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En la obra de Beccaria, De los Delitos y de las Penas, se realizó una síntesis del

pensamiento criminológico del siglo dieciocho, que con una visión humanista y de avanzada,

configura una de las obras más importantes para entender la concepción moderna del Derecho

Penal, aun cuando la obra no se propuso realizar una guía de cómo realizar una legislación penal

apropiada, no es menos cierto que la obra del milanés, contribuye con la construcción de un

Derecho Penal diferente en los cuales, movimientos contemporáneos como bien puede ser el

finalismo o el más moderno garantismo penal, son protagonistas en el proceder jurídico, y

buscan garantizar la mayor cantidad de garantías al acusado como sujeto en relación de

minusvalía en el proceso penal de ayer y de hoy.

Beccaria parte reflexionando acerca del origen de la pena, y como llegamos a la

concepción de que existen hechos los cuales deban ser castigados por la sociedad de una o de

otra manera, en resumidas cuentas, se llega a la necesidad del Derecho Penal, lo cual es

indispensable si el objetivo que busca el autor es de realizar una crítica al Derecho Penal de su

tiempo, a las prácticas que en su momento eran corrientes y aceptadas por la sociedad en su

conjunto, mencionando a prácticas como la tortura, la arbitrariedad, la pena de muerte o la

tortura usada de manera indiscriminada. Concluyendo Beccaria que la limitación de derechos

necesaria para que se pueda construir en torno a ella un Derecho Penal, la hace cada individuo en

nombre de proteger sus derechos y de evitar un estado de necesidad en la que cada persona

tuviera que cuidar su vida por mano propia.

Las penas, de acuerdo con Beccaria, nacen de un pacto entre todos los hombres, y con

esto se hace referencia al Derecho Constitucional contemporáneo; mediante este pacto, se busca

tanto el bienestar individual como el del colectivo y se realiza para así terminar con el

salvajismo que existió previamente a este pacto. Por esta razón, resulta aceptado un orden penal
entendiéndolo como una limitación en el ejercicio de los derechos de las personas, en el nombre

de proteger los bienes jurídicos que consideramos indispensables para la vida del ser humano,

llámese la vida, la libertad o la propiedad por citar algunos ejemplos; esta limitación afecta al

ejercicio de los derechos, haciendo que en la práctica no hayan derechos absolutos; para así

llegar a un Derecho Penal de naturaleza eminentemente pública, casado con la estructura de

derechos inherentes a toda persona y divorciado de la justicia tomada por mano propia. En base a

esta visión del Derecho, y la observación de la realidad que rodeó al autor, se da inicio para

establecer postulados en la dirección inconsciente de constituir principios rectores de un Derecho

Penal en el cual hubiera garantías mínimas para el acusado.

El autor, sentó las bases del Principio de Legalidad en materia Penal, el cual a día de hoy

es un principio que mantiene total y plena vigencia como lo puede denotar que nuestro

ordenamiento jurídico parte del nullum crime, nulla poena sine lege, para construir toda una serie

de elementos que se compaginan con este principio a fin de establecer una garantía certera para

el establecimiento de los delitos y de las penas,

El autor fue un gran defensor de la igualdad frente a la Ley, un principio que a día de hoy

es más que aceptado, sin embargo en la época de Beccaria, no era así, siendo que no era raro que

de acuerdo a criterios sociales, económicos o incluso étnicos se definiese la suerte en el Proceso

de un acusado, variando incluso los castigos a ser aplicados. Cosa que se prueba bastante bien en

como las personas más adineradas tenían más facilidad para escapar de un proceso penal,

mientras que una persona de origen humilde, era más propensa a ser puesta como el responsable

necesario en un hecho de relevancia penal, y por consiguiente merecedora de una pena.


Beccaria, afirmó la necesidad de un principio de la proporcionalidad en el Derecho Penal.

De esta manera, el Derecho Penal en las leyes, debe diferenciar de manera precisa, cuando un

delito es más grave o menos grave que otro delito con el que se realiza la comparación; lo cual

debe basarse en criterios objetivos, tales como el daño que resulta sufriendo la víctima y la

sociedad por la realización de cada uno de estos delitos, ya que cualquier cosa contraria sería

dañina a largo plazo no solo para el delincuente, sino para toda la sociedad, puesto que ante

delitos de igual pena y de diferente gravedad, el delincuente optará realizar el más grave, que

posiblemente le reportará mayor beneficio individual. De manera que, así la obra de Beccaria ha

influenciado en los Códigos Penales contemporáneos, de manera que actualmente, se diferencien

los delitos de acuerdo a su gravedad y se les aplique, en función de esta, un catálogo de penas

consecuente.

