Anda di halaman 1dari 209

b ib l i o t e c a de l o s c o n f i n e s

VIRILI0
La inseguridad del t e r r i t o r i o
La in s eg u rid a d d e l te r r ito r io , Paul Virilio
S obre este lilh o

Traducción de L ín séa irité úa t.enitoiie, Poris, Editions Galilce,


t993: T ü ierry Jean-Kric Ip licjian y Jorge M anuel Casas.

1.a primera edición cío este libra es de Paris, Edllions Stock,


1976.

Esle es el cuarto líiulo de la colección b ib lio t e c a d e lo s c o n ­


fin e s .

La presen le edición fue corregida por Eduardo Oscar Bisso y


compuesta ea Cutral Co. Sobre uno maqueta de Vanesa Indij.

Se utilizaron tipografías Slimbach para el texlo, Or a t d r para


los lítalos, L u c id a para biblioteca de los confines y S ton e paro la
marca.

C íí oui¡coge, pubi.ié dans le axdre di:. í'rttfrümnu! d 'A id e h la


Pübhr.azivn Victoria Ocampo, beneficie du suuiien <hi M inistérc des
Affaires Etm.n&éres et dn sem ee Culi arel de l'Atiibassade de Frajice
en Argcniine.
Esta obra, publicada en el marco del Programa de Ayuda a la
publicación Victoria O campo, cuerna con el apoyo del Ministerio de
Relaciones Exteriores de Francia y del servicio cultural de la Emba­
jada de Francia en la Argentina.

Esla publicación e.s responsabilidad de La m a rca , cuyo oficina


esta situado en Ja colle Virrey Olaguer y l'eliu 3059, departomento 2,
(C142GECE), de la ciudad de Buenos Aires; el fax es (54-11) 4 383-
5152 y el correa electrónico, eduora^raarca.satlink.nel.

Tanto el inLerior com o los lapas hieron impresos en los talleres


gráficos de CEA de la calle Santa Magdalena 635, de la ciudad de
Buenos Aires, en el mes de octubre de 1990.

Queda hecho e! depósiio que establece la ley II .725

Todos los derechos quedan reservados.

lSBN95tí-889;033-9 Impreso en la Argentina

© la marca
NDICE

Prólogo. Urbano, dem asiado urbano

P r j m c r a p a k i >;

H l ESTADO SOlClDA

L7
1. l£l Es Lado suicida

37
2. M oralidad del fin

51
3. La m ovida

69
4. El liloral vertical

81
l a escalíKiíi de Moscú

S iw in o a P a r te

E j. KVANCKfiQ N[ICL£:\R

85
5. E) evangelio nuclear

IOS
6. Una sociedad p arad vil

121
7. L a política de la ptozn

M area negra
T erctka P afth
Ta ID E O I O C JA S A N IT A R IA

137
3. L a ideología sanitaria

14-5
9. Habitar lo inhábil nal

153
Algunos ejem plos

155
Una ciudad sobreexpuesta

159
10. L a delación masiva

1S3
Vehicular

207
Postfacio

20 ?
Del lím ite extrem o a lo extrema proxim idad

Motas
P r o lo g o

U rbano, d e m a s ia d o u rb a n o

Recuerdo ese balcón en N a riles, sobre la calle Saint-Jacques,


n ru chim enea de fábrica sobresalía detrás de Ja fachada, en­
frente. A lin ea d o con su h u m o, yo navegaba co m o un capitán ai
tim ón... En esa ép oca, tod o ven ía o se iba del h orizon te b acía eJ
h orizon te: los refu giados del N orte q u e pasaban el T.oirc hacia
la zo n a lib re (é x o d o ), Jos invasores surgiendo en colum na ar­
mada, un m ediodía, después de la huida de los ingleses hacía
Saini-Nazaire. Esas largas tilas de veh ícu los abaudonados sqbre
Jas rutas, va d o s.
Esc a v ió n prem on itorio, abatido, y q u e una larga hilera de
Hurones iba a contem plar com o si vin iera tle otro m u n do. Co­
m enzaba otra época, la de uu cíe lo usado, practicado, en con ­
quista.., Toda esa gente que minaba eu el aire, abandonando sus
trabajos apenas el ruido fuerte y lejan o de un aparalo se hacia
escuchar, otro mundo.
FI espectáculo aéreo, loa ju egos de persecución de Jos cazas,
el v u e lo en picada vertical de u r Stuka aúllan i lo para espantar
el su elo co m o en una guerra prim itiva se lleva un signo hórrido,
e l c ie lo p rim itiv o de la segunda guerra. L is m isteriosas alertas
nocturnas en las que uada sucedía, excepto e l apagón y e l des­
liza m ien to iu rtivo de los habitantes de la ciudad hacia los pa­
tios y los refugios. El g o z o de lo inhabitual... Todo se m o vía , se
intercam biaba, se tm eaba: Jos uniform es, los bienes, las cosas,
Jas lenguas, ir y venir, hueu día, adiós, de a q u í para allá, del
uno al otro, m oviliza d os.

Recuerdo, sobre ese balcón eu las proxim idades di^ los puen-
lea del Loire, a un com pañero Mamándome desde la vereda de
eu íreu ie, y yo respondiéndole, tratando de im agiuar la visión
qu e é l tenía en ese m om ento... Juegos d el espíritu y del espacio.
de tas din )elision es de abajo hacia arriba, d e aqu í a allá, trans­
parencia y ubicuidad, m o vim ien to, e l p o rven ir y el adven ir p re­
sentes desde ahora. F1 con flicto de una guerra, efectivam ente
m undial entre cielo y .sucio, extenuados y afrontados p o r v e z
prim era.
La transparencia torna cuerpo en esas idas y venidas, esos
estallidos, esas nubes artificiales, ese inm enso h u m o n egro, in ­
m ó vil, suspendido encim a d e la cuidad después del bom bardeo.
Ese pañuelo rojo qu e descendía espiTalándose lentam ente, e.sa
m iríada de tinas cintas plateadas cjue llo v ía n y qu e nosotros
persegu íam os co m o si fueran regalos de otr.i parte. I jos pan fle­
tos, esas noticias del otro m undo.
N o se ha visto su ficientem ente el a dven im ien to del arriba, la
saturación d e l espacio en d etrim en to del debajo, fascinados,
com o lo estam os desde siem pre, p o r ei adentro y el afuera.
Nuestra vida cotidiana, h orizon ta l y bidim ensional. La lo n ­
gitud, la perspectiva sobre la línea del horizonte, e l aplastamiento
qu e eu a delante sería sensible y que iba a dar vuelta, pon ién do­
las patas arriba, las ideas, los usos, los m edios y los hom bres.
Las ciudades no fueron destruidas ni p o r casualidad ni por
crueldad; a las consideraciones estratégicas de la ofen siva aérea
se agregaba im plícitam en te e l h ech o d e tpie las ciudades siem ­
pre habían puntuado la conquista de la tierra; desd e la más
pequeña hasta la capital, todas eran puertos d e un n u evo lito-
m i; el litoral vertical. Punto de caída de la extensión espacial, el
in fin ito com enzaba a ras de Jos techos.
Este v u e lc o gigantesco del m on do no nos alertó lo su ficien ­
te, desde en ton ces som os ob ra d os, sin sa b erlo, y v iv im o s
fláccidam ente adosados al piso, estam os atravesados, trop eza ­
mos sin cesar y sin saberlo. F.1 avión q u e nos sobrevuela nos
corta el cam in o. Titu b eam os com o el h o m ín id o en corvad o,
prim ates, nuestros objetos y nuestras construcciones ya son
in u tilizables, inhabitables; la profundidad del ciclo n os da vér­
tigo , pero ni siquiera sabem os lo qu e este sign ifica, aunque c o ­
nocem os el tem or y el atractivo de las lejanías, la agorafobia
responsable de las conquistas del Im p erio y la claustrofobia que
aún nos sirve para reprim ir a nuestros en em igos, para secues­
trar a nuestros am igos. El v é rtig o y la libertad mi son sinóni­
mos. Los techos nos preservan... a nadie se le ocu rrió q u e nos
lim it a n m á s e fic a z m e n t e q u e la s p a re d e s . C u a n d o nos
desplazam os en la calle o en e l cam po, nuestro andar resulta
com parable a ana natación. Contem plam os el ion d o, acostados,
n os esc.ip.im os en el dorm ir donde nuestros sueños repiten la
geom etría de nuestras v igilia s y cuando caem os bruscamente
nos reencontram os parados, despiertos, de cara al horizonte.
EJ h om ín id o , sobre sus cuatro patas, ya no contem plaba más
sus pies: miraba hacia adelante; al enderezarse, sólo svi cuerpo
se ha desplazado h a d a la práctica m anual. Todavía falta en de­
r e z a r la c a b e z a , d e ja r d e c o n s id e r a r n u estras m a n o s y,
narcisfstica m ente, sus obras, para ver la exten sión profunda del
espacio .sin h orizo n te, con e l tiem po com o últim o h ito. l o dura­
ción extendida arriba de nuestras cabezas, de nuestros techos,
ya es un cam po de acción, un cam po desconocido p ero que
debem os practicar si qu erem os v o lv e r a em p eza r otra vez...

El h orizon te de la apropiación regional o nacional enm asca­


ra el d e la duración y el d e la extensión. La línea del h orizon te
es la prim era frontera de la especie, la peor. La línea a zn l'd e los
Vosgos, su línea de mira. “ M i p orven ir es el país que está delan­
ce de rn\v, escribía A p ollin aire en los poem as de la Prim era Gue­
rra M undial.
La articulación de nuestras relaciones está fundada sobre
este aplastam iento, sobre eslea p isa m íen to bajo el p eso del c ielo
que nos con striñ e a hu ir por la h orizon tal; todos nuestros con­
flictos pasados p rovien en de Ja chatura de Ja arena m undial, y
e l "L e b e n s m n m ” na/.i n o era m ás que e l últim o avatar de este
arcaísm o geográ fico, H itler ya lo reconocía, cuando confesaba
p oco antes del fin de la guerra: “ ¿Por qué n o m e atreví a creer en
Ja conquista del espacio?... Sí hubiésem os tenido nuestros cob e­
ces desde 1939 no hubiese habido gu erra...” En efecto, ésta bu*
biera sido in ú til.
Ya hem os visto Ja continuación de todo esto, la carrera hacia
e l im perialism o sideral entre soviéticos y norteam ericanos re­
conciliados por la aventura tecnológica. Pero ¿ha habido algún
cam bio sensible? Para el usuario nada o casi nada... casi todo
para el dom inador. A m a ñ o la altura del torreón señalaba la ex ­
tensión de las posesiones señoriales, actualm ente la alcura d é lo s
m iradores satelizados señala la del im perialism o planetario, y la
ciu d ad p rosigu e su ascenso, sin fin alguno... N os pasan por enci­
m a, pero nosotros ya no vam os a ninguna parce. Sedimentarias,
nuestras sociedades cubren y recubren lo qu e las precede. Re­
sentim os cada v e z m ás el encierro dentro de las fronteras h ori­
zontales de la especie, se habla de ciencia del hábitat, de ecología;
se trataría, se dice, de conservar e l equ ilib rio de los elem entos...
pero ¿cuál es e l lu gar de la duración y de la extensión en esta
ciencia nueva? El recon ocim ien to d e los lím ites tlel hábitat nos
constriñe a plantear p rim ero la problem ática involucrada en la
relación de aqu í a allá, del uno al otro; cn pocos palabras, ¿qué
orientación vam os a elegir? ¿Qué m odo de duro ción.,. que exten­
sión? ¿Tendremos la libertad de reorientarnos?--
Lo segunda guerra íu c m i m adre, y m í padre Lo extrem idad
de los situaciones vivid o s m e instruyó; no se trata de com p la­
cientes violen cias -c o m o esa cabc7a cortada en e l badén dom le
los cam iones de m uertos y de h eridos rem ontabon la calle (m i
ca lle) hacia el hospital Saint-Jacques, después de la destrucción
del H ótel-D ieu -, sino de una v is ió n del m undo, inalterable. la
segunda guerra es un reser vo ri o de sentidos indispensable para
e l con ocim ien to de la segunda p a z, nuestra paz.
F.i advenim iento del cielo en la historia, la altura, ahora usual,
el arriba, presente y om nipresente a partir del añ o 40. Los b om ­
bardeos estratégicos son indispensables para el análisis del fe ­
n óm en o urbano. N o se trata a q u í de un gusto m nrbidn p o r el
cataclism o, sino de lo cruel necesidad d e considerar clínicam ente
la ogonía de los ciudades para entrever la construcción futura,
la vida nueva. Ciudades, espejos, agonías, ju ego especular íle la
descstructuración-construcción d é la vida m ortal y d é lo m uerte
viviente.

Recuerdo el m es de septiem bre de 1943. Había id o eso mis*


m o mañana o la calle del Calvaire, a esa calle horm igu eante de
vid a, a esos n egocios colm ados de objetos, de juguetes... al an o­
checer, todo había desaparecido; sutilizado por el acontecim iento,
el acontecixnicnto sobre el acontecim iento, la guerra sobre la
p a z d é la cotidianidad; la gran calle de una ciudad, a centenares
de kilóm etros d e todos los iren tcs -^activa por los usos más di­
versos, p o r los intercam bios y las com plicidades, p o r el cielo
sobre las aceras y lo s reflejo s en la s vitrin as- se hobía con verti­
d o en Verdún. Intem pestivam ente, todo se habió desplazodo,
desoparecieron los inm uebles, las perspectivas, los alineam ientos
de las lachados se vo la tilizoron ... e l rie lo , lo transparencia y la
som b ra de las ru in a s en m e d io del a m o n to n a m ie n to d e
p ed regu llo y grava.
Lo qu e m e instru yó no es e l horror d e los am u lados en vida
dentro de los sótanos, asfixiados por e l estallido de los to n d n e­
tos de gas o ahogados al reventar las cañerías de agua (desde
entonces., cuando las alertas, yo sim plem en te m e negaba a ba­
ja r a los refugios, prefiriendo palios y jardines, prefirien do arries­
garm e al im pacto de los estallidos qu e al encierro de los escom ­
bros). Lo qn e m e instruyó fu e esta repentina transparencia, este
cam bio d e l e s p a d o urbano que se podía observar a sim ple v is ­
ta, esta m o til ¡dad de lo inanim ado, del inm ueble.
P o r cierto, la situación d e los c i ladinos franceses era sor­
prendente, e l en em igo cohabitaba a q u í abajo, en la pacííica
cotidianidad, aun cuando a vcccs sus excesos puntuaban la vida
ordin aria; a llí estaba é l, a nuestro lado, b a n a ü za d o p o r los años
d e ocu pación, m ientras que los A liados, los nuestros, derram a­
ban sns bom bas sobre la ciudad. Paradójicam ente, sin em bar­
go, era im p osib le reprobar a aqu ellos qu e desde lo alto del rie lo
aplastaban la tranquila seguridad de las costum bres cotidianas.
F.l horror m ás grande, los crím enes más espantosos, la in ocen ­
cia de las victim as, el fatal arrasam iento de las siluetas urbanas,
todo esto parecía aceptable, cuando no am istoso.„
Extraña realidad en q u e la m u erie m ism a no pu ede ser re­
probada a causa d e la existencia del con flicto id eológico. Desde
entonces ya no hacía falta m u ch o tiem p o para pasar de esta
prim era paradoja a la siguiente: la brutal desaparición del d eco ­
rado urbano tam bién era un hecho aceptable, un exttañam icnto
necesario, una huida hacia adelante, a lo su m o una in form a­
ción, co m o esos panfletos qu e llovían sobre nosotras.
Pero no h ay qu e o lvid a r la infancia del testigo qu e actuaba
en la escena de esta realidad funesta y coleccionaba Lis ruinas
del cielo: estallidos de bombas, de m orteros, aletas del arm a­
m ento d e los proyectiles aliados, panfletos, desechos de apara­
tos abatidos, co m o otras lautas reliquias de un otro inundo, e)
m undo aliado del qu e todos estábam os ex ilia d os en esla psendo*
cotidianidad de la ocupación alem ana. Provisorias, tanto la rea­
lidad co m o la libertad, provisoria la ciudad qu e un instante trá­
gico deroga. Lo im portante, lo durable, vie n e de otra parte, p o r
lo alto; el C íelo, e l espacio, son doblem ente el lugar de la tras­
cendencia y de la superación. M irar los puntos brillantes d e los
aviones eu el azu l d e l cielo, escuchar e l sordo ru gid o de las
escuadras de fortalezas voladoras, eso es estar eu otra parte,
con los nuestros,, exiliados cn e l suelo, la hora de la ascensión
aún no llega.
Los trazos de condensación de los cuatrim otores nos pare­
cen signos de un lenguaje. Seguro, hay que protegerse, si es
posible hay que escaparse de la mu en e, pero el cic lo tiene ra­
z ó n ; si m orim os es p o r error, los bom la rd eros q u e navegan tan
al Lo no desean más qu e la destrucción de la instalación del de-
corado, los'equipam ientos, desean v o lv e r nuestro hábitat trans-
párente, es decir, sem ejante al espacio d e su vu elo.
"J ericó", la operación am i-presidio, es la llave d e codos los
bom bardeos eu zon a ocupada. Som os prisioneros n o sólo de las
fu erzas d e ocu pación sin o tam bién d e las paredes de nuestras
ciudades, son nuestras propias construcciones las que sirven
para secuestrarnos de una zon a a otra. A p artir de entonces, no
hacía falta m u ch o tiem po para deducir que la lib eración seria
tam bién la a b o lic ió n de la ciudad, íle esta ciudad tramposa que
podía volverse tan fácilm ente contra su población. Para muchos
jóvenes, a pesar de cierto sentim iento ccágico, la ruina de las
ciudades no era tan grave com o podría suponerse; los am igos,
los Aliados, nos habían m utodo cn otros tanto N eron es contem ­
plando e l in cen d io de Roma.
Todo se m u eve con la ap arición del cie lo en la historia, eu
e l sig lo xx. Nue.sim patria es el m o v im ie n to , pero ¿cuidado! no
fo rzo s a m e n te e l d esp la za m ien to, in clu so h a y un debate qu e
se anuncia en tre estos térm inos c on la cu estión de las p e g o ­
nas desplazadas, con la deportación . El éx o d o es diferen te del
d esplazam ien to ob liga torio, esta diferencia es esen cial a la com ­
prensión del m o v im ie n to qu e se in icia a q u í. L o h em o s visto, el
sen tid o del m e d io am b ien te es lo prim ero en desplazarse con
respecto al cen ii. Tam bién la im p osib ilid a d declarada de poder
reprob ar totalm ente la destrucción del m ed io es lo qu e v a lo r i­
za e l sencido del acon tecim ien to: el hecho m ism o de qne los
en e m ig o s coh ab iten aqu í a b a jo devalúa sim étricam en te esta
locación eu b e n e fic io del m as-allá, en b e n e fic io del más-arriba
A lia d o . Tal co m o e l m ar hasta ayer descon ocid o d evien e el e le ­
m en to a lia d o del n a vegan te, e l espacio, e l cic lo hasta ayer
im p ía eticado, se c o n v ie n e en e l m edio del hom bre. La terraza
y e l techo se transform an en otros tantos diqu es desd e los
cuales con tem p lam os lo q u e v ien e y se vo. U>s citad in os son
repen tin am en te sem ejan tes a la fa m ilia del p e s a d o r , en esp e­
ra de lo q u e Jlego o d e lo q u e v u e lv e desd e lo alto.

Recuerdo otro ju e g o que consistía en pegarse con tro la fa­


chado de un inm ueble, con los ojos en a lto, a m irar fijam en te el
d esliza m ien to de los nubes. Esto daba de iu medid (o lo sensa­
ción d e que Jo íochodo ogujereada de ventanas osciloba. Yo p ro ­
seg u ía la e x p e rie n c ia h osto e) v é r tig o . La v e rtic a líd o d se
desm aten atizaba lentam ente: e lla , qu e no dom inaba más que
en Jos con fin es del paisaje, parecía corta para nuestras m iradas
paralelas; perpendiculares a este su elo que ya casi n o m irába­
m os más. la eleva ción perdía su sentido, la altitud ya no conta­
ba de verdad. Las paredes nos lim itaban, nos oplostaban literal­
m ente: es la alturo d e los ed ificios la que, en el derrum be, sepul­
taba a los habitantes.
L i inestabilidad de esta orientación vertical no nos parecí^
com pensada p o r ninguna ventaja: uno podía quem arse vivo^Jlá,
en lo alto, sin pod er salvarse. Los altillos se llenobon desarena
para evitar que los productos incendiarios hicieran corrcr e l niego
de arribo o abajo del e d ificio . Habitábam os un castillo de nai­
pes, la ciudad se habLi vuelto m ótíistable \ sus inm uebles, qu e
ayer nom ás m anifestaban el d o m in io y el orgullo burgués, se
habían íra giliza d o al extrem o, y estib am os en la calle un poco
com o aquellos m arineros del paso do, qu e frecuentando con sus
hotes las naves tle varios puentes, tem ían todo e l tiem po que
éstas zozobraran sobre ellos.
Zozobrar, esta palabra restituye la situación exacta. l3o r cier­
to, había una locom otora, no lejos del depósito de Pont-Kousscau,
instalada arriba de un hangor, un plátano entero sobre el techo
de un in m u eb le de seis pisos... surrealism o.
Un rieln<%r;rtf'X7K;rLíír;¿2, y esto n o terminaba nunca, aun cuan­
do la paz hubiera vuelto, incluso si e l consenso social se restable­
cía, incluso si la rastrera cotidianidad recobraba sus derechos, la
pacificación n o había hecho más qne enmascarar, com o siempre,
una situación nueva, y la reconstrucción de los ciudades de Euro­
pa no iba a ser más q u e una repetición, una redundancia urt>a-
nísiica, una negación del h e d ió espacio! oporecido en e l curso de
la segunda guerra (se cosecha lo que se siem bro), sólo los ejérci-
los, una v e z más, se beneficiarían del ocontecim iento.
Este océano aéreo Conde se encrespaban las nubes se con-
vertía insensiblem ente en e l ú ltim a elem ento natural d e las ciu­
dades, después d e la desaparición d é lo vegeta) y de la rareza de
lo anim al. Pero’ el perfil del litoral urbano sc destacaba ahora
sobre un elem en to atm osférico d evu elto a su vacuidad inicial.
£ra la ilu sión de tas ciudades resucitadas, cadáveres de pie, sím ­
b o lo s de la pseudo-suciedad qu e las había recrigido.
A lgu n os quisieron reconstruir las ciudades en otra parte, al
lado d e .sus an tigu os em plazam ien tos (p o r ejem p lo C aen); íue
inútil. Volatilizadas p o r un m om ento. Jas ciudades, com o la p e­
lícu la de un derrum be proyectada al revés, v o lviero n a caer en
su lugar, en el m ism o lugar.,. Sim plificadas pero análogas, en
sus volúm enes, m ás Jisos, m ás altos, y la transparencia, re c o ­
brada p o r un instante, desapareció d e nuevo.
El c ie lo arriba de los techos, el e s p a d o azu l cam biando al
ritm o de las estaciones y d é lo s días ahora reem plazaba e l espa­
cio verde ausente. Kn adelante viviría m o s al borde de la atm ós­
fera, literalm ente en e l lím ite del m undo, e r eq u ilib rio sobre la
vertical del vacío...
Y m ientras cada u r o retornaba a sus ocu p ad on es acostum ­
bradas, vuelos estratégicos y lineas aereas se desarrollaron si­
m ultáneam ente com o si e l “ C om ando Estratégico A é re o ", la
Panam , A ir France o A ero flo t no constituyeran m ás que una
sola y mism a com pañía destinada a colon iza r el n u evo territo­
rio , a saturarlo de balizas y de corredores inm ateriales.
La creación del puente aéreo en ocasión del b lo q u eo de Ber­
lín v in o a recordar p or un instante el carácter aeroportuario de
cada ciudad, lu ego, d e nuevo, e l d é lo fue d evalu ado, d cscalifi'
cado p o r los inicios de la carrera hacia c) e sp a d o , com o si las
conquistas siderales hubieran realizad o un corte, com o si nn
m isterioso (echo lim itase e l valor d el espacio (un n ivel, un piso
más, siem pre más a lto ...). De hecho, eran los térm inos de alti­
tud y de a p o g eo los q u e perdían su sentido, para ya no designar
nías que la adqu isición d e un ú ltim o m o vim ien to hacia el vacío,
hada la ausencia universal.
Recuerdo, por otra parte, ese crepúsculo en que, m irando al
sol declinar sobre el h orizon te, m e esforzaba p o r o lv id a r el m o­
vim ien to aparente, para v e r elevarse e l con torn o d e la tierra,
co m o una cresta en e l cénit.
P rimera parte

l E stado suicida
"D ebem os recon ocer que la sociedad industrial avanzada no
deja de ser más r ía i, más vasta y más agradable p o r el solo
hecho íle m antener el p eligro (a tó m ic o ). La econ om ía adaptada
a l a s exigen cias m ilitares hace la vida más tico/tweiada para un
Ktímant situnpra cnüw nitt de personas, y extien de el d om in io del
hom bre sobre la naturaleza". En 1064, Ile rb e rl Alaren s e J c o ­
m ie n za su ambigua, crítica del sistem a c o tí este preám bulo: el1
estado de prosperidad, la seguridad Interior y personal, crecen
al m ism o tiem p o cjne la seguridad exterior y general. Es la tesis
sostenida al m isino tiem po por los m ilitares del cam po occid en ­
tal: el vicealm iran te Friedrich R u g e 4 nos habla tam bién de este
co n ío rt y de esta prosperidad qu e están asegurados más allá de
Ja seguridad en sí m ism a, alcanzada a través de la neutraliza­
ción sienij^re posible del “otro ”.
M en os de d ie z años después, libros com o el de R obín Clar-
Jke, Ld íecHOcracifl de (a guerra, nos señalaban una situación
bien diferente: sí nos atenem os a la in form ación estadística, ia
in tegrid ad de las personas y su prosperidad decrecen en la m is­
ma m edida en que, justam ente, seguridades interiores y exte­
riores tienden a confundirse. Tales libros nos p roporcionan una
interesante in form ación sobre esta nueva manera qu e tienen
los m ili Lares de in vadir territorios, sobre las dim ensiones sin
precedentes de trabajos efectuados por e l ejercito o b a jo su con ­
trol -n o to ria m en te cn eJ cam po de las ciencias hu m an as-, so­
bre el m odo cn que se tom an a cargo en un ám bito com ún p ro ­
blem as tan diversos com o la superpoblación, la ham bruna, la
guerra nuclear, la conquista del espacio, la contam inación, etc.;
en fin, sobre e l desarrollo, cn la p az, “ de ese criterio d ecisivo
del carácter crim inal de la tecnocracia: la medida en qu e afir*
m a, cn n om bre del progreso y de la razón, qu e lo im pensable
pu ede vo lverse p e n w h le y lo in tolerable, tolerable'* (Th eod or
R o s z a k ].
¿Qué pensar del carácter q u e podría tom ar esta tecnocracia
si, para co lm o , ya no pretende .ser guiada desde adentro por Ja
razón y el progreso, sino por e l no-progreso y ¿l temor? Esto es lo
qu e está pasando. En eso con si me, en Gran Bretaña, e l “ plan de
su pervivencia a nt i-progreso” (son conocidas, al respecto, Lis
declaraciones del duque de E dim b u rgo); en los Estados Unidos,
la cam paña de “ d esam ericaitizacíón w; en todos los países desa­
rrollados, una avalancha de escándalos, de m anifestaciones, de
expedientes, de inform aciones qu e apuntan a renovar e l com ­
p rom iso ciego de la o p in ión con los criterios de una nueva nor­
m alización ¡esta v e z fundada sobre la repulsión y e l tem or de
lo d o desarrollo en el d om in io civ il!
El “ en e m ig o in terior’', quinta colu m na o m in isierio del M ie ­
d o -e s a adm inistración subterránea que, durante e l B litz, con ­
jugaba sus propios esfuerzos con aqu ellos más espectaculares
q u e realizaban los bom barderos n a z is - contribuía -gracias a la
acción d e sus "fu n cion a rios", distribuidos en e l seno de las po­
b la c io n e s - a hacer íle la guerra iot.il una empresa íle desm orali­
zación , lle v a n d o a su p a roxism o esta gran dinám ica in terior de
las sociedades): e l ten or
l a m ultiplicación de obras corno la de Clarkc nos o frece in ­
directam ente una inform ación im pórtam e: la adm inistración del
m iriLo ha rctom /ulo el servid o a ctivo m arcando un umbral para
las sociedades occidentales, e l íin a l de una alternativa, vieja de
m uchos siglos, entre p az y guerra; el pasaje del estado de gu e­
rra toral a un estado nuevo y desconocido: Ja “ p a z to ta ls".

“Fue sobre el m ar qu e la guerra revistió m uy pronto un ca­


rácter total, escribía Fricdricli Ruge, ya q u e aqu el que extiende
su d om in io sobre el m ar ¿gnori? tas coatirige/icias, los obsrár.ti-
los... M ar indestructible qu e n o necesiia de cuidados, en el que
lodos lo s espacios se bailan naturalm ente liga d os entre sí." l a
estrategia aérea aliada iba a retom ar estos térm inos, en o iro e le ­
m en to. Cuando satura el espacio alem án las veinticuatro lloras
del día con sus bom bardeos, el general Harris espera alcan zar
tam bién él un ‘‘efecto p s ic o ló g ic o '’ sobre e l conjunto d e las po­
blaciones tratadas, y e llo “ sin ninguna lim ita ción en el em pleo
de los m edios técnicos”
A la guerra de m e d io s 6 sucede la guerra hecha al medir)
-n atu raleza, sociedad. A través de su hábitat, atm ósfera, ¿lora,
fauna, ele., e 1 h om bre es herido de m uerte desde las planicies
de Cham paña <1 d e Flan des, barridas por el vien to d e Yperita,
hasta lo.s bosques d esfogad os de Vietnam . Eu Europa, la guerra
tradicional era presentalla com o ana p olítica a m tiw io J a por orros
inedias, p orqu e era e l últim o argum ento de un sistema de inter­
cam bios y se apoyaba sobre la u tilización de nn hábitat común.
Hecha a distancia, la guerra rotal produce una situación exacta­
m ente inversa. “ D erivando las leyes directam ente del carácter
del elem en to eu cu estión ” , el u niverso p rivad o d e las d im en sio­
nes de la guerra total se inspira am p liam en te en la táctica Ubre
de obstáculos y de contingencias, propia de la guerra sobre el
mar; la geo m etría rudim entaria del Carper-bombmg, reducida a
una codificación instrum ental lim itada, vien e a sustituir, por
e jem p lo , la vieja carca de Estado Mayor.
Desde el final del siglo xvj], e l fleet iti being, fórm ula imagi-,
nada p o r e l alm irante H erliert, había m arcado el pasaje del $er
al m í e en el e jercicio de la coacción sobre e l adversario. Es'el fin
del “aparato n aval" y d e la guerra de proxim idad» y el n u m en ) y
la potencia de los navios de linca pasan a segundo plan o: lo que
resulta esen cial es la manera en que saben adm inistrar su pre­
sencia o su ausencia en el elem en to m arino. La meta p ersegu í’
da tiene carácter psicológico: crear un estado perm anente tle
inseguridad en e l conjunto del espacio tratado.
l a táctica del fla et in being, su plan ificación , se adhiere a la
del m ercan tilism o europeo: rutas m arítim as, itinerarios trian­
gu lares o circulares pero, incluso más: canales econ óm icos au­
tón om os arrojados fuera de todo espacio cotidiano... “ Guerra,
com ercio y piratería, las tres en una, inseparables" (-Fausto. 11),
las tres com o una acción de la misma naturaleza.
l a p la n ifica ció n de las v ía s m ercan tiles pasará con toda
naturalidad riel n ih ilism o p ropio del m e d io am b ien te m a lin o a
la n eu tra liza ción p erm an en te d e lo s m ed io s co lo n iza d o s. Las
estructuras de explotación (rutas, u rbanizaciones, vías férreas,
etc.) serán construidas según un m ism o m od elo y estarán acom ­
pañadas p o r la destrucción ob ligatoria de las con tin gen cias,
de los obstáculos: la ruina del hábitat precede la elim in a ción
del ab origen ; la su balim entación transform a grandes pu eblos
en tribus dispersas y m iserables, y de este m o d o se su prim e la
hipótesis p o lítica , el in tercam b io costum brista o in siitacion .it.
Sin em bargo, di'bido a (jae tod o Estado costero es vecin o di­
recto de todos los Estados q u e puede alca n za r y en ra zón cU‘ que
m anifiesta siem pre nn interés par tic a la r ¡por la o rilla de en fren ­
te, los Aliados u tilizarán n orm alm en te esie tipo de estrategia
indirecta en E im ipa, y nú política de bloqu eo apuntará, desde
1914, «i ob jetivo s com parables a los de la colon ia: “ hacer su frir a
las p oblacion es alem anas una crisis econ óm ico-fisiológica de
subalim entación”
M ás allá d e las dim ensiones cataclísmicas q u e alcan za, la
guerra en Europa tom a un sentido nu evo, devien e la proseen-
ción desenfrenada d e una deba ele fisiológica. Es só lo dos años
después del in icio de las hostilidades que e l efecto del bloqu eo
com ien za a hacerse sentir. El bloqu eo será una d e las cansas
p rin cipales d e l derrum bam iento de la unidad alem ana, y más
tarde, después del fin de la guerra, un factor indirecto del m a ­
rasm o econ óm ico y social.
En la m ism a perspectiva, treinta años después, Roth podrá
presentar la prim era "guerra m undial to ta l" com o J'el desenca­
denam iento d e un proceso m aterial descon ocido, realm ente sin
lím ite s y sin o b je tiv o s ". La gu erra to ta l es e s e n c ia lm e n te
prospectiva. “ Sin lím ites y sin o b je tiv o ", su acción descontrolada
se m anifiesta en todos lo s dom inios, tanto a largo p la z o com o
ritas allá de todo p la zo . Una v e z desencadenado, so m ecanism o
n o puede desem bocar en la p az, p orqu e la estrategia indirecta
instala efectivam en te e l pod er dom inante incra de las catego­
rías usuales del espacio y del tiem po. H ay a llí una incidencia
c|ue sobrepasa toda intencionalidad, la instauración de una per­
manencia ajena a toda in ten ción , q a e precede y desnaturaliza
todas las in iciativas y las actividades d e p a z, otorgándoles un
carácter reparador, d eficita rio, ulterior.
Ese carácter d e s c o n s o la d o de La guerra total se les aparece
claram ente a los A liad os m u clio antes d e la fin alización del con ­
flicto. Por e jem p lo , al desarrollarse los trabajos de la delegación
especial de la SDN 7 sobre el tránsito de la econ om ía d e guerra a
la econom ía de paz, en m ayo de 1943: “ En 1918, los hom bres de
listado esperalxan desesperadam ente restablecer e l régim en e c o ­
n óm ico q n e reinaba en 1913— h oy en día ya nadie p u ed e querer
v er el renacim iento del régim en internacional de 1939, ya que
para esa techa en realidad no existían más que las m in a s d e un
sistem a... Sin em bargu, de a q u í en niás estam os obligados a.
m irar hacia adelan te* Pa¿, y guerra se identifican: am bas son
sistem as d e ruinas y am bas se han vu elto ob liga toria m en te
prospectivas. Y en estos m ism os trabajos de ] 943 se p rosigu e
con la aproxim ación fatal: la econ om ía de guerra se vu elve un
m odelo para la econom ía de p az; no es fortu ito que eJ gigantes­
co consum o de la guerra inspirara e l en orm e consu m o de la p az
qu e substituirá los problem as de producción , atrapados entre
tanto eu el callejón m onetario sin salida de los anos treinta.
Para leí am en le a las operaciones m ilitares, una «p era ción técni­
ca d e gran envergadura va a ser desencadenada.
El f» de enero de 1941, Roosevelt, prom otor del N k w Deaí,
presentaba al Congreso de los Estado» Unidos su célebre m en ­
saje sobre las "C uatro libertades hum anas”. La tercera libertad,
deslizada entre las tiernas com o una carta marcada, era la freedem
fo r iv u m * . Poco después, esta v e z cn Gran Bretaña, sir W illia m
lle n r y R everidge com unica a los m iem bros d el Parlam ento e l .
tan esperado in form e sobre la “ seguridad s o c ia l" (d iciem b re
1942). L& frccdom for ir a n í ha sido trascendida por la seguridad
social, e l sistema econ óm ico se v u e lv e -efe ctiva m en te en este
texto - sistema social, en la m ism a m edida en q u e ya era o b jeti­
v o de guerra (notoriam ente en el “ Program a para la paz. (leí
m u n do” , carta del A tlán tico (leí 14 de agosto de 1941}. Lo que
en ton ce5 algunos llam an con entusiasm o “ liberación de la ne­
cesidad” resulta de hecho exactam ente lo con trarío, p orqu e cn
adelante el Estado, según la expresión de R everidge, será t i úni­
co c a lifica d o para " diagnosticar la necesidad en vista a la vida
sana del ciudadano".
Gran Bretaña - q u e para la época de la instauración cn A le ­
m ania de la p olítica del doctor Schaclit estu vo a punto de nau ­
fragar cn la dictadura ec o n ó m ic a - aprovecha un m om ento de
m o v iliza c ió n p sicológica excepcional pora h acer tam bién ella
su "re v o lu c ió n ”. La atm ósfera de aprehensión y de terror de la
gu erra to ta l asegura "cn c a lie n te 1' el é x ito íle la op eración
B cverídge, d irigida a poblaciones con fuertes tendencias libera­
les, p o c o preocupadas por alien ar su destino a un sistema.
l a /VmZom fo r u w ir c s revolucionaria en la m edida en qu e
substituye e l hom bre del derecho costum brista, p rovisto d e h e­
rencias, por e l h om bre de la acción satiitarista y social, es decir,
por el hom bre desnudo y solo b ajo la mirada estatal y clínica. El
hom bre de la free ya no es "nxi ciudadano” en sentido estricto:
es un organ ism o a n ón im o viv ie n d o en situación lím ite, p orqu e
la ley trata sobre lo satisfacción m ín im a d e la necesidad, sobre
aqu ello qu e resulta indispensable para la vida. Sin cultura, sin
sociedad y sin m em oria, esta figura n o tiene precedente h istóri­
co ,J: .sólo la precariedad de su situación en el seno del sistem a lo
liga a éste, ya qu e para eJ hom bre desnudo la asistencia se ha
vu elto su p erviven cia, la no asistencia, una condena de muerte.
Toda liberación tiene, entonces para é l in va ria b len u m ie e l rostro
de la muerte, ¿ e l fin , ya sea p o r suicidio o p o r asesinato. Esta
figura exangüe -A d á n de este n u evo m undo que, capa tras capa,
un h ervidero de leyes m odelará en fa v o r de situaciones d e e x ­
c e p c ió n - recu erd a a s í s in g u la rm e n te a q u e lla s s itu a c io n e s
reencontradas sobre los grandes cam pos d e batalla: las d e los
asilos, las cárceles y los campos.
Precisam ente la fn x d n m f o r w ant, al p aliar e l retorno a si­
tuaciones anteriores, perm ite liberar técnicam ente en la p az el
proceso m aterial sin lím ites y sin objetivo de la guerra total. En
adelante, la gu erra será con tin u a d a p o r otros medios.
Desde el final del conflicto, para los Estados Unidos - d e cara
a sus adversarios- La consigna no tiene am bigüedades. Para el
sistem a no se trata d e p az, sino de supervivencia, con lo que
ésta presupone en térm inos de no-discrim inación entre los p o ­
deres civiles y m ilita re s 10. Ln efecto, los Es Latios Unidos 11 0 son
una n a trón en el sentido en q u e pueden entenderlo la v ie ja Eu­
ropa o la URSS, p orqu e no constituyen otra cosa qu e la puesta
en práctica de su p ro p io sistem a, una prótesis arrojada sobre un
continente: los norteam ericanos nunca habita ron Norteam érica.
D esde los prim eros m eses de 1947, el senador Pepper (d e ­
m ócrata p o r Florid a) d efin ió los planes asisten dales: form an
parte de un estado de guerra no declarada. H en ry W allacc los
presenta com o “m ás dependientes de las necesidades de p etró­
le o d e la m arina am ericana qu e d e las necesidades alim entarias
d e los n iñ os griegos o tu r c o s "11.
En e l transcurso d e este p eríod o siniestro, se ve có m o se
erigen las grandes tecnoestructuras necesarias para la estrate­
gia de la p a z total. F.n el interior tanto com o en e l exterior, la
vida de los Estados y su destino estarán subordinados a la estra­
tegia general, ün el plano práctico, p o r ejem plo, con la creación
del derecho de veto y con la fu erza de “p o lic ía " del com í Le de
estado m ayar de las N acion es Unidas. A s í, la p az total podrá
hacerse desde lejos y desde lo alto, co m o la guerra total.
T j d escolon ización , predicada en nom bre del f>derecho de
los pu eblos a la a u todeterm in ación ” (el prin cip al latigu illo d e la
propaganda de W ils o n en 1914), no significará en realidad más
que al fin d e ana cohabitación. Segregación nueva, pero esta
v e z casi es lauca, qu e perm ite extender e l estatuto de ghetto a
con Unen tes enteros. La explotación de p roxim idad y la factoría,
el p equ eñ o co lon o, e l establecim iento, desaparecen y son reem ­
p lazados por la presión in m an en te ejercida p o r los países desa­
rrollados sobre las zonas tratadas, el Tercer Mímelo. Fu seguida,
ham brunas, guerras endém icas, m iseria y desórdenes hacen es­
tragos en estos lim b o s de la p az total, en estas region es in fe rio ­
res d estin adas tín ica m en te a la ex p lo ta c ió n . M ie n tra s qu e,
p res np u es lar ¡a m ente, la asistencia entra en regresión a m edida
íjue la estrategia m undial se radicaliza, los sistem as de in fo rm a ­
ción {prensa, televisión , e t e j ensanchan sus zon as de fa d in
A q u í la an alogía de las experiencias resulta llam ativa. Tanto
en el caso de la d escolon iza ción lograda com o en e l de la guerra
total ganada, no se o b tien e la restauración de una situación an ­
terior jnás o m enos m odificada (cada qu ien en sn casa); lo que
se obtiene, después d e la destrucción y de la ruina del habitat,
es la inserción obligada íle los sujetos en el n u evo m edio am ­
bien te qu e se les ha im puesto p o r la fuerza. H e a llí el sentido
profu n d o q u e hay qu e darle a las palabras de N ix on : "Nosotros
no som os im perialistas, solainem e {lesearnos aporiar un m odo
de v id a ”. En e llo e l presidenle N ixon p ro s íg u e la acción tradicio­
nal de los Estados Unidos. En ju n io de 1917, W ilson ya preten ­
día ‘'declararle la p az al m u n do” , "transponiendo al plano inter­
nacional el resorte de la v id a interna norteam ericana”.
A p a rlir de aquí se en tien de m e jo r por que al ser idénticos
los ob jetivo s perseguidos a través d e esta form a de p az sin pre­
cedentes y a través d e la guerra, los avanzados program as tec­
n o ló gico s d e p a z y de guerra tienden a recubrirse; se en Lien de
m ejor, tam bién, p o r q u é m erm a la diferencia eu ire el sistem a de
unificación m undial, derivado d e ls tu íu qux\ uuclear, y el desa­
rro llo del gran m ercado (m od elo norteam ericano). A m b os cons­
titu yen los cuadros de integración, estructuras ya elegidas, a las
qu e todo e l resto tiene qu e ven ir a subordinarse. Y enum eram os
este resto: im plicacion es sociales, políticas, culturales, recortes
sectoriales y geográficos, in form ación qu e asegura el fm iciona-
m ie n lo m ás econ óm ico dol conjunto.
Reencontrarnos a llí las características esenciales del bein£.
Vamos a asistir, entonces, a una m o d ificación radical de la ec o ­
nom ía m edia, de su ética, p e r » esta v e z cn Buropn. Sin em bar­
go, a l h a b ita r la guerra toral, los alem anes fueron los prim eros
en vivirla d u ra rle algunos años, volvién d ose así m od elo y obje­
to de estudio pora los A lia d o s 12.
A l suprim ir (as fronteros, la guerra total a b o lió las franjas
protectoras d e la.s realidades nacionales: lo cjne sucedía en las
líneas clel frente ocu rre tam bién en el interior. La pob lación a le ­
m ana va a instalarse con una suerte de án im o som brío, cn una
realidad q u e desaparece (lía a día. "D ejad a de lado la cuestión
morar (gen eral íla r r is ), los esquem as industriales y m iniares
realizan a d om icilio la gran visión ascética y am puladora de
Occidente; su ''cruzada” , com o dice Eisenhower.
"La ciudad es un desierto d e piedras que debe desaparecer
-profetizaban vein te añ os antes los herm anos Luckhardt en sus
L e m e s U tu piqiies-, pero la disolución de las ciudades ¿suprimirá
la acum ulación?”. Efectivam ente, las ciudades arden y desapare­
cen, las estructuras urbanas son pulverizadas. Las poblaciones
com ienzan a huir, a dispersarse, sin encontrar, a su vez, más
rem ed io qu e la d esaparición volu n taria. A m edida qu e las
infraestructuras de servicios son neutralizadas nuevos grupos se
form an espontáneam ente, grupos en los que la obediencia y la
coexistencia no representan m ás que esfuerzos de atlapiación a
un m edio devenido bruscam ente estéril, desconocido y mortal:
grupos de fugitivos, ele niños, d e refugiodos políticos, d e familias
o de barrios, grupos de soldados abandonados al a za r de lo estra­
tegia... Se hubiese podido hacer un inventario de esta vida coti­
diana expulsada brutalmente de sus normas, de sus institucio­
nes; un inventario d e la organ ización de esta resistencia fisiológi­
ca tanto más extendida c im portante que la resistentin ideológica.
¿No deberíam os entonces en cam in am os a revalorizar cier­
tos actos, d e r la s prácticos, de este m undo d e desecho y d e recu*
pcración? En todas p a n es estas organ izacion es se distinguen
netam ente por una apreciación diferente d e los espacios y de
los territorios. Sustituyen la naturaleza d even id a hostil y p e li­
grosa - 'lu g a r d e participaciones in q u ieta n tes"-, p o r e l viejo
/ ía n m s c ta , ese espacio d el m ied o que nace d t i m iedo a l espacio.
“ Esos hom bres d e los profundidades, esos trabajadores subte­
rráneos d escrip los p or N’jetzschc, que en van, qu e hurgan,,, que
se p rivan voluntariam ente de aire, que llegan a am ar la noche”
En todos lados se trata del recurso (le la cripla, de] subterráneo,
del subm arino, del sótano, clcl bosque, de la alcantarilla; en
lodos lados se cava, se engulle, se inm erge. " L i naturaleza des­
aparece y con ella los restos del hom bre o b je tiv o , espejo, reflejo,
de un m undo fin alm en te extranjero” (N ie iz s c h e ),
L is poblaciones europeas habitan con toda naturalidad ese
universo de aniquilam iento; siguiendo esa tónica, este curióse»
artículo aparecido en la ButIí u m Zeirung dura ule 1942 nos in for­
ma de la desaparición, esta vez muy real, del hom bre objetivo:

*H] su eño íle los hom bres de volverse invisibles,


sueño v ie jo co m o e l m undo, evid en tem en te aún
no está cerca de realizarse, pero e l arle d e sus­
traerse a las miradas no por ello ha dejado de to ­
m ar una extensión enorm e: practicado asiduam en­
te, su im portancia se ha vu elto m uy distinta que
la de un sim p le ju ego de escandidas.
“ P1 saldado ejuc recubre sn casca con folla je o arroja
sobre sus espaldas una manta del m ism o ton o que
el m edio am b ien te tjne lo rodea, despliega una ac­
tividad del más a lto interés: m im e tizándose, p e­
netra en uno de lo dom in ios más m isteriosos de la
na tu ra le za ..."

Y n o sala el h om bre desaparece, lanil»ién desaparece el u n i­


verso de los objelos:

“O bjetos a m enudo gigantescos, vastas extensio­


nes qu e se trata de disim ular por largos períodos...
el h om bre encargado de ello debe poseer un senti­
do agu do del peligro, pero sobre io d o de. ¿o ínvero-
stm il. L e han con fia d o la turna de. ca m b ia r el m u n ­
do, a elfo se a b oca ...”

Porque este anü-m undo también tiene sus arquitectos. A la


in versa q u e los arquitectos del u niverso visible, ellos tienen a su
cargo hacer desaparecer los m onum entos, en ve/ de hacerlos
aparecer. Disfrutan de las alegrías estéticas de un n u evo género:
“ Burlón y satisfecho, e l arquitecto sonríe contem ­
plando su obra: es p osible no ver noria... solam en­
te cuando uno tiene las casas frente a sus na rices
puede darse cuenta de q u e hay a lg o que no anda
bien... nunca se sabe dónde com ien za la realidad
y dónde term in a ..."

E! articu lo es destacable hasta e l fin al:

"... Después d e la guerra, esto será una diversión


gigantesca, habrá que recorrer Europa largo tiem ­
po para v o lv e r a descubrirla... com o liberado de
una pesadilla, cada cual exclam ará: 'rá p id o los
colores, para v o lv e r a pintar Lis persianas d e ver­
de, la s paredes en tonos claros, faU Í d onde hay
casa, yo qu iero ver a n a !"*

... La p a z será la restitución d e los signos, el retorno al m un­


d o objetivo. Y, en eiceto, la sociedad europea, después d el fin al
de las hostilidades, va a reocupar presurosam ente e l espacio
c iv il, desertificado p o r los bom barderos, con representaciones
fam iliares, de colores vivos.
Sin em b argo, lo s hom bres clarividentes no se equivocan so-
hre esta situ ación de tregua, sobre la verdadera naturaleza de
esta "recon stru cción ” sin mañana don de todas las rem in iscen ­
cias, todas las cintu ra s, se chocan d e frente. C om o en 1918, se
encuentran en presencia de una “ p az por inanición*', de una
p.iz de guerra, según la expresión de Briand. N o se equ ivocan
tam poco sobre el carácter profu n do de las élites y de los jefes
m ilitares qu e la guerra total han llevad o al poder, "listos para
destruir, son incapaces de crear la paz, de inventarla”.
Del m ism o m od o, los bancos resultan un obstáculo para la
creación d e la paz. Entre 1940 y 1944, la renta norteamericana
pasó de setenta y siete m il m illones de dólares a ciento sesenta y
un m il m illones (era de m enos de cuarenta m il m illones en 1^32};
para las exportaciones, en cifras redondas, el excedente alcanza
los d ie z mil m illones contra novecientos m illones en 1939.
Después de haber sido e l poderoso instrum ento de la ganan­
cia, e l desastre fis io ló g ic o pasó a ser su dim ensión principal. Se
establecerá entonces la previsión en m ateria de d esarrollo y de
necesidad en fu nción de la destrucción y del daño creado, y ya
no m ás en fu n ción de la caducidad, de la usura natura), de la
satisfacción, ctc. Listo es bien con ocid o en los dom inios de Lis
ni,i relias prim as o de la p olítica de Jos objetos (.uno puede a co r­
darse de los funestos autos de fe de Ja gran crisis), pero lo es
m enos al n ivel de la política del m ed io am biente (a m odo de
ejem p lo , la inestabilidad del em p leo qu e se instaura actu alm en­
te en lla n d a ya m o v iliz a e l 4 2 % de) capital nacional a través de
la destrucción clandestina deJ eq u ilib rio del hábitat). Ila y aejuí
un sentido am bigu o, una nueva m alversación, que disocia d efi­
n itivam en te las exigencias concretas d e las p ob lacion es de los
m odos d e p rogresión del sistema y ya no las deja reencontrarse
y reconocerse más que en las operaciones de m in a y violen cia.
Si el [érmÍTiofrf*YÍc>7n /bruum? fue elegid o precisam ente para
d e fin ir el estatuto de los habitantes de este sistema de m in a , de
esta anti-sociedad nueva, lo fue -n o s lo figu rábam os- después
de un largo trabajo de exégesis. El hom bre de la frer. no es el
h om b re de la in digen cia y de la pobre/a total; este es condena­
d o a la desaparición en calidad de incum bir, (lo cual se pudo ver
aún más claram ente en la últim a conferencia de Santiago). El
h om bre de la freedom es el de la espera, el de Ja exportación
-s e g ú n la fórm u la de la prospectiva econ óm ica a n glo sa jo n a - y,
p o r lo tanto, está p rivad o, en p rim er lugar, d e voluntad. Acorra­
lado por la necesidad: esa es la d efin ición cada v e z más elem en ­
tal d e aquel que, añ o tras año, reduce la m ateria on tológica de
su existencia. La íalta, la angustia, la fatiga, las obsesiones s o li­
tarias qu e nos llevan a creer qu e se está perpetuam ente v ig ila ­
do, seguido, am enazado, interpelado, no son, com o se dice, in­
convenientes del progreso, accidentes de la vid a m oderna, sino
realidades proyectadas p o r un sistema.
Es que, al expandirse, la debaele fisiológica tom a las form as
y lo s nom bres m ás inesperados, m as diversos. A s í, a partir de
la “lib e ra c ió n ” , los bancos, al lim itar los créd itos destinados a
la reconstrucción de Europa, en tien den no interrum pir la for-
m id a ble eva cu a ción d e m aterial y d e in sum os a m erican os
p erim idos, im p id ien d o con e llo indirectam ente al V ie jo C o n fí­
n en te reencontrar una expansión o rigin al. Por lo tanto, la s i ­
tu ación desastrosa descrita por M itschcrlich no resulta a c c i'
dental. Precisam ente con el a flu jo de las m ercaderías man nía en­
turadas de Ja ayuda norteam ericana. Ja cultura y las industrias
se p e trific a n , se acurrucan en e l d ecora d o d e la ciudades,
.ir tesa nal m enee reconstituido desde Saint M a lo liaste Varsovia.
prem isas fo lk ló rica s d e un subdcsarroJlo cercano.

Hace algvín tiem po, los proyectores de la actualidad estaban


en focados en una zon a olvid ad a, el Pakistán, arrasada por un
m arem oro (se supo, p oco después, p o r que este pueblo destina­
do al o lv id o y a la m u erte m erecía taJ atención de la in fo rm a ­
ción occid en tal). Entonces, todo el m undo, en Francia, se sor-
prendió al v er «pie, ¿rente al desam paro absoluto d e m illon es de
hom bres, únicam ente se ponían en marcha las estructuras de la
represión. C ordones sanitarios arm ados en las ¿romeras, por
ejem p lo . A paren tem en te n o había estructuras de servicios, y la
ayuda destinada a Pakistán p o r las asociacion es filantrópicas
yacía ociosa sobre las pistas de ios aeropuertos, com o si la idea
mism a d e socorro sim plem en te ya no pudiera ser encarada en
relación con esas poblaciones.
En esta desaparición casi total de la idea d e servicio del seno
de las estructuras del F.srado, se podían ver las secuelas de una
adm inistración posteolonial. Sin em bargo, p o co después, se asis­
tía en Frau da -s o b re Ja “autopista del sol” 15 bloqu eada por la
n ie v e - a las prem isas d e tragedias sem ejantes. En algu n os m i­
nutos, e l a c ó d e n te clim ático transformaba al consum idor cn
usuario dcJ espacio, y e l usuario se encontraba confrontado a
un tipo de estructura instrum ental disociada de toda realidad
del m ed io am biente (en ero d e 1571).
A través del control de las antiguas estructuras de servicios,
lo s trusts esp era ten hacer iracasar la p olítica deJ presidente
Allen de (notoriam ente en el cam po de la circuí ación, de los trans­
p o r t e s ). p e r o se trata a q u í d e un e s q u e m a c lá s ic o d e la
"la tin iza ció n " y del estado de tensión p erm an en te en Am érica
del Sur. A sim ism o, en Estados Unidos, en 1939, la Rwr%a¡uzatir>u
Ac¿ marca un verdadero de.sdobtamwnto de la adm inistración
en vísperas d e la guerra total, la sum isión a un E jecu tivo pode­
roso, fuertem ente m arcado por ios “ gabinetes de gu erra " y por
la negación del v ie jo Estado liberal. Fn Europa, )a evolu ción es
la m ism a. Con la idea de servicio p ú blico para las poblaciones
desaparece una de las últimas características de la p a z verdades
ra, ya que, más allá d e su representación hum anitaria y desinte­
resada, la im agen social del Estado se borra del espíritu de los
ciudadanos H , Esto resulta n orm al, ya que la idea de servicio se
op on e fundam entalm ente a la idea de asistencia, a través de la
política dei m ed io am biente. El carácter desinteresado y a n ón i­
m o del servicio p ú blico (le las poblaciones aparece, en efecto,
rom o e l ú tiin ia soparte tangible de las libertades, de los ciudada­
nos, y e llo especialm ente en m ateria de legislación del espacio:
este carácter desinteresado garantiza en los hechos el derecho a
circular o a detenerse - la in vio la b ilid a d de un espacio aún
provisoriam en te ap rop iad o- dejando a los habitantes la libertad
de pasar de la voluntad al m o vim ien to, es decir, de preexisrir a
la cotidianidad, de recrearla a placer, inalienable, sim plem ente
plantando una carpa, deteniendo una casa rodante. Son c o n o c i­
dos los (jpos de persecución de los que los Estados totalitarios
hacen obj'etoa estas nociones dinám icas del espacio social, com o
p o r ejem p lo , a las diversas form as de nom adism o, el frotam ien­
to de los gitanos y de los b oh em ios hajo e l 111 Reich y, h oy en
día, las leyes de asistencia que apuntan a sedentarizarlos.
Esta represión de d i n á m i c a s lva¡es ha sido siem pre, en p ri­
m er lugar, un problem a de ejército y de policía {d esd e el cepo
hasta los grilletes, pasando p o r las reducciones d e los espacios
de las celdas, la p olítica de sitio y de bloqueo, y llegan do basta
la supresión pura y sim ple d e l m ovim ien to: la m u erte in flig id a ).
Pero, desde 1945, nuevas orien tacion es ven la lu z del día en el
Estado m oderno, nuevas eleccion es surgen en las cuestiones
esp a cia les,s . Entonces resulta norm al asistir a la renovación de
los p rocedim ien tos qu e pon en trabas, a través d e la desapari­
ción progresiva d e la noción de servicio pú b lico, vien d o a la v ez
có m o esta desaparición d e v ie n e inversam ente un argum ento
esencial de la política interior, de la estrategia de pod er (en el
M ayo del '68, e l brusco reaprovision om ien lo en nafta d e las
poblacion es en vísperas del fin d e sem ana de Pentecostés}. Sin
em bargo, esta desaparición del servicio pú b lico no alcanzará su
dim ensión trágica más que en e l caso íle la desaparición total
del m e d io a m b ien te, v iv o b a jo la estru ctu ra in str ir m en tal
[situación urbana gen eralizad a). En ese m om en to, el agua, el
aire, e l m o vim ien to del cuerpo o su detención se convierten en
derecho a la vida o en condena de m uerte (véa se la definición
del derecho a los refugios, en A lem an ia, durante los bom bardeos
estratégicos).
F.) centro d e los ciudades explota d e nuevo y se p u lveriza ;
in vívib le, irrespirable, se desertifica para d eiar Jugar a los apara-
tos directivos, verdaderos húnkers de ía adm in istrado n, de la
policía , de la in íorn vición . Las poblaciones huyen o son recha­
zadas en desorden hacia las periferias, don de quedan estaciona­
das. M ientras las grandes radiales estratégicas se m ultiplican,
los canales atinentes a la antigua in form ación <lel m edio am ­
biente desaparecen. Ferrocarriles locales, cam inos secundarios
y privados, com unicaciones interindividuales, infraestructuras
de servicios (correos, escuelas, etc.) se tom an raros y se los con­
trola actívam ente; las mesas de escucha de la W ehrm acht son
restablecidas. G eom etría colon ial d e la descolon ización , de la
guerra total o de la p az total, e l sisiem a se extiende y se reprodu­
ce, proceso material sin ob jetivo, aunque ya no sin límites.
El reciente caso d el SST -p ro to tip o de avión supersónico que
fin alm en te quedó ab.i ndon.nlo a su suerte en e l cam po d e Lis
ferias- constituye un acontecim iento im portante, El p orven ir
del sistem a am erican o tam bién se contrae y se petrifica ostensi­
blem ente; la prospectiva industrial y com ercial entra al museo
y se reúne con la prospectiva cultural y social. Los cierres par­
ciales d e Cabo Cañaveral o de B oein g m arcan tam bién, más allá
íle la grave crisis d e con fian za en materia m onetaria y tecn o ló ­
gica, nna crisis más fundam ental: la del adelanto y la m otriddad
del sistema en el in terior de nn aislam ien to q u e ha cobrado
dim ensiones planetarias.
En una nación que se creyó tan largo tiem p o innovadora y
hasta creativa, las u niversidades y las em presas se arrojan tar­
díam en te en el50Íi«i¿g. í-t pregunta del .soiring: "¿cóm o im pedir
al fu turo volverse p erim id o, có m o crear?", es bien diferen te de
la de los teenócratas d e La Haya que, en 1914, pensaban rem e­
diar las crisis a través de un funcionalism o planetario. Para la
organ ización -forza d a a m irar h a d a adelante porque detrás suyo
ní> deja más que terrenos baldíos, tachos d e basura, desiertos y
m in a s - se achica la diferencia entre o b je tiv o alcan zado (re a li­
zación planetaria) y nn*.
Si el fu n c io n a m ie n to del sistem a, b lo q u e a d o dim en sio-
nalmente, so plantea cada v e z más en tem unos de invención, no
hay en ello , sin em bargo, una creación verdadera, sino sim ple­
mente problem as autónom os de funcionam iento que no afecta­
rían el ascendiente del sistema sobre los sometidos, porque se
Iratii ile simples creaciones de aberturas. D e a llí el carácter de las
encíiestas prospectivas del tipo Delphi (1960 ), que excluyen os­
tensiblem ente lo d o “aspecto social", toda dinám ica de grupo en
e l n ivel de la consulta a los expertos. Tilles m étodos muestran a
las claras e l tipo de m edidas a las cuales nos vam os a encontrar
confrontados en tan lo habitantes obligados del sistema.

La cam paña de m ieAo civ il, te m atizada al c o m ie n zo d e este


capitulo, sin duda form a parle de estas m edidas o, m ejor aun,
prepara psicológica, pedagógica y m oralm ente la op in ión sobre
estas m edidas. L'ste tipo de campanas d e ''d en u n cia" de los ma­
les, de carácter pseu do-cientííico, no es nu evo; pon e en práctica
la consigna insensata del apóstol del 111 Reich, Roscnbcrg: “Los
q u e sahen todo no tienen m iedo a nada'1, y liace de la “cien cia ”
una investigación y una sim ple práctica de p olicía e » nom bre
de u n n u evo “proteccion ism o”.
A sim ism o, la írase del coronel d eF sta d o m ayoc alem án F.mst
Z ollin g: “ se trataba de ir en esie d om in io (la guerra total), ha*ta
el lím ite de la in sp iración ", ya era system, y tal uüíi/a-
cióu de las técnicas se alejaba de lo racional en fa vo r de una
exploración apresurada de lo más in verosím il e, incluso, d e lo
insensato
'A n ta ñ o, tal m ed io im plicaba lal fin; h oy en día, lo bizarro,
la extranjeridad d e los m edios, im plica 1111 fin n u e v o "; he allí
este “ potencial im a g in a rio " del 111 Reich, que despistará por un
m om en to a los expertos A liados com ision ad os para sn recupe­
ración, “ m osaico extraño de investigaciones, de invenciones...
constelación barroca" (A m s le r) surgida de un m undo acabado
d on d e la sinrazón se había vu elto e l objetivo d el orden, e l p ro ­
ducto m ism o de Ja organización. Todas las m edidas tomadas
p or e) n i Reich fueron m edidas desesperadas, y aún en e l apo­
g e o del régim en , Coehheln constataba: “ LU m u ndo en que se
m u eve H itler es un m undo de fatalidad absoluta, nn m undo
d on d e hasia e l éxito carece de sentido''. O, m ejor dich o, el éxito
tiene e l m ism o sen iido que e l fracaso en un m ed io para el desa­
rrollo de la vida don de nidos los actos, todas las iniciativas» se
han v u e lto una d erivación hacia lo p e o r 17.
Le ni R ieíenstahl nota tam bién esta m od ificación del carác­
ter social y la am plitud que tal m odificación tom a en una A le ­
m ania desestructurada por la estrategia indirecta: “ L o que era
cotidiano, ordin ario, los horrorizaba repentinam ente... l a ten ­
tación de lo inhabitual fascinaba a tocio un pueblo". F.n este
h orror com partido íren te a la cotidianidad y a su m ed io am ­
biente, H itle r‘ encontrará iin alm en te su más seguro m étod o de
gobiern o, la legitim ación d e su política y* de su estrategia m ili­
tar, y e llo hasta el fin a l, ya que -le jo s de abatir la naturaleza
repulsiva d e su p o d e r- las m in as, los horrores, los crím enes, el
caos de la guerra total, n o harán norm alm ente m ás que aum en­
tar su extensión.
El telegram a 72: "Si la guerra está perdida, que la nación
p erezca ", cn el cual H U lcr d ecide asociar sus esfu erzos a los de
sus en em igos para consum ar l i destrucción de su p rop io p u e­
b lo "a n iq u ila n d o los últim os recursos d e su hábitat y reservas
civiles d e toda naturaleza (agua potable, com bustible, víveres,
e t c .)- con stitu ye el desenlace norm al d e la política de repLegue
dialéctico de esc h om b re qu e había escrito: “ La idea de pjiofKC-
cíó/i atorm en La y colm a la vida",

Kl m ecanism o institu yem e de la an tin om ia en tre un hom bre


central (e l ario, e l blanco, el occidental, etc.) y sn m ed io am ­
biente (naturaleza, sociedad) -en ten d id o co m o a lg o qu e se opone
a sus a c to s -, apunta enseguida a l<i supresión radical de esa
antinom ia. En e llo estriba el m ó vil de la carrera desenfrenada
de nuestro sistem a d e c iviliza c ió n hacia lo q u e sería su "esen­
cia'’ , progresión esla que a la v ez se presenta co m o si hiera tra­
bada y am enazada tod o el tiem po p o r “ lo qu e se aparta del
m od elo”. T il m ecan ism o disponía, hasta la inauguración m un­
dial de la estrategia del ente, del espacio y del tiem po com o
continentes im plícitos.
Resulta extrem adam ente con vin cen te ver q u e tau pronto se
desm igajan esias nocientes d e evolu ción cinem ática, y a s is tirá
la desaparición del h om bre o b je tiv o cn la n ación alem ana -s e n ­
sibilizada al being p or la falta ele acceso al m ar abierto (véanse
las preocupaciones históricas, el corred or de D a n izig , por e je m ­
p l o ) - , va en lo s gra n d es clá sicos y, m ás cerca n u estro, en
Niet/.sche, en Spengter... en Heidegger, don de el ser, en últim o
análisis, nt) es exh ib id o m is que co m o “ transgresión d e lo que
no es m ás q u e siendo” y, p o r ú ltim o, en la realidad d e la guerra
total.
T ie m p o y e s p a c io s e v u e lv e n p u ra p r o b le m á tic a , las
grandezas representadas y proyectadas ya no son más q u e p ro ­
gram as im perfectos que a su v e z aparecen em inentem ente su je­
tos a expresión, expresivos y form ando parte tam o del sa jelo
com o (leí m edio.
F.n la aniqu ilación progresiva de la independencia entre:

m:\im csP:\cio
•armo

-e s a integración de la dim ensión con lo que queda al hom bre


d e expresión (m oralidad d el f in )- se Tcprcsciító ejem plarm ente,
para eJ III Reich, el últim o acto, el telegram a 71.

