Aquí ya Marx apunta, en fecha tan temprana como 1843, una idea cardinal: la esencia de
toda democracia plasmada en el derecho a través de la constitución es responder al pueblo.
relaciones estéticas y éticas basadas en el pleno desempeño del hombre con todas sus
prerrogativas garantizadas era para Marx la mayor realización de la democracia.
Es necesario enfatizar que Marx y Engels siempre destacaron que la misma era un poder
colegiado de los obreros en alianza con los campesinos, artesanos y trabajadores de los
servicios, así como los profesionales e intelectuales. En la Crítica al Programa de Gotha, Marx
apunta un aspecto raigal de la democracia que es el derecho, insiste en que la sociedad que
acaba de salir del capitalismo presenta irrecusablemente en todos sus aspectos: en el
económico, en el moral y en el intelectual las taras de la vieja sociedad y por tanto los
productores recibirían proporcionalmente al trabajo que han aportado. La igualdad aquí se
mide por el mismo rasero: el trabajo.
Incluso Marx reconoce la posibilidad de que unos sean más ricos que otros, y al mismo
tiempo apunta la certera idea de que estos defectos son inevitables en la primera fase de la
sociedad comunista.
Esta concepción fue adulterada por muchas experiencias de construcción del socialismo en el
mundo, que se propusieron un igualitarismo económico y cultural, por encima de las
condiciones económicas existentes. Esto provocó el estancamiento, la falta de estímulo en el
trabajo, en el desarrollo social y el no reconocimiento adecuado de las potencialidades
humanas y sus diferencias y, por tanto, el no lógico reparto según las mismas.
Marx, no obstante, no renuncia al ideal comunista "de cada cual según su capacidad y
necesidad", pero condiciona esta meta a un alto desarrollo de las fuerzas productivas y por
ende de las riquezas, lo que permitiría un reparto más equitativo de las mismas. Para él,
esto se conseguiría con un Estado que luchara denodadamente por eliminar la oposición
entre el trabajo manual y el intelectual, por un alto desarrollo cultural, que lleve a la
eliminación de la enajenación y todos los vicios capitalistas. Por ello este Estado socialista
debe expresar la soberanía del pueblo, sus intereses de clase, sus derechos cardinales y la
más alta expresión de las libertades, tanto económicas como políticas y sociales, pero sin
caer en el falso sentido del igualitarismo.
Precisamente por ello para Marx y Engels hace falta un período de eliminación de las
diferencias de clases, de establecimiento de condiciones económicas nuevas donde se
cumpla la satisfacción plena material y espiritual de los individuos. Para ellos la concepción
del socialismo sólo podía darse en sociedades desarrolladas y no en sociedades con bajo
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desarrollo de las fuerzas productivas, porque entonces no era posible garantizar el progreso
y las aspiraciones de una sociedad donde se diera el salto de la necesidad a la libertad más
plena de la democracia verdadera.
Por estas razones, Engels concede tanta importancia al desarrollo gradual de la organización
y la movilización obrera, a su preparación cultural e ideológica, y entiende que la primera
manifestación importante de esta toma de conciencia del proletariado contra sus opresores
es la agitación constante contra la política de las clases dominantes y la adopción de una
actitud hostil contra ese poder.
Lenin acertadamente valora cómo la revolución socialista debe combatir en los frentes de la
economía, de la política y de la cultura por el progreso social y la satisfacción plena de las
necesidades materiales y espirituales del hombre y ponía en alta estima el problema de la
democracia como el camino y la vía de realización del humanismo socialista.
Las concepciones del espacio democrático en la revolución proletaria las desarrolló Lenin a
tenor con las nuevas condiciones históricas. En este sentido, aportó significativas ideas al
movimiento revolucionario, tácticas y estrategias de desarrollo necesarias en la etapa del
imperialismo, las que mantienen plena vigencia por su nivel de objetividad si no se
constituyen en dogmas de la teoría originaria. Destacaba que el marxismo exige un análisis
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Precisamente, Lenin consideraba que partiendo de esta estrecha e hipócrita concepción que
rechaza a los desposeídos no podíamos ir hacia una mayor democracia, sino todo lo
contrario, hacia una mayor dictadura política de la burguesía monopolista.
