Anda di halaman 1dari 8

B e at r i z d e M o u r a

CÓMO SE HACE
UNA EDITORIAL
Beatriz de Moura, quien lleva más de tres décadas al frente de una de las
editoriales más importantes del idioma, fue invitada en julio de 2003 a
participar en un curso en El Escorial, dirigido por Jesús García Sánchez y
Luis García Montero, sobre cómo surge una novela, un poema, una
canción... y una editorial. El resultado es este irónico texto donde desglosa
las grandezas y miserias de su profesión, útil guía de iniciación.

INTRODUCCIÓN

F
undé Tusquets Editores hace 34 años. Desde entonces, las
aguas han cambiado radicalmente el cauce geológico en el que me
formé y en el que me lancé de un modo pasional y, confieso, poco re-
flexivo al rafting de eso que se conoce hoy por “industria editorial”.
Por lo tanto, me pregunto por qué los organizadores de este curso me eligie-
ron a mí precisamente para hablar, ahora, a comienzos del siglo tas mágicas –porque no las hay–. Intentaré simplemente hilvanar
XXI, de cómo se hace una editorial en los tiempos que corren. unas ideas que, gracias a la perspectiva que hoy puedo tener de
Tal vez un José Huerta, fundador, propietario y editor de la edi- mi propia experiencia, tal vez puedan explicarles a ustedes por
torial Lengua de Trapo (con tan sólo ocho años de existencia), qué no recomendaría ni a mi peor enemigo este oficio –y este
hubiera sido una elección más acertada. Él habría podido hablar- negocio– si no le sintiera dispuesto a echarle todo el valor de
les, desde el presente mismo, de por qué se volvió lo bastante que es capaz.
loco como para fundar una editorial en estos últimos años, de Mi intervención consta de cinco partes, que siguen a grandes
cómo todavía no ha muerto en el intento, y probablemente, si rasgos el itinerario de un hipotético editor literario, desde antes
resiste, de cómo cree que podrá sobrevivir y salir adelante. de iniciar su trayectoria editorial. Que conste de antemano que
Si acepté el reto, tras pensarlo bastante, es porque a fin de sólo me referiré al editor literario, o sea a aquel que no antepone
cuentas algo, en esencia, sigue siendo inamovible para un edi- el mayor beneficio a la calidad de sus elecciones, o, si prefieren,
tor literario –y seguirá siéndolo mientras en la Tierra haya al que se dirige consciente y premeditadamente a lectores habi-
algún majareta que invierta sus bienes, y todo su tiempo, en dar tuales, que son los que visitan con frecuencia las librerías y que
a conocer los libros de su elección y en compartir con algunos saben perfectamente cuándo se les quiere dar gato por liebre, y
lectores el placer que él mismo obtuvo de sus lecturas–. A esto todos sabemos que ese público, o mercado, no es, en principio,
yo lo llamo vocación. Uno se mete a editor como si se metiera a mayoritario...
cura. A estos enloquecidos de hoy, cuando afortunadamente en
España proliferan por todas partes pequeños sellos editoriales, I. PREMISAS
no pretendo dar consejos –porque no sirven de nada–; ni rece- Supongamos que ese hipotético editor intuye que este oficio –y