La explotación del m alestar del hom bre con respecLo a su


entorno (inadaptación, nueva situación urbana, polu ción, inse­
guridad, des-socialización, superpoblación, e tc.) -m a lesta r ésíe
cada v e z más exten dido, fuer/a repulsiva cada ve/, más podero-'
sa y expresiva (p ie tiende a reem plazar e l desprecio del m edio
am b ien te por el Lémur al m edio am biente - vien e, com o las cam ­
pañas psicológicas precedentes (progreso, frwidom fo rw a n i, etc.),
a superponerse exactam ente al nuevo esquem a militar, empresa
nihilista bien real, proyectada v construida hasta el o b jetivo que
ya con ocem os (b om b a). Y esto precisam ente en el m om en to en
que el sisLema, al precipitarse hacia l,i totalidad de su realiza­
ción, tiende a ofrecerse al análisis. M om ento este en que la proxi­
m idad de su fin lo da su sentido a un proyecto qu e al devenir
ob jetiva m en te cogn oscib le podría v o lv e r a ser in ten cion al, y
retom arse d e nuevo.
Entonces, ya no se trata de acabar a través del terror ese
trabajo de evacuación em pren dido desde hace ya largo Liempo
p o r esta cultura que, de a llí en m ás, litem lT n m re nos dom ina, y
que, al exhortarnos para qu e nos asim ilem os cada vez m ás al
sistema espera obtener finalm ente la supresión total d e la anti­
nom ia -d e l esaítírfaío- entre el p royccto y sus habitantes, d ife ­
rencia esta en la que, sin em bargo, radica su tihima esperanza.
T-a m ateria ya no es aqu ella de la que hablaba Lcnin en sus
C íW c iuos ; “eterna e in fin ita", los fundam entos m ilenarios del
m aterialism o se dcrrum lxiu y esa adm irable independencia de
la m ateria ya no tiene sentido en tanto que dim ensión de la
historia hum ana. “ ¡M arx y I* n ín no habían p revisto esta vía de
desarrollo de la h um anidad!* exclam aba, n o sin ingenuidad. N.
Khrouchtchev en la tribuna de la sesión del S oviet suprem o de
la UJKSS de 1962. después del asunto del Caribe.
En Francia estamos m u y orgullosos <le haber creado e l p ri­
m er M in isterio del M ed io A m biente. IN?ro este M in isterio, desde
su fundación, p erm an ece extrañam ente inactivo. Parece que
nuestro espacio n acion al ya esiá can saturado técnicam ente que
el M in isterio del M e d io A m b ien te n o ha lograd o todavía e n c o n ­
trar nn lu g a r en el que pueda ejercer concreta m ente su acción
en favor del medio.
M ientras las p oblacion es se agotaban en com bates de p r o ji­
m idad, en el lím ite d e las esferas econ óm icas y sociales -p riv a ­
das d e d im en sion es-, las verdaderas ocupaciones del sistem a
occidental han consistido e n co n ta b iliza r y apropiarse del tiem ­
p o y del espacio hum anos {d e l tim e is momry a la cuenta regre«
s iv a ), F.sta cap ita liza ción clandestina n o fue, en n in gu n o de sus
num erosos niveles, anodina y sin consecuencia: en la p a z total,
hoyr día, la hora cero es u niversal, la eternidad esiá desapareci­
da, y el m inistro del M e d io A m bien te no es, en realidad, más
q u e el Prim er M inistro de La Utopía.
Lo qu e sigue siendo sorpréndem e y e n verdad resulta una de
la s c la v e s d e la s itu a c ió n a c t u a l e s . p o r una p a r te , la
sobrein fon n ación de los exper tus del sistema y, p o r otra parte,
Ja subinform ación de todo aquel que pretende pensar desde afue­
ra. ¿Qué resulta de todo e llo en la práctica?
P or un lado, expertos que ya 110 saben có m o u tilizar sus
parcelas de in form ación y que piensan lograrlo, com o los h abi­
tantes de I.aputa, aum entando siem pre el v olu m en <le sus traba­
jos, go za n d o de créditos considerables y esperando darles mía
justificación, al m enos que éste sea su sentido (¡sistem a de C a li!).
Por otra parte, id eólogos, artistas, escritores, etc., que volu n ta­
riam ente se m antienen fuera de la in form ación inm ediata y pro­
ducen el snbdcsarrollo p olítico y cultural, es decir, universos al
m argen: los folklores..
A estas categorías se agrega una tercera: aquellos que utili­
zan la in form ación con un íin : los realizadores del Estado suici­
da.
Cuando, com o en E stocolm o, los expertos internacionales se
reúnen, el hecho no tien e ningún sentido, salvo, forzosam ente,
para la tercera categoría. Las curvas estadísticas pueden trepar
vertigin osam en te hacia el rin del planeta ¿Y después? El peusn-
in ien to se queda seco.
H e a q u í el verdadero problem a... Cuando Fasc.il habla ha de
la razón que siem pre ced e al santim ieniv* se refería a la especu­
lación in fin ita a Ja que. en un m om ento u otro, el sentim iento
pon e una señal, una dem arcación identificable. Si no? atene­
m o s al arte a ciu a], h ay que destacar qu e éste n o puede ser obje­
to de ninguna iden tificación sensible. C onsiderem os las obras
de los id eólo gos: ellas ofrecen a la lectura el m ism o ronroneo
letárgico que tiene nn m otor bien o mal a justado, nada más. En
cam bio, la tercera categoría produce, por su parte, luí sentim iento
de lo real; m e jo r aiiu, apunta a detentar la exclusividad de su
p rod u cción gracias a la actitud de los m edios m asivos de com u ­
nicación. liste sentim iento es e l desprecio, el o d io por lo cotid ia­
n o . Nuestra pseu do-civilización materialista no produce más que
anti-objetus. l a s civiliza cio n es precedentes eran civiliza cion es
d el desextra ña m iento 18; la nueva civiliza ción m undial lo es def
extrañam iento, es decir, odia ios objetos de sus deseos. Esta-psi­
cosis d irige toda su pulítica de producción; las prim eras indus­
trias en los listados U n idos fueron el au tom óvil y el cine, des­
pués la guerra ocu pó ese lugar. Y a q u í nn se trata de nna elec­
ción racion al, fu n cion al o útil; la elección es enteram ente p sico­
lógica o, más bien, psicopática, p rovien e del desprecio y del
abandono d e toda lela ción productiva con el m edio am biente:
toda la in versión se hace en vistas a evadirse d e él.
Cuando ante el problem a urbano global (qu e es n u evo), a
pesar de todo tenem os qu e d ecid im o s a in vertir en el m edio
am b ien te d e vida (notem os que la d u d ad , en este m om ento,
in vierte con toda precisión e l procedim iento del sistem a), tal
m edio am b ien te de vida se convierte, entonces, en e l paisaje
desolado d el en cierro dentro de este universo psicopático. C om o
ante la casa Ushcr, cn la ciudad nneva uno se siente sob recogi­
do "p o r una in soportable tristeza. Insoportable porque no se ve
atem perada por ninguna parcela de esta esencia poética que
encierran las peores im ágenes naturales de la desolación o del
terror... Esos uniros qu e tienen trio, esas ventanas co m o ojos
distraídos, algunos pequeños árboles desmirriados, provocan una
misteriosa postración del a laia, una irrem ediable tristeza del
pensam iento que n ingún excitante d é la im a g in a d ó n parece p o ­
der rea viva r”.
¿Habitar h a d e n d o Lis veces He poeta o cíe asesino?
. Com o tantas oí cas, la c a t o r c e va drcunscripción d e P aos está
desapareciendo en este m ism o instante. Se halla ce ruinas, com o
una zuna bom bardeada. En sus nuevos terrenos baldíos, crecen
las m alas hierbas, m u y altas. Un gran árbol está tendido; en ci­
ma, unos jóven es se encuentran sentados; habitan un instante
en cuanto poetas esta zon a provisoria de silen cio y de vacío.
F.sie gran árbol tendido pasó a ser una señal fe liz.
M ás lejos, más a)lá de las vías férreas, cerca de un bulevar,
ya suigcu los edificios, los autos, los ruidos, los superm ercados,
Lis p layas de cstad on am ien to , los espacios verdes... la s zonas
bom bardeadas todavía eran portadoras de una esperanza in ­
cierta; las zonas recien tem en te construidas n o co n lleva n ningu­
na otra esperanza qu e la de su destrucción futura.
Se las habitará en cuanto asesinos.
Si en los listados U nidos -p a ís p ilo to - e l crim en aumenta
estadísticam ente de sem ejante m anera, habrá ijue notar tam ­
bién qu e la m otricidad se ha vu elto inversam ente p rop ord on al;
la noción de fin de sem ana, de vacaciones, etc., m erina en las
clases m edías... De a llí la m oda, por ejem plo, de la piratería
aérea d u ra n le los finas de semana.
Se ve entonces m ás claram ente q u e la tercera categoría no
tiene nada de fortuito, que inclusa realiza a su manera un " g o ­
bierno pop u la!”", una fu erza dem ocrática. Sólo que, en lu gar de
proponer objetivos vitalicias, descansa sobre la explotación siem ­
pre más avanzada de nuestros instintos ríe muerte. Ya no hay,
p o r lo tanto, ni distribución ni elección entre b ien y m al, v id a o
muerte, salud o enferm edad, p .iz o guerra... sino un nuevo Es­
tado totalitario perfectam ente d efin id o, en térm inos generales,
p o r el ascen so co n sta n te de las g rá fic a s h a cia la m u erte
planetaria, auntpie tam bién esté d efin id o, pur e jem p lo , p o r el
sentido p rofu n do de las reform as acLuales d e los a silos y d e las
prisiones; e l crim en y la locura ya nu serán taras, enferm edades
qn e la sociedad sana disim ula y acantona en los lu ja res vergo n ­
zosos de la reclusión y la e x p ia c ió n 19.
El tiem p o riel ghetto de acaba. El loen y d asesino son los
hijos legítim os qu e e l Estado suicida engendra y recom í ce. La
nueva m egalóp olis es su cuna, su lugar cíe d etención a p erpetu i­
dad. l a exp iación es, en adelante, general.
Mo r a l i d a d del fin

“ ¡Que nadie im pute al destino nuestro aislam ien ­


to! Som os nosotras, y nada más qu e nosotros, quie­
nes goza m os hundiéndonos en )a n och e de lo des­
con ocido, en el frío ele otro uuiudo, p oco importa
cu ál con tal de qu e nos sea extranjero. Si se pu die­
se, abandonaríam os Li ¿una ilum inada p o r el sol
para precipitarnos fuera d e sus lím ites."
Ildlderlín

Hasta h ace algunos artas, la sim ple hipótesis de un orden


que se precipitara hacia su fin todavía parecía in verosím il, y
esto a p e s a r de a d v e rte n c ia s c o m o las d e l fís ic o W e in e r
Heisenber^ en su libro Physics and Plüicsopky (1 S>5K]. Heiscnberg
describía e( p eríod o actual y sus crisis com o "un estado de lu ­
d ia por la conquista de una influencia que ¿uera posible ejercer
en uti Estado final de unificación, directa ni ente em anado tlel
s ra m q tu » nuclear*.
Esta carrera hacia un '‘Estado final” de carácter u n iversa l¿0,
esta solución final del p roblem a hum ano y del ((estillo, se halla­
ría, entonces, inm ediatam ente subo aliñ ada al avance de la so­
ciedad tecn ológica desde una perspectiva crim in al absoluta: el
arma absoluta. Que con el srtifit cjiü? la violen cia y e l m iedo
hayan lleg a d o a ser las prim eras en realizarse, de m odo totalita­
rio - y e llo incluso antes que todas las fu erzas m otrices positivas
de las q u e las {pandes dem ocracias pretendían ser portadoras,
desarrollar y d e fe n d e r2 1 ilustra en form a inesperada los aser­
tos acerca de “ un fascism o que ya no podría renacer". Estas d e­
claracion es tran qu ilizadoras deben tom arse co m o ju ego s de
pala liras: solam ente indican qu e el carácter fau slian o del poder
totalitario tiende a desaparecer con toda su panoplia, y que el
Estallo tecn o ló gico ya no necesita más qu e m uy secundaria­
m ente de) acciden te hum ano, que represento udo m olestia pora
su funcionam iento.
De la mismo form a cn q u e lo s nuevos tipos (le arm as nuclea­
res tendrán la capacidad de lim p ia r de sus ocupa ates a las ciu­
dades y los instalaciones industriales -v o lv e rla s lim pia s, sin por
ello an iqu ilar sus preciosos equ ipos técn ico s- así, en un coniex-
to totalitario qu e se realizo según esta pauto, la n orm a liza ción y
la integración d e persono* toma e l carácter últim o de sn pura y
sim ple desaparición. A sí, e l sistemo estructural qu e op on e la
razón de la fu n ció n a Ja rozón dialéctica se cu m ple cn la d eserti­
fic a r o n fin al d é lo s cañóles del poder.
“ iLas instituciones dem ocráticas están am en azadas!", declara
f. M itte rra n d cn e l curso de una c o n fe r e n c ia d e pren sa,
retom ando un argum ento electoral com pleto m ente trasnochado
qu e desde h ace tiem po ya 110 encucnira e c o en ninguna parte.
Sin em bargo, lo qu e 1vacía era revelarnos o ig o que estaba reali*
zám losc: la in stitu ción x m rra la in stitución, la gran revolución
interna de la ‘'moralidad de Jos Estados" a través de su autocrítica,
y más a llá, la m o d ific a d o r radical d e leyes, de roles, de m éto­
dos, indispensable para c] funcionam iento privilegiad o de la nue­
va prótesis técnica.

Las leves no perpetúan el orden existente que p rom u eve su


adopción, seguram ente las dem ocracias n o sobrevivirán la a c ­
tual notación de la lega lid a d sobre el mundo. La tangibilidad de
un pod er todavía com partido es salvaguardada por sus institu-
ciones, n o gracias o su funcion am iento precario, sin o en virtud
d e su sim p le existencia. Que este ú ltim o d iqu e cedo, y entonces
el cuerpo social caerá co m o nna masa in form e de m ateria vivo
bajo el m ando directo de 3o tecnoestm ctura. La nueva orien ta­
ción q u e se Je ha dado tam o a los trabajos m atem áticos del cam ­
po d e la b io lo gía y d e lo social, co m o a sus postulo dos -p o r
eje m p lo lo ingeniería g en ética - ilustra esta circunstancia.
A un n ivel m enos con fiden cial, e) referéndum sobre Europa
fue en Francia un m odelo interesante. En realidad, la campaña
d e propaganda co m e n zó con una exp osición de escóndalos y
corrupción q u e d esvalorizaba tanto o los elegid o s por la m ayo­
ría c o m o a Jos representantes de los grandes cuerpos de Estado
o a los dignatarios locales. Un hecho revelador: la televisión y la
radio g il tierna menta les, en v e z de a h o g a rla cosa, la remarcaron,
com placidas, durante meses. Fn los hechos, se apuntaba a l ca­
rácter com ún de representa ni es de la institución de todos estos
personajes tan diversos; lo qu e se señalaba con precisión era <?í
M ferm ftfú irio /uuna/to, demaaituto hum ano, y por eJlo accesible
a las tentaciones del poder. Gracias o tales m aniobras, se em pu­
jaba al cuerpo social hacia la crítica irracional -e s decir, n egati­
v a - de Ja institución; y rápidam ente ese cu erpo social ya no se
m osiraba á v id o de cam bio institucional: en a delante se sentirá
cansado de roda instim efón de cam etar h u m a n o y esto es lo que
fin alm en te iba a reflejarse en el escrutinio. Excelente noticia
para la tecnocstructura y. e n cam bio, .sombrío presagio para los
interm ediarios sociales y para el cuerpo social m ism o.
Fn efecto, si las instituciones dem ocráticas nos han mosera­
do «in sta n tem en te los lím ites dem asiado hum anos de sus d i­
m ensiones, eso no podrá su cederle a l n u evo Estado en e l que
las m edidas serán sobrehum anas y, por lo canto, inhumanas!
Los crím enes y los daños de unos no están n a tn r a lm e n U ;.r a ­
cionados con los d e los otros, y Ja "gu erra industrial", esa gran
hacedora de prospectos, nos in torm a sobre el tipo y la rapidez
de los progresos que debem os esperar. C om o decía el general
Johnson, responsable de los bom bardeos sobre Vi et uam del
Norte: “ ¿P orq u é siece años a llí donde bastan siete segundos?” 2Z.

Para m uchas personas, la idea de seguridad y de felicidad


personal estaba ligada con el progreso de las estructuras del
Estado, p o rq u e esa idea suponía una fraternidad social realiza­
da en y p o r el Estado23, sign o de 1111 sistema que, aun siendo
exterior a la socialidad, sería dotado por e lla , a un n ivel supe­
rior, de sentim ientos hlím anos, o incluso hum anitarios. De a llí
la "Lib ertad , Igualdad, Fraternidad" grabada en e l frontispicio
de sus tem plos adm inistrativos; de ahí la con vicción d e que el
Estado "q u e n o es fascista, forzosa m en te es hum ano, generoso".
El avance irresistible de los canales estructurales del L'stado
-su instalación en e l seno de un carácter social qu e suplanta­
b an - fue p erm itido en ^ran parte por esta form a del sueño pú­
b lico, fen óm en o de representación d é la virtud m oral. "Este gran
U v ia tá n qu e n o es más q u e un hom bre artificial de H obbcs",
ese cu lto del hum anoide p o lítico , Stafia, Mac?, Hitler..., o de los
hum anoides adm inistrativos com o ia asisteucia publica, que se
in d in a m aternal, protectora y dcsintercsadai nen te. sobre Ja v iu ­
da, el .m etano >Tel huérfano.
En una entrevista reciente, M alrau x hablaba por su parte del
“ fin de los gigan tes" -g ig a n te s de la p olítica, de las artes, de las
r e lig io n e s - para m ostrar la inu tilidad venidera del aparato d e ­
m ocrático, en particular de) sistem a electora l-, co m o si la re la ­
ción entre los dos fen óm en os le pareciera evidente. En e fecto , al
m ism o tiem p o qu e asistim os a la extin ción d e la especie del
gran hunianoide occidental, tam bién vem os desaparecer todas
Lis dem ás características hum auoides del Estado -n otoria m en ­
te a Lravés d e la p riva tiza ció n de lo s s e rv id o s públicos, \i> que
pasa es q u e el gran Le vi a tan , al a lc a n z a r Ja totalid ad -s u
e sfericid a d - se co n vierte lan ío en su único tem a com o en su
p rop io o b jelo , que prescinde en adelante d e toda sem ejanza, de
to<la figu ración distinta de la suya y que, p o r ese h echo, se halla
en un estado en q u e sus relaciones con el '‘m odelo hum ano” se
encuentran com pletam ente m odificadas. i>e alguna m anera, este
es eJ fin del p eríod o de “ fra tern iza ción "; tanto la in scripción
tácila com o la p articipación d e caita uno en el con ju n to se
replantean com pleta»nenie, y vu e lv e n a ser problem áticas.

Esta d csertificación , este despoblam iento de Jos canales d d


p od er - q u e ya están m u y a va n za d o s- se produce ante nuestros
ojos y, sin em bargo, nadie se da cuenia de cJJo, porqu e día a día
se acrecienta la distancia entre la realidad objetiva y Ja concien­
cia que tenem os d e elJa.
Este retraso de la concien cia ha sido el tem a latente de una
des laca da exposición , en e l M useo d e A rie s D e c o ra tiv a s ’ 4: “ La
im agen del tiem po en eJ paisaje urbano”. Los autores han rea li­
za d o un trabajo interesante sobre una vieja colección de tarje­
tas p o s u le s de la región parisina que datan d e hace unos cin ­
cuenta años. D e alguna m anera, lian vuelto a hacer el via je y
lian fotografiado los m ism os lugares, desde eJ m ism o punto de
vista, fjl resultado de Ja com paración es fascinante; una im agen
d e )a ciudad se descom pone an te nuestros ojos. A partir de esas
visiones aparentem ente anárquicas, de esta arqu eología innic*
diata 23r podría establecerse un gráfico teu d en d a l único: en to ­
das partes, en e l paisaje urbano, e l instrum ento ha supla otado
la vida.
Los a golp a m ien tos hum anos, la vegetación , los anim ales.
los p lanos de agua qu e cincuenta años antes eran abundantes,
han d esap aread o de una escena urbana devenida m ineral. Las
plazas, las calles -con gestion adas de a u to m ó v ile s -, están \ra-
eías de hum anidad, co m o las de una ciudad del fin del m undo.
N o podem os creer lo que vem os, y es sin em b argo aqu í donde
v iv im o s . £1 p o d e r t e c n o ló g ic o se h a in s t a la d o en e s ta
desincronización de nuestra conciencia sin q ite nos cuidem os
de ello , pues e l más allá de un p o d e r despoblado esiá dado p o r
la im agen ilesa parecida del ciudadano q u e v iv e en la Lindad
pero ya n o se muestra en e lla , q u e se refugia en la madriguera
de su inm ueble, de su au tom óvil, detrás de su función adm in is­
trativa y de su m undo de instrum entos.
L i constricción de la conciencia pasa p or este atajo extrem o
entre itisü u in en ia liza d ó n y villa cotidiana, m ientras que a qu e'
lio q u e evolu cion a y dism inuye rápidam ente es Li distancia y la
latitud qu e se les concede a los du d ad a nos frente al sistem a
instrum ental.
t'ste atajo hace qnc, p o r ejem p lo , -segú n la celebre fóron íla:
'T o s asuntos de Am érica son los n egocios” ’!G- , los sindicatos
norteam ericanos evalúen paralelam ente los oligo p o lio s íle los
que dependen los elem en tos m ateriales de su participación, de
su contrato. Asta adhesión obligatoria de los sindicatos al siste­
ma, es obra de aquella otra, obligada, de los ciudadanos-sujetos
a los sindicatos. Se oh tiene con facilidad a través de la represión
econ óm ica o física: la seguridad d e un m od o dé vida ofrecid o o
brutalm ente retirado, lo d o efecto "p a s iv o ” ha sido elim in a d o de
tal sistema, e l conju nto se ha indexado de arriba a abajo cn
inri ción del p orven ir de todo el proyecto. Tanto es así qu e la
prom esa dei pm greso (Ja "gran sociedad” de Johnson) desapare­
c e para hacer lugar a la a m en a za d d no-progreso, y lu ego a la
instalación en una ¿fru ición de no-progreso, tal com o, por e je m ­
plo, se la caracteriza en el inform e M eadow s. En esa situación
nueva, los sindicatos ya no luchan p o r un m odo de vid a, ni
siquiera por un n ivel d e vida; de añ o en año, de mes cn mes, se
solicitan y con sienten sacrificios ob liga torios para p a lia r lo que
más urge (casos T W A c Oastcrn A irlin es p o r e je m p lo )27.
Así, las relacion es in iciales c o n et sistem a se in vierten , los
grandes ideales desaparecen, el p roteccion ism o y el m ied o en-
venenan la vida n orteam erican a, signos d e la instalación de
nn m ed io totalitario. El h om b re desaparecido -e v a c u a d o de
Jas calles y de las p lazas, e x ilia d o de su propia e x is te n c ia - v iv e
en la som bra, "e n lo ciu dad desm esurada, sin ni siqu iera una
m u ltitu d ctm la q u e con fu n dirse... y en lo qu e uo percibe a sus
sem ejantes m ás q u e a través d e los parabrisas de sus a u to s 2S”.
N u evam en te se v u e lv e troglodita, habitante d e la noche.
Recuerdo una novela p o p u la r29 que cuenta la historia de
una ciudad aislada e n la campiña inglesa. Única anom alía d e la
pequeña ciudad, un centro adm inistrativo gigan tesco, una b u ­
rocracia om nipresente. L’n esa d u d a d tan bien adm inistrada,
dedicada a la filantropía y a la asistencia social, reina sin e m ­
bargo una angustia, un m iedo incoercible, que nada p arece jus­
tificar en apariencia. El anlor nos hará descubrir progresiva­
m ente q u e este m ie d o innom brable que envenena la ciudad se
d eb e a su capilaridad secreta. N o depende ni de los m o vim ien ­
tos aparentes de Ja vida cotidiana, ni de las grandes arterias
racionales de su infraestructura adm inistrativa -q u e son coh e­
rentes y su p erorgan izad as-, sino del hecho de qu e todas estas
grandes arterias están parasitadas p o r la m ultitud de circuitos
sociales secretos que proHferan a su alrededor. Esta verdadera
ciénaga social es com o la som bra q u e p r o y e d a a su alrededor la
sociedad evidente, una som bra donde las relaciones devienen
connivencias, las asociaciones corru pción, la com petencia p e ­
queñas fechorías o enm on es abom inables.
Sin em bargo, esta infrasociedad resulta irrcconociW e, p o r ­
qu e en su seno cada uno tom a ú nicam ente una pequ eña parte
en e l “ crim en gen eral” , cada u ro tien e un cam po d e participa­
ción a la m edida de su im agin ación crim inal c ignora todo, o
casi todo, acerca de la dim ensión y la naturaleza del cam po
general eu el que se m ueve o actúa. Los crim inales d e guerra no
explicaban su contribución al ascenso deJ totalitarism o n a zi más
qu e p o r Ja ignorancia en la qn e cada uno d e ellos se encontraba
acerca del alcance real de las acciones de cada uno. Todos creían
aprovecharse d e apariencias engañosas, aun cuando en tal caso
todos habían sido engañados: en con ju n to, d eb id o a lo arbitra­
rio de la infraestructura aparente y, a Ja vez, p o r separado, d eb i­
do a la capilarídad secreta de esa infraestructura, form an d o to­
dos ellos una fuerza tem ible, su ¿nerza, y sin em b argo incapa­
ces d e reconocerla com o su propio producto si uo es de otra
manera que bajo la form a perniciosa del terror indecible q u e les
causa.
Los qu e p o r azar creen p o d e r aprehender o aun actuar, son
aplastados y volteados por la violen cia de esta tuerza. N o se
tro t i entonces d e un fuerza inconsciente colectiva, sino exacta­
m ente Je lo contrario: se traía de la p u lverización fuera d e una
apariencia desaparecida de la con cien cio colectiva, d é l a p érd i­
da general del sentido com ún q u e norm alm ente debería m orali­
za r y suhyaccr la organ ización social y sns acciones. A m edida
que cada uno, cada grupúscnlo o cada secta, se hunde en su
obra nocturna y trabaja secretam ente en em b ellece ría, la som-
ora y la soledad se hacen más espesas alrededor suyo, la reali­
dad se oscurece, ya no hay n i bien ni m al, só lo el tem or y el
terror in flig id 05 o padecidos.
Este tema -q u e retom an varios relatos m íticos en el este de
Europa y lu ego en los países sa jon es- iigura perfectam ente la
diferencia existente entre las aspiraciones, la regulación eviden*
te de sistemas proteccionistas, y su resultado final. El gen io de
Jean Roy consiste en haber m ostrado que Ja s ociedad occidental
hnye. Q u e para ella la verdadera existencia com ien za sicnfpre
por fuera de las estructuras racionales que se da. Fl ejem p lo
fam oso de la aséptica Brasilia -abandonada de noche por sus
habitantes, qu e la cambian p o r los lugares de p lacer de sus su­
burbios m iserables- n o es m ás qu e la im agen d e esta otra vida a
través de la cual se escurre y se vacía el sentido m ism o d e toda
vida diurna.
¿Flujo som b río íle energía enjugarlo p or la gran n och e y p er­
d id o para siem pre por la conciencia social? N o , ya qu e en la
ciudad im aginada p o r Jean Ray nn hecho nu evo se produce: el
Greeny se desborda. El Greeny, arroyo hasta entonces en cau za­
do, rom p e las defensas, crece desm esuradam ente, invade la p la ­
nicie, las casas, la bonita ciudad, y acarrea un m u ndo de cadá­
veres.
"Ya n o h a y en ergía m ás q u e en a q u ello s q u e v iv e n separa­
dos de la socied ad ” , hacía notar B alzac. Se p u ed e d ecir «p ie la
en ergía de las sociedades hipcrcstructuradas se reíu gia s ie m ­
p re fuera de ellas m ismas. En eiccto, a m edida qu e e l sistema
se v u e lv e m o ra liza d o r de 1111 con ju n to más exten so, la marea
íle actos "rep ren sib les” crece forzosa m en te. D e la in clin ación
a la obra maestra nace la in clin a ció n al crim en , c o m o de la
co n fu sió n en tre el b ien y lo perfecto nace la p rodu cción del
desecho. Es banal recordar qu e el espíritu de 1789 nacerá del
de Jos lib e rtin o s v sectarios del siglo preced en te; lleg a d o el
m o m en to serán lo su ficien tem en te poderosos y estructurados
com o para qu e sus diqu es contengan el desbordam ien to m is­
terioso de n u evos Creen y.
P o r eso, co m o lo hacen notar los testigos, se ven en París
extrañas figuras q u e no parecían eviden tes con anterioridad
fCcndrars hará en 1936 la m ism a re fle x ió n ). Entonces .se desa­
rrollan escenas inim aginables e n una sociedad policíaca. N o es
la m iseria lo que em puja a los am otinados a despedazar los
cuerpos hum anos en plena calle para lu ego devorarlos, los qu e
se encarnizan así .son las más d e Jas veces com erciantes h o n o ­
rables, burgueses apacibles. A l acercarse cada desborde del
Greeny verem os reproducirse hechos casi idénticos, signos cer-
tentó d e la iuga de un inundo fuera de s í m ism o: m u ltiplicación
d e escándalos, desordenes, crím enes -e n fin , deshorda m iento
com p leto, suplicios, profanación de cadáveres, e tc .-, hasta la
llegada de nn n u evo reencau¿am iento. N o son los “ ofen d id os”
los qu e h acen ju sticia , sino, singularm ente, personas que ha­
bían p erm an ecid o aparentem ente indiferentes, que n o habían
sitio "actores", porque, en este tipo de asuntos, n o existen ni
co n viccion es n i cam pos, sólo el desborde.
'Estas tendencias om itidas por Jos m oralistas a causa de su
carácter supererogatorio, escribe Poe, m otivos sin m otivos, ra ­
zon es irracionales... Estamos aJ borde d e un precip icio, nuestra
razón n os d ice q u e nos alejem os del p eligro y, sin em bargo,
inexplicablem ente, nos quedam os y nos acercam os, p orqu e nues­
tro ju icio o Os ordena qu e nos alejem os".
EJ m ied o y Ja inseguridad que reinan actualm ente en los
Estados U nidos son producto de Ja capilaridad del sistema am e­
ricano, fruto tanto de los desbordam ientos in d ivid u ales com o
de la corrupción secreta y de la concusión. Son ob jeio d e in ves­
tigaciones m inuciosas de parte del poder, sin ninguna relación
natural p osib le con cJ ascenso irresistible de Ja “ im provisación
crim ina!” en el país. Porque, en lo sucesivo, lo s s iu m s y los ghetos
degü ellan, el m ied o civil se extien de al conjunto de Jas m etró­
p olis, inclu so la huida hacia los suburbios se vu elve inútil.
Esta m area está sum ergiendo a N orteam érica, y Ja sum ergi­
rá si ninguna estrucm ra nueva v ie n e a encauzarla. En Ja ausen­
cia h istórica de esta ciudad im posible de con ocer va a perderse
!a potencia afectiva del esquem a rector perim ido (la in stitu ció n ],
y o m e d id a q u e suba la m area d e n u e v o s cc.mccpt.os de
desocialización , se refuerza y se ju stifica la necesidad deJ lista­
do-Ejército en cu am o sociedad ideal con sus soludú/ie.s finales.
Aunque después de XieLzsche se insistió m ucho io b re la con ­
centración de la violen cia cn e l Estado, no se ha sondeada la
utilización por parte d el sisiema de su corolario, el m iedo c ivil,
ni el carácter irracion al de las camparías profilácticas (in q u isi­
ción, delación , casa de brajas, etc.) que aceleran la carrera h a­
d a su propio fin ele las m ayorías -espantadas p o r la som bra que
las cam pañas proyectan frente sobre e lla s - frente a su propia
extrem idad. "Son nsredes, dirá M anson a sus jueces, son uste­
des los qu e engendran a sus hijos, son ustedes los qu e hicieron
aqu ello en lo que se han convertido, y si tornan estupefacientes
es porque usiedes les d ijeron que la droga es nociva, de otro
m odo no conocerían su utilización".
Gracias a las grandes cam pañas de in to x ic a d o » llevadas a
cabo por l o » F.sradoS'nacióu (h em os v is to c n 1940, en el am an e­
cer de la guerra total, poblaciones enteras h u yen d o al axar^de
las rutas de Europa, sin saber frente a qué exactam en te), eí m ie ­
do c iv il an teriorm en te orien tado hacia el afuera y hacia otra
parle, se d irige a flora hacia el interior, hacia el adentro.
En la televisión , en la prensa, la in form ación propiam ente
dicha prácticam ente ha desaparecido en b e n eficio de grandes
campañas p ro iilá cd cas, nacionales o internacionales; la higiene
p olítica se halla n uevam ente m ezclada con la h igien e m oral y
social. La campaña antidrogas v in o así a reem plazar la cam pa­
ña antialcohólica (la T.eySecal d é la gran crisis del aislad on ism o
norteam ericano,
A l convertirse en leyes las norm as d e la soriedíKi sana, lcgis-
la tivo y e jecu tivo üenden a recubrirse cn estados d e excepción
q u e ya casi son la proclam ación, p o r parte d el Estado, de un
es lado de sitio p erm an en te de la sociedad. A q u í tam bién la ins­
tau rados totalitaria del n ad on alsodalism o en Alem ania n os ofre­
ce n u m erosos ejem p los: la ,;N ochc d e los cu chillos la rgo s" en la
q u e la masacre será ordenada preci samen re en nom bre íle la
m oralización “ necesaria para la defensa del Estado". Acusadas
de concusión, las víctim as sem u esu a n com placientem ente, sor­
prendidas por una m uerte justa cn m edio de escenas de h o m o ­
sexualidad, de borrachera, etc. ts ta serie de asesinatos crapulo­
sos, perpetrados en nom bre de su m oral, obtendrá la adhesión
de Ja burguesía alem ana. M ás adelante, cuando con la guerra cJ
m ed io totalitario se haga realid ad . verem os hasta dónde puede
ir la reactnalizacíón de los tem ores morales, haciendo, p o r ejem ­
p lo, del niño anorm al, del inadaptado social o del alien ad o, o b ­
jetos de inquietud para el e q u ilib rio e c o n o m ía ) de una nación
reducida a la sem ipobreza p o r la guerra. F1 Estado decidirá e li­
m in a r e l fin qu e representan, y no a ellos en tanto íjue personas,
pues aquel qu e n o está c o r Forme representa siem pre un fin más
para las estructuras provisionales, otra proyección de ellas m is­
m as (en este caso, la d errota d e l Estado m ilita r n a c io n a l­
socialista).
A q u í reside su crim en verdadero -e n lo qu e en e l Este lla ­
man su desviacionism o~ eso h a ce q u e la anorm alidad quede
directam ente ligada con el crim en político, y que e l opositor sea
internado y “ curado” en el asilo, porque la "re v o lu c ió n ya fu e
h ech a " En los casos extrem os, la m oralidad del Estado ya no
será actuada m ás q u e por la “ n o-m oralidad" que produce: el
expulsado, el excedentario, el crim inal, e l contam inante, el in ­
tercam bio vio len to c irracional q u e excede to d a s las intenciones
es el engranaje represión-agresión-represión, tom ado a n ivel de
una totalidad interior; es el n o -reto m o a un sentido in ic ia l, a un
sentido cualquiera, d e otra parte.
Es bien eviden te qu e la inserción obligatoria del cuerpo so­
cial en el m etilo único abre una brecha, con su fuga extraviada,
en el frente de todos ios signos, de todas las m anifestaciones, de
un sistema que ya n o tiene sentido ( “ Esta v id a ríe la que yo no
entiendo nada” , declara tam bién M anson en su juicio.]. Pues el
h om bre o b je tiv o que desaparece (m ás de un m illón de desapa­
riciones tem porarias o defin itivas en los Estados U nidos cada
a ñ o ), es el h o m b re e n tanto relevo central del “ sentido” , el in ter­
cam bio de buenos p rocedim ien tos que tiene lu gar en la m oral
rural (e l buen proceder qu e acarrea d bienestar en el m edio
am biente com estib le). En P o rn a ri50, por el contrario, la figura
predadora del co lo n iza d o r adqu iere su dim en sión aberrante: la
mala acción, después d e lw b er aportado un bienestar provisorio,
se consum a, tras el asesinato sádico del "n e g ro ", a través de la
decadencia deJ co lo n o en la tierra arruinada; es el intercam bio
d e m alos procedim ientos.
í l e la m ism a manera en que e l “ negro1' era “ ladrón, violador,
m en tiroso, in ep to” , etc., y no se lo toleraba más qu e cuando
respondía a las tres norm as (vacu n ado, perfum a do. encadena­
d o ), así el europeo, expuesto a la nueva colon ización interior, se
volverá com o el negro (B ald w in ) frente a fu erzas represivas que,
según la expresión d e R. M aroellin, "dehem recibir una form a-
cíón en ju n ción del cam bio de la m ora lid a d de. los a u th íd a rtm "
M ientras, R alph Nader, abogado tle los consum idores, des-
em barca para prosegu ir su "cru zad a” en nuestro continente.
Aquel que apollaron e l “incorru ptibleam ericano" y que Princetnn
honró con la lVbodrcu> W ilson Atirard -p o rq u e él “ nos perm ite
esperar m ás segu ridad”- , vin o a dem ostrarnos que "nuestros
problem as son Jos m ism os qu e los del consum idor norteam eri­
can o’'. A q u í radica precisam ente la “ajierrura” elegida por e l sis­
tema para desbloquearse, al tiem po q ije rem edia las im provisa­
ciones de la sociedad en fuga. El "-New Dea! de N a d e r" va a
vo lver a dar un sentido m oral a nuestras existencias, atacando
nuestra JcgisUwum.
En efecto, e l sistem a y a no es creíble en cuanto representa.-
ción del p rogreso, de la innovación, de la abundancia. A m érica
ya no espera exportar los signos de la riqu eza sino lo s 'd e la
su perviven cia; sus a uros tendrán m enos crom os, m enos a lm o ­
hadones, m enos colores vivos, pero deberíam os, según Nader,
m orir un p o co m enos. Gracias a los "protectores del ciudada­
n o ” , al om budsm an, la *'<lel>acle fisiológica, después de haber
sido e l pod eroso instrum ento del provecho, se vo lverá su princi-
I>aí dim ensión".
De aqu í en m ás e l sistem a tam bién tendrá en Europa su m o­
ral especíFica. con sus brujas, sus inqu isiciones, sus pogrom s de
un n u evo tipo, y se necesitaba un hom bre lan irreprochable
co m o Ralph N ad er para revelárnosla, o, m ejor aún, según su
expresión, “predicárnosla”... El talco M orh angc, en e l m om en to
de su venida m esiáníca sobre nuestro continente, no habrá sido
para nuestros niños m is que una nueva "m asacre de los in o ­
centes'” Pero, más a llá, el m undo del om budsm an se inscrilie
exactam ente en la perspectiva de la “ p az toral” , tle la carrera
hacia el fin: m ora lizá n d ola , m ora liza la debaele físú'hjgica. la
instalación en “el írío de este otro m u n d o "; su tierra prom etida
es aquella del d éficit, del desecho, y hacia ella nos precipita­
mos.
La situación creada hace treinta años sobre la escena inter­
nacional por los Estados Unidos, al asociar consum o y asisten-
da desem boca en su in versión absoluta, en el r e la ja m ie n t o
“ por el absu rd o" de todo la p olítica del objeto. A sí, el presidente
N íx o n lie n e m uchas pmicizpacíon/st. por una p arte, con el
ftm ta g o n C apitalism w , por la oirá, con la corru pción de su ad­
m inistración, pues la Constitución am ericana hace de su p erso­
na eí g estor de dos m ovim ien tos todavía antagónicos en ei seno
de! Estado, uno hacia la id u ene, y e l o tro, a través de la noción
de servicio público, h acia la vida. Que el presidente haya e le g i­
do, cn e! in icio de su n u evo m andato» v o lv e r a cuestionar el
program a social la n za d o p o r Johnson, que la sociedad am erica­
na seo llevada, h o y día, a ver en Ja gestión de la m uerlc nna
fuente in com parable d e ingresos y d e estabilidad, qu e se desin­
terese del fu ncionam iento d e la institución, son los signos alar­
mantes d e la in terioriza ción del p royecto suicida, d e la in scrip ­
ción en cada uno de sus m iem bros-operarios de la gran servi­
dum bre del crim en 3\

El p o rv e n ir social proyectado p o r este sistema es p rob ab le­


m ente la vida llevada por M anson y su fam ilia, tal corno nos la
muestra Laurencc M errick eu un docum ental presentado en Pa­
rís.
M anson v iv ía cn un v ie jo decorado de W estern, en los con fi­
nes del Valle d e la M uerte, su com unidad anónüca buscaba su
subsistencia eu los basureros de un superm ercado del barrio.
Era la época de los grandes m otines a m en canos, de los Black
Pntlltw rs. Por entonces parecía q u e podía desencadenarse la
guerra c iv il racial. M an son cree en la '‘ gran revolu cióu ” , «u n a
partido p o r los negros, p recon iza el ataque a las ciudades con
bug^ys equipados de am etralladoras pesadas... Pero, com o para
Baader y su banda, la revolución no llega. Entonces ¿por qué
M an son , que declara haber sido el espectador atento de catorce
m il crím enes cn la televisión , no cruzaría solo las m urallas cre­
pusculares de esta sociedad fantasm a en la que tantos muertos
y atrocidades, tam as ruinas reales o simuladas, n o son más que
las im ágenes calcidoscópicas de una m uerte más geueral, la
muerte del nm udo en qu e eJ vive?
Lo esencial, para él, es salvar su realidad, n cteu id o casi p er­
m anentem ente, habítam e de las prision es y de los p en iten cia­
rios -c o m o los hom bres de “ Septiem bre N e g ro ’* p o c o después
en M u n ic h - cum plirá su ''espectacular”. A q u ello s que quien?
asesinar son los que todavía gozan de la p a z y del confort, por­
que son los inass-m ofta de es<a sociedad crim in al. Después de
los Polanski, tenía en su lista a Sinatra (planeaba en via r los
pedazos a sus a dm iradoras), Li¿ Taylur y m uchos oíros. Actuau-
d o de esta roanera, ¿habrá hecho a lgo m uy diferente de lo qu e
hace a diario la sociedad de consum o con sus películas, sus
discos, etc.? Entonces, resulla inverosím il q u e esta sociedad lo
condene, y eso les explicará largam ente a sus jueces después de
lutber recusado a su ahogado.
Lo q u e llam a la atención en M anson y sü fam ilia n o es la
au'ocidad de sus crím enes, sin o que e i crim en se haya vuelto
pava ellos un segundo estado de naturaleza. D el m ism o m odo
en que la '‘elección espontánea al v o lc o ” de los anarquistas del
siglo xix fu e n orm alizada por el tenedor libre y e l latrocinio en
Jtis superm ercados, M anson sólo pretenda romar la delantera
del orden establecido, no ir en su conira. Sus crím enes no son
más qu e una cornpreusióu dem asiado p recoz de este ordeu.
Su utopía crim in al y los últim os asesinatos com etid os #n
1L
; 6 9 por su fam ilia alcanzan en e l h o n o r las prem oniciones de
los hacedores d e prospectos de los años sesenta, tal co m o las de
los años vein te se habíau realizad o en la guerra lotal. Fl teairo
es más difuso, revela una nueva situación social o, m e jo r aún,
irfra so cia l - la guerra c iv il total-, es decir, toda la problem ática
de este fin de siglo.
3
La movi da

“Ejdstc algo llam ado derecho civil, insistió M . Owon.


- N o cuando el gobierno proclama el estado de sitio../’
Jack í.ondon

lÜ p royecto de no retorno nuclear extien d e al conjunto p la ­


netario la “ m oralidad deJ fiel”. El tiem po y el espacio tie los que
trata este proyecto son m u y concretos: el Estado suicida es un.
Estado construido, su finalidad no tiene m ayor relación con un
espacio e co n ó m ico q u e con un esp a d o político, social, cultural,
etc.. De hecho, su p rin cip io consiste en contenerlos a todos en
u no solo, él y só lo él.
En G uerra absoluta y guerra ¡ m L C lau sew itz ya apuntaba:
“Gracias a la plan ificación d é l a guerra, el acto de guerra en su
totalidad deviene unti apfímt'ióri tm ia i, co n n n único objetivo
fin a l d e fin itiv o en el qu e todos los objetivos particulares se ha­
brán fundido". El general pretende qu e la filosofía de la guerra,
sop eñ a de absurdidad, n o debe conocer p rin cip ios moderadores,
“el uso de la v iolen cia integral no exclu ye de ninguna m anera la
cooperación de la inteligencia; aquel qu e hace uso de violen cia
sin piedad, sin retroceder írenle a ningún derram am iento de
sangre, fo rzosam en te sacará ven Laja en relación a un adversa­
rio «pie dude en actuar del m ism o m od o, y así le im pondrá su
l e y ”. D e ju a n era que, p a ra C la u s e w iiz , e s to s p r in c ip io s
m oderadores que a p r im e n y pon en trabas a la realización de
un ab soluto de la guerray residen en e l Estado m ism o y, m ás
precisam ente, e n su situación social. 1¿1 Estado p o lítico tradicio­
nal constituye un m ed io no conductor para la guerra; en su
seno reinan “la confusión, la unilatcralidad, los ro d eo s infinitos,
m ientras que e l buen com portam iento estratégico im plicaria la
sim ple irama de una o dos inferencias” ; pensam ientos cargados
d e consecuencias, t ]» e C lau sew itz n o tendrá tiem p o de llevar a
térm ino p orqu e Vom K ríege es una gran obra inconclusa, in te ­
rrum pida por la m uerte. Cuando, hacia 1816, escribe al m argen
la célebre nota: “H a y que subrayarlo expresa m ente, la guerra 110
es otra cosa qu e la continuación d e Ja p o lítica d e Kstado por
otros m ed io s” , sin duda piensa todavía en una guerra que - n o
siendo más que un sistem a- n o puede constituir lógicam en te
otra cosa qu e e l ep ifen óm en o de un Kslado p o lítico encargado
de darle una significación. A la vez, a lo largo de tocia su obra,
se esbnza ya la idea de la gra n inversión del siglo xx: la in v e r­
sión de los últim os prin cipios de la m o d e ra d o r s o d a l p or parte
de la conducta estratégica, ¿o tp ie en el t'.stado n o es guerra , m
constituye, razón de Estado.
Ciento cincuenta años después de C lau sew itz, el n orteam e­
ricano Kissinger puede afirm ar que lo qu e separa la '‘p olítica*
de su país de la de sus socios eu ropeos es m enos una d iv e rg e n ­
cia de intereses que la sofisticación de los estudios m ilitares
técnicos en los Estados Huidos. La a celera d ó n y la sim p lifica­
ción de las inferencias estratégicas se ha vuelto tal que la sim ple
consulta a cu alqu ier s o d o derru m ba la fiabilidad de la trama.
C ontrariando la con vicción de C lau sew itz» el esfu erzo estra­
tégico mut uo y sin sign ificado d e los estados europeos fu e sufi­
cien te co m o para con vertirse en e l resorte d e la evolu ción y,
luego, de las revolu ciones del V ie jo C ontinente y del mundo. La
violen cia m oral in terior - la s leves, el d ere c h o -, y la violen cia
e x terio r - la g u e rra -, se conju garon en el E stad o , la guerra rea!
fue siem pre el factor activo de la transform ación, a los esfu er­
z o s mi l i t a r e s e x te r n o s le s c o r r e s p o n d ió r á p id a m e n te ia
institucional i zación d e una situ a d ón estratégica interior, a la
guerra le respondió la endocolon ización .

Si hoy en día se habla a m enudo del "co m p lejo m ilitar-in­


dustrial", éste es designado en su re a liza d ó n estadística com o
relativam ente alejado, y la actualidad nuclear queda atrinche­
rada en la últim a págin a, e n Ja última lín ea de la prensa reputa­
da de seria, en la crónica de "N oticias Breves", a tal pu n to que
nuestra existencia se ha vuelto sim ilar a la de los soldados de
Klnglake:

"F n la m edida en qu e e l cam po de batalla se pre-


sentaba a sim ple vísta, n o había ni conjunto, ni
largo, ti i ancho, ni profundidad, ni dim ensión, ni
form a, y 110 estaba com puesto de nada... En esias
condiciones, cada grupo de soldados continuaba
librando su propia pequeña batalla en una feliz y
propicia ign orancia de la situación general en que
se encontraba la acción; q u é d igo , m u y a m enudo,
in clu so, en la ignorancia del hecho de qu e nna
gran batalla estaba arreciando.”

D e a llí cn adelante, este cam po a rtific ia l constituye un esta­


d o de h ech o cn el que v ivim o s de buen grado o a la fuerza. La
m egalóp olis -m o d elo a m erica n o - es su realización sign ificati­
va: ella tam poco tien e ya, a «im p le vista, ni sentido, ni conjun­
to, ni profundidad; en sus desfiladeros verricales y estrechos el
cam po d e visión d e los habitantes está lim itado, el sm og neutra -
liza sus últim os h orizontes, m ientras cada uno libra com bate*
locales de p roxim idad; el sentido del conju nto y de su d e f i n o
escapa a sus p rop ios ocupantes. El fin de las ciudades -fija d o
desde bace tiem p o p o r e l plan nuclear (la política de lo que está
en ju e g o )- ya se llalla inscripto cn su presente; co m o .se d ijo de
N ueva York: estas ciudades se destruyen a s ( m ism as. Es bien
sabido qu e la sim ple gestión m unicipal se ha vu elto nn p ro b le­
ma insoluble, p ero e n lre tanto, nos interrogam os sobre el aspec­
to que podrá lener la existencia cuando, en 1111 futuro cercano,
se realicen las grandes vías de com unicación urbana con las
m ega lóp olis vecinas, especialm ente bajo los auspicios de orga­
n izacion es m ilitares com o la OTAN': C hicago y Pittsburg se vol­
verán CfttpiÉfcí, Ros Ion y W ashington, Rrwuwsfr, etcétera.
Resultan sign ificativos los lemas y las solu cion e* propuestas
p o r la CTTAN y p or su C om ité Sobre los D esafíos de la Sociedad
M oderna, para qu e los expertos reflexion en sobre e llo en la con-
icrcncia qu e se reu n ió cn el otoñ o de 1973, y en particular e l
proyecto p iloto para “la planificación universal d e la circulación
de personas y m ercaderías”. En este tipo d e estudios ya no se
trata de las vision es un tanto lejanas de la plan ificación e c o n ó ­
m ica - t ip o las de la conferencia de la i la y a -: estas n o cion es -s i
es qu e aún siguen siendo el m ó v il in voca d o y, provisoriam ente,
tam bién el m e d io - no defin en el acontecim iento: la puesta en
cuestión, en un relativo largo p la zo , de todo m o v im ien to h u ma ­
no sobre el planeta p o r parte d e la trama estratégica global «leí
n u evo conjunto m ilitar indututial.
La gran fuerza ascendente no era la del Estado capitalista,
socialista‘ó industrial, sino la del Estado militar. El Á frica ter-
cernum disla n o se halla retrasada con respecto a Europa, sino
adelantada: e l ejercito ya gobiern a en casi todas panes. l a so­
ciedad postindustrial es la suciedad militar. Sin em bargo nadie
interroga al Estado-ejército.

En Europa o c c id e n ta l cuando nos rem ontam os a los o ríg e ­


nes. descubrim os un m undo rural prim ordial, una ausencia casi
total d e p o d e r m a rítim o y com ercial, e l abandono de las gran­
des estructuras del Estado {d erech o rom ano, vías continentales,
concentraciones urbanas, e tc.), y tam bién elites y una adm inis­
tración, am bas ocupadas en sobreponer.™ (d ie v a u d ie r).
Fstas élites en m o vim ien to , este sujeto que principalm ente
está ocupado en m overse, dispon ien do tan sólo d e sí m ism o y
íle sus propios m edios, un liza e l cam po para circular, sustraer­
se, cam uflarse, pero rw para defenderse. Fste sujeto no tiene
más íjue sus dim ensiones, su espacio y su tiem po se sum ergen
en su propia duración, c incluso el bien espiritual queda conte­
n ido en este espacio súbito en el qu e lodo d eb e ser inm ediato,
todo debe ser p róxim o. Este atajo extrem o entre voluntad y
m o v im ie n to lleva rá un nom bre en el ám bito d e la literatura: los
cantares d e g is ta , literalm ente, cantares de las cosas hechas.
Esta cultura del presente v d e lo súbito desaparece a l m ism o
tiem po <pie e l sujeto com ien za a erigirse tcm torialin cn te. En el
sem in om ad ism o, la voluntad se ejercía en vistas a un pon to íijo
(estación, señal, o jo de agua, etc.}, pero el caí upo recorrid o era
ilim itad o; e l p eligro residía precisam ente en su lim itación : todo
debe con ten er lod o de in m e d ia to 34. Con la erección estratégi­
ca, la iortjrícación reaparece bajo su d en u ición prim era de obs­
táculo continu o De a llí en adelante, el cam po se encontrará
lim itad o, p ero no strá recorrido, sino d om in ado y percibido. La
voluntad se ejerce en sentido inverso, bacía el m o vim ien to, y
tiende a rechazar los lím ites im puestos al cam po por el obstácu­
lo de la estructura construida. La actitud d e las élites resulta
inm ediatam ente característica de esta nueva p osición del sujeto
en el espacio, lili sujeto retoma p o r sn cuenta el vie jo ostracis­
m o, se qu iere exilia d o, d evien e un falso nóm ada. Es la ruptura
y después la búsqueda, la larga paciencia, sobre codo la inven­
ción ele un com portam iento referido a la separación - m uy r e a l-
de lo in m ed iato, ele k> súbito.
La anom alía occidental se produce en la práctica, a la v e z
Estado construido continu o v discurso (díyqirsw y} De hecho,
el rt¿$CHrsm' -p r iv ile g io del desposeído (herm ano m enor, agente
secreto, m ensajero, artista, am ante, m onje, caballero y después
m e rc e n a rio )- con stitu ye a lgo a s í com o la erección estratégica
d elprim ogén itn (aquel qu e posee).. una desaparición en nn tiem ­
p o y un espacio am biguos, tle m odo tal qu e los prim eros son
proyectados y construidos, los oíros, a la fuerza, sim plem ente
proyectados. Asi, el sujeto devien e realm ente hom bre ob jetivo,
voluntariam ente independiente del m undo que percibe, sin co­
m unicarse con él más q u e sirvién d ose com o m edio de la m ulti­
plicación d e las leyes qu e inventa,
ü e esta m anera, el lega lism o in vad e todos los d o m in ios
(piénsese en el derecho rom ano, a l q u e se le d evu elven sus
investiduras en eJ s ig lo avj). El distanciam iento entre lo tem po­
ral y lo espiritual es recon ocido en el siglo xt por la reform a
gregorian a, p orqu e la eternidad (.lo concinuoj ha desaparecido
efectivam ente, al m ism o tiem po tjne el a a n p o abierto deJ espa­
c io inm ediato. D e a llí en más, al quedar el fon do lim itado, Li
eternidad se con vierte en una perspectiva dentro d e la cual nos
conducim os siguiendo las técnicas de la religión , y es el fin (la
m u erte) quien reem plaza la duración en el cam po inm ediato.
La m uer le está en el a mi nenie, alrededor, al lado, entre los p rin ­
cipes, los caballeros, los am antes, los paisanos; el fon do se id en ­
tifica con la m uerte, fuerza disipativa, agresiva, irracional, qu e
rechaza la sociedad occidental hacia estructuras protectoras...
hacia la estructura construida que constituye el instrum ento de
la separación. Porque la separación es una operación técnica:
obstáculo continuo en el espacio, la fortificación queda p erm a­
n entem ente am urallada en el tiem po.
Atjuí se traía de la puesia en fu ncionam iento del prin cip io
de increm ento de la resistencia de lasposiriontis rjriqutrKfcw frente
al aum ento de la agresión y tle ¡íiis íiier/^s destructoras; ataque
y defensa, dos conceptos, cada ucjo implica tío fundamentalmente
p o r el o iro. Pero va es tiem po de sacar la conclusión de "aqu ello
que hace de la defensa la fon/ui más rocín ih* (\unbat.ir": (p ola r
al con cepto de defensa esta idea de nu-tigrvsiájt con la tjue gene-
talm ente se Ir» relaciono, v er c ó m o la construcción de rada p ro ­
tección resulta, en sí m ism o, un o c io de violen cia socio137,
Desde los orígenes, el aporte m ecánico resulta determ inan­
te: la transform ación técnica de la m áquina (d e asalto) consti­
tu ye el factor principal d e la transform ación de la estructura
construida, de su evolu ción esquem ática; pero esta transform a­
ción n o in volu cro un factor d e ca m b io : es literalm ente una con­
servación de naturaleza tautológica [en B abilonio, para uno pri­
mero muralla d e noventa kilóm etros, los m urosolcan zaban vein­
tiséis m etros d e espesor y cuarenta y seis m etros de o lio , m ien­
tras que cn Occidente, a causo de la ausencia de m áquinas de
ch oqu e o d e escalar sólo tendrán dos o tres m etros d e ancho por
seis u o c h o m etros d e a lto ). Este d o b le factor de p rogreso
tau tológico d e la protección se perpetúa bajo la am enaza; obstá­
cu lo perm anente, la fo rtifica ción es un m ism o cucrpo que cada
día d eb e m o d ific a rs e en s ecreto , yo q u e en cu an to qu eda
periinido -p o rq u e n o aum enta su resisten cia- esta no-progre-
sión le es inm ediatam ente íatol y desaparece.
Su perm anencia estructural ha llega d o a ser la perm anencia
de una perpetua m od ificación ; la prueba p o r e l absurdo d e su
existencia es que ya no existe m ás que en relación con su even ­
tual no-existencia. Tiende entonces hacia la práctica puram ente
especulativa, hacia el lu d ism o (v e r o H. Kahn y el “ Juego otóm i
co en 44 casillas’'.). Lleva tan lejos esto tendencia que supero
constantem ente sus aspectos logisticos verosím iles paro alcon-
7.a r lo fantástico, e incluso la sim ple locura (las fortificaciones
subterráneas cn Francia, en s ig lo p o r e je m p lo ).
Pon er energías fuera del tiem po y del espacio hum ano, tal es
el p rin cip io d e este arte: el /u#2r\ delen tor d e p rivilegio s fuera
de lo n otm a l, lu gor d e ubicuidad, d e preservación y d e conscr-
\roción . salvo a unos pocos, o aquellos q u e son adm itidos (los
e le g id o s ). Jxjs p rivilegio s perm onentcs del lu g a r 38 crcan c in i­
cian la elite, d escalifican do al conju nto porque, inversam ente,
la estructura de la m urallo creo [jara la masa (d e los excluidos)
lo incom prensible, lo m ortal y lo inhabitable; aqu ellos que. por
desgracia, se aventuran cn el espacio in ven tado y detentado por
la elite, encontrarán tanto diíieultad paro avanzar co m o para
retroceder. Porque lo qu e d iferen cia, a pesar d e su aparente
sem eja n za , a lo fortolezo del M ed io evo eu ropeo de lo fortaleza
antigua, es q u e la prim era penn.iLe p ro lo n g a r indcíinidoj/tenia e l
co/nfarc. e l n iego militar* gracias a la organ ización m ism a de
sus espacios interiores: con sus agujeros, sus ch icaras, sns es-
w le ra s , sus desniveles... resulto, siguiendo la iorm u la del gene-
í-oI de V illem oisy, "una suerte d e cojo de sorpresas". L'sta noción
perversa íle la concepción del cam po (cam po de estratagem as)
vo a prevalecer a partir del Reno d in jento y va o em pujar a la
elite o abandonar las estructuras pesados en las que se.había
refugiado en un prim er m om ento. Por ese entonces, los M aes­
tros de la cu llura occidental se encuentran estrecham ente aso­
cia íl os con la instalación de este Tin i verso n u evo y pura m ente
especulativo. Para A lb erti, las artes están intim am ente ligadas
con la cnncejHiión ra cion a l d£ lo asla tal, con su organ ización y
coi) su defensa; para V iiic i, no son represe:»Lición sino proyec­
to, y la pintura d ebe estar fundamentada p í> r los p rin cipios de la
geom etría, p o r lo medida del espacio...
L\ lím ite de Ja m uralla -q u e al cerrar e l espacio crea un cam ­
p o a rtific ia l- la abre al ju e g o d e la p revisión , hace pues de este
cam po una tisceua (V a u b a a ) d o n d e la c o a c c ió n p u ed e ser
funcionali/.ada 110 so lo en el plano físico (h erid a , cansancio,
im posibilidad vertical, muerte, e tc .], sin o tam bién sobre el pla­
no p sico ló gico (terror,p án ico, extravío, d escorazon am ien to, su­
m isión , etc.) , m ientras que la trama q u e reúne a am bos resulta
im puesta p o r la organ ización m ism a d e los terrenos circuns­
c rito s y d es tin a d o s a ser re c o rrid o s . V an ban , d esp u és d e
M ach ia velo , precon izará esta desagregación d e la personalidad
del adversario a través d e la construcción del cam po com o m e­
dio d e im partir la c u m ia r ía .
A sí, las prótesis de la com prensión invaden el espacio im ­
p ru den tem en te vaciado entre el sujeto y el m undo p ercibido, la
m ovida reem plaza al m o vim ien to, la voluntad, después del m o­
vim ien to, es alienada a la m ovida.
Si la estructura de la m uralla y de sus aledaños tienden ha­
cia la m asa de los excluidos -u n u niverso to p o ló g ico n u evo en
el que los recorridos se desarrollan en tiem pos relativos im p e­
riosam ente calculados por la c litc - , esta co lo n iza ció n local del
espacio y del tiem p o hum anos no tarda - d e hecho, p o r su diná­
m ica m is m a - en afectar e l conjunto de las organ izacion es c iv i­
les de Europa.
lis qu e el pod er producido de este m od o p o r las estructuras
construidas ha cam biado hasta llegar a no tener relación con
los dones y las fuerzas hum anas ordinarias, con la sim ple lo n ­
gevidad; el n acim ien to «leí Estado es precisam ente su ínstala-/
ción en cuanto ente, es decir, Ja construcción d e la artificialídad
de mi cam po en e l seno del cam po d e la socialidad. Es el Es l.i do
quien, desde e l origen , crea y opone artificialídad y naturalidad
social, y ésa es la razón p o r la cual el Jalado es siem pre la coric,
la ciudad (la Drsrnat)^ Es por e llo que es ahistóríco y legalista
(apropiarse del EsLado en n om bre de la historia e.s caer en el
ente, ñiera de la h is to ria ).

M on taign e ya nos muestra a la p erfección esas "le y e s ” del


Estado bajo su doble aspecto, prim ero irracional: “ M ar flotante
de las opiniones de un pueblo o de un principe... presa <Je una
perpetua agitación ... dictadas p o r los usos qu e acogen in d ife ­
rentem ente cu alqu ier cosa”. A cto seguido, describe la sum isión
que éstas le inspiran por el m iedo esenari/ ííp perder la llb e n n d
de ir v i'íftun «le m overse.
Está la disposición legislativa (el riisaireus), dictada p o r el
ju ego d e lo s acon tecim ien to s y p o r su situ ación g eo grá fica
-guerras internas, colonización, m ercantilism o, ruina d e las otras
culturas que ella o b s e rv a - y su m ás allá perm anente y bien
concreto, u niverso construido por el obstáculo, los altos m uros,
las celdas, las rejas, las cadenas, las jaulas, las m azm orras, con ­
diciones vastas y durables, ligadas con los fundam entos m is­
inos del tfstado y no con sus m iradas efím eras.
Directa o indirectam ente, las leyes se oponen siem pre a la
libertad de m o vim ien to , oponen la m ovida al m ovim ien to de las
personas. 1*1 m ovida es la esencia construirla del p od er sobre el
oiro ; f-u últim a consecuencia es lo in m ó v il, la m uerte infligida.
El ascenso del Estado occidental no es orra cosa qu e la expan­
sión de su ente en contra de rodo existente, la producción y la
reproducción tle su cam po de estratagemas, cam po artificial crea­
d o entre los p olos opuestos del m o vim ien to y la m o v id a , y que
h oy día ya no son só lo los de un ejército, una p olicía , una adm i­
nistración, sino los del conjunto planetario. A s í cesa ehíiscursus
occidental; a la p seu d o-civiliza ción de las com unicaciones y riel
m ovim ien to le ha sucedido, en veinte años, el universo petrifi­
ca d o d e las m a y o ría s s ile n c io s a s . In c lu s o el tu ris m o es
repatriado gracias a tiem pos y a espacios trucados: Disneyvvorld
sucede a D isneyland, el p equ eñ o país de los niños se convierte
cn el u niverso infantil d e los adultos (em presa técnicam ente
perfecta y citada com o ejem p lo por la O T A N ), el cam po de las
estratagemas siem pre es creado por la m uralla, e l e s p a d o de
evasión 30 es en realidad espacio de captura en qu e el juego
enseña un com portam iento.
En 1968, Lis grandes fiestas de Pekín eran verdaderos .Vfao-
worlri qu e se terminaban irrem ediablem ente cuando el ejército
am ontonaba a los turistas-guardia? rojos en sus trenes o sus
cam ion es y éstos desaparecían, iban a diluirse en e l “fo n d o ” cíe
la cam piña china. Por su parte, la izqu ierda japonesa nunca
sale al com bate revolu cion ario sin sus cámaras y sus grabado­
res, únicas e irrisorias form as íle fijar en algú n ladú las acciones
y las batallas en los lugares en los que ya no puede pretender
tom ar p osición, en los que ya no pu ed e aparecer más q u e de un
m odo fantasm ático.
En los Estados Unidos, las o rdenanzas m unicipales se m ulti­
plican: ley contra la vagancia (C in c in n a ti), interdicción de re­
unirse en las plazas (P la in fie ld ), proh ib ición de sentarse sobi£
las veredas (B o u ld er), etc. El paseante es brutalm ente puesto
contra la pared y registrado por el policía norteam ericano en
nom bre de la seguridad urbana, e l au tom ovilista debe andar
cada v e z más despacio, por m iedo a ser detenido, las cansas de
detención se m ultiplican cada m es y, cn p oco tiem po, cada día:
e l universo cotidiano y jujruial de las estructuras via les occi­
dentales a lcanza - a través de sus trampas, de sus controles, de
sus radares, de su esp io n a je- e l u niverso a n o rm a l de la antigua
dictadura estalinísta, sus perm anentes espacios de aprem ios: la
gran radial de B erlín, la periferia m oscovita o , en Suda frica, el
espacio del aparlh eid (con trol de las poblacion es negras cada
dcez kilóm etros, d e los transportes, íle los bancos públicos, etcé­
tera).
Sin em bargo, si la disposición legislativa (el d vcrosu s) aún
se transgrede, es porque -c n relación con el p rim er caso, en los
Estados U n id o s - el cam po construido d e ap rem ios continúa
acrecentándose en tanto resistencia de las esLrnctnras frente a la
tecnicidad: com o la m uralla protectora, la estructura vial se d e­
sarrolla en función de la agresión del auto-m áquina, al tiem po
<l*i e le sugiere la n oción de ataque, de velocidad excesiva, la
im bricación de dos conceptos opuestos desem boca en la escena
seleccionada en el transcurso del progreso de la carnicería, ñor-
m atizada a en vés de la n oción de ju e g o (estaciones de servicio
adornadas, radios periféricas, educación de Jos jóvenes, concur­
sos organizados por Jos diversos cuerpos de represión, etcétera).

