INTRODUCCIÓN1
El libre cambio, a pesar de su aparente claridad, es un concepto
multidimensional e históricamente diferenciado, que tiende a ser elusivo.
Una somera mirada a sus múltiples significados revela un despliegue amplio
de posibilidades: categoría del pensamiento económico, consecuencia de la
doctrina liberal, régimen de política comercial, política de liberalización,
característica del funcionamiento de una economía. Hay una evidente
interrelación entre estos aspectos, sin que se pueda pensar en una secuencia
de encadenamientos automáticos y progresivos: asimetrías, desfases tempo-
rales y tensiones caracterizaron históricamente la interrelación.
En el caso latinoamericano, nos parece que la atención y la reflexión
historiográfica sobre el problema del libre cambio se han polarizado alrede-
dor de la política comercial; y el efecto ha sido su reducción a la altura, por
lo demás nominal, de las cuotas arancelarias. En este ensayo, en cambio,
entendemos por libre cambio la dimensión de libre movimiento de factores
al interior de un espacio económico y entre éste y el mercado internacional.
Se pretende enfocar esta experiencia en el contexto de las libertades econó-
micas producidas por el liberalismo mexicano de la segunda mitad de siglo
XIX. Para ello, es preciso abordar los aspectos intelectuales, jurídicos y eco-
nómicos del libre cambio: como doctrina, como marco legal y como meca-
nismo de intercambio. El objetivo es reconstruir su papel histórico en el
orden liberal mexicano; diferenciar temporalmente su emergencia, y medir
sus alcances y su capacidad de modificar la organización económica; presen-
tar algunas hipótesis sobre su legado para el México del siglo XX. Con este
propósito, de las cuatro vertientes indicadas por Adam Smith como ingre-
dientes esenciales de una condición de libre cambio, a saber - libertad de
trabajo, libre mercado de la tierra, comercio interior y exterior- se tomarán
en consideración aquí sólo las dos últimas2. Como puente entre las dos se
analizará la cuestión de los metales preciosos en cuanto producto de expor-
tación y en cuanto moneda nacional.
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sos disponibles. Pero ésa no fue la variable principal que determinó el hori-
zonte temporal de introducción de espacios y mecanismos de libre cambio
en México. La secuencia de transformación del orden constitucional en or-
den jurídico y luego en orden económico fue muy larga y complicada. No se
trata de la simple y parcialmente engañosa distinción entre constitución
formal y material, país legal y país real, que ha acompañado el debate
historiográfico acerca de la constitución de 185710. La interpretación que
aquí se propone, identifica un nivel intermedio entre constitución y com-
portamientos económicos concretos, dado por la traducción legislativa de
los preceptos constitucionales, a través de leyes accesorias y reglamentarias.
Sólo la conversión del orden constitucional en orden jurídico permite esta-
blecer el conjunto de incentivos y sanciones que definen adecuadamente las
reglas del juego económico. En el caso de México, el nivel intermedio que
funda el orden jurídico tuvo un retraso de un cuarto de siglo con respecto a
la constitución, y hasta mayor en ciertos aspectos: aun a principios de la
década de 1880 habían sido reglamentados poquísimos artículos de la carta
magna, y ninguno dentro de la esfera económica11. En este ámbito, la codi-
ficación de los preceptos constitucionales se realizó en una secuencia legisla-
tiva nacional, que se desarrolló esencialmente entre 1883 y 1890, y que
incluyó las siguientes medidas: Código de minas y Ley de baldíos (1883),
Código de comercio y legislación bancaria (1884), Ley de aguas (1888), ley
de sociedades anónimas y Ley de patentes de invención y marcas de fábrica
(1889)12. Sólo a partir de este momento, los derechos de propiedad señala-
dos por la constitución empezaron a tener una dimensión normativa y vi-
gencia operativa.
Nos parece importante entender las causas de este prolongado desfase
entre nivel constitucional e infraestructura jurídica. En el decenio inmedia-
tamente posterior a la promulgación, los accidentes históricos pueden expli-
carlo por entero: la larga etapa de inestabilidad política, desarticulación del
marco institucional y guerra civil limitó la actividad legislativa e impidió el
desarrollo constitucional. Después de 1867, cuando se produjo el restable-
cimiento de la república y el regreso (parcial) a la legalidad, la explicación se
vuelve más compleja. Diferentes estratos de intereses concurrieron a blo-
quear el traslado de los preceptos constitucionales en efectividad jurídica.
