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PREGUNTAS DE ESTRUCTURAS HIDRAULICAS

1. ¿Cuál fue la causa de la desaparición de la civilización Mochica?


Los mochicas habían convertido la desértica costa peruana del Pacífico en su hogar, pero
las fluctuaciones climáticas arruinaron el delicado equilibrio ecológico que sustentaba su
modo de vida. Al norte del Perú, donde las olas del Pacífico baten una árida región costera,
floreció un pueblo tenaz y belicoso que entre los siglos I y VIII creó la primera organización
política compleja de la zona andina. Eran los mochicas, grandes ingenieros que excavaron
canales en medio del desierto para regar sus cultivos, y levantaron palacios, templos y
enormes pirámides de adobe. Estas últimas construcciones, conocidas como huacas –
palabra que en lengua quechua designa un lugar de culto–, fueron el centro religioso y
político de cada comunidad. Los mochicas también eran excelentes artesanos, y elaboraron
una cerámica de extraordinaria belleza y perfección, así como delicados ornamentos de oro,
plata y cobre para sus dirigentes. Establecieron, además, amplias y prósperas redes
comerciales que se adentraban en los actuales territorios de Chile y Ecuador. Pero hacia
finales del siglo VIII, esta sofisticada y rica cultura conoció un final repentino. Una serie de
cataclismos naturales, provocados por un drástico cambio climático, afectaron a la zona
costera donde la sociedad mochica se había desarrollado y contribuyeron a su desaparición.
En el siglo VI, esta sociedad íntimamente enraizada en su medio físico empezó a sentir los
estragos de un fenómeno meteorológico conocido como El Niño: una corriente oceánica
cálida impide el afloramiento de las aguas más frías de la corriente de Humboldt, lo que
favorece la evaporación del agua marina, que luego cae en forma de precipitaciones
torrenciales. El Niño afecta a esta zona con regularidad, pero por entonces fue
inusualmente fuerte y prolongado: intensas e interminables lluvias asolaron la región
durante treinta años.
El devastador El Niño:
Los aguaceros destruyeron palacios y pirámides, edificados con barro y por ello muy
vulnerables a la acción disolvente del agua. Los ríos se salieron de sus cauces y el lodo arrasó
tanto grandes extensiones de tierra cultivable como pequeños poblados construidos con
adobe y caña, ahogando a sus habitantes. Estas terribles inundaciones contaminaron los
cursos de agua y los manantiales, y erosionaron miles de hectáreas de terreno cultivable.
Las fiebres tifoideas y otras epidemias camparon a sus anchas, sembrando la muerte y la
destrucción. A tan intensas y devastadoras precipitaciones siguió un ciclo de sequía de tres
décadas, que entre los años 563 y 594 redujo de manera drástica la cantidad de manantiales
de montaña cuyas aguas llegaban hasta la costa. Ello resultó catastrófico para la agricultura,
con la consiguiente hambruna, y provocó una creciente desertización que causó que las
dunas de arena se tragasen numerosos asentamientos. En el año 602 volvieron las lluvias
torrenciales, y entre 636 y 645 la sequía asoló de nuevo con fuerza la región. Kilómetros de
canales permanecieron secos y se llenaron de arena, las cosechas murieron y las reservas
de alimentos se agotaron. El Niño también provocó un cambio en las corrientes marinas
que redujo las capturas de peces, sobre todo de anchoas, que eran parte esencial de la dieta
costera y un importante elemento de comercio. De este modo, a la quiebra de la agricultura
siguió la ruina de la pesca, con lo que desapareció el último recurso alimenticio de los
mochicas. A consecuencia de todo ello, miles de personas murieron de hambre.
El derrumbe de la sociedad:
Esta situación causó un trastorno considerable en la vida económica y social mochica, hasta
el punto de que en muchas ocasiones sus líderes tuvieron que abandonar sus centros
políticos, religiosos y administrativos a causa de la destrucción que comportaron estos
drásticos cambios climáticos. Los arqueólogos, por ejemplo, han descubierto que las
precipitaciones que cayeron en la zona de Sipán obligaron a sus jerarcas a trasladarse al
vecino asentamiento de Pampa Grande para seguir controlando desde allí el valle de
Lambayeque. También los señores de Cerro Blanco tuvieron que dejar el lugar para
trasladarse al asentamiento de Galindo, situado en la estratégica garganta del río Moche.
Desde Galindo, que se convirtió en el mayor centro de la zona, los caudillos mochicas podían
controlar los sistemas de irrigación y el acceso a las fértiles tierras del valle del río Moche.
El pueblo se instaló junto a sus señores para tener lo más cerca posible las fuentes de agua
y evitar las dunas que amenazaban cultivos y poblados río abajo.
Esta catastrófica serie de factores climáticos debilitó gravemente las instituciones mochicas.
La nobleza, alejada del día a día de sus súbditos, vivía ocupada en sus disputas dinásticas y
ceremonias rituales. Pero el pueblo culpó a sus gobernantes de la caótica situación y de
haber perdido el favor de los dioses. En consecuencia, los jerarcas incrementaron los
sacrificios humanos para ganarse el favor divino, sin conseguirlo. Con todo, el rico ajuar
funerario hallado en la tumba de una sacerdotisa, en San José de Moro, datada hacia el año
720, muestra que la élite mochica se resistía a renunciar a sus privilegios ancestrales,
aunque este tipo de enterramientos significase un enorme gasto para una sociedad
castigada por el clima y debilitada por la escasez de alimentos y recursos. En la Huaca de la
Luna, los arqueólogos desenterraron los restos de unos setenta varones que habían sido
sacrificados y desmembrados en el transcurso de, por lo menos, cinco ceremonias rituales.
Fueron víctimas de un rito destinado a aplacar a las poderosas fuerzas de la naturaleza.
Colapso final:
A finales del siglo VII, las lluvias provocadas por un Niño extremadamente intenso arrasaron
muchos sistemas de regadío cercanos a Pampa Grande y Galindo. En consecuencia, ambos
centros fueron abandonados hacia el año 750 y la población se agrupó de forma
independiente, lo que supuso el derrumbamiento del sistema político mochica. Puede que
incluso estallara una guerra civil: la arqueología demuestra que los mochicas, tras
abandonar sus antiguos asentamientos, crearon otros nuevos, donde las enormes huacas
de antaño fueron reemplazadas por fortalezas. Al haber perdido la autoridad y el control
sobre su pueblo, los jefes mochicas se enfrentaron entre sí en una feroz lucha por el control
de los escasos recursos que quedaban en la zona. Los últimos asentamientos mochicas,
gobernados por una desgastada clase dirigente, no pudieron evitar caer en manos del
emergente Estado huari (o wari), una arrolladora maquinaria militar que conquistó la
mayoría de señoríos costeños y de la sierra de la zona central del Pacífico peruano. En los
siguientes tres siglos, los huari concentraron un poder inmenso, construyeron enormes
centros urbanos y edificaron un auténtico imperio, hecho sin precedentes hasta entonces
en la historia de las culturas andinas.