■‘O b ed ecerla s leyes, eso no está d a r o ” , decía Sajni-Jnsr; si la


muralla necesaria para la creación del cam po social arriíicial es
m aterial, el contenido de este cam po de aprem ios es p sicológi­
co. La 5 dim ensiones alean radas por estas Totalidades in terioics
suficientes explican las gu en a x nacionalistas en Korqpa desde
finales d d siglo xvm hasta el siglo xx. Esto, en prim er lugar,
gracias a la exten sión de la noción de m tm t-fron tera , es decir de
m uralla n acion al (v é a s e el tratado d e B rialm ont, Defensa ¡sene-
m i (fe los F sia d os), después, (Je m u ralla ccnitinent.il (la “ Fortale­
za de Europa” del Ul R eich ), y fin alm en te a escala planetaria,
con el sitím gu o y sns nuevos problem as, lalcs com o e! de la
difusión de los program as «le m on dovixión , que destruirían ra­
dicalm ente lasm «ra¿fa.sp sitotó& ra s de los grandes bloques con '
tinentales (llórese al respecto la tím ida acritud de los soviéticos,
signo d e la decadencia brutal de las id eologías fren te a l carácter
p lanetario de la nueva rea liza ción estratégica norteam ericana).
Pero, m ás cercano aún, leñem os e l ejem p lo «leí g a u llis m o 40.
Por un lado, la instauración en e l seno de Europa de la m uralla
reducida y protectora: e l h e x á g o n o 4l. Y Juego el h ervid ero de
leyes su rgido gracias a la n orm alización de los estados de ex­
cepción. Finalm ente, la in ven ció n del com portam ien to ¡jara ‘el
noventa y tres p o r d e n tó com p etid o a obedecer bajo una in ­
fluencia determ in ada” , qu edando la oposición com prendida en
esta categoría sanitaria gracias al aprem io general q u e im pon e
el cam po.
P e C a lille representó un fen óm en o d e pura y sim ple suje-
d ó n dentro del arsenal p sico ló g ico de la m ovid a; al igual que
“ quien se quem a cotí lech e ve una vaca y Dura” , a l ver aparecer
en la pantalla del te le v is o r .ti h om b re (Jel 18 de ju n io 42, FVancia
consintió. D e Gaulle, vie jo jefe m ilitar em ergido de codas las
capituladones, de todos los desastres, era perfectam ente con s­
cien te d e su tipo de poder, y contaba con el negro telón de fon d o
de la crisis in m in en te y del atentado para recrear una cohesión
nacional, un aislam iento nacional.
El M ayo del ’ ófl 110 se pu ede com prender sin esta referencia
a una m uralla artificial, creada d ie z anos antes p o r el Estado
ganlllsta. l.o técnica de la p az total privilegia las estructuras y
devalúa el ¡m ido; M ayo fue ur> fenóm eno de disipación fuera de
las estructuras y tam bién o na dispersión general hacia y en el
fondo... ¿ruptura o dem encia p n jj:o z a u n ó la prim avera? Existe,
por lo tam o, nn espacio propio de los acontecim ientos de m ayo
del ’68. Si bien este espacio nunca íue defin id o con precisión,
no por e llo dejaba de poseer sns hitos; no se designaba com o
im aginario, sino en lanío espacio crítico.
Las causas del "m o v im ie n to " y sus perspectivas políticas fue­
ron m u y com entadas, pero nunca se consideró suficientem ente
el acto en si m ism o: la jnanifestación, la harneada y, sobre todo,
la ocupación de edificios. Una v e z m ás se ha qu erid o abstraer el
acontecim iento de su loca liza ción , de sns m edios y de sus m a ­
teriales. Pl in ven tario de las depredaciones, com unicado p o r la
prefectura tle p olicía , resulta sin em bargo m ucho jnás revelador
qne cualquier análisis; la pala mecánica que rem ueve las rui­
nas, los cam iones volcadores que cargan los escom bros al d ía ,
siguiente de los enfrentam ientos, rem ovían un tesoro signiiiqa-
tivo, que e l num eroso p ú blico asistente a estas escenas p'odía
adivi nar.
A l contrario d e lo que el p od er internaba probar, la violencia
nunca fue realm ente agresiva, sino más bien transgresiva. A
través de la concreción d e su crítica, una realidad estatal se
ah ogó; por una v e z , el m edio am biente d etentó la critica, exce­
diendo el uso de los lugares (facultades, teatros, iglesias, fábri­
cas, adm inistraciones, etc.). Si, durante unos qu in ce días, la
credibilidad del Estado se m ostró en su fragilidad, sim ultánea­
m ente, la estructura urbana se v o lv ió diáfana, la d u d a d , irreal.
En los m edios sociales estrecham ente som etidos a l sistem a
- y flue se eselerosaban len tam en te-, la dinám ica d e la transgre­
sión ju gó un rol capital; las masas, m ayoritariam ente hostiles a
la violen cia - p e r o r|ne se habían vu clío ávidas de cam bios d eb i­
do a las op eracion es {le prensa de los m edios m asivos de com u '
n ica ción -, se hallaban irrem ediablem ente seducidas p o r lo qne
percibían com o la pacífica obsolescencia de las iorm as del p o ­
der.
El espacio critico sería entonces para el sistem a urbano lo
que la protesta ¡jara el sistema político, y si, con toda jusLicia, se
ha hablado de “ liberación de la p alabra", tam bién debe revelarse
esta íf iteración del fuibitur.
Lo qu e estaba latente en el fen óm en o de los s q u iU te n 4* -o
en el a sa lto de Lis c iu d a d e s p o r parte de las p o b la c io n e s
autóctonas cuando el p roceso de la d esco lo n iza ció n -, se desa­
rrolló prim ero cn e l m i t r o de una gran capit.il europea, y lu ego
en la totalidad de un territorio. El ti a bisar se ha vu elto un acto
o fen sivo y revolución.irlo, se transgredió la fu nción d e los e d ifi­
cios, se habitó k> in h a b itu a l. El espacio dilatado de! m o vim ien to
revolu cionario ha vu elto repentinam ente transparente las facha­
das'fronteras, los tabicam ientox segregadores. A este nivel d e­
bían leerse ios graffitis, a m enudo m ás reveladores por su e m ­
p lazam ien to que p o r su contenido: los anarquistas elegían ge­
n e r a lm e n t e la s p u e rta s , lo s m a r x is ta s la s p a r e d e s , lo ?
sitnacioiiisias los espejos o las im ágenes (afiches, pinturas, e t­
cétera) .
La barricada mism a n o era una obstrucción realm ente d e ­
fensiva, sino una construcción q u e apuntaba a d elim ita r un
nuevo territorio: al consum arse la dinám ica d e la m anifesta­
ción, Ja masa desm ovilizad a, abandonada, lim ita su aire; es el
resurgim iento de una ciudad en la ciudad. El esquem a urbano
es parasitado p o r un esquem a contradictorio (a l fin y al cabo Jas
avenidas que circunvalan la Plaza Edm ond-Rostand fueron h a­
bitadas).
De m anera diferen te y al m ism o Licmpo, eso era tam bién lo
que intentaba realizar el m o vim ien to no v io le n to cn los Estados
Unidos, con R «i)m ? c fio rt C'ífy; lio sólo d u p licar la activid ad p o ­
lítica m ediante n n pod er paralelo (iflu e k to u r e r ), sino abrir e s ­
pacios críticos en el tejido de las ciudades norteam ericanas.
A l n ivel de la elección de Jos m ateriales u tilizados p o r los
m anifestantes, tam bién existe critica espontánea, ]o q u e está en
la mira es el arsenal de la m ovida. La destrucción de los autos,
los carteles indicadores y las señales de tránsito, n o só lo se debe
a su vu lnerabilidad. Tam bién revela m ía sorda op osición a la
perm anencia de los controles policiacos, a la lim itación abusiva
de la libertad de desplaza m ien to (cadenas im p id ien d o cruzar
de vereda a vereda a lo largo de los corredores de tránsito p rio ­
ritario, rejas, etcétera).
J)e hecho, en todas partes fue puesta en tela de ju icio la
definición espacial de un cierto urbanism o, sus espacios plenos
y sus baldíos fueron colm ados por la reconquista d e la calle, cn
detrim ento de la flu id ez del tránsito, p o r la u tilización d e edifi-
d o s decretadas inhabitables en nom bre del fu n cion aI ístth» esta­
tal; basta con haber v iv id a uno de estos excesos d e tunción para
entender hasta qu é punto el hábitat contem poránea esterilizó
las relaciones del hom bre con su m edio, dei in d iv id u o con ei
colectivo.
Fn m ayo del '68 caria une» de los edificios ocupados ocultaba
una vida particular, que provenía m enos del carácter de sus ocu­
pantes que de sus conflictos con un espacio d even id o otra v e z
aleatorio. El an exo Ceusier u o se parecía en nada a la Facultad
de M edicina o a la “ Ecole des Feau x-A rts” ; en cuanto al O déon,
parte d e su tem peram ento se debía a la u tilización ininterru m ­
pida de sus volúm enes organ izad os en derredor de un p o z o cen ­
tral. D orm ir en un anfiteatro (S orh on a), desayunar en un palco
(O d co n ), instalar cocinas en una o ficin a de dirección, una gu ar­
dería en una b ib lioteca, una sala de ju egos en una línea de m on­
taje (fábricas R en au lt), sentarse en el m ed io de la? avenidas,
sobre Jos rieles, etc. Todos estos actos tienen un sentido p rem o­
n itorio: con la superación riel uso estricto de los lugares, t<\lr*s
actos sum ergen los lím ites del derecho y anuncian la desapari-
ción de un m odo de vida. Con la ocupación d e sus estaciones de
ferrocarril, sus aeropuertos, sus gla n d es tiendas, sus liceos y
sus em presas, Francia se ocu pó a sí m isma, y desafió su arresto
d o m ic ilia rio 44.
El asom broso fen óm en o que vació súbitam ente las calles y
llen ó los m onum entos, h izo estallar los com partim entos estan­
cos de nuestra sociedad. R eveló la alien ación disim ulada en Jos
hábitos cotidianos más ordinarios. A l o lvid a r p o r un tiem po las
interdicciones -h ab itan d o lo in h ab itab le-, la población com etió
un p rim er adulterio con respecto a la apropiación espacial que
la aísla y la secuestra.
Todo esto explica la violen ta cam paña de prensa so ti re el
“vandalism o del h a m p a e x p lic a p or qué el poder apareció blan­
diendo la id eología suri tarta, m etam orfoseán rióse en com ité de
salvación pública: porque las masas durm ieron fuera de casa,
porque acaban de inventar el anti-fin-de-sem a na.
La sociedad industria] -respon sable del éxorio hacia los su­
burbios, d e la degradación de los paisajes naturales y del espa­
cio a g ra rio -, no parecía apreciar m ucho e l éxod o h orm iga hacia
las eilLrafias de las ciudades, debido a la apertura de sitios C ü l tü -
m les inéditos o al cam ping en el in terior del espacio urbano. La
persistencia de este estado de hecho arruinaba ele antem ano el
m argen <le m aniobras <JeJ Estado, sc necesitaba relanzar urgen­
tem ente ei escape d e las ransns 1vacia el exterior, fren ar su Im ida
introvertida, y p o r es o reapareció la nafta el fin de sem ana de
Pascuas y sc p roced ió a la evacuación forzada de los p rincipales
ed ificios tom ados antes de las elecciones.

A unque todavía disim ulada p o r las interpretaciones p o líti­


cas clásicas, e inclu so académ icas, la guerra de los espacios crí­
ticos com enzaba.
'lom em os e l eje m p lo de Caen: el 29 de m ayo de 1968, la
ciudad, al obstruir sus accesos tc)Testres, se aísla, F.sta v e z no sc
trata tan sólo do la autonom ía de un ed ificio , sino d e la a u to n o ­
m ía d e una ciudad enter.i, eJ espacio crítico sc ha vu elto a d ila ­
tar. ¿listado de sitio? No, el cierre d e la ciudad íle Caen p o r sus
habitantes no e s un a l i o regresivo -e n la m ism a m edida en que
t ío lo e r .i la barricada p arisin a- sino, una v e z más, transgres i vo;
se tra lj de parasitar la inscripción de Ja ciudad en la estructura
n acional y, de este m od o, crear un nuevo tipo de c o n ta d o con
su m edio am biente rural.
Favorecida p o r la desaceleración íle la dinám ica urbana que
signe a la huelga general, se produce un p oco en todas parles de
Francia un sorprendente proceso de in terpenegación de las dos
poblaciones. A través del abastecim iento espontáneo, d e tas m a­
nifestaciones campesinas en el interior de tas ciudades (en Xantes,
los obreros agrícolas lapizan las calles de paja y h en o, en otras
aglom eraciones los rebaños acompañan a los manifestantes, etc.),
sc bosqueja una nueva experim entación social, revelando la am ­
plitud de las prolongaciones del m ovim ien to de M ayo.
De Gaulle, después de vein te años d e su jeción , veía alterarse
eJ carácter m ágico d e sus apariciones televisadas. Sc encontra­
ba otra vez sin poder, frente a sus sujetos indisciplinados, te­
m iendo de m anera cuasi m ed ieval que ellos (ornaran venganza
en contra d e su persona: la visita secreta a .Vtassu lo tranqu iliza­
ría, el m ied o c iv il podía, lleg a d o el caso, ser adm inistrado a
través de m étodos m ás directos, el verdugo de A rgel p odía con ­
ven irse en el de París; la verdadera estructura del Estado m ilitar
estaba lista para mostearse - y a csial>a decidida después d e la
loma del ü d é o n 45- , porque esta ve/, el "m o v im ie n to ” sc bahía
apoderado de un lu gar p o r fuera d e las m urallas atribuidas con
criterio ¿uncionaL La subversión comen/.,iba realm ente allí, y
se ejercía no sólo cn conlr.i de la institución (p olítica, .social,
eLc.), sino también cn la práctica, a través d e otro m odo de apro­
piación del e s p a d o y del tiem po.
La independencia red am ad a por una región o por una isla
en el in terior de una n ación (Bretaña, Isle de Beauté, l;landres.
País Vasco, Irlanda, etc.) y en m ayor escala, la em ancipación
anhelada p or los países satélites de Europa ce ni ral (com o el
recha/ti de N oruega a em rar en el M ercado C om ú n ), todo esto
finalm ente n o es más q u e ana mism a m anifestación, no la del
retorno a un arcaísm o region al, tribal, nacional -n eg a ció n de
com unidades más gran des-, sino la tle la crítica absoluta de un
conjunto, de una tnlalidad, "lista pu janza de Ja protesta qu e
difiere d e su ob jeto, y cjue no com prendo’1, declaraba M alraux
en ju n io de 1968.

Sí se observa el flotam ien to de las leves, se percibe que, con-»


trariam ente a las apariencias inm ediatas, ellas nti perpetúan tes
instituciones p olíticas qu e prom ueven su adopción, sino que
las disuelven. A sí, la m onarquía devenida constitucional, su­
cum bió; enseguida uno se acuerda d e las palabras d e Thiers:
‘•Fi monarca reina p ero no gobierna". Las instituciones d em o­
cráticas actuales no sobrevivirán la puesta a punto de la m ura­
lla totalitaria m undial m ejor qu e la vieja m onarquía e l afia n za ­
m iento d e la m uralla nacional. Las instituciones dem ocráticas
term inales ya son com o la m onarquía constitucional: impidan
que t i m in o qiwde vacío.
Los actores de cin e y de m usic-hall pueden participar en
gran núm ero de la cam paña electoral norteam ericana, pueden
poblar y p e ¡s o u u liz a r la escena política tal com o en el m om ento
del N e w Ueai habían contribuido a n orm alizar una nueva esce­
na social. La m uralla Indica se vu elve a cerrar, la adm inistra­
ción cleí tem or sigue repartiendo las libertades a borbotones, Lis
libertades intangibles que le reclama “ su" oposición , libertades
sin d im en s io n es4*’. ‘'E legir la libertad” , fue h ace vein te años,
atravesar un ta m iz ubicado entre el Este y el Oeste, o viceversa.
Con el m on taje del siatit q w m undial, e le g ir la libertad es, cn
adelante, fran quear un tam iz hacia ninguna pane.
Cuando los pobres o los dcscm pleados (según los grupos
ideológicos) no pueden a cced erá los rascacielos de Brasilia o de
Varsovia, no se hallan en m ía situación m u y díslinta que la de
centenares de desafortunados cam pesinos m u rien d o de hambre
y frío en los palios del castillo d e Aildcly.s -duran Le el sitio,
linos siglos anees- yo que alrededor de ello s las salidos lian sido
cerradas, el esp acio se h iz o inhabitable, im practicable, y Lis
p a n e s altas de la fortaleza les son proh ib id as con Jos m ism os
títulos que sn an tigu o “ m ed io am b ien te natural” ; están en la
trama de la red, padecen Jas leyes de m ía geom etría.
La relación entre agresividad y protección n o es consecuen­
cia de una sociedad de provecho y de com petencia, la haccn los
Estados, q u e a través d e sus esiruccuras construidas transfieren
la relación agresor-agredido al seno m ism o de su organ ización
-llevá n d o la s así a padecer desde el in te rio r- gracias a esta re­
construcción in d ecib le del espacio social que califica a sus ha­
bitan les, una presión perm anente, que da vuelta a la socialidad
com o a un guante.
Un a m igo m e criticaba recientem ente el em p leo en un texto
de la palabra ‘'ciudadano” , d icién dom c: "V os no hablas de p ro ­
letariad o", etc. L e respondí qne lo q u e m e interesaba n o era esta
problem ática de clase, sino la tangibilidad de las leyes y de sus
estatutos, que es lo que califica al ciudadano, e s decir, al habí-
tn n ie de Ja ciudad. Fn el caso de las ricas clases m edias indias
-expu lsadas p o r los gobiern os m ilitares african os y expulsadas
o tra v e z p o r Gran B r e ta ñ a -, la p r o b le m á tic a de cla s e se
difum ínaba detrás d e la no-tangibilidad d e los derechos, por
ejem plo, los de la ciudadanía británica certificada en sns pasa*
portes.
Si con la guerra total ya se v io en los cam pos (lu ga r de des­
a p a r ic ió n y y a n o s ó lo d e d e te n c ió n o ' d e e n c ie r r o ) Ja
radical iz a c ió n del p ro b lem a ju d ío - d e la s itu a c ió n de los
apatridas, nóm adas, personas desplazadas, e tc .-, en la p a z total
que n orm a liza las operaciones de zo n in g a escala planetaria, la
m ism ísim a calidad de htifcm nre, su realidad, es y será puesta
en tela de ju icio constantem ente, d ifu m in an d o la n oción de cla­
s e deLrás de la n oción d e categorías hum anas, definidas según
sus m odos de ocupación del e s p a c io 47. L’sta tangibilidad mism a
queda puesta en cela d e ju ic io en las grandes deportaciones del
trabajo (N o rte y Sur de Iia lia , en Francia e l norte siderú rgico y
la operación Fos-supM er...) o en las deportaciones del o cio y
del turism o (la transform ación de la aviación de transpone es-
trarégico del V ietn am , las snp¡>k‘.menTals> en charters sobre el
¿ ilá n iio o N orte, p o r ejem p lo ).

Controlar el conjunto del m ovim ien to hum ano en el tiem po


y e l espacio, d e esto se trata hoy en día la d e f e r í» y la consum a­
ción lógica d e Ja expansión de la muralla planetaria construida
por e l Listado-ejército, y es en es la perspectiva que debe ubicar­
se el proyecto de la O TAN para la p lan ificación m u ndial de la
circulación 4*, D esde hace tiem po, el m undo capitalista colocó,
fuera del tiem po y del esp a d o hum anos, sus Uje t-s e n u y sus
masas m onetarias satelizadas (el eurodólar, p o r ejem p lo ) para
vo lver a caer de n u evo a voluntad, com o bom bas sobre las e c o ­
nom ías nacionales.
H e a q u í que, recientem ente, la desgracia y e l crim en tam
fiién tienen sus “jet-sets", privados íle territorio, evadidos del
Tercer M u n do, habitantes de los in ierslícios precarios de la paz
total, de los lugares de tránsito, de los aeropuertos, provistos de-
pasaportes vá lid o s en ninguna parte. La precipitación de sus
recaídas obliga al Estado-ejército a realizar “operaciones de ru-
lina” , co m o la q u e tu vo lu gar el 5 de octubre de 1973 en O rly:
durante d ie z horas consecutivas, el perím etro iu c puesto bajo
estado de sitio, totalm ente encerrado y patrullado por los C R S 49
y los gendarm es: controlaron d ie z m il personas (desde e l c o ­
m andante <lel avión hasta la m u cam a), y más de cuatro m il
vehículos.

(¿a im portancia de la operación recuerda siniestram ente otros


registros (e l d e l Vel' d 'lliv * durante la ocupación na/.i, p o r e je m ­
p lo ) pero, una v e z más. la técnica in d ecib le de la paz total trans­
form a el estado de excepción en un acon tecim ien to de la vida
cotidiana, sobre el cual nadie, en el tundo, desea inte m igarse.
El lito r a l v e rtre a l

“Altitud cero” , esas palabras pronunciadas por el p iloto íJel


LM al final de Jas m aniobras de alu n iza je de la m isión A p olo X !
son, más que cualquier oirás, históricas. Señalan que cn ese
instan le preciso Ja altura se v o lv ió para nosotros una pura dis­
tancia, íJe a q u í en más existe otro suelo, un su elo allá arriba, y
la superficie de la tierra se lia vu elto nn entrepiso.
A lo largo de este verano de 1969, con tem plar nna isla en
una costa cualquiera, o la luna, se ha vu elto lo m ism o. El ¿ v e n ­
to n o era tatito la retransm isión de im ágenes televisadas a más
de trescientos m il kilóm etros de la T ierra, co m o la visión sim ul­
tánea de l.i lim a en las pan la lias y en la ven la na, El cielo se
volatilizab a, e l desem barco sobre otro planeta nos ubicaba cn
un lia Icón sobre el vacío y desencadenaba la superficie de las
cosas com o referencia, los confines se vo lv ía n repentinam ente
un litoral sideral.
EJ um bral n egro sobre el cual se destacan las siluetas de los
astronautas ya no era nn h orizon te. D em asiado cercana, su cur­
vatura situaba netam ente la fiiiitnd del astro, A rm stro n g y Aldrin
estaban m enos sobre la í.una que en Jos bordes íJel espacio.
Pero esta brutal im portancia otorgada a los lim ites era com para-
ble a nna desapropiación, a una devaluación del ''in terior” ; el
valor se desplazaba desde el centro hacia nna últim a periferia,
el objeto celeste p osee desde entonces m en os interés q u e e l in­
terva lo espacial y sus tabiques.
D e h ech o, el gran vu elco qu e erigía la lo n gitu d y dispersaba
las distancias cn el continuum descom ponía a la v e z un orden
de percepción y un orden de u tilización . Incitaba a los dos gran­
des bloques id eológicos que, desde el fín de la guerra fría, en
verdad ya n o se com batían, a disipar en ei tiem po y el espacio
una geop olítica en adelante sin perspectiva. Sin em bargo, aun
d e s ie n i loria Üzándose, no renuncian a sus esfu erzos totalitarios,
d e a llí los flotam ien tos de la p olítica d e Kennedy, dudando so­
bre la elección del enem igo, oscilando entre la Bahía d e los C o­
chinos y la guerrilla urbana, el exterior y el interior. Pero, desde
los cam pos lunares, am ericanos y soviéticos bien saben qne ya
no hay otras tierras para una sola hum anidad; el m undo des­
aparece en cuanto h orizon te in fin ito de toda experiencia posi>
ble, reaparece co m o cam po teleo ló g ico , y Yon Drann, el tránsfu­
ga del sueño sideral alem án, se va de Ja N A S A .
Cuantificar, calificar al in/inito los con ten idos se h a d a im ­
posible. l o s continente? se volverá n sutiles descalificando su
con ten ido. Lis naciones y los ciudadanos. Esta form a nueva de
acción capitalista (d e s ocial-iin perialism o) irajo d e v u e lta Ja p az
sobre lo s cam pus. La institución cien tífica, profu ndam ente m i­
nada p o r Lis incertidnm bres políticas del poder, v o lv ía a ser el
instrum ento de la obra, retom aba su lu gar de in form an te p riv i­
legiada d e l Estado, a través de la inm ensa tarea de in ven tario y
de cuestioxlam iento d e los contenidos; era e l sen tido n u evo de
los contratos firm ados con el ejército en los q u e las ciencias
hum anas ocupaban un lu gar im portante. M ientras que, hecho
sin preceden tes, uno d e los m iem b ros d e la in stitu ción , H.
Kissinger, era ascendido al cargo de ie fe d e las relaciones exte-
riores, en el centro m ism o de la nueva em presa am erican o-so­
viética. Un año después de los trabajos confidenciales de la OTAN
sobre la p lan ificación m undial de la circu lación de las personas
y las m ercancías, en el m om en to riel M x o rt R ih líu I, de la Confe­
rencia d e Ginebra... paralelam ente, el carácter cerrado d d siste­
ma soviético era públicam ente criUcado en M oscú p o r e l físico
SalOtarov, existía una m ayor voluntad en largar a través del
m undo a los intelectuales rusos, a los ju díos, y la U nión S ovié­
tica declaraba renunciar a sus m urallas protectoras en materia
de radio y televisión . En p oco tiem po más, los habitantes d e los
dos bloqu es id eológicos podrían, gracias a m o lí do visión , co m ­
partir las m ism as ficciones.
Desde el abandono de las m isiones Apolo, por ejem plo, la
im a g en televisada del suelo lunar fue reem plazada en las pan­
tallas am ericanas p o r la de los efectos especiales de aum ento
qu e son a los objetos dem asiado grandes lo q u e el m icroscopio
es a los objetos dem asiado pequeños. Los operadores se d iv ie r­
ten com binando sin solución de continuidad inacrom atcria y
Diieromateria. dando la ilusión a los telespectadores «le viajar
en algunos segundos de la estructura gigan te d e una bri/.na de
hierba a una tierra m im a tu rizada, peni irla en el cosm os.
fin el siglo xix, el totalitarism o histórico (la historia intrínse^
ca ) había a d ie s tra d o a lo s p u eb lo s e u ro p e o s fu e rte m e n te
territorial!zados a pensar en térm inos de m ilen ios; ahora, el ch o­
que frontal perm anente <le la visión espacial con la visión tem ­
poral adiestra a la población planetaria a pensar en térm inos de
años lu z, o m ejor aún, a no posiciouarse en ningún lu gar de
aq u ello qn e sc habría con vertid o en un totalitarism o histórico
extrínseco.
Un d o b le lit o r a l p o lít ic o e h is t ó r ic o se d ib u ja . U na
m acropolitica, nacida del escape vertical, y capaz de resolver
técnicam ente desde arriba los problem as m ás diversos en el m ar­
co de un ecosistem a global, y una m icro p o lílica , la de la institu­
ción hum ana, prisionera h orizon tal {le los litorales técn icam en ­
te perim idos, lim itados p o r su ubicación y forzosam en te in ca­
paz. de alzarse con la solu ción de ios problem as m ás exten di­
dos.
Cuando Edward l a x ó n o s muestra nuestro país d ividido (des­
de los C arolingios hasta la Quinta República) p or e l conflicto
perm anente de dos sociedades irreconciliables, una continental,
conservadora, rural, belicosa, y la otra, litoral, urbana, la Fran­
cia del n egocio y de los puertos, íavorahle a la iniciativa privada.,
pacifista y deseosa de un control oligárqu ico del l-stado; cuando
nos invita a realizar sobre nuestro territorio una segunda revolu­
ción en contra de la Francia centralista de los cam pesinos, lo
hace aplicando a nuestras realidades nn esquem a con form e al
v ie jo m odelo anglosajón. Sólo qu e esta Francia ligera que desea
ya n o es la d e l p ro g re s o y la p ro s p e rid a d , s illo la de ia
m icrop olílica, de la política su balterna,porque, si la historia v o l­
viese a ser electivam ente, com o la geografía, "lo qu e se produce
en e l espacio" (Saucr), lo que se produce en el espacio es el
cam bio de posición del suieto... l a historia occidental pretendía
calificar por unidades sucesivas nn conju nto geográ fico ineTtc;
ahora no será al revés, sino qu e am bos quedarán descalificados
en virtu d del nuevo ch oqu e ¿rontal espacio-tem poral: la cobertu*
ra vertical de la Tierra a través de un reconocim iento a vu elo de
pájaro, qu e perm ite desentrañar, y a veces reconstituir, de una
sola ojeada, el conjunto de los provectos humanos o naturales a
m enudo m ilenarios. Recuento de Jos recursos planetarios, de ios
sitios arqueológicos, de las bases d e cohetes, de la cobertura m e­
teorológica-,'etc, DUestra civUi/acíón se habría vuelto efectiva-
inente la situación en el csj>ado de un co n o d m ic n to razonado,
una geom etría, pero tal que id p oblación m undial ya no podría
esperar más que sus repercusiones.
fo x , al elim in ar de entrada el d eterm in ism » geográ fico, tra­
baja en la subordinación del cam po de la hum anidad p o r Jos
grandes bloques, en 3a cobertura del conjunto del cam po a tra­
vés de su d efin ición geom étrica; só lo q u e el Jitora] lineal qu e
pretende op on er a la hinterland francesa ya r o se encuentra en
nuestras costas, sino sobre nuestras cabezas.
La edición norteam ericana de The. ü th e r France e.s de 1971.
El fracaso vietnam ita es por entonces duram ente resen tido en
los tscados Unidos porqu e es precisam ente el de torJo el sistema
jren te a una pequeña m údad nacional y cam pesina. Por aquel
entonces el arm am ento era estipulado p o r Ja conducta tradicio­
nal de la política norteam ericana, p o r su im p erialism o Jineal,
q u e necesita m antener poderosas unidades de in terven ción m a­
rítimas y aéreas a la m edida de objetivos tan vulnerables al chan­
taje econ óm ico com o a Jas acciones m ilitares, grandes ejes lito-
raJes y portuarios, de iácil acceso, don de vien en algunas veces a
concentrarse el con ju n to de la producción, los recursos, Jas p o ­
b lacion es de com inenccs enteros, l a gran d isem inación cn su
hinterJand deJ pueblo vietnam ita eu guerra revela ser más e fi­
c a z qu e toda esla tecnicid.id am ericana, y este arm am ento p e­
sado n o pudo JJcvar a bien un com bate continental ligero. La
guerra en eJ m edio am biente, devenida im posible, d eb ió ser re'
em p lazad a por la guerra a] m edio am biente, aJ liábitat natural,
a la fauna, a la flora, a la atm ósfera. Tal era la escala de la p o lí­
tica norteam ericana y de sus m edios.
Los diferentes m odos d e ocupación del espacio civil reapare­
cieron entonces com o tuerza d e disuasión popuJar, pod er ya no
id eo ló g ico sino fis io ló g ic o de Jos pueblos. Siem pre hay en un
hábitat continental co m p lejo una fu erza d e conservación, y en
Ja ocu pación lineal de un espacio inerte, o v u e lto inerte, nna
fu erza d e decisión y p or en de d e cam bio; Jsay p o r lo tam o una
fu erza continental que rech aza una fuerza litoral, pero en tér­
m inos de con flicto esencial entre ente y existente. A s í aparece,
más allá del acontecim iento, nna política d e negación de la vida.
de desaparición de lo vivien te a través de la m odificación ra d i­
cal (Je la econom ía continental del m edio.
El carácter indeterm inado del conflicto vietnamita había pues­
to en jaqu e el prin cip io m ism o de la tnacropolítica, el ch ám ale
deJ aprovision am ien to por parte de los grandes protectores; en
cam bio, cuando sc recurre de am bos lados a la u tilización de un
arm am ento pesado, Ja presión Jitoral es ejercida inm ediatam en­
te, será el b loqu eo, el m inado deJ puerto de Haiphm if», y una
“ con clu sión ” aparece rápidam ente.
A iirm a r h oy día que el com ercio reem plaza la guerra abierta
es por en de nn v ie jo eufem ism o: lo que reem plaza Ja guerra es la
organización de los territorios. Una organización que debe im pe­
dirle a la chatarra tecnológica de la p az y de la guerra hacer una
entrada dem asiado precipitada a los m useos o term inar prematu­
ramente en e) basurero ta) com o fue el caso recientem ente deJ
prototipo norteam ericano SST. Im p ed irá) cmt ju n io del litoral ver­
tical derrumbarse desde el interior. TaJ am enaza íue furzosamcD*
te resentida p or los listados qne poseen una tecnología avanzaría,
y la poseen com o poder militar, econ óm ico y político absoluto.
L)c a llí la tentación, o mas bien, la necesidad, d e hacer del con ­
ju nto del cam po de la humanidad el cam po d e la tecnicídacl.
Si, d e aqu í en más, los dos grandes bloqu es son los únicos
en encontrarse sobre e l nuevo litoral p olítico, esto se d eb e a que
son los ú nicos en poseer el p od erío técnico necesario. Se apre­
suran en solu cion ar Jos cu n d id o s territoriales perim idos, los de
los Es lados-nación, q u e los d ivid en siem pre en un n ivel subal­
terno, ya q u e el esfu erzo que deberán hacer será gigantesco:
descalificar al conju nto del hábitat planetario despojan do a los
pueblos d e sn calidad de habitantes. Pero precisam ente a causa
de su gigan tism o, este p royecto es el ú n ico que parece estar a la
m edida del progreso tecn ológico q n e conocem os.
Por lo tanto, en el nivel d e la m ícropolü ica, vam os a asistir,
en los añ os venideros, ,1 una m ayor asociación d e los intereses
económ icos y m ilitares en el gran rem odelado g e o g rá fic o d e los
territorios. A sí vem os, desde hace un tiem po, q u e los ejércitos
se encam inan hacia Jo que llam an las “ tareas apatridas" S1, los
grupos financieros se orientan hacia la “produ cción im pon dera­
ble”. Ya q u e de aqu í en más, hay q u e subrayarlo, el n u evo espa­
cio dom inante, si aún pu ed e pasar p o r político, tiende a dejar de
ser c iv il, y el caso W a lerg a te m uestra c a b a lm en te en q u é
m edida Ja “«iJta esfera d e los irresponsables” se ha vu elto a su
v e z frágil, eventnalm ente am enazada y, en p oco tiem p o más,
barrida. El sistem a transparente del capitalism o, a pesar de sus
esfu erzas, no sob revivirá tam poco a su nueva desterritoria-
1ila c ió n , ya qne Ja eu d o co lo n iza ció n tecnológica superará rnuy
rápidam ente el umbral de lo soportable, aunque más no fuera
p o r sus necesidades ilim itadas de energía.
Frases co m o Jas de H cn ry Wftllace, que presentan, desde 1947,
a la política de asistencia económ ica c o m o "'dictada m ás p o r las
necesidades de p etróleo de la m arina norteam ericana q u e por
las necesidades alim entarias de los niños griegos o turcos’1, tie ­
nen eJ fxunro por delante. El proceso ya se hace sentir: com o las
fronteras han sido absorbidas por la dom inación ortogon al, so­
m os extranjeros en nuestras propias ciudades, y en p oco tiem po
m ás Jo serem os en nuestro país todo, al igual que cuarenta m i­
li mies de Trabajadores am ericanos, peloteados entre la cosía Oeste
y Ja costa Este de los Estados Unidos, "extranjeros del in terior",
en un JiinLerland in u tiliza b le porqu e ya n o es eJ suyo, porque
lia dejado de ser civil.
El diagnóstico de Fox no puede, por lo lanto, d ejarnos in d ife­
rentes. Nos escJ.ircce, por e jem p lo , sobre la nueva organ ización
del litoral francés p or parte del SESAM F y la D elegación para la
organ ización del territorio y ia acción regional; puede Hirvamos
tam bién a interrogarnos acerca d e la preparación deJ V II Flan.
Este plan, rebautizado “ R egina” (region al-n acion al), pondrá el
acento sobre los factores espaciales J o cual perm itiría d esem b o­
car, según M . R. Courbís, director del G A M A , en una ‘ren ova­
ción com pleta de la problem ática del plan 1>í'\
Si la tecnología occidental qn e conlleva e l c om p lejo militar-
in d u s tria l s e e n c u e n tra a b o c a d a a re .iliz .ir una id e a lid a d
geom étrica universal, una teología de la razón, ésta, en adelan ­
te, se separa ra di calm en re de su p on to de partida facto-históri-
co, y existiría ciertam ente una perspectiva geográfica d e la his­
toria, la de la sobredeterm m ación geom étrica d e su ca o ip o por
Ja técnica occidental. Este vu elco del cam po histórico es un h e ­
cho qu e con lleva en sí m ism o la ruina del fen óm en o q u e lo
fundaba, “el id ea l de un m undo qu e es esencialm ente el m ism o,
que es esen cialm en te com ún com o proto'fu ndación de la fo r ­
m ación d e sentido (S in n b ild u n g ). llam ada geom etría 5i’\
“ cien cia" occidental no está cansada, 110 vu elve, com o Jo
H
pensaba Spengler, a su patria psíquica; es, por tí) contrarío, infa­
tigable; parodiando las palabras de Féval - q u e veía en la banca
no una fuerza de eiu pren dim íem o, sin o una avaricia devenida
g a lo p a n te-, nuestro m odn apropiación del espacio se habría
vuelto tam bién el un m odn galopante, fracaso radica) (Je la g e o ­
m etría en cuanto libertad teórica univers.il, realiza una suerte
de snperconscrvación espacio-tem poral de la d efin ición del Es­
tado occidental. Q uizá convenga entonces revisar Ins fundam en­
tos d e esta dicotom ía, ya nn a través d e "otra F r a n c ia s in o de
un sis trapa singularm ente el m ism o, de )a m orfología de su ser
a q u í o allá.
H o y en día, ya n adie suena con rehusar al cam po etn o ló gico
su construcción inefable, nadie sueña cun rehusar a las so cie­
dades tribales, en tanto unidad de construcción de su espacio
sensible, la existencia d e sus objetividades ideales, “distintas de
sn enu nciación y d e todas aquellas q u e se tienen bajo ei enn-
cepto de len gu aje”. Singularm ente, m anifestam os m enos cu rio­
sidad con rcspccto a nuestras propias idealidades m orfológicas...
sin duda la w velación d e su carácter en d ém ico, de su rudim en-
tariedad, supondría un g o lp e de gracia irrem ediable a nuestra
pretensión de prngreso, de cam bio, de con ocim ien to.
Así. cuando a lo largo del últim o co n flicto m undial A le m a ­
nia ed ificó a las apuradas unos d ie z m il blockhaüs sobre el co n ­
ju n to del litoral de la “ Fortaleza Europa “ , n adie pensó en sor­
prenderse de que esta obra gigantesca n o tuviese prácticam ente
ninguna utilidad m ilitar y escapara así totalm ente a su enuncia­
ción. A llí, lo que estaba realm ente inscripto sobre la totalidad
de nuestras costas, era el poder incom unicable de la geom etría
de Occidente.
La dicotom ía occidental es la del litoral lineal y la del m edio
continental, pero la historia de O ccidente no em pieza r a ím e n ­
le más qu e con la instauración de una “ razón de Estado lin e a l'’.
Se puede, p o r cierto, comn Fox y m uchos otros, ver só lo cn las
prim eras ciudades-Es la d o m editerráneas un aparato protector,
com ercial y político, más ligero y más abierto, pero n o se halla­
rán en este punto de vista las causas de su expansión y d e su
s n p ereonservad ur is m o .
Una hipótesis bastante extendida quiere qu e nuestro m undo
lialla nacido en un círculo geográfico natural, e l de las islas
Cyclades. C om o sea, fue a llí don de con casi toda seguridad se
creo ese gran ausente de los m anuales continentales de lo g ísti­
ca, S c c in a c h to sea-pfiw cr... el poder del mar. Es c ie n o qu e exis­
tieron reinos m arítim os, notoriam ente en Creía, pero fue en este
kuklus donde se creó, cuando la prim era liga, la prim era poten­
cia m arítim a regu lar de la historia. M ás tarde, cuando la d u -
dad-Estado rom ana quiso a su v e z resolver e l problem a d e Ja
potencia m arítim a, lo h izo una v e z m ás en térm inos teleológicos;
lom ó b ajo su autoridad la totalidad tlei litoral m editerráneo, rc-
p ro d u d en d o así, en una escala mayor, d círcu lo original. Poco
después, )a p oten cia hanscátka d om in ó los m ares septentriona­
les, pero al irradiar b a d a las costas inglesas y a su trazado li­
neal -q u e se superponía al tle las costas eu rop eas- desapareció
m om entáneam ente, precisam ente cuando se em pren dió la nne-
v.i carrera hacia d Oeste, lia d a lina problem ática orilla de en­
frente, las Indias o las Am érica*.
hsla carrera, qu e Fox muestra com o un m o vim ien to abierto
y oposicion al, de hecho se desarrolló sigu iendo un m ovim ien to
m o rfo ló g ic o in variable, puntual y lu ego lin eal, q u e al fin se c e ­
rró p o r /.unas alred ed or del p o lo in icia], com o Roma, qn e había
encerrado una íinitud geom étrica propia, elM/re.N'osí/'iím, p r i­
m er continente liq u id o de la in versión m orfológica de O cciden’
te, qu e h ace que la m ayor parte de las c iv il iza d o n e s com iencen
por "h ab itar” , a excepción de la nuestra.
El h om bre occidental es realm en te e l esférico an drógin o,
anim ado constantem ente p o r el deseo; persigu ien do la cutera
unidad, y el “círcu lo de E iu pédodex'’ enlaza realm ente el uni­
verso. La noosiera de Teilhard se ha vu elto oosfera, norteam eri­
canos y rusos realizau a su manera la sobrerrepresentadón del
an drógin o platón ico, “h ijo de las estrellas, a la v e z m acho y
hem bra, obtien e d e sus progenitores sn esfericidad y .sus saltos
verticales y circulares”.
hl d e te rn in is m o occidental uo tiene culmra p on ju e no tiene
materia, n o tien e dim ensiones sino d irecd ou es; deb id o a su no
lugar, se d irige incesantem ente h a d a otro lugar, y no es por
casualidad que, com o lo hace notar Jeau Servier, la edad d e oro
de nuestras utopías es tam bién la de las grandes exp lora d on es
y descubrim ientos. El sistem a, al llega r a su ap ogeo, no piensa
en n egar esia identidad utópica q n e m u ch os historiadores le
niegan todavía; p o r el contrario, afirm a su esquizofrenia com o
siendo e l fundam ento m ism o de sns esfuerzos técnicos.
Eá igu alm en te des Laca hl e q u e esto idealidad de construcción
sobre territorios presentados com o adyacentes y tributarias, sen
la de Jos listados antes qu e la de las sociedades o airn la de las
naciones. Foro si consideram os qu e los m edios p rivilegia d os de
Occidente son el m ar antes qu e el cielo, se enriende m e jo r la
ñierza de uropos qn e la m ueve. X o hay ui naciones ni pueblos
en e l m ar y en e l ciclo, sólo potencias y fu erzas cuyas leyes
derivan directam ente del elem ento tratado; según la vieja fór­
m ula, n o se lo gobierna* se es am o.
Es por eso que la potencia d e los Estados U nidos, así com o
antaño las potencias m editerráneas, vu elve a sei, a pesar de
todo, más m ilita r q u e m ercantil. La ciudad-Fstado rom ana,
m odelo p rivileg ia d o de los prospectores norteam ericanos, no
dependía de una lucha d e distribución entre partidos y p rin ci­
pios p olíticos, sino de una lueba perpetua entre ejecu tivo y le*
giálativo; )o que en el siglo xix parecía una tragedia del poder
parece h oy m ía tragedia del sentido, organ izán dose alrededor
de la verosim ilitud del Estado, de la conservación íle su m o rfo ­
logía. A s í com o el arte g rie g o poseía la terrible v erosim ilitu d de
lo ialso, e l Estado rom ano, suplantando el listado oriental, p a ­
trim on io ílel prin cipe, es la obra futura de m uchos, un Estado
edípico. Y el íiu íle Rom a es el iin de la obra, de su vero sim ili­
tud, la cu lm inación íatal íle la lucha de su ser en contra d e la
nada, su suicidio.
Ya se prciicre la ciudadela-Estado de la Antigüedad, y no el
m edio a m ín enle, pero esto se volverá aún más claro cuando se
pase de la ciudad colonialista a la capital, e l Esiado pasará en ­
tonces e l m ism o a la d im ensión <le territorio nacional, de cinda­
dela nacional. Entonces, la capital se opondrá más eviden te­
m ente al gran cuerpo territorial, en cuanto cabeza, es decir, en
cuanto órga n o superior y razonable.
El Estado, “ lugar d e la ra zó n " de H egel, renueva el Estado
platón ico; él es la cindadela estéril, la fortaleza de los pájaros,
que 110 encierra más que v a d o y no puede dar más qu e órdenes,
organ ización . El error probablem ente consistía en pensar, com o
Koth o Toyubee, q u e el esquem a negativo de la ciudad origin al
desaparecería ju n to con el de las ciudades-Esiado antiguas y
sería reem p lazad o por nua m ultitud independiente de form as
urbanas, mientras q u e las pesadas m urallas se derrum barían y
sc alejarían de las ciudades, sim plem ente porque de aquí en
más se erigen en otra parte, en los lím ites de Jas nuevas n a cio ­
nes, m arcando el fin al de lo q u e se había dado en llam ar la
“ subordinación de Jos im p e lio s '’.
Congresos com o los d e V icn a o Versalles. a) in ven tar n a c io ­
nes, creando fronteras, sim p lem en te continuaban e l trabajo
m o rfo ló g ic o d e la dudad-E stado originaria, de so m od o de estar
a llí, y eJ desorden urbano, característico de la ciu dad antigua,
se llevab a a las fronteras, girando de a llí cu inris alred ed or de la
nueva verosim ilitu d nacional {le los Estados.
’Jbmbiéi] resulta norm al, cn ese p reciso m om en to, ver desa­
r ro lla rs e fe n ó m e n o s c o m o Ins d e la in d u s tr ia liz a c ió n , el
m ercantilism o, la burocracia, e l m ilitarism o, la p olítica de la
necesidad» etc. N o se trata, de hccho, de "revo lu cio n es" eco n ó ­
micas, industriales, sociales u otras, sino sim plem en te del p ro ­
greso de las actividades específicas de la d u d a d origin aria, ex­
tendiéndose ai habitat continental a través de una urbanización
m ilitar de los territorios, de su patrulla je. El conscripto de la
R evolución reem plaza al cam pesino y prefigura al proletario, en
tanto contribución de la com unidad extendida a la construc­
ción , a m an ten er nuevas fortalezas nacionales. Presurosamente,
sus luchas se organizaran en torno de m étodos y bienes con d e­
nados a la esterilidad p o r la im produ ctividad m ism a de lo s .si­
tios, en los que, desde el origen , se han m anifestado com o expe­
dientes econ óm icos d e la vida u rlw na
A m enudo se asim ila nuestra c iv iliza c ió n a un problem a de
com u n icación , e l progreso a nn progreso d e la velocidad, de la
facilidad de com unicar, m ientras qu e en realidad la pseudo-po-
lítica de los m edios es reducida, p o r la m orfología del Estado, a
dos rases, resultante d e dos polos qu e ella m ism a crea: transm i­
sión e inform ación, t i Estado-cabeza transmite, el territorio'cuer-
p o lo in form a, y el desarrollo extraordinario de los m edios de
com u n icación es el d e las órdenes transmitidas, pero tam bién
de la in form ación del Estado p o r y sobre su territorio. Si N ix o n
v io rechazado su proyecto, que le hubiese p erm itid o en cen d erá
distancia los televisores de los dudadanos norteam ericanos desde
e l sillón del ejecu tivo, p od em os estar sin em b argo seguros de
qu e esta tentativa técnica dem asiado precoz un día u otro se
llevará a cabo, ya que va cn e l sentido verdadero del desarrollo
de Jos m ed ios masivos.
C om unicar cada v e z más, cada v e z más rápido, no es, en
nuestra organ ización , sinónim o de m o vilid a d o de acrecenta­
m iento de la m ovilid ad de Jos ciudadanos. M ás acá d e su histo­
ria aristocrática, e l sistema transmite los lím ites p o s tin e e s de la
litoraljdad, de la insularidad, de la ortogon alidad, y perpetúa
los térm inos m ilitares, designando la ausencia de alternativas
en un punto, en nn lugar, co m o estrategia del p od er sot>re el
otro, hacia lo in m ó vil, el silencio, la muerte. Los diversas nuil os
o n ú c le o s c o n c é n tric o s q u e c o n s tr u y e tie n e n e l c a rá c te r
incom unicable d e un sólid o con respecto a un fluido, a una
liquide/, real o im itada, mares, ríos, canales, vías férreas, au to­
pistas, etc.; los lineam icntos qu e paiten y regresan a él son
r e d is t r ib u id o s p e r o tie n e n u n a t e n d e n c ia c o n s t a n t e a
descom plejizarse, ya que, cuanto más num erosos son los flu jos,
tienen m enos “ lu gar" para ser com plejos.
Si el legisla tivo prolifera gustosam ente en e l binterland, el
m edio am biente, las alternalivas del ejecu tivo perm anecen s iem ­
pre tributarias de su lugar, c inversam ente, cuando e l le g is la tiv a
m ism o deja tle m aniobrar de m anera ¿legible y requiere del e je ­
cutivo, es que una crisis espacial grave se prepara alred ed or del
sei-alli del Estado, de su verosim ilitud construida, com o la de
los C,raeos, o la reciente experiencia ch ilen a, pero tam bién en
las naciones desarrolladas, en la aparición de signos de van­
guardia, co m o la escasez anticipada d e carburantes en los Esta­
dos Unidos, e l control m ilitar de los aeropuertos, o d e la circu la­
ción via l en Europa, etc. Del m ism o m od o, h decadencia y las
crisis tle las ciudades llamadas a crecer desm esuradam ente son
a lg o m u y diferen te q u e nn m ero problem a d e gestión o arqui­
tectura. V iv im o s en la plena liquidación de una utopía qu e ya
tu vo su m om en to, la d e la ciudad-Estado-geográfico-nacional.
Ya no puede plan lea rse la crisis d e O ccidente en térm inos in ­
trínsecos (co m ercio , en ergía, producción, contam inación, etc.),
ya q u e m ientras no replanteem os com pletam ente e l problem-i
de la construcción platónica d e su cam po, en rigor de verdad ya
n o conocerem os el progreso, ni el antiprogreso, por cierto. Lj
última revolu ción en el espacio del sobrcconscrvadurism o del
Estado occidental indica claram ente qu e proseguirem os nuestra
carrera bacía el fin sobre nuestro im pu lso geom étrico, com o
sobre rieles.
Pero, en esta situación del espacio con tem porán eo, parece
ser q u e el O rien te todavía ocnpa lina posición origin al. A h í
donde e l O ccidente conquista y ocupa el espacio de arriba (at­
m osférico, c ó s m ic o ), e l O rien te parece con qu istar el e s p a d o «le
ahajo (lilo s fe ric o ) p o r la constitución d e un habitat subterrá­
neo, en la c'scalo gigantesca de un continente, China. Es aquí,
creo, que sc encuentro l¿ ju stificación ílel silencio de las res­
ponsables chinos sobre e l desem barco lunar; se irata m neho
m enos de una censura qu e de un desinterés real p or un tipo de
expansión profundam ente contraria a lo ílel O rienle. L'sta di­
m ensión '‘críptica" de un listado, ligad o no sólo .1 la extensión
geográfica sino también ai esp ed ir m ineral de sn territorio, guar­
da una perfecta coherencia con la c o n c q ic ió n csírotégica íle una
superioridad íle la de tensiva .sobre la ofen siva qu e en todo tiem
po ha a n im ad o al pensam iento oriento l.
A la dioptría aerom arítim a d e las poLencias navales y aéreas,
¿podem os o p o n er con v a lid e z una "d io p tría ” aeroterrestre? Rsla
es una pregunto o la cual los chinos responden p o r la afirm ativa
consli luyen di» una prolección n u clear para el conjunto de sus
poblaciones, contrariam ente al O ccidente donde e l segundo as ­
p ecto d e la disuasión núcleo r está ausente (con algunas excep ­
ciones, sign ificativam en te no existen refugios m a sq u e para los
é lite s ).
¿Debemos entender por e llo qu e e l O ccidente se preparo esen­
cialm ente para las consecuencias de lo p a z total (Ja conjunción
miperiaJislo d é lo s b loq u es), m ientras que eJ Orience aún le tem e
o la guerra total? ¿O en cam bio asistimos, después íle la era de
las conquistas m arítim os y colon iales y Jo del elem en to atm os­
férico , a la inauguración de) poblam ienLo del espesor m ism o del
glob o, a la conquista litosférica, ultima deriva hacia la constitu­
ción de países de las sociedades humanas, respuesta de los cam ­
pesinos (ch in os) a la abolición de los países predicado p o r i-ox?
Sc trola aqu í íle un problem a fundam ental para e l análisis
m o rfo ló g ico del Estado m odern o, ya que, m ás allá de la pers­
pectiva geográfica de la historia, sc plantea de a q -jí en m ás el
problem a del sentido de esta oposición entre e l cénit occidental
y el nadir orien tal. En esta revolu ción, el Levante y el Poniente
pierden su fu n ción , el astro rey ya n o organ iza el espacio íle esto
m undo, la secesión se sitúa m en os entre eJ Este y el O este qu e
entre la m ateria y la ausencia.
La e s c a la d a de M oscú

Los acuerdos N ixon-B rejnev de M oscú term inan con Ja con ­


quista de) espacio, la reconversión de W e n ih e r von Rraun es l<i
m ejor prueba de ello : después de su renuncia a la N A S A , p asi a
la Fairchild Acm espacial <|ne produce satélites de '‘com unica­
ción".
La lógica d e los acuerdos consiste en,

p rim e ro :

O rgan izar cicas orbitales entre rusos y norteam e­


r ic a n o s y lu ego lanzar el p eríod o de los "m ira d o­
res volad ores" para qu e aseguren, ju nto a los di­
versos satélites de com unicación (es decir es p ía s ),
la vigila n cia y el cunlrol de un plañera cíe ,iq ví en
m ás abierto (c o m o las ciudades de «m iañ o...);

segundo:

l.as decision es con respecto a las armas atóm icas


ofen sivas n o son en realidad más que otra escala­
da, ya qu e la m u ltiplicación de los vectores fo r z a ­
rá a los "ad versarios" a m ultiplicar las cargas ex­
plosivas para conservar una ventaja estratégica, lo
que, entre paréntesis, va a favorecer la mitüatu-
ilza c ió n del arm a atóm ica; siendo esto confirm a­
do por el hecho de qu e las arm as atóm icas tácticas
no están inclu idas en este tratado: la característica
prin cipal d e este arm am ento es (pie estorba poco.

Por lo tanto podem os con clu ir que im plícitam en te los a cuer­


dos de M oscú van a a celerar fa m in ia tu iiza ción del arm a abso-
In la . Fste arm a, d e estratégica e in iu iliz a b le por e l equ ilib rio del
terror, se va a v o lv e r láctica y “lim p ia ” , es decir: utilizable, ya
que no superará el um bral crítico. P o r otea parte, ya qu e las dos
grandes potencias van a reencontrarse de aquí en más cn la
cum bre (la de los laboratorios y otros P C W orbitales), estas

SI
arm as atóm icas lácticas no les estarán directam ente destinadas,
sino qu e se las reservará únicam ente a los “ pequ eños países” ,
con el í i » de qu e im n u evo V íeln am ya nunca pueda m anifes­
tarse en sus esferas de influencia.
Fn e fecto , s¡ e l im p erialism o u tilizaba, tal co m o .se lo debatió
en e l m om ento íle la ofensiva ñor vietnam ita, el arm a atóm ica
táctica, la guerra revolu cion aria se volvería prácticam ente im ­
posible, ya q u e la ocu pación {p o lítica y m ilitar) riel lerren o sería
a su v e z im posible.
Después del encuentro ruso-norteam ericano destinado a p o ­
ner a punto nua guardería e fic a z en sus zo n a s de influencia
recíprocas, se pu ede h ablar con certeza d e nn grado suprem o de
la escalada, ya que la u tiliza ció n del arma atóm ica va a v o lv e r á
ser posible. La p olicía nuclear com ienza con el cana orbital; se
p n ed e dar a es o e l nom bre d e "nueva e ra ", pero si hablam os de
distensión, se trata d e la de un arm a.
S egukda P arte

EVANGELIO NUCLEAR
E l e v a n g e l io nuclear

“ La excursión en autobús, siem pre b aja l<i escolta


de soldadas equipados con .intuís autom áticas,
com prendía una visita a la residencia privada del
presidente A llen de, calle Tom ás M orí}... 1.a junta
anun ció que esta casa será dem olida y qu e en ese
predio sc construirá una iglesia católica.”
(A ssociated Press, Santiago de Chile,
21 íle .septiembre de 1973.)

Rn Francia, los adversarios del verano de 1973, que .se ha*


bíiin con frontado enire sí con respecto a la Bomba y a Ja no-
violen cia, intentan reanudar e l d iá logo en nn sem inario qu e re­
úne a los responsables eclesiásticos y m ilitares ( í > Monde, n o­
viem bre de J.973J, al tiem po q u e un grupo de oficiales cristianos
publica en la revista Dc.fc.mc. M ationale (octubre de 1973) mi
m anifiesto llam ado "R eflexion es sobre la defensa", donde rei­
vindican su rol de rehenes. En la guerra m oderna, ellos serían
los garantes de una prom esa estatal (p. 20), y hasta podrían, en
una segunda fase, transformarse en mártires, en hostias: "Los
(jue sc preparan m oralm cn tc y técnicam ente a m o rir" (p. 46),
Cada v e z son más los cristianos que se interrogan acerca de
la gran dicotom ía: ¿pueden todavía im itar y defender eJ m odelo
am biguo de este doble Cristo forjad o por e l siglo xix, con sn
persona d ivin a , sn enseñanza espiritual, y su persona a temporal
pero histórica ss? Por nn lado, nn Cristo y una enseñanza que
serían inm utables, y, p o r otro, su m uerte, recibida de un estado
h istórico co m o una coyuntura a la v e z cscncial y com pletam en ­
te superada. Pues no ha sido ejecutado a causa de los puntos de
de la lie d e una con d u cta qu e Fl, o b stin a d a m en te, re c h a zó
defen der frente a sus jueces y qu e sus en em igos tam poco logra­
ron discutir entre ellos: m urió b ajo eJ go lp e de una solo acusa­
ción, enem igo d el Estado, y en el anuncio d e 511 condena, sus
adversarios m anifestaron con entusiasm o sus ataduras exclu si­
vos a este m ism o Estado: “ jN o tenem os otro rey que el César!”
A l rehusarse a convertirse en e l rehén de Roma. Cristi» había
puesto en Fundón am iento la hostia. En los procesos que se in i­
cio ron mas adelante a los cristianos, la referencia ol cesarism o es
constante, muchos de entre ellos .son ejecutados o su v e z porque
se oponen al sacrificio; no a los dioses, sino al Estado romano
divin izado: rehúsan concluir la alianza, volverse los mheues de
lo esiadolalr/a. Sin em bargo, en unos cincuenta anos, y d e entre
todas lo religiones nuevas, el cristianism o se expande a todos
lados, o todas las clases sociales. Victoria del cristianism o, deca­
dencia y cania de Roma, n o fallan lo.s com entarios sobre esta
incom patibilidad irreductible entre la existencia del Cran Estado
vital)sta y lo de las prim eras Iglesias. A l com ien zo, los razones de
esta incom patibilidad 110 parecen evidentes, Fi Estado rom ano no
ahusaba, en su conjunto, d e su fuerza en la relación con Jos pu e­
blos sometidos; estaba, según la d efin ición de Tertuliano, "ocu ­
pado en poner en lodos lados la huella d e la vida” ; y, sin em bar­
go, los cristianos lo combaten sin respiro, predicando a los ciuda­
danos, en el seno m ism o de la sociedad, la abstención.
Fi cristianism o es para Rom a eJ enem igo in te rio r, y el ejército
sufre aún más q u e la adm inistración; en el siglo 11 lo Iglesia
afirm a: “ N o está p erm itid o ser un h om bre de espada... Fi Señor,
al desarm ar oJ apóstol Pedro, m anifestó claram ente su voluntad
d e qne cado soldado dejaro las armas". El soldado cristiano debe
entonces “'abandonar inm ediatam ente e l ejército o consentir su­
frir p o r Cristo la m ism a suerte q u e todos lo.s dem os cristianos”
(TertuL, De Corona. 11, De Ido/., 19). Los cristianos n o dejaban
{Je ver en la célebre frase: O iu gla d ic fe rit, gla d iü p e n t 30 uno
profecía v iv a , una alusión al destino de Roma y, p o r cierto, fu e ­
ron efectivam en te los legion es qu e la habían creado quienes
destruyeron el Im p erio S7.
M ás adelante, la dispersión cataclísm ica d e Jas poblaciones
en Europa occidental borraría por vori os siglos, ju nto con el
im perio de K om a, Lis realidades de su organ ización estatal, d e­
fensivo y centralista, el recuerdo de las luchas llevadas adelante
p o r la jerarquía cristiana.
En los tiem pos d e la guerra fría, num erosos historiadores an­
ticomunistas (Toynltee, p o r ejem p lo) veían en las organizaciones
socialistas en el seno de las sociedades capitalistas una figura del
declinar de estas últimas, uu regreso de la historia, y muchos
militantes cristianos son a l u í lo suficientem ente sensibles a este
m odelo com o para sacrificarles su existencia. Sin em bargo, la his­
toria probó rápidam ente que est.i com paración era un tin to apre­
surada, y que e l acoplam iento inopinado de dos grandes bloques
tecnológicos arru inó definitivam ente la hipótesis. JDe h e d ió , la
jerarquía cristiana no había, en su tiem po, destruido al Estado
rom ano, sólo había sido conscieule (le su verdadera naturaleza y
su análisis ¿inalmcntc se había revelado exacto. Parece entonces
que, a causa de la parte de resolución que con lem a cn su desti­
n o 58, los cristianos a continuación hubiesen debido, especialmente
en el m om ento del renacim iento d e las potencias estatales, acor­
dar una im portancia extraordinaria a l objeto m ism o du toda esia-
d o la m a , y hasta concederle uua im portancia atcmporal.
Pasado cn lim p io , esto podría significa r qu e al fin a l de tan*
tos siglos y a pesar de su largo y engañoso eclípse, el culto dé la
idealidad m orfológica del Rstado se habría m antenido sin cam ­
b ios, qu e este eíd o to n sería e l m ism o , y se o p o n d ría tan
irreductiblem ente a los cristianos de hoy co m o al Cristo y a su
Iglesia hace dos m il años. Singularm ente, el n u evo im perialis­
m o tecn ológico d e los grandes listados protectores nos invita a
e llo , en la m edida en que, sobrepasando e l m ism o la visión in ­
trínseca de la historia propia del siglo xix, sobrepasa la noción
de Fstado histórico o sim plem ente nacional.

