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3.

PROCESOS METABÓLICOS DEL MÚSCULO, LA ACCIÓN Y LAS


REPRESENTACIONES MENTALES. ENTRE LA PSICOMOTRICIDAD Y EL
PSICOANÁLISIS

El montaje de Las nuevas criaturas está involucrado en el ámbito grupal, identitario e


imaginario, de la danza mexicana contemporánea de principios del siglo XXI. Para
abordar los encuentros con Serafín Aponte y su grupo en torno a su tarea de interés
común, la situación de montaje, es necesario delimitar, en términos generales, lo que
implica una experiencia de este tipo a partir de una lectura esquizoanalítica de ella.
Tal lectura supone la disección de múltiples estratos, de múltiples líneas de realidad,
que permitan ahondar en la profundidad de las experiencias. En esta investigación,
hablaré de un montaje delimitado por coordenadas espacio-temporales, inmerso en
cierto contexto histórico y en cierto espacio geográfico, que se dibuja sobre un fondo
generativo, institucional y cultural, desde el que emerge cierta experiencia subjetiva.
¿En qué consiste la situación del montaje? En términos técnicos, el montaje es, sin
duda, una convención de la danza occidental, una fase indispensable para la
producción coreográfica dentro de la tradición teatral. Se trata de la fase procesual en
la que se gesta un hecho de movimiento y sus significaciones asociadas, que tiene
como finalidad presentarse como producto terminal ante un público y en los espacios
asignados por un circuito de distribución de carácter profesional.
En términos experienciales, sin embargo, esta fase procesual posee ciertas
cualidades materiales e inmateriales, algunas predominancias que constituyen, diría
Guattari, “la pasta de modelar” en donde se habrán de dibujar sus usos, sus formas,
sus significaciones, sus ritornelos. Lo primero que salta a la observación, es el hecho
de que la mayor parte de las acciones e interacciones del montaje, tiene que ver con
una dimensión privilegiadamente corporal y silenciosa; aunque visto más de cerca,
puede verse que la creación de danza contemporánea se desarrolla en una
dimensión mixta, hecha de acciones y discursos. Lo mental del creador o creadores
de alguna coreografía no se produce al margen de los cuerpos concretos de los
intérpretes, ni cuerpos que se muevan en relación con ciertas imágenes mentales. El
pensamiento coreográfico se da por medio de acciones. Las acciones ejecutadas por
el coreógrafo o los bailarines retroalimentan, modifican y reelaboran las ideas y
discursos previos, lo que produce un interesante juego entre el plan de acción y la
acción realizada. El discurso verbal, conceptual del coreógrafo, es sólo una parte de
la creación; la otra parte es la interpretación kinestésica, afectiva e interactiva, que
ocurre en los sujetos y sus cuerpos durante las sesiones de ensayo. En el entramado
de lo verbal con lo kinestésico, se producen significaciones y experiencias, se
modifican afectos, se toman decisiones; los sujetos se crean una imagen de sí
mismos, viven su cuerpo y el de los otros de una u otra forma, todo esto de manera
consciente o inconsciente.
Lo que pretendo aquí para alcanzar los fines de esta investigación, es afirmar que hay
una dimensión de la experiencia, a la que es necesario acercarse tanto por medio del
discurso como de las acciones que ocurren. Para comenzar, es necesario trazar los
estratos fundamentales en este fino tejido de palabras y acciones coexistentes en la
densidad de la experiencia del montaje coreográfico:
1. Las significaciones que circulan en el plano del movimiento del cuerpo. Me refiero a
la dimensión etológica, conductual, de la que habla Guattari: las acciones humanas
contienen significaciones previas a la puesta en marcha del discurso y la palabra. El
punto está en cómo percibir esos niveles de significación.
2. Los procesos e interconexiones entre acciones y discursos, y el valor de cada uno
en la significación de las situaciones globales. Inclusiva más que disyuntiva, la
coexistencia de acciones y discursos tiene una génesis inconsciente y arcaica en la
gestación de la vida psíquica. No son dimensiones opcionales de la subjetividad -¿Es
el discurso una traducción de las acciones? ¿Hay acciones que dicen más que mil
palabras? ¿Las acciones carecen de sentido sin el discurso que se lo adjudica? ¿El
discurso resta la fuerza de lo vivido a la acción?-, sino recipientes que se alternan el
papel de capturar la energía psíquica en diferentes etapas del desarrollo individual, y
en distintas situaciones de la existencia individual y colectiva; son simplemente dos
ejes de subjetivación simultáneos, complementarios. Acción y movimiento,
pensamiento y discurso, sostienen una relación de alternancia económica en sentido
psicoanalítico.1 En el plano de la lectura de estas situaciones, ¿cómo puede ser que
las significaciones “circulen” en el cuerpo? ¿Cómo es posible que las acciones se
vinculen con los discursos?
Con el fin de clarificar estas dos ideas, la significación del estrato “etológico” y las
diferentes modalidades de articulación entre discursos y acciones, revisaré un debate
que ha atravesado los campos de saber del psicoanálisis y la psicomotricidad.

1
En psicoanálisis se habla de aspecto económico para referirse al destino de las cargas de excitación. Está
vinculado con el término de catexis, portador de dichas cargas en términos, incluso, cuantitativos. Se trata de una
concepción energética, y las energías, en psicoanálisis, tienen diferentes destinos: se intensifican, se liberan, se
arrinconan, se ligan, se desligan, “sugiere la hipótesis de una verdadera carga afectiva que se desplaza de un
elemento a otro, a lo largo de una vía de conducción” (Laplanche y Pontalis, 1994: 103). Para Freud, los
subsistemas del aparato psíquico se pueden definir por la manera en que circulan en ellos las energías psíquicas,
“así, dentro de su primera teoría del aparato psíquico, establece la existencia de una energía libre del sistema Ics,
una energía ligada del sistema Pcs…” (Laplanche: 104)

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