En primer lugar, la resistencia de las autonomías territoriales y su fuerza en
el Congreso. Ello se puede comprobar por el hecho de que ya a principios de
la década de 1870 estaban listos los proyectos de Códigos comercial y de
minería, en reemplazo de la legislación colonial. No obstante, entraron en
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vigor con una postergación de diez años, cuando el gobierno obtuvo el con-
senso suficiente para una reforma constitucional. Según la constitución de
1857, era cuestionable que el Congreso federal tuviese la facultad de formar
legislaciones nacionales, y la mayoría de los estados se opuso a esta posibili-
dad. El esfuerzo del gobierno federal para modificar esta situación y atribuir
al Congreso los poderes de legislar nacionalmente13. Nota fue contrastado
durante toda la década de 1870. Los estados, a través del mecanismo del
voto por diputación pudieron bloquear los programas liberalizadores y la
definición legal de las reglas del juego en materia económica.
Junto a la dimensión política, otros elementos obstaculizaban este
proceso. Por un lado, hay que mencionar la presencia de pequeños grupos
de interés beneficiarios de la indefinición de las reglas, que les permitía
maximizar el acceso privilegiado a la información, a los contratos con los
poderes públicos, y la protección política. Por el otro, la supervivencia de un
tejido y mecanismos corporativos en algunos sectores de actividad económica,
que los principios constitucionales no habían podido cancelar. El caso de la
minería es el más evidente: las diputaciones de minería siguieron ejerciendo
facultades jurisdiccionales y judiciales, que envolvían la asignación o la pérdida
de las posesiones o la decisión sobre conflictos al interior de las compañías
mineras14.
Si, entonces, el texto y el momento constitucional no pueden ser con-
siderados como fundadores del orden económico liberal, es necesario tomar
en consideración el proceso a través del cual las piezas de este orden se intro-
dujeron y se implantaron en el tejido económico y social mexicano. Ni el
timing ni la dimensión procesal del libre cambio son un rasgo peculiar de la
experiencia liberal mexicana; en la misma Gran Bretaña, laboratorio donde
se dio la muestra históricamente más «pura» de adopción del libre cambio,
el tránsito desde la abolición de las leyes del grano hasta la desaparición de
las leyes de navegación y la transformación del arancel en instrumento ex-
clusivamente fiscal en los presupuestos de Gladstone se desarrolló entre 1840
y 1860 y abarcó casi veinte años. En el caso de México, el arco temporal del
proceso fue más tardío e indudablemente más largo, pero sobre todo el pro-
ceso de liberalización se enfrentó a un volumen mayor de resistencias y fuer-
zas contrarias que produjeron un tipo de compromiso entre formas de libre
cambio y formas económicas inspiradas en otra lógica.
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Notas: los datos se refieren al trienio fiscal entre julio de 1872 y junio de 1875; el valor
de las importaciones se ha tomado a precios de factura. Como referencia comparativa
para evaluar el significado de estas cifras se pueden emplear los aranceles europeos: en
1875, el nivel de los aranceles sobre manufacturas importadas en los países de la Europa
continental oscilaba entre un mínimo de 3-4% y un máximo de 20-25%. Véase P. Bairoch,
European Trade Policy, 1815-1914, en P. Mathias, S. Pollard (eds.), The Cambridge Economic
History of Europe, vol. VIII, Cambridge, Cambridge University Press, 1989, p. 42. Fuentes:
Secretaría de Hacienda, Noticia de la importación de mercancías de los años de 1872 a
1874, México, 1889 y cálculos propios.