En su m om en to, el im p erio d e O ccidente apareció com o el


bosquejo estatal más efím ero, y el im p e rio de O riente debía
sob revivirle m il años; éste, q u e no había perm anecido m ás que
com o una m onarquía absoluta y hereditaria, apoyado sohrc una
sólida organ iza ción c iv il, un íuucionariado secular que, en el
siglo id, le p erm itió triunfar a los derrum bes constitucionales.
Pero inversam ente, la o posición de Roma a la idea de un Estado
dinástico n o era m ás que su op osición form al a lo que represen •
taba a sus ojo s una debilidad coyuntura!, en algún sentido na­
tu ra l para un Estado qu e se quería com pletam en te coyuntural,
enteram ente proyectado, contundiendo destino y dibu jo, o p o ­
n ien d o crca d ó n y p r o c r e a d ó n 59.
A sí, el íin lie Rom a, co m o el q u e ella le había reservado a sus
grandes enem igos, será tot.il. D om in io y c iv iliza c ió n , com pleta­
m en te iden tificadas el muí con el «L ío cn el Estallo, se suicidan
c o r él. Bl’ cristianism o n « se v o lv ió realm ente uno potencia en
Ruina hasla cí siglo id, cuando una gran evid en cia v io la luz en
el seno de la sociedad: la carrera hacia la instauración del "Esta­
do p e rfe c to ” , los esfu erzos d e tantos siglo s para in ven tarlo y
salvarlo, habían sido, cn realidad, la fuente de todos los m ales
soportados por la población : destrucción íle la legitim idad p o lí­
tica, dictadura y anarquía militar, fiscalizad despiadada, ruinas,
guerras civiles perm anentes. La profecía cristiana había de a l­
gún m o d o atrancado a Rom a d e la liistori.i para designarla com o
fig u ra , independiente del tiem p o y del espacio hum ano, que
son los de los pueblos, los reyes, los im perios, co m o tWopos.
Y, en efecto, nuestra c iv iliz a c ió n com ien za en el m om ento
en que los griegos exhum an Ja geom etría de so cam po etnológico,
en el que Ja arrancan d e la práctica social d istin gu ién d o la s p ro ­
piedades de Jas form as de las dim en sion es de su representa­
ción . N o inventaban la geom etría, sino la utopía ecológica (¡e l
n o lu gar de la ciencia del lu g a r!). V olvién dola independiente de
los sitios y los tiem pos de las sociedades, hacían de la geom etría
un poder en si - e l q u e estas sociedades tendrían de im aginarse
recreando cn sus relaciones con el espacio sus relaciones con la
naturaleza , y es esta suerte de con vicción liberadora la que
anim a tod o el pensam iento antiguo hasta en .sus im posib ilid a­
des m atem áticas. Se sabe cóm o, con A rqu ím edcs, se termina Ja
era de la joven geom etría en tanto libre búsqueda creadora, ideal
d e un m undo esencialm ente com ú n co m o protofundación de la
form ación del sentido 60. La espada de un sol da ti o rom ano co n o
el hilo, dice la tradición,
A l m atar la creación geom étrica, el Estado rom ano iba a con s­
truir el im perialism o g eom étrico de O ccidente, de aquí en más,
detrás del im p erialism o del len gu aje y d e las com unicaciones,
se escondería el eclipse de los con ocim ien tos que habrían p o d i­
do fundar las libertades teoréticas revolu cionarias y que, tam ­
bién p o r ello, hubiesen p o d id o representar Ja superación y el fin
de la idealidad m orfológica del Estado rom ano y de sus técni­
cas. Por xanto, se puede apreciar m ejor lo q u e fu eron las luchas
d e los cristianos cn contra de la estadolatría - la figura del Esta­
d o - co m o objeto de fe, el crim en cn contra del Estado, com o
vandalism o (crim en en contra de su con stru cción ), los posee­
dores ¿riegos de la joven geom etría encontraban ellos también
su m artirio... ;a vcccs de la m ano de los sectarios cristianos!
Los griegos habían enunciado en térm inos sencillos las p ro ­
piedades de las form as, para convertirlas en las bases inm uta­
bles de un conocim iento; los rom anos van a co n vertir esta suer­
te de riid in ie n ta iie d a d p en can (Tire en la figu ra m ism a del con ­
servadurism o del Estado, un obstáculo a todo cam bio. Lo que
Kum a se e m p e ñ a b a en c o n s t r u ir , era e lla m is m a , Jas
infraestructuras que 'tertuliano admiraba no llevaban fin a lm en ­
te hasta el io n d o de los desiertos más que las huellas profilácticas
tle su propia existencia. Singularm ente, después de dos m ilan os,
el eclípse de la libre creación geom étrica sigue presente en su
n ivel esen cial, el de Li organ ización del territorio por parte del
Estados: es el sign o m ism o tle l.i persistencia del Estado de O c­
cidente. Se la reencuentra tanto hacia 1930, en H ille r y Speer -
preocupados en v o lv e r inseparables la política y el urbanism o,
en buscar la con servación del Estado en las reglas mism as d e te
estática arqu itectón ica 61- , com o, del lado opuesto, en la parce­
lación del hábitat irulu.stri.il am ericano, nociones vehiculares
qu e, al p o n e r por delante el problem a de las in ira estructuras,
retrotraen el pseudo-libcralism o hacia la plan ificación estatal.
'‘ ¡H iciste una ciudad d e lo que era un m u n d o !” Esta suerte
d e anatem a la n za d o a liorna p o r el galo-rom an o Nam atius nos
muestra ya claram ente la carrera hacia el ‘'Estado p criecto”, com o
an iqu ilación del m ed io am biente; el conservadurism o clel Pista­
do, la razón de Esiado lin e a l se vu elve para el hom bre paisaje y
n aturaleza, p o n ien d o en juego la libertad humana, n o sólo en
los n iveles p rovisorios, sino tam bién en uno esencial q u e turnia
las eleccion es del in d ivid u o y de las sociedades por venir, su
lib re proyección en el tiem po y cJ espacio, Si, en su hora, el
Cristo m uere de cexarísmn, el Estado occidental -con stru yen do
y reconstruyendo i ti cansablem ente su Súin b iM im g hl, extendien­
do al conjunto ti el habitat planetario, la Tierra, en vísperas de
ser desbautizada para tornar el nom bre de E stado- se ha vuelto
lina im posib ilid ad m orfológica , cerrada al m ism o tiem p o sobre
el plan o d ivin o y sobre el tle la especificación m ism a de la id en ­
tidad divina ti el hom bre.
E ste p r o b le m a tle la p e rm a n e n c ia de la s id e a lid a d e s
m orfológicas es la clave de nuestra c iviliza ció n ; aunque rara ve z
se lo plantea a nivel del Estado, es sin embargo él quién dirige
inefablem ente sus acciones- Por lo (a illo , se debe desorbitar la
historia. F.l vie jo pensam iento fen o m en o lo g ía ) ya nos in c ita !» a
ello, volvien d o familiares esas grandes form as ideales e indepen­
dientes de lus territorios que atraviesan, pero, al pensam iento
fem im enolúgico, le sucedió, desde hace algunos años, una vfeufrt
fenóm eno! ógica (h e d ía sobre la base de m áquinas voladoras), al
principio parcelaria y d e proxim idad, com o m i com plem ento y
m ía ilustración d e textos; luego, gracias al progreso tecnológico,
particularm ente en m ateria d e teledetecdón, total e instantánea,
suplantando e l docum ento escrito tii. En última instancia, la his­
toria localizada -la g eo gra fía -, aparece com o nn dibujo anim ado
m oviéndose frente a nuestros ojos, un ju ego de form as, de culo-
res, de signos, qu e la computadora restituye y puede organizar.
En el marco de tales experiencias aparece dará m ente la exten­
sión y la naturaleza de lo que será la expansión de la 'conciencia
hisiórica” al m undo encero; las técnicas, después de haber oculta­
do el esp a d o y el tiem po, inm ediatos en la antigua organización,
pueden ahora resum irlos com o cánticos expresivos, e incluso,
estéticos, pero solam ente a los grandes Estados tecnológicos. N o
se trata aqu í de una novedad para historiadores, sino de una per­
m anencia claramente revelada de nuevo -la de la geom etría cons­
truida del Estado de Occidente com o precediendo la palabra y el
texto escrito- el hiato en ire la ciencia y el sentido com o un lugar
específico, e l de la m orfología estatal, haciendo d e una organiza­
ción d.ida del esp a d o el fundam ento d e una estrategia del co m ­
prender y haciendo nacer tle esta asociación barroca, de este h í­
brido occidental, la i/isrifncWrt científica. A s í Jas aparentes nove­
dades y el progreso de la ciencia se superponen y se encierran en
nn m undo que se estanca en su discurso circular* haciendo creer
a algunos que esta ciencia produce tantos estragos porque está en
sus primeros balbuceos, en su prehistoria, en su barbarie (Marcusc,
entrevistas televisivas) ja tal punto han perdido ellos m ism os la
costum bre de distinguir ciencia y sentido! De h echo, nos encon­
tramos exactam ente en la situación inversa a la {leseada por la
temprana investigación geom étrica, ames de su desaparición bru-
lal; lejos de haber sido el instrum ento del conodm ienco, d e una
liberación perm anente de la humanidad, la gcom eiría se ha vuel­
to e l lugar de la conservación de una tradición mítica, de un com ­
portam iento general d i ciado por una ortodoxia absoluta.
L o que se produce con la falsificación estatal dcJ cam po del
con ocim ien to - la apuesta por grandezas seguras, com o estrate­
gia de poder, íle (odas las grandes variables q u e fu n d ab a» y
arm onizaban el u niverso n a tu ra l- es la inversión de los térm i­
nos, la desaparición del ser activo cn tanto pensante leí ejerci­
c io ], su abandono por el ser pensado com o activo (la experien ­
cia)... e l fin de la p ed agogía del com pren d er cn el cam po U*
b reM.
Él ú ltim o actu d e Sócrates cn su ca la b o zo es tam bién una
p rofecía esotérica para el hom bre occidental, y también lo es
todo el Tbrlón, que con siiiu ye una d em ostración d e la in m ortali­
dad p ortille es la historia de un suicidio e n un universo carcela­
rio. T a inm ortalidad, en e l p en sam ien to platónico, es lo in m u ta ­
b le (e l ¡¡L'itig) , el rechazo de abandonarse al continuurn, p ercib i­
d o co m o cam bio, m o v im ie n to , pathos. El gesto Suicida, cu m p li­
do por Sócrates, cierra el cam po de su destino, d e su enseñanza,
fijan do la totalidad d e su sentido hasta su fin al, la violen cia
com etida en contra de sí m ism o se c o n v ie n e a q u í en una form¿>
certera de previsión, com o la única lógica in terior de la filosofía
occidental.
La fu erza absoluta de conservación del Estado de O ccidente
nace de su poder de n egación, la teleología d e su razón ; cuanto
más desarrolla y registra certidum bres internas, m ás se a m p lifi­
ca, más se v u e lv e deflagracionista de los m ed ios <pie, sucesiva­
m ente, a lo largo d é lo s siglos, van a soportarla, ya que en cuan­
to e lig e un terreno, en cnanto se.localiza, actúa sobre el nuevo
m edio tal com o había actuado sobre su prim era sede - e l h o m ­
bre Sócrates, por e je m p lo - asegura inm ediatam ente su to ta li­
dad provisional n iliiliz in d u lo . La carrera hacia e l "K stodo per­
fecto* es su carrera lu c ia la muerte, y la historia no constituye
fin alm en te más q u e el instrum ento p ro viso rio del Estado en
marcha hacia la plenitud m orfológica de su existencia autógena;
el progreso n o es m ás qu e el esfu erzo de mía hum anidad vol­
vién d ose estadólatra, ocupada plen am en te en realizar, ya no
proyectos hum anos, sino e n lo ca liza r el cam p o de un p oder es ­
tatal total en lugares inm utables.
F.sio va en contra d e m uchas íle las ideas adquiridas, n oto­
riam en te d e aqu ella que haría d e nuestra c iv iliza c ió n una orga­
nización vilalisca que escam otea, a través de sn pericia, la muerte
y .sus ritos, sus técnicas de an iqu ilam ien to (hacia otra parte,
para continuar, etc.L Xuestra c iviliza ció n no escam otea l«i m uer­
te, sim plem ente ha suprim ido los valores transcendentes del
m undo m aterial y mor.nl, p orq u e toda ella es m iierle; la gran
fábrica d e técnicas y de m áquinas de la obsolescencia es su
m o n o p o lio , un m o n o p o lio que, a fin de cuentas, no espera co m ­
partir con nadie, qu e no puede com partir sin dejar de ser ella
misma. F.n tal con texto se entiende m e jo r p o r qué la guerra se
ha v u e lto para O ccidente una actividad perm anente. La guerra,
en este m undo in vertido, construye e l Estado cuyo uropos se
realiza p o r la destrucción del m undo; es por tanto para é l uno
suerte de práctica religiosa fundam ental, la gran expresión de
su m ística d en tista , la revelación y la construcción d e su id en ­
tidad. H o y en día, todas las diferencias se horran íren te a la
capitalización de la violen cia com o última expresión estatal -el
com p lejo m ilitar-industrial, co m o ultima representación esta­
ta l-, y e l rol del h om bre de guerra se encuentra en los confines
de un n u evo m undo, creando, por algún tiem p o m ás, una a m b i­
güedad. 1.a guerra ha perm anecido com o una cacería hum ana,
m ás o m enos sofisticada, más o m enos excitante y rápida, don*
de sucesivam ente el h om bre de guerra e.s cazad or o presa y,
curiosam ente, en nuestra c iv iliz a c ió n , es esta actividad am bi­
dextra la cjne ha m oldeado el m od elo del ciudadano, del servi­
dor del Estado, siem pre d iv id id o contra sí m ism o, víctim a y ase­
sino, constructor y destructor, protector y agresor, partisano y
p a isa n o,p roleta rio y soldado... en Estalingrado -v is ió n fantásti­
ca de los obreros soviético? saliendo de las fábricas en los tan­
ques qu e acaban de construir y precipitándose inm ediatam ente
con ellos en la b a ta lla - destruir y hacerse destín ir. Es este p ro ­
ceso q u e nuestra c iviliza ció n aceleró de m odo tal q u e es capaz,
en algunos segundos, tle recorrerlo com pletam ente. Desde esc
m om en to, deja de existir una igualdad entre el cazador y la
presa, y sólo perm anece la íigura triunfante del asesino, investida
de un poder exorbitante por el Estado.
La h istoria occidental com o figura teleológica del Estado es
la historia de su lo c a liz a d ó n en los cam pos sucesivos que ani­
quila. El m aterialism o griego se construye sobre la antinom ia
entre las estructuras del m edio am biente y aqu ellas propias de
•los héroes q u e lo habitan. Se designa esen cialm en te a la co m ­
pleja organ ización de los dioses com o adm inistradora d é la vida
y de la m u elle, pero una adm inistradora aberrante, recelosa,
codiciosa, despiadada. Lo q u e en Aristóteles será ciencia m oral,
aparece entonces co m o una gestión específicam ente humana;
o ptim ism o hu m an o según N ietzsch e, fe en una libertad hum a­
na posib le; el d a is ex m a ch in a sufre la com petencia de las orga­
n iza cio n es hum anas, la figura central tic la cindadela-listado
rom ana pron to se identificará solam ente con la de Júpiter, y los
excesos del Estado sobre sí m ism o .son, de a q u í en más, actos
legítim os del Fsta ti o-creador sobre su creación, su obra y sus
criaturas. Con el un iversalism o, e l fin de Roma, e l dens ax m a ­
ch in a se ejerce en el n ivel de la relación entre los ho ni tires, tic
todos los hom bres. El m ed io am biente elegid o ya no es la natu­
raleza, sino la hum anidad. La ciencia cierta de la m ural (ley
m osaica) se v u e lv e liberación del sentido m oral a través d e nue­
vas relaciones hum anas; la caridad, por su parte, se vo lverá lu e ­
go moral social, y m ás adelante, historicidad social; el dios que
ha dejado de ser los dioses, después d e haber sitio cen tral y
lu e g o puntual, será fin alm en te evacu ado del sistema d e rela­
ción del sentido, la op osición en y para el sentido se tiara entre1
los hom bres. £1 h um anism o es e l hom bre volvién dose, él m is­
m o, ntopos para e l hom bre. Nos encontram os entonces en la
situación inversa a la de partida, la razón id e o ló g ic a ha pasado
in tegralm en te y sin reparto al in terior d e la organización hum a­
na. La hum anidad occiden tal v iv e ahora a su único nivel y so­
bre su propio fondo, "el ser del hom bre co m o objeto del saber
p o s itiv o ", escrib e Foucault, la hum anidad exp lotán dose a sí
m ism a en los lím ites de la polis. Se asiste entonces lógicam ente
a la negación de variados caracteres y de actividades propias de
las diversas organ izacion es humanas, brutal en las colonias, en
la explotación del trabajo hum ano y de la clase obrera, p rogresi­
va en e l seno m isin o d e los conjuntos colon izadores v de sus
élites; se trata, después d e las caídas m onárquicas, la evacua­
ción lenta del in fin ito posible de las sociedades humanas en las
con cepcion es acabadas de sus nuevos destinos estatales. L i
teleología del Estado ya n o ocupa un cuerpo social qu e ha des­
truido; el fracaso d e l socialism o del a m or en el aparato burocrá­
tico a la alem ana es tam bién el tle la construcción de un nuevo
p aisaje social, y el nu evo logro del Estado es el triunfo de su
revolu ción en otro espacio. F1 ¡lcw> ex m a ch in a sigue fu n cio­
n ando, pero sin el a u x ilio de las organ izacion es hum anas que
lo han colocado por sí m ism as fuera de su alcance, fuera de su
atm ósfera. Frnra podrida de las técnicas m ás com plejas, e l sm m
r/iío n u clear qu e en adelante funda la m acropolitica de los dos
grandes Estados tecn ológicos no es, de h echo, más que e l p ro ­
d ucto m iserable del im p ed im en to m o rfo ló g ico del Estado de
O ccidente; rodea cada día m ás a una hum anidad que ha vu elto
a ser irresponsable e inconsciente jv en él no sob reviven ló g ic a ­
m ente, en m ed io de tanta cien tificídad, m ás qu e las taras trans­
feridas por su geom etría, la de los antiguos dioses!
Para nuestra c iv iliza c ió n , la guerra total íuc un portal en la
m edida en qu e era la prim era guerra aerea m undial. En 1914, la
decisión h orizon ta l no term inaba de llegar hasta los hom bres,
la razón final cayó desde arriba en H iroshim a en pocos segun­
dos; es este tipo de razón y d e finalidad la qu e flota ahora per­
m anentem ente .sobre nuestro litoral planetario.
Tfodo se in scrib ió en esta dirección lineal, derecho d iv in o de
las m o n a rq u ía s d e v e n id o d e re c h o le g ítim o o le g a l d e las
poliarquías, de las dem ocracias; las m odas y los regím enes p a ­
saron, sólo quedó la facultad d el Estado de O ccidente d e asum ir
la totalidad del sentido hasta el final. Ja eternidad d e su figura
esté donde esté y en sí. C on el universalism o, se había id e n tifi­
cado durante un tiem p o la ciudadela estatal con la “ciudad de
D ios” , con su rein o en m archa hacia la reden ción en tanto fin a­
lidad. Entonces se asoció estrecham ente a Jos cristianos y a los
nu evos Estados, la Iglesia form aba sus cuadros adm inistrativos
-to d o un f uncí im an ado, en sus m on asterios-, y se había vuelto
ella mism a nn Estado universal donde los santos y los mártires
juegan el rol de rehenes entre las obras de la ciudad nueva y las
obras eternas d e Cristo. Los grandes problem as d e la Iglesia son
desde entonces, y sobre todo a partir del siglo xvi, las relaciones
con los Estados m odernos e n gestación, los conjuntos naciona­
les, y el lento despertar del Prom eteo sepultado en las m in a s de
la cindadela antigua, su ren acim ien to. Y lu ego, la coexistencia
d ifícil, que Jle va a la ruptura lega l por etapas, por abuso de au­
toridad, con situaciones cada v e z más insostenibles para los
cristianos divid id os entre ellos, buscando con ciliar e l servicio
hacia Dios y el de los nuevos Estados-nación. H o y día, al fin
legalm en tc separados, la Iglesia y los Estados, después de tina
calm a breve, ven renacer entre ellos con flictos cada v e z mas
num erosos en la m edida en que el Estado de O ccidente se re­
construye en otra parte, sobre el litoral planetario, por fuera del
cam po de la hum anidad y com o oposición radical a su existen-
cid: el m acrogobíern o nuclear del mundo.
Por lo tanto *lo s cristianos pueden garan tizar todavía el Es­
tado m oderno con la form a qu e está tom ando? La prom esa de
Cristo a la hu m anidad, ¿podrá segu ir siendo confundida con la
de un Estado ocu pado en rechazar toda am bigü edad, un Estado
para quien e l p a ih o s lia llega d o a ser lo nacional y lo social?
Son estas eviden cias las qu e veían la luz cn los años sesenta,
lo micro entraba en crisis, lo m acro cn superconservaeión. El
Estado debe h allar los m edios para seguir conservándose, tal
com o llegó a su esencia, orden de fatalidad absoluta qu e supo­
ne dejar en suspenso su co m ien zo y su fin corno acto d e la
razón; e.s hacia él q u e se precipita el progreso w ú h ’n ta l y, ahora
que ha sido realizado, los objetivos del progreso hum ano pare­
cen repentinam ente m enos claros, e l m o vim ien to se detiene, la
sociedad planetaria, en algunos m eses, ya se instala en un nue­
vo espacio qu e del>e perm anecer estable, y donde todo m o v i­
m iento desconsiderado puede, se nos dice, determ inar un des*
enlace trágico, irrem ediable. La tierra es un veh ícu lo, una es fe ­
ra dem asiado cargada a la cual se le del>e equilibrar el lastre, el
planeta todo está perm anente cuente en peligro...

Después del fin brutal de la idea de progreso, qu e fue acunada


a lo largo de todo el s ig lo xtx y cn todas las re v o lu c io n e s del siglo
xx ¿cóm o d efin ir el espacio bruscam ente con gelado del destino
humano? ¿cóm o darle un nuevo rol a sus poblaciones-? Di lista­
do, una v e z más, recurre di militar, pero ya no al m ilitar del
v ie jo Estado-nación - q u e se ha vu elto dem asiado visib le, d e m ó ­
crata y un p o co abu rgu esado-, sino de la nueva inudigcnnÚL
m ilitar, la qu e sale de las m uy especiales universidades del ejér­
c it o 65, qu e prescinde gustosam ente del u n iform e y se cree por­
tadora d e una m isión revolucionaria: “ Las virtudes del m iles, va
sea militar, m ilitan te o m ilician o, n o se enseñan, aparecen es­
pontáneam ente cuando queda claro que el ob jeto de la defensa
m erece ser d e fen d id o, y éste n o es e l caso cuando los intereses
particulares de a y e r parecen preferirse a l bien com ún del m aña­
na". l e debem os esta declaración a X avier Sallanün. uno de los
prom otores del coloqu io internacional organ izado cn la sede de
la U n esco p o r la ‘T o n d a tio n p o u r les é tu d e s de d efe n s e
n a lió n a le” , sobre "L a percepción de las nuevas am en azas", cn
noviem bre de 1973. Este coloq u io, agrega X. Sallantin, tiene par
ob jeto estim u lar la reflex ió n sobre la problem ática d e la defensa
del a m p o social, y esto de m od o tai que supere el ,s¿üí¿t
con tan d o'sólo con el e n glo b a m iem o nuclear, p o r un ajuste de
lodos los sistemas de defensa, una defensa qu e no sería ya na­
cional sino m u n d ial y general; una deten s i q u e "se saldría d e la
visión restringida de la defensa específicam ente m ilitar”.
L’l s upercon ser vadu rism o del Estado occidental, establecido
desde hace unos d ie z afíos sobre el litoral plan etario, desea por
lo tanto, a través» de la crisis actual, m oralizar, o m ejor dicho,
fatalizar -e n todos los n iveles y hasta en sus bases m ism a s- el
''organ ism o planetario". Una v e z más, estamos e n plena revela­
ción tradicional, e l lu gar n u evo de la figura del Estado es la
esiera planetaria q u e d eb e ser com p letam en te p rotegid a del
pathos, es decir, de la turbulencia y de las variaciones de las
niierosocíedadcs humanas. Es lo que está sucediendo actual­
m ente, a través de la política de.-lo peor, y debem os entender
esto con toda claridad, se trata íle la /•«f.o'n'á/i definitiva, fin a l
pod ría m os decir, de M ía s las sociedades hum anas p o r parre dr.1
Lstoálo ocúdr.m al, y tu» se trata aquí de una empresa im perialis­
ta banal y p rovisoria, o de alguna crisis del m undo capitalista.
La referencia a Jas “leccion es” de una psemlo-natu raleza que
podría inspirar a los nu evos estrategas y sus térm inos, qu e re­
suenan siniestram ente en nuestras m em orias: virtudes de) m ili­
ciano, biología social, prim ates y mu tan tes dom inantes, todo
ello lom a, en las declaraciones de Sallantin, un sign ificad o m u ­
ch o m ás im portante en m om entos en que el prem io N o lje l de
fisiología es con ced id o a un Konrad Loren/.. ¿Konrad Loren *,
quien en ju nio d e reclam aba “ una elim in ación aún más
enérgica de los seres m oralm en te in feriores” y solicitaba con
insistencia al Estado n azi "reem p la za r todos los factores res­
ponsables de Ja selección ” por una vía natural y libre °7!
Los pseudo-innovadores del congreso de la Unesco siempre
signen estando, por lo tanto, en la corriente del v ie jo listado occi­
dental, colon izador y negador de culturas y diferencias, genera­
dor de masa cí es y g e n o cid io s, los conductos lin eales d e la
SinnIM fcínnj; o r g a n iz a n un e c o s is te m a g lo b a l; e l sistem a
desintegrador del m undo se vu elve m odelo y prom oción de) mun­
do, el Estado siem pre vitalista y a la conquista de su nueva esfera
patológica;... y la bom ba, ¿no es acaso p erfeciam ente patológica
para la hiini.iiiMl.id? i-o expresión m ilitar fiu%a nuclear, «tu» es
acaso reveladora? La bomba es lim pia, es purifica dora.
Este orden, estos "v a lo re s ” qne los m ilitares y los ni i lita r tes
piensan todavía defen der y salvar s o r , sin em bargo, una abe-
rración im pensable; pretenden organ izar desde arriba el con ­
junto d el hábitat planetario ¿ara un hom bre y para una socieda­
des que estarían ausentes p o r ser en em igo s. L i en trevista
televisiva sobre id nueva p ercep ción de las am enazas, qu e si­
gu ió al c o lo q u io , no term inó de otr.i form a: el h om b re es co m ­
parado a la rata {im agen del num ero excesivo, de la depreda­
ción, de la epidem ia, ¡anim al d e la b o ra to rio !), e l h om bre lia
obten ido todos los votos, el p eligro y la am enaza principal es él.
L i refutación, d e la líberlad hum ana t.il co m o la defin im os con
respecto a l cesarism o, aqu í se ha vu elto glob al; la especifica­
ción del hom bre, su identidad, son com pletam ente negados y
reem plazados p o r la reí eren cia a un antouxí h u m a n o (m a lig n i­
dad).

A l salir de una reciente conferencia europea, llc n r y Kissniger


declaró p o co después: “ De cu alqu ier form a, no es aquí donde
espero encontrarm e con debates titánicos". N o se trataba de una
cargada lanzada al pasar p o r el j^r-scr d e la diplom acia de los
Estados Unidos, sino d e una indicación seria, acerca d e la nue­
va escala y el carácter in édito q u e espera darle d su política.
Este universitario especialista en historia está bien d ecid id o a
hacerla cam inar tle lecho y, a su turno, a preguarla. Después de
haberse mostrado com o el hom bre del diálogo, se convierte ahora
en e l instigador de un ju ego independiente de la técnica com o
poder absoluto, este ju ego qne es el ju ego de una elite, es decir,
de aqu ellos q u e p oseen los m edios de llevarlo a bien, lo que y.i
n o con stitu ye e l caso de los eu ropeos, de qu ien es nos dice
Kíssiuger, "un abism o los separa, abism o que no deja de crecer
entre la sofisticación técnica d é lo s estudios norteam ericanos y
la facultad d e absorción de estos trabajos por p arte do los b'dc-
res aliados". M e jo r aún, él declaró tecien temen te a la prensa
“ que después de haberlo dudado un largo tiem po, creía nueva­
m ente qne rij^m ws hom bres in flu yen la historia". En conjunto,
e l discurso del d elfín do Nixon alcanza aquí al de A lbert Spcer,
e l delfín tle Hirler. verdadero prom otor de la guerra total, y quien
tam bién bahía soñ a d o, en sus tiem p o s, co n el fin tle los
universos políticos y con mi poder qu e cabria cn la palm a de su
m an o gracias a la tecn ología. Del m isino m od o, cuando los o fi­
ciales cristianos declaran cn su m an ifiesto qu e el arma nuclear
es de "n atu raleza d iferen te” (p. 29), tienen razón: el proyecto
nuclear (e l arm a estratégica) es )a realización m ism a d e la esen ­
cia del discurso occidental, y no cualquier discurso m ilita r 68.
En última instancia, es p eligroso p orqu e es fro to de un últim o
esfu erzo estético m ilen a rio y desinteresado. Se trata del ú n ico
pod er que, e n el m undo m od ern o, haya exten dido realm ente su
im p erio si o una oposición seria, precisam ente porqu e se inscri­
be exactam ente en nuestro sistema n orm ativo y porque para
sus ojos nuestras in h ibicion es son inexistentes. M e jo r aún, lo
defendem os constan temen te en contra nuestra, cn contra de
nuestra propia existencia, y así no nos inquietam os, parecería
ser, m ás qu e en caso d e desencadenam iento del proceso, si los
territorios nacionales están abiertos a la destrucción. N o nos
preocupam os p o r saber si a q u e llo q u e se nos muestra h o y com o
un paliativo no es en realidad el más tra fic o de los errores hu­
m anos y, sim ultáneam ente, la más razonable de las soluciones
{leí Estado d e Occidente. A este respecto, los debates televisivos
organ izados e l 20 de n oviem b re de 1973 entre m iem bros del
G obiern o y de la oposición se mostraron reveladores: los dos
pártalos estuvieron tácitam ente d e acuerdo para callar con la
m ism a obstinación e l problem a de la construcción de refugios
{1estillados a la p oblación c iv il, y a pesar d e la insistencia d e los
telespectadores, e l m in istro Koberl Galley se lim itó a iron izar
sobre el lem a. Una m ente sim plista puede evidentem ente pre­
guntarse e l porqué de esta extraña alianza, ya que, a fin d e cuen­
tas, estos refugios existen en Suecia y están en construcción en
la C lim a popular; ¿no reforzaría esto ese carácter m u ra l de los
bienes y valores a proteger, a los cuales hacen referencia los
m ilitares en su m anifiesto? En un prim er m om en to, se podría
pensar qu e se ha puesto de m an ifiesto ei v ie jo dilem a de la cons­
tr u c c ió n d e íq p a z , la e le c c ió n e n tr e la e d ific a c ió n de
infraestructuras duraderas y la producción de m aterial de in ter­
cam bio im pon derable ha pesado sobre las personas q u e se han
vu elto interlocutores más qu e adversarios M .
Esto es lo prim ero q u e se le vien e a uno a )a cabeza, p ero, si
invertim os el postulado, se pu ede obtener e l razon am ien to si­
guiente: ¿y si e l problem a nuclear só lo se hubiese planteado a
las p oblacion es de m odo tal que no fuera cu ningún caso c iv il­
m ente soportable, y por ello, globahnente fiable? A rgu m en to de
civiliza ció n y ya no argum ento esp ecíficam en te m ili Lar; ya no
se (ralaria de una guerra entre m ilitares, por c ie n o im posible,
sino de una guerra i le los m ilitares a l civil a través de ana nueva
escalada, interior, qu e en este caso carece de los lím ites de la
inseguridad c iv il. T-n expansión real de la densidad absoluta de
p eligro a zon as ilim itadas funda el carácter estratégico del arm a,
m ientras q u e las razones clel v ie jo com p rom iso m ilitar consis­
tían precisam ente en la lim itación de estas zon as con e l fin de
obtener duran le la p az, a través de la n egociación política, m u­
chos más m ercados, provincias, ventajas. En el .siglo xlx, se "e c o ­
n om iza b a ” la guerra para volverla un acto renlaW e, este factor
in teligen te ha desaparecido ju n io con la guerra tradicional; el
com p lejo m ilitar-industrial ya no tien e botines q u e traer a casa,
ya qu e Lodo se debe suponer de antem ano com o pérdida, com o
ruina, y e l u niverso p olítico, tal com o Jo conocem os, se blinde
tam bién é l al volverse una fu n d ó n superílua del Estado idefíl.
La guerra total ya llevaba en sí su superación técnica, la guerra
fría y lu ego Li p a z total, pero el prin cip io m ism o {Je estas estra­
tegias sucesivas en realidad ya n o deriva más q u e de la creación
y de la expan sión de la inseguridad c iv il en el in terior d e las
fronteras nacionales, inseguridad absolutam ente in con cebible
unos decenios antes. Es este térm ino el qu e hace evo lu cio n a rla
guerra hacia el em p ico de m edios técnicos ilim itados, y perm i­
te, en la p az, el ascenso de los grandes bloques tecnológicos y
su política in édila. La guerra total ya n o pretende aniquilar ios
ejércitos, sino lo que era otro: voluntad, honor, m oral, identidad
del adversario; ya estaba, en Europa, más cerca de la empresa
colon ial q u e d e la guerra tradicional, y la p az total no hace más
q u e continuarla, tal com o lo prueban clara m ente los recientes
em pren di m ien tes norteam ericanos.
Pero, al tiem po cjue era recorrido esLe nu evo esquem a totali­
tario, orientado hacia el interior, se vo lvía forzosam en te una
tentación m oral e intelectual com pletam ente nueva para los p o ­
líticos: esta potencia técnica espantosa, ¿no era acaso también
ella un m ed io absoluto d e disuasión pob'tica, un m edio d e con­
servación del Estado, ya qu e la escalada de la violen cia podía,
de a q u í en m ás, producirse sin lím ites y sin op osición al interior
m ism o de los cuerpos sociales y nacionales? D ebido al gran
despegue tecn ológico, la m ayoría do los m étodos revoluciona-
rios se vu e lv e n caducos.
Ponqué fin alm en te este p od er todavía se juega e in íltim a ins­
tancia alrededor de la cred ibilid a d ¡ kjU i í o i del presidente e le g i­
d o por todos los ciudadanos. A sí, F. Perrin, a lo largo de la entre­
vista citada an teriorm en te, declaraba que "d e G aullc era p o líti­
ca mente creíble en tan lo poseed or últim o del fu ego atóm ico.,,
no así P om p id ou ” 7I\ Rn otras partes, es la persona de) presi­
dente N ixon la que, después de su triunfo en la elecciones, es
atacada, arrastrada por el rango por la prensa liberal. ¿Por qué
negarlo? A pesar de las duras am enazas qu e pesan sobre él, el
poder p olítico m od ern o posee un cetro con el cual hubiesen
soñado los potentados m ás sanguinarios de la historia. L o p o lí­
tico y lo m ilita r lo da v ía com parten este derecho absoluto de
gestión d e la vida y la m uerte universales -p e ro al ig u a l qu e
esos billetes rotos qu e por desconfianza los socios poseen p o r
m itades- ¡y qué tentación la de reunir la apuesta en una sola
m ano ¡untando las dos últim as p iezas del rom pecabezas! ¡que
tentación para los m ilitares, deshacerse del único y últim o socio
p olítico, tan insulso c in e fic a z! La reflexión de K íssin ger acerca
de “este abism o qu e no deja de crecer", entre técnicos n orte­
am ericanos y líderes aliados, volvien d o cada v e z más difíciles
las consultas útiles, el rech azo a la integración europea tal com o
los norteam ericanos la deseaban a l prin cip io d e los años sesen^
ta, lodo ello, no es sólo el signo ríe una redistribución de las
cartas m ilitares, políticas c industriales del m undo; e l abism o
también se ensanchó en los Estados U nidos entre los m ilitares y
los líderes políticos, !o cual explica la im portancia tom ada por
un neu tro, el tránsfuga d e la U niversidad, q u e espera racion ali­
z a r la exp erien cia norteam ericana por íucra de la experiencia
histórica, sim bolizad a a sus ojo s p o r la vieja m adre Europa,
cubierta de ruinas, 1.a incom odidad qu e planeaba sobre estos
debates, la otra noche por la televisión , debe haber h ecb o reír
en la penum bra, frente a su aparato, a más de un militar, ya qu e
lo qu e ataca en realidad un asunto com o W alergatc, no sólo es
la credibilidad del Presidente, sino toda la verosim ilitu d del sis­
tema p olítico com o representa m e y, sobre todo, com o orga n iza ­
dor del consenso civil.
Por tanto, en Francia, toda reform a de nuestra Constitución
debería ser pensada desde este p u m o de vista, pero aún si
existías tí miíi oposición m oral al n u evo esquem a recorrido en la
carrera p o r la p osesión del “ Estado perfecto” , nadie, m aterial­
mente, puede renunciar a e.s la carrera hacia lo que constituye la
esencia d e ese Estado sin, lógicam en te, fallar, ya que es esta
esencia la que, de a q u í en adelante, construye, sin com partirlo,
el Estado. Lo m ism o le sucede a esta izqu ierd a q u e había puesto
en m archa, con C u y M ollet, el proyecto nuclear -D e G aulle se
lim itó a tornar la posta m ás ad elan te- y, a pesar de nuestras
aserciones, podernos estar seguros de q u e los h orrares del p ro ­
gram a c o m ú n 71 estarían obligados a p ersevera ren la m ism a vía
-p o d ría m o s tlecir q u e a pesar de ellos m ism o s- ya q u e “tom ar
el Estado de Occidente cn n om b re de la historia, es caer en el
ente (su geom etría inm u table) íuera de la historia”. Es este salto
el que Kissinger, con la cabeza gacha, obliga a hacer a la hum a­
nidad.
C risto e.s ríos vcccs la hostia. La víspera d e su m uerte d eiin ió
el o bieto del sacrificio tom ando y distribuyendo el pan y el vino:
esto soy y o , ¿qué? lo banal, lo cotidiano, soy el p rin cip io ^ e t o
qu e es de todos, su libertad qu e es la banalidad, lo más com ún
e.s lo más d ivin o . El día siguiente, la segunda hostia muestra
que lo cotid iano que es el C risto resulta in com patible c n su p rin ­
cipio de libertad com ún con un orden que, p o r su construcción
conservadora v profiláctica, realm ente se ha retirado del tiem p o
v del espacio hum anos - d e lo cotidiano, se podría pensar hoy
en d ía -, íiasra la consum ación de los siglos, o íiusra su consum o.
En Emmaus, inversam ente, Cristo reem erge de la sombra d e la
banalidad, la ceguera de los apóstoles se term ina cuando Él re-
nueva e l gesto de la rransgn^xérr.; este gesto q u e la Iglesia fia
re cubierto de oro, de barro y de sangre inocente, fue sin em bar­
go repetido a lo largo de los siglos, d eform ad o, sofisticado y,
siem pre enfrentado al Estado de Occidente, en tanto que el s ig ­
n o, deven id o casi inconsciente y m ecánico, de una últim a resis­
tencia al in ven tor de la colon ia, del ghetto, de los cam pos, íle las
reservas, de la proletariza ción , del subdcsarrollo, o p eo r aún,
destructor íle la socialidad, del socialism o de la p ob reza , íle sus
productos, ríe sus in ventos, de sus culturas, de .su saber, ríe sus
técnicas...
Interrogado recientem ente acerca íle las m odificacion es que
deseaba eventualm ente aportar al program a común, cn plena
crisis energética, Frangois M ittcrand dio una respuesta que se
pudría considerar sorprendente: lo qu e deseaba era cam biar un
poco la m entalidad y la figura del m ilitan te socialista (en trevis­
ta televisiva realizada e l 14 fie enero de 1974). Sus preocu pacio­
nes serían p o r lo tanto m u y cercanas a las del ejercito, en la
búsqueda del n u evo miles. Son las carias m ilitares las que defi­
nen a los ciudadanos; y henos a q u í qu e lo q u e e.slá en boga es la
carta del A tlán tico, y es por eso n orm al q u e junto a ella se
d esagregue !a figura del “ hom bre c o n s u m id o r7í y un aparato
de producción del cual la crisis de Berlín nos había dado, en el
mes d e agosto de )961. la im agen m ás clara. I.os dos Berlina»:
uno, figura austera y sin alegría del bloqu e s o viético constru­
yen d o s»i m uro y taponando sus propias ventanas para dejar de
ver a l o tro , ilu m in ado y transparente, vitrina inm ensa del lujo
occidental, puesta en escena del estilo de vida de una pobla­
ción . Se ha o lvid a d o un tanto dem asiado rápido que el creci­
m ien to m aterial 110 era una p olítica econ óm ica, sino más bien
una política militar, un señuelo, una astucia de guerra 71 qu e se
disipa cuando sus necesidades estratégicas ya no se hacen sen ­
tir, q u e es lo q u e sucede h o y d ía . E n ton ces se ab an don a
presurosam ente la frealv/n fo r w ant, se busca una nueva m ísti­
ca; ¿cóm o, en adelante, lio interrogarse a conciencia sobre esta
defensa de la evoh iru m del m u n d o hacia el rein o d e Dios a tra­
vés del m o n o p o lio d e las arm as d e destrucción, que predican,
en su m anifiesto, los oficiales cristianos? l a parte más tem ible
de este texto n o está cxpl ¡citada, y la pregunta sigue candente:
si e l b ien com ún que estos oficiales creen sinceram ente d efen ­
d er no evolucionara en su esencia h a d a este fin m oja! y este
bien superior qu e es su prom esa, y al cual, precisam ente, su
apego a la Iglesia les autoriza a creer, ¿de qu ién se habrían v u e l­
to en realidad los rehenes, o m ejor aún, de qué? ¿Qué son estas
nuevas relaciones q u e están surgiendo entre la cru z y el fuego?
Si creem os en lo que nos d icen los estrategas, el arm a abso­
luta sería e l m ed io para h acerle la guerra a la guerra; este arm a­
m en to suprem o aseguraría la síntesis del arm a y la coraza; la
bom ba sería en d efin itiva e l m ejor refugio. Esta lógica de la
disuasión es, desafortunadam ente, m u y p o co com partida con
los no especialistas, de a llí qu e exista una cierta irritación de los
m ilitares frente al pensam iento d e algunos hom bres de la Ig le ­
sia. Es qu e si m iram os un p o c o m ás de cerca, nos riamos cuenta
de que esta lógica n u clear adm inistrada por el ejército se parece
bastante a rni.i creencia, Por un lado, lo disuasión estratégico no
im pide la con stitu ción de una fu erza nuclear Láctica, supuesta­
m en te para reforzarla, mientras que, para algu n os especialistas,
este desarrollo reciente de) arm am ento atóm ico táctico n o pu e­
de más qu e perjudica r gravem ente la disuasión y e l iam oso equ i •
lib río del terror. Por otra parte, el prin cip io de la nulidad de los
refugios an iia ióm icos, de ningún m o d o quita que, tal co m o lo
hem os visto, algunas p otencias nucleares los construyan, prue­
ba de qu e la lógica d e la disuasión se adm inistra aqui y allá eo
form a diferente. Final ni ente, las necesidades aparecidas recien ­
tem ente en m ateria d e contro) de poblacion es en períodos de
crisis, para evitar la insurrección de un pueblo expuesto al fue­
g o nuclear por sus responsables civiles o m ilitare», muestran
con claridad, si aún luciera falta, q u e el discurso nuclear es
fin alm en te m enos un discurso lógico que una suerte de fe com ­
partida p o r cierta élite.
A sí, desde 1945, se habría disem inado en un m ed io restrin­
gid o , en un cenáculo, la fe en la buena nueva del anna absolu­
ta. L i salvación d e los hom bres ya no provendría d e su con ver­
sión, sino de este tem or com parable a l qu e inspiraba e l D ios de
Israel m anifestándose sobre las polvaredas, rodeado de rayos.
Ln resum en, la nube de la explosión podría reem plazar ven tajo­
sam ente al h om bre d e las beatitudes, en un M in m an o en el ijuc
las ojivas ya n o serían las de su arquitectura, hsta suerte de
retorno d en tista al A n tigu o Testamento p or parte de los apósto­
les m ilitares debería llevarn os a an alizar m ás de cerca el discur­
so de la guerra m oderna, así com o el de la in stitu d ó n m ilitar en
su pretensión tle asegurar d e aqu í en más, ya n o la salvación de
la patria, sino la salvación del m undo. I jos térm inos religiosos
em pleados cada v e z más frecuentem ente por Jos responsables,
para ju s tific a r sus p racticas, son re v e la d o re s : e l té rm in o
“ san tn arizad ón ” , p o r ejem p lo, que designa el m ed io de hacer
in vio la b le, ‘'sagrado” , un territorio cubierto p o r la disuasión
nuclear.
Sin em bargo, la política de los envites, la estrategia anti-ciu-
dad. coloca en prim era línea ya no el c je rd to , sitio al conjunto
de las p o b la d o n cs civiles; así co m o en el cuadro de David las
Sabinas se in terpon en entre los guerreros d e am bos cam pos ex­
pon ien do a los golpes a sus hijos desnudos, así los estrategas se
ofrecen m utuam ente sus poblaciones, desprotegídas. l-'rcnte a
Ja revelación de los peligros corridos p o r las masa?, los m in is­
tros deJ culto de lo disuasión tiene dos m étodos: uno, sem i-dan-
destino, q u e apunta a organ izar las m edidos d e p reven ción y de
control social {le la s p oblacion es a fin de evhor que, por m edio
de revueltos, desacrediten la disuasión; es, ju nto a la Defenso
O peraciónol del T erritorio (D O T) v la “protección c iv il" , la idea
de una p articipación q u e renovaría el com prom iso en una “ d e ­
fensa n a cion ol", en adelante asegurada p o r especialistas, y que
consistiría en op on erse o nuevos enem igos, fes riel in ie rio r, cul-
pables de no aceptar el dogm a de la disuasión. f-a otra, oficio l y
espectacular, q u e consistiría en hacer com porrir la “ fe m id c a r*
a n a ves de un ardiente p roseliü sm o (uno in form ación m asiva)
a los m ism os qu e son o íre d d o s en holocausto a l dios de las
a rm a s; a q u í, la a u to rid a d suprem a r e n o v a ría e l g e s to de
Abrabam .
De h ech o, el ad ven im ien to del arm a absoluto, co m o buena
nueva, sería el revés d e aqu ella traída por Cristo. N o se troto
aqu í de o lv id a rla existencia del arma nuclear, de lia c e rd e cuenta
qu e n o existe, sino íle reiutar la pretendida lógica nuclear y
mostrarla por Jo que es, una creencia irrational.
EJ p eligro m ás tem ible no es tanto que mañana la bom ba
explote, sin o que ésto vo exista. El p e lig ro n o es el fuego nuclear,
sino el auto de fe, la fe n u clea r. Esta fe qu e prepara, en sus
catacum bas de cem en to, eJ ad ven im ien to de ana última c iv ili­
za ción , b ajo el re m or cuasi religioso del ün del m undo: m e re­
fiero a la "c iv iliz a c ió n del ejé rc ito " Lo m ás grave, para los o fi­
ciales cristianas, no es pertenecer a tal o cual arm a, ejercer tal o
cual acto, sino pertenecer a esta fe n u clear ya que, consciente­
m ente o no, se trata efectivam en te de una apostasía.
N adie puede aceptar e l carácter totalitario de los envites de
Jo estrategia n u clear sin contribuir a in vestir tarde o tem prano a
los ejércitos d e un pod er exorbitante y d efin itivo. H oy día, los
riesgos de explosion es nucleares, a escala estratégica, son in fi­
nitam ente m en os im portantes que Jos íle la nueva revolución
m ilitar-industrial. La fe nuclear no es otro cosa que e l signo de
p erten en d a a esta conjuro, {Ionde Ja ciencia y lo tecnología bri­
llan con todo esplen dor cn su m agna potencio, figuras místicos
{le un orden y n i lim o avatar de Ja estadolatría.

íot
U na s o c ie d a d p a r a c jy il

:‘I <1 clase m ilitar no es conservadora."

Después de H iroshim a, los grandes Estados victoriosos se


encontraron rápidam ente con una .serie de situaciones inéditas.
Eran más potentes e im perialistas que nunca y, a la ve z, se ha­
bían vu elto "in o fen sivo s”, fcn aqu el entonces* el poder m ilitar
consistía en n o p o s e e rla bomba, es decii. en poder seguir “ espe­
cu lan do", en darse v ie jo ju e g o de la estrategia, y asociados
tan im provisados co m o Cuba, Israel o China pondrían constan­
tem ente a sus protectores entre la espada y la pared, re c o m e n ■
do sin ellos los diferentes grados d e la escalada. Ixds dos super-
Grandcs p aliaron esta situación tom ando u n o y otro sus distan­
cias con respecto a estos em barazosos socios, y crearon la en­
ten te nuclear, la dom in ación del m u ndo p o r un esquem a estra­
tégico com ún, absoluto en su resultado, aniquilan ti o así, por un
instante, todas las otras Cormas de especu lación o las veleidades
de la escalada, ya que no se pod ía, parece ser, ir más allá de Ja
adl lesión a la m uer le universal.
Y sin em bargo, no se sopesó correctam ente este doble térm i­
no, arm a estratégica, com o iiltím a síntesis del ataque y Ja d e­
fensa; no nos hem os interrogado: ¿por qu é todos los Estados
desarrollados eligieron esta faceta de la estrategia? ¿Por q u é d e­
cidieron lle v a r el prin cip io deJ ataque basta et extrem o y d eja ­
ron de lado la otra lácela del arte de la guerra? ¿Por qué no
instauraron una carrera b a d a la defensa absoluta?
Podem os respondem os inm ediatam ente que este desarrollo
de la defensa hubiese cuestionado e l conju nto de sus activida­
des. Cu efecto, la idea d e una defensa absoluta contradice la
realización deJ concepto d e guerra co m o totalidad coherente y,
desde el s ig lo xtx, Jas naciones beligerantes aplica lian esle p rin ­
cipio -d e ) lim ite de la defensa com o perm isiva de las activid a­
des de a s a lto - al u n is ó n » sobre sus territorios respectivos en
Pnropa, ya que, en caso de defensa absoluta, escribe CJauscwitz,
Ja guerra n o podría llevarse a cabo m as qu e d e un soJo lado;
resulta de clin “ qu e eu la guerra, )a defensa n o d eb e ser m ás que
rela tiva , debe aplicarse a la noción de conju nto y no extenderse
a las p arles" Jas actividades de ataque, en cam bio, no qu eda­
ron som etidas a esta clase de interdictos p o r m ucho liem p o, y el
levan tam ien to de las ú ltim as restricciones m orales ante vita
agresión que se vu elve tola litaría, está marcada p o r esta traduc­
ción abusiva d e la palabra platónica, desviada de su senlidíi
litera) p o r H e id c g g e r en 1933 y lu ego p o r el nacionalsocialism o;
A lie s g ró s s e steht in Suir/n ("T oda grandeza radica en el asalto”
- L a República, libro V I).
Sin em bargo, cuando el ataque se ha vu elto , tal co m o suce­
de hoy en día, absolu to - e s decir, que puede alcanzar a l m ism o
lie m p o a l conju nto y a las p a rtes-, el concepto d e guerra parece
tam bién el desaparecer; “hacerle la guerra a la gu erra” , es la
consigna de la disuasión, "la bom ba mata la guerra” , y el e q u i­
lib rio del terror seria altam ente m oral, ya qn e salvaría final­
m ente al m undo. El arte de la guerra n o puede, p o r algún oscu­
ro m ilagro, v olverse contrario a su prin cipio, creando Ja p a z... la
bom ba n o suprim e Ja guerra, suprim e un cierto núm ero de ca­
sualidades al tra n sferirá otras categorías )a d ecisión estratégi­
ca. L a disuasión es en realidad una form a perm anente de ata­
que a bsolu to, la defensa general se transform a en v n p roteccio­
nism o nuevo, tam bién é l inm anente, suerte d e defensa difusa
orquestada p o r los m edios, proteccionism o popular, que n o se
condensa en n in gú n lado y que sucede a Ja resistencia com pac­
ta de los cuerpos de ejército. Es por e llo que, sí hubo acuerdo
inm ediato sobre e l gran p rin c ip io sim p líficad or de la disuasión,
no puede haber acuerdo sobre Ins lím ites com plejos d e los ar­
m am entos y de su producción.
S kvlab brilla co m o un esp ejo en el ciclo a través del que
prosigue con su vigilan cia silenciosa, las grandes explosiones
sobre lo s apacibles a tolones, los cohetes erigid os despliegan en
sus silos lujos dignos de catedrales; h oy en día resollaría im p o ­
sible p on erle precio a Cbartrcs, pero n o a esos m aravillosos sub­
m arinos nucleares que parten a in ven tar bajo el casquete polar,
ni tam poco a esos aparatos rutilantes q u e p u eden v o lv e r a caer
en llu vias m ortales solu e l o » habitantes de las ciudades: p o r
cMos, los Estados sacrifican el presupuesto de las naciones, p o r
su industria m ilitar de p u n ía; el p u eb lo in dio fu e delib erad a­
mente condenado a Ja hambruna y, h oy en día. Lis p oblacion es
planetarias son convidadas al gran ayuno, a la gran penitencia,
si es q u e no quieren ser terriblem ente castigadas.
La técnica es herm osa y hem os sido am aestrados para ado­
rarla. Un N ueva Guinea, el “ cubo del buque de carga" se basa en
la creencia in dígen a de que el conju nto d e m ercaderías e u ro ­
peas, ya sea q u e se trate d e a vion es, d e equ ipos para el bogar, de
equipos m ilitares, o de torcos, rio son productos de Ja industria
humana y pu eden ser obtenidos o rechazados p o r la practica de
ciertos ritu a les71; pero en cu alqu ier p elícu la norteam ericana de
los años cincuenta, el electrodom éstico tam bién era una suerte
de dios-lar cu yo culto debía celebrarse obligatoriam en te; por
aquel entonces, a nn occidental le bastaba con poseer un pe-*
queño veh ícu lo crom arlo para fascinar a una m ujer... Sin cfrt-
bargo, estas diferentes m ísticas o capillas de la técnica cayeron
bruscam ente en desuso: Jos vastos tem plos del cinc iu eron d e­
rribados, se desguazan los trasatlánticos gigantes, se ab an do­
nan los proyectos ríe a vion es supersónicos civiles, ele. N o se
trata a q u í de la decrepitud del culto de la tecnología occidental»
sino más bien del sim ple recon ocim ien to de sus nuevas dim en ­
siones prácticas: el eq u ilib rio del lerror, fin alm en te constituye
Ja instauración ríe una sola y tem ible iglesia del p rogreso, de
una religión de Estado m undial y de la asim ilación norm al de
todas las s e d a s gentiles, de los cultos salvajes. C on el .««r tu ju o ,
el conjunto de la evolu ción tecnológica entró en otro universo
ríe signos, e l d e la adm inistración y m an ten im ien to del terror, el
de su redistribución sobre el p lan o local bajo la form a íle am e­
nazas: la hecatom be de la ruta, la industria qu e contam ina y
asusta, el electrodom éstico que mata a d om icilio m ás que el
auto...

Saber lo qu e una c iv iliza c ió n sacraliza, lo que en ella, al


volverse cerem onial, escapa a la razón . Cuando C lauscw itz cons­
tata. hacia I8 l tí, que la guerra se exp an d ió en Europa d e m ane­
ra fulgurante -a pesar de ser ella misma un fen ó m en o d esp ro­
visto de sen tid o- lo qu e sucede es sim plem ente qu e nuesLra
c iv iliza c ió n está cn tren íle sacralizar la guerra y, cn efecto, bas­
ca los tiem pos m odernos, n o se considerará que la guerra exija
en sí mism a ningún tipo de justificación 7S.
Un cerem on ial perpetúa y vu elve sofisticada una actividad
natural o necesaria rep itien d o .su lib reto in definidam ente en el
tiem po y en el espacio. A sí, cn los tiem pos p reh istórico», e l ca­
za d o r pagaba su deuda cum pliendo una función social in dis­
pensable i>ara el gru po, ya q u e aseguraba su supervivencia e n ­
tregándole una paree considerable de su com ida. Pero, a medida
qu e la econom ía alim entaria de la com unidad progresaba, la
im portancia social del cazad or dism inuía, su actividad se v o l­
vía superfina, sin utilidad real, y sin em bargo, el d c s irro llo de
la caza origin al prosegu ía: carreras de toros o m onterías son
liturgias que piden prestado su m in u cioso gu ión a los de Jas
cacerías en grupos organizados, inspiradas ellas m ism a» en el
m údelo an im al - e l d e la observación d e la cacería cn jauría,
jauría en la que el h om bre se introdu jo con habilidad, antes de
d irigirla con la v o z y con la m úsica, h i cacería anim al en jauría
croa una jerarquía q u e se organ iza p o r la selección cn el tiem po
y cn el espacio, com petencia de velocidad y d e resistencia, de
astucia y de in teligen cia , que term ina cn un últim o com bate, un
ú ltim o con flicto cuya salida es la m uerte y la distribución d e los
restos d e la víctim a - e l provech o alim en tario del que cada nnn
obtiene una parte proporcion al a im portancia cn la jerarquía
d e la ja u ría -, y es este ritual el q u e perpetúa las corridas o las
m on tería».
En el siglo xvm, la guerra, com o las cacerías, se había c o n ­
vertid o en un deporte, un di ver am en to principesco, m ientras
que en el origen tam bién había tenido su utilidad social, in dis­
pensable para la protección y la supervivencia del grupo. R a ­
z z ia de anim ales o d e hom bres, tenia fin es directam ente a li­
m enticios o econ óm icos; lu ego había dejado de ser una n ecesi­
dad para volverse un ju ego, más o m enos m ortal, m ás o m enos
m ercantil, y Va i iban hacía notar cn el siglo xvu “ la profunda
(1/fgradación socútl de la fu n ción m ilitar". Y está con ven cid o de
que la fu nción m ilitar tiene una im portancia priuiordi.il para .la
su pervivencia del Estado, y am enaza a la m onarquía francesa
d e desaparición si no em p ren d e de inm ediato una reform a en ér­
gica de su ejercito. En tales gestiones aparece ya claram ente el
em brión de lo q u e será e l m ilita ris m o en el siglo xjx, y lu ego el
del siglo xx: la casto m ilitar acaba de constitoirse en "clase per­
m anente” en el seno del funciona m íen l o del Esto da, y sin em ­
barga, aunque sea m uy pesada paro e l'lt s o r o , va n o tiene un rol
social bien d efin id o. Ya no resulto indispensable para la preser­
vación de los bien es y de las personas y, a causa del extraordi­
nario desarrollo d e los sistemas especulativos, ya ni supliera es
útil pata sus am biciones económ icas. Por lo canto, tal co m o lo
había p revisto Y'auban, justam enie la degradación social de la
clase m ilitar será uno de los factores esenciales de la Revoto*
ción en Francia y de la liberalizaeión p olítica. D el m ism o m odo,
los logros m ijito res de las jóven es repúblicas actuarán co m o el
instrum ento de la consolidación de los n n evos Estados naciona­
les en A m érica y Europa: en 1870 Bisrnarck, canciller del im p e ­
rio, se com prom eter,! directam ente, a través d e la guerra, en la
vía del socialism o d e Estado, pensando, de esta form a, conjugar
m.ís rápidam ente los factores verticales indispensables para las
naciones m odernas: E stado-ejérciio, ejército-proletariado, pro*
d n c c ió n in d u s tr i.il y p r o d u c c ió n de la g u e r r a quedan
in d isolu blem en te asocia<los.
Desde 1789 hasta Ja R evolu ción Rusa -desencadenada du­
rante el p rim er con flicto m u n d ia l-, p is a n d o por la R evolución
China, serán tle hecho Jos actos de guerra los qu e desencadenen
las revolu cion es sociales, políticas, económ icas. De esto a p en ­
sar que estas revoluciones no son m ás que epifenóm enos civiles
de la guerra y de la filo so fía m ilita r.. ¿7 m flíitfm rn o europeo
sería el escen ario d e la guerra bruscam ente sacralizada, ya qne
se encontraba a salvo d e cualquier crítica fundam ental, n o sólo
gracias a una propaganda nacionalista intensa qu e se id en tifi­
caba rápidam ente con eJ conservadurism o p olítico, sino tam­
bién por una propaganda revolucionaria que se calificará de
opositora. Por lo tanto, la crítica am ijnilitarista escalla encerra­
da en so p ro p io dilem a, ya que esta “clase m ilita r” , eo pleno
ascenso en el seno del funcionanliento del Esíado, tam bién es
una clase •‘científica".
En efecto, la clase m ilitar se v o lv ió perm anente a partir del
m om en to en q u e los “ consejeros técn icos’1com en zaron a hacer
frente común. Fstos consejeros definían el ejército com o una
organ ización autónom a, al servicio exclu sivo del Estado y per­
fectam ente apta para controlar y asegurar, sin adhesión social
ni debilidad hum ana, la expansión d e su poder to n ío c n tiem pos
de p a z a>mo e n tiem pos de gu erra... A m en u do « h a c a lific a d o r
Vauban de "p ad re d e la revolu ción ” y, por cierto, este reform a­
dor del ejército se distingue de otros grandes em p lead os del Es­
ta d », ya que’, efectivam ente, su accionar separó la figura h u m a­
na del re y de la del Estado co m o si se tratara de una máscara. 1.a
realidad del poder que p rop on e es aquella, anónim a, de Ja ra­
z ó n m atem ática, en lo qu e esta tiene «le dedu ctivo, pero tam ­
bién d e in du ctivo, d e in ven tivo. M ucho antes q u e los filósofos,
ed ificará proyectos de sociedades racionales, p ero en un sentido
revelador de su » am bicion es de clase, ya qu e e l tínico t'in de
estas sociedades será l.i lucha en conlra d e la ham bruna en dé­
mica, notoriam ente gracias a Ja investigación estadística, a la
plan ificación y a la proposición d e políticas program áticas a es­
cala nacional, ¡A s í, la clase m ilitar reencontraba, a través de lo
científico, sn u tilidad social desaparecida, v o lv ie n d o .1 ser el
p roveed or alim en tario de su grupoí
l a s revolu ciones políticas no harán finalm ente otra cosa más
tpie recon ocer y saludar desde lejos el m ausoleo del poder hu­
m ano, esa identidad in o n o lógica del Estado de quien Ja clase
m ilitar es la auténtica autora y de la que perm anece com o su
centinela.
Por Jo tanto, la clase m ilit.ir 110 es conservadora, y esto ha
tornado d ifíc il su abordaje. F.n e l siglo xix, parecía relativam ente
fácil denunciar la política capitalista, pero la política de clase del
ejército, si es qu e ésta existía, fu e ignorada: incontestablem ente,
el ejército jamás fue integrado correcta mente al conjunto del aná­
lisis social, los antim ilitaristas m ism os adivinan obscuram ente
que ir al fon d o d e la crítica en ese d o m in io im plicaría poner en
marcha un m ecanism o m ortal, no para el m ilitarism o, sino para
e l conjunto de la c iviliza ció n , para todo lo que consideran com o
valores revolucionarios de Occidente, y qu e lian vuelto indiscuti­
bles en n om bre del progreso. Criticar la política de clase del e jé r­
cito im plicaría al m ism o tiem po destruir e l fundam ento científi­
co y racional del gran m ovim ien to industrial y econ óm ico de la
p az qu e quieren crear. Por lo tanto, no exislirá en ningún lado
una oposición seria a la expansión del poder m ilitar en el funcio-
n.u nicnt» del Estado, y e l serrero m üziar descansará finalm ente
i.mto en las n ecesidades estratégicas com o en el silencio y en la
autocensura d e los grupos antim ilitaristas o pacifistas. A lred e­
d o r del ejército se desarrollarán las más graves crisis, y éstas
revelarán a veces e l carácter «inacional de l.i clase militar. tal
com o fue e l caso de las purgas sim ultaneas en Rusia y cn A le m a ­
nia bajo llitlc r y Stalin; se tim pium e l ejercito, se num tUzará la
guerra en la? instancias in tern ad ón ales p ero, de hecho, e l anti­
m ilitarism o n o logrará jam ás superar e l n ivel del burocratism o o
el (le la oposición visceral y ciega a la autoridad Cuando en 1914
la guerra se con vierta en una inm ensa m isa -litu rgia sacrificial
donde los Estados com batiente» o íid a n precipitando en la m u er­
te a lo » m illon es de hom bres qu e "m o v iliz a n ”- , cuando la gu e­
rra m oderna alcan ce este p ico d e p u ro cerem o n ia l, so lo su
absurdidad será relevada, su carácter fatal, la incapacidad de
resistir el “ cataclism o" cn la que se encuentran las naciones más
“ civilizadas” Será entonces e l turno de la guerra de los in ocen ­
tes, la guerra (le la gente com ún, la “guerra sin od io” íle Rom m el,
ya que. “en rig o r íle verdad, ¿a quien odiar? M oría n en m edio de
las tinieblas m ás espesas, sin q u e ni siquiera un rostro enem igo
se destacara cn la n och e im placable,,, m orían por la realización
de una obra qu e ignoraban, para hacer núm ero, podríam os áe-
d r«".
La desaparición de la utilidad social significa tam bién qu e
ya no hay más conquistas, n o hay más b en eficio», y por lo tan­
to, va no hay m ás vencedores o héroes: se va a la guerra sólo
para »e r sacrificado:

“ Hom bres íle guerra com o seguram ente jam ás se vieron , hace
notar B a n a n o s. los recoge usted bien tranquilo en la oficin a, en
la fábrica, les da usted un boleto para e l in fiern o con la estam pi­
lla de la oficina de reclu tam iento y borceguíes n u evo», gen eral­
m en te p erm ea b le»; el últim o salado, el saludo suprem o de la
Patria les llega b ajo las invectivas de la ojeada huraña del cabo
reenlistado a cargo del depósito de vestim entas, que los trata de
boludos... y se apresuran a llegar a la estación de trenes, mi
p o c o borrachos, pero ansiosos ante la idea de perder e l tren al
Infierno, exactam ente com o si fueran a ir a una cena fam iliar
un d om in go ... a B ois-C olom be» o a Viroflay.... El día d e la V ic to ­
ria... y bien, el día de la Victoria, esperan vo lver a casa p ero, en
verdad, no vu elven , por la sencilla razón de qu e ‘ el arm isticio
no es la P a z’ y qu e debe d ejársele» el tiem p o suficiente com o
para qu e se den cuenta... och o días hubiesen sido suficientes
para p ro b a rle s a los s o ld a d o » d e la Gran Guerra q u e una
V ictoria es a lgo que se m ira de lejos, com o la hija del coronel o
la lom b a de) em perador en los In v á lid o s 77

Ln los pacifistas, e l retraso del análisis sigue siendo el m is ­


m o cuando, con respecto a los dem ás, logran fin alm en te trepar
a la cima de la jerarquía internacional, cuando se constituyen
las prim eras sedes del nfiurutídíisnui p o lítico , «m ies de 1914 las
prim eras audiencias económ icas, lu e g o la Sociedad íle las n a­
ciones y fin alm en te la O NU. Los grandes Estados nacionales
parecen entonces sensibles a estos puntos de vista y se m ues­
tran decididos a ir en cJ .sentido ele la construcción de la Faz...
hasta que sns trabajos, sus esfuerzos, se vean reducidos a cen i­
zas... “A m en u d o a través de algunas palabras, de un párrafo, de
cicilci articulo que, repentinam ente, m isteriosamente, v ie r e n a
jaqu ear todo lo que lia sido procla m ad o com o la voluntad co­
m ún d e las N a cion es Unidas - la afirm ación frente a la historia
de la aspiración más profunda y la conciencia m ism a de una
g en era ción ...-, todo es aniquilado y se hace caer al m undo m uy
p o r d ebajo de la condición creada p o r el v ie jo pacto de la S ocie­
dad de las N acion es” , constata Fdgard M ilbau d en enero de 194S;
y agrega después Reñíanos: “ ¿Vamos a d eja m o s frustrar los flu ­
jos de una victoria qu e costó tan caro? ¿Vamos a dejarnos arran­
car todo lo qu e la con cien cia pública obtu vo d e los gob iern os en
los días subsiguientes a la guerra?"
Se trata, en esc in viern o de 1948, y m ientras el gran con flic­
to recién term ina, de un texto don de e l C on sejo de Seguridad
establece la desigualdad entre sus prop ios m iem bros, a l “ califi­
car” de antem ano la m ayoría indispensable para toda decisión
del C onsejo concerniente a una acción : isiete votos sobre once,
que deben obligatoriam ente en globar los cin co votos de las cin­
co grandes potencias.1 Y e llo en e l p reciso m om en to en q u e se
decide la geoesirategia de la p a z (el em p lazam ien to de las di­
versas fu erzas armadas en el reparto del m u n d o ), pero tam bién,
en el m om en to en q u e se ponen d e nuevo en marcha las a c tiv i­
dades econ óm icas qu e pueden contribu ir a la fabricación del
arm am ento q u e constituye los m edios d e destrucción masiva.
Sin em bargo, com o lo marca claramente el llam am iento de
M ilhaud, nos encontram os en un m om ento excepcional, ya que,
por un lado, la conciencia pública, bruscam ente despertada, «e
encuentra separada de la {le los Estados y, por otro, sus gobiernos
deben prom eter la p az m undial, el bienestar y la seguridad □
cam bio {le la Victoria y de la miseria preserve. Pero al tiem po que
los pueblos creen haber sido salvados por la creación de grandes
estructuras iransnacionales -guardianas de la Paz y portadoras
de ign.iUl.id y de ju sticia - precisam ente estas organizaciones, a
salvo detrás de los procedim ientos, vu elven a p on er en marcha
el em brión deb ilitad o de los conflictos íuiuros, la orien tación de
la industria y de la econ om ía m undial se d irige hacia la fabrica­
ción y la venta m asiva de arm am entos... todo está allí, en m edio
de los estrib illos de la iicsta, de las cerem onias de l.i "lib e ra ­
c ió n ”. D ebem os recon ocerle cierto cora je a E isen h ow er cuando,
unos d ie z años más tarde, denuncia al n u evo Estado m ilitar-
industrial con su im perio d e m ilitantes d e la tccnoestruclnra ya
sólidam en te instalado cm las universidades y los m edios masi­
vos de com u n icación ... diez, años d e atraso q u e se ha tom ado la
im c iig e n tz ia c iv il con respecto a la militar, Pero en
1948, en ese m om en to p rivilegia d o, la conciencia p ú blica y la
de los go b iern os aparecen absolutam ente disociadas, y el. fer­
m en to de la guerra desear sa incontestablem ente en el exterior
de los pueblos, en la nueva puesta en marcha del fu n cion a­
m ien to d e los grandes Estados dem ocráticos. D e hecho, co m o lo
muestra claram en te el articulo cuarenta y tres, el fin d é lo s Esta­
dos-nación y e l ad ven im ien to del m undialism o p olítico n o anun ■
d a n la p az, sin o la prosecución de la p olítica totalitaria <le la
clase m ilitar internacional. De guerra en guerra, la clase m ilitar,
que escuchó irresistiblem en te las "n ecesid ad es estratégicas”
desde el in terior de la vida de los listados, term in ó p rogresiva­
m ente con “esas otras inteligencias, que, en los gobiern os, son
incapaces de com pren der todas Jas circunstancias, incapaces de
tenerlas en cuenta* y hacen de la cosa m ilitar un “asunto m ili-
gad o” , sin coh esión interna 79.
1*1 prim era guerra total re a lizó esta cohesión interna, clsfa íu
í/uo la perpetúa vo lv ie n d o estratégico e l conju nto de los lista­
dos-nación, fu n dien do lodos los objetivos e intereses particula­
res en nn so lo gran escenario orientado lia d a un solo o b jetivo ,
absoluto, general. La prim era guerra total sum ó d e nn solo g o l­
p e a lo s “ soldados com o nunca se habían vis to " d e la prim era
guerra m undial - y qu e eran prácticam ente d v ile s - , al resto de
la p ob la ción m undial, en tanto p artid p a n te eventual del gran
cerem onial. D e h ech o , las estructuras interiores d e los Estados,
a l ceder sin reservas a las necesidades estratégicas, in virtieron
radicalm ente su funciona m iento; la clase militar, con su ro l de
instrum ento y de inspiradora, posó a ser el único interlocutor
del poder p olítico, suplantando o los representantes de los g ru ­
pos sociales, de los intereses locales y de una oposición que
tam bién desapareció en la guerra. En adelante, la dialéctica es­
tatal se e s t a b le a alrededor del poder nuclear central y, debido a
la naturaleza de este n u evo poder estatal, la clase m ilitar ya
posee de hecho e l poder sobre la clase política, que ya 110 es más
qu e el ú ltim o y vago representante de una organ ización hum a­
na superada, terminada y falible. F.so es Watergale, o H. Kissingcr
declarando “ ilega lcsv a los diversos poderes p olíticos en Euro­
pa.
La inm ensa m aso huma na devenida im poten te yo n o tiene
defensores. Es que lo que la rea liza ción de lo prim era guerra
total in du dablem en te creó, es una nueva situación social, un
nuci'o es tn futo pa ra ta hum anúlad.