5 0 : L e t ras L i b r e s Septiembre 2004


este negocio– requiere unas cuantas aptitudes adquiridas y ■ Finalmente, saber decir “No” a un manuscrito sin herir
algunas cualidades innatas, así como unos mínimos recursos susceptibilidades, y “No” cuando el presupuesto lo impida...
económicos, que, de carecer de ellos, mejor sería que no soñara ■ Y –añade como en sordina– “...aunque se me parta el
con dedicarse a tan arriesgada tarea. Otros, con una larga expe- corazón.”
riencia en el oficio, le habrán advertido ya de que una empresa
editorial es una auténtica tragaperras, aunque en ella trabaje una Luego, nuestro hipotético editor se informará debidamente de
sola persona, instalada en el comedor de su propia vivienda, y cuánto dinero deberá disponer para poner en marcha su negocio
sólo produzca doce títulos al año. y, con un inicio de angustia, maldice su suerte por no haber naci-
Ante todo, pues, se pondrá a pensar si él mismo posee do francamente rico. Aun así, se dice con firmeza que, pase lo
esas cualidades esenciales. Imaginemos que decide que sí, que al- que pase, está dispuesto a invertir a fondo perdido lo que tiene
gunas posee; entonces, como armando su decálogo, escribe las durante el tiempo que sea necesario –o que le lleven las circuns-
siguientes: tancias–. “¡Ya me espabilaré!” –exclama por lo bajo.
Y se pone inmediatamente a idear una línea editorial. Él ama
■ Amar la lectura y, por supuesto, haber sido ya previa- la lectura hasta el punto de leerlo todo sin prejuicios, sí, pero
mente un lector asiduo, de preferencia desde muy joven –y, aún le queda por saber por qué un libro le gusta, y otro no. El
mejor aún, desde niño–. chico estudió letras y filología y no tiene un pelo de tonto, de
■ Haber sido agraciado con el don de la curiosidad. manera que descubre pronto que, de hecho, por encima de cual-
■ Carecer de prejuicios: un libro gusta o no gusta, cualquie- quier otra consideración, debe primar ese por qué, ya que sólo
ra que sea su género literario, de dondequiera que provenga así llegará a formarse un criterio; establecido el criterio, no le re-
(culturas, países o lenguas), quienquiera que lo haya escrito sultará demasiado difícil trazar una línea editorial diferenciada
(mujer u hombre, negro, blanco, rojo o amarillo, hetero u de otra, o sea el futuro armazón de un catálogo, de un fondo.
homosexual, narciso, sado o masoquista o las tres cosas, cre- Cae entonces en la cuenta de un hecho que hasta entonces le
yente o ateo, de derecha o de izquierda, etc.). había pasado desapercibido: hay tantas lecturas como lectores
■ Tener facilidad para los idiomas. hay, por ejemplo, entre sus propios compañeros. Cada uno lee
■ Estar dotado de un desarrollado “don de gentes” y de una novela a su modo, y cada uno se forma su propia opinión.
un notable don de la movilidad. El editor literario, igual; ¿por qué habría de ser distinto a los de-
■ Haberse curtido en alguna experiencia laboral previa más lectores? Elige pues publicar según su opinión –su criterio–
en las distintas actividades que genera una editorial, y saber los libros que conformarán su catálogo –por supuesto, eso sí,
en cuál de ellas, de preferencia, cree que puede dar lo mejor de con el deseo evidente de que compartan su gusto cuantos más
sí mismo. lectores mejor–.
■ Ser paciente, muy, pero que muy paciente –y muy, pero Acierta también al aplicar ese mismo criterio no sólo ya a sus
que muy tenaz, más terco que una mula empecinada–. lecturas, sino a la manera en que las repartirá en distintas colec-
■ Sentirse atraído por el riesgo permanente, ser intrépido ciones, al diseño exterior e interior de las mismas y a la calidad
sin por ello llegar a ser temerario. del objeto-libro en sí. “Sólo así –piensa con sensatez– mi sello
■ Ser competitivo, aunque (muy importante) sin caer en la editorial será reconocible para los lectores al cabo de los años.”
envidia. Y una vez más da en el clavo, porque ignora aún –si bien no
■ No ser tacaño, sin ser manirroto. tardará en saberlo– que éstos (los lectores) son precisamente los
■ Nunca pretender trabajar con horarios fijos. primeros en notar cuándo una editorial pierde el norte, el
■ En consecuencia, sí saber organizar el trabajo, porque norte que la ha orientado hasta entonces y que a ellos les ha
siempre habrá más. Al parecer, cuanto más se trabaja, más fidelizado.
trabajo se genera, y recomiendan que sea así para la buena ■
marcha del negocio. Nuestro joven y entusiasta futuro editor oyó entretanto comentar
■ Desprenderse del propio “ego”, cueste lo que cueste. (Los que hace un montón de años hubo toda una saga de editores
únicos en una editorial que por lo visto pueden permitirse el convencidos de que un libro podía provocar una revolución o
lujo de exhibirlo son los escritores.) cambiar la visión del mundo. Esos editores eran tomados por
■ Aprender de los errores casi cotidianos y, por tanto, a intelectuales, a igualdad con los novelistas, pensadores y ensa-
ser humilde –dicen que casi en cada libro nuevo el editor se yistas que publicaban. “¿Seré yo un intelectual?” –se pregunta
topa con un planteamiento distinto, de modo que nunca cesa con inquietud nuestro editor. Reflexionando sobre la cuestión,
de aprender–. también se pregunta si, para un editor, este concepto y la acti-
■ Tener lo que suele llamarse “buen vino” y, de ser posi- tud correspondiente no le vienen un poco grandes a las tareas
ble, “buena resaca”, con el fin de participar con buen ánimo que en realidad él deberá realizar. Con el tiempo, irá cayendo
en toda suerte de saraos y, al día siguiente, ponerse a trabajar en la cuenta de que ciertos conceptos y actitudes en la vida for-
como si no hubiera estado de farra hasta las tantas. man más parte de una especie de “feria de vanidades” que de