Asimismo, Beccaria desarrolló el fin de la pena, al establecer que la pena no debe tener

como objetivo único la represión del delincuente, sino que debe establecer un mensaje para que

terceras personas se abstengan de delinquir, haciéndose énfasis en un elemento educativo en la

pena que si bien existe desde su inicio, no era tan tomado en cuenta como norte del proceso

penal como lo puede ser en la actualidad, siendo que en los tiempos de Beccaria, se buscaba más

bien el castigo represor e incluso sádico del delincuente, llegando a torturarlo o asesinarlo en

público como si se tratase de cualquier cosa distinta a un ser humano. En la actualidad, una

manera de redimir penas, es a través de la educación o el trabajo que las personas pueden

desarrollar de acuerdo a las limitaciones propias de la vida en prisión, asimismo, con las penas

limitadas como se encuentran en el Derecho venezolano, se extrae la conclusión, de que por

medio de sanciones cortas, el legislador busca como fin, instar a la sociedad a abstenerse de

participar en hechos delictivos, so pena privativa de libertad.


Beccaria fue uno de los pioneros del movimiento del abolicionismo de la pena de muerte,

considerándola como “injusta, innecesaria y menos eficaz que otra pena capaz por sí misma de

que el delincuente se abstuviera de delinquir”. El autor concluyó que más importante resulta en

la pena su intensidad por encima de su duración, como ya se desarrolló anteriormente, y que la

pena de muerte producía un gran impacto pero por muy poco tiempo, y esto se debe a que el

delincuente pierde el miedo a morir con la amenaza de la pena de muerte en ciernes y continúa

delinquiendo de maneras cada vez peores, dado que haga lo que haga, igual será condenado a

morir; por otra parte, el uso continuo de penas más bien moderadas si pueden tener un impacto

disuasivo de relevancia en la sociedad, como bien lo desarrolla el autor y lo continúan otros

exponentes de la visión abolicionista desde la Criminología. Estas ideas dieron sus frutos en

nuestro país, que en el año 1873 abolió de manera definitiva la Pena de Muerte de su

ordenamiento penal, y que fue limitando cada vez más en la duración de las penas, lo que se

puede observar en la actualidad cuando la Constitución vigente, prohibe las penas superiores a

los 30 años. De la misma manera, en la actualidad, apenas hay países que mantienen la pena de

muerte como parte de su ordenamiento jurídico, siendo que muchos países la tienen prohibida de

sus ordenamientos jurídicos.

Beccaria fue un partidario de un sistema penal en el cual, el acusado tuviera el derecho a

llevar el juicio en su contra en libertad plena, facilitando así su defensa y teniendo como

presunción su inocencia y no su culpabilidad; siendo encarcelable previamente a la sentencia

solo de manera excepcional, lo cual solo podría ocurrir en los casos en los que, la acusación

pudiera probar de manera contundente, el peligro de fuga así como con un peligro cierto de que

no pudiera seguirse la investigación del hecho delictivo por las trampas hechas por el acusado, lo

cual debe ser revisado al transcurir cierta cantidad de tiempo y debe limitarse dado a ser una
cuestión que limita el carácter supremo de la libertad del ser humano como principio

fundamental del Derecho.

Beccaria fue partidario de los juicios públicos, en los que fuera posible que el público

prescenciara la identidad del juez y del fiscal, así como poder visualizar las pruebas y alegatos

ventilados en el proceso, mediante los cuales puede comprobar de manera directa si el acusado es

inocente o culpable. De esta manera, Beccaria resultó ser un referente para el Derecho Penal,

cuya práctica penal en el tiempo de Beccaria se vio empañada por innumerable atropellos en su

tiempo, por medio de juicios llevados en secreto, o por jueces o fiscales que o no eran

profesionales en el Derecho o no podían ser identificados por quien estaba en la posición de

acusado, y por medio de procesos en los que el acusado no podía controlar ni defenderse de las

pruebas mediante las cuales se “extraía” su culpabilidad, siendo trasladado esto al Proceso

Inquisitivo que toma su nombre de las prácticas penales de la Inquisición, mediante las cuales se

enjuiciaba a una persona que tenía que defenderse tanto del juez como del acusador fiscal. En la

actualidad, en casi todas las normas procesales penales del mundo se desarrolla como un

principio la publicidad del proceso, siendo un gran ejemplo de esto, el artículo 15 de nuestro

COPP.

Para concluir, la obra del autor Cesare Beccaria, influenció a los movimientos jurídicos y

criminólogicos que se le sucedieron a lo largo del tiempo, principalmente al abolicionismo de la

pena de muerte, aparte del movimiento de codificación del Derecho Penal hecho con

posterioridad a la Revolución Francesa, en la cual se ve recogida gran parte del legado de la obra

de Beccaria; por no hablar de una vertiente de la Criminología orientada más hacia el

humanismo, en contraposición a las visiones positivistas imperantes; que recibió un importante


apoyo del rotundo éxito que tuvo esta obra de Beccaria, en su lucha por dignificar al Derecho

Penal y dejar de verlo como un Derecho de oprimidos.

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