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Indice

Introducción----------------------------------------------------------------------------------- Pagina 1

Capítulo I La concepción de la muerte en Occidente--------------------------------

Capítulo II El duelo-----------------------------------------------------------------------

- Definición de duelo------------------------------------------------------------------

- Características del duelo------------------------------------------------------------

Capítulo III El trabajo de duelo----------------------------------------------------------

- La inscripción de la pérdida a partir del trabajo de investidura-

desinvestidura ---------------------------------------------------------------------

- Los tiempos del duelo--------------------------------------------------------------

- La sustitución del objeto perdido-------------------------------------------------

- La renegación o desmentida en el proceso de duelo --------------------------

Capítulo IV El dolor psíquico-----------------------------------------------------------

- Metapsicología del dolor----------------------------------------------------------

Capítulo V Duelo normal y duelo patológico---------------------------------------

- Algunos factores que obstaculizan el trabajo de duelo-----------------------

- La ausencia de ritos en la postmodernidad-------------------------------------

- La medicalización del duelo------------------------------------------------------

Capítulo VI El rol del psicólogo en el proceso de duelo----------------------------

Conclusiones---------------------------------------------------------------------------------
Capítulo 1

El Duelo

Definición de Duelo

Etimologicamente la palabra duelo tiene su origen en el vocablo latín duellum, formado

por duo (dos) y bellum (guerra o combate), resultando de la unión de ambos la alusión “guerra o

combate entre dos” para luego pasar a ser, en su significado literal “enfrentamiento entre dos”.

No obstante, no es ésta la única acepción de la palabra duelo, también se denomina de esa

manera al dolor sobreviniente tras una pérdida. Este último sentido también proviene de la

palabra en latín dolus, que literalmente significa dolor (Alvarez, 2013)

(Para citar : Álvarez, Javier. «Un par de etimologías de «duelo»». Orígenes, etimologías y

gramática histórica del castellano. 15 de junio de 2013. Web. 19 de marzo de 2018. Fecha de

consulta: 19 de marzo de 2018 desde https://www.delcastellano.com/etimologia-duelo/)

En el ámbito del psicoanálisis se ha considerado al duelo como algo que va más allá de

un dolor o una aflicción, sino que supone también un desafío que implica un arduo trabajo de

elaboración fundamental para la vida y el bienestar psíquico del sujeto.

Todo duelo supone una pérdida y constituye una reacción natural ante esta. “El duelo es,

por regla general, la reacción ante la pérdida de una persona amada, o de una abstracción que

haga sus veces, como la patria, la libertad, un ideal, etc.” (Freud, 1917, p.241)

Freud plantea que si bien el duelo implica importantes desviaciones de la conducta, lejos

de ser considerado como algo patológico, es un pasaje necesario, por lo que es fundamental

respetar su tiempo, no intentar evitarlo y permitir su curso natural. Las desviaciones de la

conducta a que hace referencia se pueden resumir en: sentimiento de dolor, cancelación del

interés por todo aquello que no guarde relación con el objeto perdido, la incapacidad de escoger
algún nuevo objeto de amor y la inhibición respecto de toda productividad. La naturalidad de

estas reacciones se fundamenta en la necesidad de entregarse total y completamente al duelo,

dejando de lado cualquier otro propósito o interés (Freud, 1915)

Como vimos en párrafos anteriores, una de las acepciones de la palabra duelo remite al

dolor, dolor psíquico que da testimonio de una pérdida que nos aleja definitiva e

irremediablemente de un objeto al cual estamos muy profundamente ligados, un objeto que nos

ha constituido y cuya pérdida por lo tanto, nos obliga a reconstruirnos.

Al hablar de duelo inmediatamente solemos relacionarlo con la muerte de un ser amado,

sin embargo, sabemos que la pérdida no necesariamente implica que aquello perdido

efectivamente haya muerto. “El objeto tal vez no esté realmente muerto, pero se perdió como

objeto de amor” (Freud, 19…, p. 243). Esta afirmación a su vez nos conduce a pensar que el

duelo no se desencadena como consecuencia de la pérdida de cualquier objeto, sino solo de aquel

que ocupaba en la vida del sujeto un lugar irremplazable. Esta noción se encuentra íntimamente

vinculada con el concepto de narcisismo. “Un sujeto puede perder diferentes objetos, pero solo

algunos lo hundirán en un duelo, aquellos que tienen privilegio narcisista” (Apolo, 2015, p.36)

Ver si la referencia corresponde a Freud

Nos sumerge en un duelo la pérdida de un objeto al cual estamos tan íntimamente ligados

que ese lazo resulta constitutivo de nosotros mismos (Nasio, 2012). Esto nos lleva a pensar que

algo de nosotros mismos se toca cuando el objeto amado desaparece.

En la elección de objeto hay algo de uno mismo en juego. Existen dos tipos de elección

de objeto: según el modelo de la madre nutricia o el padre protector y según el modelo narcisista.

No obstante, ambas desembocan en el yo, dado que tanto la madre nutricia como el padre
protector fueron constitutivos del narcisismo del niño. Algo del yo está implícito en toda

elección, por lo tanto, cuando el objeto elegido se pierde se lleva consigo algo del narcisimo.

