse a trancas y barrancas en el
ser humano, y desde luego no suple al editor. filo de la navaja el mayor tiempo posible fiel a su línea editorial,
Él, y sólo él, deberá dar su opinión al autor, trabajar con él ha debido conciliar la idea de tener la cabeza más ocupada por
en el texto si es necesario, editarlo, elegir su diseño y la ilustra- otra suerte de letras que las literarias, que son por las que en rea-
ción de cubierta, redactar textos de solapas, firmar un contrato lidad se ha metido en este lío... Con el fin de no desfallecer, su
según las leyes vigentes de Propiedad Intelectual y según terquedad le ayuda a vencer cada vez sus ganas de tirar la toalla
los acuerdos personales que suscriban de mutuo acuerdo; per- repitiéndose constantemente que sólo en la continuidad de su
manecer atento a los autores, a sus deseos y necesidades; hacer empeño un día le llegarán nuevas oportunidades que le permi-
cálculos de previsión, llevar el control de sus finanzas y de los tirán abrirse camino y sortear esas preocupaciones económicas
vaivenes de la distribución y ventas; calcular una posible pro- que, de momento, le impiden disfrutar plenamente de su ofi-
moción, establecer contactos en los medios de comunicación cio, que –digámoslo de una vez– ya le ha enganchado y del que
idóneos, mantenerlos siempre informados y enviarles ejempla- ya está definitivamente colgado.
res de cada libro; todo –y bastante más– a la vez, sin distraerse un Su amigo, el editor con más años de experiencia, le explica
segundo porque, de lo contrario, perderá el control de algunas que es en esta fase cuando se suele caer en errores y trampas que,
de sus actividades, todas indispensables para que la casa todavía al ansiar sobrevivir como sea, podrían ser fatales. De todos los
en construcción empiece a sostenerse. que le citó su amigo, retuvo tres que le parecieron esenciales.
“Y sobre todo –se dice– lo que no puedo permitirme es per- “Retenerlos todos –piensa– es imposible porque en cualquier
der lo esencial: a los autores con quienes me he comprometido.” caso cada experiencia vital genera los suyos propios, y por eso
Entonces, al igual que el colega suyo con años de experiencia la supervivencia nunca es igual para todos.”
y a quien consulta con frecuencia, se las arreglará para darles a De modo que abre en su ordenador una carpeta que pone:
conocer en el extranjero y, para ello, establecerá contactos per- “Errores a evitar”, y escribe:
sonales con editores de otros países; frecuentará las ferias inter-
nacionales más importantes, viajará para darse a conocer con ■ Primer error: desviarse de la línea editorial con la espe-
su proyecto editorial en mano, y comentará los títulos de su ranza de conseguir por fin un bestseller –o lo que crees que
incipiente catálogo con quienes puedan interesarse por leerlos puede ser un bestseller. Hay por lo visto editores con el olfato
y –¿quién sabe?– algún día traducirlos y publicarlos en sus desarrollado casi exclusivamente para detectar este tipo
respectivos países; comunicará a unos y otros el resultado de de libros. Suelen trabajar por cuenta ajena en el seno de po-
sus contactos y visitas, otra vez firmará contratos en las mejores derosos grupos que aúnan varios sellos editoriales y, con el
condiciones para el autor y para sí. En fin, se verá inmerso en tiempo, al igual que un perro aprende a afinar su olfato para
tantas actividades que si tuviera que enumerarlas todas no sa- dar con drogas o armas, se van especializando en la busca y
bría a cuál dar prioridad, porque le parecerían todas igualmente captura de este tipo de libros. Además, disponen de presu-
primordiales. Y si para desahogarse se las contara a un amigo, puestos infinitamente más elevados que el mío y, si han dado
acodado a la barra de un bar a altas horas de la noche, a éste le ya pruebas de su facultad olfativa, tienen hasta licencia para
parecería un martirologio que, además, le trae sin cuidado. firmar cheques en blanco con ciertos autores que ofrecen
“Total –se detiene a razonar en una noche de pesimismo garantías de ventas masivas. Pero un editor esencialmente