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PLATA ACUÑADA
PLATA NO ACUÑADA
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1. presencia territorial
Número estados: 27
con alcabalas: 20
2. incidencia tarifa
2-4% = 3 estados
8-9% =2 "
10-11% =7 "
12-15% =4 "
N.D. =4 "
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ta, el gobierno federal lanzó dos iniciativas (en 1871 y 1877) para obtener
del Congreso el consentimiento a la abolición de las alcabalas, sin obtener
resultados68. En la década posterior, el ejecutivo cambió de táctica e intentó
solucionar el problema por medio de una estrategia de cooperación
extracongresual de tipo confederal: las conferencias de los representantes de
las entidades federativas (1883 y 1891)69. Tampoco en este ámbito la federa-
ción fue capaz de vencer las resistencias de los estados al peligro de la unidad
rentística, entendida como violación de las soberanías estatales. La primera
conferencia obtuvo una aparente unanimidad de propósitos y fue seguida
por la reforma del artículo constitucional (124), que fijaba para 1886 la
fecha para la desaparición de las alcabalas; pero la actualización no trajo
consigo efectividad alguna, y el precepto fue nuevamente letra muerta70. La
segunda conferencia, en cambio, fue escenario de contrastes y marcados
desacuerdos, y su resultado fue reconocer que los principios de soberanía de
los estados y la variedad de condiciones económicas regionales imposibilita-
ban la abolición de las aduanas interiores71.
Si la mediación política fue insuficiente para vencer las resistencias de
los estados, de la misma forma no se concretó la posibilidad de que fuerzas
superiores, fueran de mercado, fueran políticas, produjeran el derrumbe de
las alcabalas. Este cambio institucional no podía ser el producto de
externalidades. Ni siquiera la llegada del ferrocarril significó la disolución de
las barreras internas a la circulación. Como la realidad demostró, vías férreas
y alcabalas no eran inconciliables y las primeras no extinguían las segun-
das72. Por otro lado, el tratado de reciprocidad comercial con Estados Uni-
dos, de 1883, preveía que México exentase de impuestos de tránsito
interestatal a las mercancías norteamericanas, lo cual en la práctica equival-
dría a desactivar la estructura de las aduanas interiores. Sin embargo, el tra-
tado no fue ratificado por el Congreso estadounidense y nunca entró en
vigor73. La confianza en que la tecnología o el derecho internacional pudie-
sen obviar automática y progresivamente lo que la voluntad política y las
reformas constitucionales no estaban en condiciones de llevar a cabo se re-
veló obviamente ilusoria.
La abolición definitiva de las alcabalas se llevó a cabo sólo en 1896, y
gracias a una ruptura de la práctica de concertación entre federación y esta-
dos. El crecimiento en la etapa 1886-1891 y la recuperación acelerada a
partir de 1894, habían diversificado la economía y especializado su organi-
zación, ampliado las transacciones y las áreas de monetización. La cantidad
de intereses creados y las nuevas oportunidades percibidas en la constitu-
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1910, pp. 3-5. La abrogación de los dos puntos del arancel de 1872 fue compensada con el
descenso de 10% en las cuotas del arancel, a su vez contrarrestado por el alza (de 6% a 10%)
del derecho impuesto en el Distrito Federal a las mercancías importadas. Las reformas del
arancel se pueden ver en Ibid., tomo XII, p. 291. Luego, en 1875, fue anulada la
reducción de 10%. Secretaría de Hacienda, Memoria 1874-1875, Documentos anexos,
pp. CXXIII-CXXIV.
26. El rango de los aranceles estatales se ha calculado con base en los datos de Anuario
Mexicano, México, Juan Valdés y Cueva, 1886.
27. Secretaría de Hacienda, Memoria 1872-1873, p. 17; P. Macedo, La evolución mercantil.
Comunicaciones y obras públicas. La Hacienda pública. Tres monografías, México, UNAM,
1992, (facsimilar de 1905), pp. 91-92.
28. Entre 1872 y 1874 los tejedores de Jalisco, Querétaro y el Estado de México se manifes-
taron en contra de las cuotas del arancel de 1872 sobre textiles, consideradas «ruinosas»; en
1875 las cuotas fueron elevadas. Cámara de Diputados, op. cit., 13 Legislatura, tomo I, p. 657.
29. Entre 1881 y 1883 se decretaron dos aumentos de 2% de las cuotas, y un derecho
adicional (de bulto) que afectaba incluso las mercancías exentas de arancel; en 1884 los
derechos de importación fueron aumentados 5%; M. Dublán, J.M. Lozano, op. cit., tomo
XVI, p. 683. El arancel de 1885 redujo de 66 a 21 el número de mercancías de introducción
libre, y éstas fueron obligadas a pasar por revisión aduanal. Ivi, tomo XVI, p. 842. Al mismo
tiempo el contrabando, antes castigado sólo con multas y decomiso de las mercancías, fue
declarado delito del orden común punible con el encarcelamiento. Cámara de Senadores,
Dictamen de la Comisión de Justicia sobre la iniciativa de varios de sus miembros pidiendo se
declare el contrabando delito del orden común, I. Cumplido, México, 1879.