La primera reacción frente a la pérdida de un objeto de amor es identificarse con él, esto

sucede porque el objeto está cargado narcisísticamente. Si toda elección de objeto es de carácter

narcisista, en la pérdida de objeto va a estar involucrado el narcisismo (Apolo, 2016. p. 36)

Nasio () parafraseando a un analizante que se encontraba en un proceso de

duelo consecuencia de la muerte de su madre, dice: “Algo de ella se encuentra

desesperadamente vivo en mi y algo de mi se encuentra desesperadamente muerto con ella” (p )


Capítulo 2

El Trabajo del Duelo

Atravesar un duelo supone un trabajo de elaboración que implica transitar distintos

momentos hasta arribar a la posibilidad de sustitución del objeto perdido, luego de que la libido

adherida a él pueda ser retirada quedando disponible para ser redirigida a un nuevo objeto. Ver

diccionario de pontalis sobre elección de objeto anaclitica y narcisista

Trabajo del duelo

(ver si se puede poner algo sobre trabajo y elaboeracion psíquica o tramitación psíquica)

La noción de trabajo psíquico no se limita al duelo, sino que abarca distintas actividades y

funcionamientos del aparato psíquico. Este último tiene por finalidad la captación y elaboración

de las incitaciones provenientes tanto del mundo exterior como del interior del cuerpo. (Landriel,

2014)

Uno de los usos del concepto de elaboración psíquica hace referencia a una

transformación de la cantidad de energía que posibilita que esta pueda ser dominada, derivándola

o ligándola. El aparato psíquico lleva a cabo un trabajo de elaboración que tiene por finalidad

controlar las excitaciones que le llegan y de esta forma evitar su acumulación, lo cual podría

resultar patógeno. “Este trabajo consiste en integrar las excitaciones y establecer entre ellas

conexiones asociativas” (Apolo, 2004, p.51)

Desde un punto de vista económico, la pérdida de un objeto amado es considerada una

vivencia traumática. Hay un exceso en la intensidad del estímulo, lo cual implica que fracase su

tramitación por las vías normales. El trauma refiere a un acontecimiento que conlleva un exceso

de energía tal que produce una falla en el principio de constancia, alterando la regulación del

aparato psíquico. Nasio (2009) sostiene que la ruptura de un vínculo amoroso, consecuencia de
una pérdida, “provoca un estado de shock semejante al inducido por una violenta agresión física:

la homeostasis del sistema psíquico queda rota y el principio de placer abolido” (p. 32) lo

agregue mas abajo

Ver algo de Rebagliati. buscar en su libro algo sobre el pasaje del proceso primario al secundario

Si bien el duelo es considerado un afecto normal frente a la pérdida de un objeto de amor,

se hace necesario un trabajo de elaboración, un proceso intrpsíquico por medio del cual, el sujeto

logrará desprenderse de dicho objeto (Laplanche, Pontalis, 2004). Este trabajo de duelo requiere

tiempo y un importante gasto de energía.

El examen de realidad ha demostrado que el objeto amado ya no existe más y de él

emana ahora la exhortación de quitar la libido de sus enlaces con ese objeto. (…) A

ello se opone una comprensible renuencia; universalmente se observa que el

hombre no abandona de buen grado una posición libidinal, ni aun cuando su

sustituto ya asoma. Freud, 1915/19 p242).

El trabajo de duelo comienza con la puesta en marcha del examen de realidad que da

cuenta de la pérdida y consecuentemente de la necesidad de retirar la investidura libidinal ligada

al objeto amado que ya no está. Este es un trabajo que “no puede cumplirse enseguida, se ejecuta

pieza por pieza con un gran gasto de tiempo y energía de investidura, y entretanto la existencia

del objeto perdido continúa en lo psíquico” (Freud, 1915/19 p 242)

Pero no solo se requiere tiempo y energía, el trabajo de duelo no puede cumplirse sin

dolor. Sobre este punto profundizaremos más adelante.

Por el tiempo que dure este trabajo lento y doloroso que absorbe al yo, este deberá

utilizar todas sus energías dedicándose a retirar la libido del objeto perdido, labor que más tarde

permitirá investir libidinalmente otros objetos, habiendo logrado finalmente encontrarse libre y
sin inhibiciones. “Cada uno de los recuerdos y cada una de las expectativas en que la libido se

anudaba al objeto son clausurados, sobreinvestidos y con ellos se consuma el desasimiento de la

libido” (Freud, 1915/ 19 p 243).

Nasio (1996) entiende la elaboración del duelo como “una lenta y minuciosa

recuperación de cada uno de los detalles del vínculo que me unía al objeto amado, ahora

perdido” (p. 197). En este trabajo, el yo aplica para cada recuerdo tres procedimientos. En

primer lugar se produce una focalización, es decir una delimitación de cada recuerdo del objeto,

esta focalización de cada una de las representaciones inconscientes del objeto consiste en una

sobreinvestidura afectiva. Un segundo procedimiento es la desinvestidura, seguida por la tercera

operación: el pasaje de la libido ligada al recuerdo hacia el yo, dando lugar a la identificación

con el objeto perdido.

La inscripción de la pérdida a partir del trabajo de investidura-desinvestidura

El examen de realidad exige separarse del objeto, dado que éste ya no está, para ello

resulta necesario un trabajo de elaboración luctuosa que no es otra cosa que la labor de ligar y

desligar las investiduras libidinales. Esta es la manera en la que el superviviente se ocupa del

difunto (Freud, 1923/ )

Entendemos por ligazón un intenso aferramiento, una adherencia y fijación de la libido al

objeto y en consecuencia, una fuerte renuencia a desprenderse de él (Landriel, 2016). En

consecuencia, este autor se plantea el interrogante: ¿se debe considerar la fijación como un

elemento condicionante que obstaculiza el trabajo de elaboración, dejando al sujeto

inmovilizado, sin posibilidad de desprenderse del objeto? ¿se trata efectivamente de un combate,

acorde a la etimología de la palabra duelo, entre la ligazón y la desligazón? ¿se encontrarían

ambos en una posición contraria, en lugares extremos, como dos polos opuestos?
Previo a intentar dar respuesta a estos interrogantes consideramos fundamental hacer un

recorrido sobre las nociones de trauma, dado que la pérdida del objeto amado es considerada una

vivencia traumática.