Septiembre 2004 L e t ras L i b r e s : 5 1


B e at r i z d e M o u r a : C ó m o s e h a c e u n a e d i t o r i a l

una actividad laboral propiamente dicha. De ahí a asumir que de entrada –fácil es deducirlo– sujeto a una frágil sucesión de
el editor no es más que un productor sólo hay un paso. Ahora incógnitas: a) si cada producto, y cada receptor del mismo, es
bien, lo que sí lo rescata de esta pobre realidad es que produce distinto y único, este producto (el libro) a todas luces no se
libros en lugar de electrodomésticos, cosméticos o armas. Y, hay sujeta a ninguna ley de mercado que pueda orientarle a él, su
que reconocerlo, un libro sigue conservando ese aura que remi- productor; b) en un principio él ignorará, por tanto, a cuántos
te al terreno sagrado de la creación y del pensamiento. ¡No en ejemplares del producto deberá atenerse; y c) por si fuera poco,
vano hoy en día el más iletrado y cateto presentador de televi- este producto, de no colocarse y venderse adecuadamente en sus
sión no se siente “alguien” si no ha publicado un libro! naturales puntos de venta, le han dicho que le será devuelto sin
Pero ¡con el terreno sagrado de la creación ha topado nues- más. ¿Cómo saber entonces a ciencia cierta cuánto deberá –o
tro amigo! “Éste –sigue cavilando– es el territorio exclusivo de podrá– invertir en cada caso para no naufragar antes de haber
quien nace creador, ya sea novelista, poeta, pintor, escultor, ar- podido alcanzar cierto punto de equilibrio? Y, en tales circuns-
quitecto, etc. O sea aquel que de la nada concibe y elabora una tancias, ¿cómo luchar contracorriente contra la inevitable ley
obra de arte y que, como esa facultad le es innata, no vive sino del mercado y del más fuerte en un mundo más bien salvaje en
por y para ella, pase lo que pase, cueste lo que cueste. Un edi- el que impera una competencia feroz?
tor, en cambio, carece de ese don congénito, de ese talento, de Pues bien, la verdad es que no tiene respuesta, ni –deduce
ese regalo de los dioses. De forma que el hecho mismo de que con lucidez– nunca la tendrá, porque los únicos aliados con los
sienta la vocación de editor define mi verdadera naturaleza: que cuenta, y contará en realidad a lo largo de su vida de editor
la de quien, con cierta sensibilidad artística y abierto al cono- literario, son tan inasibles e imprevisibles como la intuición y
cimiento, produce, divulga y da conocer una obra de creación el azar. Aun así, como parece querer persistir en su propósito,
que le es afín, que admira y/o le interesa porque gratifica su pronto le veremos tener que recurrir a algunas de las aptitudes
sensibilidad y su curiosidad.” y cualidades de su decálogo, entre otras el gusto por la lectura y
Ante semejante evidencia de su capacidad deductiva, el edi- la atracción por el riesgo, no sin antes haberse inyectado una
tor en ciernes se siente más aliviado y compensado. buena dosis de tenacidad.
Visto desde este punto de mira, ya no le cuesta por tanto com- Además, así las cosas, y siendo éste un negocio tan azaroso,
prender que creadores y productores están condenados a nece- decidirá probablemente que, puesto que no dispone de esa
sitarse irremediablemente el uno al otro. Para el creador –en su pequeña fortuna que le permitiría permanecer único propieta-
caso los escritores–, el editor es aquel que se encarga de que su rio de su empresa, más le vale formar una sociedad de personas
obra llegue a los lectores; y para el editor los escritores son, en solventes y desprendidas, dotadas de una sensibilidad especial,
términos industriales, la materia prima. (Recuerda entonces la a quienes su proyecto editorial pudiera entusiasmar y que estu-
relación de un cineasta amigo suyo con su productor cinemato- vieran dispuestas a jugársela confiando en sus apuestas edito-
gráfico y piensa que tanto un escritor como un editor son privi- riales. Muchos le han puesto sobre aviso alegando que esto es
legiados, porque la obra, cuando llega a manos de su productor, una utopía, una Arcadia inalcanzable, pero, como él es cons-
está hecha, terminada, y éste elige publicarla con pleno conoci- ciente de que se mueve en el terreno del azar, les contestará que,
miento de causa; en cambio, la obra de un cineasta nunca estará aun siendo difícil, es posible; se han dado casos notables en la
hecha, terminada, si un productor no se arriesga a producirla historia de la edición. Además, él ha decidido ya que la palabra
cuando no es sino un proyecto...) “imposible” no consta en su diccionario particular.
“De modo que el oficio del editor literario en su calidad de ■
productor –resume él muy esquemáticamente para sus aden- Nosotros, por nuestra parte, vamos a suponer que en efecto lo
tros– consiste esencialmente, y grosso modo, en dos funciones: consigue, porque nuestro editor literario es terco. Bien. Le ha
primero, decidir, tras tomar conocimiento de la obra que se le llegado sin embargo el momento, antes de imprimir el primer
ofrece, si ésta entra en su línea editorial y, después, evaluar el libro, de apelar también a la prudencia, ya que todavía le falta
coste de la producción de la misma según sus posibilidades por saber con qué canales de distribución y con cuáles márgenes
económicas en cada momento.” de beneficio podrá contar para que ese libro, y los siguientes,
■ lleguen a manos de sus destinatarios. Ya no son muchas las empre-
Pero, como nuestro amigo sigue dándole vueltas al asunto por- sas distribuidoras independientes dispuestas a acoger más fon-
que en ello le va la vida, se percata de que, aun pudiendo elegir dos, y él mismo –ahora lo sabe muy bien– no tiene los medios
sobre una propuesta ya terminada, su producto, su materia prima, para crear una red de distribución propia. Pero, con la ayuda
es una obra de creación que, como cualquier obra de creación, de un amiguete de uno de sus socios, consigue que un distribui-
es veleidosa, radicalmente arbitraria y, por tanto, siempre dis- dor acepte, proyecto en mano, hacer una prueba con ese nuevo
tinta de cualquier otra, porque cada creador es Uno, y único. Y futuro fondo.
no sólo es Uno –y único– el que crea, sino, como ya astutamente Tras estudiar los costos de fabricación (papel, composición,
ha observado, cada uno de aquellos a quienes el editor dirige corrección de pruebas, fotolitos, impresión y encuadernación)
esa materia prima, o sea los lectores. Visto así, su negocio está para producir, pongamos por caso, tres mil ejemplares del pri-