2. ¿Cómo eran las estructuras hidráulicas en el Perú Antiguo (Época de


los Incas)?
En las últimas dos décadas el mundo viene luchando contra el cambio climático. Algunos
atribuyen su aceleración a la acción del hombre y otros a una acción normal de la
naturaleza. Como sea, es evidente que vivimos un aumento de temperaturas que nos
afecta.
Por la cadena de los andes y sus glaciares se dice que el Perú será uno de los más
perjudicados por el fenómeno. El país concentra cerca del 70% de los glaciares del mundo,
esta característica hace que seamos uno de los países más vulnerables. Se habla de
adecuación al cambio climático, algo que nuestros antepasados ya realizaban de forma
espectacular.
Si elaboramos una línea del tiempo y colocamos en él nuestro relativo corto pasado, y lo
hacemos coincidir con la línea de los procesos climáticos en la Tierra, es probable que
nuestros antepasados hayan lidiado con una naturaleza hostil que obedecía a un cambio
climático quizás menos evidente que el que experimentamos ahora; con menos
argumentos científicos y técnicos, pero con una gran fortaleza que ahora no tenemos: la
visión mística de los astros, la veneración a los recursos agua y tierra y, sobre todo, el
respeto a la naturaleza que se evidencia en la manera como “gestionaban” la cuenca.
Hablar de las prácticas de siembra de agua que realizaban nuestros antepasados tiene que
relacionarse con la visión de cuenca que ellos tenían en la práctica.
En la Figura vemos los principales sistemas hidráulicos puestos en práctica por nuestros
ingenieros pre-incas e incas, que revela el conocimiento y talento científico, que conjuga la
aplicación de una serie de ciencias.