Cuando hablamos de trauma nos referimos a un acontecimiento que conlleva un exceso

de energía tal que produce una falla en el principio de constancia, alterando la regulación del

aparato psíquico. Hay un exceso en la intensidad del estímulo, lo cual implica que fracase su

tramitación por las vías normales. agregar que dice benyakar sobre la dif entre duelo y ttrauma

Nasio (2009) sostiene que la ruptura de un vínculo amoroso, consecuencia de una

pérdida, “provoca un estado de shock semejante al inducido por una violenta agresión física: la

homeostasis del sistema psíquico queda rota y el principio de placer abolido” (p. 32)

La pérdida del objeto constituye una vivencia violenta, lo cual implica una gran dificultad

para tramitar la intensidad del estímulo, dado que no ha tenido lugar el apronte angustiado. (ver

apuntes de campos, angustia señal

Para una mayor comprensión del trabajo de duelo Landriel (2016) propone hacer una

analogía entre el juego del fort da y el trabajo de ligazón y desligazón en el duelo.

El Fort-Da es el juego fundante del aparato psíquico, constitutivo del sujeto, por medio

del cual el niño va a elaborar el trauma que implica la ausencia (pérdida) de la madre. ( )

Freud, 1920?

Esta ausencia va a requerir de todo un esfuerzo de procesamiento psíquico que va a

permitir al niño llevar a cabo la renuncia pulsional que implica aceptar la ausencia materna.

Frente a la ausencia de la madre el niño repite insistentemente desde una posición activa

aquello que vivenció de manera pasiva, el alejamiento de la madre. Ante la pérdida del objeto y

aún implicando un carácter displacentero, el niño necesita ligar para inscribir; inscripción que
“le permite ingresar el alejamiento de la madre en el registro del principio de placer”. (Landriel,

2016, p.39)

El juego del Fort da va a representar la alternancia presencia ausencia del objeto madre

en la realidad externa, dando lugar a que ésta se configure como separada del niño. Esta

operación lúdica a través de la cual se tramita la ausencia de la madre, da cuenta de un verdadero

trabajo de duelo: se logra representar una ausencia para así poder desligarse de la necesidad de

su presencia real.

Tal como lo precisamos al referirnos al trabajo de duelo, el interjuego entre el

investimiento, representado por el esfuerzo por atraer el carretel, y la acción de desinvestimiento

expresada en la actitud de dejar ir, desligarse del objeto, permite al niño elabora la pérdida de la

madre, posibilitando que ésta continúe estando presente en su ausencia.

Respecto al arduo proceso de investidura y desinvestidura propio del trabajo de duelo,

Freud (1915/ ) se plantea un interrogante: “¿por qué esa operación de compromiso, que es el

ejecutar pieza por pieza la orden de la realidad, resulta tan extraordinariamente

dolorosa?”(p.245)

En el fragmento citado observamos que Freud no se refiere al dolor ocasionado como

producto de la pérdida, sino al dolor que conlleva el trabajo de duelo. De ello se inferiría que el

dolor no está tan relacionado con la pérdida sino más precisamente con el trabajo de duelo.

En inhibición, síntoma y angustia Freud (1923) establece una correspondencia entre el

dolor corporal y el dolor motivado por el duelo, sosteniendo que “el dolor corporal supone una

sobreinvestidura de la representación psíquica del lugar lesionado del cuerpo” (p. ).

En ese sentido Nasio (2009) afirma que el dolor no obedece al desinvestimiento, sino a la

sobreinvestidura. En el duelo, la representación del objeto está tan sobreinvestida como la


representación del lugar lesionado del cuerpo en el dolor corporal. El dolor es generado por una

alta concentración de libido ligada a la representación psíquica del objeto que en la realidad ya

no está.

El nuevo concepto aportado por el autor nos conduce a pensar que aquello que duele no

es la separación sino el intenso aferramiento al objeto perdido. El dolor no es generado por el

desprendimiento del objeto, sino más bien, por el “hecho de tenerlo demasiado presente, más

presente que nunca”. (p.199)

Los tiempos del duelo

Cuando hacemos referencia a los tiempos del duelo, hacemos alusión, más que a un

tiempo cronológico, a momentos de posicionamiento del sujeto frente a la pérdida del objeto

amado.

Un primer tiempo estaría dado por el momento en que se produce la pérdida, cuando se

pone en marcha el examen de realidad anunciando que el objeto ya no está más. Ante la

conmoción generada por esta pérdida, la primera actitud es la no aceptación o lo que conocemos

como renegación o desmentida, en relación a la posición del sujeto frente a lo intolerable que le

resulta una realidad de la que no quiere saber nada. La realidad advierte que el objeto se ha

perdido, pero no encuentra aceptación por parte del sujeto quien, en la añoranza de una realidad

diferente, continúa esperando reencontrarse con aquello que ya no podrá recuperar.

