Resurrección es su primera novela, hasta hoy inédita en español. En ella narra la biografía del
doctor Félix, un diletante enormemente orgulloso, mujeriego, narcisista, cuya obsesión por
encelar y probar a Livia, su enamorada, parece ser el único motor de su existencia.
Desapegado de todos y de todo, aunque suele estar rodeado de gente, Félix no siente
especial aprecio por sus amigos ni especial cariño por las mujeres. A menos, por supuesto,
que hacerles la vida imposible sea lo mismo que quererlas.
Para el escritor mexicano Eduardo Langagne, autor de esta traducción, “el argumento
de Resurrección daría material suficiente para cualquier filme contemporáneo. En su esencia,
Machado de Assis captó el drama que rodea a las relaciones amorosas, sus dudas y
sospechas, y la catástrofe a la que conduce la incapacidad de anteponer el orgullo individual a
la tranquilidad del ser amado”.
Machado consiguió crear aquí una convergencia dichosísima entre la indagación psicológica y
el análisis social, y construyó un primer lugar estratégico a partir del cual la literatura brasileña
pudo empezar a pensar en el presente del mundo.
En su origen griego, la palabra antología significa “ramo de flores”. Con ello en mente
podemos afirmar que el escritor y traductor Rafael Antúnez ha arrancado del pródigo y
colorido jardín de la lengua italiana un cuarteto de magníficos, frescos y sobrecogedoramente
hermosos ejemplares.
Las novelas seleccionadas son: Senso de Camilo Boito (1883), El mar (1934) de Corrado
Alvaro, Casa de otros (1952) de Silvio D’ Arzo, y La sirena (1957) de Giuseppe Tomasi di
Lampedusa. En el prólogo que acompaña a esta edición, Antúnez asegura: “Esta antología es
arbitraria, y más que una antología de tal o cual movimiento, de tal o cual época, es una
muestra mínima del gran tesoro que la literatura italiana tiene reservado al lector que se
decida a navegar en sus ricas e infinitas aguas”.
Cabe decir que este libro no se lee: se devora. Se la pasa uno tan endiabladamente bien con
él que, incluso sin ser creyente, reza para que no termine nunca. Hay aquí fatalidad, guerras,
furor extremo, malentendidos, Sicilia, criaturas acuáticas; parejas condenadas a beberse la
vida a tragos y hacerse daño y sacarse mutuamente pústulas, gusanos y peste; bañistas
obligados a convivir y a hablar necedades para disimular la parálisis de su estancada
existencia; soledad, tejido y desesperación pueblerinos; uno de los personajes más
entrañables de la literatura italiana: el gruñón, hilarante, culto y malhablado senador La Ciura,
desencajado por el deseo y el ansia de revivir un amor fabuloso; hay también pathos, emoción
y pena.
De lo único que puede acusarse al novelista español Benito Pérez Galdós (Las Palmas de
Gran Canaria, 1843-Madrid, 1920) es de haber hecho muchas cosas y de haberlas hecho
todas bien: trabajó bajo un máximo de tensión creadora, inventando y escribiendo, año tras
año, una tras otra, novelas de una riqueza y una ambición narrativa que no existían en
español desde El Quijote.
Estricta linealidad temporal. Trampas complejas y trenzadas con tino. Personajes con
pasiones para dar y regalar. Una mirada simpatética hacia los menos afortunados. Pequeñas
redenciones, gestos nobles y generosidad. En suma: la regocijante y cada vez poco frecuente
ocasión de contemplar a un maestro en plena forma. Esa quizá sea la razón de que la
escritura de Galdós sea tan cercana, tan adictiva, tan ahora.
Ya en Las aventuras de Tom Sawyer (1876) lo vemos escapándose de la escuela para irse a
dar un chapuzón en el río soleado de Missouri, disfrazado de pirata, combatiendo a algún
malo, extrayendo tesoros y siendo el patiño mugroso del itinerante, rebelde y bombástico Tom.
Argumentalmente, Las aventuras de Huckleberry Finn (1884) está indiscutiblemente
emparentada con su precuela, pero emocional y estilísticamente, se trata de una
emancipación.
Mark Twain se destraba aquí de todas las restricciones autoimpuestas –los principios
narrativos de la armonía y el orden, la omnipresencia que organiza la acción de los
personajes, el vínculo que une al joven con el adulto en un mundo moral– y emerge en forma
de prosa desenfrenada, ardiente y exhibicionista ese gran momento en la historia literaria de
Estados Unidos en el que Huck Finn lleno de recursos toma la palabra y nos narra sus
peripecias de outsider.
Para dejar atrás los abusos de su padre alcohólico, que ha amenazado con matarlo, Huck
huye en balsa y se asocia con Jim, fugitivo esclavo de la señora Watson, y sus aventuras por
el Misisipi componen este libro de las mil maravillas. Hay asesinos, ladrones y tahúres. Hay
vendettas, racismo, tentativas de linchamientos, beodez extrema, travestismo, humanos
extravagantes (pero creíbles), códigos de amistad, pueblos en medio de la nada, fanatismo,
mitomanía y una elevada dosis de testarudez sureña.