1. Las partes altas de las cuencas estaban completamente forestadas o con presencia de
cobertura vegetal, tal como se evidencia en algunos lugares (Distrito de Huachos –
Castovirreyna en Huancavelica) con la presencia de bosques completos de quinuales o
queñua (Polylepis racemosa, P. incana), solo por mencionar una, además de una gama
amplia de especies nativas adaptadas a nuestro medio que ahora simplemente se han
desaparecido.
2. A lo largo de los andes podemos apreciar una serie de represas que por su ubicación
denominamos alto andinas, de mediana capacidad, cuya función era almacenar las aguas
de las lluvias. Podemos apreciar capacidades desde unos cientos de miles de metros cúbicos
hasta cerca del millón de metros cúbicos; nunca posicionadas en los cauces de los ríos, como
ahora que vemos represas de gran capacidad en el eje del río (Gallito Ciego) que, por el
proceso propio de erosión de la cuenca, están colmatándose y trabajan con una capacidad
de cerca del 50%.
3. Observatorios solares, los cuales sin ser una obra hidráulica tenían una espectacular
aplicación en el control climático para beneficio de sus cultivos, registro de los principales
eventos de la comunidad, cambios de estación, registro de nacimientos, entre otros usos.
Una muestra es Chankillo – Casma, en Ancash, ubicada estratégicamente en las zonas
menos vulnerables y de mayor visibilidad del valle.
4. La ubicación de los principales asentamientos humanos estuvieron siempre en las
partes altas, lejos de la fuerza devastadora de los ríos o quebradas, que tantas vidas o
pérdidas económicas generan actualmente.

5. Según Luis Masson Meiss, estudioso de los sistemas de andenería, en el Perú existe
aproximadamente un millón de hectáreas en andenes. De ellos solo se explotan
efectivamente un 25%. Llama la atención que no se cuente con un inventario actualizado y
confiable de esta portentosa obra de ingeniería legada por los incas. Constituyen un
patrimonio cultural sub utilizado en zonas donde prevalece la pobreza extrema por
contradicción. Ejemplo de ello son los andenes de Andamarca en Lucanas, Ayacucho.
6. Los sistemas de amunas, de mayor presencia en la serranía de Lima, son una práctica
ancestral de recarga de acuífero, que ahora se muestra como novedosa, pero que los pre
incas limeños hicieron con excelentes resultados; como hasta ahora lo practican los
pobladores de Tupicocha en Huarochiri, Lima.
Este es el mejor ejemplo de la llamada “siembra del agua”. Consistía en un ritual que
implicaba: asambleas, limpieza de acequias y, sobre todo, veneración al agua. Antes del
inicio de la limpieza de las acequias amunadoras se realizaba el pago a la tierra (apu) y al
agua (yaku).
El sistema funcionaba con zanjas abiertas que siguen las curvas de nivel de las punas, lo que
permitía conducir el agua de lluvia hasta un lugar llamado cochas, abiertas para recibir el
agua y que luego se filtrara en la montaña para surgir, aguas abajo, como puquios meses
después; exactamente cuando no hay lluvias y el estiaje es más marcado en la cuenca, de
esa manera realizaron agricultura y mantuvieron al pueblo provisto de alimentos.