En este primer tiempo no es extraño que aparezcan fenómenos como estados

melancólicos, acting outs, ilusiones e incluso alucinaciones e ideas delirantes que pueden llevar

a un estado de locura transitoria (Apolo, 2014, p ). La renuencia a abandonar el objeto puede

alcanzar una intensidad tal que sea susceptible de producir un “extrañamiento de la realidad y

una retención del objeto por vía de una psicosis alucinatoria de deseo” Freud, 1914/ 19 ,p 242).
Esta última ya había sido descripta bajo el nombre de amentia en Complemento metapsicológico

de la teoría de los sueños en donde Freud la define como “la reacción ante una pérdida que la

realidad asevera, pero que debe ser desmentida (Verleugnung) por el yo como algo insoportable”

(1915/ 19 p 232).

La amentia o dementia de Meynert es una entidad que linda con la psicosis, pero no lo

es. El fenómeno elemental de la alucinación se presenta como salida para retener el objeto, al

costo de apartarse de la pérdida que la realidad afirma. (Baub de Dreizzen, 2001)

El segundo tiempo corresponde al tiempo del desasimiento pieza por pieza de los lazos de

unión al objeto perdido. Ello implica comenzar a desaferrarse del objeto y aceptar la realidad

que impone la pérdida. Este trabajo de desinvestidura libidinal se realiza con cada uno de los

recuerdos y cada una de las expectativas asociadas al objeto, lo cual conlleva un gran gasta de

tiempo y energía acompañado por un estado de displacer y dolor (Baub de Dreizzen, 2001)

El tercer tiempo sería el de la culminación del trabajo de duelo cuyo cumplimiento

permitió al yo el retiro de su libido del objeto perdido. Al decir de Freud:

El objeto ya no existe más; y el yo, preguntado, por así decir, si quiere compartir

ese destino, se deja llevar por la suma de satisfacciones narcisistas que le da el

estar con vida y desata su ligazón con el objeto aniquilado. (1914/19 ,p. 252)

Para Freud (1915) el trabajo de duelo culminaría cuando el yo es capaz de declarar

perdido al objeto, liberando la libido que se encontraba ligada a él, que pasa a estar disponible

para investir otros objetos; de esta manera es posible la sustitución del objeto perdido por uno

nuevo y el yo vuelve a estar libre y exento de toda inhibición.

El trabajo de duelo implica atravesar por diferentes momentos que culminarán con la

sustitución del objeto perdido, es decir con un objeto que vuelva a suplir aquella pérdida originaria.

(Texto de paula sanchez)


La sustitución del objeto ( nivel 3) El objeto sustituto

Tal como mencionáramos en párrafos precedentes, la teoría freudiana sobre el duelo

sustentaría, a priori, que este último encontraría su culminación con la sustitución del objeto

perdido previo retiro de la libido adherida a él.

Esta argumentación encontró la crítica de autores como Àries, (1987), Allouch (1996),

quienes consideran que la idea de una sustitución del objeto perdido sería equiparable a un

antídoto ante la falta, lo cual pondría en cuestión la existencia de una verdadera pérdida. La

capacidad de reemplazo del objeto perdido por uno nuevo implicaría la posibilidad de colmar el

vacío dejado, eliminando por lo tanto la concepción del duelo en tanto trabajo elaborativo.

sacado de landriel página 88 agregar algo mas sobre eso.

El propio Freud parecería entrar en contradicción al plantear, en muchas de sus

correspondencias, que personas muy queridas por él son insustituibles y su pérdida irreparable.

Las críticas a Freud, principalmente en cuanto a sus consideraciones vertidas en duelo y

melancolía, tienen como punto de unión la posibilidad de que el objeto sustituto lleve implícito

la idea de una renegación de la pérdida. Lansky (1996) lo expresa de la siguiente manera:

El ser querido no es sustituible…pero aún así debe ser sustituido para poder

“elaborar el duelo normal”. La pérdida no se pierde, no termina de perderse, se

compensa, mejor aún sí se re-compensa. Hay algo que continúa existiendo, no

muere con lo que ha muerto. (p. 138)

Respecto de la cuestión planteada, es importante tomar en cuenta que cuando Freud, en

Duelo y melancolía hace referencia al objeto sustituto, pone el énfasis en el destino de la libido.

Sustituto implica que la libido sea susceptible de investir un nuevo objeto, no así que el objeto
perdido pueda ser reemplazado. El acento está puesto en el destino de la libido, no en un objeto

reemplazante.

Muchas de las cartas escritas por Freud en distintos momentos de su vida guardan

relación con la pérdida de un ser querido, principalmente la de su hija Sofie, fallecida en 1920 y

la de su nieto, Heirnele, quien muere en 1922. Respecto de este último, en una correspondencia

dirigida a Binswanger en 1929, en ocasión del fallecimiento de su hijo expresa:

Desde la muerte de Heinele ya no quiero conmigo a mis nietos y la vida no me

gusta más. Ahí está el secreto de la indiferencia […] Sabemos que el duelo agudo

después de una pérdida como esa se apaciguará, pero no se consolará, nunca

encontrará un sustituto. Todo lo que intente tomar su lugar y que inclusive pueda

reemplazarlo íntegramente, permanecerá como algo diferente. Y en el fondo está

bien que así sea. Es la única forma de continuar el amor al que no se quiere

renunciar. (citado en Landriel, 2016, p. 92)

Años antes, mientras el niño agonizaba había escrito a la hermana de uno de sus discípulos

también fallecido:

Encuentro esta pérdida muy difícil de soportar. No creo haber experimentado

jamás una pena tan grande. Quizá mi propia enfermedad contribuya al disgusto.