5 2 : L e t ras L i b r e s Septiembre 2004


mer libro, se dispone a fijar el PVP, sin
olvidar el IVA. Pero ¿cómo se fija un
PVP? Después de mucho indagar, sa-
ca la conclusión de que en general se
obtiene multiplicando los costos por
un promedio del 9% o 10% del mismo,
porque debe tener en cuenta no sólo
los gastos generales, los derechos de
autor y el margen de posible beneficio
que le permitirá seguir con más libros,
sino sobre todo el porcentaje que se
quedará el distribuidor para hacer su
trabajo. De modo que si al fin fija el
PVP en, por ejemplo, diez euros el ejem-
plar, una vez deducidos el porcentaje
del distribuidor y del autor, a él le que-
dará entre un 30 y un 35% de cada ejem-
plar de ese libro. Sigue calculando
nuestro amigo, algo alucinado, y toma
conciencia de que sólo si vende más de
la mitad de la edición de tres mil ejem-
plares en un año podrá recuperar algo
de lo invertido y pagar algo al autor, a
quien ha adelantado ya el importe que
supuso obtendría éste vendiendo 1500
ejemplares. A estas alturas, ya bastante
angustiado, después de mucho conver-
sar con libreros y distribuidores, él no
ignora que si, en cambio, al cabo de un

Ilustraciones: LETRAS LIBRES / Manuel Monroy


tiempo –cada vez más corto (de uno
a dos meses, siendo optimistas), tan
corto que con frecuencia sus posibles
lectores todavía no se han enterado de
su existencia– este libro no llega a un
mínimo aceptable de ventas, los libre-
ros devolverán al distribuidor lo que
queda de ese depósito para dejar lugar
a otras novedades; el distribuidor, a su
vez, al cabo de otro periodo, al comprobar que
las pilas de los ejemplares devueltos se acumulan, sin visos de truir una casa por el tejado. Y menos una empresa editorial,
moverse, en sus estanterías abarrotadas, los devolverá al alma- como ha podido comprobarlo. Sin embargo, ha oído contar anéc-
cén que, para empezar, nuestro amigo, el futuro editor, todavía dotas acerca de algunos que lo han hecho, tanto y tan bien que,
no tiene... antes de publicar el primer libro, ya se habían gastado todo el
Si realmente, con pleno conocimiento de cuál será el itinera- presupuesto del que disponían. Cuando lo cuenta, a la gente le
rio de ida y vuelta que tendrán sus libros, en los que invertirá parece mentira, pero él sabe que es verdad. En lo que tal vez
su dinero, sus infinitas horas de trabajo y sus ilusiones, agarra el todavía no ha caído es en que el mundo editorial está lleno de
toro por lo cuernos, continúa firme en su empeño y acepta a gente disparatada.
conciencia las circunstancias y sus consecuencias, entonces, sólo Nuestro hombre, que sin embargo ya está instruido sobre
entonces, estará preparado para empezar su trayectoria vital muchos aspectos de ese mundo en el que le tocará vivir, y que
como editor literario. es precavido, ha sacado la sabia conclusión de que, antes de cual-
quier otro gasto superfluo, pasan los autores con sus libros, o sea
II. INICIO la materia prima sobre la que él sedimentará desde el principio
Él, que es amigo de arquitectos, sabe que no se empieza a cons- su línea editorial y el compromiso que ha adquirido con ella. Se