H o y en día, tem erle a la influencia cada v e z más im portante


de la institución m ilitar sobre la institución civil nos o b liga a
rem on tam os a su orig en , la colonia, o través de aparatos recien ­
tes co m o el G ulag soviético o el sistema de concentración nazi,
¿«7 co¿on¿2 í2Cíó» m rcrw r después de la exterior. Si la sociedad co­
lonial es un prototipo de c iv iliz a c ió n m ilitar, si los servicios de
Asuntos Indígenas son efectivam en te e l em brión de la acción
social del ejército, entonces debem os concluir qu e lo que se
prepara en la m etró p o li n o será otra cosa qu e una repatriación
resultante de la d escolon ización . Los vastos territorios de u ltra­
m ar eran una derivación de la voluntad de las potencias arm a­
das de Occidente, su desaparición constituye el preludio de un
intervencionism o cada v e z más im portante del pod er m ilitar
sobre el c iv il. N o disponiendo ya d e un cam p o, no só lo para las
m aniobras de sus m áquinas (Tarzoc, Canjuers), sino tam bién
paro el conju nto de su aparato, la institución m ilitar se expande
en el Estado c ivil, y eso hará hasta capLurarlo íntegram ente,
recreondo en casa, por últim a v e z , las condiciones paraciviles
qu e caracterizaban a la sociedad colon ial.
Pero esta captura pu ede ser “cau tivau le” , tal com o lo p ru e­
ban las m odalidades peruana o portuguesa, pero no es por ello
m enos grave, ya qu e asistim os a la devaluación d efin itiva de lo
figura c iv il del listado dem ocrático y a la su blim ación . Ja trans­
figu ración . p odríam os decir, del poder de la clase m ili lar.
C onsecuencia m ayor d e la guerra total, la descolonización
sign ificó m en os la liberación d e los pu eblos op rim idos d e Africa
o d e A s ia que la crisis, y qu izás e l fin d e los Estados nacionales
de Europa, dom inados a su vez por un n u evo im perialism o de*
riva d o del sta tn r/ju» nuclear. P a rticip a n d o , a través de la
geocstratcgia m ilitar-industrial y de la instrucción de sus cua­
dros, en las coaliciones que delim itan la silueta del nuevo Esta­
do m u ndial, las instituciones m ilitares europeas ya no tienen
otro terreno de aventuras que el de sus m etrópolis. Este m o v i­
m ien to ile adaptación de las fu erzas arm adas a Lis fu erzas del
orden puede llegar hasta identificarlas con las fu erzas que lu ­
chan en contra d e los m on opolios, bajo los v ie jo s pretextos de la
eficacia econ óm ica o de una m ayor justicia social; p ero, lo h e­
m os visto, a pesar de (p ie el “ p rogresism o” m ilitar tiene una
larga historia - y n o sólo en A m érica Latiju i- no podría confun- _
dir.se con p rogreso social alguno. El arbitraje del ejercito -esc
“ ju icio salom ón ico" qu e parece acechar inconscientem ente a los
poderes p olíticos dom inados del V ie jo C o n tin en te- no salí ría
instaurar una justicia, cualquiera, sino únicam ente acelerar su
d eclive Cuando la d escolon ización del continente african o, la
proliferación de micro-Estados, gobernados muchos de ellos por
m ilitares, pu do dam os ilu sion es acerca tle estas prácticas, pero
la m etam orfosis de las ínerzas arm adas en p olicía adm inistrati­
va y econ óm ica n o parece ser e l m ed io ideal de escapar a la
opresión tle las grandes potencias. Esta repentina reconversión
de los ejércitos constituye de hecho un desfalco, pero muestra
tam bién a lgo m ás que una sim ple com plicidad con el adversa­
rio real: los diferentes ejércitos nacionales ya no son más que
las p olicía s paralelas de un Estado nacional naciente. Del m is­
m o m odo que, en períodos de crisis, las fu erzas del orden c iv il
pasan b a jo con trol m ilitar, se puede decir h oy día que, con la
crisis d e los Estados-nación d e nuestro hem isferio id eo ló gico ,
todas las instituciones m ilitares están b ajo e l control de los Es­
tados U n id os, ya no tienen latitud más q u e con respecto <1 su
propia pob lación y su gobiern o. Pero resulta urgente constatar
qu e esta libertad es considerable y puede ir en e l continente
sudam ericano -q u e paradójicam ente está estrecham ente condi­
cio n a d o -, del golpe de tipo ch ilen o -co n la consecuente caída
del Frente popular del presidente A lle n d e -, al go lp e de tipo p e­
ruano, don de esta v e z son los oficiales superiores quienes prue­
ban directam ente el progresism o social.
En adelante, e l problem a central de la “c iv iliz a c ió n " m ilitar
es el “con trol social” , y aquí las instituciones militares pueden
oponerse tanto al conservadurism o -c o m o lo prueban actual­
m ente los golp es tipo portugués o e tío p e -, co m o al sori.-ili.snto;
al arbitrar todas las tensiones sociales y p olítica*, las fuerzas
am iadas sim plem ente controlan las crisis term inales de los Es­
tados-nación.
Com o se ve, e l 5rato q iw tiene un doble efecto: a través de la
política del arm a absoluta, y gracias a la coexistencia pacífica,
acredita la realidad política de los bloqu es h em isféricos y, a tra­
vés de la influencia de las instituciones m ilitares indígenas, per­
mite controlar los cam bios que podrían vo lver a encarrilarla. Fu
resum en, h oy com o ayer, tanto cn la aparición de las ciudade.v
Eslado com o en e l nacim ien to de las naciones, la clase m ilitar
es la garante de la trascendencia del Estado.
Los im p e rio » británicos y franceses fu eron las tentativas de
superación del orden nacional, pero dejaban lu gar a una d u ali­
dad qu e se reveló fatal: la dicotom ía entre la m etróp oli y la co lo ­
nia. Por e llo, aun si los com batían, les recon ocían una especifi­
cidad, y vetan algunas diferencia entre un territorio y otro. Así,
los im p e r io » eu rop eos repetían in d e fin id a m e n te el m od elo
exoeolon ial m editerráneo, m ientras q u e el m od elo endocolonial
propone una hom o g e n e r a c ió n . Este es e l sentido que anim a la
puesta cn marcha actual, por parte de la presidencia norteam e­
ricana, de m étodos de p olítica in terior sem ejantes o l o » que en
todo tiem po se em plearon en política exterior. El im perio am eri­
cano ilustra b ien esta desterritorialización de un p od er qu e ex­
pióla y dom ina, y lo hace ahorrándose los equ ipos, con excep­
ción de algunas bases -ca d a v e z m enos numerosas por cie rto -,
ya qu e hay uno d elegación en ire ejércitos.
C on respecto a esto, se debería v o lv e r sobre el proceso de
d escolon ización del continente africano. L n lo esencial, la op e­
ración se ju gó y .se ju ega entre poderes m ilitares oficiales y o fi­
ciosos, entTe m ercenarios y fuerzas del orden, entre soldados
leales o desleales - D e G aulle y Salan Ki para e l caso francés- y
ahora entre buenos capitanes y m alos policías en Portugal o, tal
com o lo titulaba un p eriód ico parisino, "el ejercito salva a un
pueblo d e sn p o lic ía ”... Pero tanto en un caso co m o en el otro, la
evacuación «le un teatro d e operaciones exterior p o r parte «le las
fuerzas arm ada* resalía siem pre largam ente com pensado por
im a ocupación del fren te de la escena p olítica en la m etrópoli.
Todo ocurro co m o si cada m odificación del lu gar d e la p o líti­
ca a d q u is ic ió n o abandono territorial- ocasionar,! in d iferen te­
mente un m o vim ien to d e capilarid.id d e l poder m ilitar e n d irec­
ción al p o d er c iv il, com o si la institución arm ad.1 tuviese dere­
cho a la priorid ad en la d efin ición del espacio soci.nl. Creo que
este cnrair.am iento es lo qu e m ás se le escapa al análisis p olítico
contem poráneo. Sería tiem p o d e q u e la izqu ierd a com p ren d ie­
se, al fin , que el partido no es e l territorio, y qu e a falta de
poseer unn geopolítica origin al, no se tiene política alguna. Ifa y
que reconocerlo, la política es ante todo un lugar; la ciudad de
antaño, la com una, la envergadura de la unción toda, después.
F.11 adelante el dram a revolu cion ario se jugará m ucho más allá
de estas defin iciones. La cofradía del partido, el corporativism o
de clase, no form an com unidades a la esc.ila del últim o terriLO*
rio. La Itóncarrola de la internacional proletaria constituye n u es­
tra gran catástrofe histórica. l a puesta en jaque «leí territorio de
los Soviets n o es só lo la de una revolu ción , es sobre todo la
pérdida d e un p rim er cuerpo territorial socialista; m ientras e l
Estado totalitario ex tien d e su opresión a territorios cada vez. más
am plios, a través de técnicas {le posesión cad.i día más perfec­
cionadas, el socialism o se desm .iteri.iliza , Ja bancarrota d e o c ­
tubre ronda el m u ndo en este fin dei siglo xx al igual que el
fracaso {le la Com una «te l-torís había rondado e l fin del siglo xrx.
Entonces, ¿cuál es h oy en día el sign ificado de las luchas de
la izqu ierda en Europa, y m ás particularm ente en 1-tancla y en
Italia? Si la tom a del poder por parte de Jos parlíilos d e la iz ­
quierda 110 pon e en marcha una geoestrategia revolucionaria,
¿de qué sirve ocupar el lu gar deJ ejecu tivo, si no podem os orien ­
tam os hacia la superación del Estado-nación? Las flaqu ezas ori­
ginarias del análisis íle la oposición acerca de los problem as de
la institución m ilitar se reencuentran acpií, ya q u e ia política
ex terio r y la p olítica m ilitar son solidarias. l a guerra econ óm ica
declarada por los Estados Unidos a Europa no es una sim ple
peripecia de la libre com petencia, es el p rin cip io de una opre­
sión qu e sólo term inará cod e l subdcsarrollo de los listados e u ­
ropeos. El inlerés q u e la m ayoría de nosotros tenem os por los
países oprim idos de A m érica Latina debería orientar Ja visión
política, ya que lo explotación desm edida d e los Estados sud­
am ericanos, con la com plicidad pasiva o activa de las fu e r o s
armadas locales, no es m ás qu e la p re figuración de lo que d eb e­
ría v olverse la Rom pa de fin de siglo. Las “ repúblicas bananeras'-
form an p a n e de la lógica mismo del sobrecapitalism o; exp eri­
mentadas previam en te en la zon a de in flu en cia directa del Im ­
perio norteam ericano, serán un dio exportadas aJ conju nto del
h em isferio occidental.
La dcsterritorialibación de la conciencia política de la izq u ier­
da, ligada con el hecho de que ntinca pu do ejercer válidam en te
e l poder, lo ha llevado a desarrollar los fantasmas más graves
para el futura. Pero hagam os una v e z más un rápido retorn o al
territorio p o lític o d el siglo pasado: Jos ejércitos de masas n acie­
ron de la R evolución Francesa con e l Im p erio napoleón ico, y
luego, e l im p erio colon ial tom ó, en ultramar, el relevo d e Ja e x ­
pansión territorio! m etropolitana, lodos los: ideales dem ocráti­
cos del serv ic io de la nación y d e la conscripción nacieron al
m ism o tiem p o qu e la industrio m ili Lar. Después de la Segunda
Guerra M u n dial, la d escolon ización ocasion ó un regreso al con­
tinente, la repatrio ció n hacia un territorio nacional qu e iba a
con vertirse en un “ santuario” nuclear. A s í desencadenaba e l p ro ­
ceso q u e lleva al ejército profesion al, e l de una clase de tecn o­
cracia cap az tle servir a la v e z tan Lo a los m edios de producción
com o a Jos de destrucción más sofisticados: tal co m o lo .señala
Ale.xandre SanguineLti: “La disuasión nuclear maLará al soldado
p ero resucitará o l o fic ia l”
Por lo tam o, la leiorm a del serv ic io m ilitar no constituye
una sim p le renovación adm inistrativa, tal co m o lo devela bas-
tantc torpem ente M ich el P e b re : “ 1.a reducción del servicio a
seis m eses, es de hecho uno m anera disfrazada d e m odificar
nuestros objetivos m ilitares... Es una m utación: las fuerzas ar­
m adas se vu elven una universidad m ilitar". En efeclo, este ejer-
ci Lo qu e tiende a profesion alizarse no pide otra cosa m ás que
identificar su condición con la de la tecnocracia c iv il, com o lo
declaraba e l ¿ti d e m ayo de 1974, en su “ R ad ioscop ie” , e l co ro ­
n el B ite l, s e g u r ó » c o m a n d a n te d e S o in r - C y r 81; “ S o m o s
cuentapropistas de una expansión qu e hem os con tribu ido a ase­
gurar preservando la paz... sernos prodnetam s c a n o cu a lq u ier
otro.” Esta reorgan ización d e la cióse m ilitar es de hecho el
sigilo de una transform ación social y p olítica radical, ya que
estos nu evos "m ilitan tes” d e la tecnoestructura lian la n za d o o
recuperado la m ayoría de los ideales progresistas (sa lvo aque*
líos c|ue cuestionarían su función) ¡y 110 es aquí donde el sin d i­
calism o m ilitar debe tranquilizarnos! Por cierto, esta identifica -
ción del “ produ ctor” m ilitar con productor c iv il se ve a m p lia ­
mente facilito da p o r las perspectivas de las industrias de punta,
en adelante orientadas tiacia objetivos de la producción m ilitar
(electrón ica, aeronáutica). Por cierto, la crisis m u ndial ya m ues­
tra esto producción asim ilada a los bien es de equ ipam iento, no
sólo necesarios, sino indispensables para una econ om ía nacio­
nal am enazada.
El fam oso “com p rom iso h istórico" debe ser reconsiderado
bajo este án gu lo. El m o vim ien to obrero europeo, al com p rom e­
terse en un espectacular acercam iento con la burguesía, marca
bien esta reorgan ización íle la lucha d e clases. El com prom iso
pretende o p o n er nn frente uñido a los peligros del acuerdo en­
tre las dos h egem on ías, pero este "p ro teccion ism o" social rtti
puede .ser practicado en las condiciones estratégicas presen Les
sin p on er una v e z más a la clase m ilitar en posición de arbitrar
conflictos. En e fecto , la tentativa de constituir un ''frente n a cio ­
nal” n o puede hacerse sin una interpelación más o m enos abierta
a las fu erzas arm adas. D icho esto, el proteccionism o Linio com o
el a islacion ism o, refuerzan in variablem en te el conju nto d e los
poderes de control de la sociedad, y ante iodo favorece la alian­
za de clase de los d iíeren tes actores del encuadre social en lugar
de crear una agrupación popular, siempre problem ática. Un pacto
su celebra em on ees entre "m ilitan tes tecn om áticos", nn pacto
que ofrece a cada uno sus ventajas inm ediatas: para los m in ia­
res, es la garantía d e escapar del gheUo institucional, una exce­
lente m anera d e "c iv iliza rs e ” , para jó v e n e s oficiales opuestos a
la tradicional oscuridad política del ejército; para los civiles, es
una form a de acceder a un peso p olítico al cual ya no pueden
aspirar p or si mismos.
C om o se ve, del m ism o m odo en que durante el siglo xtx
coin cid ieron la in du strialización de los m edios de destrucción y
el reclutam iento en masa - la p ro le ta riz a ro n del com b ate-, así
coinciden actualm ente la identificación d e la guerra con la cien­
cia y esa m utación de la clase m edia. El desarrollo del aparato
cien tífico e industrial de los ejércitos está en e l corazón de la
crisis del Estado-nación, y lleva en ¿í los causas de una iransfor-
i na ción radic.il de la sociedad que las inervas populares no p
recen percibir, 'ibdo ocurre co m o sí la ilusión del “ frente n o c io ­
nal” renovara la de la “ defensa nocional”
Después d e ¿a a u torregu la ción íle las sociedades prim arias,
después {le la reguteridn de los sociedades estatales, com ien za
la d esrc& ila a óti anocionat. Esta se identifica con la anarquía
m ilitar aplicada a los m ás am plios conjuntos sociales, se trato la
realización del prin cip io de la colon ia, su perfección misma.
La p o lític a de la p la z a

R1 E.sUido occidental no es un perro más o m enos loco, el


“cali.illo p á lid o ” del A pocalipsis; es por el contrario un provecto
per Tecía m ente ob s e rv ib le y p o r l » tanto con cebible, si es que se
decodifican con ven ien te y eoniin iiam en le sus órdenes, sus m en­
sajes. sus esquem as, d evo lvién d o le de esta form a el trabajo de
inform o clon y de control qu e este ejerce per tn.i n enie ni ente so­
bre nuestra persona, sobre lo maso social. Pero 110 basca con
descifrarlo, antes debem os exhum arlo, desencrípcario sobre c¿
terreno. Se pu ed e y se ilehe ira M r al Estado valién dose d£ l.i
arqu eología inm ediara, sil lu g a re s m en os la geografía humana
que una cierta geom etría, es decir, los m edios que juscamente él
obtiene al proyectarse en e l tiem p o y en el espacio.
La m orfología del Estado sú'mpra as una a m m a liri geom étrica
se extiende y aerepittt El arqueólogo interpreta sobre el terre­
no el conocido ejem p lo tle la ceoturiación [rom ana) com o algo
inseparable d e l.i organización general; el catastro constituye "la
marco indeleble, gravada en el suelo, de una tom a de posesión
que d ivid e para dom inar y exige para su m antenim iento un tra­
bajo colectivo, siem pre persevera ule, fundam ento m ism o de la
educación de masos, de su civiliza ción s¿'’. El Estado .se inicia
lijan d o en el suelo su defin ición espacial de una sociedad nueva
-q u e , de hecho, lleva en sí la destrucción de la socialidad-, in vi­
ta a las masos a la construcción - a la con servación - en un «¿K it
<7?io, de lo que Sun Tse llama “esca provincia de la vida y de la
muerte (p ie es la guerra” , asu m o de vital im portancia para el
Estado, ya q u e “el gran secreto de term inar con todo radica en el
arte de saber ob ien er una contribución de la división: división
en los ciudades, en los pueblos, divisiones exteriores, división
entre los inferiores y los superiores, división de la vid a, división
de la m u e r t e A s i m i s m o , la civilización m ilitar-industrial no
podrá nacer cu Europa más que cuando los “déspotas ilustra­
dos” y lu ego Jos gobiern os revolucionarios hayan establecido o
m ejorado el catastro, llegan d o incluso hasta la pura y sim ple
c o lo n iz a c ió n in m o b ilia r ia , en P ru s ia p o r e je m p lo , o en
Norteam érica, donde se destaca notoriam ente Ja “ ordenanza del
N oroeste” para la unidad federal en i 787.
La c iv iliz a c ió n occidental siem pre es colon ización , es decir,
expansión y m antenim iento d e esas “provin cias de la vida y íle
Ja m uerte”. Por lo ta m o , e l EsUulo n o ¡ibera a ios hom bres de la
fa ta lid a d , es é l m is m o qu ien , con su ayuda, la construya y hace
ile la fatalidad su háhitai. Entonces, los sitios designados por su
co lo n iza ció n se transform an en a lgo sim ilar a la entropía de las
sociedades originarias, la com plejid ad de sus energías de in ter­
cam bio dism inu ye y se degrada p orqu e se hace “a través de
superficies qu e crecen com o los cuadrados, y de volúm enes cjiie
crecen co m o Jos cubos" A s í M anhattan, ciudad neum ática, al
desarrollar los signos de su crecim iento geom étrico, desarrolla
sim ultáneam ente sus crisis.
Si cí Estado construido da vuelta la modalidad com í) un guante,
si el u niverso histórico se hunde c r la realización del proyecto
nuclear, si el cam po de la hum anidad y sus últim os fragm entos
de m a teria c o m p le ja d e s a p a re c e n d e fin itiv a m e n te co n la
re unifica ción rural y la expansión de la ciudad m undial, des­
pués de iodos estos naufragios, e l tiem po y el lu gar p erm an e­
cen, igual qu e en el origen , com o las últim as m aterias prim as
de la c iviliza ció n occidental, su tra ta m ien to constituye la últi­
ma apuesta, y en adelante sólo p o r ellos se libran com bates aún
incom prensibles. Só no se traía d e "calidad de v id a ", de “ socia­
liza ción íle la naturaleza etc., la situación p résen le supera
estos térm inos parcelarios, íle un siglo d e antigüedad: se trato
de ]a calificación general del espacio y del tiem po por parte de
una sociedad m undial en devenir. dram ático no es qu e en
cincuenta o en cien años ya no fjuede lugar en e l planeta, lo
trágico es qu e nos falte hoy. Reencontram os aquí, esta ve/, al
nivel espacio*tem poral, e i desarrollo a rtificial de estas nociones
de rarefacción y d e penuria que en el m u n do m ilitar-industrial
han h ech o de los m odos de producción la fuente p rivilegiad a de
las organ izacion es hum anas. L eí un articulo intitulado “ Kl con ­
sumo del lu gar” , donde los arquitectos y los urbanistas eran
invitados a p rom over esle nuevo tipo de consum o.
Ahora sabem os que el N e w Deal, después d e ln gran crisis
de 1929, represen la el fin d e la prioridad de la piYHluccum y el
inicio de la p olítica del consum o (la prom oción d e am bos resul­
ta in com patible en el seno del sistem a m on etario existen te), de
a llí la aceleración de la debacle fisiológica a través de la gu erra
ío¿aí de 1y 39 y de la paz toral que la succdc. Esta p olítica de
consum o-consum ación debía d esem bocar rápidam ente en la si­
tuación d e subdesarroUo. Esta situación n o es otra cosa q u e el
en cierro d e continentes enteros entre su anterioridad y una hi­
potética posteridad-prosperidad (entre la m em oria y la p re v i­
sió n ), de a llí la lenta y terrible agonía d e los países “en v/as de
dcsorrollo". que se dejó d e hacer de las condiciones m ism as
de su existencia un probkrrui inmediato.
Por Jo tanto, podem os im agin ar fácilm en te lo qu e significan
esos térm inos d e consum o aplicados a los m od os de ocupación
del espacio en una Europa donde la prospectiva norteam ericana
ya p reve para lo s próxim os diez años vastas zon as subdes3rro-
lladas (v e r el in io rm e de í í . Kahn para e l D A T A R ). Si, com o ya.Id
hacia notar F. í.. W ríglh hace veinte años, la construcción del
háhilal ya no es, en los hechos, una proeza técnica, práctica­
m ente tam bién ha dejado de sor, en cualquiera de sus otros n i­
veles, la in ven ción de algu ien ; tiende a convertirse en el p ro ­
ducto de nadie, l.o m ism o sucede con los objetos de consum o
industrial, cuyo im parsim uliihid perm ite la obsolescencia, la
ausencia íle (a d o re s de apropiación durable: su m odo de p ro ­
ducción qu iere q u e nos deshagam os del a u to m ó vil, de la te le v i­
sión, de la heladera, etc., sin lam entarlo, porque no se le a d ju d i­
ca ninguna otra característica más qu e una fu nción perfecta­
m en te transferible.
¿Puede tratarse el háhilat m undial de esta manera?
F.l espacio hum ano, a) hacerse íle juk U c , se v u e lv e progresi-
van ien ie la expresión de nm gtm a p a rle, nos darnos cuenta en­
tonces de que se trata, a través del prodigioso desarrollo de lo
ortogén esis ortogonal, de un descalificación absoluta del co n '
junto geográ fico. El acto suicida que asocia tratam iento de] su­
je to y tratam iento del lu gar - e l nadie y el ningujtn. p a r te - es lo
que ya constatam os en ciertos acontecim ientos: en este sentido,
los incendios del CES se asem ejan a los de los protestantes de
Qelfast -q u e con sus propias manos quem an sus c a s is - y, so ­
bretodo, al fa m oso "¡A rd e , baby, a rd e!” d e los incendiarios de
los ghettos de Watts, de Detroit o de C h icago, que contem pla­
ban con d eleite cóm o se consu m ían sus lugares de residencia.
Exisie una m o ra l cu la m ateria, un sentido m ora) en Ja risica
ele las cosa?; esta m oral (le la m ateria es el sentido im puesto por
l.i n atu ra leza al hom bre, y q u e h em os llam ado im perfecta m en­
te “ m oral natural” ; es una m o ia l n o querida, la de una hum ani­
dad dispersa y p o co num erosa, descansando co m o cam uflada
en el espacio y en e l tiem p o, en « n a libertad tributaria de la
com plejidad y la im p revisib ilid a d de su hábitat; se p od ría h a­
blar de m od o de vida “ im presion ista” , donde nada es perm a­
nente excepto e l re to m o ¿d instante. En Europa, después de la
gran cam paña de desm onte durante la revolu ción agraria el
hom bre, al volverse m ás in d ep en d íem e de su habitat natural,
tiende a im ponerle su propia mora); este sentido nuevo implica
ante iod o sacar alguna ventaja de la naturaleza; para abstraerse
{le ella, del a lte de erigir, se pasa al de las fortificaciones, de lo
repe m in o, a m odos de dista n d a c ió n perm anentes. T.a mate ría -
naturaleza (la physis) ya no im pon e su m oral más qu e de un
m odo secundario; en ¿delante 3a m oral (el sentido) debe anun­
ciarse, se trata del regreso al exa m en racional: a la cabula rasa
de Descartes se le corresponde la planicie desierta de Versal!es,
en don de debe reconstruirse, desde los c i m i e n t o s l a nueva
ciu dad‘£ 9tado de la m onarquía.
Los sistem as de distan ciación sirven de “ fu ndación ?7” para
los ed ificio s, pero sobre todo se los em plea en e l tratam iento
del espacio circundante: u bicu idad y d om in ación para mi litares
íle las perspectivas rectilín eas -p la n ifica d a s “al in fin ito "- , de
las vía s de acceso y íle circu la ción , íle las terrazas. A q u í. 3o
n a ta ra l está com pletam en te descalificado, encerrado en los im ­
portantes huertos f,m qu e se dom estica a l s a lv a je , en el ex otis­
m o de lo s in vern ad eros, cn el ínteres que e l rey le da al m odo
en que “ se hace tra er los guisantes a su m esa ", y cn el parque
en que se hacen "su rg ir” los árboles y las aguas sigu ien do la
volu n tad del m o m en to . En realidad, en V er salle s asistim os
m enos a una revo lu ció n p olítica del poder central q u e a la res­
tauración de la am b ición m etafísica del Estado sobre el con ­
ju n to de la naturaleza y la sociedad. L os artistas están aún
ín tim am en te m ezcla d os con la concepción de la nueva m o rfo ­
lo g ía de la cjudad-Estado, con tribu yen a darle su e ú lo lo n -ta l
co m o Jo habían hecho para Venecia o para F lo re n c ia - p ero el
co m p rom iso del artista en la construcción de la d u d a d ya no
es a e riL Ífk o , ni reivin d ica para su clase, co m o en el Kenaci-
m ie m o , la “ tol.iliil.nl tlel saber" a través tle l.i "irco n stru cció n
m aietnáiica <iel m u n d o M i e n t r a s tanto, el m ilitar Desear­
les, alu m n o asiduo tle los jesuítas, re s o lv ió Una ímposif«'íírfarfcs
a n tro p o m ó rfico * en las c|ue se estancaban los ciencias físicas,
p artien d o a la guerra en contra “ de lo q u e se relaciono con los
sentidos’’, elim in a n d o «isí, .i la v e z , al socio artista del a b ord aje
cien tífico de Ja na tu raleza. Con el, la física se vu elve un ejerci ­
cio suficiente en sí y, en erecto, será é l quien haga p o s ib le la
ap lica ción d e las m atein.ilic.is o Ja física, al crear la geom etría
analítica. N u evam en te el gran p rin cip io de abstracción m e 1.1 tí­
sica de la estrategia occid en l.il se in terpon e en lre el h om b re y
su hábitat. El en em igo de Ja totalidad es la com p lejid ad , y el
c o n o cim ien to de la s propiedades f í s i c a s va a p erm itir tratar la
m ateria del m undo sigu ien d o sus propios criterios y sus p ro ­
pias leyes, crear o tro m undo, un n u evo m u ndo en e l cu al lo
que proven drá d e los sentidos será exclu id o y redu cido a la*'
desaparición. R ealizar este "su en o m onstruosos d e la m eta físi­
ca: recon ciliar la nada y la realidad WJ”.
Si sobrevolam os jardines antiguos, los d e ChanLilly p o r e je m ­
plo, nos dam os ene illa tle c|ue tienen, en su conjunto, la mism a
im portancia geográfica que una pradera en un bosque inm en­
so. L is alam edas, las circunvalaciones, los sistemas de riego,
todavía .sugieren algún trazado abierto por una tribu, un espa­
cio restringido q u e lia sitio ordenado y sign ifica d o p or una geo ­
m etría social. Pareciera tpie alrededor, en cierta m edida, el hom ­
bre aún le ha dejado a la "n a lu ra le za " la latitud de sign ifica r y
legislar en su Jugar. Esta última latitud tiende a desaparecer
totalm ente a partir d e m ediados del s ig lo xvjj. En esa época,
hom bres - {p ie no son ni m ilitares, ni arquitectos, ni in gen iero s-
pretenden ensenar el arte de "trazar cam pos y fortalezas". Ense­
ñan precisam ente lo que por cntonccs se llama la cflS£mmc;rraciÓ7í
- e l a rte de en ga ita r p o r m edio de n'azos geom étricos. N o se trata
a q u í de tm arle. e s p e cífu a m m te m ilita r sino, tal com o lo hace
notar cJ coron el ta x a n l, da tina suerte de ru in o de la geom etría
descriptiva, [jroytx'iruhi snbre. la naturaleza, sobre los sitias. Otra
anom alía: estos castrametristas del continente europeo son en
su m ayoría docentes y; por lo tanto, gente tle la Iglesia: el ca n ó­
n ig o FamueJ, Jean tle Rreuil -je s u íta -, el abad Vhifay, el padre
ftjurnier, etc.; y en A lem a n ia , los Sknrm, en Italia, el can ón iga
Rosette...
Al m ism o tiem po, son distribuidos y fabricados los prim eros
instrum entos de m edida suficientem ente precisos co m o para es­
tablecer la s itu a ció n de los lugares, e l cálenlo de los Liempos y
d e las distancias, de tos altitudes, etc. Este tipo d e e je rc ic io co ­
n oce una extraordinaria boga m undana y, p oco a poco, renace
en la s o d ed a d policíaca la idea antigua: la geom etría es la base
necesaria para ana exj»ansión calculada del p o d e r el el Estado en
el esp a d o y el tiem po... Inversam ente, el E.stado p osee entonces
dentro de sí una figura suficiente, ideal en Ja m edida en qu e sea
idealm en te geom étrica.
FelicUhul su ficiente tam bién, ya que, según sos num erosos
adeptos, en la geo m eu ia ,Jío verdadero y lo b ello nmún in tim a ­
m en te ligados” y, para el hom bre honesto, la geom etría se lia
v u e lto un arte, con sus satisfacciones estéticas, “ la seducción de
sus m a ra villo so s en cad en am ien tos d e ra zo n a m ien to s” Pero
Ténelon, al oponerse a la política de Estado de Lui.s X IV excla­
ma: “ ¡G uárdense d e las hechicerías y los atractivos diabólicos
de la geom etría!".
H oy día, cuando nos encontram os en un espacio, se trata
forzosam en te de un espacio m ed id o, d e un .s^imrc, literalm ente,
una p la za <:uadrad*i. La palabra '‘v e rd e ", en la denom inación
“espacio verde” , só lo tien e sentido descriptivo, tam bién pod ría­
m os llam ar a los espejos de agua “ espacios a zu les” o incluso
“espacios n egro s” a los cem en terios. La reducción del v a lo r
sem ¡íntico señala a q n í una situación, la de la naturaleza en el
seno d e la cultura nrli£i/m, el s a itid o im partido al rxuiuraJ en un
conjunto en e l qu e dom ina lo artificial, l a s cam pañas de prensa
en favor d e la defensa d e Jos espacios verdes han ad qu irid o el
n om bre sign ificativo de “ cacería d e la clo ro fila ”... El árhol del
paisaje urbano dispensa la d o r o fila y sirve para depurar e l aire
contam inado d e las ciudades, del m ism o m odo que el farol da
seguridad dispensando su lu z y com batiendo la oscuridad. A m ­
bos son accesorios del m ob iliario urbano, y las luchas que a
veces se instauran en favor de la defensa íle un tipo de u tiliza­
ción d e tal o cual espacio n o pueden m ás qu e desem bocar en
nada, ya qu e sobre todo se resumen en la defensa de sus lim ites
fu n ticu a les.
la s reglas afincarías en la entrada de la plaza marcan las
distancias qu e debem os guardar con respecio n) natural, el lipu
exacto de intercam bios qu e debem os m antener con éste, los lí­
mites del com portam ien to qu e debem os adoptar so pena de re ­
presión inm ediata por parte de los guardias arm ados. En este
espacio cuadrado, el n úm ero de posturas perm itidas es tan lim i­
tado com o las d el soldado en m aniobras; podem os caminar, sen­
tam os sobre un banco y hablar, siem pre que lo hagam os en v o z
baja. El tiem po, en la p la za , se m ide con la m ism a m edida que
su espacio, a través de la apertura y e l d e rre recular de sus
rejas; es qu e el hom bre, la presencia hum ana, en ningún m o ­
m e ó lo debe convertirse en accidenLe, correr eJ riesgo de in te­
rru m pir e) fu n cion am ien to. Por e llo, la organ ización de la p laza
contribuye con la rectitud del com porta m iento: el paseante siem ­
pre eslá ilu m in ado y es visible, no encuenlra ningún refugio
contra la in vestigación y no pu ede estar solo en ninguna parte.
Contrariam ente a lo qu e sucedía en los antiguos jardines, los
espacios verdes son lugares cultivados absolutam ente esiérile.s,
y lo.s árboles y especies plantadas * e eligen en iu n ción de suy/
im productividad y de la rapidez de su lasa de crecim iento. A llí
también, cu alqu ier produ ctividad alteraría el fu ncionam iento
de la p la za , creando deseos en e l pascante, p or ejem p lo; una
perturbación im previsible, ganas de acostarse en lugar de sen­
tarse, d e escam otear, de cosechar... Por las mismas razones, se
han lom ad o m edidas radicales en contra de galos, perros, pája­
ros: perturbadores del orden y la lim pieza. A sí. al penetrar en la
plaza, aparece la actitud congelada de una hum anidad com o
“azotad a4' p o r un com porta m ien to som ático estándar, lim itado
a un ju e g o de m o v í m íen los im perceptibles. I.os qu e están en la
plaza se han con vertid o insensiblem ente en aquellos qu e la so­
ciedad rechaza hacia el m argen, por considerarlos im producti­
vos, inactivos, discapacitados, personas ancianas, niños de poca
edad, vagabundos, linyeras... en espera d el en orm e desee lio cri­
m inal de la ciudad, que echará a todos los d e m is , com o en el
Central P aik.
Sin e m b a rg o , esta d is c rim in a c ió n v ita lista ra d ica l del
funcionalism o urbano hasta ahora pasó desapercibida» en la m e­
dida en que, hace apenas algunos años, aún subsistían num ero­
sos espacios intersticiales en el tejido urbano; sitios sin función,
sin ilu m in ación ni control, disponibles para los cita dinos. Se
trataba de los fam osos cam pitos, los grandes pastizales situados
a las puertas m ism as íle la capii.il (La Villettc, Vincennes, etc.J,
los diversos depósitos, las m árgenes del Sena, aunque la cons­
trucción de riberas verticales les halla quitado el carácter de
p layos oblicuas donde ven ían a refrescarse lo s anim ales y las
personas, 'tam bién los cem enterios eran lugares apreciados, el
del Pére-Lachaise estaba coronado por un vergel abandonado
donde los n iños de R elleville se libraban al ju e g o y a la recolec­
ción.
Esta redu cción d e la runuralezo. tiene una función sanitaria
y social, y se gen eralizará aún más gracias a las m edidas tom a­
das en favor d e m ía pretendida defensa del m ed io am biente;
con secu cn d a norm al d e la política d e acon d icion am ien to del
territorio qu e desem boca, inversam ente, en un control p erm a­
nente d e nuestro com portam iento con respecto al m edio devenido
m edida y ley, figura ílel Estado. A las luchas en contra del cri­
m en , del incendio, de los cataclism os, etc., se han sum ado los
com bates en contra de la contam inación: para term inar, fin al­
m ente. a ten d ien d o a los requ erim ientos d e la política de la pla­
za , de la d u d a d de conjuntos n a d on a les y continentales.
Lo liem os visto en T.nrs, por ejem p lo, cuando se sostuvieron
los debates para instaurar parques regionales: toda perspectiva
positiva y productiva fu e autom áticam ente com batida y aparta­
da en fa vo r d e criterios de conservación y de protección de los
sitios, sentido "in o fe n s iv o ” d e las actividades hum anas en las
reservas, en las qu e se repetirán indefin idam en te los mismos
gestos, devenidos in variab les e invariados... Se m ecaniza la "no-
evolu ción an tropológica” , paliándose el nacim iento de todo com ­
portam iento origin al, diferente. Se destierra la presencia anim al
en m ayor escala: prohibidos cn las playas, los anim ales vieron
den egado su ingreso en las d u dados escandinavas en 1971, des­
pués de haber sido expulsados de los inm uebles, de los restau­
rantes, d e los cafes; el establecim iento de cuarentenas veterina­
rias perm anentes en derredor de las grandes ciudades suecas
planteó problem as prácticam ente irresolubles a los propietarios
d e anim ales [L e M onde, 18 de septiem bre iy 7 1 ). lin Suiza, dos
añ os m ás tarde, las praderas y los cam pos, la cam piña misma,
es prohibida a los perros, acusados por las autoridades de con ­
tam inar la lech e d e las vacas. La señora Solangc Manchal, de
“Libertad de París'*, tom ó postura, en la tribuna del C onsejo de
París, en contra de la posesión de un perro: ' Term inarem os por
tomar con respecto a ello s las m ism as m edidas de ¿merdicaort
de pcrmun('ru:ia q n e han s-ido adoptada* en Islandia". Se estu­
dian m edidas sim ilares en las grandes ciudades norteam erica-
jias. Las reglas q u e se pn blicitoban a la entrada de Lis plazas,
ahora se p u b lic ita ria en la entrada d e las ciudades o en las
fronteras de los Eslados, substituyendo las m orales no deseadas
qu e los hom bres en con ira lian o reencontraban al vo lver al m on­
te. ai bosque, al cam po abierto.
Pero sobre todo, en el m om ento en qu e se pretende reabsorber
el con trol g eo g rá íico de nacionalism os y n acionalidades - a llí
don de supuestam ente se lian su prim ido los pasaportes y visas-
nacen d e lo social» de lo sanitario, de lo veterin ario, nu evos
apartheids refinadísim os, y por lo tanto tem ibles, una verdade­
ra política de las "esp ecies" que, desde los nación^ tem o s anti­
guos, se lia expandido, durante la última guerra, a Jas razas y a
su encierro (cam pos de concentración, cam pos de personas des­
plazadas después del c on flicto , etc,). Las reservas naturales, l o s ,
parques region ales o nacionales, extienden esta política tle l*s
especies a todos los casos, a todos los accidentes de Ja materia
viv a , instaurando una verdadera cacería b io ló gica sobre los te­
rritorios, un safari in terior llevad o adelante p or los distintos “ de­
fe n s o r e s ” d e la n a tu r a le z a , e n r o la d o s en a s o c ia c io n e s
para m ilitares com o los “ Rangers de Francia", o en asociaciones
pa rapo lí cíales. Cada año se intensifica to lucha entre los agreso­
res del m edio am biente y sus defensores, cada veran o, en las
vacaciones, e l “ vá n d a lo” pasa indücrentem ente d e la destruc­
ción del m o b ilia rio urbano al tlel bosque, a l del m onte, c o n v e r­
tidos en los sign os de una m ism a cultura, de una m ism a captu­
ra,
J.a asociación de el nadie con el ninguna parte de la meta fí­
sica lib eró fu erzas que no tienen analogías anim ales o vegeta­
les, fu erzas in conm ensurables p orqu e no tienen com paración.
M arca el fin de este “ habitar en lo qu e estam os em parentados”
de H eidegger, y q u e uo era otra cosa q u e el sim ple recon oci­
m ien to d e un sem ejan te en el m edio am biente. A s í, cuando
M ontaigne via ja , uo só lo se interesa por lo que es cetebre y de­
signado, sino qu e tam bién peregrina en un m ed io activo y, p o r
lo tanto, an tropom órfico: aqu í se encuentra, más allá de la ri­
queza sem ántica de los sitios antiguos, esta igualdad de rela­
ción entre el h om bre y la naturaleza; las m ontañas tienen gru*
p a s w , «ir a s son “c o l l o n a s y p e in ó lo s ", algunas lo am enazan
«i m ío. pu eden aplastarlo, arrojarle piedras... Cn los jardines,
este cipo tle relación, a m enudo violen ta, con la naturaleza es
seguido por el ju e g o de las aguas qu e lo rocían a u n o de m odo
sorprendente, tos laberintos qu e lo pierden cn su oscuridad v e ­
getal, ere. Resulta interesante com parar Lal via je c o n O n th e ro a d
de Kcrouac, via je del predador en 1111 m edio desfigurado...; el
ghetto espacial se v u e lv e ghetto tem poral.
A q u í tam bién lo qu e va sucede en las reservas an im ales nos
inform a sobre el futuro d e la biopolitica glob al de las especies:
desem bocará, para la especie humana, en lo que llam am os re­
ducción selectiva, tal com o ya existe cn e l a p a rth w l anim al. El
futuro íle las razas se m id e p o r e l espacio m ism o que se les
atribuye en la orga n iza ción del territorio. Se trata de la masacre
'íle ios sícito s en el parque Grisons (m ás de un m illa r de h em ­
bras y de cerva tillos), dos m il focas y l>ebés focas cn la reserva
de las islas Fanie, a lo largo de las costas inglesas: “ ú n ica solu ­
ción , estiman las au toridades com petentes, para preservar las
islas en contra de una superpoblación peligrosa". Por cierto, se
trata del m ism o problem a y de las mismas soluciones, cn todos
los parques naíum/es d e l m u ndo en los q u e se qu iere preservar
un e qu ilibrio... Por el contrario, “ gracias a ciclos sincronizados,
cn la estación de in vestigación de N ou zilly, cerca d e Tours, se
program a por com pleto el nacim iento de los corderos, y pronto
se liará lo m ism o con los terneros” Ül conju nto se calcula para
no m olestar la salida d e fin d e semana del criador. £1 p lu n n in g
fam iliar aún e s ti lejos de exh ib ir un parto tan certero, ya que
alcanza una lasa de seguridad del nox’enta por cien Lo...
ixi Isla del Levante, desde qu e sirve de reserva p a ra los h o m ­
bres na tu ris ta s , ha sid o p o m p o s a m e n te re b a u tiza d a co m o
H eliópolis. Cuando r o s acercam os cn b arco a sus costas, p erci'
bim os racim os de cuerpos hum anos desnudos y com o suspen­
didos cn las rocas entre el mar y los alam brados d e los terrenos
m ilitares qu e ocupan e l noventa p o r cierto d e la isla... Sobre las
playas, lo s "e n c la v e s ” naturistas ahora están protegidas. El
naturista no es natural, es higienista. Si los naturistas fundan
"clubes gím nicosM, es porque los griegos los admiraban fervorosa­
m ente y "p orqu e p eriód ica m en te vu elven a sum ergir al in d iv i­
duo en un cuadro natural". La idea d e “ salu d" se repite sin p a ­
rar, se trata de supere liras cn superpla/^s p o r op osición a du da-
des supercontam inadas y congestionadas y, lauto federaciones
conin clubes apelan, para Ja fu n d ic ió n en cada chutad de "esta­
dios de lu z " , a los “ tieneficios h igiénicos, sanos e in n egab les1*.
La pro lecció n de bis cam p os resu lta, pues, rigu rosa, la
gendarm ería con im ia severam ente el m o vim ien to del cuerpo
hum ano, ya que se traía de e n d a v e s reconocidos por el Estado.
El regreso a la salud no es el regreso a la naturaleza, y sobre
todo no d ebe ser con fu n d id o con el regreso a una {inim alUUtd, a
un sensus cualquiera. Las na turistas qu e veían en la ‘ ausencia
de uniform e*’ nn obstáculo para la guerra, son a su ve/, asedia*
dos en sus establos por toda una fau n a de p o lis y de C R S 91
“ disfrazados d e naturisias” , vigilan tes de que las actitudes de
ios cuerpos ‘'perm anezcan gínm icas y no hallen ningú n signo
de lascividad o de sexualidad en las actitudes”.
A l m ism o tiem po, se extiende sobre las playas la m oda de
los senos desnudos, pretexto de nu evos enfrentam ientos con la
p olicía; los re incidentes son fotografiados y fichados... M ás a llá '
de la represión, una vez más aparecen otras realidades: Jop. & -
nos de las m ujeres, liberados de sus ingeniosos suspensores,
penden co m o odres vacíos, ya no se piensa seno sino m am a, he
aqu í los instrum entos de un am am antam iento (s ó lo algunas
chicas púberes todavía pu ed en preten der n orm alm en te otra
cosa). El seno desnudo sobre la playa opaca las últimas im á g e ­
nes de una sexualidad que reconocía en el p artcner una form a
estandarizada de lo bello; no es, co m o se d ijo, el fin de un m is­
terio, sino el rech azo de un c ó d ig o de identificación, d e un ú lti­
m o m odo de relación y de reconocim iento que com andaba una
buena parle de Ja actividad sexual, en particular en ios en cu en ­
tros ocasionales, una buena parte de la fascinación social. El
cuerpo hum ano que repentinam ente rehúsa los atavíos es el
cuerpo recon ocido com o insensible e inútil. Un código de atrac­
ción desaparece, un có d ig o de repulsión v e la luz; el cuerpo ya
n o tiene im agen , es un even to considerable.
En el le v a n te , el silencio que em ana d e los cuerpos hum a­
nos se puede com parar a l de las m orgues en los hospitales, el
cuerpo clín ico m uerto se parece al cuerpo v iv ie n te extenso -lo s
ojos cerrados, en el en clave naturista-; am bos están co m o al
térm ino de un ciclo biológico... es el len to descenso solitario a
la cámara, b a jo el sol resplandeciente frente al mar.
P oco después de pasar un pueblo de nom bre prem onitorio
- P lu r ie n 92- , p enetram os en una colum na de autos qu e se esp e­
sa m in u to a m inuto, m ientras qu e un o lo r acre reem plaza el
olor v iv o de la cam piña. A la altura deJ cal)í> de Erquy, las dos
íilas de vehículos se cruzan a lo largo de m uchos kilóm etros; la
gente vin o de lo profu ndo de sus terruños y a m en u do desde
m uy lejos, para v er la agonía de las playas. Un fen óm en o de
contam inación renueva e l atractivo de los grandes fenóm enos
naturales de equ inoccio.
" ¡L le g ó !” , grita el conductor de un a u to m ó vil que sube des­
de Ja cosía, com o si se tratara de un acontecim iento fe liz . Sobre
e l cam ino de cornisa, después del puerto de Erquy, entre los
autos estacionados, una prim era visió n a vu elo de p á ja ro:.!*
gran curva dorada de la playa de Caroñal ya está tachonada* de
sombras.
Sobre la ruin de acceso, los m otociclistas de la p o licía se
hacen virtuosos en desanudar la d oble procesión que se detiene
y se estaciona en cu alqu ier paite, de cualquier form a, en su
ansia por ver, p or tocar, este fen óm en o horrible cuyo olor ya nos
da una idea.
Bajo los arbusios, en m edio de las casas con colores claros
que rodean la playa, entre los autos estacionados, marchan gru ­
pos hacia e l mar. Un cam ión m ezclad or pasa a toda velocidad,
el ruido de obra nos llega de la costa, ahora tan próxim a, Ivos
ro stro s so n lo s d e lo s e v e n to s d ra m á tic o s - s e m i g ra v e s ,
sem ¡alegres-, las personas hablan p oco, ten go la im presión de
qu e bajan la cabeza más qu e de costumbre.
Un h elicóptero rojo nos sobrevuela y se dirige hacía alta mar.
Orientada al pon ien te, la gran playa de C a rou a lcs invadida
p o r m iles de personas, en ire las que circulan, con dificultad,
bu lldozers y cam ion es de carga.
Un barco de guerra cruza en el h orizon te, m ientras más c er­
ca, balanceado por las nías, un pequeño barco vierte bolsa tras
bolsa de aserrín en el mar.
D ie z k íló m e ir n s de p e tr ó le o aca b a n d e e x p a n d irs e y
aglom erarse sobre las arenas bretonas, las rollos grisáceos aflu ­
yen en cám ara lenta hasta la lin ca de los curiosos,
A l sur, a llí dónde la tropa aún no in tervin o, la playa está
rccubierta ¿le un h ilo negro brillante, com o si fuero m ía capa de
pintura fresca depositada p o r la últim a m arca, algas y roeos
desaparecen bajo el en d u id o que lom e la base d e los acan tila­
dos.
Cabe preguntarse q u é es lo m ás extraño, esta putrefacción
m arina o la presencio contem plativa de esa m ultitud alineada,
que retrocede ante cada deposición de la m arca creciente...
Para esta chusma, qu e m anifiestam ente no capta e l sentido
del fen óm en o q u e v in o a v e i; e l acon tecim ien to es lo in sólito; lo
trágico no es más qu e un adjetivo subsidiario. Sobre estos ros­
tros vueltos hacia el mar, la felicidad de lo inusual sobrepasa el
horror d d signo. Incluso com ien zan a ju gar con esto materia
espesa y nauseabunda que reem p laza al agua.
Se tom an fotos, se film a la obscenidad del paisaje, se arrojan
piedras, para sondear la consistencia, se hunden basiones, y se
obtien e diversión de las burbujas q u e estallan en la superficie,
se reencuentran los gestos escatológicos de la infancia.
En lo cim a de los acantilados, las siluetas se destacan, las
rocas son otros tontos zó c a lo s para esos turistas de la desola­
ción.
Todo el m undo esta ergu id o, de pie, atento, pero ya se ven
circular cam iones repletos de vallas m etálicas.
Mañana e l litoral estará:

“ c r m tA u o a l P ú m .ico d u r a n t e e l t r a Nac u R á o d e r o s t u a u a jo s ".


T ercera P arte

La ideología sanitaria
La ideología sanitaria

Producto tinal de la sociedad de consum o, los residuos, los


d esechos y la? consecuencias de todo lipa constituyen el in ­
m enso incon scien te c o lectivo íle la era industrial. 1.a transfor­
m ación del m undo por parte de la industria desem boca final­
m ente en e l («s u r e r o cuyo p erfil subraya la sedim entación arti­
ficial. lili este decorado residual, el h igicn isn io se desarrolla a la
mism a velocidad que la contam inación d e las region es obreras,
hasta el punto de lle g a r a representar h oy en día, más allá del
cuadro de la salud v de las sim ples precauciones corporales,
una verdadera id eo lo gía sanitaria.
La desvaloriza ción del residuo es contem poránea de la eco­
nom ía industrial. El residuo, qu e para la econom ía precedente
era causa íle riqu eza y fundam ento d e la sedentariedad debido
a sus posibilidades de recuperación, se con vierte, con la m u ta­
ción industrial, en m alsano, p eligroso, irrecuperable. Debe ser
evacuado, ocultado o incinerado. A través de una osm osis m uy
curiosa, apoyándose en los descubrim ientos d e una m icrob iolo­
gía naciente, e l h igien ism o devalúa sim étricam ente el residuo
orgánico: transpiración, secreción animal.
N acid o íle los excesos d e la explotación industrial, en las
p roxim idades ele los cam pos de carbón d e las minas, en el m o­
m ento m ism o en que se constituye una clase proletaria igu al­
m ente explotada, el higienism o d e s a r r o lla d tem a d é la culpabi­
lidad del hom bre en tanto qu e estado de la m ateria Retom ando
por sn cuenta la sim bólica religiosa, parodiando los ritos del
agua (ab lu ción , b au tism o), reintroduce e l m ito de lo intocable,
d e lo im puro. id eología sanitaria tiende insidiosam ente a ro m ­
p er la sociedad al n ivel de la cualidad corporal de los in d ivi­
duos, pero les arrebata su especificidad: la huella digital se con­
vierte en un signo infam ante, se m e identifica a través del sudor
íjue d e jo en los objetos. F) h igien ism o transpone la caída del
pecado a lo secreción, m e ju zg a y m e condeno perpetuam ente
en b en eficio del objeto inan im ado, aséptico. En la sociedad r e li­
giosa y preracionalista, e l alien to, por e jem p lo , sim bolizab a el
alm a (¿m im a ), m ientras q u e en la nuestra, en virtud d e una
in versión significativa, será asim ilado a la fetid ez de los gases
de escape d e los o utos. El d om in io o lfa tivo ho sido desvaloriza­
d o de la m ism a m anera: de ahora en más, olor natural significa
exh alación nauseabunda, y esto alcanza su grado extrem o en la
venta d e productos llam ados "desodoran tes", cu yo sistem a de
pu blicidad sólo tiende a probar la repulsión qu e siente el h o m ­
bre fíente al o lo r de su sem ejante.
La id eo lo gía sanitaria evacúa al h om bre físico d e una socie­
dad esencialm ente urbana. en que el problem a de la p rom iscu i­
dad en la concentración jam ás ha sido resuelto de otro m odo
qu e a través de la evacuación hacia la periferia, o a través del
con fin am ien to, en ghettos, d e los “ residu os" sociales o raciales
tratados glob alm en te; aunque, por o u a pane, esto n o es más
qu e la p rolon ga ción de! tratam iento precedentem ente aplicado
a ciertas enferm edades en la Edad M ed ia, y después a los lib e r ­
tinos e insensatos en la época c lá s ic a ^ . La construcción del
h osp icio y del asilo en las ciudades, destinados a alb erga rtod a s
las form as de d esviacion ism o, iu c e l preludio de) secuestro de
Jas pob lacion es p o r p a ite de la u rb an ización de la era indus­
trial.
El gran tem or a Jos contagios y a las contam inaciones en el
in terio r de un m edio urbano esencialm ente preservado, percibi­
do com o antinatural, p o r op osición al m u n do m ia l circundante,
preparó el terreno a todos los tipos d e segregación o de apartheid,
13 ruptura voluntaria d e las com u nicaciones, que instituyó en ­
tre un m iem b ro “ sano” y un m iem b ro "m alsan o'' por lo v ía de la
internación, inspiraría a los urbanistas sus sistem as concentra-
cionistas, don de el h igien ism o funciona com o un dogm a. D o g ­
ma separatista donde Ja antigua op osición de lo ni ral y de lo
urbano se iransm uia en oposición entre lo s éplico y lo aséptico,
lo anim ado y 3o inanim ado. V im os basta d ón d e podía llegar tal
opresión id eológica : la sala de duchas construida en e l centro
del cam po de concentración hitleriano no es otra cosa qu e el
subterfugio que disim ula la cámara d e gas, e l ritual del agua
prepara al ritual d el fu ego, el osario prolonga e l escorial.
Escapando a su im plantación puntúa), a su aislam iento en
el seno del territorio agrario, Ja ciudad ya n o puede pretender la
selectividad. La ciudad y a no es un a isla, ya no contiene una
m inoría qu e p roteger intram uros; se c o n vien e, gracias a sir p ro ­
digiosa expan sión , en el territorio único de Jas sociedades. Por
ende, si a pesar d e este cam bio de contexto, q u e do hecho es
una in versión de térm inos, perseveram os en la práctica de la
"con fesión sanitaria", el sitio urbano n o tardará en transform ar­
se en un am p lio instrum ento de destrucción social. La masa
creciente de los asocíales ya constituye su signo, sucede a )a de
los exclu idos del s ig lo posado, proletarios y colonizados. El sis­
tema p olítico deja que el potencial urbano se vu elva progresiva­
m ente en su contra. A l ofrecer sacrificios aJ dogm a higienista,
sin internar p reviam en te una aproxim ación crítico, a Jos arqu i­
tectos y urbanistas ]cs corresponde una parte enorm e de res­
ponsabilidad en la constitución ed ilicia reaccionaria d e la m e­
trópoli m oderna.
Fue en n om b re del pudor <1 preservar y de las prom iscuidades
dudosas qu e e l a islam ien to y lu ego la ruptura de las com u n ica­
ciones sociales fu eron instituidos en la ciudad. En adelante, la
vida colectiva parece insopor la ble, a causa del ruido de los veci­
nos, del desagote de aguas servidas, del golpearse de las puertas
o de los olores de cocina. Toda realidad am biente de la vida en
com ún es excluida de la cim lod industrial cn nom bre de la “sa­
lud”. Pero, ¿cómo puede ser entonces que este m ism o am biente
puedo ser p ercibido agradablem ente cn otras circunstancias, en
otras estructuras urbanas? Es que de h echo, la ideología sanita­
ria disim ula las deficiencias más secretas. La d ivisión “ fu n cio­
n a l” que realiza la h igien e en e l in terior del departam ento al
aseptizar cada una de sus presuntas funciones, en un m ed io
privativo: nn lu gar para la cocina, otro para dormir, para a lm or­
zar, para fumar, para e l baño, para e l in od oro, para la basm a,
etc., da crédito im plícitam ente a la otra d ivisió n . Ja d e la a p ro ­
piación y las clases sociales.
La reducción en secuencias m enores de lo v iv id o por el
funcionalism o arquitectural es extraída dilectam ente de esta ideo­
logía, la que, al rom per e l contacto sensible del hom bre con su
sem ejante, p erm itió la constitución de clases “ sociológicam en te
fu ncionales” , es decir, explotables, l a sociedad reducida al e je r­
cicio d e fu n cion es arbitrarías tiende a su v ez a reducir la unidad
d e lo v iv id o para som eterlo a un repertorio de roles elem entales.
Este análisis falsam ente anatóm ico tanto del habitar com o de lo
social en su conjunto, donde la d ivisión de lo v iv id o a lcanza la
d ivisión d e ftra b a jo , se reencuentra sin em b argo en lo opuesto a
la consum ación d e Jos objetos Léemeos, ya <|ue éstos, en etecto,
no lian dejado de Leader desde su aparición a la sinergia de sus
diversos m ecanism os.
Ta noción de reciclaje, rcintrodurida recienlemcnLe. se o p o ­
n e en igu al m edida a lo elim in ación sanitaria, y esto tanto en el
níveJ de los recursos elemenLales del .suelo com o en e l de los
recurso? elem entales del hom bre: en e l via je intersideral, por
ejem plo, e l reciclaje es com p leto, engloba a la ve z tanto los re­
cursos en ergéticos de la cápsula com o los de los cosm onautas a
b o r d o . La e c o n o m ía de .sistem as te c n o ló g ic o s a v a n z a d o s
reencuentra, lauto en e l e m p ob recim ien to d eb id o al agotam ien ­
to d e los productos d e base com o en la práctica del vacío, la
necesidad d e la recuperación y d e la regeneración qne eran p ro ­
pias de .la econ om ía rural.
Por lo tanto. Ja in ven ción de un n u evo m odo de vida en el
in terior del m ed io urbano debe v o lv e r a cuestionar n o só lo la
j lo e io n de “ coiuorL” . sin o tam bién la de “ h ig ie n e 1’
El n ivel so co ro y el d om in io o lfa liv o no deben ser pura y
sim plem ente elim inados, al igual qu e tam poco deberían serlo
Jos m ovim ien tos del agua o deJ aire, ya q u e son los com ponen-
Les indispensables Lanto d e la percepción espacial co m o d e la
percepción social. N o h ay “arquitectura" y lu e g o “p lo m ería ", no
hay órganos bajos en la v ivien d a ; habitar e.s in divisible. En la
escala de la urbanización, n o existe tam poco el “ habitar” por
un lado, el “circular"’ p o r el otro. ArquitecLos y urbanistas ya no
deben contribuir al com plot qu e L-onduce in d cfecd b lcm en tc de
la id e o lo g ía sanitaria a la segregación fu ncional y, fin alm en te, a
la desnaturalización social. La esterilización progresiva d e lo­
dos los facLnres o anuales, la represión cada v e z m ayor ejercida
en contra del hom bre físico en e l in terior del m edio urbano, han
creado las condiciones /avorables para la aparición d e una m ul­
titud cada v e z m ás am plia tle opositores a las form as presentes
de la vida colectiva v, a m enudo, lo qu e es aún más revelador, a
tod3 form a de sociedad, lis , en adelante, esia clase aitóm ica la
qu e constiiuye el poten cial revolu cion ario. El fen óm en o urbano
se vu elve en contra d e sistem as políLicos incapaces d e asum irlo.
I-i realidad de lo construido proyecta sobre la abstracción p o lí­
tica un poder oscuro. Estam os, nuevam ente, frente a la in v e r­
sión de los térm inos que ayer hacían d e Ja ciudad la proyección
sobre e l terreno de una cierta sociedad.
Si, durante un período bastante largo, el orden social pudo
efectivam ente construir una ciudad jerárquicam ente, es que este
orden coin cid ía con una espaciaJidad particular, con una g e o ­
m etría. Sin em bargo, h oy día, pareciera ser que la política ya no
es cap az de tal determ inación, tom o por prueba la identidad de
las estructuras urbanas en e l m undo contem poráneo, tanto en
Jos países bajo régim en com unista com o en aquellos bajo ré g i­
men capitalista. F.l esquem a postural de las sociedades urbanas
parece haberse vuelto independiente de los sistemas políticos
tanto conm de las culturas.
E sta s u b lim a c ió n , a m e n u d o d e s c o n o c id a , a n u n c ia
inelu ctablem en te el fin d é lo s sistem as antedichos. De la m ism a
form a en q u e la revolu ción industrial c o n m o v ió nn orden so>
c ía !, la revolu ción urbana está derrum bando el orden político
en espera d e transform ar radicalm ente, a su v e z . Ja actividad
social. La ciudad, hoy en día, participa m enos en el ord en que
en el desorden, m enos en lo social qu e en lo asocial. Indóm ita,
la ciudad se ha vuelto el lugar esp ecífico de Jos elem entos re­
fractarios, se lia vuelto la prim era .subversión: a partir de la ép o­
ca clásica, Ja exclusión social que» hasta entonces, se realizaba
geográficam en te a través del ex ilio o el retesam iento, se intro­
duce en la ciudad; la exclusión se vu elve reclusión, y en adelan­
te el rechazo está en el corazón de la ciudad, en su p rin cip io, en
espera de form ar parte de su dinám ica. Kn efecto, este m o v i­
m ien to de concentración-segregación ha desencadenado, a par­
tir d e la era industrial, reflejos de escape y de fuga, al punto de
qu e la atracción ejercida por la ciudad sol>re el cam po se dupli­
có, entonces, en un dinam ism o inverso d e evacuación esporádi­
ca d e los centros urbanos. Y henos aquí qu e este m ovim ien to
aparen te es Ja im agen de una exclusión más profunda y más
secreta. 1.a reclusión prim ero, la segregación después, han de-
valuado considerablem ente la inclusión, es decir, la integración
social, y si actualm ente el poder aún puede utilizar y hasta «abu­
sar de esta transferencia íle poblaciones hacia otro lu g a r - a l q u e
se llam a en honor a las circunstancias; "o c io ”- , 110 se da cuenta
d e q u e esta dinám ica del abandono ilustra un abandono más
m isterioso del orden social, de una .m om ia que, al gen era liza r­
se, está m etam orf oseando fundam entalm ente e l carácter social
m ism o.
L,a relación con los oíro s depende U n to de un factor de dis­
tancia espacial co m o d e un fa cior de distancia afectiva; cn el
asilo, e l sentim iento de reclusión determ ina en prim er lugar
una inga a l ego, y lu e g o se instala en el corazón de la in trover­
sión obligatoria un aban don o del y o , una desp cison alización .
L o qu e ocurre en la m icrosocíedad de los lugares de detención
ocurre tam bién en el cuadro urbano a escala de la sociedad or­
dinaria. Sin em bargo, a pesar de su alienación, e l d ia d in o con ­
serva una [jarte de sus m edios, entonces el “abandono'’ puede
volverse "su p eración " y, sin entrañar paradojas, lu social puede
convertirse en lo a social. Esto, porqu e la lim itación de lo s p osi­
bles se ha vu elto dem asiado estrecha, porqu e tiende ya no sólo
a alterar e l carácter in d ivid u a), sino a transform ar tam bién cn
ablación, en am putación gen eral; p ta n m n g fam iliar forzad o en
la India, esterilización ju dicial en los Estados U nidos, legisla­
ción d e los transplantes y las transfusiones sanguíneas en Chi­
na, etc. Cuando las sociedades llegan a estos ex irem os, tío pu e­
den m is que tam balearse. Ya no se trata de una oscilación je rá r­
quica base-cim a, es el fundam ento m ism o de lo social lo qu e se
hunde, el saleo c n la anom ia se v u e lv e entonces un acto de sal­
vaguarda. En este punto reencontram os, esta vez en los so ció lo ­
gos, la fraseología sanitaria: e l cuerpo social percibidn bajo la
bipoJaridad habitual, com o una form a sobre un fondo, com o lo
fin ilo sobre lo in fin ito, el ciudadano alineado participa de su
coiiesión , el desaliñado ya no participa, ü u rk h eim , por ejem ­
p lo , llam a a la anom ia "ese m al del in fin ito *
Sena urgente a ta n d o n a r estas cosm ogonías prim arias para
poder lom ar en con sideración las transgresiones de una manera
distinta qu e sobre el plano de la sanción terapéutica o m oral. I.¿
violen cia de ios actos asocíales no es una lara, una a fección a
traíar, a menos, claro, qu e considerem os al so ciólogo com o el
sirvien te de un tipo de sociedad; el espíritu cien tífico participa­
ría entonces de la pura subversión. J.o descontrolado es al so­
c ió lo g o lo q u e lo n o confesado es a l p sicólogo o el espacio a lea­
torio ai urbanista. Ya no deben confundirse los funciono m íen­
lo s de una sociedad con esta sociedad, ya no deben p rivilegiarse
los fu n c io n a m ie n to s en. d e tr im e n to d e l cu erp o s o c ia l. A l
despreciar e l ‘luuipeu-jir oletariado” , M arx restringió un a n á li­
sis sorprendente y al»rió b puerta a la sofisticación de un com u ­
n ism o in ca p a z d e m odificar la realidad social.
Bloquear las p otencialidades de las masas, con vertir las es­
tructuras de servicio en estructuras de represión, aum entar
sistem áticam ente los controles y los interdictos es, en e l interior
del n u evo m edio am biente - e l m edio u rban o- colocarse en la
situación in sostenible qu e fue a y e r la del colon ialism o, es re v e ­
lar la e x terio riza ció o creciente del poder, es decir, su rechazo.
Ha b i t a r lo inhabitual