Trabajo por pura necesidad, pues, fundamentalmente, todo ha perdido significado

para mí. (Freud, 1923/1988) –Freud. Epistolario 1ra ed. Bs.As. Ediciones Orbis,

tomo III-

Observamos que estas cartas, citadas a modo de ejemplo de otras tantas de similar contenido,

se encuentran muy lejos de considerar la posibilidad de lugar alguno para un objeto sustituto, sino
que por el contrario parecieran hacer alusión a la existencia de una herida incurable y a un vacío

imposible de llenar.

Resulta necesario tomar en consideración que para la teoría freudiana, todo objeto de amor es

un subrogado de aquel primer objeto perdido por definición y, como tal, insustituible e

inalcanzable, que se erige en el modelo para la futura elección de los objetos sucesivos. (ver en

tres ensayos) ver texto de paula sanchez sobre el carácter del objeto para Freud

El nuevo objeto de amor es un objeto sustituto, al igual que el objeto perdido. Sin embargo,

esta capacidad de sustitución del objeto no implica la ausencia de dolor ante su pérdida y por lo

tanto la imperiosa necesidad de llevar adelante un trabajo de duelo a través del cual sea posible la

tramitación de la pérdida permitiendo asimismo que la libido logre liberarse y ser capaz de volver

a investir un nuevo objeto.

Entonces, podríamos concluir que el objeto sustituto no es un objeto reemplazante que viene

a colmar el vacío dejado por su antecesor, sino que es aquel objeto sobre el cual la libido se va a

redirigir una vez pueda liberarse de su ligadura al objeto perdido, trabajo de duelo mediante.

Agregar lo que dice Nasio sobre reemplazar un objeto por otro

La renegación o Desmentida - Verleugnung

En párrafos precedentes nos referimos a la renegación como aquella primera reacción

predominante frente al cimbronazo provocado por la pérdida del objeto amado.

Verleugnung es un término alemán que ha sido traducido como renegación, desmentida,

repudiación y desestimación. “Todos estos términos dan cuenta de una manera –distinta de la

represión y el rechazo- en la que se posiciona el sujeto ante la pérdida o un acontecimiento

insoportable” (Landriel, 2016, p. 73)


En su obra Fetichismo, Freud (1927/ ) describe la Verleugnung como la reacción del yo

ante una realidad externa intolerable. Aquí Freud se refiere al lugar que desempeña el fetiche,

describiendo así la esencia del mecanismo de la perversión: la renegación.

El objeto fetiche se constituye en “un sustituto del falo de la mujer (de la madre) en el que

el niño ha creído y al que no quiere renunciar” (p. 148). El falo materno cuya existencia el

perverso se obstina en reconocer, encuentra su permanencia en el objeto fetiche que va a ocupar

su lugar.

La Verleugnung es el mecanismo que está en el origen de la constitución de la perversión.

El perverso, a diferencia del psicótico, se anotició de la castración; sabe de la castración, pero

frente a ella toma una posición escindida. Por un lado la acepta, pero en forma simultánea la

desmiente. Así lo expresa Freud:

La percepción permanece y se emprendió una acción muy enérgica para

sustentar su desmentida (…) en el conflicto entre el peso de la percepción

indeseada y el deseo contrario se ha llegado a un compromiso como solo es

posible bajo el imperio de las leyes del pensamiento inconsciente – de los

proceso primarios- Sí, en lo psíquico la mujer sigue teniendo un pene, pero

este pene ya no es el mismo que antes era. Algo otro lo ha reemplazado; fue

designado su sustituto que recibe el interés que se había dirigido al primero.

(p.149)

El perverso por un lado oculta y por otro revela la castración, vela y revela. Por un lado

desmiente, no hay falta, hay un fetiche, pero, en sentido opuesto, si necesita instaurar un

fetiche es porque justamente sabe de la falta, sino no debería acudir a un sustituto. Esta es

precisamente la esencia del mecanismo de la renegación o desmentida.


Es importante tomar en cuenta que la referencia que hicimos a la perversión obedece a que

a través de ella es posible tomar conocimiento más acabado respecto del mecanismo de la

renegación, concepto que, en el caso que nos ocupa, no es utilizado en relación con la estructura

perversa, sino en el sentido de la posición del sujeto ante la percepción de un aspecto de la

realidad del que nada quiere saber por resultarle intolerante. La sentencia que emana del juicio de

realidad dando cuenta de la pérdida no es suficiente para que ésta se haga efectiva en el

convencimiento del sujeto, en cuya realidad psíquica el objeto continúa con vida.

En este sentido, Freud (1927/ 1994) sostiene que el esclarecimiento del fetiche tiene aún

otro interés teórico y se refiere al caso de dos jóvenes que se habían rehusado a reconocer la

muerte del padre. En palabras de Freud:

El yo había desmentido un fragmento de la realidad, como hace el yo del

fetichista con el hecho desagradable de la castración de la mujer (…) Dentro

de la vida anímica de aquellos, solo una corriente había reconocido la muerte

del padre, pero existía otra que había dado cabal razón a ese hecho:

coexistían una junto a la otra, la actitud acorde al deseo y la acorde a la

realidad. (p. 150/151)

Resulta claro que, si bien la realidad se impone, en una primera instancia no es

suficiente para convencer al sujeto en su obstinación por mantener con vida al objeto perdido.