Realmente en la ex URSS y demás países ex socialistas de Europa del Este, el Estado creció
exponencialmente y la burocracia era un insulto a la esencia verdadera del socialismo,
poniéndole freno a los derechos y las libertades de los trabajadores, haciéndolos padecer una
cadena infinita de trámites burocráticos, que no alcanzaban la solución de sus reales
problemas.
Todos estos factores anteriormente expuestos fueron dando al traste con el descrédito del
Estado socialista, ya que no contribuyó al cumplimiento de la verdadera esencia del
socialismo: la satisfacción creciente de las necesidades materiales y espirituales del hombre.
Esto ha hecho mucho daño al ideal del socialismo a escala mundial y de la democracia
socialista tal como la concibieron los clásicos del marxismo. Aspecto muy importante que
sirve como basamento metodológico para el análisis de la democracia desde las posiciones
del marxismo leninismo son las concepciones de Lenin acerca de la diferencia de la
democracia burguesa respecto de la democracia socialista, insistiendo en el carácter clasista
para analizar todo tipo de democracia. Por eso critica a fondo la concepción burguesa sobre
la "democracia pura". Lenin, de igual modo, parte del criterio de que concebir la libertad y la
igualdad en general es un engaño y una trampa para los obreros, así como para todos los
trabajadores y explotados por el capital, y es que mientras existan las clases, en todo
razonamiento acerca de la libertad y de la igualdad, debemos cuestionarnos: libertad para
qué clase, igualdad entre qué clases. Si dejamos estos aspectos esenciales sin tomarlos en
cuenta estaríamos poniéndonos de lado del capitalismo monopolista, ya que en esencia ellos
protegen los intereses de la propiedad privada. Por tanto, la consigna de la libertad y de la
igualdad en general es un embuste e hipocresía de la sociedad burguesa.
Por consiguiente, según las ideas de Lenin que sintetizan las concepciones teóricas de Marx y
Engels en este terreno, el socialismo, la dictadura del proletariado y la democracia socialista
no debían ser fenómenos de distinto orden, si se cumplían sus reales principios y se
respondía a los verdaderos intereses de las masas populares.
En el caso del pensamiento mariateguista, los problemas agudos y polémicos que le dan
tratamiento a la naturaleza de las entidades colectivas, la crítica al dogmatismo y al
inmovilismo, la valoración de la crisis del marxismo y sus consecuencias para el pensamiento
marxista latinoamericano, así como el problema de la necesaria democratización en las filas
del partido.
Abordar estas ideas resulta esencial por la trascendencia que tiene en el tratamiento de la
polémica en torno a la democracia por las izquierdas latinoamericanas y cómo son asumidas
en el redimensionamiento de las concepciones de la sociedad civil y sus relaciones con el
poder, así como en la propia reestructuración orgánica de los partidos de izquierda y sus
cambios profundos en la democratización interna y en las proyecciones de la unidad a lo
ancho y a lo profundo, con otras fuerzas de izquierda, en los problemas relativos a la
vanguardia y a las relaciones prácticas de la estrategia y la táctica y de los paradigmas
emancipatorios de estas fuerzas.
Es necesario destacar que Gramsci es totalmente ajeno a la ortodoxia marxista oficial, que
ya se había establecido al final de la década del veinte del siglo pasado; a diferencia de
Mariátegui que propone la heterodoxia como movimiento interno y necesario de la ortodoxia,
Gramsci recorre las alternativas del pensamiento marxista que se basta a sí mismo.
No es fortuito que esta crítica a la ortodoxia emprendida por Gramsci tome cuerpo a través
del análisis del manual de Bujarin Teoría del materialismo histórico en los momentos en que
Stalin ya dejaba establecido su noción de marxismo-leninismo.
Realmente los Cuadernos de la Cárcel, con toda la crítica que han recibido por
considerárseles fragmentarios, contienen juicios de un calibre agudo sobre un marxismo
abierto y creativo. No podemos obviar el hecho de que los mismos eran notas para
emprender una obra madura en el futuro.
"El programa científico de los Cuadernos consiste en edificar una teoría de la hegemonía. Por
un lado, como un desarrollo teórico-práctico de la filosofía de la praxis, afirmando
potencialmente una filosofía nueva y que abriera espacios más amplios, para el análisis
dialéctico de los problemas más candentes de la época".