L a historia del arle de ed ificar nos tiene alejados de la h isto­


ria {le los usos y las costumbres, la cron ología de la v id a de las
form a* nos m an tien e separados de la cron ología de las form as
de vida.
DenLro de la arquitectura tío s encontram os de llen o en la
paradoja: para este arte del espacio n o existe ninguna a rq u eolo­
gía de lo v iv id o . Sin em bargo, e l espacio es al ed ificad or lo que
el sonido es al m úsico. Si bien, paralelam ente a la historia de
los Instrum entos de música existe una historia de la música e
inclu so una m u sico lo g ía , para la arquitectónica, uo hay más
qu e una sola historia: la historia del instrum ento espacial. D e
a llí que resulten urgentes las investigacion es sobre la ap rop ia ­
ción , y d e a llí q u e haya qu e abandonar la aproxim ación técnica
al h áh ilal para interesarnos en el aso de los lugares, en el habi­
tar. Esta situación nos reenvía en prim er lu gar a nosotros m is­
mos, nos in vita a aprender a habitar, es decir, a descu brim os
usuarios de vastos procesos ecológicos. Por e llo esta m ism a si­
tuación com ien za a refutar las representaciones, los roles y, so­
bre todo, el m odo de producción del espacio social.
Com o la del arte, la historia de la arquitectura invita a una
contem plación pasiva; nos dom ina la obra maestra, com o su
nom bre lo in d ica, y la historia de los m onum entos m odern os o
antiguos se p la ce en coleccionarlas. En efecto, es inú til buscar
rastros del hábitat rural en las suntuosas enciclopedias de la
ed ificación , y cuando e n 196S Paul K u dw sky organ iza la ex p o ­
sición A rch itc.tin re üfitfioa t Architects en e l M u seo d e A rte M o ­
dern o de N u evo York, ésia tu vo a Ja v e z el efecto de una revela­
ción y d e una provocación. Pero se trata a q u í d e un sim p le e je m ­
p lo form al para m ostrar que, antes de plantear la cuestión del
uso, conven dría <1espía zar el cam po d e investigación desde el
equipanúeuto h a d a la h abitación - d e la instrum ental!dad de la
ed ificación a la com binatoria del incido de m o ra r- con e l o b jeto
tle dar cuenta a la v e z d e lo exten sión y la duración del hecho
arquitectural, es decir, de su realidad. N osotros conocem os el
efecto de la duración a través de la e x p e lie n d o tle nuestra p ro ­
pia vida, sabem os de las m od ifica cion es aportodos por e l tiem ­
p o a las form os y los cuerpos; oh ora hay que estudiarlas en el
espacio edificado.
La arquitectura no só lo existe en e l punto o m e fti en e l q u e la
obra alcanza la p erfección , existe bastante antes y subsiste bas­
tan le después. Sin rem ontarnos a q u í al origen intelectual del
program o o del proyecto, lo arquitectura com ien za en la dem ar­
cación del suelo y en los excavaciones. En seguida, cada Esto do
a través de lo qu e a vou za la obra constituye una arquitectura
m om entánea, q u e produce un efecto particular sobre el m ed io
am biente (las obras urbanas producen a la v e z perturbaciones
y espectáculos). En fin , la consu m ación de los trabajos es una
falsa apariencia, porque lo edificación n o h ace otra cosa que
proseguir su acción sobre e l m edio am biente: si ha sido con ce-
bidet con un fin íunckm alnientc d efin id o, se verá transgredida
por usos parásitos, e incluso su silueta lucirá transform ada por
retiros y adju nciones. Se degradará y en vejecerá, cam biando así
de aspectos (internos/externos); después seró dem olida, y oun
en esa situación los Estados a través íle los qu e avance la d e m o ­
lición constituirán instantáneas de arquitectura hasta el arrasa­
m iento d efin itivo , sin qu erer dor cueuta a q u í de lo incidencia de
las infraestructuras sobre la naturaleza de los suelos.
La palobra “arquitectura” recubre y d efin e la totalidad de
estos m om etilos, y esto tanto desde lo moa cercano - la edifica­
ción en su m ed io am bien te in m ed ia to - com o hasta lo m ás leja ­
no, hasta los lím ites de su área tle influ encia. Pero poro c o m ­
prender cabalm ente e l cam po em pleado por la durocíóu-exten-
sióu de la edifíeoción , todo vio habrá que adm itir que tanto la
percepción com o la u tilización de estos lugares resulta diferen ­
cial, p orqu e uno m ultitud de personas lo usa y lo usará a través
de com prensiones en sí m ism as diferentes: se trato de la ecología
del d o m in io edificado.
A p ren d er o produ cir el espacio fin ito del ed ific io , e l m om en ­
to om ega, es un a e lo de inconsciencia institu cionalizada p or las
costumbres y la enseñanza técnica. Se p rivilegio un sentido en
detrim en to de otros que, com o por casualidad, bc refieren a los
efectos y «al uso de los lagares. Se con cib e la form a independien­
tem ente del cam po producido y d e los cam pos perturbados. Sin
em bargo resulta in ú til reducir la realidad del hecho arquitectural
con el pretexto íle la eficacia inm ediata (tecn ológica, c c o n ó m i'
ca), pues ésta resu rge para destruir la ilusión fabricada; tal e.s el
o rig eu de la crisis de las ciudades, y ahora tam bién de la gestión
de los territorios.
H abitar significa en prim er lu gar in vestir un lugar, apropiár­
selo. A las dim en sion es puram ente m étricas de m i volum en ed i­
fica d o se adjuntan las dim ensiones afectivas que construyen las
viven cias de Jos habitantes: e l uso cualifica el espacio y uo a la
inversa. Sin em bargo, en la etica íu ncionalista de la arquitectu­
ra con tem porán ea, una fu nción dom inante tiende a elim inar
las otras posibles funciones del lugar. Se podría decir q u e se
trata d e nna fu nción in icialm en te orientada a un fin . Entonces»
im plícitam en te, e l listado de un tal espacio resulta suicida, p o r­
qu e al tender a evacuar la diversidad de los posibles, tiende ¿
evacuar la diversidad d é la s situaciones qu e caracteriza la dura­
ción-extensión d e Ja edificación.
C om o los n iveles deiacostum brarnicnto constituyen e l h abi­
tar, e l fu n cion a lism o es una ten Li tí va desesperada d e la arqui­
tectura para in terven ir en un espacio a fectivo qu e no cesa de
escapársele. En cierto sentido, la arquitectura fu n cion al resulta
inhabitable, porqu e e l sistema d e habitual i dades d el u tilizad or
tiende a ser capitalizado p or el realizador. Fatalmente id e o ló g i­
co» e l fu n cion alism o lim ita la intervención de las form as, las
som ete a interdictos, a tabúes; la relación d e la form a al conte­
nido, d e l volu m en a lo v iv id o , sólo pu eden presentarse b a jo la
apariencia de una sum isión a un orden, o de un c on flicto decla­
rado con este.
Las investigacion es sobre las form as de vida n o pueden pues
parecerse a las de los “atributos del con fort” , caros a los teenó*
cratas de la n o rm a liza ció n del alojam ien to, por el contrario, d e­
ben pon er el acen to sobre la variabilidad de los usos. Incluso si
tales investiga d o n e s se revelan útiles, los estudios sobre la p er­
cep ción sen sorial revierten dem asiado ráp id am en te en nna
tip ología d e las necesidades, m ientras que el estudio s o c io ló g i­
co de las h a b itu a lid a d e s -té c n ic a s d e l c u e rp o , a ctitu d es
posturales, e tc .- es algo qu e perm anece abierto. Si se puede
a firm ar que a través de la herencia cultural e l hábílaL capitaliza
la habitnalídad, las transgresiones de] uso cum plen la función
de analizadores de la institución del h ábilai, con los m ism os
títulos qu e las desviacion es o las delincuencias en relación con
el conjunto de Jas instituciones sociales.
Entonces, si recon ocem os tal im portancia, no ya o los m e­
dios que d e fin ió una pesquisa estadística, sin o aJ espacio critico
tle las transgresiones, n os queda ahora la tarea de correlacionar
directam ente el análisis de las situaciones sociales críticas y el
análisis d e las situaciones experim entales críticas. Hay qu e va­
lorizar radicalm ente las adaptaciones paradójicas y aceptar la
masa de in form acion es qu e nos brindan, e inclu so precisar que,
de los dos m om entos, el p eriod o clave está representado por la
transgresión, y n o p o r la transform ación qn e « in y e c t a el siste­
ma de ha 1ritualidades.
l a adaptación paradójica o secundaria consiste en la trans­
gresión de un uso determ inado, ce la m alversación de una fun-
ción ; para tom ar un ejem p lo banal: dorm ir sobre un banco en
una estación de subte. 1-a estación del subterráneo es un lugar
función al m ente design ado com o lu gar de tránsito. Jos bancos, a
lo largo de sus paredes, están hechos para p erm itir a los viaje­
ros sentarse a esperar Jos trenes. Esto es Jo q u e se denom ina
adaptación prim aria, pues corresponde a Ja función determ in a­
da del lugar. La fu nción que consiste en ir a estirarse sobre esos
m ism os bancos con el ob jeto de dorm ir resulta secundaria o
paradójica, p o rq u e va no corresponde al diseño fu ncional deJ
subte, en tanto transporte pú blico, o al de la estación, en cnanto
lu gar de espera para los viajeros. A q u í se trata de una subver­
sión (re ía liv a ) de las d eterm in acion es de la vida colectiva o,
m ejor aun, de la subversión de una iorm a tle vida colectiva.
Sin em bargo, en este tipo de u tilización secundaria no se
transgrede un espacio, la transgresión d e un espacio se da a sí
misma e l titulo d e transform ación” El durm iente no m odifica
de ninguna m anera e l volu m en tle la estación, lo cjne m odifica,
Jo qu e transgrede p o r su sola presencia, es cJ orden en el cual
este espacio se inscribe. Pero por otra pane, si el du rm ien te se
instala en la estación d e subte es p o rq u e este espacio e s ii prote­
g id o de las con d icion es del m edio am biente exterior. Incluso si
e l túnel del subterráneo no fue cavado para p roteger a Jos v ia je ­
ros d e la in L e m p c iie , s in o e s e n c ia lm e n te para lib ra r a Ja
su perficie d e la ciudad d e un equ ip o em barazoso, no obstante
ello, el electo de protección p e nn,m ece, ninguna determ inación,
ningún o rden, tien e el poder de suprim irlo, es una cualidad del
lugar.
La cuestión que se plantea es la de saber si lo que ahora
llam am os u tilización prim aria no es de h ech o mía sim ple m al­
versación, una secundar ¡edad que la tendencia funcionalista
habría instituido. El iis ii inicialm ente secundario se habría vuelto
autoritario en su lemaLiva d e rep rim ir [y hasta d e su prim ir) lo
aleatorio al n ivel íle la utilización del d o m in io ed ificad o, lo cual
resulta eviden tem en te utópico. Eli cíecto, ¿en que consiste el
uso de nn volu m en cú bico o cilindrico? L l üincl del subte es
susceptible de ser rellenado tanto co n arena com o con agua, y
de hospedar anim ales tanto com o hom bres... Durante la últim a
guerra, la estación "O b erk a n ip í” eslaba interdicta para los v ia ­
jeros porque contenía m áquinas-herram ienta.
Entonces, la fu nción de un espacio, en arquitectura, n o e s ,
m as íjue una asign ación m om entánea. Pero aquí estam os en<el
n ivel elem en tal de] análisis. Si el durm iente no m odifica el es­
p a cio es p orqu e no posee ni el poder ni los medios. De olro
m odo habría muchas posibilidades de qu e intentara llevar más
lejos sn transgresión.
A l o b te n e r d e r e c h o de c iu d a d a n ía , la se c u n d a rie d a rl
iü n cí O lía lista ob tu vo este poder, y en seguida la transgresión se
ha v u elto form al, se ha con vertido en transform ación d em ro del
p royecto de los realizadores, y las asignaciones iu n cion alcs han
dado lugar a una partición nueva del espacio edificado; cada
una de Jas asignaciones ha sirio aislarla en un volu m en privati­
vo , cada uso ha recibido sn ubicación determ inada en eJ con ­
junto. Un departam ento funcional, p o r ejempJo, es un lu gar en
q u e cada asignación posee un lugar determ inado: una sala para
córner, otra para dorm ir, otra para lavarse, una cocina, una en ­
tra d a , etc. El resu lta d o v o lu m é tr ic o de Ja tra n s fo rm a c ió n
funciona lisia es la segregación de los usos, y el carácter estanco
qu e asumen las diferentes funciones debiíio al tabica m ien to del
espacio. Nada más. Porque si bien estam os lim itados en nues­
tros desplazam ientos, nada nos im pide con vertir la cocina en
sala d e baño, o la va m o s en la entrada, para sitan rio íle ese m odo
la regulación fu n cion al del departam ento. Sin em bargo, choca’
nios contra e l obstáculo qu e representa el equ ipam ien to ílel
inm u eble {cañerías de agua, caños de electricidad y de gas, con ­
ductos de hume»), que tienden a fijar sólidam ente la asignación
de las Jugares: e l funcionalism o a escala del in m u eb le subtiende
el fu n cion alism o del alojam iento.
C om o se ve, el estudio de las adaptaciones paradójicas resuU
ta im portante en Linio y en cuanto h o y cn día se n ata de arre*
glar y de equipar (calefacción , televisión por cable, etc.} vas ios
conjuntos territoriales. De hecho, la u rb an ización consiste en
diseñar zim as p rivilegia d a s {ZU P, ZA1>, etc.) ^es decir, afecta­
das a usos particu lares- para lu ego inscribirlas cn e l orden ge­
neral de una planificación. De a llí en adelante, toda la organ iza­
ción del m edio hum ano apunta a esta cualificación definitiva
de los espacios. Frente a este proceso de supresión <3e lo aleato­
rio y de lo in determ in ado, se im pon e el análisis de las transgre­
siones del uso. La "ra cio n a liza ció n ” cada v e z m ás avanzada de
lo real, revela, com o corolario, la sign ificación de las adaptacio­
nes secundarias y su im portancia creciente, d eb id o a qu e tales
adaptaciones segundas sólo existen gracias a la abusiva deter­
m in ación prim aria.
D ebido al sistem a de valores que tenem os, estamos rodea­
dos de innum erables bloqueos. Nuestra cultura ya no se em an ­
cipa del universo m ágico de la institución. Sin em bargo, al lado
del m u ndo de los prejuicios está el de las transgresiones, {leí
cual aún queda por hacer la historia. T.a realidad de las adapta­
cion es secundarias sobrepasa holgadam ente la ficción presente
de las adaptaciones prim arias, que no son más qu e una apa­
riencia designada. Electivam ente, esta actualidad no podrá ocul-
lar por largo tiem po e l ¿ondo dinám ico que subsiste más acá de
las representaciones, de los roles y de las asignaciones.
Si nos ubicam os en el p la n o del hábitat., la subversión de los
usos clandestinos está m uy exierulida, desde los puentes que
sirven de asilo a los m arginales, pasando por los veh ícu los esta­
cionados qu e p rim ero se utilizan com o lugares de citas, y luego
com o cam as para dorm ir (u tiliza ció n secundaria legitim ad a a
con tin u a ció n p o r los con stru cto res). Las a n o m a lía s son el
reservón o inagotable de los m odos de vida de lo s que, un día u
otro, éstos tomarán sus form as y sus m ateriales, liste universo
se perpetúa, y si existe una filiación de estructuras, una afilia­
ción de sis lemas, subsiste paralelam ente una perm anencia de
las superaciones. Cada v e z que se produce una gran crisis, un
cataclism o o algún otro traum atism o social cualquiera, se asiste
3 una in flación tle las transgresiones del uso: tal iglesia se con ­
vierte en un estacionam iento o en un depósito, xal escuela se
u tiliza com o lugar de albergue o com o capilla ardiente.
Finalmente, cuando se producen grandes m utaciones, se asis­
te al transvasam iem o de un u niverso a otro: los num erosos v e ­
hícu los abandonados en las proxim idades d e los aeropuertos
p or los colon os belgas qu e huían del G ongo se con virtieron en
seguida en ciudades para los autóctonos. Los departam entos
residenciales de los colonos franceses de Bdne o d e Orán fueron
invadidos p o r Jos felás de los aduares argelinos, que alojaron
allí sus rebaños: un piso para los carneros y las cabras, otro
para las fam ilias. Sin m en cion ar el ejem p lo clásico de los pala­
cios de I,eningrado, rcínvesiidos con carácter d e colectivos de
habitaciones después de la revolu ción de Octubre.
La transgresión d e l uso es una subversión productiva que
alim enta constantem ente .1 la sociedad con costumbres nue\Ta^.
v con stitu ye la fuente de las transform aciones d e l espacio so­
cial, El anonim ato de esta generación espontánea corresponde,
en nuestra época, a lo que fue la invención de las costum bres
alim entarías o la transgresión de los tabúes en las sociedades
antiguas.
A lgunos ejemplos

-L o s búiikers de la “ Fortaleza Europa" transform ados cn


bungalows.
- E l estadio de Colornbes, en París, transform ado en lu gar de
culto por Jos "Testigos de Jehová"
- E l Estadio N acional d e Santiago de Chile, transform ado cn
cam po d e concentración p o r la junta militar.
-L a s iglesias de Hungría transform adas eu gim nasios.
-L o s grandes alm acenes parisinos se con vierten en hospita­
les en 1914-1918.
- f a s estaciones de subte en dorm itorios, en Londres, duran­
te el VÁitz, en 1939-1945.
-L o s refu gios antiaéreos de las ciudades alem anas, en fosas
com unes.
-L a s autopistas utilizadas co m o pistas de aterrizaje.
-T-is estaciones de ías líneas ferroviarias secundarias aban­
donadas y vendidas com o villas p o r los poderes p ú blicos (a ve­
ces con locom otoras y vagones..,).
- E l tanqne de agua dt? M ontm artre transform ado en oficina
sindical.
U na ciudad sqbreexpuesta

“La cámara st: ha con vertido en nuestro m ejor ins­


p ecto r"
J. F, Kennedy

Después de exp e rim en lar con la cámara qu e u n í trola la c ir­


cu lación en las autopistas y con la cámara anlirroho de los su­
perm ercados, la policía m unicipal de H oboken, en el disirito de
N ueva York» d ecidió "ilu m in a r" com pletam ente una de sus cua­
dras. Esta zon a sería puesta bajo vigilan cia permanente con la
ayuda de un circuí lo de televisión conectado a la central de la
ciudad. Sí se cree en sus prom otores, el factor psicológico cons­
tituiría la m e jo r disuasión: “ Las patrullas de p olicía, declararon,
son \iti lu jo que ya no podem os p a ga r”.
1.a crisis de la gran m etrópolis, señalada por John Lindsay
en el p ia n o de la gestión m unicipal, tendrá así, entre otras c o n ­
secuencias, Ja au tom atización (le los servicios d e inteligencia y
la centralización instantánea de Jas inform aciones. Ya se sabe
cuán desarrollada estaba esta inquisición civil en la empresa
norteam ericana, pero e l interés de la experiencia de Hoboken
consiste en que nos muestra la culm inación de la tendencia: la
in versión d e los m edios de com unicación de masas.
Cuando la p olicía urbana substituye la patrulla m otorizada
con la vigilan cia televisu al, hace que su presencia ya n o sea
sólo ocasional: la h ace pesar perm anentem ente sobre las idas y
venidas de todos. Ya n o son m ás ciertos individuos, los delin-
cuentes, quienes tom an la iniciativa de enfrentar en un punto la
representación del sistem a, sino qu e el sistema precede y pre­
vie n e los actos del conjunto social. Se abandona la idea d e una
represión ejercida puntualm ente p o r agentes más fuertes y más
num erosos, en p rovech o de un estado de opresión, {le una v io ­
lencia inm anente a los lugares.
De hecho, desde hace p oco nos encontram os bajo los haces
de un om nipresente circo elecirón ico: desde los satélites hasta
el h elicóp tero (ese s ím b o lo ijue podría reem plazar ventajosa­
m en te al águila d e los blasones), pasando por la pantalla de
televisión del subte, en la qu e aparece la consumación del geid o
d e lo s h e r m a n o s L u m ié r e ; s o m o s c o n ta d o s , s o p e s a d o s ,
auscultados, hasta en nuestras temperaturas, qu e los sensores
in frarrojos testean para a d ivin a r nuestros desplazam ien tos y
sorprender nuestros Restos.
Con el fin de p reven ir cu alqu ier ataque a los Estados Unidos,
un ordenador tro/a perm anentem ente la ruta de los objetos a é ­
reos y espaciales con la ayo da de innum erables radares d e per*
secución. En Francia, el puesto de control v ia l de Rostiy-sous-
Bois posee una inm ensa carta del territorio en la que se ilu m i­
nan los itinerarios congestionados... pero ¿quién nos alerta cuan­
d o nuestro teléfono está conectado a una m esa de escucha o
cuando, los días de huelga, nos espía uno cámara oculta en un
cantero de flores sobre l«i entrada de la universidad para a lim en ­
tar los datos del S ervicio de inteligencia?
M ientras qu e los diarios se esfuerzan p o r sobrevivir, m ien ­
tras las noticias de actualidad desaparecen d e las pantallas del
cinc, nadie parece evaluar e l arsenal del acecho, esta jungla mal
conocida que algunos ya llam an “nuestros líneas de ausencia”.
La casa de vid rio es el sím bolo de una sociedad transparen­
te, sobreexpuesta a la obscenidad de la mirada policial. A s í com o
el rastrillaje urbano de los barrios nos recuerda Ja herencia c o ­
lo n ia l, el m uro-cortina nos devela una situación: detrás del mito
de una naturalidad reencontrada, de un a lb orozo general, se
insinúa el m ito de la ubicuidad. Entonces se descubre la estre­
cha relación entre el ob jetivo de los m edios m asivo* de com u n i­
cación y e l o b jetivo de la arquitectura contem poránea. Desde la
sede de la O N U hasta la del PCF 94, se abusa, en efecto, de esta
im agen de exponer a la lu z del día, de d evelar espacios in terio ­
res. Se percibe la connivencia entre las necesidades m ilitares y
la rectitud de los bulevares de Haussm ann, pero parece ignorarse
qu e la fu nción del arm a y la del ojo son vecinas.
La arquitectura de v id rio , qu e a veces se llama 'arquitectura
de lu z ", p rovien e de una visión idílica de la sociedad: la de un
intercam bio constante, de una intercom unicación entre los gru­
pos qu e h ab itar una m ism a unidad, una misma m anzana. Se
trataba de la visió n optim ista de los años veinte, directam ente
inspirada en la casa com ú n de los utopistas rusos. Todo esto
está m u y lejos, y la realidad urbana es m u y otra. Basta con
escuchar al nuevo prefecto de París declarar que “ la u tilización
de cortinas u otros disposirivos qu e tengan p o r efecto suprimir.
incluso parcialm ente, la transparencia de las terrazas de café,
no podrá ser tolerado” - o aún « i r al policía bordalés afirm ar
que “ la calle pertenece a la p olicía ” - para com p ren d er que esta­
m os lejos de la com u n ión social, au n qu e esta últim a afirm ación
se encuentre más acá d e la verdad, p orq u e se acaba d e hacer el
ensayo, en la Quinto Circunscripción y en M assy-Antony, de un
n u evo cuerpo de a gen te? ‘d e a p ie ” , cuyo ob jetiv o es asegurar
una defensa pasiva, circulando por los patios, los sótanos ¡y
hasta en los palieres de los departamentos?
La vid<i cotidian a se luí lia com pletam ente dom inada por l<is
estrategias de una fuerza m ilitar-policial, y cada evento da la
ocasión para acrecentar su influencia no sólo sobre el “ m edio
am biente'’, sino tam bién sobre el hábitat.
fcj espacio está saturado, desde lo im agen de la ciudad p u l­
verizad a hasta las más recientes técnicas de urbanism o íjue nos
ofrecen una representación fragm enta ría. ¡C om o si e l cam po
lili te desapareciera totalm ente en provech o de secuencias cin e­
m atográficas! “ F.l cine, escribía Kafka, es p on erle un un iform e
al o jo " ; ahora sabem os de que un iform e se trata.
Rslos sondeos, este barrido óp tico de las calles, ríe las aveni­
das, e l contador vial qu e “cobra" los pasajes y en el que ya no se
trata de v eh ícu los, sino d e una m ateria com puesta llam ada “ flu­
jo de circu lación ” , nos señalan que nos liem os c o n v e n id o en la
m ercancía de la inform ática, e l capital de los bancos de datos.
Se pon e e l acento en el hecho de que n os volve m o s b en eficia­
rios de los m edios m asivos de com unicación, raramente sobre
el hccbo que nos descubre explotados por e l arsenal electrón i­
co.
Un m iníelo del género lo probará: después de muchos m e­
ses, un program a de televisión d e Alem ania Occidental realiza
una hazaña: la colaboración con la p olicía crim inal. “X .Y ." es su
nombre. Se proyecta sim ultáneam ente en A lem an ia, Austria y
Suiza. Cada v e z . se abren ante los telespectadores d iez casos
que corresponden a hechos reales, desde asesinato hasta m ero
latrocinio. H1 program a reconstruye el delito, muestra los o b je ­
tos probatorios y, sobre todo, ofrece una descripción de los sos­
pechosos. A continuación, los d ie z o quince m illon es d e tele­
spectadores son interrogados; ya sea sobre e l enigm a en sí, ya
sea al n ivel de los testim onios directos. Sobre doscientos vein ti­
cinco casos propuestos, una centena fueron resueltos gracias al
concurso de la pob lación alem ana. C om o lo con fesó e l r e a liza ­
dor del program a: "A p elan d o a la m em oria visu al o auditiva de
los telespectadores X Y . ’ enseña un com portam ien to útil. Y i no
se trata de ún ju e g o espectacular, sobre lod o se traca d e favore­
cer la denuncia de lo s delitos, pues este es un d eb er cívico". N o
por ello los ganadores dejan de cobrar una recom pensa q u e ron­
da los noventa m il francos.
C om o se ve, se traca de un adiestram iento, T.a p olicía, p o r
in term edio de la televisió n , interroga al cuerpo social com o el
praccicante lo hace con la com putadora. Pero éste no es el in o ­
cente in terrogatorio de un conjunto técnico, sino el in terrogato­
rio de un crim in al; un p o c o co m o si se preguntase a la m em oria
electrónica sobre el d esfallecim ien to de uno de sus sem icon ­
ductores, se trata de hacer confesar un crim en al cu e ip o social,
con el Tin d e fa vorecer la expulsión de uno de sus m iem bros.
Los procesos de denuncia sistemaü'ca llegan a buen puerto, los
m edios m asivos ya n o in form an , la sociedad in form a al Estado
p olicial. La "lib eración de la palabra'' term ina en la delación, la
"p a rticip a ción " en la cacería humana.
Para com p ren d er cabalm ente esta situación, hay qu e rela­
cionar esta nueva guerra de ondas con las operaciones "a p u er­
tas abiertas", en los cuarteles o las prefecturas de policía. El
carácter tem ible d e la fu erza pública tiende a desaparecer, há­
bilm ente d isim u lado bajo la apariencia de un in ofen sivo servi­
cio social. La legitim ación psicológica tanto com o el enrolam iento
de los curiosos, espectadores o telespectadores, uo son, aquí,
más qu e una cuestión de tiem po.
10
La delación masiva

Hace casi m edia siglo, Adolt H itlcr declaraba en su segando


libro:

"L as leyes d e la vida tienen consecuencias p areci­


das para los p ueblos y los individuos. Cuando, en
una criatura determ inada, el instinto de con serva­
ción, con su doble ob jetivo orientado a la conser­
vación y a la reproducción, existe únicam ente en
el estado de fuerza elem ent.il, esa criatura no pue­
de esperar más q u e satisfacciones lim itadas; la con­
secuencia lógica es la lucha en Lodas sus form as
para m antener la p osibilidad de la vid a, para la
liberación tlfl instinto de conservación”

Parece que desde hace p oco asistimos, b ajo los m ás virtuo-


sosprecextosecon óm icos o ecológicos, a esta fam osa liberación,
a este desencadenam iento del prim er instinto. El d e lirio cjue
o bsesion ó a la A lem an ia de los años treinta parece ser e l m ism o
d elirio q u e vu elve a obsesionar al m undo de los años sesenta: la
cuestión de la calidad d e vida en el corazón de un espacio vital
recobrado; ese m ism o sentim ienLode encierro, en un m edio cer­
cado y de [ jni ti vaiuenie acotado, parece reproducir idéntico des­
enlace: el desarrollo de la autodefensa, con todo lo qu e esta
supone de con flictos y de rupturas enLre los grupos e in dividu os
d e la m ism a sociedad. Del m ism o m odo en que la organ ización
m inuciosa de estas rupturas fue ayer una d e las obras maestras
tanto del n a zism o com o del fascism o, así la organ ización siste­
m ática de la d elación p odría convertirse en la obra maestra del
listado m oderno.
Se cree, ced ien d o a cie n o faeilism o, qu e las instituciones
sociales son ora positivas ora sim plem ente neutras: raramente
se visu a liza n las posibilidades de una n egativídad del Estado,
excepto por parte de algunos herederos del anarquism o del si­
glo pasado; la idea misma de un aparato p o lítico siniestram ente
suicida no se c o n s id e r a con m ayor seriedad qu e los perjuicios
ocasionados por el aparato científico. Los "servicio s” v í a s “asis­
tencias” más diversas d e nuestra vida cotidiana nos arrastran a
considerar al Estado com o si fuera una madre suficientem ente
buena, inclu so si a veces, un p o co brutalm ente, se transforma
en una m on a.
Sin em bargo resulta fácil constatar Li te n a * evolu ción de Lis
fuerzas del orden pú blico en el sentido d e una m ayor diversifi­
ca ción de Li asistencia cívica. La brutalidad n o es la caracterís­
tica más in qu ietan te {le la p olicía, co m o se pretende gen eral­
m ente, antes qu e nada lo es su trabajo de inteligencia. Por lo
tanto, la discreción d e esta oficina de control social no justifica
nuestra inconsciencia o nuestra falta de cuidado en relación con
ella. La madre* abusiva que revisa los b o ls illo » de sus h ijos para
descubrir sus eventuales rom ances, o que va a m irarlos m ien ­
tras duerm en para a d iv in a r sus sueños, es infinitam ente más
peligrosa qu e el Padre Golpeador. Ahora bien, precisam ente este
tipo de m utación afecta acm.nlm ente a las fuerzas públicas. l a
sustitución d e un M arcellin p o r un Poniatow ski resulta ejem ­
plar; el segundo posee toda la fam iliaridad qu e le faltaba a su
predecesor; tiene tam bién, y es lógico* infinitam ente más poder,
porqu e es a la vct: el guardián y el arganizador del espacio vital.
Entre los años 1940 y 1945, el V iejo Continente ha v iv id o
situaciones q u e recuerdan en varios pu ntos la época p resen te
En e l curso de este p eríod o, y más precisam ente entre 1943 y
1944, se recom endaba a cada quien cav3r una trinchera en su
jardín o en su patío a fin de pod er poner a salvo a su fam ilia.
Para lle v a r a las p oblacion es de los países ocupados a temer,
más qu e a esperar, su liberación , se publicaban en la prensa
fotom ontajes d e ruinas hipotéticas, se prefiguraban las angus-
tías d e la guerra total... El cam po cerrado de la exageradam ente
famosa ft-srum tenía entonces un efecto p sico ló gico y
so cio ló gico considerable: tendía a unir al ocupante y al ocupa­
d o en un m ism o tem or ante el porven ir, la fortaleza daba a la
v e z unidad c identidad a lo que tío poseía n i lo uno ni lo otro. Se
tien d e a o lv id a r con dem asiada facilidad este rol del recinto en
i a con.sM lución del sentim iento com unal o nacional, la p olítica
no tendría ninguna relación con la p oliorgu ética , el arte de si­
tiar y d e hacer b loqu eos, la ciencia del aislam iento.
1943 constituye tam bicn el c o m ie n zo de las grandes óperas
rfc dirección , en las q u e se conducen ilotas aéreas, en Londres o
en lícrlín , desde cincuenta metros bajo tierra, y donde una m u l­
titud de azafatas se hacen cargo radiofónicam ente de los p ilo ­
tos, para gu iarlos y tranquilizarlos durante su m isión , a cientos
{le kilóm etros d e allí. l a autoridad ya se ejerce con el m ín im o de
relevos técnicos, y si el Fiihrcr juega al sertor d e la guerra d iri­
giendo por teléfon o a sus generales, en última instancia es todo
el con junto del sistema de transm isiones el que favorece e l con ­
trol total c in m ediato d e la autoridad superior sobre cualquier
ejecutante; en adelante el p od er engrana directam ente vs.
Sobre el territorio alem án el sistem a de alerta juega un rol
considerable en la p sicología bélica. En cuanto las escuadras de
bom barderos franquean los lím ites litorales de la fortaleza eu­
ropea, se les señala a las p oblacion es su presencia m ediante u if
pre-alerta, pon ien do sobre a v is o a las ciudades apuntadas a m e­
dida qu e esas escuadras van penetrando y cam inando d e rum ­
bo. El espacio y el liem p o de la guerra se com prim en, el p eligro
es v iv id o sim ultáneam ente p o r m illon es d e auditores; pareciera
ser q u e lo q u e brinda p rotección es la in form ación ; tener tiem ­
po, a falla de espacio... tiem po para reaccionar. Para protegerse
efica zm en te resulta necesario abolir a cu alqu ier precio el efecto
sorpresa, dándole la razón o p osteriori al autor de A ta n K um pf,
cuando decretaba en su prisión; 4'La idea de p rotección obsesio­
na y colm a la vida ”.

La transparencia, la ubicuidad, un con ocim ien to total e in s­


ta n lin e o , be a llí lo qu e se necesita para sobrevivir. A q u í co­
m ien za una interpenetración entre adversarios; e l id ea l de cada
v n o consiste en reem plazar al otro -a l e n e m ig o -, en darle órd e­
nes personal me u le a los m ism os que se com bate; es a la ve z
in filtración e intoxicación, es el M in isterio del T e n o r y son los
com andos qu e pasan al en e m ig o para en gañ arlo... El espionaje
se c o n vierte en un fen óm en o de masas, las necesidades de la
guerra absoluta ex ig en q u e cada quien controle al otro y (o en ­
gañe. Es e l c o m ien zo de una sob iexposición social que, a través
de los diversos m edios {le com u n ica ción e in fo rm a ció n , da
continuidad a lo sobrexposicióu del m edio am biente del territo­
rio. ’íla ta r de saber todo enseguida lo identifica o usted con el
otro, m áxim e cuando cJ m o vim ien to de este saber no sólo exige
lina ciencia d e las accion es del a dversario, sino, p o r encim a de
cu alqu ier otra cosa, uno p rogn osis de sus proyectos. N o hace
falta buscar más le jo s los razones de las graves crisis de los
servicios d e in teligen cia o lo largo de la Segunda Guerra M u n ­
dial. Los p rofesion ales d e l espionaje son literalm en le doblados,
p o r uno parle, d eb id o a la proliferación de l o » sistem as técnicos
de in form ación y, por otra., debido al desarrollo de la delación
m asivo, n los aficionados, a los volu n tarios—
l.os fam osos servicios especiales y sus agentes ya n o tienen
el m on opolio del devela m iento, de lo traición. En e l seno del
e s p a d o cerrado de lo "Fortaleza Europa", prim ero e l p erfeccio­
nam iento de los antenas tecnológicas de detección los reem pla­
z a ventajosam ente en num erosas m isiones; después, la guerra
“ p sicológica ” -e n acción concurrente con lo guerra “electrón i­
ca'"'• transform a a cientos de m iles de civiles en denunciantes
potenciales de los más diversos sospechosos: paracaidistas, ju ­
díos, refractarios, prision eros evadidos, etc. La inteligencia se
con vierte en lo esen cial del espíritu de defensa: la radio lo in for­
ma de cualquier peligro, de inm ediato, pero o cam bio usted alerta
telefónicam ente a las autoridades de cu alqu ier anom alía que
sobrevenga en su vecindario inm ediato. Esta es la form a d e com ­
bate cívico de los ciudadanos del Estado totalitario.

En Francia, desde hace una decena de años, se asiste a una


tentativa d e asociación del público a las toreas de policía. P rim e­
ro fueron tareas de policía preventiva, o hora asistimos a un ver­
dadero desarrollo de la delación en masa. A q u í también el siste­
ma funciona solo, cualesquiera sean los responsables en cues­
tión. Desde 1968 vengo notando num erosas "operaciones” orga­
nizadas por diversos organism os y m edios m asivos de comunica­
ción. El rol p olílieo de las campanas profilácticas merecería por sí
sólo un análisis agudo, co m o el de ciertos juegos d e adiestra­
m ien to de lectores o telespectadores, por ejem plo el ju ego de las
a n om a lía s96, o también el de ciertos acoplam ientos entre los te­
mas de las historietas de los diarios y los temas de actualidad, y
hasta e l d e las palabras cruzadas, que a veces fueron utilizadas
con fines d e intoxicación (en Am érica latina, por ejem p lo).
Pero volvam os a esta 'lib e ra c ió n d e la delación ” desde 1968.
Prim ero e l "G ran Juego RTT/ ',}? m o v iliza p or prim era v e z a l ejér­
cito, <1 la gendarm ería y a sus estaciones periféricas; d e lo que
en verdad se trata es de g ru í ules m aniobras de control social
bajo la cubierta del “Juego del M ejo r conductor”. Toda Francia
se em pavesa, ya no con trapos rufos y negros, sin o con ban dero­
las, A lo largo d e lodos ios recurridos viales del Estado, las m u ­
n icipalidades , las prefecturas, la C ru z Roja, participan de este
ju e g o de pista a escala nacional. Se pegan afiches, ya no se dis­
tribuyen panfletos sino prospectos y, sobre todo, se reparten
p rem ios a lo s conductores que m ejor se han portado, señalados
p o r los h elicópteros del ejército y de la gendarm ería.
H ay qu e rem arcar que e l control rem oto, organ izad o antes
que nadie por los receptores radiales periféricos, a u torizó final­
m en te la creación, en el fuerte de Rosny-sous'tíois, del prim er
P C 93 de la circulación vial a escala nacional...
.Ante e l éxito de la salida de vacaciones de 196&, E urope 1 99 *
n o qu iso quedar a la zaga de esta iniciativa de “ toma directa’^y
lanza a su v e z una operación: “ ¡Socorro D octor X!". Cada jueves
des<le las catorce hasta las qu in ce horas un doctor an ón im o está
dispuesto a responder a iodo "in fa n te" para aconsejarlo y ayu­
darlo a “adaptarse” a Ja vida en sociedad... En 1970, R?Y. contra­
ataca sobre este terreno rico en posibilidades, lan zan d o a su v e z
la experien cia intitulada, en m em oria de M a y o del ’68, "usted
tien e la palabra” A q u í ya 0 0 se trata del anonim ato del in terlo­
cutor, sino d el anonim ato del aparato: grabadores program ados
registran las veinticuatro horas del día lo que los oyentes tengan
a bien exponer.
Por otra paite, cada v e z se solicita más el testim onio directo.
Está d e m oda el retrato-hablado difu n d id o p o r la prensa, en par-
tícular después del secuestro de la pequeña Duguet, qn e m o v ili­
z ó a todo el norte de i-rancia; en febrero de 1971, la operación
“ SOS Justicia” y e l estreno de la asistencia ju dicial directa: dos­
cientos m il llam ados en cin co semanas a los ciento cincuenta
procuradores. V, ahora e n A lem an ia, el p rogram a de televisión
“ Referencia X .Y " , del realizador Ziinm erm au, qu e asocia a los
telespectadores en la tarca de elucidar enigm as policiales rea­
les, abrien do en la pantalla chica casos crim inales en cu reo y
solíciLin do, a cam bio d e una sustancial recom pensa, la denun­
cia d e ios sospechosos. Está la tentativa, más precisa y menos
enm ascarada, del Estado polici.il, interrogando a l cuerpo social
so pretexto de civism o. Cuando la Jim ia chilena dio el solp e cn
1973, los m ilitares utilizaron esie procedim iento para ob ien er la
d elación de los m iem bros en fuga del gob iern o popular.
Pero vo lva m os a Fronda. Durante el verano de 1972 se lle ­
van «i cabo las maniobran de las “ fuerzas de defensa o p era d o-
nal {le í territorio". Se intitulan a sí mismas "B caucc 72" l0°. Esta
v e z es el lurno d e l ejercito para solicitar la participación {le los
habitantes de la región “ en la denuncia d e comamítw. <‘f¿amigos"
Durante la mism a época, en d erta s u niversidades americanas,
los p o licía s p id en a los estudiantes una in versión d e los papeles
para m ejorar "la mutua com pren sión después de los m alen ten ­
didos de los añ os sesenta” ; los unos perderán los cursos, los
otros e l un iform e (terapia, terapia.,.)- Duran le el m es de agosto
d e 1973, co m o si el verano se revelara la estación más fructífera,
Europa 1 lanza una nuevo operación que se hará perm anente,
Jean G orin i la intitula “ F1 leléfon o rolo". Esta v e z se le p ide a los
oyentes q u e se conviertan en periodistas, inform adores, dando
la alerta a esc puesto p eriférico cn cnanto sob revien e un aconte­
cim ien to im portan Le (tom a de rehenes, aten lados, incendios,
etc.). Se c o n ta b ilizó una m edía de cien llam ados por día v, en
jim io d e 1974, in c una oyen te qu ien a cam bio de qn in ieu los
fra n c o s ,m de recom pensa denuncia e l escándalo del cura casa­
do de Ucuxc. En adelante, los cazadores {le recom pensas pare­
cen tener un futuro p rom isorio...

Con el d esarrollo de las técnicas audiovisuales, la an im a­


ción de las nuevas ciudades aún ofrece la oportunidad de veri­
fica r la exposición social, \Ln ciertos b arrios se prepara la tele­
visión por cable, se con ceden créditos a los an im adores cultu­
rales para p e rm ilir a los nuevos habitan les d e los suburbios
con vertirse n o sólo en periodistas, sino tam bién cn cineastas,
Tjos centros prestan gustosarneiHe cám aras y videograbadoras,
para qu e cada quien se descubra una v o ca ció n de in vesliga d or
y pueda film a r la vida de su nuevo b a n io . A q u í tam bién se
otorgará el p rem io aJ m e jo r cineasta aficion ad o. Volverem os
más adelante sobre la in flación d e la p resen d a de cám aras es­
pías en la puerta {le las universidades, cn las entradas de las
ciu dades, en los estadios, en el subte o cn los alrededores d e las
zon as industriales, etc.; lo im portante consiste cn rem arcar que
no sólo la p olicía desarrolla los m edios d e la vigila n cia , sino
que lam b icn se .m im a sin cesar a nuesiros vecin os directos a
participar d e esta vigilan cia refo rza d a de la vida social, so pre^
texto de actividades cu ltu ra les1U¿, de seguridad v ia l, de h ig ie­
ne, etcétera.
En ía prim avera d e 1974, {lando continuidad a una larga
in toxicación sobre la inseguridad en el subte de París, el diario
/•ínnce-Soír lan za mía operación ‘M etro” l0;*, pidiéndoles a sus
lectores que relaten los actos de delincuencia o las agresiones
de las que han sido víctim as o testigos. Para la m ism a época se
p o n e en m archa el serv ic io “ H ola-P arís-Lim p ieza” (con una
m edia de cuarenta llam ados diarios). Se podría creer qu e se
traía sólo de "h ig ie n e ” , pero resulta p osib le v e r que entre las
tareas de este servicio pú blico se van deslizan do la lucha contra
la fija ción salvaje de carteles, el borrado d e graííitis, etc.; d ec id i­
dam ente, la id eología sanitaria resulta siem pre útil tanto en el
control co m o en la represión social, lin el marco de esta nueva
organ ización de la delación, de la que Fratu:e-$oir se hará «eco
en jim io de 1974. se indica q u e en ciertos CES U>1 y liceos de la
región parisina las clases de b io lo gía se prolonguen, y (pie los
contenidos tam bién incluyan, en adelante, problem as tales com o
la lucha p o r la calidad de vid a, ia contam inación, la d em ogra­
fía. Un p oco después verem os hasta dón de pueden ir tales m a­
nipulaciones con la creación de las//uttcfcs d d m ed io am biente,
qu e son lo s “ Rangcrs de Francia”.
De hecho, se p o n e en marcha una m oviliza ción general; lo ­
dos los pretextos son buenos si ayudan a organ izar la descon­
fianza y la inquietud y a beneficiarse de la dejación gen eraliza­
da; más aún: con la in stitncionalización d e la denuncia siste­
m ática bajo la apariencia de asistencia, de civism o y de sentido
m oral, se pon e el acen to sobre las víctim as de los accidentes de
tránsito, asim iladas a las victim as de Ja guerra, o sobre las a gre­
siones en los transportes públicos, en referencia a los Estados
Unidos, en las grandes aglom eraciones se sim nla la guerra sub­
versiva, pora tes tea r la buena voluntad d e colaboración de la
gente en las tareas de m antenim iento del orden.
La p a cífica coiid can id ad p ierde insen siblem en te sn reali­
dad 10-\ lod o se dram atiza a ultranza, so pretexto de los p eligros
más diversos -d ro g a , alcohol, crim inalidad, contam inación, su b­
ve rs ió n - y se pon e el acento sobre el carácter más tem ible de
cada acción , lb d o se em b rolla, se m ezcla, los lím ites entre los
gestos cotidianos m ás ordin arios y los riesgos más grandes ya
no son m u y netos; así se justifican los principios am biguos de
la asistencia en los nuevos dom in ios: la asistencia ju d icial, la
asistencia arqu itectónica, etc., y todo ello con el pretexto de p o -
p iih iriz a r la justicia o de evitar la degradación del m ed io am ­
biente. Todas las ocasiones son buenas para una m anipulación
acelerada d e las poblaciones, con la ayuda de mi con tingen te
cada v e z más num eroso de trabajadores sociales o asim ilados,
d e n m il en el V I P la n ,0f>. En última instancia, sería e l conjunto
de las profesiones e l qu e tendería o desaparecer e n provee lio de
asistencias específicas. A qu í, los ideales de la cogcstión y de la
autogestión sirven para enm ascarar el m ontaje de este encua­
dre íntim o: eso explica el núm ero de izquierdistas o de refracta­
rios al orden social en Lis filas de estas nuevas profesiones. Se
realiza una sim plificación abusiva d e las relaciones sociales: el
asistente y el asistido, el anim ador y e l an im ado, el consejen? y
el aconsejado... pero ya se van anudando in terferencias «i Lodo
esto, y tal “an im ador” es un "a n im a d o " qu e se ign ora en cnanto
tal cuando se cnfoca su actividad desde un án gu lo diferente. Un
aparato de control social se p on e en funciona m iento sin qu e
todavía podam os com pren der claram ente los porm enores del
asunto, en todo caso, se trata del fin de las libertades in d ivid u a ­
les bajo l«i cubierta -d even id a clá sica- de la “ seguridad” y de la
“p rotección ” La ¿rase del n u evo m in istro para e l O rganización
del Territorio y del Interior, con m o tivo del lan zam ien to de las
prim eras op eracion es “ coup d e p o in g ” 10?, resulta explícita: “ N o
hay libertades in dividu ales reales sin seguridad personal”.
Vamos, entonces, hacia un prnteccjcnism o soda?., hacia una
sociedad m enos libera l que protectora. Toda política va a tender
a organizarse alred ed or de nuestras debilidades c im pedim en ­
tos más h u im os; la in versión del liberalism o form a) justifica
todos los rcíu erzos tanto de la potencia m ilitar com o de las fu er­
zas del orden, qu e legitim a n la transform ación de cada ciuda­
dano en m ilicia n o , en m ilitante del m edio am biente, co m o yo lo
deseaba Po lija de, q u e tam bién d efin e al en em igo interior y ex­
plica los desbordes cada v e z más marcados d e la institución
m ilita r p o r fuera de sus clásicas m isiones, su in terven cionism o
en el d om in io c iv il (éste es e l sentido del co lo q u io sobre las
"a m en a za s").
Si se considera a cada sujeto desde el án gu lo d el riesgo, del
m ol, se transform a toda la realidad social. Si d e ahora cn a d e ­
lante .se p ercib e cada objeto, cada cosa, desde el án gu lo de la
degradación, de lo contam inación, entonces el paisaje se con ­
vierte en un cam po de batalla» un osario, un país d e l tem or y de
la angustia don de reino el prorecror, el sostenedor; h e a q u í e l
p orven ir propuesto: el de la institucionalización de un verdade­
ro “ racket socio 1".

Una m ultitud de hechos confirm an este m o vim ien to de in ­


terpelación de las i nasos. Tom em os e l ejem p lo d el sindicalism o
de consum o. Se trata de adiestrar para la vigilan cia a los usua­
rios y a los consum idores: vigilan cia sobre los productos, sobre
Jas con d icion es de venta, sobre los m étodos m ism os. En Fran ­
cia, la Unión de C onsum idores (IJROCJ reclam a sin cesar una
I»o rti cipa ción activa cn los servicios de represión de fraudes,
cada ama de caso tiende a m etam orfosearse en inspector de
gón dolas. Tam bién a q u í el Fstado se coloca en p osición de dis­
p on er in m edia lam en le de d a tó se inform aciones polen cíales'que
son a la vez d e cada uno y de todos; la espontaneidad del tuer~
codo p ú blico y de las carreras periodísticas, lo frescura de las
r e la c io n e s s o c io les - ú lt im o s ra s tr o s d e u n a s o c ia lid a d
p re u rbana-, e l reencuentro entre e l citadino y el cam pesino va­
rias veces por sem ana en la pío7a del m crcado, lodo esto, a
través de un ‘'d rill" repelido, tiende a ser reem p lazado por una
situación con flictiva , pretendidam ente racional y m oral, en la
tpie cada uno espía al otro» sospecha de él, con el fin de develar
a los servicios "com peten tes'' sus m alversaciones o los "im p e r­
fecciones ” ile sus productos... lo contrario de ana conversación.
El interés q u e tiene este ejem p lo por sobre otros radica en la
am plitud q u e com ien za a tom ar deb id o a los pases de m ano
tanto d e los m edios m asivos y de la televisión com o de las orga­
n iza cion es d e consum idores que se desarrollan en todos los sec­
tores. lo cual ya les perm ite, por cierto, in terven ir en la vida
política.
Otras experiencias se m ueven en el m ism o sentido, el de
expandir Ja delación; la operación que, al p rin cip io del verano
d e 1974, apuntaba a denunciar a los vacacionistas qu e cada
año, entre ju lio y noviem bre, abandonan sus anim ales dom ésti­
cos para salir de viaje. Los program as de televisión de “ gran
au diencia” com o "D o m in ó ” , d e C u y Lux (2'1 «le ju nio d e 1974)
en el cual, entre Jas canciones de Sheila y de Ciando Fran^ois, se
incita claram ente a la denuncia colectiva. lem a este q u e renue­
va la ap ela ción a com etid a par.i la m ism a época, siem pre en
Franre-Sofr, sobre los ‘'niños mártires". Una refuerza a la oirá: el
carácter o d ioso del verdugo d e niños se agrega al deplorable
gesto con respecto al anim al fam iliar, asi com o a los diversos
pedidos de d elación cotidiana. Se trata de una am algam a que
filialm ente nadie an aliza: n adie osa en trever e l objeto sintético
de una tal m anipulación, de una tal in toxicación proteccionista.
En Francia, la aparición desde hace ya dos o tres años de las
prim eras “ m ilicias d e autodefensa” , m ucho tiem po después qu e
en los listarlos Unidos, p rim en ), p o r ejem p lo, entre algunos c o ­
m erciantes d e B oulogne-U illancoort en 1971; después, con la
extensión de esta práctica a m uchas m unicipalidades; y, final­
mente, con su extensión a M arsella, al célebre barrio “ 13e)le de
M ai” en agosto d e 1974, tridos estos fenóm enos, habrá que acep­
tarlo, responden a la m ism a lógica . Resulta p o r cierto interesan­
te rem arcar que, aunque en la maynría de los casos las au tori­
dades han p roh ib id o oficialm en te Jas prácticas m ilitaristas, lo
han hecho blandam ente, considerándolas peligrosas sobre todo
p o r estar p o c o o m u y mal organizadas. Sin iluda se trata sólo de
reacciones apresuradas en la cabeza de los responsables del o r­
den p ú b lico, pero resulta evidente qu e la organ ización del con ­
flicto civil ya es el h ech o p o r excelencia del Estado m oderno
m ism o. Basta con vtilver sobre algunos escándalos recientes: la
transform ación de ciertos em pleados de la R A TP Kw en "policías
au xiliares” , habilitados para levantar in fracciones en la vía pú­
blica (los carriles de circulación p riorita ria ), así co m o la d e c i­
sión, igu alm en te novedosa, de equipar con armas los cam iones
transportadores de caudales de las P T T 105, o inclu so las decla­
raciones am en azadm as de Pierre Giraudet, director general de
la Adm inistración tle transportes de París: “ 0 los poderes p ú b li­
cos funcionan, o nosotros liarem os lo necesario../’ , es decir, la
puesta en pie d e una p o lic ía p riv a d a com puesta de vigilantes
entrenados y armados.
Caí la uno de estos hechos resulta m enos im portante que su
con vergen cia, qu e apunta a transform ar la pacífica cotidianidad
en una jungla en la c|ue la sucesión d e riesgos y peligros se
halla rigurosam ente graduada, desde la naranja m anoteada al
superm ercado hasta el asesinato en un lu gar público, pasando
p or los saldos fraudulentos en los negocios, los riesgos tic acci­
dentes en l.i ruta o la alerta d e contam inación atm osférica y
alim en taria. A fin de cuentas esta m ezcla de los tem ores más
leves y las angustias m ás grandes n o pam-,e inquietar a nadie.
¡Fsa es la paradoja! ül i-stado adminiscra el temor, pero nadie
parece estar inquieto p o r la m utación de la cotidianidad; m ejor
aú n . los m ism os que sufren esie adiestram iento diario, de bu e­
na gana acusan de p esim ism o excesivo a los que se ofuscan.

1<1 u tilizació n de las m ujeres resulta igualm ente reveladora;


n o hay qu e atribuirles a los m ovim ien tos d e liberación fem en i­
na la introducción d e las mujeres en los servicios de seguridad
pública. La m u ltiplicación de las “azafatas” de com isaría, las
contratadas, las m ujeres p olicía de las famosas "brigadas esp e­
cia les” am ericanas y, desde hace poco, la u tilización de parejas
casadas en las patru llas urbanas (los m otoristas de Nueva
Orleans, p o r e je m p lo ], todo esto -ju n to con el desarrollo 4e la
d em ografía fem enina en el ejército, a m enudo para reem plazar
en las tarcas subalternas a los conscriptos (e n los Estados Uni­
dos, por ejem p lo , después del iin d e la conscripción obligatoria
en ju lio de 1973)- n o es neutro, ni constituye el resultado de
una política de igualdad de los sexos. A pesar de la '‘secretaria
de la C ondición Fem enina” , el servicio n a cion a l «p ie ella p ro p o ­
ne no es el signo más convincente d e una liberación d e la m u­
jer. í Precisa rn en te en el m om ento en qu e se desarrolla la oposi­
ción al servicio m ilitar m asculino!
I.a evo lu ció n del genero p olicial en el cine resulta bastante
característica del cam b io acoacecidn. A llí dónde sólo e n c o n trá ­
bam os al detective p rivad o (tip o H um phey B o g a n ) o al sfw riff
ejem plar, se ve aparecer a la m ujer detective» y tam bién, desde
hace algún tiem po, al policía de los “servicios especiales” (tipil
¿trópico], in tegrado al gru po, en un b arrio popular, contestatario
del orden clásico, del u niform e, im agen misma del trabajador
social, del trabajador del orden social. El rol de lim a ra Dobson,
la ‘ p o li’ pi/i-up en la película de Jack Starrct Dúhitm t.u Jones,
anuncia un últim o d esliza m ien to d e la im agen del buen policía
social y hum an itario; la publicidad del film es clara: “ Es bella,
es ‘p o li': es dinam ita". Por prim era v e z se utiliza el scx-sym bol
liara crear otra figura del p olicía ; ya no se trata únicam ente de
que ha dejado de parecer inquietante o am enazante, tam poco
de q u e ya n o es solam ente social, humana: d eb id o a su carácter
de m ujer se co n vierte en seductora y deseable. Se u tiliza el tem­
peram ento vo lcá n ico d e Ja heroína del orden pú blico para justi­
fica r la violen cia p olicial y la prom iscuidad entre los ciudada­
nos y Ja p léy a d e d e inter vi Dientes, d e sostenedores sociales:
an im adores callejeros, asistentes diversos, policías disfrazados
de ktppies, o de trabajadores inm igrantes, policías de a pie que
patrullan los sótanos, los altillos, las entradas d e los inm uebles,
esos diferentes espacios que ayer fueron sem i-pri vados y hoy
son públicos.
La prom iscuidad extrem a cn relación con las nuevas espe­
cies de fu erza del orden social, exige un esfu erzo considerable
de seriüctfdn. Aquí, el rol de Lis m ujeres resulta evidente, no
hacen más que contrariar el efecto d e repulsión popular frente
al agente d e p o lic ía , se utiliza Ja am bigüedad enrre esta repu l­
sión tradicional y la atracción sexual en favor de los intereses de
las fu erzas d e represión. En efecto, las relaciones de delación
entre las poblacion es interesadas y la p olicía se ven sim plifica­
das enorm em ente: se habla con m ayor facilidad al “ sexo d éb il"
qu e al brigadier excesivam ente p erspicaz; incluso, delante de la
m ujer p olicía uno se p u ed e reponer, hacer un esfu erzo para des­
tacarse. l ¿ u tilización de las parejas, todavía extrem adam ente
rara, se halla en la m ism a perspectiva de cohabitación inm edia­
ta entre las poblaciones y las fuerzas del orden: una pareja "com o
las otras" en una sociedad fundada en la ia m ilia resulta algo
ló g ico , sobre todo si v iv e en el m ism o ed ific io , en el m ism o
m ono am biente, cerca, m uy cerca,
L'l acercam iento d e las com isarías ha sido claram ente reivin*
dicado en julio de iy ? 4 por el M inisterio del Interior; van a abun­
dar los puestos d e policía asentados sobre "bases restringidas"
(los m onoam bien tes) en las nuevas grandes tramas y las nuevas
ciudades (para n o volver a hablar d e los vigilantes universita­
rios). De ahora en adelante la policía y el n u evo ejército trabajan
a “ d o m ic ilio " a través de las escuchas telefónicas, las cámaras
espía, la pléyade d e delatores, oficiales y oficiosos, e l control so­
cial ya no se efectúa extensivam ente sobre territorios cada vez
más vastos (el PC d e Rosny-sous-Eois), sino intensivam ente, a
escala de la m anzana, deJ edificio, ya no sólo en las calles y pla­
zas públicas, sino aJ nivel del palien del corredor y del vestíbulo.
La p olicía cam inero nos concierne en nuestros desplazam ien­
tos más ínfim os, más ín tim os, en relación con esto bosta con
v er lo evolu ción de la noción de "vagabundeo". Todo se enredo y
yo no se odívin a m nv bien qué distingue la vida privada tle lo
vid a público, o inclu so a los servicios de represión de los de
o sis t e n d í. '‘Es m uy tarde para tener una vida p riva d a ", declara-
bo uno de los héroes de Dumxitís, la película de Losey. E fectiva­
m ente, todo porece con flu ir en la preparación de una “ guerra
r i v i T qu e yo no es clásica y ocasional, ni está ligada co n algún
disturbio social o in clu so con un con flicto declarado de clases,
sin o con lo puesta en form a d e un tipo de socialidad oposicional,
en la que la delación será concebida y considerada un m od o
ejem p lar de relación social; una sod ed od don de lo exigencia de
participación en la inform ación justificorío toctos los actu aliza­
ciones, todos los dcveJamienios. Una franquicia social q u e yo
110 se aplicará solam ente para declarar la verdad (en vez de la
m en tira ), sino para declararlo todo, para disipar integralm ente
y definitivam ente lo no-dicho (nótese a q u í e l ro l a n ticip a d o ! <Jel
psicoanálisis»), lo oculto, considerados en odclontc com o otras
tantas taras y vicios de uno sociedad de com unicación forzado,
la sociedad inform ática (véase aquí el proyecto de fich aje gene-
rol “ S afari", que retom a la idea de Edgar H oover para el FB I).
En cierto sentido, tam bién se puede decir qu e esta sociedad
''rescatable" resulta sobre todo ano socicdod obsceno, que recu­
pera inm ediatam ente la liberación de las costumbres, en la qu e
Ja desnudez ya n o es sign o d e una m anifestación d e recon cilia­
ción con el cn/?rpo, sin o índice d e una exposición d e éste a m a­
los tratos, ile alguna manera un Lcce Socio. A s í com o la "lib era ­
ción de la palabra" conduce a lo delación, la del cuerpo se con ­
suma en la tortura, en la olocada m anipulación de las actitudes
y los com portam ientos. Ln nna entrevista realizada durante eJ
mes de ju lio de 1974, Jean C orini, director adjunto de Eurüpe I,
ofreció uno bueno im agen del delator m oderno con m otivo de
su program a "El teléfono ro jo ” ; intentó definir así el p erfil tipu
de sus corresponsales: “A lgu ien (hom bre, mujer, jo v e n o viejo ]
en su coso, en su m n ttixto ha bitual, p o r lo tanco a gusto, e?t una
posición favorable, prvUigülo p o r la distancia, que hace un gesto
sim p le, ton fam iliar y tancotírf¿An©: tom ar su telefon o y hablar?
(contro qu in ientos francos d e recom pensa a aquel que hayo te*
n ido eJ reflejo más ráp id o).
L i masa so co n vierte en el últim o territorio p a n la expan­
sión del poder del Estado, el cuerpo social renueva el cuerpo
territorial integralm ente explotado y saturado, o casi. La m ate­
ria ú ltim a, fié alguna form a an terior a la m ateria prim a, se con ­
vierte a su v e z en objeto estratégico para la institución. Una
revolu ción de las relaciones sociales está en marcha aqu í donde
nosotros todavía n o percib im os netam ente los contornos; sin
em b a rg o h a y qu e re c o n o c e r tal re v o lu c ió n en esta ló g ic a
arqnettpica del O ccidente predador, p rodu ctor -an tes qu e nada
en sus co lo n ia s -, d e un p rim e r espacio del m iedo, espacio este
qu e a continuación se expan dió al conjunto del m undo con ­
quistado: m ientras qu e las antiguas ciudades colon iales fueron
el crisol en el que se fo rjó una prim era organ ización del terror,
las m cga ló p o lis m odernas lo fu eron de un eq u ilib rio del terror
qu e apostó estratégicam ente p o r ellas. A h ora, más a llá de esta
conquista acabada del d o m in io geográ fico, se trata d e ab rir “es­
pacios de m ied o” en e l seno del dom in io sociológico: después
de la dom esticación de las fu erzas culturales y de las energías,
íjnedan p o r d om esticar integralm ente las tuerzas vitales y s o ­
ciales.
L is últim as bases p oliciales, por su proxim idad m ism a, ú n i­
cam ente son los nuevos ftiosr radares de una colo n iza ció n qu e
ya n o es “exótica” sin o "en d ótica” , y por eso resulta ló g ic o que
el único m inistro de Estado sea a la v e z m in istro de O rga n iza ­
ción del Territorio y m inistro del Interior.