30. La legislación de 1883, sobre la marina mercante, no favorecía a un sector productivo -
inexistente - sino a una sola empresa. Tuvo resultados especialmente dañinos: Estados Uni-
dos impuso como represalias derechos diferenciales a los buques mexicanos; y la empresa,
mantenida por deuda y susbsidios gubernamentales, sin capital de riesgo, quebró a los dos
años de actividad.
31. Cámara de Diputados, op. cit., 13 Legislatura, t.I, p.312. M. Dublán, J.M. Lozano, op. cit.,
tomo XVII, p. 669.
32. El proyecto fue presentado, con una iniciativa poco común en la práctica parlamentaria
mexicana, por un grupo de catorce influyentes diputados. Cámara de Diputados, op. cit., 12
Legislatura, tomo III, p. 184. Entre los puntos de la iniciativa figuraba el cese de toda parti-
cipación de los empleados de Hacienda en las multas.
33. La misma práctica había sido adoptada entre 1872 y 1879, en espera de una reforma del
arancel. Luego, con la ordenanza de aduanas de 1880, se volvió a las cuotas fijas. La facultad
de modificarlas fue reincorporada en el presupuesto federal para el año 1885-1886. Ibid., 11
Legislatura, tomo IV, pp. 484, 678.
34. Año tras año la ley de ingresos incluía la facultad del ejecutivo de modificar por decreto
las cuotas del arancel. Eso explica por qué en 1891 se expidió la última ordenanzas de adua-
nas, después de lo cual el marco arancelario fue producto de una labor de patchwork por
parte del ejecutivo, sin una referencia general. El artículo 72 de la Constitución de 1857
asignaba al Congreso la competencia de fijar el arancel al comercio exterior.
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35. En el Congreso se afirmó que, con el arancel de 1887, el espíritu liberal «se había intro-
ducido en la legislación aduanal por primera vez desde hace muchos años». Los Presidentes,
op. cit., tomo II, p. 247.
36. Se trataba de alimentos y bebidas: aguardientes (-33%), licores (-38%), vino tinto (-
40%), encurtidos y salsas (-50%), frutas en almíbar y salmuera, conservas (-69%). Cálculos
basados en los aranceles de 1885 y 1887.
37. Véase S. Kuntz, Reconstructing Mexico’s Foreign Trade: Long Term Trends and Commercial
Policy, 1870-1930, Paper presented at Center for U.S.-Mexican Studies, University of
California at San Diego, 1998, que reconstruye las series del comercio exterior mexicano y
calcula también los coeficientes de protección implícita para el periodo 1870-1930.
38. En 1874, se les permitió a los buques extranjeros realizar el tráfico de cabotaje en el
Golfo sólo cuando no hubiese embarcaciones nacionales disponibles en los puertos. Secreta-
ría de Hacienda, Memoria 1874-1875, Documentos anexos, pp. CLI-CLX. En 1882, el Con-
greso desechó un proyecto de ley que liberalizaba el transporte de géneros de primera
necesidad, de un puerto a otro, mediante embarcaciones extranjeras. Cámara de Diputados,
op. cit., 10 Legislatura, tomo IV, pp. 610, 643.
39. Sobre los procedimientos aduanales y el sistema de multas, véase el estudio de S. Kuntz,
Institutional Change and Foreign Trade in Mexico, 1870-1910, en S. Haber (ed.), Institutional
Change and Economic Growth: A New Economic History of Mexico, Stanford, Stanford
University Press, de próxima publicación. La cuestión de la doble revisión aduanal, en la
aduana de entrada y en la Ciudad de México, ha pasado desapercibida; había sido derogada
en 1886, pero fue restablecida en 1892 y estuvo en vigor hasta 1896. Secretaría de Hacienda,
Memoria 1892-1893, p. XLIV.
40. Véase Romero Gil, La minería del noroeste: estancamiento y desarrollo (1870-1880), en I.
Herrera Canales (coord.), La minería mexicana de la colonia al siglo XX, México, Instituto
Mora-El Colegio de Michoacán-El Colegio de México, 1998, pp. 126-127.