Septiembre 2004 L e t ras L i b r e s : 5 3


B e at r i z d e M o u r a : C ó m o s e h a c e u n a e d i t o r i a l

privará, pues, de ciertas comodidades, como disponer de un lo- agudo nuestro editor literario, que ya ha lanzado al mercado unos
cal vistoso, de una secretaria, de un contable, de colaboradores cuantos títulos–: poner en marcha una editorial e intentar que
fijos, etc., para dedicar de preferencia su dinero a publicar libros alcance una presencia real no sólo en su mercado natural, el de
y cuadrar mejor sus cuentas. ¡Qué remedio! Él solito, quizá con su lengua, sino en los mercados internacionales, es una tarea que
la escasa ayuda de algún estudiante, becario o almas caritativas, me ha exigido una dedicación exclusiva y, en todo caso, exhaus-
apechugará con todo. Dispone de un instrumento de trabajo tiva.” (Y eso que todavía no ha tenido un segundo para pensar
mágico: su ordenador. En éste sí no reparó en gastos, porque en cómo llegará a ese mercado en Hispanoamérica.) “De hecho
con él no sólo se ahorrará un montón de sueldos, sino que podrá –prosigue él en sus sombríos pensamientos– estoy agotado,
editar textos, formatearlos a su gusto y pasarlos, impecables, al ya casi no voy al cine, no salgo a tomar copas con los amigos y
impresor en un CD. Pero, ay, enseguida le advierten, ¡cuidado mi novia me ha dejado, harta de no verme el pelo. Lo peor es
con los espejismos de lo virtual! Al parecer, a los ojos de según que, además, nunca sabré muy bien cuánto tiempo podré seguir
quiénes, un libro, sin apenas erratas corregidas por el dicciona- así, y menos cuánto tiempo aguantarán mis socios esta situación
rio electrónico, perfectamente compuesto y formateado con la agobiante que se eterniza.”
infinita lista de tipos, cuerpos y cajas que la técnica les ofrece,
cualquier texto hasta puede tomar aspecto de obra maestra y, III. SUPERVIVENCIA
con un poco de virtual entusiasmo, parecer, apenas encuader- Y es que, sin darse muy bien cuenta, nuestro editor ha entrado
nado, destinado a arrasar en librerías. Para bien o para mal –se ya en el periodo, largo y moroso, de la supervivencia. El desá-
convence al fin nuestro amigo–, el ordenador no es sino una nimo es su peor enemigo: él lo siente, y quiere sobreponerse. En
herramienta, aun siendo una de las portentosas conquistas del particular porque, para mantenerse a trancas y barrancas en el
ser humano, y desde luego no suple al editor. filo de la navaja el mayor tiempo posible fiel a su línea editorial,
Él, y sólo él, deberá dar su opinión al autor, trabajar con él ha debido conciliar la idea de tener la cabeza más ocupada por
en el texto si es necesario, editarlo, elegir su diseño y la ilustra- otra suerte de letras que las literarias, que son por las que en rea-
ción de cubierta, redactar textos de solapas, firmar un contrato lidad se ha metido en este lío... Con el fin de no desfallecer, su
según las leyes vigentes de Propiedad Intelectual y según terquedad le ayuda a vencer cada vez sus ganas de tirar la toalla
los acuerdos personales que suscriban de mutuo acuerdo; per- repitiéndose constantemente que sólo en la continuidad de su
manecer atento a los autores, a sus deseos y necesidades; hacer empeño un día le llegarán nuevas oportunidades que le permi-
cálculos de previsión, llevar el control de sus finanzas y de los tirán abrirse camino y sortear esas preocupaciones económicas
vaivenes de la distribución y ventas; calcular una posible pro- que, de momento, le impiden disfrutar plenamente de su ofi-
moción, establecer contactos en los medios de comunicación cio, que –digámoslo de una vez– ya le ha enganchado y del que
idóneos, mantenerlos siempre informados y enviarles ejempla- ya está definitivamente colgado.
res de cada libro; todo –y bastante más– a la vez, sin distraerse un Su amigo, el editor con más años de experiencia, le explica
segundo porque, de lo contrario, perderá el control de algunas que es en esta fase cuando se suele caer en errores y trampas que,
de sus actividades, todas indispensables para que la casa todavía al ansiar sobrevivir como sea, podrían ser fatales. De todos los
en construcción empiece a sostenerse. que le citó su amigo, retuvo tres que le parecieron esenciales.
“Y sobre todo –se dice– lo que no puedo permitirme es per- “Retenerlos todos –piensa– es imposible porque en cualquier
der lo esencial: a los autores con quienes me he comprometido.” caso cada experiencia vital genera los suyos propios, y por eso
Entonces, al igual que el colega suyo con años de experiencia la supervivencia nunca es igual para todos.”
y a quien consulta con frecuencia, se las arreglará para darles a De modo que abre en su ordenador una carpeta que pone:
conocer en el extranjero y, para ello, establecerá contactos per- “Errores a evitar”, y escribe:
sonales con editores de otros países; frecuentará las ferias inter-
nacionales más importantes, viajará para darse a conocer con ■ Primer error: desviarse de la línea editorial con la espe-
su proyecto editorial en mano, y comentará los títulos de su ranza de conseguir por fin un bestseller –o lo que crees que
incipiente catálogo con quienes puedan interesarse por leerlos puede ser un bestseller. Hay por lo visto editores con el olfato
y –¿quién sabe?– algún día traducirlos y publicarlos en sus desarrollado casi exclusivamente para detectar este tipo
respectivos países; comunicará a unos y otros el resultado de de libros. Suelen trabajar por cuenta ajena en el seno de po-
sus contactos y visitas, otra vez firmará contratos en las mejores derosos grupos que aúnan varios sellos editoriales y, con el
condiciones para el autor y para sí. En fin, se verá inmerso en tiempo, al igual que un perro aprende a afinar su olfato para
tantas actividades que si tuviera que enumerarlas todas no sa- dar con drogas o armas, se van especializando en la busca y
bría a cuál dar prioridad, porque le parecerían todas igualmente captura de este tipo de libros. Además, disponen de presu-
primordiales. Y si para desahogarse se las contara a un amigo, puestos infinitamente más elevados que el mío y, si han dado
acodado a la barra de un bar a altas horas de la noche, a éste le ya pruebas de su facultad olfativa, tienen hasta licencia para
parecería un martirologio que, además, le trae sin cuidado. firmar cheques en blanco con ciertos autores que ofrecen
“Total –se detiene a razonar en una noche de pesimismo garantías de ventas masivas. Pero un editor esencialmente