En las obras recientes sobre la prensa y los m edios de com u ­


nicación de masas J1D, generalm ente los autores term inan h a­
cien d o un llam a m ien to a la gente, invitándola a cooperar en las
tareas d e in form ación . Se trata de un gesto gen eroso, pero en
esta aparente liberación de la palabra, om iten la cara oculta: la
de la liberación d e la d ela ción , qu e 110 es más que el signo fla ­
grante de la liberación del in stin to de conservación. Una p elícu ­
la, estrenada en el últim o festival de Cannes, abordaba esce tema
d é la sobrexposición social. Se trata d e Th e Conversativa, im a ­
gen del últim o diálogo, según Jean G orí ni; d iálogo d é la denun­
cia perm anente y banalízada, la inversa de lasacm conversazione.
d e la que habla M ic b e l Scrres en un análisis del cuadro de
Carpaccio; ya no se trata del intercam bio de una palabra de
verdad, sino del exceso de la verdad, la puesta en carne v iva de
su sentido, su desolla m ié 11 Ui. La oficina central de la com unica-
d ó n m ediatizada, la O K T F JU, n o fue violen tam en te reform ada
p o r azar; su rcío n n a es m enos el sign o d e una racionalización
tle la em presa que de la culm inación de un cierto tipo de com u­
nicación: ju n to a los años setenta llega tam bién a su fin un
estilo d e m ediación social.
ía naturaleza del intercam bio cam bia, tanto cn su dim en ­
sión jntcrpcr5onal com o en la dim ensión de los m edios de difu ­
sión de m asa. La intorm ática (cn el sentido de alm acenam iento
instantáneo de diversos tipos d e inform ación J ha m odificado
fundam entalm ente la significación d e la in form ación . A partir
d e aqu í ninguna inform ación puede ser neutra o carente de va­
lor, en una época “ sistém ica'’ en la qu e el fragm ento toma su
sentido de) conju nto l12. Puesto qu e la noticia más banal resulta
indispensable para el perfecciona m ien to estructura) de) siste­
m a, de ahora e n más habrá que explotar la banalidad co m o ayer
se explotaba todavía la originalidad, lo excepcional, lo bizarro.
In evitablem en te serem os espiados, testeailos. escuchados,,. & -
pesados, olfateados, sondeados.., y lo q u e le interesará al locu ­
tor {v is ib le o in visib le, co n ocid o o d escon ocido) será m enos
nuestra persona í tifo d que el detalle sin im portancia que n o so ­
tros le apoitaj-emos, fragm en to que, al encontrar su lu gar en Ja
trama sistém ica, la com pletará co m o a un rom pecabezas, un
rom pecabezas jam ás term inado, por cierto. Un p oco co m o el
coleccion ista qu e posee todas las piezas de una colección, con
excepción de una sola, y resiente esta falta com o una Im perfec­
ción , el Estado buscará entre nosotros, con una febrilidad siem ­
pre más grande, la p ie za qu e falta y qu e nosotros podríam os
negarle, a m enudo incluso sin saberlo. H e aqu í la últim a con­
versación, la verdad no es más q u e una trampa. C om o el exceso
m od ifica e l sentido de las acciones, e l exceso del Estado m oder-
n o p ervirtió la verdad de las relaciones sociales: de ahora en
más e l exceso se localizará en los gestos m ás ordinarios, en la
cotidianidad.m ás sim ple; ahora debem os desconfiar d e lo que
no era nada. En tiem pos d e exageración, d e exceso gen eralizado
y totalizado, ya no hay -vicios ni virtudes, todo está básicam ente
viciad o; aqu í, la desaparición m isma tanto de la guerra com o de
la p a z en p ro vech o de la crisis resu lu significativa y se refiere a
un trastorno en el estatuto social.
Inclu so el "recon ocim ien to’' que yo hago en este texto no
constituye una pura p ositivid ad en relación con la n egatividad
del conjunto, sino qu e se h a ll» igu a lm en te dom in ado por la p e r­
versión contem poránea; de h echo, todos estam os com prom eti­
dos en un p roceso de n egación qu e se ha con vertid o en la
socialidad m ism a. Paro intentar descubrir la .salida debem os obrar
en « í in te rio r de esta constatación trágica. R echazar el fracaso
no só lo de nuestra sociedad, sino tam bién de nuestro socialidad,
significaría p erd er inm ediatam ente la esperanza de escapam os.
T.a lib eración de la d elación es tam bién la lib eración de la
ofensa. C om o e n la estrategia m ilitar m oderna, en la que el arm a
n u clear y el reiu gio n o son m ás qu e uno, hay que fu n d a r, a
través d e la constitución de una socialidad perversa, un sruíii
r/ilo soriai sobre la base d c¡ atpiilibrio da pequeños terrores ín íi-
ttu)S, es decir, sobre el m ied o cuasi-universal a la denuncia. A
través de lo excesivo de la ofensa de la delación se espera llega r
a una nueva sociedad pa cifica d a , es decir, a la defensa d e la
estabilidad del Estado.
De ahora en adelante la guerra c iv il resulta útil para el m an­
ten im ien to del orden de las instituciones, pero una guerra civil
de un n u evo gén ero, en la qu e los con flictos de grupos son ínti­
m os p ero exageradam ente m ultiplicados, un poco com o sucede
en la fam ilia, en la que un o d io sórdido ha reem plazado los
sentim ientos filia les y en la que los m enores gestos resultan
odiosos, y no tienen otro resollad o q u e el de m antener los Jazos
de un o d io colectivo; la descom posición de la sociedad nacional
se traduce en lo s gestos fam iliares y en las acciones más ordina­
rias. El Estado m oderno, ya lo hem os visto, n o es m ás qu e una
m adre abusiva, la fam iliaridad deberá convertirse, pues, en la
segunda naturaleza del p olicía ü¿, d e este policía q u e se ap roxi­
ma insensiblem ente a cada uno de nosotros antes de id en tifi­
carse in tegralm en te con cada uno de nosotros, al punto d e v o l­
ver in ú til a la policía m ism a, porque bastaría el ejercito para
controlar tal tip o d e sociedad.
Si observam os lo qu e pasa en estas dos fuerzas del orden,
estam os obligad os a constatar que en e l m om en to en que a tra­
vé s de la defensa “op eracion al del territorio” la institución m ili­
tar se preocupa cada v e z m ás d e la seguridad interna, la p o licía ,
por su parte, tiende a identificarse con la asistencia pública.
Incluso para e l ejército ya n o hay una distinción clara entre el
en em igo "in te rio r" y el en em igo "exterior” U4. só lo queda una
umaruiz<r gen eralizada a todos los dom inios [dem ografía. eco­
nom ía, delincuencia, etc.), y p o r lo tanto sofom enre nn enem igo
sin lo ca liza ció n , ya qu e éste puede descubrirse aquí o allá, se­
gún e l grado de in toxicación . El tem or de la p olicía del mañana
consistirá sobre lo d o en que e l en em igo p ú b lico se convierta cn
aquel qu e rechaza ju gar e l rol de inform ante, en aquel qu e re­
chaza uiia participación “crítica” en un servicio com o los otros.
(En ciertos países del Este esta participación se ha hecho o b li­
gatoria para ciertas categorías profesionales, los docentes p e r
ejem p lo; en la URSS están tam bién los fam osos D ron jín ik s, los
au xiliares voluntarios de la p o licía .)
C om ien za la era de los P a m -P o licía s , y a q u í tam poco hem os
tom ado suficientes recaudos ante la posibilidad que se o í rece a
los conscriptos del con tin gen te convocado, para servir en la
gendarm ería. El hecho de que cada uno d e nosotros sea llevado
a contribuir, n o solam ente a través de las fin an zas públicas y el
im puesto, sino tam bién a través del aporte ob ligatorio d e in fo r­
m aciones, ya no constituye una utopía totalitaria. Los proyectos
d e creación d e "b an cos d e datos*’ esbozan aqu ello en lo que
deberá con vertirse lógicam en te el "R aneo Central d e Uatos " , en
una sociedad en la qi\e este tipo de im posición será obligatoria
con los m ism os títu los que la percepción de las contribuciones
directas o indirectas...
Ixj más interesa n le del til tim o m inistro del Interior es su o p o ­
sición declarada a la m ecan ización del servicio de in fo rm a cio ­
nes (la s escuchas telefónicas, por e je m p lo .); h a y en él una o p ­
ción clara y o rigin al, sociológicam en te hablando; la sofisiica-
ción del m aterial n o es satisfactoria en sí m ism a. H ay que lan­
za r el últim o tliálogo social; las escuchas, en el sentido am p lio
de la com u n icación , deben ser e l hecho por excelencia del "c i­
v is m o ’ ' de todos. Ya no hay qu e fiarse más de la m áquina, hay
q u e m a q u in a r la vida social según los im perativos da la stignri-
dad y de la protección* hacer de la delación y del control social
un gesto m aqu in al co m o aquel que nos conduce a l correo o a la
o ficin a de la Seguridad social (en sus propias palabras); p o r
otra parte e l térm ino d e <r5cgnrfri«<f socia l" parece interesarle
desde su rápido paso por el m in isterio de la Salud, En efecto,
sería tentador usar esa den om in ación para renovar los térm inos
de policía y de gendarm ería, que producen inseguridad (¡e í m i­
nisterio de la "D efensa n acional” sim plem ente se ha con ven id o
en el de la "D e fe n s a "!). Precisam ente en el m om en to en qu e se
desarrollan los térm inos d e prevención "a distancia” y de pre­
vención ‘ile p roxim id ad ’1 de la delincu encia, en el que los de
“ protección c iv il" y de “ defensa operacion al del territorio” se
recubren m utuam ente, habría qu e intentar re a liza r una am al­
gam a entre los diversos servicios sanitarios, sociales y policiales.
Sí m iram os a nuestro alrededor, eso es lo tjue observam os.
Prim ero en la cooperación, a través d e la cual “exportam os” nues­
tros conscriptos con tiñes de « t v í c í ü jmíWíco; después, en irán,
don de el Sha ha creado dos n u evas anuas para su "revolu ción
blan ca” : el ejercito da la h ig iw w y e l ejéivito del saber, Insensi­
blem ente, las fu erzas del orden se com prom eten en n uevas vías,
m ovién d ose en el sentido de la historia del Estado nacional que
toca a su fin : la desaparición de lo ju d icial y de lo sanitario en el
aparato m ililar.
Múltiples hechos señalan claram ente este último deslizam ien­
to. Un Francia, e l debate entre la m ayoría v í a op osición sobre la
reform a del ejército (después <le la reform a p en iten cia ría ), lleva
a ! secretario gen eral de la U D R 11s de la época a propon er un
desdoblar)liento de la fuerza m ilitar en un ejército profesion a l y
otro íjue estam os forzados a llam ar el ejército de los a fid oru t-
dos... Y esto precisam ente cuando se con oce la existencia oficial
de los prim eros dos m il ijuinientos m ilician os de la ecología: los
“R a n g a s <Lv F r a n c i a Esta asociación (le y de ly O l), fundada
hace m ás d e cin co añ os p o r un m ilitar retirado, tiene p o r o b jeti­
vos “ p ro tegerla naturaleza” , señalar las an om alías y oponerse a
las depredaciones. Contando con ap oyo cercano al m inistro del
In terior m ism o, esta asociación aspira a ser reconocida rápida­
m ente com o de utilidad pú blica, a fin de desarrollar su d em o­
grafía y de alcanzar asi e l tech o de d ie z m il m iem bros en 1975.
En Jnglaterra,.seh ab la también de 1111 renacim iento de la ''lió m e
C u a r d " ^ 6, Entre lautos aficion ados a Lis fuerzas del orden no
se sabe m u y bien si se trata de organ izacion es param ilitares o
para civiles... con la delación m asiva se instala sin que nos d e ­
m o s cuenta la “c iv iliz a c ió n ” del ejército.
Paralelam ente, un Ultim o h ech o vien e a esclarecer el nuevo
estatuto social del ciudadano: e l co n flicto d e Chipre ha puesto
dram áticam ente al día lo qu e algunas sem anas antes era el tema
ile la conferencia de G enova sobre el “ derecho de guerra” , la
extensión del derecho a la p rote cción h u m a n ita ria n i con ju n to de
las poblaciones civiles. C om o los ejércitos g rie g o y cu ito practi­
caron tom as m asivas y sistem áticas de rehenes, el conjunto de
la pob la ción civil íne declarada ‘prisionera de gu erra", ju stifi­
cando de este m o d o la "tteten ción " 117 de com unidades enteras,
la internación en los cam pos o la ejecu ción sumaria de cu al­
quiera.
C om o se ve, lo qu e se acostum bra a llam ar e l “ cuarto p o d er"
está a q u í, y no solam en te en la prensa y los m edios de expre­
sión 1 rail i cionales, sino en el em p leo de la inquisición social
generalizarla. L i política de dejar la puerta abierta es tam bién la
política de la apertura al pú blico, ya no só lo de las fábricas, de
los cuarteles, sino cambien de la cárcel de I.oos-le$-T.¡lle, en la
qu e se invita a la m asa a odiar...
Una época de m ediación social toca a su fin , la política de la
in form a ción se m e ta m o rfo s i», la crisis de la prensa y de la in ­
dustria editorial ya n o carece de relación con esce retorno de la
inqu isición. Habrá que revisar nuestros ju icios de valor sobre el
secreto y la disim ulación. La clandestinidad corre e l riesgo de
v o lv e r a convcrcirsc en un "m o d o de su p erviven cia", ya no sólo
para las m inorías oprim idas, sino tam bién para las masas, ya
q u e la sociedad liberal que expira revela ser tam bién la socie­
dad de la p erversión del dcvelam icnto.
R e s u lta ú til a n a liz a r la s a fir m a c io n e s d e A le x a n d r e
Sanguinetci sobre e l n u evo ejército. íx> que les p rop on e a los
ciudadanos ordinarios son seis meses de entrenam iento en el
m an ejo de arm as elem entales: las cosas serias pasan p o r los
tecnócratas-guerrcros, qu e utilizan el arm am en to cien tífico. L o
que se espera de los aficionados, es decir, de los convocados, es
qu e cum plan una v e z m ¿s el rol de vigilantes (d e cajHpníw,
según su exp resión ), n fin de participar en la protección del
m edio am bien te tle la fuer/a de disuasión. F.l nuevo conscripto
queda asim ilado aquí a la figura del escudero, es decir a las
“ personas de anuas Uevar” que velan p o r la seguridad del últi­
m o “h om b re de arm as” , e l tccnócrata m ilitar. Por otra parte,
para ju stificar históricam ente su proyecto, el e x secretario g e n e ­
ral de la U D R ofrece com o ejem plo de integración de las fuerzas
del orden a la ciudad a la gendarm ería. Se apoya para esto eu la
disuasión, lo cual no puede m enos que d ejam os estupefactos,
ya qu e las ciudades constituyen precisam ente a q u ello a lo que
apuesta la estrategia nuclear: "la guerra de masas, declara, ha
destruido la fu n ción social d el o ficia l, p ero lo que hay do m ara­
v illo s o en la disuasión nuclear, es qu e la restaura, pues se cuen­
ta de nuevo con la guardia <le la d u d a d .” N o se puede .inundar
m ejor la em ergencia, más allá de las castas, de un,i verdadera
cbise m ilita r com puesta de fam osos hom bres «le arm as p rofesio­
nales y d e tecnócratas de la industria de la guerra.
A q u í se prepara una jugada d e pose de manos. A provech án ­
dose deJ m o vim ien to ju ven il de rechazo del servicio nacional,
se prepara e l acoplam ien to, de una u otra form a, del ejército de
aficionados y de las estructuras paraciviles, Liles co m o las de
los nuevos protectores del m edio amhienLe na tumi. En resu­
m en, cn lo alto ílel e d ific io se encontrarán los guardias del m e­
dio am biente m ilitar; eti lo b ajo, ios guardias del m ed io am bien ­
te c iv il; en el m e d io , la “ p r o te c c ió n c i v i l ’1 cn la q u e se
reencontrarán las dos form as del nuevo e jé rd ro ; y finalm ente,
por todos lados, disem inada y disim ulada en la extensión del
cuerpo social, la maso extrem adam ente diversificada de los “ tra­
bajadores sociales” : educadoras callejeros, an im adores cultura­
les y asistentes de toda categoría.
De hecho, estam os m archando haría la constitución de un
/pnperio de fa m forrrm cúm , y la con vocatoria reciente del m inis­
tro de la "C alidad de v id a ” pidiendo que se le escriba directa­
m ente, retom a la experien cia precedentem ente descrita d e los
correos periféricos, aunque esta v e z la cosa pasa a n ivel del
pod er central. En adelante será más fácil entender el significado
de los sobresaltos q u e agitan p o r igual tanto a la radio, la televi­
sión, la prensa y la industria editorial, com o a los m ism ísim os
"s e rv id o s secretos” ; en los Estados Unidos, tanto co m o en A le ­
mania o en Italia. Una v e z más la nueva revolución de la in for­
m ación revela ser ante todo la revolu ción del servicio de in teli­
gencia, y los qu e hasta aquí tuvieron el m on op olio, o bien se
crispan delante de una m utación con la que corren e l riesgo de
p erderlo (com o en 1943 y 1945) o bien, m ás a m enudo, se en ­
cuentran poderosam ente reforzados, hasta el punto de poder
h acer fracasar a la clase p olítica tradicional.
l a in qu isición banalizada qu e se oculta dctTás de /a política,
de ia pue.rta a h ien a preludia e l lanzam iento de un nwnitore.o
qu e ya no será parroquial sino nacional, sin duda a la espera de
ser universal.
Desde e l acech o a partir d e un lu gar natural dom inante, y
después d e ^ le una corre, hasta llegar al satélite espía, pasando
por la "p rospectiva de los ju egos d e gu erra” , la neeesiil.nl de
anticiparse a cualquier acción se revela c o m o una tle las cons­
tantes de la inteligencia m ilitar; p ero al lado de la voluntad de
anticipar está tam bién la de a d q u irirla ubicuidad: saberlo lodo,
pero tam bién verlo todo, inm ediatam ente.
En este control, qu e se quiere glob al, los detalles más ín fi­
m os son agrandados des mesurada m ente, y de a llí el p eligro per­
m anente de desencadenar "crisis" a propósito d e todo y de nada.,.
De hecho, las necesidades de an ticipación , enriquecidas por la
cuasi-ubicuidad d é la inform ación m oderna, ya no perm iten pre­
ju zg a r q u é cosas podrían carecer de im portancia: la prevención
m ilitar es, inevitablem ente, la de lo peor. Se lo percibe m uy bien
en Jas nuevas relaciones internacionales: las posibilidades tec­
nológicas y políticas del control total del planeta m etam orfosean
incidentes m enores en crisis graves, qu e sin el progreso de la
in form ació n habrían p o d id o pasar desapercibidas. A q u í se d e­
sarrolla a lgo com parable a lo que sucede con la m irada rnédic^,
pero a escala del cuerpo so ciológico, no d el fisio ló g ico , in ic ia l­
m ente, todo se percibe com o dudoso, m alsano, las condiciones
de la nueva mirada p olítica sobre la sociedad desarrollan inm e­
diatam ente, com o io ha escrito lo n c a u llU8, un a p rio ri funesto:
el del carácter patógen o del conjuciLo. Inicialm ente, toda trans­
gresión se ju zga peligrosa para el eq u ilib rio sanitario y social,
toda delincuencia m enor se crim ina Ffea indebidam ente, a tal
punto qu e este tipo d e abuso acaba de ser denunciado p o r los
jóven es m iem bros del sindicato de la magistratura; para las au­
toridades todo es sospechoso, todo lo festivo se con vierte en
culpable.
A s í se desarrolla, sin qu e nosotros seam os concientcs, una
lógica de lo p eo r, aquí ya no se trata de la enferm edad o de la
m uerte de un paciente b a jo el ojo v igila n te del clín ico, de ahora
en adelante se trata de patologías de masas.
ün el curso de los últim os años de la iu lervcn ción am ericana
en Vietnam , se h iz o realidad, gracias a ia conjunción de d ife­
rentes m ed ios y m étodos de com bate, una cierta perfección del
d('a¿m tafa>. A l la d o del servicio de in telig en cia clasico, los
sensores y detectores de 1a guerra electrónica, acoplados al vu e­
lo d e los 3 v”iones y a l sobrevu elo de los satélites, fin a i m ente
p erm itieron actualizar los ordenadores estratégicos durante las
veinticuatro horas del día, d ando así una buena im agen d e lm m -
p o socia l com batiente, ya no sólo a los estados m ayores de cam ­
paña, sino en prim er lu gar y por sobre todo al Pentágono y al
presidente d e 'lo s listados Unidos, qu e cada día decidía perso­
nalm ente los objetivos a a lc a n za r A q u í se ve có m o el m o v i­
m ien to d e g lre a liz a c ió n de la inteligencia acelera el m ovim ien ­
to de cen tralización de la decisión; com o liem os visto, es lo que
ya pasaba en Alem ania en el curso de la Segunda Guerra M u n ­
d ial, Pero lo m ás inquietante es q u e actualm ente estos m étodos
de control social total están siendo repatriados; quisiera tomar
com o prueba la lamosa línea M cNam ara, que perm itía, por m edio
de un sistem a electrón ico, im p ed ir la in filtración vietcon g, y
qu e se reinstala, en e l curso del vera n o de 1973, en e l sur de los
Estados Unidos, en la frontera con M éx ico , esta v e z con el ñn de
interrum pir la m igración clandestina de trabajadores. De la m is­
m a manera en Francia, después de lo s incendios de ciertas fá­
bricas y depósitos de carburantes, se em p lean los m ism os pro­
cedim ientos electrónicos de detección qu e los de las fuerzas am e­
ricanas en Extrem o Oriente, pero esta v e z alrededor de zonas
industriales. Tas cámaras espía va no sólo vigilan al en em igo
declarado, sino también al m al espectador en el estadio, ni m al
conductor, etcétera.
C om o se ve, los im perativos m ilitares d e l.i ubicuidad y la
anticipación son adoptados in sensiblem ente p or las fuerzas p ú ­
blicas; una am algam a se realiza, los peligros de la vida cotid ia­
na se com paran constantem ente a los d e la guerra, al punto de
q u e ciertas encuestas, com o la del coloq u io desarrollado sobre
las "am en azas* en e l otoño de 1973. m uestran ya una m ayoría
d e franceses que considera que los riesgos d e la contam inación,
de los accidentes de tránsito, de la quím ica alim entaría o de la
delincuencia, son in fin itam en te m ás tem ibles, en relación con
e l p orven ir de la sociedad, qu e los creados por la proliferación
d e arm am entos (nucleares v de otro tipo] o e l d esarrollo de la
potencia política de las fu erzas arm adas en todas parles del
m undo. Pero al lado d e las encuestas felizm en te están los h e­
chos, p o r ejem plo, la prim era huelga en Francia contro la insta­
lación de nn sistema de control por televisión en circuito cerra­
do, en la em presa "Q u a ttid is", a finales del veran o d e 1974. El
recluí7.r> de los trabajadores se refería ai acoplam iento de la v i­
gilan cia directa d e los su pervisores y la vigila n cia indirecta.
ejercida a distancia p o r los responsables d e la fábrica. “ Elijan
uno u otxo tipo d e vigilan cia, declaran entonces. En cuanto a
nosotros, querem os un encargado qne nos controle o una cám a­
ra qu e nos vigile, ¡pero no los do si”
¿Para cuándo una huelga contra el desarrollo d el control so­
cial, contra la am algam a entre los procedim ientos técnicos de
los s e rv id o s d e in teligen cia y la m o v iliza c ió n d e indicadores de
toda especie? ¿Para cuándo nna huelga general contra la dela­
ción masiva?

En 1967 el alcalde d e Filadelüa declaró: “ De ahora en adelan ­


te las fronteras del Estado pasan por el interior de las ciudades”
Señalaba así que la cuestión de la seguridad ya m» se apoyaba en
los límites extrem os de la nación, sino en el interior de Lis con­
centraciones urbana». Era una d é la s consecuencias (desaperci­
bidas) cn la política interior, del stani quo practicado c n política
exterior. H o y en día se pueden leer sobre las paredes de las ciu­
dades am ericanas ciertos carteles q u e Hannm a la vigilancia c í v i ­
ca decretando: “ Los lím ites de la justicia pasan p or la calle", En­
tonces las cosas se han precisado desde la época de la década del
sesenta, tan perturbada p o r veranos calientes, Incidcntalm ente,
p or la vía d e la acción cívica, se sugiere a la masa am enazada
p or la violen cia qu e participe activam ente en el orden público;
una v e z m ás lo q u e pasa en los Estados U iddos encuentra un eco
en Francia. El coloq u io sostenido en e l otoño de 1974 en Rcnncs,
y qu e r e u n ió a lr e d e d o r de Era n eis Jcauson a n u m ero so s
anim adores culturales, ha perm itido debatir una superación de­
seable, según e l parecer do los participantes, de la acción cultu­
ral. C om o escribió M arcel Ríou en su inform e: “ La acción cultu­
ral de alguna manera d eb e reunirse con la acción cívica, ten ­
d iendo a hacer de cada uno un-ciudadano com pleto, capaz de
participar de todas las dim ensiones de la colectividad n V
La ilusión de la autogestión cn e l seno del sistema p olítico
actual puede costam os cara. Sin revolu ción social y política la
participación activa de las masas cn todas las form as de control
no sólo es un en gaño, tam bién nos prepara a lo peor. Sí no le
dam os la aten ción que m erccc, con el desbordam iento de las
instituciones p olicia les y m ilitares fuera de sus m isiones tradi­
c io n a le s a s is tire m o s a l e n ro la m ie n to d e las m asas en su
au topuníción.
V olvam os por última vez, a las encuestas. En el o io ñ o de
1974, al m ism o tiem po qu e la tom a de rehenes d e La Haya,
espectacularm ente puestas en escena por los m edios m asivos,
I.v Fígaro, por e l tejem aneje de la Sofres ,2Ü> planteó, después de
la prim era y clásica cuestión sobre la necesidad de ced er o de
no ceder al chantaje, esta o ira pregunta: "S e ha d ich o que si el
com ando hubiera m atado a uno de los rehenes, la p o licía fran­
cesa mataría a) prisionero japonés que retenía. Usted ¿habría
aprobado o no tal m edida?”. L n nuestro país todavía nunca ha­
bíam os id o tan lejos prítilicam ente en el seiiLido de un retorno a
ley del lalión, Todavía nunca esta fam osa liberación dei instinto
(h: conservación había p arecido tan cercana.
De hecho, b o y se adm inistra el m iedo tal com o se adm in is­
tró la esperanza al día siguiente de la guerra. Por cierto, se ins­
talan los diversos equipam ientos que perm itirán una m ayor e fi­
cacia en 5a sugestión: ahora que no existe ningún refu gio para
las poblaciones civiJes, ya no só lo la sirena m unicipal que m uge
el prim er m iércoles de cada m es, sino la señal de radio a domi^
cilio.
l-’oco antes del escándalo de W atergatc. e l presidente N ixon
propuso el em p leo de un nu evo procedim ien to cjue perm ite en ­
cender, desde la sede del Poder Ejecutivo, todos los televisores
<le los ciudadanos am ericanos, con el íin de poder, eventnal-
m ente, alcrturltís directam ente... El proyecto fue rechazado, pero
a pesar de todo, desde hace algunos m eses, se pudo ad qu irir en
Francia un transistor IT T (R TL-M atic) q u e no só lo da in fo rm a ­
ciones cuando Jo encendem os a la hora prescrita sino <jue tam ­
bién, com o Jo aclara la publicidad, “ lo alerta en cuanto sobre­
vie n e un. acontecim iento im portante, basta para ello colocarlo
en estad# de v ig ilia sobre la R T L y, en algunos segundos, se lo
anuncia antes de v o lv e r a ponerse en silen cio”.
Tam bién bastaría con recordar lo tjue p erm itieron realizar
estos procedim ientos e n el curso de los años cuarenta, para te­
m er e l p ró x im o capítulo...
V ehicular

¿Dónde estom os cuando vi.ijamos? ¿Cuál es este "país d e la


velocidad” íjue m m ea se con fu n de exactam ente con el m ed io
aíra ves-ido? T-o cuestión d e l m oví m iento renueva para nosotros
aquella otro, la del olojcim iento. Cuando le d ecim os al chofer
del taxi: “Vam os, r.n vehíC itldil"12i. ¿Qué sabem os de la ve lo c i­
dad del taxi? D ecir “ en velocidad'* es nri p oco c o m o decir en
China, orro barrio, otro continente qu e fin gim os recon ocer
El veh ícu lo qu e estaciona al costado de la acera no es más
que un canapé de cuatro o cinco plazas... Cuando arranca y
circula a toda m archa por las calles de la ciudad, el m ueble
desaparece y sus aberturas cobran vid a, ¿dónde estam os n oso­
tros? De h ech o el au tom óvil es un proyector, un proyector que
com andam os con la palanca d e cam bio d e velocidades, ^ero
¿qué significa esie cam bio si nosotros desconocem os la s ig n ifi­
cación, e l sentido, d e la velocidad? Pasamos de un estado [le
m ovim ien to a otro sin cu idam os de lo que significan, som os
llevados, veh icu liza d o s hacia una m eta, hacia nn lugar, que
constituye el futuro objetivo de nú esu o trayecto. Pero se nos
escapa el a q u í y ahora de la rapidez y su aceleración, y e llo a
pesar de que perjudican gravem ente la im agen d el m edio am ­
biente recorrido: entre veinte y doscientos ki) ó metros por hora,
el m ovim fento y e l m odo en qu e desfila la im agen son radical­
m en te diferentes. Claro q u e e l term in o in trodu cid o aquí, “ im a­
g e n ” , se presta d e por sí a algunos com entarios. Cuando cam i­
nam os p o r e l cam po, hablam os del cam po, p ero cuando atrave­
sam os la R eance en auto, los cam pos an im ad os se vu e lv e n
cinéticos, y a nadie se le ocurriría confundir estas "secu en cias’’
con su realidad geográfica. Un p oco com o en el cine la cámara
lenta o la cámara rápida ofrecen al o jo una segunda realidad, de
otro tiem po, las altas velocidades de d esplazam ien to de los ve­
hículos m odernos nos llevan tanto de una realidad a otra com o
de una ciu d ad a otra; en este sen tid o el au Lomó v il es un
flüroconm ütador, e l m otor del coche y el del proyector tienen un
electo parecido: am bos constituyen m edios d e transm isión.
A u n qu e e l peatón sea tam bién un vehículo -u n vehícuto
m e ta b ó lic o , a n im a d o p o r un. im p u ls o p r o p io - , en é l h ay
identidad e identifica ción entre el cuerpo y su velocidad; ser vi-
viente -ser vivo-, e.s ser velocidad. C onozco m i velocidad taxi lo
com o al cuerpo que la produce. También m i cuerpo anim al es
cam bio de velocidad; m i vida, m i biografía, e.s inda ella ve lo c i­
dad. V ivo ea* un tiem po b iológico y fisiológico qu e no es el tiem ­
p o de la germ inación vegetal, tengo una duración de vida lim ita­
da. p e r d í iú cien os fenóm enos lal y com o poseo la facultad de
m overm e: lodo e.sto le da cuerpo y delim ita d o n a m i vida.

H istóricam ente, el prim er cam bio en el orden de las v elo ci­


dades se sitúa en aquel m o m en to en que se utili/ahan dos gran­
des arquetipos vehiculares; e l caballo y el baren. Con ellos se da
un salto cualitativo excepcional; el acoplam iento de cuerpos a n i­
m ales (.caballo, drom edario, elefante, a vestru z, etc.) produ jo la
prim era m e d ia d ó n veh icu lar de Ja especie. Cuando h oy en día
observam os al jin e te sohre su montura, el arte de la equitación
nos enmascara el extravagante m atrim onio d e d o s metabolism os.
Nos sorprendem os al ver a ciertos dioses cabalgando monstruos
m arinos, nos m aravillan algunas yuntas voladoras, pero el cen«
tauro am erita para nosotros un m ayor estudio. Desde aquella
época se ha ido constituyendo una "aristocracia de la v elo ci­
dad” sin la cual no existiría ninguna tiranía, ninguna íeudalidad,
F.l caballo fue semen « t í 122 m onetario, m oneda v e ftio iU ir -d e l
m ism o estatuto q u e la s a l-, y la m etalurgia del oro, de la plata,
del cobre, sólo intervienen tardíamente. Kn cuanto la n ave que
apura los m ares, el p la n o líq u id o que atraviesa con celeridad le
con fiere un pod er origin al; cn el no-lugar m arin o la n ave a d ­
quiere un p od er vectorial qu e tam bién es inseparaIale de la his­
toria política de Occidente.
A To largo tle m ucho tiem po hem os ju zgado y p reju zga d o los
efectos de estos dos arquetipos, en cuanto puros ti'ansportado-
res, pero su contenido in form ativo perm anece am pliam ente des­
conocido. A u n cuando las noticias - e l mensaje, esta mercancía
de luí o - fin alm en te nos condujeron a considerar la velocidad
com o una in form ación , casi nunca im pulsam os el análisis del
tipo de correspondencia qu e constituyeron desde los orígen es el
cabalgador y el navegan fe; la consigna y el m ensaje transm itido
ocultaron largo tiem p o la velocidad de transm isión.

Pero hay a q u í un fen óm en o de proxim id a d que tam bién debe


un
ser entre-visto. La velocidad con la que desfilan los objetos en la
pantalla que e l tragaluz ofrece a la vista se encuentra en fu n ­
ción de su grado de proxim idad: alejándose del sítelo qu e le
s irv e d e re fe re n c ia , el a v ió n retarda e l d e s file d el p a isa je
sobrevolado, el m undo vu elve a ser estático; al elevarse en el
cie lo a m u y alta velocid ad ei aparato alcanza un te d io en que
Lodo se con gela, o casi, en el distanciam iento q u e da la altura.
Si los prim eros planos en e l vid rio del a m om o vil luí yen o
toda velocidad, los segundos planos apenas se deslizan. P .t i la
literatura m ás temprana sobre la velo cid a d -presen tada p o r
Clan de P ích ois en sil ensayo Vtresse cr visión dn m o n to t2i~, los
viajeros son sensibles a esta m agia y a m enudo com paran el
tren ton una ¿interna -c o m o sí la dinám ica estuviera
em parentada con la fantasm agoría, con la locura (co m o anti­
guam ente sucedía con el agua) - y la estática lo estuviera con la
razón.
A decir verdad, con la aparicióu d d v a p or se inicia una con ­
m oción en el orden de la p ercepción . U ugo lo seríala en su obráf
tfn voyagfí, cuando escribe: " í- i rapidez e.s inaudita, las flores
del cam ino ya no son flores sino m anchas, o más bien rayas
rojas y blancas, ya rio hay puntos, todo se convierte en rnyas".
liste surgim iento espectacular de la lincaridad, de la reclitud,
p o r obra de la aceleración de vehícu los, e.s de hecho una con fir­
m ación de la linearidad y de la rectitud de las grandes vías de
com u n icación : vías rom anas, vías reales, vías ferroviarias y n a­
cion ales y, enseguida, vías rápidas de autopista. La aparición de
la raya dura en el prim er plano del desplazam iento no e.s más
q u e el reflejo en el espejo de la rectitud - o , sobre todo, de la
rectifica ció n - qu e las vías férreas aportan al paisaje; un poco
com o el regu ero de condensación del aparato en vu elo señala la
vía aérea -q u e no constituye de hecho m ás qu e el P royecto del
j e t - , la ruta o los rieles tam bién son proyectos; la infraestructu­
ra vial o ferroviaria es Vehículo, veh ícu lo "estático1’, in dispen sa’
ble para los viajes del vehículo “ dinám ico” que la tom a porqu e
le perm ite “ franquear” las asperezas m is o m enos acentuadas
del relieve, los obstáculos más diversos. A si com o eJ Piumftr es
una qu e franquea el río, la R uta es un puente qu e atravie­
sa la selva; tmlus rutas son puentes, punios que se con virfia ­
ron en rayas, en rectas que no term inan de concluir.
La prim era función de la Velocidad es entonces la de verificar
el .se til ido, la significación de la recta - e l trazo d erech o-, pero
también, y esto resulta m enos claro, del R r a f o j y de la justicia.
Un p oco com o este a n ju ileclo -para qnien la línea recta y su
"á n gu lo " erajn signos a b solu to»d e civilización , y la geom orfología
caos origin al, pop u larización , es decir, aparente {ieinocratiza-
d o n de altas v e lo cid a d es-, parece haber llevad o hasta e l pina”
cu lo de la g loria la calidad de tie s o , en d e trím e n lo de las
sinuosidades, de la figura m aléfica de la serpienle ondulatoria,
de l<i curva íjue dism inuye la velocidad del via je y q u e Lambíén
lo v u e lv e más p e lig ro s » a causa de la deportación centrífuga;
io d o esto restituye un clim a m ístico, m itológico, en qu e lo í dra­
gones, la seqúen le de mar y los arabescos del laberinto origiu.il
reaparecen para dar figura al m undo atravesado.
La an im ación aparem e (e ilusoria) de la im agen en la pan ta­
lla del parabrisas otorga al conjunto de la natura]cza aqu ello
que antiguam ente se percibía ejn la anim alidad fabulosa. U geo ­
grafía variable del país de la velocidad surgió en l.i historia {Ju­
rante el ni lim o siglo para renovar el foesliario de los tiem pos
obscuros. El orden rural, la serenidad de los cam pos, trastorna­
dos p o r la revolu ción industrial, por la m ina, p o r la iábrica,
tam bién serán trastornados, y en m ayor m edida, p o r los trans­
p o n es, es decir, p o r el increm ento exp{jnenci.il de la velocidad
de los m edios de com u n icación de masa.s; el teléfon o, la radio y
la televisión se esbozan ya en el tragaluz del vagón o en la lu n e­
ta trasera del coche. La realidad prim era, el objeto y el espacio
de la experiencia, huirán hacia el fondo del h orizon te en p ro v e ­
cho del objeto y del espacio de la experiencia del ejercicio de
desplazam ien to rápido, en qu e el tacto de las cosas y de ía¿
m aterias -se muda en otros tantos signos y consignas; com o lo
p revio Kafka, el arrastre de las altas velocidades descalifica la
identidad en p rovech o de la conform idad: el cinem atógrafo, la
cinética, fin alm en te supondrán p on erle un un iform e al ojo.
La u m d irecd on alid ad y la uniform idad se confunden con la
conquista del nuevo y último continente, el d éla velocidad. Com o
lo precisa tí, Gastineau en l a v¡e m c/viron <1e fe r : "antes {le la
creación del ferro ca rril, la n atu raleza ya no palpitaba,., los
m ism ísim os ciclos parecían inm utables; el fe rro ca rril lo ha a n i­
m ad o todo, lo ha m oviliza d ’v tvdv, el c ie lo se ha vu elto un infini-
to qu e obra”. A q u í se esboza tod o el m ovim ien to {le la física
m oderna, qu e term inará en 1916 con la teoría {le la relatividad
generoI, p e r » ¡a m b lé » a q u í radica e l paso, con am ias y equipa­
jes, h a d a un u n iverso de pura fu erza qu e será desencadenado
por lo nuclear, después de haberlo sido p er e) m ovim ien to v io ­
lento de ia evolu ción d a rv in ia n a de las esp ed es , por Ja desinte­
gración del m ed io...
Si e l tragaluz del tren es una linterna m ágica, esta linterna
hace aparecer las som bras de las ciencias. £1 au to constituye
tam bién im cuarto oscuro cn la que los elem entos de nuestro
hábitat cotidiano se convierten en partículas en m o v im ie n lo , en
parábolas. Si en su origen la Pedagogía fue la puesta en relación
del sentido y del desplazam iento p ed eslre en los jardines de
Akadem os, si la aproxim ación lenta p er mi le el encadenam iento
d el sentido de los elem en tos {le í m undo airave.sado, Ja.s altas
velocidades vu elven telescópicas las significaciones, al punto
de disolverlas, com o la lu z hace con los colores. Pero este dcs-
) u rubra m i en i o de la velocid ad es tam bién cnccguecim iento p a ­
sajero, ceguera del pasajero. t ¡ via je se. tra n sform a cn estrategia
de desplazam iento, puro prvyucto, desJi/.ílmienlo {le í tacto y de*
la táctica de la experiencia hacia el ejercicio estratégico; no im ­
porta cuán corta sea la circulación desde un o b jetivo a otro,
desde una ciudad a otra, esa circulación se c o n vierte en el puro
m alestar de la espera por llegar, la travesía a través del m undo,
en vahído, lá l insatisfacción se parece a una desorientación en
la qu e el vértig o (el stress) sertala los prim eros efectos de uaia
despersonalí/.ación de la qu e es responsable la prótesis vehicular.

La circulación se hace nauseosa (vah íd os ocasionados por el


mar, p o r el aire, p o r la rula) cornil si al volverse telescópicas las
sign ificaciones cobraran uu v a lor gástrico, corno si la absorción
visual o bucal produjera un m ism o fen óm en o de intoxicación
alim entaria, T-i desaparición de las particularidades del m undo
en el deslum bram iento de la velocidad está sensiblem ente acom ­
pañada {le Jos m ism os síntomas: zu m b ar los oídos, se enturbia
la vista, se perturban las im ágenes y el color. F.n altas dosis, es
decir, a alia velocidad, el coche se identifica con las premisas
del desvanecim iento, la geografía variable no se absorbe sin p re­
caución...
La glaciación del ejercicio rápido ha d¡suelto la experiencia
del cam po atravesado, los hechos son deshechos; tal y com o en
el desierto no ten em os otras señales qu e nosotros m ism os, la
relatividad nos extravía; el continente d e Ja velocidad represe n-
iaría en leu ices e l surgim iento brutal de un no-lugar en la histo­
ria, la producción v eh icu la r habría concluido fin alm en te el iiUi-
m o desanclaje,-y ya no se señalaría a la industria (la revolu ción
industrial) más que corno fá b rica de velocidad. Pero este últim o
desanclaje se re v d a río tam b ién com o despegue, com a despren­
dim ien to del suelo de la experiencia (desprendim iento retín ¡a no
tam bién ), com o ruptura de proxim id ad y com prom iso definHi»
v il en la m ediación vehicular de una sociedad que se apresta a
tom ar los m edios (d e transm isión, de comunicocicna) corno fin.
Si se v u e lv e por un m om ento sobre la revolución industrial,
se constata que conduce lógicam ente a esta extrem idad. C om ien­
z a pon ien do m anos a la obra en el perfeccion am ien to de los
grandes arquetipos vehiculares: el caballo de vapor y e l barco
de vapor, que transform an el m undo en un "tap iz de trayecto­
rias” , desde las vías férreas lias la e l cruce de los grandes istmos
y canales m arítim os internacionales a lo largo del s ig lo xi.x.
L'l capital va rem ontando el río, del sector com ercial a la
industria, o incluso desde las industrias de consum o a las in ­
d ustria* dif base -m etalurgia, q u ím ic a - para term inar en la s rn c j-
gias de base -ca rb ó n v p etró leo -,1 después, con lo nuclear, lo
aparición de la fuerza pura: la energía es tam bién el arm a abso­
luta, c] m ed io se lia con vertido en el fin.

Hacia 1863, B. Gasfineau declara: “ L a distancia no es más


qu e un ser de razón, el espacio, ana en tid a d m etafísteu despro­
vista de toda rca tiíL id " La m áqu ina d e vapor es mía m áquina
d e guerra, destruye o, m e jo r aún, decon siru ve el
social; el m o v im ie n to ya no es solam ente el alm a de la guerra,
se con vierte en el m o vim ien to del p rogreso técnico a sim ilado al
m ito de la om niprescncia, Vo en 1843, H eine escribía:

“Los fe rroca rrik ’s a n iq u ila n eI espacio, y no nos


queda m ás <¡nc al tiem po. ¡S i solam ente tuviéra­
m os su ficien te d iñ e n co m o para m a ra rlo de una
form a conveniente! ¡Cuándo llegará e l día en qu e
ejecuten las obras para establecer líneas hacia x\le-
m anía y Bélgica y las conecten con las vías férreas
de estas com o reas 1 Q 'eo ver las m ontañas y kas
selvas de rodos los países m a rch a r hada París. Ya
sienut d o lo r de Jos Tilos alunumes; d elan ie tle m i
puerta rom pen las olas del m.ir del N orte.”

Cuando e l enlace d e los tramos se efectú e será la in vasión tle


IA7CI ícn la que la concentración ierrovi.irio de las tropas jugará
un papel considerable! C om o lo declaraba en una m em oria que
dala de 1861 e l general norteño M cC lellan :

" i os ferrocarriles han introducido un nu evo c im ­


portante elem en lo en lo guerra debúhy <jne ofrecen
la fa cilid a d de cw iam tra.r con prontitud-, en. ¿tu
p u n to d ado, ¡nasas m itra d a s de tnrua scciorcs,
creando nuevos punios e.siratcgicos y nuevos l i ­
neas de op eración ."

í.o que significa decir de otro m odo lo que predecía Renán a


Ferdinand d e Lesseps: "C on sil canal, usled acaba d e crear nu
núm ero incalculable de con Hielos m o lía le s ”
A l desarrollarse, con la industria de los transportes, la ¿abal­
ea de velocid ad , y ¿1 m ejorar sin cesar la rorrdnc£¿¿)¿ív£/¿£Í de los
lugares y lo 5 m ed ios atravesados, se acelera tam bién su disolu-
cióu , sii disipación. El desarrollo ferroviario y m arítim o del va­
p o r y del “ vapor a corazad o” no será sólo un capítulo entre otros
del d esarrollo industrial, será su esencia, inseparable de la apa­
rició n de los grandes im perios coloniales. El culto de la energía
de base y el rela tivism o tem poral constituirán el eje deJ sistema
(hasia en Jos problem as coi ilem p ora neos de los recursos natu­
rales del Tercer M u n d o ), la vía férrea será e l origen tle un nuevo
catastro. Todo el m undo se acuerda tle los cóm b ales épicos sos­
tenidos en lo m o d e la penetración ferroviaria en e l O este omeri-
cano, el caballa dn hierro era un caballo de gneira> la prosa
transcontinental, cara a Cendrars, es un ta n to guerrero, una
música m ilitar:

"A n d én ce/urai, dew n b u rca d cro de uulnnmdes, en-


trn ciia d a de inquüitudes.,. en todos las estaciones
v i paitar todos los úllím os trenes, ya no p odía par­
tir nadie m is porque no se ven d ían más pasajes y
Jos soldados qu e se iban hubieran qu erido qu e­
d a rs e ... T od os lo s ro stro s e n tr e v is to s en las
estaciones, todos los relojes, la hora de París, la
hora d e B erlín, la hora de San Peiersburgo, y la
hora de toda* las estaciones... 'Ibdas las m añanas
se ponen lo * relojes en hora, e l tren adelanta y el
sol otra s o ».
i n \rín férrea tien e una nueva geom etría.
Siracusa, Arc|uímcdes y los soldados que lo d ego­
llaron y las galeras y los rostros y las m áquinas
p rodigiosos (jue inventa y todas las matanzas...
H e visto,
H e visto lo * trenes silenciosos, los trenes negros
que vu e lv e n del ex trem o O rien te y qu e pasan
fantasm a ticam ente,
y m i o jo , co m o el fanal trasero, todavía corre d e­
trás de esos trenes.
A lalga, cien m il heridos agonizaban por falta «le
cuidado.
H e visitado los hospitales de Krasnoiarslc y K hilok,
hem os cruzado un largo convoy de soldados locos.
(La prosa del transiberinno dedicada a los
m úsicos)

C ontam inación, dem ografía, penuria de m aterias prim as, lo


más inquietante, sin lugar a dudas, es la adqu isición constante
d e altas velocidades; la aceleración significa literalm ente fc’/ fin
dt*l m u n d o. Kstu m om en to im agin ado -p ero de ningu na manera
im a g in a b le - en (pie ya no se necesitarán algunas h o ra s p a ia ir a
N u eva York o a Río, sino d ie z minutos, cn segunda clase...
Tam bién resultarán inquietantes los interdictos qu e por en­
tonces graven Jos recorridos, e l orden de la circulación será asun­
to de cada qu ien , un p oco co m o en esos conventos cn los que
estaba exclu ido correr, un poco com o en esos cam pos en los que
resulta im pen sable m overse m u y lentam ente, co m o les gusto a
los guardias 121. El iin del m undo llegará sin oposición debido a
la generación de veh ícu los técnicos que, a b olien d o el espacio de
la esp ecie necesítorán la adm inistración rigurosa de (os tiem ­
pos de desplazam iento; al m in isterio de O rganización del Terri-
torio sncederó entonces el de lo O rganización de la Duración.
D e aqu í en m ás los perjuicios d e la segregación espacial nos
resu ltan fa m ilia r e s , ya c|ue un s ig lo d e lu ch a s con tra el
ISO
avasallam iento de la distancia nos ha preparado para esta o p o ­
sición ; pero ¿se im aginan la insatisfacción, la im paciencia que
t e n d r e m o s , c u a n d o p a ra el h a b ita n te d e M o n tm a r tr e o
M on tpam asse los bordes «leí Pacífico estén a m enor distancia
de París c|uc los del Sena? Cuando e l m edio (<le tran spon e) se
con vierta en e l fin del espacio posible, ¿qué nos quedará?
El día que el aparato supersónico, al igual que el aparato
fotográfico, nos perm ita tomar cualquier m stn niñ nea del inun­
do. nos con v e m ie m o s en una película sensible que nada puede
“ v e la r", un ro llo fotográfico en el qu e las sobreim presiones v o l­
verán incom pren sible la im agen. ¿Que espera nos espera para
cuand o ya no tengam os necesidad, do. esperar pa ra llvgnr? Nues­
tro ráp id o via je actual ya casi 110 es más que la espera por llegar:
¿que sucederá cuando incluso esta corta paciencia haya desapa­
recido? lil m edio am bien te p róxim o, a distanda pedestre, nos
parecerá lejano: transferirem os la im paciencia de la espera a
nuestro m edio am biente inm ediato; nuestro cnerpo, veh ícu lo
m etabólico, nos parecerá de plom o; com o el b u zo, tendremos la
sensación de un retraso inaceptable, no podrem os soportar núes1
tro cuerpo tal y co m o no soportam os la presión en el fon do de
los mares; el paisaje in m ediato nos parecerá tan alejado y lan
inaccesible para nuestras propias fuerzas com o la Catedral de
Cbartres para el peregrino. Cuando la plaza al final (le la calle, a
d ie z m inutos d e marcha, nos parezca tan lejana com o Pekín,
¿que quedará del mundo?, ¿que quedará tle nosoiros?
La redon dez de la tierra nos restituirá a nosotros misinos,
pata reen con tram os o para perdernos definitivam ente. Los v ia ­
jeros ya experim entan e l “ girar en el vacio” y sacan un pasaje
de a vió n p3ra Roissy-cn-France... ya en Roissv-en-France, Sarah
K rasn ofí, a ules de m o rir en el aeropuerto de A n isterilam . no
tu vo tem or de afrontar los husos horarios ejecutando un vu elo
in in terru m pido de cin co m eses, con algunas breves escalas en '
tre continentes, p rácticam en te sin salir de los aparatos de lo
KLM ... Fsta fuga gravitacion al, q u e la había llevado a cruzar el
A tlá n tico cien to sesenta veces, marcaba un umbral: el um bral
del escape a través d el vagabundeo de la aceleroción, de la eva ­
sión a través del n o-territorio de la celeridad, y ya n o simple*
m e ti le a través d e l alejam iento.
A la rabona propia del fu gitivo que toma la tangente y se
escapa lejos, sucede aqu í el escape a través tlel no-lugar de la
\rclocidad. 1:1 ciudadano del m undo se con vierte en ciudadano
de utopía» va n o ha hila m ás que el m ed io d e transbordo y el
lu gar de tránsito; para el pasajero, la pista -ta l com o e l ala del
aparato en el tragaluz d e l vu elo su persón ico- es el h orizo n te de
la escala, el aeropuerto se con vierte en la nueva d u d ad ; la cíll-

tlttd da tránsito pasa a ser La últim a ciudad, con sus d ie z m illo ­


nes íle “pasajeros-año’'’. Su envergadura cubre el m ism o núm ero
{Je hectáreas que la más vasta de las capitales (e l aeropuerto íle
D allas tiene la m ism a su p erficie qu e la aglom eración parisina).
La ciudad antigua era e l lu gar de tránsito de las m igraciones
hum anas y anim ales. Construida en una encrucijada de pistas,
acogía las caravanas, la subida de los cam pesinos, la llegada de
los m ercaderes y de los m ensajeros; igu al qu e el pueblo -c n el
cruce de ca m in o s- se construía sobre el iln jo meta bol ico de la
anim alidad dom esticada; organizaba sus plazas y sus cuarteles
en fu n d ó n de la baja velocid ad de los cuerpos anim ales: el p ea­
tón y el jinete levantaban catastro y edificaban el escalonam iento
urbano: la ram pa o la escolera, la ciudad o e l puerro, la vereda o
el atracadero, realizaban la infraestructura de la lentitud.
Cuando atraca en el puerro aéreo, las enorm es pistas d e hor­
m igón del íu-Topncrto soportan durante e l frenaje las toneladas
del jet. Los habitantes del lu gar de tránsito son “pasajeros"» ocu­
pan subrepticiam ente el esp acio de la ciudad del aire; aquí ya
no son locatarios por algunos añ os sino por algunas horas, su
presencia fu g a z está a la altura íle su irrealidad y de la veloci­
dad de su viaje. Los usuarios d e las eluda des-tránsito son espec­
tros que com pon en un conjunto exótico y sin p orven ir; igual
qu e con e l "arte de aeropuerto'*, ellos señalan nna descalifica­
ción . Ciudad en Ja qu e el pasajero hace p ie un instante antes de
rebotar hacia otro lugar, lu gar de espera que renueva la estación
ferroviaria, la estación aérea es el um bral de una acrobacia íle la
qu e p ercib im os m al los efectos.
El “girar en el aire” del v ia je ro qu e vu ela p o r volar repite en
otra dim ensión el en torpecim ien to que caracterizaba a los p ri­
m eros vehícu los, la vía férrea y el au tom óvil. l a decisión de
partir está m enos m otivada por e l v ia je qu e por la em b riagu ez
de la velocidad -asim ilad a a la fe lic id a d -; em barcarse es un
“ pasaje de id a ", un irse “en velocid a d ", y no ya en A m érica o en
E u rop a - d e l m ism o m odo qu e para los vagabundos de Jack
Kerouac la costa Oeste o la costa t s t e de los Estados U n idos no
constituyen el proyecto de los que drop-tyat-, só lo lo velocidad
es el m edio verdadero. “ jKn cam ino! y se recostó sobre el volan ­
te... estaba de nuevo en sn elem ento, era visible.** Lodos sabía­
m os que dejóbam os deLrás nuestro el desorden y la absurdidad
y q u e .se colm aba nuestra noble y única fu nción en e l espacio y
en el tiem po, escucho el m o vim ien to.”
El veh ícu lo metcihólico se cree m i veh ícu lo técnico, de Asia
o Europa el m u ndo puede cambiar. El paso/ero del "g ira r en el
a ire " se m oía de ello; com o para el autom ovilista auüsta, la ace­
leración se con vierte en su destino, su rum bo. La detención m o ­
mentánea so tire la banquina de la rula o en la estación de servi­
cio sólo resulla precisa para atender las necesidades elem enta­
les, qu e se satisfacen rápidam ente en los tocadores del m otel o
en el hotel de la aeroestación. El suelo, e l territorio alcanzado,
se iden tifica con una o dos función es prim arías: 11 ti p o co com o
ayer el departam ento burgués se despedazaba en varias “ p ie ­
z a s " (com edor, salón, cuarto de fumar, etc .), los territorios más
vastos son reducidos a una instrum entación precaria: se d orm i­
rá en H on olu lu esperando e l a vión a Londres, se saldrá de com ­
pras en N u eva Ybrk antes de vo lver a partir para Trisco... Esta
instrum entación precaria llega inclu so hasta la p roposición o fi­
cial {le m o d ifica r e l n om bre de las ciudades: C hicago y Pittsburg
am algam adas en Chippizs. Sin lugar a dudas, para los pasajeros
que vayan de C hicago a Httsburg, en el sentido inverso, será
preicriblei-'ifTcfticaj para Boston-W ashington, no se hablará úni­
cam ente de Boswash, com o indica la con ven ción , sino también
de W (ishinbt)$t..i
A q u í, el sentido de la lectura, el m o vim ie n to de la escritura,
resu lta tan d is c u tib le c o m o la d ir e c c ió n d e l v ia je , y la
a u to m o viliza ció n aparece desde entonces com o un atnism o que
expande colectivam ente la abusiva generación de veh ícu los rá'
pidos. Peni este efecto y sus consecuencias no .se verificarán
plenam ente hasta que hayam os alcanzado el efecto m asivo del
fen óm en o, con la p op u la riza ción de las altas velocidades; cuan­
d o las prácticas {Je la jet-sodeLy se conviertan en las prácticas de
todos, el “girar en e l va cío” repetirá alrededor de la redondez
del g lo b o las consecuencias del escape sem anal, e inclu so dia­
rio; el fin de semana y la residencia secundaria, la ciudad dor­
m itorio y el trayecto cotidian o hacia el lu gar de trabajo se con ­
vertirán en disem in ación del espacio de las funciones en la
extensión m undial (aqu í basta con apreciar el sentido de lo que
se llam a “redespliegu e in d u stria l"), disipación de lo v iv id o en
secuencias m enores, antítesis del liem po in m ó v il de las ca m p i­
ñas. La insatisfacción de los cita d i » os para con su cuadro de
vida se verá considerablem ente acrecentada, a la desintegra­
ción d e las relaciones d e proxim idad inm ediata sucederá proba­
blem ente un aum ento de la agresividad, en la medida m ism a en
la qu e exista un lazo de causalidad entre la h ip ervelocid ad y la
h ip er violen cia, Basta para ello considerar e l lipo de relaciones
qu e existe entre autom ovilistas y peatones y el cam bio qu e se
opera a sim ple a vísta cuando se in vierten los papeles. La dina*
nuca de la velocid ad verificará iodo lo qu e estaba contenido en
la estática infraestructural: la violen cia de la derecha, la id e o lo ­
gía que nos hace considerar la distancia com o una “ tiranía", la
ilusión que perm ite creer que la hiperco in m u tabilidad es signo
d e progreso ¡sím b olo d e c iv iliza c ió n !
La separación entre los in d ivid u os, percibida hasta entonces
co m o un gesto d e mal hum or, ana ruptura de relaciones, se
convertirá ata so eu m i signo de amor... a la significación p ositi­
va de la atracción y la seducción recíproca, tal vez suceda la
sign ificación positiva de la repulsión, a m enos que, a la inversa,
la len litu d extrem a del tacto y (leí t o m a d o entre los cuerpos,
entre los lugares del cuerpo, nos la vu elva apropiadam ente in ­
soportable. Con el acosfum bram iento a la hipnosis de las altas
velocidades, to n la om niprescncia habitual en los diversos lu ­
gares d el cuerpo te rrito ria l ¿perderá su interés, su valor, la sim ­
ple proxim id ad de un contacto? La in diferen cia a los paisajes
atravesados, a Jas culturas exóticas, ¿nos incitará a la pasividad,
a la in diferencia a las níalerias, a Jos órganos y a los lugares del
cuerpo animal?
Siem pre pensé qu e la in ven ción del prim er veh ícu lo, la m on­
tura del cuerpo anim al (m u ía, drom edario, elefan te, caballo,
avestruz, ele .) no carecía de relación con e l acoplam ien to hu­
m ano; el p lacer del veh ícu lo meta bol ico dom eslicado, ¿no ha­
brá lenido repercusión sobre las relaciones sexuales? O sobre
todo, ¿no habrán sido estas últim as el prefacio de la más n oble
conquista del hombre? La prim era gen eración de veh ícu los rá­
pidos se desarrolla a través de la tría y de los lazos m isteriosos
y estrechos que m antiene to n el desarrollo d e la dem ografía
humana. La historia {le la caballería no carece d e efectos sobre
!o historia íle las sociedades; los grandes m igro d o n e s , ios inva­
siones, los raptos -ta m o co m o la explotación íle los s u e lo s - se
hallan ligados con lo historia íle los arquetipos vehiculares. jLa
conquista y el p oblom ien to <le los grandes cuerpos territoriales
raram ente se distingue {le la d e los peque iios cuerpos anim ales!
El deseo, el placel y la em b riagu ez íle las travesías con l¡n en ía­
les m archan unidos a los íle Ja peí leí ración, el m o vim ien to que
después de casi dos siglos acelera Jas relaciones geográficas no
carecerá de efectos sobre las relaciones físicas.
Ya hem os visto desaparecer del m edio urbano los caballos y
verem os la sorprendente exclusión de toda anim alidad en las
m etróp olis - lo s intenlictns sanitarios qu e conciernen en prim er
lu gar a los o ni mal es dom ésticos llegan a veces hasta el gen oci­
dio, so pretexto íle contagio. Tam bién hem os vis to reaparecer el
anim al espectacular del puro ju e g o de circo o d e placer ecues­
tre. ¿N o habrá que esperor alguna cosa com parable en la rela­
ció n entre los cuerpos de los par teneres sexuales? La velo cid a d
del encuentro puede llevarnos a confundir e l con lacio con*el
im pacto. La ausencia de prelim inares cn e l paso fron terizo, cn
lo penetración y la brutalidad del desem barco (cn Nueva Vork,
en H o llg K o n g ), puede no carecer de consecuencias en e l rex¿-
düz-voiis de las parejas. La desaparición progresiva de la corte­
sía -e lla m ism a sim u lación de recib im ien to - substituye la h os­
pitalidad p rim itiva, continuándose actuólm cntc cn cJ contacto
v iril; tal vez la “ fran qu eza" term ine cn el intercam bio consuetu­
dinario de m alos tratos.
“ Som os com o autos. R engueam os co m o aulos, vam os rápido
com o autos, yo no tenem os tiem po d e decir buen día, hasto
lu ego. Som os co m o el con ejo de A licia: rápido, rápido, rápido...
estam os siem pre retrasados aun a ta n d o estem os adelantados— *
O 'alérie, 9 añ os).
M ientras tanto debem os intentar el análisis de Ja represión
qu e sufre la anim alidad hum ana, el uso del cuerpo en la ciu­
dad. Contrariam ente o la acepción corriente, la ciudad no es el
lu gar de actividades físicas desbordantes, sino e l lu gar de acti­
vidades nerviosas. A lo inversa, en e l espacio hu m ano se asiste
al aletargam icnto progresivo de las actividades del cuerpo, re­
em plazadas por los <le las prótesis técnicas: ascensores, cintas
transportadoras, escaleras eléctricas, autom óviles... Por otra parte
la rarefacción de los intersticios, tam o en el seno del tejido
urbano com o en el in terior de los edificios, no hace más que
acentuarse: reducción de la superficie de las veredas, de las v i­
viendas, de su alLura bajo techo.,. Sin hablar aquí de los ínter-
dictas cada v e z más num erosos qu e gravan a l ciudadano y v ie ­
nen a co n ta m in a r legalm en te lo que aún subsiste de su libertad
de m ovim ien to. Todos estos factores concurren a lim itar e incUi'
so a suprim ir e l ejercicio físico: sentado, parado, acostado, el
h om bre de ciudad raramente está c a dcspln zo.m im to en rela­
c ió n con a q u ello que, sin em bargo* constituye su prim er m ed io
de transporte: sus m iem bros inferiores. La dim en sión y la ex­
tensión de los canales puram ente coqjorales se reduce sin ce­
sar, e l in d ivid u o es Ihiearizado por la rectitud de la geom etría
urbana (la ortod oxia ortogon al de su vivien d a , de su in m u e­
b le), pu ntualizado, después, en las posturas qu e acabam os de
citar; precisem os, sin em bargo, qu e la posición cu m iado queda
prácticam ente reservada al sueño y qu e la p osición de p ie se
h ace relativam ente rara. Esta esclerosis de los com portam ien ­
tos, estos desplazam ientos que se con gelan en gestos sim ples
de los m iem bros superiores, señalan la des-a ni mal iza d o n del
usuario.
La hum anidad urbanizada se c o n vierte progresivam en te en
una hum anidad sedente. Los ‘'deportes” pretenden paliar esta
situación atróiiea instituyendo algunos e je rc ic io » corporales re­
glam entados en lugares y terrenos previstos a ese efecto. Es Lo es
d escon ocer volu ntariam ente la perm anencia de la cultura del
cuerpo y la in flu en cia de las actitudes postura les cotidianas so­
bre e l p siqu ism o. A n tes de habitar el barrio, la vivien d a , e l in d i­
vid u o habita su propio cuerpo, esLablece con é l relaciones de
masa, de peso, de obstaculización, de alcance, etc., es la m o v i­
lidad y la inotilidad del cuerpo la que perm ite e l cnriqu ccím ien -
lo de las p ercepciones indispensables para la estructuración del
Yo, D em orar e inclu so abolir esta dinám ica vehicular, fija r al
m áxim o las actitudes y los com poriam ienLos. sign iíica pertur­
bar gravem ente a la persona y lesionar sus facultades de in ter­
vención en lo real.
La pérdida de sensaciones cinéticas o táctiles, de sensacio­
nes olíaLivas, sum inistrada por una práctica veh icu la r directa,
n o p uede ser com pensada por una percepción m ediatizada, por
la visu a liza cíón indirecta del destile de im ágenes en e l parabri­
sas del a u to m ó vil, en la pantalla cinem atográfica o inclu so en
Ja pantalla chica del televisor. Sin em bargo, esto com pensación
ilusoria se c o n virtió en una industria “de pu nta", la electrónica.
D e ahora en adelante, e l viajero será perseguido p o r e l m ensaje,
desde la radio a bordo basta e l tele roño para peatones, ¡jasando
por el casco m oto-u n d io qu e perm ite al m otociclista seguir lo »
program as radiofónicos d eján dole una sola oreja para escachar
los 'ruidos exteriores" (com o si se tratara de un producto lé x i­
co, el fo lleto indica: "N o u tiliza r más allá de los noventa k iló m e­
tros/hora” ). La industria de las telecorm inicacioncs se com pro­
m ete en el gran p roceso de substitución de la escucha y e l tacto
por el con Laclo radial.
Con la tele-dicción y la tele-visión, el orden de la circulación
ya no es ú nicam ente e l orden del m ovim ien to vehicular, sino
tam bién tclccom an do y tcledctccción. El pasajero, fuga/, habi­
tante del no-lugar de la velocidad, es seguido a distancia; en
adelante la antena sobre el techo o sobre el casco serán insepa­
rables de la instrum entación del cam ino; a la interdicción física »
y v is ib le de Lis señales y los obstáculos se suma ésta, im pon de­
rable, de las consignas de circulación, A los ru idos de las ruedas
del tren, a la prosa del Transiberiano dedicada a los m úsicos,
sucede la m úsica am biental,.. “Pusim os proa a Nueva Orleans,
dejam os a nuestra espalda todas nuestras disputas, bastó dejar
fluir la.s m illas y condescender a nuestras in clin acion es natura­
les... adem ás, h a zm e e l favor de escuchar cóm o ese v ie jo par­
lante satura su sonido: h iz o aullar tan fuerte la radio qu e el
tfuick vibraba".
A los vagabundos de Kerouac ya no les alcanza el encierro
en la dinám ica, la embriague/, de la velocidad, deben am ueblar
el vacío de la travesía continental, la consum ación del espacio
es tam bién consum ación de signos y de m ensajes... El m ensaje
de la velocid ad d el au tom óvil y la velocid ad d el m ensaje radial
se confunden. El entorpecim iento del pasajero en su b ó lid o re­
sulta p arecido al sueño del opióm an o: está en otra parte, pero se
1» pu ede contactar fácilm ente, él cree ser lib re com o e l aire,
pero está siem pre en las proxim idades d el con trolad or Se com ­
pleta la saturación deJ m ed io y la obstaculización del espacio
h ertzian o sucede a la del espacio aéreo.
En un m ism o lugar -la autopista de B erlín - con diecisiete
años de in terva lo , dos situaciones ilustran el d esarrollo de la
hipcrcom unicabilidad: la prim era la relata el m inistro A lb ert
Speer, en sus m em orias. Es e l íin de la Segundo Guerra M u n ­
dial, los responsables del Keich se entierran en su búnker, la
suprem acía aérea de los A liad os v u e lv e peligroso todo despla­
zam ien to v ia l1.
MM c sentí a liv ia d o , escribe Speer, d e reencontrarm e al v o la n ­
te de m i auto en el aire fresco de la noche... xni chofer y yo
habíam os con ven id o rápido ni en te conducir p o r tum os. Yo ero
l«i una de la m añana, y sí qu eríam os recorrer los qu inientos
kilóm etros de autopista hasta el Q G 12S del com ando e n jefe de!
frente oeste, antes de la aparición de los cazas en v u e lo rasante,
es decir, am es del día, realm ente debíam os apurarnos."
“ Con la radio sin ton iza d a en e l em isor que gv.iabo nuestros
cazas n octurnos y el m apa cu a d ricu la d o sobre nuestras rtulillas,
segnfamo:s con exa ctitu d el despliegue de (as incursiones aéreas
enem igas: ‘C azador noctu rn o en el cuadrante XT m uchos bom ­
barderos cn el cuadrante Y... cazad or noctu rno en el cu adran­
te../ Cuando m ía form ación se nos aproxim aba, circulábam os
len tam en te sobre e l borde d e la ruta, únicam ente con las luces
de posición. Pero m a n d o nuestro cuadrante se liberaba en cen ­
díam os los gruesos faros Zciss, los dos rom penieblas e incluso
los proyectores de búsqueda para seguir a todo trapo sobre lo
ruta, m ontados al a u llid o de nuestro com presor.”