41. Sobre el contrabando de plata, véase W. Bernecker, Contrabando. Ilegalidad y corrupción
en el México del siglo XIX, México, Universidad Iberoamericana, 1994 y A. Ibarra Bellon,
Comercio y poder en México, 1821-1864, México, Fondo de Cultura Económica, 1998. Una
estimación de la Secretaría de Hacienda acerca del volumen de las exportaciones clandestinas
era del 20 al 30% sobre el valor de las legales.
42. Las estadísticas oficiales declaraban que los niveles de existencias monetarias eran exclu-
sivamente nominales, visto el fuerte contrabando de moneda de plata. «Diario Oficial», 3 de
enero de 1884.
43. P. Riguzzi, Mercado, cit., pp. 340-342.
44. Los aranceles de 1872, 1880, 1887 y 1891 mantuvieron la obligación de las guías con
plazo fijo de presentación. Significativamente, la Cámara de Comercio de Veracruz, en 1881,
pedía que si no se podían derogar los derechos de exportación, se pagaran por lo menos en
los puertos. Cámara de Diputados, op. cit., 9 Legislatura, tomo I, pp. 572, 578. A raíz de
esta regulación, se volvía imposible el envío de dinero metálico a los puertos que no fuera
con el propósito de exportación. De hecho, desde 1877 el gobierno autorizó el transporte de
dinero de un puerto a otro en buques extranjeros (mediante permiso de la aduana y fianza)
para remediar con urgencia casos de escasez de metálico. M. Dublán, J.M. Lozano, op. cit.,
tomo XIII, p. 334.
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45. Secretaría de Hacienda, Memoria 1878-1879, doc. 108. Las jefaturas de Hacienda en los
estados tenían la obligación de informar por telégrafo a la Secretaría la salida de la conducta
y las cantidades de dinero. M. Dublán, J.M. Lozano, op. cit., tomo XI, p. 487, circular de 18
de abril de 1871.
46. Fueron suprimidos el derecho de circulación, el real por marco y el impuesto de 3% sobre
la producción. Secretaría de Hacienda, Memoria 1869-1870, Sexto cuaderno anexo, p. 146.
47. Entre 1868 y 1895 los derechos de extracción de moneda existieron en los siguientes
estados: San Luis Potosí, Zacatecas, Querétaro, Michoacán, Jalisco, Guanajuato. Anuario,
op. cit., 1886; «Semana Mercantil», 30 de marzo de 1885, p. 11.
48. El impuesto federal se aplicaba con una cuota única y procedimientos relativamente
uniformes, mientras que los estados instituyeron una variedad de condiciones impositivas
que elevaron los costos de transacción. De esta manera, la supresión aparentemente favora-
ble de un gravamen de origen colonial, resultó en un daño efectivo para el comercio. El
observador que fijara su atención sólo en el ámbito federal percibiría sólo la dinámica
liberalizadora, pasando por alto una realidad de signo opuesto.
49. «Correo del Comercio», 16 de mayo de 1876. Con relación a estos impuestos, el pensa-
dor liberal Ignacio Ramírez escribió que «circulan todavía entre nosotros, bajo el antifaz de
la ciencia, las antiguas preocupaciones». I. Ramírez, Economía política, México, Unam, 1989,
p. 77. Véanse también las críticas de Guillermo Prieto al «sistema mercantil de México» en
cuanto a los metales preciosos. G. Prieto, Lecciones de economía política, México, 1875,
pp. 353-354.
50. Matías Romero, el arquitecto de la liberalización económica mexicana, observaba que
habiendo México perdido el liderazgo entre los productores de plata, su capacidad de influir
en la formación del precio internacional se había reducido; por lo tanto, el derecho de expor-
tación recaía fundamentalmente sobre los consumidores mexicanos que con la plata pagaban
el saldo de sus importaciones. «El Correo del Comercio», 3 de octubre de 1876.
51. Secretaría de Hacienda, Memoria 1872-1873, p. 103; Cámara de Diputados, op. cit., 11
Legislatura, tomo III, pp. 28-29; tomo IV, p. 702. Las pastas pagaban además derechos
suplementarios (de ensaye y fundición).