Sin embargo, en el proceso del trabajo de duelo se irá abriendo paso la aceptación de la

pérdida que permitirá desaferrarse del objeto y despejar el camino hacia el encuentro con un

nuevo objeto de amor.


CAPITULO

Duelo Normal y Duelo Patológico

Duelo y Melancolía

En su obra Duelo y Melancolía, Freud (1915/ ) destaca su intensión de “echar luz sobre

la naturaleza de la melancolía comparándola con un afecto normal: el duelo” (p.241)

La citada afirmación pondría en evidencia que el propio Freud parecería no tener muy

claras ciertas nociones relacionadas con la melancolía, por lo cual va a intentar aproximarse a

ellas a partir de comparar esta última con el duelo, al cual considera un afecto normal.

Como resultado de la mencionada comparación surge que no en todos los casos la

pérdida de un objeto de amor trae como consecuencia el duelo, sino que en algunas personas,

en lugar de éste se desencadena una entidad psicopatológica: la melancolía.

El duelo y la melancolía tienen ciertas características en común: Un estado de ánimo

profundamente doloroso, la cancelación del interés por el mundo exterior en relación a todo

aquello ajeno al muerto, la pérdida de la capacidad de amar y la inhibición de toda

productividad. “Fácilmente se comprende que esta inhibición y este agostamiento del yo

expresan una entrega incondicional al duelo que nada deja para otros propósitos y otros

intereses” (Freud, 1915/ , p. 242).

Pero en el melancólico aparece además una extraordinaria rebaja en su sentimiento

yoico, un enorme empobrecimiento del yo que se traduce en autorreproches, necesidad de

castigo, constituyendo lo que Freud denomina un delirio de insignificancia, cuadro que “se

completa con el insomnio, la repulsa del alimento y un defallecimiento en extremo

asombroso psicológicamente, de la pulsión que compele a todos los seres vivos a aferrarse a

la vida”. (p. 244)


Una de las diferencias fundamentales destacadas por Freud se relaciona con la

naturaleza de la pérdida. Mientras en el duelo ésta es consciente, es decir, se sabe lo que se

perdió, en la melancolía la misma se encuentra sustraída de la consciencia; el enfermo “sabe a

quién perdió, pero no lo que perdió en él” (p. 243).

El objeto perdido del melancólico es el yo mismo; esto obedece al camino regresivo

que emprende la libido hacia el narcisismo primario, época de indiferenciación entre el yo y

el objeto de amor. El yo del melancólico incorpora el objeto perdido y se identifica con él.

Autores como Nasio (2009) o Landriel (2016) sostienen que no son tan tajantes las

diferencias planteadas entre el duelo y la melancolía. En cuanto a la naturaleza del objeto

perdido, la distinción entre consciente e inconsciente según Nasio (2009) no basta para

separar al duelo de la melancolía. Frente a la desaparición de la persona amada, sabemos a

quién hemos perdido, no así qué ha sido perdido con ella, esta parte inconsciente la

encontramos rigurosamente en todas las formas de duelo (p. 190).

Respecto a la identificación con el objeto perdido, el mismo autor plantea que ésta no

constituye un rasgo exclusivo de la melancolía. “La identificación con el objeto perdido sigue

siendo una tesis muy general y válida tanto para la melancolía como para el duelo patológico

o el normal” (Nasio, 2009, p. 191) Asimismo, indica que las autoacusaciones que sirvieron de

base para esgrimir la teoría de la identificación del yo con el objeto perdido, no son

específicas del melancólico ya que en la clínica es muy común encontrar depresiones

obsesivas acompañadas de actitudes de desprecio respecto de sí mismo, sin que ello implique

la presencia de una psicosis.

Por su parte Landriel (2016) afirma que lo que hace a la estructura es la diferencia de la

identificación regresiva en el duelo y en la melancolía. En el caso de esta última, el delirio de


insignificancia da cuenta que ante la pérdida de la persona amada la libido retirada sobre el

yo encuentra posteriormente su uso en una identificación del yo con el objeto perdido.

En este punto encontramos la diferencia con el duelo, en donde habría un sustento en la

fantasía, la cual permite tomar una distancia con el objeto perdido. La libido no se vuelca a la

realidad ni se retrae sobre el yo. “La fantasía inconsciente aporta objetos y metas pulsionales

a modo de cierto resarcimiento debido a la denegación aplicada por la realidad exterior”

(Landriel, 2016, p. 49). La retirada de la líbido hacia la fantasía permite conservar el vínculo

con el objeto perdido sin que este aplaste o ensombrezca al yo. “En el reducto en la fantasía

se puede elaborar activamente lo que de forma pasiva se ha perdido” (p.154). Es decir, la

fantasía permite mantener la distancia suficiente como para que el yo no sea aplastado por el

objeto y a su vez facilita la conservación del vínculo necesario para que pueda tener lugar el

trabajo de duelo, a partir del cual la libido encontrará el camino hacia un nuevo objeto de

amor.