5 4 : L e t ras L i b r e s Septiembre 2004


literario como yo no sólo carece de este tipo específico de en el que no pegaba ni con Super Glue.
olfato, sino que no dispone de los medios para competir b) Segunda variante: sé de un colega que cometió un error
comercial y económicamente con el poder adquisitivo y di- similar: un agente le ofreció muy amablemente la posibili-
vulgativo de un macrogrupo. Sin embargo, de repente, me dad de publicar, por una cantidad notable de dinero en con-
podría dar la loca y decidir que, si acierto con un bestseller, cepto de adelanto sobre derechos de autor, la última novela
pronto podría disponer de más medios para poder seguir de un escritor ya consagrado y cuya obra anterior se había
haciendo lo que realmente es lo “mío”. Está claro que co- vendido razonablemente bien en otros sellos editoriales. (En
metería un error de cálculo fabuloso, que podría conducir estos casos, digo yo, debería sonar una señal de alarma en la
a la ruina de mi editorial, que no está preparada para una oficina de todo editor como yo, en particular si se le avisa de
inversión de semejante calibre. Incluso en el caso –sin duda que el periodo del posible contrato caducará a los cinco años
hipotético– de que recuperara algo de mi inversión con las a partir de la firma del mismo.) Por mucho que corriera, mi
ventas de ese libro, éste ahogaría a los demás libros de mi ca- colega publicó ese libro unos meses más tarde, y echó la casa
tálogo en los que he puesto toda mi ilusión, y sus autores, que por la ventana en promoción para que las ventas pasaran
hasta ahora han depositado en mí su confianza, no tardarían, de razonables a excelentes a fin de dar pruebas al agente de
con razón, en abandonarme por descuido, incompatibilidad su eficacia y convencerle de que ese autor debe seguir en su
o desconcierto. catálogo. ¡Incluso soñó con recuperar alguna de sus obras
■ Segundo error: hasta ahora no he obtenido ningún éxito anteriores! Pero, para su desgracia, las ventas siguieron
de venta demasiado satisfactorio, y puede que me ocurra, de siendo tan sólo razonables y había trascurrido ya la mitad del
pronto, sin comerlo ni beberlo, que un libro se dispare en las plazo que preveía el contrato. Por supuesto, la siguiente obra
librerías y obtenga al final del año unos resultados espectacu- de ese autor consagrado, que sin duda había dado prestigio
lares. Entonces, puedo caer en una trampa mortal: creer que a su catálogo, apareció bajo otro sello, y a él no le quedó otra
“he llegado”; que, salvados momentáneamente mis problemas salida que jurarse a sí mismo que nunca más le tomarían el
más inmediatos, ya estoy en disposición de lanzarme a proyec- pelo. Y, de paso, he aprendido la lección.
tos más ambiciosos y costosos. En una editorial como la que
deseo llevar a cabo, un año puede ser excelente en cuanto (Hasta aquí las reflexiones de nuestro amigo en su ordenador.)
a resultados, pero el siguiente no. Nunca debo olvidar por
tanto que, si me mantengo firme y coherente en mi línea ■
editorial, siempre estaré en manos del azar. Es muy difícil Son en efecto tantas las tentaciones y tantos los posibles deslices
–y, en este periodo de supervivencia, casi imposible– que que es muy fácil perder pie con respecto a la propia realidad.
acierte dos plenos seguidos. Si, siempre por azar, los consi- Siguiendo los tropiezos de nuestro editor literario, hemos visto
guiera, debería también tener siempre presente que mucha que la realidad está a su vez estrechamente vinculada al equili-
gente, flipada por el vértigo de la corazonada, lo ha perdido brio siempre inestable de sus finanzas. Y en este punto es cuado
todo en la ruleta. Y es que una editorial literaria tiene más se le debe desear un corazón a prueba de infartos y una forta-
de ruleta que de otra cosa. ¡Nada de temeridades!; lo que me leza que sólo se sostiene gracias a su obstinación (o adicción),
toca ahora es ser prudente y armarme de paciencia. entre otros motivos porque no puede hacer partícipe a nadie,
■ Tercer error en dos variantes: absolutamente a nadie, de su situación. Debe mostrar siempre,
a) Primera variante: consiste en caer exclusivamente en aun en los peores momentos, una apariencia saludable, des-
manos de agentes para los autores de lengua española. Caí, preocupada y hasta alegre. De lo contrario, no faltarían las con-
¡crédulo de mí!, en la trampa de entusiasmarme con una sabidas lenguas viperinas, siempre al acecho, que predecirían
primera novela que recibí a través de una agencia literaria. en los no menos consabidos corrillos de frustrados y envidiosos
La publiqué con la sana intención de seguir al autor en su la inminente caída de esa empresa utópica que pretende osten-
trayectoria de escritor. Lo que me pasó me dolió muchísi- tar ante este mundo vendido al mercado que el dinero no lo es
mo. Invertí toda mi ilusión y algo de dinero en esa primera todo. Y aquí también es cuando aparece la mula empecinada
novela, su autor se mostró encantado y me aseguró que, en que lleva dentro nuestro personaje y cuando la pone realmente
cuanto la tuviera, me mandaría la segunda. Ahora bien, ni a prueba. Si resiste, si sigue su ruta funámbula con la sonrisa en
esa novela primeriza, ni la segunda ni la tercera, alcanzaron los labios, si no ceja en pagar lo más puntualmente que pueda
las cotas de venta que el agente estimó conveniente. Éste a sus acreedores –y en particular a los autores– aunque ese mes
–que cobra del autor un porcentaje sobre sus derechos– le se prive incluso de su propio sueldo, tiene bastantes probabili-
aconseja probar en otra editorial que le pagará un adelanto dades de superar ese largo recorrido sembrado de incertidumbres
muy superior sobre sus derechos de autor. Resultado: su y vacilaciones, ganándose la confianza de todos aquellos de
siguiente novela fue a parar a un mejor postor que, por su- quienes depende su actividad y, de paso, la fidelidad de un pú-
puesto, no recuperó siquiera el adelanto, porque esa cuarta blico lector que ya sabe a estas alturas que su sello editorial no
novela pasó totalmente desapercibida bajo el nuevo sello, le defraudará.