52. Cálculos basados en «El Economista Mexicano», 4 de febrero de 1886, p. 10. Con rela-
ción al promedio exportado en el trienio anterior, el aumento fue de 64%. De hecho el
precio de la onza de plata en Londres disminuyó levemente entre 1881 y 1883. De todas
maneras, las estadísticas mexicanas registraban el valor de las exportaciones de oro y plata con
base en un valor legal, que no fue alterado durante el siglo XIX.
53. A principios de la década de 1870, el gobierno trató de establecer secciones de ensaye en
las aduanas, para fijar la ley de plata (y el valor) de las pastas en el momento de la exporta-
ción. En 1874 se suprimió este sistema y se introdujo la obligación de sacar muestras de la
plata en las aduanas, y remitirlas a las casas de moneda para su análisis. Los exportadores
pagaban un derecho estimado, y tenían que esperar el resultado del ensaye para saldar even-
tuales deudas con el fisco. Véanse los reglamentos de 1874 y 1881 en M. Dublán, J.M.
Lozano, op. cit., tomo XII, p. 622; tomo XIV, p. 843. Además, desde 1891 fue necesario que
dieran una fianza a la Secretaría de Hacienda, para garantizar el pago. Ivi., tomo XXI, p. 576.
54. El proceso de expansión del circulante fiduciario y del crédito tuvo una aceleración
importante a finales de la década 1880-1890, en la cual durante tres años (1886-89) el
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El cuadro 1 nos dice, además, que hay una doble conflictualidad entre
gobierno y Congreso. La primera conflictualidad entre gobierno y comisión
de presupuesto y la segunda entre gobierno y Congreso. La tensión entre
gobierno y comisión disminuye desde los gastos de dirección federal hasta
los de potencia, pasando por los de administración, progreso y guerra. En
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Gasto federal ∆%
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del PIB, y los nuevos subsidios estatales, es decir el sostén del gobierno a las
actividades económicas que interesan el conjunto de los ciudadanos (ferro-
carriles, caminos, puertos, telégrafos, etc.) representan ya a comienzos del
decenio de 1880 el 1,3% del PIB.
El destino del gasto federal corrió en paralelo con la reorientación en
los ingresos federales, que crecieron a una tasa anual de 5,6% entre 1867-68
y 1881-82, bajo un contexto de creciente liberalización del comercio inter-
nacional; progresivamente las exportaciones dejaron de pagar impuestos y
comienzan a reducirse los impuestos sobre el comercio de importación. Este
reequilibrio ocurre también por medio de una reciente fiscalidad interna
basada en el impuesto sobre el consumo (stamp tax) y en el potenciamiento
de los ingresos derivados de las rentas patrimoniales y de la renta de los
nuevos servicios públicos.
Ingresos Incremento %
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en la idea que los recursos necesarios para sostener el aumento del gasto
federal debían provenir del crecimiento de los consumos que reflejan el in-
cremento de los ingresos individuales, familiares y de empresa y miden por
lo tanto, aunque indirectamente, el crecimiento económico del país. La li-
beralización comercial y la nueva relación entre crecimiento económico y
consumo que favorece la expansión del ingreso federal, costituyen las nove-
dades más significativas de la renovación del régimen fiscal en el orden libe-
ral. La renovación favoreció una tempara convergencia entre la experiencia
mexicana y la europea.
Además de la transformación que acontece en los ingresos corrientes, el
nuevo régimen fiscal liberal valoriza los ingresos por concepto de rentas
patrimoniales de la federación, es decir, los ingresos obtenidos de la aliena-
ción del patrimonio nacional de bosques, minas, aguas, etc. que se había
materializado, como hemos dicho, por efecto de la definición de los dere-
chos de propiedad. Su precedente existe en las experiencias europeas pero
también se encuentra en todas las áreas americanas que cuentan con un
consistente patrimonio estatal de recursos naturales.
Así como aconteció en las otras experiencias internacionales, las rentas
patrimoniales mexicanas crecieron a una tasa elevadísima: 21,5% anual en-
tre 1867-68/1881-82, tasa que, como puede verse en la tabla 4, fue cuatro
veces superior a la del ingreso total. La renta patrimonial provino de tres
fuentes: de la alienación de bienes patrimoniales en manos del estado y que
no generaban ningún ingreso monetario al gobierno federal; de la confiscación
de los bienes que pertenecen al clero secular y regular; y, finalmente, de la alie-
nación de algunos servicios públicos urbanos ( tranvías y ferrocarriles urbanos).