Uno de los méritos mayores de Antonio Gramsci fue el de percatarse a tiempo de que los
cierres categoriales llevaban al fracaso y a mutilar el desarrollo de los procesos
revolucionarios, por eso en el propio concepto de hegemonía hay una revalorización de la
teoría marxista sobre el papel de las clases y del Estado, así como del partido y la interacción
dialéctica de las mismas.
Eso obligaba a repensar la idea de los sujetos en la revolución y a analizar desde una
perspectiva más amplia la revolución y sus métodos tradicionales y a considerar nuevas vías
no armadas, donde el espacio de la sociedad civil desempeñara un papel más dinámico.
Estas ideas son las que hoy con más fuerza son retomadas por el pensamiento de izquierda
en América Latina.
Gramsci juzga el papel del partido y su autoridad política en constante dinámica dialéctica
para responder a las clases a las que representa y para adecuarse a las cambiantes
situaciones nacionales e internacionales. Un partido que se debe estructurar dialécticamente
en lo orgánico para no desaparecer, pero que además no puede sentirse agotado, porque
perece su esencia de vanguardia. Esto debe alejar del partido todo tipo de autoritarismo y
centralismo de las fuerzas dirigentes para evitar que se caiga en el culto al líder.
fuerza, sino que hay que tener en cuenta también como un factor de peso el "contexto
cultural" que es el que permite dar reconocimiento y legitimidad al régimen que está en el
poder.
Es notorio que Gramsci insiste en ver al Estado como elemento aglutinador de la dominación
de clase, el sustento ideológico con que las clases y grupos lucharon por la hegemonía; no es
sólo expresión de sus inmediatos intereses de clase, sino también una manifestación ético-
política, que engloba a todo el cuerpo social.
Esto lleva a Gramsci a ampliar el concepto marxista de Estado como aquel que además del
aparato de Estado y de las fuerzas represivas tome en cuenta la vitalidad de la sociedad civil.
Otto Kollschemer ha apuntado refiriéndose a la teoría de la hegemonía de Gramsci que es a
la vez una reformulación diferenciada de la doctrina marxista de la base y la superestructura.
Una crisis económica que revele los límites de las antiguas relaciones de producción no
conduce necesariamente a un cambio revolucionario de la dominación de clases existentes.
Una posibilidad así se da solamente en el caso de una situación de crisis orgánica en la que
se pone en tela de juicio los valores culturales y la legitimidad de la dominación de los
antiguos bloques de poder.
Y es que para Gramsci, superar las antiguas condiciones de producción y formas de dominio
depende de que los grupos sociales que compiten, es decir la clase obrera y sus intelectuales
orgánicos, logren expresar en un nuevo bloque histórico no sólo a la mayoría de la población,
sino nuevos criterios de racionalidad social, tanto en sentido ético productivo, técnico
productivo y de la economía en general.
En relación con el papel de la sociedad civil, se expresa como un amplio concepto cultural en
el que se incluyen las funciones de organismos que el cataloga de privados y que hay que
diferenciar expresamente de las funciones del Estado; en esto se vincula con las
concepciones de Marx en sus primeras obras y con Hegel, quien diferencia en su obra El
Estado y el derecho las funciones de las organizaciones privadas de las funciones
propiamente del Estado. Pero hay una gran distancia entre Hegel y Gramsci, ya que en Hegel
la concepción de lo privado se refiere a la propiedad privada, mientras que en Marx y
Gramsci se refiere a la participación de todos individualmente en la organización de la
sociedad.
En esta concepción gramsciana de la sociedad civil está tomado muy en cuenta el individuo,
concebido como un sujeto activo en sus roles sociales. La idea esencial de Gramsci en
relación con la sociedad civil gira en torno de la funcionalidad de la misma dada en la
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Para lograr estos fines, el grupo básico dominante tiene que tener el consenso de las grandes
mayorías, pero este consenso brota espontáneamente y es el resultado del prestigio que el
grupo dominante alcanza en el mundo de la producción, con su posición y su función, y en
segundo lugar del aparato coercitivo del Estado que asegura la disciplina de los grupos que
no dan su respaldo.
Por estas razones la recepción de Gramsci en América Latina, al decir de Enzo Faletto, se
orientó a señalar las carencias democráticas de las propias organizaciones, el modelo
estandarizado por las agrupaciones de izquierda de férreo centralismo, y sobre todo el
énfasis se pone ahora en la relación de los partidos con las distintas expresiones de la
sociedad; por estas razones la reinterpretación de la concepción de hegemonía de Gramsci
condujo a una percepción mayor de la complejidad de lo social sacándola de la reducción a
un estrecho criterio partidario.