En este sentido, Apolo (2014) expresa que, en el camino de desprendimiento libidinal

que sigue a la pérdida, el sujeto incorpora rasgos del objeto amado en el afán inconsciente de

retenerlo. Estas identificaciones obedecen al principio de realidad que anuncia la ausencia

definitiva del objeto, y serían el comienzo de la aceptación de la pérdida. (p. 50)

El trabajo de duelo permite “despojarse de aquellos rasgos del objeto que como

cadáveres, habitan y se erigen dentro del superviviente” (Landriel, 2016, p. 154). Así es

posible diferenciar la identificación al rasgo propia del duelo, de la narcisista, que se produce

en la melancolía.
Duelo patológico

Freud nunca se refirió de manera expresa a la noción de duelo patológico. En su escrito

de 1915, implícitamente hace mención a éste al afirmar que, si bien el duelo trae

desviaciones de la conducta no puede ser considerado como algo patológico…con el

tiempo…

De esto último podríamos inferir que sería patológico aquel estado de duelo en el que el

trabajo de elaboración se encuentre obstaculizado, quedando detenido en algún punto de su

desarrollo y por lo tanto, no permitiendo al sujeto atravesar el camino que conduce a su

conclusión. (REVEER)

Arslan (2005) sostiene que cualquier duelo que se detenga, por diversas razones

internas o externas, en cualquier punto se su desarrollo, se constituye en un duelo patológico.

Atravesar un duelo requiere de un trabajo de elaboración para el cual no todas las

personas disponen de los recursos necesarios para llevarlo a cabo. En muchas ocasiones el

proceso se estanca “en un síntoma o en alguna manifestación fenoménica, ocasionados por

una identificación con el objeto perdido” (Apolo, 2015, p. 52).

De ello se desprende que el síntoma es uno de los caminos posibles de la tramitación

del duelo, y por consiguiente es allí donde encontramos el carácter patológico del mismo.

Un ejemplo de esto lo encontramos en el caso Elizabeth von R, la joven que se presenta

ante Freud, en el tiempo del duelo por la muerte de su padre, padeciendo de dolores y

parestesias en las piernas, principalmente en el muslo derecho. Esta muchacha había tenido

un vínculo de mucho apego con su padre, un enfermo cardíaco crónico, y fue quién se puso a

su cargo los cuidados de éste, permaneciendo junto a su cama con extrema dedicación.
Elizabeth genera un síntoma conversivo causado por la viscosidad del vínculo libidinal

con el objeto. La persistencia de la investidura que no logra ser resignada, se manifiesta en

una inervación corporal focalizada en el muslo derecho, zona donde el padre apoyaba su

pierna hinchada al tiempo que ella le cambiaba los vendajes.

La identificación de Elizabeth que conduce a la formación de un síntoma, “nos muestra

como, en el interior del sobreviviente, subyace solitariamente una cripta de aquellos seres que

se han perdido” (Landriel, 2016, p.151)

A partir de las consideraciones expuestas anteriormente podríamos concluir que, si

bien la melancolía es una de las consecuencias resultantes de un duelo no elaborado, no todo

duelo no elaborado conduce a una melancolía. Tal como vimos, podemos hablar de duelos

patológicos que se presentan en las neurosis.


CAPÍTULO

El Dolor Psíquico

Nasio (2009) describe el dolor psíquico como dolor de separación de aquello a lo cual

estamos íntimamente vinculados. ( p. 22). Ante esta afirmación, el citado autor expone una

metapsicología del dolor a partir de la cual intenta explicar detalladamente los mecanismos de

formación del dolor psíquico. expone que, si bien su concepción es instantánea, el dolor implica

un proceso que comienza con una ruptura, seguida por la conmoción psíquica que ésta

desencadena. Frente a ésta última el yo intenta protegerse mediante una reacción defensiva. Así

podemos hablar de tres tiempos o etapas en la gestación del dolor psíquico: ruptura, conmoción

psíquica y reacción defensiva.

Es importante dejar en claro que partimos de la siguiente afirmación: “el dolor es un

afecto que refleja en la conciencia las variaciones extremas de la tensión inconsciente, que

escapan al principio de placer” (Nasio, 2012 p. 26) Poner algo sobre el principio de placer como

principio rector del aparato.

Nuestros sentimientos son la manifestación en la conciencia de las variaciones de

intensidad de las pulsiones. El dolor es expresión de una exaltación del movimiento pulsional,

ésta inconstancia de las pulsiones es percibida por el yo y conducida a la superficie de la

conciencia bajo la forma de un afecto, el dolor. De esta manera, el yo es capaz de captar las

variaciones de las pulsiones internas y traducirlas en emociones. Cuando estas alteraciones en la


intensidad de las pulsiones son mesuradas, se trasponen en la conciencia como sentimientos de

placer y displacer, cuando son excesivas se traducen en dolor.

“Es el afecto que resulta de de la ruptura brutal del lazo que nos vincula con el ser o la

cosa amada. Esta ruptura, violenta y súbita, suscita inmediatamente un sufrimiento interior

vivido como un arrancamiento del alma, como un grito mudo que emana de las entrañas” (Nasio,

2012, p 31). Ante esta afirmación, el citado autor expone una metapsicología del dolor en un

intento de explicar los mecanismos de formación del dolor psíquico (pag 23

Sobre narcisismo: Nasio () parafraseando a un analizante que se encontraba en un duelo

irresuelto consecuencia de la muerte de su madre, dice: “Algo de ella se encuentra

desesperadamente vivo en mi y algo de mi se encuentra desesperadamente muerto con ella” (p )


CAPITULO

El duelo Como Acto

Un agujero en lo Real

Para Lacan (1959/2003) la pérdida de un objeto amado produce un agujero en lo real que

desordena el universo simbólico, ocasionando una ruptura en la estructura subjetiva. En sus

palabras:

El agujero de esta pérdida, que provoca el duelo en el sujeto, ¿donde esta?