La idea que sustenta la alienación de la propiedad federal es la voluntad
política de usar un patrimonio que no produce ningún ingreso al gobierno
para obtener recursos monetarios susceptibles de ser utilizados para sostener
y apoyar los procesos de modernización de los transportes (ferrocarriles,
caminos, puertos) y de las comunicaciones postales y telegráficas. Gracias a
estos ingresos en cinco años, entre 1881 y 1885, el gobierno federal transfie-
re a las empresas de ferrocarriles, caminos y puertos alredor del 2% del PIB.
La construcción de la nueva hacienda pública tiene numerosas seme-
janzas con el camino seguido en Europa occidental. Después de medio siglo
de políticas económicas y fiscales represivas, laa nueva cultura económica
liberal se difunde entre los empresarios y los políticos quienes individuaron
en la nueva fiscalidad liberal la principal componente para estabilizar la
economia y promover el crecimiento económico.
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Destaca que la tasa de crecimiento global del ingreso, que fue del 5,3%
annual, en el entero periodo 1895-96/1910-11, fue inferior a la del gasto
federal, que fue de 6.3% anual. El diferente ritmo de crecimiento de ingre-
sos y gastos federal es signo de que el incremento de los ingresos crea las
condiciones de equilibrio del presupuesto, el cual se refuerza gracias tanto al
incremento del gasto federal así como de su productividad. Gracias al incre-
mento de la productividad del gasto federal se estimula el crecimiento de la
economía privada, tanto de las empresas como de los individuos. A su vez,
esto genera las condiciones para una expansión del ingreso federal. Los mo-
vimientos quinquenales nos dicen que el aumento de los ingresos precede a
la expansión del gasto federal y que la mayor productividad de este último
propició, en un segundo momento, la aceleración de los ingresos.
Los efectos positivos de la convergencia en las finanzas públicas
mexicanas con los parámetros internacionales se notan en la relación positi-
va entre gasto federal y PIB. El coeficiente de correlación gasto federal-PIB
fue de 0,884, con una desviación estandard muy baja (0,00117), lo cual nos
dice que el orden liberal propicia el crecimiento económico por medio de la
hacienda federal. Esta relación positiva entre hacienda pública y crecimien-
to económico la visualizamos también en la expansión del gasto federal per
cápita que en el periodo 1895-1911 pasó de 2 a 4 dólares corrientes sin
generar un desequilibrio en la relación entre gasto público y PIB, que se
mantuvo en un 4,5%.
Si nos concentramos exclusivamente en las trasferencias federales, es
decir en los subsidios del gobierno a las empresas privadas generadoras de
servicios de utilidad pública (ferrocarriles, trasportes, puertos, correos,
telegráfos y teléfonos), notamos que entre 1895 y 1900 representaron el
5,8% del nuevo producto bruto generado en ese lustro (424 mln de pesos)
mientras entre 1905 y 1910 ascendieron a 10,1% del nuevo producto bruto
generado en un lustro (827 millones de pesos). Esto significa que el gasto
público se orienta a sostener la expansión de las nuevas tecnologías vitales
para la economía mexicana. Todo nos conduce a sostener que hubo una
correlación muy positiva entre expansión del gasto federal y crecimiento
económico.
De lo expuesto resulta que la convergencia mexicana con los parámetros
fiscales y presupuestarios liberales fue un mecanismo básico de estabiliza-
ción y del crecimiento de la economía en el periodo 1867-1885 y un factor que
hizo posible la construcción y consolidación del orden liberal en México10.
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algunos países europeos como Suiza, España y Bélgica. Hacia 1850, por
temor a la invasión del oro californiano muchos países europeos optaron
por demonetarizar el oro. Probablemente la persistencia en las áreas latinoame-
ricanas del pure silver standard se explique también por el fracaso en reforzar
el sistema bimetálico por parte de la Unión Latina en 1865. Así, a partir de
1880 y en el curso del decenio de 1890 el rango monetario de México en el
sistema internacional tendió a disminuir en proporción directamente pro-
porcional a la expansión del patrón oro.