7. Los puquios, ojos de agua, (ñahui yaku) se favorecían por la siembra del agua que
realizaban nuestros antepasados en las partes altas de las cuencas. En muchos lugares
donde existen estos puquios hay un descuido y deterioro de estas importantes fuentes de
agua: botaderos de basura, eliminación de especies forestales que “atraen” la presencia del
agua, siembra de especies foráneas (eucalipto) que, según los entendidos, funcionan como
bombas consumidoras de agua.
8. Son innumerables los vestigios de obras descomunales como los canales de riego que,
muchas veces, cruzan los andes llevando las aguas de una cuenca hacia otra (trasvases), con
mejores posibilidades o potencial agronómico: suelo, clima, adaptación de especies, entre
otros aspectos.
Un ejemplo vivo es el Sistema de Riego Huirucatac, en la parte alta de la cuenca del río
Nepeña, en Huaylas (Ancash), donde mediante un sistema de lagunas interconectadas
(Coñoc Ranra, Capado Cocha, Tocanca, entre otras), unidas por el canal Huirucatac de más
de 100 km, se llevan las aguas desde la cuenca del río Nepeña hacia la cuenca del Río Santa
Lacramarca.
Este es emblemático, por lo que representa unir los andes con la costa mediante venas de
ríos que llevan vida a zonas desiertas. Este sistema está aún por redescubrirse y mostrar al
mundo su portento y, por tanto, poner de manifiesto, una vez más, el ingenio de nuestros
antepasados hidráulicos.

9. Las riberas de los ríos cubiertas con especies forestales, es decir, una defensa ribereña
efectiva y práctica que ahora hemos olvidado. Basta con escuchar los comentarios de los
lugareños de mayor edad de las comisiones de regantes, donde hemos realizado trabajos,
quienes cuentan que “antes los ríos estaban encañonados o confinados, era prácticamente
imposible pasar de una ribera a otra, salvo por lugares especialmente identificados”.
Ahora las riberas están deforestadas y el flujo del agua del río corre libremente, causando
en los meses de lluvias desbordes que ocasionan la pérdida de suelos, cultivos, vidas y el
perjuicio económico que esto representa.
10. Los waru waru o camellones, son prácticas ancestrales de uso común en el altiplano, en
áreas inundables o inundadas, que consisten en “jalar” tierra formando una plataforma o
“cama” rodeada de agua, donde se realiza la siembra. Esta agua alrededor del waru waru
crea un microclima que mitiga el efecto de las heladas, permitiendo el desarrollo de los
cultivos.
11. Los acueductos son trabajos de ingeniería hidráulica que debemos revalorar y buscar
que se consideren como una maravilla de la ingeniería civil, al igual que el santuario de
Tipón, en Cusco.
Estos acueductos conducen las filtraciones de los ríos, Aija, Tierra Blancas y Nazca por
tramos subterráneos (galerías socavón) y por tramos descubiertos (galería zanjón).
3. Los problemas que tuvo la ministra Santa Maria con el Rio Jequetepeque.

La viceministra de Agricultura, Efrosina Santa María Rubio (Sina para los amigos) se ponía
bronceador en la entrepierna y disfrutaba de los beneficios de los rayos del sol, mientras el
Perú se debatía frente a la tremenda emergencia ambiental ocasionada por "El Niño
costero”.
La irresponsabilidad de Santa María es desde todo punto de vista condenable, máxime
cuando por su cargo debía estar centrada en la resolución de problemas para solventar la
terrible situación que atraviesa el país. Su falta de empatía con el dolor y la pérdida de los
ciudadanos que le pagaban el sueldo es digna de un proceso ejemplarizador para que a
ningún otro funcionario se le ocurra imitar su comportamiento.
Las imágenes de Panorama en las que vemos como la exviceministra se dedicaba a pasear
en bici, patinar e ir a tomar el sol en horario laboral, nos revelaron la desfachatez y hasta la
maldad de esta funcionaria, sin embargo, es incomprensible la falta de rigor del reportaje
al señalar que un viaje de la exviceministra realizado a España fue pagado por el gobierno,
cuando la resolución ministerial que exhiben afirma lo contrario.
Para confirmar lo que dice, Panorama resalta en el reportaje un fragmento de resolución
en el que se señala que Santa María habría recibido 1400 dólares del Minagri en concepto
de viáticos para su viaje a España, sin embargo, si leemos bien el documento que aparece
en pantalla, ese dinero fue para un viaje realizado en febrero a Chile. Por el bien de todos,
el rigor periodístico siempre debería ser preservado. Los periodistas no hacemos literatura,
explicamos hechos contrastados.

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