Está en lo real. Entra por ahí a una relación que es inversa de la que

promuevo ante ustedes bajo el nombre de Verwerfung.

Así como lo que es rechazado de lo simbólico, reaparece en lo real, así

también el agujero de la pérdida en lo real moviliza al significante (Lacan,

1959/1994, p.99). Hamlet un caso clinico

En los primeros capítulos de este trabajo, al hacer referencia a la etimología de la palabra

duelo, la asociamos al dolor o aflicción, como así también al desafío que implica llevar adelante

el trabajo de duelo, este desafío desde una perspectiva lacaniana, sería concebido como un reto

a la estructura subjetiva, a fin de recomponer su universo simbólico luego de la sacudida

provocada por ese agujero en lo real producto de la pérdida.

Si bien el duelo conlleva un dolor y un vacío muchas veces intolerable y desgarrador, se

nos presenta a su vez, como una oportunidad para enfrentarnos con la pérdida que nos
constituyó como sujetos, ofreciéndonos la posibilidad de reposicionarnos frente a ella y

consecuentemente, frente a nuestro propio deseo. Pero para ello es menester que el duelo pueda

ser realizado y es esa su función.

¿Cual es aquella pérdida que nos funda como sujetos deseantes? Nos referimos a la

castración; para que el niño advenga un sujeto deseante es preciso que atraviese por la

castración. Lacan (1959/ ) afirma que el duelo es condición para la constitución del objeto de

deseo. Apolo (2014) agrega que esto será lo mismo que decir que tiene que ver con la

castración, con que algo debe perderse para poder ser recuperado por otra vía. Por eso siempre

que se habla de castración se habla del orden de un duelo que debe ser realizado. (p.66)

Este autor equipara la función del duelo a la función del padre, en tanto que el duelo

posibilita, vía la castración, “reinscribir la pérdida como falta, propiciando el acceso del sujeto a

una posición deseante”. (p. 66)

La Función del Padre- La Metáfora Paterna

Para Lacan (1958/ ) no se puede hablar de Edipo si no hay padre; “inversamente, hablar

de Edipo es introducir como esencial la función del padre” (p.170) las formaciones del Icc

Asimismo, destaca la importancia de no confundir la función paterna con la mera

presencia del padre, como tampoco con su aspecto negativo, es decir, la ausencia, carencia o

cualquier otra forma de “inconsistencia” paterna. La función del padre es una función simbólica

y como tal puede dar lugar a una operación metafórica.

En el complejo de Edipo, el padre no es un objeto real, aunque deba intervenir como

objeto real para dar cuerpo a la castración. Pero entonces, si no es un objeto real ¿Qué es? (p.

178) El padre es el padre simbólico, más precisamente, una metáfora, o sea, un significante que

viene en lugar de otro significante. (p. 179) las formaciones


Como vemos, es fundamental diferenciar al padre real, el padre de carne y hueso, aquel

que encarna la función paterna, del padre simbólico, que es aquel que se encuentra instalado en

la cultura y que ya fuera descripto por Freud (1913) como el padre muerto de la horda primitiva

que sostiene la ley, asegurando el orden cultural.

En tal sentido, el padre para el psicoanálisis es un significante y su función es que este

significante, “El Nombre del Padre” opere vía la Metáfora Paterna.

En otras palabras, la Metáfora Paterna es la operación a través de la cual tiene lugar la

inscripción del significante del Nombre del Padre. Esta operación consiste en la sustitución de

dicho significante por otro significante: el deseo de la madre, que hasta aquí era un enigma,

otorgándole a este último una significación (Lacan, 1957) una cuestión preliminar

El deseo de la madre es una incógnita para el niño que, a partir de la sustitución de

significantes, va a adquirir un significado: el deseo de la madre es deseo de falo. Así lo expresa

Lacan:

¿Cuál es el significado? ¿Que es lo que quiere, esa? Me encantaría ser yo lo que

quiere, pero está claro que no solo me quiere a mí. Le da vueltas a alguna otra

cosa. A lo que le da vueltas es a la x, el significado. Y el significado de las idas y

venidas de la madre es el falo. (1958/ p.179) las formaciones

Para una mayor comprensión del Edipo y de la manera en que opera la metáfora paterna,

Lacan (1958) considera tres tiempos:

Primer Tiempo. El niño busca poder satisfacer el deseo de su madre. Se identifica con lo

que el supone que es el objeto del deseo materno


. “Tratará de ser (…) el objeto satisfactorio para la madre (…) Para gustarle a la madre (…) basta

y es suficiente con ser su falo. (p.198). En este primer tiempo el deseo del niño se encuentra

completamente sujeto al deseo de la madre.

Aquí la metáfora paterna actúa de por sí, a través de la madre, en tanto ésta ya se

encuentra atravesada por la ley. En el interjuego presencia ausencia el niño advierte que la madre

desea algo más allá de él y es ese el motivo de su ausencia. Este deseo de la madre es el falo y es

con lo que el niño se identifica. El deseo del niño se hace deseo del deseo de la madre.

Segundo Tiempo. Inicia con la intrusión del padre en la relación madre- hijo, que es

vivenciada por el niño como una prohibición


Lacan va a tomar como vehículo para abordar las nociones relacionadas con el duelo, la

obra de Shakespeare, Hamlet, a la que va a denominar “la tragedia del deseo” y en la que “de una

punta a otra no se habla más que de duelo (1959/1994, p.102)

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