La reacción mexicana fue extremadamente lenta porque la
desmonetarización de la plata a nivel internacional, si bien perjudicaba el
ingreso de los productores de plata, no afectó en la misma proporción los
ingresos federales. En efecto, la plata por la total liberalización comercial no
pagaba ningún impuesto y los ingresos federales derivados de las importa-
ciones y de los consumos no fueron particularmente afectados porque la
disminución del poder de compra del conjunto de las exportaciones
mexicanas fue apenas del 0,2% anual entre 1889 y 1896. El deterioro del
entorno monetario y la nueva espiral de deficit de presupuesto repercute en
cambio sobre la deuda pública en oro, que no fue reestructurada en el dece-
nio de 1870, en tanto que el déficit de presupuesto generó unos 45-50
millones de dólares de nueva deuda flotante en menos de un decenio.
A pesar de la voluntad de buena parte de los operadores financieros y
de los responsables de la política fiscal mexicana de regresar a la convergen-
cia, fracasa la consolidación de la deuda pública de 1885 por la continua
generación de pasivos en el presupuesto. A pesar que se convirtieron 185
millones de pesos de deuda pública interna y externa a cambio de nuevos
bonos por un valor nominal de 138 millones, la deuda flotante seguió cre-
ciendo, hasta alcanzar en 1890 la suma de 78 millones de pesos. Con otras
palabras, mientras la consolidación redujo la deuda pública en un 25,4%, es
decir de 47 millones de pesos, los déficit presupuestales incrementaron la
deuda pública de un 39,2%, es decir, de 78 millones de pesos17.
Los responsables de la política fiscal y monetaria aprendieron así a otorgar
la debida importancia al control del entorno monetario que era, como se ha
dicho, particularmente adverso a la experiencia mexicana. Al mismo tiempo,el
alejamiento del comportamiento monetario internacional hizo ver en la
década de 1880 la necesidad de valorar los condicionamientos positivos y,
en especial, el crecimiento productivo interno y de las exportaciones. No
debemos en efecto olvidar que a lo largo del periodo 1877-1910 el valor en
dólares de las exportaciones mexicanas creció a una tasa de 6,9%, similar a
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patrón oro. Esta opinión la tuvo bien en cuenta la misión mexicana en New
York en 1903 para tratar de regular el precio de la plata con la participa-
ción de los financieros americanos. En última instancia, la convergen-
cia de México en el sistema aureo simboliza su ingreso en el concierto
de las naciones civilizadas.
La convergencia mexicana en el patrón oro nos lleva a pensar, en otros
términos el problema de la vinculación de una economía secundaria con el
sistema económico internacional. En efecto, la adopción del sistema aureo
no puede presentarse más como una lucha entre deudores y acreedores, en-
tre industriales e importadores de bienes extranjeros y entre productores
agricolas y exportadores de materias primas. Propongo, en cambio, que se
considere el patrón como el instrumento que hizo posible la
internacionalización de las economías sin necesidad de crear una organiza-
ción internacional y que permitió el crecimiento del comercio exterior tanto
de las economías líderes como de las secundarias.
ALGUNAS CONSIDERACIONES
La reconstrucción de la experiencia fiscal y monetaria mexicana a la luz
de su convergencia y divergencia con los países líderes de Europa es una
problemática a la que no se ha concedido la debida atención. Hago referen-
cia a la preocupación de quienes diseñaron la política económica de países
secundarios - exportadores de productos agrícolas y de materias primas -
por promover una mayor integración de sus respectivos países con el sistema
fiscal, financiero y monetario internacional. Dichos funcionarios tuvieron
conciencia de que la convergencia mejoraría el desempeño económico de
sus países, por la baja en las tasas de interés en los mercados de capitales, por
el valor creciente de los títulos y bonos nacionales en las bolsas internacio-
nales y por la mayor confianza del inversionista extranjero.
A la luz del análisis realizado contrastamos las ideas tradicionales según
las cuales las áreas latinoamericanas incluido México son carentes de toda
disciplina presupuestual, fiscal y monetaria. La supuesta indisciplina se atri-
buye al monopolio de la política económica que ejercen en sus respectivo
países los grandes propietarios agrícolas, los latifundistas, que conduce a
impedir la creación de un sistema fiscal moderno para evadir todo pago de
impuesto o de reformar el régimen monetario y así favorecer la continua
depreciación de su moneda nacional.
El argumento que se hace es el opuesto. Gracias a la interiorización del
liberalismo existe el interés de la clase política y de los responsables de dise-
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