Ejemplos
Hay muchos más ejemplos de cómo los movimientos sociales
medioambientalistas pueden utilizar la red. La Fundación Félix
Rodríguez de la Fuente se ha sumado a la web social con su Plataforma
de Comunicación RUNA que pretende recoger y difundir por Internet las claves
tradicionales de gestión del territorio que son favorables a la biodiversidad, antes de que
desparezcan, y recuperar población humana en pueblos ubicados en zonas que se están
quedando abandonadas, a pesar de su valor natural, impulsando el desarrollo de la
sociedad de la información rural. Y con el portal Agenda Viva digital, que
traslada nuestra revista al entorno web, seguiremos plantando
semillas de conciencia y ofreciendo soluciones prácticas al dilema de qué hacer
para mejorar la calidad de la vida y del entorno.
Hay también ejemplos de movimientos sociales como la Red
WWOOF (Oportunidades en Granjas Orgánicas del Mundo), que han sabido usar
las redes sociales informáticas para sacar al ciudadano de la pantalla
y hacerle viajar por todas las granjas ecológicas del mundo realizando
un intercambio de trabajo por estancia, y que está formando a
muchos jóvenes en las bondades planetarias de la agroecología. Se
trata, pues, de una red que utiliza Internet para sembrar cultura rural
y biodiversidad. O el caso de GEN (Gaia Trust/Global Eco-village Network), que
está proponiendo, por todo el planeta, una serie de ejemplos a escala humana de lo que
puede significar en la práctica “vivir sosteniblemente” en diferentes tipos de hábitats, en
ciudades, suburbios y zonas rurales, y en diferentes tipos de climas, diferentes culturas,
etc. Forman así una red por la que circulan anualmente miles de personas que llevan
esas ideas a sus lugares de origen.
Conclusiónes
Asistimos a la paradoja de que, al mismo ritmo que aumenta la información de la
infoesfera, desaparece la información de la bioesfera, debido a un sistema depredador
que basa gran parte de su poder en la sociedad de la información y en las redes en las
que se sustenta. Perdemos diversidad con cada una de las culturas indígenas que el
progreso destruye con la globalización y sus medios de comunicación que inoculan el
virus de un pensamiento único en las mentes sencillas de los que viven aún integrados
en la tierra. La tecnosfera es el factor causal que dispara el cambio climático, la escasez
y deterioro de los recursos naturales, el caos social y la contaminación, etc. Nos
dedicamos a acumular datos a través de la red sobre tierras lejanas y olvidamos la
sabiduría de la localidad en la que vivimos. Nos relacionamos con personajes remotos,
virtuales, tejiendo redes sociales y ya no sabemos como relacionarnos con nuestros
hijos, mientras se diluyen y fragmentan nuestras relaciones más inmediatas. Internet es
sólo una herramienta, no debería convertirse en una sociedad de fantasmas con
identidades cambiantes; no podemos poblar el mundo de ciberciudadanos. Necesitamos
pobladores reales en las plazas, los mercados; necesitamos llenar la polis de sujetos
activos, comprometidos en las comunidades de vecinos, convertirnos en ciudadanos
conscientes de nuestra responsabilidad con los mayores, tejer redes de amigos solidarios
que ayudan en la desgracia y comparten nuestras alegrías.
Más allá de la pantalla está el verdadero horizonte existencial del ser humano,
más allá de la hipnosis a golpe de tecla hay un mundo que sucumbe, el mundo real. Más
allá de las ventajas individuales que podamos encontrar en la tecnología, debemos
reflexionar qué tipo de sociedad construye: una sociedad sin trascendencia, dimensión
absolutamente necesaria para comprender que el objetivo del ser humano no se consigue
a través de ninguna técnica ni de ninguna información. El conócete a ti mismo sólo
sucede en el silencio de una mente pacificada y, hoy por hoy, el mundo de las máquinas
multiplica por mil el ruido que ensordece la inteligencia y anula o difumina los
contornos del espacio de la tierra que espera que despertemos de este sueño prometeico,
y anula o devora el tiempo, elemento alquímico por excelencia para la maduración del
verdadero conocimiento. Sin sabiduría no hay tecnología que arregle el mundo. La
verdadera revolución sigue velada por la fascinación del progreso.
La caricia, mejor real que virtual…
Beatriz CalvoVilloria