Septiembre 2004 L e t ras L i b r e s : 5 5


B e at r i z d e M o u r a : C ó m o s e h a c e u n a e d i t o r i a l

IV. CONSOLIDACIÓN Varios avisos de “alto riesgo” –como escribió un día en su


Llegados a este punto, hagamos otro esfuerzo e imaginemos ordenador nuestro amigo– deberían encenderse en ese mo-
que, un día cualquiera, gracias por ejemplo a las relaciones que mento por todas partes. Sin embargo, pongamos que, cegado
entretanto ha tejido en el mundo entero, llega a sus oídos que por su bienestar incipiente, emprendiera una eufórica carrera
puede hacer una apuesta con más probabilidades que nunca de con juveniles y renovados impulsos hacia deseos y sueños
no equivocarse. Y, una vez más, acepta jugársela. largamente postergados, sin recordar que su negocio no por
Por supuesto, está escamado y procede con cautela, porque instantáneamente solvente ha dejado de ser arriesgado, y lo
ya es consciente de que a lo mejor se mete en otro berenjenal, viéramos lanzarse a competir compulsivamente con los más
pero a estas alturas ha afinado él también su olfato, ha aguzado poderosos. En algún momento, que más tarde él mismo no
su intuición, sabe que esta vez juega casi sobre seguro –en todo sabría detectar, dejaría de tocar suelo y se pondría a levitar
caso en lo que al prestigio y al valor real de su catálogo se refie- entre faraónicos proyectos y cifras de vértigo que, en una es-
re. En fin, hecha la apuesta, acierta un pleno en el que ha aposta- pecie de extraña espiral, le conducirían fatalmente al abismo.
do muchas fichas, y obtiene lo que parecía imposible: satisfacer Pero supongamos, por el contrario, que, ante ese momento
al autor, llenar sus propias arcas
y, por fin, repartir entre los socios
algo de beneficio. A la vista del
éxito, acuden a él nuevos autores
y otros ya consagrados, en la ma-
yoría de los casos sin agentes.
Empiezan a sentirse a gusto con su
editor, se consideran bien atendi-
dos y recompensados. Entretanto,
nuestro hombre ha podido ir con-
tratando lentamente, muy poco
a poco, a más colaboradores, que
van agolpándose y acomodándose
como pueden en el mismo pe-
queño espacio que ha ocupado él
hasta entonces. Y, por fin, también
un día, se percata de que ya no
tiene letras pendientes en ningún
banco, de que ha liquidado todos
los créditos, de que dispone de
cierta liquidez financiera, de que
su catálogo es de lo más digno, de
que se siente muy orgulloso de él
y... ¡de que lleva ya unos veinte o
25 años en el oficio!
Puedo asegurarles, con cono-
cimiento de causa, que ese día es
uno de los más felices de su vida.
Ahora bien, otro peligro le ace-
cha muy pronto detrás de una
retahíla de preguntas inevitables:
¿qué hacer ahora? ¿Crecer? ¿Am-
pliar no sólo el local que ocupa
y donde ya no cabe ni un alfiler,
sino también su catálogo, es decir
crear nuevas colecciones, contra-
tar a más autores, publicar más
novedades? ¿Comprar a los socios
sus acciones y convertirse en único
propietario de su empresa?