En realidad y aún hoy está dada esta exigencia para el pensamiento de izquierda
latinoamericano; se necesita generar un momento de reencuentro de vastos actores sociales,
especialmente con los denominados sectores medios, tomando como fundamento conceptos
claves como libertad, justicia, preocupación social y democracia.
Se ha tomado conciencia por los partidos de izquierda y por las restantes agrupaciones que
estos temas que habían sido marginados debían ser asumidos y alejarse de una concepción
de dominio para poder exhibir una práctica más ajustada a las necesidades presentes de
lograr las necesarias alianzas y consensos unitarios con variadas fuerzas y tendencias
políticas.
se han desarrollado y los cambios económicos y políticos que han llevado a una mayor
concentración y monopolización del poder. Estos problemas de la centralidad y
descentralización invitan a pensar en Gramsci y la vitalidad de sus concepciones sobre la
cultura y sobre la sociedad civil y la hegemonía.
"Mariátegui supo conjugar muy bien tres cosas, consustanciales con el pensamiento
revolucionario de todas las épocas: el pensamiento y la acción, la pasión y la teoría y la
pasión y la ciencia. En el Amauta hay en este aspecto ideas muy importantes, su vida como
tal, su trabajo militante, su esfuerzo permanente y su especial compromiso con la realidad".
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El Amauta supo distinguir bien dos tipos de actitudes críticas ante el marxismo: la
liquidadora y la renovadora y continuadora de la obra, y él se inclina por la segunda
desarrollando y adaptando el marxismo a las concepciones específicas de América Latina y
de su Perú natal.
La crítica de Mariátegui estuvo enfilada contra aquellos que entendían la teoría como un
modelo a aplicar tácitamente en América Latina, obviando nuestra historia y nuestra propia
concepción crítica de la modernidad y sus consecuencias y no enlazando el pensamiento
marxista a las corrientes filosóficas y políticas de nuestro ámbito, lo que traería por resultado
la negación del carácter objetivo del marxismo desde nuestras propias condiciones y
entonces la teoría marxista nos llegaría como ajena a América Latina.
Hay ejes importantes para acceder a este pensamiento fértil y fecundo por su carácter
renovador y ellos son: el problema de lo nacional y su conexión con lo universal desde las
perspectivas latinoamericanas y el problema del indigenismo, para partiendo de ahí
comprender la naturaleza del socialismo a partir de las complejidades de la realidad peruana.
La cuestión arranca, plantea, "...de nuestra economía, tiene sus raíces en el régimen de
propiedad de la tierra, cualquier intento de resolverla con medidas de administración o
políticas fracasarían". Por eso para Mariátegui la solución del problema del indio tiene que ser
de carácter social, y en este sentido concede gran importancia a la organización política de
esta fuerza a través de los congresos indígenas, respetando sus formas de organización y
considera que tomarlos en cuenta para los cambios sociales debía ser una tarea prioritaria
del programa del Partido.
Marta Harnecker, en relación con esta contribución de José Carlos Mariátegui, señala en su
ensayo Indígenas, cristianos y estudiantes en la revolución
...insistía en que el partido debía ser capaz de captar el estado actual y sentimental de los
indígenas... conocer en detalle las condiciones de vida del indio, las condiciones de su
explotación, sus posibilidades de lucha, los medios más prácticos para que la vanguardia
lograra hacer un trabajo entre ellos. Sólo así lograría su rol histórico.
Respecto del problema de cómo el asume la problemática del poder, tiene mucho que ver
con su concepción de la revolución como liberación plena y no sólo como cancelación de la
explotación, sino de las jerarquías sociales y de las categorías de los marginados, dígase
etnia, clase, nación, género, sexo, edad, nivel cultural , etcétera.
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El Amauta se esforzó mucho por hacer valer lo mejor de las concepciones democráticas
acerca de los derechos ciudadanos y de la vitalidad de la sociedad civil. En particular destaca
el papel de la intelectualidad que con su acción viva se enfrenta a cualquier tipo de
manifestación obstrusiva de la democracia. Pablo Guadarrama, valorando la dimensión
humana del Amauta, enfatiza que
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