J,os pasajeros de la M ercedes que huyen de Berlín no sólo


signen las consignas íle la circu lación v ia l» tam bién siguen, si­
m ultánea m ente, las de la circulación aerea nocturna; e l puesto
fro n terizo del Reich, a centenares de kilóm etros de allí, los ad­
v ie rte inm ediatam ente acerca del aporaio en em igo que penetra
a gran altura. La velocid ad del a u to m ó vil se con vierte en una
¿unción de la velocidad de penetración del cazador nocturno, y
el puesto de com an d o de la L n ftw a ffe, gracias al tejem an eje de
la radio de abo rilo, se com porta un p o co co m o una palanca de
velocidades: em braga y desem braga los veh ícu los aéreos y ic *
rrestres. De hecho, los dos pasajeros de la M ercedes ya no están
exactam ente s ó b rela autopista, ocupan la com arca in visib le del
espacio de ju e g o de la guerra; un p o co com o el ladrón p ersegu i­
d o intercepta en su receptor íle radio la frecuencia de la policía,
Speer y su ch ofer u tilizan en p rovech o propio el coniro] de la
inm ensidad aérea y la detección de ios adversarios.
Este v ia je , en e l cual se realiza prácticam ente la ubicuidad.
señala los p erju icios de la saturación veh icu la r (la inflación de
m ensajes y la polu ción de veh ícu lo s); ya ningún saber perm ite
prejuzgar, inm ediata o casi inm ediatam ente, lr> q u e no tien e o
no tendrá im portan cia, todo se con vierte en cansa de inquietud;
la in form ación instantánea, anticipando las a ccion e», puede pro­
teger efectivam ente d e un riesgo, pero produce instan tin ca m e ule
la crisis. Lo verem os en nn segundo ejem plo.
Estamos en el mea de a gosto de J % 1 , en la época de la gu e­
rra fría, durante la crisis d e Berlín. Se tem e e l enfrenta m iento
enere los am erican os y los rusos desde qu e estos últim os se p ro ­
pon en la in terd icción del acceso terrea i re a la antigua capital
alem ana. Entonces, para tes tea r su libertad d e acción y la v o ­
luntad de los soviéticos, el presidente K ennedy decide hacer
penetrar un co n vo y m ilitar en la autopista de B erlín.
Esc d o m in go , al alba, e l coronel C.rovcr S. Johns, en el chíícfc-
\n>int a m erican o A lfa, d e Uclmscedt, da la orden de ponerse en
cam ino a sus m il qu inientos soldados. l a unidad circula hacia
Ja frontera de la zon a soviética, t n la am ata del p u esto A lfa un
o fic ia l le tlú i un a u ricu la r telefónico conectado a la vez u l apara­
to de radio d d (tu to del coronel .Johns y a. Ul Casa Blanca, en
W a sh in gton , donde el general C liílo n , ayuda de cam po del p re­
sidente Kennedy, estaba al otro lado de la lín ea. En ese fin de
semana, el presidente de los Ésta dos Unidos no había id o a
llya n n is-F ort, se había quedado en su capital a causa d e este
c o n v o y m ilita r para Berlín... de toda la crisis berlinesa, éste fue
para él un m om en to de fuerte tensión y de cuidado: era Ja pri-
mera orden qu e daba q u e podía conducir a un ch oqu e enere Jas
tropas am ericanas y soviéticas. Ln W ashington, el general Clifton
anuncia por fin al presidente: 'El destacam ento ha cruzado el
puesto fron terizo'. En e l sabsaeü) de la Cima Blanca, C lifto n per­
m anecerá constantem ente com unicado vía tefe/ornea y m iiia l con
t i coron el Johns d urante todo su trayecto a través de la zona
soviética, y cada veijiU‘ m in híckí presentará su inform e a l p resi­
dente. H acia e l m ediodía, la cabeza d e l co n vo y llegará al puesto
de con trol de D relim len en Berlín Oeste. Los berlineses se ale-
gran y el presidente respira más a liv ia d o .”

El je e p del coronel Johns qu e circula hacia B erlín ya no huye


del p elig ro co m o el M ercedes a com presión de A lb ert Speer, lo
busca, testea para el presidente de los Estados Unidos, a m iles
de kilóm etros de a llí, la voluntad de Nikito Khrouchtcbev. l o
cuadrícula de la carta, sobre las rodillas del m inistro del Reich,
un poco más de quince años después, se con vierte en el tablero
ajed rezad o de la “guerra fría” , >' es le co n vo y y los que lo siguie­
ron serón parecidos a las p ieza s que desplazarán los dos socios-
ai] versa ríos. Gracias a la instantaneidad de su inform ación, un
auto y algunos cam iones revelarán ser m ás tem ibles qu e la A r ­
mo do Invencible. El con ocim ien to inm ediato y recíproco v o lv e ­
rá dram ático para e l p orven ir del m undo el m enor incidente, el
m en o r gesto.
C om o disuelve e l esp a d o del recorrid o del v eh ícu lo técnico,
la velocid ad de la consigno disipa lo insignificancia. F ti adelon-
tc todo es extrem o, el nw del m undo se ti a ce sensible en esto
situación que resulto a lo vez de la superconductibilidad de los
m ed io am bientes com o de la h ipcrcom u n icabilidad de los m e­
dios.
Ya los saintsim onionos lo habían pred ícb o, lo vía férrea apor­
taría la p o z ol nm nílo p orqu e ofrecería posibilúlacles inauditas
para com pagin ar rápidam ente los puntos m ás extrem os del glo­
bo; K ip lin g le había dado una form u lación todavía más g en ero ­
sa al anunciar: "l.os transportes ¡b e a liílo c iv iliz a c ió n !F u cnan­
to a Tenin, paro él la revolu ción era “el com unism o más la elec­
tricid ad ” Este b ello op tim ism o p rosigu e en la prosa
wedmm/i/cfl de M arshal M cLuhan. A sí se perpetuaba, después
del siglo xtx, la idea de que la separación en el e s p o d o ero una
c a la m id a d , re s p o n s a b le de c o n flic to s , de h am b ru n as, d e
incom prensiones... de las desigualdades sociales, tam bién. Lo
desconocido in volu crado en la idea de d istan dam icn to resulta
tem ible, sólo la proxim idod -q u e los nuevos sistem os vehiculares
h acen p o s ib le - abolirá, ju nto con el espacio y con el tiem po, el
origen de los choques y las desgracias. El día en qu e Lodo sea
com u nicante y, por lo tanto, cognoscible, coincidirá con la paz
universal... La satisfacción tardía de viejos deseos de com unión
correspondería a la retirada de la tiranía del csp a d om icn to, al
fin del avasallam iento a la extensión y o la distancia.
Todavía h oy identificam os el Desítírdajír con el p ro g re s o 126,
com batim os vigorosa mente todos los aislacionism os com o si fue­
ran otras tantos regresiones insoportables, oíros tontos Encierras
m alsanos, pero ni siquiera im oginom os el sentido ni las significa­
ciones del vie jo m ito de la transparencia-transpasarniento. Esta
proxim idad general, es Le glob o cn e l que rodo estaría “al alcan­
c e '1, este cw itin a a iti en e l que todo se volvería brutalmente rete-
saípfco y en el q u e la saturación dependería menos del obstáculo
de vehículos qu e de la velocidad de los diferentes vectores, nos
resalla totalm ente extranjero... sí, F jctm n jim .
Lo desconocido, lo extranjero, ya tío es para nosotros el que
vien e de lejos, sino el qu e perm anece lateral, totalm ente lateral.
A l contrarío de lo qu e predecían las predicciones de los viejos
profetas del socialism o utópico, el desarrollo de la com unica­
ción social n o resulta característico de la crisis del Estado, sino
sobre todo del estada de crisis. La hipercom unieabilidad de los
m edios m asivos es también, adem ás de la in m ed iatez del poder
de la in form ación , la instantaneidad de Ja in form ación del p o ­
der. La Süperconductibüidad de los diferentes m edios {terrestre,
atm osférico, hidrosíérico, etc.], es tam bién, adem ás del poder
de concentra d o n , la concentración del poder.
D esd e b a c e un s ig lo , d e b id o a la d ra m a tiz a c ió n de la
cotidianidad m ás banal, esta convergencia-congruencia ha des­
encadenado la perm anencia del estado de crisis, todo se lia vuelto
expreso y exp resivo {tam bién , a veces, expresionista), la extre­
ma concen tración ha ofrecido posibilidades inauditas de dom i­
n ación a quien Lis quisiera, al punto de que inclu so la célebre
frase de Sain-Just- '‘Cuando los pu eblos pueden ser oprim idos,
lo son ", se ha con vertid o en sim ple banalidad. Sin em bargo,
todavía resulta profundam ente desconocido el efecto de la v e lo ­
cidad del veh ícu lo sobre el territorio, esta progresiva desapari­
ción de la realidad del cuerpo y de los m edios en la velocidad
del viaje, esta disipación d el lugar en p rovech o del no-lugar del
pasaje, y tam bién de la ausencia de pasajero.
Si se relee la literatura progresista o positivista, e l flu jo es el
socialism o, la aceleración, el com unism o y el "gra n m o vim ien ­
to” , e l progreso.,, el espacio figura el lugar de la libertad, y la
velocid ad de transferencia y de transporte, la socialización p o s i­
tiva, al punto de qu e para los conquistadores del n u evo “nuevo
m u n do*, los térm inos de “ socialism o" y de “ velo cid a d ” se vu el­
ven rigurosam ente intercam biables (h a y qu e releer aquí las re­
laciones sobre los conflictos qu e opondrán durante la Comuna
-c o n m otivo de qu e la máquina locom otora fuera sím b olo de
u n ió n - a los com uneros, por un lado, y a los ferroviarios y los
q u e veían en ella la propiedad burguesa, p or o tro ).
fcl suicidio <ie Sanios D om on t tam bién resulta revelador:
mientras residía en Francia, durante la Prim era Guerra M un­
dial, asiste im potente a uno de los prim eros com bates aéreos;
literalm en te no cree lo que ven sus ojos y, desesperado, regresa
a Brasil, donde se dará m uerte. El profeta de la ascensión no ha
p o d id o resistir la caída de ícaro, la transparencia se le oscurece
súbitam ente, el alegre pion ero del paso al aire ha percibido bru­
talm ente la derrota del espacio a través de la derrota del aero­
plano.
El verdadero proyecto del jet es m enos lo concordia { ...) 12'\
e l la z o de u n ión entre los pueblos, qu e la trayectoria del proyec­
til; la política se ha vu elto balística, la geopolítica, geoestrategia,
A )a antigua poliorqu ética, al es Indo de si lio de las ciudades*
Estado, ha sucedido la política vectorial de) eslaclo de crisis, Ja
prospectiva lia renovado la p erspectiva, de a llí en adelante iodo
resid ía p ró x im o , inclu so e l p o rven ir; con la gen eralización de la
predicción y la p revisión , todo es anticipado, proyeerado.
La p lan ificación es m enos un aplanam iento qu e un aplasta­
m iento, una transform ación en a lgo telescópico; todas las p artí­
culas en m o vim ien to chocan y se rom pen; consignas, mensajes,
valores... p ero tam bién cuerpos contra cuerpos. Tanto e l recuento
de m uertos del fin de semana com o el bang supersónico, seña­
lan claram ente esta feb rilid ad inm ediata, es la caram bola que
para nosotros com ien za visnatm enle en el accidente de tránsi­
to, prosigue fónicam ente en el im pacto de la barrera del soni­
d o ” y acaso un día alcance su consum ación en la desintegra­
ción de una masa qu e se v o lv ió crítica; debem os entender que
para esto no habrá ninguna necesidad de una "m áqu in a del
Juicio fin a l*, un arm a nuclear absoluta, la generación vehicular
produce por sí sola tal deconstrncción. Junio a la serie de los
desanclo jes, esta defección del inundo antigúam e ti le inaugura­
da p o r los arquetipos del caballo y la nave, se ve acelerada a
partir del s ig lo xix con lo qu e se llam ó, com o si se tratara de un
nu evo m u n do, la “ conquista de la velocid a d ” , m ientras qu e en
realidad -e n le la d ó n con el te rrito rio - se trataba m enos de un
C ontinente qu e de una incontinencia vehicu lar del Occidente
industrial.

:‘Si todos llegam os, sobre toda la extensión de nuestras redes,


a respe lar la hora al segundo, habrem os dotado a la humanidad
del instrum ento m ás e fic a z para la coxiscíucción del nuevo m un
do” (AudiberL, ingeniero politécnico encargado de la organ iza­
ción ferroviaria).
A q u í com ien za la adm inistración rigurosa de) tiem po, si» pre­
texto íJe exactitud y de seguridad -e v ita r las colisiones ferrovia­
rias en una red de vía ú n ica -; aqu í se pon en en su lugar los
ciernen los generales de una regulación social que, después cíe
con m over a los viajeros, conm overá a los trabajadores y .1 la
sociedad en su conjunto. Los excesos de la velocidad y sus ries­
go s justifican y legitim an un vigo ro so adiestram iento, que en lo
esencial pasará desapercibido o será saludado com o nn sign o
de progreso ¡e in clu so a veces, paradójicam ente, d e libertad! El
einhlem a m onstruoso del culto de la precisión cronom étrica será
ajustado al fron tispicio de las estaciones, o incluso, com o en la
estación de T.yon en París, sera colocado al lado de los andenes,
‘'desem barcaderos de voluntades” , com o un cam panario; los lu ­
gares del inu ndo se convertirán en los horarios del m u ndo y los
péndulos d e la sala d e los pasos perdidos indicarán s im n lt á lla ­
m en Le la hora de las antípodas. Tas catedrales snielas al ir y
ven ir serán tam bién aquellas en Lis que se celebre un culto de
la hora, una Hoi'ütatrw 1M; la disciplina del espíritu y del cuer*
po, ese sustituto que deroga la vida m onacal -la reclusión v o ­
luntaria e n e l seno d e un Oí'den religioso o m ilita r-, se con ver­
tirá en un clcm en lo d e la vida burguesa. Este pasaje d e lo secu­
lar a lo regular, que pronto afectará a loda la sociedad occid en ­
tal, desem bocará en la instalación de una program ación-piar i
ficación del tiem p o social; a la gestión deJ territorio, acaso suce­
da a lgú n día una adm inistración de la gestión del tiem po, y
¿quién sabe? tal ve z un verdadero m inisterio del tiem po.
A la réglamenUnción d é la velocidad en los rieles y e n el códi­
go de tránsito, sucederá un reglam ento pedestre... un có d ig o de
bajas velocidades m ctabólicas, una adm inistración de los des­
p lazam ien tos fam iliares. Desde hace poco, en la U nión S oviéti­
ca por ejem p lo , los peatones pueden ser condenados a penas de
hasta diez, años d e p risión p o r ciertas violacion es a los regla­
m entos tle circulación: basta ahora sólo fueron penalizados los
peatones q u e hubieran protagonizado un accidente, p ero la Corte
suprema soviética acaba de exigir el respeto de las reglas de la
circu lación tanto a los que se desplazan a p íe com o a los que
u tilizan m edios m ecánicos.
Uti p oco m in o en esos grados de la escuela cn los que se les
proh ibía correr a los chicos “ para que la exigüidad del espacio
de recreación no les pareciera insop ortable” com o lo precisaba
M arccl Pagnol. Ivan Illich p rop on e la instauración íle una “jus­
ticia de la circu lación ” 119. "L a inexistencia de una contabilidad
nacional del tiem p o social no debe hacernos creer que es im po­
sib le establecerla*. declara. Para es le fraile seductor, el lím ite, la
regla, es la salvación. Sin em bargo, el jaridxsm o tjne se disim ula
en la coexistencia dentro del m arco de la vida en com ún no
debe hacernos o lv id a r que la le y es un instrum ento del m ism o
estatuto qu e e l teléfon o o la electricid ad, juna herram ienta que
tiene necesidad de expertos para funcionar. De hecho, el o p ti­
m ism o en relación con la m ediación jurídica no resulta tan d ife ­
rente de aquel que, desde h ace más de un siglo, acom paña los
"p ro greso s” de la com u n ica ción -com u n ión social, y a q u í el
m on aqu isin o de Illich contribuye a garantizar el p orven ir p o líti­
co del controlador y del confesor, es decir, a íin íle cuentas, del
"director de consciencia”.
Para concluir, retomaría la exhortación del vie jo lapón: "Cuan­
d o le deslizas rápidam ente en la estepa sobre un trinco, date
vuelta a m enudo, para conocer la fisonom ía del reto m o '' Del
“círculo v iv o ” del nóm ade, al "círcu lo va cío " de la enrancia m o­
derna, e l sistema veh icu lar nos v u e lv e a llevar al punto de par­
tida, e l p orven ir ya no es el país que está delante nuestro; más
allá del horizonte, el cic lo íle los viajes se vu elve a cerrar, aquí
com ien za en otra parte, nos con vertim os en nuestro propio des*
conocido.
I-a velocid ad ya no es signo de un progreso, de una p rogre­
sión, sino de una conversión ; Ja revolu ción veh icu la r constituye
fin alm en te un eterno retorno, la ilu sión de la derecha 130 ha
cesado y con ella la del "la / o íle u n ió n " entre las naciones y los
pueblos; en adelante, e l vu elo de B lériol ti acia los acantilados
de D ouvres, o e l de Lindbergh, resultarán m enos sign ificativos
qu e el m anejo en "circuito cerrado” de Clém eiH A d e re n el cam ­
po de Satory... A p ollin a ire, ayer, elevaba votos por la vénula del
gran olvid o , por ese Cristóbal C olón que nos hará o lv id a r un
continente**, hoy, eso es a lgo qu e ya está hecho.

M a y o de. 1975
F r a g m e n t o s d e e s t e e n s a y o f u e r o n

PUBLICADOS PREVIAMENTE EN LAS R E ­


VISTAS Critique, Esprit, Cause
COMMUNE.
P OS T F A CI O

D el límite extremo a la extrema proximidad

“ Suprim ir til d istan d am icn to m ala."


Rene Char

Si el mapa n o es el territorio más do Jo qu e este últim o es el


espado real de la historia, ¿qué hay de la seguridad del territo­
rio eu rop eo después tle ios recientes trastornos sobrevenidos en
los países del Esteí
D e acuerdo con en los treinta y cuatro jefes tle Estado y^dc
gob iern o reunidos en París en n oviem b re d e 1990, para atender
las necesidades de la Conferencia ¿obre la Seguridad y la C o ­
operación en Europa (CSCE), lo qu e am en azaría al continente
sería m en o s la gu erra n u c le a r q u e la b a lca n iza ciú n , o la
lib a n iza ció n o . dicho de otra m anera, la d esintegración social y
la declin ación d e la paz. c iv il.
ín tim am en te condicionadas por la obsesión del tiem po dis­
p on ib le, nuestras sociedades no cesan, en efecto, de acordar a
la duración -a través del Tiempo ¡v.aí- lo qu e extraen sim b ólica­
m en te de la extensión del m undo presente.
Si “ v iv ir es volverse Liego a las propios dim ensiones” (CioranJ,
entonces nuestra especie nunca v iv ió más intensam ente su ce­
guera, su enceguecí m ié uto político, al punto de qu e de ahora en
adelante confu nde “cuerpo p ro p io " y “ m undo p rop io’ En efec­
to, hoy se plantea, frente a la su perpolencia d e los m edios técni­
cos. la cuestión de la am plitud residual de los territorios g eográ ­
ficos. Es, de súbito, la anticipación de un fin, al m enos del fin
del m undo exterior; una pérdida de tierra y de vista, final de
ju ego que, sacando ventaja de la acción a distancia de las tele­
com u nicaciones, im plica tanto el o lvid o d e la exterioridad espa­
d a I com o de la exterioridad tem poral. Pérdida de la m em oria
tam bién, confusión de lo p róxim o y de lo lejan o, del presente y
{le) porvenir, frente a los p erju icios de una m em oria inmediata
ligada con la eficacia de una ím agim en tiem po m d , <|uc ya no
sería una inform ación concreta (exp lícita ) sin o discreia (im p lí­
c ita ); suerte de esclarecim iento indirecto de la realidad de los
hechos.
Finalm ente, m e p arece t|ue uno de los aspectos m enos ana­
liza d o s de los acontecim ientos que han sacudido, y sacuden día
a día o la Luropa del Este, es e l rol ju ga d o por las ciudades
alem anas en el proceso de em ancipación política.
Sin hablar de Praga, d e Bucarest, d e Dresde, L e ip zig o Ber­
lín, qu e habrán tenido más im portancia q u e una supuesta “ re­
pública d em ocrática", de venilla virtu al o casi virtual.
D e h ech o el listado alem án oriental habrá cesado de existir
extrañam ente, antes de desaparecer en el otoñ o de 1990... En
cnanto a la actual “ república federal", si todavía les parece atrac­
tiva a los exiliad os es d eb id o a una suerte d e ilusión óptica que
n o engaña ni rem o Lim en le a los responsables p olíticos del m o ­
m ento. Desile e l in v ie rn o d e 1989 -cu a n d o las grandes nía ni res
taciones de la o p o s ic ió n - se veían, sobre el r/ngdc L eip zig, ban­
derolas qu e reivindicaban claram ente la anexión de la ciudad a
la A lem a n ia del O esle... no la anexión d e la R D A a la RFA. y el
fin de la d ivisión alem ana ¡sino la secesión de L eip zig)
E fectivam ente, ¿qué importa un ¡lin te rk m d , una autopro-
clam ada república, cuando su pueblo huye, cuando su pu eblo
se siente ciudadano de una aglom eración urbana sob revivien te
- a pesar de la ru in a - del desastre econ óm ico, cuando soto a
Través dr. sí m ism a se expresa la cohesión de una población que
qu iere term inar con una di cía rima socialista anticuada?
¿Qué im p on a entonces e l Este, el Oeste, el Norte, el Sur, los
puntos cardinales, si solam en te la ciudad subsiste todavía, con
sus capacidades de exaltación p o p u la r y de m anifestación de
masas intactas, a llí d on d e el territorio pretendidam ente n a cio­
na l ha cesado de existir p o r el solo hecho d e qu e un p od er esta­
tal ha sirio incapaz de asum ir la cotidianidad, y a cam b io sólo
podía asum ir un control id eo ló g ico , una vigilan cia policíaca?
Capital de la Europa del mañana; ¿Bruselas. Estrasburgo o
Berlín?
Es la pregunta queda en suspenso, porque h oy en día asisti­
mos a una transición de la identidad política europea, una tran­
sición de fase, dirían los físicos. A ntes de que se borraran las
fronteros «leí Oeste en 1993, las del Este v ie n e » a derrum barse,
y e l Murai a desaparecer: ¡X<i más muros, nt» más tnuros en
n in g ú n parte del m undo!” , exclamaba prorético un lituano fren­
te a los escom bros del m onu m ento m ás fam oso de la guerra
fría.
D esd e su p rim e r d is c u rs o sob re lo e v e n tu a lid a d d e Id
reuníficación alemana, lle lim it Kohl ya había prevenido o sus
«ilwclos: “ Europa no se reduce a la C E E i:w: Varsovia, Bucarest,
Praga, Rostok, l.e ip zíg o Oresdc también form an paite de e lla ’ '
Fxtcanamente, en ausencia de un verdadero debate sobre las fron­
teras reales de la Europa del Este, las m etrópolis vu elven a con ­
vertirse cn los últim os hilos políticos íle )a Europa com unitaria.
A n tañ o “ n acionalítaria” 1J2, la geop olítica europea volverá a
convertirse en m unicipal, “ arbon ítaria" w , y las querellas so­
bre la nueva "ciu d ad an ía" y los derechos del hom bre, abordo-
dos o propósito íle la in m igración ¿no traicionarán, por ese des­
p lazam ien to de lerren o, el pasaje de la n ación perim id.i a la
ciudad reencontrada?
Poco después de su paso al Oesie, un residente íle Berlín
declaraba: “Las dos Berlincs son m uy diienentes. es com o si se
quisiera v o lv e r a p egar Londres a Lisboa, o París a Copenhague,
no (uncióna".
P or otra parte» a su m anera, los manifestantes íle L e ip zig ,
qu e reclam an la an exión d e su ciudad a la RFA. hacen lo m ism o
qu e las m unicipalidades de la d es centralización cuando se h e r ­
m anan exóticam ente. Ya m ism o, especio luiente en Francia, se
asiste a reagrupam icntos íle com unas rurales, e in clu so .1 la aso­
ciación de ciudades m edianas, com o Alengon, lburs y Le Mans,
para intentar resistir lo presión íle futuras Iíurópom.n (M u nich,
H am bn rgo, Rotterdam , M ilán, I .yon o B arcelon a), que tendrán
un rol econ óm ico prepon dóram e después de la ab olición de las
fronteras nacionales.
En su obra Lti Frunce iíg¡rrté?lw , e l alcalde de M ontcpellier
ilustra de otro m odo y a las maravillas lo gran distancia que se
establece, por una parte, enire una geopolítica nacional en crisis
-recuérdese el problem a de las alianzas m ilitares y el rol reciente
íle la O NU cn el conflicto del g o lfo - y, por otra parte, un enfoque
rniftsnacfonaf, -si no tm m p u U ik o : perdida definitiva de los refe­
rentes puramente geográficos que habían construido hasto aquí
la historia del Occidente, advenim iento de un uuiMDt&xo tom ín a l
que remató el ciclo del fam oso "derech o de Ciudadanía” ; postrero
ciudadano aurcrTcmo, enyo eslogan bien podría ser “rfu c ftia f ncc
mcr^iríir" vv\ en m em oria de una vieja capital histórica.
El derrum be sim b ólico del M u ro de 13erlín, no sería, pues,
m ás qu e el p rim ero de una larga serie do d em olicion es qu e inte­
resarán no solam en te al Csiado-nación o a l Estado-ciudad, sino
tam bién a la arquitectura m ism a de la Europa del m añana.

Poco después de la reu nión de los doce en Estrasburgo, en


d ic ie m b r e d e 1 9 8 9 , J a c q u e s D c lo r s p r e c is a b a : “ H a b lo
gustosam ente ile u/¿ü E uropa de g eom etría variable, es decir,
iiii.i Europa en la qu e n o todos l o » países aceptan el m ism o
grado ile com prom iso, pero están lig a d o » p o r cooperaciones m úl­
tiples.,.”. Y concluye: "en una gran Europa de geom etría va ria ­
ble p u eden coin cid ir válidam en te conjuntos qu e no acepten el
m ism o grado de com p rom iso.”
On;«Tm por .ruco x o JühfMFlCADO, entonces la Europa del maña­
na reposará m ucho m enos sobre la autoridad centralizada de
los jetes de Estado qu e ¿obre la voluntad de em ancipación “e x ­
céntrica” de los grandes responsables m etropolitanos.
N o se puede an alizar de otro m odo la n o ció n de "gran con ­
ju n to de geom etría variable” , aplicada a nuestro v ie jo con tíllen ­
le desde q u e las m etróp olis se asocian estrecham ente, p o r enci­
ma de los lazos q u e la ligaban ayer con las au toridades de la
capital nacional.
Por otra parte, esta am en aza aún difusa de h re -fe u d a liz a d ó n
urbana ile la gran Europa es resentida tanto por num erosos e le ­
gidos locales co m o por los rep resen -m ies ile naciones lales com o
H olanda. Portugal, B élgica o aun Irlanda.
Para estos '‘pequeños países” -siem p re en ocasión de este
encuentro de E strasburgo-, a propósito de las p rioridades p o lí­
ticas del m om ento, lo más im portante eran los transpones, la
fiscalidad y la in m igración . De hecho, era la com u nicación, en
el sentido a m p lío del térm ino, lo q u e estaba en e l centro d e las
preocupaciones d e los socios “ m in oritarios” , am enazados, se*
gún ellos m ism os, de m argin alización periférica.
“S i se su prim en las fm atera s habrá también, que s u p rim ir fas
distanaasr declara ha el portugués M , Silva, si no, habrá gra n ­
des p roblem as m las zo/u¿s p eriféricas. ”
v.m
Bstá claro que, según este responsable, enseguida secunda­
do p o r e l representan le de Ir lo tula, la Europa unida es p lim ero
el TG V U6>la A irbu s U7 y las telecom u n icacion es; dicho d e otro
nicnlo, esta ¡iriv m iza a o n (Id tiem po rea} es la que acaso perm i-
lirí.i evitar la m orgin alización periférica tan temida.
A b o lir las distancias y ya no sólo los m uros, las fronteros
de las n acioncs europeas, tal es la verdadero cuestión política
del m om ento. Uno sola cifra lo con firm ará: de acá a dos años
asistirem os, en e l con ju n to d e la com ún i da d , a la du plicación
d e los transportes via les. F.u cu an to o la c irc u la c ió n oérea
ti es regulada, ya p od em os im a gin a r su a flu en cia , sobre todo
cuando se escuchan las e xigen cias am erican as form u lad as por
James tíak er en ocasión de una reunión de la O TA N : “ i o s Esta-
dos U n idos y el Canadá son vecin o s de Europa, la coopera­
c ió n transatlántica y la in tegración europea deb en tiacerse de
rreute. W a s h in g to n propone, pues, una nueva arquitectura para
una nueva era".
Una arquitectura europea a la v e z estratégica, política y ec o ­
nóm ica, qu e p rivilegia ría e l ‘ tiem p o reol” d e los i r terco m i) ios
transatlánticos en detrim ento del “espacio real” de un continen­
te bastante ex igu o ... Pasaje de una Ciudad Tópica a una suerte
d e Ciudad T e m ó r s c v “ m e la ciudad” , la única cap az d e aseguro r
la continuidad de un gran conjunto políticam en te desandado.
Y no sólo, co m o en los siglos xix y xx, la m utación de un
territorio nacional gracias al desarrollo d e las estructuras fe rro ­
via rias o viales, sino la súbita co/i/uuraemn. de un m ed io a m ­
bien te transnacional, tal com o sólo lo p crm ilen las telecom u n i­
caciones; el telepu erto reem plaza la estación de ü rn o el aero­
puerto, hasta a q u í preponderantes en la organ ización de m i te­
rritorio europeo, que se convertirá en m ía gran zon a d e teleco-
tn iu iica d ó n a va n za d a.
A s í se p on e en vidriera la flam ante arquitectura de esta nue­
va era: de cara a las dificultades prácticam ente insuperables de
los ironsportcs aéreos o via les -c o n la excepción de una red
ferroviaria abierto para trenes que circulan a velocidades cerca*
ñas a las de la aviación com erciaJ- solam ente el d esarrollo de
las telecom unicaciones tal v e z podría favorecer lo integración
d e los m árgenes p eriféricos, tanto al Este co m o ol Oeste, tanto al
N orte com o al Sur.
Frente a esta súbita perdido de la extensión territorial -co-
rrelativa del í1e.svane cim ien to de los distancias tem porales- los
responsables p olíticos deberían, parece, inquietarse por el estatus
futuro de la ciudad, qu é digo, del pu eblo europeo global.
¿Qué v o c a c ió n p o lític a o tra n sp olítica paro una ciudad
teletópico, para un polo, un lectwpoio, que se v o lv ió domíname?
¿Vamos a v o lv e r a tragam os lo qu e vom ito mos? ¿Vamos a
v o lv e r a esa áadad-E stado de lo.s orígenes de la p olítica, con los
riesgos de la sujeción progresiva de las periferias? ¿O vam os a
asentar la superación del Esta do-nación sobre zonas de teleco­
m unica cion es avanzadas, capaces de in n ovar otros intercam ­
bios sociales» otras relaciones publicas, sin avasallar sus gran­
des suburbios?
Escuchemos lo inquietud legítim a de un habitante de Leip zig:
"Ahora toda A lem a n ia porccc una gran ciudad, la parte c h k en
la que se radican las oficin as sería la REA, V las barriadas p o ­
bres, los suburbios grises, seríam os nosotros”
M ientras se habla cada vez más en Porís, en Lyon o M arse­
lla, de la necesidad de un m i f lisie río tic lu d u d a d para íacilitar
la em ergencia de una socialidad urbana pluralista, convendría,
parece, v o lv e r otra vez sobre los relaciones existentes entre lo
form a urbona y la guerra, no so lo lo guerra exterior, sino tam ­
bién la interior, la atroz guerra civil de la qu e Yugoslovia es hoy­
en día la prim ero victim a.

“ D e ahora m ad elante las fr<7ntems del Estad.) pasan p o r el


in te rio r de (as c in d ru b ts" Con la apertura europea y la descom ­
posición de la e x U n ión so v ié tic a , esta frase del alcalde de
Fila del fia, pronunciada durante e l transcurso de m otines urba­
nos hace más de un cuarto de siglo, cobra ahora toda su actua­
lidad. íx> qne se produce h oy en día en los países del Este, con el
retorno de las reí vindicaciones nacionalistas, se reproduce igual­
m ente en e l oeste de nuestro continente, con la cuestión del
m ayor rol p o lític o de la sE u roc«t¿a d es. A s í co m o el agua vu elve
a llenar el vaso, la historia vn elve o ponerse en escena, p ero a lo
inversa: la U nión de las Repúblicas Socialistas Soviéticos se
deconstruye y recae en el Estado-nación, m ientras la U nión Eco­
nóm ica Europea, abriendo las tronteras nacionales, se apresta
para darle una v e z más al F..sta.d/0-ciudad su prim acía... Dos reti­
radas que son m enos la consecuencia del auge capitalista del
mercado qu e <lel aban don o íle la disuasión nuclear; y q u e a b ie n ,
más allá d e la desaparecida cortina d e h ierro, otros frentes, otras
fronteras, esta v e z interiores.
M ientras qu e cada qu ien deseaba en el Oeste la superación
de Ja nación en favor de la m ás eficien te trama íiaruMaciortaJ,
asistim os, a l con tra ria , a una su en e de regresión hacia un esta­
do p olítico anterior: la iiudad-Estado, con su clien telism o elec­
toral, sus luchas intestinas, su p olicía m u n icipal y con las
premisas de un run:feudalism o, va que, com o lo anuncia un
im pórtam e responsable urbano: "E l día íle mañana, entre los
alcaldes y el presidente de la República, no habrá nada más”.
En su obra ya citada, e l alcalde íle M o n ip e liie r llega inclu so
a reclam ar la desaparición de la división en departam entos ••
que según el favorece demasiada a tos cam pesin os- en b en eficio
de la división p or region es, inclu so si esto a m en aza gravem ente
a la n ación fe d e ra tiv a , d e b id o al te je m a n e je d e rela cio n es
tra n sn a d ó n a le s < i«e son llevadas a anudar. En eíecto, le parece
qu e la avanzada econ óm ica de Francia está trabada p o r un H i­
tado n acion al qu e descansa tod a vía sobre el esp esor íle sn
riva lid ad .
Para dejar sentado su argum ento, C eorge Fréche llega inclu­
so a explicar: "C on ceb id o por la C on vención, el departam ento
era esa parte d el territorio que un jin ete podía recorrer en una
jom a d a, m ientras que actualm ente la región es esa parte de te­
rritorio q u e un autom ovilista atraviesa en un d ía, e inclu so m e ­
n os" liS .
Curiosam ente, nuestro elegid o no lleva hasta sus últimas c o n ­
secuencias sn lógica Dromocrvíica, constatando, p or ejem plo,
q u e Francia, y sobre todo la Europa del mañana, no reposaran
sobre e l au tom ovilista en m ayor m edida que sobre el jin ele, sino
que lo liará sobre las telecom unicaciones y los veh ícu los d e gran
velocidad, a b olien d o , de h echo, no só lo el departam ento y la
región , sino aun el tó/j¿icíd re a l del continente europeo, sacando
ventaja exclu sivam ente del t i w j i n ¡va l de una acción inm edia­
ta, y restituyéndole al polo urbano mía potencia política que
hará de su alcalde un señor, un h idalgo raído, m oldeado en la
horm a de las antiguas jerarquía?.
¿Cómo no adivin ar a partir de esto -p o r detrás de los trastor­
nos de la estatura geopolítica de E uropa- la fragilidad de nnes-
tras instituciones democráticas? Disuadidos p or el "eq u ilib rio
(le) terror* (verdadera lín ea M agín ot del espíritu) ii<J d e pensar
la g u r r m geoestra lógicam en te - y esto desde hace más d e cua­
renta a ñ o s- nuestros estrategas, a l contrario qu e los de la ec o ­
nom ía m ultinacional, parecen ser incapaces de a n a liza r seria­
m ente la situación achiaI de nuestro continente, que cuenta,
por una parte, con los problem as d e la declinación d e su cam pe­
sinado - q u e sigu e a la de su proletariad o-; p o r otra pane, con la
cuestión de la inm igración y de los grandes desplazam ientos de
población, n o sólo de Sur a N orte, sino aun del Este al Oeste; y,
finalm ente, y acaso p o r sobre lodo, con la repentina decrepitud
íle las costum bres, con los estragos ligados con el desarrollo de
mi ru in w .a p ita lis m o tem pranam ente mundiaJizado.
Todo sucede a la postre co m o si la extensión y la p rofu n di­
dad del espacio real del territorio europeo perdieran su valor
estratégico y político, en p rovech o de algunos p o lo s de fijación
más o m enos tem porarios: tecnnpnlos, oe u ro p o lo s qu e disponen
d e tecnologías de avan zada qu e les perm ite ejercer un control
sobre su h in te rL in d , y e llo instantáneam ente; qu e de ahora en
adelante, valién dose de la profundidad del instante presente -la
im e rfa c e -, aventajan al in tervalo region al o departam ental; y
que con slí luyen, cn detrim ento del cam pesinado europeo, un
nu evo h orizo n te para la actividad de las sociedades postindus-
trialcs.
C om o se sabe, ahora que Europa planifica la reducción del
núm ero de sus explotacion es agrícolas haciéndolas pasar de un
m illón a dos cien las in il; ah ora q u e los n ueve m illon es d e p erso­
nas que integran su población rural corren e l riesgo d e reducir­
se a la m itad de a q u í ai año 2000, el estatuto de la ciudad vu elve
a convertirse en e l m ayor problem a de la historia occiden tal, la
dem ocracia m ism a coitc e l riesgo de desaparecer frente al a d v e ­
n im ien to d e una nueva tiranía, tira n ía d el tiem po real, qu e ya
no perm ite el con irol dem ocrático, sin o sólo el reflejo co n d ic io ­
nado, e l fíiiW Tnaúsnw, dicho de otra m anera, Ja dictadura de
una instantaneidad y una ubicuidad -atribu tos de la autocra­
c ia - que reencontrarían así, sobre el iin del segundo m ilen io,
cuerpo y actualidad cn un sistema leen ico investido de un todo-
poder m ístico.
D eus ex n a u o n a w , íd o lo ya no m aterial, sino inm aterial, cu ­
yas proezas ondulatorias señalarían el carácter m aléfico, si le­
ñem os en cuenta q u e la contam inación ya n o só lo alcanza a los
elem entos naturales - e l aire, e í agua, la fauna o la llo ra -, sino
inclu so al espacio y ai tiem po de un planeta reducido a nada
p o r tecn o logía s electrom agn éticas qu e consum en e l espesor
m ism o del m u ndo real.

OcfwJirc tic f00}


N otas

N. de T . ; Jungo de palabras: el neologism o niétasiabte significa “sus


ceptible tic que se induzcan en ella procesos de meiá.sta.sis” . esto es>
procesos cancerosos. Pero la realización significante perm ite Iw r lam-
bien méto.-siablc (me< a-estable), esto e s, "estable en la reflexión” o
"reflexivam en te estab le”, "estable en función de un sistem e segundo*.
N. de T.: ¿rertLvAcnrief: <i«ie sucede segxín la m odalidad del ar.onteci-
mienn>.
H. M arcuse; Díte ■Dimensk'/uil Man, Boston. I9 lí4 , (traducción espa
ñola, hombre ti;j«Iífrt«iston<ií, Joaqu ín M ortiz, M éxico).
l-is c ita ; de K Ruge han sido extraídas m aynr i(ariam ente de fecmac/if
und Sidic/heá.
"V *¿ total” o "p a¿ in teg ral", referencia a l m odelo romano y preocupa­
ción de las instan cias bítem acio n ales después de 1914. Numerosos
pasajes com entados a q u í se exirajeron de la obra de Edgard Milhaud,
y en particular de Sur la. ¡igne de ¡mrtage des fempy (l’ürís. PUF, 1 9 4 $ ).
N. de T.: el significante tnáten tam bién hace referencia a l bajo mundo,
al hampa.
N. del T.: 5l>-\: Socieóad de las X acio n es, órgano preem sor tle las Na-
ciones U nidas, fundado a instan cias del presid en ^ W ilson c o n e í o líjk *
tivo e.xpJícilo de abolir las guerras-
I. Libertad de expresión. II. Libertad de adorar a üios. III. Liberación
de la necesidad. IV. Liberación del tarín ir.
i.a com isión britán ica de “seguridad so cial” com ienza sus trabajo s pie
cisam enta b ajo el signo de la liberación de la necesidad, y Bcveridge
insiste sobre el h ech o de que la asisten cia debe dirigirse "a (as familias
y ciudadanos fotqn/hxs aisladamente”
Que se confunden en Ja persona del presidente, en la carrera de h o m ­
bres com o R oben Me Ñamara, antiguo secretaria de D efensa (en el
m om ento de la escalada en V ietnam í y actualm ente presidente del
Bañen Mundial o bien , en la evolu ción m ism a íle la com posición del
fu n cio nan ad o durante cada conflicto, a partir de 1903-
Le Moiulc. 1J de abril de 1 9 4 7 . y Associated Press.
Com isiones del tipo Wtu Ftfrti
N- íle T : ruia que lleva a las playas del su r y a Kspatta.
l a esperanza final en un Estado fundado sobre la nostalgia de los
"p acío s de intercam bio recíprocos” , de los servicios m utuos. "D em o-
<-racia en la adm inistración, fraternidad en k s lalaciones sociales, igual­
dad de derechos, ed ucación universal, inaugurarán el pr&ximc perío­
do histórico i|iie la razón, la experiencia y la cien cia preparan hoy
m ismo. K.ste nuevo período será la rüvürreccjorc -p e n i b a jo una forma
superior de la libertad, de la igualdad y de la fraternidad de las o ntiíjucs
gen íes" (Kngels, "Función del E stado"!.
La in(urinación y la propaganda, la separación de la administración de
correos de la de com unicanuiie3, las agencias para las cuestiones esp a­
ciales, la adm inistración urbana, la organización de los territorios, la
pue.sia en m archa de grandes irehajos, 1?. búsqueda y la conservación J e
recursos naturales y de energía, Ja defensa de! m edio am biente, eic.; Ja
multiplica ciún (I r las torcas d el Estado piogresan en un espacio dado,
una g e ó g ra fo aduim úcraiiva siempre más refinada y píesem e.
A l m ism o lie ’ npo, enire los A liados, lo tcm>vA<:mn (le las ayvdas a la
creatividad, y, de 1940 ü 19>l). lus in icios deJ análisis m orfológico.
“ Kn «1 mundo de fatalidad absoluta cu i|nt* se m ueve H ider, ya nada
úetie sentido, ni k! liten. ni k1 m al, ni eJ tiem po, ni el espacio, y lo que
lns demá? hombres llam an é x ito nn puede servir de crie crio... Es pm-
bald e une Tfill<¡w lerm in e en la catástrofe, p cio sus ñipas transformadas
tornarán de e llo utia fuerza num-a." f(;oebbeJ3 a so ayudante de cam­
po, k1 príncipe d e 5hanmburg-Lippe. í Jii.lt>.r habla a sus g e n é ra te , Pa­
rís, Albin M iclicl. IW r i.)
N. (¡el L : en francés “a iip a y scm en t*. n eologism o referente a la palabra
"dúpuyxeuu’. u r íjxir se Ira (luce com o a xuttña iu ia dn . exilio.
En diciembee de 1971. la ilá m a n d e los Comunes decidió e l cierre de
rodos los asilos de Lran Bretaña pot los próxim os veinte años.
E. Jünger, LTLtai n n iin r s e l l’arís, CaJliraard, J962.
"... liherlad, fraternidad, audacia iiueJeciual... «1 ideal más elevade de
la luz y del amoi...” Lia mámenlo de Langevin, 1945.
A U> lar^o de una entrevista de M. Giuglaris, ese antiguo as de los
bou»baldeos sobre Kurnpa. anunciaba: " i Nunca más mía escalada' Si
oKiiienares de miles d e personas delicji morir en una guerra, jp o r qué
en siete añ os en lugar de en siele (lias, o en sien: lioras i> en -síeie
s>K£mirlos?"
Les Cflñí'e/s de l U n io n rtn.ii»utiixj£. 1052.
Üxpnsíción realizada por A lain Blondel, Lauicrii Sully Jaulmes y Roxanc
Debuisson (.del 20 de octubre de 1972 a l 3 de enero de 19731.
Paul VíiíEhi. "Huriker A rch eologie’ 1, Arclilicci/:re t*riticipe, 7, 1966.
N. úe P.: "Le 3 atiabes de l'A in ériin ie. ce sont les alfa ices”, .lue^n di*
palabtas curre (if f n im y nffnires que en trances sign ifica indisiinta-
m<?r»-.e (isurjfoj y rccgocio¿, p eem itien d » así leer “ Los asuutos de A m eri­
ca son los n egocios” . "L o s n egocios de Am erica, son l r « (verdaderos]
asnuios” , lan to com o I j í dos ídim uías exclusivas: 'Los asuntos de
Am erica son ios asunios" v "U »s n egocios de Am érica suri /m n e g o ­
cios”.
La inversión sindical: los i ral >ajar1ores invitados a privarse d e una par­
le iI k sus sueldos para salvar la empresa.
M ich el Tato, Le il/o/i/ie, 3 de noviem bre de 1965.
Juan Kay, í .í ¡ cité de / w d k ib le peü/-, París. iVUrabout, 1969.
PsiCOflftdL'iíj ¿te id situ a ción a iá u iiw (N R F ).
K. M illiand, í»ur /ít lign e ríe p a n o j e des femp.v, np. cil.
M e Imán, Pcniaxott Ca¡>itídistt¡. \ > w Ycrk, M cCraw lííll. 1970-
K. Clarke, /.(T Tecñnocran'e d e la ^acin>. i'arí.s, l e SeuiJ, 19?l.
EJ autóctono sobrevive a llí donrle m uere e l rtausplanladn.
Ui desaparición progresiva del “ túmulo'* d e b s ¿rancos, sotuc toJi: la
desaparición de materiales ligeros y provisorios com o la madera o el
sim ple talud de tietra.
Andar a<juí y alia -d is cu rre n .
Asi, el surco de la foitaleza de: Húmido, cercando un espacio con su
sola h u ella, transforma inm ediatam ente nn juego fraterno en un aclo
fratricida.
Kl í>erng en ' ‘ El Esiado suicida".
N. d e V.: en francés e l signiñcante ctH2^üm se aplica indifet entornen le
para designar oua iüga o nn espacio de d ivcitim erilo U m siico, desti­
narlo a evadirse de Ja realidad cotidiana.
V. de T.: per Chai les de (¿anlte, ver in fm .
X. de 'I'.: ^El H eságn no" os eJ ap elativo qu e H:s franceses le «ton a
Francia, c o y a » íronieras se asome jan (si uno agrega cierta dosis de
im agin ación ...) »\ ini hexágono.
N. Oh T.: se re/ferc al 18 de jun io ilc 1940 cuando e l general De fiaulle,
desde Londres, llam ó a los franceses a L» jesisiencia contra los n a z is
X. d e T.: squattvrx: palabra inglesa de uso corrión;c en francés <iue
liacc referencia a las personas que ocupan ilegolm enie edificios y v i­
vienda? abandonadas. En castellano una traducción posible c s"oln ip ;i'\
pero oJ íe m iin o s/iuauer careos de la connotación anarquista que g e ­
ne taimen-, r se le d?. a “ o^upa”.
N. de T.: En á t o s *QS:>ignn?¿or¿ A /¿sidercoe". Kl auiot hace un ¡noge
de palabras eolio lo "asignación de residencias" y el termino ^ue en el
derecho Hispano se conoce como ‘ arro.«o domiciliario”. Hemos elegid»
conscrvac es'.a modalidad.
Ver el libro de M. Paríante, M a i 6K.
l a de abortar, por ejemplo.
Desaparición de la noción de "tevrilnrin" y de ''nacionalidad” detrás ríe
Ja d e “ m e rc a d o " y d e o p e ra d o r d el p r c y e c lo ... re em p la za n d o la
proletaria ación en un nuevo con te^ io es|>acii)l.
Es igualmente el sentido <tel plan Cldniem Marot, 03Í como del orga­
nismo F.urocontroJ, y de ! os de numerosos gtupos qne e v ita n aJre«K-
dor suyo.
N. de T.: CHS: Com pagnie Rópublicaine de Sécuriié: P u lid a m ilitari^i-
da francesa.
E dw ard W h itin g Fox. L'A u it h F u m c c ( L h i s l o i r c en p e r s p e o iv n
géographique). París, Flam m aríon, 1973 (coll. "N ou velle H ib liotliíqu e
s cie n iiííiiu c ” ).
J.-J. Antier, CltrúitiQV.e des nrmiies, verano de 1973.
Le Afori/íc £oonom¿/ue, 10 de ju lio de 1973.
Husserl, E l iv ín cn de la #a>me¿r£a (traducción y piesemaciúi de Jacques
Dei rida), París, Plffi 1962 (culi. “Epiiuéthée"}.
N. de T.-. PC: puesio de conuoJ.
La persona de Cristo inn'oducida en e j sisiem a rlt: objetivid ad histórica
(R en án ), la h istoricidad, -ipuesJa a fa iempenalidad de la encam ación,
m ientras que e l pensam iento racionalista d el s ig lo xix hace jarad d jica-
i» e m e una com petencia ambigú?. a la fe jcJigiosa: “ 1.a ciencia, única
religió n del mniro" (Raspad).
N. de T.: quien a hierm mata a hierro muejc.
C. Verrojo, Jvour.'*ik h is te in nunalnn, París, Hacliette, 1936-
A diferencia de lo iesi.s del siglo xix, las modalidades de la muerte de
Cristo resuelven ahsolu:ameni« «1 conjunto del destino de los cristia­
nos, en el Jiempo y el espacio.
"La más bella y fa más alta de las íoriñas de la sabiduría es aquella
qne se emplea en la organización de las cindadelas y de las familias':
Es por ln unto en la matriz de la dudad Estado «pie el hombre nuevo
debí? engendrar, en lugar de hacerlo en el seno de uiia mujer.
La R e p v b lia t de PJalón muestra que las leyes de Jos Kslados son ccm -
pJetameruo asim ilables a aquellas que rigen el perfeccionam iento de
los in dividuos, es deciv, a su cañera hacia la Afrodita celestial, por
“ esla cieñe id qu e eleva el alnia (le lo i*ue noce hacia lo que es". 1.a
génesis natural esta' entonces en el seno de la organización del Kslado,
un go lp e a la con3)vucciiín tle su idealidad. d e su perfeccionam iento.
Husserl. L 'O rig in e ti* la g é o m ú rir, up. cil.
A lb e n .Speer, /lu c*\c\ir d a ¡í¡ HkícJi . P arís, Kayard, 1 9 7 1 ; Paul V trillo.
"íi/ jo t- J.’f jp o ír ”, Esprí?, 10 d e o ctu b re de 19/1.
5u g e o m e tría . c o m o p ru lo fu n d a ció n ríe la fo rm a c ió n del sen tid o .
U na e x p o s ic ió n en P a rís 3obre e s te te ín a : í:La i¿lfít!éle.a}op“ fu e o rg a n i­
zad a por e l m in iste rio Oh Id e d u c a c ió n N a c io n a l, del 15 de d ic ie m b re
íle 1 9 7 3 a l 2 0 de e n e ro de 1 9 7 4 , e n e l ftiJw s ríe h i Décoavert?.
til trazado «le la v(a ro m a n a n o es, p or e je m p lo , m ás q u e orí trazo
reserv a d o d e l esq u em a g e n e ra l d e c e n lu ria c ió n . La a u s e n c ia de in te rs­
tic io s en la o rg a n iz a c ió n o rto g o n a l del esp acio im p lic a Id a u s e n c ia de
a lte rn a Uvas para « ¡l o s hd h itan l e s ... J.a p la n ifica c ió n del E stad o p re ce
ríe y p ro h íb e la s te n ta tiv a s d e m o v im ie n to s In m u n o s .
Kjum pli»: h a jo «1 g o b ie r n o d e l s o c ia lis t a W . B r a n d t. s e c r e a n en
H a m b u rg o , y lu eg o e n M u n ich , u n iv ersid ad es e s p e cia liz a d a s en lo fo r­
m a ció n de m ilita re s en la s c a ñ e r a s y las ta r e a s c iv ile s, (in fo rm a c ió n
de Ja revista Ibrue? ¡iirntÍKi fr/uiptisfa.)
X a v ie r S a Jla n tin , "U n reg ard n e u í", Le M on d e, ¿V d« n o v ie m b re de
1973.
"KJ p rofesor Konrad L o ren z lam enta 'haber podidu pensar qu e la doc­
trina nazi podía habar sido h o n e s t a ! # Afonde, 11 de diciem bre ríe
1973.
Al re p a rtir s o b r e e l cu tí ju m o la s z u n a s de p eligro, Ja tie rra e s u'ala<la
d esd e «J e x te rio r y c o m o un safo oüjcío,- de a l l í e l d e sa rro llo lecn o ló g i
co e x tra o rd in a rio del m a ierid l d e o b s e r v a c ió n , d e e sp io n a je , del c o n ­
ju n to p la n e ta r io a p a rtir riel e sp a cio , y la n u ev a a d e c u a c ió n d e lo 3
te rrito rio s p o r p a rte del E sta d o en vías «le re a liz a c ió n en e l m u n d o ; la
re feren cia al m o d elo geoTne'frico e s a q u í a b so lu ta .
Se tra ta d e la e le c c ió n p la n te a d a a lu s Kstados v ic to rio s o s, p r in c ip a l­
m e n te d e sp u é s d « 191H: en 1 9 5 9 , desd e e l in ic io d e la s h o stilid a d e s en
E u ro p a, io s n o rte a m e ric a n o s to m a b a n la d e la n tera la rd a n d o en gran
e s c a la la p o lític a de co n su m í» de o b je to s.
N, de 1 .: se re fie re a l p e río d o h is tó ric o en q u e Pnm piduu e r a e l p rim er
m in istro del p re sid en te IJ<- fo n lf e .
N. d e T.; p ro g ra m a d e la u n id a d de la iz q u ierd a acnrrldtlo p rin c ip a l­
m e n te enu'C so c ia lis ta s y C om u n istas.
*'Program a p a ra la p a z del m u n d o ”, c a n a del A tlá n licu d«l 11 d e a g o s ­
to d e I 9 4 1 .
U n poco c o m o a n ta ñ o lo s h a b ita n te s h a m b r ie n to s d«* id c in d a d e la b a jo
s itio , a l a r r o ja r p o r e n c im a de la s m u ra lla s los ú ltim o 3 c e rd o 3, v itu a ­
lla s o te rn e ro s, p e n sa b a n p ro d u cir u n ca m b io y d e s c o r a z o n a r a sus
a d v ersa rio s, e m p u ja rlo s a re n u n c ia r a su c e rc o .
P. u iv r e n c e . í.e ft4J.ee rfu to.rgo, P a rís, Fayard, 1 9 7 4 .
La p e líc u la JTie Afo¿>í Dn/ige/ojLS fíuttttt, y la ca rta r le M .C .M . C a th o m c -
H a n ly a J. T o y n b e e en C ie r r e et c iv iiiZ ú U o n , París, G al lim a n i r 1953.
M a u ríc e L e b la n c , I 't f e m ix Iík iiik ce n w .il s, París, Le Lávre d e poche.
N'. ríe T-: l o s In v á lid o s e s el n o m b r e del lu g ar en q n e se e n c u e n tra la
tu m b a de N a p o leó n 1.
ü . R e m a n e s , Les Crands- Cimetiéres $ull> írt huut, l’lo n , 1 953.
Cari von C la u se w ilz , fJc gtterre, París, M in u it, 1 9 5 5 .
N. de T.: G e n e ra l del e jé r c ito fr a n c é s tjn e co m an d ó e l p u tsch de A rgel
en 1 9 6 2 .
N. de T.: Sainl-Cvr es la academia m ilitar de m ayor prestigin « n Kran-
ria-
C oron el .1. Harader, Vbsstttvm ¿\frica? (G o b iern o G en eral rl« Ar&eJia,
1 9 4 9 ).
Sun Tse. treize arfi<:l«H .sur l'a rt de la guerre” , lib ralric L'Im pensé
rddical, 1971.
La "ca lid a d d e vid a,! es o b je lo de n u m e ro s o s estu d io s en e l siglo xix,
n o to ria m e n te e l d é l o s d eleg ad o ? fr a n c e s e s a n ic Ja A so c ia ció n I n te rn a ­
c io n a l de 'iVd lid ia d o res; v e r al re sp e c to e l te x to d e (¿ ja v illíc r i del 18 d e
ju lio de 1 8 6 5 , en L 'M w iir n a iio n a l. P o r su p a r le. Babeuí,enelA :foTTt7este
d « ¿gfltf.x, s e lia lu a m a n ife s ta d o en c o n tra de lo 3 ley e s ag rarias y d e la
división <k fus ca m p o s, "d e s e o in s ta n tá n e o de a lg u n o s so ld ad o s sin
p rin c ip io s” , y re c la m a b a ''a lg o má.s s u b lim e y m ás e q u ita tiv o , la l i erra
p a ra n a d ie , y s u s fru to s p a ra io d o s ...”.
Ver supni, "L a movida". :,ÍIa y que distinguir lo une siempre es sin nunca
devenir y lo cjin* deviene siempre sin ser nunca” CFimeo). -Se dice de Ja
sonrisa de las esculturas arcaicas que eran Ja fijación Je un m om ento
feliz, del mismo m odo, el participio présenle (e l üctn&l no existe en la
lengua rural hablada, en China por ejem plo, o aun en la actualidad, en
t:l sudoeste d e Francia, don de 3e em plea preferentemente « l im peiíecto
para designar m u y precisan) en le una impresión presen le p ero pasajera
(lo que es joven , pequeño, frágil, fu gitivo. etcétera!.
N . de T.: «11 francés el significante fondem ent puede leerse com o ‘'ci­
m ientos" o com o “ fnndameneos”.
N. de 1'; en francés jónrtorími. Juego de palabras, véase la nota ante­
rior.
A lh e n i. íJieita Wrtttura.
Balcunin: ' ‘Rebelar.se en contra de la naturaleza e3 una ten ialiva rid í
cula pur parte del hombre... la naturaleza lo envuelve, lo penetra, cons­
tituye todo su -ser. ¿como espera salirse de la naturaleza? Podemos asom ­
brarnos qu e alguna vez, haya p od id o con cebir la idea de 3alirse. ¿de
dón de viene ese sueño m onstrnosu? ¿De dónde?75
N. d e T.: en francas el sign ifican te erot/.fK (gru p a ), se refiere ta n to a Id
cim a redondeada de una to o nía ña com o a las ancas de un caballo.
N. dcF.-.Corrcpagnr* K úp a b lica iw de fox n ritá : Policía M ilitarizada Kran-
ce3a.
X . d e T.: h om ó fo n o con "Plu3 rien *. literalmente, nada rrrd.«.
.YEichel Vimcault, H w foírv <fo la fo lie ó l'S g e d ossiffu e. París, UCE, 196J
(coll. ‘'10/18").
N. de T.: Partido Comunista Francés.
N. de F.: V irilio hahlo de colocar el poder ‘‘en directa” , Va marcha que
en los au tom óviles transmite directam ente el poder del m otor a la.s
ruedas sin pasar p or las conversiones d e lo caja de veloi:idddes.
X . ile T: juego q u e consiste en señalar Jas diferencias entre d03 dibujo-s
aparentem enie idénticos.
N. de T.: RTL es una im portante cadena francesa de m edios electrón i­
cos de com unicación.
N. de T.: Puesto de ConIrol.
N . d e T.-. im portdnle radio francesa.
X . d e T,: Beauce e3 una región francesa ubicada di sudoeste d e París.
X . d e T.: Alrededor de cien dólares.
Las experiencias de Fred Koresl: el arte sociológico.
N. de T : contracción de rrtéíJüp&íífflTr: subterráneo.
N. de F.: centras de educación.
Por cierto. «1 fin de la distinción entre el estado d e paz v el estado de
guerra estaba anunciada claram ente en el decreto del general d e fían lie
del 7 de enero d e 1959.
X. de T.: planes gubernamentales.
X. de T.: “ im ite la z o ". operaciones policíacas y de seguridad qu e supo­
nen el despliegue de im pórtam e arm am ento y tecnología.
1,11 X. íle T: RATP: Riígié Antón orne Jes Transpon 5 Parisién?, empresa es­
tatal qu e m o n opoliza los transportes en la ciudad de París.
m N. de T-: Postes, Télégraphes et Téléphone?, correo nances.
v<; Por ejem plo, Marc PailJet, LcJoHyitalismi:, fSrís. D enoél. 197,2; o incln-
30 Roland Cay rol, /Yesse écrite e/ aiufíOí'isucWí, París, PUF. 1974.
,u N. de T.¡ O ffifíc <te frr K m lw -té l^ v is io » fra n $ a is e ; O ficina de lo Radio­
televisión francesa, árgano regulador de la actividad.
:i! Véase aq u í el rol de lo que se llam a “estructuralism oM .
1,1 Vil m inistro del Fnlerinr lia anunciado qu e de ahora en adelante .se
dictara'n cursos de civism o paro los agentes tic* policía.
U1 Véase eJ articulo del general Maurin en la Revue dela Défense X aliojicle.
ns X. do T.: parlidu p olítico Jo dermiha.
IJi N. de T.r guardia civil.
v’ N. de T.: “ deten ción " es la traducción osua!del significante francés
gctrác á vuc, qu e literalm ente significa i’lgüa/K-üx i-úmal.
1!* M. Koucanlt, N m xsm iat rte h i r.ti.ttique, París, PUF, 1963.
Le Afonde, 19 do septiem bre de 1974.
-'íC N. de T.: empresa encuestadora francesa.
N. de T.: hem os conservado la literalidad de la expresión ^n i’ ttesse
- ¡r á p id o !- para mantener el paraielism o qu e a continuación hace el
texto.
N:- de T-: en trancé? el significante étaton no sólo designa al parirfUn:
también se reíiere al p a iró ti de m edida, p or ejum plo en éta/orc-or, po.-
trón-oro.
1Ji La Baconniére. 1973.
1:1 ?í. de T-: «V.
Iis N. de T.r cuartel general.
u:' lJ. Ch¡nmu, t.o. clarée, i espace eí //iomm£ a t'époqu c moderna, París.
SEDLS. 1974.
v,tT N. de T : "co n co rd ia" traduce el significante "con cord e’ 1, que tamhión
es el nom bre del ¿\'ión supersónico de pasajeros de las líneas aéreas
ira n ce 3a s.
II. V incenot, L a vic(fuoiidienne /¿uls íes rAcrruiu /le fp.r w zr/,<v síécJe,
l*arí?, Hacbeite, 1975.
IW I. lllich, Eiiergte a ájutid, París, Le Senil. 1973.
|M >•’ . de X : el significante d rviie se reñere tanco a la lín ea recta com o a la
"derech a” en senddo político.
n: X. de T-: Com unidad Económ ica Europea.
Iji X. de T.: “ /f¿iíüixfrxlr¿rí?'r¿f “ iiHolugisnu».
m X. de T.: Km b a n ita iT C ,r n eologism o.
,M O. Krüclie, t-u irruiré ligotéa, 1‘arís, Kelíond, 1999.
135 N. de T.: "V a a la deriva, pero no se hondo”
11íl N. de T .: Ttain Crand Vitesse: tí en de alta velocidad francés.
N. do T.: Consorcio europeo de fabricación de aviones, por extensión,
los a\-iones fabricados por ésce.
MS G. Kréche, op. rir., p. 105-
Jíf N. de T.: línea de fortificacion es defensivas ij'ie seextendía alo largo
de la frontera tranco-alemana y qu e los alem anes sim plomen tuesqui­
varon para invadir Francia-
■i:' N. de T.: expresión que designa en el leatro an tigu o la entrada en esce­
na de un dios, que parece volar gracias a una máquina o sistema de
púluas. Kn general, intervención aparentem ente m iiagrosa.

Anda mungkin juga menyukai