5 6 : L e t ras L i b r e s Septiembre 2004


de grave indecisión, se diga que ya ha conseguido lo que se irreversibles, podemos concluir que aquel editor literario nona-
proponía y por consiguiente que ya no está para más trotes to, que conocimos al comienzo de su historia, ha llegado a la ple-
y ya puede adormilarse un poco. Sigamos suponiendo que, na madurez. Y en ese estado de febril y siempre frágil plenitud
después de una siesta más larga de lo acostumbrado, al desper- lo abandonaremos para volver a esta sala y al final de mi inter-
tarse se percatara de que varios trenes, tras los cuales en otros vención hoy aquí.
tiempos hubiera corrido hasta perder el aliento, han pasado
como quien dice bajo sus narices, cargados de colegas compe- V. CONCLUSIONES
tidores que han tomado la delantera, si no para siempre, sí a De esta semificción, la mayoría de ustedes habrá quizá dedu-
una distancia considerable que le costaría demasiado recuperar cido que he querido retratar al editor literario como un perso-
otra vez. Ante tal eventualidad, estoico o desconsolado, puede naje sufrido y abnegado, algo así como un misionero entregado
que opte o bien por quedarse estancado a la espera de que su a una causa sublime. Pues no, nada más lejos de mi intención.
empresa termine con él en la gloria fugaz de sus días de feli- Si acaso el retrato de un tipo, que por cierto me resulta entra-
cidad, o bien por venderla al mejor postor, que se apresuraría ñable, obsesionado con su oficio hasta límites sicóticos, ensi-
a adquirir ese fondo prestigioso que no ha sido capaz de cons- mismado en, y alienado por, su quehacer, al que ama, si cabe y
truir él mismo. No les quepa la menor duda: lo primero que salvando distancias, con la misma pasión que un creador ama
haría el nuevo propietario sería indemnizar al editor literario el suyo. Y por eso está un poco sonado, como lo están todos los
y, en menos de lo que canta un gallo, le pondría de patitas a la de su especie.
calle, con los bolsillos bien cargados, es cierto, pero frustrado Ahora bien, por loco que esté, ha elegido libremente su
e infeliz. oficio, y en él ha vivido días tan intensos, tan plenos, tan apa-
Ante semejante panorama, vamos a desearle que reflexione sionantes, tan satisfactorios, tan enriquecedores como poca gente
una vez más y recuerde que es ley de vida que todo lo que nace, en el mundo habrá tenido ocasión de vivir en toda su existen-
crezca y se desarrolle. Por tanto, si nuestro editor es en efecto cia. Ha sido para él una experiencia plenamente gratificante:
curioso por naturaleza, como ya sabemos que es, y no puede evi- ¿saben ustedes de qué naturaleza es la emoción, por ejemplo,
tar ver qué ocurrirá si opta por seguir activa pero pausadamente de un editor cuando, al leer una obra inédita, tiene la neta im-
el curso natural de las cosas, crecerá en efecto: ampliará de a presión de encontrarse ante una auténtica obra de arte y de que
poco y con prudencia su catálogo con más colecciones y más es el primero en poder disfrutarla? ¿Saben ustedes cuál es el
autores de su gusto, aumentará el número de novedades anua- talante del instante de felicidad que vive un editor cuando
les y correrá con los riesgos correspondientes. Ahora bien, su comprueba que una de esas obras es finalmente reconocida, bus-
curiosidad no quedaría satisfecha del todo si no pudiera acom- cada, leída por miles de personas? ¿Conocen acaso el grado de
pañar todas y cada una de las etapas de esta nueva aventura y, admiración y respeto, pero también de amor y odio, de apasiona-
de ser posible, su feliz desenlace. De modo que ahí lo tendre- dos conflictos mutuos que acaban en algunos casos estableciéndose
mos de nuevo, ya canoso y entrado en carnes, pero inquieto y entre editor y autor? ¿Son ustedes capaces de comprender por
en tensión, incombustible, de un lado para otro, sin cejar en su qué su oficio, que le obliga a pasarse la vida en la incertidum-
empeño, sin abandonar su objetivo primero, aunque abriéndo- bre en manos del azar, termina por ser una droga cuya adicción,
lo a otros horizontes, ensanchándolo y mimándolo, afinándolo, si no le deja colgado a medio camino, pasa a ser muy superior
mejorándolo. Para ello no tendrá más remedio que contar con a cualquier otra que se le pueda ofrecer? ¿Pueden imaginar el
un mayor número de colaboradores y pasar a delegar en ellos alcance de semejantes pasión y entrega que compensen con
parte de su actividad. No por ello se librará de otras tantas creces prescindir de una vida, pongamos por caso, familiar, ho-
tareas, entre las que la más importante será la de seguir contro- gareña y plácida, sin mayores sobresaltos?
lando de cerca tanto el nivel de su catálogo y la calidad misma Por este, y no otro motivo, afirmaba al principio que no se
de cada título como de las cada vez más complejas tareas rela- puede recomendar de buena fe este oficio a quien no haya sido
cionadas con las finanzas y la contabilidad, la red comercial, la tocado por la varita de la vocación.
contratación y cesión de derechos, la promoción, y, por encima Convengan conmigo: nadie en su sano juicio lo recomendaría
de todo ello, la constante atención a los autores, a sus libros por ejemplo a amigos o conocidos con mentalidad de oficinistas
y manuscritos, al tratamiento de cada uno de ellos –y cada uno o burócratas que aspiren a una vida sedentaria y sin responsabi-
a su modo como si cada uno fuera el único, el más guapo, el lidades; o bien que sean iletrados, o prepotentes, o tacaños; o
más talentoso y el más exitoso–. Aunque se generaran empatías aun que hayan manifestado ser sectarios, intolerantes o puritanos;
preferenciales, independientemente del talento, del éxito y de o también abstemios y bienpensantes, amantes del orden y las
la particular manera de ser de cada cual, todos y cada uno de convenciones sociales.
“sus” autores, como ahora los llama, seguirían para él constitu- Y es que, amigos, el ancho y amplio mundo de la cultura
yendo su bien más preciado. libresca necesita vivir a tope y a fondo, y ésta ser vivida con todo
■ el margen de libertad que les sea dado a quienes la habitan y se
Bueno. Ya vencida también esta etapa sin demasiados errores alimentan de ella. ~

Septiembre 2004 L e t ras L i b r e s : 5 7

Anda mungkin juga menyukai